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Universidad Alberto Hurtado

Licenciatura en Lengua y Literatura


Seminario de Literatura Latinoamericana
Profesor: Hugo Bello
Estudiante: Isabeau Tobar González

El Laberinto de la Soledad
“Identidad Mexicana: De soledades e indiferencias”

La identidad en Latinoamérica siempre ha sido un tema de análisis y, sobre todo, de

constante búsqueda. Innumerables son las preguntas que se han hecho en torno a ella: ¿Qué

es la identidad?, ¿existe una identidad latinoamericana? O al menos ¿existe una identidad

nacional en los países latinoamericanos? sobre esto Jorge Larraín dirá en su ensayo La

identidad Latinoamericana que ésta es una permanente búsqueda que no será fácilmente

encontrada, puesto en realidad no existe una sola esencia cultural (58). Cuando se habla de

la cultura mexicana, hablamos de una cultura llena de lugares oscuros, enigmáticos y

contradictorios que juntos conforman un sentido mexicano, pero hablar de todas sus

manifestaciones culturales y de su historia no podría ser tema de un solo análisis, es por esto

que sólo nos enfocaremos en un motivo que cruza y es común denominador en toda la

población de origen mexicano, abarcando desde el burgués hasta el pelado, y que refiere al

sentido de inferioridad, aislamiento e indiferencia que presenta la población frente a sus pares

y al extranjero lo cual conlleva a una desconfianza patente en todos sus actos que finalmente

construye una identidad.

Parte de esta polémica se puede vislumbrar en El Laberinto de la Soledad de Octavio

Paz, obra en la que mediante nueve ensayos el autor se cuestionará sobre lo que es ser

mexicano, sus costumbres, sus orígenes, su conducta, y su posible identidad, para concluir

en que finalmente el mexicano es un ser individual, indiferente y pesimista. Como indica

Rossi “Cuando Octavio Paz redacta este libro, se enfrenta al agobio de la historia mexicana,
a la relación entre la historia nacional y la historia mundial: a la dificultad de insertarse en la

historia grande del mundo.” (37), esto se puede entender devolviéndonos en la historia; luego

de la conquista española de América, pasando por el periodo colonial y la configuración de

las naciones latinoamericanas, cada estado nación quedó con marcas propias de estos

acontecimientos, marcas violentas que lograron que todos los sometidos quedaran

impregnados de un sentimiento de inferioridad respecto a sus pares, porque cuando hablamos

de colonización hablamos de sometimiento, subyugación e imposición de elementos ajenos

a una cultura distinta. Es esto lo que podemos ver en todas las culturas que fueron sometidas

por los conquistadores europeos, los cuales se encargaron de dejar un legado de destrucción

e inferioridad en sus colonizados, pues el objetivo del conquistador, en palabras del poeta y

político Martinique Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo y la negritud, no es

otro que generar un sentimiento de inferioridad en los sometidos para así imponer fácilmente

su labor saqueadora y explotadora, y México no fue la excepción.

En El pachuco y otros extremos Octavio Paz comienza diciéndonos que desde el

momento en que nacen, los mexicanos se sienten inferiores, y esto no es algo que sea sólo de

la actualidad, sino que es una característica que se acarrea desde los tiempos de la conquista

española y que ha llevado a los mexicanos a interrogarse sobre sí mismos, a pensar como

pueblo lo que son, cayendo en cuestionamientos sin respuestas que los llevan a adoptar un

carácter de inferioridad frente a sus pares y al extranjero. Ejemplo de esto es el Pachuco,

personaje con una connotación de inferioridad que deambula solo por una sociedad que lo

rechaza pero que él también rechaza; sus ropajes, que lo distinguen del resto, son casi como

un disfraz de combate en contra de la sociedad, de la que sin embargo él también es parte y

es esta contradicción la que lo arrastra a utilizar la violencia para hacerse notar y ocupar un
rol en la sociedad que tanto repudia. Pero esto no es característica exclusiva del Pachuco,

pues el mexicano que habita en la ciudad también cae en la desconfianza y en el actuar

agresivo motivado por la falta de voluntad, siempre está juzgando todo su entorno con cautela

y usa la agresividad como herramienta para alcanzar el poder y el respeto que desea. Toda

esta violencia no es más que el reflejo y las inseguridades y la desconfianza que se tiene en

el otro y el mundo, y a su vez, esta desconfianza genera soledad, la cual se ve potenciada en

tener recelo incluso de los pares, que va transformándose en indiferencia. Al respecto, Paz

nos dice que “nuestra soledad aumenta porque no buscamos a nuestros compatriotas, sea por

el temor a contemplarnos en ellos, sea por un penoso sentimiento defensivo de nuestra

intimidad” (5), todo bajo la marca de la autoprotección.

