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En los saltos inesperados del bagaje pre-académico tuve la oportunidad de tomar una malla

que tenía un enfoque latinoamericano en un principio de la carrera. No aprendí mucho o nada de


eso, o más bien no lo recuerdo. Pero creo, ahora se podría evaluar, de alguna manera, la significación
de todo esto.

Nos preguntamos en algún momento con nuestro grupo académico; qué es realmente
pensamiento latinoamericano. Cuestión que no me pregunté anteriormente. Lo interesante de todo
esto, que en ningún momento es que haya logrado responder esa pregunta, es el hecho de que haya
surgido esa pregunta. Preguntarse por aquello tardó tres largos años de eurocentrismo, y no quiere
decir que sea un tanto atrasada la pregunta. A dicha pregunta, sería interesante problematizarla
respondiéndola, fuera de todo modal, con otra pregunta; Qué es eurocéntrico o hasta dónde llega,
o más bien, en qué tiempo y espacio la reproducción del pensamiento eurocéntrico pierde su
capacidad generadora. De ante mano advierto que la respuesta es la necesaria acometida de una
enorme empresa, y por lo mismo, tampoco puede responderse por este medio.
En el desarrollo del trabajo anterior, pensábamos en diferentes dimensiones de conceptos como
cultura, diversidad, identidad y todo aquello que significa diseccionar el concepto de cultura a partir
de los otros dos conceptos y derivando así en aquello que se interpreta como interculturalidad.
Podemos constatar que juegan un rol fundamental el tiempo y el espacio; el lugar por un lado, y el
sujeto; su proceso reflexivo, su subjetivación.

Leímos a Althusser, específicamente El “Piccolo” Bertolazzi y Brecht (notas acerca de un


teatro materialista) (Althusser, 2004). Bertolazzi realiza una obra “El Nost Milan”, cargada de un
contenido obsceno que arrastra la miseria del capital; el subproletariado Milanés de finales del siglo
XIX, obreros que poseen un discurso un tanto desdibujado y burdo del futuro, entremezclados con
mucha gente que transita, pero que sin embargo ninguno de ellos representan la individualidad de
un personaje de carácter central, un protagonista. A un costado y en las últimas pequeñas partes de
los actos que componen la pieza estalla el drama categorizado en la subjetividad de un individuo
particular, que paradójicamente, son tiempos que aunque no se condicen, ambos articulan la
coherencia interna. Esta radica en el hecho de que la pieza produce una reacción en el espectador,
específicamente en su perspectiva crítica; la impresión que producen largos espacios de tiempos
llenos de miseria, sin historia, cargados de rutinas, secuencias, movimientos de un montón de
personajes que terminan siendo parte de la indumentaria del escenario. Versus un drama que si se
encuentra cargado de historia, es decir una dialéctica que se encuentra posada sobre esa nada, y
ambas en su totalidad conforman un espacio vacío, una dialéctica ficticia. De alguna manera
observar aquellas identidades propias de la miseria del subproletariado milanés de 1890 bajo un
ejercicio de distanciamiento marcado, un acto reflexivo

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