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3.

2 TRASTORNOS DE ANSIEDAD
Hay varios tipos principales de trastornos de ansiedad. Cada
uno tiene características particulares.

 Las personas con trastornos de ansiedad generalizados


tienen miedos o preocupaciones recurrentes como, por ejemplo,
la salud o la situación económica, y con frecuencia tienen una
sensación constante de que algo malo está por suceder. La
causa de estos sentimientos intensos de ansiedad puede ser
difícil de identificar. Sin embargo, los temores y preocupaciones
son muy reales e impiden muchas veces que las personas se
concentren en sus tareas diarias.
 El trastorno de pánico implica sentimientos repentinos,
intensos y no provocados de terror y pavor. Por lo general, las
personas que tienen este trastorno desarrollan mucho miedo
respecto a cuándo y cómo se producirá su próximo ataque de
pánico, y en consecuencia a menudo limitan sus actividades.
 Un trastorno relacionado incluye fobias, o miedos
intensos, respecto a determinados objetos o situaciones. Las
fobias específicas pueden incluir situaciones como encontrarse
con determinados animales o volar en avión, mientras que las
fobias sociales incluyen miedo con relación a entornos sociales
o lugares públicos.
 El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por
sentimientos o pensamientos persistentes, incontrolables y no
deseados (obsesiones) y rutinas o rituales que realizan las
personas para tratar de evitar o para liberarse de estos
pensamientos (compulsiones). Ejemplos de compulsiones
comunes incluyen lavarse las manos o limpiar la casa en exceso
por temor a los gérmenes, o verificar algo una y otra vez para
detectar errores.
 Algunas personas que tienen graves traumas físicos o
emocionales, como por ejemplo, los producidos por un desastre
natural o un accidente o delito grave pueden experimentar un
trastorno de estrés postraumático. Los pensamientos,
sentimientos y patrones de conducta se ven seriamente
afectados por recuerdos de estos sucesos, a veces durante
meses o incluso años después de la experiencia traumática.
Los síntomas como el temor extremo, falta de aire, taquicardia,
insomnio, nauseas, temblores y mareos son comunes en estos
trastornos de ansiedad. Aunque pueden producirse en cualquier
momento, los trastornos de ansiedad surgen con frecuencia en
la adolescencia o en el inicio de la adultez. Hay algunas
evidencias de que los trastornos de ansiedad son hereditarios.
Aparentemente, los genes, así como las primeras experiencias
de aprendizaje en las familias, hacen que algunas personas
sean más propensas que otras a padecer estos trastornos.

3.2.1 Crisis de angustia


Una crisis de angustia es un breve período de angustia, ansiedad o miedo extremos
que comienza repentinamente y se acompaña de síntomas físicos y/o emocionales.
Un trastorno de angustia consiste en la sucesión de crisis de angustia repetidas, la
preocupación por posibles crisis futuras, y cambios en el comportamiento para evitar
las situaciones que se asocien con una crisis.
Las crisis de angustia pueden causar síntomas como dolor torácico, sensación de
dificultad respiratoria y asfixia, mareos y náuseas.
Los médicos basan el diagnóstico en la descripción que la persona hace de las crisis y
del temor a sufrir otras crisis en el futuro.
El tratamiento puede consistir en antidepresivos, ansiolíticos, terapia de exposición y
terapia cognitivo-conductual.
Las crisis de angustia pueden presentarse en cualquier tipo de trastorno de ansiedad,
generalmente en respuesta a una situación específica relacionada con las principales
características del trastorno. Por ejemplo, una persona con fobia a las serpientes
puede experimentar una crisis de angustia ante la visión de este animal. Este tipo de
crisis reciben el nombre de crisis esperadas. Sin embargo, estas crisis de angustia
situacionales son distintas de las espontáneas, inesperadas, que se producen a
menudo en un trastorno de angustia. Estas crisis se producen sin ninguna causa
aparente.
Las crisis de angustia son frecuentes, con una prevalencia anual del 11% en adultos.
En general, las personas se recuperan de las crisis de angustia sin tratamiento, pero
algunas terminan desarrollando trastorno de angustia.
La prevalencia anual del trastorno de angustia es del 2 al 3% de la población. Las
mujeres tienen un riesgo de padecer trastorno de angustia unas 2 veces más alto que
los varones. El trastorno de angustia comienza habitualmente al final de la
adolescencia o en la edad adulta temprana (Trastorno de angustia en niños y
adolescentes).
Síntomas

