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Frances Erskine Inglis (1806-1882), quien nació en Edimburgo, contrajo matrimonio con
diplomático español fue nombrado ministro plenipotenciario, motivo por el que se trasladó
Madame Calderón redactó, desde el primer día en que arribó a México, una serie de
cartas a su familia y a sus amigos, residentes en Boston en aquella época, para dar cuenta
de su estancia en un país nuevo para ella. En estas, relata sus impresiones o su parecer
célebre y polémico libro La vida en México durante una residencia de dos años en este país
(1843)1. Según el “Prólogo” al libro, por Felipe Teixidor, Madame Calderón firmó la última
principalmente femenina, hechas en las cartas VII, VIII, IX, X, XII y XXXVI, pues como bien
indica el epígrafe que John Carl Flügel dio a su Psicología del vestido2: “Si no habláramos
la vida que hemos llevado (Coriolano, Shakespeare)”. De esta manera, considero que a
1
Madame Calderón de la Barca. La vida en México durante una residencia de dos años en ese país. Porrúa.
México. 2014. De aquí en adelante, al referirme a este libro, sólo indicaré el número de página entre
paréntesis.
2
John Carl Flügel. Psicología del vestido. Melusina. España. 2015.
través de las descripciones de la vestimenta pueden vislumbrarse las distintas funciones que
esta tenía en la identidad femenina del México de entonces. Para ello utilizaré,
principalmente, algunos de los conceptos del mencionado libro de John Carl Flügel, y de
Según Barthes: “La importancia del vestido escrito confirma de una forma clara que
existen funciones específicas del lenguaje, que la imagen, sea cual fuera su desarrollo en la
funciones específicas del lenguaje con relación a la imagen?”4 Una de las funciones quizá
imagen, a partir de un diálogo entre palabra e imagen; de tal manera que las palabras darán
significado a la imagen que estén describiendo, y a su vez, la imagen dará significado a esa
descripción. Por ejemplo, en el capítulo VII Madame Calderón dice: “mujeres de rebozo (p.
56)”. En estas tres palabras ya hay una configuración simbólica de la imagen de la mujer
mexicana. Además, la autora escribe “de rebozo” y no “con rebozo”, pues al utilizar la
Por ello, considero válido retomar las siguientes palabras de Manuel Antonio
Castiñeiras González, pero haciendo énfasis en las imágenes descritas: “Las imágenes
(descritas) forman y han formado siempre una parte muy importante de nuestra cultura, de
nuestro acervo común, de nuestra imaginación. Su influencia abarca muchas épocas: son
producto del tiempo que las creó, pero también han sido difundidas y recreadas por su
3
Roland Barthes. Sistema de la moda: colección, comunicación, visual. Gustavo Gill. Barcelona. 1967.
4
Ibid. p. 23.
posteridad5”, tal como Madame Calderón recreó la figura femenina junto al rebozo, una
Condesa de la Cortina, refiere: “Mas, a pesar de los gabinetes incrustados de oro, de las
buenas pinturas, y cientos de preciosos objetos, nuestros ojos europeos se sorprenden ante
las numerosas impropiedades en el vestir, en los criados, etc., en todo lo cual se observa
una ausencia de esmero en el buen cuidado de la casa (p. 57).” En efecto, la apariencia no
sólo de la Condesa de la Cortina, sino del resto de las personas que habitan la casa, está
ligada a la apariencia del lugar; por ello resulta impropia la vestimenta y los criados
mismos, que muy probablemente lo eran justo por su manera de vestir, aunque esta no sea
especificada.
imagen (de la casa y de sus habitantes) nos permite reconstruir un sistema de valores, los
Madame Calderón, percibimos la mentalidad de que, para que un lugar sea estimado culto,
noble, y que a su vez sea interpretado como un sitio de régimen, debe ser visiblemente
superior, porque “la forma en que un grupo social (en este caso la familia Cortina) accede a
5
Manuel Antonio Castiñeiras. Introducción al método iconográfico. Ariel, S. A. Barcelona. 1998. pp. 10-11.
