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ANA RAMOS
Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad
Alteridades, vol. 21, núm. 42, julio-diciembre, 2011, pp. 131-148,
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
México

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Alteridades,
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México

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ALTERIDADES, 2011
21 (42): Págs. 131-148

Perspectivas antropológicas sobre la memoria


en contextos de diversidad y desigualdad*
ANA RAMOS**

Abstract Resumen
Anthropological perspectives on memory in the contexts Los estudios antropológicos sobre la memoria en con-
of diversity and inequality.
The anthropological studies textos de diversidad cultural y desigualdad social se
on memory in contexts of cultural diversity and social distribuyen en distintos campos de debate: la memoria
inequality are distributed in diverse fields of debate: como tradición heredada, la memoria como fuente de
memory as an inherited tradition, memory as a his- la historia y la memoria como uso estratégico del pa-
torical source and memory as a strategic use of the sado. La propuesta de este trabajo es actualizar el es-
past. This work proposes to update the state-of-the art tado del arte en estas diferentes perspectivas, con el
from these different perspectives, aiming to rethink the fin de repensar las limitaciones, los alcances y las ten-
limits, achievements and constitutive tensions in our siones constitutivas en nuestro entendimiento sobre los
understanding on the remembering and forgetting pro- procesos de recordar y olvidar.
cesses. Palabras clave: ontologías, verdad, relación pasado-
Key words: ontologies, truth, relation past-present, presente, políticas de la memoria, memorias subalternas
politics of memory, subordinate memories

Introducción

[S]in memoria, el mundo cesaría de existir de manera significativa. Los grupos no podrían
distinguirse ellos mismos ni de otros, no sabrían si o cómo negociar, luchar o cooperar con los
otros. Realizamos hasta las tareas cotidianas más simples basándonos en las memorias para
dar significado a nuestras vidas.

Climo y Cattel

S olemos explicar la memoria desde nuestra permanente e irreversible “inmersión” en ella (Casey, 2000) e
identificar su poder constitutivo y sus efectos performativos sobre todas nuestras prácticas sociales. Sin
embargo, todavía nos queda la tarea de explicar cuáles son específicamente aquellas prácticas a las que lla-
mamos “memoria”. Incluso cuando los autores que trabajan sobre memoria reconocen la importancia social
de esta “inmersión”, muchos han señalado también que esta premisa básica resulta insuficiente para dar

* Artículo recibido el 22/10/10 y aceptado el 02/05/11.


** Profesora de la Universidad Nacional de Río Negro (Argentina). Maqui 444, Pinar de Festa, 8400 Bariloche, Pcia. de Río
Negro, Argentina <aramosam@gmail.com>.
Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

