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Bello Hernández Vladimir Emiliano

1ro de junio de 2015

Trabajo Final

La división del trabajo en el individuo y la sociedad:

una crítica al determinismo natural comtiano

“Trabajo, buscar trabajo, ¡qué trabajo

cuesta encontrar trabajo!”

Rodrigo González, “Buscando trabajo”

Si hay alguna pregunta que motive la filosofía moral es: ¿Qué debo hacer? Esta

pregunta se ve resuelta en el desenvolvimiento de las personas en su existencia

diaria, cuando atienden un trabajo que, con la repetición y constancia se vuelve su

trabajo, ya no uno de ocasión, esporádico, sino uno a través del cual, la persona

se ve realizada, como si el trabajo otorgara al trabajador su propia realidad, en

este sentido, el tipo de trabajo configura la existencia del trabajador.

Ahora, realizar un trabajo exige el tiempo y la dedicación del trabajador, un cierto

cuidado, estar atento y al pendiente, no se puede descuidar el trabajo porque si

no, este sale mal y junto con éste, uno mismo queda mal. Si el trabajo, como estas

escasas líneas lo han esbozado, es la resolución existencial a una pregunta moral,

el hecho de hacer mal el trabajo resulta en un hacerse malo uno, para su trabajo y

si en este trabajo se produce, transformada la energía informe del trabajador en su

quehacer o creación más propia, el trabajador se malogra, se malea.


Quizá he exagerado un poco y el trabajo no constituya ni la esencia ni la

existencia de uno mismo. Pero si esto es así: ¿Qué sí lo hace?, ¿el descanso, el

ocio, el sosiego? La objeción más pronta que cabe hacer aquí es que mientras el

trabajo es la realización activa del hombre, el descanso y el ocio, constituyen más

bien el receso pasivo e impersonal, de todo trabajador.

Ahora, volviendo a la primera posición respecto del trabajo, me gustaría centrarme

en un problema mucho más específico, en donde supongo lo antedicho, este

problema es: ¿Es mejor trabajar en una sola actividad o en distintas? Pues si el

trabajo presupone un uso de tiempo y fuerzas, acaso el dedicarse a distintos

trabajos, ¿afectaría en detrimento de ambos trabajos y por tanto de la persona?

Parecería un problema matemáticamente simple: Si un trabajo puede ser bien

hecho con la completa dedicación de la persona, que esa misma persona haga

dos implicaría una división de sus fuerzas, de su tiempo y de la calidad de su

trabajo. Sin embargo, audazmente (y también con cierta ingenuidad a priori que

acompaña la audacia), intentaré demostrar que esto no necesariamente debe ser

así.

Para ello, usaré un modelo a partir del cual pueda hacer mi crítica y que en este

caso será El plan de trabajos científicos necesarios para la reorganización de la

sociedad de monseir Comte.


En este opúsculo, ofrece una exhortación científica a reorganizar la sociedad

según una cierta naturaleza propia de los hombres, de los pueblos y de la

humanidad. Naturaleza que puede ser conocida desde la modernidad, estado

culminativo del espíritu humano que ha transitado desde los oscuros senderos de

la hechicería antigua, avanzando hasta encontrar el amanecer de la metafísica y

que necesariamente le ha llevado hasta el mediodía de la ciencia.

Lo propio del espíritu moderno es el uso ilustrado de la razón1. El hombre racional,

que ya no se rige por supersticiones sin sentido, que ha dejado los pañales de la

metafísica para ponerse los pantalones de la ciencia, puede proyectar su

racionalidad para conocerse a sí mismo como individuo y también como ser social.

Esta racionalidad quiere y puede conocer la medida del hombre mismo e incluso

de la civilización2; esta medida se halla en la historia, en la consciencia histórica y

de manera puntual, en el grado de separación de los trabajos dentro de una

sociedad.

Es evidente que el enfoque comtiano al menos en este trabajo, es social, por no

decir socialista. Esta idea nos la da el mismo autor: “…para la sociedad deben

considerarse las clases, no los individuos”3.

1 Esta idea es reforzada en el ensayo ¿Qué es la Ilustración? De Kant.


2 El plan de trabajos científicos necesarios para la reorganización de la sociedad,
p.15
3 Íbidem, p.20
Como ya mencioné, esta consciencia histórica, permite al hombre moderno

conocer la naturaleza propia de la sociedad y al mismo tiempo y en armonía con

ella, la naturaleza de los hombres. Naturaleza, aquí esta palabra va a la par de

otra: necesidad4. Si hay una naturaleza que determina de antemano el existir de

una sociedad, determina al mismo tiempo su futuro, esto es, su destino y el de los

hombres que quedan comprendidos dentro de dicha sociedad. La necesidad

histórica, demuestra que naturalmente existen hombres tipo, diferenciados por su

trabajo, propiciado este ya por las circunstancias, ya por un impulso propio y

previo al nacimiento o por las dos. Los tipos que distingue Augusto son

básicamente dos: Intelectuales y prácticos, cada uno de los cuales representa

individualmente los poderes eje de la sociedad: el espiritual y el temporal.

