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Material de Cátedra 1.

Evolución del concepto de competitividad

En la década del 60 del siglo pasado, las teorías económicas explicaban principalmente
el éxito o fracaso de las empresas según la estructura de la firma y del mercado. Se
destacaba la importancia del tamaño de la empresa y su inserción en un mercado
imperfecto que le permitía controlar la oferta y la demanda.

La “gran empresa” consolidaba su tamaño estableciendo barreras a la entrada que


dificultaban el acceso de nuevas firmas al sector. Cualquier elemento que disminuyera
la probabilidad, el alcance o la rapidez de la entrada al mercado era una barrera y en
el caso concreto de empresas con mucho poder de mercado, una estrategia típica era
la imposición de un precio determinado.

De esta manera, la competitividad se reducía a un concepto estático, prácticamente


basado en decisiones de precio y producción, no considerando el resto de las variables
que se relacionan con los mercados y disminuyéndose así la incertidumbre de los
mismos. Por tal motivo eran generalmente competitivas las grandes empresas.

El modelo de producción que imperaba en esta época era el de producción masiva


fordista, el cual aspiraba a que las empresas ejerzan un control del mercado tanto
interno como externo, controlando por un lado, a la oferta productiva con la creación
de fases de producción en línea, automáticas y repetitivas y por el otro, a la demanda
con la creación de necesidades en los consumidores.

Un aspecto relevante de este modelo era que la firma internalizaba los conflictos y las
relaciones económico-sociales, para que la gran empresa pudiera ejercer su control
sobre el proceso productivo y la organización del trabajo, introduciendo así la
racionalidad en la organización de la producción. La gran empresa ejercía el control
sobre el proceso de innovación2, el cual se lograba no por la innovación conseguida y
el esfuerzo innovador, sino por su inserción de poder.

La competitividad era considerada como un fenómeno de naturaleza macroeconómica


y sectorial y determinada por el principio de la ventaja comparativa, el cuál establecía
que un país debía dedicarse a la producción y exportación de bienes intensivos en el
factor productivo relativamente más abundante. La competitividad se medía por la
dotación de recursos productivos lo que permitiría producir bienes más baratos.

1
Preparado por Mg. Pablo Costamagna, Profesor del Modulo.
2
Boscherini, F. y Poma, L. (2000)
La historia continúa y en el comienzo de la década del 90 del siglo anterior, el
escenario internacional cambia: la apertura de los mercados genera mayor
incertidumbre. La globalización de la economía implica una gran variedad de
necesidades y diferenciaciones culturales, el acelerado progreso tecnológico hace cada
vez más corto el ciclo de vida del producto y de esta manera se ponen de manifiesto
las limitaciones y dificultades generadas en un mercado dominado por un reducido
grupo de empresas poderosas. Es así como la competitividad comienza a ser vista
como un concepto dinámico, el cual incorpora términos muy importantes: la innovación
y la difusión tecnológica.

Durante las últimas dos décadas del siglo pasado, se ha investigado y estudiado la
valorización actual de la competitividad para el crecimiento económico en el nuevo
escenario de negocios. El debate se centra en las distintas estrategias y políticas de los
agentes y organizaciones públicas y privadas y su articulación para la generación de la
innovación, el desarrollo de procesos de aprendizaje y la incorporación de nuevas
tecnologías.

La relación entre competitividad, innovación, conocimiento y nuevas tecnologías


cuestiona el paradigma productivo fordista, donde las dimensiones clásicas de
competitividad -salario bajo, economías de escala, control del mercado y de la
innovación- son afectadas por los cambios estructurales mundiales, el avance de la
ciencia y la tecnología y el proceso de globalización. Todos estos hechos han generado
nuevos paradigmas y patrones organizativos en las sociedades –postfordismo-
produciendo en los sistemas económicos un marcado incremento en el nivel de
productividad y competitividad.

