Está en la página 1de 12

EL ARDUO AVANCE HACIA LA CIVILIZACIÓN TIPO I: MOTIVACIONES,

PROBLEMÁTICAS Y SOLUCIONES DRÁSTICAS.


Publicado por Adrián el octubre 26, 2010.

En la última entrada comenté a grandes rasgos la estrecha relación que hay entre la
evolución de nuestra civilización y la potencia media disponible para cada individuo.
Asimismo, introduje la escala logarítmica de Kardashev para valorar civilizaciones según
su potencia media, según la cual nosotros somos una Civilización 0,7. Para poder tener
opciones a sobrevivir a los últimos instantes de nuestro universo, por otra parte,
necesitaríamos ascender a una Civilización Tipo III, dominando toda la Vía Láctea.
Pero por ahora, eso es bastante lejano a nuestra tecnología, por lo que a corto plazo
tenemos que centrarnos en llegar al estado de Civilización Tipo I (la unidad planetaria), lo
que conlleva multiplicar por 1000 la potencia media de cada habitante.

Motivaciones a corto plazo:


Desgraciadamente, es evidente que si hoy por hoy uno sale a la calle y advierte a la gente
que debemos centrarnos en la carrera energética para que nuestra descendencia pueda
sobrevivir al colapso del universo la mayoría de la gente pasará por completo de esta
idea. El Big Crunch se encuentra tan lejano a nosotros en la dimensión temporal que en
promedio se le consideraría (y considera) un problema menor. Por eso es necesario
buscar otro tipo de motivaciones más cercanas a la sociedad actual, pues las personas
como colectivo sólo se preocupan de las cosas que les afectan en el momento.
Podemos entonces pensar en activar la alerta de que si no conseguimos el rango de
civilización Tipo III en menos de 6000 millones de años moriremos incinerados en el
interior del Sol, pero aún así es un tiempo lo suficientemente lejano como para que a
nadie le preocupe demasiado. Al fin y al cabo sólo llevamos 2 millones de años sobre este
planeta.
Así pues, ¿qué problemas tenemos hoy en día que se puedan solucionar con un
incremento en la potencia útil disponible? Podemos pensar, por ejemplo, en la crisis
energética. Hoy por hoy, la sociedad es tal que las principales fuentes de energía como
son el uranio y el petróleo son uno de los bienes más preciados, y para conseguirlos se
recurre constantemente a las guerras y demás tonterías que nos caracterizan como
especie.
Más aún, un aumento de nuestra potencia disponible podría suponer la aceleración de
investigaciones actualmente lentas como el teletransporte de objetos, que tantos
problemas evitaría en el transporte actual (aunque también generaría otros tantos debido
al uso indebido del mismo, pero de eso quizá hable en otra ocasión).
No es menos interesante el hecho de que constantemente asteroides de todo tipo pasan
cerca de nuestra órbita o incluso la cruzan, mientras que otros tantos atraviesan nuestra
atmósfera y se precipitan sobre nosotros como pequeños meteoritos. Eventualmente,
alguno de estos elementos espaciales son lo suficientemente grandes como para
causarnos serios problemas en caso de colisión, si bien por ahora estamos teniendo
suerte. Nuestro conocimiento de la gravedad nos permite predecir con gran precisión sus
trayectorias, pero incluso aunque sepamos que se van a estrellar contra nosotros,
estaríamos indefensos ante determinadas amenazas. Es necesario, entonces, que
dispongamos de la energía suficiente como para poder volar en pedazos un asteroide
genérico antes de que pueda golpearnos. Para ello necesitaríamos armamento nuclear
bastante potente (según el tamaño y la composición del asteroide, lógicamente) y una
nave que lo transportase hasta su objetivo, o en su defecto una lanzadera espacial de
bombas nucleares. Cosas de las que actualmente ni disponemos ni podríamos disponer
dada nuestra precaria organización.
Como comenté en la entrada anterior, la evolución de la especie humana viene
determinada directamente por los avances físicos, y por tanto, con una organización del
planeta como la que tenemos hoy en día, en la que es imposible que la ciencia avance
como debería debido a estupideces, los científicos deberían ser escuchados más
atentamente de lo que se les escucha.

