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La expresión descubrimiento de América se usa para referirse a la llegada a América de un grupo

expedicionario español que, representando a los Reyes Católicos, partió desde el Puerto de Palos, comandado
por Cristóbal Colón, y llegó el viernes 12 de octubre de 1492 a una isla llamada Guanahaní. Los viajes de los
portugueses a India siguiendo la costa Africana significaron un estímulo para otros navegantes europeos que
creían que era posible llegar a las regiones del Asia oriental navegando hacia el oeste. Cristóbal Colón fue
partidario de esta hipótesis. Apoyado por la monarquía española, organizó un viaje de exploración que lo
condujo a la costa americana en 1492. Cristóbal Colón creía que había llegado al continente asiático,
denominado por los europeos Indias y murió sin saber que había llegado a un continente desconocido por los
europeos.
Se trata de uno de los momentos cumbres de la historia universal porque significó el encuentro de dos mundos
humanos que se habían desarrollado independientemente, sin que uno conociera la existencia del otro.

La llegada de Cristóbal Colón supuso el comienzo de la conquista de América, cuya primera campaña fue la de
Cuba (por Velázquez), a la que siguió la del Imperio mexica (por Hernán Cortés), la del Imperio inca (por
Francisco Pizarro), hasta su finalización definitiva tras los decretos de Felipe II de abolición de la conquista. A
partir de aquí comenzará la llamada «colonización de América», abierta por holandeses, franceses, cuya
diferencia radica en el hecho de no establecerse por campañas, sino por factorías de interés comercial
(contrario a la Monarquía hispánica, con deseos de crear otras Españas en todos los sentidos, tanto
jurídicamente, administrativamente,).
El contagio de las enfermedades que los europeos llevaron consigo (viruela, tifus, fiebre amarilla, etc.) produjo
un colapso de la población americana que produjo un gran impacto en la mortandad. Igualmente vinieron
enfermedades de las Américas como la en su día temida sífilis (que diezmó la población europea desde las
posesiones españolas en Italia en 1494).
Los idiomas posteriores que se impusieron obligatoriamente fueron el idioma español y portugués en sus
respectivas zonas de influencia y la religión católica pasó a ser oficial; se generó una población con altos niveles
de mestizaje genético y cultural entre pueblos originarios, africanos subsaharianos, y los europeos.
La principal riqueza generada por los territorios españoles y colonias portuguesas en América fue la extracción
del oro y la plata. En los primeros 150 años de conquista, 17 000 toneladas de plata y unas 200 toneladas de
oro arribaron a España.
Otra importante consecuencia de la llegada de los europeos a América, fue la difusión mundial de los
alimentos que habían sido desarrollados por las culturas americanas y que hoy se estima constituyen el 75%
de los alimentos consumidos por la Humanidad, entre ellos el maíz, la papa, la calabaza, el tomate, el
chocolate, el cacahuate o maní, la vainilla, los ajíes, la palta o aguacate, todos estos originarios de
Mesoamérica, con justa razón nombrada por los conquistadores «el cuerno de la abundancia», y la papa (o
patata como se denomina en España) originaria de los pueblos nativos de los Andes. Otros productos
importantes desarrollados en América son la goma y el tabaco.
Por otro lado, los españoles primero y los europeos después llevaran consigo a América animales tan útiles
como los caballos, los burros, los asnos y demás ganado como las vacas castellanas, los bueyes, las ovejas y
animales de granja como los cerdos, las gallinas / gallos, los conejos... Así como ciertos árboles frutales, la
cebada, la avena, el centeno y el trigo de la Península Ibérica y la caña de azúcar de la islas Canarias o Madeira,
que tanto éxito tuvo en el Caribe o el mismísimo café de las colonias portuguesas en África.
El humanismo es un movimiento intelectual, filosófico y cultural europeo estrechamente ligado al
Renacimiento cuyo origen se sitúa en el siglo XIV en la península Itálica (especialmente en Florencia, Roma y
Venecia) en personalidades como Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio. Buscan la
Antigüedad Clásica y retoma el antiguo humanismo griego del siglo de V A. de C. y mantiene su hegemonía en
buena parte de Europa hasta fines del siglo XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de
los cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica de Europa, fundamentalmente al
coludir con los principios propugnados por las reformas (luterana, calvinista, anglicana.), la Contrarreforma
católica, la Ilustración y la Revolución francesa del siglo XVIII.
La expresión studia humanitatis fue contrapuesta por Coluccio Salutati a los estudios teológicos y escolásticos
cuando tuvo que hablar de las inclinaciones intelectuales de su amigo Francesco Petrarca; en éste, humanitas
significaba propiamente lo que el término griego filantropía, “amor hacia nuestros semejantes”, pero en él el
término estaba rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras clásicas. El Humanismo propugnaba,
frente al canon eclesiástico en prosa, que imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple
vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, los studia humanitatis, una formación íntegra del
hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas entonces buscadas
en las bibliotecas monásticas y descubiertas entonces en los monasterios de todo el continente europeo. En
pocos casos estos textos fueron traducidos gracias al trabajo de entre otros Averroes y a la infatigable
búsqueda de manuscritos por eruditos monjes humanistas en los monasterios de toda Europa. La labor estaba
destinada a acceder así a un latín más puro, brillante y genuino, y al redescubrimiento del griego gracias al
forzado exilio a Europa de los sabios bizantinos al caer Constantinopla y el Imperio de Oriente en poder de los
turcos otomanos en 1453. La segunda y local tarea fue buscar restos materiales de la Antigüedad Clásica en el
segundo tercio del siglo XV, en lugares con ricos yacimientos, y estudiarlos con los rudimentos de la
metodología de la Arqueología, para conocer mejor la escultura y arquitectura. En consecuencia el
humanismo debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de
estos autores de la Antigüedad Clásica, a la que se consideraba un modelo de conocimiento más puro que
el debilitado en la Edad Media, para recrear las escuelas de pensamiento filosófico grecolatino e imitar el
estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se desarrollaron extraordinariamente la gramática, la
retórica, la literatura, la filosofía moral y la historia, ciencias ligadas estrechamente al espíritu humano, en el
marco general de la filosofía: las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre libre frente al
dogmatismo cerrado de la teología, expuesto en sistemáticos y abstractos tratados que excluían la
multiplicidad de perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola, típicos géneros literarios
humanísticos, junto a la biografía de héroes y personajes célebres, que testimonia el interés por lo humano
frente a la hagiografía o vida de santos medievales, y la mitología, que representa un rico repertorio de la
conducta humana más sugerente para los humanistas que las castrantes leyendas piadosas, vidas de santos y
hagiografías de Jacopo della Voragine y su leidísima Leyenda dorada.