Una crisis de angustia comporta la aparición súbita de miedo o incomodidad intensos


además de al menos cuatro de los siguientes síntomas físicos y psíquicos:

 Dolor o molestias torácicos

 Sensación de asfixia

 Mareo, inestabilidad o desmayos

 Miedo a morir

 Miedo a volverse loco o a perder el control

 Sentimientos de irrealidad o de extrañamiento en relación con el propio entorno

 Sofocos o escalofríos

 Náuseas, dolor de estómago o diarrea

 Entumecimiento o parestesias

 Palpitaciones o aceleración de la frecuencia cardíaca

 Sensación de ahogo o de falta de aire

 Sudoración

 Temblores o agitación

¿ Sabías que...?
 Aunque las crisis de angustia producen síntomas que afectan al
corazón y a otros órganos vitales, no son peligrosas.
Diagnóstico

 Evaluación de un médico, en base a criterios específicos

 Los trastornos orgánicos graves suelen causar algunos de los mismos


síntomas físicos y psíquicos que las crisis de angustia, por tanto, el equipo
médico se asegura en primer lugar de que la persona afectada no padezca un
trastorno orgánico.

 El diagnóstico de trastorno de angustia requiere la existencia de crisis de


angustia recurrentes e inesperadas y sin motivo aparente, unidas a la
presencia durante un periodo mínimo de 1 mes de al menos una de las
situaciones siguientes:

 Preocupación persistente por si se presentan nuevas crisis de angustia o por


las consecuencias de las crisis (por ejemplo, temor de perder el control o
volverse loco).

 Cambios en el comportamiento debido a las crisis de angustia (por ejemplo,


evitar situaciones que pueden causar una crisis).

 Cuando el equipo médico se asegura de que los síntomas tienen su origen en


un trastorno de angustia, intenta evitar hacer pruebas exhaustivas cuando se
producen crisis de angustia en el futuro, a menos que los síntomas de la
persona afectada o los resultados de la exploración física sugieran la presencia
de un nuevo problema.

Tratamiento

 Antidepresivos y/o ansiolíticos

 Psicoterapia, incluyendo terapia de exposición

Algunas personas se recuperan sin tratamiento. En otras, el curso es fluctuante, con


periodos en los que aumenta la frecuencia de las crisis y otros en los que disminuye.

Algunas personas solamente necesitan que se las anime a volver y a permanecer un


tiempo en los lugares donde han sufrido una crisis de angustia.

Sin embargo, cuando las personas afectadas han presentado crisis frecuentes y han
cambiado su comportamiento para evitar posibles crisis futuras, suele ser necesario el
tratamiento con fármacos y psicoterapia. Las personas que padecen trastorno de
angustia son más receptivas al tratamiento si comprenden que su trastorno implica la
existencia de factores tanto físicos como psicológicos y que, por lo general, el
tratamiento permite controlar los síntomas.
Fármacos

Los fármacos empleados en el tratamiento del trastorno de angustia incluyen:

 Antidepresivos

 Ansiolíticos, como las benzodiazepinas

Son eficaces la mayoría de los antidepresivos: tricíclicos, inhibidores de la


monoaminooxidasa (IMAO), inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina
(ISRS), moduladores de la serotonina, e inhibidores de la recaptación de serotonina y
noradrenalina (IRSNA) (ver Fármacos utilizados para tratar la depresión).

Las benzodiazepinas actúan más rápido que los antidepresivos, pero pueden causar
fármacodependencia (ver Fármacos ansiolíticos y sedantes) y causan más
frecuentemente somnolencia, deterioro de la coordinación, problemas de memoria y
aumento del tiempo de reacción.

