Está en la página 1de 7

Prefacio: Cómo saber si vivo en una relación dependiente

Las típicas circunstancias que se dan en estos casos son tales como: necesitar hablar con esa
persona a todas horas y que te responda al momento, necesitar controlar qué hace, con quién
y cuándo, y todas aquellas situaciones análogas que precisen de un control.

Pues bien, yendo un poco más allá, enumeraré X cosas que se dan en una relación dependiente:

 Inestable e inseguro/a:
 Te sientes incapaz de solucionar los problemas por ti mismo.
 Todo es mucho más difícil de lo que lo es en realidad, sobre todo si él/ella no
está cerca para darte las fuerzas necesarias para seguir adelante.
 El motivo de que te levantes es él/ella (que le verás, que hablarás con él/ella,
etc.).
 Sientes que sin él/ella nada tiene sentido.
 A menudo te infravaloras y en seguida piensas en cómo hacer que no te deje ya
que según tú es imposible que alguien como él/ella esté contigo.

 Infelicidad:
 Te sientes infeliz si no le ves, si no estás con él/ella, si no te habla. Sientes que
te falta el aire, que le necesitas.
 En el fondo eres consciente de tu "adicción", y eso te hace infeliz porque una
pequeña parte de ti querría huir y ser libre, pero por otro lado no puedes –
realmente te aterroriza – perderle.
 Te das cuenta de que antes hacías más cosas, pero ahora él/ella es el centro de
tu mundo, y así es como debe ser. Eres incapaz de moverte de tu zona de
confort, aunque estés sufriendo.
 Sientes que tus amigos se van alejando de ti, pero tampoco te importa
demasiado porque lo único que hacen últimamente es criticar a tu novio/a cosa
que te pone de mal humor – ¡qué sabrán ellos! –; además le tienes a él/ella,
piensas que no necesitas a nadie más.
 Piensas que si él/ella te deja nadie más te querrá nunca.
 Piensas que si él/ella te deja no podrás volver a ser feliz, no saldrás adelante.

1
 No te quieres:
 Eres incapaz de dedicarte tiempo a ti mismo. Prefieres pasarlo con él/ella.
 Dejas de hacer cosas que antes te encantaban (leer, escribir, hacer fotos) e
incluso dejas de quedar con tus amigos.
 Antepones sus necesidades a las tuyas.
 Sientes la necesidad de hacerle feliz para que no te deje, aunque suponga que
tú seas infeliz.

2
Capítulo 1: Acuerdos en desacuerdo
Pasé mi adolescencia preguntándome cómo sabría cuál sería "el hombre de mi vida", cómo lo
reconocería y cómo podría estar al cien por cien segura de que era él. Me pasé aquella época
buscándole sin descanso, haciendo caso omiso de aquello que dicen sobre que el amor no se
busca, se encuentra –ya, pero ¿cómo voy a encontrarlo si no me relaciono con chicos? me
preguntaba, y así surgió mi adición a los chats –.

Realmente estaba convencida de que encontraría a esa persona en un sitio como aquel y,
evidentemente, hubo muchas frustraciones, decepciones y desesperación. Al final dejé de
buscar, dejé de creer, ya todo daba igual, el amor había dejado de existir. O eso pensaba yo.
Intentaba hacerme la fuerte y no revelar cuánto me había gustado esa caricia, esa sonrisa, esa
preocupación. No quería asustarles. Teníamos un acuerdo: nada de sentimientos, si te he visto
no me acuerdo. Pero yo siempre quería más, nunca era suficiente, siempre necesitaba más: más
planes, más caricias, más sonrisas, más preocupaciones.

3
Capítulo 2: Confesiones de una dependiente
“Te necesito… sabes cómo soy y aunque he aprendido mucho contigo sigo siendo débil, sigo
estando perdida si tú no estás. No sé estar sola y esa es la verdad, pero no quiero a nadie más
que tú. No sé estar sola y por eso me resulta tan evidente pensar que estaremos juntos para
siempre, es decir, lo más correcto sería: no sé estar sin ti. Si tu no estuvieras tendría que encontrar
la manera de aprender a estar sola.

Necesito que te vuelvas a enamorar de mí, necesito que vuelva a ser perfecto. Porque sabes cómo
manejarme. Porque la sola idea de que no hablemos una hora ya me mata… Necesito que estés
conmigo sea como sea: siendo de tu propiedad a la vez que tu novia o sólo siendo tuya, no me
importa, porque sea como sea me llenas.

