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UNIVERSIDAD NACIONAL JOSÉ FASTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

ESTADISTICA DE LOS 10 ÚLTIMOS AÑOS DE LA CORRUPCIÓN AL


NIVEL NACIONAL E INTERNACIONAL

Al nivel nacional tenemos un sin fin de estadísticas definiendo lo que es nuestro estado,
haciéndonos denotar el gran incremento que está teniendo la corrupción en nuestro país y el
mundo.

En el Índice de Percepción de la Corrupción de 2017, liderado por Nueva Zelanda y Dinamarca


como los países más limpios, Venezuela es el latinoamericano peor situado, en el puesto 169;
mientras que Perú está al mismo nivel que Brasil, Panamá y Colombia, en el puesto 96. El que
obtuvo mejor puntuación a nivel de la región fue Uruguay en el puesto 23.
Transparencia Internacional subraya la relación entre los niveles de corrupción y la libertad de
prensa al indicar que, "en los últimos seis años, más de nueve de cada diez periodistas fueron
asesinados en países con puntuaciones" bajas en su índice.
"Aunque detener la corrupción lleva tiempo, en los últimos seis años numerosos países han
conseguido progresos mínimos o nulos", indica la organización anticorrupción, que celebra no
obstante que países como Costa de Marfil, Senegal y Reino Unido "mejoraron de manera
significativa su puntuación" en dicho lapso.
Estados como Siria, que en 2018 entra en su octavo año de guerra, y Yemen, sumido desde hace
tres años en una guerra civil, siguieron cayendo en la clasificación, que cierra Somalia.
A continuación, los 10 primeros Estados de la clasificación, seguidos de una selección de países
y territorios puntuados entre 0 (el más corrupto) y 100 (el menos corrupto), en base a datos de
organizaciones internacionales como el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y el
Foro Económico Mundial.
1. Nueva Zelanda (89 puntos)
2. Dinamarca (88)
3. Finlandia, Noruega, Suiza (85)
6. Singapur, Suecia (84)
8. Canadá, Luxemburgo, Holanda, Reino Unido (82)
12. Alemania (81)
...
16. Estados Unidos, Bélgica (75)
23. Uruguay, Francia (70)
26. Chile, Bután (67)
29. Portugal, Catar, Taiwán (63)
38. Costa Rica, Lituania (59)
42. España, República Checa, Chipre (57)
54. Italia, Mauricio, Eslovaquia (50)
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62. Cuba, Malasia (47)


85. Argentina, Suazilandia, Islas Salomón, Kuwait, Kosovo, Benín (39)
96. Brasil, Perú, Panamá, Colombia, Zambia, Tailandia, Indonesia (37)
112. Bolivia, El Salvador, Níger, Maldivas, Argelia (33)
135. México, República Dominicana, Honduras, Paraguay, Rusia (29)
143. Guatemala, Mauritania, Líbano, Kenia, Bangladés (28)
151. Nicaragua, Uganda (26)
169. Venezuela, Irak (18)
180. Somalia (9)
De los países incluidos en el índice, más de las dos terceras partes (el 69% obtuvo una
puntuación menor de 50 en una escala donde cero representa una percepción de altos niveles de
corrupción y 100 es percibido como un nivel ínfimo.
Entre las naciones latinoamericanas que más retrocedieron aparecen México, Chile y Uruguay.
Entre las que no registraron cambios están Cuba, Guatemala, Colombia y Venezuela. Otros
países latinoamericanos que bajaron la nota son Ecuador, El Salvador, Nicaragua, República
Dominicana y Perú, en la posición 101 de 176.
Del 2008 al 2016 Perú cayó 29 posiciones en el índice. Nuestro país, que nunca había pasado la
posición 100, se hallaba en el puesto 88 el año pasado.
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El Perú bajó del puesto 78 al 80 en el Índice de Percepción de la Corrupción 2011 dado a


conocer por Transparencia Internacional, lo que quiere decir que es un poco más corrupto que el
2010.

Nuestro país tiene 3,4 puntos en una escala de 1 a 10 (1 es muy corrupto y 10 es libre de
corrupción), algo menos que el año pasado cuando figuraba con 3,5 puntos. Para hacerse una
idea, Haití (puesto 175 con 1,8 puntos) y Venezuela (172 con 1,9 enteros) son los países más
corruptos de América Latina.

