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Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie G: Estudios Doctrinales, Núm. 188
Cuidado de la edición: Héctor CURIEL GARCÍA
Formación en computadora: Roberto JIMÉNEZ TORRES
INSTITUCIONES DE DERECHO
DEL TRABAJO
Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL
COORDINADORES
NÉSTOR DE BUEN LOZANO
EMILIO MORGADO VALENZUELA
ISBN 968-36-6126-2
ÍNDICE
Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
Néstor DE BUEN LOZANO
Capítulo 32. Los despidos colectivos por fuerza mayor o por dificul-
tades económicas o tecnológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 591
Rolando MURGAS TORRAZZA
ACADÉMICOS DE NÚMERO
VII
VIII ACADEMIA IBEROAMERICANA DE DERECHO
Argentina Colombia
España Perú
XI
XII PRÓLOGO
I. IDEAS GENERALES
La historia del trabajo no tiene necesariamente que ver con la historia del
derecho del trabajo. Pero tampoco puede afirmarse que no haya existido, antes
de la Revolución Industrial, un fenómeno semejante al que provocó el naci-
miento de la disciplina después de las turbulencias sociales que impregnaron
al siglo XIX. Situaciones de explotación del trabajo humano se han dado
siempre, bajo las formas más diversas, inclusive en la etapa previa de duración
indefinida que se ha caracterizado como “ comunismo primitivo” .1
No puede haber la menor duda de que el trabajo ha sido una constante en
la evolución de la humanidad. Hasta el momento actual, no podría entenderse
al hombre desprendido del trabajo. Pero lo que importa determinar son las
condiciones en que ese trabajo se ha prestado. En rigor, desde la perspectiva
del derecho del trabajo sólo interesa el que se lleva a cabo por cuenta de otro
ya que sus normas lo que pretenden es disminuir los efectos negativos de la
explotación. Esa salvedad dejaría al margen del derecho del trabajo práctica-
mente toda la actividad humana productiva anterior a la Revolución Industrial.
Aunque sin la menor duda, antes de ella se produjeron también formas de
explotación. Recordemos la esclavitud y la servidumbre.
En estos tiempos de profunda crisis del concepto tutelar de nuestra disci-
plina que es apenas centenaria, se intenta, sin embargo, proteger más a la
1 Engels, Federico, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Marx, Carlos y Federico
Engels, Obras escogidas, Moscú, Edit. Progreso [s. f.], pp. 484 y ss.
1
2 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
Esta obra, sin embargo, nace bajo la premisa de que el derecho del trabajo
seguirá vivo y actuante en su función de instrumento de la justicia social.
Para entenderlo mejor, para reconocer el por qué nació y debe subsistir, resulta
fundamental determinar, al menos en líneas muy generales, cuál ha sido la
evolución del trabajo y su regulación a lo largo de la historia, cuando las
reglas de juego contemplaban de manera preferente al resultado del trabajo
y no al trabajador.
Son escasos los antecedentes de algún sistema protector. Pero para gloria
de España —y habría que reconocer los méritos que en esa empresa tuvo fray
Bartolomé de Las Casas— las Leyes de Indias podrían constituir la notable
2 Schaff, A., Perspectivas del socialismo moderno, trad. Ruiz Lardizábal, Jorge, Madrid, Edit. Sistema,
Crítica. 1988, p. 85.
3 The End of Work. A Jeremy P. Tarcher, Nueva York, Putnam Book published by G. P. Putnam’s
Sons, 1996.
4 Idem, p. XV.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 3
12 Idem, p. 490.
13 Historia general del trabajo, t. I, cit. supra nota 5, La Prehistoria, p. 44.
14 Idem, p. 47.
15 Idem, p. 50.
16 Idem, p. 54.
6 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
21 Idem, p. 65.
22 Idem, p. 66.
23 Idem, pp. 70-71.
24 Idem, p. 71.
8 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
25 Idem, p. 85.
26 Idem, p. 99.
27 Ibidem.
28 Arts. 175-176, op. cit., p. 109.
29 Idem, pp. 116-117.
30 Compendio de derecho laboral, t. I, Buenos Aires, Edit. Bibliográfica OMEBA, 1968, p. 102.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 9
IV. EGIPTO
Los treinta siglos de vida del antiguo Egipto harían suponer una transfor-
mación constante de su régimen laboral. Sin embargo, no fue así. Es un país
de delta de un río, el Nilo, cuyas circunstancias son el factor que determina
la vida íntegra del país. Un dato fundamental: siendo su actividad sustancial-
mente agrícola, durante tres mil años se utilizó el mismo tipo de arado.
Serge Sauneron, en una excelente monografía en la que reconoce la insu-
ficiencia de la información, nos hace ver una vida campesina difícil, regida
por la miseria de los fellah cuya descripción no puede ser más gráfica:
V. GRECIA
35 Idem, p. 153.
36 Idem, p. 163.
37 Idem, pp. 166-167.
38 Op. cit., p. 103.
39 El universo de las formas, colección dirigida por Malraux, André y Salles, George; director científico
Parrot, André; el tomo consultado se intitula Nacimiento del arte griego, de Demargne, Pierre, trad. Arturo
del Hoyo, Madrid, Aguilar, 1964, pp. 20-21.
40 Grecia, libro cuarto de la Historia general del trabajo, t. I, cit. supra nota 5, pp. 169 y ss.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 11
En Atenas, Solón (594-593), trató de hacer reinar la equidad con una condona-
ción de deudas, la liberación de los atenienses arruinados vendidos como escla-
vos por sus acreedores, la prohibición de los préstamos garantizados por la per-
sona misma del que los pide, la parcelación de los grandes dominios. Se
preocupó de la suerte de los agricultores humildes del tica recompensando a los
que mataban los lobos, reglamentando el uso de los puntos de agua, prohibiendo
abatir olivos (probablemente para evitar la erosión de los terrenos) y plantar a
menos de nueve pies del campo vecino, y fijando las condiciones del emplaza-
miento de las colmenas. Además, prohibió a los hombres ejercer el oficio de
mercaderes de perfumes, para luchar contra el lujo y los gustos afeminados
indignos de un pueblo laborioso.48
Bourriot ubica la época clásica entre el fin del siglo VI y el IV.49 Por el
contrario Charbonneaux, Martin y Villard entre los años 480 y 330 a. de J.
C.50 Se iniciaría con la formación de la Liga de Delos (477) para culminar
en 330, un año después de la fundación de Alejandría.51
Es una etapa de esplendor económico, con una enorme cantidad de esclavos
producto de las guerras, que ejercían prácticamente todos los oficios. Cita
Bourriot sus funciones y entre ellas las de joyero, fabricante de broches; za-
patero, despensero, burrero; campesinos, viñadores, muleros, artífices en ca-
rretas y camas; cortadores de madera resinosa, curtidores, zurradores, fabri-
cantes de sandalias y odres; zapateros remendones; herreros, fabricantes de
vasos y cubetas; tal vez mineros; negociantes, tenderos, carniceros, vendedores
de pescado, de salazones, de pan, de legumbres, de sésamo, estopa y cola;
quincalleros, perfumistas, barberos, jornaleros, portadores de ánforas, recade-
ros, secretarios, etcétera.52
No parece que la vida de los esclavos haya sido particularmente difícil. En
realidad se trataba de relaciones de trabajo de mutuo interés, con cierta inde-
pendencia de los servidores.53
No faltan en ese periodo los profesionales liberales y entre ellos la actividad
más destacada sería la filosófica. Bourriot menciona como las más nobles las
de los poetas, jefes de escuelas filosóficas, juristas y oradores.
48 Idem, p. 227.
49 Idem, p. 231.
50 Grecia clásica, Universo de las formas, cit.
51 Idem, pp. 360-362.
52 Idem, p. 233.
53 Ibidem.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 13
54 Idem, p. 269.
55 Idem, p. 274.
56 Idem, pp. 275-276.
57 Idem, p. 277.
58 Idem, pp. 282-285.
14 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
VI. ROMA
59 Historia universal ilustrada, t. I., dirigida por Rimli, Eugène-Th., Barcelona, Vergara Editorial,
1957, p. 220.
60 Saint-Leon, E. Martin, Historia de las corporaciones de oficios, pról. Puiggrós, Rodolfo, trad. y
notas Cepeda, Alfredo, Buenos Aires, Partenón, 1947, p. 31.
61 Idem, pp. 31-32.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 15
agrícola con muy poca actividad industrial y, por último, el Bajo Imperio en
el que Roger Rémondon encuentra una cierta política social.
La aportación fundamental de Roma a la organización del trabajo, más allá
de su trascendencia política, militar, jurídica y artística, se encuentra en la
organización de los colegios de artesanos.
Tuvieron cierto relieve político los colegios que de alguna manera se rela-
cionaban con lo que hoy podríamos denominar “ industria de guerra” . Serían
los tignarii (carpinteros); los aerarii (obreros del bronce y cobre) y tibicines
(tocadores de flauta) o cornicines (de trompeta). Cada oficio formaba una
centuria, dividida interiormente entre jóvenes y ancianos (juniores-seniores).
Otros cinco colegios de artesanos no formaban centurias y no tenían derechos
electorales.62
De hecho los colegios romanos integraban instituciones reconocidas ofi-
cialmente aunque no todas constituyeran organismos políticos. Afirma Saint-
Leon que durante parte de la monarquía y la República, las corporaciones
combatieron contra los patricios, con una clara tendencia popular.63
La Ley Julia abolió los colegios y las sodalitias, nacidas en los últimos
tiempos de la República romana, organizaciones civiles que participaban con
entusiasmo en los comicios. La fecha de la Ley Julia se discute: afirma Saint-
Leon que podría ubicarse entre el año 67 a. de J. C. y el año 64, fecha
defendida por Momsem.64
Los colegios eran públicos o privados. En los primeros sus miembros go-
zaban de ciertas prerrogativas como ser relevados de las funciones públicas,
gravámenes municipales; libres de toda tutela; sus miembros no podían ser
sometidos a tormento en caso de acusación y, lo que parece más importante,
quedaban exentos del servicio militar lo que en un país en constante guerra
no parece una concesión menor.65
A cambio, como dice Saint-Leon, el colegiado “ es remachado a su oficio
como el forzado a la cadena. Nada puede, en principio, sustraerle a ese yugo,
y hasta el emperador mismo se abstiene de acordar su liberación” como lo
expresa el Código Teodosiano, lib. XIII, tít. 5, de navic, leyes 2, 3, 19.66
Los colegios públicos eran los navicularii (boteros encargados de transpor-
tar el trigo, los víveres, los impuestos de las provincias; los pistores (panaderos);
62 Idem, p. 34.
63 Idem, p. 35.
64 Idem, p. 38.
65 Idem, p. 41.
66 Ibidem.
16 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
Nos parece más probable que los primeros apóstoles originarios de Italia o de
la Galia hayan llevado de su país el plan de instituciones nuevas, y que la idea
primitiva de la guilda haya sido tomada del colegio romano; esa idea, regenerada
y transformada por el espíritu cristiano, se combinó con las tradiciones y las
costumbres que formaban la herencia moral irreductible de la raza germánica;
se cristianizó y germanizó; se convirtió en guilda.72
Dice Saint-Leon que los estatutos de las primeras guildas contienen muy
escasas referencias a la jerarquía profesional aunque en sustancia hacen referencia
a los aprendices, a los compañeros y a los maestros, repetición evidente de
los discipuli, de los famuli y de los magistri de los colegios romanos.
Las corporaciones de oficios, continuación natural de las guildas, parecerían
encontrar su manifestación más rotunda a partir del siglo XIII con un final
lógico en 1791, en la antesala de la Revolución francesa pero ya en pleno
desarrollo de la Revolución Industrial.
La obra que expresaría mejor que ninguna otra la organización de las cor-
poraciones sería el Libro de los Oficios de Etienne Boileau (o Boiliaue, según
indica Saint-Leon que figura en los manuscritos). Fue preboste de París desde
1258, con facultades amplísimas para el cuidado del orden. Su obra es una
recopilación de todos los usos y reglamentos vigentes en París sobre los oficios
y las corporaciones.75
Lo característico de la corporación era la escala gremial, que se repite siem-
pre en la historia, inclusive en la actualidad, con regulación de la duración
del aprendizaje y de los deberes del aprendiz que podía ser corregido por el
maestro, quien ejercía, con la enseñanza, una especie de tutela civil con obli-
gación alimenticia y educativa.
La vinculación del aprendiz al oficio, una limitación fundamental a la li-
bertad que a fines del siglo XVIII provocó, entre otras razones, la extinción
del sistema corporativo, parecería una nota esencial aunque tampoco se trata de
una característica permanente de todos los oficios.
El aprendiz capaz se transformaba en compañero una vez que adquiría el
maestrazgo y asumía la condición de obrero especializado.
El grado máximo de maestro exigía la realización de una obra maestra, un
verdadero examen profesional ante un tribunal integrado por maestros que
solía culminar, se supone que de resultar exitosa la prueba, con un costoso
banquete que el nuevo maestro ofrecía a sus iguales.
El candidato a maestro, criado según la calificación de Saint-Leon,76 debía
prestar juramento y si pasaba el examen, adquiría la maestría, previo pago de
derechos usualmente conocidos como precio de “ la compra del oficio” . A
veces el rey mismo otorgaba los privilegios.
Las corporaciones tenían una cuidadosa administración y, de acuerdo a
Saint-Leon, tenía que tener una calidad moral. Los maestros eran los jefes del
oficio, pero los jefes efectivos eran los funcionarios y jurados.77 Variaba su
número con los oficios diferentes.
La intervención de las asambleas deliberantes parece haber sido importante.
La corporación gozaba de derechos civiles y de los derechos de propietario
y podía tener, por ello, un patrimonio, adquiriendo y enajenando inmuebles.
Para ello contaban con el cobro de derechos de los agremiados, multas, be-
neficios de comidas y fiestas, servicio de rentas, etcétera.78
Una preocupación manifestada en los Estatutos de las corporaciones era la
de determinar la duración de la jornada de trabajo y los días festivos. Relata
Saint-Leon que la jornada se medía, en general, por la duración de la luz
solar, no tanto porque se procuraba beneficiar al trabajador como porque se
pensaba que un operario cansado y con luz escasa rendía mucho menos.
Por regla general los estatutos corporativos ordenaban el inicio de la jornada
al salir el sol “ con el sonido del cuerno que anunciaba la terminación de la
vigilancia nocturna” 79 y en general concluían a la caída de la noche, hora
variable de acuerdo a las estaciones aunque podía haber oficios que determi-
naban una conclusión más temprana “ al sonar las vísperas” , quiere decir, al
aparecer el lucero de la tarde o véspero.80
Cuenta Saint-Leon que en la determinación de los salarios podía intervenir
el preboste que ejercía “ por lo demás, un poder de conciliación y arbitraje” .
Cita un documento de abril de 1270 que confirma una sentencia arbitral de
la que resultaba la determinación de un verdadero salario mínimo.81
La labor social de las corporaciones se manifestaba, sin embargo, mucho
más en las funciones de asistencia a través de la fundación de instituciones
de caridad destinadas a socorrer a los ancianos, a los enfermos y a los lisia-
dos de la corporación.82
Un tema fundamental en la regulación medieval del trabajo está constituido
por el tránsito de la esclavitud, que desaparece formalmente con Roma aunque
de hecho se mantuvo por muchos siglos más, particularmente en América y
aún en el siglo XX, hacia la servidumbre.
En el pacto de servidumbre el campesino se comprometía a trabajar las
tierras del señor, gratuitamente, recibiendo a cambio protección del castillo.
La leyenda o la tradición mencionan también otras prestaciones del servidor,
particularmente el odioso reconocimiento del derecho de pernada que segura-
77 Idem, p. 120.
78 Idem, pp. 123-125.
79 Idem, p. 131.
80 Ibidem.
81 Idem, p. 167.
82 Idem, p. 170.
EL TRABAJO ANTES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 21
89 Las Ordenanzas del trabajo en la Intendencia de México (Estado de México); Panorámica general
de la sociedad virreinal, Dorantes Olascoaga, María Teresa, Gobierno del Estado de México. Secretaría
del Trabajo y de la Previsión Social, 1992, pp. 162-163.
90 Idem, pp. 163-165.
24 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
27
28 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
2 Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Obras escogidas, t. I, Moscú, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, 1951, p. 138.
3 Idem, p. 144.
30 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
Antes del nacimiento formal del derecho del trabajo, la tarea de establecer
las normas, por la vía de las exigencias, correspondió a los múltiples congresos
obreros que se celebraron a partir de la mitad del siglo XIX.
Amaro del Rosal,4 invoca como primer Congreso, celebrado en Londres en
el mes de junio de 1847, el de la ‘‘Liga de los Comunistas’’, que precede a
la publicación, un año después, del Manifiesto.
En 1862 y 1864 se tienen lugar en Londres dos conferencias preparatorias
de la Primera Internacional, quiere decir, de la Asociación Internacional de
los Trabajadores (AIT). Ésta, entre 1866 y 1876 se reúne de nuevo en Ginebra,
Lausana, Bruselas, Basilea, Londres (Conferencia Internacional en 1871), La
Haya, Ginebra y Filadelfia.
La fracción escisionista de la AIT (el grupo anarquista), entre 1872 y 1900
lleva a cabo congresos en Saint-Imier (Suiza), Ginebra, Bruselas, Berna, Ver-
viers (Bélgica), Londres (dos veces) y París. A su vez congresos internacio-
nales socialistas se reúnen en Gante (Bélgica) y Coire (Suiza).
La Segunda Internacional lleva a cabo su Congreso fundador en París, en
1889 y los siguientes en Bruselas (1891), Zurich (1893), Londres (1896) y
París (1900).
Cinco Congresos y conferencias de tipo corporativo tienen lugar en París
y Londres, entre 1883 y 1900.5
El documento fundatorio de la AIT de 1864, redactado el proyecto por
Marx, tiene el tono de un documento orgánico, destinado a fijar los puntos
principales de la organización de la AIT. Sin embargo, destaca la afirmación
de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores
mismos; que debe procurarse terminar con el dominio de clase; que la supe-
ditación del trabajador al capital es la fuente de toda servidumbre política,
moral y material y que el gran fin de todo movimiento político debe de ser
la emancipación económica de los trabajadores la que no constituye un pro-
blema local o nacional sino que interesa a todas las naciones civilizadas. Dicho
de otro modo, proclama el internacionalismo proletario.6
Observa un objetivo esencialmente diferente, mucho más concreto en cuanto
a servir de base para las condiciones de trabajo, el acuerdo adoptado por el
Congreso constituyente de la Segunda Internacional por cuanto exige el dic-
4 Los congresos obreros internacionales en el siglo XIX. De la joven Europa a la Segunda Interna-
cional, México, Grijalbo, 1958.
5 Idem, pp. 13-14.
6 Idem, pp. 142-145.
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO 31
tado de una legislación protectora cuyas bases enuncia con precisión. Son las
siguientes:
No cabe duda de que estos principios enuncian las bases de una legislación
laboral necesariamente protectora de los trabajadores. No son muy diferentes
los enunciados de las leyes laborales puestas en vigor desde finales del siglo
XIX y a lo largo del XX, salvo en la etapa actual claramente dominada por
el neoliberalismo y el revisionismo.
La primera, en rigor muy del estilo de los códigos civiles con referencias
a los contratos de arrendamientos de servicios, corresponde a la legislación
tradicional y en particular al Código civil de Andrés Bello donde es difícil
encontrar alguna nota de interés social (14 de diciembre de 1855).
El Código de Comercio, vigente diez años después, agrega algo en cuanto
menciona a dos clases de trabajadores: factores, mancebos o dependientes y
hombres del mar, pero no pasa de ahí. Algo se dice también en el Código de
Minas de 1888 y en el Código de Procedimientos Civiles el cual otorga ciertas
preferencias de inembargabilidad a los salarios de los trabajadores.
La segunda corresponde a las leyes especiales anteriores al 8 de septiembre
de 1924 que abordan diversos temas: habitaciones para obreros; descanso do-
minical; sobre sillas, sobre accidentes de trabajo y sobre salas cunas y abarca
un periodo entre 1906 y 1917.
En el año de 1921 el presidente Alessandri Palma envió al Congreso un
Proyecto de Código del Trabajo y de Previsión Social que no fue nunca ‘‘des-
pachado’’12 aunque su influencia sobre leyes posteriores fue notable.
En 1924, con motivo de un movimiento revolucionario se promulgan di-
versas leyes que según dicen los señores Humeres, no eran otra cosa que
capítulos del Proyecto de ley. Sus temas son, sin duda, interesantes: contrato
de trabajo, seguro obligatorio de enfermedades e invalidez; indemnizaciones
por accidentes de trabajo; tribunales de conciliación y arbitraje; organizaciones
sindicales; sociedades cooperativas y contratos de empleados particulares.
Después de 1924 se dicta una serie de leyes sobre organización de la Se-
cretaría de Estado de Higiene, Asistencia, Previsión Social y Trabajo y Pro-
tección de la maternidad obrera, entre otras, y se ratifican diversos convenios
de la OIT, con una ley de 1927 que creó los Tribunales de Trabajo.
La tercera etapa corresponde a la promulgación del Código de Trabajo que
refundía las leyes anteriores sobre trabajo y cuya promulgación, al decir de los
señores Humeres, fue abiertamente inconstitucional, realizada el 13 de mayo
de 1931, con publicación en el Diario Oficial del 28 del mismo mes de mayo
y con vigencia a partir del 28 de noviembre del mismo año.
Colombia. Guillermo Guerrero Figueroa distingue en la evolución de la
legislación del trabajo en su país, tres periodos.
El primero, de 1900 a 1915 en diversas leyes consagra el derecho al des-
canso en días de fiesta religiosa sin remuneración (1905) y en el mismo año
se regula la jubilación de los magistrados principales de la Suprema Corte;
en 1908 la Junta de Higiene dicta reglas para proteger a los trabajadores de
12 Idem, p. 69.
34 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
13 Introducción al derecho del trabajo, Bogotá, Temis Librería, 1980, pp. 68-69.
14 Sánchez Martín, Antonio Raudilio, Derecho laboral. Parte General, La Habana, 1985, pp. 119-120.
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO 35
25 Véase Buen, Néstor de, Derecho del trabajo, t. I, 9a. ed., México, Porrúa, 1994, pp. 329-333.
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO 39
número 16 de 1923, con otras leyes entre los años 1924 a 1935 que trataron
diversos tópicos laborales.
Finalmente, la Constitución de 1941, inspirada en la española de 1931 tuvo,
según relata Arturo Hoyos, un cierto sentido social. El primer intento para
codificar la legislación de trabajo se produce con el Decreto ley 38 de 1941
que es, al decir de Hoyos, el primer Código de Trabajo en sentido material
en Panamá.26
Uruguay. De acuerdo con lo expuesto por Francisco de Ferrari, el primer
periodo del derecho del trabajo uruguayo conoce las siguientes leyes:
a) 21 de julio de 1914, sobre prevención de accidentes.
b) 17 de noviembre de 1915, sobre jornada máxima de trabajo.
c) 10 de julio de 1918, la llamada ‘‘ley de la silla’’.
d) 11 de febrero de 1919, pensiones a la vejez.
e) 19 de noviembre de 1920, descanso semanal del servicio doméstico.
f) 10 de diciembre de 1920, descanso para todos los gremios.
g) 1921, reparación de accidentes de trabajo.
También se aprobó en el mismo período ----señala De Ferrari---- la ley de
6 de octubre de 1919 ‘‘que es la base y el origen de la legislación nacional
sobre jubilaciones de los trabajadores ocupados de la actividad privada’’.27
Hay un segundo periodo legislativo, a partir de 1930, en el que se ratificaron
treinta y tres convenios de la OIT y se dictaron leyes en 1943 y 1944 que
instituyeron los consejos de salarios y organizaron el régimen de las asigna-
ciones familiares y las normas sobre indemnización por despido. En 1934 se
dicta la primera Constitución que incluye cláusulas sociales.28
Venezuela. Rafael Caldera encuentra antecedentes remotos de una preocu-
pación social en diferentes ordenamientos, particularmente en los ‘‘reglamen-
tos de policía’’ que incluyen capítulos sobre jornaleros y esclavos y sobre
sirvientes y jornaleros y en una ordenanza caraqueña de 1838.29
En la época de la codificación, como era práctica habitual, se reguló el
contrato de arrendamiento de servicios, concepto que sufrió importantes mo-
dificaciones en años subsecuentes.
El 23 de julio de 1928 se promulgó la primera Ley del Trabajo, nunca
cumplida según afirma Caldera, salvo en la materia de riesgos profesionales.
26 Derecho panameño del trabajo, pról. Víctor Russomano, Panamá, 1982, pp. 64 y ss.
27 Derecho del trabajo, vol. I, parte general; Teoría y nociones generales del derecho del trabajo, 2a.
ed., Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1968, pp. 197-198.
28 Idem, pp. 199-200.
29 Derecho del trabajo, t. I, 2a. ed., Caracas, Librería el ateneo, 1960, p. 132.
40 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
31 Véase Buen, Néstor de, Derecho del trabajo, t. I, cit., pp. 193-197 y 271-273.
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO 43
32 Derecho del trabajo, 5a. ed., México, Porrúa, 1980, pp. 111 y ss.
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO 45
33 Rifkin, Jeremy, El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento
de una nueva era, trad. Sánchez, Guillermo, pról. Heilbroner, Robert, Barcelona, Buenos Aires, México,
Paidós, 1996.
CAPÍTULO 3
En los mismos países a los que nos venimos refiriendo, el marco a que el
epígrafe se refiere es el de ‘‘la libertad de empresa en una economía de mer-
cado’’. De este régimen se ha dicho, por un lado, que expresa ‘‘la consagración
del sistema capitalista’’ (Alarcón Caracuel) y , por otro, que lo que se pretende
con el nuevo Estado es ‘‘la transformación en profundidad del modo de pro-
ducción capitalista y su sustitución progresiva en el tiempo por una organi-
zación social de caracteres flexiblemente socialista’’ (Elías Díaz). Al menos
lo que se demuestra con ambas concepciones es que la fórmula constitucional
más generalizada actualmente se ofrece apta para cualquier tipo de Estado por
el que los ciudadanos opten en las urnas.
FUENTES DEL DERECHO DEL TRABAJO 51
acosa, una vez más, a los países occidentales en este periodo de la década de
los noventa. No cabe relativismo a la hora de adjetivar de frívola la posibilidad
de los trabajadores para elegir libremente una profesión o un oficio, o a la de
hacer realidad lo evasivo del derecho a la promoción a través del trabajo.
Menos evasivo y, por ende, más próxima a una posible concreción real-ma-
terial es el derecho a una remuneración suficiente para satisfacer las necesi-
dades del trabajador y las de su familia, que se consideraba más o menos
cumplida con la garantía del salario mínimo interprofesional. Pero hoy, con
las nuevas reformas laborales, al fin ha sido aceptada la reducción del tiempo
de trabajo como fórmula apta para distribuir el empleo entre la fuerza de
trabajo existente, eso sí, con la condición sine qua non de una reducción
salarial proporcionada a la nueva duración fijada al tiempo de trabajo; pero,
es claro, con la reducción salarial la remuneración no garantiza la satisfacción
suficiente y digna (con todas sus relatividades) de las necesidades propias y
familiares de cualquier trabajador, lo que hace dudosa la constitucionalidad
de las reformas, a menos que de nuevo entrara en juego la técnica jurídico
administrativa de la subsidiación complementaria (R. Reich y Giugni).
c) Principios rectores de la política social y económica
Son un conjunto de declaraciones, más o menos programáticas a las que
el constituyente atribuye la función de ‘‘informar la legislación positiva, la
práctica judicial y la actuación de los poderes públicos’’, y como tales, al
mismo tiempo, determinan sus diversos ámbitos de influencia.
Tal calificación de la función inspiradora de estos principios permite esta-
blecer ‘‘la distribución entre los derechos fuertes y los no tan fuertes, que se
corresponde con la dicotomía internacional’’ (Alonso Olea). En cuanto al ám-
bito de influencia, sólo el de una política orientada al pleno empleo tiene
auténtico carácter laboral, mientras los restantes (mantenimiento de un régimen
público de seguridad social para todos los ciudadanos, el derecho a la salud
y organización por el Estado de las prestaciones y servicios al respecto, el
tratamiento y amparo especial de los minusválidos, la protección de la vejez
y la salvaguardia de los derechos económicos de los emigrantes) carecen de
tal consideración al tener por referencia a todos los ciudadanos que se en-
cuentren en una determinada situación socioeconómica. Es por ello que merece
la pena detenerse en un breve análisis de ese principio que debe orientar la
política del Estado, especialmente, al pleno empleo.
En principio parece evidente que se trata de un complemento del derecho
al trabajo, pero a su vez se configura como una obligación independiente de
los poderes públicos, sin que la combinación de todo ello llegue a ir más
56 JOSÉ CABRERA BAZÁN
Como principio general, parece que nada debe alterar la regla civil codifi-
cada de que ‘‘la realidad social del tiempo en que las normas deben ser
aplicadas’’ ha de presidir la interpretación de las mismas. Complemento ne-
cesario de tal principio debe ser el reconocimiento de la Constitución como cús-
pide de la pirámide jerarquizada de todo el ordenamiento jurídico, lo que cada
vez tiene mayor importancia, pues éste incluye a todo tipo de normas proce-
dentes del uso y abuso de la potestad reglamentaria del poder ejecutivo.
Un tema importante es, sin duda, la manera en que la Constitución debe
ser aplicada. A este respecto, la doctrina más autorizada ha considerado (tras
una negra etapa en que se negaba valor normativo a las constituciones), que
la Constitución como norma jurídica es de aplicación directa, aunque ello
requiera sus matizaciones. En cualquier caso, queda suficientemente claro que
tales normas vinculan a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial a título
de derecho inmediatamente válidos (ley fundamental de Bonn. Ga. de Ente-
rría.) No obstante, conviene no olvidar que
la afirmación comúnmente aceptada de que la Constitución no es sólo fuente
de fuentes, sino también directa del derecho del trabajo, no debe tomarse, sin
embargo, al pie de la letra, ni entenderse como la viabilidad de la aplicación
inmediata y sin intermediación legislativa o normativa alguna de todo precepto
constitucional. Reconocer la supremacía de la Constitución no equivale a afirmar
la inmediata perceptibilidad y aplicación de la norma constitucional, como có-
digo jurídico, por encima y al margen de las demás normas jurídicas. La certeza
del ordenamiento y la consecuente seguridad jurídica, se pueden poner en peligro
mediante una aplicación inmediata de la fuente primaria que desconozca la fuer-
za de ley o la eficacia del precepto jurídico inconstitucional, y no distinga entre
la invalidez potencial de una norma por su eventual contrariedad con la Cons-
titución y la invalidez efectivamente declarada por haberse constatado por el
FUENTES DEL DERECHO DEL TRABAJO 57
a) Su origen y estructuras
Habría de insistirse en referir el origen de su creación a la situación de
miseria de quienes aportaban la fuerza de trabajo a las relaciones de produc-
ción y a que esta circunstancia determina su propia especificidad, traducida
en el carácter tuitivo de su normativa. Desde un punto de vista institucional
es, como se ha dicho, en la parte XIII del Tratado de Versalles donde se
decide la creación de la Organización Internacional del Trabajo.
En cuanto a sus estructuras, responden a la funcionalidad de garantizar su
funcionamiento democrático mediante la composición paritaria de sus orga-
nismos. Son las siguientes:
a’) La Conferencia General se reúne en sesión de tipo parlamentario, por
lo menos una vez al año y cada vez que se considere necesario por sus miem-
bros, para deliberar sobre los asuntos que se someten a su conocimiento y
58 JOSÉ CABRERA BAZÁN
consideración. Cada país miembro de la OIT (todos aquellos Estados que ha-
yan aceptado su normativa fundacional) está representado por cuatro delega-
dos, dos representantes del gobierno de la nación y uno por cada una de las
organizaciones más representativas de trabajadores y empresarios (sindicatos
y asociaciones patronales) que votan ‘‘individualmente en todas las cuestiones
sometidas a la Conferencia’’. Para cada Conferencia se elige a un presidente
que dirige el debate hasta alcanzar una decisión por la mayoría simple de
votos y quórum de la mitad de los presentes.
b’) El Consejo de Administración lo componen 56 personas de las cuales
la mitad son representantes de los gobiernos y la otra mitad, a partes iguales,
representa a las organizaciones de trabajadores y empresarios. También el
Consejo designa a su presidente que necesariamente ha de ser un representante
de los gobiernos y a dos representantes de los trabajadores y empresarios,
respectivamente. Sus competencias se reducen a nombrar al director general
y a elaborar el orden del día de la Conferencia.
c’) El director general dirige la oficina de la que depende prácticamente
todo el funcionamiento burocrático de la Organización.
I. INTRODUCCIÓN
Es el tema de las fuentes del derecho, por su abstracción relativa, uno de los
que consienten un tratamiento científico y una exposición didáctica relativa-
mente uniformes.
En el estado y situación actuales de nuestra cultura jurídica, los modos de
producción y de exteriorización del derecho pueden considerarse universales,
siendo sus diferencias las que emanan del peso relativo que cada ordenamiento
concede a cada tipo de fuente.
Por supuesto, tema distinto del anterior es el de la eficacia real del derecho
emanado de las fuentes, esto es, de las normas. Pero el problema de la eficacia
del ordenamiento jurídico, aunque con las connotaciones jurídicas que del
derecho le vienen, es un tema de sociología (del derecho en cuanto a su ma-
teria), en gran parte extramuros de nuestra disciplina. Es claro que la regla
de derecho necesita de su eficacia para ser tal, y, por consiguiente, que a las
fuentes de las que emana debe corresponder un determinado imperium sobre
las conductas sociales. A fin de cuentas el derecho es el conjunto de reglas
que presiden la vida de las comunidades, porque la comunidades las consi-
deran necesarias para su propio vivir. Sin esta eficacia pasamos de la regla
jurídica a, si acaso, regla de urbanidad simple. Por otro lado, debe entenderse
la obediencia a la norma en líneas generales, como un sometimiento por con-
vicción de la comunidad a la que se dirigen, y no por mera fuerza, porque,
de ser este el caso, pasaríamos aquí de la obediencia a la norma, a la violencia
ejercida contra el débil por el social o institucionalmente poderoso.
63
64 MANUEL ALONSO OLEA
Así como existen, tal como se acaba de ver, fuentes especiales de derecho del
trabajo en sentido propio, también existen fuentes especiales de derecho
del trabajo en sentido traslativo, que son los modos en que aquellas fuentes
en sentido propio expresan sus mandatos.
Como es bien sabido, la fuente traslativa típica y característica de derecho
del trabajo es el pacto colectivo de condiciones de trabajo; en la terminología
aceptada en nuestro lenguaje y acogida en este libro: el convenio colectivo.
LEYES Y REGLAMENTOS LABORALES 65
Aparte de las características del derecho del trabajo, éste comparte con los
demás sectores del ordenamiento jurídico las fuentes generales de producción
del derecho. Señaladamente:
Primero. La ley en sentido amplio o general como expresión del mandato
de los poderes normativos del Estado o de otros entes públicos (por ejemplo,
estados federados que integren un Estado Federal; por ejemplo también, el
caso de España, comunidades autónomas, fruto de una división territorial de
competencias, incluso normativas). Dentro de este sentido amplio, la ley com-
prende, naturalmente, como su tipo singularísimo, a la vez fundante y fontanal
del ordenamiento, la Constitución.
Y también en este sentido amplio, la expresión ley comprende la norma de
origen internacional que el Estado acoge como norma interna y que, por con-
siguiente nacionaliza.
Constitución y normas internacionales son objeto también de otro capítulo,
el 3º, al que de nuevo se hace la remisión, aunque parece obligado hacer en
éste una mínima referencia, como se hará, aun corriendo el riesgo de ser
reiterativo, a las singulares normas que hace ya tiempo están emanando para
España de su integración en la antes llamada Comunidad Económica Europea
y, a partir de 1 de noviembre de 1993, Comunidad Europea; y que sin duda
emanarán en un momento u otro de las diferentes uniones en trance de creación
y desarrollo en el Continente Americano.
Segundo. La costumbre, como modo de expresión de la voluntad o senti-
miento jurídico de la comunidad con independencia de su estructura formal.
Tercero. La jurisprudencia, donde examinaremos con brevedad su debatido,
afirmado o negado, carácter como fuente del derecho, que en el derecho del
trabajo cobra relevancia especial ante la presencia de las denominadas sen-
tencias colectivas, que ponen fin a conflictos colectivos o dan interpretaciones
de carácter general sobre los convenios colectivos.
Se dirá que en lo que precede aparecen remisiones continuas a otras partes
de este libro. Así es, en efecto. Y así de propósito se ha buscado, aunque sólo
sea para subrayar lo sistemáticamente obvio en vista de la denominación de
los capítulos, al tiempo que se dice respecto de cada uno de ellos, mediante
66 MANUEL ALONSO OLEA
páginas cada vez más numerosas sobre el derecho comunitario del trabajo
(Alonso Olea-Casas Baamonde; Alonso Olea-Tortuero Plaza).
En segundo término, que para que este derecho comunitario haya podido
existir, siga existiendo y continúe expandiéndose, ha sido precisa una cierta
cesión de soberanía por los Estados miembros (la Constitución española lo
precisó así, y tal es el sentido del texto, en primera lectura cabalística, de su
artículo 93 que autoriza ‘‘la celebración de tratados por los que se atribuya a
una organización o institución internacional, el ejercicio de las competencias
derivadas de la Constitución’’). Al autorizar la adhesión a la entonces Comu-
nidad Económica Europea, las competencias que a ella se atribuyeron y que
por España se cedieron, fueron nada menos que las supremas de legislar en
las materias de competencia ‘‘comunitaria’’.
II. LA LEY
Una más, y creo que última remisión, ahora al tratamiento que la Consti-
tución se hace en el capítulo 3, sin más que decir que la Constitución tanto
es soporte del sistema de fuentes, puesto que explaya quiénes pueden normar
y cuáles son los tipos de norma que pueden dictar quienes pueden; cómo es
fuente directa en numerosas materias, especialmente en cuanto a los derechos
fundamentales, alguno de los cuales ----la libertad sindical, por ejemplo---- tiene
su fundamento estricto en la Constitución.
Sin abordar problemas generales de teoría de las fuentes del derecho, salvo
en lo estrictamente necesario para ofrecer un cuadro sistemático inteligible de
las del derecho del trabajo, la ley debe ser concebida como el modo de ex-
teriorización del poder normativo del Estado, la forma como el Estado hace
patente su voluntad reguladora general.
La ley así definida es un género que comprende múltiples especies, por lo
mismo que el Estado moderno es un ente de extremada complejidad y pueden
ser varios de sus órganos los que tengan atribuida en grados varios la potestad
normativa: y por lo mismo que, asumida por el Estado una gama amplia de
funciones, un mismo órgano estatal puede normar de diversas formas para
acomodarse a la materia normada, aunque en general hay una correlación entre
órgano normativo y tipo de norma. Las especies que comprende el género ley
material (concepto elaborado por la dogmática alemana clásica, que se utiliza
aquí meramente a efectos expositivos) varían de un ordenamiento positivo a
68 MANUEL ALONSO OLEA
otro, y por ello su estudio, salvo que sea de derecho comparado, ha de ser
referido a un sistema concreto nacional de producción de normas. Esto es lo
que se hace seguidamente respecto del nuestro, insistiendo sobre la materia
laboral como objeto de normación.
Se trata, por tanto de examinar, con referencia a la materia laboral, qué
especies engloba el género ‘‘ley’’ al que se refieren, por ejemplo, los artículos
primero, segundo y sexto del Código Civil o de profundizar sobre el carácter,
de las ‘‘disposiciones legales y reglamentarias del Estado’’ de que habla el
Estatuto del Trabajo, artículo tercero 1.a), haciendo una referencia final a la
posible potestad normativa de las Comunidades autónomas reguladas por
la Constitución artículos 143 a 158.
Naturalmente, la exposición se hace siguiendo los tipos normativos previs-
tos en la Constitución y según la rica y compleja regulación contenida en ésta.
Los ejemplos que se dan son de normas posteriores a la Constitución. Pero
téngase en cuenta que el sistema normativo laboral comprende también normas
preconstitucionales cuya vigencia es independiente de la variación en cuanto
a los orígenes y formas de producción normativa. La modificación del sistema
de producción de normas no afecta a la validez de las normas producidas
conforme al sistema modificado o, si se quiere, en términos kelsenianos, la
nueva Constitución ha ‘‘recibido’’ y así conferido validez a las normas anti-
guas: La ‘‘recepción es un procedimiento abreviado de creación jurídica’’.
2. Tipos de leyes
A. Leyes orgánicas
Son las aprobadas por ambas Cámaras de las Cortes ----Congreso de los
Diputados y Senado. Sin embargo, su aprobación en el Congreso precisa de
‘‘una votación final sobre el conjunto del proyecto’’, para la que se exige la
mayoría absoluta de esta Cámara. Su ulterior modificación o derogación se
somete a igual voluntad legislativa reforzada (Constitución, artículo 81-2).
LEYES Y REGLAMENTOS LABORALES 69
Como se dijo, han de ser orgánicas, entre otras, las leyes que desarrollen
los ‘‘derechos fundamentales y libertades públicas’’ de la Constitución.
Inmediatamente a la aprobación de la Constitución, la naturaleza de estas
leyes fue debatida en la doctrina, entendiéndose bien que eran superiores en
rango a las ordinarias, ya que la Constitución, artículo 81-2, exige precisa-
mente una ley orgánica para la modificación y derogación de la ley orgánica
anterior (Alonso Olea); bien que, al contrario, no tenían diferencia de rango
jerárquico con las ordinarias, separándose de éstas por razón de la reserva
constitucional de la materia a normar con arreglo al criterio de la competencia
(Fernández Rodríguez); o bien que su peculiaridad consistía simplemente en
los requisitos de procedimiento reforzados a que la Constitución sujeta la re-
gulación de ciertas materias (Rubio Llorente). Hoy, la segunda de estas tesis
es mayoritaria y ha sido acogida por el Tribunal Constitucional, que ha cons-
truido un concepto material de la ley orgánica ajustado a la reserva ----‘‘deli-
mitación positiva de su ámbito de normación’’---- constitucional.
Ley orgánica es la reguladora de la libertad sindical (11/1985, de 2 de
agosto).
Como las ordinarias, como toda ley, las leyes orgánicas precisan la sanción
del rey, que las promulga y ordena su publicación (Constitución, artículo 91).
B. Leyes ordinarias
---- bien por el procedimiento que la Constitución tiene por normal y regula
en sus artículos 87 a 90, con votación ordinaria de los respectivos plenos
de las Cámaras legislativas (ambas Cámaras necesitan para estar reunidas
reglamentariamente la asistencia de la mayoría de sus miembros, y para
ser válidos sus acuerdos la aprobación de la mayoría de los miembros
presentes: Constitución, artículo 79), decidiendo últimamente el Congre-
so en caso de discrepancia con el Senado (Constitución, artículo 90);
---- bien por el procedimiento especial de comisiones legislativas, en las que
los plenos respectivos ‘‘podrán delegar la aprobación de proyectos o pro-
posiciones de ley’’ (artículo 75).
borada como tal por los plenos, desde luego, la ‘‘Ley 8/1980, de 10 de marzo,
del Estatuto de los Trabajadores’’. Las más numerosas de sus modificaciones
han tenido lugar por leyes también ordinarias.
C. Leyes delegantes
Es necesario distinguir entre dos figuras: los decretos-leyes y las leyes de-
legadas.
a) Decretos-leyes
Se trata de normas con rango idéntico al de la ley que puede dictar el
Gobierno ‘‘en caso de extraordinaria y urgente necesidad’’, conforme a la
Constitución, artículo 86.1. El decreto-ley ----salvo que las Cortes opten por
tramitarlo como proyecto de ley urgente---- debe ser inmediatamente sometido
a debate ‘‘y votación de totalidad’’ por el Congreso dentro de los treinta días
siguientes a su promulgación, para su convalidación o derogación. La Dipu-
tación Permanente del Congreso asume las facultades de éste si está disuelto,
ejerciéndola hasta la constitución del nuevo (Constitución, artículo 78.2-3).
La necesidad extraordinaria y urgente es el ‘‘presupuesto habilitante’’ para
que el gobierno dicte el decreto-ley y para que el Congreso lo convalide.
Contra lo que parecería lógico, dado el carácter estrictamente político y de
oportunidad del ‘‘presupuesto’’, el Tribunal Constitucional ha sentado la doc-
trina de que su apreciación (como ‘‘límite jurídico’’ a la actuación excepcional
del gobierno) puede ser declarada inconstitucional, y con ella el decreto ley,
total o parcialmente, si el tribunal constitucional, sometiendo a su control al
gobierno y al Congreso discrepa de éstos, estimando que no existe la necesidad
o que se ha usado de forma abusiva o arbitraria y, en consecuencia, que se
han invadido las facultades reservadas a las Cortes Generales por la Consti-
tución. El decreto-ley no puede ‘‘afectar’’ a las instituciones básicas del Es-
tado, al régimen ‘‘constitucional’’ de las Comunidades Autónomas, al derecho
electoral general, ni ----norma ésta muy confusa, cuya interpretación rigurosa
haría imposible el decreto-ley---- ‘‘a los derechos, deberes y libertades de los
ciudadanos’’.
b) Leyes delegadas
III. EL REGLAMENTO
1. El reglamento en general
Esta normación sectorial es la que está hoy confiada a los convenios co-
lectivos. Pero fue particularidad importante en el pasado, en España, la entrada
profunda en ella de las normas estatales, a través de las que primero se lla-
maron ‘‘reglamentaciones de trabajo’’ y más tarde ‘‘ordenanzas laborales’’,
definidas unas y otras (se trataba en sustancia del mismo tipo normativo)
como ‘‘regulación sistemática de las condiciones mínimas a que han de suje-
tarse las relaciones laborales concertadas entre los empresarios y su personal
en las distintas ramas y actividades’’.
Como se ha dejado dicho, hoy la regulación sectorial corresponde a los
convenios colectivos; pero residualmente pueden existir, y en efecto existen,
vigentes aún, en todo o en parte, viejas ordenanzas y reglamentaciones labo-
rales, y en cualquier caso, conviene indagar si éstas pueden seguir dictándose,
esto es, si pueden existir normas sectoriales laborales futuras.
Mirando al pasado, esto es, en sustancia, a las reglamentaciones y orde-
nanzas estatales vigentes al tiempo de promulgarse el Estatuto de los Traba-
jadores, dispone éste que aquéllas ‘‘continuarán siendo de aplicación como
derecho dispositivo en tanto no se sustituya por convenio colectivo’’. Esta
sustitución se va produciendo paulatinamente y con no vertiginosa rapidez.
Siendo en general el convenio colectivo más escueto y sumario de ámbito
territorial y funcional menos extenso que la ordenanza, la situación actual se
caracteriza todavía por la concurrencia de ambos tipos de normas sectoriales
en la regulación, operando la ordenanza como fuente ‘‘subsidiaria’’ en defecto
de regulación paccionada o integradora o de relleno de las lagunas del con-
venio.
En cuanto a las normas sectoriales futuras, el Estatuto del Trabajo autoriza
al gobierno, a propuesta del ministro de Trabajo, a seguir dictando normas
especiales o ‘‘regulación de condiciones de trabajo por ramas de la actividad’’,
con este triple condicionante:
Primero. ‘‘Que no exista convenio colectivo’’ en el sector económico ni en
la demarcación territorial para el que la norma sectorial se dicte (ni tampoco
ordenanzas dispositivas vigentes: el vacío normativo, que la disposición adi-
cional primera del Estatuto del Trabajo exige, presupone la derogación de
76 MANUEL ALONSO OLEA
aquellas: Durán). El poder estatal de dictar normas sectoriales es, pues, ex-
cepcional y residual, lo que se confirma por lo siguiente:
Segundo. Que el Ministerio de Trabajo no tenga la posibilidad de proceder,
conforme al artículo 92 del Estatuto del Trabajo por la vía de la extensión
del convenio colectivo, procedimiento éste ‘‘que será siempre [...] prioritario’’
al de la norma estatal sectorial directa.
Tercero. Que la norma sectorial esté precedida de las consultas que el Mi-
nistro ‘‘considere oportuno’’ con las asociaciones sindicales de trabajadores y
empresarios. Algún tipo de consulta parece necesario en todo caso.
Sin entrar en los agudos problemas técnicos que esta situación ocasiona,
déjese dicho que por el Estado, virtualmente no se ha hecho ningún uso de
esta autorización.
IV. LA COSTUMBRE
De todas formas, debe tenerse en cuenta que por costumbre hay que en-
tender algo que vaya más allá de ‘‘los usos jurídicos meramente interpretativos
de una declaración de voluntad’’, porque éstos no son fuente objetiva de de-
rechos, sino interpretación de las declaraciones individuales de voluntad, y
por consiguiente, elementos integrantes de los actos jurídicos, que no de las
normas por los que éstos se rigen.
1. Caracteres de la costumbre
La costumbre de que se está hablando tiene que reunir estos dos caracteres
para que pueda ser considerada como fuente del derecho del trabajo:
Primero. Ha de ser una costumbre local. Naturalmente que puede existir
una costumbre común a varias o muchas localidades, pero sólo es fuente en
aquella localidad en que realmente exista la costumbre que se quiera aplicar.
Por lo demás, este carácter territorial limitado de la costumbre, no deja de
seguir siendo general en el derecho español, aunque la redacción actual del
Código Civil no habla ya de la costumbre del lugar, como hablaba la redacción
originaria, son muchos otros sus artículos no modificados (por ejemplo,
artículos 570, 571, 1520, 1578 o 1695-2a.) que siguen insistiendo sobre la
localización de la costumbre para que ésta pueda ser considerada como fuente.
No nos ofrece ninguna duda que en derecho del trabajo, la costumbre debe
ser local, pues las relaciones de trabajo varían en sus formas y contenido, no
ya en territorios amplios sino muy próximos los unos de los otros. El Estatuto
de los Trabajadores, de 1980, relaciona como fuentes del derecho [artículo
3-1d)] ‘‘los usos y las costumbres locales’’.
Segundo. Ha de ser una costumbre profesional. Esta cualificación, típica
del derecho del trabajo, es esencial en éste. No vale como costumbre, supuesto
que exista, la de los trabajadores o empresarios en general de una localidad,
sino la de los empresarios y trabajadores de una localidad en una determinada
rama de la producción o en un determinado oficio o profesión.
Si bien se mira, lo que localidad y profesionalidad buscan es el ‘‘círculo
razonable de afectados’’, aceptantes de la validez y obligatoriedad de la con-
ducta, dentro del cual ésta ocurre. Siendo la que nos ocupa costumbre laboral
por hipótesis, los modos de prestar y remunerar el trabajo son los dominantes,
y más ligados éstos a la profesión (o la organización productiva; éste es el
tema del uso de empresa, que a continuación se examina) que al lugar , aquélla
y no éste es el dato de calificación dominante.
LEYES Y REGLAMENTOS LABORALES 79
3. El uso de empresa
Los jueces y tribunales son, desde luego, órganos del Estado. Pero el poder
que ostentan o la función que ejercen no consiste en dictar mandatos generales
y abstractos, sino en solventar conflictos concretos aplicando la norma abs-
tracta y general, declarar el derecho ‘‘en un caso concreto, individualizado,
precisando o concretando el mandato general y abstracto que la norma jurídica
encierra’’ (Guasp; éste añadirá, además, que el juez aplica el derecho a la
satisfacción de pretensiones a través de un proceso), juzgando y haciendo
cumplir lo juzgado, su función exclusiva y excluyente.
Una decisión judicial no es, por tanto, una norma ni puede erigirse en fuente
del derecho. Por lo que hay que preguntarse, en cambio, es por el valor que
puedan tener las series de decisiones judiciales, sobre todo de los tribunales
superiores, que resuelven de forma idéntica o análoga continuos supuestos de
hecho análogos o idénticos; pregunta a la que da especial agudeza la circuns-
tancia de que, basados o no en el principio del precedente ----stare decisis----
son frecuentes los ordenamientos que admiten como motivo de casación la
infracción de la jurisprudencia al lado de la de las normas.
Aun con esta virtualidad, no puede estimarse que los tribunales ‘‘manden’’
a través de la jurisprudencia como los órganos con potestad legislativa lo
hacen, pero sí que crean respecto de los ciudadanos la expectativa estimable
y seria, a la que sirven los principios constitucionales de seguridad jurídica,
igualdad y unidad jurisdiccional, de que, si la jurisprudencia existe, los casos
futuros serán resueltos con arreglo a ella como regla de aplicación de las
leyes, salvo que por el juez ‘‘se fundamente la imposibilidad de atender tal
expectativa’’. Y la de que si así no lo hacen los tribunales de instancia, sus
sentencias serán revocadas por el tribunal superior al amparo de un motivo
específico de impugnación contenido en las leyes procesales, lo que por esta
vía eleva la jurisprudencia al plano de las fuentes del derecho.
82 MANUEL ALONSO OLEA
decide sobre la constitucionalidad de una norma sus efectos han de ser erga
omnes y, por consiguiente, de naturaleza fontanal.