Rasgos del humanismo

Creaciones artísticas basadas en la imitación o mímesis de los maestros de la civilización grecolatina.


El antropocentrismo o consideración de que el hombre es importante, su inteligencia el valor superior, al
servicio de la fe que le une con el Creador.
Se vuelve a apreciar la fama como virtud de tradición clásica, el esfuerzo en la superación, y el conocimiento
de lo sensorial.
En las artes se valora la actividad intelectual y analítica de conocimiento. En pintura, mediante la perspectiva,
se unifica con un punto de fuga racional la escala antes expresionista de las figuras.
Se ponen de moda las biografías de Plutarco y se proponen como modelos, frente al guerrero medieval, al
cortesano y al caballero que combina la espada con la pluma.
El comercio no es pecado y el Calvinismo aprecia el éxito económico como señal de que Dios ha bendecido en
la tierra a quien trabaja.
El deseo de la unidad política y religiosa de Europa bajo un sólo poder político y un solo poder religioso
separado del mismo: se reconoce la necesidad de separar moral y política; autoridad eterna y temporal.
El arte humanista toma la materia popular y la selecciona para transformarla en algo estilizado e idealizado,
de la misma manera que la novela pastoril recrea una vida campestre desprovista de las preocupaciones
habituales al campesino. En el arte humanista no hay lugar para las manifestaciones vulgares de la plebe que
se verán más tarde en el siglo XVII con el Barroco.
La lógica aristotélica frente al argumento de autoridad medieval: la imprenta multiplica los puntos de vista y
los debates, enriqueciendo el debate intelectual y la comunicación de las ideas. Se ponen de moda los géneros
del diálogo y la epístola, todo lo que suponga comunicación de ideas. Se propone la libre interpretación de la
Biblia y su traducción a las lenguas vulgares (Lutero) frente a que solo sea interpretada por la Iglesia Católica.
El reconocimiento de los valores humanos acabando con la Inquisición y el poderío de la Iglesia

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción
del hombre y del mundo.
El nombre «renacimiento» se utilizó porque este movimiento retomaba ciertos elementos de la cultura clásica.
El término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de
mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma
de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo
medieval por cierto antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte
antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la
actitud espiritual del artista.
De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que
calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia,
el movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de Europa.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura»
con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional».
El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico. Su ámbito
se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades
renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la
consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América,
la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo,
muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:


La vuelta a la Antigüedad. Resurgirán tanto las antiguas formas arquitectónicas, como el orden clásico, la
utilización de motivos formales y plásticos antiguos, la incorporación de antiguas creencias, los temas de
mitología, de historia, así como la adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no va a ser
una copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico.
Surgimiento de una nueva relación con la Naturaleza, que va unida a una concepción ideal y realista de la
ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente en
fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la Naturaleza, como
en la Antigüedad, no se orienta hacía el conocimiento de fenómeno casual, sino hacía la penetración de la
idea.
El Renacimiento hace al hombre medida de todas las cosas. Presupone en el artista una formación científica,
que le hace liberarse de actitudes medievales y elevarse al más alto rango social.
Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo movimiento se remontan al siglo XIV cuando,
con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica,
que acabaría dirigiendo la atención sobre los restos monumentales y las obras literarias y tratados clásicos.
Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia, Florencia,
Milán, los Estados Pontificios y Nápoles. La presión que se ejercía desde el exterior impidió que, como en otras
naciones, se desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la
conciencia cultural de los italianos.
Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de renovación artística, científica,
y, en último término, de las costumbres e ideas de toda la sociedad.
En Florencia, el desarrollo de una rica burguesía ayudó al despliegue de las fuerzas del Renacimiento; la ciudad
se convirtió en punto de partida del movimiento, y surgen, bajo la protección de los Médicis, las primeras
obras de arte del nuevo estilo que desde aquí se va a extender al resto de Italia, primero, y después a toda
Europa.

La Reforma Protestante. Este movimiento hundía sus raíces en elementos de la tradición católica medieval,
como el movimiento de la Devoción moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad laica
antieclesiástica y centrada en Cristo. Además, la segunda generación del humanismo la siguió en gran medida.
Comenzó con la predicación del sacerdote católico agustino Martín Lutero, que revisó las doctrinas medievales
según el criterio de su conformidad a las Sagradas Escrituras
La Reforma Protestante dependió del apoyo de algunas autoridades civiles para poder reformar iglesias
cristianas de ámbito estatal (posteriormente iglesias nacionales). Los grandes exponentes de la Reforma
Protestante fueron Martín Lutero y Juan Calvino.

La Contrarreforma Católica. Durante casi 20 años, la Iglesia Católica había visto cómo gran parte de los
católicos se peleaban entre ellos en Europa y sus obispos, dejaban de reconocer al Papa como Primus inter
pares o como máxima autoridad de la Iglesia Católica, y se separaban de Roma incluso algunos cardenales, en
consecuencia, hubo muchos partidarios de Roma que requerían una reacción de su Iglesia Católica, que
mejorase sus costumbres y corrigiera los errores que habían alimentado la Reforma Protestante.
Aunque muchos creían que era necesario reformarse, no sabían el modo de hacerlo. Pronto, se llegó a la idea
de que la mejor solución era convocar a un Concilio donde se pudiesen discutir las posibles reformas. Carlos
V presionaba también a los Papas para que se convocase ese concilio con la esperanza de que la Iglesia Católica
volviese a existir unificada, pero los Papas desconfiaban de las pretensiones políticas de Carlos V en Italia y no
convocaron este concilio sino hasta 1545, reunión que sería conocida como Concilio de Trento.
Las sesiones del Concilio de Trento duraron casi 17 años, ya que fueron interrumpidas muchas veces. Varios
Papas se sucedieron en Roma en ese lapso y cuando dicho concilio finalizó, en 1562, ya había muerto Carlos
V.
El Concilio de Trento se desarrolló sin la participación de los católicos adherentes al emergente protestantismo
(aunque fue Lutero quien primero propuso la necesidad de un concilio, en 1518), en muchos casos ellos
mismos se negaron a participar, creando así una nueva Iglesia Católica, e intentándose librar de los errores
anteriores: se cuidó la formación de los obispos, se establecieron medidas de disciplina para los sacerdotes y
se crearon seminarios para que los nuevos sacerdotes tuvieran una preparación religiosa adecuada para poder
enseñar una fe católica.
Se reafirmaron todos los puntos de la doctrina milenaria católica frente a las protestantes:
Rechazo a la idea de la Biblia como fuente única de doctrina (son de igual importancia la Sagrada Tradición
Apostólica y el Magisterio de la Iglesia Católica que junto con la Biblia hacen parte del único depósito de la fe).
La salvación es por gracia de Dios mediante la fe y las obras juntas.
La Eucaristía se definió dogmáticamente como la consagración del pan en el cuerpo de Cristo y del vino en su
sangre, que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
La veneración a las imágenes iconográficas y a las Reliquias, muchas de ellas vinculadas al culto cristiano de
María (madre de Jesús) como virgen y a los Santos fueron confirmadas como práctica cristiana, junto a la
existencia del Purgatorio. Esto tendría una enorme importancia en el desarrollo del arte en las iglesias católicas
europeas, el llamado arte barroco será las expresión artística de la Contrarreforma Católica, con gran
abundancia de imágenes para atraer al hombre común a la fe católica.
La Contrarreforma Católica alimentó un renacer en la Roma papal, impulso que se manifestó en el
reavivamieto de antiguas órdenes religiosas, como la Orden de los carmelitas descalzos, reformada en España
por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los dos grandes escritores místicos de la Península Ibérica.
Pero la orden religiosa que más ayuda prestó a la Contrarreforma Católica fue la Compañía de Jesús, fundada
por San Ignacio de Loyola, de la que se distinguieron varios teólogos participantes en el Concilio de Trento.