6
Antonio Elorza. “Imagen, religión y poder”. p. 61.
la visibilidad es un indicador de primera mano sobre la distribución de poder en todo
agregado social.7”
La carta VIII, inicia con la alusión al baile de fantasía que se daría en un teatro, a
beneficio de los pobres y bajo el patrocinio de las damas más distinguidas de México. Para
dicho evento, Madame Calderón planeaba asistir en traje de China poblana. La esposa del
general Barrera le ruega que, si ha decidido acudir con dicho vestuario, lo haga con el que
consiste de una falda de lana color marrón, con fleco de oro, galones dorados y lentejuelas, y enagua
bordada y adornada de ricos encajes, y que debe llevarse debajo de la falda. La sobrefalda, abierta en
los lados y sujeta con lazos de colores, se adorna con galones de oro. Junto con esto debe lucirse una
camisa enriquecida con bordados y encajes, que debe llevarse debajo un corpiño de raso, abierto al
frente y bordado con oro, y una faja de seda anudada detrás, y cabos rematados con fleco dorado, y
un pequeño pañuelo de seda alrededor del cuello, guarnecido también con fleco de oro. Tengo
preparado otro traje, pero creo que éste es el más hermoso de los dos. (p. 63)
manera general, el lenguaje añade a la imagen saber, es decir que, todo lo que no puede
tal como en la descripción anterior, llena de detalles que podrían percibirse, pero con una
frecuencia— que la palabra parece aumentar elementos del vestido bien visibles en la
fotografía (o en la mirada directa del objeto, en este caso, en el traje de China poblana)8”:
el fleco de oro, la sobrefalda abierta, los bordados y los encajes, etc. “Es porque la palabra
tiene también una función de énfasis… de ese conjunto (el traje de China poblana) el
7
Ibid. p. 62.
8
Roland Barthes, op. cit., p. 25.
comentario puede destacar ciertos elementos para afirmar su valor: es el fíjese explícito
Más adelante, en la carta IX, la autora menciona la preocupación que a las personas a
su alrededor le causaba el hecho de que fuera a asistir de China poblana al baile de fantasía.
(…) estaban en la sala (de la casa de Madame Calderón) el Secretario de Estado, los ministros de la
Guerra y de lo Interior, acompañados de otras personas. ¿Y cuál creeréis que era el propósito de su
visita? Conjurarme, por cuanto hay de más alarmante, a renunciar a la idea de aparecer en público en
traje de poblana. Nos aseguraron que las poblanas eran, por lo general, femmes de rien, que no
llevan medias, y que la esposa del Ministro español no debía, por ningún motivo, vestir semejante
traje ni una sola noche siquiera. Les mostré mis atavíos, les hice ver su largo y su decencia, pero todo
fue en vano; y, a decir verdad, no cabía duda en que les asistiese la razón… (p. 67).
Claramente, el propósito del vestuario era el de adornar. (La vestimenta cumple tres
en especial por tratarse de Madame Calderón, está por encima de ese propósito, mismo que,
al parecer, no cumplía dichos atavíos: “El traje de poblana es el de una mujer de reputación
dudosa. La señora del Ministro español, es una dama en toda la extensión de la palabra. A
pesar de los compromisos que haya podido contraer, ella no debe ir ni en poblana ni de
ninguna otra cosa que no sea lo suyo propio. Así lo manifiesta al Señor Calderón, José
Es aquí donde entra en juego lo que podría llamarse la moral de la vestimenta, para
la cual los dos propósitos prioritarios de la ropa sobre el cuerpo, serían: el del pudor y el de
necesitan del equilibro entre adorno y pudor, pese a la ambivalencia que generalmente
La circunstancia de que el vestido pueda cumplir eficazmente esta doble y en el fondo contradictoria
función se relaciona con el hecho… de que las tendencias de exhibición y de vergüenza se vinculan
en su origen no con el cuerpo vestido, sino con el cuerpo desnudo. La vestimenta sirve para cubrir el
cuerpo y gratificar así el impulso de pudor. Pero al mismo tiempo puede realzar su belleza, y ésta fue
probablemente su función más primitiva. 13
llama la matriz significante OSV: objeto, soporte y variante. Según esta, una prenda tiene
“elementos fijos y comunes, por lo que es fácil descubrir la parte cuya variación comporta
apunta Barthes. Pongamos por caso el mismo vestuario de China poblana: un elemento (el
corpiño) recibe la significación; otro (la faja de seda) lo soporta; un tercero (la abertura del
corpiño, y la abertura es la variante, ya que a partir de ella se define el tipo de corpiño, que
en este caso es un corpiño de China poblana. Quizá el ejemplo de Barthes esclarezca más el
Así, Madame Calderón pretendió que la variante de longitud (largo), que implica
decencia en sus atavíos (Les mostré mis atavíos, les hice ver su largo y su decencia, pero
9
Ibíd. p. 64.