La globalización y la generación de condiciones para la


competitividad

Alburquerque3 afirma que la globalización, desde una perspectiva económica, fortaleció


la libre circulación de recursos físicos y financieros en los mercados mundiales, en
donde los procesos de producción y comercialización se distribuyen en función de
ventajas comparativas y competitivas a nivel mundial. De esta manera, los límites de
las naciones y de las actividades económicas van sufriendo modificaciones.

La globalización está produciendo profundos cambios en todos los niveles políticos -


supranacional, nacional, local-, en el funcionamiento de las instituciones, en las
costumbres y usos de la gente y en la base de las políticas de desarrollo económico. Al

3
Alburquerque, F. (1999)
respecto, Aldo Ferrer4 manifiesta que hoy la globalización confronta a los países con
desafíos de cuya resolución depende su desarrollo o atraso. De las respuestas dadas
al dilema del desarrollo en el mundo global dependen variables críticas como la
acumulación del capital, el cambio técnico, la composición del comercio exterior, la
tasa de crecimiento, el empleo, la distribución de la riqueza y el ingreso.

La respuesta al dilema del desarrollo en el mundo global puede ser variada. Por un
lado, se plantea que las relaciones internacionales impulsan la transformación, el
crecimiento y fortalecen la capacidad de decidir el propio destino; y por otro, que
pueden producirse situaciones opuestas, en donde se fractura la realidad interna de
cada país, sancionándolo al atraso y se lo somete a decisiones fuera de su propio
control.

En el caso de América Latina, la globalización ha ejercido una extraordinaria influencia


en la región. Ante la persistencia del subdesarrollo y la situación actual de los países
hispanoamericanos, a continuación se exponen brevemente las respuestas más
importantes dadas al dilema del desarrollo en el mundo global durante el último siglo.
 Entre 1870 y 1914, denominado período de crecimiento hacia fuera, las
grandes potencias mundiales tales como Alemania, Europa y Estados Unidos
adoptaban medidas proteccionistas y en Hispanoamérica predominaban las
políticas librecambistas y el bajo grado de intervención pública en el
funcionamiento de los mercados. La política arancelaria fue un instrumento
fiscal y nunca incluyó objetivos de protección del mercado interno y de la
industrialización. Asimismo en este período, en la división internacional del
trabajo, América Latina se limitó a la producción de materia prima y la escasa
tecnología e infraestructura incorporada a la transformación de la misma, no
incluyó a la mayor parte de la población.
 En la crisis del ’30 y en los períodos de las grandes guerras mundiales se
interrumpió el proceso de globalización y se derrumbó el comercio
internacional, provocando una caída de los precios de los productos primarios.
Ambos hechos perjudicaron notablemente a América Latina, quien era la
principal proveedora de materia prima en esa época.
 En el período de la postguerra los países industrializados crecieron de una
forma sin precedentes y los avances tecnológicos permitieron el gran impulso
de la globalización. Desde 1945 hasta 1970, a nivel mundial, sobresalen tres
características principales:
a) El cambio radical en la división internacional del trabajo, donde las
manufacturas ascienden notablemente su participación en el comercio
internacional.

4
Ferrer, Aldo (1998)
b) La expansión transnacional de las empresas de los países centrales.
c) La multiplicación en el corto plazo de las corrientes de capital por la
internacionalización creciente de los mercados financieros y la liquidez
internacional.
Una vez más, este último período tampoco fue aprovechado por América Latina, cuya
participación en el comercio internacional pasó del 14% en 1945 al 5% en 1970.
A pesar de la consideración de todos los beneficios atribuidos a la globalización, entre
otros, la libre circulación de bienes, servicios, personas, dinero, internacionalización de
las empresas y aumento del comercio mundial, el origen de los recursos en la
economía mundial a fines de la década del ’90 era mayoritariamente interno, como lo
manifiestan los siguientes datos5:
 El 80% de la producción mundial se vende en los mercados internos de cada
país.
 Nueve de cada diez personas que trabajan permanecen en su lugar de origen.
 Más del 90% de la acumulación de capital en el mundo se financia con el
ahorro interno del país.
Es fundamental que una economía abierta al mundo globalizado, considere también el
peso relativo de los recursos y mercados internos respecto de los que se transan en el
mercado mundial. La inserción en el orden mundial es esencial para el desarrollo
económico, pero és clave también un proceso de reformas institucionales,
transformación de la producción, reducción de los costos de transacción, interacciones
eficaces entre las esferas públicas y privadas, lazos entre la producción y los sistemas
de ciencia y técnica, acumulación de conocimientos, habilidades en la fuerza de
trabajo, aumentos de la productividad impulsados por la inversión de capital y la
incorporación del progreso técnico.

