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“Lo que supuestamente es la materialización de la verdad interior del yo no es otra cosa que

la idealización de las huellas materiales –cosificadas- de sus elecciones a la hora de consumir”


(Bauman, Vidas de consumo, 2007, pág. 29)

Para explicar esta especie de armonía preestablecida entre posiciones ofrecidas por el campo y
quienes las han ocupado, no es necesario invocar el esfuerzo de la conciencia o la iluminación
intuitiva que suele llamarse "vocación".
La vocación es simplemente la transfiguración ideológica de la relación objetiva que se
establece entre una categoría de agentes y un estado de la demanda objetiva, o si se quiere,
del mercado de trabajo.
Un determinado tipo de condiciones objetivas, que implican un cierto tipo de posibilidades
objetivas, es interiorizado por una categoría de agentes y produce en ellos un sistema de
disposiciones por las cuales su relación objetiva con el mercado de trabajo se traduce en una
carrera.
No hay práctica tan deliberada y tan inspirada que no tenga objetivamente en cuenta el
sistema de las posibilidades e imposibilidades objetivas que definen el porvenir objetivo y
colectivo de una clase.
Este sistema resulta luego especificado por factores secundarios que determinan un tipo
particular de desviación respecto del haz de trayectorias características de la clase: por
ejemplo en el caso de Flaubert "burgués desviado", la desviación está dada por la relación con
el padre en la que se sintetizan todas las características específicas de las condiciones
primarias de formación (posición de hijo menor, estudio secundarios mediocres respecto de
los del hermano, etc.)
A través de la relación con el padre se constituye pues el principio inconsciente la actitud
práctica de Flaubert no solo respecto de sus posibilidades individuales y de aquéllas
objetivamente ligadas a su clase social, sino también respecto del defasaje entre unas y otras,
defasaje a la vez rechazado y asumido, combatido y reivindicado.” (Bourdieu, 1983, pág. 118)

"La vocación es simplemente la transfiguración ideológica de la relación objetiva que se


establece entre una categoría de agentes y un estado de la demanda objetiva o, si se quiere,
del mercado del trabajo"

"Un determinado tipo de condiciones objetivas, que implican un cierto tipo de posibilidades
objetivas, es interiorizado por una categoría de agentes y produce en ellos un sistema de
disposiciones, a través de las cuales, su relación objetiva con el mercado se traduce en una
carrera".

"El principio unificador y generador de todas las prácticas y en particular de las orientaciones
habitualmente descritas como `elecciones´ de la `vocación´ o directamente como efectos de la
`toma de consciencia´, no es otro que el habitus, sistema de disposiciones inconscientes
producido por la interiorización de estructuras objetivas. Como lugar geométrico de los
determinismos objetivos y las esperanzas subjetivas, el habitus tiende a producir prácticas -y
en consecuencia carreras- objetivamente adherentes a las estructuras objetivas". (Bourdieu,
1983)

Sobre Lipovetsky y Bauman


G. Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, considera que la cultura actual se nutre de una
sociedad de consumo caracterizada por la globalización y el “imperio de lo efímero”2 y
heredera de un “nuevo ciclo de modernidad –la hipermodernidad– que reorganiza el mundo
en un régimen de cultura desconocido hasta hoy”, basada en la “cultura del tecnocapitalismo
planetario, de las industrias culturales, del consumismo total, de los medios y de las redes
informáticas”. En esta nueva cultura se entrecruzan varias subculturas: de mercado, del
individuo, mediática, de las redes, ecologista, etc.3

