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Reflexiones en Torno A La Dirección y Puesta en Escena Entrevista Santiago
Reflexiones en Torno A La Dirección y Puesta en Escena Entrevista Santiago
Pero como el quehacer no culmina ahí, tanto director como actor deben
sumirse en un proceso de búsqueda y construcción de conocimiento, puesto
que cada grupo se estructura por personas con historias y experiencias
disímiles, con una carga emotiva por explorar y lenguajes que confrontar. Esta
conjunción de elementos se expresa en el encuentro y la convivencia diaria, y
hace que se cohesione y configure un grupo estable con expectativas y
objetivos comunes que le permiten abrirse camino en otros campos afines y
necesarios.
Blanca Cecilia Ramos González
Por otro lado, muchos son los interrogantes que el director debe responderse y
responder al público y a la crítica en torno a su propuesta escénica: ¿Cuál es la
obra que se debe elegir? ¿Cuál es el estilo que él pretende con su
escenificación? ¿Por qué un autor clásico? ¿Desea ofrecer al público una
lectura e interpretación moderna de ese autor clásico? ¿Qué técnicas y
estrategias contemporáneas deben emplearse para darle forma y sentido a una
producción clásica? ¿Deben recontextualizarse las obras y dramaturgos, cómo,
con qué parámetros se deben trabajar? ¿Qué clase de lectura semiótica exige y
permite la obra? Estos y muchos otros interrogantes deben ser resueltos antes
de iniciar los pasos planteados para realizar el montaje de la obra. Pero para su
realización, el director, como ya se sabe, ha de esforzarse por ser el cerebro
que sugiere y recoge ideas, novedades, creatividad, para luego plantearlas en
la Mise en scène; asimismo, requiere de saber comprender y manejar las
voluntades de sus actores, técnicos y demás trabajadores, quienes se
manifiestan como intérpretes y responsables de la madurez que ha alcanzado
la expresión artística en el montaje de la obra. Es lógico que allí se evidencien
Blanca Cecilia Ramos González
que entre otras cosas lo hacía una mujer- que resultaba como un diablo
bisexual, medio degenerado, medio pervertido, viejo, calvo, mefistofélico y
draculesco, que fue el que más nos interesó; fue una concepción mucho más
moderna del diablo. Y ese fue el resultado; aunque claro que la persona que
hizo la mejor improvisación se quedó con el papel, que fue Beatriz Camargo.
Después de hacer muchas improvisaciones con los personajes, en donde ya se
incluían propuestas para la escenografía, trabajo que duró tres meses, se
definió el reparto, el cual nació de estas propuestas. El que mejor lograra dar
una figura de esos personajes del texto, se quedaba con el personaje. De ahí en
adelante los personajes quedaban con toda la escenografía, vestuario,
maquillaje y con toda la propuesta completa, de aquí en adelante nos
introducimos al montaje; los actores iniciaron el estudio de la letra,
comenzando a trabajar escena por escena, definiendo lo relacionado con lo
gestual, la entrada y salida, las agrupaciones y demás asuntos técnicos que
exige el montaje. También llamamos a un pintor, Pedro Alcántara Herrán,
quien a partir de nuestras propuestas inició su trabajo de escenografía que en
definitiva quedaron para la obra.