La Ilustración fue una época histórica y un movimiento cultural e intelectual europeo –especialmente en
Francia e Inglaterra–que se desarrolló desde fines del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución francesa,
aunque en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue denominado así por su
declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es
conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición
y la tiranía, y construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos económicos,
políticos y sociales de la época. La expresión estética de este movimiento intelectual se denominará
Neoclasicismo.
La Ilustración según D'Alembert, «lo discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los
fundamentos de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde la música hasta la moral,
desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los
príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias de las naciones, en una palabra,
desde las cuestiones que más nos atañen a las que nos interesan más débilmente». Esto mismo nos indica
que, más que el contenido mismo de sus doctrinas, lo original del movimiento fue la forma de pensamiento y
valoración.

Siglo XVII: la era de la Razón

Según muchos historiadores, los límites de la Ilustración han alcanzado la mayor parte del siglo XVII, aunque
otros prefieren llamar a esta época la Era de la Razón. Ambos períodos se encuentran en cualquier caso, unidos
y emparentados, e incluso es igualmente aceptable hablar de ambos períodos como de uno solo.

A lo largo del siglo XVI y siglo XVII, Europa se encontraba envuelta en guerras de religión. Cuando la situación
política se estabilizó tras la Paz de Westfalia (acuerdo entre católicos y protestantes, 1648) y el final de la
guerra civil en Inglaterra, existía un ambiente de agitación que tendía a centrar las nociones de fe y misticismo
en las revelaciones "divinas", captadas de forma individual como la fuente principal de conocimiento y
sabiduría (Iluminismo). En lugar de esto, la Era de la Razón trató entonces de establecer una filosofía basada
en el axioma y el absolutismo como bases para el conocimiento y la estabilidad.

Este objetivo de la Era de la Razón, que estaba construido sobre axiomas, alcanzó su madurez con la Ética de
Baruch Spinoza, que exponía una visión panteísta del universo donde Dios y la Naturaleza eran uno. Esta idea
se convirtió en el fundamento para la Ilustración, desde Isaac Newton hasta Thomas Jefferson.

La Ilustración estaba influida en muchos sentidos por las ideas de Blaise Pascal, Gottfried Leibniz, Galileo Galilei
y otros filósofos del período anterior. El pensamiento europeo atravesaba por una ola de cambios,
ejemplificados por la filosofía natural de Sir Isaac Newton, un matemático y físico brillante. Las ideas de
Newton, que combinaban su habilidad de fusionar las pruebas axiomáticas con las observaciones físicas en
sistemas coherentes de predicciones verificables, proporcionaron el sentido de la mayor parte de lo que
sobrevendría en el siglo posterior tras la publicación de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Pero
Newton no estaba solo en su revolución sistemática pensadora, sino que era simplemente el más famoso y
visible de sus ejemplos. Las ideas de leyes uniformes para los fenómenos naturales se reflejaron en una mayor
sistematización de una variedad de estudios.

Si el período anterior fue la era del razonamiento sobre los principios básicos, la Ilustración se dedicó a buscar
la mente de Dios mediante el estudio de la creación y por la deducción de las verdades básicas del mundo.
Esta visión de algún modo puede haber llegado hasta nuestros días, en los que la creencia de los individuos en
las verdades es más provisional, pero en aquel momento, la verdad era una noción poderosa, que contenía
las nociones básicas sobre la fuente de la legitimidad de las cosas.
Siglo XVIII: el inicio de las revoluciones
Portada de Elementos de la filosofía de Newton (1738), que Voltaire y Émilie du Châtelet publicaron con gran
éxito. En ella, explicaron de forma sencilla los principios básicos de los descubrimientos de Newton en
matemáticas, astronomía y óptica, haciendo accesible la nueva física para el público francés.

El siglo XVIII constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos racionales y de
perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia. Fue un período de enriquecimiento que potenció a la nueva
burguesía, si bien se mantuvieron los derechos tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema
monárquico absolutista. Sin embargo, la historia del siglo XVIII consta de dos etapas diferenciadas: la primera
supone una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y la segunda, de cambios profundos,
culmina con la Revolución estadounidense, la Revolución francesa y Revolución industrial en Inglaterra.
Esta corriente abogaba por la razón como la forma de establecer un sistema autoritario ético. Entre 1751 y
1765 se publicó en Francia la primera Enciclopedia, de Denis Diderot y Jean Le Rond D'Alembert, que pretendía
recoger el pensamiento ilustrado. Querían educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por sí
misma era la mejor manera de asegurar el fin del Antiguo Régimen (el absolutismo y las dictaduras se basan
en la ignorancia del pueblo para dominarlo). En su redacción colaboraron otros pensadores ilustrados como
Montesquieu, Rousseau y Voltaire.
Los líderes intelectuales de este movimiento se consideraban a sí mismos como la élite de la sociedad, cuyo
principal propósito era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo del largo periodo de tradiciones,
superstición, irracionalidad y tiranía (periodo que ellos creían iniciado durante la llamada Edad Oscura). Este
movimiento trajo consigo el marco intelectual en el que se producirían las revoluciones Guerra de la
Independencia de los Estados Unidos y Revolución francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento
del socialismo. En la música estaba acompañado por el movimiento barroco y en las artes por el movimiento
neoclásico.
Otro destacado movimiento filosófico del siglo XVIII, íntimamente relacionado con la Ilustración, se
caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios trataban de usar el racionalismo como
vía para demostrar la existencia de un ser supremo. En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la
exploración de la filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo,
prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau cuestionaron y criticaron la misma
existencia de instituciones como la Iglesia y el Estado.
El siglo XVIII vio también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas que eran aplicadas a la
política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la química y la biología.
En la historia nada es casual, un hecho es la consecuencia inevitable de otros que lo precedieron. La Revolución
francesa, si bien tuvo otras causas, no hubiera sido posible sin la presencia del iluminismo que, poniendo luz
sobre el oscurantismo de la Edad Media, época en que se impedía pensar libremente, se alejó de los dogmas
religiosos para explicar el mundo y sus acontecimientos, para hacerlos a la luz de la razón.