10
Ídem.
todo fue en vano) fuera suficiente para indicar que eran adecuados, sin embargo, lo más
En la misma carta IX, la autora explica la costumbre del visitante, quien al asistir a
otra casa, lo hacía lleno de suntuosidad, debido a que, según Madame Calderón, son pocas
Durante los últimos días nuestras piezas de recibo se vieron llenas de visitas, y mis ojos apenas
empiezan a acostumbrarse a la ostentación de brillantes y perlas, sedas, rasos, blondas y terciopelos,
con los que las señoras nos han hecho su primera visita de etiqueta… La Marquesa de San Román:
una señora anciana que ha viajado mucho por Europa, y es muy distinguida por su ilustración y
talento; posee la gran cruz de María Luisa de España, desciende de una noble familia veneciana y es
tía del Conde de Canizzaro. Su vestido estaba confeccionado con terciopelo negro de Génova,
mantilla de blonda negra y un espléndido aderezo de diamantes… La señora de Barrera, esposa de un
general sumamente rico, y que tiene la casa más hermosa de México: vestido de terciopelo morado,
cubierto de bordados con flores de seda blanca, mangas cortas, un corpiño bordado; zapatos de raso
blanco y bas á jour; un ancho volante de encaje de Malinas, asomado bajo el vestido de terciopelo,
que era un Poco corto; una mantilla de blonda negra sostenida con tres aigrettes de brillantes; aretes
de brillantes de un tamaño extraordinario. Un collar de brillantes de inmenso valor, bellamente
engarzados; un collar de perlas calabazos, valuado en veinte mil pesos. Un brillante sevigné. Una
cadena de oro que le daba tres vueltas al cuello y que le llegaba a las rodillas. En cada dedo un anillo
de brillantes, del tamaño de pequeños relojes. Como no había otro vestido que se le igualara en
magnificencia, con esto termino mi descripción, no sin añadir que, hasta ahora, ninguna de las
señoras mexicanas que han venido a visitarme en la mañana han prescindido de traer sus brillantes.
Por otro lado, en la descripción hecha a la Marquesa de San Román, se dice que llevaba
“como parte de su atuendo” la cruz de María Luisa de España, a la vez que se nos dice era
descendiente de una noble familia veneciana y tía del Conde Canizzaro; de tal modo que,
términos aristocráticos. Así, hay una asociación directa entre el mundo de la imagen
descrita, y el poder religioso, económico y político, pues, sin duda, una figura tan cargada
de símbolos (la vejez en sí misma, la cruz, los diamantes, el título noble) impone
socialmente.
