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¿Y RUSIA?

(1900- 1914)- Service

Con anterioridad a la I Guerra Mundial en Europa no existía potencia


imperial más desprestigiada que el imperio ruso.

La dinastía de los Romanov reinaba en Rusia desde 1913. Luego de la


Revolución de 1905, el zar Nicolás II debió aceptar la creación de un Parlamento
(o Duma), si bien en la práctica se vio disminuida en sus funciones.

El imperio ruso presentaba puntos débiles. Respecto de sus fronteras había


dos potencias a las que consideraba extremadamente amenazadoras, Alemania y
Austria- Hungría, de las que se esperaba se aprovechasen militar y
económicamente del declive turco.

El gobierno de San Petersburgo se unió a la carrera por expandir sus


posesiones imperiales en Asia. En 1904 se declara la guerra a Japón, de la que
sale derrotada.

Rusia debió contrarrestar a los alemanes con relaciones cordiales con


Francia. Sin embargo también se siguieron realizando gestos conciliatorios con
Alemania por el beneficio del comercio con ella. Aún así la buena marcha de la
economía en Rusia dependía más de Francia y Gran Bretaña que de Alemania.

La enormidad del imperio ruso era más un problema que una ventaja; tenía
enemigos potenciales al este, oeste y sur.

Respecto a la industrialización de Rusia se debe decir que Pedro el Grande


(que reina entre 1689 y 1725) fue el primero en percibir la vinculación entre la
industrialización y la eficacia militar. Pero recién en 1880 y 1890 el gobierno
emprendió la tarea de lograr una industrialización rápida. Se estimula la
producción fabril, minera y metalúrgica. Las fábricas de armamento recibieron
apoyo decidido del gobierno. Los empresarios y banqueros rusos también
desarrollaron una gran actividad, en particular en Moscú, que contaba cada vez
más con fábricas textiles y la producción creciente de bienes de consumo.

La agricultura tampoco carecía de dinamismo. No obstante el aumento de


producción de cereales entre los 80 y el 1900, al no ser un cambio consolidado,
se produjeron varios retrocesos, además de las sequías que siguieron
constituyendo un problema inminente en todo el imperio.

Las actitudes sociales, sin embargo, estaban cambiando con mucha lentitud.
Pese a los beneficios que obtenían gracias a la expansión del mercado para sus
productos, los campesinos seguían ligados a las ideas y costumbres
tradicionales. En Rusia la principal institución rural era la comuna agraria de
las aldeas. Había cierto grado de igualitarismo, de responsabilidad mutua.
Estaban acostumbrados a actuar de manera colectiva y tomar decisiones conjuntas
sobre la vida de la aldea.

No obstante, a pesar de ser una minoría, también existían los campesinos


ricos (los kulaks) que prestaban dinero, contrataban mano de obra y arrendaban y
compraban tierras. Para la mayoría de los campesinos la vida era desagradable,
brutal y corta.

Mientras el campesinado satisficiera las exigencias del estado en forma de


impuestos y levas, el gobierno se inmiscuía poco en los asuntos del campo. Hasta
mediados del s. XIX, la mayor parte de los campesinos habían estado sujetos a la
nobleza latifundista. El Edicto de Emancipación de 1861 que liberó a los
campesinos de la servidumbre, no favoreció por los términos la situación de los
campesinos, que siguieron descontentos.

Alejandro II temía la expansión de un proletariado urbano indisciplinado,


por eso insistió en que los campesinos para marcharse a trabajar en las ciudades
debían obtener permiso de las comunas. Éstas consideraban conveniente
permitírselo a los jóvenes para que remitieran una parte de sus sueldos a sus
familias. La clase obrera urbana y rural se cuadriplicó en el medio siglo que
siguió al Edicto de Emancipación.

La Rusia imperial obstaculizó las actividades cívicas autónomas,


independientes del gobierno.

Con todo la mayor parte de las relaciones económicas del imperio ruso
siguieron siendo de tipo tradicional, incluso en las fábricas que utilizaban
maquinaria de importación más moderna dado que dependían en gran parte del
trabajo manual y las condiciones de vida en los distritos industriales era
atroces. Los propietarios de las fábricas textiles moscovitas tenían una actitud
paternalista hacia sus obreros. Se les prohibía formar sindicatos y fueron
sujetos a un código de disciplina laforal aplicado de forma arbitraria.

Durante el gobierno de Nicolás II la clase obrera existente en Moscú, San


Petersburgo y Tula creció rápidamente, pero la precariedad de sus vínculos
obligó a los obreros a mantener sus relaciones con el ámbito rural. Estos lazos
entre el campo y la ciudad ayudaban a conservar las ideas tradicionales.