Me discriminan por ser físico:


Genéricamente, la división de la sociedad entre ciencias y letras es una lacra que me
desquicia bastante, pues se asume que el dominio de una cosa, en general, excluye el
dominio de la otra. Sobre este tema voy a ser excesivamente crítico. Aprovecho para decir
que cualquier afirmación que haga sobre un colectivo de personas en esta entrada va a
ser “en la mayoría de los casos”. Lógicamente, no todas las personas que pertenecen a
un colectivo son iguales, pero no será menester para comentar cosas por encima tener en
cuenta a las excepciones constantemente.
En general, la experiencia me dice que una persona de letras es aquélla que no entiende
bien las matemáticas, o si lo preferís, las ciencias en general. Es estadísticamente muy
improbable encontrar a alguien de letras con quien se pueda hablar de un tema científico
de un modo razonablemente técnico. De hecho, en el primer curso de las carreras de
ciencias suele haber al menos una asignatura de lógica proposicional , que a quienes lo
cursamos nos suele parecer fácil/muy fácil (o es la impresión que tengo), e incluso más
que fácil, voy a decir obvio y evidente.
La lógica proposicional, para los que no están metidos en el mundillo, es la que trata
cosas como si tiene sentido decir frases como “esta frase es mentira” o similares. Como
esta es una temática que todo ciudadano de a pié asocia a la filosofía correctamente, es
de entender que yo, entre otra gente, considere que la filosofía no es una rama de las
letras, sino más bien de las ciencias, en cuanto a método de análisis se refiere. El
problema de la filosofía para ser íntegramente aceptada como ciencia es que no se centra
en nada “no abstracto”, igual que las matemáticas, y en general no tiene ningún tipo de
tabú temático. Sin embargo, yo le tengo mucho respeto porque de hecho la física surgió
como una rama de la filosofía. De hecho, la física surgió más bien como una aplicación de
las matemáticas, que eran lógica proposicional escrita para los griegos.
Tal es la relación entre estas áreas que en cierta ocasión alguien cuyo nombre no
recuerdo dijo: “Los físicos gastan demasiado dinero para sus investigaciones, pues
primero necesitan papeles sobre los que escribir sus teorías, papeleras en las que
desecharlas y grandes laboratorios en los que ponerlas a prueba. Los matemáticos sólo
necesitan el papel para escribir y las papeleras que rellenan con la cantidad de veces que
se equivocan. Por último, los filósofos son los más económicos, pues no tiran nada de lo
que escriben a la basura”. Podemos acompañar este comentario de la cita: “No hay
ninguna idea tan absurda como para que ningún filósofo la apoye”.
Ahora bien, si llevamos un problema genérico de lógica proposicional a alguien de letras,
lo más probable es que se monte un lío mental impresionante y que además se crea que
verdaderamente está pensando algo útil. Me atrevo a decir, pues, que en la mayoría de
los casos la estructuración mental de una persona de letras es inferior a la de alguien que
hace ciencia. Otra forma de decirlo es que es mucho más fácil encontrar superdotados en
el área de las ciencias que en el área de las letras.
Puedo corroborar esta opinión, además, diciendo que en general cualquier persona de
ciencias entiende las asignaturas de letras, y rara vez ocurre lo contrario. Además, es
frecuente que la gente de ciencias incluso entienda mejor las letras que la propia gente de
letras. Podemos decir, quizá con algo de soberbia, que la gente de ciencias ve las letras
tan fáciles que le aburren, mientras que la gente de letras se sigue fascinando con ellas. Y
esa es la realidad: la gente de ciencias pasa de las letras, y se las deja a quienes las
estudian por falta de interés más que por falta de entendimiento (mientras que al revés,
insisto, no es así).
Debido pues, a que son los de letras, con su falta de lógica proposicional, quienes llevan
aspectos tan importantes de la sociedad como la política, la sociedad evoluciona de un
modo caótico, desordenado y poco coherente, alternando entre dictaduras y democracias,
entre periodos de extrema derecha y comunismo superlativo. Nadie se ha parado a
analizar un modelo viable, o nadie lo ha hecho lo suficientemente bien, pues la realidad es
que la humanidad es un colectivo fragmentado mucho menos fuerte de lo que podría ser.