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o los inhibidores de


la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSNA) son los fármacos de elección, ya
que son tan eficaces como los otros fármacos pero generalmente producen menos
efectos secundarios. Por ejemplo, es menos frecuente que causen somnolencia y no
crean fármacodependencia, aunque si se interrumpe su administración de forma
brusca, la mayoría de ISRS e IRSNA pueden provocar la aparición de molestos
síntomas de abstinencia, que pueden prolongarse durante una semana o más.

Es frecuente que el tratamiento se inicie administrando una benzodiazepina y un


antidepresivo de manera conjunta. Cuando el fármaco antidepresivo comienza a
ejercer su efecto, se disminuye la dosis de benzodiazepina de manera gradual hasta la
suspensión completa. Sin embargo, para algunas personas, una benzodiazepina es el
único tratamiento eficaz a largo plazo.

Cuando un fármaco es eficaz, evita o reduce en gran medida el número de crisis de


angustia. También puede ayudar a que la persona afectada se preocupe menos
acerca de posibles futuras crisis y deje de evitar las situaciones que le pueden
provocar las crisis. A veces es necesario mantener el tratamiento durante un tiempo
prolongado, ya que es frecuente que este tipo de crisis reaparezcan una vez se
suspende la medicación.

Psicoterapia

Existen diferentes formas eficaces de psicoterapia.

La terapia de exposición (un tipo de psicoterapia) a menudo ayuda a disminuir el


miedo. La terapia de exposición consiste en exponer a la persona afectada poco a
poco y en varias ocasiones (en su imaginación o, a veces, en la realidad) a la situación
que desencadena una crisis de angustia. La terapia de exposición se repite hasta que
la persona logra sentirse cómoda en la situación que antes le provocaba ansiedad.
Además, las personas que tienen miedo a sufrir un desmayo en el transcurso de una
crisis de angustia pueden practicar un ejercicio consistente en girar sentados en una
silla o respirar rápidamente (hiperventilar) hasta que sientan que van a desmayarse.
Este ejercicio les demuestra que en realidad no se desmayarán durante una crisis de
angustia. La práctica de una respiración lenta y poco profunda (control respiratorio) es
útil para muchas personas que tienden a hiperventilar.

¿QUÉ ES LA TERAPIA DE EXPOSICIÓN?

En la terapia de exposición, se expone repetidamente a la persona a la


situación o al objeto temidos, ya sea de manera real o imaginaria. Al hacerlo, la
persona experimenta ansiedad una y otra vez, hasta que finalmente el estímulo
temido pierde su efecto. Este proceso se denomina habituación.

Normalmente, los médicos empiezan con el nivel más bajo de exposición que
la persona puede tolerar con facilidad. Por ejemplo, se le puede pedir que mire
el objeto temido desde una cierta distancia o tal vez sólo una imagen del
objeto. A continuación, los médicos dan instrucciones a la persona para que se
tranquilice pensando que es improbable que el objeto distante pueda causarle
ningún daño. Si su frecuencia cardíaca se dispara o le falta el aire, se le pide
que reaccione con respiraciones lentas y profundas, o bien que practique otros
ejercicios de relajación (como imaginarse mentalmente una escena
tranquilizadora).

Cuando la persona se siente cómoda en un nivel de exposición, se la expone


gradualmente a un contacto más cercano con la situación u objeto, pero solo
hasta el punto en que los síntomas empiecen a resultar desagradables. Luego,
se le pide de nuevo que se tranquilice pensando en que es muy improbable
que sufra ningún daño y que repita los ejercicios de relajación. De este modo,
se expone a la persona a un contacto cada vez más cercano con la situación u
objeto, hasta que consigue tolerar una interacción normal con ellos.

A veces solo son necesarias unas pocas sesiones de exposición.

La exposición graduada y la técnica de inmersión son dos variantes de la


terapia de exposición.

La técnica de inmersión consiste en la exposición al estímulo causante de


ansiedad durante 1 o 2 horas.

En la exposición graduada, la persona afectada tiene un mayor grado de


control sobre la duración y frecuencia de las exposiciones.

¿Por qué es importante buscar tratamiento para estos


trastornos?