En el otro extremo, Chile ostenta la mejor posición, la 22, una menos que en 2010, con 7,2
unidades. Este arrebató el puesto a Estados Unidos, que este año marcha en el 24, con 7,1. Le
sigue Uruguay, que retrocedió un puesto hasta el 25 con 7 puntos.

Somalia es, como en los años anteriores, el país con un mayor grado de percepción de
corrupción, con 1 punto. Comparte posición con Corea del Norte, incluida por primera vez en el
estudio. En el primer puesto (país con menos corrupción) repite Nueva Zelanda con 9,5 puntos.
Dinamarca cae al segundo, con 9,4, al igual que Finlandia.
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Estadística de los 10 últimos años de la corrupción en la educación a


nivel nacional e internacional.
No es difícil darse cuenta de por qué la corrupción en los sistemas educativos, especialmente en
los países en desarrollo, ha sido un tema incómodo.
Es más complicado pedir dinero a los donantes para mejorar la educación en los países pobres si
los fondos no llegan donde deben hacerlo.
La información que están recogiendo los investigadores del IIEP apunta a la existencia de
"fugas" entre el dinero y el material que se aporta al sistema y lo que finalmente llega a las aulas.
Una búsqueda en la base de datos, denominada Ético, muestra que en algunos países
subsaharianos pudo haber una pérdida de hasta el 80% de los fondos para comprar libros de texto
en años anteriores.
Esto puede implicar acusaciones contra funcionarios de alto nivel. Pero también puede plantear
cuestiones más complicadas sobre quién es responsable de la corrupción de bajo nivel en
escuelas y países empobrecidos.
El problema de los "profesores fantasmas", es decir, que se cobren salarios para puestos que no
existen o que los maestros estén ausentes de puestos sí remunerados, puede llevarse hasta el 15%
o el 20% del presupuesto total para los profesores en algunos países, según el IIEP.
Pero la razón por la que los profesores no están en las aulas puede ser que no han cobrado su
salario durante meses y se han visto obligados a aceptar puestos en otras escuelas o lugares. ¿De
quién es la culpa?
Además, puede ser que los profesores que reciben sueldos bajos se hayan acostumbrado a
completar su salario cobrando a las familias cuotas no oficiales para conseguir un puesto en la
escuela.
Hay muchos factores que impiden que la educación mejore en los países en desarrollo. Pero la
corrupción puede ser un factor fundamental, y normalmente son los pobres los primeros
afectados.

LA CORRUPCIÓN ES EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL PERÚ, SEGÚN INEI

El Instituto Nacional de Estadística e Informática (Inei) informó que la corrupción desplazó a la


delincuencia como el principal problema que afecta al país según la última Encuesta Nacional de
Hogares (Enaho) realizada entre noviembre 2016 y abril 2017.

Debido a las reiteradas denuncias sobre los casos de corrupción, divulgadas en los medios de
comunicación, el 48.1% de los encuestados (población de 18 y más años de edad) considera este
tema como el principal problema que afecta al país.
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A esta se suman la delincuencia (44.5%) como el segundo problema, seguido de la pobreza


(19.8%), la falta de seguridad ciudadana (19.1%), falta de empleo (13.4%), mala calidad de la
educación estatal (12.2%), falta de credibilidad y transparencia en el Gobierno (7.4%), los bajos
sueldos/aumento de precios (6.8%), la falta de cobertura/mala atención en salud pública (5.9%),
la violencia en los hogares (5.4%) y la falta de apoyo a la agricultura (3.6%).
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ANTECEDENTES FILOSOFICOS DE LA CORRUPCION

Llamamos incorruptible a aquellos materiales que no se descomponen y en este sentido los


décimos nobles, como el oro, por ejemplo. También llamamos incorruptibles a aquellas personas
que por su probidad moral sabemos que no se dejarán llevar por seducciones deshonrosas y
decimos también de ellos que son nobles, que valen oro.

"Corrupción" proviene etimológicamente del latín y significa literalmente "echar a perder".