Un problema muy importante de la gente es el orgullo. El orgullo es un arma muy
peligrosa y difícil de suprimir que nos ha hecho llegar donde estamos. A todas las
personas les gusta pensar que son las mejores del mundo (de nuevo, salvo pocas
excepciones), que actúan del mejor modo posible dadas sus circunstancias, y, ¿cómo
no?, que el lugar en el que viven, la gente que les rodea y el idioma que hablan son lo
mejor de lo mejor.
“Gracias” a esto, es frecuente que la gente se preocupe por realzar las cosas que han
marcado su vida, merezcan la pena o no, tengan sentido o no. Yo siempre he opinado
que las cosas que ha creado el hombre como herramientas no deberían tener ningún tipo
de “derecho a la vida”. Por ejemplo, cuando inventamos la imprenta dejó de usarse el
pergamino por pura lógica. El objetivo del pergamino era guardar la información escrita.
Se encontró algo más práctico y fue sustituido sin problema. Del mismo modo, el latín fue
sustituido por otras lenguas. Su objetivo era servir como medio de comunicación y se
encontraron otros medios que estaban dando mejores resultados, por lo que pasó a ser
una lengua “muerta”. ¿A alguien le preocupa que se hayan dejado de usar? ¿Eran
imprescindibles? No. Eran simples herramientas que quedaron atrás con la evolución de
la sociedad.
En cambio, hoy en día deshacerse de las herramientas viejas se ha complicado bastante.
La gente ha cometido el ridículo error de cogerles cariño y negarse a dejarlas atrás. Los
libros digitales no ocupan espacio y no es necesario talar árboles para leerlos, pero en
cambio la gente sigue prefiriendo tenerlos impresos (cosa que sólo veo razonable en
ausencia de ordenador o vista cansada). Algunos idiomas están siendo usados cada vez
menos por falta de necesidad, y la gente, en vez de aceptar que quizá (y digo quizá por
no decir evidentemente) han dejado de ser útiles, se está empeñando en mantenerlos
porque se han enamorado de ellos. Asimismo, estamos privándonos de robotizar todo el
proceso de la agricultura por preservar el labrador tradicional. (Sobre esto volveré un poco
más adelante).
¿A qué se debe todo esto? Al orgullo de la gente que tradicionalmente ha usado dichas
herramientas. Les cuesta aceptar que aquéllo que de algún modo ha sido importante en
su vida deje de ser útil. Sorprendentemente, este afán de preservación y estancamiento,
llega a ocupar casi íntegramente la vida de muchas personas.
Como yo nunca he comprendido la necesidad de preocuparse por la “vida” de un invento
del hombre, ya que es algo que podría perfectamente no haber existido nunca si no se
nos hubiese ocurrido, en muchas ocasiones decidí que quería hablar con gente fanática
de estos asuntos. Gente de la que, según sus propias palabras, moriría por preservar un
idioma. Así pues, eventualmente he entrado en foros con esta temática para psicoanalizar
a qué me enfrentaba. En general les explico que yo soy una persona curiosa, y que me
gusta aprender sobre el mundo porque es algo que ya ha estado ahí desde siempre y se
escapa a nuestro conocimiento, y que no entiendo por qué debería preocuparme un
idioma, ya que no es más que una herramienta. Sus respuestas, genéricamente, van en la
línea de “es que a tí no te tiene que importar, que para eso eres de ciencias”, o “no lo
entiendes porque el idioma que hablas no está en peligro”.
Y la verdad es que no sé cuál de las dos respuestas me preocupa más. Pero ambas son
derivables de algún tipo de orgullo. Casi cualquier problema de la sociedad se puede
derivar del orgullo de alguna persona o grupo de personas.
“Es que a tí no te tiene que importar, que para eso eres de ciencias” es una frase que
procede de la necesidad de la gente de letras (filólogos más concretamente) de creer que
el objeto de su estudio a los demás nos es incomprensible. Dado que ellos no entienden
las ciencias, pero por orgullo presuponen que están al mismo nivel que ellas, asumen que
nosotros no entendemos sus letras, igualando el mérito de ambas disciplinas para sí
mismos. Así pues, como ellos son conscientes de que si quieren hablar de ciencia se les
puede decir que no van a entender nada, se creen que esta situación es invertible y que
con decirnos que nosotros no vamos a entender por qué se preocupan por un idioma
vamos a asumir su “autoridad” en el tema. Cuando alguien se documenta mucho sobre un