Si no se tratan, los trastornos de ansiedad pueden tener


consecuencias graves. Por ejemplo, algunas personas que
tienen ataques de pánico recurrentes evitan a toda costa
ponerse en situaciones que temen podrían desencadenar un
ataque. Esta conducta evasiva puede crear problemas si está en
conflicto con requisitos del trabajo, obligaciones familiares u
otras actividades básicas de la vida diaria.

Muchas personas que tienen trastornos de ansiedad no tratados


son propensas a otros trastornos psicológicos, como depresión,
y tienen una mayor tendencia al abuso de alcohol y otras
drogas. Sus relaciones con familiares, amigos y compañeros de
trabajo pueden volverse muy tirantes y su desempeño laboral
puede decaer.

3.2.3 TRASTORNO DE AGORAFOBIA

La agorafobia es la aparición de ansiedad debida a la posibilidad de quedar


atrapado en situaciones o lugares donde puede resultar difícil escapar si
aparece una crisis de angustia. Estas situaciones o lugares a menudo se evitan
o bien se toleran con mucha angustia.

La agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad. Alrededor del 30 al 50% de


las personas con agorafobia presentan también un trastorno de angustia.
Alrededor del 2% de las mujeres y el 1% de los hombres presentan agorafobia
sin trastorno de angustia durante algún período de 12 meses. La mayoría de
las personas afectadas desarrollan la agorafobia alrededor de los 20 años de
edad. Es muy poco frecuente que aparezca después de los 40 años.

Aunque agorafobia significa literalmente «miedo a la plaza pública», el término


describe más específicamente el miedo a quedar atrapado, a menudo en un
lugar lleno de gente, sin que exista una vía fácil y no embarazosa de escapar si
la ansiedad se agrava.

Entre las situaciones que resultan difíciles para una persona con agorafobia se
encuentran las siguientes:

 Viajar en autobús o en avión


 Permanecer en un espacio abierto, como un estacionamiento o un
mercado
 Permanecer en un espacio cerrado, como una tienda o un teatro
 Permanecer entre una multitud o hacer cola en un banco o en un
supermercado
 Ocupar una butaca en la mitad de una fila de un teatro o de un aula
 Estar solo fuera de casa

Algunas personas desarrollan agorafobia después de haber sufrido una crisis


de angustia en alguna de estas situaciones. Otras personas pueden sentirse
simplemente incómodas en estas situaciones y no sufrir nunca, o solo
posteriormente, crisis de angustia en esas circunstancias. La agorafobia a
menudo afecta a la vida diaria, en ocasiones de forma tan intensa que hace
que la persona se recluya en casa.

Diagnóstico

Evaluación de un médico, en base a criterios específicos

Los médicos diagnostican agorafobia cuando la persona afectada presenta


miedo o ansiedad con todas las características siguientes:

Se trata de miedo o ansiedad de un grado intenso y ha estado presente


durante 6 meses o más

Se produce en dos o más situaciones típicamente asociadas con agorafobia

Casi siempre aparece en la misma situación

Incluye pensamientos relativos a la dificultad de escapar de la situación o a la


imposibilidad de recibir ayuda si la persona quedara incapacitada por el miedo
o una crisis de angustia.

La persona afectada siente la necesidad de alterar su comportamiento para


evitar la situación o bien de pedir la compañía de alguien para enfrentarse a la
situación problemática.

Se trata de miedo o ansiedad desproporcionados respecto al peligro real

Provocan un malestar significativo a la persona afectada o perjudican


notablemente su funcionamiento

Además, los médicos deben descartar otros trastornos mentales que pueden
causar síntomas similares, tales como fobia social o trastorno dismórfico
corporal.

Tratamiento

 Terapia de exposición

 Terapia cognitivo-conductual

En ocasiones, antidepresivos, los denominados inhibidores selectivos de la


recaptación de serotonina

Si la agorafobia no se trata, generalmente sigue un curso fluctuante, con


altibajos; incluso puede desaparecer sin un tratamiento específico,
posiblemente debido a que la persona ha desarrollado su propio método de
terapia de exposición, es decir se ha expuesto repetidamente a la situación que
le generaba miedo hasta conseguir su desaparición.

La terapia de exposición (ver ¿Qué es la terapia de exposición?) resulta útil en


más del 90% de las personas que la realizan del modo adecuado.

