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- No me gustan sus modales, señor Marlowe -dijo Kingsley con una voz que, por sí
sola, habría podido partir una nuez de Brasil.
- No se preocupe por eso, no los vendo.
(La Dama del Lago)
Este diálogo resume la esencia de Philip Marlowe, el detective literario que, con
perdón de Sherlock Holmes, ha tenido una mayor influencia y no solo en la ficción. Es
impertinente, no tiene un sentido muy estricto de la jerarquía (el tipo con el que habla
es alguien que está tratando de contratarle) y, detrás de una capa de cinismo y
descreimiento, se esconde alguien con un profundo sentido de lo que está bien y lo
que está mal. Marlowe no siempre encaja con la de la sociedad en la que vive. En ese
sentido es un personaje clásico de la ficción estadounidense, el héroe reacio, que dice
defender sus propios intereses pero que, al final, forzado por las circunstancias,
defiende los de todos. Así se define el propio Marlowe en el arranque de la primera
novela en la que aparece, El sueño eterno (1939): "Tengo 33 años, fui a la universidad
una temporada y todavía sé hablar inglés si alguien me lo pide, cosa que no sucede
con mucha frecuencia en mi oficio. Trabajé en una ocasión como investigador para el
señor Wilde, el fiscal del Distrito. Su investigador jefe, un individuo llamado Bernie
Ohls, me llamó y me dijo que quería usted verme".
Y luego, claro, gran parte del éxito de Marlowe se basa en que, por encima de todo, es
un sentimental:
"Compraste una buena parte de mí, Terry. Con una sonrisa y una inclinación de
cabeza y un gesto de la mano y unas cuantas copas en un bar tranquilo de cuando en
cuando. Estuvo bien mientras duró. Hasta la vista, amigo. No voy a decirte adiós. Te lo
dije cuando significaba algo. Te lo dije cuando era un saludo triste, solitario y
definitivo".
Raymond Chandler (1888-1959) escribió siete novelas y dos cuentos protagonizados
por Philip Marlowe.
Chandler bebió de la renovación de la novela negra que impulsó, entre otros, Dashiell
Hammett. Además de que los detectives de los dos escritores, Sam Spade y Marlowe,
fueron interpretados en el cine por Humphrey Bogart (y su rostro se ha quedado en
ellos para siempre en nuestra imaginación colectiva), Hammett y Chandler comparten
una mirada profundamente ética hacia la realidad; los dos se empeñan en mostrar los
aspectos más oscuros de nuestra sociedad y la corrupción que esconden aquellos que
parecen tan poderosos como intachables.
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