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“MIRAD, PUES, CON DILIGENCIA CÓMO ANDÉIS,

NO COMO NECIOS SINO


COMO SABIOS…” (Efesios 5:15)

Como establecer
prioridades según
la Biblia – Parte 1
Tu reto mayor será siempre: pensar y
hacer las cosas en orden de importancia.
La disciplina para establecer prioridades y
la habilidad de trabajar con una meta fija
son las claves hacia el éxito. Una vida en
la que todo vale es una vida sin valor. La
cuestión no es si la agenda está llena, sino
con qué la vas a llenar. Al establecer
prioridades, ten en cuenta estas tres
cosas:
(1) ¿Qué se demanda de ti que sólo tú
puedas hacer?
(2) ¿Qué da los mejores resultado (Dios
no premia el esfuerzo
desperdiciado, sino los resultados.
¿Recuerdas la parábola de los talentos)
(3) Siempre hallarás el mayor grado de
gozo al hacer la tarea que Dios te ha
dado.
Un farero de un acantilado cerca de la
costa, recibía el suministro de petróleo una
vez al mes para mantener el
faro encendido. Como estaba cerca de la
orilla, tenía muchos visitantes.
Una mujer del pueblo necesitaba petróleo
para calentar a su familia. Un granjero
pidió un poco para su lámpara. Un hombre
quería un poquito para lubricar una rueda.
Todas las peticiones parecían legítimas,
por lo que el farero intentó agradar a todos.
Antes de fin de mes, el petróleo se acabó y
el faro dejó de funcionar. Como resultado
varios barcos se fueron a pique y se
perdieron vidas humanas. Cuando las
autoridades investigaron, el farero estaba
muy arrepentido. A pesar de sus excusas y
solicitud de clemencia, la respuesta fue:
“¡Se te entregó el petróleo con un
propósito: ¡mantener la luz encendida!”
¡Las prioridades en tu vida deberían
basarse en la voluntad de Dios, y en
nada más!
A quinientas personas de más de 90 años
de edad lespreguntaron recientemente: “Si
usted pudiera vivir de nuevo, ¿qué haría
de modo diferente?” Tres respuestas se
repitieron constantemente:
(1) “Estaría más tiempo con mi familia;”
(2) “Me arriesgaría más;”
(3) “Haría más cosas que
permanecieran después de mi muerte.”
La sabiduría es el arte de saber qué es
lo que hay que pasar por alto. Cosas
insignificantes y mundanas nos roban
demasiado tiempo y acabamos viviendo
para llevar a cabo motivos equivocados. A
una brillante pianista le preguntaron el
secreto de su éxito.
Ella contestó: “Descuido planeado: Hasta
que no acabo mi tiempo de práctica,
descuido todo lo demás.” Descubre la
diferencia entre lo urgente y lo importante o
de lo contrario nunca alcanzarás tus
metas.
Hace algunos años, trescientas ballenas
murieron de repente. ¿Por qué? Porque
perseguían un banco de sardinas y
quedaron aisladas en una bahía. Lo
pequeño atrajo a lo grande hasta la
muerte. Persiguiendo metas pequeñas
para obtener resultados
insignificantes arriesgaron en vano su
enorme poderío.
Pablo escribe: “…de ninguna cosa hago
caso… con tal de que acabe mi
carrera… y el ministerio que recibí del
Señor Jesús” (Hechos 20:24).
Una de las anécdotas más curiosas que
surgieron del desastre del barco The
Titanic es la de una señora rica que tenía
una plaza en un bote salvavidas. Preguntó
si podía ir al camarote a coger algo y le
concedieron tres minutos. Pasando por
encima del dinero y las piedras preciosas
esparcidos por su camarote, cogió tres
naranjas y regresó al bote salvavidas. Las
circunstancias cambiaron de repente su
escala de valores; la tragedia clarificó
sus prioridades. ¡No esperes hasta que
la tragedia clarifique las tuyas!
Las personas con más éxito han aprendido
tres cosas:

(1) A evaluar
Muchos de nosotros somos como el
comerciante que estaba tan ocupado
limpiando la tienda ¡que se olvidó de abrir
la puerta! La razón de tu negocio es tener
clientes y hacer beneficios, no tener la
tienda limpia. Basa tus decisiones en tus
metas.

(2) A motivarse
David se animaba a sí mismo en el Señor,
porque no había nadie más para hacerlo.
Judas escribe: “…edificándoos…,
orando en el Espíritu Santo” (Judas
20b). Cuando aprendes a animarte, a orar
por ti mismo y a alimentarte, ¡has pasado
de chuparte el dedo a ser un adulto hecho
y derecho!