Para el pensador francés, la consecuencia es una profunda y extensa desorientación cultural,


una inseguridad e inestabilidad estructural y crónica, que genera un mundo “intensamente
ansiógeno y depresivo”, consecuencia
de la desaparición de los referentes colectivos tradicionales, entre los
que destaca la religión, a favor de un “capitalismo absoluto” y competitivo, donde “hay que ser
cada vez más modernos y reactivos, estar más informados y ser más eficaces”.4
La postmodernidad se caracteriza por un “hiperindividualismo” de marcada tendencia
narcisista que emerge de la desintegración de los órdenes colectivos
(familia, Iglesia, partidos políticos, moralidad…) y conlleva una mayor fragilidad del individuo
“que se despliega sobre el fondo de una creciente soledad”.5
Se mantienen algunos valores plenamente válidos, como la democracia, los derechos
humanos, la honradez, el respeto por los niños y el rechazo a la violencia y a la crueldad, pero
su aplicación práctica se ve muy dificultada por la falta de modelos dignos de admiración,
siendo un síntoma claro la creciente corrupción política:
“La era del deber rigorista y categórico se ha eclipsado en beneficio de una cultura inédita que
prefiere las normas del bienestar a las obligaciones supremas del ideal, que metamorfosea la
acción moral en show recreativo y en comunicación de empresa, que alienta los derechos
subjetivos, pero reniega del deber desgarrador. La etiqueta ética aparece en todas partes; la
exigencia de sacrificio, en ninguna”. 6

La persona está imbuida de una tendencia a “preferir lo simple a lo complejo, lo fácil a lo difícil,
lo rápido a lo lento” y, al mismo tiempo, gracias al rápido acceso a la información en la era de
internet, se valoran opciones y se compara para elegir lo que el sujeto cree que más le
conviene.7

Esta predisposición tiene una importancia crucial para el hecho religioso ya que, en palabras
del autor:

“La propia religión ha sido arrastrada por el proceso de personalización: se es creyente, pero a
la carta, se mantiene tal dogma, se elimina tal otro, se mezclan los Evangelios con el Corán, el
zen o el budismo, la espiritualidad se ha situado en la edad caleidoscópica del supermercado y
del auto-servicio”.8

Por su parte, el sociólogo polaco Z. Bauman ha propuesto el término “sociedad líquida” para
describir los atributos de la actual colectividad capitalista siempre cambiante, incierta y cada
vez más imprevisible.9 Según el autor, actualmente el individualismo marca nuestras
relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles, dentro de un sistema social y cultural
marcado por el cambio y la transitoriedad.10 La “modernidad líquida” es un tiempo sin
certezas, donde las instituciones ya no son referentes de las existencias personales, donde no
hay responsabilidad hacia el otro , siendo su mejor expresión el “vínculo sin cara” que ofrece
internet. 11

Las relaciones interpersonales se ven claramente afectadas por este ambiente, lo cual tiene
consecuencias nefastas para el dinamismo vocacional de la persona.12 “El otro”, tipificado
como extraño y desconocido, es un portador innato de incertidumbre, de potencial peligro, ya
que amenaza la clasificación misma que sostiene el orden del espacio social en el que se
inscribe el propio mundo.13

Al mismo tiempo que se rechaza al “otro”, las redes informáticas han favorecido un fenómeno
totalmente nuevo: la tendencia a la exposición pública del yo, donde, en palabras de Bauman:

“Los adolescentes equipados con confesionarios electrónicos portátiles no son otra cosa que
aprendices entrenados en las artes de una sociedad confesional, una sociedad que se destaca
por haber borrado los límites que otrora separaban lo privado de lo público, por haber
convertido en virtudes las obligaciones públicas el hecho de exponer abiertamente lo
privado”.14

De esta forma, los triunfadores en esta “sociedad líquida” son las personas ágiles, ligeras y
volátiles, como lo son el comercio y las finanzas. Son personas hedonistas y egoístas, “que ven
la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un
ímpetu y lo híbrido como una riqueza”.15 Priman “la fama”, “el poder” y “el dinero”, en una
cultura donde se valora a las personas por lo que se tiene y no por lo que se es, donde hay una
gran permisividad, una búsqueda constante del placer, un consumismo aparentemente
todopoderoso y un amplio relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia
todo depende del pensamiento de cada uno.16