Lo mismo sucede con la señora de Barrera, quien vive en la casa más hermosa de
México y que, curiosamente, es descrita como la mujer de vestido más espléndido, de modo
Más aún, las descripciones son tan minuciosas, que pareciera pretenden desempeñar la
función del retrato que acostumbraban hacerse las personas pertenecientes a la nobleza;
parecen ser justo eso, un retrato de las mujeres de la aristocracia. Así, estas quedan insertas
Pero no sólo importa la belleza que irradie el atuendo en sí mismo, ni los símbolos
que connote; también afecta saber su procedencia, pues saberlo otorga a la prenda y a su
IX, expone la tragedia que vivió Mademoiselle Pauline, en pleno bailable, al llevar puesto el
mismo vestido con que una Condesa fue colocada en su ataúd. Quizá este ejemplo parezca
un tanto absurdo, pues cualquiera sufriría un infortunio al usar la ropa de un difunto, sin
embargo, traigo a cuenta dicho suceso por ser el más propicio para referir el prestigio en la
ropa; ya que la moda, el buen gusto, el estilo, y las tendencias de ropa en su conjunto,
Con esto quiero decir que, en el incidente de Mademoiselle Pauline, se puso en tela
Condesa. Es decir, se desprestigió porque no estuvo al tanto de dicho evento y tenía que
estarlo, ya que se trataba de una Condesa, y era costumbre de la nobleza –no sé si exclusiva
de este gremio– ir al sepulcro con una vestimenta ostentosa. Pero al no enterarse, hizo una
mala compra (compró el vestido al “sacristán” que, encargado del sepulcro de la Condesa,
la despojó de sus vestiduras para lucrar), en el fondo eso fue lo que la desprestigio, pues
suyas, para no correr el riesgo que trae consigo una procedencia reprobable.
mujeres cuando, en el caso contrario, reciben visitas en su casa: “existe aquí una gran
diferencia entre la manera de engalanarse las señoras cuando van de visita y la dejadez de
su indumentaria de casa y de mañana, con la cual reciben a sus visitantes. Habrá algunas
excepciones, y aun muchas, pero en masse, así es… (p. 85). Y continúa: “Esta moda
empieza, por fortuna, a caer en desuso… Es evidente, sin embargo, que cuando una
mexicana posee dientes blancos y un buen color, cuando no se ha puesto muy gorda, y
cuando no tortura sus pies pequeños para hacerlos todavía más pequeños, debe ser por
demás hermosa… (p. 86). Evidentemente, la costumbre del visitante, por un lado, y del
describe las chinampas, describe, asimismo, a los indios “con sus guirnaldas de flores y sus
guitarras, sus bailes y canciones, y aleando las fragantes brisas, mientras sus canoas se
deslizan al filo del agua”. El rasgo de las flores da un carácter edénico, incluso primitivo, a
la indumentaria del indio. Esta característica ha sido referida en varios libros de viaje
escritos en México, que exaltan la abundancia y los diferentes usos estéticos de las flores.
Así, pues, las flores cumplen un propósito de adorno en la vestimenta del indio.
Diligencia. Informa al lector sobre los constantes asaltos que sufrían las Diligencias, y ante
la amenaza de uno, concluye: “Adivinando, por consiguiente, el contenido de nuestros tan
traídos y llevados portmanteaux, confiábamos que uno o dos sarapes, algunas sortijas, unos
cuantos aretes y uno o dos chales, no podían constituir inventivo suficiente para hacerles
cantidad de los objetos. Sin embargo, muy probablemente no habría sido el mismo valor si
hubieran sido vestidos en lugar de sarapes y chales, pues como se ha hecho hincapié, los
vestidos con que sale una mujer de élite no pueden ser de poca estima.
extenso y profundo que el mío, por lo que concluiré no sin antes recalcar el pensamiento y
pudor, el adorno y la protección, en suma, las ventajas y las desventajas que puede proveer
la vestimenta, la cual, luego de ser racionalizada, es decir, de contemplar su uso más allá
del simple adorno primitivo, viendo su utilidad para proteger al cuerpo ya sea de la ética o
de la moral de las personas, o del medio ambiente, se ha convertido en una extensión más
del cuerpo humano, pues su cuidado ha merecido el mismo esmero y vanidad: el hábito de
la monja, el uniforme escolar del estudiante, las joyas de la reina son importantes en ellos
Flügel, John Carl. Psicología del vestido. Melusina. España. 2015. pp. 241.