Bien es verdad que normalmente los tribunales constitucionales operan por
abrogación; esto es, negativamente, pero ello no impide que declaren consti-
tucionalmente válido un precepto si es interpretado de determinada forma, con
lo cual esta interpretación pasa a ser un regla jurídica.
Cuarto. Finalmente, los órganos jurisdiccionales resuelven en materia labo-
ral, con mucha frecuencia, tanto conflictos individuales como conflictos co-
lectivos (siempre, nos atreveríamos a decir, los conflictos jurídicos o de apli-
cación, también en algunos casos los conflictos económicos o de intereses).
Estas sentencias colectivas son normativas por naturaleza, bien que su eficacia
pueda manifestarse por una de estas dos vías:
Dentro de las fuentes del derecho inmediatas (las que se proponen como
fin un objeto de naturaleza jurídica) junto a las directas (las que contienen la
norma jurídica, todas las hasta aquí estudiadas) se encuentran las fuentes in-
directas (las que, como dijera Guasp, ‘‘sin contener la norma en cierto modo
la producen y la dan a conocer’’), la más importante de las cuales es el derecho
científico o doctrina de los autores que, en todos nuestros ordenamientos ----de
derecho civil más que de derecho común---- tiene una importancia primordial,
a tal punto que los mismos no son concebibles sin tal fuente de conocimiento
LEYES Y REGLAMENTOS LABORALES 85
ALONSO OLEA, M. y Ma. Emilia Casas Baamonde, Derecho del trabajo, 13a.
ed. revisada, 1993, publicada, como todas las anteriores, por el Servicio de
Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense
de Madrid, capítulos 26 y 27, pp. 697 a 754, es el texto que se ha tomado
como base para la redacción de este capítulo, habida cuenta por un lado
de su carácter general y, por otro, de la modernidad de la edición. El autor
también aprovecha esta oportunidad para agradecer a la profesora doctora
Ma. Emilia Casas Baamonde su colaboración, bien sustancial en este caso,
para la redacción de este capítulo 4o., que ella misma podría haber firmado.
Las citas de los autores que se han hecho en el texto, por el mismo orden
en que en éste aparecen, se corresponden con las referencias que siguen:
ALONSO GARCÍA, R., Derecho comunitario, derechos nacionales y derecho
común europeo, Madrid, 1989.
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., Las leyes orgánicas y el bloque de la cons-
titucionalidad, Madrid, 1981.
86 MANUEL ALONSO OLEA
sindicalizados, y por parte de los trabajadores las mismas dos terceras partes
de trabajadores sindicalizados pertenecientes a una determinada rama de la
industria y en determinada región.
La capacidad de los sujetos, en uno y otro caso, no supone capacidad ju-
rídica plena; es suficiente la capacidad jurídica parcial siempre que responda
a la función colectiva que deben desempeñar como sujetos de derecho colec-
tivo del trabajo. En ambos casos, los sujetos tienen la capacidad de celebrar
los convenios obligatorios y esos mismos sujetos tienen la capacidad de re-
visarlos. Sin embargo, esas capacidades son menores que la capacidad jurídica
general, porque la celebración o revisión de los contratos colectivos puede
existir como capacidad, independientemente del ejercicio procesal de las ac-
ciones derivadas de tales contratos y de las limitaciones, especialmente sin-
dicales, que los sujetos puedan tener.
En el lenguaje corriente se habla de la titularidad de los contratos colectivos,
del derecho a ser sujetos titulares de tales contratos y, con más frecuencia, de
sindicatos titulares de los contratos colectivos. Con estos lemas se quiere ex-
presar a un mismo tiempo: la capacidad para celebrar los contratos colectivos,
la capacidad para revisarlos, la capacidad para ejercitar las acciones de ellos
derivadas y, por último, la administración cotidiana de su cumplimiento frente
al patrón en la empresa. Se hace un juego de conceptos: capacidad que es
estrictamente jurídica y administrativa, que comprende tanto el cumplimiento
de actos jurídicos como de actos materiales. Trataré de distinguir con brevedad.
La capacidad de los sujetos colectivos es el derecho para formalizar los
contratos y para revisarlos, o dicho de otro modo, es el derecho para crear
los instrumentos jurídicos que han de regir la relación obrero-patronal.
La administración por los sujetos colectivos significa la capacidad de ejer-
cicio en el aspecto jurídico de todas las acciones que derivan del cumplimiento
tanto de las obligaciones individuales como de las profesionales. En el aspecto
material, el derecho para realizar todos los actos materiales que implica la
vigilancia en el cumplimiento de los contratos colectivos.
Pudiera objetarse que este desdoblamiento del concepto capacidad corres-
ponde a la división conocida entre capacidad de goce y capacidad de ejercicio.
Sin embargo, la interferencia de sujetos colectivos que cumplen con funciones
sociológicas y económicas producto de necesidades colectivas impide la ana-
logía. En los contratos colectivos, de acuerdo con sus elementos, se puede
decir que la capacidad es el ejercicio de los derechos que se tienen en la
envoltura de los contratos, o sea de las normas que rigen la vida y el imperio
de estas instituciones. En cambio, la administración es el ejercicio de las ac-
ciones contenidas en los elementos obligatorio y normativo de los contratos
CONVENIOS COLECTIVOS 89
colectivos, que son aquellos que afectan la vida misma de los contratos y su
garantía de vigencia incondicionada.
Ha resultado cómodo suprimir el concepto genérico capacidad, y hablar,
en la primera hipótesis planteada, de titularidad, y en la segunda, de adminis-
tración.
Las garantías sociales establecidas constitucionalmente deben entenderse
como los mínimos imperativos que rigen la prestación de los servicios. Ob-
viamente, en la contratación colectiva no pueden reducirse tales mínimos, por
el contrario, se trata de mejorarlos en razón de la calidad del trabajo y las
condiciones de la empresa sobre cuyos resultados participa decisivamente el
trabajo humano.
Las normas sobre la prestación de los servicios, los derechos y las obliga-
ciones a cargo de los sujetos contratantes, y las estipulaciones sobre vigencia
en espacio y tiempo, integran el contenido usual de las convenciones colec-
tivas. En razón de su finalidad, son las normas reguladoras del servicio la
parte esencial e indispensable de las convenciones; los derechos y las obliga-
ciones quedan a la voluntad de las partes y las estipulaciones sobre vigencia
puede suplirlas la ley.
La ejecución continuada de las convenciones colectivas ha definido una
calificación práctica de las normas que integran su contenido; se habla de
cláusulas o estipulaciones económicas cuando son prevenciones que han de
repercutir inmediatamente en los costos de la empresa: salarios, jornadas, ju-
bilaciones; y se definen como cláusulas o estipulaciones administrativas, las
que por referirse a los modos o formas de la prestación del servicio sólo
mediatamente afectan los costos: empleados de confianza, vacantes, discipli-
nas. El criterio diferencial no deja de ser simplista e impreciso, pero su apli-
cación diaria en las relaciones colectivas ha demostrado una eficacia singular
al reducir gradualmente las discusiones en función de lo que menos cuesta a
lo que más cuesta. Es una expresión humana de las relaciones de trabajo,
porque ha colocado al alcance de todos las dificultades técnicas del contenido
de las convenciones colectivas.
ración de sus términos por el patrón. La intención es lícita en tanto que impida
cambios arbitrarios de trabajo y permita incentivar la capacidad y progreso
personal.
En este orden, los sistemas de productividad han venido entendiéndose e
imponiéndose paulatinamente en las empresas a través del cumplimiento pun-
tal de las reglas establecidas en las convenciones colectivas, y han permitido
acelerar el ritmo de la producción en provecho de todos.
Los sindicatos son los representantes del interés profesional de los traba-
jadores en la empresa y, en principio, del interés individual de cada trabajador
frente a la empresa. De esta manera, todas las cuestiones suscitadas en el
cumplimento de las convenciones colectivas, debe tratarlas el patrón con los
funcionarios sindicales; en este aspecto se excluye la relación directa del pa-
trón con los trabajadores individualmente considerados.
Particular importancia tiene, en las convenciones colectivas, la regulación
de los escalafones de la empresa. Los derechos derivados de ellos pertenecen
individualmente a los trabajadores, y son inviolables para el sindicato y el
patrón; pero las reglas sobre su ejecución y la protección institucional de los
escalafones es facultad y obligación de los sindicatos en las relaciones colec-
tivas. De esta manera, la formulación de los escalafones no queda al libre
arbitrio de los empresarios, ni tampoco es materia de discusión entre éstos y
los trabajadores considerados individualmente; los sindicatos formulan los es-
calafones en colaboración estrecha con los patrones, y para ese efecto en las
convenciones se previene la formación de comisiones mixtas escalafonarias
permanentes o transitorias, según las necesidades. El criterio que, en términos
generales, rige los movimientos de ascenso (predomina la tendencia sindical),
es la antigüedad en el servicio y, después, la competencia; sin embargo, la
natural desconfianza que funda este criterio ha cedido, y se ha admitido (pos-
tura patronal) como factor decisivo la competencia.
Por último, las resoluciones escalafonarias ejecutadas por la empresa siem-
pre son recurribles por el trabajador afectado ante los tribunales del trabajo.
Por cuanto a las disciplinas y separaciones, los sindicatos han impuesto en
las convenciones colectivas la reglamentación de procedimientos que permitan
investigar medios y conductas previamente a la imposición de sanciones, la
formación de comisiones mixtas paritarias con facultades de resolución, sin
embargo, la intervención de estas comisiones es prácticamente conciliatoria,
CONVENIOS COLECTIVOS 95
Héctor-Hugo BARBAGELATA
I. INTRODUCCIÓN
1. El contenido de los convenios colectivos fue uno de los asuntos que más
tempranamente preocuparon a los juristas que se aplicaron a examinar las
características de este instituto surgido de las prácticas profesionales.
En efecto, cuando Philipp Lotmar inaugura en 1900 el tratamiento de neto
corte jurídico de las cuestiones relativas a los convenios colectivos,1 pone de
manifiesto que el tema de su contenido ya venía siendo objeto de debates en
la doctrina alemana.2
2. Lo que debe entenderse por contenido de los convenios colectivos y el
método apropiado para su estudio, también quedó debidamente establecido en
el ensayo precursor de Lotmar, cuando consideró que el mismo refería a las
materias que son objeto del acuerdo y optó por identificar y caracterizar éstas,
observando cómo se dan en la realidad de las relaciones laborales.
3. Aceptada como válida esa caracterización del contenido de los convenios
colectivos, en el presente capítulo se tratará sucesivamente de las siguientes
cuestiones: a) Los límites de la autonomía de las partes en relación con el
1 En ese año fue publicado en el Archiv für soziale Gesetzgebung und Statistik el ensayo intitulado:
‘‘Die Tarifverträge zwischen Arbeitgebern und Arbeitnehmern’’. Hasta ese momento ----como lo recuerda
Th. Ramm----, los convenios colectivos eran objeto fundamentalmente de discusiones socio-políticas, por
lo que encuentra justificado que Hugo Sinzheimer haya afirmado que Lotmar fue ‘‘quien descubrió jurí-
dicamente el convenio colectivo en Alemania’’. Lo cual, según ha sido aceptado, equivale a decir que
cumplió esa tarea a nivel planetario (‘‘I contratti di tariffa di Philipp Lotmar’’, Giorn di Diritto del Lavoro
e di Relazioni Industriali, núm. 22, año VI, 1984, p. 303). Una versión algo abreviada del ensayo de
Lotmar, en idioma italiano, figura en el mismo número de DLRI, pp. 313 y ss. El tema del contenido
de los convenios colectivos consta de las pp. 317-328.
2 En efecto, Lotmar hace referencia para refutar la tesis de la predeterminación del contenido de los
convenios, a un estudio que la postula, publicado por L. von Brentano en 1899 (op. cit., nota 9, p. 317).
97
98 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
3 La tesis de la predeterminación del contenido sustraído a la libre disposición de las partes, rechazada
por Lotmar, a que se alude en la nota precedente, estaba precisamente fundada en el reconocimiento de
competencias exclusivas de la dirección de la empresa.
4 Véase el desarrollo de la réplica a Brentano (op. cit., pp. 318-319).
100 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
en muchos países, a dar una solución a texto expreso, sea para permitir, sea
para excluir todas o algunas modalidades de estas cláusulas.
10. La tercera categoría de materias que por su naturaleza quedarían ex-
cluidas de la libre disposición de las partes, son aquéllas en que resulta afec-
tado el interés colectivo o individual de los trabajadores.
En cuanto a lo primero, de nuevo aparece el orden público y concretamente
la protección del derecho de sindicación y de negociación colectiva como
obstáculo para que puedan, por ejemplo, integrarse a los convenios cláusulas
que impliquen injerencia en la vida de los sindicatos o que, como dice el
artículo 2 del Convenio 98, tengan por objeto ‘‘colocar estas organizaciones
bajo el control de un empleador o de una organización de empleadores’’.
11. Respecto del otro nivel de posible intromisión en el ámbito privativo
de los trabajadores, estaría dado por dispositivos de los convenios colectivos
que pretendieran, por ejemplo, limitar la libre disposición del salario (cláusulas
sobre ahorro forzoso, compra obligatoria de acciones de la empresa, etcétera),
atentaren contra la independencia de la conciencia moral, cívica o religiosa,
etcétera.
12. Una cuestión diferente, aunque íntimamente relacionada con la que se
está examinando, tiene que ver con la admisión o exclusión de la intervención
de la parte empleadora en la concreción de las cláusulas por las que se regulan
ciertos extremos de las relaciones laborales que los trabajadores reivindican
como de su disposición exclusiva.
Sin perjuicio de que pueda estar fundada la resistencia de los trabajadores
a admitir la intervención de la parte empleadora en la dilucidación de cues-
tiones que sólo atañen a su sector, la bilateralidad característica de los con-
venios colectivos parecería impedir que las estipulaciones unilaterales, a me-
nos que la ley las acepte expresamente,8 tengan más efectos que los que se
atribuyen a las que la doctrina italiana llama dichiarazoni verbali.9
13. Aunque tampoco resulta fácil precisarlo, cabe consignar la existencia
de un límite a la libre disponibilidad de las partes, en cuanto los convenios
8 Como ocurrió en el derecho uruguayo por la ley número 13.728 de 1968, donde al tratar en su
artículo 77 sobre fondos sociales de vivienda, se admitió expresamente la vigencia y eficacia jurídica de
estipulaciones no negociadas en los convenios colectivos, cuando tuvieran por objeto constituir este tipo
de fondos con aportaciones propias del sector laboral. La cuestión ya se había presentado en torno de la
definición del concepto de ‘‘hogar constituido’’ en la negociación de un convenio colectivo que atribuia
primas a quienes lo tenían; pero, no habiendo previsión legislativa, la parte de los trabajadores terminó
aceptando provisoriamente la definición restrictiva propuesta por la parte empleadora (véase ‘‘Las estipu-
laciones no negociadas en las convenciones colectivas de trabajo’’, Studi in onore di Giuseppe Chiarelli,
t. III, Milán, Giuffrè, 1974, pp. 2037-2061).
9 Véase Russomano, M. V., ‘‘Interpretación de las convenciones colectivas de trabajo’’, Estudios
sobre la negociación colectiva en Memoria de Francisco de Ferrari, cit., p. 113.
102 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
10 La cuestión se vuelve particularmente compleja en los casos de organizaciones sindicales que tienen
vínculos estatutarios con partidos políticos (como la CTM de México) y la integración forzosa al partido
se opera indirectamente, como consecuencia de una cláusula sindical permitida por la legislación (cfr. El
derecho del trabajo en América Latina, cit., p. 240).
11 En la doctrina iberoamericana tal es la opinión de Alberto Arria Salas, quien sostiene que varias
‘‘cláusulas contractuales que hoy vemos en los contratos colectivos, como las contribuciones de distintas
especies en favor de la organización sindical y el establecimiento de fueros sindicales y privilegios para
el sindicato, no encuentran justificación dentro del contenido del contrato colectivo, puesto que ellas no
contribuyen a garantizar la paz y mantenerla’’ (Contratación Colectiva, vol. I, Caracas, Cela Editorial,
1987, p. 51).
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 103
12 Cfr. Caggiani, R. N., ‘‘Las convenciones colectivas de Seguridad Social’’, Estudios sobre la nego-
ciación colectiva en memoria de Francisco de Ferrari, cit., p. 18. A. Grzetich ha puesto en duda la apuntada
fragilidad del convenio colectivo, como fuente de normas de seguridad social, en el entendido que las
cláusulas con ese contenido en realidad lo que instituyen es ‘‘un beneficio económico complementario del
salario de contratación’’ y, por tanto, poseen carácter normativo y vocación de perdurar ‘‘inde-
pendientemente de la vigencia o caducidad del convenio’’ (‘‘Cláusulas normativas y obligacionales’’, Vein-
titrés Estudios, cit., p. 122).
13 Fundamentación de que se hace eco Caggiani (loc. cit.), para luego refutarla, destacando ‘‘que la nego-
ciación colectiva en el campo de la seguridad social aparece siempre vinculada a la negociación salarial estable-
ciendo beneficios económicos de carácter social complementarios del salario de contratación’’ (op. cit., p. 19).
104 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
14 Argumento que también recoge Caggiani y lo lleva a admitir la posibilidad del surgimiento de una
‘‘zona de conflicto’’ con la legislación de seguridad social, aunque ello no lo conduce a negar radicalmente
la admisión de esta materia como contenido de los convenios colectivos (op. cit., pp. 18 y 23).
15 ‘‘Des conventions collectives de travail aux conventions collectives de sécurité sociale’’, Droit So-
cial, París, 1960, p. 42 y ss., apud Caggiani, op. cit., p. 19.
16 Como lo destaca Caggiani en la nota 62 de Convenios colectivos de trabajo, Montevideo, FCU,
1983, p. 57.
17 El texto emplea la palabra asistencial, pero los intérpretes coinciden en que ello implica posibilitar
‘‘la contratación colectiva sobre seguridad social que tan gran desarrollo ha tenido en el pasado’’ (Olea,
Alonso, El Est. de los Trab., Madrid, Civitas, 1980, p. 263, cit. sobre este tema a Martín Valverde, A.,
Las mejoras voluntarias a la Seguridad Social, Sevilla, 1970 y Casas Baamonde, M., Autonomía colectiva
y seguridad social, Madrid, 1976 y el capítulo 14 de sus Instituciones de seguridad social, 7ª ed., Madrid,
1979, con bibliografía).
18 En la referida ley uruguaya sobre fondos sociales de vivienda, se previó expresamente, para superar
esa dificultad, que cuando se estableciere un aporte ‘‘para constituir Fondos Sociales, se entenderá que el
mismo adquiere carácter definitivo y obligatorio para todos los trabajadores y/o empleadores del grupo de
que se trate’’ (segundo párrafo del artículo 177 de la ley 13.728).
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 105
tatal sobre el mismo asunto.19 Por otra parte, la finalidad de las cláusulas con
este contenido, puede motivar al legislador a acordar normas de favor, condu-
centes a la realización de los objetivos propuestos.20
19 Como también se hizo en la citada ley uruguaya, donde se impone que ‘‘la formación de los Fondos,
su administración y distribución así como el objetivo de los mismos, deberán ajustarse a las prescripciones
de esta ley y de su decreto reglamentario’’ (párrafo final del artículo 177 de la ley 13.728).
20 En la misma norma uruguaya, hay una expresa remisión a ‘‘todas las franquicias fiscales estable-
cidas’’ en ella y el sometimiento a sus disposiciones (artículo 178).
21 En la literatura iberoamericana sobre el particular, es frecuente hallar un análisis crítico de las
clasificaciones de cláusulas formuladas por otros autores, así como nuevas propuestas. Véase entre otros:
Alonso García, M., Curso de derecho del trabajo, 4ª ed., Barcelona, Ariel, 1975, p. 232; Alonso Olea, M.,
‘‘Naturaleza jurídica, partes, elaboración y contenido de los convenios colectivos’’, Derecho colectivo la-
boral. Homenaje a M. R. Tissembaum, Buenos Aires, Depalma, 1973, p. 210 y ss.; Arria Salas, op. cit.,
p. 52 y ss.; Cabanellas, G., Derecho normativo laboral, Buenos Aires, Omeba, 1966, p. 318 y ss.; De la
Cueva, M., ‘‘El convenio colectivo en la nueva LFT de México’’, Estudios sobre la negociación colectiva
en memoria de F. de Ferrari, cit., p. 417 y ss.; Deveali, M. L., Curso de derecho sindical y de la previsión
social, 3ª ed., Buenos Aires, Zavalía, 1957, p. 155 y ss.; Krotoschin, E., Instituciones de derecho del
trabajo, t. II, Buenos Aires, Depalma, 1968, p. 308 y ss.; La Hoz Tirado, R., Derecho colectivo del trabajo,
vol. II, Lima, 1974, p. 94 y ss.; Bueno Magano, Octavio, Convenio colectivo de trabajo, São Paulo, LTr,
1972, p. 110 y ss.; Montenegro Baca, J., ‘‘El contenido de los convenios colectivos de trabajo’’, Estudios
sobre la negociación colectiva, cit., p. 60 y ss.; Ruprecht, A. J., Derecho colectivo del trabajo, Madrid,
CECA, 1977, p. 140 y ss.; Russomano, M. V., Direito Sindical, Río de Janeiro, Konfino, 1975, p. 171 y
ss.; Villa Gil, L. de la, y Palomeque, M. C., Introducción a la economía laboral, t. II, Madrid, 1982, p.
452 y ss., etcétera.
22 Cfr. Arria Salas, op. cit., p. 44.
106 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
23 En la terminología de Duguit, serían las que califican a los convenios colectivos en la categoría de
fuentes autónomas de derecho, actos-regla o leyes-convenciones (Las transformaciones del derecho, trad.
A. G. Posada, R. Jaén y C. G. Posada, Buenos Aires, ed. Heliasta, p. 81 y ss.). La referida característica
de las cláusulas normativas es, por otra parte, la que inspiró a Carnelutti su ingeniosa presentación de los
convenios colectivos como un híbrido que ‘‘tiene el cuerpo del contrato y el alma de la ley’’ (Teoria del
regolamento collettivo dei rapporti di lavoro, Padua, 1927, pp. 108 y ss.).
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 107
24 Desde luego que la transitoriedad no constituye normalmente una categoría en sí misma, sino que
pueden reconocerse, como ocurre con las leyes, disposiciones transitorias de carácter normativo. Del mismo
modo, y más frecuentemente, se presentan cláusulas obligacionales transitorias, como ocurre cuando uno
o varios empleadores asumen el compromiso de retomar a trabajadores despedidos, o pagar total o par-
cialmente los salarios caídos durante el periodo que duró la huelga a la que el convenio puso término.
25 Cfr. Ruprecht, op. cit., p. 164. Sobre estas cláusulas véase supra numeral 12.
26 Así, G. Giugni, incluye las mixtas en la categoría de las obligacionales, en cuanto considera que
‘‘son en realidad descomponibles en una serie de relaciones obligatorias’’ (Lavoro legge contratti, Bolonia,
II Mulino, 1989, p. 179). Otros, como H. Sarthou, estimando que tales cláusulas extienden sus efectos más
allá de los sujetos jurídicos que suscriben el acuerdo, las califican como normativas (‘‘El objeto de los
convenios colectivos de trabajo’’, Anales del Foro, Montevideo, números 43-44, pp. 34 y ss.).
27 Incluso en un texto sancionado recientemente en el Perú, el Decreto Supremo número 011-92 TR
de 14 de octubre de 1992, se introduce una clasificación en tres categorías de cláusulas que, en definitiva,
funcionan bajo la dicotomía tradicional. En efecto, el artículo 29 de dicho D. S. comienza definiendo las
108 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
cláusulas normativas (‘‘aquellas que se incorporan automáticamente a los contratos individuales del trabajo
y las que aseguran o protegen su cumplimiento’’), para luego mencionar las obligacionales (‘‘que establecen
derechos y deberes de naturaleza colectiva laboral entre las partes del convenio’’), y agregar finalmente
las delimitadoras (‘‘destinadas a regular el ámbito y vigencia del convenio colectivo’’). Pero, mientras
que las cláusulas normativas ‘‘se interpretan como normas jurídicas’’, las obligacionales y delimitadoras
se unifican, en cuanto a su interpretación, bajo ‘‘las reglas de los contratos’’.
28 Véase supra, capítulo 5.
29 En tiempos de Lotmar, las relaciones entre los reglamentos internos y los convenios colectivos en
el derecho alemán eran particularmente conflictuales. En efecto, mientras que existía un reconocimiento
legal del efecto vinculante de los reglamentos internos, la ley no decía nada del contrato de tarifa, que
habían surgido espontáneamente en las relaciones industriales. Como consecuencia, tal convenio ‘‘estaba
expuesto [...] a ser violado por un reglamento interno’’. (‘‘I contratti di tariffa’’... cit., DLRI, número 22,
pp. 388). La necesidad de hacer desaparecer la evidente incongruencia de atribuir prelación a los regla-
mentos internos, de origen unilateral, sobre los convenios colectivos era, junto al efecto promocional que
presumiblemente tendría el reconocimiento legal, lo que movía a Lotmar a propugnar por el dictado de
una ley sobre la materia (idem, p. 392).
30 En América Latina, el reconocimiento del efecto automático, puede considerarse una nota general
de la legislación (cfr. El derecho del trabajo en América Latina, cit., número 466, p. 270). Tal orientación
parece mantenerse firme, pues en la Ley Orgánica del Trabajo de Venezuela de 20 de diciembre de 1990
(artículo 508) y la Ley Sobre Organismos Sindicales y Negociación Colectiva número 19.069 de Chile de
30 de julio de 1991 (artículo 124), se dispone expresamente en ese sentido.
31 En la LOT de Venezuela, cit. en la nota anterior, la conservación de las condiciones más favorables,
está expresamente consignada por el artículo 511. En artículo 512 trata, a su vez, de superar la dificultad
que puede generar la presentación simultánea de condiciones que pueden ser consideradas más y menos
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 109
favorables, ordenando una apreciación global de la situación resultante, aunque se especifica como requisitos
para aceptar la modificación de las condiciones de trabajo vigentes, que estén claramente especificados los
nuevos beneficios y eventualmente las razones del cambio o de la modificación.
32 La ley chilena número 19.060 de 1991, especifica en ese sentido, que extinguido el convenio co-
lectivo ‘‘sus cláusulas subsistirán como integrantes de los contratos individuales de trabajo de los respectivos
trabajadores’’, aunque limita este efecto y no lo acuerda a los convenios que no se sujeten al procedimiento
de la negociación reglada por dicha ley (artículos 124 y 127).
33 Un desarrollo radical de estas ideas puede encontrarse en Giugni, quien sostiene que la tradicional
teoría de la ‘‘incorporación’’, conduce a ‘‘afirmar una ultractividad indeterminada del convenio colectivo
normativo que, una vez extinguido, vive todavía, casi por una metempsicosis, transfiriendo su propia alma
en el cuerpo del contrato individual’’ (Lavoro legge contratti, cit., p. 178). Para fundar su tesis, Giugni
acoge una interpretación contractualista, conforme a la cual la inderogabilidad de lo dispuesto por los
convenios colectivos derivaría ‘‘directamente del mismo negocio... con tal que en el caso concreto sea
identificable como munido de las típicas características del contrato colectivo de trabajo’’. De este modo,
entiende superar las doctrinas ‘‘que hacen descender tal efecto o de un poder automático atribuido por el
ordenamiento [...] o, derivan el mismo de las relaciones que se crean entre los sujetos individuales en el
acto de su ‘aggregazione’ en grupo’’ (op. cit., pp. 176-177).
110 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
43 Lo que, desde luego, puede estar dirigido a dar mayor libertad a las partes y a superar un estado
de cosas anterior en que la autonomía colectiva no era respetada o, por el contrario, a introducir limitaciones
o a generar un régimen totalmente nuevo.
44 Como sucede en Iberoamérica, aunque con formulaciones diferentes y no siempre tan explícitas
como la de España (artículo 37-1), entre otras, en las constituciones de Argentina, artículo 14 bis, 2ª
cláusula; Brasil, artículo 7º, XXVI; Honduras, artículo 128-15; Nicaragua, artículo 88; etcétera. También
era muy nítido el reconocimiento del efecto vinculante de los convenios, con el agregado de la consagración
de la preeminencia de la autonomía colectiva, en el texto de Perú de 1979, que está en vías de ser reformado
(artículo 54).
45 En ese sentido, en el Uruguay, una ley de 1937 ----que por mucho tiempo fue la única norma estatal
sobre el particular en ese país----, daba fuerza jurídica a los convenios colectivos sin más especificaciones,
por la vía indirecta de cometer la vigilancia del cumplimiento de los acuerdos a la administración del
trabajo.
46 Según disponen, por ejemplo, la nueva Constitución del Paraguay, en la primera cláusula del artículo
97, y la ley 19.069 de Chile, artículos 79 y 126.
47 Véase supra, numeral 18.
48 No en balde en el artículo 2 del Convenio número 154 de 1981 de la OIT, se consideró necesario,
además de mencionar como fin de la negociación colectiva la fijación de ‘‘las condiciones de trabajo y
empleo’’, incluir la regulación de ‘‘las relaciones entre empleadores y trabajadores’’, así como la de ‘‘las
relaciones entre empleadores o sus organizaciones y una organización o varias organizaciones de trabaja-
dores, o lograr todos estos fines a la vez’’.
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 113
49 Como el ya citado caso de la Constitución chilena vigente, donde en el número 16 del artículo 19
se lee: ‘‘La negociación colectiva con la empresa en que laboren es un derecho de los trabajadores, salvo
los casos en que la ley expresamente no permite negociar’’. En el mismo párrafo, se dispone, además, que
‘‘La ley señalará los casos en que la negociación colectiva deberá someterse a arbitraje obligatorio’’. Según
se verá más adelante, en función de esa norma, la ley 19.069 ha creado en las empresas una especie de
santuario, donde los empresarios son los únicos oficiantes.
50 Tal el caso del Estatuto de los Trabajadores de España en su artículo 85.1., que sólo reclama que
la contratación se mantenga ‘‘dentro del respeto de las leyes’’. Cfr. Alonso Olea, op. cit., p. 262 y ss.
51 Como ocurre, por ejemplo, con carácter general, con las cláusulas sobre salarios en el derecho
mexicano, de acuerdo con el artículo 393 de la Ley Federal del Trabajo, o con la obligatoria institución
de comisiones paritarias en la legislación uruguaya, respecto de los convenios colectivos que autoricen el
fraccionamiento de las vacaciones anuales.
52 Como en el numeral 7 del artículo 403 del CT de Panamá, en la redacción dada por el artículo 9
de la ley 95 de 1976, donde si bien se admiten ‘‘las demás estipulaciones que convengan las partes’’,
(como en la versión original), se agrega que ello será ‘‘siempre y cuando no interfieran con la facultad
que tiene el empleador de determinar el número de trabajadores necesarios para el normal funcionamiento
de la empresa, ni afecten los derechos de los trabajadores contemplados en los artículos 224 y 225 del
Código de Trabajo’’. Los artículos citados, se refieren a las indemnizaciones por terminación de la relación
de trabajo. En forma análoga, el CT de Costa Rica, en su artículo 58, inc. f, en la redacción dada por las
leyes 3372 de 1964 y 5089 de 1972, abre la posibilidad de especificar ‘‘las demás estipulaciones legales
en que convengan las partes’’, pero, a renglón seguido, advierte que: ‘‘No será válida la cláusula que
obligue al patrono a renovar el personal a solicitud del sindicato de trabajadores o cualquier otra que ponga
en condiciones de manifiesta inferioridad a los no sindicalizados’’.
53 Tal lo que resulta con materias indicadas por la Ley de Empleo (Argentina) de 13/11/91 (artículo
24), respecto de las que ‘‘la falta de conclusiones’’, no obsta a la homologación.
114 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
gación del convenio, cuando este requisito es imprescindible para que pro-
duzca efectos.
38. Entre los requisitos formales figuran la determinación de las partes; el
ámbito de aplicación; la forma, condiciones y plazo para la denuncia,54 o
directamente, la fijación de su plazo de vigencia o duración, o la expresión
de ser por tiempo indeterminado o para obra determinada.55
A veces, también se impone que el convenio contenga la indicación del
lugar y la fecha en que fue celebrado.56
39. En cuanto a los contenidos obligatorios de los convenios colectivos
sobre las condiciones de trabajo, en algunos casos se registra una referencia
genérica a todas las que deben regir las relaciones individuales de trabajo
durante su vigencia.57
Otras veces, se formula una lista de materias vinculadas con las condiciones
de trabajo que las legislaciones consideran que obligatoriamente deben ser
objeto de acuerdo y constar en los convenios.
Las que aparecen más frecuentemente, son las relacionadas con la deter-
minación de la cuantía de los salarios y cuestiones conexas.58
40. Otras materias, dentro de este mismo grupo, que figuran en las enume-
raciones de los códigos de trabajo y leyes especiales, son:
a) la intensidad y calidad del trabajo;59
b) las jornadas de trabajo;60
c) los descansos y vacaciones;61
54 Como en el ET español (art. 85-2), que como señalan los comentaristas, si bien los califica como
‘‘contenido mínimo’’, en realidad se refiere a las ‘‘normas de configuración del convenio colectivo’’ (Alonso
Olea, op. cit., p. 264). Dicha disposición, incluye además la constitución de una comisión paritaria ‘‘para
entender en cuantas cuestiones le sean atribuidas’’. En algunas legislaciones, como la LOT de Venezuela,
tales especificaciones sólo se presentan como prerrequisitos de la negociación y suscripción de un contrato
colectivo de trabajo ‘‘con efectos para una determinada actividad’’ (artículo 529).
55 Como en el artículo 391, inc. IV de la LFT de México.
56 Por ejemplo, en el apartado g) del artículo 58 del CT de Costa Rica.
57 Por ejemplo en el inc. IV del artículo 613 de la CLT de Brasil.
58 En ese sentido, pueden citarse, entre otras, las legislaciones de Ecuador (numeral 2 del artículo 232
del CT); de México (apartado VI del artículo 391 de la LFT, con la especial referencia a la sanción que,
según se señaló en la nota 51, castiga la falta de determinación de este extremo, conforme al artículo 393
de la misma LFT); de Panamá, CT, artículo 403, numeral 4. La ley chilena, no sólo impone la obligatoria
inclusión de ‘‘las normas sobre remuneraciones, beneficios y condiciones de trabajo’’, sino que exige, para
su validez, que tales beneficios estén especificados en el mismo convenio (Ley número 19,069, artículo
121, inc. 2).
59 Por ejemplo CT, Costa Rica, artículo 58, inc. a); CT, Ecuador, artículo 232, numeral 3.
60 Por ejemplo CT, Costa Rica, artículo 58, b), CT, Ecuador, artículo 232-1; LFT, México, artículo
391-IV.
61 Por ejemplo CT, Costa Rica, artículo 58, b): CT, Ecuador, artículo 232-4; LFT, México, artículo
391-V.
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 115
62 Ley Argentina número, 24-013, artículo 24-B, sin perjuicio de que se trata sólo de obligación de
negociar, y LFT de México, artículo 391-VII y VIII.
63 Ley argentina número 24,013 de 1991. Cfr. Capón Filas, R. E., Ley de empleo, La Plata, LEP,
1992, p. 64 y ss.
64 Ley 24,013, cit., artículo 24, incisos a, c, d, e, f, g.
65 CLT, Brasil, artículo 613-V.; ET, España, artículo 85-2 d).
66 LFT, México, artículo 391-IX.
67 CLT, Brasil, artículo 613-VIII; CT, Colombia, artículo 485, párrafo final.
68 El ET de España introduce el artículo sobre el ‘‘contenido’’ (85-1) circunscribiéndolo dentro del
‘‘respeto de las leyes’’, expresión que como se indicó supra, en el numeral 9, se interpreta como obligación
116 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
de ‘‘respeto de los ‘mínimos de derecho necesario’ a que se refiere el artículo 3º.3’’ del propio Estatuto
(Alonso Olea, op. cit., p. 262). Se ha advertido, sin embargo, por algunos autores, que el respeto a la
legalidad supone un ‘‘límite en cuanto a la regulación de determinadas materias, en las que no cabe tan
siquiera la aplicación del principio de norma más favorable, en cuanto pudieran colisionar con derechos
de rango fundamental’’ y se pone el ejemplo de la ‘‘regulación del sistema electoral para cubrir los
puestos de representantes de los trabajadores en la empresa’’ (Sagardoy Bengoechea, J. A. y del Valle y
Villar, J. M., ‘‘La negociación colectiva en el ordenamiento jurídico español’’, XI Congreso Internacional
de DTSS, Caracas, Ed. del Congreso de la República, 1988, p. 370). En el mismo sentido, Rodríguez Piñero
y Del Rey Guanter, admiten que se presentan diversos tipos de relaciones entre ley y convenio colectivo,
dentro de las que ‘‘un último grupo [...] es aquél en que expresamente la norma legal excluye la posibilidad
de actuación normativa colectiva, tanto in peius, como in melius’’. Serían los casos de la ‘‘reserva de
ley’’, tal como consta en diversas disposiciones del ET; ‘‘del establecimiento de ‘máximo’ de derecho
necesario, como cuando el ET impide ‘‘la acumulación de incrementos por antigüedad’’, y de las previsiones
sobre ‘‘reparto de competencias entre negociación colectiva y los instrumentos de consultas o participación’’,
que reducen el papel de la negociación colectiva (‘‘El nuevo papel de la negociación colectiva de la ley’’,
Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo, F. Durán López (ed.), Córdoba, 1983,
pp. 37-40). Con alcance análogo, pero con más detalle que en el ET español, la legislación portuguesa
(Decreto-ley 519-C1/79), prohíbe que las cláusulas de los convenios colectivos limiten los derechos fun-
damentales garantizados por la Constitución, contraríen ‘‘las normas legales imperativas’’, o den a los
trabajadores trato menos favorable que el legal (artículo 6-1, a, b, c.).
69 LFT, México, artículo 394; LOT, Venezuela, artículo 511; DL 519, C1/79, Portugal, artículo 15(1).
70 CT, Costa Rica, artículo 58 f, párrafo final; CT, Guatemala, artículo 53-c; CT, Haití, artículo 63.
Por el contrario, en algunas legislaciones, como la mexicana, la hondureña, la paraguaya y la panameña,
están permitidas expresa o implícitamente, ciertas modalidades de cláusulas sindicales (El derecho del
trabajo en América Latina, cit., pp. 273-275).
71 Además de las limitaciones resultantes de presiones y subterfugios diversos, algunas legislaciones
someten las negociaciones a restricciones explícitas. El ejemplo más representativo es el de los artículos
623 y 624 de la LCT de Brasil, donde se determina la nulidad de pleno derecho de las cláusulas de los
convenios colectivos, que directa o indirectamente contraríen la política económico-financiera del gobierno
o la política salarial vigente y se ponen trabas a la vigencia de las cláusulas de aumento o reajuste de los
salarios. En cuanto a la Argentina, en función de que la ‘‘homologación’’ por el MTSS es un requisito
previsto en el artículo 6º de la ley 23.546 para la vigencia de los convenios colectivos, el Decreto 1334 de 15
de julio de 1991, supeditó de modo expreso dicho acto a que las escalas salariales guardaran relación con la
productividad y no se incluyeran cláusulas que establecieren ‘‘mecanismos indexatorios de cualquier tipo’’.
72 Tal lo que establece el apartado e) del numeral 1 del artículo 6 del DL portugués 519-CI/79,
Monteiro Fernández, indica, sin embargo, que esta prohibición no es respetada en la práctica (op. cit., p.
427). Sobre el planteamiento de principio respecto de la posibilidad de incluir cláusulas sobre seguridad
social en los convenios colectivos, véase supra, numerales 16-18.
73 Como de manera amplia lo consagra el segundo párrafo del artículo 82 de la ley chilena 19.069 y
con un alcance reducido el número 7 del artículo 403 del CT de Panamá en la redacción dada por la ley
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 117
95 de 1976. En ese mismo artículo, el número 3 limita las posibilidades de los convenios colectivos de
dar a los comités de empresa otro fin que tramitar las quejas de los trabajadores. El decreto-ley portugués
de 1979, prohíbe de modo general: ‘‘establecer reglamentación de las actividades económicas’’, para luego
particularizar la interdicción ‘‘en lo tocante a los periodos de funcionamiento de las empresas, al régimen
fiscal y a la fijación de precios’’. No obstante, Monteiro Fernández también refiere a un generalizado
incumplimiento de algunos de esos extremos (op. cit., p. 427).
74 Tal prohibición, establecida por el inciso f del artículo 6(1) del Decreto-Ley portugués 519-C1/79,
no excluye una retroactividad relativa de las escalas de salarios, conforme al artículo 13.
75 En el área iberoamericana pueden citarse como acogiendo esa idea, entre otros: Alonso Olea, M.,
‘‘Sobre la legalidad e ilegalidad de la huelga cuando está vigente el c.c.’’, VV. AA., Presente y perspectivas
del derecho del trabajo, UNAM, México, 1991, pp. 345-350; Arria Salas, op. cit., vol. I, p. 270; Barreiro
González, G., ‘‘Ensayo crítico sobre la paz laboral en el convenio colectivo, con especial referencia a su
carácter inmanente’’, Revista Especializada de Derecho del Trabajo Civitas, diciembre de 1980, p. 465,
(apud Pérez del Castillo, S., El derecho de la huelga, Montevideo, FCU, 1993, p. 295); Fernández Madrid,
J. C., ‘‘Procedimientos y estructura de la negociación colectiva’’ (en Argentina, XI Congreso internacional
de derecho del trabajo, I-vol. I, p. 136; Krotoschin, E., Manual de derecho del trabajo, 2a. ed., Buenos
Aires, Depalma, 1975, p. 193 y ss.; La Hoz Tirado, op. cit., t. II, p. 111; Pérez del Castillo, op. cit., pp.
291 y ss.; Russomano, M. V., Direito sindical, op. cit., p. 178; Ruprecht, A. J., op. cit., p. 153; Teixeira
Filho, J. de Lima, ‘‘A obragição de paz e os instrumentos normativos’’, VV. AA. Relações coletivas de
Trabalho, cit., p. 406; Bernardo da Gama Lobo, Xavier, Direito da greve, Lisboa, Verbo, 1984, p. 146.
118 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
76 Como señala insistentemente Pérez del Castillo, loc. cit., y ‘‘Las cláusulas de paz’’, Derecho Laboral,
vol. XXXI, número 152, pp. 749-763.
77 Cfr. Arria Salas, op. cit., p. 81 y ss.
78 El autor de este capítulo ha expresado su punto de vista, en ese sentido, en otra publicación de la
academia; Presente y perspectivas del derecho del trabajo, México, UNAM, 1991, pp. 80 y ss.
79 Punto de vista sustentado, entre otros, por R. Mantero Álvarez, siguiendo a Giugni, para quien las
cláusulas de paz expresas serían, en cambio, admisibles bajo ciertas condiciones. (Límites al derecho de
huelga, Montevideo, AMF, 1992, pp. 78 y ss.)
80 Cfr. Francés, Anuar, ‘‘La cláusula de paz en los convenios colectivos de trabajo’’, VV. AA., Vein-
titrés estudios sobre convenios colectivos, cit., p. 161.
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 119
47. Respecto del argumento relacionado con la postulada razón de ser del
convenio colectivo, además de que sea posible objetar su carácter metajurídico,
se ha alegado que tal conceptuación no tiene sustento ni en la historia del
instituto, ni en la realidad de las relaciones profesionales.81
48. Como quiera que sea, algunos dispositivos de las legislaciones dan pie
a considerar admitida implícitamente la obligación de paz en los convenios
colectivos, por el solo hecho de su concertación.
Así, varias leyes contienen la previsión de sanciones específicas para los
casos de incumplimiento de las obligaciones contenidas en los convenios co-
lectivos,82 o utilizan giros que sugieren la idea de que esa obligación está
implícita amén de dispositivos constitucionales que la doctrina entiende que
la ambientan.83
49. Desde otro punto de vista, el deber de paz suele resultar sancionado
por las normas que reglamentan el derecho de huelga.
Ello puede ocurrir de modo directo, cuando se declara ilegal la huelga que
‘‘tenga por objeto alterar, dentro de su periodo de vigencia lo pactado en un
convenio colectivo’’.84
Pero también puede configurarse cuando se condiciona la declaración de
la huelga a que no exista o esté próximo a su vencimiento el correspondiente
convenio colectivo,85 y de hecho, cuando la legislación impone que la huelga,
para ser lícita, tiene que ser previamente autorizada,86 u ordena el rechazo del
depósito del convenio colectivo ----indispensable para su vigencia---- ‘‘si no ha
expirado el plazo mínimo de vigencia del convenio cuya modificación o reem-
plazo contempla’’.87
Asimismo, es admisible considerar que está implícita la obligación de paz,
cuando se define por la ley el objeto de la huelga, relacionándolo con la acción
En efecto, las ‘‘reglas del juego’’ que presiden toda negociación, imponen
a las partes hacer honor a sus compromisos, si desean mantener buenas rela-
ciones con la contraparte y, sobre todo, si aspiran a no afectar su credibilidad
para ulteriores negociaciones.94
53. Para superar toda discusión sobre el deber de paz implícito, para refor-
zarlo y darle más amplitud, o con el fin de estipularlo, se suelen incorporar
expresamente a los convenios colectivos cláusulas de paz.
La admisión de tales cláusulas, puede tropezar con obstáculos constitucio-
nales o legales, en particular si el derecho de huelga aparece reconocido como
un derecho fundamental, que no admite renuncia o limitación.95
Sin embargo, como se señaló precedentemente, incluso sectores de la doc-
trina que no reconocen la existencia de un deber de paz implícito en la con-
certación del convenio colectivo están abiertos a aceptar que las partes esti-
pulen, de modo expreso, cláusulas de paz.96
Cabe, por último, señalar que algunas legislaciones, contienen una ‘‘norma
básica, según la cual en los convenios colectivos puede también regularse la
paz laboral a través de las obligaciones que se pacten’’.97
54. Las cláusulas de paz pueden ser de variados tipos y presentar diverso
alcance.
En la doctrina se han ensayado diversas clasificaciones,98 siendo la más
simple y directa la que distingue entre las cláusulas de paz absoluta y aquéllas
en que se admiten ciertas excepciones y la obligación queda circunscrita a la
abstención de ciertas medidas, o condicionada de otro modo.
94 La diferencia entre una y otra solución, estaría dada no sólo por la mayor amplitud de las excepciones
a la observancia de la paz en el segundo caso, sino fundamentalmente por la ausencia de sanción jurídica.
Todo lo cual es, desde luego, válido si el derecho positivo, de modo directo o indirecto, no ha operado
una legalización del deber de paz.
95 Como dice explícitamente el artículo 482 del CT de Panamá: ‘‘El derecho de huelga es irrenunciable.
Será nula la cláusula en una convención colectiva, contrato individual u otro pacto cualquiera, que implique
renuncia o limitación del derecho de huelga’’.
96 Véase supra, nota 79. Se trata de salvar la eventual objeción constitucional, argumentado ----como
lo hace Pérez del Castillo, siguiendo a Zangari----, que no hay un acto de disposición en la estipulación de
la cláusula, sino que se trata de un instrumento para una mejor tutela del interés colectivo ----o, el mismo
autor citando a Xavier----, que se trata de un compromiso de carácter temporario, que sólo sería inadmisible
si abarca un lapso muy considerable (El derecho de la huelga, cit., p. 304).
97 Como señalan Sagardoy Bengoechea y del Valle y Villar, en su informe sobre ‘‘La negociación
colectiva en el ordenamiento jurídico español’’ (cit., p. 370), aludiendo al artículo 82.2 del ET, para luego
acotar que ello parece implicar que el legislador admite que pueda hacerse por convenio colectivo lo que
está formalmente vedado al acuerdo individual por el artículo 2º del RDL de 1977. Estos mismos AA.,
cit. a De la Villa (Instituciones, pp. 163-164), aclaran que no habría en ello ‘‘abdicación incondicional’’
del derecho de huelga, sino ‘‘limitación temporal de su ejercicio’’.
98 Véase, por ejemplo, la clasificación que propone Pérez del Castillo (El derecho de la huelga, cit.,
p. 299), que es seguida por Teixeira (op. cit., p. 408).
122 HÉCTOR-HUGO BARBAGELATA
99 De tal modo que, si desde un cierto punto de vista podrían verse como absolutas, pueden quedar
relativizadas desde otro ángulo.
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 123
61. Otra cuestión que suscitan las cláusulas de paz de cualquier naturaleza
y tipo, es la de determinar quiénes son los obligados.
La cláusula de paz, pertenece ostensiblemente a la categoría de las obliga-
cionales típicas.106 Siendo así, parece fuera de discusión que los sujetos obli-
gados por dicha cláusula son los que fueron parte en la negociación y suscri-
bieron el convenio.
En todo caso, se admite corrientemente que la obligación creada es doble
o, si se prefiere, que se crean dos obligaciones. Por un lado, la organización
pactante ----que lo es siempre la parte del lado de los trabajadores y muchas
veces también del de los empleadores---- asume la obligación de abstenerse
de promover confrontaciones dentro de los márgenes estipulados o, en su
caso, de cumplir las acciones positivas a que se comprometió y, por otro, se
obliga a aplicarse a lograr que la paz no sea alterada por acciones o incum-
plimientos de sus adherentes.
Este último aspecto es el que con razón suele llamarse ‘‘deber de influen-
cia’’, toda vez que la organización no puede imponer comportamientos a los
individuos involucrados y sólo cuenta con su autoridad moral y con la soli-
daridad de éstos. De donde, tampoco puede quedar obligada a otra cosa que
a poner la mayor diligencia para obtener el acatamiento de los individuos,
haciendo jugar plenamente la referida autoridad moral.
62. En cuanto a los efectos de la violación de las cláusulas de paz o de su
incumplimiento, se proyectan obviamente sobre las partes, o sea, la organiza-
ción signataria del lado de los trabajadores y el empleador o la organización
de empleadores que han sido su contraparte.
Las mismas partes, pueden pactar las sanciones para tales casos en los
propios convenios y en algunos sistemas, según se señaló en párrafos ante-
riores, la ley incluye este tipo de estipulación entre las que deben figurar
obligatoriamente en ellos.107 Incluso, en el comienzo de la reglamentación de
este instituto, el legislador pareció considerar, en algunos países, esta cuestión
como fundamental, e impuso como condición para autorizar la negociación
colectiva que la parte de los trabajadores constituyera un fondo de garantía
del fiel cumplimiento de las obligaciones derivadas del convenio.108
expresamente (véase nota 104), que existiendo perfecta simetría con el caso de revisión de sentencias
normativas, ella sólo funcionará ‘‘cuando se hubieren modificado las circunstancias que las dictaron, de
modo que tales condiciones se hayan tornado injustas e inaplicables’’, artículo 873 CLT (op. cit., p. 411).
106 Cfr. Bueno Magano, Octavio, Manual de direito do trabalho-Direito coletivo do trabalho, vol. III,
São Paulo, LTr, 1984, p. 150.
107 Como la CLT de Brasil, en su artículo 613-VIII.
108 Como dispuso una ley paraguaya en 1931, según refiere Ramiro Barboza (Los sindicatos en el
Paraguay, Asunción, CIDSEP, 1987, p. 310).
CONTENIDO DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 125
109 Pérez del Castillo, admite como factible ‘‘el resarcimiento de daños por quien incumple la obligación
asumida’’, pero reconoce que en muchos países ‘‘la violación de esta cláusula es asunto de difícil justicia-
lidad’’ (op. cit., p. 306).
110 Como ocurre en Brasil, al tenor del cit. inc. VIII del artículo 613 de la CLT y en España, conforme
al artículo 11 del DLRT.
111 Como lo reconoce Pérez del Castillo, op. cit., pp. 307-308.
CAPÍTULO 7
APLICACIÓN DEL CONVENIO COLECTIVO.
IMPUGNACIÓN Y DENUNCIA
Como se dijo más arriba, es posible que la discrepancia de las partes (en
particular, de los sujetos destinatarios de las normas convenidas) no recaiga
sobre el sentido en el que se han de interpretar una o más reglas del convenio,
sino, más primariamente, sobre la naturaleza misma del convenio (nuestra
doctrina y jurisprudencia, secundadas por la legislación, vienen distinguiendo
entre convenios colectivos ‘‘estatutarios’’ o de eficacia general y convenios
‘‘extraestatutarios’’, cuya eficacia se reputa limitada a los sujetos afiliados a
las organizaciones pactantes, o incluso meramente contractual) y sobre si el
convenio en cuestión es o no realmente aplicable a la relación laboral de que
se trate. Pueden plantearse, en efecto, discrepancias no sólo sobre la naturaleza
erga omnes del pacto en cuestión sino también sobre la aplicabilidad de lo
pactado en un determinado ámbito funcional, territorial o temporal. Con in-
dependencia de la posibilidad de acudir a la comisión mixta del convenio o
al orden social jurisdiccional, en los términos a los que ya se ha aludido, el
ordenamiento español prevé un procedimiento singular para resolver las dudas
o controversias interpretativas acerca de la aplicabilidad de un convenio por
razón, específicamente, de su ámbito funcional: una denominada Comisión
Consultiva Nacional de Convenios Colectivos, adscrita al Ministerio de Tra-
132 ALFREDO MONTOYA MELGAR
boral la ilegalidad o lesividad del convenio. Debe indicarse además que los
procesos sobre conflictos se tramitan con carácter urgente, siendo su despacho
preferente a cualesquiera otros pleitos, con la única exclusión de los relativos
a la tutela de la libertad sindical y demás derechos fundamentales.