tema, se suele creer con derecho a decirle a los demás que no lo entienden sólo porque
no lo conocen con la misma profundidad. Sin embargo, el objetivo de aprender debería
ser en gran medida enseñar posteriormente a la gente que no sabe lo que uno conoce (de
hecho eso hago en este blog). Aprender algo para después llamar a los demás ignorantes
(con razón o sin ella) es un acto, a mi juicio, vergonzoso, y que por desgracia es bastante
corriente (sobre todo con profesores universitarios…). Cuando alguien te pregunta por un
tema que a priori crees que dominas, debería ser moralmente obligatorio intentar ponerle
a tu nivel y no cortarle en seco.
“No lo entiendes porque el idioma que hablas no está en peligro” es una frase que se
puede derivar fácilmente del orgullo por las cosas que han sido importantes en la vida de
una persona. Cuando alguien dice esta frase está asumiendo que cualquier persona, si ve
que algo que siempre ha estado en su vida va a desaparecer, tiene la obligación ética de
evitarlo. Esta es una actitud excesivamente egoísta y conservadora, que no abre puertas
a nuevas generaciones y cierra posibilidades. Uno no puede pretender preservar por
siempre las cosas que usa a lo largo de su vida (recordemos que el lenguaje es una
herramienta), pues todas ellas tienen su momento de utilidad, pero tarde o temprano
surgirá algo mejor y caerán en desuso. Si una sociedad comienza a dejar algo en desuso
con naturalidad, intentar hacer que vuelva a usarlo es forzar un sistema perfectamente
natural, es como intentar devolver a las plantas el oxígeno que han liberado, o como
intentar volver a meter los polluelos en su huevo porque así eran más bonitos. El universo
evoluciona constantemente, es algo que la gente debe asumir. Yo asumiría perfectamente
la desaparición del castellano, del mismo modo que asumí la desaparición de las pesetas,
del mismo modo que las discográficas deberían asumir la desaparición de la venta de
CDs, y del mismo modo que algún día espero que todos tendremos que asumir la
desaparición de las naciones.
Y del mismo modo que los amantes de las lenguas desprecian debatir conmigo sobre el
tema “porque soy de ciencias”, en la política se desprecia la opinión de los científicos
porque es un colectivo poco o nada cercano a la población ajena a la ciencia. Si
pensamos en grandes políticos de la historia, todos ellos han destacado por su
humanidad, capacidad de gestión de conflictos y socialismo, y en muy pocas ocasiones
por dirigir una buena economía o hacer un cambio admirable en la estructuración de su
nación.
El problema es, como ya mencioné, la falta de lógica proposicional. La mayoría de los
políticos carecen de visión general y a largo plazo. Se centran demasiado en el momento,
y poco en sentar bases sostenibles para el futuro. A la gente le preocupa que suelten
dinero y / o que sean patriotas (orgullo), pero no que lo que hacen se pueda garantizar
eternamente (véanse la burbuja inmobiliaria o la crisis energética). Para que la sociedad
evolucione, es preciso que los políticos no sean “licenciados en ciencias políticas”. Es
preciso un cambio en la organización que sólo la lógica puede determinar, y por tanto
hasta que la gente con lógica ocupe la política en todas y cada una de las naciones del
planeta estaremos a expensas de un sistema desordenado cuyos resultados siempre han
sido (y serán) un juego de azar.
El Principio Variacional:
Del mismo modo que podemos determinar cómo se va a mover un cuerpo en el espacio
gracias al principio de mínima acción (teniendo en cuenta que intentará extremizar su
energía consumida), podemos derivar toda la estructura de una Civilización Tipo I a partir
de un principio variacional análogo, teniendo sencillamente en cuenta que el orgullo de la
gente tiende a estropearlo todo.
Dado que la Civilización Tipo I es la que aprovecha por completo toda la energía
disponible en el planeta, sin desperdiciar ni un solo vatio. Para que esto sea posible es
preciso una organización perfecta en la que la energía no sea libremente distribuida
según la economía de quienes la van a recibir. Ya que la gente con más dinero podemos
asumir que siempre será, no obstante, la que de más energía disponga porque de lo
contrario podrían tomar represalias, es necesario hacer un cambio extremadamente
radical en todo el planeta que nos iguale. Todo ello en virtud de la economización de la
energía.