Asimismo los profundos cambios tecno-productivos interactúan con la globalización y a


la vez que “cambian el sentido del tiempo y el espacio6”. Estos cambios modifican
también el escenario de los negocios con una “fase de reestructuración tecno-
económica y organizativa con fuertes innovaciones, donde aparecen nuevos óptimos
de eficiencia productiva postfordista, la introducción de la microelectrónica, la
revolución genética y también cambios en las formas de gestión empresarial y en la
organización de la sociedad”.7

Estos tremendos movimientos, al interior de cualquier organización, van creando cosas


nuevas y destruyendo otras, generándose así conocimientos, nuevos productos,
nuevas tecnologías; que se relacionan directamente con el aumento de la

5
Ferrer, Aldo, Revista Cepal, op.cit.
6
Boscherini y Poma, op. cit.
7
Alburquerque, F. op.cit.
productividad y la competitividad, aspectos que dominan fuertemente el éxito o el
fracaso de las empresas.

Los cambios estructurales y la globalización presentan una interdependencia dada por


la influencia y los efectos producidos el uno sobre el otro. Los cambios y los avances
de la ciencia y la tecnología favorecen el proceso de globalización y éste, a su vez,
promueve un continuo proceso de innovación tendiente a buscar una mayor
productividad y un aumento de la competitividad. El cambio estructural se refiere a la
productividad –genera innovación, acelera los tiempos de producción y transmisión de
conocimiento, que impacta en las formas de producción, de gestión empresarial y
origina mayores exigencias de productividad- y la globalización hace referencia a la
libre circulación de recursos y al nivel de competitividad.

La interacción entre los cambios estructurales y la globalización, transformó a la


competitividad en un concepto más amplio, complejo y principalmente dinámico. Como
ya se mencionó, con la presencia de dos componentes fundamentales:
innovación y difusión tecnológica. Todo este proceso externo se internaliza si
existen receptores y transmisores de estas profundas transformaciones y es aquí
donde comienza a reconocerse la importancia de la Pyme en el desarrollo de un
territorio, región o país.

La flexibilidad ante el cambio y la respuesta adecuada a las modificaciones de la


demanda, es muy positiva en el nuevo contexto de competencia global, en el cual la
competitividad surge como un fenómeno sistémico que integra otros planos
de los factores macroeconómicos y sectoriales tradicionales, donde la
capacidad endógena de los agentes, el grado de desarrollo del ambiente en el que
actúan y la pertenencia a una red (trama) de actores, se han convertido en elementos
claves para la creación de ventajas competitivas.8

El reconocimiento de la importancia de la empresa como generadora de la


competitividad, abarca no solamente su tamaño sino también otros factores
relevantes, como la capacidad de aprendizaje, de flexibilidad, de innovación,
de relacionamiento con el territorio. La pequeña y mediana empresa asume,
además, un rol protagónico en el sistema económico y en el desarrollo de la sociedad.
A la par y como otro factor importante para el éxito de las pequeñas empresas,
aparece la revalorización del territorio, aquel ambiente capaz de generar el
conocimiento y las tecnologías necesarias para el éxito del sistema productivo y la
creación de ventajas competitivas.