El iluminismo tampoco hubiera existido de no haberlo precedido un debilitamiento del poder de la Iglesia a
causa de la reforma protestante, que dividió al mundo cristiano; y del humanismo, movimiento filosófico que
centró en el hombre el objeto de las preocupaciones terrenales, quitando a la religión ese privilegio y
desechando el teocentrismo.
Ya se ha dicho que, socialmente, la Ilustración se halla inscrita en el ámbito de la burguesía ascendente, pero
sus animadores no fueron ni todas las capas burguesas, ni solamente éstas. Por un lado, tuvo sus adversarios
en determinados sectores de la alta burguesía comercial (como, por ejemplo, el dedicado al tráfico negrero),
y, por otra parte, ciertos elementos del bajo clero o de la nobleza cortesana (caso del Conde de Aranda en
España, o de los Argenson en Francia), e incluso el propio aparato estatal de despotismo ilustrado (Federico
II, Catalina II, José II), la apoyaron, aunque, en este último caso, en sus manifestaciones más tímidas y, muchas
veces, como simple arma de política internacional.
Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples (entre otros, las sociedades
secretas, como la masonería), pero, en primer lugar, hay que señalar las sociedades de pensamiento,
específicas de la época, como los Amigos del país en España, o conocidas ya antes, pero potenciadas ahora,
como las academias y los salones (éstos en muchas ocasiones, regidos por «femmes de lettres»). Otros
vehículos de enorme importancia fueron la prensa periódica y la internacionalización de las ediciones. Por otra
parte, la independencia económica del profesional de las letras, antes sujeto al mecenazgo, dio mayor
autonomía a su pensamiento.
Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados (que, a veces, dieron lugar a largas polémicas entre
ellos —por ejemplo, en torno a problemas de la propiedad, que enfrentó a fisiócratas y utópicos— y a
enemistades duraderas, como la de Diderot-Rousseau), reconocieron también una línea maestra común, que
los hizo solidarios en su lucha. Su arma es la razón, desprovista de contenido preestablecido y convertida en
un seguro instrumente de búsqueda, cuyo poder no consiste en poseer, sino en adquirir (libido sciendi). Con
ella luchan contra la superstición las formas religiosas tradicionales y reveladas (llegando al deísmo o al
ateísmo), al argumento de autoridad y las estructuras políticas y sociales anquilosadas, intentando eliminar
cualquier elemento de misterio, extrañeza o milagro; es, por lo tanto, una ideología antropocéntrica –Pope
diría que «el estudio propio del género humano es el hombre»–, llena de un optimismo activo frente al futuro,
porque cree en el progreso conseguido a través de la razón, en la posibilidad de instaurar la felicidad en la
tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau). En este sentido es un movimiento entusiasta,
basado no en un frío racionalismo, sino convencido de que la sensibilidad, como aptitud para la emoción, es
una potenciadora de la razón, si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espíritu adquiere más luces,
el corazón adquiere más sensibilidad», se lee en L'Encyclopédie. Al mismo tiempo, la Ilustración, forma de
pensamiento de una economía de intercambio basada en el contrato comercial, tiene como rasgos distintivos
el individualismo, el igualitarismo formal, el universalismo iusnaturalista, la tolerancia y el postulado de la
libertad.

Características
Como característica común hay que señalar una extraordinaria fe en el progreso y en las posibilidades de los
hombres y mujeres, para dominar y transformar el mundo. Los ilustrados exaltaron la capacidad de la razón
para descubrir las leyes naturales y la tomaron como guía en sus análisis e investigaciones científicas.
Defendían la posesión de una serie de derechos naturales inviolables, así como la libertad frente al abuso de
poder del absolutismo y la rigidez de la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Criticó la intolerancia en
materia de religión, las formas religiosas tradicionales y al Dios castigador de la Biblia, y rechazó toda creencia
que no estuviera fundamentada en una concepción naturalista de la religión. Estos planteamientos,
relacionados íntimamente con las aspiraciones de la burguesía ascendente, penetraron en otras capas sociales
potenciando un ánimo crítico hacia el sistema económico, social y político establecido, que culminó en la
Revolución francesa.
Antropocentrismo: Hay un nuevo Renacimiento en que todo gira en torno al ser humano; alrededor de su
razón material y sensible al mundo que en torno a su espíritu sensible hacia Dios, de forma aún más
pronunciada, particularmente, que en el siglo XVI; si bien el papel que entonces jugó Italia lo desempeña esta
vez Francia. La fe se traslada de Dios al hombre: hay confianza en lo que éste puede hacer, y se piensa en que
el progreso (surge en este siglo la palabra) humano es continuo e indefinido, (Condorcet) y los autores
modernos son mejores que los antiguos y los pueden perfeccionar. Se formula la filosofía del optimismo
(Leibniz) frente al pesimismo característico de la Edad Media y el Barroco. La sociedad se seculariza y la noción
de Dios y la religión empieza a perder, ya definitivamente, la importancia que en todos los órdenes había
tenido hasta ahora; se desarrolla una cultura exclusivamente laica e incluso antirreligiosa y anticlerical.
Empiezan a formularse las expresiones más tolerantes de espiritualidad: nihilismo libertario (Casanova, Pierre
Choderlos de Laclos), Masonería, deísmo (Voltaire), agnosticismo; incluso se formulan ya claramente las
propuestas del ateísmo (Pierre Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri Dietrich) y el satanismo, expuesto por
algunos personajes de novelas escandalosas de la época (Marqués de Sade, etc.). La atención a los aspectos
más oscuros del hombre constituye lo que se ha venido a llamar "la cara oscura del siglo de las luces".

Racionalismo: Todo se reduce a la razón y la experiencia sensible, y lo que ella no admite no puede ser creído.
Durante la Revolución francesa, incluso se rindió culto a la «diosa Razón», que se asocia con la luz y el progreso
del espíritu humano (Condorcet). Las pasiones y sentimientos son un mal en sí mismos. Todo lo desprovisto
de armonía, todo lo desequilibrado y asimétrico, todo lo desproporcionado y exagerado se considera
monstruoso en estética.