No te imaginas lo muchísimo que valoro todo: cada beso, cada caricia, cada te quiero. Me
encantas. Sólo quiero ser tuya, que me poseas, porque no tengo la menor duda de que por ti
hago lo que sea.”

Parece una película de Cincuenta sombras de Grey, ¿verdad? Solo que esto fue real. Quiero
aclarar que cuando digo “siendo de tu propiedad” me refiero exactamente a eso. En esa relación
yo estaba anulada por completo, no tenía ni voz ni voto, pero porque no quería tenerlo. En algún
momento de mi existencia había llegado a la conclusión (errónea) de que era mejor hacer todo
lo que él quisiera que permitir que “por mi culpa” él me dejara, por lo que procuraba tenerle
contento y cuando no era así, yo le había dado total libertad para ponerle remedio al asunto.
Porque sí, lamentablemente fue idea mía, y ¿de dónde surgió? De ese maldito libro que ni
siquiera está bien escrito: sólo son un montón de palabras que forman ideas nocivas en las
cabezas de los más vulnerables.

Yo era una chica del montón, tenía la certeza de que nadie más se volvería a fijar en mí por lo
que me vería obligada a estar sola para siempre; pero le tenía a él y le tenía en un pedestal:
alguien tan guapo, popular, malote estaba conmigo y me encantaba presumir de ello, ¿qué más
daba lo demás? Lo que pasara de puertas para adentro nadie tenía que saberlo porque carecía
de importancia y si era el precio que tenía que pagar lo haría, al fin y al cabo, no era para tanto,
o eso creía.

4
En las relaciones yo siempre había adoptado un rol sumiso pero esta vez decidí ponerlo en
práctica. Lo peor era que todo lo que me daba también me lo quitaba: por una parte, me hacía
sentir increíblemente bien dada la satisfacción que te proporciona el reconocimiento del trabajo
bien hecho, el sentirte útil y, sobretodo, necesitada – por ejemplo, algo tan simple como cuando
me pedía que le hiciese un sándwich, yo se lo hacía con todo el cariño del mundo y él me
felicitaba por lo bien que me había salido. – El problema era cuando no hacía bien las cosas.
Entonces venían los enfados, los gritos, los portazos, la violencia, pero, sobre todo, la
desaprobación y la decepción: odiaba decepcionarle.

Me dolía más ver la decepción en su cara mientras pensaba: podrías haberlo hecho mejor, eres
una inútil; que el cinturón en mi espalda o su mano en mi mejilla. Porque eso era lo que me
merecía, por mi torpeza o mi grosería. Eso era lo que yo quería: ser castigada, maltratada, para
aprender quién mandaba.

En ocasiones incluso creo que él llegó a cansarse del juego, pero aun así yo le insistía, porque si
se cansaba de él también podía cansarse de mí. Si mostraba indiferencia ante mi pésima actitud
significaba que le estaba perdiendo. Entonces llamaba su atención haciendo cosas que a él no le
gustaban para luego satisfacerle permitiéndole que se desahogara conmigo.

No recuerdo mucho de aquellos horribles días, las cosas eran como tenían que ser y a mí me
parecía bien. Pero creo que hubo cuatro momentos clave: uno de ellos fue la vez en la que, como
en tantas otras ocasiones me arrastró hasta la buhardilla donde me ató a una viga del techo.
Primero vino el placer, pero éste fue rápidamente sustituido por el dolor del cinturón. Aquella
vez me dejó marca.

El segundo momento clave fue cuando, estando en mi cama tranquilos, de repente me abofeteó.
Yo no había hecho nada. Me pilló totalmente desprevenida, no entendía qué estaba pasando.
Me dolió, fue una traición mezclada con la certeza de que podía hacer conmigo lo que quisiera.
Eso ya no me gustó tanto.

El tercero fue simple: me pidió un vaso de agua y se lo traje, a lo que su madre comentó:” muy
bien, ¿ya le estás enseñando lo que tiene que hacer?” Eso no me sentó nada bien. Ese
comentario hacía real mi juego, un juego que hasta el momento yo concebía como una
inofensiva fantasía nuestra; pero eso fue ofensivo.

