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Echemos la vista atrás y veamos unas

imágenes de nuestra ciudad hace muchos


años, cuando nuestros abuelos y
bisabuelos hacían de las suyas.
En 1880, la Lonja,
edificio construido por
José Aixa, presentaba las
claras señales del paso del
tiempo. Trece años más
tarde el ayuntamiento
acometió la restauración
del monumental edificio
gótico civil. A sus pies se
instalaba el mercado con
sus tenderetes de lona.
La plaza de la Reina era el
centro comercial de la vida
valenciana de finales del siglo
XIX. Su fisonomía cambió
con el paso del tiempo. Los
edificios que ocupaban el
centro de la actual plaza
fueron derribados. Sus
comercios, como el café que
muestra la fotografía,
desaparecieron. De esta
imagen sólo queda en pie la
torre de Santa Catalina y la
casa de Sánchez de León.
La plaza de Cajeros,
situada a la altura del
pasaje Ripalda, era uno de
los centros comerciales de
la vida valenciana del
ochocientos. Llena de
vida social, en sus
restaurantes se podía
comer desde primeras
horas de la mañana hasta
bien entrada la noche.
Con la construcción del mercado central desapareció el mercadillo
ambulante que hasta ese momento ocupaba la plaza del Mercado.
El actual instituto Luís Vives visto desde la plaza de toros, cuando
aún no existía el edificio de El Fénix ni la popular Casa del Chavo.
La misma vista unos años después
La plaza de San Agustín a comienzos del siglo XX. El tranvía
tirado por caballos marchaba hacia el cementerio, mientras que
el tranvía eléctrico lo hacía a Catarroja.
Calle Pintor Sorolla. La botica de la esquina actualmente es el Banco de Valencia.
La plaza de San Francisco (actual plaza del Ayuntamiento)
con el inicio de la Baixà de Sant Francesc, con los jardines
recién trazados antes de la reforma de 1905 y el antiguo
palacio de Jura Real.
Con la electrificación de los tranvías, las calles de Valencia
se llenaron de catenarias, como en esta vista de la calle
Guillén de Castro, con las torres de Quart al fondo.
Fabricación de ninots primitivos de madera
y paja en el taller de Manolo Vidal.
El puente del Mar era la salida natural de la ciudad hacia el puerto
de Valencia. Unos años más tarde, en 1933, fue convertido en
puente peatonal, dotándolo de unas escaleras de acceso.
El antiguo mercado de
Ruzafa se levantaba a los
pies de la esbelta torre de
la iglesia de San Valero.
Calle Colón. ¿Y el Corte Inglés?
En 1904, el Ateneo
Mercantil instaló
en la plaza de la
Reina una enorme
pareja de
huertanos, dentro
de los actos de la
Feria de Julio, que
pronto fue
bautizada como
Nelet y Quiqueta.
La calle Xátiva al término de una corrida de toros. ¿Y el tráfico?
En el año 1925, la plaza de Emilio Castelar iba adquiriendo poco a poco
su configuración actual. Aún desaparecerán los quioscos de flores y la
torre metálica del edificio de Correos (hace poco repuesta).
La plaza de Emilio Castelar antes de la reforma.
Llama la atención el ayuntamiento sin balcón.
En primer plano la plaza Redonda, la torre de Santa Catalina y
la iglesia de San Martín. ¿Y la plaza de la Reina?
Ahora un poco de fútbol … ¡vaya pintas!
Gaspar Rubio,
jugador del
Valencia C. F.,
Mariano Ibáñez, fichado del
portero del Real Madrid
Valencia C. F. en 1934
en 1920

José Marín, Miguel Garrobé,


fundador y jugador del
jugador del Valencia C. F.
Valencia C. F. en 1924
en 1919
Entre 1930 y 1933, las huelgas y las algaradas callejeras aumentaron considerablemente.
Los guardias de seguridad cachean a unos supuestos huelguistas, que no parecen muy
preocupados por la actuación de la fuerza pública. Y menos preocupado se encuentra el
vendedor de frutos secos, que cierra cuidadosamente una “mesureta de cacau”.
Imagen de la calle de las Barcas en los tiempos de la posguerra,
con un enorme escudo que colgaba de parte a parte de la misma.
Ahora vemos esto y parece ciencia ficción.

Espero que te haya gustado. Que tengas


un buen día, juananmar

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