La Unidad Planetaria:

Para que la energía pueda ser distribuida por el planeta según un modelo que maximice
su utilidad, es necesario evitar que determinados países tengan prioridad a la hora de
redistribuirla. De hecho, la distribución del planeta en países es horrenda para este fin, ya
que cualquier intento de hacer una organización equitativa tendrá que superar varios
niveles políticos desde la ONU hasta quienes reciban la energía finalmente. Cuanta más
división haya, mayor será la desorganización del planeta debido a los conflictos de
intereses.
Por ello, es necesario la creación inminente (o relativamente inminente) de una única
nación planetaria que sustituya a todos los países actuales bajo un colectivo único. Si
todo el planeta fuese una distribución homogénea de personas de distintas regiones
originarias, de modo que fuese imposible asociar un colectivo de personas a una parte del
planeta determinada, el reparto energético y económico sería más equitativo a la fuerza.
Dicho con otras palabras, si los estadounidenses se distribuyesen por todo el planeta, y a
su vez la gente de todo el planeta ocupase los estados unidos en gran parte, en principio
este país tendría que disociarse y habría que buscar una unidad más grande que
recogiese a la población disgregada por todos los continentes. Pongo como ejemplo los
Estados Unidos, porque están a la cabeza de la economía, pero esto tendría que ser así
simultáneamente con todos los países del mundo.
Si los habitantes del conocido como primer mundo ocupasen los países tercermundistas
sin ninguna duda se llevarían el progreso con ellos, acelerando el proceso de acabar de
una vez con el tercer mundo, pues pasaría a ser un problema cercano a ellos tanto en la
dimensión temporal como en las espaciales (si sólo es en la espacial a casi nadie le
preocupa el asunto). Asimismo, si el primer mundo se viese obligado a desplazarse en
parte al 3º sin fines imperialistas, ellos serían los inmigrantes, y muy probablemente el
racismo quedaría erradicado.
Pero, ¿realmente nuestra sociedad busca esta unión? ¿La historia de la humanidad
parece querer conducirla a una unión planetaria bien organizada? ¿Podemos esperar
alcanzar la Civilización Tipo I? Respecto a este punto hay quienes son muy optimistas y
dicen que la existencia de asociaciones internacionales como la ONU o el gran flujo de
personas a lo largo del planeta que facilitan los viajes en avión son claros síntomas de un
avance hacia el Tipo I, pero personalmente opino que no estamos siendo nada
afortunados en este aspecto. Hay un montón de ideologías circulando por el planeta
adelante que debemos extinguir, o de lo contrario nunca alcanzaremos nuestra meta. A
continuación las comentaré con algo de detalle.

