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CICLO DE CHARLAS

TERROR Y CRUELDAD COMO PEDAGOGÍA POLÍTICA

LO QUE LA CLÍNICA NO NOS ENSEÑA

Primer encuentro

FEMICIDIO

“¡Ni una menos!” nxs está avispando. Y ya no podemos hacernos mucho


lxs logis en beneficio del kiosco.

Femicidio: Realidad innegable. Aunque, a decir verdad, no tan innegable


en el “campo psi porteño”. Por eso la charla.

0. Explicitación filiatoria (o un origen posible del ciclo)

Para arrancar cabe señalar que hablar del “campo psi porteño” es hablar
de soslayo –y no tan de soslayo- de nosotrxs. Entre otros pasatiempos,
también somos invenciones de su obra, a la vez que condición de su
existencia. La decisión de explicitar el presente de tales lazos filiatorios
operando en nosotrxs, no pretende satisfacer exigencias disciplinarias;
tornar necesario e indispensable el cernir a priori los ires y venires del ciclo
a algún supuesto repertorio de intereses que se desprenderían de la
especificidad del campo (no apostamos a esa clase de reduccionismo
auto-inducido).
Los móviles de la explicitación filiatoria, son más modestos y realistas. Para
la ocasión, parecerían contentarse con lo que sigue:

1. Oficiar a modo de recordatorio (un artificio de la memoria que simula


la funcionalidad de esos papelitos amarillos que pegamos en los libros
para realizar anotaciones de mediana importancia). Hacernos, así, de
algún aliadx contra el olvido, que nos dé una mano para no encallar en
“la exterioridad del mal”. Esa micropolítica existencial tan en boga por
estos tiempos y lares, que encuentra, entre otros tantos destinos, su
manifestación micropolítica en la indolencia generalizada frente a la
presencia de cualquier tipo de exterminio más o menos sistemático
(Femicidio, para el caso; pero también podríamos poner en la serie los
linchamientos).

La “exterioridad del mal”, señala, entonces, una de las estereotipias


paradigmáticas de la vida genocida, o de derechas. En relación a la cual,
en la izquierda argenta, incluso después del “¡Ni una menos!”, no
ofrecemos muchas señales de desujeciones porvenir.
Fenomenológicamente: nos referimos al gesto grotesco por el cual
colocamos sistemáticamente “afuera”, en lo no yo/nos (La Derecha, El
Peronismo, El Macrismo, El Machismo, otras facciones marginales de
izquierda, etcétera)las razones de nuestra ineficacia política, tanto como
la eficacia del enemigo, y la causa primera de todo dolor existencial.
Quién haya escuchado a los portavoces de La Izquierda; o presenciado
alguno de sus meetings asamblearios; o nos haya escuchado a nosotrxs
un rato, está en condiciones de hacerse una idea de lo que queremos
decir.

Aquel artilugio nos mantiene impolutos. Yendo de derrota en derrota con


nuestras certezas renovadas, pero al precio de soterrar una pregunta
indispensable; precisamente, aquella que, después de Auschwitz y de la
ESMA, convendría no dejar de reponer como brújula de toda acción
política de izquierdas: “esa primera encarnación de la estructura (…) que
enfrentamos, ¿no somos, acaso, nosotros mismos? ¿No somos, al mismo
tiempo, obstáculo y remoción? ¿No hemos sido, de punta a punta, de
pelos a uñas, hechos por ella?”, (León Rozitchner, 1966). Ya lo hemos
dicho, somos, entre otros pasatiempos, invenciones del “campo psi
porteño”. He de allí que la eficacia de toda tentativa dirigida a ensayar
una puesta en cuestión del campo, tal como la que se pretende disponer
con el ciclo de charlas, queda supeditada, en primer lugar, y sobre todo,
a la puesta en cuestión radical de nosotrxs mismos; de los hábitos que
portamos como estigma filiatorio, y las posibilidades de las que
disponemos para resistir a sus designios. “El origen no es destino”, decía
Freud. Ello no implica negar la eficacia del devenir histórico.

(Entendemos que similar criterio metodológico conviene al momento de


adentrarse en la crítica de las pestilencias patriarcales y neo-liberales).