8
Boscherini y Yoguel (2000)
1.3 El nuevo enfoque de competitividad industrial y el rol del
territorio

Los distritos industriales conformados por pequeñas y medianas firmas manufactureras


y de servicios de un sector industrial, aparecen dentro de las primeras experiencias en
la pequeña empresa que comienzan a difundirse como una nueva forma de
organización de la producción y división del trabajo, en una localización común con una
atmósfera industrial que favorece el desarrollo.

Marshall9 había expresado que las pequeñas fábricas se encuentran en una situación
de desventaja con respecto a la gran empresa siempre que no existan muchas
concentradas en un mismo distrito. El distrito industrial marshalliano, está conformado
por un conjunto de actividades productivas, intercambios y relaciones, en el marco de
una atmósfera productiva e innovativa que permite que todo circule y se difunda por el
territorio. La localización de la actividad productiva permite que los distintos agentes se
eduquen mutuamente y que generen una atmósfera industrial favorable al desarrollo,
la cual presenta tres dimensiones: espacial (territorio definido), temporal (la tradición,
el cúmulo de conocimientos), relacional (la dedicación a una misma actividad).

Los distritos industriales están basados en una fuerte especialización productiva, una
mayor flexibilidad de las firmas para enfrentar cambios en los mercados y el
aseguramiento de la calidad. El distrito es una modalidad de organización de la
producción, donde operan numerosas empresas manufactureras y de servicios que
trabajan en una determinada área de producto especializadas horizontal y
verticalmente.10 En el caso de Italia este grupo de empresas está acompañado de un
fuerte tejido de relaciones que traducen esa especialización en distintas fases del
proceso productivo en una ventaja competitiva no solo a nivel individual sino de todo el
sistema, y tanto el distrito como el espacio físico donde se desarrollan las empresas no
son sólo una externalidad, sino el lugar de producción y asimilación de conocimiento.11

Fabio Boscherini y Lucio Poma12, en el marco de la nueva dinámica económica global,


avanzan en la interpretación del distrito y se dirigen -como ellos denominan- “más allá
del distrito”, analizando conocimientos tácitos como ambiente innovativo, confianza,
economías externas, especializaciones productivas, vocaciones territoriales, contexto
socio-económico, relaciones, en un modelo interpretativo diferente que ellos
denominan “sistema institucional territorial” o “sistema institucional de empresas”.

9 Marshall, en pág. 24 de Boscherini y Poma (2000).


10
Grandinetti (1998)
11
Ferraro (2000)
12
Boscherini y Poma, op. cit.
Marcan cuatro elementos de diferenciación respecto a la interpretación de distrito
realizada por Marshall, en la cual el distrito tenía dinámica “interna” pero no “externa”:
 El primer elemento es el Territorio: en la primera concepción del distrito
representa como el eje del tejido productivo. La cercanía entre empresas puede
generar economías externas y potenciar la “atmósfera industrial” lo que se
traduce en ventajas para las empresas del distrito. Esto presenta dos
limitaciones: se lo coloca en el marco de una economía básicamente nacional y
la empresa y la producción física de los bienes son las actividades principales
del distrito. No se consideraba al distrito como una totalidad que tiene
“dinámica externa”. En la actual concepción se ve como una totalidad que
interactúa y que tiene además de una dinámica interna, una externa. El
territorio o sistema productivo local compite con otros territorios. Los autores
mencionan que existen dos manos invisibles, una que convierte la acción de la
empresa individual en atmósfera industrial y la otra que transmite la dinámica
de la competencia territorial a la empresa individual.