Única Nación:
Una unión planetaria conlleva, como ya dije, una homogeneidad económica, social y
política que sólo un sistema descentralizado puede garantizar. La política, por su parte, es
casi evidente que dejará de ser un juego donde poner ideas y las elecciones tendrían que
ser innecesarias. La unión planetaria, salvo pequeños aspectos, requiere una
organización tan perfecta que no deja lugar a la existencia de partidos ideológicamente
opuestos, pues al menos uno de ellos la estropearía por completo. Esto no quiere decir
que se prohiban ideologías opuestas, sino que naturalmente deberían dejar de existir. Aún
así habría lugar al debate, pero al debate de verdad: con criterio y constructivo, y no los
gallineros que montan los actuales políticos.
La cuestión que surge aquí evidentemente es: ¿entonces quién debería gobernarnos? Yo
no me atrevo a dar ninguna respuesta (tampoco tengo ninguna en mente). El hecho en sí
de fundir todas las naciones se me antoja utópico, como comenté en la anterior entrada. Y
el hecho de que parezca una utopía no se debe a que no sea para nada viable en
términos de su estructura, sino a nuestra historia como especie.
Desde siempre, los distintos grupos de personas y hoy en día las distintas naciones, han
gustado de crecer e intentar conquistar y sitiar a los demás para su propio beneficio,
considerando que el resto de la gente no deben ser de su preocupación. De este modo,
los países marcan la división ideológica y tradicional que arrastramos desde la Edad
Media, sin necesidad de exagerar mucho. Antiguamente, los terrenos se ganaban con
espadas y escudos, después firmando tratados tras unas cuantas batallas, y con la
llegada del siglo XX con la fuerza bruta, usando todo el material armamentístico del que
se dispusiese.
Lógicamente, cuando las batallas se libraban con espadas, el sistema era bastante
sostenible, pues no había un mal mayor a nivel global. Sin embargo, con la llegada de las
armas nucleares, cualquier conflicto serio que pueda surgir supondría la destrucción de
ecosistemas y regiones enteras. Algo que no nos podemos permitir de ningún modo, y
que por tanto los países que disponen de dichas armas (como Corea del Norte, los
Estados Unidos o Rusia) usan en su propio beneficio para mantener en jaque a los
demás. El día que alguien haga algo que disguste a cualesquiera de estos países se
acabó todo, o por lo menos casi todo.
Afortunadamente, parece ser que en este aspecto se está intentando hacer algo para
solucionarlo. El pasado mes de Septiembre, el Premio Nobel de la Paz Mohamed
ElBaradei vino a Santiago de Compostela a hablarnos de la situación actual desde su
posición en la ONU como regulador del tráfico de Uranio a nivel internacional. De toda la
charla se pueden extraer algunos datos importantes: constantemente grupos terroristas
roban Uranio; la mayoría de los países pobres creen que su situación mejoraría si
obtuviesen cabezas nucleares… Esta es una situación bastante triste, ya que si el poder
político internacional se mide en gramos de uranio nunca conseguiremos ni una sociedad
segura ni debidamente organizada. Sólo la creación de la única nación podría zanjar este
tema, pues si todos los países fuesen uno solo, no debería haber necesidad de marcar la
diferencia con bombas (salvo, por supuesto, terrorismo revolucionario). Además, en esta
sociedad el terrorismo tendría una base social mucho menor, al haberse perdido el
concepto de territorio, y sería mucho más difícil conseguir uranio de extraperlo.
La conclusión es que cualquier tipo de separación entre sociedades genera una situación
incómoda y para nada beneficiosa. La ciencia no puede avanzar a grandes pasos en el
uso de la energía nuclear para solucionar la crisis energética por miedo a que sea usada
para nuestra propia autodestrucción. Además, este es un problema a grande y pequeña
escala, pues si la discrepancia entre países supone una peligrosa carrera nuclear, dentro
de los propios países muchas veces hay una gran división interna.
La sociedad se compone de la unión de un montón de colectivos, y a su vez cada uno de
estos colectivos se compone de colectivos más pequeños que se sienten distintos a sus
compañeros, disminuyendo así el número de personas que pertenecen a un colectivo
hasta el propio individuo si se les deja. Si la división en países es mala, al menos esta
agrupa varias comunidades entre ellas. Si las comunidades ya están unidas dentro de un
país, es contraproducente que se quieran separar de él, creando otro país más. ¡En un
mundo que aspira a la globalización no es concebible ningún tipo de separatismo! ¡Es
incomprensible que mientras por un lado creamos la Unión Europea para refugiar varios
países bajo una única bandera, dentro de estos países haya conflictos de intereses! La
política debe estructurarse como una gran unidad fuerte, no como un conjunto de
ideologías distintas donde cada una se preocupa de llevarse lo que le interesa. Una vez
más, hay que hablar del orgullo. Es el orgullo de ser distinto a los demás, en este caso, lo
que promueve la separación (la estúpida separación más bien). Por eso es necesario
homogeneizar el planeta. Un colectivo que viva mezclado en todas partes con colectivos
diferentes no podrá reclamar ninguna región para sí mismo, pues no será capaz de
asociarse ninguna si todo el planeta es de todos. La existencia de cultura propia puede
ser buena, siempre y cuando no la uses para levantar una barrera al resto de la gente que
os distinga.