El poder espiritual debe elaborar el plan de organización social de manera mucho

más perfecta en la modernidad que en el medievo, pues debe y puede aprender

del éxito y la decadencia del sistema feudal. Aprender de sus ejemplos y

prevenirse de sus errores, idea peligrosa para el concepto público “nadie aprende

en cabeza ajena”.

El error que acontece en la Europa del s. XIX es el regirse según el tipo contrario:

el poder temporal, personificado en el abogado u “hombre de leyes”, quién a

diferencia del científico o el filósofo, no pretende obedecer a la luz racional sino a

su propia opinión, pragmática, para sacar provecho desde su retórica posición.

4 “…en el fondo, la marcha de la sociedad siempre es la misma necesariamente


[…] porque depende de la permanente naturaleza de la constitución humana”.
Íbidem p.11
No es un hombre malvado en sí mismo (contradiciendo la virtud socrática), nos

advierte Comte, sino que simplemente actúa según el lugar que naturalmente

ocupa en la sociedad, no el de intelectual, sino el del persuasor.

La propuesta, ya no mesiánica, sino científica, para resolver esta problemática,

reside en la resolución de la clase intelectual, a influir de manera organizada en el

establecimiento de las leyes y distribución de los trabajos, que permitan el

funcionamiento de la sociedad.

Sin embargo, esta propuesta, aparentemente privilegiada por hallarse en la

cumbrosa modernidad, me parece que es equiparable a la propuesta platónica

expuesta en la República. Aunque Comte ya no hable de una polis, sino de una

sociedad, quisiera poner a consideración la “equiparabilidad” que pudiese existir

entre ambas propuestas filosófico políticas. No es que quiera acusar de plagio a

Platón por parte de Comte (delito del que todos podemos ser un poco culpables),

sino que dentro de la tradición filosófica occidental, no sería extraño ni

necesariamente vergonzoso inspirarse por aquellos que nos precedieron, sobre

todo si esos antepasados intelectuales son merecidamente motivo de admiración,

estímulo filosófico de superación.

Cuerpo Social en Platón:

La causa final (también para la perspectiva de Augusto5) es militar, pues la fuerza

se vuelve la expresión de la voluntad filosófica por preservar el estado justo de los

5 Íbidem p.12
ataques del estado injusto, es el medio de la consumación de la justicia en toda su

realidad. La organización espiritual queda a cargo del filósofo rey. La división de

los trabajos es según la naturaleza de los individuos. Hay guerreros que defienden

el régimen. Poetas que hacen mitos acordes al régimen. Artesanos especializados

(un equivalente a los obreros modernos) que producen los recursos materiales

que satisfacen éstas necesidades.

Cuerpo Social en Comte:

La causa final es industrial, con la creación de un estado moderno europeo6, que

unido igual que en la época feudal, ya no tiene necesidad de guerrear

internamente, sino de su auto subsistencia. La organización espiritual a cargo de

los filósofos. Industriales que administren el estado. Abogados (retóricos) que

persuadan a la clase puramente práctica (obrera) de que es el mejor plan posible y

de hecho necesario naturalmente. Obreros que realicen materialmente los trabajos

necesarios del plan filosófico.

De esta manera, pueden mostrarse rasgos esenciales, compartidos en las

propuestas de ambos filósofos. Así Comte, también comparte una caracterización

del hombre basada en un modelo antiguo, en tanto que afirma de éste, una

naturaleza susceptible de conocerse y que una vez conocida, se vuelve un

6 Proyección compartida y ampliada hasta un estado mundial en Kant. Filosofía de


la Historia
instrumento predictivo. Esta supuesta naturaleza representa un predeterminismo

innato idéntico en esencia al de los animales, pero distinto en grado7.

Sin embargo, esta caracterización del hombre moderno, autoconsciente de su

proceso histórico, presente en la obra de Turgot, Hegel, el mismo Comte y quizá

en menor medida Maquiavelo, puede derivar en tres posibilidades: 1)Legalizar

dicho proceso histórico 2)Servirse premeditadamente de dicha legalidad y

3)Transgredir dicha legalidad (Driesch).

La relación entre el esencialismo individual y social es el fundamento teórico de la

doctrina de los tres estados, predisponiendo y limitando a una actividad a los

individuos según su preeminencia natural8 de acuerdo con los tipos propuestos

por Comte: el filosófico o contemplativo y el retórico-pragmático. No hay punto

intermedio9.