También puede ser útil la terapia cognitivo-conductual. Gracias a esta terapia,


las personas afectadas aprenden a reconocer y controlar los pensamientos
distorsionados y a modificar su conducta de la manera conveniente. Las
sustancias depresoras del sistema nervioso central (encéfalo y médula
espinal), como el alcohol o dosis elevadas de fármacos ansiolíticos, pueden
interferir en la evolución de la terapia conductual, por lo que a menudo se ha de
reducir su consumo o administración antes del tratamiento.

En las personas con agorafobia puede resultar beneficioso administrar un


inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS), un tipo de
antidepresivo.

3.2.1 Trastorno de Fobia Social


La fobia social se caracteriza por miedo y ansiedad ante la posibilidad de exponerse a
determinadas situaciones sociales o actuaciones en público. La persona afectada a
menudo evita estas situaciones, o bien las vive con mucha angustia.

El ser humano es un animal social, y su capacidad para relacionarse sin problemas en


diferentes situaciones sociales influye en aspectos importantes de su vida como la
familia, la educación, el trabajo, el ocio y las relaciones sociales y de pareja.

La fobia social es un tipo de trastorno de ansiedad. Aunque es normal sentir cierta


ansiedad en las situaciones sociales, las personas que tienen fobia social
experimentan ansiedad en tal grado que tratan de evitar dichas situaciones o las
enfrentan con gran malestar. Aproximadamente el 13% de las personas presentan
fobia social en algún momento de su vida. El trastorno afecta con una prevalencia
anual cercana al 9% de las mujeres y al 7% de los varones. Estos últimos presentan
más riesgo que las mujeres de padecer la forma más grave de ansiedad social, el
trastorno de la personalidad por evitación.

Algunas personas son tímidas por naturaleza y ya en la edad temprana manifiestan


esta característica que más adelante se convierte en una fobia social. Otras personas
experimentan por primera vez ansiedad ante situaciones sociales cerca de la pubertad
(ver Trastorno de ansiedad social en niños y adolescentes).

Las personas con fobia social experimentan preocupación por la posibilidad de que
sus comportamientos o actuaciones en público puedan ser considerados inapropiados.
A menudo les preocupa que su ansiedad resulte evidente (que lleguen a sudar,
ruborizarse, vomitar, temblar o se les quiebre la voz). También les preocupa poder
perder el hilo de su pensamiento o no ser capaces de encontrar las palabras
adecuadas para expresarse.

Algunas fobias sociales están ligadas a situaciones públicas específicas, por lo que la
ansiedad aparece únicamente cuando la persona debe realizar un tipo concreto de
actividad en público. La misma actividad desarrollada de forma solitaria no provoca
ansiedad. Entre las situaciones que habitualmente desencadenan ansiedad se
incluyen:

 Hablar en público

 Realizar una actividad en público, como leer un texto en la iglesia o tocar un


instrumento musical

 Comer en público

 Conocer nuevas personas

 Mantener una conversación

 Firmar un documento ante testigos

 Usar un lavabo o baño públicos

Una variedad más general de fobia social se caracteriza por la aparición de ansiedad
en numerosas situaciones sociales.
En ambos tipos de fobia social, la ansiedad de la persona proviene del temor a que, si
su actuación no está a la altura de las expectativas, esto le provoque vergüenza,
humillación, o rechazo por parte de otras personas, o incluso que pueda ofender a
alguien.
Las personas afectadas pueden ser conscientes o no de que sus miedos son
irracionales y excesivos.

Diagnóstico
 Evaluación de un médico, en base a criterios específicos

Los médicos llegan al diagnóstico de fobia social cuando la persona afectada presenta
miedo o ansiedad y se cumplen todos los factores siguientes:

 Se trata de miedo o ansiedad de un grado intenso y ha estado presente


durante 6 meses o más

 Se refiere a una o más situaciones sociales


 Casi siempre se presenta ante la misma situación o situaciones

 Implica miedo a una evaluación negativa por parte de otras personas

 Determina que la persona afectada altere su comportamiento para evitar la


situación

 Se trata de miedo o ansiedad desproporcionados respecto al peligro real

 Provocan un malestar significativo a la persona afectada o perjudican


notablemente su funcionamiento
Además, los médicos deben descartar otros trastornos mentales que pueden causar
síntomas similares, tales como agorafobia, trastorno de angustia, o trastorno
dismórfico corporal.