Luego todo lo que es susceptible de echarse a perder es corruptible y toda acción que de un modo
u otro echa a perder es corrupción. Así se habla tanto de un cuerpo corruptible porque está
destinado a echarse a perder como de corrupción de menores, por ejemplo, por el daño quizás
irreparable que se produce en una persona inocente, incorrupta, impidiéndole crecer sanamente.

Para Aristóteles es claro que todos tendemos a la felicidad, que aparece como algo perfecto y
suficiente ya que es el fin de los actos. Pero, sin embargo, prosigue, no es tan claro qué sea la
felicidad. Obrar conforme a la propia naturaleza parece ser el camino más corto y más efectivo
para lograr una vida feliz, y siendo el hombre de naturaleza racional le corresponde un obrar
conforme a la razón, que, por la prudencia, elije el término medio conveniente para la acción, y
esto es la virtud. Pero el hombre es también un ser social y quien no puede vivir en sociedad o es
un bestia o es un dios, dice el Filósofo. Tal el corrupto que creyéndose un dios en realidad una
bestia. Su pobreza consiste, como apunta Séneca, no en tener poco sino en querer tener cada vez
más.

Sólo hay una manera de ser bueno y muchas de ser malo.

En cuanto ser social el hombre vive agrupado en sociedades más o menos perfectas a las que
llamamos ciudades, en griego "polis". El hombre ha devenido pues en un hombre político, un ser
social organizado. Pero el sustrato que le permite esta organización está en su naturaleza humana
que no está cerrada sobre sí misma, sino que es apertura a los otros. Por eso para Aristóteles la
elección de la vida en comunidad implica amistad. Siendo el hombre un animal político por
naturaleza, afirma Santo Tomás, la convivencia social y la organización política es una
necesidad natural y al mismo tiempo una condición para vivir bien, colaborando con la
realización del fin propio del hombre.
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Es precisamente en este punto donde encontramos las primeras diferencias. Siendo una cuestión
ética el tema de la corrupción nos enfrenta con la necesidad de definir cuál es el fin último del
hombre y de la vida social. Porque éste último debe subordinarse necesariamente al primero si
quiere ser coherente con aquél. Es decir: el fin de la comunidad política debe colaborar a la
realización del fin último del hombre. La identidad ética y la identidad política no son sino
distintas manifestaciones de la identidad humana y ésta es la que debe estar siempre presente
cuando caigan aquellas. En una sociedad que aspire a ser verdaderamente desarrollada no puede
existir una brecha insalvable entre la solidaridad y las iniciativas individuales, entre la ética
permanente y el ejercicio de la ciudadanía o la práctica política cotidiana, entre el yo y el
nosotros.

Para Aristóteles el fin de la comunidad política no es la convivencia, pues se da de hecho, sino


las buenas acciones. Pero las acciones implican una elección entre valores. Y esta elección
dependerá de la propia actitud respecto del fin último. Es pues un circuito que, como dice Max
Weber, se cierra en la decisión personal de resistir al mal para no ser cómplices y responsables
de que el mal prevalezca. Por eso la acción política en tanto acción no puede dejar de servir a una
causa coherente, de tener una finalidad causativa que está más allá de la inmediatez de la acción.

Pero en cuanto tal esta elección entre valores debe ser libre si quiere ser responsable. Por eso
para los griegos sólo hay política donde hay libertad y se es libre si se actúa en primera persona.
Entonces queda clara la sentencia de Rousseau cuando afirma que la corrupción es el mal uso de
la libertad que no mira el bien general sino el particular. Por eso Locke afirma que no puede
haber formas de gobierno corruptas, sino que la corrupción será parte o no de una forma de
gobierno. Como lo confirmamos al volver a los griegos para quienes cuando uno solo o la
minoría o la mayoría gobierna con las miras puestas en el interés común esos regímenes serán
necesariamente rectos y aquellos que gobiernan por el interés particular o del uno o de los pocos
o de la masa serán desviaciones, pues el origen de la corrupción está en las pasiones,
fundamentalmente cuando se prioriza el interés egoísta por encima del bien común. A los que
obran impulsados por las pasiones el conocimiento les resulta inútil pues aunque lo tuviesen es la
acción y no el conocimiento el fin de la vida política.
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En este dinamismo de las polis, no son sólo algunos los que intervienen, sino que cada uno de los
habitantes de la ciudad es responsable de su construcción. Porque, aunque unos pocos sean los
que están en condiciones de proyectar o de llevar a cabo acciones generales tendientes al
mejoramiento de la vida política, sin embargo, como dice Pericles, todos estamos capacitados
para juzgar esas acciones. Porque cada uno juzga acertadamente de aquello que conoce y el
elegir es cosa de entendidos, pero no sólo entienden los que saben sino también los que usan.