Estos procesos, en los que es siempre parte el Ministerio Fiscal, se resuelven
por sentencia que es ejecutiva desde el momento en que se dicta, con inde-
pendencia de la posible interposición de recurso. Muestra del carácter norma-
tivo de dicha sentencia es la exigencia de que, en caso que declare la nulidad
parcial o total del convenio impugnado, sea publicada en el Boletín Oficial
en que se hubiera insertado el texto del convenio.
de los contratos o las peculiares de las normas, sin que falte la opinión dualista
que aconseje aplicar a la parte obligacional del convenio las reglas propias
de la interpretación de los contratos, y a la parte normativa las peculiares de
la interpretación de las normas.
La legislación laboral española no contiene reglas específicas al respecto,
por lo que podría entenderse que se sitúa en la línea doctrinal que postula la
interpretación del convenio colectivo como figura unitaria (no como yuxtapo-
sición de contrato y norma), de acuerdo con reglas comunes a sus partes
obligacional y normativa; reglas que habría que deducir fundamentalmente de
los principios específicos del derecho del trabajo. El convenio colectivo, pues,
debe interpretarse de acuerdo con los principios laborales pro operario, de
irrenunciabilidad de derechos, etcétera, y, en fin, de acuerdo con principios
específicos de la negociación colectiva laboral como el del llamado ‘‘equilibrio
interno’’ del convenio, que obliga a aceptar a éste como un todo indivisible,
del que no es lícito admitir unas cláusulas y rechazar otras, según reiteran la
doctrina judicial y científica.
De otra parte, no puede ignorarse que existen unas reglas de interpretación
jurídica que se extienden a todo el ordenamiento jurídico, y que, en el derecho
español, están repartidas entre la Constitución y el Código Civil, considerado
mayoritariamente como pieza clave del llamado derecho común.
En tal sentido, el convenio colectivo ha de ser interpretado de acuerdo con
los ‘‘valores superiores’’ que la Constitución asigna al ordenamiento jurídico;
a saber, la justicia, la libertad y la igualdad; igualmente, la dignidad y los
derechos fundamentales de la persona han de ser parámetro interpretativo de
los convenios, como han de serlo también numerosos principios jurídicos cons-
titucionalizados, tales como el de libre elección de oficio o el de derecho a
la formación profesional.
Con independencia de estos criterios materiales de interpretación, el Código
Civil incorpora algunos de los principios clásicos de hermenéutica jurídica,
que necesariamente habrá que aplicar, llegado el caso de interpretar un con-
venio colectivo: La regla de la interpretación literal (‘‘según el sentido propio
de sus palabras’’), la de la interpretación sistemática (‘‘en relación con el
contexto’’), la histórica (‘‘antecedentes históricos y legislativos’’), la sociocul-
tural (‘‘la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas’’) y la teleo-
lógica (‘‘atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad’’ de la disposi-
ción interpretada); pautas interpretativas que el Código Civil fija para la
interpretación de las leyes (artículo 3) y que la jurisprudencia utiliza repeti-
damente al interpretar los convenios colectivos; lo que no impide que también
136 ALFREDO MONTOYA MELGAR
Humberto A. PODETTI
La identidad del derecho del trabajo como rama diferenciada resulta esen-
cialmente de la existencia de principios propios. En tanto ellos informen el
ordenamiento jurídico-laboral está asegurada la subsistencia de aquél.
Se los define ‘‘como las proposiciones genéricas de las cuales derivan las
demás normas componentes de un sistema’’ (Bueno Magano).
Aunque el grado de intervencionismo estatal en la regulación jurídica de
las relaciones de trabajo reconozca variaciones de intensidad, a tenor de cam-
bios tecnológicos, económicos, políticos y culturales, ello no resulta decisivo
en tanto en la normativa constitucional o la legal quepa reconocer la perma-
nencia de los principios propios del derecho del trabajo.
Sin perjuicio de que el principio de subsidiariedad permite adecuar, en
función del bien común perseguible en cada momento histórico, el necesario
equilibrio requerido por soluciones justas como imprescindible sustento de
convivencia social, es dable de alcanzar por medios técnico-jurídicos que no
sean necesariamente normas de derecho positivo.
En este orden de ideas, ha sido puesto de relieve que la mayor o menor
intervención del Estado en las relaciones de trabajo dependen no sólo del
sistema económico adoptado por el respectivo régimen jurídico político, sino
también de la posibilidad real de negociación colectiva de los sindicatos. En
tal sentido, no se hesita en afirmar que ‘‘en los países de economía de mercado,
el intervencionismo estatal en las relaciones de trabajo se reduce en relación
inversa al fortalecimiento de la organización sindical’’ (Sussekind).
• Principio de indisponibilidad.
b) De jerarquía normativa:
LOS PRINCIPIOS DEL DERECHO DEL TRABAJO 145
c) De incorporación en el tiempo:
e) De interpretación:
A. El principio protectorio
para que ‘‘el ordenamiento jurídico como sistema de paz sea social y moral-
mente justo’’ (Alonso Olea). En
a) Principio de indisponibilidad
tual, para que éste surta todos los efectos queridos por las partes y querido por
el ordenamiento jurídico’’ (Alonso Olea). En el derecho privado contemporá-
neo, el principio de conservación se orienta ‘‘a preservar hasta donde sea
posible lo programado por los contratantes al formalizar el acto’’. Sus efectos
prácticos se proyectan en favorecer la invalidez y la ineficacia parcial,
nización jurídica, no deben asumir facultades que exceden lo que cada persona
individual o cada grupo social menor pueden hacer por sí mismos.
La función del principio de actuación colectiva es la de organizar el derecho
colectivo del trabajo (Justo López), en sus dimensiones interna, externa y
conflictual a que se han referido De la Villa, Garcia Becedas, García, Perrote
Escartín, a la que cabe añadir la dimensión empresarial en la cogestión.
d) El principio de participación
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LOS PRINCIPIOS DEL DERECHO DEL TRABAJO 153
Analizar la naturaleza y el rol del sindicato (aunque sea con la brevedad que
requiere este trabajo), exige, forzosamente, hacer referencia al movimiento
obrero, ya que es éste el que ha originado las condiciones dentro del cual
aquél ha nacido y se ha desarrollado. En cierta manera, puede sostenerse que
el mismo constituye, en el plano jurídico, la expresión de este otro fenómeno
social y el medio a través del cual se manifiesta, en forma evidente, la acción
que desarrolla a fin de equilibrar el mayor poder que, en los hechos, tienen
los empleadores. Como consecuencia, éstos tienen la posibilidad de imponer
las condiciones que han de regir las diversas relaciones laborales concertadas.
A fin de contrarrestar esa mayor capacidad de diálogo, que normalmente tiene
su causa en la desproporción de fuerza de negociación entre los empleadores
(que de suyo, son sujetos colectivos) y cada uno de los trabajadores que en
forma individual conciertan contratos de trabajo, es que se realiza una acción
específica.
El derecho del trabajo, cuyo desarrollo casi puede considerarse como si-
multáneo del operado por el sindicato, dentro de la estructura de los medios
técnicos jurídicos que esbozó para lograr el cumplimiento de su objetivo, pre-
vió el tratamiento privilegiado del poder de negociación colectiva de los tra-
bajadores. De esa manera, instituyó uno de los más decisivos medios a fin de
alcanzar ese propósito, el que, forzosamente, debe ser implementado a través
de la acción sindical.
155
156 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
mitidos para regular las relaciones entre los hombres. Hasta ese momento, y
durante muchos siglos, había prevalecido un concepto de comunidad, según
el cual el lazo de unión de los miembros libres (había muchos que no gozaban
de ese estatus, ni en el plano jurídico, ni en los hechos), que comparten su
existencia en un territorio, lo constituía una cierta pertenencia a una herencia
común; sin duda muy pobre de suyo y, con frecuencia, incapaz de brindar los
elementos indispensables para asegurar un discreto nivel de suficiencia huma-
na. Ello explica la pobreza que, en el plano de la disposición de bienes, ser-
vicios e instrumentos para reducir el racionamiento a que la naturaleza tiende
a imponerle al hombre, caracterizó gran parte de la historia hasta ese momento.
Ese criterio de comunidad, fue suplantado por el del trato, fruto de lo con-
venido por las partes vinculadas por una relación personal, en el caso, de
‘‘trabajo dirigido’’. Esta situación se justifica en cuanto que las partes que la
integran, se hallan en una cierta paridad en lo que se refiere a su capacidad
de negociación, fundada no sólo en un voluntarismo ----que más allá de su
buena intención, por lo común, resulta inútil----, sino en medios de acción que
posibiliten la defensa de los derechos e intereses de las personas y, en especial,
de una concepción de vida con vigencia real en el ámbito de la cultura. No se
trata sólo de un propósito, sino que el reconocimiento de la persona del otro,
el respeto de sus derechos, constituya un presupuesto de la vida social y un
modo de actuar, pensar y obrar de cada uno de los miembros de la sociedad.
1824, se sanciona una norma que abrogó las anteriores referidas a la prohi-
bición de las coaliciones y, en el plano jurisprudencial, se suaviza la inter-
pretación referida al carácter delictivo de las organizaciones sindicales, aunque
se mantiene ese criterio respecto de determinadas acciones (huelgas, ocupa-
ciones, etcétera).
En la práctica, no obstante que no se pena el hecho en sí, el mismo no es
reconocido como un derecho, sólo se lo tolera. Disposiciones legales similares
a la inglesa, se sancionan en Francia (1842), Alemania del Norte (1869), Países
Bajos (1872), Italia (189O). Por su parte, la jurisprudencia en Estados Unidos,
a partir de una sentencia del Tribunal de Massachusset (1842), estimó la va-
lidez del ‘‘hecho sindical’’, aunque algunas de sus acciones (tales como huel-
gas, ‘‘piquetes’’) merecieran reproche.
Una tercera etapa de ese proceso lo constituye el reconocimiento del hecho
en sí. La ley inglesa de 1871 (Trade Union Act), admitió la licitud de las
decisiones adoptadas en ese ámbito. Respecto de los acuerdos sindicales, de-
clara que los mismos no pueden ser anulados por la justicia, aunque no gozan
de ejecutabilidad en este ámbito. Ante esa realidad, en el plano colectivo, los
mismos se convierten en gentlement‘s agreement; su valor reside en el cum-
plimiento de la palabra empeñada. Tanto la doctrina como la jurisprudencia
estimaron que los mismos (dentro del ámbito de representación de las partes
sociales) se incorporan a los contratos individuales de trabajo, por lo que, en
ese plano, adquieren plena validez jurídica.
En Francia se inició ese periodo de reconocimiento con la sanción de
la ley Waldeck-Rousseau (1884), que requiere el depósito de los estatutos de la
asociación en la respectiva municipalidad. La misma dejó sin efecto la decisión
de que asistiera un representante gubernamental a las reuniones convocadas
por los sindicatos.
Sigue a ello un periodo que, como en los casos anteriores, su fecha de
comienzo no coincide en los diversos países, y que puede calificarse como
de promoción o consolidación de la autonomía colectiva. La acción sindical
es considerada como un elemento necesario dentro de las relaciones laborales,
por lo que no sólo se la reconoce, sino que goza de cierta ‘‘protección’’. Los
acontecimientos más relevantes de este periodo lo constituyen los primeros
convenios colectivos negociados en Estados Unidos en la industria automo-
triz, a principios de la década de los treinta, y la sanción en ese país de la ley
Wagner (1935), así como los acontecimientos ocurridos en Francia con motivo del
triunfo del Frente Popular (de neto corte pro-sindical). Éste favoreció la ac-
ción de las organizaciones sindicales y sus medios de acción, entre ellos, la
ocupación de establecimientos (como antes había ocurrido en Estados Unidos).
164 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
Este hecho se caracterizó por lo que cierta doctrina italiana designó como
la legislazione di sostegno, según la cual, la acción sindical, lejos de ser con-
siderada como un delito o un hecho simplemente tolerado, merece reconoci-
miento y protección, en razón del rol que el propio Estado le reconoce a esas
instituciones como promotoras del bienestar general. Se cierra así, un amplio
espectro que describe los avatares por los que transcurrió el desarrollo de los
sindicatos durante los siglos XIX y XX.
Durante los dos últimos periodos, pero en especial en el segundo, en la
mayor parte de los países de América Latina, se produjo la implantación del
sindicato, fruto del movimiento obrero. Dado el escaso desarrollo en los mis-
mos de la actividad industrial, ese fenómeno se mantuvo como aletargado; el
sindicalismo, por lo común, no logra un buen desarrollo en la actividad rural
que era la prevalente en esos países. Puede considerarse que el sindicato, en
muchos países de esa área geográfica, fue un producto de importación, llevado
a esas playas por inmigrantes europeos que debieron abandonar sus países por
motivo de sus ideales y acción sindicalista, en especial, en sus versiones anar-
quista y socialista.
Estimamos que el actual proceso del desarrollo de la vida sindical, en la
mayor parte de los países, a partir de la crisis del petróleo (década de los
setenta), puede caracterizarse como una nueva etapa que, dada su impor-
tancia, analizaremos por separado.
Los cambios operados en el mundo del trabajo han afectado a todas sus
instituciones: Las empresas, los sistemas de producción, las relaciones de tra-
bajo, así como al Estado de bienestar y, obviamente, también al sindicato. Al
respecto, se hace referencia a algunos indicadores a través de los cuales se
manifiesta la pérdida de la influencia de éste; disminución del número de
afiliados (acontecimiento que es mundial, excepto en algunos países, como
los escandinavos); nuevo rol que asume el Estado (que se ‘‘retira’’ de su papel
de centro de las relaciones laborales, ese espacio lo ocupa la concertación
social, a través de la cual el sindicato debilitado, mantiene su carácter de
interlocutor social); proceso de flexibilización del derecho del trabajo, desre-
gulación y descentralización de la negociación colectiva; privatización de las
empresas del Estado; tendencia a la individualización de las relaciones labo-
rales, etcétera.
No obstante que la situación de crisis profunda lo coloca en una grave
encrucijada, en la medida que se adapta a la nueva realidad socioeconómica
SINDICATOS Y MOVIMIENTO OBRERO 165
que los hechos generan, no está destinado a perder su vitalidad. Su rol decisivo
en el desarrollo de las relaciones laborales se mantendrá, en la medida que
sepa ajustarse a los cambios fundamentales que se producen. Varios son los
factores que influyen sobre este proceso: a) las mutaciones económicas: In-
flación, el aumento del desempleo, las alteraciones en el proceso productivo
que ya no se propone la producción de cosas en gran volumen (se da una
tendencia hacia una ‘‘especialización suave’’, hacia bienes no estandarizados),
la declinación de los sistemas productivos basados en el taylorismo-fordismo,
que son reemplazados por el ‘‘toyotismo’’, el auge de las pequeñas y medianas
empresas; b) los cambios tecnológicos que transforman conceptos que fueron
tradicionales en el ámbito del trabajo y en el de las relaciones laborales, la
modificación de las fuerzas obrero-patronales, el rol del sindicato como ‘‘con-
trol social’’ del cambio tecnológico; c) las mutaciones en la composición de
la población, la drástica disminución de trabajadores en el sector secundario,
mientras se mantiene esa misma tendencia (aunque mitigada) en el primario
(en el que, en la mayor parte de los países, ese mismo fenómeno se produjo en
el siglo XIX y principios del XX), y el incremento de la tasa de ocupación
en el sector de los servicios, así como del número de mujeres dispuestas a
entrar al mercado laboral, el aumento del número de trabajadores contratados
según figuras ‘‘ex atípicas’’, así como en tareas precarias, marginales que, con
frecuencia, no se afilian a los sindicatos; d) las nuevas actitudes y comporta-
mientos individuales ante el trabajo y la vida laboral, como consecuencia de
un incremento del nivel cultural (no sólo técnico) de la mayoría de los traba-
jadores respecto de sus padres y abuelos, el fluido acceso a los medios de
información y de comunicación que amplían los conocimientos y perspectivas
de los trabajadores, la sindicación de personas que desarrollan tareas no ma-
nuales, ni rutinarias (los docentes, los profesionales, etcétera), para quienes a
veces la acción colectiva resulta menos atractiva que la relación individuali-
zada con el propio empleador, el avance del concepto de ‘‘calidad’’, no sólo
de ‘‘género’’ de vida; e) el proceso de mundialización de la economía y la
aparición de grupos regionales (la Comunidad Europea, el Mercosur, el Nafta,
el Mercado Andino, el Centroamericano, etcétera), que hace que las relaciones
laborales tengan que vivirse en una nueva forma.
Esos procesos de cambio no sólo han influido respecto de las relaciones
de trabajo, sino también en el seno de las propias empresas. Ello ha hecho
que se produjeran alteraciones importantes respecto de los temas de la nego-
ciación colectiva, lo que, en cierta forma, disminuyó la fuerza tradicional que
el sindicato había ejercido en ese ámbito. Son otros los centros de interés; el
salario que antes ocupaba ese lugar, se comparte ahora (a veces, aun, es des-
166 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
Dicha situación de crisis, provocada en razón del fuerte efecto del cambio
social, también se expresa con similares características sobre los demás ins-
titutos laborales.
En algunos países de América Latina, África y Asia, la organización sin-
dical ha sido ‘‘copiada’’ del modelo vigente en los países europeos (en especial
de aquellos que fueron la matriz de la colonia, no obstante las diferencias
sociales y económicas) y se caracteriza por una fuerte dependencia del Estado.
Sin duda, ambas características deben ser solucionadas; una de ellas, a través
de una adaptación a las peculiaridades nacionales, y la otra, por un fuerte
impulso de la autonomía que deben disfrutar los grupos sindicales en el ejer-
cicio de la libertad que les compete. La caída del comunismo ha provocado
un fuerte impacto en la mayoría de ellos en los que, por lo común, el elemento
ideológico tiene un gran peso. El aumento de la tasa de desocupación, así
como el de los sectores informales, ha golpeado la estructura sindical y la
acción desarrollada. En los mismos se nota un aumento de la influencia de
los sindicatos que nuclean a los empleados públicos, los que han tenido un
importante crecimiento con motivo del incremento de ese sector (ahora, en
muchos de esos países, en proceso de privatización).
En la mayor parte de los países se nota una fuerte reacción sindical contra las
políticas neoliberales que prevalecen en los mismos (aun en aquellos en que los
gobiernos son de tendencia socialista), en cuanto promueven la flexibilización
y la desregulación laboral. La crisis adquiere niveles de mayor intensidad en
los países en que: a) se aceleran los cambios tecnológicos y la reestructuración
industrial; b) prevalecen las políticas neoliberales, y c) existe una marcada
ausencia de consenso sobre el fenómeno sindical (Spyropoulos, 1994).
Ante una realidad más adversa a su desarrollo que la vivida hace treinta
años, el sindicalismo debe mantener firme su objetivo de defensa de los in-
tereses de los trabajadores (lo que ocurre en muchos países), para salvaguardar
el valor del trabajo humano. Lo importante es que tengan conciencia de que
esa defensa es fundamental para asegurar un auténtico desarrollo humano (no
sólo económico), en cuanto aquél constituye una dimensión fundamental de
la existencia del hombre en la Tierra y es la clave de la cuestión social (Juan
Pablo II, 1981). Ese objetivo sólo podrán lograrlo en cuanto consideren que
esa defensa (que, más aún, debe ser una efectiva promoción de la justicia
social) debe realizarse a través de medios adecuados a la actual situación de
cambio acelerado. Muchos de los instrumentos que se utilizaron en el pasado,
y que dieron excelentes frutos, hoy quizá no sirvan frente a la modificación
de las circunstancias que requieren otras técnicas de protección, a fin de ase-
168 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
V. EL ASOCIACIONISMO PATRONAL
VI. BIBLIOGRAFÍA
Helios SARTHOU
La magia de esta libertad nació en las entrañas vivas del acontecer social y
no del gabinete aséptico y formal del jurista. Se ganó por el pueblo en las
calles ----sin metáfora---- de la Revolución Industrial, y se tiene que seguir
ganando día a día frente a la represión en los campos y ciudades del subde-
sarrollo y en los suburbios fabriles de las sociedades desarrolladas. La magia
a que alude Verdier, fabricó ese milagro de una parábola en el tiempo, que
hizo del delito de coalición y huelga de la Corte de sir William Pitt y del
Código Penal francés el prestigioso derecho del hombre de nuestras constitu-
ciones de hoy.
Su desenvolvimiento dinámico engendró, para el mundo jurídico, un nuevo
sujeto de derecho: el sindicato; una nueva figura del consenso: el convenio
colectivo, y un nuevo medio de lucha: la vía de hecho juridizada en el derecho
de huelga. Y, envolviendo normativamente esas nuevas figuras e institutos del
escenario del derecho, una rama dentro del derecho del trabajo, el derecho
sindical o derecho colectivo del trabajo.
A veces, con los vientos flexibilizadores y desreguladores del nuevo tiempo,
se pretende ignorar esas raíces de la cuestión social, que sin embargo es pre-
175
176 HELIOS SARTHOU
experiencia de La Comuna, pasando por las revoluciones del ’30 y del ’48
francesas, van desarrollando acciones coincidentes con las ideologías referidas.
Por otro lado, el movimiento obrero que en el año 1864 oficializa y organiza
la primera internacional de trabajadores, asume la conexión internacional
de la clase proletaria.
El sistema político neoliberal venía siendo particularmente insensible y
duro. Las Combinations Acts inglesas, de 1799 y 1800, hacían ilegales los
convenios de aumentos de salarios, y aplicaban penas de reclusión para el que
incurriera en coalición o incitación a la huelga.
En Francia, por su parte, los artículos 414, 416, 291 y 292 del Código
Penal de 1810, convertían en delincuentes a los trabajadores que incurrían en
los delitos de asociación y de coalición o huelgas.
Con el avance del siglo XIX, aún dentro del patronato, con encuestas par-
lamentarias que demuestran la destrucción de esa máquina irremplazable que
es el hombre, empiezan a surgir voces para aflojar la resistencia a una legis-
lación protectora.
La conjugación de todos estos factores en tensión, con marchas y contra-
marchas, llevan a que el sentido práctico anglosajón derogue, por ley del 21
de junio de 1820, las citadas leyes de 1799 y 1800, y suprimen la coalición
como delito. Pero habrá que aguardar hasta el 13 de agosto de 1875, con la
Conspirations and Proteccion por Property Act para que la actividad sindical
sea plenamente lícita. Y en Francia, mucho más tarde por la ley del 25 de
mayo de 1864, si bien se derogan los artículos del Código Penal a que se
aludió, continúa reprimiéndose la actividad proselitista sindical bajo la forma
de delito contra la libertad de trabajo, hasta que, el 21 de marzo de 1884, la
ley Waldek-Rousseau consagra la absoluta libertad sindical.
A comienzos del siglo XX, la libertad sindical había vencido los grandes
obstáculos, por lo menos en el plano declarativo.
Ya en la conferencia de Leeds, en 1916, se decía que el tratado de paz que
pondría fin a la guerra debía asegurar a la clase obrera de todos los países un
mínimo de garantías de orden moral y material relativas al derecho del trabajo.
El tratado de Versalles, en su parte XIII, confirmaría en 1919 esta reivin-
dicación del movimiento obrero al expresar: ‘‘que la paz universal no puede
fundarse sino sobre la base de la justicia social, y que la no adopción por una
nación cualquiera de un régimen de trabajo realmente humano pone obstáculos
a los esfuerzos de las demás naciones deseosas de mejorar la suerte de los
obreros de sus propios países’’.
La presión del movimiento obrero y el compromiso asumido en Versalles
en 1919 abrirán paso a la constitucionalización social. Que no es otra cosa
RASGOS ONTOLÓGICOS DE LA LIBERTAD SINDICAL 179
2. Carácter sistémico-democrático
ción, efectividad de fórmulas de cogestión, etcétera. Sin duda, todo ello, de-
bido a un reconocimiento e institucionalización del sindicalismo dentro de la
comunidad, en lo que incide la tradición sindical, la estabilidad política,
la infrecuencia de la irrupción castrense, la ausencia de los condicionamientos
de la deuda externa y el rol de economías dominantes, lo que le permite
compartir con el movimiento sindical los beneficios muchas veces producidos
a costa de los países dependientes o mal desarrollados.
Por lo contrario en los países del área del subdesarrollo el sindicalismo
suele ser débil en su implantación real como consecuencia de condiciones
económicas estructurales. Dependencia del imperialismo, dependencia de los
organismos de crédito internacional, condicionamientos generados por la deu-
da externa y relación desigual de intercambio, hacen que el sindicalismo y la
libertad sindical tengan que luchar más por su vida, por su existencia, muchas
veces que por la debida dedicación y logro de objetivos concretos.
Segundo. Con respecto al régimen político en vigencia, sin duda de acuerdo
a todo lo analizado, la libertad sindical tiene poca vida en las rupturas demo-
cráticas, que han sido frecuentes en el área del subdesarrollo y en especial de
América Latina. La primera libertad agraviada, junto con la libertad física y
el derecho a la vida, suele ser el hacer sindical.
En el Estado de derecho, cuando no es solamente formal, la libertad sindical
tiene mejores posibilidades de desarrollo y crecimiento. No descartamos, a
veces, invalidaciones, ocultas o no, en sistemas formalmente calificados como
Estados de derecho.
Tercero. De acuerdo con la clasificación que realizamos en nuestro trabajo
‘‘Perspectivas del derecho colectivo del trabajo’’ (Revista de Derecho Laboral,
núm. 123, p. 588 y siguiente), en el caso del sindicalismo inauténtico, es decir
el que no es verdaderamente representativo de los intereses de la clase traba-
jadora, la libertad sindical se encuentra virtualmente traicionada en sus obje-
tivos y logros. Ya sea la fórmula del sindicalismo complaciente con la patro-
nal, bajo la denominación de sindicalismo amarillo, como la del sindicalismo
de paja o denominado blanco por De la Cueva, en cualquiera de ambos casos,
la libertad sindical aparece enfeudada al patrono sin existencia real ni inde-
pendencia alguna. Si bien esta modalidad de sindicalismo acompaña a las
dictaduras, también figura en fórmulas de coexistencia en regímenes demo-
cráticos, dependiendo del grado de pureza clasista y reivindicadora que ca-
racteriza al movimiento obrero.
En el sindicalismo realmente representativo distinguíamos el sindicalismo
de negociación, el sindicalismo de contestación o de queja y el sindicalismo de
contestación global o revolucionario.
186 HELIOS SARTHOU
cultades jurídicas de que debe estar dotada la acción sindical es lo que deno-
minamos autonomía colectiva.
Si bien usualmente se limita el concepto de autonomía colectiva a la fa-
cultad de crear ese negocio jurídico específico del derecho sindical, que es el
convenio colectivo, nosotros, siguiendo a Veneziani, incorporamos también
el campo de la autotutela, porque no concebimos al sujeto sindical en acción,
aun en el campo convencional, sin el respaldo de las normas relativas a la
conducta unilateral de los medios de acción directa que el derecho juridiza.
La autonomía colectiva se abre, así, en un haz de normas de autoconfor-
mación y activismo sindical común, de negociabilidad y de confrontación.
Vale decir tres campos: institucional, convencional y conflictual.
En términos descriptivos provisorios, la autonomía colectiva es ese tríptico
de poderes jurídicos reconocidos: facultad o poder de autoconformarse, de
crear por consenso preceptos de alcance subjetivo abstracto y efecto norma-
tivo, y de ejercitar por voluntad unilateral actos jurídicamente relevantes. Pero
es, además, ontología de relaciones, es la forma de estar de esos sujetos. Son
esos poderes en el todo social, como garantía de ejercicio de un derecho
fundamental del hombre moderno, que es la libertad sindical. La autonomía
colectiva es mirada hacia dentro (poderes) y es mirada hacia afuera (entorno
social, marco de libertad).
Sin pretensión dogmática, a los solos efectos instrumentales, sintetizaríamos
el concepto de autonomía colectiva como el complejo de poderes jurídicos de
autodeterminación, por los que el sistema constitucional fija la posición ins-
titucional de los sindicatos, en tanto sujetos sociales autónomos en el marco
de una sociedad libre y democrática, como garantía de ejercicio de un derecho
fundamental del hombre moderno que es la libertad sindical.
Por todo ello, no compartimos la tesis que se ha dado en llamar pluralismo
originario, seguida por Burdeau y Gurvitch, que sostiene que los centros de
emisión jurídica privados coexisten en posición pluralista de origen (de ahí
la denominación de pluralismo originario de la tesis) en nivel de igualdad,
por lo que no se admiten diferencias entre el poder de heterocomando del
Estado y el de los grupos particulares. Reputamos criterio peligroso de con-
validación de un poder ‘‘casi estatal’’ en las grandes corporaciones económicas
o profesionales (castrenses, por ejemplo).
Tampoco nos adherimos a la posición del llamado pluralismo organizado,
basada en Ferri, Santi Romano, Pasarelli, de la autonomía colectiva privada
en los distintos grupos sociales, que reconoce sindicatos o no, pero con limi-
taciones y soporte en el poder del Estado ----lo que aleja a esta posición de
la del pluralismo originario----. Esta posición define la autonomía privada co-
196 HELIOS SARTHOU
lectiva como ‘‘el poder del grupo de determinar sus propios intereses’’ (Santoro
Passarelli).
No compartimos la indiferenciación entre el sindicalismo y los demás gru-
pos sociales, ni que por esencia realicen los objetivos de la comunidad, tal
como se demuestra con la actuación de las transnacionales en el campo del
subdesarrollo.
Nosotros identificamos como un estado de normalidad, en las sociedades
de economía de mercado, el llamado pluralismo conflictual a que se refería
Khan Freund, que es el estado polémico y de contradicción del régimen ca-
pitalista y que, ut supra, calificábamos como fundacional o genético (por estar
en el origen del sistema), bipolar (capital y trabajo) y constitucionalizado (sec-
ción de derechos deberes y garantías de las Constituciones americanas).
2) Los poderes jurídicos inherentes a la autonomía colectiva, suponen ine-
ludiblemente, en tanto ejercicio de libertad sindical, la capacidad de autocon-
formarse y de funcionar, en forma libre y autónoma, en los términos en que
lo establece el artículo 3° del Convenio de OIT número 87.
Esa autarquía o autodeterminación en lo interno, se expresa en la redacción
de estatutos y programas, en la organización de su administración y activida-
des, en la elección de representantes, así como en cualquier otro acto de fun-
cionamiento, todo con absoluta prescindencia e independencia respecto tanto
del patrono como del Estado.
No se admite ni la imposición de modelo de estatutos, ni de cláusulas de
los mismos, ni el requisito de aprobación o autorización de ningún órgano, ni
la reglamentación ni control de elecciones, ni exigencia de condiciones de
legibilidad o de otra naturaleza, ni fijación de duración de mandatos.
En caso de supuestas violaciones a estatutos o lesiones de derechos, la
administración pública no puede intervenir en la vida sindical, pues está re-
servado todo contralor al Poder Judicial, no siendo válida la intervención es-
tatal aun cuando se admita un recurso en sede judicial.
Contra la decisión administrativa frente a eventuales irregularidades finan-
cieras, también deberá operarse exclusivamente el contralor pericial dispuesto
por la justicia para evitar que tal temática se convierta en una excusa para la
indebida injerencia en el movimiento sindical por parte del Estado.
Esta autarquía interna implica también la capacidad de constituir federa-
ciones, centrales y cualquier modalidad de afiliación internacional.
El principio ya aludido de independencia del Estado ha llevado también al
Comité de Libertad Sindical de la OIT a sostener reiteradamente que no pue-
den nombrarse interventores estatales, ni eliminarse órganos sindicales, ni de-
RASGOS ONTOLÓGICOS DE LA LIBERTAD SINDICAL 197
Ambos aspectos polémicos han sido, sin embargo, bien definidos por el
Comité de Libertad Sindical, reconociendo como válida toda autotutela sin
violencia penalizable y exigiendo jerarquización individualizada de ciertos bie-
nes jurídicos protegidos (vida, salud, seguridad), para habilitar la calificación
excepcional de servicios esenciales.
En orden al convenio colectivo, el respeto a la autonomía colectiva hace
esencial a su naturaleza autonómica el efecto erga omnes extrasubjetivo, que
opera la incorporación de los contenidos normativos a los contratos indivi-
duales y excluye la exigencia de aprobación del convenio, así como la decisión
estatal de extensión subjetiva del convenio.
4) Resta por resumir los aportes en la relación entre la autonomía colectiva
y Estado. Podemos señalar como variantes más importantes, entre otras, las
siguientes: En primer término, la forma clásica de lo que llamamos la auto-
nomía colectiva absoluta (documentada por la constitucionalización social).
En segundo término, la autonomía colectiva restringida por la intervención
del orden público económico emergente de la crisis económica posterior a la
Segunda Guerra Mundial.
En tercer término, la administración por la autonomía colectiva del garan-
tismo ----según denominación de Veneziani----, lo que importa la delegación a
la autonomía colectiva de la derogación in pejus del garantismo (ejemplo: la
ley italiana 903/77). Bajo esta fórmula ubicamos el llamado contrato de soli-
daridad.
En cuarto término, la autonomía colectiva estimulada para la prevención
de la conflictividad (legislación de España, Portugal y Grecia, en la década de
1980, y el ejemplo sueco de 1977) que desarrolla la obligación de negociar
y promueve la negociación colectiva.
En quinto término, toda la experiencia que llevó la etapa de la concertación
social en que el Estado no sólo es promotor sino que interviene como parte.
5) A modo de final, una mirada de la autonomía colectiva desde la latitud
de nuestro subdesarrollo, o mal desarrollo como corregía bien Masperó, como
latinoamericano considero válidas las breves precisiones siguientes:
V. BIBLIOGRAFÍA
--------, ‘‘Perspectivas del derecho colectivo del trabajo’’, Revista Derecho La-
boral, núm. 123, pp. 577 y ss.
--------, ‘‘Rol del convenio colectivo en la economía nacional’’, Revista Derecho
Laboral, núm. 146, pp. 253 y ss.
VENEZIANI, Bruno, Stato e Autonomía collettiva, Bari, Cacucci editore, 1986.
VERDIER, J. M., Traité de droit du travail. Syndicats, Dalloz, 1966.
ZAVALÍA, D., El sindicalismo, Buenos Aires, Gallart Folch, 1957.
--------, Derecho Colectivo del Trabajo, Bogotá, Themis, 1986.
CAPÍTULO 11
CONSTITUCIÓN, PERSONIFICACIÓN
Y REPRESENTATIVIDAD DEL SINDICATO
1. Etapa preparatoria
ideología, ahora no condicionada por la guerra fría. Poco a poco, los simpa-
tizantes del sindicato adoptan medidas, toman decisiones y llegan a acuerdos
carentes de obligatoriedad, pero que van dibujando la entidad que quieren.
La idea inicial se va ampliando y reforzando con propósitos más concretos
y definidos. Se esquematiza el proyecto y se adopta un plan de acción que
conlleva tres aspectos centrales: la decisión de constituir la organización; la
redacción y aprobación de los estatutos; y la primera convocatoria a asamblea
general, para tomar los acuerdos que legitimen la organización para efectos
de inscripción o depósito, y efectuar el nombramiento de personeros y admi-
nistradores. Con todo, mientras estos actos no se registren o depositen, la
persona jurídica no existiría, según la mayoría de legislaciones.
En esta fase preliminar, es de fundamental importancia la vigencia de varios
aspectos de la libertad sindical. Por una parte, los trabajadores y los emplea-
dores ‘‘sin ninguna distinción y sin autorización previa, tienen el derecho de
constituir las organizaciones que estimen conveniente’’, así como el afiliarse
y desafiliarse a esas organizaciones. Sobre este tema el artículo 2° del Con-
venio número 87 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre
libertad sindical y la protección del derecho de sindicación, es una garantía
jurídica descollante. Por otro lado, es de particular relevancia el derecho de
esas organizaciones ‘‘a redactar sus estatutos y reglamentos administrativos,
y el de elegir libremente sus representantes, el de organizar su administra-
ción y actividades y el de formular su programa de acción’’ (artículo 3°, idem).
Además, las autoridades públicas deben garantizar tales derechos y abstenerse
de toda intervención que tienda a limitarlos o a entorpecer su ejercicio legal.
Cabe señalar, asimismo, que en esta fase previa es cuando determinados
patronos se muestran más proclives a la violación de la libertad sindical por
medio del despido arbitrario, particularmente en la fundación del sindicato de
empresa. Y para tratar de frenar esta violación la doctrina y el derecho com-
parado han ideado y puesto en práctica diferentes alternativas, que serán es-
tudiadas en otro capítulo. La OIT también ha hecho lo propio.
A partir del inicio de esta fase preparatoria rige el derecho apuntado por
el Convenio 87 precitado, en el sentido de poder constituir la organización
‘‘sin autorización previa’’.
Esta es una garantía que tienen por igual los trabajadores y los patrones al
constituir el sindicato, y hace referencia a que la constitución de la organiza-
ción se efectúe sin que medie autorización previa del Estado. El principio de
libertad sindical se podría lesionar, si las gestiones propias de esta primera
etapa estuvieran condicionadas a una autorización de las autoridades públicas.
En opinión del Comité de Libertad Sindical (OIT), esto no quiere decir que
CONSTITUCIÓN, PERSONIFICACIÓN Y REPRESENTATIVIDAD 205
los fundadores de una organización estén exentos de cumplir con las forma-
lidades prescritas en la ley. ‘‘Sin embargo, en la práctica, tales formalidades
no deben surtir efectos análogos a los de una autorización previa, ni deben
crear un obstáculo que de hecho equivalga a una prohibición’’ (Manual de
educación obrera sobre libertad sindical, OIT). Las normativas de una ley o
reglamento no deben, tampoco, interpretarse ni aplicarse de modo que demo-
ren o impidan la creación del sindicato.
A. El acuerdo constitutivo
B. Requisitos necesarios
3. Estatutos
1. Representación y representatividad
el criterio que debe ser aplicado. Cuáles sean esos otros elementos, lo podre-
mos deducir con base en las regulaciones hechas en algunos países que, a su
vez, sirven para la determinación del sindicato más representativo para otros
propósitos. Así, se toman en consideración el monto de las cotizaciones, la
antigüedad de la organización, las luchas que haya dado en representación de
sus afiliados, los resultados de las elecciones sindicales a nivel nacional, el
establecer una representación proporcional a la fuerza que demuestren las di-
ferentes centrales sindicales nacionales, la determinación para la negociación
concreta de cuál es el sindicato que obtienen mayor apoyo, el mayor número
promedio de afiliados cotizantes sobre la cantidad promedio de trabajadores
que intente representar, o los resultados de elecciones de delegados en los
consejos de salarios o cajas de compensación de asignaciones familiares u
otros organismos de integración análoga o la antigüedad o continuidad e in-
dependencia de la organización.
Se han utilizado para la determinación de los delegados no gubernamenta-
les, en el ámbito de la OIT, otros criterios, en tanto cuenten con el consenti-
miento de las organizaciones interesadas, lo que garantizaría que no se pre-
sentarían reclamos. Entre éstos estaría el de la organización mayoritaria, o
también el de la rotación en la integración de esas delegaciones entre las
diferentes centrales sindicales de un determinado país, de tal manera que un
año forma parte de una de ellas, el segundo otra, y así sucesivamente.
El criterio numérico es muy importante por su actualidad y objetividad,
aunque necesariamente su determinación tiene que estar claramente establecida
con base en procedimientos transparentes, precisos y rápidos, pues si no puede
ocurrir que sea la contraparte patronal, en el caso de negociaciones colectivas
respecto de las que varias organizaciones se proclamen como mayoritaria, la
que llegue a determinar la contraparte sindical con la que negociará, provo-
cando conflictos intersindicales de difícil solución y viciando la autenticidad
de la negociación. Seguramente la mejor instancia para ese propósito sea la
inspección general de trabajo, que en aquellos países en que es obligatorio
para los sindicatos informar periódicamente al ministerio del trabajo sobre el
número de sus afiliados, dispondrá ahí de una información actualizada que le
sirva de base en su determinación.
En cuanto a la participación en funciones públicas, pueden presentarse si-
tuaciones inconvenientes por falta de adecuada regulación, toda vez que si
bien puede reconocerse la presencia de representación sindical, por ejemplo,
en juntas o mesas directivas de organismos públicos, si no se establece un
mecanismo adecuado de selección, pueden resultar electos miembros de un sin-
dicato que no sea el más representativo, pero si más afín a la línea política
212 CARLOS CARRO ZÚÑIGA/BERNARDO VAN DER LAAT E.
IV. BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
II. CONCEPTO
III. CLASIFICACIÓN
Son colectivos los conflictos que afectan el interés sindical, gremial, de los
trabajadores. Ejemplos: la negativa patronal a celebrar un contrato de trabajo;
el cierre arbitrario de una empresa o negociación por parte del patrón.
Como los tres tipos de conflictos responden a criterios distintos, es claro
que pueden combinarse entre sí. Así tenemos que un despido injustificado es
al propio tiempo un conflicto individual, jurídico y entre un trabajador y un
patrón. La controversia nacida de la intención patronal de reducir las condi-
ciones de trabajo, es conjuntamente un conflicto colectivo, económico y obre-
ro-patronal.
9 Ross Gamez, Francisco, Derecho procesal del trabajo, México, Cárdenas Editor, 1986, pp. 673 y
674.
222 JOSÉ DÁVALOS MORALES
10 Carpizo, Jorge, ‘‘La naturaleza jurídica de las Juntas de Conciliación y Arbitraje en México’’, Es-
tudios constitucionales, México, UNAM, 1980, p. 235.
11 Fix Zamudio, Héctor, ‘‘La naturaleza de las Juntas de Conciliación y Arbitraje’’, Cuestiones labo-
rales, México, UNAM, 1988, pp. 292 y ss.
CONFLICTOS DE TRABAJO 223
V. UNA REFLEXIÓN
GREVE E LOCK-OUT*
I. GREVE
1. Generalidades
227
228 JOSÉ MARTINS CATHARINO
2. Evolução Espetacular
Pode ser resumida com esta frase de Evaristo de Moraes Filho: ‘‘Do delito
à liberdade e, finalmente, ao direito’’. Mais, o direito constitucional, funda-
mental. Evolução, contudo, desigual, no tempo e no espaço, mas estando, cada
vez mais, no último estágio.
(No Brasil, evolução confirmada. Carta corporativista fascista de 1937: gre-
ve e lock-out ‘‘recursos anti-sociais’’, condenados na legislação do trabalho e
na penal; ratificação da ‘‘Ata de Chapultepec; Decreto-lei 9.070/46 a 1a lei
de greve, e, no mesmo ano, Constituição reconhecendo ‘‘o direito de greve,
cujo exercício a lei regulará’’; retrocesso durante o Governo autoritário, a
partir de 1964; Const. de 1988, assegurando o direito de modo amplo, e Lei
7.783 regulamentado-o).
Quando a greve deixou de ser considerada fenômeno de patologia jurídica,
passando à categoria de direito, a lei restringiu seu exercício, em função dos
interesses da comunidade, freiando o ‘‘individualismo de grupo’’, chamado
‘‘superindividualismo’’ (Roscoe Pound).
O direito de greve é sintoma de socialidade, e não de socialização. (Sobre
a diferença, do autor: Concepto de salario social, em ‘‘El Salario’’, 1987, 2
ts., em homenagem a Américo Plá Rodríguez).
Pode-se afirmar a ‘‘universalização’’, a uniformização, dos seguintes prin-
cípios legalmente acolhidos:
GREVE E LOCK-OUT 229
3. Juridicidade
Após afirmar que ‘‘direito de greve e direito de guerra têm o valor’’, afirma
ser este negação, ‘‘e como o direito subjetivo não pode existir se não como
reflexo do direito objetivo, a fórmula do direito de guerra, ou do direito de
greve contém uma contraditio in adjecto...’’.
Conclusão final: a greve como a guerra não é um ato jurídico, e sim anti-
jurídico. (Dioguardi, Le Droit de Grève..., 1961, citou outros trabalhos de
Carnelutti sobre o tema).
A favor da mesma equiparação: Hauriou ‘‘petite guerre civile’’, Ripert, Ga-
llart Folch, Unsain, Couture, Charles Gide e os brasileiros Pires do Rio e
Brandão Cavalcante ed-cétera
A equiparação é fascinante, valendo lembrar o si vis pacem para beldum.
Perquerir se a greve conduz à ‘‘paz social’’, através convenção sindical nor-
mativa, mais do que a guerra concorre para a paz internacional, mediante
tratado.
(Ver de Kelsen, El contrato y el tratado, analizados desde el punto de vista
de la teoría pura del derecho, 1943, trad. García Máynez).
Mantendo fidelidade às regras, apenas algo do que está no ‘‘Tratado Ele-
mentar de Direito Sindical’’.
O que o direito condena, por lhe ser contrário, serve de auto-afirmação. É,
também, jurídico, em pleno sentido. O ‘‘antijurídico’’ não implica negação do
jurídico. Resulta de reação jurídica ao que afeta a própria juridicidade.
Tome-se um exemplo extremo: o delito resulta de ato ‘‘antijurídico’’, se
considerado isoladamente ----ato de radical liberdade individual, mas jurídico
em última análise, tanto que, reconhecido pelo direito, por este é condenado,
como maneira de auto-afirmar-se...
Apenas o ‘‘antijurídico’’ não é tão jurídico quanto o que somente juridica-
mente existe ‘‘ficção legal’’, em contraste com a realidade fatual, nem quanto
a esta jurisdicizada.
Em termos de direito objetivo positivo, segundo Carnelutti, se o de grevé
é reconhecido, existe, como reflexo, o subjetivo correspondente.
No fundo, a negação da juridicidade da greve tem causa axiológica. Sendo
a axiologia teoria dos valores, dedicada à formação de juízos de valor, por
oposição aos de existência, correspondente, em filosofia jurídica, à teoria ou
idéia de justiça, valorativa, pode-se armar o seguinte reciocínio: como a guerra
e a greve não deveriam nem deverão existir, inconcebível concebê-las como
resultado do exercício de direito, não do que existe mas do que deveria existir.
Algo de esquizofrênico idealizante, de perda de contato com a realidade...
Impossibilidade absoluta é negar-se ser a greve um fato jurídico. Um fato
desconhecido juridicamente, ou conhecido, mas juridicamente improdutivo.
GREVE E LOCK-OUT 231
4. E a legítima defesa
Embora não seja coletiva, é com que mais a greve se parece, bem como o
correspondente direito, apesar do duelo resultar de honrosa defesa.
232 JOSÉ MARTINS CATHARINO
6. Etimologia. Definição
A) Greve é o nome mais usado, tendo raíz histórica. Vem de grève, praia,
areal, sendo griève, agravo, gravâme. Segundo Paulo Garcia (Direito de Greve,
1961), a origem da palavra ocorreu devido ao fato dos operários reunirem-se
na Place de l‘Hôtel de Ville, sujeita a enchentes do Sena. Quando as suas
águas baixavam, ficava ‘‘entulhada de seixos, pedregulhos e cascalhos’’, de-
signados ‘‘no baixo francês’’ por gravé. Daí, Place de la Gravé e Place de la
Grève, onde os operários reuniam-se quando suspendiam o trabahlho.
Em português, como em muitos outros idiomas, greve, sem variação.
Huelga
Explica Ermida Uriarte, Apuntes sobre la Huelga: a expressão castelana
‘‘huelga’’, derivada de ‘‘holgar’’, significa simplesmente ‘‘descansar, tomar
aliento’’, ‘‘estar ocioso, no trabajar’’, ed-cétera, ‘‘pelo que não possui relação
direta e excludente com o sentido laboral do termo’’. Daí, ‘‘gramaticalmente,
‘‘huelga’’ tanto é parada coletiva no trabalho de pessoas empregadas no mesmo
ofício, imposta por elas mesmas, para lograr algum fim social, econômico ou
subversivo’’, como ‘‘espaço do tempo emque alguém está sem trabalhar’’,
GREVE E LOCK-OUT 235
ou, ainda, ‘‘recreio, diversão’’. (A rigor, greve, por certo tempo, em determi-
nado espaço...).
Strike, Streik, sciopero
Strike, verbo transitivo, e substantivo, quer dizer bater, em ou contra. Streik
(Streit, litígio, pleito, conflito), entra na composição de vários vocábulos ale-
mães, como Streik-recht, direito de greve, subjetivo ou objetivo, inconfundível
com Tatsache mit Rechtsfolgen, fato com consequência jurídicas, e com Streik
befugnis, usado por Pottof, significando liberdade de fazer greve. (Seg. Paul
Durand).
É o que colhemos nos Dicionários Jurídicos de Quintana e Heilpern, 1951;
Doucet, 1966; Comte, 1964-66; Pozas e Merlin, 1968; Matteucci, 1963, Quem-
mer e Neumann, 1960; Quemmer, 1964; Aglion, 1974; Radin, 1970; Jowitt e
Walsh, 1954.
B) Como registrado no Tratado citado ni início, não são numerosas as
definições doutrinárias da greve, onde (2.3.2) estão algumas selecionadas, de
Bouloc, Sinay, Gubbels, Nipperdey, Mazzoni, Tissembaum, Lestani, Segadas
Viana, Russomano, Leonelli e Vieira, brasileiros os quatro últimos.
Após a 2ª ed. do mesmo Tratado, em 1982, a bibliografia iberoamericana
específica foi enriquecida com as obras de Ermida Uriarte, com a excelente
monografia ‘‘Direito de Greve’’, de Gama Lobo Xavier, de quem também é
uma separata sobre ‘‘A Licitude dos Objetivos da Greve’’.
Gama Lobo Xavier define -a: ‘‘a abstenção da prestação de trabalho, por
um grupo de trabalhadores, como instrumento de pressão para realizar obje-
tivos comuns’’. Em nota, ‘‘Corresponde, com formulação mais concentrada,
à noção proposta por Monteiro Fernandes (Noções, II, 204)’’, por si transcrita.
Ermida Uriarte, após enumerar os caracteres básicos da greve, deles par-
tindo admite ser possível intentar uma definição do fenômeno, embora decla-
rando que alguns a consideram desnecessária e até inconveniente. (Sobre a
definição, há valiosa tese do brasileiro Pe. Francisco Pinheiro Lima Júnior,
com o sugestivo título ‘‘Caça à Definição’’, 1961, de concurso para livre do-
cência de cadeira de Filosofia).
Uriarte, antes de proporcionar duas definições, advertiu que iria manejá-las
‘‘com pinças’’, e que ‘‘a de greve sempre pode deixar resquícios, pontos não
esclarecidos, ou alguma dúvida. Ou seja que será uma definição tentativa.
A primeira, de Couture e Plá (1951): ‘‘omissão coletiva e transitória do
trabalho, com finalidade de reclamação ou protesto’’. Seguida da observação
de ter Plá retificado ‘‘sua oponião original de que só a greve típica era greve’’,
acrescentando à omissão, ‘‘redução ou alteração’’.
236 JOSÉ MARTINS CATHARINO
7. Direito de greve
A. Afirmação
Legislativa, jurisprudencial e doutrinariamente, é esmagador o entendimien-
to de tratar-se de direito. (Direito de Greve é o título de numerosas mono-
grafias, inclusive coletivas [por exemplo, Atti della Scuola di Perfezionamiento
in Discipline del Lavoro della Università di Padova, Rilevanza dell‘Interesse
Publico nel Diritto del Lavoro, con particolare riaguardo al Diritto de Scio-
pero, 1968; L‘Esecicio del Diritto de Sciopero, Seminario..., Universitá di
Firenze, Instituto di Diritto del Lavoro, 1968], como as de Ruini, Simi, Zan-
gari, Hulster, López-Monís, Leonelli, Garcia, Chavez, Menossi).
Não basta dizer-se, incorrendo em truísmo ou petição de princípio, que se
trata de direito, por estar legalmente consagrado. Seria confundir a Ciência
do Direito com a Lei, ambas com o mesmo conteúdo, quantitativa e qualita-
tivamente falando, e desprezar de modo absoluto a sempre papitante e pro-
pulsora idéia de Justiça menos imperfeita.
a. Taxinomia. Qualificação
Direito, sim, mas de qual espécie?
Para efeito operacional classificatório, toma-se, como ponto de partida, a
tradicional divisão dos direitos em duas categorias: subjetivo e objetivo. Di-
visão esa tão relativa e imprecisa quanto a em privado e público.
Em verdade, não há direito puramente subjetivo, nem puramente objetivo,
e sim subjetivo-objetivo, ou ‘‘situação subjetiva’’. Nem exclusivamente priva-
do, nem integralmente público, e sim misto.
Assim sendo, pode-se falar em duas categorias do direito de greve: a pre-
ponderantemente subjetiva e a proeminentemente objetiva.
A 1ª compreendendo: direito natural, ‘‘direito absoluto da pessoa’’, ‘‘direito
isonômico’’, direito de não trabalhar, e direito potestativo.
