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RD: ¿el país de las

injusticias o de las
maravillas?
No se trata de chauvinismo. República Dominicana es un buen país
para vivir. Su clima humano y ambiental, así como sus bellezas
naturales y variedad de paisajes lo confirman.
Sin embargo, las crueldades e inequidades de un sistema corrupto
impide a muchos disfrutar de la patria legada.
¡Cuán productiva y placentera sería la vida de los dominicanos con un
Estado que funcione! Que cumpla el derecho de acceso de calidad y
gratuito a salud, educación, a vivienda…
Que garantice seguridad ciudadana y buena alimentación.
Pero esto no sucede en las dimensiones requeridas. Los ciudadanos
comunes, que son los más, cuando deciden vivir una vida ética, tienen
que enfrentarse a un sistema injusto, articulado para hacerles sufrir las
consecuencias de la podredumbre o corromperles en el intento.
Pese a avances normativos y de infraestructura, el deterioro
institucional y humano de la República Dominicana en estos últimos
años ha sido impresionante.
La campeante delincuencia, común y política, ha crecido y
evolucionado a un grado tal que amenaza con joyas preciosas de la
cultura dominicana: la calidez y hospitalidad.
Y no se trata de ser ave de mal agüero o revivir el fantasma del
pesimismo dominicano que muy bien describe Peña Batlle en sus
obras. ¡Todo lo contrario! Se trata de invocar la esperanza, mas no un
optimismo infundado, sino uno que lee la realidad, la asimila y se
decide a accionar sobre ella.
Iniciemos con pasos concretos. El discurso de funcionarios y bocinas
es que la corrupción no conmina, que no es un tema que interese al
pueblo dominicano. Un reto entonces es hacer que este pueblo
entienda que, como parte del Contrato Social, cedemos nuestra
libertad individual y nos abocamos a una vida en colectiva regida por
un Estado donde hay autoridades con responsabilidades concretas. Al
no hacerlo, prevalece entonces un sistema de injusticia.
Duele ver cómo en este país la aplicación de la ley se hace de manera
antojadiza y casi siempre solo para maltratar a los más chiquitos.
Empero, para la injusticia solo hay un remedio y este no es el olvido, la
tolerancia ni rendirse, es la justicia.
Al reflexionar sobre el modo de gobierno, pensadores políticos como
Platón y Aristóteles señalaban que el fin de la sociedad y del Estado
es garantizar el bien supremo de los hombres.
Luchemos para instaurar la justicia y la equidad como elementos
fundamentales de la sociedad dominicana, recordando que aquellos
Estados en el que todos los ciudadanos no son iguales ante la ley, son
inestables y pueden, en términos morales y éticos, desaparecer.

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