2. Delimitar los contornos de un campo de combate, los agentes


intervinientes y sus roles. Prepararnos para la batalla.
La exitosa ofensiva lanzada por la multinacional lacaniana durante la
última dictadura cívico-militar, en coordinación tácita con el despliegue
de las fuerzas genocidas: usufructuó tácticamente la “extirpación del
germen marxista” en la que estaban abocados los milicos (mandados de
clase-género para la pata cívica del genocidio). La actual correlación de
fuerzas en el “campo pis porteño” verifica la eficacia de su avanzada.
Luego del éxito obtenido durante aquella campaña, las fuerzas de
ocupación lacaniana controlan prácticamente todos los recursos del
campo. Tanto en el plano académico, como en el asistencial. Y también,
el simbólico.
Ocupan todos los espacios. Están cada uno de nosotrxs. Y nutren sus
fuerzas con la naturalización de su presencia. Las estereotipias
conductuales y perceptivas que inducen, encentran camuflaje en la
deliberación soberana del espíritu libre. Un índice de su eficacia es
la supremacía que ejerce la equivalencia pre-reflexiva:
psicólogx=psicoanalista lacanianx=agente full time de la subversión
anticapitalista. Ya ni lxs psicologxs existen. (Salvo, cuando hay que
saquear las arcas del Estado en beneficio del kiosco individual
corporativo. Ahí hay psicólogxs y sus quehaceres, y también psicología)

Hay que asumir que en el “campo psi porteño”: “Somos lacanianos” (una
operatoria similar realiza León para ubicar nuestro “Ser patriarcales y
cristianos”. G. Vatimo, que anda por otros lados que León, más o menos
hace lo mismo, pero no para cuestionar la imposición de dicho estatus
ontológico, sino para afirmarse en él. La idea, claramente, que se la
robamos a León.). Ahora bien, la cosa es que más allá de nuestro antojo
individual, el lacanismo es conjunto que nos contiene. Es nuestro “Espejo
tan temido”. Y nuestro campo de inteligibilidad heredado, tácita o
explícitamente; la herencia indelegable de nuestra pertenencia filiatoria.
La racionalidad con la que obramos.

Entrar en la batalla por el “campo psi porteño”, exige, y nos exige,


entonces, sondear hasta qué punto somos prole de su obra. Elucidar
concienzudamente–incluso, o sobre todo, a nuestro pesar- cómo es que
el lacanismo opera en cada uno de nosotrxs y desde allí congeniar focos
de resistencias posibles, y las alianzas tácticas que nos convengan, para
enfrentar a sus fuerzas de ocupación subjetivo-objetivas.

I.

La dictadura de la obviedad.

El campo de inteligibilidad lacanianx, guía y rector en el campo psi


porteño, señala una de las astucia del poder. Si no se nos muestra con su
cachiporra, asumiendo la figura de la represión: parecería brilla por su
ausencia. El poder opera tanto más eficazmente cuanto más logra
esconderse tras esa especie de “dictadura de la obviedad” que guía la
práctica del profesional del campo (recuérdese: psicoanalista lacanianx).
Y nos condena a negociar con la racionalidad y las formas de
subjetivación propias del patriarcado neoliberal. Aquello es cualquier
cosa menos una coerción muda y absurda. Nuestro Ser lacanianxs, más
allá del antojo individual, denota la elocuencia del poder, insertándonos
de manera prereflexiva al orden dominante, apoderándose de nuestros
cuerpos. Inscribiéndonos en una red semántica, en absoluto ingenua,
plagada de ideales, y para nada carente de eficacia política: la del goce
individual, de la víctima, del victimario.

II.

Lo que “La Clínica” (la suya) no nos enseña.

Hablar del lacanismo, del hecho que sus fuerzas de ocupación mantienen
bajo la órbita de su control prácticamente la totalidad de los recursos del
“campo psi porteño”, es hablar de soslayo –y no tan de soslayo- aquello
que “La Clínica” (la suya) no nos enseña.

Ni psicosis, ni perversión.

Ni crimen de la libido o de la lengua.

Estrategias individualistas de la patologización criminalizante, inducidas


por las fuerzas del lacanismo en el “campo psi porteño”, piensan y
sugieren pensar al femicidio en el registro de lo excepcional. Un marco de
inteligibilidad, el nuestro, que suele invisibilizar las continuidades del
femicidio con otras intensidades violentas y su relación con el orden social.
Bajo el manto de lo obvio, en tanto crimen de la libido o de la lengua, se
nos suele ocultar como herramienta disciplinante vertebral del régimen
heteropatriarcal. Y con ello, lo que realmente es: un crimen del poder.
Agresor y colectividad comparten imaginarios de género, hablan el
mismo lenguaje. El femicidio (y también la violación), si no es anomalía de
un sujeto solitario, podrían ser mensajes del poder pronunciados en y para
la sociedad.

Terror y Crueldad como pedagogía política, tienden el puente al


femicidio. Lecturas de León Rozitchner y Rita Segato permiten montar ese
puente.

Pedagogía del desaparecido.