Es a causa de esta desconfianza y sentimiento de inferioridad que el mexicano se

vuelve a sí mismo para protegerse del resto, se aísla, habita en soledad. Paz nos muestra un

ejemplo de esto en su ensayo Máscaras mexicanas, donde podemos observar uno de los tipos

de protecciones que ocupan los mexicanos para ocultar su ser en el elemento más común:

apelar a la hombría. Este es el único recurso que poseen para mostrarse fuertes. Todo es

referido al acto sexual pues el verdadero hombre mexicano es fuerte y no se abre al resto, es

inaccesible, es el activo, mientras que todo elemento de características femeninas es inferior

“los que se “abren” son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros

pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse,

“agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su

intimidad” (Paz, 10) esto demuestra el carácter cerrado del mexicano, que no permite que

nada entre en sí, y él no se abre, pues la desconfianza e indiferencia ante el mundo lo han

hecho reducirse a su mínima expresión, volverse un animal salvaje que se encierra en sí para
protegerse del peligro escondiéndose tras máscaras que parecieran implantar una identidad.

No obstante, existen ocasiones en que el mexicano decide romper su soledad y jugar a

pertenecer a una sociedad unida y festiva, como se refleja en el ensayo Todos santos, día de

muertos donde el solitario mexicano deja todo a un lado para celebrar fiestas, ya sean

religiosas, conmemoraciones históricas, etc. Y en este momento de catarsis máxima, donde

toda la población sale a celebrar, deja de lado sus prejuicios y se iguala con el resto, forma

parte de una cultura e identidad única, que luego volverá a disolverse. Según Paz, el mexicano

hace esto para reconciliarse con su historia, pues a través de estos ritos se reconocen con su

historia y con el otro buscando “saltar el muro de la soledad que el resto del año lo

incomunica” (Paz, 19). Estas fiestas nacionales, a su vez, sirven como elemento purificador,

que sacan al ser indiferente de su hermetismo y lo lleva a abrirse al resto, todos disfrutan

juntos, en una acción catártica que además les permite olvidarse de la vida y de la muerte,

elementos que también le son indiferentes el resto de los días, pero que en celebraciones se

acude a los excesos para reírse de la vida, y se celebra con motivos alegóricos sobre la muerte

para también reírse de esta y aceptarla.

Otro de los ejemplos que muestra la complejidad de la identidad y el ser mexicano

puede apreciarse en Los hijos de la Malinche donde también se retrata la traición, el odio y

la desconfianza de los mexicanos hacia los suyos y hacia sí mismo sin diferencias clase

social, generando antipatías especiales por diversos grupos de la sociedad, lo que termina

por formar pequeños grupos con antipatías en común que se unirán para enfrentarse a otros,

mientras unos terceros, los más indiferentes, según Paz “contemplan con indiferencia el

exterminio de otros grupos sociales o contribuye a su persecución, pues se exasperan los

odios internos. Todos se vuelven cómplices y el sentimiento de culpa se extiende a toda la


sociedad” (28). La persecución, la rabia y la traición se aprecia en la historia mexicana, donde

grupos indígenas se aliaron a los conquistadores para acabar con los aztecas, esta mácula los

perseguirá hasta el día de hoy, provocando gran desconfianza, que a su vez genera un

hermetismo donde el mexicano se cierra al resto del mundo, que está lleno de traidores desde

el comienzo y por ello “El mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere

descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción:

es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo.” (Paz 36)

Los mexicanos se construyen a través de la soledad, no existe una verdadera

identidad, sino una serie de máscaras y disfraces en las que el mexicano se isla y protege. No

importa el estrato social al que pertenezcan, no importa si son pelados, burgueses o indígenas,

el mexicano desde su sentimiento de pesimismo e inferioridad se encerrará en sí mismo

asilándose con indiferencia de sus pares y el extranjero. Pero ¿estas marcas son exclusivas

del mexicano? “América Latina fue desestructurada por los poderes coloniales para ser

integrada en una posición subordinada dentro de una estructura global de dominación.”

(Larraín 59), todos los latinoamericanos estamos inmersos en un sentimiento de inferioridad,

en el pesimismo, en la desconfianza, legados de nuestros colonizadores que se impusieron

con violencia y traición. Con su obra, Octavio Paz retrata e indaga en el problema de la

identidad mexicana, pero todos los problemas, sentimientos, actitudes y aprehensiones

comprendidas en los nueve ensayos son también compartidas por toda una Latinoamérica

sangrante, que camina en su propio laberinto de la soledad.


Bibliografía

- Larraín, Jorge. «La identidad Latinoamericana: Teoría e historia.» Estudios Públicos


(1994): 31-64.

- Oliva, Elena, Lucía Stecher y Claudia Zapata. «Aimé Césaire desde América Latina:
Diálogos con el poeta de la negritud.» s.f. CECLA Universidad de Chile.
http://cecla.uchile.cl/wp-
content/uploads/2014/07/Aime_Cesaire_desde_America_Latina_libro.pdf.

- Paz, Octavio. El Laberinto de la Soledad. México, D.F. : Cuadernos Americanos, 1950.

- Rossi, Alejandro. «50 años del Laberinto de la Soledad.» Letras Libres (Diciembre 2008):
36-42.

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