A 2ª, direito objetivo, lato senso.
Dizer-se que greve resulta de direito objetivo, porque consagrado pelo di-
reito do trabalho positivo, formal e heterônomo, ou material e autônomo, é
um nada científico, que determinaria ponto final neste estudo, como se as
normas jurídicas constituissem o inteiro conteúdo do Direito.
1. Direito natural
Surgiu como reação às chamadas escolas pagãs, sendo construção teológica
e filosófica católica. Direito comum a todos os seres humanos, independente
do tempo e do espaço. Nato do Criador e a ele inato, ao contrário do positivo,
GREVE E LOCK-OUT 241
II. LOCK-OUT
8. Nomenclatura
9. Elementos ontológicos
11. Definições
...a atitude do patrão que, ante uma greve, ou devido a uma situação de confronto
com os trabalhadores, por atitude sindical (gremial) patronal, fecha a empresa,
não dá trabalho, suspende-o.
Segundo, porque as forças do capital não precisam ----pelo menos não tanto
quanto as do tabalho---- do lock-out como os trabalhadores da greve.
Na grande maioria das situações conflituosas, os capitalistas, detentores dos
meios de produção, bastam-se a si próprios, o que se reflete no parassin-
dicalismo.
ción, en los términos a que se refiere el párrafo segundo del artículo 33 de esta
Ley, para cuyo efecto se identificarán a satisfacción de aquélla.
En los convenios en que se dé por terminada la relación de trabajo, deberá
desglosarse la cantidad que se le entregue al trabajador por concepto de parti-
cipación de utilidades. En caso de que la Comisión Mixta aún no haya deter-
minado la participación individual de los trabajadores, se dejarán a salvo sus
derechos, hasta en tanto se formule el proyecto del reparto individual.
Los trabajadores mayores de 14 años, pero menores de 16, que no hayan
terminado su educación obligatoria, podrán ocurrir ante la Junta de Conciliación
y Arbitraje competente solicitando autorización para trabajar, y acompañarán
los documentos que estimen convenientes, para establecer la compatibilidad en-
tre los estudios y el trabajo.
La Junta de Conciliación y Arbitraje, inmediatamente de recibida la solicitud,
acordará lo conducente.
Los trabajadores podrán solicitar, por conducto de la Junta de Conciliación
y Arbitraje correspondiente, que el patrón les expida constancia escrita que con-
tenga el número de días trabajados y el salario percibido, en los términos seña-
lados por el artículo 132 fracción VII de esta Ley.
El trabajador o sus beneficiarios que deban recibir alguna cantidad de dinero
en virtud de convenio o liquidación, podrán concurrir personalmente a la Junta
correspondiente.
Ante la real o aparente insolvencia del patrón éste les ofrece ‘‘magnánima-
mente’’ entre un 50 por ciento y un 60 por ciento de las prestaciones a que
tienen derecho como ‘‘pago inmediato’’, o su defecto los ‘‘invitan’’ a que
continúen con el costoso y empalagoso proceso laboral que difícilmente se
resolverá cuando menos en un par de años.
También se han presentado muchos casos en que los patrones ofrecen como
pago de las liquidaciones de sus trabajadores la propia empresa, desmantelada
y en ruinas, para que la trabajen y traten de sacarla adelante, lo cual desde
luego resulta imposible.
Ante tan injusta situación vuelven a tener aplicación y a cobrar vigencia
los antiguos aforismos legales de que ‘‘ante la insolvencia nada se puede ha-
cer’’ o de que ‘‘más vale una mala transacción que un buen pleito’’.
Para nosotros ésta es la triste realidad que están viviendo muchas empresas
de Iberoamérica que actualmente están pagando su ‘‘pecado’’ por no haber
capacitado y/o adiestrado a sus trabajadores o por no haber reinvertido opor-
tunamente sus ganancias en mejoras de la propia empresa.
Podríamos explayarnos bastante más sobre este tema y tan pesimista cuadro,
pero ello resultaría inocuo después de lo que ya se ha manifestado.
Por lo anterior, y muy a nuestro pesar, llegamos a la nefasta conclusión de
que, en nuestra práctica iberoamericana, los llamados ‘‘procedimientos no ju-
risdiccionales de solución de los conflictos laborales’’ generalmente atentan
contra los derechos adquiridos de la clase obrera, la cual no tiene más remedio
que aceptar las limosnas patronales que se les ofrecen, no por lástima sino
por verdadera insolvencia o falta de liquidez, a cambio de dar por terminadas
‘‘amigablemente’’ las relaciones laborales que los unen con sus empleadores.
CAPÍTULO 15
PARTICIPACIÓN Y REPRESENTACIÓN
DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA
pp. 614-615). Todo ello, además, con el referente de mejorar las condiciones
de la empresa para competir y mejorar la calidad de los productos y así afron-
tar los nuevos desafíos de una economía mundial caracterizada por la aparición
de mercados más abiertos y especializados.
carlas con la consulta entre los empresarios y los trabajadores o sus repre-
sentantes.
ción ----se ha dicho---- contribuyó por lo que no es fácil evaluar con ecuani-
midad sus resultados’’ (E. Morgado, 1991; 65).
Además de la experiencia autogestionaria argentina y de cogestión chilena,
una formula de participación de signo diferente fue la ensayada en Perú, entre
1970 y 1977. Consistió en la integración de los representantes del personal
en el órgano de dirección de la empresa, lo que supuso el más completo y
audaz, a la vez que fallido, ensayo de participación global (M. Pasco Cosmó-
polis, 1995; p. 310); en otros términos, la participación dejó de tener un ca-
rácter retórico o circunstancial para convertirse durante una década en el eje
mismo de la vida socioeconómica del país (E. Córdova, 1981; p. 106). Fue
en la empresa privada de mediana o gran dimensión ----primero, en la industria
y después en la minería, la pesca y el sector de telecomunicaciones---- donde
se instituyeron las comunidades laborales. De conformidad con el artículo 23
del decreto-ley 18.350, la comunidad industrial era una persona jurídica que,
por mandato de la ley, debía constituirse en las empresas industriales para
representar a la colectividad de los trabajadores ocupados en ellas a tiempo
completo. En su diseño original, las comunidades comprendían las tres formas
de participación ----en las utilidades, en el capital y en la gestión----, pues su
finalidad era el fortalecimiento de la empresa mediante la acción unitaria de
los trabajadores en la gestión, en el proceso productivo, en la propiedad em-
presarial, y el estímulo de formas de interrelación entre el capital y el trabajo.
La participación en las utilidades se instrumentaba por una doble vía: una
directiva, consistente en un reparto proporcional de una parte de los beneficios
entre los trabajadores, y otra indirecta o patrimonial, así denominada porque
se detraía una porción de las utilidades ----un diez por ciento, por ejemplo, en la
industria---- para ser reinvertida en la propia empresa, convirtiéndola en ‘‘ac-
ciones laborales’’ a repartir entre los trabajadores estables. Las acciones, par-
ticipaciones o títulos de empresa formaban parte de los bienes de la comunidad
laboral, siendo ésta la verdadera propietaria y la que, consecuentemente, trans-
mitía las participaciones a los obreros; por esta razón, dichas acciones, parti-
cipaciones o títulos no podían ser transmitidos ni servir de garantía, salvo
excepcionalmente. Cuando un trabajador dejaba de estar ocupado en la em-
presa debía vender las acciones a la propia comunidad, que quedaba obligada
a comprarlas. Sólo cuando la comunidad llegaba a cubrir con sus títulos el
cincuenta por ciento del capital social de la empresa, el trabajador se convertía
en propietario de los títulos que había emitido la comunidad. Una vez conse-
guido el fin propuesto, la comunidad laboral no desaparecería, puesto que
incluso podía hacer inversiones en nuevas empresas (H. H. Barbagelata, 1985;
p. 312).
280 JUAN RIVERO LAMAS
A. Latinoamérica
a) Argentina
La Constitución argentina (1853, a partir de la enmienda de 1957 y de la
revisión de 1994) encomienda al legislador asegurar ‘‘la participación en las
ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la
dirección’’ (artículo 14 bis). Se trata de un precepto que ha provocado debates
282 JUAN RIVERO LAMAS
c) México
El artículo 123, numeral IX, letra f, de la Constitución de 1917, establece
que los trabajadores tendrán derecho a una participación en las utilidades de
las empresas, y explicita también que tal derecho ‘‘no implica la facultad
de intervenir en la dirección o administración de las empresas’’. No constituye,
pues, la participación en los beneficios un medio de participación en la gestión
de la empresa, aunque sea un medio de favorecer la cooperación en las rela-
ciones obrero-patronales, e implica al trabajador en la prosperidad de la em-
presa, cuyo desarrollo también reportará mayores beneficios para él, al tiempo
que lo estimula a mejorar la calidad del producto y a disminuir los costes ( B.
Cavazos Flores, 1993; p. 180). Para fijar la participación de cada trabajador
en los futuros beneficios económicos, una comisión integrada por igual número
de representantes de los trabajadores y del empresario (artículo 125, Ley Fe-
deral del Trabajo) formula un proyecto sobre la participación individual del
trabajador y lo expone en un lugar visible del centro de trabajo; en el supuesto
de no llegar a un acuerdo entre los representantes de unos y otros, decide el
inspector de trabajo. Tras la publicación del proyecto, los trabajadores dispo-
nen de 15 días para presentar alegaciones, debiendo ser resueltas éstas por la
comisión dentro de otro plazo igual.
Otro órgano en que participan por los trabajadores es la llamada comisión
mixta de capacitación y adiestramiento (artículo 153 Ley Federal de Trabajo),
de obligado establecimiento en todas las empresas. La composición de dichas
comisiones oscila según una escala que atiende a la plantilla de personal: en
las empresas de menos de 20 trabajadores, la comisión está integrada por dos
representantes de la empresa y dos de los trabajadores, y si tuviera más de
100 trabajadores, serán cinco los miembros de cada representación. Función
de la comisión es velar por el cumplimiento del plan de capacitación implan-
tado por el convenio colectivo para mejorar las condiciones profesionales de
los trabajadores.
Finalmente, en aplicación de la Ley Federal del Trabajo es también obli-
gatorio un comité mixto de higiene y seguridad por cada empresa o estable-
cimiento (artículo 509), al cual se encomienda investigar los accidentes y las
enfermedades laborales, proponer medidas preventivas y asegurar que éstas
se cumplan.
En general, las comisiones mixtas desempeñan también una función con-
ciliatoria, y evitan que los conflictos trasciendan a los tribunales, hasta el
punto de conferir el legislador (artículo 392, Ley Federal del Trabajo) un
especial relieve a estos ‘‘medios pacíficos de la acción sindical’’, por cuanto
PARTICIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA 285
determina que las resoluciones por aquéllas dictadas se ejecutarán por las
Juntas de Conciliación y Arbitraje, en los casos en que las partes las declaren
obligatorias, declaración que se puede hacer con carácter general en el mo-
mento de constituirse la comisión y también ante una resolución particular (N.
de Buen, 1992; p. 679).
d) Uruguay
La Constitución de este Estado ha previsto una participación de los traba-
jadores en los entes estatales; pero la legislación que debía desarrollar esta
previsión constitucional no se ha elaborado hasta el momento, aunque hayan
existido proyectos legislativos a tal fin. Del mandato constitucional se infiere
la posible autorización por la ley de una participación de los trabajadores del
Estado, a través de comisiones representativas del personal, en los entes au-
tónomos (artículo 65), posibilidad tampoco convertida en regulación positiva
aplicable.
No obstante, algunas leyes sí han previsto establecer, en distinto ámbito,
diversos organismos paritarios: así, en primer lugar, se constituyen consejos
paritarios en las empresas concesionarias de servicios públicos, con facultad
de participar en la imposición de sanciones disciplinarias y en materia de
higiene y seguridad industrial (artículo 3, ley 10.913 de 1947); igualmente,
se prevé que los convenios colectivos establezcan comisiones paritarias con
el fin de regular el calendario de las vacaciones anuales en los establecimientos
con más de 15 trabajadores (artículo 6, ley 12.590 de 1958). A pesar de tal
previsión, estas comisiones no han funcionado, porque ‘‘ni las partes las in-
cluyen en los convenios colectivos ni el Ministerio de Trabajo controla que
se haya cumplido con esta exigencia legal, que ha caído en desuso’’ (A. Plá
Rodríguez, 1988; p. 102). Las razones de esta ausencia de instituciones de
microparticipación hay que situarlas, tanto en la actitud del movimiento sin-
dical, contrario tradicionalmente a este tipo de participación ----aunque su pos-
tura de rechazo está siendo matizada----, como en el rechazo de los emplea-
dores, excepto en las grandes empresas, si bien éstas prefieren la participación
directa a través de círculo de calidad y otras modalidades de la misma especie.
e) Venezuela
La Ley Orgánica del Trabajo de Venezuela, de 20 de diciembre de 1990,
establece en los órganos rectores y consejos de administración de los institutos
autónomos, organismos de desarrollo económico o social del sector público,
y para las empresas en que el Estado u otra persona de derecho público tengan
una participación mayoritaria del capital social, que han de existir ‘‘por lo
286 JUAN RIVERO LAMAS
menos dos directores laborales’’ (artículo 610), uno nombrado por la confe-
deración sindical que represente al mayor número de Trabajadores a escala
nacional, y otro elegido por los trabajadores, mediante votación directa y se-
creta. Las garantías, derechos y obligaciones de los directores laborales son
idénticas a las de los demás integrantes de la junta directiva, y cualquier
resolución o acuerdo que se tome sin la convocatoria de los directores la-
borales puede se anulada.
De otra parte, las empresas del sector privado que introduzcan en su fun-
cionamiento medidas de participación laboral similares a las recogidas para
los organismos del sector público, ‘‘gozarán de protección especial’’ (artículo
623). Para ello, se autoriza al Ejecutivo para dictar normas reglamentarias que
regulen la participación laboral.
También prevé la ley (artículo 620), que en las empresas del Estado y en
las empresas mixtas en las que el sector público sea titular de más del cin-
cuenta por ciento del capital, puedan pactar con las organizaciones sindicales
una mayor participación de los trabajadores en materia de salud laboral y en
aspectos sociales que tengan relación directa con el desarrollo, la promoción
y la mejora de las condiciones laborales o asistenciales de los trabajadores.
f) Actuaciones recientes
A continuación se reseñan otras experiencias de participación de los traba-
jadores en la empresa en diferentes países del área latinoamericana muy re-
cientes que parecen relevantes y dignas de mención, aunque esta referencia
deba ser sintética.
Así, en el caso de Paraguay establece la Constitución de 1992 una prefe-
rencia a favor de los trabajadores en la compra de acciones de empresas pri-
vatizadas (artículo 111), y remite a la ley el mandato de regular ‘‘la forma en
que se establecerá dicha opción’’. La situación político-social reinante hasta
1991 impidió la implantación de formas de participación interna en la estruc-
tura del capital de los trabajadores en la empresa, siendo la previsión consti-
tucional de participación en el capital de las empresas públicas privatizadas
la primera actuación en ese sentido.
En Chile, a los comités de participación en la llamada área social promo-
vidos por el gobierno de Allende siguió la adopción del Estatuto Social de la
Empresa (D. L. 1006, de 1975) durante el régimen militar, con un régimen
de participación corporativa, pero tal Estatuto no entró en vigor. Actualmente,
el Código de Trabajo prohíbe introducir acuerdos vía negociación colectiva
sobre cuestiones que mermen las facultades de dirección del empresario, aun-
que este último sí viene obligado a suministrar informaciones a los dirigentes
PARTICIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA 287
B. España y Portugal
La Constitución española de 27 de diciembre de 1978 no menciona la par-
ticipación de los trabajadores en la empresa entre los derechos reconocidos
con rango constitucional, pero se refiere a la participación en su artículo 129.2
(título III, Economía y Hacienda), y prevé que ‘‘los poderes públicos promo-
verán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fo-
mentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas’’.
La expresión utilizada por el constituyente puede abarcar la existencia de es-
tructuras participativas en la gestión, en la propiedad y en los beneficios de
la empresa. En cuanto norma dirigida a todos los poderes públicos, pero en
particular al Poder Legislativo estatal ----al ser la legislación laboral de exclu-
siva competencia del Estado y tener las comunidades autónomas sólo enco-
mendada su ejecución---- el artículo 129-2 de la Constitución es perceptivo y
vinculante, por lo que en desarrollo de la Constitución se impone la promul-
gación de disposiciones legales que permitan alcanzar los objetivos persegui-
dos. Sin embargo, la norma constitucional no dota de un contenido mínimo
a estas formas de participación, circunstancia que permite optar entre varios
modelos, aunque con el límite de un grado de cogestión que niegue la libertad
de empresa en el marco de la economía de mercado, libertad que sí es un
derecho reconocido constitucionalmente (artículo 39). Finalmente, y para con-
cluir la referencia al contenido íntegro del precepto constitucional citado, se
ha de añadir que expresamente también se refiere éste, en un segundo punto,
a que los poderes públicos establecerán ‘‘los medios que faciliten el acceso
de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción’’. De acuerdo
con este mandato se configuró la institución de la ‘‘sociedad anónima laboral’’,
caracterizada porque en ella al menos el 51 por ciento del capital social ha
de pertenecer a los trabajadores que presten sus servicios en la empresa, siem-
PARTICIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA 289
pre que su relación laboral lo sea por tiempo indefinido y a jornada completa
(artículo 1, ley 15/1986, de 25 de abril, de Sociedades Anónimas Laborales).
Esta posibilidad se inscribe no directamente en la participación de los traba-
jadores en la gestión de la empresa, sino en el acceso de los trabajadores a
la propiedad de la empresa, posición que lógicamente conlleva implícita las
facultades de administración y gestión.
En el plano de la legislación ordinaria, de conformidad con lo dispuesto
en los artículos 4-1 g; y 61 del texto refundido de la Ley del Estatuto de los
Trabajadores (real decreto legislativo 1/1995, de 24 de marzo), no alterado en
este extremo el texto legal originario de 1980, y sin perjuicio de otras formas
de participación que se puedan concretar por otras vías, los trabajadores tienen
derecho a participar en la empresa a través de los órganos de representación
unitaria, que son los delegados de personal y los comités de empresa. A nivel
de empresa, dichos órganos de representación unitaria conviven con la repre-
sentación sindical que pudiera existir en la misma a tenor de la ley 11/1985,
Orgánica de Libertad Sindical (artículos 8 y 10), sin que ambos modelos se
excluyan. Estamos en presencia, por tanto, de lo que se ha llamado un ‘‘doble
canal de representación’’, puesto que junto a los delegados de personal y co-
mités de empresa ----canal unitario----, la legislación vigente permite la presen-
cia de secciones y delegados sindicales.
La representación unitaria está conformada por los delegados de personal
y por los comités de empresa. Los primeros, son titulares de la representación
mancomunada de los intereses de los trabajadores en empresas con más de
diez y menos de cincuenta trabajadores, y su número depende del conjunto
de trabajadores que prestan servicios en la empresa o centro de trabajo: hasta
treinta corresponde un delegado, y entre treinta y cincuenta tres delegados.
Los segundos, tienen encomendada la representación y defensa de los traba-
jadores en empresas de más de cincuenta trabajadores, siendo su composición
variable según el número de miembros de la plantilla. Las competencias que
la ley otorga a los delegados de personal son las mismas que las establecidas
para los miembros del comité de empresa, entre las cuales destacan, además
de la participación en la negociación colectiva a nivel de empresa, la re-
cepción de información sobre aspectos como la situación económica de la
empresa o la sucesión de empresa por acto inter vivos; la emisión de informes
con carácter preceptivo cuando el empresario manifieste su intención de rees-
tructurar la plantilla mediante la extinción de contratos, reducciones de jornada
y traslados; el control de las condiciones de trabajo establecidos por las normas
legales y colectivas, etcétera, y más recientemente, como ya se ha señalado,
la participación en relación con la prevención de riesgos en el trabajo (artículo
290 JUAN RIVERO LAMAS
DÄUBLER, W., Das Arbeitsrecht, Hamburgo, Reinbeck beí, 1990; trad. espa-
ñola revisada por A. Ojeda Avilés con el título Derecho del trabajo, Madrid,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, por la que se cita.
D‘ANTONA, M., ‘‘Partecipazione dei lavorati alla gestione delle imprese’’ (Il
Diritto del Lavoro), Enciclopedia Giuridica, Roma, Instituto della Enciclo-
pedia Italiana, 1990, vol. XXII.
ERMIDA URIARTE, O., ‘‘Formas de acción gremial en la empresa’’, Derecho
Laboral, Montevideo, núm. 131, 1983, p. 597 y ss.
-------- y A. Ojeda Avilés (coords.): El derecho sindical en América Latina;
Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1995.
--------, Mercosur y derecho laboral, Montevideo, Fundación de Cultura Uni-
versitaria, 1996.
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PARTICIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA 295
Efrén CÓRDOVA
I. ELEMENTOS COMUNES
1 Berenstein, Alexandre, Etudes de droit social, Ginebra, Georg Librairie de l‘Université, 1979,
p. 119 .
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 299
2 Villa, Luis Enrique de la, et. al., Instituciones de derecho del trabajo, Madrid, Editorial Ceura,
1983, p. 9.
300 EFRÉN CÓRDOVA
Las dificultades que planteaba la aplicación del modelo civilista y las adap-
taciones que era preciso efectuar en el mismo, movieron a algunos estudiosos
a proponer otras explicaciones, ajenas al derecho común y dirigidas a pres-
cindir de la noción del contrato de trabajo. Apareció así la teoría de la relación
que asignaba al hecho objetivo de la prestación del trabajo, y no al acuerdo
de voluntades, la génesis del vínculo que iba a establecerse entre empleador
y empleado.
Se quería reaccionar contra el carácter individualista y patrimonial de un
contrato que remontaba su origen al esquema clásico del derecho romano; se
buscaba darle una naturaleza especial y distinta a la que era la institución
básica del nuevo derecho. Pero hubo también otras inspiraciones de más po-
lémico origen.
La tesis de la relación de trabajo nació en Alemania en el primer cuarto
del presente siglo, es decir no mucho después de la promulgación de las pri-
meras leyes sobre el contrato de trabajo. Los que primero la propusieron con-
cebían a la empresa como una institución o comunidad de trabajo en la que
sus integrantes guiaban sus interacciones por vínculos de protección y lealtad.
No se hacía hincapié en el aspecto obligacional de los contratos sino en la
existencia de una relación más bien institucional o societaria, de la que sur-
girían también nexos de solidaridad y colaboración.4 A estos postulados se
añadió, después, la constatación de que, sobre todo en las grandes empresas,
lo que se produce en la práctica es una incorporación del trabajador a la
empresa, una simple aceptación de una solicitud de trabajo que a veces se
origina, incluso, al margen del trabajador, en una petición sindical o en una
referencia del servicio de empleo. La ejecución posterior del trabajo se rige
por un entramado de normas provenientes de la ley o del convenio y pocas
veces de la previa discusión de un contrato. Esa ejecución del trabajo, y no
el presunto acuerdo de voluntades, es en todo caso la que es objeto de la
regulación y tutela del derecho del trabajo.
3 Macchiavello, Guido, Derecho del trabajo, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1986,
t. I, p. 131.
4 Véase Martín Valverde, Antonio, ‘‘Ideologías jurídicas y contrato de trabajo’’, El derecho del trabajo
en España, Madrid, Instituto de Estudios Sociales, 1981, pp. 127 y ss.
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 303
11 Bayón Chacón, G. y E. Pérez Botija, Manual de derecho del trabajo, 3a. ed., Madrid, Marcial
Pons-Libros Jurídicos, 1962, p. 262.
12 Cabanellas, Guillermo, Compendio de derecho del trabajo, Buenos Aires, Bibliográfica Omeba,
1968, p. 341.
13 Plá Rodríguez, A., Los principios del derecho del trabajo, Montevideo, Biblioteca del Derecho
Laboral, 1975, p. 250.
14 Buen, Néstor de, Derecho del trabajo, México, Porrúa, 1974, t. I, pp. 518 y ss.
15 Montoya Melgar, A., Derecho del trabajo, Madrid, Tecnos, 1981, p. 255; Castro, Federico de, El
negocio jurídico, Madrid, 1967, p. 49.
16 Alburquerque, Rafael, Estudios de derecho del trabajo, Santo Domingo, Taller, 1992, p. 250.
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 305
bajo, ‘‘es el convenio en virtud del cual una persona se obliga a prestar ser-
vicios a otro’’.
No hay duda, por otra parte, de que los relacionistas se excedieron en
subrayar los aspectos institucionales de la relación de trabajo. En lo que hace
a la aplicación en los contratos individuales de las cláusulas normativas de
los convenios colectivos, conviene tener presente que en casi ningún país éstos
cubren a más del 30 o 40 por ciento de la fuerza de trabajo. Queda, desde
luego, la urdimbre de las disposiciones legales en vigor en un momento de-
terminado, pero no son muchos los trabajadores que se conforman con la
aplicación a sus labores de los mínimos legales. En la medida en que ellos
aspiran a mejorar esos mínimos y se ven obligados, en ausencia de convenios,
a plantear tal aspiración al empleador, se está abriendo la posibilidad de una
discusión y un contrato. Como apunta Krotoschin, el estatuto de la empresa
no es solamente derecho objetivo; la voluntad de las partes no queda descar-
tada y es por el contrario determinante en muchos casos de la fijación de
condiciones especiales.17
Algo quedó, no obstante, de la teoría de la relación, no tanto de su formu-
lación original sino más bien del énfasis que ella puso en sobreponer la rea-
lidad a las cuestiones documentales o escriturarias. Hoy se tiende a aceptar
que hay una relación de trabajo que normalmente nace de una concordancia
de voluntades, pero que puede también, engendrarse de modo tácito (‘‘la eje-
cución prueba el contrato’’) y llega a adquirir una identidad propia en el pro-
ceso mismo de su vivencia. Se piensa, también, que el derecho del trabajo
dirige su protección más a la ejecución del contrato que al acuerdo de volun-
tades, pero se admite, con Guido Macchiavelo, que el contrato de trabajo actúa
como instancia de constitución del vínculo jurídico.18 Algunos autores brasi-
leños hacen una sutil distinción sobre la naturaleza de ese vínculo, diciendo
que sin contrato de trabajo no hay relación de empleo, pero sí puede haber
relación de trabajo.19 Otros aceptan la función creadora del contrato individual
de trabajo, pero advierten un declive en su función regulatoria. Y son muchos
los que piensan que la relación no es sustitutiva del contrato sino su conse-
cuencia ineludible. Son esfuerzos doctrinales que apuntan hacia una conver-
gencia o conjunción de las tesis contractualista y relacionista.
17 Krotoschin, Ernesto, Tratado práctico de derecho del trabajo, Buenos Aires, Ediciones Depalma,
1977, pp. 162 y 163.
18 Macchiavello, op. cit., p. 129.
19 Süssekind, Arnaldo, Delio Maranhâo y Vianna Segadas, Instituçôes de direito do trabalho, Río de
Janeiro, Libraria Freitas Bastos, 1974, t. I, p. 176.
306 EFRÉN CÓRDOVA
20 Véase el Convenio núm. 105 de 1957 sobre abolición del trabajo forzoso.
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 307
21 Thayer, William y Patricio Novoa, Manual de derecho del trabajo, 2a. ed., Santiago de Chile,
Editorial Jurídica, t. II, p. 38.
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 309
V. CUESTIONAMIENTO
23 Véase Córdova, Efrén, ‘‘Las relaciones de trabajo atípicas’’, Relaciones Laborales, Madrid, núm.
3, marzo de 1986.
24 Idem, núm. 5, mayo de 1988.
25 Wedderburn, The Worker and the Law, 3a. ed., Londres, Penguin Books, 1986, p. 132.
NATURALEZA Y ELEMENTOS DEL CONTRATO DE TRABAJO 313
26 Veneziani, B., ‘‘The New Labor Force’’, Comparative Labor Law and Industrial Relations in In-
dustrialized Market Economies, Deventer-Boston, Kluvers, 1993, pp. 203 y ss.
27 Javillier, J. C., Derecho del trabajo, Madrid, Instituto de Estudios Laborales y de la Seguridad
Social, 1982, pp. 58 y 72.
28 De Buen, op. cit., p. 522.
29 Véase Potobsky, G. von, ‘‘Pequeñas y medianas empresas y derecho del trabajo’’, Revista Interna-
cional del Trabajo, Ginebra, vol. 119, núm. 1, 1993.
314 EFRÉN CÓRDOVA
315
316 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
los efectos fundamentales del derecho del trabajo principian únicamente a pro-
ducirse a partir del instante en que el trabajador inicia la prestación del servicio,
de manera que los efectos jurídicos que derivan del derecho del trabajo se
producen, no por el simple acuerdo de voluntades entre el trabajador y el pa-
trono, sino cuando el obrero cumple, efectivamente, su obligación de prestar el
servicio.
No nos satisfacen, en rigor, ni las tesis contractualista ni las que, con cierta
licencia, se denominan anticontractualistas. Las primeras porque ignoran que
por regla general, con muy escasas excepciones, el trabajador acude a la for-
mación de la relación de trabajo en estado de necesidad y esa es condición
que suele invalidar la voluntad contractual de acuerdo al viejo concepto de la
lesión. Las segundas, porque con ser cierto que los efectos de la relación de
trabajo se dan por la prestación material del servicio, no dan explicación al-
guna de cuál es la naturaleza jurídica del acto creador de dicha relación. Daría
la impresión que se trata de un efecto sin causa, lo que, evidentemente, no es
posible que ocurra. El supuesto contrato no es más que un acto jurídico ne-
cesario. Pero es tema que por su extensión resulta inconveniente tratar aquí.
Venezuela (Ley Orgánica de Trabajo, artículo 65); Chile (Ley 18,620 Nuevo
Código del Trabajo, artículo 8°); Argentina (Ley de Contrato de Trabajo,
artículo 23) y República Dominicana (Código de Trabajo de 1992, artículo
15), entre otras.
La presunción, que está en la base de la concepción tutelar del derecho
laboral tiene, sobre todo, un valor procesal, ya que bastará que una persona
acredite prestar servicios a otra (física, jurídica o moral o, inclusive, a un
patrimonio afecto a un fin) para que se entienda, salvo prueba en contrario,
que se trata de una relación de trabajo.
En la etapa actual de evolución de las instituciones esa presunción empieza
a tener problemas como consecuencia del reconocimiento de un valor superior a
las formas externas de los contratos civiles sobre la realidad, por más que
ésta pudiera identificar un vínculo laboral.
Entre las disposiciones laborales más recientes, respecto de la primera fór-
mula, cabe destacar las introducidas en el código sustantivo de trabajo de
Colombia (Ley 50 de 1990), cuyo artículo 24° rinde homenaje a la forma
haciéndola predominar sobre la sustancia:
Hoy se adoptan formas diferentes para esa etapa preliminar, como vamos
a ver enseguida. En general, responden a una pretensión sustancialmente justa:
el empleador no quiere comprometer obligaciones laborales con alguien que
no demuestra, o no demuestra por un tiempo razonable, no sólo la aptitud
sino el carácter adecuado para integrarse a un centro de trabajo. Porque no
bastan los conocimientos técnicos que, en última instancia, son aprendibles,
sino que hay algo más: esa relación de confianza indispensable entre patrón
y trabajador que hace suponer que las cosas van a funcionar adecuadamen-
te y que, por regla general, requiere de un cierto tiempo de experimentación.
No obstante, el abuso ejercido por muchos empleadores que inventaban
contratos de aprendizaje, al menos en México, para evitar compromisos de
estabilidad, ha provocado en algunas ocasiones que se cancelen esos contratos,
generando con ello lagunas de muy difícil integración.
Es oportuno pasar revista a lo que hemos denominado ‘‘contratos de ini-
ciación’’ para advertir sus diferentes posibilidades.
1. Aprendizaje
Una vieja tradición que se remonta a tiempo sin fecha es la del aprendizaje.
Francisco Javier Prado de los Reyes, en una muy interesante monografía sobre
el tema dice, precisamente, que ‘‘el aprendizaje, siendo una modalidad de la
enseñanza cualificada por su objeto, es una institución de siempre: tan antigua
como el mismo trabajo, o el hombre sobre la Tierra’’.5
No es, sin embargo, el aprendizaje, una institución en auge, al menos en
su desarrollo actual en aquéllos países que aún lo conservan y no lo han
sustituido por mecanismos de formación profesional, que autorizan, como es
el caso de México, la capacitación de simples aspirantes a trabajadores. Así,
en el artículo 153-M, segundo párrafo, de la LFT se dice textualmente: ‘‘Ade-
más, podrá consignarse en los propios contratos el procedimiento conforme
al cual el patrón capacitará y adiestrará a quienes pretendan ingresar a laborar
en la empresa, tomando en cuenta, en su caso, la cláusula de admisión’’ (ver
infra 3).
No obstante, el aprendizaje sigue regulado en una multitud de países entre
los que podrían citarse Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Suiza, Brasil, Uru-
guay, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Venezuela, Guatemala, Costa Rica,
República Dominicana, Honduras, entre otros.
6 Martínez Vivot, Julio J., Elementos del derecho del trabajo y de la seguridad social, 3a. ed., Buenos
Aires, Astrea, 1992, p. 206.
320 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
por las partes’’; Ecuador, artículo 162, 2a; Colombia, que establece un mínimo
del cincuenta por ciento del salario mínimo legal, artículo 5° de la Ley 188
de 1959, etcétera). En otros no se precisa, por lo que se infiere que tienen
derecho al mínimo, por lo menos (Venezuela). En República Dominicana, el
artículo 257 del nuevo CT dispone que en ningún caso los aprendices recibirán
menos del salario mínimo ‘‘legalmente establecido’’.
Suele exigir la ley que al concluir el periodo de aprendizaje el empleador
le entregue al aprendiz una constancia de concomimientos.
El aprendizaje es, sin duda, necesario. La experiencia mexicana en el sen-
tido de no regularlo a partir de 1970 ha sido negativa aunque la razón de la
medida haya sido razonable. Se trató de evitar, como lo indica la exposición
de motivos de la LFT de 1970, que con el pretexto del aprendizaje se deja-
ran de pagar salarios mínimos:
2. A prueba
7 Curso de derecho del trabajo, 4a. ed., Barcelona, Ariel, 1973, p. 442.
8 Ibidem.
9 Manual de direitto do trabalho. Direitto individual do trabalho, vol. II, 3a. ed., Editorial Ltr, 1992,
p. 171.
10 Op. cit., p. 172.
322 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
a una comprobación del engaño por parte del empleador, nada fácil. Se admite,
sin embargo, una cierta cláusula de prueba en los convenios colectivos de
trabajo, como contrapartida de la cláusula de exclusión de ingreso prevista.11
Guillermo Cabanellas afirma que en Argentina ese tipo de contratos a prueba,
que no están regulados por la ley, suelen incluirse en los convenios colectivos
de trabajo y cita, entre otros, los relacionados con periodistas profesionales y
bancarios.12
Están también regulados por casi todas las legislaciones, salvo el CT chileno
que es omiso, ya que en su artículo 10-6° sólo se refiere, de manera general,
al plazo de los contratos, y la CLT de Brasil, que no menciona específicamente
a ese tipo de contratos.
A partir de los años ochenta, como una alternativa para disminuir el de-
sempleo, en Francia y en España se consagra una serie de contratos temporales
pensados de manera preferente en favor de los jóvenes desocupados y, lo que
es peor, sin ocupación anterior. Jean-Claude Javillier hace una amplia expo-
sición de esos modelos de contratos que vienen a romper el principio de la
indeterminación del plazo, como regla general (‘‘en primer lugar, un principio
CLASES DE CONTRATOS DE TRABAJO 325
Previsto en el ET, artículo 15-1 b. Tiene como objetivo ‘‘atender las exi-
gencias circunstanciales del mercado, acumulación de tareas o exceso de pe-
didos, aun tratándose de la actividad normal de la empresa’’.
15 Les reformes du droit du travail depuis le 10 mai 1981, París, LGDJ, 1984, p. 164.
16 Todas las definiciones que a partir de ahora se incluyan respecto de estos contratos estarán tomadas
de Formas de contratación laboral. Características y legislación aplicable, Madrid, Instituto de la Pequeña
y Mediana Empresa Industrial, Ministerio de Industria y Energía, 1985. No parece necesario precisar las
páginas.
326 NÉSTOR DE BUEN LOZANO
Está regulado por el artículo 15-1, d, ET. Considera trabajadores fijos dis-
continuos
4. En prácticas
5. Para la formación
6. A tiempo parcial
7. De relevo
11. De interinidad
I. En el estadio actual del desarrollo del derecho del Trabajo resulta, por lo
menos teóricamente, sencillo dar una respuesta al interrogante que nos plantea
el acápite, o sea el conocer quién es el trabajador sujeto de un contrato de
trabajo común u ordinario. Para ello bastaría con hacer un recorrido por la
copiosa literatura referida al tema, entre los más notorios juslaboralistas, y
asimismo, examinar los textos legislativos de los diversos países que compo-
nen esta Iberoamérica que nos reúne. Entonces, podremos advertir que la res-
puesta es clara y precisa, con numeroso consenso al respecto, en cuanto a una
serie de contenidos necesarios y sustanciales para tipificarlo y que, en con-
junto, proporcionan la imagen del trabajador de referencia, sujeto de un
contrato común u ordinario y, por tanto, beneficiario de las normas previstas
en el derecho del trabajo.
En efecto, allí en tales referencias encontramos la mención de que el trabajo
prestado en función contractual (directa o indirecta porque la relación de tra-
bajo lo hace presumir) debe ser cumplido por un ser humano, en forma per-
sonal, obrando voluntariamente, por cuenta ajena y en situación de depen-
dencia respecto de quien se beneficia con tal actividad. Hay quienes agregan,
ademas, entre tales componentes necesarios, que el trabajo de referencia debe
ser remunerado, puesto que el contrato de trabajo es oneroso. Además, prác-
ticamente, excepto en algunas legislaciones, no se hace ya diferencia respecto
de si dicho trabajo es manual o intelectual, o por lo menos manifiestamente.
Con lo que este trabajador, sujeto de un contrato de trabajo, puede aparecer
como obrero o como empleado, sin que ello obste a tal fin, ya que ambos,
sin distinción quedan cobijados por el manto de derecho laboral, aun cuando
en algunos casos puedan tener normas distintas.
Asimismo, puede decirse que en el tiempo ha perdido fuerza el requisito
de la exclusividad, hace años requerido, al efecto, excepto en algunos casos
particulares, por la implicación especial de tal circunstancia. Es que el bene-
329
330 JULIO J. MARTÍNEZ VIVOT
ción del trabajo contratado. Por eso, Maranhao dice que la subordinación no
crea un ‘‘status subjetionis, sino que establece entre las partes una situación
jurídica’’.
La superación del concepto tradicional de dependencia ----que concebía a
ésta como una estricta sumisión del trabajador al empresario, en orden al
tiempo, modo y lugar de la prestación laboral, de tal manera que se entendía
que ella existía cuando el trabajo se realizaba exclusivamente para un solo
empleador, sometido a jornada determinada, con ciertos niveles retributivos----
ha cedido su lugar a nuevos conceptos a través de la espiritualización o fle-
xibilización de su concepto y de nuevos conceptos de mando, en ejercicio de
los poderes conferidos al empleador (Montoya Melgar). Pero, cualquiera que
sea su grado, ella existe si el trabajador se encuentra sujeto, en alguna medida,
al poder de organización y disciplina del empleador, dando la pauta de que
existe entre ellos un contrato de trabajo.
Debe reconocerse que, además de la flexibilización de referencia, como
expresa Krotoschin, existe también un movimiento universal tendiente a ate-
nuarla, pretendiendo que las decisiones del empleador no se adopten unilate-
ralmente, como emanadas de un poder omnímodo. Surgen así a su respecto,
formas de diálogo y de consenso y, particularmente, diversos métodos y sis-
temas de participación, que hacen necesario compartir o considerar en común
con los representantes del personal algunas decisiones. Pero, es evidente que
esa posible participación, que atenúa prácticas autoritarias, no significa que
no persiste en el empleador su facultad de dirección o de disciplina, como
función que ha reservado para sí desde la celebración del contrato de trabajo
y en la admisión de la relación respectiva.
Cabe advertir con relación al contrato o relación de trabajo, en todas las
legislaciones se hace referencia a la situación de dependencia o subordinación,
directa o indirectamente. En algunas de ellas se la califica y, en otras, se
ponen límites con relación a su ejercicio. En la Argentina, tanto al definir el
contrato como la relación de trabajo en la LCT, se hace mención de la situa-
ción de dependencia que ella importa para el trabajador (artículo 21 y 22).
Agrega, además, que la prestación de los servicios hace presumir el contrato
de trabajo, ‘‘en tanto que por las circunstancias no sea dado calificar de em-
presario a quien presta el servicio’’ (artículo 23). Asimismo, en el artículo 4º,
al caracterizar el trabajo a los fines de esta ley, ‘‘se habla de la actividad
prestada’’ en favor de quien tiene la facultad de dirigirla, y en el artículo 5º
tipifica al empresario como quien dirige la empresa. Finalmente, en los artículos
64 a 67 se establecen límites para el ejercicio de las facultades de organización
y dirección que allí se refieren, como con relación a la facultad disciplinaria.
344 JULIO J. MARTÍNEZ VIVOT
BIBLIOGRAFÍA
349
350 DONATO MESSIAS PEREIRA
8 Moraes Filho, Evaristo de, Pareceres de direito do trabalho, vol. IV, São Paulo, LTr, 1986,
p. 27.
9 Nesse sentido, assim se manifesta Roberto Barreto Prado: a ‘‘confiança excepcional, caracterizadora
do cargo de confiança, pode existir em outros cargos cujo exercício não envolve atos de gestão ou de
representação legal... Nada obsta, por exemplo, que o empregado seja conviadado a exercer em comissão
e portanto em caráter precário, o cargo de conselheiro da diretoria ou de secretário particular do diretor-
superintendente’’. ‘‘Direito do trabalho’’, Revista dos Tribunais, São Paulo, 1963, pp. 429-430. Igual en-
tendimento no direito norte-americando, in Werne, Benjamin, The Law of Labor Relations, New York,
Macmillan, 1951, p. 24.
352 DONATO MESSIAS PEREIRA
11 Consolidação das Leis do Trabalho: art. 62, letra c, art. 224, sobre duração do trabalho; art. 468,
parágrafo único sobre alteração de condiação do contrato de trabalho; art. 499, parágrafo 2°, sobre despedida
do emprego; art. 469, parágrafo 1°, sobre possibilidade de transferência de uma localidade de trabalho para
outra.
12 Diferentemente: Sanches Alvarado, Alfredo, Tendências do direito do trabalho contemporãneo, São
Paulo, LTr, 1980, pp. 420-431.
13 Nesse sentido, a legislação do México, apud Guerrero, Euquério, op. cit., p. 66.
14 Exemplo típico é o dos supervisores, no direito norteamericano, excluídos da definição de empre-
gado, mas, na realidade, empregados executivos, de confiança ----managerial employees e confidential em-
ployees. A Lei Taft-Hartley, segundo Benjamin Werne, ‘‘define e significado do termo ‘supervisor’ à base
da autoridade de que goza esse empregado e do exercício de alguma decisão independente, diversa da
autoridade de pura rotina ou de natureza burocrática’’ (The Law of Labor Relations, New York, The
Macmillan Company, 1951, pp. 12 e 25. Contra, Diéguez, Gonzalo, Lecciones de derecho del trabajo,
Madrid, Editorial Civitas, 1988, p. 52, para quem inexiste no caso trabalho dependente. Do dirigente como
dependente do mais elevado grau na empresa, salienta Giorgio Ardau, na Itália, ser colaborador imediato,
da mais estrita confiança do dador de trabalho, dotada de autonomia compatível com o estado de subor-
dinação que lhe deve ou a outro dirigente hierarquicamente superior, com poder de mando sobre o pessoal
que lhe for afeto e de representação extra ou intra empresa’’. (Sistema instituzionale de diritro del lavoro,
Milano, Dott. A. Giuffrè Editore, 1965).
354 DONATO MESSIAS PEREIRA
as condições dos contratos de trabalho que tenham sido firmados pela com-
panhia com os diretores e empregados de alto nível.
A segunda situação atrás referida, diz respeito a quem, não integrante do
pessoal dependente da empresa, passa a desempenhar as funções de direção
na sociedade, em especial a anõnima.
É bom lembrar que toda a matéria sobre o presente tema não permite co-
locações definitivas. Requer cautela, não só em virtude das discrepãncias que
a cercam no ãmbito do direito positivo, tomado isoladamente.
De há muito ponderava Riva Sanserverino ser necessário ter presente que
a relação de trabalho se establece entre a entidade coletiva (sociedade) e o
próprio diretor, e não entre a pessoa física de um administrador.
No direito inglês sobre sociedades anõnimas, parte-se da idéia de que os
dirigentes sejam mandatários da sociedade, em princípio destituíveis ad nutum
pela assembléia geral. Recebem, no tentanto, indenização em razão de possí-
veis perdas e danos ou pela perda das funções de integrantes do conselho de
diretores (board of directors) ou pela perda das funções que poderia exercer
enquanto diretores, cumulativamente. Assim, o conselho pode confiar a qual-
quer um de seus membros o desempenho de funções administrativas, de fun-
ções técnicas, financeiras, o que pressupõe a existência de contrato de trabalho.
Uma sociedade não pode celebrar contrato de trabalho que garanta a seu
diretor emprego por mais de cinco anos, para o exercício de outra atividade,
sem autorização prévia da assembléia geral. O contrato é feito por escrito,
mas na sua falta, incumbe á assembléia redigir memória de que constem os
termos da contratação. O mesmo ocorrendo em relação aos contratos cuja
denúncia é passível de ser feita pela sociedade, dentro em doze meses.
Registre-se que, em virtude de um julgado de 1741, as decisões tomadas
pela maioria dos acionistas reunidos em assembléia geral são tidas como de-
cisões da própria sociedade.25 Os diretores decidem sobre as tarefas que lhes
serão conferidas, sobre os pagamentos a que farão jus. O diretor é com um
Janus bifronte: uma face revela o mandatário social; outra face ostenta o
trabalhador dependente. Na qualidade de dependente, fica subordinado ao con-
selho que ele próprio integra, o diretor não empregado não é tão pouco órgão
da sociedade.
Assim, o diretor geral recebe compensação financeira por seus serviços
quase sempre em função de contrato, de tal modo que sua destituição pela
assembléia geral ou pelo conselho ‘‘embora legal no quadro do direito das
25 Sobral Ferreira, Diretor, Sociedade anõnima relação jurídica, Rio Forense, 1981; Fran Martins,
Comentários à Lei das Sociedade Anõnimas, Rio, Forense, 1978, vol. II, t. I.
LOS TRABAJADORES ESPECIALES 357
27 Lyon-Caen, Gerard, e Antoine Lyon-Caen, Droit social internacional et européen, Paris, Dalloz,
1991, p. 106.
LOS TRABAJADORES ESPECIALES 359
V. REGIMES JURÍDICOS
VI. CONCLUSOES
EL EMPLEADOR
Rafael FORERO-RODRÍGUEZ
I. TERMINOLOGÍA
1. Patrón
Este término fue adjudicado al dador del trabajo, al jefe, director, etcétera
y se aplica aún entre los trabajadores de nuestras comarcas, para distinguir a
aquella persona que da órdenes, que genera trabajo y que representa la auto-
ridad dentro de la agrupación. Al ser dictadas normas por los Estados, el
vocablo se destinó para distinguir a esas personas como ‘‘empleadoras’’.
2. Patrono
Posteriormente, sufrió una reforma o adición y se le dijo ‘‘patrono’’. Tér-
mino éste que ya figura así consagrado en las recopilaciones nacionales y
primeramente dentro de las organizaciones internacionales como la OIT. El
vocablo así transformado jurídicamente en el de patrono, sigue figurando hoy
día en algunas legislaciones americanas.
3. Empleador
Concretamente para el caso colombiano, por medio de la ley 50 de 1990
se cambió la denominación ‘‘patrono’’ por la de ‘‘empleador’’, nominación
oficial que hoy conservamos y que en mucho sigue los lineamientos que la
OIT ha formulado y sugerido dentro de la más moderna nomenclatura inter-
nacional y que se ha incorporado a los textos legales de los últimos años.
4. Otras definiciones
Conviene, brevemente, destacar que se acepta mayoritariamente que un con-
trato de trabajo sea el que regule la relación entre una persona natural que se
obliga a prestar un servicio personal u otra persona natural o jurídica, bajo la
continuada dependencia o subordinación de la segunda y mediante una retri-
bución o remuneración.
Por tanto, quien presta el servicio se denomina trabajador, y quien lo recibe,
dirige, vigila y remunera, será patrono, empleador, empresario o dador de
trabajo; y la remuneración, cualquiera que sea su forma, salario o retribución
de servicio.
De todo lo anterior debemos colegir que para que haya contrato de trabajo
se requiere que concurran, por lo menos, algunos elementos esenciales:
La actividad personal del trabajador, es decir, la realizada por sí mismo,
aun cuando en la actualidad las formas de trabajo domiciliario o teletrabajo
entran a presumirlo y no se detienen grandemente a demostrarlo o vigilarlo;
la subordinación personal o la dependencia del trabajador respecto del em-
368 RAFAEL FORERO-RODRÍGUEZ
Para los efectos de una mayor comprensión del tema de estudio, propone-
mos las siguientes clasificaciones, en el entendido de no pretender agotar sus
múltiples matices, sino más bien motivar su debate.
El empleador debe ser persona natural o jurídica: Frente a la persona na-
tural, cabe considerar como fenómeno de trascendencia la edad y por ello
hablamos de mayores o menores de edad.
Se pregunta hasta dónde un menor podría ser sujeto de obligaciones, pues
si de derechos se trata no hay discusión. La teoría clásica manifiesta que no
puede considerarse o catalogarse al menor como empleador, a menos que la
legislación particular nacional así lo estime. El algunos países se considera
la figura del ‘‘menor adulto’’ o del menor emancipado por matrimonio, que
por ficción legal y dado su carácter de jefe de familia podría contratar y
adelantar todos los actos y negocios reservados a los adultos. En estos casos,
se entiende que podrían ser empleadoras.
Se discute cuáles son los límites mínimos de la edad que deben tener los
empleadores. En algunos países de América continúa el de 21 años cumplidos
para la mayoría de edad y, por ende, para contratar y ser contratado. En otras
latitudes, como en Colombia la mayoría de edad se adquiere a los 18 años y
por ello el ciudadano puede literalmente contratar a partir de esa edad.
Desde luego, el Código Civil de los distintos países fijan de manera muy
clara las causales de incapacidad para contratar.
Veamos las tipologías concernientes a las personas jurídicas como emplea-
doras.
La persona jurídica puede ser: de derecho público, de derecho privado o
mixta.
Dentro del primer subgrupo, o de derecho público, cabe considerar al Es-
tado, ya sea unitario, federal y dentro de él las diversas circunscripciones
territoriales con acepciones tales como: departamentos, intendencias, comisa-
rías, provincias, cantones, municipios, corregimientos o veredas.
EL EMPLEADOR 369
autoayuda; los días feriados y festivos del los vecinos de determinado barrio
o colonia se reúnen sin distinción de sexo o edad para hacer muros, pisos,
techos, puertas, servicios sanitarios en viviendas de cada sector y de la co-
munidad, bajo la orden de un experto en construcción, maestro de obra u
oficial de la misma, casi siempre sin ingenieros o arquitectos que los dirijan.
Los directores, patronos temporales o personas conocedoras del oficio, realizan
esta labor. La gracia está en que quienes colaboran en uno u otro lados no
reciben remuneración de ninguna especie.
CAPÍTULO 21
LA EMPRESA Y EL CENTRO DE TRABAJO
El hombre en la empresa
I. CONCEPTOS PREVIOS
Tal vez la expresión de este principio en forma negativa resulte más clara:
no se debe negar a ninguna persona el derecho de trabajar en términos gene-
rales, ni de ejercitar un trabajo concreto lícito que haya obtenido, para el cual
reúna los requisitos de competencia técnica establecidos en la ley. Desde luego
se piensa en este principio como fuente de un derecho para toda persona
humana. Es un derecho del hombre; los deben tener todos lo hombres. Los
fundamentos de este derecho son obvios. El trabajo es un deber ético, y es
un principio lógico que el sujeto de un deber ha de tener un derecho de
cumplirlo. Además, el hombre necesita satisfacer una serie de necesidades
de variada índole, lo cual puede hacer, en la mayor parte de los casos, sólo
mediante el producto de su trabajo.