Si aceptamos esta premisa siendo filósofos nos encontraríamos con un problema

que en el esquema comtiano es irresoluble: Si el filósofo no se hace tan buen

retórico como el sofista (Comte usa el eufemismo “hombre de leyes”), no podrá

acceder al poder.

7 “acción general y combinada […]distingue a la sociedad humana de las de otros


animales que viven en manada”. Íbidem p.12
8 Íbidem p.18 “todo se reduce a la relación necesaria y exclusiva que existe entre

cada clase de capacidad y cada naturaleza de trabajo”. Las negritas son mías.
9 Íbidem “no podían ser capaces de dirigirlo […] ya que nadie puede estar

dispuesto para dos cosas opuestas en absoluto”


La idea de dividir la sociedad en clases sociales con funciones específicas y

análogamente, individuos dedicados a trabajos especializados corresponde a la

imagen del cuerpo como metáfora del estado, idea antigua que puede encontrarse

en el ya citado Platón, San Pablo (Corintios XII), Tito Livio o Agripa Menenio10.

Esta idea consiste a grandes rasgos en que así como en el cuerpo, cada parte u

órgano trabaja de manera natural en una función específica sin pretender ocupar

otra función, puesto que esto pondría en peligro a todo el organismo, así también

el Edo. Debe ser una proyección a gran escala de este esquema y cada

ciudadano debe ocupar sólo la función a la que la naturaleza le inclina, dentro del

orden social, sin pretender nunca ocupar otra función.

Sin embargo, Karl Popper, desde el capitalismo desarrollado del s. XX en su obra

La sociedad abierta y sus enemigos, critica esta metáfora por no corresponder con

las relaciones sociales gestadas actualmente en el neoliberalismo, en el que las

personas motivadas por la competencia, buscan obtener un mismo cargo o lo que

es lo mismo, una misma función, cosa que parece no ocurrir con los órganos del

cuerpo, pues como dice el judío refugiado en Inglaterra, las células del estomago

nunca buscarán competir con las células de la sangre para ocupar la función del

sistema nervioso.

Así el ciudadano actual puede aspirar a ocupar distintas funciones, incluidos

cargos de poder político, sin poner en riesgo por ello, el funcionamiento de la

10 Jagger, W. (2008) Cristianismo primitivo y paideia griega, México D.F. FCE


sociedad, aunque esta misma inferencia me parece un tanto ingenua, pues en la

división política- industria (existente en los estados que no regulan por sí la

producción ni el mercado) surgen continuamente choques de intereses,

recayendo en la crítica que Comte hace a las sociedades que no impiden el

empoderamiento espiritual de los tipos temporales.

De manera análoga, en la formación de los tipos espirituales, Nietzsche en la serie

de discursos titulado Sobre el porvenir de nuestras escuelas, critica el modelo

educativo del bachillerato y la universidad de su época, entre otras cosas, por la

super especialización a la que es sometido el estudiante, ya que contrario a

Comte, Nietzsche ve en este sistema una decadencia en la cultura (y por ende en

la civilización) al generar personas que sean muy conocedoras en una temática

muy particular mientras que, de manera general es igual de inculta que la mayoría

de la gente, equiparando así, al trabajador teórico con el práctico, al menos en lo

que toca a su formación cultural.

Esta crítica puede ampliarse al resto de las actividades del individuo, esto es: la

decadencia del estado existe en la super división de las actividades así como su

exclusividad, pues el hombre moderno es susceptible de realizar distintas

actividades, cada una de las cuales enriquecería su espíritu.

La fórmula con la que Platón y Comte pretender subsanar el déficit que implica la

división de los trabajos es con una especie de ociosidad cultural, en el buen

sentido de la palabra: practicando integralmente música, gimnasia y dialéctica en


el primer caso o participando en la Iglesia de la Humanidad en el segundo. Pero

me parecen medidas que no a todos pueden calzar.

Bajo este breve análisis, el hecho de ejercer dos trabajos distintos entre sí, no

necesariamente representa el detrimento de los trabajo el trabajador, pueden

también funcionar como compensativos de las carencias de cada trabajo aunque

tampoco es necesario que todo individuo se someta a este ordenamiento. Esta no

es tampoco una resolución definitiva a este problema, sino una apertura a la

consciencia del mismo. La última palabra quedará en la realización existencial del

trabajador.

BIBLIOGRAFÍA

Comte, A. (1979) El plan de trabajos científicos necesarios para la reorganización


de la sociedad, México D.F: Porrúa

Jagger, W. (2008) Cristianismo primitivo y paideia griega, México: FCE

Platón (1979) Diálogos, México: Porrúa

Popper, K. (2010) La sociedad abierta y sus enemigos, Barcelona: Trota

Nietzsche, F. (2008) Sobre el porvenir de nuestras escuelas, Barcelona: Tusquets

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