En los regímenes democráticos el voto es el medio por el cual los ciudadanos expresan estar de
acuerdo o no con las acciones realizadas o sugeridas por quienes se postulan a los cargos
públicos. Los cargos públicos, afirma Aristóteles, son honores y por tanto hay que honrarlos
mediante una conducta digna y fundamentalmente mediante el adecuado conocimiento que guíe
la acción, fin último del quehacer política. Consideramos corrupto a quien es descubierto
mediante una filmación recibiendo una coima. He aquí un caso de corrupción. Pero también es
corrupto aquel que ocupa un cargo público sin la menor intención de perfeccionarse en su arte o
en gobernar y administrar con justicia y sin mayor ambición que el dinero, el poder o el
prestigio, aunque más no sea siendo tan honesto que no haga ningún mal pero tampoco ningún
bien. Pues destruye la confianza que depositaron en él quienes lo eligieron al votarlo. Sino
decimos después que Fulano de Tal no hizo nada.

No es el resultado colectivo de los muchos egoísmos el que produce el bien común, lo que los
modernos llamaron la "pasión sabia". La comunidad no la forman los sobrevivientes
nietzscheanos de la lucha por el poder. La creciente y absorbente primacía del yo que transforma
todo lo otro en yo es la tiranía más sutil y la que más nos somete sin notarlo. La corrupción llega
a convertirse en un hábito social casi involuntario, en un devenir en el que todos estamos
implicados sin poder detenerlo, en el resultado de una voluntad social débil y enferma, ciega a la
virtud y fundamentalmente cobarde. Porque para ser incorruptible no sólo hay que ser honesto,
sino que además hay que ser muy valiente.

Quien se ocupa de política entonces debe tener conciencia de las paradojas éticas que se
producen cuando el logro de fines aparentemente buenos va acompañado del uso de medios
sospechosos o cuando menos peligrosos, con consecuencias perniciosas. Debe saber distinguir
para decidir, si quiere hacer buen uso de su libertad en beneficio de todos.
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En la teoría contractualista de Locke se hace necesaria una autoridad política que procure el
cumplimiento de la ley natural evitando abusos y desviaciones. En este orden Karl Popper afirma
que necesitamos del Estado para evitar el abuso de la libertad pero que necesitamos la libertad
para evitar el abuso del Estado. Un Estado al modo kantiano que asegure por las leyes que la
libertad de cada uno pueda existir juntamente con la del otro. Lo que el liberalismo define
negativamente como el derecho de cada uno de no verse impedido en el desarrollo de su
actividad ni por los otros individuos ni por el mismo Estado, dentro de los derechos civiles.

Sin embargo, nos preguntamos qué pasa cuando subsiste un ideal político transparente
conjuntamente con una corrupción cada vez más generalizada.

Cuando Sócrates es condenado a muerte y ante la insistencia de sus discípulos para que huyera
responde: "Si, cuando nos hallemos en trance de huir de aquí se presentasen a nosotros las leyes
de la ciudad y nos preguntasen: 'Sócrates, ¿qué intentas hacer? ¿Crees que puede subsistir una
ciudad en la que las sentencias no tienen ningún vigor y pueden los particulares quitarles toda
fuerza y destruirlas?’. ¿Qué les contestaríamos?". "¿Y si las leyes fueran injustas?", preguntaron
sus discípulos, a lo que Sócrates contesta "¿No podrían ellas mismas decirnos 'no habíamos
quedado en que las sentencias de la ciudad había que aceptarlas?'" (el voto como conformidad).