La fórmula ‘‘el trabajo es un derecho y una obligación social’’ equivale al
enterramiento del individualismo radical. Según el enunciado, la fórmula con-
duce al derecho de los hombres a que la sociedad, y concretamente la eco-
nomía, establezcan las condiciones que garanticen a la persona humana la
posibilidad de cumplir su deber de realizar un trabajo útil para bien de ella
misma, de su familia y de la sociedad a la que pertenece. Además, constituye
el anuncio de que en el cumplimiento del deber de trabajar; los hombres no
estarán solos, pues los Estados tendrán que desarrollar su legislación social a
fin de asegurar a los hombres un nivel decoroso de vida en el presente y en
el futuro. Como resultado tendríamos lo que podrá llamarse una concepción
solidaria de la vida orientada a la justicia social, ya que la sociedad tiene el
deber de crear las condiciones que permitan al hombre cumplir con su deber
de trabajar. La concepción moderna de la sociedad y del derecho sitúa al
hombre en la sociedad, le impone deberes y le concede derechos, derivados
unos y otros de su naturaleza social: la sociedad tiene el derecho de exigir de
sus miembros el ejercicio de una actividad útil y honesta, y el hombre, a su
vez, tiene el derecho a reclamar de la sociedad la seguridad de una existencia
compatible con la dignidad de la persona humana.
El derecho del hombre a la existencia tiene hoy un contenido nuevo: en el
pasado, significó la obligación del Estado de respetar la vida humana y dejar
al hombre en libertad para realizar por sí mismo su destino; en el presente,
el derecho del hombre a la existencia quiere decir: obligación de la sociedad
de proporcionar a los hombres la oportunidad de desarrollar sus aptitudes.
La sociedad tiene derecho a esperar de sus miembros un trabajo útil y
honesto, y por ello el trabajo es un deber, pero el reverso de este deber del
hombre, es la obligación que tiene la sociedad de crear condiciones sociales
de vida que permitan a los hombres el desarrollo de sus actividades (ver
Mario de la Cueva).
CONTENIDO DEL CONTRATO DE TRABAJO 385
Con lo que hemos visto anteriormente podemos afirmar que, desde el punto
de vista jurídico-laboral, trabajo es el desarrollo de energías que un hombre
emplea en beneficio de otra persona que impone sus órdenes e instrucciones,
o sea, el realizado bajo una dependencia o subordinación. Ésta consiste en la
facultad que tiene el beneficiario de la labor o empleador de dirigir, en cual-
quier momento, tiempo o cantidad de trabajo a quien lo presta y mientras
dure la relación laboral, aunque esa subordinación no se haga ostensible. Nos
referimos a la posibilidad de que el servicio personal sea realizado bajo el
control y dirección del empleador o patrono, siempre que éste lo considere
conveniente.
La generalidad de los autores aceptan que el concepto de trabajo que sirve
para el derecho laboral, es el prestado en condiciones de subordinación, aunque
admiten que es un problema difícil de resolver el de algunos supuestos de
autonomía, que merecen una conceptuación laboral, a pesar de no existir su-
bordinación.
La dependencia o subordinación a que nos referimos es aquella que admite
que el patrono o empleador haga uso de su poder de dirección, de disciplina, de
autoridad y de reglamentación, cuando sea necesario durante la relación
de trabajo, y concretamente ----repetimos---- consiste en que el trabajador se
coloca a las órdenes y la disposición de quien se beneficia con su trabajo, so-
metido a la vigilancia y control de este último. Este estado de dependencia
que caracteriza al contrato individual del trabajo, del cual es uno de sus ele-
mentos esenciales, es lo que se denomina subordinación jurídica-específica,
diferente de las otras clases de subordinación y que no constituye nota peculiar
del trabajo como objeto de la disciplina jurídico-laboral. En los contratos exis-
ten obligaciones que las partes comprometidas deben cumplir. Esas obligacio-
nes se confunden con la subordinación genérica común, o sea, la que nace
del cumplimiento de ellas, sin que por tal motivo se diga que exista contrato
individual de trabajo. Es cierto que esta clase de subordinación jurídica común
se encuentra en dicho contrato como en los de naturaleza civil y comercial
----por existir obligaciones de las partes que integran el vínculo laboral----, pero
no es esa dependencia la que caracteriza y tipifica el trabajo por cuenta ajena,
objeto de derecho laboral.
La subordinación económica también se presenta en el trabajo objeto del
derecho laboral, por cuanto el servicio prestado por el trabajador se hace con
el fin de recibir una remuneración que debe reconocer el empleador. Pero,
repetimos, sólo la subordinación o dependencia ----como concepto jurídico es-
pecífico---- del trabajador a las órdenes del empleador, dentro de la relación
laboral, caracteriza el trabajo como objeto del derecho laboral.
CONTENIDO DEL CONTRATO DE TRABAJO 389
4. Principio de la buena fe
En principio hay que presumir en las relaciones laborales, como en las civiles,
la buena fe de los contratantes. Por lo que no puede aceptarse que después de
hecha la manifestación de conformidad del asalariado, en lo relativo a la extin-
ción de su contrato de trabajo, sea aconsejable recurrir a la justicia para dejar
sin efecto la propia expresión de voluntad del trabajador, libremente manifestada.
Admitir lo contrario sería propiciar un sistema de inestabilidad, de inseguridad
permanente en las relaciones que surgen del trabajo humano, que a la postre se
reflejaría en forma inconveniente sobre los mismos intereses de la clase asala-
riada.
El principio de la buena fe, que no es nuevo, debe presidir la ejecución de
los contratos, incluidos el de trabajo. Pero tal principio no puede llevarse hasta
el extremo de pretender que se omita la consideración de los términos precisos
y claros de una convención para echar sobre una de las partes contratantes el
peso de una obligación no contemplada en el contrato y que tampoco es una
consecuencia que resulta de su naturaleza, por ser más conforme a la buena fe,
al uso y a la ley.
La facultad del jus variandi a favor del empleador no puede ser ejercida
en forma abusiva que lesione los intereses morales o materiales del trabajador.
De suceder lo anterior, se justifica que el trabajador, unilateralmente y por
justa causa, dé la terminación del contrato de trabajo. Es lo que se denomina
el despido indirecto por parte del empleador. Afirmamos, pues, que no se
pueden dar soluciones genéricas, sino que es indispensable examinar la situa-
ción de hecho de cada caso para poder precisar si el empleador se excedió
en el ejercicio del jus variandi o, por el contrario, el trabajador terminó in-
justificadamente su contrato, sin importarle el principio de la buena fe implí-
cito en el mismo.
El jus variandi tiene como fronteras la naturaleza misma de los cambios
que pueden efectuar y los efectos que produce sobre los derechos del traba-
jador. No podría ejercerse para modificar las cuestiones esenciales del contrato
de trabajo. La cuantía del salario y los servicios convenidos sólo podrán ser
alterados por el mutuo consentimiento. El jus variandi está limitado por la
sustancia de la prestación de servicio que deberá apreciar el juez en cada caso.
Además de no poder, el jus variandi, alterar las condiciones esenciales del
contrato, no podrá su ejercicio perjudicar los derechos o intereses del tra-
bajador.
400 GUILLERMO GUERRERO FIGUEROA
lización, mayor debe ser el cuidado que se tenga en variar las condiciones
del contrato.
ley indica que ellas no pueden: a) alterar modalidades esenciales del contrato;
b) causar perjuicio material al trabajador; c) causarle un perjuicio moral; pero
y también d) no importar un ejercicio irrazonable de esa facultad.
SUMARIO: I. Ideas generales. II. Del jus variandi. III. El poder re-
glamentario del empleador. IV. Del poder disciplinario. V. Del deber
de protección. VI. Responsabilidades y sanciones.
I. IDEAS GENERALES
Funciones de control
La potestad de dirigir comprende las funciones de control, que alcanzan el
control y la vigilancia del servicio prestado, los sistemas necesarios para la
protección de los bienes del empleador, los controles de asistencia, del cum-
plimiento de las normas de salud, higiene y seguridad industriales. Las fun-
ciones de control reconocidas al empleador deben siempre salvaguardar la
dignidad del trabajador y practicarse con discreción, según criterios de selec-
ción objetivos, los que deben tener en cuenta la naturaleza de la empresa, el
establecimiento o taller donde deben aplicarse. Tales sistemas, en todo caso,
deben ser puestos en conocimiento de la autoridad de trabajo, la que está
facultada para verificar si los mismos no afectan en forma manifiesta y dis-
criminada la dignidad del trabajador. De igual modo, los medios de controles
personales destinados a la protección de los bienes del empleador deben prac-
ticarse bajo sistemas de selección objetivos que salvaguarden la intimidad y
la dignidad del trabajador.
408 LUPO HERNÁNDEZ RUEDA
Alonso García, Derecho del trabajo, p. 541, reseña que la mayoría de los autores
hacen descansar dicho fundamento en el poder de dirección del empresario, y
otros añaden determinadas razones que suponen también una derivación de
aquél. Así, los que hablan de autonomía técnica del empresario (Barassi), o
quienes agregan la idea de jerarquía (Grecco, Mazzoni, Ardau, Peretti Griva);
sin que falten tampoco los que, en relación especialmente a los cambios im-
puestos como sanción, hacen radicar el fundamento de estas peculiares modifi-
caciones en el poder disciplinario (Durand, en cierto modo). Por último ----agre-
ga---- no cabe ignorar la posición que en este orden representan los autores
alemanes ----Nikisch, Kaskel, Carolsfelf----, para quienes no debería hablarse, en
realidad, de un ius variandi como figura independiente, sino entenderlo como
simple manifestación del poder directivo del empresario. Igualmente, pondera
la doctrina de Cabanellas, en cuanto resalta el interés que, como fundamento,
guardan en este terreno las exigencias de la ejecución del propio contrato de
trabajo, que impone, en ocasiones, alterar o variar las condiciones del mismo.
Por su parte, Plá Rodríguez, ‘‘Jus variandi’’, p. 209, reseña las fundamentaciones
que da la doctrina al jus variandi en las siguientes: a) característica de la obli-
412 LUPO HERNÁNDEZ RUEDA
Límites
Como se ha dicho, los cambios que el empleador puede introducir tienen
sus límites. El empleador, titular de este derecho, debe hacer un uso funcional,
no arbitrario ni abusivo del jus variandi, que debe justificarse en las necesi-
dades de la empresa, en las exigencias de la producción, en motivos razona-
bles, lógicos. Dichos cambios, además, no pueden alterar las condiciones esen-
ciales del contrato.
Una suspensión o sustitución abusiva e indefinida del trabajador, implica
propiamente un despido; la decisión de alterar totalmente la prestación del
servicio, objeto del contrato, la reducción indebida del salario, la disminución
de la jerarquía, la degradación técnica o profesional, las situaciones humillan-
tes no son válidas, ni están permitidas. Tampoco puede el jus variandi afectar
los intereses morales y materiales (la lesión moral o económica) del trabajador,
con lo que comprende su patrimonio, su salud física y moral o valores de
igual o análoga jerarquía.
Cabe, pues, no confundir la modificación unilateral del contrato con los
cambios o variaciones accidentales, secundarios. Los cambios esenciales son
aceptados, por ejemplo, en la modificación del contrato por mutuo consenti-
miento, pero no mediante el ejercicio unilateral del jus variandi.
Las situaciones de crisis económica, de emergencia u otras situaciones ex-
cepcionales, envuelven un marco mayor, que, necesariamente, no se circuns-
cribe al ámbito del empleador, difieren muchas veces, por eso, del ejercicio
ordinario del jus variandi. Estas situaciones excepcionales desbordan las li-
mitaciones admitidas al jus variandi: cuando las causas que motivan los cam-
bios en la relación de trabajo son generales, o afectan un sector o a todo el
sector empresarial, y sus correctivos persiguen no sólo la preservación de una
empresa sino el equilibrio financiero de muchas empresas, de la economía de
un país. En estos casos, están afectados todos los ciudadanos, cuyos derechos
individuales y sociales deben ser compatibles con el orden público, el bienestar
general y los derechos de todos. Finalmente, cabe mencionar que generalmente
PODER DE DIRECCIÓN DEL EMPLEADOR 413
se prohíbe el ejercicio del jus variandi como facultad disciplinaria o con fines
disciplinarios.
Recursos contra la alteración del contrato
y el ejercicio abusivo del jus variandi
Las doctrinas, las legislaciones y prácticas nacionales predominantes en
América Latina, revelan determinados recursos del trabajador frente a la al-
teración unilateral y contra el ejercicio abusivo del jus variandi. Por ejemplo,
el trabajador puede: a) reclamar directamente al propio empleador, el cum-
plimiento del contrato individual o del convenio colectivo (acción en resta-
blecimiento de las condiciones violadas); b) ejercer esta misma acción frente
a las autoridades del trabajo (administrativas o judiciales); c) considerarse
despedido (despido indirecto); d) dimitir y reclamar en justicia sus derechos;
e) puede, igualmente, sin poner término al contrato, reclamar en los tribunales,
junto a la acción en restablecimiento de las condiciones desconocidas por el
empleador, la reparación de daños morales y materiales o la imposición de
sanciones penales al empleador en falta, si fueren pertinentes.
La acción puede ser incoada también por el sindicato, provisto del corres-
pondiente mandato, a nombre y en representación de o los trabajadores afec-
tados, o en su propio nombre, si ha sufrido algún daño personal o directo,
como consecuencia del ejercicio del jus variandi.
Para los servidores públicos existe un derecho disciplinario, pero esto desborda
las relaciones de trabajo del sector privado. El poder disciplinario tiene sus
límites y caracteres: no es ilimitado ni indeterminado, sino que opera
con un elenco preciso de sanciones; está circunscrito a las personas ligadas por
un contrato de trabajo; los hechos sancionables se concretan a ocurrencias o son
faltas cometidas en la ejecución del contrato de trabajo; y no exige una tipifi-
cación precisa de los actos y conductas sancionables, pero sí debe pre-existir la
regla o norma u obligación desconocida, cuya violación o incumplimiento mo-
tiva la sanción.
La falta disciplinaria
Se trata de una falta contractual, ‘‘Constituida por toda infracción de la
disciplina: violación del reglamento del régimen interior, negativa a obedecer
una orden expresa del empleador’’. El cargo imputado al trabajador por el
empleador es apreciado por el propio empleador. Esto diferencia el poder
disciplinario del empleador de la legalidad de los delitos y las penas que se
impone a los jueces junto a la materialidad y a la gravedad de los hechos.
El despido como sanción disciplinaria
El ordenamiento jurídico de las sanciones disciplinarias consiste, general-
mente, en ‘‘un repertorio de posibles medidas sancionadoras de conductas ilí-
citas del trabajador, la más grave y extrema de las cuales es el despido, ad-
jetivado como disciplinario en atención a su propósito punitivo’’.
Se prevé, entonces, el despido como una reacción contra el incumplimiento
contractual del trabajador de sus obligaciones a través de las técnicas del poder
disciplinario del empleador. Contrasta esto con el criterio civilista de la ‘‘re-
solución’’ del contrato por incumplimiento contractual. La mayoría de las le-
gislaciones mantienen esta dualidad que da a la naturaleza jurídica del acto
del despido un carácter civil y un carácter laboral de naturaleza sancionadora.
El Estatuto de los Trabajadores de España, es un ejemplo claro de esta dua-
lidad, previendo, junto al despido disciplinario, el despido por circunstancias
objetivas, por causas económicas o tecnológicas o por fuerza mayor, a los
PODER DE DIRECCIÓN DEL EMPLEADOR 417
LA JORNADA DE TRABAJO
I. INTRODUCCIÓN
Las viejas fórmulas liberales cimentaron los principios rectores que pasaron
a gobernar el mundo contractual: autonomía de la voluntad de las partes, li-
bertad de contratación y seguridad jurídica, de ellas surgió un abismo consis-
tente en el hecho de poseer y el de estar excluido de la propiedad, al pretender
borrar las diferencias impuestas por la naturaleza, la educación y una desigual
distribución de la riqueza entre los componentes de la sociedad, por lo que
nunca fue suficiente la declaración teórica de igualdad de derechos, palabra
que ‘‘se convirtió en irrisoria’’.1 El acuerdo libre de voluntades, el esquema
cambiario y la visión patrimonialista del contrato fueron el arranque genético
de la elaboración conceptual del trabajo y, quizás también, el ‘‘más sangriento
de los sarcasmos’’.2 De esta manera se fue configurando el vínculo contractual
falaz, basado en el irritante escarnio de considerar a ‘‘las partes económica-
mente iguales’’.3 Para ello era necesaria la existencia de un acto de sumisión
que ‘‘se presentara bajo la máscara de un contrato’’.4 Paradoja o hechizo,
‘‘espejo jurídico de funciones sociales específicas, filtro de operaciones de
intercambio de bienes y servicios en el mercado’’.5
Quienes preludiaron la decadencia del contrato como un hecho incontro-
vertible, aceptaron también la necesidad de su existencia en el ámbito pequeño
que ‘‘la sociedad actual deja a la libertad humana’’,6 otros que mencionaron
su ineficacia o inoperancia en los actos jurídicos que ‘‘no producen sus efec-
tos’’,7 y hubo quienes hablaron de la frustración producida por la figura con-
tractual, cuando ‘‘alteran las previsiones sustanciales que las partes tuvieron
presentes al tiempo de celebrar el contrato’’.8
Sin embargo, el contrato aún existe para configurar vínculos jurídicos y
producir efectos trascendentes en el mundo del derecho.
1 Chatelain, Emilio, El contrato de trabajo, trad. Adolfo Posada, Madrid, Imprenta de la Revista de
Legislación, 1903, p. 104.
a
2 Grijalba, Alfonso R. de, El contrato de trabajo, 2 ed., Madrid, Librería Española y Extranjera
Príncipe, 1902, p. 8.
3 Polo, Antonio, Del contrato a la relación de trabajo, Madrid, Revista de Derecho Privado, 1941,
p. 39.
4 Kahn-Freud, O., Trabajo y derecho, trad. J. M. Galiana, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1987,
p. 60.
5 Cfr. Poughon, J. M., Une constante doctrinale: L’approche èconomique su contrat, Droits, núm.
12, 1990, pp. 53-58.
a
6 Buen Lozano, Néstor de, La decadencia del contrato, 2 ed., México, Porrúa, 1986, p. 291.
7 Morello, Augusto M., Ineficacia y frustración del contrato, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1975,
p. 76.
8 Espert Sanz, Vicente, La frustración del fin del contrato, Madrid, Tecnos, 1968, p. 261.
LA JORNADA DE TRABAJO 423
La palabra jornada deriva del catalán jorn, para el antiguo castellano jornea,
en francés journèe y en italiano giornata, en las diversas expresiones significa
‘‘día’’, también del latín diûrnus ‘‘diario’’, como lo explica el viejo aforismo
de Paulo: Operae sunt diurnus officium (servicios son el trabajo diario). Por
tanto, la jornada es el ‘‘trabajo de un día’’ o ‘‘el camino que suele andarse
en un día’’. ‘‘Duración diaria o semanal del trabajo’’.11
2. Concepto
social, por cuanto resguarda la tutela física y moral del trabajador, jurídica al
imponer límites a la autonomía de los sujetos de la relación de trabajo, pero,
también, desde un punto de vista económico, en cuanto la duración del trabajo
puede repercutir sobre los costos de producción, beneficios de la empresa y
precios de los bienes producidos.
Al finalizar la primera guerra mundial los países se mantuvieron escépticos
frente al problema que se comenta, y en general, a los problemas del trabajo,
ocupándose, en forma limitada, de algunas labores especiales. Fue en 1919,
en la Conferencia Internacional de Washington, donde se limitó la duración
del trabajo a jornadas de ocho horas y cuarenta y ocho horas semanales. Esta
convención fue ratificada por los principales países del Continente Americano
y Europa.
En tal sentido, diversas legislaciones del trabajo aceptaron y adicionaron,
en sus textos, la idea de limitar la jornada, así, las leyes mexicanas del trabajo
de 1931, consignaron la idea en su artículo 32, fracción VII, y en los artículos
5º, fracción III, 59 y demás relativos, que establecen la prohibición de jornadas
inhumanas, y la posibilidad, para el patrón y el trabajador, de fijar la duración
y repartir las horas de trabajo.
4. Tiempo efectivo
Aun cuando la figura del trabajo efectivo es y continúa siendo una vieja
añoranza patronal, consistente en la actividad o trabajo efectivamente realiza-
do, sin incluir en el cómputo de la duración de la jornada los reposos inter-
medios. Tal enfoque es el de la definición de la jornada que adoptaron algunos
países europeos, en la reunión de los ministros de trabajo de Alemania, Bél-
gica, Francia, Gran Bretaña e Italia, entre otros, celebrada en Londres en mayo
de 1926. En esta reunión se adoptó el criterio de considerar la duración del
trabajo como el tiempo durante el cual el personal permanece a disposición
del empresario, no comprendiendo los descansos, durante los cuales el perso-
nal no se encuentra a disposición de aquél. Tampoco fueron incluidos en la
idea del trabajo efectivo el referente a ocupaciones que exigen, por su natu-
raleza y calidad, trabajo discontinuo o de simple espera o custodia. El tiempo
en que el trabajador no se encuentra a disposición del patrono, según este
criterio, fue considerado tiempo libre para aquél; esto es, no computable du-
rante la jornada de trabajo.
La comisión redactora de la Ley Federal del Trabajo mexicana de 1970,
adoptó una solución bastante equilibrada, en razón de nuestra economía y
426 JOSÉ MANUEL LASTRA LASTRA
17 Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo, t. I, 6a ed., México, Porrúa, 1980,
p. 274.
a
18 Cabanellas, Guillermo, Tratado de derecho laboral, t. II, vol. 2, 3 ed., Buenos Aires, Heliasta,
1988, p. 378.
19 Goldin, Adrian O., ‘‘La reducción de la jornada’’, Derecho del trabajo, Buenos Aires, año XXXIII,
núm. 6, junio 1973, p. 405.
20 Cabanellas, Guillermo, op. cit, p. 380.
21 Deveali, Mario L., El derecho del trabajo, t. I, Buenos Aires, Astrea, 1983, p. 417.
LA JORNADA DE TRABAJO 427
---- a) Jornada diurna, la comprendida entre las seis y las veinte horas. Con
duración máxima de ocho horas.
---- b) Jornada nocturna, entre las veinte y las seis horas. Con duración
máxima de siete horas.
---- c) Jornada mixta, la que comprende periodos de jornada diurna y noc-
turna, siempre que el periodo nocturno sea menor de tres horas y media.
Si comprende tres y media o más, se reputará jornada nocturna. Con
duración máxima de siete horas y media.
---- d) Jornada reducida, en el trabajo de menores de dieciséis años, la ac-
tividad no puede exceder de seis horas diarias y tendrá que dividirse en
periodos máximos de tres horas, para que, en los distintos periodos de la
jornada, éstos disfruten de una de reposo, por lo menos (Artículo 177 LFT).
---- e) Jornada especial, será aquella ----según De Buen---- cuya duración es
mayor de la diaria o habitual, si con ello se consigue el reposo del sábado
por la tarde o cualquier otra modalidad equivalente, la idea encierra ‘‘in-
discutible bondad, pero es dudosa la constitucionalidad del precepto’’.23
---- f) Jornada extraordinaria, es aquella en la que se prolonga la duración
más allá de sus límites legales por circunstancias excepcionales. La cual
no podrá exceder de tres horas diarias ni de tres veces en una semana.
---- g) Jornada emergente, es aquella que requiere una prolongación del tra-
bajo más allá del límite ordinario de trabajo, por causas o circunstancias
de siniestro o riesgo inminente en que peligre la vida del trabajador, de
sus compañeros o del patrón, o la existencia misma de la empresa.
---- h) Jornada continua, aun cuando la ley no la define, la menciona en el
artículo 63, con relación al descanso de media hora, y expresa la idea de
que ésta transcurre a partir del inicio y el tiempo en que la jornada concluye;
en este espacio, el trabajador está a disposición del patrón. Sin embargo,
22 Cfr. Buen Lozano, Néstor de (Coord.), Jornada de trabajo y descansos remunerados, México,
Porrúa, 1993, pp. 119 y 120.
a
23 Buen Lozano, Néstor de, Derecho del trabajo, t. II, 10 ed., México, Porrúa, 1994, p. 163.
428 JOSÉ MANUEL LASTRA LASTRA
d) Por el sujeto:
{ de varones mayores de edad
de mujeres
de menores
{
por cuenta ajena
por cuenta propia
e) Por la prestación: en explotaciones públicas
en servicio doméstico
en tareas agrícolas
g) Excepciones:
{ tareas de dirección o de vigilancia,
trabajo por equipo,
trabajos intermitentes.
2. Jornada de menores
Entre las causas que motivan un régimen especial para los menores que
trabajan está el de la edad; en tal sentido ha sido loable el esfuerzo realizado
por la Organización Internacional del Trabajo, al expedir quince convenios de
los cuales México ha ratificado tres. Claro está que el problema es difícil y
25 Lippel, Katherine, Stéphanie Bernstein, Marie-Claude Bergeron, Le retrait préventif de la
travailleuse enceinte ou qui allaite: réflexions sur le droit et la médecine, Québec, Les Éditions Yvon
Blais, 1996, p. 46.
430 JOSÉ MANUEL LASTRA LASTRA
complejo en los diversos países del orbe, en los cuales estos trabajadores son
explotados, marginados y con escasas probabilidades de integrarse a la planta
productiva de los países en actividades acordes a la minoría de edad, que
ofrezcan alternativas en el desarrollo biológico, psíquico, moral y educacional
de quienes, a temprana edad, necesitan trabajar para subsistir y enfrentar la
vida en puestos de trabajo dignos, que las economías de los diversos países
se han tardado mucho en diseñar. La dolorosa realidad la enfrentamos coti-
dianamente en las calles de nuestras ciudades, el problema de los menores,
como dice, atinadamente, Carlos de Buen, ‘‘no tendría las pavorosas dimen-
siones que tiene si no fuera por las graves injusticias que se cometen con el
trabajo de los mayores’’.26
La legislación internacional del trabajo ha clasificado el trabajo del menor
en cinco categorías: industrial, no industrial, agrícola, marítimo y subterráneo.
El trabajo nocturno comprendido entre las diez de la noche y las seis de la
mañana, del día siguiente, se considera totalmente prohibido.
Tres aspectos destacan en las condiciones de trabajo referente a los meno-
res: el tiempo de trabajo, los descansos y la remuneración; es aquí donde la
contratación se separa de las reglas generales aplicadas a los demás trabaja-
dores, con excepción hecha de los trabajos especiales. La norma internacional
estima que el trabajo realizado por los menores no debe ser superior a seis
horas, cada día. Con dificultades se han admitido las excepciones impuestas
por el grupo de países que han solicitado la reducción de edad de ingreso al
trabajo de los menores de doce años, en favor de quienes han tratado de
imponer una jornada de cuatro horas al día.
Es admitido que por la formación y desarrollo físico de los menores entre
dieciséis y dieciocho años, se encuentran capacitados para laborar un tiempo
mayor. Sin embargo, no se aceptan los trabajos nocturnos para ellos y menos
aún el tiempo extraordinario.
Existen nuevas y muy variadas formas para contratar el trabajo, cada una
de ellas recurre a una combinación distinta de métodos para alcanzar los ob-
jetivos fijados: semanas de trabajo de cuatro días, turnos de diez horas, horario
promediado, rotación de los días libres, horario escalonado, trabajo com-
partido.
26 Buen Unna, Carlos de, ‘‘El trabajo de los menores y el derecho laboral’’, Cuadernos, Memoria del
Coloquio Multidisciplinario sobre Menores, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 1996, p. 149.
LA JORNADA DE TRABAJO 431
Del trabajo a tiempo parcial nos hemos ocupado con anterioridad. El trabajo
compartido consiste en que ‘‘dos personas aceptan encargarse de un mismo
trabajo y repartirse la remuneración’’.27 La empresa estadounidense Mid-Wes-
tern Window, de Iowa, lo ha puesto en práctica con bastante éxito en la fa-
bricación de puertas y ventanas.
El horario escalonado es el que ‘‘permite a cada trabajador escoger la hora
de entrada y la de salida’’.28 El empleado puede aumentar o disminuir el nú-
mero de sus horas de trabajo, como haga falta.
En la modalidad del horario promediado, los trabajadores contraen la obli-
gación de laborar un número fijo de horas en determinado periodo, el cual
puede ser semanal, mensual o anual, pero deben estar dispuestos a cambiar
el número de horas que trabajan efectivamente, para hacer frente a las osci-
laciones de la demanda. Los empleadores constatan que el horario promediado
les permite amoldarse a la demanda y atenuar la necesidad de pagar horas
extraordinarias o contratar personal eventual. También los trabajadores pueden
preferir esta modalidad, en virtud de que no tienen que trabajar con la inten-
sidad habitual de la jornada. Entre los inconvenientes para los trabajadores
están la disminución del salario y el no aprovechar su tiempo libre.
Ningún orden puede ser comprendido como pura forma, sino siempre lo es
en ‘‘función de los valores en el que él se basa y le otorgan significado’’.29
Las necesidades materiales y del espirítu de cuantos trabajan deben ser satis-
fechas.
31 Laperrière, René, Droits du travail et commerce international, Departament des sciences juridiques,
UQAM, Les Éditions Yvon Blais, 1995, p. 122.
CAPÍTULO 25
DESCANSOS SEMANAL Y ANUAL
Humberto A. PODETTI
5. Tipos de descanso
6. El descanso en el tiempo
Dentro del orden de ideas que valoriza al trabajo como ocasión de reali-
zación personal, el descanso debería motivarse en similar valorización; esto
es, servir el tiempo libre para el crecimiento de la vida personal, familiar y
comunitaria; para una reparación de fuerzas y al mismo tiempo para un ‘‘re-
poso interior’’.
La contrapartida del ocio destructivo o simplemente inútil que ofrece la
sociedad de consumo, y transforma al hombre que descansa en alguien que
no sabiendo qué hacer con su tiempo libre, termina siendo sujeto a estándares
de vida social disvaliosos, determinados en gran medida por la compulsión a
consumir bienes materiales; o en víctima de la alienación de los mass media.
De ese modo, como observaba Krotoschin, el mayor tiempo libre, en vez de
liberar al hombre, lo somete a un nuevo proceso de enajenación y a una nueva
especie de dirigismo.
Por cierto que los miembros de la civilización urbana, de hecho, cuando
no saben ‘‘estar con otros’’ ----su familia, sus amigos----, quedan como ‘‘per-
didos’’ el día del descanso. De ahí que sea necesaria una suerte de educación
del ocio, cometido político-social insoslayable, para otorgar un sentido posi-
tivo y un alcance individualmente creador a los descansos en el trabajo.
436 HUMBERTO A. PODETTI
1. Sus orígenes
normas argentinas (LCT, t. o., artículos 165 a 171), brasileñas (Ley 605/1949,
artículos 8 y 11) y mexicana (LFT, artículos 74 y 75).
3-1 y 3) por otro máximo, según la antigüedad (OIT, Convenio 110, artículo
39, b) o por otros motivos como el desempeño de tareas pesadas (Recomen-
dación 98, punto 6) o por tratarse de jóvenes (idem, punto 10).
En América Latina, el mínimo y el máximo varían en los distintos países
(por ejemplo, Argentina, LCT, t. o., artículo 150; según la antigüedad, entre
14 días, mínimo y 35, máximo; Brasil, CLT, artículo 130, entre 12 y 30 días,
según el número de faltas al trabajo, sustituyéndose el criterio de antigüedad
por el de asiduidad al trabajo; México, LFT, artículo 76, entre 6 y 16 días,
según la antigüedad).
En el cómputo de la duración de las vacaciones no se incluyen los días
feriados obligatorios ni las licencias por enfermedad (OIT, Convenio 132,
artículo 6).
8. Incompensabilidad en dinero
En procura del goce efectivo del descanso anual se aplica a las vacaciones
el criterio, ya mencionado a propósito del descanso semanal (véase supra II,
5), de que no son compensables en dinero, supuesto éste que el Convenio 132
de la OIT tacha de nulidad (artículo 12). Este principio lo recogen la legis-
lación argentina (LCT, t. o., artículo 162) y la mexicana (LFT, artículo 79).
IV. BIBLIOGRAFÍA
ALONSO OLEA, Manuel, Derecho del trabajo, 8a. ed., Madrid, 1983.
BUEN LOZANO, Néstor de, Derecho del trabajo, México, 1976.
CARCAVALLO, Hugo R., ‘‘Condiciones de trabajo (tiempo posible de trabajo)’’,
en Vázquez Vialard, Antonio R., Tratado de derecho del trabajo, vol. 4,
Buenos Aires, 1983.
DIEGO, Julián Arturo de, Jornada de trabajo y descansos, Buenos Aires, 1986.
444 HUMBERTO A. PODETTI
I. EL CONCEPTO
1. Terminología
2. El enfoque económico
3. La caracterización jurídica
entre ciertos parientes, dicen que ‘‘el régimen jurídico de las dos deudas no
puede hacer olvidar la identidad de todos los créditos alimentarios en cuanto
a su fin: asegurar la subsistencia del acreedor’’.
Por otra parte, no está de más recordar que hay otras prestaciones ----aparte
del salario y la cuota de alimentos---- que tienen finalidad de subsistencia,
como es el caso de los honorarios del profesional independiente o ciertas
prestaciones de la seguridad social (jubilaciones, pensiones).
5. El ‘‘salario justo’’
6. El salario lesivo
7. El principio de igualdad
Incluso hay lugar a considerar más grave ‘‘no cumplir’’ un pago anterior
pretendiendo que se cumpla el trabajo posterior al ya no pagado que pretender
que se cumpla una obligación estrictamente simultánea sin cumplir la propia
(Justo López). Por otra parte, ‘‘el contratante que se manifestara dispuesto a
percibir, pero no a cumplir la contraprestación a su cargo incurriría a la vez
en mora accipiendi y en mora debendi (Busso) y quedarían a su cargo ‘‘los
riesgos de las dos prestaciones que se han de intercambiar’’ (Busso). La mora
accipiendi se justifica por aquella mayor gravedad del incumplimiento respecto
a un lapso anterior, especialmente en el ámbito de la relación de trabajo y
por los elementos alimentarios que incluye el salario.
1. Importancia
La unidad que se toma como medida para el cómputo del salario, diferencia
varias especies de éste.
Básicamente, esas distintas unidades de cómputo son de dos géneros: uni-
dades de tiempo o unidades de resultado.
Las unidades de tiempo más usuales son la hora, el día, la semana, la
quincena y el mes.
Unidades de resultado pueden ser el número de piezas producidas, u otras
cantidades (por ejemplo de extensión, tantos metros; de volumen; de peso,
tantos kilos, etcétera), el valor de una operación (usado para las comisiones),
el ingreso bruto de un establecimiento, el producido por un empleado, las
ganancias de una empresa, el importe de otras remuneraciones (por ejemplo,
para el aguinaldo).
El resultado de que pueda tratarse no requiere que sea efecto directo del
trabajador, cuyo salario se computa por él. No hay que confundir, sin más, la
remuneración por resultado con el ‘‘incentivo’’, aunque comúnmente las dos
cosas suelen ir juntas, al menos en alguna medida. Pero puede el resultado,
como ‘‘incentivo’’, resultar más o menos indirecto, como aparece manifiesto
en la participación en las ganancias de una empresa o un establecimiento.
En principio pueden aplicarse esas unidades de cómputo al salario ‘‘en
especie’’ (un kilo de carne por día, en un frigorífico o una carnicería), pero
en este tipo de salario tienen menor importancia, por dos razones:
a) porque las prestaciones propias del salario ‘‘en especie’’ no son nunca
tan fácilmente fraccionables como el salario en moneda, lo que significa
que este último es mucho más fácilmente mensurable;
b) porque hay un gran predominio del salario monetario respecto al no
monetario.
EL SALARIO 459
7. Comisión
8. Las gratificaciones
Por otra parte, una manifestación expresa en sentido contrario, quitaría aquel
significado preceptivo al comportamiento habitual del empleador, al menos
en principio y salvo que la manifestación de no obligarse para el futuro pueda
ser valorada como no seria, pues de ese modo quedaría sin fundamento aquella
exigibilidad futura.
9. El ‘‘aguinaldo’’
11. Viáticos
sociales al disimular que una ganancia o ingreso del trabajador sea sa-
lario;
b) Cuando los gastos que cubre ----regularmente y no sólo en alguna cir-
cunstancia excepcional---- corresponden a rubros que, como gastos de
comida o habitación, tienen, en consecuencia, un significado equivalente
a un salario ‘‘es especie’’ (alimentos o habitación, por ejemplo).
1. Protección de la satisfacción
‘‘El derecho del trabajo, dice Mario de la Cueva, existe para asegurar a los
trabajadores la percepción real de los salarios y no la simple declaración de
que percibirán determinados salarios’’.
El derecho del trabajo organiza una múltiple protección para asegurar que
el trabajador perciba efectivamente los salarios que se han devengado a su
favor, es decir, que ha ganado.
Esa intensa protección de la satisfacción (pago efectivo) del salario tiene
dos fundamentos básicos: el carácter alimentario del salario y la relevancia
social que tiene como ingreso del sector más numeroso de la población (García
de Haro).
Se habla de múltiple protección porque ésta comprende:
a) La protección frente al empleador;
b) La protección frente a los acreedores del trabajador;
c) La protección a los acreedores del empleador;
d) El sistema solidariamente organizado de ‘‘garantía de los créditos labo-
rales’’, en los países en los que se ha organizado tal sistema.
c. Pero más importante todavía que eso, la legislación prohíbe los descuen-
tos, reducciones y compensaciones de los salarios devengados y también el
pago mediante ‘‘vales’’ destinados a ser usados en la adquisición de bienes o
servicios proveídos exclusivamente por el empleador (truck system).
No se pueden efectuar descuentos del salario devengado, salvo que la ley
los autorice (como por ejemplo las retenciones que deba hacer el empleador
para el pago de impuestos a cargo del trabajador, o para aportes del trabajador
a la seguridad social u otras que, por circunstancias justificadas, puede la ley
admitir).
Tampoco se puede compensar el crédito de salarios con créditos que el
empleador tenga contra el trabajador. No es aplicable la compensación llamada
‘‘automática’’ (legal), ni es válida la compensación convencional (por acuerdo
de parte, cuando falta algún requisito propio de la legal). La compensación
judicial o ‘‘reconvencional’’ sólo es admisible dentro de los límites que la ley
fije para la embargabilidad del salario, salvo cuando se trata de daños oca-
sionados ilícita e intencionalmente por el trabajador, respecto de los cuales la
ley puede admitir la retención condicionándola especialmente (por ejemplo
la suma retenida debe depositarse judicialmente a lo que resulte del juicio por
daños y perjuicios).
d. No es válida la renuncia total o parcial, por parte del trabajador, al cobro
de los salarios devengados (remisión de la deuda). Aunque la ley no lo diga
expresamente, la prohibición de la renuncia va implícita en la de descontar,
retener o compensar suma alguna sobre el salario devengado.
5. El fondo de garantía
IV. BIBLIOGRAFÍA
I. PRINCÍPIO DA INALTERABILIDADE
471
472 OCTAVIO BUENO MAGANO
3 Barassi, Lodovico, Il diritto del lavoro, vol. I, Milano, Giuffrè, 1949, p. 362.
MODIFICAÇÕES DO CONTRATO DE TRABALHO 473
haja por prova bastante, até quantia de dez mil réis; sendo os ditos seus amos
pessoas de qualidade como Scudeiros, ou daí para cima, ou Mercadores acre-
ditados’’ (Ord. 14, 33).
Mas essa tendenciosidade não era exclusiva do legislador português.
O Código Civil francês, conquanto elaborado em época mais recente, con-
tinha preceito ainda mais odioso, assim se inscrevendo o seu artigo 1.781
(revogado somente em 2 de agosto de 1868): ‘‘Le maitre est cru sur son
affirmation: pour la quantité des gages; ----pour le payment du salaire de l‘an-
née échue: ----et pour les comptes donnés pour l‘année courante’’.
Quer dizer, havendo dúvida sobre o montante da remuneração, devida pelo
empregador ao empregado e sobre a efetividade do pagamento dela, a palavra
do primeiro sobrepujava a do segundo.
O legislador brasileiro rompeu definitivamente com a aludida diretriz, em
janeiro de 1917, fazendo inserir, no Código Civil, então publicado, o artigo 1.224,
que está assim redigido: ‘‘Não sendo o locador contratado para certo e deter-
minado trabalho, entender-se-á que se obrigou a todo e qualquer serviço com-
patível com as suas forças e condições’’ preceito este reproduzido no artigo
456, parágrafo único, da Consolidação das Leis do Trabalho. Diz Cesarino
Jr., que, a contrario sensu, dele resulta que o trabalhador normalmente deve
ser contatado para serviço certo e determinado.4
Como apoio nessa lição, reafirma-se que o empregador só pode exigir do
empregado serviços contidos nos limites de suas funções.
A função ou ocupação reúne, porém, tarefas várias e o fato de estar o
empregado afeto a uma delas não significa que não possa ser colocado em
outra. ‘‘[...] il lavoratore può essere chiamato ad eseguiere le operazioni che
sono determinate dalla qualifica, cioè una qualunque delle prestazioni che
sono determinate in generale dalla qualifica estessa’’.5 Admite-se mesmo que,
na ocorrência de extinção de cargo, possa ser posto em outro afim, embora
pertinente a diversa qualificação profissional,6 desde que não sofra prejuízo.
Ocorre, portanto, em relação à qualificação profissional e mesmo no que con-
cerne à função, certa elasticidade, na qual se exercita o chamado jus variandi
do empregador. Com base na faculdade apontada, pode tambén o empregador
promover o empregado e fazê-lo reverter à função efetiva, nas hipóteses dos
artigos 468, 450, parágrafo único, e 224, parágrafo 2°, da Consolidação das
Leis do Trabalho.
III. PROMOÇÃO
IV. RETROCESSÃO
V. RETORNO
diretor, gerente e outras semelhantes. Se tem ele uma parcela do ganho pro-
porcionada ao cargo efetivo e outra à função de confiança, esta poder ser
subtraída com a efetivação do retorno.
A segunda hipótese de retorno é a disciplinada no artigo 450, da Consoli-
dação das Leis do Trabalho, nestes termos: ‘‘Ao empregado chamado a ocupar,
em comissão interinamente, ou em substituição eventual ou temporária cargo
diverso do que exercer na empresa, serão garantidas a contagem do tempo
naquele serviço, bem com a volta ao cargo anterior’’. Em verdade, esse pre-
ceito trata de duas hipóteses: o comissionamento interno, correspondente
à promoção em caráter de experiência, e a substituição eventual ou temporária,
destinada a suprir faltas ou impedimentos de outros empregados. Na última
hipótese, não se requer que o cargo para o qual é chamado o substituto seja
de maior hiararquia, e, na primeira, não se exige que corresponda à função
de confiança. Cessado o comissionamento, cessa, automaticamente, a obriga-
toriedade do pagamento da gratificação de função correspondente.
A terceira hipótese de retorno é a derivada de regra inserta no parágrafo
2°, do artigo 224, da Consolidação das Leis do Trabalho, relativa aos bancá-
rios, e a que, mutatis mutandis, aplicam-se às condições referidas na primeira
hipótese.
A regra, hoje, de maior realce, sobre o assunto, é a do artigo 7°, inciso VI,
da Constituição, em que se fala de irredutibilidade do salário, salvo o disposto
em convenção ou acordo coletivo.
A regra de irredutibilidade implica a ineficácia de alterações determinadas
unilateralmente pelo empregador e tambén das pactuadas entre este e o em-
pregado individualmente considerado.
Mas a regra da irredutibilidade não exclui a incidência dos casos de recução
previstos em lei:
Estatui o legislador brasileiro não estar vedada a transferência que não aca-
rretar necessariamente a mudança do domicílio do empregado. Na verdade, o
que se afirma no texto legal é não se considerar transferência a que não im-
plique necessariamete a mudança de domicílio.
O entendimento dominante a respeito do sentido de domicílio (e o de que
a transferência reputa-se lícita, se efetuada na esfera de um mesmo Município).
Existem, porém, auores que restringem a possibilidade de transferência ao
âmbito de cidade14 e outros que tendem a estendê-la à área metropolitana.15
A última orientação parece a mais correta, desde que o empregado possa
atender às suas obrigações sem maior esforço, conservando a mesma residên-
cia.16 Não se há, portanto, de reputar ilícita a transferência de empregado para
local próximo, embora situado em outra cidade.17
XVII. SUCESSÃO
1. Causalidad
Para que la suspensión sea tal, es decir, para que libere del cumplimiento
de las obligaciones es requisito sine qua non la existencia de una causa válida
y suficiente. De lo contrario, la inconcurrencia del trabajador constituiría,
llana y simplemente, una violación contractual; la falta de causa la privaría
de justificación y, aún más, la transformaría jurídicamente del ejercicio re-
gular de un derecho en una infracción, posible incluso de sanción disciplinaria.
A diferencia de lo que sucede en materia de terminación del contrato, donde
predomina la rigidez, en materia de suspensión hay gran flexibilidad causal.
La causa justificada no tiene que estar necesariamente en la ley; aunque mu-
chas legislaciones la contemplan, puede provenir también de la convención
colectiva, del contrato individual, de la costumbre e incluso hasta del simple
acuerdo entre empleador y trabajador, como sucede en el caso de la licencia
voluntaria.
De la naturaleza de la causa dependerán los efectos. Los diferentes tipos
de suspensión detectables en la legislación y en la realidad se distinguen entre
sí por la conjunción de ambos extremos: causa y efecto. Así, en términos
generales, la suspensión debida a causa no imputable al trabajador conlleva
en la mayoría de los casos el pago de remuneración, lo que no sucede nece-
sariamente cuando la causa obedece a la voluntad de aquél. En estas materias,
sin embargo, se aprecia una gran variedad de soluciones legislativas.
Por otro lado, la causa debe ser de suficiente entidad para justificar la
paralización por un lapso notable. El descanso entre medias jornadas, la pausa
para refrigerio, el propio descanso semanal, o aun otros hechos como un pa-
decimiento leve, la ausencia breve para cumplir un trámite, el permiso para
asistir a una ceremonia y, en general, la infinidad de pequeños actos de que
está compuesta la vida cotidiana no trascienden hacia medidas de suspensión,
SUSPENSIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO 485
2. Temporalidad
4. Acumulación de antigüedad
5. Reserva de puesto
2. La enfermedad y el accidente
4. El descanso vacacional
7. La sanción disciplinaria
Caso fortuito y fuerza mayor son conceptos del derecho común, que en el
derecho laboral son tomados sin alteración. Antiguamente se distinguía for-
malmente entre ambas figuras, asimilando el caso fortuito al hecho proveniente
de la naturaleza, como pudiera ser una inundación o un terremoto, mientras
la fuerza mayor sería el acto imperativo de la autoridad. Por eso tradicional-
mente se les denominaba, en su expresión latina, factum Dei y factum principii,
respectivamente: hecho de Dios o hecho del hombre. Modernamente, no se
hace mayor hincapié en la diferencia, atendiendo más bien a sus efectos que,
para el caso, son los mismos: el impedimento a la ejecución del contrato
derivado de un hecho imprevisible, inevitable e irresistible.
Muchas veces se discutió si la interrupción en las actividades de la em-
presa por causa ajena a la voluntad de ambas partes de la relación laboral
----caso, por ejemplo, de la interrupción del fluido eléctrico o la carencia in-
tempestiva de materia prima---- debía ser asumida por el trabajador o por el
empleador. No hay unanimidad legislativa al respecto.
Como en la causa económica, tampoco hay consenso legislativo respecto
del procesamiento de una suspensión basada en tales hechos: en algunas le-
gislaciones se autoriza lisa y llanamente la suspensión dispuesta por el em-
pleador; en otras, se la sujeta a una comprobación ulterior de la causa por la
autoridad laboral, de cuya constatación depende el que la suspensión sea re-
putada justificada o injustificada; en otras, finalmente, la suspensión sólo pro-
cede después que la autoridad efectuó tal constatación, caso este último en el
que se requiere de una resolución autoritativa.
Antes de determinar la suspensión motivada en caso fortuito o fuerza mayor,
sólo si es posible, pero con carácter obligatorio, deben adoptarse medidas que
eliminen o reduzcan los daños a los trabajadores, como puede ser el otorga-
miento de vacaciones adelantadas u otra forma de suspensión imperfecta. La
suspensión no debe ser, pues, en estos casos, un acto automático ni inevitable,
sino que es deber del empleador el buscar paliativos a la situación creada,
procurando adoptar medidas alternas que eviten un mal mayor.
Por sus características, la suspensión derivada del hecho fortuito o la fuerza
mayor es de naturaleza colectiva, y puede darse en forma perfecta o imperfecta.
VI. BIBLIOGRAFÍA
I. LA IMPORTANCIA DE LA CUESTIÓN
para conservar el empleo y, con ello, los medios económicos para una sub-
sistencia razonable.
Cualquiera que sea la orientación económica de los gobiernos, la falta de
empleos es un grave mal que hay que combatir a toda costa. Más allá de los
trágicos efectos que sufre quien carece de trabajo, el desempleado se convierte
en una carga improductiva que la sociedad debe mantener y soportar. Pareciera
que al derecho del trabajo le correspondería encargarse de la estabilidad en
el empleo, mientras que la economía sería la responsable de garantizar el
empleo pleno. Sin embargo, esta división de tareas no es tan tajante como
pudiera parecer. Al menos hoy, bajo el dominio del neoliberalismo, se suele
presentar al derecho del trabajo como un estorbo al empleo, que entorpece
las relaciones laborales, impone injustificadas cargas a los empleadores y obs-
taculiza la productividad. En otras palabras, se le imputa el más grande de
los fracasos, acusándolo de acabar con el motivo mismo de su existencia.
Las corrientes flexibilizadoras han atacado a casi todas las instituciones del
derecho laboral, pero se han ensañado particularmente con la estabilidad en
el empleo. Han repetido hasta el cansancio que la dificultad para separar a
un trabajador y los costos que ello supone provocan que los empleadores no
contraten más gente y que se dediquen a actividades menos riesgosas como
inversiones en bancos y bolsas de valores, olvidando que esas inversiones por
sí solas no producen nada si al final de la cadena no hay trabajadores que
den a las mercancías el valor agregado que los inversionistas habrán de ate-
sorar. En definitiva, el efecto que se busca y obtiene al facilitar los despidos
es el abaratar la mano de obra y lograr una distribución más injusta de la
riqueza, alejándola cada vez más de quienes más esfuerzos hacen para crearla.
Durante prácticamente un siglo de vida, el derecho del trabajo evolucionó
buscando nuevas formas para garantizar el empleo, orientándose sobre todo,
conforme a su espíritu proteccionista de los trabajadores, hacia una estabilidad
que serviría como el soporte fundamental de todos los demás derechos labo-
rales. Sin estabilidad en el empleo, la irrenunciabilidad de los derechos de los
trabajadores no es más que una bella pero inútil falacia.
Buscar un empleo estable es una vocación natural del derecho laboral y es
lógico que se desarrolle más en aquellos países cuya economía ha sido incapaz
de sostener un índice razonable de empleo. Sin embargo, es común que para
atacar al derecho laboral se invoque el ejemplo de países de economías de-
sarrolladas, que por lo general han protegido menos a sus trabajadores, como
Estados Unidos de América o Japón, para apoyar sus demandas de flexibili-
zación o desregulación de las normas de trabajo. Olvidan que en América
Latina, lejos de que el derecho laboral haya provocado los fracasos económi-
504 CARLOS DE BUEN UNNA
cos, han sido éstos los que con sus enormes injusticias han hecho necesaria
su evolución acelerada, además de que las normas tutelares han servido tam-
bién como catalizadores para evitar explosiones sociales. Olvidan también que
Europa, con todo y sus normas protectoras de los trabajadores, y quizás en
buena medida gracias a ellas, ha logrado un fabuloso desarrollo económico y
el más avanzado proceso de integración.
Sin embargo, esta evolución del derecho del trabajo iberoamericano no
siempre ha sido homogénea. El tratamiento de la extinción de la relación
laboral ha mostrado una gran heterogeneidad y una excesiva complejidad.
Ante la problemática de la finalización de las relaciones laborales, el de-
recho laboral no ha podido acercarse siquiera a un cierto equilibrio entre los
factores de la producción. Por el contrario, sus normas han favorecido el con-
flicto, propiciando el desarrollo de costosas estructuras jurídicas que a la larga
no benefician ni a los trabajadores ni a las empresas.
Los laboralistas estamos comprometidos en la búsqueda de ese equilibrio.
Pero en sociedades que son esencialmente injustas no lo vamos a encontrar
derogando las normas que aún procuran una mínima protección a los traba-
jadores ni copiando sistemas cuyos fracasos han sido más notorios que sus
éxitos. El estudio comparativo de las diferentes respuestas ensayadas en nues-
tros países es indispensable para analizar sus pros y contras y podrá orien-
tarnos en la formulación de una mejor propuesta.
1 Montoya M., Alfredo, Derecho del trabajo, Madrid, Tecnos, 1996, p. 34.
2 Idem, op. cit., p. 576.
508 CARLOS DE BUEN UNNA
Lo que es aún más triste, es que a pesar del fracaso del modelo experi-
mentado por España, sigue siendo el ejemplo que predomina en la reforma
laboral en América Latina.