 El segundo elemento es el nuevo rol que desempeñan las “externalidades


territoriales” -actores como las cámaras empresariales, sistema financiero
local, instituciones intermedias, sistema educativo tecnológico, centros de
desarrollo, el gobierno local, etc.- que tienden a abandonar su rol de “apoyo” a
la acción empresaria e involucrarse con nuevas responsabilidades en la
competencia territorial. Dejan de ser “externalidad” para ser “agentes” de la
producción, específicamente de la “Producción de conocimiento”

 El tercer elemento se refiere a que los agentes territoriales de la producción, se


dedicarán a la “producción de conocimiento” cuyo valor se suma a la
producción física del bien. Esto es un resultado colectivo que deriva de la
interacción entre lenguajes, conocimientos y visiones cognitivas diferentes. Este
resultado, no siempre es positivo, puede llegar a ser negativo generando
“coaliciones regresivas”, dadas cuando cada componente territorial se encierra
a sí mismo, formando barreras para defender su espacio y para afirmar sus
propias características distintivas

 El cuarto elemento hace referencia a la “comunidad productiva”. Es la


intencionalidad de la acción colectiva que en el pasado estaba dispersa en la
atmósfera industrial. Es convertir a la atmósfera industrial en “visible y
concreta” bajo la forma de un proyecto. Se trata de un territorio con fronteras
móviles, dinámico, flexible y dotado de capacidad y pensamiento estratégico.
Siguiendo con el análisis del nuevo enfoque de la competitividad, Michael Porter13,
sostiene que la competitividad de los países depende de la interacción de cuatro
factores que conforman el denominado, “Diamante” de Porter:

1. la condición de los recursos disponibles en el país: la contribución ofrecida


por los recursos debe ser difícilmente imitada por otros países;
2. las condiciones de la demanda: cuanto más sofisticada sea, mayor presión
ejerce sobre las empresas, las cuales generarán nuevas ideas, nuevos
productos de mejor calidad y precio;
3. las industrias de apoyo y proveedores y;
4. las estrategias de la estructura y rivalidad de las firmas nacionales e
industrias lideradas por la competitividad internacional.

Porter define que la competitividad de las naciones se construye en el sector


productivo a partir de las acciones de las empresas y para analizar la competitividad de
un sector, incorpora el concepto de cluster. El cluster es un grupo geográficamente
denso de empresas e instituciones conexas, pertenecientes a un campo concreto,
unidas por rasgos comunes y complementarios entre sí. La dimensión geográfica
puede ser local, regional, nacional o supranacional, que en su relación de cooperación
y complementación genera ventajas competitivas para el sector y la región, sin poner
en peligro ni distorsionar la competencia y la intensidad de la rivalidad.

Esta evolución en el entendimiento de los factores de la competitividad y la


importancia del territorio generó en los últimos años, aunque todavía en forma
incipiente, la formación de un nuevo “paradigma técnico-económico-social” donde,
aparece un nuevo patrón organizativo en la industria y en el conjunto de la sociedad.14
Esto significa, cambiar, adaptarse y en algunos casos desaprender para volver a
aprender y en donde “es fundamental una pronunciada voluntad política para
concentrar fuerzas y ensayar la coordinación de elementos del patrón en proceso de
formación”.15

En este sentido, “en un mundo en que la competencia cada vez es más internacional,
las naciones y la regiones resultan más importantes y no menos. Como la base de la
competencia se ha desplazado cada vez más hacia la creación y asimilación de
conocimientos, ha aumentado la importancia del papel de la nación. La ventaja
competitiva se crea y mantiene a través de un proceso muy localizado. Las diferencias

13
Porter, M. (1990)
14
Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer, (1996)
15
Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer, op. Cit.
de una nación en valores, cultura, estructuras económicas, instituciones e historia
contribuyen al éxito competitivo”.16

La teoría de la competitividad sistémica17, de forma similar a los distintos factores


determinantes de la competitividad, sostiene que la competitividad no surge
espontáneamente al modificarse el contexto macro ni se crea recurriendo
exclusivamente al espíritu de la empresa a nivel micro. Es producto de un patrón de
interacción compleja y dinámica entre el estado, las empresas, las instituciones
intermedias y la capacidad organizativa de la sociedad y para su análisis introduce la
distinción e interacción de cuatro niveles de análisis: meta, macro, meso y micro.