No es verdad que todo el requerimiento ético de un sistema de libertades se agota en la libérrima


manifestación electoral o en la posibilidad de repudiar públicamente a los corruptos o a los que
despilfarran lo que es de todos. Eso solo no es democracia. Una sociedad democrática necesita,
depende, de una conducta ética cargada de valores que nos hagan crecer no sólo como
comunidad sino como personas. Las virtudes de la ciudad tienen la misma eficacia, dice
Aristóteles, y la misma forma que hacen que un hombre pueda ser llamado virtuoso. Porque por
más que tengamos un régimen de derecho que preserve a la sociedad de la tiranía, la oligarquía o
del despotismo hay cosas que el derecho no puede porque deben nacer de los valores vividos en
la vida emotiva de la gente, es decir, deben ser parte del ethos, del modo de ser de la comunidad.
Pero la falta de mártires civiles, como Sócrates, y como tantos otros, quita fuerza a la conquista
de ese ethos.
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Nuestra comunidad argentina todavía no logra encontrar su particular modo de ser. Somos en
proceso de integración, inacabados, abiertos a las sugestiones favorables y a las contrarias al
desarrollo. El aporte étnico, múltiple y heterogéneo ha producido una cohesión social más
aparente que real y no podemos aún atender a la sentencia que Alberdi pronunciara en su
"Fragmento preliminar al estudio del derecho": "Es ya tiempo de comenzar la conquista de una
conciencia nacional". No logramos siquiera el afianzamiento de una democracia auténtica pues
en nuestra sociedad es el gobierno el que manda y la sociedad obedece cuando debería ser el
funcionario electo quien, como servidor público, honre al ciudadano que es el verdadero dueño
de las instituciones del Estado. Tenemos una democracia de facto.

En conclusión, todo lo que nos eche a perder como personas y como país es corrupción. Platón
se pregunta: ¿habrá alguien a quien convenga tomar algo injustamente si acontece que al tomarlo
esclaviza lo mejor es su ser a lo más miserable? Creemos que no. Si, como dice Aristóteles, la
comunidad implica amistad, ¿quién puede traicionar a un amigo y seguir mirándolo a los ojos?
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CORRUPCIÓN DE FUNCIONARIOS, ANÁLISIS Y JURISPRUDENCIA

Habrá escuchado alguna vez que alguien le dio una propina a otra persona para agilizar un
trámite. Que se entregó un dinerito para que el policía no imponga la papeleta o un cariñito para
que la licitación salga a favor de su empresa. Todo esto constituye actos de corrupción o de
coima.

Por supuesto que no somos inmunes a los casos de corrupción. Solo basta con recordar los casos
de los que todo el mundo habla: petroaudios, narcoindultos, Comunicore y ahora el fantasma de
Odebrecht. Esto incluye las licitaciones, la Transoceánica y todo lo demás. Hay otra corrupción
menor, hormiga, de día a día, que se vuelve tan natural que muchos la permitimos. Lo que ocurre
en la calle, en una oficina del Estado, en la fila de un hospital. La corrupción es una forma de
abuso del poder.

Tipos de corrupción. “Un funcionario o servidor público comete un acto de corrupción cuando
recibe o solicita dinero para hacer algo o dejar de hacer algo a lo que está obligado. A eso se le
llama cohecho, pero en términos comunes podríamos llamarle un soborno o una coima. Otro tipo
penal es el de peculado, que consiste en que el funcionario público se apropia de los recursos del
Estado para sí o para un tercero. También está la colusión, cuando el funcionario se pone de
acuerdo en las contrataciones públicas para recibir dinero, en lo que se conoce como el famoso
‘diezmo’.

Cometer alguno de estos delitos podría llevar a un funcionario público a la cárcel con una pena
de entre cuatro y quince años. Esto por dárselas de vivo a costa del Estado, es decir, a costa de
todos nosotros.