SG. El primer paradigma que teníamos era el texto escrito por mí, lo otro fue
un trabajo muy largo que se hizo con los textos de donde venía la obra, esto
es, los textos de Quevedo, entre ellos La vida del Buscón llamado Don Pablos,
las Memorias de Quevedo, que nos importaban mucho para captar la forma de
pensar de Quevedo, cuyo personaje me correspondió hacer a mi; después otros
relatos, como El infierno enmendado, que fue un texto que nos ayudó bastante
porque en cierta medida le dio la estructura a la obra. Es un cuento que
empieza con una revuelta que hay en los infiernos, una especie de huelga que
hacen los diablos, porque ya están muy aburridos pues ellos son los mismos
desde la eternidad, no cambian, no se pueden reproducir, en cambio cada día
Blanca Cecilia Ramos González
hay más y más condenados; últimamente están mandando toda clase de gente,
pobres, rateros, prostitutas, diablos de la calle, gente común y corriente; por
otro lado, los que sí merecen el infierno, que son los peces gordos, se
encuentran poco, los cuales por influencia se van para el cielo. Entonces ellos
piden en la huelga que sólo entren los verdaderos culpables, los verdaderos
malos, que son los jueces, los malos gobernantes, los ricachones, todos los que
hacen mal en el mundo; y que a los pobres diablos los manden para otro lado,
a los pícaros y a las prostitutas no los dejen entrar tanto, que les den chance de
alguna otra cosa, y que a ellos les permitan reproducirse para crecer de la
misma manera que crecen los que van llegando. Ese cuento es muy interesante
porque habla de la justicia y su relación con quien la administra, los
intermediarios de la justicia; esta propuesta de Quevedo es muy análoga a lo
que hoy sucede en la vida. Otro cuento que nos sirvió fue El Alguacil
endemoniado o El demonio enguacilado; de igual manera sus poemas fueron
otros de los textos que nos ayudaron, especialmente los de amor, los poemas a
Aminta, de donde yo saqué el nombre del personaje femenino del que se
enamora don Pablos, las Canciones que hay y muchos otros textos; todo esto
en lo relativo a Quevedo. Otros paradigmas fueron las mismas obras de La
Candelaria, es decir, nosotros empezamos a trabajar la creación colectiva
desde 1971, hicimos Nosotros los comunes, La ciudad dorada, Guadalupe, Los
diez días que estremecieron al mundo, y la última que hicimos, Golpe de
Suerte, una obra contra el narcotráfico. Aquí hay muchos elementos textuales
y de montaje que nos ayudaron a introducir otros de carácter intertextual, a
insertar textos nuestros dentro de la misma obra, lo que le dio mucha más
riqueza.
BCR. ¿Podemos decir que se produce en la obra una simbiosis sígnica la cual
es reflejo de dos culturas: la española y latinoamericana? ¿En qué elementos
han plasmado Ustedes esa intención?
Blanca Cecilia Ramos González
SG. Sí, mi intención al escribir el texto fue hacer una especie de rescate del
Quevedo que yo había conocido en mi casa, en Puente Nacional, un pequeño
pueblo de Santander, y del Quevedo clásico que uno viene a aprender en el
bachillerato y en la universidad, el de carácter estatal, el de la cultura clásica;
pero a mí me interesaba mucho más el popular, porque ese popular nos liga
con la cultura latinoamericana, ese Quevedo de los cuentos, del que uno oye
cuando es niño, de los cuentos que han quedado aquí en América Latina; ese
Quevedo sardónico, satírico, heredero de toda la cultura popular del
medioevo, que estalla en el Renacimiento europeo; es el Quevedo que viene a
enriquecer verdaderamente la cultura latinoamericana, sin descartar el otro,
uno de los más eximios poetas de la lengua española, inventor del castellano
moderno, primer novelista de nuestra lengua. Entonces ahí vienen a fundirse
esas dos líneas, pero de todas maneras en esa simbiosis prevalece en nuestra
propuesta la línea del Quevedo popular.
