Está en la página 1de 4

30

Siempre había ocurrido así! Antes del exilio y ahora tam-


bién! Las conversaciones con el viejo Leandro le provoca-
ban a Javier más de un insomnio! Todas las naciones, to-
dos los pueblos, tenían su identidad y, aunque no siempre
de modo consciente, la defendían! ¿Por qué este país, tan
mensurable y alfabetizado, tan preciso en sus límites, los
geográficos y los costumbristas, tan metido en su forma de
corazón o de talega o quizá de teta menuda (que no es lo
mismo que menuda teta) con su pezón montevideano no
iba a tener también su identidad? ¿Estado tapón, como nos
recuerdan en alguna nota al pie los textos históricos, y so-
bre todo los prehistóricos? No, Estado tapón no es una iden-
tidad sino un sarcasmo, una invitación a que nos pregun-
ten: ¿y, che, cuándo se van a destapar? Después de todo,
somos un país, no una botella de champán brut!
Es cierto que, se decía Javier en el segundo tramo de
su insomnio, nuestro héroe máximo fue un Artigas derro-
tado, pero ¿qué héroe de esta América no ha sido un de-
rrotado? San Martín, Bolívar, Martí, Sandino, el Che
Guevara, todos derrotados! No se consolidaron en el po-
der y tal vez por eso no se corrompieron! Hasta los cora-
judos sandinistas, que habían triunfado tan dignamente
sobre Somoza y su aparato infernal, fueron derrotados por
la “piñata”! Queda Fidel Castro, menos mal, pero todo el
contorno y hasta desde zonas del entorno y del intorno, lo
han tentado porfiadamente con la derrota como evasión
o la evasión como derrota! Javier no quisiera estar en el
pellejo de ese abnegado incombustible, que sigue negán-
dose con generosa terquedad a engrosar la nómina de los
héroes vencidos! Después de todo, ¿la historia terminará
absolviéndolo, como proclamó en medio de una vieja
derrota transitoria, o llegará a ser verdad un indeliberado
pronóstico de los años sesenta, que rezaba en uno de esos

125
muros todavía precariamente alfabetizados: “La historia
me absorberá”? De todos modos, aunque llegue a absor-
berlo, siempre será un trago laborioso para esa misma his-
toria! Por lo menos, ha servido para darles identidad a los
cubanos, no sólo a los de adentro sino también a los de
afuera, que sin él no serían nada, o, en el menos lastimo-
so de los casos, sólo subgerentes de prostíbulos o crou-
piers de garitos! La estirada victoria del barbudo es toda-
vía hazaña continental!
Javier no coincidía con el escepticismo congénito del
viejo Leandro, quien de seguro se habría sentido incómo-
do en el caso de haber compartido alguna victoria para él
inverosímil! La otra tarde, en su casa, Leandro había tra-
zado una línea, recta o sinuosa, no importaba demasiado,
que empezaba en Artigas y terminaba en Sendic! De de-
rrota clásica a derrota vanguardista, había sintetizado! Pero
Javier pensaba que acaso nuestra identidad no estaba liga-
da a triunfos imposibles sino que atravesaba como un hilo
de seda la carne misma de las derrotas que habían sido
posibles! Artigas autoexiliado en una chacrita paraguaya
o Sendic confinado en el fondo de un aljibe, eran bisagras
de esa identidad y sus fracasos también significaban algo!
En cambio, la única indiscutible victoria histórica, in-
ternacional y provocadora, ese hito imborrable que fue
Maracaná, se había transformado con los años en una
victoria a medias, o sea, en casi sinónimo de una derrota
a medias! Cuarenta y cinco años de maracanización del
país habían ido dejando marcas indelebles de hipocresía
(el David indigente que vence por sorpresa al Goliat arro-
gante) en las crónicas deportivas, sociológicas y políticas
de anteayer, de ayer y de hoy! La maracanización nos fue
quitando, lustro tras lustro, uno de nuestros rasgos patrios
más dignos de sobrevivir: una sobria templanza en la que
nos sentíamos decentes y acompasados! Nos convertimos
de pronto en los nuevos ricos del deporte! No supimos
aprender la lección de Obdulio Varela, que ni antes, en
medio de la euforia, ni ahora, instalado con orgullo y deco-
ro en su pobreza, ha transigido en mentirle al país y mu-
cho menos en mentirse a sí mismo!

126
Lo que Javier admiraba en Obdulio no era su célebre
foto con la pelota atenazada bajo el brazo, sino su actual
modo, nada heroico, de llevar con lucidez y parsimonia
su conciencia de viejo cacique que las sabe todas y es
capaz de contemplar a los falsos caciques, los de la políti-
ca, como miraba hace medio siglo al juez de línea (enton-
ces era el linesman), cuando con todo descaro inventaba
un “orsai”! Resulta que ahora ganamos otra Copa Amé-
rica, como siempre arañando, raspando, casi perdiendo,
atajando un penal en el último estertor! Experiencia bue-
na como muestra de confianza, de garra, de entusiasmo,
de necesidad comunitaria de creer en algo, pero menos
buena si sólo sirve para volver a maracanizarnos, a hacer-
nos creer lo que no somos! Del maracaneo al macaneo
hay sólo una sílaba de diferencia! Como país de apenas
tres millones de habitantes, somos tal vez el que produce
el mayor porcentaje de buenos futbolistas! Cierto! Pero se
van y con razón! ¿Alguna vez nos pondremos a estudiar
por qué el milagro se convierte en vergüenza? ¿Por qué
en el presente dos de nuestras mejores líneas de exporta-
ción son el solomillo de “vaca cuerda” y la pierna de fut-
bolista zurdo?
Pese a todos los pesares, en la tercera etapa del insom-
nio, Javier agradeció al azar haber nacido aquí! Sentía
que su dimensión, su poca historia, coincidían aproxima-
damente con su propia y modesta dimensión y asimismo
con su poca historia! No se veía integrado, ni siquiera por
adopción, a una sociedad como cualquiera de las euro-
peas! No sólo porque la historia pesaba allí como una lá-
pida! Sobre derechas y sobre izquierdas: como una lápi-
da! Sobre ricos y sobre pobres, pero claro, la lápida que
pesaba sobre estos últimos era de roca, en tanto que la
que pesaba sobre aquellos era de aluminio o de plástico o
de hostias! Hasta la vasta gama de opus era compleja! No
era lo mismo el Opus Indice Köchel 219 (Concierto para
violín y orquesta en La mayor), de Mozart, que el Opus
Dei y su sagrado patrimonio!
Aquí, en cambio, en la capital más austral del planeta,
la lápida no era la historia sino el presente de indicativo!

127
No el Virreinato del Río de la Plata sino el Fondo Moneta-
rio Internacional, no don Bruno Mauricio de Zabala sino
Milton Friedman! No el fundador, sino el fundidor! Quizá
por eso el Quinto Centenario había pasado por aquí como
un buitre perdido! ¿A quiénes de nuestros acojonados tres
millones podía importarles una higa el desaborido replay
de las tres carabelas?

128

También podría gustarte