5
El cuarto fue definitivo: nos preparábamos para ir a dormir, ya tumbados en el sofá cama. Yo
hacía días que estaba poco receptiva porque había conocido a un chico que poco a poco me
estaba abriendo los ojos. Pero él me insistía en que me acercara más y yo intentaba resistirme,
hasta que me levantó la mano obligando a mi cuerpo quedarse totalmente inmóvil. Luego me
acerqué y mientras me agarraba con fuerza me dijo: eres mía ¿recuerdas?

***

"Quizás yo tenga un problema, y es que soy súper dependiente de ti. Cuando tú no estás estoy
de malhumor, no soy capaz de divertirme. Creo que enfoco nuestra relación malamente (no
tengo ni idea de porqué usé esa palabra). Que no soy capaz de estar como antes cuando me
preocupaba por mí y mi familia, ahora sólo existes tú. Pero es que a veces me cansa, porque lo
vivo con demasiada intensidad. No tengo el concepto ese de que somos dos personas y tenemos
cada uno nuestras vidas, sino que pienso que tenemos que ser como una sola."

Yo lo digo, si mis parejas de entonces leyeran lo que escribía creo que saldrían corriendo. Y más
hoy en día, que la gente le tiene un pavor a eso de comprometerse.

¿Alguien se ha sentido identificado? Si es así, no os preocupéis que ¡hay solución!


Muchos me preguntan "Cómo", pero he de deciros que no existe una fórmula mágica. Yo
simplemente cogí lo que no me gustaba de mí (actitud, pensamientos, sentimientos...) y lo
cambié, en muchos casos lo invertí. Todo está en tu cabeza, si quieres algo de verdad sólo
tendrás que ir a por ello y ser constante. Sé que suena muy típico tópico, pero no hay más. Que
no te gusta ser introvertida, pues coges, te lo montas para quedar con un grupo y "te fuerzas" a
interactuar, sin miedo, si los demás pueden, ¡tú también! No es que dejes de ser tú, siempre
seguirás siendo la misma persona, simplemente es como si incorporases en ti unas mejoras,
como si fueras una versión mejorada, una evolución. Esas pequeñas cosas serán las que
marquen la diferencia. También serán las que te proporcionen resultados rápidos y visibles, por
lo que gracias a ellos tu motivación aumentará y tendrás más ganas, más fuerza de seguir
adelante con el cambio.

***

6
Esta confesión está totalmente relacionada con la reflexión anterior sobre el cansancio que
provocan algunas personas dependientes debido a su insistencia o necesidad de estar con su
pareja:

“Se cansó, y se volverá a cansar. Tengo que demostrarle que existe otra yo, no quiero hacerle
daño, solo quiero quererle, cuidarle, amarle… Quiero demostrarle que estoy arrepentida y que
dándome otra oportunidad se daría cuenta de que solo necesito ser feliz a su lado.

Mi corazón está cansado de sufrir, le necesito. Me conformaría con una pequeña oportunidad
para demostrarle que es lo que más quiero en este mundo. Solo quiero hacerle feliz.

Estoy harta de fallarle, harta de ser una pesada, de no poder superarlo. Siento que voy a explotar,
siento la impotencia. Jamás podrá quererme y yo jamás podré olvidarle.

Me siento tan vacía, tan perdida, tan triste…”

Este fragmento habla por sí solo. Necesitaba que él me necesitara y me dejara quererle porque
yo no sabía hacerlo conmigo misma. Todos los fracasos los consideraba culpa mía por no
haberme esforzado lo suficiente en su felicidad. Pero en realidad no es que hubiese hecho nada
mal, sino que no sabía querer, por lo que era imposible que funcionase. Es decir, no es que yo
le fuera infiel u olvidara su cumpleaños, tampoco se acababa porque no fuera capaz de hacerle
plenamente feliz como yo creía, simplemente no sabía quererle porque no me quería a mí
misma. Eso provocaba que yo tuviera unas carencias derivadas en exigencias que nadie podía
cumplir (a eso me refiero cuando hablo de fallarle: le fallaba porque le exigía algo que él no
podía darme, por tanto, la culpa era mía, por no quererme).

Por mucho que yo me esforzara en hacerle feliz, si yo no lo era la relación estaba destinada al
fracaso. Porque una persona puede hacerte inmensamente feliz, pero para ti nunca será
suficiente si no te sientes bien contigo mismo, ya que tu felicidad depende de esa persona, por
lo que mientras ella esté lejos tú te sentirás incompleto.

También podría gustarte