Imitación: La originalidad se considera un defecto, y se estima que se pueden lograr obras maestras «con
receta», imitando lo mejor de los autores grecorromanos, que se constituyen en modelos para la arquitectura,
la escultura, la pintura y la literatura. El academicismo impera en el terreno artístico y sofoca toda creatividad.
El buen gusto es el criterio principal y se excluye lo imperfecto, lo feo, lo decadente, lo supersticioso y oscuro,
la violencia, la noche, las pasiones desatadas y la muerte. El teatro debe someterse a las reglas de las tres
unidades estatuidas por Aristóteles: unidad de acción, lugar y tiempo; es más, los franceses añaden la unidad
de estilo.

Idealismo: El buen gusto exige rechazar lo vulgar: no se cuenta con los criterios estéticos del pueblo y la
realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la realidad es, es estilizada, neoclásica. El lenguaje no
admite groserías ni insultos, no se presentan crímenes, y todo es amable y elevado. Se excluye lo temporal y
lo histórico, el cambio, de la cosmovisión ilustrada.

Universalismo: Los ilustrados asumen una tradición cultural cosmopolita y todo tipo de tradiciones en la horma
grecorromana que les sirve de fuente principal. Sienten interés por lo exótico, pero no lo asumen. Todo lo
francés se pone de moda y poseer la lengua francesa se transforma en un signo de distinción: el arte y la
cultura francesa influye en Alemania, España y Rusia.

Voltaire (1694-1778).
Defendía una religión natural y la existencia de un Ser Supremo, pero rechazaba las iglesias establecidas, las
supersticiones y los ritos irracionales. Autor de Cándido y el Diccionario filosófico.
En 1746, fue elegido miembro de la Academia francesa. Por unas obras, además de por su pensamiento
bastante liberal, fue perseguido y encarcelado y encarcelado en la famosa cárcel de la Bastilla. Pero se destacó
a lo largo de los años por sus escritos literarios y sobre todo por los filosóficos.
Voltaire defendía la igualdad de todos, la creencia de un sentimiento universal de la justicia, que tiene que
reflejarse en las leyes de todas las sociedades. Y que la vida en común, exige un "pacto social" para preservar
el interés de cada uno.

Montesquieu (1689-1755)
En su obra El espíritu de las leyes desarrollaba algunos principios de la teoría política contemporánea, como
la monarquía parlamentaria y la separación de poderes.
Nació en una familia aristócrata y se dedicó al estudio de las leyes en las Universidades de Burdeos y París. En
1721 se dio a conocer por medio de una negativa crítica a la sociedad francesa de su época, las Cartas Persas.
Viajó por varios países europeos y publicó varias obras donde expone las teorías que fue desarrollando gracias
a sus observaciones de la situación política en las diferentes naciones.
Es considerado uno de los precursores del liberalismo político por su teoría de la necesidad de separación de
poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) para evitar la tiranía y el despotismo, teoría que se aplica en la
actualidad.

Rousseau (1712-1778)
En la obra Emilio planteó una nueva visión de la educación. También fue fundamental su aportación a la teoría
política con El contrato social, en el que se muestra partidario de las ideas democráticas.
Nació en Ginebra, Suiza. En 1750 ganó el premio de la Academia de Dijon (lo cual cambió su vida) por su
Discurso sobre las ciencias y las artes. Su otro gran discurso, es el Discurso sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres (1755), en el que expuso la teoría que defendía que la ciencia, el arte y las instituciones
sociales han corrompido a la humanidad.
Una de sus obras más importantes, El contrato social, como teoría política, explica, entre otras cosas, el origen
y propósito del Estado y de los derechos humanos. En este defiende que: para vivir en sociedad, los seres
humanos acuerdan un "contrato social" que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de
la que dispondrían en su estado natural, pero que es un contrato que se debería de cumplir para vivir en una
sociedad en la que todos los seres humanos somos iguales.

La Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó
Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y
opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado
como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía constitucional durante
71 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto
es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la
burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el
país. La revolución socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida
en que lo derrocó con un discurso capaz de volverlo ilegítimo.
La Revolución industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y
principios del XIX, en el que Gran Bretaña en primer lugar, y el resto de Europa continental después, sufren el
mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la historia de la
humanidad, desde el neolítico.
La economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada por la industria y la
manufactura. La Revolución comenzó con la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de los
procesos del hierro. La expansión del comercio fue favorecida por la mejora de las rutas de transportes y
posteriormente por el nacimiento del ferrocarril. Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron la
máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente máquina relacionada con la industria textil.
Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la capacidad de producción. La producción y
desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura
en otras industrias e incrementó también su producción.
Así es que en la Revolución industrial se aumenta la cantidad de productos y se disminuye el tiempo en el que
estos se realizan, dando paso a la producción en serie, ya que se simplifican tareas complejas en varias
operaciones simples que pueda realizar cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada,
y de este modo bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo costo
fijo.

La Revolución industrial estuvo dividida en dos etapas: la primera del año 1750 hasta 1840, y la segunda de
1880 hasta 1914. Todos estos cambios trajeron consigo consecuencias tales como:
Demográficas: Traspaso de la población del campo a la ciudad (éxodo rural) - Migraciones internacionales
Crecimiento sostenido de la población - Grandes diferencias entre los pueblos - Independencia económica
Económicas: Producción en serie - Desarrollo del capitalismo - Aparición de las grandes empresas (Sistema
fabril) - Intercambios desiguales
Sociales: Nace el proletariado - Nace la Cuestión social
Ambientales: Deterioro del ambiente y degradación del paisaje - Explotación irracional de la tierra.