Tratamiento
 Terapia de exposición

 Terapia cognitivo-conductual

 Antidepresivos, por lo general inhibidores selectivos de la recaptación de


serotonina
La fobia social tiende a persistir si no se trata, provocando conductas de evitación de
actividades que, de no padecer dicho trastorno, la persona desearía realizar.
La terapia de exposición (ver ¿Qué es la terapia de exposición?) es efectiva. No
obstante, puede ser difícil conseguir que la exposición dure lo suficiente para permitir
que el paciente se habitúe y llegue a estar cómodo en esa situación. Por ejemplo, en
el caso de una persona que tiene miedo a hablar delante de su jefe, es probable que
sea difícil organizar una serie de sesiones con la presencia de este. Pueden ser de
utilidad las situaciones sustitutivas que se realizan, por ejemplo, dentro de ciertas
asociaciones de personas que presentan ansiedad fóbica a hablar ante una audiencia,
o efectuar una lectura pública en una residencia geriátrica.
También puede ser útil la terapia cognitivo-conductual. Con esta terapia, las personas
afectadas aprenden a hacer lo siguiente:

 Reconocer cuándo su forma de pensar está distorsionada

 Controlar el pensamiento distorsionado

 Modificar su comportamiento en consecuencia


A menudo es eficaz la administración de antidepresivos, como los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y de benzodiazepinas (ansiolíticos).
Suele preferirse el uso de ISRS, ya que, a diferencia de las benzodiazepinas, es
improbable que interfieran con la terapia cognitivo-conductual. Las benzodiazepinas
afectan el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) y pueden causar
somnolencia y problemas de memoria.
Los betabloqueantes pueden utilizarse para reducir la frecuencia cardíaca, la
sudoración y el temblor experimentados en las situaciones públicas que generan
ansiedad, pero estos fármacos no la reducen.
3.2.5 TRASTORNO DE FOBIA ESPECÍFICA

Las fobias específicas comportan una ansiedad persistente, irreal e intensa en


relación con el miedo que provocan determinadas situaciones, circunstancias u objetos
concretos.

 La ansiedad causada por una fobia altera la vida cotidiana de las personas
afectadas, porque les lleva a evitar determinadas actividades y situaciones.

 El diagnóstico suele ser evidente al basarse en los síntomas.

 Por lo general, el tratamiento consiste en una terapia de exposición.

Las fobias específicas constituyen los trastornos de ansiedad más frecuentes. Las
personas que padecen una fobia específica evitan las situaciones u objetos concretos
que les provocan miedo y ansiedad, o bien los soportan con gran angustia, llegando
incluso a veces a sufrir una crisis de angustia a consecuencia de ello. Sin embargo,
reconocen que su ansiedad es excesiva y por ello son conscientes de que tienen un
problema.
Las fobias específicas más comunes son el miedo a los animales (zoofobia), el miedo
a las alturas (acrofobia) y el miedo a las tormentas (astrafobia o brontofobia).
La prevalencia anual se sitúa alrededor del 13% de las mujeres y del 4% de los
varones.
Algunas fobias específicas causan pocos inconvenientes a la persona que las padece;
por ejemplo, un habitante de una zona urbana que padezca miedo a las serpientes no
tendrá probablemente ningún problema para evitarlas. No obstante, otras fobias
específicas pueden interferir en gran manera con las actividades normales de la
persona afectada; así, por ejemplo, un habitante de una zona urbana que sienta temor
ante los espacios pequeños y cerrados, como los ascensores, tendrá que afrontar esta
situación con mayor frecuencia y puede intentar evitarla.
Al menos el 5% de la población presenta como mínimo un cierto grado de aprensión
ante la visión de sangre o heridas o ante el hecho de recibir inyecciones. Estas
personas pueden llegar a desmayarse debido a una disminución de la frecuencia
cardíaca y de la presión arterial, fenómeno que no acontece en otros trastornos
fóbicos o de ansiedad. Muchas personas con otras fobias y trastornos de ansiedad
hiperventilan; en estos casos, la hiperventilación puede producir la sensación
inminente de desmayo, pero rara vez se produce realmente.