3 Pasco, Mario (Coord.), La extinción de la relación laboral, Lima, Aele Editorial, 1987.
4 Ibidem.
5 Ibidem.
6 Ibidem,‘‘Extinción de la relación laboral en el Perú’’, p. 243.
LA EXTINCIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 509
2. Mutuo consentimiento
3. Jubilación convencional
1. Renuncia o dimisión
2. Abandono de empleo
3. Rescisión injustificada
Como veremos más adelante (infra VI, 4 y 5), el trabajador puede rescindir
su contrato, pretendiendo justificar su decisión en causas imputables al em-
pleador o en otras circunstancias. No obstante, esa supuesta justificación puede
ser controvertida por el empleador y quedar sujeta a la decisión de una auto-
LA EXTINCIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 515
solamente los años completos, sin ningún tope salarial. Adicionalmente tienen
derecho a los ‘‘salarios vencidos’’, que comprenden todos los que se debieron
percibir desde la fecha de la rescisión hasta el pago de las indemnizaciones,
sin límite de tiempo. Además de la indemnización de tres meses de salarios,
los trabajadores eventuales tienen derecho a la mitad de los salarios devenga-
dos durante la relación, si fue ésta menor a un año, o a seis meses de salarios
por el primer año y 20 días más por cada año subsecuente; en cambio, no
tienen derecho a la prima de antigüedad y los salarios vencidos no pueden ir
más allá de la fecha de terminación del contrato.
En Colombia se exige que el trabajador dé aviso escrito al empleador de
la rescisión, mientras que en España, salvo algunas excepciones, se requiere
que el trabajador demande al empleador antes de separarse del trabajo.
Rara e interesante nos resulta la previsión de la ley brasileña sobre la in-
demnización especial para la ruptura del contrato por ‘‘culpa recíproca’’. ‘‘Debe
entenderse que, dividida la responsabilidad por la extinción contractual, deben
también ser divididos los cargos que de ellas deriven’’.7
1. Despido libre
esperamos ver, al menos por ahora, una disposición que expresamente con-
signe el derecho del empleador a despedir libremente a sus trabajadores. Sin
embargo, a través de los límites a la estabilidad y sin tener que recurrir al
lenguaje directo, es indudable la existencia del despido libre, en algunos casos
en forma muy clara como en Paraguay, en donde la estabilidad no se adquiere
sino hasta después de diez años, teniendo el empleador la libertad de separar
al trabajador antes de ese tiempo, con un preaviso de treinta a noventa días,
según la antigüedad, y una indemnización de quince días de salarios por cada
año de servicios o fracción superior a seis meses. En República Dominicana,
bajo el nombre de ‘‘desahucio’’, se prevé también el despido libre con un
preaviso y el pago de una indemnización denominada ‘‘auxilio de cesantía’’,
consistente en quince días de salarios por cada año trabajado.
Por lo general las legislaciones analizadas incluyen periodos de prueba den-
tro de los cuales tanto el empleador como el trabajador pueden dar por ter-
minada la relación sin incurrir en responsabilidad. En Colombia el periodo de
prueba no puede ser mayor a dos meses en contratos por tiempo indefinido
y de la quinta parte del periodo inicialmente fijado en los contratos por tiempo
fijo, mientras no rebase un año; en Venezuela es de tres meses; y en Perú
varía según la especialización del trabajador, pudiendo ser de tres, seis o doce
meses.
En México, aunque no se prevé un periodo de prueba como tal, se establece
una causa de despido, íntimamente ligada con la capacidad y habilidades del
trabajador, que deja de tener efecto después de treinta días de prestar sus
servicios. La diferencia fundamental con el típico periodo de prueba radica
en que mientras que en éste el empleador no tiene que acreditar la incapacidad
del trabajador, en la causal prevista en la legislación mexicana debe hacerlo.
Una figura semejante al periodo de prueba es el ‘‘contrato a prueba’’. Su
diferencia teórica radica en que en tanto la finalidad del periodo de prueba es
conceder un tiempo a las partes para que el empleador conozca los conoci-
mientos y habilidades del trabajador y éste las condiciones de trabajo respec-
tivas, para así poder determinar la conveniencia de continuar o no con la
relación, en el contrato a prueba el objeto para el empleador sería el conocer
o ‘‘probar’’ al trabajador, de manera que a futuro pudiese decidir, con cono-
cimiento de causa, si celebra o no un contrato de trabajo con él. En realidad,
entre el contrato a prueba y el periodo de prueba no cambia el fondo sino la
forma. En España se prevé este tipo de contratación, por dos o seis meses,
con libre ‘‘desistimiento’’ y sin indemnización alguna.
En cuanto a la finalización de las relaciones precarias, entendiendo como
tales aquellas que están sujetas a plazos que no tienen nada que ver con la
LA EXTINCIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 519
necesidad temporal de los servicios por parte del empleador (supra II y III)
y que responden a las nuevas formas flexibles de contratación temporal, en
general se prevé la posibilidad de su renovación al vencimiento, por un tiempo
igual y hasta por un tiempo máximo, dependiendo de la voluntad del em-
pleador.
La decisión de no renovar el contrato, (en realidad un despido libre que se
puede ejercer cada cierto tiempo), por lo general no conlleva ningún pago
indemnizatorio como ocurre en España. Lo mismo sucede en Argentina, siem-
pre y cuando la relación haya durado menos de un año, pues de lo contrario,
además de la obligación de dar un preaviso, el empleador debe pagar la mitad
de la indemnización por despido.
De nueva cuenta es importante advertir que estamos haciendo una especial
distinción entre estos casos y aquellos en los que la eventualidad de la relación
se justifica en atención a una necesidad pasajera del empleador y a cuya ter-
minación nos referimos al hablar de la extinción derivada de la voluntad de
ambas partes (supra V, 2).
La tercera forma que encontramos en la que también se produce el despido
libre tiene que ver con relaciones laborales de naturaleza especial.
En Chile, los representantes del empleador, los trabajadores de confianza
y los domésticos pueden ser despedidos mediante el pago de una indemniza-
ción de un mes de salarios por cada año de servicios o fracción mayor a seis
meses.
En España es lícito despedir al personal de alta dirección mediante el pago
de una indemnización de veinte días de salarios por cada año de servicios con
un máximo de doce meses, mientras que tratándose del personal al servicio
de un hogar familiar se requiere de un preaviso y una indemnización de siete
días de salarios por cada año, con un máximo de seis meses.
En México, los trabajadores de confianza al servicio del Estado carecen de
estabilidad en el empleo, pudiendo ser libremente removidos o separados, sin
expresión de causa y sin indemnización. También es posible despedir libre-
mente a los empleados domésticos, sin indemnización, dentro de los treinta
días siguientes al inicio de la relación laboral y con la indemnización corres-
pondiente, después de ese tiempo.
2. Despido injustificado
ser canjeada por una indemnización de dos meses de salarios por cada año
de servicios o fracción que exceda de seis meses.
En Colombia, a partir de diez años de antigüedad, el trabajador puede pedir
su reinstalación, aunque el juez puede negarla bajo ciertas circunstancias. Para
los trabajadores contratados por tiempo indeterminado, la indemnización es
de cuarenta y cinco días de salarios si la relación duró menos de un año; de
cuarenta y cinco días por el primer año más quince días por cada año adicional,
si duró más de un año y menos de cinco; de cuarenta y cinco días por el
primer año y veinte días por cada año subsecuente, si duró más de cinco y
menos de diez años; y de cuarenta y cinco días por el primer año y treinta
días por cada año posterior, si duró más de diez años. Sin embargo, las in-
demnizaciones a partir del segundo año pueden verse reducidas hasta en un
setenta y cinco por ciento, en empresas de capital menor a ciertas cantidades.
Si se trata de trabajadores contratados a término fijo, la indemnización equi-
vale a los salarios faltantes, con un mínimo de quince días.
En Chile la indemnización es de un mes de salarios por cada año, adicionada
con un veinte por ciento y con un máximo de once meses.
En España, el ‘‘despido improcedente’’, que puede serlo por razones de
fondo o forma, da lugar a la readmisión o a una indemnización consistente
en cuarenta y cinco días de salarios por año de servicios, con un máximo de
cuarenta y dos mensualidades, más los ‘‘salarios de tramitación’’, de los que
los primeros sesenta días corren a cargo del empleador y los restantes por
cuenta del Estado. Si se trata de un ‘‘despido nulo’’, por discriminación o
violación a los derechos fundamentales o a las libertades públicas del traba-
jador, tiene éste derecho a la readmisión y a los salarios dejados de percibir.
En México el trabajador puede optar por la reinstalación o por una indem-
nización de tres meses de salarios más la prima de antigüedad (supra V, 2)
y los salarios vencidos, desde la fecha del despido hasta que se le reinstale o
indemnice, aunque si el contrato es por obra o tiempo determinados, los sa-
larios vencidos no pueden exceder la duración prevista en el contrato. Si opta
por la reinstalación, en ciertos casos (trabajadores de confianza, trabajadores
eventuales, trabajadores con antigüedad menor a un año y empleados domés-
ticos), el empleador se puede negar mediante el pago de una indemnización
más costosa, igual a la que procede cuando el trabajador rescinde su contrato
por causas imputables al empleador (supra VI, 4).
En Paraguay los trabajadores con menos de diez años de servicios, que por
lo tanto no han adquirido la estabilidad, tienen derecho a una indemnización
de quince días por año o fracción de seis meses y al pago de los salarios
vencidos desde su reclamación hasta la sentencia ejecutoriada. Los trabajado-
522 CARLOS DE BUEN UNNA
3. Despido justificado
Ciertas previsiones de la ley mexicana, por cierto más que discutibles, nos
llevan a incluir este inciso como una causa especial de extinción de la relación
de trabajo.
Se trata de cuatro supuestos muy peculiares, en los que se pretende que
más allá de la decisión de las partes, la relación laboral debe terminar. Uno
se conoce como ‘‘insumisión al arbitraje’’ y consiste en la negativa del tra-
bajador o del empleador a someterse al arbitraje de la Junta de Conciliación
y Arbitraje o a aceptar su resolución; otro deriva del hecho de que habiendo
condenado la junta al empleador a reinstalar al trabajador, éste no se presenta
dentro del término concedido para ello; uno más se da cuando el trabajador
no regresa a laborar dentro de las veinticuatro horas siguientes a la notificación
de la resolución de la junta que ha declarado que una huelga es ‘‘inexistente’’;
el restante se refiere a la ‘‘ilicitud’’ de una huelga que se sanciona con la
terminación de los contratos de los huelguistas. No obstante lo anterior, en
la práctica estas previsiones no pueden imponerse a la voluntad del empleador,
ya que si éste no quiere dar por terminada la relación de trabajo, nadie podrá
forzarlo a ello, de manera que en la práctica se convierten en otras causales
de despido, aunque en condiciones especiales, sin requerir la entrega del aviso
rescisorio.
Así como la muerte del trabajador trae como consecuencia necesaria e in-
mediata la terminación de la relación de trabajo, por ser esta estrictamente
personal en cuanto al trabajador (supra IX, 1), no sucede lo mismo cuando
es el empleador, persona física, quien fallece, dado que otra persona puede
hacerse cargo de la continuación de las actividades correspondientes, convir-
tiéndose así en empleador sustituto del anterior. Sin embargo, la sustitución
patronal o subrogación empresarial no siempre ocurre, ya sea porque la rela-
ción de trabajo estaba íntimamente ligada a una actividad personal del em-
pleador, que nadie más va a continuar, o simplemente porque nadie se interesa
en ello, en cuyo caso la muerte del empleador conlleva la extinción de la
relación.
Algunas legislaciones prevén también la incapacidad del empleador, asimi-
lándola a su fallecimiento.
En Argentina la muerte del empleador origina el pago de una indemnización
equivalente a la mitad de la indemnización por despido injustificado.
En España está prevista la indemnización de un mes de salarios en caso
de muerte, incapacidad o jubilación del empleador, bajo el régimen de la
seguridad social. Esta jubilación en todo caso es voluntaria al cumplir sesenta
y cinco años de edad.
En México la muerte o incapacidad del empleador produce una indemni-
zación de tres meses de salarios más la prima de antigüedad (supra V, 2).
En Paraguay, la muerte o incapacidad del empleador acarrea una indemni-
zación de un mes de salarios para los trabajadores de uno a cinco años de
antigüedad, de dos meses para quienes tienen más de cinco y hasta diez años
y de tres meses para quienes rebasan los diez años.
comportamiento. Es triste que no tenga nada que ver el mayor o menor es-
fuerzo que por años o décadas haya podido realizar.
El desequilibrio es notorio. No suele haber correspondencia entre los costos
o beneficios que las prestaciones o indemnizaciones suponen y la conducta
de las partes a lo largo de la relación. Es lógico, por tanto, que esta situación
a menudo nos lleve a replantearnos la necesidad de modificar las reglas que
hemos adoptado y que lejos de solucionar el problema de la finalización de
las relaciones laborales lo complican, haciendo atractivo el conflicto, en la
medida de que el desenlace del mismo puede tener consecuencias tan distintas.
Por desgracia, muchas de las reformas, lejos de simplificar las cosas, acaban
por complicarlas más.
Nuestra propuesta corre en sentido contrario al que marcan las modas ac-
tuales.
La duración de las relaciones debe depender estrictamente de la necesidad
que el empleador tiene de los servicios que el trabajador va a prestar. De
ninguna manera debe verse como una medida para fomentar el empleo, cuyo
fracaso ha quedado ya suficientemente demostrado con la experiencia es-
pañola.
En todo caso debe fijarse un periodo de prueba, acorde con el tiempo ne-
cesario para conocer los conocimientos y habilidades del trabajador y, lo que
muchas veces es más importante, su capacidad de convivencia y adaptación
dentro de la empresa. Hacer depender la duración del tiempo de prueba del
nivel salarial del trabajador es una buena solución, tomando en cuenta que
por lo general, a la exigencia de mayores requisitos corresponde un mayor
salario. Otras soluciones son subjetivas y conflictivas.
En cuanto a la extinción de la relación, las indemnizaciones, entendiéndolas
como el resarcimiento de los daños y perjuicios que una parte causa a la otra,
no tienen por qué depender de su mayor o menor duración y si bien resulta
práctico adoptar sistemas de indemnizaciones preestablecidas, debe siempre
quedar abierta la posibilidad de que ante la comprobación de daños o perjuicios
mayores, dichas indemnizaciones se incrementen en la medida necesaria.
Pero, sin lugar a dudas, debe ser la duración de la relación la que marque
la pauta para determinar la parte fundamental de esa última retribución. En
lo esencial debe ser un pago automático y estar garantizado por un fondo
constituido por depósitos del empleador en una cuenta individual del trabaja-
dor, evitando posibles insolvencias.
A lo largo de nuestro trabajo hemos encontrado soluciones parecidas a la
que proponemos. Algunas legislaciones como la brasileña y la venezolana
apuntan hacia ella, pero siguen adoleciendo de defectos graves al determinar,
LA EXTINCIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 533
I. INTRODUCCIÓN
cualquier estudio del Derecho del Trabajo que tenga la curiosidad de asomarse
al lenguaje jurídico iberoamericano y esto incluye también en España, tendrá
1 La extinción de la relación de trabajo (coord. Mario Pasco Cosmópolis), Aele editorial, 1987,
p. 111.
535
536 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
que tener buen cuidado de no dejarse llevar por la primera impresión y deberá
tratar de interpretar las palabras en su contexto, atendiendo a lo que el autor
intentó decir, no porque estemos vinculados a una moderna Teoría de la Exé-
gesis, sería porque, de otra manera, la impresión del derecho ajeno podrá ser
rotundamente errónea.
A diferencia de lo que ocurre con otras relaciones jurídicas, uno de los momentos
más fecundos, en el Derecho Laboral es el de la extinción de la relación que
ha existido entre un patrono y un trabajador. La necesidad de proteger al tra-
bajador en el momento en que se encuentre sin ocupación por una circunstancia
de que no sea culpable, el deseo de amparar también justamente al patrono
contra una ruptura abusiva por parte del trabajador y el propósito de dar a éste
un interés de permanencia en la empresa y recompensarle por la colaboración
prestada durante largo tiempo, han suscitado una cuidadosa regulación jurídica
que atribuye a la terminación de la relación de trabajo diversas consecuencias,
según la causa que la hubiere motivado.
haya terminado en cada caso específico’’. Por eso optó finalmente por aquella
que clasifica los casos de terminación en tres grupos: a) terminación por vo-
luntad de ambas partes; b) terminación por causas ajenas a la voluntad de las
partes; c) terminación por voluntad del patrono o trabajador. Este criterio,
según testimonio del propio Caldera, resulta más claro y comprensivo a sus
alumnos y coincide en líneas generales con los utilizados por Benítez Lugo,
Sussekind, Dorval de Lacerda y Segadas Viana.
Puestos en la tarea de elaborar el cuadro de clasificación de las causas de
extinción, dentro del marco de esta obra colectiva iberoamericana, hicimos
una revisión de las muy distintas clasificaciones propuestas, algunas de ellas
con criterios de gran especificidad y precisión. No sólo por consecuencia es-
colástica con nuestro antiguo maestro en las aulas de la Universidad Central
de Venezuela, sino por encontrarla de especial utilidad práctica y didáctica,
escogimos al expresado criterio para cumplir los fines que aquí nos proponemos.
La norma permite que, a falta del Inspector, puedan actuar otros ministros
de fe.
Es de señalar que no puede considerarse como mutuo consentimiento una
situación en la cual el patrono manifiesta su voluntad de poner fin a la relación
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 539
Nos parece que la obra objeto del contrato debe resultar de fácil identificación
en cuanto al periodo necesario para su conclusión, pues de lo contrario se per-
dería el carácter de temporalidad que la cláusula impone a la relación de trabajo.
Excedería las previsiones de la ley pactar, por ejemplo, la duración por todo el
tiempo de explotación de un yacimiento, aunque los estudios de factibilidad
indiquen que a determinado ritmo de explotación debe corresponder una deter-
minada duración. En un caso como éste estimamos que la cláusula sólo sería
válida si se trata de un pequeño yacimiento o la parte que queda de uno ante-
riormente trabajado, siempre que se visualicen en un periodo razonable las po-
sibilidades específicas de explotación.
VIII. LA JUBILACIÓN
ella sea establecida mediante una estipulación contractual, no así cuando fuese
consecuencia de un régimen legal’’. En España, el Estatuto de los Trabajadores
(artículo 49-6) estableció la jubilación, simplemente, como causa de extinción
del contrato, separándose de la legislación precedente, como lo apunta Alfredo
Montoya Melgar,8 ya que mientras en aquella la jubilación constituía un de-
recho, ésta pretendió convertirla en un deber legal. El Tribunal Constitucional,
en sentencia del 2 de julio de 1981, estableció la inconstitucionalidad de esta
nueva conceptuación, pero dejó a salvo ----que no lo era---- el establecimiento
de planes especiales de jubilación a través de convenios colectivos, de donde
podría decirse que en estos casos la jubilación consistiría en una causa de
terminación debida a la voluntad de ambas partes. En Perú la jubilación es
obligatoria y pone fin automáticamente al contrato de trabajo, si el trabajador
ha cumplido 70 años o si el empleador se compromete a cubrir la diferencia
entre la pensión de jubilación y el 80 por ciento de la última remuneración
ordinaria percibida por el trabajador. En República Dominicana, el Código
del Trabajo (artículo 83) distingue entre los trabajadores cuyos contratos ter-
minen por jubilación o retiro a cargo del Instituto Dominicano de Seguros
Sociales, quienes tienen derecho a una compensación equivalente a las pres-
taciones correspondientes al deshaucio (terminación por voluntad unilateral y
sin causa justificada) y los beneficiarios de pensiones o jubilaciones otorgados
por entidades del sector privado, quienes están excluidos de tal compensación.
En Argentina, el artículo 252 de la Ley de Contrato de Trabajo prevé que el
empleador puede instar al trabajador para que inicie el trámite de su jubilación
cuando reúna los requisitos la misma y una vez obtenida ésta o transcurrido
un año de la intimación, el contrato quedará extinguido sin obligación por el
empleador de pagar la indemnización por antigüedad.
El derecho laboral toma estas nociones del derecho civil sin aportar mayores
cambios. Según Eloy Maduro Luyando10
para algunos autores, el caso fortuito y la fuerza mayor son acontecimientos que
impiden el cumplimiento de la obligación y que generalmente no pueden pre-
verse. Otros autores sostienen que el caso fortuito y la fuerza mayor tiene como
características principal la de ser circunstancias que impiden el cumplimiento
del obligado y que no son imputables al mismo. Esta última característica ----que
son circunstancias independientes de la actuación o conducta del obligado y no
imputables a él---- quizás sea la nota más típica y unánime reconocida por la
doctrina.
los trabajos. Así, por ejemplo, las legislaciones de Panamá (artículo 210 or-
dinal 4); Bolivia (artículo 15); República Dominicana (artículo 82 ordinal 1);
Guatemala (artículo 485 ordinal b); Costa Rica (artículo 85 ordinal c); Brasil
(artículo 485); El Salvador (artículo 48 ordinal 3); España (artículo 49 ordinal
7); Honduras (artículo 111 ordinal 3); Paraguay (artículo 78 ordinal j) y Ar-
gentina (artículo 249). En el Perú (artículo 50) se establece que
puede encontrar su origen en circunstancias naturales entre las que la vejez, con
sus consecuencias lógicas respecto de la pérdida de facultades, podrá ser el
factor predominante aunque no necesariamente el único. [Para luego agregar:]
Debe advertirse que no es la vejez la única causa de la inhabilidad. En algunos
convenios colectivos relacionados con trabajos de técnica depurada y alta res-
ponsabilidad (verbigracia, pilotos de aeronaves) se prevé la posibilidad de la
inhabilidad manifiesta cuando el trabajador deja de cumplir con requisitos muy
precisos y, no obstante nuevas etapas de adiestramiento intenso, no logra superar
sus deficiencias. Ello ni implica, necesariamente un estado de edad avanzada.
Puede vincularse también la inhabilidad a los contratos celebrados para el efecto
de capacitar al trabajador, cuando éste no aprueba los exámenes respectivos. Es
evidente que en estos casos, siendo imposible el objeto de la contratación, el
contrato debe terminar.
empresa lo ataba; pero si no hace uso de ese derecho y continúa prestando sus
servicios en la explotación dirigida por el síndico, no debe considerarse que
haya terminado el anterior contrato y que exista otro ex novo, sino que ha con-
tinuado la relación anterior.
voluntad, permanezca vinculada por una relación que comporta ese especial
grado de adhesión. Es por ello que, en general, se mantiene la facultad que
cada una de las partes tiene de terminar unilateralmente la relación de trabajo,
aún con anticipación al término o condición previamente convenidos. Lógi-
camente tal facultad está sujeta a las limitaciones que comporta la obligación
de pagar las indemnizaciones que con mayor o menor alcance establecen las
legislaciones cuando su ejercicio por una de las partes cause injustificadamente
daños a la otra. Además, tal facultad se excluye en relación a ciertas categorías
de trabajadores, que por razones muy especiales (protección sindical, mater-
nidad, enfermedad, etcétera), son provistos de una estabilidad absoluta que
priva al empleador de la facultad de poner fin a la relación laboral, unilate-
ralmente y sin motivo justificado.
La terminación por voluntad unilateral se considera constitutiva de un des-
pido cuando proviene del empleador y de un retiro, cuando proviene del tra-
bajador. Es de observar que esta nomenclatura no es unánime ni en la doctrina
ni en la legislación. Así, las expresiones resolución, rescisión, denuncia, de-
sahucio, revocatoria, renuncia, dimisión, etcétera, son empleadas en lugar de
los vocablos despido y retiro, que preferimos por ser más precisos como de-
finitorios de las situaciones a que se refieren. Tanto el despido como el retiro
pueden ser justificados o injustificados, según se hallen o no fundamentados
en las causas de justificación establecidas por la Ley, siendo en cada caso
diferentes las consecuencias económicas de la terminación. El análisis de las
causas justificadas de despido y de retiro, que constituye uno de los más ricos
filones de la doctrina y de la jurisprudencia laboral, es objeto de otro capítulo
de esta obra colectiva. De allí que nos abstengamos de tratar este tema.
Algunas legislaciones (Paraguay, artículo 88; Perú, artículos 51 y 65; Chile,
artículo 4; Guatemala, artículo 78; Venezuela, artículo 105), requieren la forma
escrita para el retiro o el despido. La legislación brasileña (artículo 477, ordinal
1º) es especialmente exigente al requerir que la solicitud de dimisión (retiro)
del contrato de trabajo firmado por empleado con más de un año de servicio
sólo será válida cuando haya sido hecha con la asistencia del respectivo sin-
dicato o ante la autoridad del Ministerio del Trabajo. En todo caso el acto de
terminación se perfecciona con la manifestación de voluntad hecha a la otra
parte, sin que sea necesaria la aceptación por parte de la misma. Así lo esta-
blece expresamente el artículo 53 del Código del Trabajo de El Salvador y
lo acepta pacíficamente la doctrina. Comentando este tema, Octavio Bueno
Magano18 dice:
Este carácter unilateral del despido y del retiro, determina, como bien lo
señala Caldera19 que
21 Sandoval de Rodríguez, Isaac y Ada Rosa Arenas de Sandoval, Legislación del trabajo, La Paz,
1992, pp. 49 y ss.
558 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
a) Mutuo consentimiento
País Artículos
República Dominicana 71
Costa Rica 86
El Salvador 54
Guatemala 86 ordinal c
Honduras 111 ordinal 2
España 49 ordinal 1
Paraguay 78 ordinal b
México 53 ordinal I
Perú 49 ordinal d y 52
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 559
País Artículos
República Dominicana 73
Costa Rica 86
El Salvador 481
Guatemala 86 ordinal a
España 49 ordinal 3
Paraguay 78 ordinal e
México 53 ordinal III
Perú 49 ordinal c
Brasil 477
c) Conclusión de la obra
País Artículos
República Dominicana 72
Costa Rica 86
Guatemala 86 ordinal a
49 ordinal 3 del Estatuto de los
España Trabajadores y 1 Real Decreto
2303/1980
Paraguay 78 ordinal e
México 53 ordinal III
Perú 49 ordinal c
560 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
País Artículos
Costa Rica 86
Guatemala 86 ordinal 6
Honduras 111 ordinal a
España 49 ordinal 2
Paraguay 78 ordinal a
e) Despido justificado
País Artículos
República Dominicana 87
Costa Rica 81 y 82
El Salvador 50
Guatemala 77
Chile 2
Honduras 112
España 55 ordinal 5
Paraguay 81 y 82
México 47
Perú 57, 58 y 67
Brasil 477, 482
en los casos de los ordinales a, b,
Bolivia c, e y g del artículo 16 de la Ley
General del Trabajo.
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 561
f) Retiro injustificado
País Artículos
El Salvador 54
España 49 ordinal 4
162 (si el trabajador ha cumplido
México 15 años de servicios tiene derecho
a la prima de antigüedad aún en
caso de retiro voluntario)
País Artículos
República Dominicana 74
Honduras 111 ordinal c
Perú 49 ordinal h, 80 ordinal a
País Artículos
El Salvador 48
Honduras 111 ordinal 3
Perú 49 ordinal a
País Artículos
El Salvador 48
Perú 49 ordinal a
562 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
País Artículos
El Salvador 48
Honduras 111 ordinal 3
Perú 49 ordinal e
País Artículos
El Salvador 48
Perú 49 ordinal h y 80
País Artículos
Honduras 100 ordinales 1, 3, 4, 5 y 111
ordinal 8
a) Despido injustificado
País Artículos
República Dominicana ---- 76 y 95
deshaucio----
México 48 y 50
Costa Rica 55, 58 y 82
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 563
País Artículos
El Salvador 58 y 59
Guatemala 77
Ecuador 185 ----deshaucio---- 181, 189, 190
y 195
Honduras 120 y 121
56 del Estatuto de los
España Trabajadores y 103 de la Ley de
Procedimiento Laboral
Paraguay 82 y 83
Perú 71
Panamá 225
b) Retiro justificado
País Artículos
República Dominicana 76, 102 y 97
Costa Rica 84
México 53
El Salvador 53
Guatemala 79
Ecuador 172, 192 y 196
Chile 2 y 13
Honduras 114 y 115
España 50
Paraguay 85
México 52
Perú 68 y 71
564 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
País Artículos
Brasil 477 y 483
Panamá 223
País Artículos
Ecuador 191
República Dominicana 102
Honduras 122
Paraguay 86
Perú 51
Brasil 480 cuando se trate de contratos
de tiempo determinado
Colombia 64 ordinal 5
d) Liquidación de la empresa
País Artículos
Bolivia 15
País Artículos
Bolivia 15
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 565
País Artículos
República Dominicana 82
Guatemala 85 ordinal b
México 162 ordinal V
España 49 ordinal cinco del Estatuto de
los Trabajadores, y 17 y 20 Real
Decreto 696/1980 y Orden del
6/10/81
Paraguay 91
México 162 ordinal V
Colombia 61 ordinal 1
Panamá 210 ordinal 4
Ecuador 169 ordinal 5
País Artículos
República Dominicana 82
Guatemala 85 ordinal b
Honduras 100 ordinal 6 y 111 ordinal 8
49 ordinal 7 del Estatuto de los
España Trabajadores, 17 y 20 Real
Decreto 696/1980 y Orden del
6/10/81
566 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
País Artículos
Paraguay 78 ordinal f y 80
Brasil 485
Panamá 210 ordinal 5
Ecuador 169 ordinal 4
País Artículos
Chile 3 inciso Primero, 4, 5 y 11
España 51 del Estatuto de los
Trabajadores y 8 a 16 y 20 Real
Decreto 696/1980
Paraguay 78 ordinal i, 80
México 434 ordinales II, III, 436
Perú 49 ordinal h, 80 y 84
Panamá 213, acápite c, ordinales 2 y 3
País Artículos
Guatemala 85 ordinal b
España 49 ordinal 8 del Estatuto de los
Trabajadores y 6, 7 y 20 Real
Decreto 696/1980
Paraguay 78 ordinal d, y 79
LA TERMINACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO 567
País Artículos
México 434 ordinal I, 436
Panamá 213, acápite B, ordinal 7
Ecuador 169 ordinal 6
País Artículos
Guatemala 85 ordinal b
Honduras 101, 102 y 111 ordinales 9 y 11
51 ordinales 11 y 12 del Estatuto
España de los Trabajadores y 16 y 20
Real Decreto 696/1980
Paraguay 78 ordinal g, y 80
México 434 ordinal V y 436
Colombia 61 ordinal e
Panamá 213, acápite c, ordinal 1
f) Retiro injustificado
País Artículos
Ecuador 198, conserva el derecho al fondo
de reserva
568 ÓSCAR HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
País Artículos
Venezuela 108, conserva el derecho a la
prima de antigüedad
162 ordinal III, siempre que tenga
México más de 15 años de servicio, 222,
conserva el derecho a la prima de
antigüedad
CAPÍTULO 31
EL DESPIDO DISCIPLINARIO
Para que exista una falta disciplinaria es necesario que se haya producido
una acción u omisión constitutiva de un incumplimiento contractual. Sólo pue-
de ser sancionada la acción u omisión que se materialice ----aún parcialmente----
en la forma y condiciones previamente definidas. La causa que motiva el
despido debe ser real y fundamentarse en hechos concretos, por lo que las
acciones u omisiones posibles o potenciales no son sancionables.
6. Actualidad de la falta
ANEXO
España, Portugal y Estados de América: Participación de los representantes
gubernamentales, de empleadores y de trabajadores en las votaciones
finales de la Recomendación 119 (1963), del Convenio 158 (1982)
y de la Recomendación 166 (1982), sobre la terminación
de la relación de trabajo por iniciativa del empleador
Norma Internacional Recomendación 119 Convenio 158 Recomendación 166
Votación por país F C A F C A F C A
y sector
Argentina G X X X
E X X
T X X
Bahamas G X X
E X X
T X X
Barbados G X X
E
T X X
Belice G X
E
Bolivia G X
E
Canadá G X X X
E X X X
T X X X
Colombia G X X X
G = Gobierno, E = Empleadores, T = Trabajadores, F = Favor, C = Contra, A = Abstención
584 EMILIO MORGADO VALENZUELA
T X
Costa Rica G X
E X
T X
Cuba G X X X
E
T X X X
Chile G X X X
E X X X
T X X X
Ecuador G X
E
T X
El Salvador G X X X
E X X
T X X
España G X X X
E X X X
T X X
EE.UU. G X X X
E X X X
T X X X
Granada G X X
EL DESPIDO DISCIPLINARIO 585
Guatemala G X X X
E X X
T X X
Haití G X X
E
Honduras G X X X
E
T X
Jamaica G X X
E X X
T X X
México G X X X
E X X
T X X X
Nicaragua G X X
E X
T X
Panamá G X X X
E X X X
T X X X
Perú G X X
586 EMILIO MORGADO VALENZUELA
Surinam G X X
E X X
T X X
Trinidad y Tobago G X X X
E X X
T X
Uruguay G X X X
E X
T X X X
Venezuela G X X X
E X X X
T X X X
EL DESPIDO DISCIPLINARIO 587
V. BIBLIOGRAFÍA
I. CONCEPTO
1. Despido colectivo
a
1 Pérez Vives, Álvaro, Teoría general de las obligaciones, vol. II, parte 1 , Bogotá, Temis, 1968,
pp. 290-291.
594 ROLANDO MURGAS TORRAZZA
Los elementos que se manejan para categorizar la figura son los de impre-
visión y el de inevitabilidad o irresistibilidad. De esta manera un aconteci-
miento que no se hubiese previsto y sus consecuencias resulten irresistibles,
sería fuerza mayor o caso fortuito. Por otro lado, salvo algunas legislaciones
como la de Panamá, que exigen la conjunción de ambos elementos, suele
aceptarse que, aunque el acontecimiento resulte previsible, adquiere la cate-
gorización de fuerza mayor o de caso fortuito por razón de su inevitabilidad.
Esta es la conclusión, por ejemplo, de la doctrina española.
La fuerza mayor conduce a la exclusión de la responsabilidad por el no
cumplimiento de la obligación o por el daño causado.
En las relaciones laborales su proyección es variada. Se refleja, al igual
que en lo civil, en diversas manifestaciones de cumplimiento de obligaciones
entre las partes, en este caso el trabajador o el empleador. Al ser variadas las
obligaciones que ambos asumen por la contratación, el ámbito de expresión
de la fuerza mayor comprende diversas posibilidades.
En lo que concierne a las obligaciones del empleador, existe una funda-
mental, que es la de proporcionar trabajo. En el fondo es más que una simple
obligación instrumental dirigida a permitir el cumplimiento por el trabajador
de la obligación de prestar el servicio. La fuerza mayor puede afectar la po-
sibilidad de que el empleador ofrezca las condiciones necesarias para la pres-
tación del servicio. En este sentido, su existencia puede conducir a la impo-
sibilidad temporal o permanente de la prestación del servicio.
Si la imposibilidad es temporal, se trata de un supuesto de suspensión, pero
si adquiere carácter permanente, se estará en presencia de una causa de ex-
tinción de la relación de trabajo. Algunas legislaciones expresamente estable-
cen el límite para la suspensión, como Paraguay (120 días) y Panamá (cua-
tro meses).
Esta causa, la fuerza mayor, se manifiesta mediante un impedimento a la
prestación del servicio, que normalmente afecta el funcionamiento mismo de
la empresa o establecimiento, de manera parcial o general. De allí sus efectos
sobre varios trabajadores al mismo tiempo.
Es necesaria una relación de causalidad entre el hecho y la imposibilidad
de trabajar. Expresamente lo exigen así, entre otras, las legislaciones de Costa
Rica, México, Paraguay y Panamá.
Si entendemos la fuerza mayor como comprensiva tanto de hechos de la
naturaleza como de actos del hombre, es menester separarla de los riesgos
típicamente empresariales que conforman en diversas legislaciones causas téc-
nicas o económicas de despido. Es necesario, entonces, realizar una separación
entre la fuerza mayor propiamente tal y los riesgos económicos que gravitan
DESPIDOS COLECTIVOS POR FUERZA MAYOR 595
2 Buen, Néstor de, Derecho de trabajo, t. 1, México, Porrúa, 1974, pp. 467 y 470.
596 ROLANDO MURGAS TORRAZZA
II. PROCEDIMIENTO
3 Directiva Comunitaria adoptada el 17 de febrero de 1975, cfr. Colina Robledo, Miguel, ‘‘La regu-
lación de los despidos colectivos en el ordenamiento jurídico de la Comunidad Europea’’, RELASUR,
Montevideo, núm. 4, 1994, p. 11.
DESPIDOS COLECTIVOS POR FUERZA MAYOR 599
Ricardo NUGENT
Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacarás de ella tu alimento por
todos los días de tu vida. Espinas y cardos te dará, y comerás la hierba del
campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,
pues de ella fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás (Génesis,
3:18-19).
gatorio a nivel nacional, para cubrir esta clase de asistencia parroquial y, dos
siglos más tarde, Dinamarca y Suecia adoptan medidas similares, para asegurar
de esta manera la responsabilidad de la comunidad.
B. La preocupación por la seguridad de una determinada colectividad tam-
bién se hizo presente en las antiguas culturas americanas. En el imperio del
Tahuantinsuyo los incas
garantizaron a la totalidad de los seres humanos bajo su jurisdicción, el derecho
a la vida mediante la satisfacción plena de las necesidades físicas primordiales,
como la alimentación, vestido, vivienda y salud, que equivalía a la supresión
del hambre y la miseria, causados por las desigualdades sociales y por los no
previstos efectos destructores de la naturaleza, incontrolables por el hombre.2
Efectivamente, los sobrantes del cultivo de las tierras del inca eran depo-
sitados en las piruas (graneros del Estado), para cubrir la escasez en los casos
de sequías o de calamidades públicas, así como la de atender a los ancianos,
viudas y huérfanos a cargo del Estado, y no abandonados a su suerte, como
ocurría en otras culturas antiguas.3 De otro lado, un sentido comunitario ins-
pirado en la solidaridad, permitía que los miembros del ayllu,4 después de
cumplir con sus labores comunales, lo hicieran en los topos correspondientes
a otros miembros del ayllu, que requerían tal ayuda.
Sin llegar a la perfección de la organización incaica, se ha comprobado
que el calpulli, versión mexicana del ayllu, cumplía determinadas funciones
de previsión. Frías Olvera escribe que ‘‘cuando el jefe del calpulli o cual-
quiera de sus miembros se enfermaban, sufrían accidentes o recibían lesiones
en la guerra, tenían derecho a seguir percibiendo la parte de los productos
que sacaban’’.5
En consecuencia, de esta apretada síntesis se desprende que desde las épocas
más remotas tuvieron presencia en diversas colectividades humanas: la indi-
gencia, la enfermedad y, en general, lo que ahora denominamos ‘‘riesgos y
contingencias sociales’’, a los que trataron de dar solución las distintas cultu-
ras, de acuerdo con sus respectivas peculiaridades. Es satisfactorio comprobar
2 Valcárcel, Luis E., Historia del Perú antiguo, t. I, Lima, Ed. Mejía Baca, p. 35.
3 Pedro Cassa, citado por Lupo Hernández y García Gómez, sostiene que en la cultura taína los
ancianos y los inútiles por enfermedad eran abandonados a su suerte en el campo, con una pequeña provisión
de alimentos o estrangulados, ‘‘El trabajo humano en la sociedad taína, antes del descubrimiento’’, El
trabajo en la América precolombina, Buenos Aires, Heliasta, 1978, p. 116.
4 Institución preinca que subsiste hasta nuestros días, con el nombre de comunidad campesina, que
correspondería a la antigua gens romana. Estaba integrado por personas con vínculos familiares o ficticios
de origen totémico, que cultivaban la tierra en común.
5 Frías Olvera, Manuel, ‘‘La organización y el derecho laboral en México prehispánico’’, op. cit.
supra, nota 3, p. 61.
606 RICARDO NUGENT
7 Cabanellas, Guillermo y Alcalá-Zamora, Luis, Tratado de política laboral, t. III, Buenos Aires,
Heliasta, 1982, p. 426.
608 RICARDO NUGENT
Con el correr del tiempo y en el curso del siglo XIX, la multiplicación de los
riesgos y necesidades para la población trabajadora, condujo a que el Estado
fijara su atención en ese movimiento y se delinearon los primeros planes de
coordinación pública, para superar los esquemas por demás limitados de la mu-
tualidad meramente individual y espontánea con la cual se alineó la ruta de la
seguridad social.8
Aun cuando el seguro privado estuvo y está muy lejos de solucionar los
problemas derivados de los infortunios laborales y que, actualmente, sólo re-
curren a él personas que están en capacidad económica de abonar las primas,
es innegable que en su momento constituyó un antecedente de los seguros
sociales, los cuales asimilaron sus técnicas y procedimientos.
E. La responsabilidad de los riesgos profesionales. Hasta la aparición de la
teoría del riesgo profesional, el trabajador se encontraba completamente de-
samparado frente a los infortunios laborales. En caso de un accidente ocurrido
en el trabajo o con ocasión directa a él, el empleador se acogía a la teoría
civilística de la culpa, exonerándose de toda responsabilidad en tanto la víc-
tima no acreditara que el evento dañoso se había producido por culpa del
empresario. En tales circunstancias, el trabajador, aparte de estar imposibili-
tado en la mayoría de los casos de acreditar la culpa de su principal, no estaba
en condiciones económicas de seguir un largo proceso en la jurisdicción or-
dinaria. No varió la situación, cuando evolucionando ese criterio, se estimó
que era el empleador quien debía probar que no tuvo culpa en el accidente;
es decir, que cuando se produjo el hecho susceptible de ser indemnizado no
actuó con imprudencia o negligencia.
Ante esa realidad, se formula la teoría del riesgo, defendida en Francia por
Salleilles y Josserand (1897), a los que denominaron sus adversarios ‘‘síndicos
de la quiebra de la culpa’’, con el propósito de amparar a los trabajadores
víctimas de accidentes de trabajo. Esta teoría constituyó un notable avance
para su época, porque en lo sucesivo el empresario, que se beneficiaba con
los resultados de la negociación, debía asumir el riesgo del daño que sufrían
quienes estaban a su servicio, aun cuando no existiera culpa del empresario.
Esta teoría fue el sustento de las leyes sobre accidentes de trabajo, que se
difundieron en el mundo entero.
Los ordenamientos legales sobre la materia demostraron que la teoría re-
sultó incompleta para amparar al trabajador porque sólo consideraba dentro
de su ámbito de aplicación personal a los laborantes de los establecimientos
industriales en que se utilizaban máquinas que potencialmente pudieran crear
un riesgo para el trabajador.
Estas carencias permitieron desarrollar la teoría del riesgo de autoridad,
propiciada por Rouast y Givord, quienes consideraron que el trabajador está
colocado bajo la autoridad del patrón y que en consecuencia, el accidente que
sufre en esas condiciones, no debe dejarse a cargo del obrero, por tratarse de
un accidente sobrevenido en un servicio dirigido. La responsabilidad debe
recaer en aquel que ha dado la orden y no en el que la ha ejecutado, conclu-
610 RICARDO NUGENT
su gratuidad o bajo costo para el beneficiario, daba lugar a una prestación mí-
nima, insuficiente muchas veces para hacer frente a la necesidad, y creaba un
sentimiento de dependencia y humillación en quien acudía a ella. Para los mé-
dicos, la asistencia pública fue un medio de poner en práctica sus conocimientos
o de ensayar las nuevas técnicas, que luego, ya comprobada su eficacia, aplica-
ban a sus pacientes particulares.9
10 Beveridge, William, El seguro social y sus servicios conexos, México, 1946, p. 177.
612 RICARDO NUGENT
cuales estaban representados tanto el Estado, como los empleadores y los tra-
bajadores.
Los seguros sociales establecidos en Alemania constituyeron la fuente ins-
piradora de los seguros sociales que se implantarían a fines del siglo XIX y
principios del XX, hasta la aparición de la seguridad social.
4) Son evidentes las diferencias entre los seguros sociales obligatorios y la
seguridad social. Mientras los primeros protegen a los trabajadores por cuenta
ajena, la seguridad social nace con el propósito de amparar a toda la población.
Asimismo, los seguros sociales protegen al trabajador contra determinados
riesgos y contingencias sociales; en cambio, la seguridad social se estructura
para cubrir todos los riesgos y contingencias a que están sujetos los miembros
de una determinada colectividad. Por último, como escribe Fajardo: ‘‘Por ra-
zón de su organización y funcionamiento, la seguridad social representa el
sistema, la ideología, el movimiento, el mensaje, la filosofía, en tanto que
el seguro social representa uno de sus órganos de expresión, uno de sus cuer-
pos gestionarios, o en su acepción restrictiva, uno de sus establecimientos’’.11
A. La seguridad social. La expresión ‘‘seguridad social’’, concebida como
‘‘parte de la ciencia política que, mediante adecuadas instituciones técnicas
de ayuda, previsión y asistencia, tiene por fin defender o propulsar la paz y
la prosperidad general de la sociedad a través del bienestar individual’’, según
definición razonada de Pérez Leñero,12 apareció en el mundo occidental a
partir de la Social Security Act de 14 de agosto de 1936,13 promulgada por el
presidente Franklin D. Roosevelt, con la finalidad de hacer frente a la crisis
económica que asolaba el país, erradicar la miseria y evitar las convulsiones
sociales que podrían producirse. Para tal efecto, se dieron medidas contra la
desocupación, por medio de subsidios a los desempleados; de asistencia, en
favor de las personas económicamente débiles, con preferencia a las viudas,
indigentes y ancianos; seguros de invalidez, vejez, muerte y desempleo, para
todos los trabajadores por cuenta ajena. Esta Ley fue la primera que consideró
a la seguridad social como sistema de concepción integral, utilizando todas
las instituciones destinadas a lograr ese propósito.
Tres años después, el 14 de septiembre de 1938, en Nueva Zelanda se
promulgó la Ley de Seguridad Social, que tendría influencia decisiva en la
cada país debe crear, mantener y acrecentar el valor intelectual, moral y físico
de sus generaciones venideras y sostener a las generaciones eliminadas de la
vida productiva. Éste es el sentido de la seguridad social: una economía auténtica
y racional de los recursos y valores humanos, [agregando más adelante] que las
decisiones de América en orden a la nueva estructura de la Seguridad Social,
constituyen un aporte a la solidaridad del mundo en la conquista del bienestar
de los pueblos y al logro del mantenimiento de la paz.
aquí se utiliza el término seguridad social para indicar la seguridad de que unos
ingresos reemplazarán a las ganancias cuando éstas hayan sido interrumpidas
por el desempleo, la enfermedad o el accidente, proveerán para el retiro oca-
sionado por la edad, proveerán contra la pérdida de sostén material debido a la
muerte de otra persona y harán frente a los gastos excepcionales, como los que
están relacionados con el nacimiento, la muerte o el matrimonio. Seguridad
social significa primordialmente la seguridad de los ingresos hasta un mínimo,
pero la provisión de unos ingresos debe estar asociada con el tratamiento des-
tinado a hacer que la interrupción de las ganancias tenga el final más rápido
posible.
614 RICARDO NUGENT
pudiera protegerse contra los infortunios sociales tanto a los trabajadores por
cuenta ajena como a los independientes. En Canadá el Plan Marsh, elaborado
a petición del Comité Consultivo sobre la Reconstrucción de Canadá, consi-
deró un sistema mucho más amplio, dirigido a cubrir a toda la población,
incluyendo dos clases de riesgos: los riesgos universales, para lo cual se
recurriría a la asistencia médica, subsidios infantiles, prestaciones funerarias,
subsidios por incapacidad permanente y pensiones de viudez, orfandad y vejez;
y los riesgos de suspensión de ganancias, cubierto con las prestaciones de
enfermedad y maternidad; y los proyectos estatales relativos a la ocupación
y a las indemnizaciones por accidentes de trabajo.
E. No menos importante en orden a la evolución de la seguridad social fue
la Declaración de Filadelfia, aprobada por la Conferencia Internacional del
Trabajo en la reunión de 10 de mayo de 1944, que convocó a los Estados
miembros, para adecuar los planes y programas de la organización a las nuevas
exigencias sociales que se habían producido en el mundo, y a señalar los
principios informadores de la acción política de sus integrantes.
En la declaración se proclama que es obligación suprema de la Organización
Internacional de Trabajo crear programas que permitan lograr la plenitud de
empleo y la elevación de los niveles de vida; asegurar un salario mínimo para
todos los que trabajen y necesiten de tal protección; la extensión de medidas
de seguridad social, inclusive la asistencia médica completa; la protección de
la infancia y de la maternidad, y un nivel adecuado de alimentación, de vi-
vienda y de medios de recreación y cultura.
Asimismo, contribuyó a la acuñación del término ‘‘seguridad social’’ y a
difundir sus principios, el auditor del consejo de Estado de Francia, Pierre
Laroque, en su Plan de Seguridad Social de 1946, que siguiendo los linea-
mientos generales del Plan Beveridge propiciaba la extensión de la seguridad
social a toda la población, y recomendaba una serie de reformas orgánicas,
que apuntaban a la unidad y democratización de la gestión, la redistribución
de la renta y a la individualidad de las prestaciones, entre otras medidas de
trascendental importancia, que fueron incorporadas en la Constitución del 27
de octubre de 1946 y repetidas en la actual del 4 de octubre de 1958.
Aquel mismo espíritu informa la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que
se proclama el derecho a la seguridad social, concretamente en su artículo 22:
14 Herrera Paulsen, Darío, Derecho constitucional e instituciones políticas, Lima, Edit. EDDL, 1987,
p. 189.
618 RICARDO NUGENT
(1966, modificada en 1973 y 1983), artículo 73; Constitución de Panamá (1972, modificada en 1978 y
1987), artículo 109; Constitución del Ecuador (1968, modificada en 1983) artículo 29; Constitución de
Bolivia (1967) artículo 158; Constitución de Cuba (1974) artículo 46; Constitución de Chile (1980), artículo
19, apartado 18; Constitución de Honduras (1982), artículo 142; Constitución de El Salvador (1983), artículo
50; Constitución de Guatemala (1985), artículo 100; Constitución de Nicaragua (1986), artículo 61;
Constitución de Perú (1979), artículos 12, 13 y 19; Constitución de Paraguay (1992), artículo 95.
17 Morgado Valenzuela, Emilio, op. cit., p. 97.
620 RICARDO NUGENT
García Rodríguez distingue entre los convenios que por su naturaleza son
universales en el sentido de regular distintas cuestiones en las que se hace
alguna referencia de importancia al derecho de la seguridad social; generales,
por limitarse única y exclusivamente a la seguridad social, pero recogiendo
todos los riesgos y contingencias, y particulares, que se dirigen ya a una pres-
tación concreta ya a una sola de las situaciones jurídicas, normalmente la
afiliación y relativas a un grupo determinado de personas.19
Los instrumentos internacionales de seguridad social pueden ser de carácter
declarativo de principios, como el Preámbulo de la Constitución de la Orga-
nización Internacional de Trabajo, la Declaración de Filadelfia (10/5/44), la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (10/12/48), el Pacto Inter-
nacional Relativo a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas (6/12/66) y el Convenio número 102 de la Organización
Internacional del Trabajo (28/6/52). Otros instrumentos internacionales de se-
guridad social tienen un carácter normativo, como son los convenios de la
Organización Internacional del Trabajo número 48, sobre el derecho de con-
servación de pensiones de los trabajadores migrantes (22/6/35); 97, sobre tra-
bajadores migrantes (1/7/49), y 157, que establece un sistema internacional
para la conservación de los derechos en materia de seguridad social (21/6/82).
Los instrumentos internacionales de seguridad social de carácter declarativo
de principios apuntan a la formación progresiva de un derecho de la seguridad
social aplicable a nivel mundial. Los normativos cumplen una misión de coor-
dinación de las legislaciones nacionales cuando tratan de armonizarlas con el
propósito de prestar adecuada protección, en condiciones de igualdad, a los
extranjeros, y en especial a los migrantes los países involucrados.
Es incuestionable que no hay paz social sin justicia social, y ésta no existe
sin seguridad social, como reza el bello lema de la Asociación Internacional
de Seguridad Social. Sin incurrir en pesimismo, debemos admitir que el ca-
mino es largo para llegar al ideal de un código internacional de la seguridad
social que asegure la paz y la justicia social. No creo, como dice Canella, que
la seguridad social es un camino sin fin en la vida infinita del progreso. Co-
rresponde a la Organización Internacional de Trabajo continuar en el empeño
de propiciar el desarrollo y la armonización del derecho de la seguridad social
a nivel mundial.
19 García Rodríguez, Isabel, Aspectos internacionales de la seguridad social, Madrid, Edit. Centro de
Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1991, p. 16.
CAPÍTULO 34
I. INTRODUCCIÓN
1 Sirva de ejemplo de esta relatividad que un autor tan prestigioso y moderno como Carmelo Mesa
Lago en un reciente estudio sobre la seguridad social en América Latina para insertar en el volumen
Progreso económico y social en América Latina, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo en
octubre de 1991, usa repetidamente la expresión ‘‘asegurados’’ para referirse a las personas comprendidas
por el régimen de seguridad social.