 En el nivel meta se determina la capacidad de aprendizaje del territorio y


de respuesta con prontitud y eficacia a los requerimientos de ajuste. La
formación de estructuras a nivel de la sociedad, eleva la capacidad de los
diferentes grupos de actores para articular sus intereses y satisfacer entre
todos los requerimientos tecnológicos-organizativos y los que plantea el
mercado mundial. En este nivel se define el capital social, que “hace
referencia a las normas, instituciones y organizaciones que promueven la
confianza, la ayuda recíproca y la cooperación. Es un recurso que en
combinación con otros factores permite lograr beneficios para los que lo
poseen”.18

Para Putman19 el capital social son los aspectos de las organizaciones sociales, tales
como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la acción y la cooperación para
beneficio mutuo. Estas normas y relaciones son específicas a una determinada cultura
y se transfieren de generación en generación, obteniéndose así un stock de relaciones
que se traduce en una sociedad civil fuerte y con una elevada perspectiva de acción
conjunta y en beneficio de todos.
 En el nivel macro se trabaja para asegurar condiciones macroeconómicas
estables y favorables para el desarrollo de las distintas regiones del Estado
Nación.

 El nivel meso, hace referencia al entorno empresarial formado por el


accionar de la constelación de instituciones públicas y privadas, las
relaciones de cooperación formales y no formales entre instituciones,
empresas y gobierno. Incorpora elementos como el grado de desarrollo de
las instituciones, de la estructura productiva y de servicios, el tipo de

16
Porter, M (1995)
17
Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer, op. cit.
18
Durston (2000)
19
Putman (1993) en pág. Durston op cit.
regulación de los mercados, las políticas de competitividad, el nivel de
desarrollo de la tecnología, la educación, los recursos humanos, el medio
ambiente y las interrelaciones de las firmas con otras empresas e
instituciones que conforman las redes en las que realizan su actividad
industrial. Autores como Buitelar, Meyer, Poma, Yoguel, manifiestan que es
aquí donde la competitividad se transforma en un concepto más complejo,
al dejar de ser un fenómeno asociado a una firma individual, a lo macro y a
lo sectorial para involucrar territorios, redes de empresas y también
cuestiones culturales y organizativas.

 En el nivel micro aparecen las empresas y sus organizaciones, que deben


reorganizarse tanto a nivel interno como dentro de su entorno inmediato. La
consecución simultánea de eficiencia, flexibilidad, calidad y velocidad de
reacción presupone más bien introducir profundos cambios en tres planos:
organización de la producción, organización de desarrollo de producto,
organización y relaciones de suministro.

La teoría de competitividad sistémica indica entonces que debe existir


“coordinación en y entre los cuatro niveles”. Para ello es fundamental la disposición al
diálogo20 entre los grupos importantes de actores sociales, para favorecer la cohesión
de esfuerzos y canalizar conjuntamente el potencial creador de la sociedad. La
capacidad competitiva exige un elevado nivel de organización, interacción y gestión por
parte de los actores, para procurar una gestión sistémica que abarque a la sociedad en
su conjunto.

La competitividad no es sólo el resultado de un entorno macro estable y el desarrollo


micro correcto, sino que además se requiere por un lado una sociedad con capacidad
de promover la interacción social y alcanzar el consenso y por otro, la existencia de un
entorno empresarial capaz de multiplicar los esfuerzos de las empresas y contribuir en
la formación de ambientes de negocios favorables.

Las afirmaciones de los distintos autores estudiados y las teorías mencionadas,


destacan la importancia y el nuevo rol que adquiere el espacio local, con su historia, su
idiosincrasia, su cultura, sus instituciones y en cual se encuentran físicamente las
pequeñas y medianas empresas, que tratan de internacionalizarse, hacerse más
competitivas y producir con patrones de calidad y productividad determinados a nivel
mundial. Como el caso de los clusters y los sistemas institucionales de empresas, las
pymes pueden mejorar su desempeño a través del aprovechamiento de las ventajas
competitivas locales y/o regionales.