La industrialización que se originó en Inglaterra y luego se extendió por toda Europa no sólo tuvo un gran
impacto económico, sino que además generó enormes transformaciones sociales.
Como consecuencia de la revolución agrícola y demográfica, se produjo un éxodo masivo de campesinos hacia
las ciudades; el antiguo agricultor se convirtió en obrero industrial. La ciudad industrial aumentó su población
como consecuencia del crecimiento natural de sus habitantes y por el arribo de este nuevo contingente
humano. La carencia de habitaciones fue el primer problema que sufrió esta población marginada
socialmente; debía vivir en espacios reducidos sin comodidades mínimas y carentes de higiene. A ello se
sumaban jornadas de trabajo, que llegaban a más de catorce horas diarias, en las que participaban hombres,
mujeres y niños con salarios miserables, y carentes de protección legal frente a la arbitrariedad de los dueños
de las fábricas o centros de producción. Este conjunto de males que afectaba al proletariado urbano se llamó
la Cuestión social, haciendo alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que les afectaban.
Como contraste al proletariado industrial, se fortaleció el poder económico y social de los grandes
empresarios, afianzando de este modo el sistema económico capitalista, caracterizado por la propiedad
privada de los medios de producción y la regulación de los precios por el mercado, de acuerdo con la oferta y
la demanda.
En este escenario, la burguesía desplaza definitivamente a la aristocracia terrateniente y su situación de
privilegio social se basó fundamentalmente en la fortuna y no en el origen o la sangre. Avalados por una
doctrina que defendía la libertad económica, los empresarios obtenían grandes riquezas, no sólo vendiendo y
compitiendo, sino que además pagando bajos salarios por la fuerza de trabajo aportada por los obreros.
Frente a la situación de pobreza y precariedad de los obreros, surgieron críticas y fórmulas para tratar de
darles solución; por ejemplo, los socialistas utópicos, que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre de
todo tipo de problemas sociales (para algunos, el comunismo). Otra propuesta fue el socialismo científico de
Karl Marx, que proponía la revolución proletaria y la abolición de la propiedad privada (marxismo); también la
Iglesia católica, a través del Papa León XIII, dio a conocer la Encíclica Rerum Novarum (1891), primera Encíclica
social de la historia, la cual condenaba los abusos y exigía a los estados la obligación de proteger a lo más
débiles « (...) Si el obrero presta a otros sus fuerzas a su industria, las presta con el fin de alcanzar lo necesario
para vivir y sustentarse y por todo esto con el trabajo que de su parte pone, adquiere el derecho verdadero
y perfecto, no solo para exigir un salario, sino para hacer de este el uso que quisiere (...) »
Estos elementos fueron decisivos para el surgimiento de los movimientos reivindicativos de los derechos de
los trabajadores. Durante el siglo XX en medio de los procesos de democratización, el movimiento obrero
lograba que se reconocieran los derechos de los trabajadores y su integración a la participación social. Otros
ejemplos de tendencias que buscaron soluciones fueron los nacionalismos, así como también los fascismos en
los cuales se consideraban a los obreros y trabajadores como una parte fundamental en el desarrollo
productivo de la nación, por lo que debían ser protegidos por el Estado.

La Cuestion social es, según James O. Morris, "la totalidad de [...] consecuencias sociales, laborales e
ideológicas de la industrialización y urbanización nacientes: una nueva forma dependiente del sistema de
salarios, la aparición de problemas cada vez más complejos pertinentes a vivienda obrera, atención médica
y salubridad; la constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses del nuevo "proletariado";
huelgas y demostraciones callejeras, tal vez choques armados entre los trabajadores y la policía o los
militares, y cierta popularidad de las ideas extremistas, con una consiguiente influencia sobre los dirigentes
de los amonestados trabajadores"

Doctrina Social de la Iglesia Católica


La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo
y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque,
por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una
propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del
concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia
La doctrina social, además de dirigirse de forma primaria y específica a los hijos de la Iglesia, tiene un destino
universal. La luz del Evangelio, que la doctrina social refleja sobre la sociedad, ilumina a todos los hombres:
todas las conciencias e inteligencias son capaces de captar la profundidad humana de los significados y de los
valores expresados en esta doctrina, así como la carga de humanidad y humanización de sus normas de acción.

La Primera Guerra Mundial, también llamada la Gran Guerra, se desarrolló entre el 28 de julio de 1914 y el 11
de noviembre de 1918. Involucró a todas las grandes potencias del mundo, que se alinearon en dos bandos
enfrentados: por un lado, los Aliados de la Triple Entente, y, por otro, las Potencias Centrales de la Triple
Alianza.
En el transcurso del conflicto fueron movilizados más de 70 millones de militares, incluidos 60 millones de
europeos, lo que lo convierte en una de las mayores guerras de la Historia. Murieron más de 9 millones de
combatientes, muchos a causa de los avances tecnológicos de la industria armamentística, que hizo estragos
contra una infantería que fue usada de forma masiva y temeraria.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio austro-húngaro, el
28 de junio de 1914 en Sarajevo, fue el detonante inmediato de la guerra, pero las causas subyacentes jugaron
un papel decisivo, esencialmente el imperialismo de las políticas exteriores de grandes potencias europeas
como el Imperio Alemán, el Imperio austro-húngaro, el Imperio Otomano, el Imperio Ruso, el Imperio
Británico, Francia e Italia. El asesinato de Francisco Fernando por el nacionalista serbobosnio Gavrilo Princip
dio como resultado un ultimátum de los Habsburgo al Reino de Serbia. Las potencias europeas invocaron
diversas alianzas formadas años y décadas atrás, por lo que sólo unas semanas después del magnicidio las
grandes potencias estaban en guerra. A través de sus colonias, el conflicto pronto prendió por el mundo.
El 28 de julio, el conflicto dio comienzo con la invasión de Serbia por Austria-Hungría, seguida de la invasión
de Bélgica, Luxemburgo y Francia por el Imperio Alemán, y el ataque de Rusia contra Alemania. Tras el avance
alemán en dirección a París se llegó a un alto, y el Frente Occidental se estabilizó en una guerra estática de
desgaste basada en una extensa red de trincheras que apenas sufrió variaciones significativas hasta 1917. En
el frente oriental, el ejército ruso luchó satisfactoriamente contra Austria-Hungría, pero fue obligado a
retirarse por el ejército alemán. Se abrieron frentes adicionales tras la entrada en la guerra del Imperio
Otomano en 1914, Italia y Bulgaria en 1915 y Rumanía en 1916. El Imperio ruso colapsó en 1917 debido a la
Revolución de Octubre, tras lo que dejó la guerra. Después de una ofensiva alemana a lo largo del Frente
Occidental en 1918, las fuerzas de los Estados Unidos entraron en las trincheras y los Aliados de la Triple
Entente hicieron retroceder al ejército alemán en una serie de exitosas ofensivas. Tras la Revolución de
Noviembre de 1918 que forzó la abdicación del Káiser, Alemania aceptó el armisticio el 11 del mismo mes.
Al final de la guerra cuatro potencias imperiales, los Imperios Alemán, Ruso, Austro-Húngaro y Otomano,
habían sido derrotados militar y políticamente y desaparecieron. Los imperios alemán y ruso perdieron una
gran cantidad de territorios, mientras que el austro-húngaro y el otomano fueron completamente disueltos.
El mapa de Europa Central fue redibujado con nuevos y pequeños estados y se creó la Sociedad de Naciones
con la esperanza de prevenir otro conflicto similar. Los nacionalismos europeos, espoleados por la guerra y la
disolución de los imperios, las repercusiones de la derrota alemana y los problemas con el Tratado de Versalles
se consideran generalmente como factores del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial


Lucharon 65,8 millones de soldados, de los que murieron más de 1 de cada 8, un promedio de 6.046 hombres
muertos cada día de los cuatro años que duró. A consecuencia de esta guerra cayeron cuatro imperios -el
alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano- y tres grandes dinastías, los Hohenzollern, los Habsburgo y
los Romanov. Confirmaba el final del Absolutismo Monárquico en Europa. Se calcula que la guerra produjo
aproximadamente ocho millones de muertos y seis millones de inválidos. Francia fue el país más afectado
proporcionalmente: 1,4 millones de muertos y desaparecidos, equivalentes a un 10% de la población activa
masculina, acompañado por un déficit de nacimientos. El estancamiento demográfico francés se prolongó,
con un envejecimiento de la población que sólo logró crecer con la inmigración. El norte francés estaba en
ruinas: casas, puentes, vías férreas, fábricas, etc.
En el plano político, cuatro imperios autoritarios se derrumbaron, lo que transformó profundamente el mapa
de Europa, rediseñado por el tratado de paz de 1919
Nuevo equilibrio político mundial. Aunque las colonias suministraron víveres, materias primas y combatientes
a sus metrópolis, tras la guerra los pueblos coloniales empezaron a cuestionar sus lazos con la metrópoli y
reclamaron una mejora de su situación. Esto, sumado al progreso del nacionalismo en el seno de las colonias,
constituirían el proceso de descolonización que iniciaría tras la Guerra y que concluiría con la independencia
de varios Estados actuales, luego de la Segunda Guerra Mundial. A este primer declive de la influencia de
Europa en las colonias, se sumó la expansión de Estados Unidos, el mayor beneficiado de la guerra junto con
Japón, que reconsideraría su aislamiento de los asuntos mundiales, y que junto con el Imperio Japonés
tendrían un lugar destacado en la escena internacional.
Transformación social. Las diferencias sociales se acentuaron con el enriquecimiento de los mercaderes de
armas y el empobrecimiento de los pequeños ahorradores, los retirados y los asalariados afectados por la
inflación. Las mujeres adquirieron un nuevo lugar en la sociedad y se volvieron indispensables durante toda la
guerra, en el campo, las fábricas, las oficinas, las escuelas (para compensar la marcha de numerosos
profesores). El feminismo progresaba, el derecho a voto fue acordado en Gran Bretaña, Alemania, Estados
Unidos, Turquía y Rusia, pero no en Francia. Los cambios sociales estarán estrechamente ligados a la lucha
política que emprenderán el Liberalismo, el Comunismo, y el Fascismo a lo largo del siglo XX.

Consecuencias tecnológicas. La contienda reveló la maquinaria de terror paradójicamente surgida de los


avances y progreso de la ciencia y la tecnología. El intenso desarrollo de los instrumentos y técnicas de guerra
(Fusiles de repetición, ametralladoras, gases venenosos dando origen a la guerra biológica y química, vehículos
de combate, dirigibles, primeros aviones de guerra, y acorazados de acero) modificarían la ciencia militar cuyas
prácticas datan de varios siglos atrás de conflictos humanos. La artillería multiplicó los calibres, aumentó el
alcance y mejoró los métodos de corrección. El transporte motorizado se generalizó y volvió obsoleta la
artillería impulsada por personas o animales de tiro; el caballo dejó de ser útil como instrumento militar.
Igualmente supuso cambios en la estrategia militar donde en adelante sería necesario el sigilo y el escondite
de las tropas para poder combatir, modificando la vestimenta de los soldados con tal fin.
También se revelaría el grave daño que padecería la población civil producto de los bombardeos a las ciudades
y otros daños colaterales; la población civil y no beligerante se transformarías en nuevas víctimas visibles y
objetivos militares de la nueva forma de hacer la guerra que reveló la Primera Guerra Mundial, producto de
la masificación de los ataques no convencionales por un armamento mucho más destructivo y de mayor
alcance.

Consecuencias políticas en Alemania. Los cinco tratados tras la guerra, principalmente el suscrito en Versalles,
ocasionaron un ambiente de opresión hacia los vencidos. La nueva Alemania republicana sufrió las
consecuencias del Imperio Alemán y su economía fue explotada por los vencedores. Así surgieron tesis tanto
izquierdistas como derechistas para acabar con esta situación. Los golpes contra el sistema comenzaron
cuando, en 1921, milicias comunistas se levantaron en Múnich. La revuelta fue sofocada. Adolf Hitler culpaba
a los marxistas alemanes de la rendición alemana, alegando como pruebas la constitución progresista de
Weimar y el armisticio a continuación. Cuando Hitler aún seguía en las trincheras, los militares alemanes
convencían a la población civil de que la guerra podía ser ganada, mientras que confesaban a los políticos que
la rendición era ineludible. Pero Hitler sostuvo esta tesis en el Partido Nacional Socialista Alemán de los
Trabajadores y, con ella, dirigió el denominado Putsch de Múnich de 1923 contra la sede del gobierno. El golpe
militar fue aplastado y Hitler recluido en prisión durante ocho meses. Sin embargo, en enero de 1933 Hitler
fue nombrado canciller por el presidente Paul von Hindenburg y el 14 de octubre de 1933 triunfó en las
elecciones, por lo que llegó al parlamento alemán.