cuenta de un campo de estudio en el que los conceptos los siguientes apartados, la complejidad de los nexos
son todavía imprecisos y en el que falta un desarrollo entre pasado y presente siguen siendo un referente
teórico común entre las disciplinas que lo abordan insoslayable en los estudios recientes sobre memoria.
(Olick y Robbins, 1998: 106). Frente a este contexto, La antropología siempre ha estado entramada con
y en la antesala de un debate que promete ser ilumi- prácticas de recuerdo, con los usos y resignificacio-
nador, este artículo se propone reconstruir las apro­ nes de los conocimientos heredados. En este sentido,
ximaciones y discusiones que, sobre el tema de la podríamos actualizar las largas discusiones sobre la
memoria, han sido centrales en los trabajos etnográ- noción de cultura para dar cuenta de un estado del
ficos en contextos de diversidad y desigualdad. arte sobre la memoria desde una perspectiva antro-
Con el fin de encuadrar estas distintas corrientes pológica, pero uno de los principales objetivos de este
y las preocupaciones que motivaron cada una de ellas, artículo es hacer un recuento de los trabajos cuyo
comenzamos el trabajo con una definición de memo- aporte fue precisamente ir circunscribiendo el tema
ria provisoria que, siendo aún prudentemente amplia, de la memoria a ciertas prácticas específicas de la
nos permita acotar tanto el campo de las prácticas cultura. Por lo tanto, propongo aquí una selección de
como el de las discusiones teóricas. Como punto de trabajos cuyos análisis han ayudado a distinguir ni-
partida, entendemos la memoria como la práctica so­ veles, tensiones y relaciones en las prácticas sociales
cial de “traer el pasado al presente”. de “traer el pasado al presente”.
Esta noción, acuñada por la filosofía y sostenida Con este fin, identificamos en los estudios sociales
luego por la literatura y el psicoanálisis, es común tres diferentes aproximaciones a la memoria: la me-
también a nuestra concepción cotidiana de “recuerdo”. moria como marco de interpretación, la memoria como
Tempranamente la memoria fue definida como el po- fuente documental y los usos sociales del pasado.
der de la mente de revivir percepciones con la infor- Estas aproximaciones no sólo han producido teoría
mación adicional del momento en que éstas ocurrieron sobre la relación pasado-presente, sino que también,
en el pasado. Para ese entonces, las figuras de alma- en sus interrelaciones, hacen posible la empresa de
cenamiento (“almacén de las ideas”) y actualización un campo de interlocución común.
(hacer de nuevo actual o traer a la conciencia) ya eran
claves en la tarea de ir dando forma al concepto de
memoria.1 La tradición: la memoria
Las premisas esencialistas que subyacen en la fi- como marco de interpretación heredado
gura de almacenamiento comenzaron a ser advertidas
muy pronto por Henri Bergson (1912), para quien la Recordar en grupo
memoria vital –constitutiva de nuestro ser– es aque-
lla que revive (trae al presente) un acontecimiento pero La memoria como estructurante de la comunicación
en su originalidad única. En la articulación entre pa- y el pensamiento de los grupos humanos fue el tema
sado y presente, el presente es el que comienza, con principal de las obras pioneras de Maurice Halbwachs.
Bergson, a ser central en los estudios de memoria. Es La primera de ellas trata sobre los marcos sociales
inútil para este autor ir en búsqueda del tiempo per- de la memoria (publicada en 1925) y la segunda profun­
dido (citando la obra de Proust) porque es imposible diza sobre ellos en la definición de una memoria co-
la reversibilidad del tiempo. lectiva (publicada póstumamente en 1950). Este autor
En estos trabajos fundacionales emerge la discusión parte de afirmar que el recuerdo evocado es siempre
que hasta hoy sigue atravesando los estudios de me- construido desde el fundamento común de un grupo.
moria: por un lado están los enfoques que subrayan Por lo tanto, las personas reconocemos y reconstrui-
la figura del almacenamiento, el archivo, la herencia mos las imágenes de los eventos pasados cuando éstos
inalterable y la autonomía de las imágenes del pasa- forman parte de los pensamientos compartidos del
do en relación con el presente; por el otro, aquellos que grupo con el que estamos en estrecho contacto.
ponen en un primer plano las agencias, los intereses, No obstante, al negar la posibilidad de una memo-
las motivaciones y los proyectos políticos de las per- ria individual autónoma, Halbwachs no se rehúsa a
sonas y grupos que, desde el presente, construyen su pensar la diversidad de las formas de recordar. Cada
pasado. Sin embargo, como trataremos de explicar en memoria autobiográfica es un punto de vista sobre

1
Este discurso filosófico prevaleciente se origina desde Platón y Aristóteles, quienes visualizaron la memoria como un re-
ceptáculo de almacenamiento del cual podemos “traer” imágenes a voluntad (Melion y Küchler, 1991).