Por otro punto la creación de un sistema especializado en delitos de corrupción de funcionarios


representa el cumplimiento del compromiso internacional del Estado peruano por contar en el
ámbito interno con órganos especializados para fortalecer la lucha contra la corrupción, tal como
lo prescribe el artículo 36 de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción y el
artículo V de la Convención Interamericana contra la Corrupción. La especialización y la
exclusividad en el conocimiento de los procesos por delitos de corrupción de funcionarios se
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fundamentan en su naturaleza compleja, pues se caracterizan por la cantidad amplia de


imputados, por la condición especial de estos (funcionarios o servidores públicos), por la forma
singular y clandestina con que se cometen estos delitos, por la cantidad de diligencias
preliminares o los diversos actos de investigación que se deben actuar; todo ello exige una alta
especialización y capacitación para la interpretación y aplicación de las normas extrapenales que
complementan los tipos penales previstos en los artículos 382-401 del Código Penal. Decreto
Legislativo Nº 1307 El Decreto Legislativo N° 1307 crea el Sistema Especializado en Delitos de
Corrupción de Funcionarios (en adelante SEDCF) a nivel nacional. Posteriormente, el Decreto
Legislativo N° 1342 establece la estructura y la competencia del SEDCF, el cual está conformado
por juzgados y salas especializados con competencia nacional, y por los juzgados y salas
especializados en la materia en cada distrito judicial. Ambas normas se encuentran vigentes
desde el 31 de marzo del 2017. Los órganos con competencia nacional conocen los procesos por
corrupción de funcionarios con transcendencia nacional o internacional en el marco de la
criminalidad organizada (Ley N° 30077, Ley contra el Crimen Organizado) que eran LA
CONSOLIDACIÓN DEL SEDCF A NIVEL NACIONAL CON REPRESENTA UN DESAFÍO,
CONSIDERANDO QUE POR LA SU INSTITUCIONALIZACIÓN, POR MEDIO DE DOS
ASPECT UN ESTATUTO DEL SISTEMA ESPECIALIZADO EN DELITO LA NECESIDAD
DE QUE LOS JUECES QUE LO INTEGRAN C SEAN TITULARES CON LA CALIDAD DE
ESPECIALIZADOS de conocimiento de la Sala Penal Nacional. Desde el 31 de marzo de 2017
ejercen funciones los siguientes órganos jurisdiccionales: 3 juzgados de investigación
preparatoria, 2 juzgados unipersonales y el Colegiado A de la Sala Penal de Apelaciones,
integrada por 4 jueces superiores. La sede del SEDCF se ubica en Lima. Los casos que conoce el
SEDCF con competencia nacional son de gran relevancia por el contexto de corrupción sistémica
que atraviesa el país, agudizado por las noticias sobre el acuerdo de colaboración celebrado por
Estados Unidos de América con la empresa Odebrecht el 2016, y que se considera uno de los
mayores casos de soborno extranjero en la historia, en el cual se da cuenta de que funcionarios
del Perú también fueron sobornados por un monto aproximado de 29 millones de dólares. Entre
los casos en etapa de investigación preparatoria que conoce el SEDCF con competencia nacional
se encuentran el del exgobernador del Cusco Acurio Tito y otros, el del ‘Club de la
Construcción’, el del hospital Lorena del Cusco, y los remitidos por la Sala Penal Nacional:
Catache-Belaunde Lossio, Gregorio Santos, Antalsis-Belaunde Lossio, hospital San José de
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Chincha, entre otros. En etapa intermedia se encuentran otros procesos, como el conocido caso
de ‘La Centralita’, y otros en juicio oral: gobierno regional de Áncash y de la Municipalidad de
Chavín de Huántar. Además, 2 procesos que fueron sentenciados por los jueces unipersonales de
la Sala Penal Nacional y remitidos a este sistema, los cuales han sido resueltos en apelación por
el Colegiado A del SEDCF; el caso de Carlos Burgos Horna, exalcalde de San Juan de
Lurigancho, y el del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas; así como el caso del ex
gobernador regional de Pasco que se encuentra en juicio oral de segunda instancia. El mayor
número de requerimientos del Equipo Especial de Fiscales (1) se concentra en los pedidos de
levantamiento del secreto bancario y de la reserva tributaria, de las comunicaciones,
allanamiento de domicilio, aprobación de acuerdos de colaborador eficaz, entre otras medidas
restrictivas de derechos, varias de ellas con el carácter de reservado. Además, están las medidas
de coerción procesal de detención preliminar, impedimento de salida del país y de prisión
preventiva.

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