Único Idioma:
Dentro de las cosas que la experiencia me dice que fomentan el separatismo, una de las
más importantes es la existencia de idioma propio en una región dada. Tanto en España,
como en Bélgica, como en Suiza y otros países, la existencia de idiomas regionales
produce una división interna. La existencia de idioma propio genera orgullo nacionalista, y
el orgullo nacionalista la consecuente necesidad de marcar la diferencia con el resto de la
gente. Esto, lógicamente, es un importante problema a la hora de deshacer el
separatismo. Los idiomas separan a la sociedad, y eso es un hecho (lógicamente habrá
un montón de casos, afortunadamente mayoritarios en este caso, en los que no suceda
tal cosa). Así pues, nuestra herramienta para comunicarnos, inventada por los primeros
homínidos, con el paso del tiempo y sus constantes cambios, ha acabado volviéndose en
nuestra contra a la hora de alcanzar la Civilización Tipo I, del mismo modo que lo hace la
existencia de países distintos.
Dado que privar a la gente de hablar con las herramientas que por error han llegado a
amar es impensable hoy por hoy, la solución no puede ser suprimir todos los idiomas, o al
menos no por ahora. Lo más viable para unir a la gente en este sentido sería la existencia
de un idioma internacional. Lo que hoy en día se supone que es el inglés. Pero no del
modo en el que se es un idioma internacional actualmente, sino de un modo más activo.
Toda la gente debería conocer un idioma común en serio. Debería existir un idioma tal
que, como mínimo, todo el mundo estudie en él y deje, región por región del planeta, a las
demás lenguas como secundarias.
Como elegir un idioma para este propósito puede ser un problema debido a conflictos de
intereses (en nuestra sociedad actual, pues en una unidad planetaria se llevaría a cabo
sin problema), quizá debería ser fabricado artificialmente. Actualmente existen un montón
de idiomas, muchos de los cuales tienen alguna ventaja interesante respecto a los otros
para expresar información. Por ejemplo, la conjugación castellana de los verbos es
horripilantemente densa en comparación con la inglesa, que no distingue casi la persona
que realiza un verbo. Asimismo, la estructuración fija de las frases en inglés, con su falta
de libertad para cambiar los elementos de la oración de sitio está en una clara desventaja
con el japonés, en el que puedes quitar la mayoría de las palabras de una oración
sobreentendiéndolas. En cambio, el japonés ya tiene una conjugación verbal más extraña.
Si analizásemos uno a uno estos detalles, comparándolos entre las distintas lenguas,
podríamos crear una nueva herramienta de comunicación artificial que optimizase la
facilidad de aprendizaje y transmisión de información. Algo así sería revolucionario y, de
ser implantado instantáneamente en todos los países, nos llevaría más rápidamente a la
unidad.
Una pega interesante que refuerza la actitud de la gente que se niega a dejar de lado su
idioma es el posible hecho de que seamos como hablamos, es decir, que nuestro idioma
determina en una fracción apreciable nuestra forma de ser. Si esto fuese cierto, a mí me
fastidiaría bastante personalmente. Me desagrada la idea de pensar que si a lo largo de
mi vida hubiese hablado cualquier otro idioma sería alguien diferente. Prefiero creer que
es mentira (al menos hasta que estudios científicos serios demuestren lo contrario [más
adelante escribiré una entrada sobre estudios sociológicos y mi opinión al respecto]). Si
combinamos el orgullo de aquéllos que aman su idioma con esta creencia, el resultado es
bestial. ¡¿Cómo no va a defender su idioma alguien que está orgulloso de ser como es, si
puede tener la creencia de que lo es gracias a su idioma?! Éste sí es un argumento
medianamente decente para defender un idioma, y no “es que no te tiene que importar
porque eres de ciencias”. No obstante, yo no creo en esto, como ya dije, y aunque fuese
cierto es un sacrificio que merecería la pena hacer en pos de una mejor sociedad.
De todos modos, si la gente fuese capaz de controlar sus ansias independentistas, una
unión planetaria no tendría por qué suprimir todos los idiomas salvo el internacional.
Desgraciadamente, todos sabemos que esto sí que es una auténtica utopía. La
posibilidad de una unión planetaria con distintos idiomas regionales está condenada al
fracaso.

Supresión de Sectas:

