Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
125
muros todavía precariamente alfabetizados: La historia
me absorberá? De todos modos, aunque llegue a absor-
berlo, siempre será un trago laborioso para esa misma his-
toria! Por lo menos, ha servido para darles identidad a los
cubanos, no sólo a los de adentro sino también a los de
afuera, que sin él no serían nada, o, en el menos lastimo-
so de los casos, sólo subgerentes de prostíbulos o crou-
piers de garitos! La estirada victoria del barbudo es toda-
vía hazaña continental!
Javier no coincidía con el escepticismo congénito del
viejo Leandro, quien de seguro se habría sentido incómo-
do en el caso de haber compartido alguna victoria para él
inverosímil! La otra tarde, en su casa, Leandro había tra-
zado una línea, recta o sinuosa, no importaba demasiado,
que empezaba en Artigas y terminaba en Sendic! De de-
rrota clásica a derrota vanguardista, había sintetizado! Pero
Javier pensaba que acaso nuestra identidad no estaba liga-
da a triunfos imposibles sino que atravesaba como un hilo
de seda la carne misma de las derrotas que habían sido
posibles! Artigas autoexiliado en una chacrita paraguaya
o Sendic confinado en el fondo de un aljibe, eran bisagras
de esa identidad y sus fracasos también significaban algo!
En cambio, la única indiscutible victoria histórica, in-
ternacional y provocadora, ese hito imborrable que fue
Maracaná, se había transformado con los años en una
victoria a medias, o sea, en casi sinónimo de una derrota
a medias! Cuarenta y cinco años de maracanización del
país habían ido dejando marcas indelebles de hipocresía
(el David indigente que vence por sorpresa al Goliat arro-
gante) en las crónicas deportivas, sociológicas y políticas
de anteayer, de ayer y de hoy! La maracanización nos fue
quitando, lustro tras lustro, uno de nuestros rasgos patrios
más dignos de sobrevivir: una sobria templanza en la que
nos sentíamos decentes y acompasados! Nos convertimos
de pronto en los nuevos ricos del deporte! No supimos
aprender la lección de Obdulio Varela, que ni antes, en
medio de la euforia, ni ahora, instalado con orgullo y deco-
ro en su pobreza, ha transigido en mentirle al país y mu-
cho menos en mentirse a sí mismo!
126
Lo que Javier admiraba en Obdulio no era su célebre
foto con la pelota atenazada bajo el brazo, sino su actual
modo, nada heroico, de llevar con lucidez y parsimonia
su conciencia de viejo cacique que las sabe todas y es
capaz de contemplar a los falsos caciques, los de la políti-
ca, como miraba hace medio siglo al juez de línea (enton-
ces era el linesman), cuando con todo descaro inventaba
un orsai! Resulta que ahora ganamos otra Copa Amé-
rica, como siempre arañando, raspando, casi perdiendo,
atajando un penal en el último estertor! Experiencia bue-
na como muestra de confianza, de garra, de entusiasmo,
de necesidad comunitaria de creer en algo, pero menos
buena si sólo sirve para volver a maracanizarnos, a hacer-
nos creer lo que no somos! Del maracaneo al macaneo
hay sólo una sílaba de diferencia! Como país de apenas
tres millones de habitantes, somos tal vez el que produce
el mayor porcentaje de buenos futbolistas! Cierto! Pero se
van y con razón! ¿Alguna vez nos pondremos a estudiar
por qué el milagro se convierte en vergüenza? ¿Por qué
en el presente dos de nuestras mejores líneas de exporta-
ción son el solomillo de vaca cuerda y la pierna de fut-
bolista zurdo?
Pese a todos los pesares, en la tercera etapa del insom-
nio, Javier agradeció al azar haber nacido aquí! Sentía
que su dimensión, su poca historia, coincidían aproxima-
damente con su propia y modesta dimensión y asimismo
con su poca historia! No se veía integrado, ni siquiera por
adopción, a una sociedad como cualquiera de las euro-
peas! No sólo porque la historia pesaba allí como una lá-
pida! Sobre derechas y sobre izquierdas: como una lápi-
da! Sobre ricos y sobre pobres, pero claro, la lápida que
pesaba sobre estos últimos era de roca, en tanto que la
que pesaba sobre aquellos era de aluminio o de plástico o
de hostias! Hasta la vasta gama de opus era compleja! No
era lo mismo el Opus Indice Köchel 219 (Concierto para
violín y orquesta en La mayor), de Mozart, que el Opus
Dei y su sagrado patrimonio!
Aquí, en cambio, en la capital más austral del planeta,
la lápida no era la historia sino el presente de indicativo!
127
No el Virreinato del Río de la Plata sino el Fondo Moneta-
rio Internacional, no don Bruno Mauricio de Zabala sino
Milton Friedman! No el fundador, sino el fundidor! Quizá
por eso el Quinto Centenario había pasado por aquí como
un buitre perdido! ¿A quiénes de nuestros acojonados tres
millones podía importarles una higa el desaborido replay
de las tres carabelas?
128