ALGUNAS FOBIAS FRECUENTES


Fobia Definición

Fobia Definición

Acrofobia Miedo a las alturas


Fobia Definición

Fobia Definición

Amatofobia Miedo al polvo


Astrafobia Miedo al trueno y al relámpago
Aviofobia (aerofobia) Miedo a volar
Belonefobia Miedo a las agujas, los pinchazos u otros objetos corta
Brontofobia Miedo al trueno
Claustrofobia Miedo a los espacios cerrados
Eurotofobia Miedo a los genitales femeninos
Gefirofobia Miedo a cruzar puentes
Hidrofobia Miedo al agua
Odontofobia Miedo a los dentistas
Fartofobia Miedo a eliminar gases en un espacio público
Fasmofobia Miedo a los fantasmas
Fobofobia Miedo a tener miedos o a desarrollar una fobia
Espargarofobia Miedo a los espárragos
Triscaidecafobia Temor a todo lo asociado con el número trece
Tripanofobia Miedo a las inyecciones
Zoofobia Miedo a los animales (habitualmente arañas, serpient

Diagnóstico
 Evaluación de un médico, en base a criterios específicos.

Los médicos diagnostican una fobia específica cuando la persona presenta miedo o
ansiedad con todas las características siguientes:

 Se trata de miedo o ansiedad de un grado intenso y ha estado presente


durante 6 meses o más
 Se refiere a una situación u objeto específicos
 Se produce inmediatamente cuando la persona se enfrenta a la situación u
objeto
 Determina que la persona altere su comportamiento para evitar la situación o el
objeto
 Se trata de miedo o ansiedad desproporcionados respecto al peligro real
 Provocan un malestar significativo a la persona afectada o perjudican
notablemente su funcionamiento
Además, los médicos deben descartar otros trastornos mentales que pueden causar
síntomas similares, tales como la agorafobia, la ansiedad social, o un trastorno de
estrés.

Tratamiento

 Terapia de exposición

Algunas personas no necesitan un tratamiento porque la situación o el objeto que


temen les resulta fácil de evitar. Un ejemplo de ello pueden ser los murciélagos y las
cuevas. No obstante, si las situaciones u objetos resultan habituales (por ejemplo las
tormentas eléctricas) suele ser necesario el tratamiento.

La terapia de exposición, un tipo de psicoterapia, es el tratamiento de elección (ver


¿Qué es la terapia de exposición?). La terapia de exposición consiste en exponer a la
persona afectada poco a poco y en varias ocasiones (en su imaginación o a veces en
la realidad) a la situación que desencadena el miedo. La terapia de exposición se
repite hasta que la persona logra sentirse cómoda en la situación que antes le
provocaba ansiedad. La intervención del terapeuta puede asegurar que la terapia se
realice del modo adecuado, aunque la persona afectada también puede llevarla a cabo
sin su ayuda.

La terapia de exposición ayuda a más del 90% de las personas que la siguen de forma
correcta, y suele ser el único tratamiento necesario para las fobias específicas. Incluso
las personas que tienen fobia a la sangre o a las agujas responden bien a la terapia de
exposición. Por ejemplo, a una persona que se desmaya durante las extracciones de
sangre se le puede acercar gradualmente la aguja a la vena y alejarla de nuevo
cuando la frecuencia cardíaca comienza a disminuir. La repetición de este proceso
hace que la frecuencia cardíaca se vaya normalizando de manera progresiva.
Finalmente, la persona es capaz de someterse a una extracción de sangre sin sufrir
episodios de desmayo.

La terapia farmacológica no resulta muy eficaz para la superación de las fobias


específicas. Sin embargo, las benzodiazepinas (ansiolíticos) pueden ayudar a
controlar una fobia durante un corto período de tiempo; esto sería útil por ejemplo para
las personas que tienen fobia a volar cuando se les dice con mucha antelación que
deben viajar en avión.

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