Ya que, por definición, una unión planetaria requiere un planeta unido, esto implica que
toda la información importante y creencias deberían estar homogeneizadas en pos del
objetivo común. Y si nuestra civilización verdaderamente llegase a aspirar a alcanzar
algún día el Tipo III deberá creer por completo en las leyes de la física. Si dejamos que la
gente que crea que existe un ente superior que nos salvará del cataclismo o que, en su
defecto, nos compensará en otra vida, el avance será mucho más lento.
La humanidad necesita liberar su cabeza de tonterías que la manipulan y dirigen su vida,
controlando su libertad. Un claro ejemplo de este problema son las religiones, que
además contribuyen al separatismo. Por culpa de los entes superiores, tenemos un
conjunto de países árabes con leyes morales que van en contra de los derechos
humanos, un conjunto de países occidentales cerrados de mente con respecto a la
ciencia y la libertad de las personas, y alguna que otra tribu africana en la que cuando se
muere el marido de una mujer ella tiene que ser bañada en sus cenizas sin volverse a
duchar. El budismo, por ahora, es una de las pocas religiones de las que no tengo queja,
pues hasta en cierto punto es metafísica y no va muy desencaminada de la física
moderna. El budismo es un caso de religión que no degenera el raciocinio ni da verdades
absolutas, y eso la hace una religión “respetable”.
¿Implica esto que las otras religiones no son respetables? Por supuesto que NO. Hay un
montón de frases que desde pequeño siempre he despreciado. “Todas las opiniones son
respetables”, “Lo respeto, es tu opinión”, “Son sus costumbres y hay que respetarlas”, “No
hay que despreciar a los demás por su religión o gustos”. Todas ellas inducen a ser
permisivo con los demás, pero la permisividad debe de tener un límite. No tenemos que
respetar opiniones, pues hay opiniones que son estúpidas. Si alguien dice que
deberíamos quemar más montes lo correcto no es decirle “Lo respeto, es tu opinión”. Y
las religiones, en tanto que pudren la mente, se merecen desprecio, del mismo modo que
debemos despreciar la gente a la que le guste sacrificar animales por diversión, como
sucede con el mundo del toreo y la caza furtiva.
Además, el respetar a todos los demás, por lógica proposicional es un absurdo. Si alguien
dice que hay que respetar todo lo demás, ese alguien debe respetar a quienes no
respetan, pues si no respeta eso está siendo irrespetuoso con los demás. Más aún, la
misma gente que dice que hay que respetar todas las creencias condenan el nazismo sin
ningún tipo de problema. El respeto es una utopía, en general inconsistente. No se puede
respetar todo. Debe haber un conjunto de cosas que no se respeten.
Las religiones vuelven a la gente estúpida y poco curiosa filosófica y científicamente. El
creer en un ente superior que, de repente, te desvela los secretos nunca descubiertos por
el hombre es jugar a decir cosas que no se puede probar que son falsas. Por eso siempre
digo que cualquier creencia que no se pueda demostrar racionalmente es una
microreligión. De hecho, la religión católica, ha ido adaptando su “verdad absoluta” a las
evidencias científicas. Antes, Dios creó al hombre y a todos los animales tal y como son
ahora, pero con el descubrimiento de los dinosaurios Dios pasó a crear a los dinosaurios,
para que luego Jesús decidiese cuáles deberían ser carnívoros y cuáles herbívoros, y
posteriormente Noé decidiese dejarles fuera del arca. Antes también, Dios creó todo a
partir de la nada, pero ahora Dios creó el átomo y a partir de él las demás estructuras.
En tanto que todas estas cosas no puedan asegurarse con total certeza, no deberían
poder llegar a poseer tanto reconocimiento como el que disfrutan. Si tan seguros estamos
de que el Papa está bendecido por Dios, ¿por qué ha de pasearse por ahí con un cristal
blindado? ¿Por qué el Vaticano no deja a nadie entrar en sus archivos? ¿Por qué, si tan
seguros están de que su Dios es el único y verdadero, no predican su palabra en países
árabes? Opino que ni siquiera ellos creen en lo que dicen, y como mucha otra gente, que
el único objetivo de todo esto es el dinero. Un dinero que llevan ganando desde hace
muchos siglos, a costa de volver estúpidos e intolerantes a sus creyentes acérrimos. No
es posible pensar bien con un elemento divino flotando en el aire, o en la dimensión en la
que quiera que se encuentre.
Por ello, cualquier tipo de secta, donde defino secta como la organización que mete en la
cabeza verdades no demostradas a la gente, debería estar prohibida en la correcta
Civilización Tipo I. De no ser así, una secta podría convencer a la sociedad de que la Tipo
I es dañiña y hacernos retroceder (bueno, como si no lo estuviesen haciendo ya ahora y
no lo hubiesen hecho ya durante toda la Edad Media).

¿Libertad? La conclusión de todo esto:

Después de exponer todo esto, puede parecer que el modelo propuesto de Civilización
Tipo I no hace más que restringir libertades, pero en cambio las da. El extinguir los
nacionalismos, idiomas y religiones es más una liberación que una prohibición. Una
sociedad en la que esos conceptos no estuviesen presentes sería una sociedad en la que
la gente pensase libremente sin ningún tipo de condicionamiento que guiase sus
inquietudes, siempre respetando la estructura de la Tipo I.
La forma de ser de una persona no debería verse influenciada por el lugar de nacimiento,
el idioma y, en general, las cosas que no ha podido elegir y que se le han impuesto
circunstancialmente. Esos factores orientativos habría que reducirlos lo máximo posible
para sacar a la luz una verdadera humanidad libre.
Una sociedad así de libre y homogénea, en la que los prejuicios tengan muchas más
dificultad para surgir, es la perfecta civilización (viable) que podría garantizar un Tipo I y el
avance hacia el Tipo II, conquistando el resto del sistema solar economizando recursos y
trabajando como una unidad. Una sociedad en la que la gente pudiera dedicarse a sus
aficiones sin esclavizar sus pensamientos. Una sociedad derivada de la pura lógica y el
sentido común, libre de todos los errores que como civilización hemos cometido
anteriormente por falta de medios. La sociedad que la mayoría, más bien todos,
deberíamos desear.

Articulo obtenido de:

http://estudiarfisica.wordpress.com/2010/10/26/el-arduo-avance-hacia-la-civilizacion-tipo-i-
motivaciones-problematicas-y-soluciones-drasticas/

También podría gustarte