En León, el terror oficiando como matriz de subjetivación, bosqueja los


límites existenciales –lo sentible, deseable y pensable- del/la individux que
adviene al mundo en la cultura occidental, patriarcal y cristiana. Una
sociedad, la nuestra, cimentada en la expropiación de los poderes
individuales/colectivos, que exige para su perpetuación de una
pedagogía política ducha en jalonear el despliegue vital desde el latir
inclemente del terror hecho carne.

Entre nos: la figura del “desaparecido”, sus dispendios como pedagogía


política al servicio de la implantación y diseminación sin precedentes de
las vidas genocidas, importaría más, en su eficacia moralizante sobre el
campo de los vivos, el cuerpo social e histórico y sus capacidades de
resistencia, que en el martirio ocasionado al cuerpo individual ya
despojado de toda humanidad (Al femicidio convendría leerlo desde esa
lógica. Y lo mismo para la política concentracionaria y de extermino en la
Alemania Nazi). Lo segundo, entonces, momento negativo de una
estrategia eminentemente positiva, cuya finalidad, es domesticar la
resistencia popular vía el terror. (Si te pasas “posta” de la raya trazada por
los permitidos: Ya sabes lo que te toca. Algo habrás echo).
Cuerpo de mujer: peligro de muerte

En Segato, la crueldad habitual oficia como dispositivo de


desensibilización ciudadana. Una Pedagogía de la crueldad funcional a
toda codicia expropiadora, repite, una y otra vez,la escena violenta,
produciendo en nosotrxs una normalización de la crueldad. Pedagogía
de la crueldad como criadero de subjetividades psicopáticas funcionales
al capital. Artificio indispensable para el normal funcionamiento de una
economía pautada por la deshumanización y ausencia de límites para el
abordaje de rapiña sobre cuerpos y territorios. Economía simbólica que
sustenta la economía material: escenificación de una pedagogía
perversa que acostumbra al espectáculo de la rapiña de una vida hasta
el desecho. Propagación de una matriz de goce como secuencia de
consumo y desecho.

Las relaciones de género, si no son opciones transhistóricas ofrecidas a un


“psiquismo” que elige a su antojo posicionarse binariamente del lado
pasivo o activo de una formulita pseudomatemática (las tan mentadas
“Formulas de la sexuación”): podrían ser la forma histórica elemental,
matriz básica de todo poder y toda violencia. Poder que se erige como
resultado de una expropiación violenta: en el cuerpo de la mujer vencida,
dominada, disciplinada, en posición de subordinación y obediencia. Si el
patriarcado es dispositivo apropiador de los cuerpos, el cuerpo de la
mujer es su primera colonia. Así, la desigualdad de género, el femicidio
(también la violación) funcionarían como el cimiento patriarcal que
configura las desigualdades y expropiaciones de valor que construyen el
edificio de los poderes del capital.

III.

Con el ciclo de charlas en general, y con este primer encuentro en


particular, pretendemos, entonces, gestar un espacio de encuentro, tras
la promesa de contribuir a la concreción de alguna articulación otra entre
los elementos que componen nuestro campo de inteligibilidad.
Intentamos de ese modo (por el momento no se nos ocurrió idea mejor)
sortear las estereotipias individualistas, patologizantes, machistas y
genocidas, a la que nos inducen nuestros lazos filiatorios con el “campo
psi porteño”; territorio ocupado desde la dictadura cívico-militar
genocida, tal como hemos dicho, por las fuerzas de asalto lacanianas, y
sometido a sus caprichos.

IV.

Conclusión.

Para ir cerrando diremos que no es nuestra intención erigirnos en profetas


de la tristeza mundo (la alegría no puede ser tan fácilmente cedida a la
derecha). Si en el intento de toparnos con algún atisbo de interferencia
existencial que nos habilite a vislumbrar nuevas hipótesis de acción para
la lucha, se nos cruza la idea de juntarnos a pensar y repensar los tragos
amargos que impone la vida en el patriarcado cristiano y capitalista, no
equivale a vivir sumergidos en un mar de lágrimas. He de allí que, por un
lado, la charla -que imaginamos un poco amarga-. Pero también,
deliberamos disponer las condiciones de posibilidad para el beber vino,
comer empanaditas y deleitarnos con el vaivén de los cuerpos
embriagados por la cadencia de unas músicas.

Inventarnos una pedagogía política de izquierdas, desacoplada tanto de


los imperativos lacanianos, como inscripta a contrapelo del terror y la
crueldad, también exige el aprender a reír. Ya no, como “Dios [El
Mercado, para el caso] manda”, pero reír. Y danzar, pero, sin “perreo”
(aunque nos guste tanto).

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