SG. El problema es que esta obra, con relación a las anteriores de trabajo
colectivo, viene a rescatar muchos elementos que nosotros manejamos y
desarrollamos a partir de Brecht; por ejemplo la fragmentación y la búsqueda
de enriquecer poco a poco la imagen textual con la imagen icónica, la imagen
que capta el espectador, pues uno propone una imagen en el escenario y otra
imagen es la que se le produce al espectador, hay una imagen de la imagen;
esa es la que nos importa a nosotros, no tanto la que nosotros estamos
proyectando en el escenario con el plano operativo, con la escenografía, con el
vestuario, con la figura de los personajes, con los lenguajes no verbales,
Blanca Cecilia Ramos González
sino que esa imagen -al ser proyectada hacia los medios de percepción
del espectador- crea además otra imagen en la mente de cada uno de los
espectadores; esa es una imagen muy difícil de predecir cómo va a ser. Ni con
los sistemas más sofisticados de investigación de encuestas de hoy en día se
podría saber qué es lo que está pensando el público de una obra de teatro; eso
es una cosa que uno como artista presiente, pues está en el dominio del
inconsciente. Y en ese plano, el valor de la creación colectiva, es donde uno lo
siente más, porque es en el trabajo de laboratorio, donde el grupo ha tratado de
mantenerse muy unido, y ha logrado que varios actores hayan trabajado en
tres o cuatro creaciones colectivas, de manera que ya tienen una experiencia
enorme, además llevan cinco, seis, diez años en el grupo y conocen muy a
fondo el sistema de trabajo, el cual genera a su vez un nuevo trabajo. Son
actores que en las propuestas vienen colmados de experiencias de las obras
anteriores. Por eso ésta hereda el trabajo de la producción anterior logrando
así un acoplamiento mayor entre la imagen icónica, la imagen plástica y la
imagen de carácter textual, la imagen que se da con las palabras. Como ese
problema de las palabras en Quevedo es muy rico, una palabra siempre
produce imágenes en un espectador aunque no vea nada; es decir, la imagen
que yo recuerdo por ejemplo en el radio-teatro tiene una eficacia muy grande,
muchas veces uno con los ojos cerrados oye un relato y se lo imagina mucho
mejor que si lo está viendo. Yo a veces pienso, viendo televisión, que cuando
oía radio-teatro, hace muchísimos años (el caso de las historias de Chanly Po),
para mí era mucho más rico, más colorido, más interesante, más fantástico, lo
que yo me imaginaba al oír el radio-teatro, de lo que uno se imagina hoy en
día viendo las telenovelas que presentan, las cuales le entregan a uno toda la
imagen audiovisual completa. Entonces esa imagen que produce la palabra en
Quevedo es muy rica, pero combinada con la imagen que uno da en el
escenario se enriquece todavía más. Realmente el desarrollo del conflicto de
esas dos imágenes es que se colaboran entre sí, aunque además coadyuvan los
elementos operativos que se dan en el escenario.
BCR. ¿Estos signos exigen por parte de Ud. como director y de los actores
cierta estratificación que se emparentó con los niveles semánticos y de
existencia en un aquí y ahora, momento de la representación?
BCR. ¿Es plausible decir que la presencia bipartita de los signos lingüísticos y
no lingüísticos se expresa en la obra como dos coros que en ocasiones se
unifican, unen y distancian, produciendo la sensación de mundos polifónicos y
de visiones de mundo dialógicas? Se entiende que estamos tomando no los
signos en abstracto sino expresados a través de los personajes que los
encarnan.
SG. Para nosotros ha sido una preocupación muy grande desde hace ya
muchos años el trabajar con los lenguajes que llamamos no verbales, o sea con
los gestos, los signos, los ademanes, y pues claro, hemos recurrido a todo lo
que últimamente ha descubierto la nueva ciencia de la comunicación a través
de los trabajos de Birdwhistell, Hall, de Lange, de todos los norteamericanos y
algunos ingleses y franceses como Ducrot, que han trabajado en la exploración
de este lenguaje no verbal, porque vemos que esto enriquece muchísimo el
espectáculo. La palabra muy elaborada que en el teatro ha sido tan importante
desde los griegos, con las obras de Esquilo, Sófocles, da una riqueza muy
grande y produce imágenes. Pero por otro lado toda la parte icónica, la parte
no verbal, la parte plástica, también produce imágenes en el espectador, o sea,
Blanca Cecilia Ramos González
está hablando, entonces esa habla de la parte formal, más el habla de la parte
no verbal en cuanto a gestos y expresiones de los actores, enriquecen
muchísimo la obra; no es que nosotros nos opongamos a un teatro donde se
excluye la palabra, donde se va a trabajar con signos no verbales, sino que
enriquecemos un plano con el otro como sucede en la vida cotidiana.