20
Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer, (1996).
El nuevo enfoque de la competitividad industrial, además de considerar el rol del
territorio, reconoce la importancia de la innovación, término incorporado
previamente en el concepto dinámico de competitividad. La innovación se
basa en nuevos conocimientos y aprendizajes que, en parte, son absorbidos de
lo que derraman los territorios.

Schumpeter, ya a principios del siglo 20, postulaba que la innovación son “nuevas
combinaciones” que no se identifican sólo con la introducción de nuevas tecnologías
sino que también pueden tener lugar en la organización de la producción. En este
sentido, la innovación no significa solamente desplegar actividades que apunten a
desarrollar nuevos productos y procesos, sino que involucra el conjunto de desarrollo y
mejoras realizadas en distintas áreas de la empresa: organización, comercialización,
producción y gestión.

La empresa innovadora, “realiza nuevas combinaciones” dentro del mercado


y en un ambiente donde debe tratar de resolver una variable importante
como lo es “la incertidumbre” que condiciona su comportamiento. Para
enfrentarla de la mejor manera, la empresa interpreta y decodifica las señales que le
emite el entorno, las oportunidades, las amenazas, analiza las diferentes estrategias,
elige la mejor y luego acciona. Esta capacidad de interpretación y análisis depende de
cada empresa, de los aprendizajes acumulados en su sendero evolutivo, de la cultura
organizacional y de la interacción con el entorno.

Las dificultades planteadas se deben a que el proceso de innovación, como ya se


mencionó, presenta más de una dimensión, entre las que encontramos la dimensión
micro, la empresa en sí, la forma de gestión, las características del empresario, la
acumulación de activos tangibles e intangibles y la dimensión meso basada en la
interacción de los agentes que participan del entorno. Este entorno –ambiente- puede
ser positivo o negativo, como lo llama Poma y puede originar coaliciones positivas o
coaliciones regresivas.

Es de gran importancia la capacidad del ambiente de desaprender para volver a


aprender en esta economía basada en el conocimiento. Los territorios que se
diferencian competitivamente son aquellos en los que se encuentran instituciones con
un alto grado de articulación entre agentes que favorece la difusión de los avances y
los conocimientos, aumentando así la eficiencia de sus procesos innovativos. Por lo
tanto, una conducta prudente que deben adoptar las pymes para tornarse cada vez
más competitivas, es desaprender la forma de trabajo individual y aislado y aprender a
trabajar de manera asociativa e interactiva con el entorno.
Arocena21 destaca que muchas de las políticas implementadas por los gobiernos
apuntaron a resolver las carencias que, en líneas generales, poseen las pequeñas y
medianas empresas y entre ellas podemos mencionar:

 Tendencia al aislamiento socioeconómico.


 Presencia importante de la informalidad.
 Acceso dificultoso al crédito formal.
 Presencia escasa en el mercado externo.
 Difícil acceso a la tecnología.
 Complicada relación con el Estado.
 Ausencia de capacitación gerencial.
 Irregularidades en la relación laboral.
 Confusión empresa-núcleo familiar.

En este sentido, a partir de los ’80 algunos Estados comenzaron a incluir en las
agendas de gobierno el tema productivo, cuando los cambios realizados por los
empresarios en las estructuras de las empresas y en la forma de gestión, no son
suficientes para poder crecer en el nuevo escenario.

Meter Evans22 señala que hacia fines de los ’80 se comenzó a cristalizar una “tercera
ola”, donde el Estado intenta dejar de ser “problema” para transformarse en
“solución”, el Estado comenzó a considerarse el instrumentalizador necesario de los
programas de ajuste y reestructuración industrial.

