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La teonomía: señala que las normas éticas se enraízan en Dios mismo y que podemos
conocerlas por su Revelación. Con frecuencia, una primera reacción es pensar que siempre
la teonomía es heteronomía. Ello depende, sin embargo, de la concepción que se tenga de
Dios. Cuanto más inaccesible en su Trascendencia, cuanto más despreocupado de nuestra
existencia se lo conciba, más heterónomo será todo lo que Él mande (Romo, La conciencia
moral, 2001)
La heteronomía: la creencia de que las fuerzas exteriores a la voluntad tienen más poder sobre
ella que ella misma. Esto significa la sacralización de las relaciones sociales tal como se
presentan, porque son consideradas como si fueran naturales. La heteronomía es entonces
reaccionaria e impide la crítica y la transformación de las instituciones porque no está en
condiciones de proponer un criterio racional y trascendente a ellas (Romo, La Conciencia
Moral, 2001)
Por esta razón, en la heteronomía, bajo la forma de la teonomía, se desemboca siempre
en alguna forma de fundamentalismo. Dado que los teólogos sostienen que la palabra de Dios
debe ser coherente e inalterable, se ven obligados a forzar los textos sagrados, corrigiendo
aquello que no encaje en su interpretación unilateral del mensaje divino. (Romo, La
conciencia moral, 2001)