Explorando el asunto vemos que culturalmente, cuando la persona es de una
clase más baja, usa más el lenguaje no verbal que el verbal; la cantidad de
muecas, signos, recursos gestuales que emplea una persona del pueblo,
comparada con los que usa una aristocrática es enorme; la educación en una
persona de la clase alta consiste en borrarle todas los ademanes, los gestos, los
signos, las expresiones de la boca sobre todo, lavarle el rostro para que hable
sólo con la palabra y reducirle al máximo los ademanes del cuerpo, de las
manos. Una persona de esa clase habla como una estatua, sin moverse casi, y
se comporta así en la vida, come con el cuerpo completamente erguido
llevando el tenedor al plato casi sin abrir la boca y masticando con la boca
cerrada, y nunca habla cuando tiene comida. En cambio el pueblo es al
contrario, el pueblo gesticula, mueve los brazos, para señalar a una persona
mueve la boca, levanta los ojos, las cejas, y hace cantidad de ademanes que
están prohibidos a la clase alta desde pequeños, pues es una cultura muy
represiva. Es por eso que la riqueza de la cultura no verbal la encontramos en
el pueblo y hoy en día es el motivo de estudio de muchos lingüistas. Hay un
italiano que trabajó mucho aquí en Colombia, Giovanni Meozilio, que tiene un
diccionario de gestos de Colombia, que publicó el Instituto Caro y Cuervo, en
el que nosotros nos apoyamos mucho; en él compara la gestualidad de
Colombia, pero fundamentalmente la de Uruguay, con la de Italia y encuentra
elementos muy similares, probablemente por la invasión de España a Nápoles,
época en la que Quevedo viaja a ese lugar. Probablemente también en Italia
influyó mucho la gestualidad popular española, que fue la que nos trajeron
acá, y Meozilio hace un trabajo importantísimo en ese sentido. En El diálogo
del rebusque nosotros nos ocupamos mucho de ese lenguaje, máxime que el
representante de él es don Pablos, quien tiene una gestualidad de las manos, de
la cara, que la sacamos de la gestualidad de nuestro pueblo y la ponemos
como si fuera la gestualidad del pueblo de España del siglo XVII, lo que
Blanca Cecilia Ramos González
funcionó muy bien, nos resultó un personaje muy convincente, muy vivo,
muy rico expresivamente. Esta la sumamos al otro, que es el lenguaje verbal, o
sea a las expresiones lingüísticas propias del habla que Quevedo saca del
pueblo y las pone en la novela y nosotros las traemos ahora con algunas
modificaciones; porque si hubiésemos puesto el texto de Quevedo tal cual, el
público no lo hubiera entendido, por eso hicimos como una especie de
traducción de las palabras muy quevedianas, muy populares del castellano que
no es clásico sino popular; él rescata el habla, la jerga popular de Madrid y la
vuelve literatura importante, y nosotros hacemos casi lo mismo, rescatamos el
habla de Quevedo y la llevamos a un habla del siglo XX colombiano.
SG. Bueno, eso es con lo que más jugamos, ese cronotopo de tiempo y
espacio, es el juego fundamental que nosotros proponemos; la obra empieza
con el tiempo de hoy en el que hay una revuelta en los infiernos y de ella se
escapa don Pablos hacia un escenario de un teatro colombiano, que es “el de
aquí y ahora” de La Candelaria, y empieza a tratar de relatar qué fue lo que le
pasó hace cuatrocientos años cuando fue condenado como personaje de una
novela de Quevedo; entonces ahí empieza ese movimiento del tiempo hacia
atrás, de un tiempo de hoy al relato de don Pablos hacia el tiempo pasado; sale
Quevedo de hoy, después de cuatrocientos años de estar en el infierno,
perseguido por el Diablo Mayor del infierno de hoy, para hacerlo regresar al
infierno donde está pagando su condena; pero al fin vence la propuesta de don
Pablos que es la de irse hacia atrás y contar su historia con un movimiento que
Blanca Cecilia Ramos González