El Estado en todos sus niveles parece tener obligaciones sobre la producción. El Estado
Nacional debería asegurar el escenario macro, y el Estado Local trabajar sobre políticas
que potencien la innovación, los procesos de aprendizaje y permitan aumentar la
competitividad industrial. En el caso que existan políticas a nivel nacional, el Estado
Local debe bajarlas al territorio, diseñar políticas complementarias, selectivas,
orientadas a la comunidad y concertadas con los distintos actores del sistema.

El Estado no es el único responsable. La competitividad es sistémica, el territorio es un


factor clave, y en éste existe la sociedad civil que según Boisier23 es “llamada a
compartir responsabilidades con la sociedad política regional”, en la conducción del
proceso de “ingeniería de intervención territorial” destinado a promover el real
desarrollo de la región. La propuesta de desarrollo ya no puede originarse sólo en el

21
Arocena, 1995.
22
Peter Evans (1996)
23
Boisier, S. (1999)
ámbito del gobierno local, puesto que carecería de la legitimidad social que el mundo
actual exige.

Siguiendo la idea de Boisier, la participación debe ser eficaz, eficiente y veloz. Esto
presupone por parte de quien participa, poseer el conocimiento pertinente sobre la
cuestión que convoca la participación, en este caso el desarrollo productivo regional. El
conocimiento pertinente es la cantidad mínima de conocimiento que permite entender
la naturaleza sistémica y compleja del problema.

Entonces, a pesar de las complejas relaciones entre los distintos actores que
conforman un territorio, es factible identificar posibles caminos concretos de trabajo
sobre las pymes para alcanzar el objetivo de aumentar la competitividad de las
mismas. Una de las estrategias que plantea este modelo es la “integración
productiva”, entendida como una propuesta para la organización de la producción a
nivel local, centrada en el desarrollo de redes empresariales, que ha demostrado su
eficacia en términos de crecimiento económico, creación de empleo y distribución de
riqueza. Los países avanzados presentan territorios con sistemas productivos
caracterizados por un estrecho entramado de relaciones entre empresas y entre éstas
y los actores locales.

Las empresas más exitosas en este proceso de vinculación con otros actores, son las
que están ubicadas en territorios caracterizados por una tradición de cooperación
empresarial, de coordinación público-privada, de vinculación entre instituciones
educativas y empresas y de fuerte relación entre las instituciones de servicio y el sector
productivo. En los países en desarrollo como los latinoamericanos, la ausencia de estos
vínculos entre empresas, y entre éstas y el entorno institucional, es una de las
principales causas de la debilidad de sus sistemas productivos.

En muchos casos de América Latina la mayor incertidumbre económica, la frecuente


inestabilidad política y una considerable desarticulación social, parecen agudizar la
desconfianza entre los actores y fomentar el individualismo. En este marco resulta
difícil que la dinámica del mercado conduzca a la creación de sistemas eficientes de
relaciones. Por este motivo es necesaria una acción inductora, a través de políticas,
programas, instrumentos y metodologías específicas para el desarrollo de redes
empresariales.

Promover la integración productiva no es fácil. La constitución de redes


empresariales consiste en una transformación estructural de las relaciones
entre las empresas, que requiere de un proceso largo y de un cambio en la
mentalidad de los actores involucrados. Es necesaria la existencia de un factor de
inducción e intermediación entre los diferentes actores, el Articulador, elemento central
de la metodología para formar redes. El articulador es una organización o un grupo de
personas con solidez institucional en el contexto de un proyecto y que se especializa en
la intermediación entre empresas individuales para el establecimiento de relaciones
duraderas y de mutuo beneficio, y en la potenciación de sus vínculos con el entorno y
el mercado.

En este abordaje, es indudable que uno de los mayores obstáculos que tienen las
pequeñas industrias no es el tamaño, sino el aislamiento.
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Porter, M. (1995) Ser Competitivo. Nuevos aportaciones y conclusiones. DEUSTO.

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