El imperio ruso vivía una profunda fractura entre el gobierno y los


súbditos del zar; entre la capital y las provincias; entre la gente alfabetizada
y los analfabetos. En apariencia, la nación rusa era la principal favorecida del
imperio, pero entre los rusos la conciencia nacional sólo estaba parcialmente
desarrollada y las tradiciones y lealtades locales conservaban mucha influencia.
En los albores del siglo XX la mayoría estaba más motivada por las creencias
cristianas, las costumbres campesinas, las lealtades aldeanas y la glorificación
del zar que por los sentimientos patrióticos rusos. La propia Iglesia ortodoxa
se había desmembrado, lo que limitaba su capacidad para actuar a modo de
institución encargada de unificar valores nacionales rusos.

La intelligentsia (los intelectuales) tampoco tenían una postura definida


sobe la cuestión nacional ni había un consenso sobre lo que entendía por “lo
ruso”. De hecho, muchos aborrecían el discurso diferencial, meditaban sobre la
manera de crear un estado plurinacional en donde ninguna nación estuviera por
sobre la otra.

En sus momentos de mayor lucidez Nicolás II comprendió que la seguridad


del régimen estaba en peligro no tanto a causa de la “cuestión nacional” como
de la “cuestión laboral”. El ilegal movimiento obrero había visto la luz
durante 1890. Posteriormente se va a permitir la formación de sindicatos locales
bajo control político.

La Revolución de 1905 que surge por la represión violenta a una


manifestación pacífica encabezada por el padre Georgi Gapon (evento conocido
como “Domingo Sangriento”) desencadenó huelgas y marchas de protesta por todo
el imperio ruso.

Por otra parte, las derrotas sufridas en la guerra con Japón, hicieron que el
mito sobre la invencibilidad del régimen se desvanezca y que las formaciones
políticas salieran de la clandestinidad. Las mayores eran el Partido Obrero
Socialista (marxistas) y el Partido de los Socialistas Revolucionarios
(socialistas agrarios). Así mismo los liberales también se organizaron mediante
la creación del Partido Constitucional Demócrata en octubre de 1905.

Los obreros formaron comités de huelga y los marxistas de San Petersburgo


fundan un Soviet (o consejo) de diputados de obreros, que se convirtió en un
organismo de autogobierno revolucionario local.

Ante esta situación Nicolás II firma un manifiesto (el manifiesto de


octubre) en el que promete la concesión de libertades civiles a lo que se sumaba
la creación de una Duma. Dicho manifiesto acabó con las causas de hostilidad de
la clase media urbana y permitió a Nicolás II reprimir la revuelta.

En abril de 1906 se reunió la primera Duma, donde el grupo más numeroso de


diputados lo integraban los campesinos que no pertenecían a partido alguno. El
pedido de la transferencia de la tierra de los terratenientes al campesinado
llevó a que el zar ordene la disolución de la Duma. La segunda reunión de la
Duma tampoco tuvo mayor éxito y se llevan a cabo modificaciones en las reglas
electorales para constituir una tercer Duma en la que la nobleza tuviera mayor
peso que el campesinado. Con todo, para el zarismo ya no era posible gobernar el
país a la vieja usanza.

La cultura de oposición no se circunscribía únicamente a los


revolucionarios. En el siglo XIX se produjo una notable expansión del sistema
educativo, y los estudiantes (a quienes les disgustaban los métodos de
instrucción y disciplina) desplegaron una fuerte oposición al régimen.

En el cambio de siglo los marxistas habían sido los más populares entre
los intelectuales políticos, y en 1899 habían formado el Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia. Pero el partido no tardó en derivar hacia el
faccionalismo, los bolcheviques liderados por Lenin, sostenían que el partido
debía actuar como vanguardia de la clase obrera y que al derrocamiento de los
Romanov debía seguirle una dictadura revolucionaria provisional del proletariado
y campesinado; y los mencheviques que pensaban que se debía pasar antes por una
revolución burguesa y completar el desarrollo de una economía capitalista antes
de emprender la transición al socialismo.

El otro gran partido revolucionario era el Partido de los socialistas


revolucionarios, dirigido por Chernov. Ellos no creían que Rusia pudiera avanzar
hacia el socialismo antes de pasar por una fase de desarrollo económico
capitalista. Pero mientras los marxistas sostenían que el actor principal era el
proletariado ellos otorgaban ese privilegio al campesinado.

Los kadetes (del partido liberal) se daban cuenta de las limitaciones de


su propia popularidad y por ello adoptaron una política favorable a la reforma
agraria radical. Pero estaba claro que esto no sería suficiente para superar el
reclamo de socialistas revolucionarios y marxistas.

Nicolás II no era una figura fuerte, estaba desprestigiado y en torno a él


había gran desconfianza, incluso de su entorno, más aún por su cercanía y
favoritismo hacia el consejero Grigori Rasputín.

Esta es la situación de Rusia previa a su ingreso de la I Guerra Mundial.

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