Otros estudiosos han analizado la realidad específicamente española y desde el punto de vista
sociorreligioso. Por ejemplo, J. M. Mardones considera que la racionalidad funcional, la
globalización, el pluralismo y el relativismo son características de nuestra sociedad occidental -
que afectan también a otros amplios sectores de la humanidad- y que incapacitan para la
captación de los símbolos, la contemplación del misterio, la comprensión de la gratuidad, etc

Partiendo del estudio de la juventud, J. M. Bautista describe a las nuevas generaciones, bajo el
título “generación Y” como eminentemente tecnológica, con el smartphone desplazando al
ordenador como herramienta principal y cuyos comportamientos están marcados
radicalmente por herramientas y conductas digitales, que ocupan prácticamente la totalidad
de su tiempo libre. Esta generación evita el aburrimiento y da primacía a “lo emocional, lo
intuitivo, lo creativo, lo holístico…”. Se inaugura un nuevo tipo de cultura basada en la
conectividad.19 A partir de grupos sociales se van generando redes sociales con vías de
comunicación “instantáneas e hipereficaces”. En este ambiente, las personas, especialmente
los jóvenes, son “transrracionales” porque su escucha es al mismo tiempo “racional” y
“emocional”.20

1 Por ejemplo, DIEZ DE VELASCO, F. Religiones en España: historia y presente, Akal, Madrid,
2012.

2 Cfr. LIPOVETSKY,G. La era del vacío: ensayos sobre el individualismo contemporáneo,


Anagrama, Barcelona, 1986.

3 LIPOVETSKY, G. La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo,


Anagrama, Barcelona, 2007.
4 LIPOVETSKY, G. y SERROY, J. La cultura-mundo. Respuesta a una
sociedad desorientada. Anagrama, Barcelona, 2010, pág. 145.

5 Íd, pág. 36.

6 Cfr. LIPOVETSKY, G. El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos
democráticos. Anagrama, Barcelona, 2005. Pág. 7.

7 LIPOVETSKY, G. y SERROY, J. Op. Cit, pág. 203 y ss.

8 LIPOVETSKY,G. La era del vacío, pág. 118.

9 Cfr. BAUMAN, Z. Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, Barcelona, 2002.

10 Cfr. BAUMAN. Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de
Cultura Economica, Barcelona, 2012.

11 Cfr. BAUMAN, Z. Ética postmoderna, Barcelona, Siglo XXI, 2004.

12 Cfr. BAUMAN, Z. Sobre la educación en un mundo líquido, Paidós, Barcelona, 2013.

13 Íd, pág. 171.

14 BAUMAN, Z. Vida de Consumo. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, pág. 14.

15 BARRERO, C. “Zygmunt Bauman y la sociedad líquida” en Revista Esfinge, septiembre 2011.


[en línea]. Consultado el 9 de agosto de 2015,
http://www.revistaesfinge.com/filosofia/corrientes-de-pensamiento/item/75756zygmunt-
bauman-y-la-sociedad-liquida.

16 Cfr. BAUMAN,Z. Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Gedina Editorial, Barcelona 2005.
En este análisis Bauman coincide con E. Rojas Marcos. Cfr. ROJAS, E. El hombre light: La
importancia de una vida con valores. Planeta, Barcelona, 2012.

17 Cfr. “Cultura contemporánea”, pp. 594-605, en Nuevo Diccionario de Catequética I, San


Pablo, Madrid, 1999.

18 Cfr. GONZÁLEZ-CARVAJAL, L. Ideas y creencias del hombre actual, Sal Terrae, Santander,
1996; Entre la utopía y la realidad, Sal Terrae, Santander 1998, pp. 283-284.

19 BAUTISTA, J. M. Todo ha cambiado con la Generación Y. 40 paradigmas que mueven el


mundo. Cuaderno 71, Frontera-Hegian, Vitoria-Gasteiz 2010.

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