PERSONAS PROTEGIDAS, ASEGURADOS Y BENEFICIARIOS 625
7 Así lo establece el artículo 14 del Acta Institucional núm. 13 del 12 de octubre de 1982.
632 AMÉRICO PLÁ RODRÍGUEZ
Quizá pueda decirse que esta última hipótesis quedaría cubierta por la de-
claración de ausencia, a donde vendría necesariamente a desembocar, por lo
que sería una pensión redundante o innecesaria. La explicación, de haberla
incluido expresamente y por separado, está en que la declaración de ausencia
requiere una serie de plazos que llevan su tiempo, lo que pueda determinar
una demora excesiva para los familiares del desaparecido, que se ven privados
de todo sustento. Por otra parte, resulta indudable la muerte de quienes fueron
víctimas del siniestro. En consecuencia, se busca una manera más rápida de
solucionar esa situación basada en una presunción muy firme. Para contemplar
la remotísima posibilidad de que no se hubiera producido la muerte, en la
legislación uruguaya se agrega esta frase: ‘‘La pensión se abonará desde la fecha
del siniestro y caducará desde el momento en que el causante fuera encontrado
con vida, pudiéndose disponer la devolución de lo pagado a juicio del órgano
competente’’.
Con relación al segundo punto, son claras las dos expresiones que hemos
mencionado en esta frase: el trabajador es el que fallece en actividad, o sea,
antes de jubilarse, y jubilado es el que fallece después de haberse jubilado.
Pero hay algunas situaciones especiales que suelen preverse:
9 Paradójicamente ese distingo ha sido señalado por algunas trabajadoras, como discriminatorio contra
ellas porque el trabajador abona con más conformidad sus aportes, sabiendo que con ello contribuye a
financiar un beneficio que quedará para su cónyuge mientras viva. En cambio, la trabajadora sabe que si
ella muere antes que su marido, ese aporte no favorece a nadie de su familia salvo que tuviera hijos
menores o padres a su cargo.
10 Artículo 42, inc. f, del Acta Institucional número 9 del 23 de octubre de 1979.
PERSONAS PROTEGIDAS, ASEGURADOS Y BENEFICIARIOS 635
ción fuese más reciente. Si el adoptado no tiene 10 años, debe haber convivido
con el causante la mitad de su edad.
La divorciada debe probar que a la fecha del fallecimiento del causante,
recibía del mismo una pensión alimenticia que hubiera sido decretada u ho-
mologada judicialmente. No basta que fuera concertada extrajudicialmente y
cumplida en la práctica.
17. La cuarta es, ¿cómo se distribuye la pensión entre los distintos bene-
ficiarios?
La distribución no es sencilla ni simple porque debe efectuarse de acuerdo
con las siguientes normas:
A. A la viuda o viudo o divorciada o hija soltera mayor de 45 años con
núcleo familiar, en concurrencia con otros beneficiarios, le corresponderá el
70 por ciento de la asignación de pensión.
Cuando concurran con grupo familiar la viuda y divorciada o éstas e hija
soltera mayor de 45 años, la distribución se hará por partes iguales a cada
categoría. En el caso de que una sola de las categorías integre el núcleo fa-
miliar, su cuota parte será superior en un 14 por ciento a la del resto de los
beneficiarios. El remanente de la asignación de pensión se distribuirá en partes
iguales entre los restantes copartícipes de la pensión.
B. A la viuda, viudo, divorciada o hija soltera mayor de 45 años, sin núcleo
familiar en concurrencia con otros beneficiarios, le corresponderá el 60 por
ciento de la asignación de pensión.
Cuando concurran la viuda y divorciada o éstas y la hija soltera mayor de
45 años, la distribución de dicho porcentaje se hará por partes iguales a cada
categoría.
El remanente se distribuirá en partes iguales entre los restantes copartícipes
de pensión.
C. En los demás casos la asignación de pensión se distribuirá en partes
iguales.
D. En el caso de las divorciadas, el monto de la pensión o de la cuota
parte, cuando exista concurrencia con otros beneficiarios, no podrá exceder el
de la pensión alimenticia de la que era beneficiaria, en cuyo caso y de haber
remanente, se distribuirá en la proporción que corresponda a los restantes
beneficiarios de pensión si lo hubiere.
En toda esta distribución juega un papel importante el concepto de núcleo
familiar, que se considera formado por la sola existencia de hijos menores de
veintiún años o hijos incapacitados.
PERSONAS PROTEGIDAS, ASEGURADOS Y BENEFICIARIOS 637
18. La quinta es si, cuando las normas se refieren a los parentescos, sólo
deben tenerse en cuenta los legítimos.
Depende naturalmente de las precisiones que contienen esas mismas nor-
mas. El tema es muy polémico, porque depende del grado de arraigo en la
población de la necesidad de regularizar la institución familiar.
En el ejemplo que seguimos describiendo, las referencias a padres e hijos
comprenden tanto a los legítimos como a los naturales, adoptivos o adoptantes;
sin perjuicio de que en el último caso, se requieren ciertas condiciones que
ya hemos precisado.
Al no haberse establecido ninguna diferencia entre ellos, todos estos pa-
rentescos deben tratarse de la misma manera, o sea, sin discriminaciones cuan-
titativas de ningún género.
Cabe preguntar, ¿qué ocurre con la concubina? De acuerdo con la letra
clara de la norma que venimos glosando, no tiene derecho a pensión la persona
que haya convivido con el trabajador, pese a que haya prolongado esa vincu-
lación durante mucho tiempo o incluso, aunque tuviera estabilidad y notorie-
dad. O sea, aunque se tratare de un concubinato more uxorio.
No es ésta la solución más generalizada, ya que en muchos países se admite
el derecho de la concubina o conviviente cuando la relación de hecho se ha
prolongado por cierto tiempo. Ese lapso puede ser menor si el causante fuera
viudo, divorciado, soltero o separado legalmente, o si la unión de hecho ha
tenido descendencia. En esto influye la difusión práctica de las relaciones de
hecho no formalizadas, así como también el peligro de que se finjan o simulen
relaciones que en la realidad no existieron, para obtener indebidamente bene-
ficios que no correspondían.
Tampoco se reconoce el derecho al integrante del núcleo familiar, cuando
no está unido por ningún vínculo biológico. Es éste también un tema contro-
vertible, porque en muchos sectores sociales hay núcleos familiares sólidos y
estables que incorporen menores recogidos del barrio o parientes más lejanos,
respecto de los cuales no han cumplido los requisitos de la adopción.
19. La sexta es, ¿cómo se calcula el monto del beneficio?
Es un cálculo relativamente complejo que parte de saber cuál sería el monto
de la jubilación que le correspondería al causante o que ya estaba cobrando
el causante. Ésta se determina en función de los años de servicio o de edad
----según los casos---- y del promedio mensual de los salarios durante cierto
periodo que recientemente lo constituyen los últimos tres años reajustados;
pero debiéndose respetar ciertos límites (máximo y mínimo) que tienen como
puntos de referencia el salario mínimo nacional.
638 AMÉRICO PLÁ RODRÍGUEZ
11 Es el decreto ley 14,407, del 22 de julio de 1975, cuyo artículo 29 se refiere a este tema.
PERSONAS PROTEGIDAS, ASEGURADOS Y BENEFICIARIOS 641
La renta es equivalente al 20 por ciento del salario anual para cada uno de
ellos, con el tope del 100 por ciento del salario anual.
Se ha planteado el problema de si la expresión ‘‘vivir a expensas’’ significa
que el beneficiario a que se refiere debería tener como único ingreso el pre-
cedente de la víctima. En general, ha predominado un criterio algo más lato,
que lo identifica con el principal sostén aunque no sea el único y aun con la
posibilidad de obtener una pensión alimenticia. Se ha llegado a decir que esta
dependencia podría ser potencial.
24. El beneficio donde la dualidad se percibe con más claridad y que ha
dado lugar a un mayor desarrollo normativo es el de las prestaciones familiares,
conocidas habitualmente con la denominación de asignaciones familiares.
Manteniéndose dentro del sistema normativo que hemos tomado como
ejemplo, debemos recordar el contenido fundamental de su definición; es una
prestación en dinero que se servirá a todo empleado que preste servicios re-
munerados a terceros y que tenga hijos o menores a su cargo.
Se precisan, luego, tres categorías de personas relacionadas con este be-
neficio:
a) Los asignatarios. Son las personas que con su trabajo generan la asig-
nación familiar.
b) Los beneficiarios. Son los menores en cuyo beneficio se sirven las asig-
naciones.
c) Los atributarios. Son los administradores de la asignación, es decir, aque-
llas personas físicas que efectivamente se encargan de la crianza, cuidado y
educación del menor, por lo que son los que las cobran y deben destinarlas
a las finalidades previstas por el ordenamiento.
Normalmente, los atributarios son los mismos asignatarios, porque, en su
gran generalidad, los hijos se crían con sus padres; pero ese distingo sirve
para resolver una serie de situaciones prácticas que, aunque minoritarias, tie-
nen la suficiente difusión como para justificar esta precisión. De todos modos,
a los efectos del tema que estamos exponiendo, los dos polos son, por una parte,
los asignatarios (que vendrían a ser los ‘‘asegurados’’) y por la otra parte, los
beneficiarios (que son los menores o incapaces).
Expongamos con mayor detenimiento quiénes ocupan cada una de estas
situaciones:
Asignatarios son los empleados en su más amplio sentido, o sea, que in-
cluyen a los trabajadores rurales y domésticos; los que están en situación de
desocupación, con las limitaciones y condiciones que establezca la reglamen-
tación; los jubilados y pensionistas. Asimismo, se agregan los vendedores de
PERSONAS PROTEGIDAS, ASEGURADOS Y BENEFICIARIOS 643
diarios, los pequeños productores rurales que trabajen efectivamente los res-
pectivos predios y otros sectores de la población activa que el Poder Ejecutivo
resuelva incluir.
Como se ve, el concepto es amplio y está en expansión porque tiene la
tendencia a comprender el mayor número de personas activas, que tengan a
su cargo menores. Aunque no sea la figura clásica de la familia.
Es así como se prevén estas dos posibilidades que podríamos llamar atípicas:
a) Cuando uno de los hijos fuera sostén del hogar, será el atributario de la
asignación familiar, considerándose como beneficiarios a sus hermanos.
b) El empleado de uno u otro sexo, cualquiera que sea su estado civil, que
tenga totalmente a su cargo con carácter permanente uno o más menores, los
que serán considerados beneficiarios.
Beneficiarios
El principio básico es considerar beneficiario de la asignación al hijo menor
a cargo del asignatario hasta la edad de 14 años.
Esta edad se extenderá en los siguientes casos:
a) Hasta los 16 años en dos situaciones:
de una partida por el parto. Luego, se vio que era mejor organizar la asistencia
médica tanto al menor como a la madre, lo que significó de hecho un beneficio
a persona distinta del trabajador.
Suele prolongarse esa asistencia médica de la madre durante el puerperio
o incluso, más allá en el caso de que tuviera enfermedades derivadas del parto,
y al hijo durante un periodo prudencial que puede llegar hasta los dos o tres
años.
26. Un caso menos frecuente, pero que puede darse y tener alguna signi-
ficación práctica, es el relacionado con la asistencia médica dentro del marco
de lo que se ha llamado seguro de enfermedad.
Es muy difícil encarar este punto con carácter general porque la organiza-
ción del tema de la salud es particularmente propenso a la diferenciación por
país, ya que en él influyen decisivamente los antecedentes nacionales y la
forma en que se vino encarando con anterioridad a la implantación de
la seguridad social.
En algunos países, el régimen de protección del trabajador enfermo se ex-
tiende también a algunos familiares próximos, con lo cual se produciría otra
causa del desdoblamiento que estamos examinando.
En el caso que hemos tomado como ejemplo, no se concede la asistencia
médica igual que al trabajador, pero se otorga un beneficio afín: es el derecho
de afiliar a sus parientes pagando el mismo precio de la cuota que abona el
organismo de seguridad social al instituto de asistencia médica colectivizada.
La norma respectiva incluye entre los beneficios que se otorgan al traba-
jador en materia de asistencia médica: afiliar a sus padres, cónyuges, hijos,
hermanos y hermanas que estén a su cargo y que integren el núcleo familiar
a las instituciones de asistencia colectivizada que presten asistencia médica,
quirúrgica y medicación a los beneficiarios, siendo de cargo del mismo la
cuota correspondiente que deberá ser de un monto no superior a la cuota que
paga ASSE (el nombre que tenía el instituto de seguridad social referente a
la enfermedad) por la asistencia médica contratada.
CAPÍTULO 35
LOS RIESGOS SOCIALES
Humberto A. PODETTI
1. Criterios de clasificación
---- muerte,
---- invalidez,
---- vejez,
---- desocupación,
LOS RIESGOS SOCIALES 651
c) Eventos mixtos:
---- accidentes,
---- enfermedades (comunes, profesionales, y tuberculosis, esta última es
una referencia concreta al sistema italiano).
De origen no profesional:
---- enfermedad,
---- maternidad,
---- invalidez,
---- vejez,
---- muerte (sobrevivientes).
(II) Económicos:
---- Desempleo.
Cannella es, asimismo, quien ofrece una clasificación según las prestaciones
a las que las contingencias dan derecho.
a) Eventos tutelados con prestaciones económicas:
---- muerte,
---- invalidez,
---- vejez,
---- desocupación,
---- suspensión o reducción de trabajo,
---- convocatoria a las armas.
---- accidentes,
---- enfermedades (comunes, profesionales, y tuberculosis).
c) Vejez:
---- enfermedad,
---- invalidez,
---- accidentes del trabajo y enfermedades profesionales.
---- maternidad,
---- vejez,
---- muerte.
b) Riesgos no profesionales:
(I) Riesgos no profesionales:
De naturaleza biológica
---- enfermedad,
---- maternidad,
654 HUMBERTO A. PODETTI
---- vejez,
---- invalidez,
---- muerte.
De naturaleza económico-social
---- enfermedad,
---- maternidad,
---- invalidez,
---- vejez,
---- muerte.
b) Contingencias profesionales:
Esa nueva óptica alberga como lógica interna que los sistemas de seguridad
social vayan evolucionando de modo que para que se verifique la protección
no sea necesario que ‘‘la relación jurídica se haya instaurado con antelación
al evento, sino que basta que el acaecimiento tenga lugar para que se consti-
tuya la relación protectora automáticamente por vía legal’’. Cuando es así, es
porque se admite que su presupuesto sea ‘‘la sobrevivencia del acaecimiento,
unida a la situación subjetiva del individuo sobre el que incide aquél’’ (Al-
mansa Pastor).
El tránsito del riesgo-contingencia a la necesidad social queda configurado
cuando jurídicamente importa, para el goce de las prestaciones, el momento
a partir del cual se produce el acaecimiento, como cuando ‘‘el hecho productor
sea anterior a la constitución de la relación jurídica de seguro social’’. En el
seguro social tradicional, en el tríptico riesgo-evento-daño, ‘‘pierde relevancia
el riesgo como posibilidad futura’’, y aquél se transforma en el binomio acae-
cimiento-consecuencia, pudiendo ser el primero anterior, actual o posterior, y
la segunda, el daño o necesidad. ‘‘Pero, además, al no importar el tiempo del
acaecimiento, pasa a tener la máxima relevancia la consecuencia dañosa o de
necesidad, la cual se constituye entonces en el verdadero objeto de la relación
jurídica, desplazando en tal papel al riesgo’’ (idem).
En ese nuevo estadio de la técnica de amparo, ‘‘el punto de partida no va
a ser la protección de los niveles de riesgo, sino que va a girar toda la mecánica
de protección sobre la protección de la necesidad’’. Cuando así se verifica, y
legislativamente se definen las situaciones de necesidad, como ‘‘conjunto de
carencias previstas por el legislador y consideradas protegibles por el ordena-
miento jurídico’’, para la concreción del amparo se toma en consideración el
estado de necesidad, en cuanto ‘‘carencia subjetiva real palpable y demostrable
de medios económicos’’ (Manrique).
656 HUMBERTO A. PODETTI
VI. BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
1. Conocidos, por lo expuesto en las páginas anteriores, cuáles son los riesgos
sociales o contingencias (me gusta más esta expresión), comprendidos en la
eventual respuesta de la seguridad social, cabe reconocer que el principio de
universalidad tiene todavía limitado desarrollo y que aun aquellos que pueden
aspirar a su protección, por estar comprendidos en el sistema, deben cumplir
ciertos recaudos o encontrarse en algunas circunstancias particulares, para lo-
grarlo. Podría decirse que ni aun en las propuestas, un tanto utópicas, del
famoso ‘‘Estado de bienestar’’, la atención pudo ser generalizada y desprovista
del cumplimiento de ciertos recaudos, para gozar de los beneficios del sistema.
Por lo contrario, un rastreo sobre las distintas legislaciones que contemplan
beneficios de seguridad social para sus poblaciones, habrá de mostrar exigen-
cias distintas al respecto, dando un panorama que va desde lo restrictivo a lo
más amplio, pero siempre encontramos la necesidad de acreditar ciertas cir-
cunstancias y superar algunas exigencias, para poder acceder a los beneficios,
que se ofrecen para todas o sólo algunas de las contingencias.
2. Por lo pronto, observamos que, en principio, los regímenes de seguridad
social se refieren sustancialmente a los trabajadores dependientes, reservando
una cobertura reducida, para sólo limitadas contingencias sociales, para bene-
ficio de la población activa que no se encuentra en tal situación. En tal sentido,
es común encontrar amplitud en los regímenes provisionales, en las respuestas
a contingencias biológicas, como vejez y muerte, donde no sólo participan,
657
658 JULIO J. MARTÍNEZ VIVOT
más allá de los dependientes, los trabajadores autónomos, sino también quie-
nes, aun sin dependencia laboral en virtud de los roles sociales, cubren ciertas
tareas domésticas, en su propio interés y el de su familia, como son las amas
de casa. Estos últimos en algunos regímenes están comprendidos, pero su
afiliación al sistema es voluntaria. Pero no encontramos tal cobertura general,
particularmente compulsiva, ante otras contingencias como son las enferme-
dades o accidentes donde, en general, los autónomos se integran sólo volun-
tariamente al seguro de salud o a otra institución semejante. Ni qué hablar en
cuanto a las contingencias económico-sociales como son las cargas familiares
y el desempleo, a las cuales normalmente son ajenos, y son sólo beneficiarios
los asalariados y en ciertas condiciones.
Creo que esto se debe a la señalada influencia que aún tiene el derecho del
trabajo sobre la seguridad social, de la que aún en la mayoría de las legisla-
ciones no ha conseguido liberarse del todo. Como lo destacaba José Manuel
Almansa Pastor, persisten aún en los sistemas las influencias bismarckianas,
que consideran sujetos de protección a los trabajadores dependientes,
en la medida de que con su actividad laboral han aportado un esfuerzo útil
a la sociedad, a diferencia de los sistemas beveridgeanos, en cambio, que
protegen a los individuos, en cuanto miembros de la comunidad, con inde-
pendencia de su actividad profesional. La idea era garantizar el salario de los
trabajadores, ante diversos riesgos en que podían perderse, pero igual lesión
económica tiene el trabajador autónomo cuando, por idénticas circunstancias
a las que aquél se halla sujeto, pierde o disminuye su ingreso económico, que
le permite su subsistencia. También es probable que influya a este respecto
el sistema de financiación establecido para aquéllos, donde a la par que el
trabajador cotizan los empresarios, en una muestra de solidaridad social, lo
que no se podría dar en el caso de los autónomos. La situación cambiaría si
en la financiación del sistema participara la comunidad, desde luego en forma
indirecta, a través de los impuestos. Lo expuesto es consecuencia natural de
la diferencia que existe entre una seguridad social laboralizada y otra, sim-
plemente, genérica.
De allí entonces resulta la existencia, en el estudio comparativo de las le-
gislaciones vigentes, de un distinto universo, según que las contingencias pro-
tegidas afecten a un trabajador dependiente o a uno autónomo, o a alguien en
vínculo familiar con los mismos, o quienes viven en el trabajo informal, cada
vez más creciente o de quienes están dejados de la mano de Dios, tales como
los niños abandonados y dementes. Aquél, en principio y cumpliendo también
ciertos recaudos que vamos a referir, goza de amplias coberturas en los sis-
temas de seguridad social, en cambio, quien no posee tal calidad, sólo accede
REQUISITOS GENÉRICOS Y ESPECÍFICOS 659
los resultados obtenidos en este campo por algunos países, demuestran que la
extensión de la cobertura social a esta población se consigue más fácilmente
una vez reunidas las condiciones propicias para que la misma ocurra, como la
homogeneidad de la población o el territorio, o la presencia de una infraestruc-
tura de nivel aceptable o, incluso, la prevalencia de explotaciones agrícolas mo-
dernas, sobre las tradicionales.
gos que origina la actividad que desarrolla. No se exige, para acceder al be-
neficio, un tiempo mínimo de calificación, lo que se acomoda a las cir-
cunstancias.
En tales sistemas, la asistencia sanitaria es similar a la prestada en los casos
de enfermedad común, ya referida, e incluye la provisión de prótesis y el
tratamiento de la rehabilitación. En cuanto al subsidio compensatorio de la
pérdida remunerativa, se observa la existencia de un periodo de carencia ini-
cial, que varía hasta los diez días del accidente, donde la misma es atendida
por el empleador directamente. Aquél dura el tiempo calificado como incapa-
cidad temporal, cuya duración también varía, aunque en general se establece
en un año, susceptible de extensión o de una continuidad con el nombre de
incapacidad provisional. En algunos países el subsidio atiende el 100 por cien-
to de la remuneración caída pero, en general, se abona entre el 60 al 75 por
ciento de la misma, que en ciertos países se reduce con el transcurso del
tiempo, como en Colombia y Ecuador. También en ellos, el seguro social
abona las indemnizaciones, si correspondieran, por incapacidad parcial y per-
manente, así como las jubilaciones o pensiones por incapacidad total y
permanente, que se rigen por el régimen general al respecto. El alta, así como
la determinación de los grados de incapacidad, es atendida por los facultativos
del sistema, cuyo dictamen, en algunos países es susceptible de un recurso
judicial.
En otros, se impone la responsabilidad directa del empleador, establecida
en regímenes especiales que, mientras por un lado facilitan la prueba de la
responsabilidad de aquél en un sistema de inversión de la prueba, como con-
trapartida limitan los importes de las indemnizaciones que imponen en los
supuestos de incapacidad parcial o total y muerte. En el Uruguay, el Banco
de Seguros del Estado, los toma en esta materia, por cuenta de los emplea-
dores. Así fue en Argentina donde, hasta 1995, existía un sistema tal, que
permitía transferir la responsabilidad individual del empleador a una asegura-
dora, autorizada expresamente a tales efectos. En caso de insolvencia del em-
pleador no asegurado, se preveía la intervención de una caja de garantía, que
respondía supletoriamente por aquél y, eventualmente, ante la quiebra de la
aseguradora. Estimo que este régimen existe también en Portugal, con un sis-
tema de responsabilidad empresarial, voluntariamente trasferible a una asegu-
radora legalmente autorizada.
Pero, en la fecha arriba indicada, 1995, se dictó en Argentina una nueva
ley de riesgos del trabajo. La misma estableció un sistema mixto, en cuanto
permite a algunos empleadores autoasegurarse, si cumplen determinados re-
caudos en materia de solvencia. De lo contrario, deben hacerlo en instituciones
REQUISITOS GENÉRICOS Y ESPECÍFICOS 673
especialmente creadas al efecto con este único objeto, que se denominan ad-
ministraciones de riesgos del trabajo (ART). Las mismas tienen a su cargo,
tanto la atención sanitaria, como la compensación salarial, en límites que in-
dica, así como las indemnizaciones, por incapacidad o por muerte, luego de
un periodo de carencia de diez días, donde la remuneración debe ser atendida
por el propio empleador.
Advertimos la existencia de un seguro obligatorio, con relación a los acci-
dentes del trabajo y las enfermedades profesionales, en el Perú y en Panamá.
En Chile, los mismos se hallan a cargo de mutualidades, que protegen a un
número aproximado de personas algo menor de los dos millones, según un in-
forme de OIT de 1992, así como del Instituto de Normalización Profesional,
que aún cubre casi un millón de trabajadores. Los riesgos son financiados
exclusivamente por los empleadores, quienes cotizan, en promedio, el 1.5 por
ciento del salario de los trabajadores, aunque este porcentaje varía conforme
a la posible siniestralidad de la empresa.
Cabe advertir que algunas legislaciones permiten al trabajador víctima optar
entre el ejercicio de la acción especial ya referida, con todas sus consecuencias,
o accionar por los daños y perjuicios conforme a las normas del derecho
común que, en general, es más riguroso que aquella en materia de prueba de
la responsabilidad, pero permite indemnizaciones mayores. En Argentina, la
nueva Ley de Riesgos del Trabajo, para dificultar la misma, sólo admite la acción
civil en los casos de dolo del empleador en el evento, y modificó la norma
sobre el deber de seguridad del empleador, para evitar que se sostenga que
la obligación de reparar tiene carácter contractual.
3. Completa esta contingencia la invalidez considerada, al decir de Alonso
Olea, como enfermedad prolongada o como vejez prematura, con incidencia
en la capacidad laboral, siendo ambas consecuencias posibles de la enfermedad
o del accidente sufridos, tanto comunes como profesionales. Puede conside-
rársela como una alteración continuada de la salud o de la integridad física,
que imposibilita o limita a quien la padece, para la realización de una actividad
laboral. Su secuela, más allá de la atención sanitaria que se requiera, que es
particularmente recuperatoria, es la reducción o eliminación de la posibilidad
de obtener rentas de trabajo, conforme al grado de su invalidez, aun con cierta
capacidad laboral residual que, de todos modos, no le permitirá tener un em-
pleo normal o suficiente, en razón de su afección.
Es una contingencia comprendida en las legislaciones y, en general, aten-
dida por el seguro social, con el aporte de trabajadores y empleados. De allí
que, según sea el universo comprendido en el mismo, podrá ocurrir que sean
674 JULIO J. MARTÍNEZ VIVOT
De allí algunas propuestas para mejorar tal calidad y para que, realmente,
puedan cumplir sus fines. Entre ellas, se ha pensando en no favorecer con
asignaciones familiares a quienes perciban más de determinado importe en
concepto de remuneración, como podrían ser dos salarios mínimos. Ello per-
mitiría, con el dinero que no se paga a los mismos, hacer un fondo de redis-
tribución, para aumentar las precarias prestaciones. Por otra parte, como dijera
Etala, las asignaciones familiares no constituyen el único procedimiento ins-
tituido para amparar al grupo familiar, pudiendo incluirse otros como la po-
lítica fiscal, el bien de familia, facilidades de vivienda, así como ventajas en
materia de estudios de los hijos, transporte, distracciones, etcétera.
En tales países se encuentran comprendidos los trabajadores dependientes,
incluyendo a los empleados públicos y, en algunos, a los pensionados. En
Colombia se limita el beneficio a quienes trabajan en empresas con más de
diez trabajadores, en España se comprende también a quienes trabajan por
cuenta propia y en Portugal se extiende a los pescadores. Los fondos al efecto
se recaudan de los empleadores, excepto en España, en importes que varían
del 6 al 10 por ciento de la nómina salarial. En el Paraguay, por disposi-
ción del Código de Trabajo, las limitadas prestaciones las atiende directamente
el empleador.
Para acceder al beneficio se requiere tener, por lo menos, un hijo; en al-
gunos países crece el beneficio cuando se supera un determinado número de
ellos, así como si el mismo es discapacitado. En ciertos sistemas, se agregan
beneficios por escolaridad, en razón de su nivel, para hacer perdurar la pres-
tación la que se extingue generalmente a los 18 años del mismo. Si ambos
padres trabajan sólo uno de ellos las percibe, en algunos el padre, en otros
son ellos quienes deciden, pero si sólo trabaja la madre o carecen de padre o
éste no los sustenta, lo percibe la madre. En algunas legislaciones se com-
prende a los nietos, lo que normalmente beneficia a pensionados que los tienen
a cargo. También es general un subsidio por matrimonio, o por el mismo
hecho del nacimiento y, en algunos, por adopción. Por otra parte, en ocasión
de referirnos a la maternidad hicimos presente la existencia de prestaciones
en el tiempo de pre y post parto y aun durante el embarazo en algunas legis-
laciones. En Argentina se comprende en las asignaciones a la esposa, sin
requerir que trabaje y sólo atienda a sus hijos, como ocurre en Francia con
la femme aux foyer. A veces, también, se comprende al marido cuando es
incapacitado y no recibe subsidio por invalidez.
2. La restante contingencia contenida en este acápite es el desempleo, tal
vez uno de los males sociales más graves que afectan a la sociedad, en mayor
REQUISITOS GENÉRICOS Y ESPECÍFICOS 677
V. BIBLIOGRAFÍA
I. INCAPACIDAD TEMPORAL
1. Noción jurídica
2. Caracterización conceptual
3. Mecánica protectora
a) Requisitos de acceso
Tendrá derecho a la prestación, el trabajador afiliado y en alta o situación
asimilada (artículo 124-1 LSS). En caso de enfermedad común, se exige que
haya completado una cotización mínima de 180 días dentro de los cinco años
inmediatamente anteriores a la baja. Por el contrario, en caso de accidente sea
o no de trabajo y enfermedad profesional, no se exigirá ningún periodo previo
de cotización (artículo 130 LSS).
b) Dinámica de la protección
a’) Nacimiento. El nacimiento del derecho al subsidio para el supuesto de
accidente de trabajo se produce desde el día siguiente al del accidente (artículo
131 LSS).
Para la enfermedad común o el accidente no laboral, el derecho nace a
partir del cuarto día de la baja, y si deriva de una enfermedad profesional,
desde el día siguiente de la baja para el trabajo.
No tiene derecho al subsidio quien se encuentra en huelga legal o ilegal
(artículo 131-3 LSS), si la incapacidad temporal se produce durante aquella
686 JOSÉ LUIS TORTUERO PLAZA
II. MATERNIDAD
1. La maternidad
menor. Así, si es menor de nueve meses, tendrá una duración de ocho semanas,
computables, bien desde la decisión administrativa o judicial del acogimiento,
bien desde la resolución judicial por la que se constituya la adopción. Si por
el contrario, es mayor de nueve meses y menor de cinco años, la duración de
la suspensión será de seis semanas. Habrá que tener en cuenta, además, que
si el padre o la madre trabajan, sólo uno de ellos podrá ejercitar el derecho.
Finalmente las reglas del ET son recogidas por la LSS y sus normas de
desarrollo, a las cuales remiten expresamente los regímenes especiales que
incorporan trabajadores por cuenta propia, siendo para ellos ----igual que para
los demás colectivos---- incompatible la prestación por maternidad con la ac-
tividad profesional que venía desarrollando y con cualquier otra.
Respecto al periodo de descanso utilizable por la madre, hay que destacar
su doble componente, voluntario y obligatorio, de forma que el periodo vo-
luntario (diez semanas) se puede disfrutar antes, después del parto, e incluso
podría disfrutarse por menor duración o renunciar a él, con la única condición
de que el periodo en su conjunto (voluntario y obligatorio) debe sucederse de
forma ininterrumpida. Por lo que respecta al periodo obligatorio, su disfrute
debe realizarse después del parto, en todo caso.
En lo referente a la licencia parental, su utilización viene delimitada en el
tiempo y condicionada a las posibilidades del trabajo en la salud de la madre.
Únicamente el padre tendrá derecho propio respecto al tiempo de suspen-
sión que restara por disfrutar en caso de muerte de la madre, en otro caso y
con los condicionamientos dichos, el tiempo de licencia no podrá sobrepasar
las cuatro últimas semanas. Y ello en el entendimiento de que el periodo es
único aunque pueda originar una doble y sucesiva suspensión de las relaciones
laborales o profesionales que vinculan a ambos, padre y madre.
3. Mecánica protectora
a) Requisitos de acceso
Para acreditar derecho a la prestación se exige que el beneficiario, padre,
madre o ambos, esté afiliado y en alta, así como acreditar un periodo mínimo
de cotización de 180 días dentro de los cinco años inmediatamente anteriores
al hecho causante (LSS, artículo 133 ter.), que lógicamente en la maternidad
natural ha de ser del inicio del periodo de descanso, como matizó OLT, ar-
tículo 3-1b) y no el del parto, como sigue diciendo la LSS, arrastrando un
error histórico. Durante la maternidad se está en alta especial y subsiste la
obligación de cotizar (LSS, artículo 106-4).
690 JOSÉ LUIS TORTUERO PLAZA
b) Contenido de la protección
La prestación es el 100 por ciento de la base reguladora, calculándose ésta
sobre la base de cotización por contingencias comunes del mes anterior, y
cubre el periodo máximo de duración.
La gestión se efectuará por la entidad gestora correspondiente, sin que se
admita fórmula alguna de colaboración, voluntaria u obligatoria, en la gestión
por parte de las empresas (LSS, disp. ad. 11 ter.), lo que implica que el pago
de la prestación se efectuará directamente por aquella.
De los distintos criterios básicos que los sistemas de protección social uti-
lizan para enfrenar a la evaluación de los daños producidos por la actualización
del riesgo, nuestro ordenamiento optó históricamente por el de carácter pro-
fesional, que utiliza como parámetro la incidencia de las lesiones sobre la
capacidad para el trabajo.
Aunque no existe ningún sistema plenamente satisfactorio, el criterio de
‘‘profesionalidad’’ de la incapacidad es, desde hace tiempo, objeto de crítica,
en el sentido de que pueda atenderse más bien a la capacidad residual genérica,
y no a la específica previa del trabajador, que con el paso del tiempo tiende
a hacerse irrelevante.
Con base en el criterio apuntado, el artículo 134-1 de la LSS establece el
concepto genérico de invalidez en los términos siguientes:
Se entenderá por invalidez parcial para la profesión habitual la que, sin alcanzar
el grado de total, ocasione al trabajador una disminución no inferior al 33 por
100% de su rendimiento normal para dicha profesión, sin impedirle la realización
de las tareas fundamentales de las mismas.
Se entenderá por invalidez total para la profesión habitual, la que inhabilite
al trabajador para la realización de todas o las fundamentales tareas de dicha
profesión, siempre que pueda dedicarse a otra distinta.
Se entenderá por invalidez absoluta para todo trabajo, la que inhabilite por
completo al trabajador para toda profesión u oficio.
2. Estructura de la protección
a) Requisitos de acceso
Los requisitos para causar derecho a la prestación son, estar afiliado al
régimen correspondiente de la seguridad social, y en alta o situación asimilada
en el momento del hecho causante.
La ley 26/85 de 31 de julio, introdujo importantes novedades en relación
al alta, así, el artículo 138-3 de la LSS establece que la pensión de invalidez
absoluta para todo trabajo y la gran invalidez derivadas de contingencias co-
munes, podrán causarse aunque los interesados no se encuentren en el mo-
mento del hecho causante en alta o situación asimilada, siempre que reúnan
un periodo de cotización de quince años, de los cuales al menos tres deben
estar comprendidos dentro de los diez años inmediatamente anteriores al hecho
causante.
Para las pensiones de invalidez permanente derivadas de enfermedad común
se exige un periodo de cotización previo, fijado ----siempre que esté en alta o
situación similada---- en función de la edad que tuviera el inválido en el mo-
mento del hecho causante, de acuerdo con las siguientes reglas:
Primera. Si el causante es menor de veintiséis años: la mitad del tiempo
transcurrido entre la fecha que cumplió los dieciséis y la del hecho causante.
Segunda. Si el causante tiene cumplidos veintiséis años: un cuarto del tiem-
po transcurrido entre la fecha que cumplió los veinte y la del hecho causante,
con un mínimo en todo caso, de cinco años. De este periodo, al menos la
quinta parte debe estar comprendida dentro de los diez años inmediatamente
anteriores al hecho causante.
Para la incapacidad permanente parcial se exige un periodo de cotización
de mil ochocientos días en los diez años anteriores a la fecha en que se haya
extinguido la incapacidad temporal.
No se exigirán periodos previos de cotización para el derecho a las pres-
taciones que deriven de accidente no laboral (LS artículo 124-4, reiterado por
el artículo 138-1)
b) Prestación económica:
a’) Base reguladora. Las reguladoras de las prestaciones son:
3. Calificación y revisión
Las resoluciones del director provincial del INS son impugnables, conforme
a la LPL, tras la reclamación previa conforme al artículo 71 LPL.
IV. JUBILACIÓN
1. Concepto y caracterización
Las condiciones para tener derecho a la pensión de jubilación son las si-
guientes:
Primero. Ser trabajador por cuenta ajena afiliado al régimen general de la
seguridad social o regímenes especiales, y encontrarse en alta o en situación
asimilada al alta en el momento del hecho causante. Sin embargo este requi-
sito, puede ser dispensado siempre que los interesados tengan cumplidos 65
años (artículo 162-4 LSS).
Segundo. Haber cumplido 65 años o la edad inferior que se fije para quienes
hayan trabajado en actividades excepcionales peligrosas, penosas, tóxicas o
696 JOSÉ LUIS TORTUERO PLAZA
4. Dinámica de la protección
V. MUERTE Y SUPERVIVENCIA
a) sujetos causantes
El sujeto causante puede ser el trabajador que reúna los requisitos del ar-
tículo 94 LSS (afiliado en alta o situación asimilada, sumamente flexibilizada
ésta por la jurisprudencia), quienes perciban subsidio de espera o asistencial
y los pensionistas de invalidez permanente o jubilación (estos últimos aunque
fallecieran sin solicitar la pensión). Si el trabajador en activo muere como
consecuencia de enfermedad común se exige, además de los generales, un
periodo de cotización de quinientos días dentro de los siete años anteriores al
fallecimiento.
b) beneficiarios
Por lo que respecta a los requisitos de los beneficiarios habría que distinguir:
1) Viudez. La pensión se concede al cónyuge viudo, pero siempre que
se hubiera contraído matrimonio en cualquiera de las formas establecidas en
el artículo 49 del Código Civil. Este artículo deja fuera de protección las
uniones extramatrimoniales (artículo 174 LSS. confirmado por STCo
184/1990, de 15 de noviembre), salvo en los supuestos de derecho transitorio
previstos por ley 30/1981, de 7 de julio, disposición adicional 10, de per-
sonas que no hubieran podido contraer matrimonio por impedírselo la le-
gislación vigente hasta la entrada en vigor de la citada ley, pero que hubieran
vivido como tal.
2) Orfandad. En cuanto a los huérfanos, cualquiera que sea la naturaleza
legal de su filiación, deben ser menores de dieciocho años o mayores incapa-
citados de forma absoluta para el trabajo; para los adoptivos es necesario que
la adopción se hubiera efectuado dos años antes de la muerte del causante;
para los hijos llevados al matrimonio por el cónyuge supérstite, es necesario
que, además de los requisitos generales, el matrimonio se hubiera celebrado
dos años antes de la muerte del causante y que convivieran con él y a sus
expensas y que carezcan de derecho a pensión o de familiares con obligación
de alimentos.
3) Otros familiares. Tendrán derecho a pensión los hijos de beneficiarios
de pensiones contributivas de invalidez o jubilación, que sean mayores de
cuarenta y cinco años, solteros, divorciados o viudos, que hubieran convivido
con el causante y a su cargo al menos durante dos años antes de su muerte
y carezcan de medios propios de vida; los nietos y hermanos menores de
dieciocho años o incapacitados, madre, abuelas, padre y abuelos del causante
PRESTACIONES ECONÓMICAS DE LA SEGURIDAD SOCIAL 699
3. Contenido de la protección
4. Régimen de compatibilidades
5. Dinámica y gestión
Alfredo J. RUPRECHT
I. INTRODUCCIÓN
1. Consideraciones generales
Este es un dilema de hierro que afrontan las pensiones: exigir mucho para
poder dar satisfacción a los beneficiarios, con lo cual son gravosas a las eco-
nomías particulares o dan poco, con lo cual no cubren las necesidades que
deben satisfacer.
1 Sanmiguel Vargas, ‘‘El valor de las jubilaciones y pensiones’’, Revista de Seguridad Social, Buenos
Aires, 1983, p. 601.
703
704 ALFREDO J. RUPRECHT
2. Desarrollo histórico
4. Efectos de la crisis
4 Schmal, ‘‘Pensions and economic crisis’’, Riv. di Dirito Internazionale e Comparato del Lavoro,
Padua, 1981, núms. 1 y 2 pp. 122-123.
708 ALFREDO J. RUPRECHT
5. Pensión complementaria
Aun cuando este tema debe ser desarrollado por otro académico, corres-
ponde dar una breve indicación al respecto.
El concepto de complementariedad no es susceptible de una definición pre-
cisa, pues varía sustancialmente de acuerdo al régimen jurídico de cada país.
Generalmente consiste en una prestación mínima, adecuada a lo que el
trabajador haya percibido como retribución. Por ello se trata de elevar ese
nivel mediante sistemas complementarios:
Hechas estas breves reflexiones, corresponde analizar cada una de las pres-
taciones económicas vitalicias, es decir, pensiones de jubilación, invalidez y
muerte.
1. Introducción
Esto implica que cada vez va a ser menor la diferencia entre la población
activa y la pasiva y, además, ello significa un aumento sustancial de presta-
ciones a cargo de la seguridad social. De acuerdo a la OIT, una persona
retirada a los sesenta años será pensionista entre catorce y diecinueve años.12
Los cambios en el sistema son continuos. Así, se varía la edad de acceder
al retiro, aumentan los años de servicio, incompatibilidades cada vez mayores,
pensiones crecientes a medida que el trabajador permanezca más tiempo en
su empleo, tipo de prestaciones, proporcionales o iguales, etcétera. Según Al-
mansa Pastor,13 las causas que propician el problema de la vejez son, entre
otras: a) el envejecimiento de la población, que produce un desfase entre los
aportantes al seguro y los beneficiarios, ya sea por la reducción de la morta-
lidad, pero fundamentalmente por el alargamiento de la duración de vida;
b) la ‘‘sobremortalidad masculina’’ en la edad intermedia, que implica un
contingente superior de mujeres de edad avanzada sobre los hombres; c) si
bien que pese a la vitalidad de las edades avanzadas, su actividad laboral
tiende a disminuir por la preferencia a los jóvenes y por las dificultades de
aprendizaje y readaptación a nuevos puestos cuando los avances tecnológicos
han convertido en obsoletos los antiguos procesos productivos.
Se ha tratado de hallar soluciones. Interesante fue la aprobada por el VI
Congreso Iberoamericano de Seguridad Social, celebrado en Panamá en 1976,
que proponía las siguientes:
1. Garantía de pensiones básicas que mantengan niveles mínimos satisfactorios
de vida de los pensionistas, cualquiera que sea el ámbito sectorial o profe-
sional de procedencia de los mismos; 2. Estímulo de regímenes complementa-
rios, especialmente financiados con aportes voluntarios, que no incidan directa-
mente en los aumentos de los costos de los productos y consiguiente elevación
del coste de la vida; 3. Revalorización automática de las pensiones básicas ge-
nerales en función del aumento del coste de la vida; 4. Posibilidad del estable-
cimiento de situaciones de jubilación parcial, compatibles con empleos de tiempo
reducido; 5. Posibilidad de sistema de pensión con sujeción a módulos distintos
a la edad en áreas de grupos especiales de población y especialmente en áreas
comunitarias rurales.
2. Fundamentos
3. Aspectos de la vejez
¿Cómo se determina la edad para estimar que el trabajador está ----o debe
estar---- en condiciones de jubilarse?
Ante todo hay que dejar bien claro que, cualquiera sea la edad que se
establezca, ella no significa que sea la correcta en los casos individuales, pero
sí en la medida media general.
La edad cronológica se da simultáneamente con la fisiológica, que es en
resumidas cuentas, la que priva. Dos individuos de igual edad pueden presentar
diferencias sustanciales en cuanto a su estado físico-mental y su capacidad
para el trabajo.
También cabe considerar otro aspecto: el de la economía. Un país con un
intenso desarrollo económico en expansión, necesitará más mano de obra ac-
tiva que otro en estado de recesión. En consecuencia, el límite de edad para
retirarse será más elevado en el primer caso que en el segundo.
Igualmente, la actividad que realiza el trabajador debe ser tomada muy en
consideración. Es común que las legislaciones establezcan una edad menor
para las mujeres que para el hombre, aunque la tendencia actual trata de equiparar
a ambos sexos.
Los que estiman que debe darse un tratamiento diferencial en favor de la
mujer, lo hacen basándose en que ellas tienen un desgaste mayor que el hom-
bre por las tareas domésticas que deben realizar. Además, ellas tienen una
resistencia menor para el trabajo y, por último, como hay diferencia de edades
en los cónyuges, es posible el retiro simultáneo de ambos.
Sin embargo, se ha criticado esta posición:
En principio podría afirmarse que no existe fundamento para disminuir la edad
de retiro en el caso de la mujer; se sostiene al respecto que así como se ha
llegado a la igualdad con el hombre en los campos civil y político, esa igualdad
debe proyectarse en el ámbito de la seguridad social. Por otra parte se considera
como hecho comprobado que la mujer tiene más resistencia que el hombre a
los achaques de la edad o de las enfermedades y que por ello se traduce en una
prolongación de vida media respecto del hombre.15
Para la pensión por vejez se toma solamente en cuenta a ésta como ancia-
nidad, correspondiendo por el mero hecho de haberse llegado a una edad
límite, sin considerar el real estado fisiológico, sino el cronológico como un
derecho al descanso después de toda una vida de labor. Solamente se requiere
la edad y un número determinado de años de servicios con cotizaciones. Puede
o no ser obligatorio acogerse a ella.
15 Tibaudin, ‘‘La problemática de las pensiones para las mujeres’’, Documentación de la seguridad
social americana, Buenos Aires, 187, núm. 8, p. 32.
714 ALFREDO J. RUPRECHT
4. Flexibilidad jubilatoria
5. Jubilación privada
1. El tema
2. La incapacidad
3. Cronología
estabilizado o más bien como un puente móvil entre aquel pasado vertiginoso
y este futuro desdibujado’’.22
Evidentemente que la reparación de las consecuencias de la invalidez su-
frieron el embate de estos cambios. Las corporaciones de oficio de la Edad
Media lo hicieron por medio de las cajas fraternales; la Edad Contemporánea
con los mecanismos de solidaridad; las sociedades de socorros mutuos; la
sociedad con hospitales.
La solución se buscó en la asistencia privada y pública, la reparación eco-
nómica y la rehabilitación.
La primera resultó totalmente ineficaz; era sólo una dádiva, una limosa y,
por otra parte, totalmente insuficiente ante el problema desolador de la inva-
lidez. La pública se centró, en un principio, en la exclusiva ayuda económica,
basándose en un concepto estático de la invalidez, pues se estimaba que era
una vejez prematura.
Actualmente la atención que se da a la víctima debe tener un carácter di-
námico, activo: rehabilitación integral. Ya no solamente se acude en ayuda
del que ha quedado en inferioridad de condiciones por medios económicos;
toda clase de beneficios se otorgan en estas circunstancias, como son, la asis-
tencia médica y farmacéutica, los aparatos ortopédicos y de prótesis, la reha-
bilitación, recuperación, readaptación y reeducación, de manera que pueda
integrarse nuevamente en la sociedad, no ser un marginado y poder procurarse
sus medios de vida.
4. Conceptos
Ante todo, el seguro para cubrir la incapacidad tiene por objeto suplir la
falta de capacidad de ganancia debido a una acción patológica y sobrevenida.
De este concepto se deducen los dos requisitos esenciales para que nazca
el derecho al beneficio. El primero es que haya defecto de ingreso, no mayores
gastos los cuales dan origen a otras coberturas. En segundo término, tiene que
haber una incapacidad patológica, es decir, producto de una enfermedad o
accidente. Puede ser originaria o congénita, siempre que eclosione en el mo-
mento del trabajo. No importa su duración: puede ser transitoria o permanente.
Por último, debe ser sobrevenida.
Conviene establecer claramente los diversos conceptos utilizados en las pen-
siones por invalidez. Los diferentes términos presentan un común denominador
que es la falta de la capacidad laboral.
22 ‘‘Pasado, presente y futuro de la seguridad social’’, Diez lecciones sobre la nueva legislación
española de seguridad social, Madrid, 1964, p. 91.
720 ALFREDO J. RUPRECHT
5. Clases
24 UNED, Derecho del trabajo, t. II, 3a. ed., Madrid, 1985, pp. 109-110.
25 Op. cit., p. 206.
722 ALFREDO J. RUPRECHT
6. Prestaciones
7. Aseguramiento privado
1. Marco conceptual
2. Beneficiarios y prestaciones
BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
La noción clásica del trabajo realizado para terceros implica una relación entre
dos personas, la del trabajador, siempre persona física y la del empleador, que
como bien se sabe tanto puede corresponder a una persona física como a la
figura jurídica o moral.
En la relación laboral, independientemente de las condiciones de la subor-
dinación (en un tiempo indispensable para catalogar la condición laboral hoy
sujeta a modalidades diversas), se dan los equivalentes a los elementos civi-
listas de dar y pagar. El trabajo se da, se presta o se realiza a cambio de un
pago, remuneración cuyo nombre típico corresponde a salario. Existen una
prestación y una contraprestación, en ese mismo orden. Néstor de Buen re-
chaza la condición de contraprestación del salario en tanto que éste se paga
por la relación de trabajo y no por el trabajo efectivo. Ciertamente la contra-
prestación surge de la simple relación de trabajo,1 pero habremos de admitirla,
como obligación laboral, en los términos de contraprestación.
En principio, el trabajo debe ser ejecutado personalmente de acuerdo a los
objetivos del empleador, quien por regla general señala la forma de ejecución,
el lugar, el horario y el monto salarial como si fuera un contrato de adhesión
(sin olvidar los verdaderos acuerdos concertados vía contrataciones individua-
les y colectivas).
1 Derecho mexicano del trabajo, Porrúa, 1992, p. 202.
735
736 PATRICIA KURCZYN VILLALOBOS
2 Contingent Work, cfr. Gallagher, Daniel y Judith W. Tansky, A Theoretical Perspective on Contin-
gent Employment, ponencia presentada en la Conferencia Anual de la Asociación de Relaciones Industriales
Canadienses, mayo, 1996.
3 Cfr. Girard, Hèléne, Comprendre le télétravail. Une guide pour l’enterprise, París, Les editions du
Téléphone, 1996, p. 145.
4 Cfr. Cabanellas, Guillermo, Compendio de derecho laboral, t. I, Buenos Aires, Bibliográfica Omeba,
p. 571.
PRESTACIONES ASISTENCIALES 737
1. Definición de ‘‘prestaciones’’
que ‘‘en derecho del trabajo [...] prestación es [...] asimismo la cantidad de
dinero ----en efectivo---- que se recibe en la expresión monetaria correspon-
diente, y el conjunto de frutos o géneros entregados al trabajador con el ca-
rácter de contraprestación’’.5
En derecho laboral venezolano las prestaciones sociales son los conceptos
que deben ser liquidados por el patrono en beneficio del trabajador en el
momento de extinción de la relación laboral.6
En la lengua inglesa, por el rendimiento laboral (rendering of work); se
recibe el salario (salary) o el sueldo (wage) y se obtienen prestaciones (be-
nefits); término más propio en el área de seguridad social. Los incentivos y
prestaciones son conocidos como benefits (fringe benefits).
2. Naturaleza jurídica
internacionales
{
{
legales nacionales
individuales
a) Por su origen
contractuales
{ negociaciones colectivas
entre los trabajadores o
entre éstos y terceros
económicas
b) Por su contenido
{ sociales
{ de seguridad social
asistenciales
indemnizatorias
restitutivas
c) Por su motivación
{ preventivas
protectoras
o finalidad
{ incentivas
restitutivas o supletorias
complementarias
d) Por su rango
{ principales
{ ordinarias
extraordinarias
secundarias
e) Por su duración
{ permanentes
temporales o transitorias
empleador
f) Por sujeto obligado
{ sindicato o asociación profesional
{
dinero
especie
f) Por sujeto obligado
servicios
contributivas { capitalización individual o
colectiva
generales
j) Por su alcance
{ para colectividades
o grupos
individuales
mínima
k) Por su cobertura
{ complementaria
superior
l) Por su fijación
{ cuantía definida
cuantía variable
m) Por su cumplimiento
{ de tracto sucesorio o continuo
de pago único
Las legales, son las propias de los sistemas normativos nacionales sobre
seguridad social y las establecidas por instrumentos internacionales sobre se-
guros universales o aseguramientos específicos, según su condición de apli-
cabilidad u obligatoriedad general. La mayoría se contienen en las recomen-
daciones y en los convenios de la OIT, tratados bilaterales o multilaterales
como los códigos europeo e iberoamericano de seguridad social (este último
no ratificado pero acordado unánimemente en la Reunión de Ministros de
Trabajo y Seguridad Social de los veintiún países de Iberoamérica, en Madrid,
en septiembre de 1995; dato de gran significado si se toma en cuenta que el
Convenio número 102, aplicado como la norma mínima en la materia sólo
está ratificado por siete de estos países, cfr. núm. VII). Las prestaciones le-
gales, nacionales e internacionales varían en cada país.
Las prestaciones contractuales derivan del acuerdo de las partes de la re-
lación laboral individual o colectivamente negociadas, son, por regla general,
el origen común de las prestaciones complementarias, aunque no el único.
Los trabajadores, por su cuenta, pueden contratar beneficios adicionales a tra-
vés de contribuciones personales voluntarias tales como los pagos extras para
PRESTACIONES ASISTENCIALES 743
acumular fondos para las rentas vitalicias. Los beneficios pueden pactarse con
efectos individualmente considerados o bien para grupos de trabajadores de
empresas o industrias determinadas. En la práctica, cada vez es más frecuente
contratar con compañías privadas seguros adicionales o complementarios, en
el ramo de vida o para gastos mayores de atención médica cuyas pólizas
cubren las empresas.