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y 1945. En él se vieron
implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, incluidas todas las grandes potencias, alineadas en dos
alianzas militares opuestas: los Aliados y las Potencias del Eje. Fue la mayor contienda bélica de la Historia,
con más de 100 millones de militares movilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes
contendientes destinaron toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo
armamentístico, borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme
significación que incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto y el uso por primera y última vez de
armas nucleares en un conflicto militar, la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más mortífero en la historia
de la humanidad, con un resultado final de entre 50 y 70 millones de víctimas.
El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana de Polonia, el
primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, que produjo la
inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico y la
Commonwealth al Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de fulgurantes
campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió gran parte de la Europa continental.
En base a acuerdos entre los nazis y los soviéticos, la nominalmente neutral Unión Soviética ocupó o se
anexionó territorios de las seis naciones vecinas con las que compartía frontera en el oeste. El Reino Unido y
la Commonwealth se mantuvieron como la única gran fuerza capaz de combatir contra las Potencias del Eje
en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las potencias europeas del Eje
comenzaron una invasión de la Unión Soviética, dando así inicio a la más extensa operación de guerra terrestre
de la Historia, donde desde ese momento se empleó la mayor parte del poder militar del Eje. En diciembre de
1941 el Imperio del Japón, que había estado en guerra con China desde 19372 y pretendía expandir sus
dominios en Asia, atacó a los Estados Unidos y a las posesiones europeas en el Océano Pacífico, conquistando
rápidamente gran parte de la región.
El avance del Eje fue detenido en 1942 tras la derrota de Japón en varias batallas navales y de las tropas
europeas del Eje en el Norte de África y en la decisiva batalla de Stalingrado. En 1943, como consecuencia de
los diversos reveses de los alemanes en Europa del Este, la invasión aliada de la Italia Fascista y las victorias de
los Estados Unidos en el Pacífico, el Eje perdió la iniciativa y tuvo que emprender la retirada estratégica en
todos los frentes. En 1944 los aliados occidentales invadieron Francia, al mismo tiempo que la Unión Soviética
recuperó las pérdidas territoriales e invadía Alemania y sus aliados.
La guerra en Europa terminó con la captura de Berlín por tropas soviéticas y polacas y la consiguiente rendición
incondicional alemana el 8 de mayo de 1945. La Armada Imperial Japonesa resultó derrotada por los Estados
Unidos y la invasión del Archipiélago japonés se hizo inminente. Tras el bombardeo atómico sobre Hiroshima
y Nagasaki por parte de los Estados Unidos, la guerra en Asia terminó el 15 de agosto de 1945 cuando Japón
aceptó la rendición incondicional.
La guerra acabó con una victoria total de los Aliados sobre el Eje en 1945. La Segunda Guerra Mundial alteró
las relaciones políticas y la estructura social del mundo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue
creada tras la conflagración para fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos. La Unión
Soviética y los Estados Unidos se alzaron como superpotencias rivales, estableciéndose el escenario para la
Guerra Fría, que se prolongó por los siguientes 46 años. Al mismo tiempo declinó la influencia de las grandes
potencias europeas, materializado en el inicio de la descolonización de Asia y África. La mayoría de los países
cuyas industrias habían sido dañadas iniciaron la recuperación económica, mientras que la integración política,
especialmente en Europa, emergió como un esfuerzo para establecer las relaciones de posguerra.

Juan Pablo II. Karol Józef Wojtyła1 (Wadowice, Polonia, 18 de mayo de 1920 – Ciudad del Vaticano, 2 de abril
de 2005), más conocido como Juan Pablo II, fue el 264º papa de la Iglesia Católica y jefe de Estado de la Ciudad
del Vaticano desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte en 2005.2
Tras haber sido obispo auxiliar (desde 1958) y arzobispo de Cracovia (desde 1962), se convirtió en el primer
papa polaco en la historia, y en el primero no italiano desde 1523. Su pontificado de casi 27 años ha sido el
tercero más largo en la historia de la Iglesia católica, después del de San Pedro (se cree que entre 34 y 37 años,
aunque su duración exacta es difícil de determinar) y el de Pío IX (31 años).
Juan Pablo II ha sido aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX, recordándoselo
especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo y por su lucha contra la expansión
del marxismo por lugares como Iberoamérica, donde combatió enérgicamente al movimiento conocido como
la teología de la liberación, con la ayuda de su mano derecha, a la postre sucesor, Joseph Ratzinger.
Jugó asimismo un papel decisivo para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda
Europa, así como para la mejora significativa de las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo, el islam,
la Iglesia ortodoxa oriental, y la Comunión Anglicana.
De entre los hechos más notorios de su pontificado destaca el intento de asesinato que sufrió el 13 de mayo
de 1981, mientras saludaba a los fieles en la Plaza de San Pedro, a manos de Mehmet Ali Agca, quien le disparó
a escasa distancia desde la multitud. Tiempo después el terrorista fue perdonado públicamente por el
pontífice en persona.
Fue uno de los líderes mundiales más viajeros de la historia, visitando 129 países durante su pontificado,
hablando además los idiomas siguientes: italiano, francés, alemán, inglés, español, portugués, ucraniano, ruso,
croata, el esperanto, griego antiguo y latín, así como su natal polaco. Como parte de su especial énfasis en la
llamada universal a la santidad, beatificó a 1.340 personas y canonizó a 483 santos, más que la cifra sumada
de sus predecesores en los últimos cinco siglos. El 19 de diciembre de 2009, Juan Pablo II fue proclamado
Venerable por su sucesor, el papa Benedicto XVI, quien también presidió la ceremonia de su beatificación el 1
de mayo de 2011

Consecuencias históricas

Además de los horrores propios de toda guerra, la Segunda Guerra Mundial introdujo formas de sufrimiento
no achacables a la propia escala de la misma:
Deportaciones masivas a campos de concentración y de trabajo, organizados en Europa por Alemania (contra
judíos, homosexuales, eslavos, discapacitados, gitanos, Testigos de Jehová, comunistas, españoles
republicanos, sacerdotes católicos y ministros de otras religiones, etc.), que se convertirían en campos de
exterminio donde tendría lugar el Holocausto; también en Estados Unidos y otros países de América. Se estima
que alrededor de 6 millones de judíos, junto con otros grupos étnicos, fueron asesinados por los nazis,
principalmente mediante la deportación a campos de concentración, algunos tan conocidos como Auschwitz,
Treblinka y Majdanek. La expresión hebrea Shoah —también conocida como «Holocausto»— designa la
exterminación en masa de los judíos perpetrada durante esta sangrienta guerra.
internando a sus ciudadanos de ascendencia japonesa.
En el ámbito intelectual y artístico, queda de forma oprimente y, a veces, obsesiva, la pregunta de cómo fue
posible la guerra y cómo fueron posibles las circunstancias históricas que llevaron a ella. En muchos casos esta
cuestión se ve agravada por el saber de que intelectuales y artistas colaboraron con los totalitarismos y el
clima bélico o, al menos, no se opusieron decididamente a ello.
La Segunda Guerra Mundial contribuyó a que emergieran dos superpotencias que buscaban repartirse el
mundo: Estados Unidos y la URSS. La Sociedad de Naciones, a la que se responsabilizó de contribuir a desatar
la guerra, fue reemplazada por la ONU. La carta de las Naciones Unidas se firmó en San Francisco el 26 de junio
de 1945. En los Juicios de Núremberg y Tokio, parte de la jerarquía nazi y nipón fue juzgada y condenada por
crímenes contra la humanidad. La investigación científica y técnica, en su conjunto, se benefició de un fuerte
impulso en particular: el dominio del átomo tras el Proyecto Manhattan. También contribuyó a la creación del
helicóptero, los aviones de reacción y la creación del ICBM.

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