(3) A eliminar
¿No sabes lo de aquella familia que se
fue a vivir al campo, huyendo del ruido
y del tráfico? Como querían criar ganado,
se compraron un rancho. Un amigo los
visitó y les preguntó el nombre del rancho.
El padre dijo: “Quise llamarle La Huida,
pero mi mujer prefería El Rinconcito. A
uno de nuestros hijos le gustaba La
Tranquilidad, pero el otro prefería El
Descanso. Así que, llegamos a un
compromiso y le llamamos Huida al
Rinconcito de la Tranquilidad y del
Descansado.“ El amigo preguntó por el
ganado, a lo que el padre contestó: “No
lo tenemos. ¡Los pobres animales no
pudieron soportar el nombre!”
William H. Hinson escribió: “El que busca
una cosa, puede aspirar a alcanzarla.
Pero el que quiere todas, cosechará, a
su pesar, una cosecha estéril de todo lo
que ha sembrado.” ¡Piénsalo bien!
¿Cómo Establecer
Prioridades?
“…APROVECHANDO BIEN EL
TIEMPO…” (Efesios 5:16)
El pastor Adrian Rogers dijo: “El mal uso
de algo tan precioso como el tiempo
debería ser un delito. Si alguien te roba
el coche, puedes comprarte otro. Si te
roban la cartera, unas cuantas llamadas
pondrán a salvo la mayoría de tus
preocupaciones. ¿Pero quién puede
arreglar la pérdida del tiempo?”.
Salomón nos recordó que “…sobre todas
estas cosas te juzgará Dios”
(Eclesiastés 11:9b),porque para la
mayoría de nosotros, “Algún día de
estos” significa normalmente: “Ninguno
de estos días”…
Cómo pasas tu tiempo es un reflejo de
cómo vives tu vida, por eso Pablo
escribió: “…aprovechando bien el
tiempo…” (Efesios 5:16). Para hacer esto
con éxito, debes:
(a) aprender a decir “no”. El estrés
aparece cuando tu interior dice “no” pero
tu boca dice “si”. Jesús dijo: “…he
acabado la obra que me diste que
hiciera” (Juan 17:4b), porque siempre
tendrás suficiente tiempo para hacer lo que
el Señor quiere que se haga. Fíjate, Pablo
dijo: “…una cosa hago…” (Filipenses
3:13b), ¡no “mil cosas distintas con las
que estoy ocupado”! No permitas que lo
bueno te robe lo mejor; deshazte de
algunas actividades para poder hacer
otras.
(b) caminar en el poder del
Espíritu. Jesús dijo: “Como el pámpano
no puede llevar fruto por sí mismo…,
así tampoco vosotros…” (Juan 15:4b),
porque cuando caminas en la carne, no
quemas el “aceite”, sino la “mecha”.
Pablo dijo: “Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne…”
(Gálatas 5:16).
(c) evitar de posponer las
cosas. Podemos hacer chistes de ello,
pero no hay nada gracioso la obediencia
pospuesta. Santiago dijo: “El que sabe
hacer lo bueno y no lo hace, comete
pecado” (Santiago 4:17). Una verdadera
señal de madurez es hacer lo que no te
apetece cuando no tienes ganas de
hacerlo.
“ENSÉÑANOS DE TAL MODO A
CONTAR NUESTROS DÍAS…”
(Salmo 90:12)
El Dr. Tony Campolo dijo que cuando era
jóven, pasó muchos sábados en el Instituto
Franklin en Philadelphia visitando a Ed
Bailey, el director. El Sr. Campolo
escribió: “Su mente ‘enciclopédica’ me
fascinó. Él sabía de todo… Fuimos
amigos hasta que murió. Después de
una embolia cerebral muy grave, fui a
visitarle… Le hablé de todos los lugares
donde había dirigido la palabra y cómo
había venido directo del aeropuerto a
verle. Me escuchó hasta que terminé y
después dijo: ‘Viajas por todo el mundo
para estar con personas las cuales
dentro de diez años no recordarán tu
nombre. Pero no tienes tiempo para los
que realmente te quieren…’”. Campolo
continuó: “Aquello me tocó muy fuerte y
cambió mi vida. Decidí no dejar que
todo mi tiempo fuese absorbido por
personas a quienes no importo mucho
mientras descuido a aquéllas para
quienes soy irreemplazable. Un día, un
amigo mío recibió una llamada de la
Casa Blanca para que aconsejara al
presidente. Él dijo que no porque había
prometido a su nieta pasar ese día con
ella. La nación sobrevivió…, el
presidente no le echó de menos… y ¡su
nieta tuvo un tiempo maravilloso con su
querido abuelito!”.
Alguien dijo que lo más importante es
mantener lo más importante como lo más
importante. David lo puso de la siguiente
manera: “Enséñanos de tal modo a
contar nuestros días que traigamos al
corazón sabiduría” (Salmo 90:12). El
tiempo es algo ante lo cuál todos tenemos
las mismas oportunidades. Todos
recibimos veinticuatro horas, mil
cuatrocientos cuarenta minutos u ochenta
y seis mil cuatrocientos segundos diarios, y
debemos dar cuenta de cómo los
utilizamos. Así que, pregúntate cómo
utilizarías las próximas veinticuatro horas si
supieras que mañana estarás ante Dios – y
después

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