Las empresas con estabilidad financiera programan incentivos para el per-
sonal a través de prestaciones complementarias tanto para atraerlo como para
retenerlo. Estas medidas representan beneficios porque permiten elevar la com-
petencia en el mercado laboral con mano de obra más calificada, de más
prestigio y con mejores índices de estabilidad laboral. También puede repre-
sentarles un beneficio indirecto cuando haya estímulos fiscales, entendidos
como estrategia gubernamental para mejorar la calidad de vida de la población.
No siempre predomina el interés social como determinante en estas presta-
ciones.9 Sin embargo, su importancia social representa más oportunidades para
los trabajadores de una existencia digna y parece aconsejable conseguir la
superación asistencial a través de la negociación colectiva.
2. Por su rango
9 Tamburi, Giovanni. ‘‘El precario deslinde de regímenes privados y regímenes públicos de pensio-
nes’’, Rev. Internacional del Trabajo, vol. 105, núm. 2, abril-junio, 1986, p. 253.
744 PATRICIA KURCZYN VILLALOBOS
15 Cfr. Tamagno, Edward, ‘‘Preparándose para una sociedad en proceso de envejecimiento’’, Ciclo de
conferencias. La seguridad social en América..., cit. p. 3.
PRESTACIONES ASISTENCIALES 751
También es sujeto obligado con los pagos por cuota social, para la atención
de población marginada o grupos que se insertan en los esquemas de seguridad
social sin una relación formal de trabajo. De facto se trata de una prestación
complementaria a cargo del Estado.
La búsqueda de alternativas y la necesidad de cohesionar consigue involu-
crar en las tareas de aseguramiento a los terceros del sector privado. De cierta
manera, implica su participación en el ciclo generador y distribuidor de ri-
queza. La aceptación de funciones y responsabilidad en el manejo de los fon-
dos, antes propias del Estado, sigue modelos que intentan apartarlo de la ad-
ministración y separar a la sociedad política de la sociedad civil, con lo cual
se disminuye su potencial económico y su hegemonía. Cambia su condición
de Estado benefactor al de Estado administrador político y con ello tal vez
sea el Estado de malestar como dice Néstor de Buen.16
Por otra parte, la indispensable eficiencia en los aseguramientos exige la
aplicación de cálculos profesionales especializados. Aquí conviene destacar
la diferencia entre los conceptos de eficacia y eficiencia; el primero se refiere
a la medida de logro de una meta y el segundo, más amplio, se relaciona con
el logro combinado de las metas y los insumos utilizados. La eficiencia
en seguridad social indica una cobertura de calidad con los menos recursos
posibles.17
Las técnicas financieras despliegan una serie de factores, muchos de los
cuales no aparecieron en el escenario original de las reglamentaciones sobre
seguridad social, animadas exclusivamente por lograr la protección de la so-
ciedad. Uno de éstos cuya influencia es indispensable calcular es el enveje-
cimiento de la población. Piénsese en la cercana jubilación de la generación
del baby boom en los Estados Unidos de Norte América, estudio, por cierto,
con cálculos hechos hasta los años 2019 y 2029.18
5. Duración de la prestación
6. Por su cumplimiento
Las prestaciones pueden cumplirse con un solo acto o a través de una sola
entrega, independientemente de su vigencia permanente ligada a la vida
laboral del asegurado, y aun después de ésta. Otras, se cumplen periódica-
mente. Algunas pueden correr una u otra suerte; así, la pensión de retiro puede
recibirse periódicamente o transferirla a un solo pago acumulado.
8. Por su financiamiento
9. Por su régimen
colectiva contra los riesgos sociales con prestaciones para otorgar un ingreso
de reemplazo y garantizar el mantenimiento del nivel de vida del asegurado.
Se identifican las prestaciones legales con las necesidades básicas y las com-
plementarias con las necesidades surplus.
Respecto de las pensiones para la vejez, las prestaciones complementarias
se manifiestan de distintas maneras. En Alemania, por ejemplo, las llamadas
retiro de empresa, complementarias sin excepción, pueden adoptar diferentes
formas jurídicas y los montos determinarse por distintos procedimientos.23 Los
retiros de empresa pueden contratarse individualmente y por negociaciones
colectivas, pero también pueden no formar parte de los convenios colectivos
o ser ofrecimiento unilateral del empresario. Los complementos pueden cal-
cularse por la antigüedad en el empleo o en el monto salarial.24
Otros sistemas similares operan en la Unión Europea, aunque cada uno
consigna modalidades que los caracterizan. En Gran Bretaña, por ejemplo, el
retiro complementario puede corresponder al régimen público y al privado,
seleccionado por el empleador; ambos se reglamentan por la State Earnings
Related Pension Scheme (SERPS). Los sistemas privados, manejados por me-
dio de trustees, sólo pueden aplicarse cuando mejoran el sistema público el
cual establece una garantía mínima; los trabajadores pueden optar por un sis-
tema de contribuciones voluntarias (AVC), conocido como plan de pensiones
personal, previa renuncia al régimen privado, al que pueden adherirse quienes
ya no trabajen.25
3. La importancia de la seguridad social básica justifica su inclusión en
leyes y otros instrumentos jurídicos nacionales e internacionales como pres-
taciones mínimas, por ello se garantiza en la mayoría de las constituciones
políticas de los países iberoamericanos (cfr. núm. III, 2).
La transformación de modelos económicos, políticos, y sociales influye en
las relaciones humanas y en su entorno con la afectación en las disposiciones
de orden legal. La influencia de ideologías propias del liberalismo y neolibe-
ralismo, con la consecuente transformación política del Estado y sus funciones
modifica el esquema de la seguridad social básica al imponer complementos.
Tal vez esta sea la razón por la cual la Constitución de Italia hace la referencia
a la complementariedad de la seguridad social por parte del Estado:
‘‘Artículo 38. Las tareas previstas en el presente artículo serán asu-
midas por órganos e instituciones constituidas o complementadas por el
23 BGBI, núm. 13610, de 1974, modificada en diciembre de 1989, BGBI, núm. 12261.
24 Cfr. Kaufmann, Otto, Francis Kessler, Peter A., Kohler, Le droit social en Allemagne, París, Co-
llection Lamy Europe, pp. 82-84, 252 y 260.
25 Hautefort, Marie, Le droit social en Grande Bretagne, París, Collection Lamy Europe, pp. 213-215.
758 PATRICIA KURCZYN VILLALOBOS
VI. CONCLUSIONES
VII. BIBLIOGRAFÍA
a
32 Cfr. Dupeyroux, op. cit., p. 80-84 y con Prétot, Xavier, Securité sociale, 9 ed., París, Sirey Editions,
1996, pp. 188-191.
764 PATRICIA KURCZYN VILLALOBOS
ABREVIATURAS
I. INTRODUCCIÓN
La aparición del derecho del trabajo en los siglos XIX y XX (en especial en
América Latina), significó un cambio fundamental en lo que se refiere a las
tareas atribuidas al Estado. De una concepción fundada en el liberalismo, que
propicia la abstención del Estado respecto de las relaciones laborales, se pasó
en cierta forma, a una intervencionista, según la cual se le asigna al mismo
un nuevo cometido. Éste consiste en la protección del trabajador que se con-
creta a través de normas que limitan las facultades, hasta ese momento ejer-
cidas por el empleador, respecto de la determinación, entre otras, de las con-
diciones de trabajo. De esa manera se afectó la libertad de configuración
del contrato de trabajo, en cuanto el mismo debía sujetarse a incorporar al-
gunas normas legales mínimas (orden público laboral). De no cumplirse ese
requisito, dichas disposiciones se incorporaban al texto en forma automática.
La aparición de esa legislación tradujo la preocupación del Estado para
dispensar esa protección como un cometido o fin del mismo, hoy inexcusable
(pese a algunas corrientes de desregulación absoluta). Esa incorporación de
una nueva finalidad, trajo aparejada una necesaria concreción en el campo del
derecho (de un constitucionalismo liberal, se pasó a otro social) y de su propia
estructura, a fin de poder desarrollar las nuevas funciones que se le asignaban.
Esto último tuvo como objetivo preservar el ejercicio de la libertad que, de
un aspecto meramente formal que no facilitaba que ese derecho fundamental
del hombre se encarnara en la realidad, gozara de un fundamento legal que
permitiera su concreción práctica. De esa manera, al principio en forma inci-
765
766 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
piente, se aseguró una protección efectiva del trabajo humano en sus diversas
modalidades, así como el goce de los beneficios de la seguridad social.
Ello significó que el Estado debió adaptar su estructura a fin de poder
satisfacer este nuevo objetivo, que no sólo se refiere al contenido de la pro-
tección (que antes se consideró asegurada por el mercado), sino también al
mecanismo para facilitar el restablecimiento del orden violado.
Tradicionalmente, esa función fue ejercida por el juez, pero se consideró
que ya no bastaba, por lo que se agregó un nuevo mecanismo. El organismo
administrativo asumió la función de ejercer el control del cumplimiento de
las obligaciones laborales por parte de los empleadores y, en su caso, la fa-
cultad de sancionar (en su ámbito) la infracción que se considera que no sólo
afecta al interés del trabajador, sino también al bien común (interés general).
De esa manera se le asignó al Estado no sólo la misión de sancionar (por
la respectiva vía constitucional) leyes de protección del trabajo, sino también
el control de su cumplimiento por parte del empleador, lo que requiere la
realización de una acción que se ejecuta a través de la administración pública,
no sólo de carácter represivo (sancionatorio), sino también pedagógico.
Ese nuevo cometido político, para su concreción en los hechos, requiere la
actualización del fin abstracto y general de la protección a través de una acción
estatal (función administrativa) que, en el caso, se ejerce (proyecta) en el
ámbito de las relaciones laborales. Esa función se rige de acuerdo con los
principios y reglas, así como se autoriza, a través del mismo procedimiento
y formas jurídicas que emplea el derecho administrativo respecto de los otros
sectores de la actividad estatal.1
Esa función administrativa permite distinguir tres aspectos: a) sustancial;
b) orgánico o subjetivo; c) procesal. De acuerdo con el primero, la función
administrativa implica una actividad directiva (de orientación) y directa (de
ejecución), que se realiza a través de la gestión y ejecución de acciones propias
de la prestación de un servicio para cumplir un fin.2 La expresión ‘‘adminis-
trativo’’ (etimológicamente ad ministrare) significa servir, por lo que se en-
tiende que la misma comprende acciones (como conjunto de actividades)
encaminadas hacia un fin: satisfacer los cometidos estatales, sea que se reali-
cen por el propio Estado a través del órgano central o descentralizado o por
uno estatal bajo autorización o delegación del primero.3
En cuanto se refiere al segundo aspecto que hemos señalado (órgano), el
ejercicio de esa función requiere contar con una estructura orgánica o aparato
Como idea rectora, debe tenerse en cuenta que dicha acción, si bien se
refiere a un aspecto determinado, se realiza dentro de un ámbito social que,
a través de la creación de instrumentos adecuados, tiende a facilitar el desa-
rrollo integral del hombre, su promoción, y disolver los factores que frustran
4 Dromi, op. cit., p. 6.
5 Trueba Urbina, Alberto, Derecho administrativo del trabajo, p. 819.
6 Zanobini, Corso di diritto administrativo, t. 1, Milán, 1942-1946, p. 12; Capelli, Humberto,
‘‘Servicios administrativos del trabajo’’, Tratado de derecho del trabajo (dirigido por Deveali), t. 4, Buenos
Aires, 1972, 7, p. 639.
768 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
7 Di Frieri, Jorge A., Respuestas de la administración del trabajo frente a la crisis, Lima, OIT-CIAT,
1988, p. 15.
770 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
Las mismas comprenden una variada gama de actividades. Por una parte,
el organismo debe garantizar la consulta, la cooperación con los respectivos
organismos representativos de los trabajadores y empleadores, tanto a nivel
nacional, regional y local de los diversos sectores de la actividad económica
(artículo 5, Convenio 150).
Esa acción no puede limitarse a un aspecto del universo laboral; tiene que
alcanzar a los sectores (geográficos y de actividad) que no han sido incorpo-
rados a la órbita de acción de la administración de trabajo. Entre aquéllos,
cabe citar a los pequeños agricultores, aparceros o categorías similares de
trabajadores agrícolas, cuentapropistas, personal del sector informal de la eco-
nomía, miembros de cooperativas, de empresas constituidas sólo por trabaja-
dores que, con frecuencia, no gozan de ciertos derechos que otorga la ley
laboral (artículo 7, Convenio 150).
Debe prestarse especial atención a los trabajadores no protegidos que, nor-
malmente perciben salarios inferiores al mínimo o están en situación de po-
breza crítica, sin posibilidades de acceso al mercado por no contar con docu-
mentación, libreta de trabajo (cuando ella es requerida), cuentapropistas con
escasa capacidad técnica, por lo que deben realizar tareas en condiciones pe-
nosas, peligrosas, en jornadas extremadamente extensas. A veces, esas labores
se realizan en grupos que, por sí, no tienen capacidad para salir de su mar-
ginación o caen en ella (no tienen empleo, y si cuentan con uno, perciben un
magro ingreso; no tienen acceso a prestaciones médicas, a la seguridad social).
Como ya lo hemos indicado, para encarar esta problemática cuyas raíces,
por lo común, corresponden a una ausencia de valores compartidos en la co-
munidad, no basta sólo con la adopción de medios de orden legal; fundamen-
talmente, se requieren cambios culturales, por lo que es necesario lograr un
consenso sobre el nivel de justicia que el país quiere y cómo hacerlo.10
1. Diseño de la política
3. Relaciones de trabajo
4. Servicio de empleo
Uno de los temas de mayor importancia que integran el elenco de las tareas
que debe afrontar el ministerio de trabajo, es el referido a la ‘‘elaboración,
administración, coordinación, control y revisión de la política nacional de em-
pleo’’ tanto a corto, mediano, como a largo plazo, que conviene se realice
con participación de los interlocutores sociales (artículos 11, 1-2; 14, 3, Re-
comendación 158). En su caso, deberá coordinar los distintos servicios de
empleo (que funcionan en otras áreas, públicas o privadas), así como los ‘‘pro-
gramas de creación y promoción de empleo’’, de orientación y formación
profesional. Esta labor va más allá de la simple gestión a través de oficinas
de colocación.
En razón de los problemas que se plantean en la actualidad, en especial,
como consecuencia de los cambios tecnológicos (aunque los mismos no sean
complejos), se producen modificaciones importantes respecto de los requeri-
mientos de la llamada ‘‘mano de obra’’ que, previamente debe ser preparada.
Además, ya por esa u otras causas, el desarrollo de la actividad económica
requiere, por parte de los trabajadores, una movilidad geográfica o sectorial
que exige atenderla a través de medios adecuados. A veces, en una zona, no
se alcanza a satisfacer la oferta de puestos de trabajo (por lo común, que
exigen una cierta calificación profesional), mientras que en otras del mismo
país, quizá próximas, se da una situación inversa: trabajadores desocupados
no encuentran oportunidad de hallar un empleo.
Esa situación requiere no sólo poder realizar acciones a fin de solucionar
el problema del necesario desplazamiento geográfico (con todos los problemas
que ello implica), sectorial, sino también el de la recalificación profesional.
774 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
5. Investigación
1. De trabajo
Lo que en las primeras décadas del siglo XX comenzó como una tímida
organización asignada al ámbito de los ministerios existentes (en la mayor
parte de los casos de carácter político) fue creciendo en razón del mayor
volumen de las operatorias realizadas y de la necesaria especialización que
las tareas requerían. Ello hizo ver la conveniencia de unificar el accionar de
dichos organismos en un cuerpo central. A éste se le atribuyen diversas de-
nominaciones: ministerio, secretaría, instituto, departamento, etcétera.
En la actualidad, en la casi totalidad de los países, está constituido por el
ministerio de trabajo (o de trabajo y seguridad social), que suele contar con
diversas direcciones y departamentos dedicados a la atención de los temas
laborales, de seguridad social y de los servicios administrativos comunes. Los
distintos sectores12 que integran el servicio se caracterizan por su dedicación
a atender los temas vinculados con: a) trabajo; b) formación profesional;
c) empleo; d) policía; e) seguridad social; f) bienestar; g) participación; h) coo-
perativa y autogestión.
En cuanto al modelo organizativo, Husband distingue diversos niveles:
a) alta dirección; b) órganos de asesoramiento; c) de apoyo; d) de técnicas
normativas, a los que se agregan los órganos descentralizados, entre los que
se destacan los que atienden lo referido a la participación de los trabajadores
y empleadores en la administración del trabajo.
El Centro Interamericano de Administración del Trabajo (CEIL) ha acon-
sejado a los distintos gobiernos de Latinoamérica que a fin de atender el sector
social y laboral (que comprende lo relativo a trabajo, salud, vivienda, promo-
ción), se distingan diversos niveles: a) alta dirección; b) organismos consul-
tivos; c) de concertación y coordinación; d) de línea (que comprende tanto
los de carácter operativo, como normativos); e) regionales; f) organismos des-
centralizados. Como tareas propias de la administración del trabajo que se
realizan a través de distintas direcciones, se indican las de elaboración, pro-
gramación, evaluación y control de las políticas laborales.
En cuanto se refiere a la estructuración de los servicios, dicho organismo
aconseja tipificarlos en: a) servicios primarios; b) de desarrollo laboral; c) de
12 Husband, J., Introducción a la administración del trabajo, 1982.
778 ANTONIO VÁZQUEZ VIALARD
2. De seguridad social
LA INSPECCIÓN DE TRABAJO
I. ANTECEDENTES
En Gran Bretaña, donde parece que existió desde 1802 una inspección fa-
cultativa destinada a impedir que las condiciones higiénicas de los locales
favorecieran el desarrollo de enfermedades contagiosas, la vigilancia de las
fábricas se implanta oficialmente en 1833.
Una ley de Prusia de 1839 estableció igualmente la inspección facultativa,
confiada a una comisión mixta de la policía y de los inspectores escolares.
783
784 FERNANDO SUÁREZ GONZÁLEZ
1. Los orígenes
1 OIT, Proyectos de convenio y recomendación adoptados por la Conferencia Internacional del Tra-
bajo en el transcurso de las catorce reuniones celebradas de 1919 a 1930, Ginebra, 1930, p. 23.
2 Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, Información acerca del organismo permanente para
la legislación internacional del trabajo, Madrid, Minuesa, 1925, p. 341.
786 FERNANDO SUÁREZ GONZÁLEZ
La OIT obliga a todos los miembros que hayan ratificado los Convenios
números 81 y 129 a mantener un sistema de inspección de trabajo en los
establecimientos industriales, en los establecimientos comerciales y en la agri-
cultura.
Para el caso específico de la industria y del comercio, el artículo 29 del
Convenio 81 admite la posibilidad de que la autoridad competente, cuando su
territorio comprenda vastas regiones, estime impracticable aplicar sus dispo-
siciones, a causa de la diseminación de la población o del estado de su desa-
rrollo económico. En tal supuesto, dicha autoridad podrá exceptuar a esas
regiones de la aplicación del Convenio, de una manera general o con las
excepciones que juzgue apropiadas respecto a ciertas empresas o a determi-
nados trabajos. El Estado que así lo haga deberá indicarlo, expresando los
motivos, en la primera memoria anual que presente a la OIT sobre la aplica-
ción del Convenio, sin que pueda acogerse ulteriormente a esta disposición,
aunque se le permita, naturalmente, renunciar a tal excepción.
También se permite, dentro de la industria, que la legislación nacional ex-
ceptúe a las empresas mineras o de transporte o a parte de dichas empresas
(artículo 2. 2 del Convenio 81). Debe recordarse, sin embargo, que la ya citada
Recomendación 82 juzga esencial la protección de esos trabajadores y de ahí
que considere que todo Estado miembro de la OIT:
debería aplicar a las empresas mineras y de transporte, tal como las defina la
autoridad competente, sistemas de inspección del trabajo apropiados, que garan-
pero los Estados que ratifiquen dicho Convenio podrán comprometerse tam-
bién, en una declaración adjunta a su ratificación, o en una comunicación
ulterior, a extender la inspección del trabajo en la agricultura a una o más de
las siguientes categorías de personas que trabajen en empresas agrícolas:
a) Arrendatarios que no empleen mano de obra externa, aparceros y cate-
gorías similares de trabajadores agrícolas;
b) Personas que participen en una empresa económica colectiva, como los
miembros de cooperativas;
c) Miembros de la familia del productor, como los defina la legislación
nacional (artículo 5º del Convenio 129).16
Se entiende por ‘‘empresa agrícola’’, a estos efectos, la que se dedica a
‘‘cultivos, cría de ganado, silvicultura, horticultura, transformación primaria
de productos agrícolas por el mismo productor o cualquier otra forma de ac-
tividad agrícola’’. En previsión de que se planteen dificultades en cuanto a la
línea de demarcación entre la agricultura, por una parte, y la industria y el
comercio, por otra, el artículo 1º del Convenio 129 dispone que la determinará
cuando sea necesario la autoridad competente, previa consulta con las orga-
nizaciones más representativas de empleadores y de trabajadores interesadas,
cuando existan, ‘‘en forma tal que ninguna empresa agrícola quede al margen
del sistema nacional de inspección del trabajo’’. Esa misma autoridad resolverá
los supuestos en que se planteen dudas respecto de la aplicación a una empresa
o a una parte de ella del Convenio sobre la inspección del trabajo en la agri-
cultura.17
En los establecimientos comerciales, el Convenio 81 contiene una tautolo-
gía, según la cual el sistema de inspección se aplicará en los establecimientos
donde tengan competencia los inspectores (artículo 23), añadiendo que las
16 El mismo artículo dispone, en su apartado 3, que todo Estado que haya ratificado el Convenio
deberá indicar, en las memorias que someta en virtud del artículo 22 de la Constitución de la OIT, en qué
medida ha dado o se propone dar efecto a las disposiciones del Convenio respecto de las categorías de
personas arriba enumeradas que aún no hayan sido comprendidas en una declaración.
17 La misma previsión se contiene en el artículo 26 del Convenio sobre la industria.
LA INSPECCIÓN DE TRABAJO 791
1. Cometidos de la inspección
18 Al 31 de diciembre de 1993 habían ratificado el Convenio 81 ciento once países (dieciocho de ellos
excluyendo la parte II), en tanto que el Convenio 129 había sido ratificado por veintinueve países.
19 El Estado que haya excluido la inspección en los establecimientos comerciales deberá indicar en
sus memorias anuales sobre la aplicación del Convenio 81 la situación de su legislación y de su práctica
respecto a las disposiciones excluidas y la medida en que se haya puesto o se proponga poner en ejecución
dichas disposiciones. La declaración de exclusión podrá anularse en cualquier momento mediante otra
posterior (artículo 25-2 y 3 del Convenio 81).
20 La expresión ‘‘disposiciones legales’’ comprende, además de la legislación, los laudos arbitrales y
los contratos colectivos a los que se confiere fuerza de ley y de cuyo cumplimiento se encargan los
inspectores del trabajo (artículo 2 del Convenio 129 y 27 del Convenio 81).
21 La referencia concreta al descanso semanal y vacaciones no figura en el Convenio 81.
22 La referencia a las mujeres no figura en el Convenio 81.
23 Las proposiciones para mejorar la legislación no figuran en el Convenio 81.
792 FERNANDO SUÁREZ GONZÁLEZ
Siempre que sea compatible con la práctica administrativa del Estado miem-
bro, la inspección de trabajo deberá estar, según los Convenios que estamos
analizando, bajo la vigilancia y control de una autoridad central. En el caso
de un Estado federal ----añaden esas normas---- la expresión ‘‘autoridad central’’
puede significar autoridad federal o autoridad central de una entidad confe-
derada.
Para el sector agrícola el artículo 7.3 del Convenio 129 establece que:
Todo miembro ----dispone el artículo 9 del Convenio 81---- dictará las medidas
necesarias para garantizar la colaboración de peritos y técnicos debidamente
calificados, entre los que figurarán especialistas en medicina, ingeniería, elec-
tricidad y química, en el servicio de inspección, de acuerdo con los métodos
que se consideren más apropiados a las condiciones nacionales, a fin de velar
por el cumplimiento de las disposiciones legales relativas a la protección de la
salud y seguridad de los trabajadores en el ejercicio de su profesión, e investigar
los efectos de los procedimientos empleados, de los materiales utilizados y de
los métodos de trabajo, en salud y seguridad de los trabajadores.
Todo miembro deberá adoptar las medidas necesarias para asegurar que expertos
y técnicos debidamente calificados y que puedan contribuir a la solución de
problemas que requieran conocimientos técnicos colaboren, de acuerdo con los
métodos que se consideren más apropiados a las condiciones nacionales, en el
servicio de inspección del trabajo en la agricultura (artículo 11).
5. Medios materiales
7. Deberes e incompatibilidades
8. Infracciones y sanciones
siciones legales por cuyo cumplimiento velen los inspectores del trabajo y
para los casos en que se obstaculice a los inspectores del trabajo el desempeño
de sus funciones (artículos 18 del Convenio 81 y 24 del Convenio 129).
A. En la industria y el comercio
B. En la agricultura.
I. INTRODUÇÃO
803
804 ARNALDO SÜSSEKIND LOPES
Nessa mesma obra, outro mestre do direito, Mario Deveali, apontou três
causas para a instituição de tribunais do trabalho:
Conforme bem ponderou esse notável jurista italiano, que viveu mais de
metade da sua vida na Argentina7 a analogia que existe entre os litígios in-
dividuais do trabalho e os de direito comum é apenas formal e aparente. Sub-
jetivamente, no atinente à natureza intrínseca do dissídio, a diferença é sensível
e decorre dos princípios fundamentais com que devem ser analisados os casos
trabalhistas. Daí o maior poder do juiz na condução da autonomia das partes.
Na Iberoamérica, depois da adoção das leis sociais-trabalhistas do século
XIX, Portugal teria sido o primeiro a possuir tribunais especiais para asuntos
do trabalho. Segundo Bernardo da Gama Lobo Xavier, Tribunais de Árbitros-
Avindores foram criados no final desse século, constituídos de três persona-
lidades independentes, um representante dos patrões e um dos operários.8 A
Guatemala, em 1907, instituiu Juizes de Agricultura, para questôes de trabalho
rural.9 No ano seguinte, a Lei de 19 de maio de 1908, modificada pela de 22
de julho de 1912, criava na Espanha os Tribunais Industriais, formados por
un magistrado (presidente), dois representantes dos trabalhadores e dois dos
empregadores, com jurisdição ampla sobre os litígios individuais do trabalho.10
Em 1915 o governo revolucionário do México criou o ‘‘Consejo de Concilia-
ción y Comité de Arbitraje’’, no mesmo ano desdobrado em Juntas de Con-
ciliação de composição paritária, e um Tribunal de Arbitragem obrigatória, cons-
6 Ibidem, p. 131.
7 Ibidem, pp. 148-149.
8 Curso de direito do trabalho, Coimbra, p. 107.
9 Cordova, Efren, As relações colectivas de trabalho na América Latina, São Paulo, Ltr-Ibrart, 1985,
p. 276.
10 Alonso Olea, Manuel y César Miñambres, Derecho procesal del trabajo, Madrid, Civitas, 1991, p.
30.
806 ARNALDO SÜSSEKIND LOPES
12 Cfr. A solução dos conflitos trabalhistas, SP, trad. Wagner Giglio, LTr, 1986, pp. 12-13.
13 Op. cit., p. 14.
14 Derecho procesal del trabajo, pp. 81-82.
810 ARNALDO SÜSSEKIND LOPES
1. Considerações gerais
2. Independência e organização
16 ‘‘La solución de los conflictos laborales en Argentina’’, Trabajo y Seguridad Social, Buenos Aires,
núm. 7, 1986, p. 597.
TRIBUNAIS DO TRABALHO OU SOCIAIS 813
Tribunal Federal, previsto no artigo 102, número III, da Carta Magna, é limi-
tado a rígidas questões constitucionais.
A Justiça do Trabalho brasileira, não obstante o seu gigantismo, não tem
dado conta do excessivo número de dissídios individuais e coletivos que lhe
são submetidos. Registrese, a propósito, que, em 1991, as 722 Juntas entºo
em funcionamento receberam 1,496,890 ações e julgaram 1,263,492; os tri-
bunais regionais receberam 211,222 processos e julgaram 149,217; o Tribunal
Superior do Trabalho recebeu 22,039 e julgou 24,713. Há três causas principais
dessa hipertrofia, que vêm sendo apontadas, sem êxito, pela Academia Na-
cional de Direito do Trabalho: a) salvo raríssimas exceções, não existem co-
missões paritárias interempresariais ou intersindicais, para tentarem a conci-
liação dos litígios individuais do trabalho; b) a legislação vigente não, protege
o trabalhador contra a despedida arbitrária, o que propicia grande mobilidade
da mão-de-obra; c) a facilidade com que qualquer das partes pode submeter
um conflito coletivo ao tribunal do trabalho dificulta o aprofundamento da
negociação coletiva e, também, o consenso exigido para a arbitragem vo-
luntária.
Chile. Só existem tribunais sociais especializados, com a denominação de
‘‘Juzgados de Letras del Trabajo’’, pertenecentes ao Poder Judiciário, como
órgãos de primeira instância. Esses tribunais são integrados exclusivamente
por ‘‘jueces letrados’’, funcionando apenas em algunas cidades. Nas demais,
os tribunais civis possuem também competência social trabalhista. O segundo
grau de jurisdição é exercido pelas Cortes de Apelação ordinárias, cabendo à
Corte Suprema o julgamento dos recursos extraordinários.
Colômbia. Juizos unipessoais, denominados ‘‘jueces del Circuito del Tra-
bajo’’, que integram o Poder Judiciário, constituem a primeira instância para
diversas questões sociais-trabalhistas. O recurso cabível de suas sentenças é
para a ‘‘Sala Laboral’’ do Tribunal Superior do Distrito Federal. A Corte Su-
prema de Justiça também possui uma ‘‘Sala Laboral’’ para o julgamento dos
recursos de ‘‘Casación Laboral’’. Obviamente, só magistrados compõem esses
órgãos judiciais.
República Dominicana. Consoante esclarece o confrade Rafael Albuquerque
de Castro na obra A solução dos conflitos trabalhistas, coordenada por
Néstor de Buen e traduzida por Wagner Giglio,17 o Código do Trabalho da
República Dominicana, vigente desde 1951, previu a criação de Juizos do
Trabalho e Cortes do Trabalho, todos de composição tripartite. Entretanto, até
hoje ainda não estão em funcionamento, razão por que a jurisdição trabalhista
continua a ser exercida por juizes ordinários. O juiz de paz, unipessoal, con-
hece inicialmente das controvérsias trabalhistas, com recurso de apelação para
os Juizes de primeira instância da justiça ordinária. Quando estes juizes se
dividem em câmaras, o recurso é para a Câmara Civil e Comercial. No Distrito
Nacional e na importante cidade de Santiago, funcionam, no entanto, juizes
de paz do trabalho e, na capital do país, há uma Câmara de Trabalho para o
julgamento das apelações. As decisões proferidas em apelação podem ser ob-
jeto de cassação perante a Suprema Corte de Justiça.
Espanha. Nesse país ibérico o Poder Judiciário não se divide em diferentes
jurisdições: civil, penal social, edecetera. Conforme esclarece o nosso com-
panheiro Antonio Sagardoy Bengoechea, ‘‘el principio de Unidad Jurisdicional
es la base de la organización y funcionamiento de los Tribunales en nuestro
país, como proclama el artículo 117.5 de la Constitución Española’’. Existem
‘‘Órdenes jurisdicionales dentro de la Jurisdicción, tal como establece la Ley
Organica del Poder Judicial’’.18
Quatro são os órgãos que julgam, numa competência bastante ampla, os
litígios sociais-trabalhistas:
20 Derecho procesal del trabajo, 2a. ed., México, Porrúa, 1990, p. 151.
TRIBUNAIS DO TRABALHO OU SOCIAIS 817
21 Sentença constitucional de 05.04.90, comunicada pelo nosso confrade Rolando Murgas Torrazza.
22 Jurista citado, in ‘‘A solução dos conflitos trabalhistas’’ já referido, pp. 150-162.
23 Cfr. Murgas, op. cit., pp. 166-167.
24 Op. cit., p. 108.
818 ARNALDO SÜSSEKIND LOPES
3. Competência
27 Conciliación y arbitraje en los conflictos de trabajo, 2a. ed., Ginebra, 1987, pp. 175-180.
TRIBUNAIS DO TRABALHO OU SOCIAIS 821
Junta deve designar pelo menos três peritos, para que investiguem os fatos e
causas que daram origem ao conflito e emitam um parecer propondo uma so-
lução. As partes podem, designar peritos para que se associem aos nomeados
pela Junta ou para atuarem separadamente. Outorga-se à Junta, de maneira es-
pecial, uma faculdade muito amplia de determinar as diligências que julgue
convenientes e de exigir informações das autoridades.30
---- 40,48% querem que o actual poder normativo dos tribunais do trabalho
seja mantido;
---- 28,10% desejam que ele seja alterado en parte;
---- 31,42% pretendem sua extinção.
ángulo, para llegar a la misma conclusión---- ‘‘la autonomía del proceso del
trabajo constituye en realidad un reflejo de la autonomía del propio derecho
laboral material’’ (Guasp, 1949). Así pues, ‘‘la instrumentación procesal sigue
[...] como su sombra, al derecho sustantivo o material, de cuyo cumplimiento
es, si no la única’’ (pensemos, por ejemplo en la actividad administrativa de
inspección de trabajo y control del cumplimiento de la normativa laboral), ‘‘sí
una relevante y eficaz garantía’’ (Montoya).
En la actualidad, el Tribunal Constitucional Español, en su sentencia de 25
de enero de 1983, ha declarado que:
[...] superando tendencias que creían que el derecho procesal era un conjunto
de normas neutras y aisladas del derecho sustantivo, resulta patente que ambos
son realidades inescindibles, actuando aquél como un instrumento más, y de
singular importancia, para el cumplimiento de los fines pretendidos por éste.
Las formas procesales aparecen así estrechamente conectadas con las pretensio-
nes materiales deducidas en juicio.
1. Principio de oralidad
cluso sin interés alguno en el asunto’’. Por el contrario, ‘‘el proceso escrito
se adapta mal a esa publicidad, dado que se trataría de que los autos fueran
accesibles al público, lo que sería difícilmente realizable’’ (Rodríguez Piñero).
Por lo demás, la publicidad se ajusta bien al tipo de reclamaciones que se
ventilan a través del proceso de trabajo, pues la contratación laboral, verdadera
‘‘contratación en masa’’, lleva a que se reproduzcan en la práctica los con-
flictos individuales sobre un mismo punto de controversia, y a que la actuación
de un interés individual, como veíamos anteriormente, nunca afecte tan sólo
al individuo demandante.
Para terminar este punto, indiquemos que, mediante la oralidad, se pretende
‘‘simultáneamente la simplificación del proceso, su accesibilidad por parte de
los litigantes, la facilitación al juez del conocimiento de alegaciones y pruebas,
así como la mayor rapidez de las actuaciones’’ (Montoya). La oralidad, en
suma, y tal como antes indicamos, nos conduce directamente a la exposición
de los restantes principios en que se asienta el procedimiento laboral.
2. Principio de celeridad
3. Principio de inmediación
4. Principio de concentración
con relación al contenido del proceso, la concentración significa que todas las
cuestiones previas, incidentales y prejudiciales, no impiden la entrada en el fondo
del asunto, no provocan un procedimiento independiente y son resueltas en el
momento de la sentencia definitiva (Montero Aroca, que sigue a Klein).
cación del órgano judicial y de las partes litigantes, con expresión de su do-
micilio o sede social, amén del objeto del litigio, circunstancias concurrentes
en la reclamación y, por descontado, la fecha en que se interpone y la firma
del actor; algún ordenamiento iberoamericano, como por ejemplo el peruano,
exige además la aportación de los medios de prueba propuestos por el deman-
dante para acreditar los hechos alegados, requiriéndose incluso la correlación
entre la cronología de estos hechos y la de los medios probatorios.
5. Particular importancia reviste el relato de los ‘‘hechos’’ que dan lugar a
la reclamación que se interpone. Porque con base en esos hechos habrá de
aplicarse luego el derecho sustantivo que fundamente la resolución judicial
definitiva, estimando o desestimando, parcial o plenamente, la pretensión ejer-
citada. Todos los ordenamientos iberoamericanos preceptúan que la relación
de los hechos contenida en el escrito de demanda ha de ser clara y ordenada
para facilitar el periodo probatorio, aunque es ésta una cuestión dejada a la
postre a criterio del demandante, quien en el pecado de una exposición em-
barullada e innecesariamente extensa lleva la penitencia de la dificultad pro-
batoria y, con ello, la del fracaso de la reclamación.
6. Frente a la exigencia unánime de la consignación clara y completa de
los hechos necesarios para conocer y resolver la reclamación articulada, con-
trasta la gran flexibilidad del proceso social en lo relativo a la alegación por-
menorizada de los fundamentos de derecho en el escrito de demanda. Dos
órdenes de consideraciones han servido históricamente para admitir que las
demandas que inician el proceso social puedan reducir a la mínima expresión,
o incluso omitir, tales fundamentos o argumentos jurídicos, a saber:
Primero. La permisividad de que sean el trabajador, el asegurado o el be-
neficiario de las prestaciones sociales quienes litiguen por sí mismos, sin el
auxilio de profesionales del derecho (abogados, procuradores, graduados so-
ciales, etcétera), siendo así que en esa hipótesis los escasos o inexistentes
conocimientos técnicos del demandante no justifican la exigencia de un es-
fuerzo jurídico desproporcionado a sus propias posibilidades. De acuerdo con
esta concepción legal, en el derecho colombiano, por ejemplo, la demanda
debe contener las razones y fundamentos de derecho en que se apoya, pero
la ley exceptúa explícitamente el cumplimiento de esa exigencia ‘‘cuando el
trabajador pueda litigar en causa propia’’.
Segundo. La aplicación del viejo principio general del derecho da mihi
factum, dabo tibi jus, conforme al cual el órgano judicial ha de tener un total
dominio de la existencia y sentido de la norma jurídica que procede aplicar
en el caso enjuiciado, tanto si el demandante no alega norma alguna como si
838 LUIS ENRIQUE DE LA VILLA GIL
oral tras haber mostrado unas cartas que ya no puede alterar de modo sustan-
cial, mientras que el demandado acude a ese mismo acto con plena libertad
para alegar sorpresivamente lo que mejor le parezca en relación con los he-
chos, con la fundamentación jurídica y, lo que es más grave aún, con el plan-
teamiento de cualquier tipo de excepción procesal. Indudable disparidad de
armas que se agrava aún más ante el principio de concentración de los actos
procesales en una única audiencia.
12. Suponiendo que la parte demandada se enfrente efectivamente a la de-
manda, y no se allane a la pretensión del demandante, la contestación puede
acumular diversos motivos de oposición, a saber, la posible existencia de obs-
táculos procesales a la prosperabilidad provisional o definitiva de la pretensión
ejercitada, la negativa parcial o total del relato de hechos aportado por el actor
y la discusión sobre los argumentos jurídicos que se hayan incorporado al
escrito de demanda, bien de modo explícito aunque sucinto, bien de modo
implícito desprendido de la propia petición formalizada.
En cuanto a las defensas o excepciones procesales, son éstas de carácter
dilatorio o de carácter perentorio. Al primer grupo pertenecen los que obsta-
culizan la estimación de la demanda sin perjuicio de que se ejercite seguida-
mente la misma pretensión una vez que las barreras procesales sean removidas.
Al segundo grupo se adscriben las que eliminan definitivamente el éxito de
la pretensión.
Como principales excepciones dilatorias, el proceso social en los ordena-
mientos iberoamericanos conoce las relativas a la falta de jurisdicción o in-
competencia del órgano judicial, el no agotamiento de alguna vía preceptiva
de conciliación o de reclamación previa, la falta de legitimación o de perso-
nalidad activa o pasiva, la ausencia de litisconsorcio necesario activo o pasivo,
la litispendencia, etcétera. De todas ellas, la no acreditación de haber agotado la
vía previa tiene particular relevancia en el proceso social, siendo como es
frecuente en estos ordenamientos la exigencia de un trámite obligatorio de
conciliación bien de carácter extrajudicial, ante órganos administrativos o cons-
tituidos ad hoc (por ejemplo en los derechos argentino y portugués) bien de
carácter judicial, solución ciertamente muy generalizada. Otra diferencia cons-
tatable al respecto es que mientras en unos ordenamientos esa conciliación es
siempre anterior a la contestación de la demanda (por ejemplo en el derecho
español), en otros se realiza una vez que la parte demandante ha llevado a
cabo la contestación preceptiva (por ejemplo en los derechos chileno y gua-
temalteco) mientras que en unos terceros puede celebrarse indistintamente en
cualquiera de esos dos momentos procesales (por ejemplo en el derecho co-
LA DEMANDA LABORAL. CONTESTACIÓN Y PRUEBA 841
I. INTRODUCCIÓN
845
846 ABELARDO VILLALPANDO RETAMOZO
miento del derecho del trabajo. Esos factores fueron: a) La Revolución indus-
trial, que se produjo en Inglaterra hacia fines del siglo XVIII. La Revolución
industrial aparejó la revolución tecnológica mediante el maquinismo y la re-
volución económica, gracias a la cual, en el periodo de la acumulación pri-
mitiva del capital, Inglaterra atesoró ingentes capitales dispuestos a hacer mar-
char nuevas industrias, por una parte; y por otra, pudo disponer de suficiente
y aun excedente de mano de obra que imperiosamente necesitaba trabajar;
b) La Revolución francesa de 1789, con la proclamación de las libertades y
derechos fundamentales, creaba también un nuevo derecho basado en la au-
tonomía de la voluntad y el contractualismo jurídico, de modo que, el contrato
de trabajo, celebrado con el consentimiento de las partes elaboraba ciertamente
la ley de las partes. De ahí nació el principio de que todo lo contractual es
justo.
El profesor Gérard Lyon-Caen, con acertado criterio, dice que el moderno
derecho del trabajo es el heredero directo de la Declaración de los derechos
del hombre. Esto es evidente, porque las libertades políticas que han alcanzado
la conquista de la democracia; la igualdad, aunque no haya significado la
igualdad económica sino, simplemente, la igualdad formal ante la ley; la li-
bertad contractual; la libertad sindical, etcétera, han representado los basamen-
tos del derecho del trabajo. Pero, en el plano político social, las contradicciones
entre clases sociales con intereses antagónicos, no siempre han admitido los
avances deseados en el campo del derecho del trabajo. Existió la Ley Chape-
lier, la Ley Taft-Hatley, normas represivas contra el derecho de coalición y
sindicalización y muchas otras cortapisas contra el movimiento obrero. De ahí
que el desenvolvimiento del derecho del trabajo también tenga periodos de
avances y periodos de retrocesos. Cuando se afirma un régimen democrático,
el sindicalismo se fortalece y pueden reconquistarse o ganarse nuevos dere-
chos; por el contrario, cuando surgen regímenes de fuerza, dictatoriales, se
suprimen los derechos de sindicalización, se rebajan los salarios, se limita la
democracia o se la cancela. En una palabra, el derecho del trabajo se halla
inmerso en este camino del desenvolvimiento dialéctico. Y ahora mismo se
imponen, mediante decretos de fuerza inconstitucionales, retrocesos dirigidos
contra la clase trabajadora. Me refiero a la doctrina ----si tal puede llamarse----
del neoliberalismo, que ha sido impuesta en los países subdesarrollados, sig-
nificando, en los hechos, el retorno a la libertad de contratación, a los despidos
de miles de trabajadores, a la tendencia de privatizar el sector económico del
Estado, a prolongar la jornada de trabajo, a rebajar los salarios, a dar carta
blanca al autoritarismo patronal, a las limitaciones del movimiento sindical
democrático, etcétera.
SENTENCIAS LABORALES 849
En realidad, el derecho del trabajo es una rama del derecho que tiene como
finalidad hacer objeto propio de su contenido: las relaciones jurídicas origi-
nadas en la prestación de trabajo. Existen autores que consideran que es una
disciplina, todavía reciente, desgajada del contexto del derecho civil, estimado
como la piedra miliar, la máxima expresión de todo el saber teórico y práctico,
desde el pasado Imperio romano hasta nuestros días. Con esas ejecutorias se
pretende impugnar a nuestra disciplina alegando que no tiene un concepto
claro y definido, y tiene sus fronteras indefinidas e imprecisas. Pero, el trabajo
es la actividad consciente, permanente y milenaria del hombre. No se puede
negar la importancia extraordinaria del trabajo humano y sus problemas. Como
dice João da Gama Cerqueira:
4 Barteniev, E., El enigma de la existencia humana, Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos, 1970,
p. 60.
SENTENCIAS LABORALES 851
5 Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, Buenos Aires, Depalma 1988,
p. 3.
6 Idem, Vocabulario jurídico, Buenos Aires, Depalma, p. 219.
7 Arazi, Rolando, Elementos de derecho procesal, Buenos Aires, Astrea, 1988, p. 1.
8 Trueba Urbina, A., Nuevo derecho del trabajo. Teoría integral, México, Porrúa, 1970, p. 238.
SENTENCIAS LABORALES 853
Miguel Hernainz Marquez, profesor español, dice que el derecho del trabajo:
regula las relaciones que surgen directa o indirectamente de la prestación con-
tractual y retribuida del trabajo humano; [...] que es el conjunto de normas
jurídicas que regulan, en la pluralidad de sus aspectos, la relación de trabajo,
su preparación, su desarrollo, consecuencias e instituciones complementarias de
los elementos personales que en ella intervienen.9
10 Buen, Néstor de, Derecho del trabajo, 2a. ed., México, Porrúa, 1977, p. 64.
11 Gutiérrez Figueroa, Guillermo, Juslaborismo en Iberoamérica, Caracas, 1990, pp. 453, 474.
856 ABELARDO VILLALPANDO RETAMOZO
el derecho procesal del trabajo y del Código Procesal del Trabajo. Esto nos
parece indispensable.
Apenas se dictaron las primeras leyes protectoras del trabajo asalariado, en
las últimas décadas del siglo XIX se crearon organismos diversos, ya sea con
la coparticipación de representantes de los patronos y de los trabajadores,
con órganos arbitrales o conciliatorios o, en fin, con funcionarios especial-
mente designados por el Estado, para que interviniesen en la solución de los
conflictos que se presentaban, con diferentes caracteres, entre trabajadores y
patronos. Los organismos así creados, no pudieron cumplir satisfactoriamente
su cometido por falta de normas procedimentales que orientasen debidamente
sus funciones, o porque la mayoría resultaban ‘‘legos’’ en la solución de los
problemas laborales, mucho más si éstos comportaban cuestionamientos de
lo más escabrosos y de diversa naturaleza.
En los siglos del pasado ----y los historiadores del derecho lo confirman----
el mundo jurídico ignoraba el derecho procesal. Como dice el profesor Alberto
Trueba Urbina, ‘‘sólo se conocían la práctica y el procedimiento: esto es, los
trámites para la ejecución del derecho privado. Pues en aquellos tiempos de
marcado individualismo, la satisfacción del interés privado constituía la su-
prema aspiración del derecho’’.12
El pasado fue una época en que los juristas repugnaban el estudio del de-
recho procesal porque lo confundían con la práctica y el procedimiento, lo
cual manejaban ampliamente con una dedicación solamente empírica que cau-
tivaba a los prácticos del derecho. Exaltaban el aspecto rutinario, destacando
casi únicamente las reglas formales del proceso, sin alcanzar a penetrar en el
meollo del rico contenido jurídico y filosófico que se ocultaba detrás de las
reglas formales del proceso.
Todos los países del mundo han pasado primero por las experiencias de la
práctica y el procedimiento, que sólo es la práctica de las cuestiones formales
del proceso. Los códigos de procedimientos se hallaban servilizados al derecho
civil, y sólo eran procederes rituales, formales, que después culminaban con
la imposición de los derechos y garantías consagrados por el código civil. El
derecho procesal, siervo del derecho civil, por medio de los juristas de mente
penetrante, iba calando hondo en el Código de Procedimiento Civil, para des-
cubrir el verdadero derecho procesal, por cuya independencia judicial, didác-
12 Derecho procesal del trabajo, t. I, México, 1941, p. 5.
SENTENCIAS LABORALES 857
En síntesis: el derecho procesal ya no es una rutina del foro, arte del tejemaneje
del proceso, descripción de éste, sino disciplina técnico-jurídica con tonalidades
eminentemente científicas; en otras palabras, ciencia autónoma que tutela con-
cretamente los intereses de las personas, protegidos en abstracto por el derecho
material; lo que significa que éste y aquél se complementan para la conservación
del orden jurídico y para la realización del derecho objetivo y del subjetivo a
través del proceso.13
El derecho procesal del trabajo, a seguir una definición del profesor Trueba
Urbina, es ‘‘el conjunto de las reglas jurídicas que regulan la actividad juris-
diccional de los tribunales y el proceso de trabajo para una regulación del
orden jurídico en las relaciones obrero-patronales’’.
Para que los poderes del Estado, especialmente el poder judicial, se desen-
vuelvan correctamente, hace falta, en primer lugar, que el país se constituya
en Estado y se dote de una Constitución ----la ley de leyes---- y se dote también
de códigos sustantivos y procesales, y de leyes, decretos y resoluciones. Ese
conjunto legislativo, por el poder soberano que ejerce el pueblo, se inviste de
fuerza legal y capaz de ser obedecido por mandato de las autoridades y tam-
bién por el ejercicio de sus derechos que los ciudadanos quieren hacer valer
y respetar.
De este modo, el Código Procesal del Trabajo, que consta de 253 artículos
puesto en vigencia por decreto-ley número 16,896, el 25 de julio de 1979,
consta de dos libros: el primero, intitulado ‘‘De la naturaleza de las normas
adjetivas en materia laboral’’, y el segundo: ‘‘De las normas procesales en
general’’. Tengo entendido que Bolivia, a instancias de la Organización Inter-
nacional de Trabajo, ha promulgado su actual Código Procesal del Trabajo.
Tiene normas avanzadas. Y, del mismo modo, los países latinoamericanos
cuentan con códigos procesales del trabajo que tienen bastantes similitudes y
contribuyen así a mejorar la defensa de los derechos de los trabajadores. Es
cierto que los organismos jurisdiccionales no son siempre los mismos, pero
en todos los países rigen los principios de gratuidad, de impulsión judicial,
de in dubio pro-operario, etcétera.
‘‘La administración de justicia en materia del trabajo, seguridad social y
vivienda de proyección e interés social, es un servicio público que se presta
gratuitamente en todo el territorio de la República y se instituye para decidir
las controversias en la rama social del derecho.’’
La jurisdicción especial del trabajo y seguridad social se ejerce de modo
permanente:
a) Por los Juzgados del Trabajo y Seguridad Social, como Juzgados de
primera instancia;
b) Por la Corte Nacional del Trabajo y Seguridad Social, como Tribunal
de apelación; y
SENTENCIAS LABORALES 861
4. La sentencia laboral
según principio, son intocables, irrevisables, porque han causado estado. Sin
embargo, en materia procesal del trabajo y la seguridad social, las sentencias
de esta naturaleza, pueden, en casos concretos, admitir la revisión. Así, por
ejemplo, si la sentencia recayó sobre un caso de accidente del trabajo que
produjo una incapacidad parcial permanente, puede revisarse si en el ínterin
de tramitación del pleito la incapacidad se convirtió en incapacidad perma-
nente y total, etcétera.
Son luminosas las enseñanzas de los procesalistas modernos y aún de los
del siglo XIX, y nuestro deseo es abocarnos al estudio de esos libros sobre-
salientes para imbuirnos mejor de esta ciencia que ha cobrado hoy relieves
muy notorios y trascendentes.
Deseamos que la Corte Nacional del Trabajo y Seguridad Social cumpla
con el Código Procesal del Trabajo, con toda autonomía y con la potestad de
poder jurisdiccional del Estado que le otorga dicho Código.
CAPÍTULO 47
EXECUÇÃO DA SENTENÇA LABORAL
I. INTRODUÇÃO
1. Título executivo
3. Tribunal competente
4. Impulso processual
Regra geral as execuções não laborais devem ser requeridas. No caso das
sentenças laborais, pondera-se a fragilidade económica do trabalhador e o ca-
rácter irrenunciável e vital dos seus direitos, desonerando-o a lei do processo
dos encargos emergentes da iniciativa da acção executiva. É, pois, frequente
que a execução seja impulsionada ex officio pelo tribunal e que este actue em
benefício de exequente, pelo menos quando há uma condenação líquida. Nes-
tes casos, o exequente poderá prescindir da execução se os direitos forem
renunciáveis ou disponíveis (este conceito tem latitude varável conforme os
sistemas). Caberá ao empregador demonstrar que deu cumprimento à obriga-
ção em que foi condenado, sob pena de à acção declaratória seguir automa-
ticamente a acção executiva.
5. Legitimidade
8. Outras execuções
V. RECURSOS