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la memoria colectiva por cuanto resulta de experimen- social; esta peculiaridad es la que destaca en el con-
tar, desde cierto lugar y en una intensidad diferencial, cepto de memoria social.
ciertos recuerdos comunes. De este modo, Halbwachs Para ambos autores, la memoria es entendida como
introduce la figura actual de trayectoria: las formas en marcos de interpretación constituidos por experiencias
que las personas reconocemos y reconstruimos nues- temporales localizables en el espacio. Es decir, como
tras autobiografías se irán transformando de acuerdo un cuerpo organizado de expectativas basadas en el
con los lugares que ocupamos y las relaciones que recuerdo que, incluso en momentos de revolución y
establecemos en los distintos medios sociales. Pues- cambio social, necesita ser presupuesto para hacer
to que estamos en permanente movimiento, nuestra inteligibles y comunicables las innovaciones que se
memoria autobiográfica es una combinación de dife- desean introducir.
rentes influencias de carácter social. En este sentido,
Halbwachs distingue dos marcos sociales de la me-
moria compartidos por los miembros de un grupo. En El arte de transmitir
primer lugar, los marcos temporales: aquellos que
dividen y reconocen de formas particulares la duración Uno de los aportes centrales de Connerton consistió
del acontecer; determinadas fechas, nacimientos, de- en identificar los procesos de la memoria en ciertas
funciones, aniversarios o cambios de estación actúan prácticas sociales de transmisión. Las memorias de
como marcas disponibles de significación para evocar los grupos pueden ser compartidas y sostenidas a
los recuerdos. No hay un tiempo universal y único, través del tiempo porque se basan en prácticas trans-
sino una multiplicidad de calendarios con sus propias mitidas como tradición. De este modo, Connerton ha
duraciones, direcciones, inmovilidades, aceleraciones subrayado el hecho de que para comprender una de­
y profundidades en el pasado. En segundo lugar, los terminada formación social de la memoria debemos
marcos espaciales prestan atención a cómo los gru- estudiar aquellos actos de transferencia que hacen
pos graban su forma en el suelo mismo y estructuran posible recordar en común. Destaca, entonces, como
sus remembranzas a partir de ésta. Para Halbwachs, actos de transferencia de crucial importancia, los que
la misma definición de memoria –la posibilidad de instauran tipos particulares de repetición o memoria-
recapturar el pasado en el presente– responde a la hábito social. En pocas palabras, la persistencia de
ló­gica de la imagen espacial, puesto que es ésta la que las imágenes y conocimientos del pasado, imprescin-
nos da la ilusión de su estabilidad y de su permanen- dibles para nuestro desenvolvimiento social, se debe a
cia en el tiempo. que son comunicados por medio de prácticas más o
La obra de Paul Connerton How Societies Remem- menos rituales e incorporados como hábitos en nues-
ber (1989) suele ser considerada una profundización tras acciones cotidianas.
del trabajo de Halbwachs. Retomando la definición de En el campo de la antropología lingüística, aproxi-
memoria colectiva –a la que llama memoria social–, maciones como la teoría oral, la etnopoética o la et-
Connerton reorienta su trabajo hacia las maneras en nografía de la performance han venido trabajando
que las memorias de los grupos son acordadas y sos- desde hace tiempo en lo referente a los marcos de in-
tenidas a través del tiempo. Para este autor, y en la terpretación y a las formas institucionalizadas de
misma dirección que Halbwachs, la memoria es la vi­ transmisión.2 En estos trabajos, centrados en la trans-
vencia y conocimiento del presente en relación con misión de la tradición oral, la memoria social es es-
nuestro pasado. Las imágenes que conforman nuestras tudiada mediante las piezas del arte verbal. Los sen-
memorias vehiculizan sus propias relaciones y aso- tidos sociales de una determinada performance
ciaciones con eventos, objetos y emociones del pasado, –entendida como ejecución/actuación de una práctica
y son estas conexiones las que, a su vez, se entretejen institucionalizada de expresión (Golluscio, 2006)– emer-
con los eventos, objetos y emociones del presente. Por gen cuando las palabras, silencios, gestos o acciones
lo tanto, sostiene el autor, nuestras experiencias del establecen conexiones con contextos previos pero me-
pasado y del presente se encuentran interpenetradas tonímicamente intrínsecos a la experiencia presente
en la mayoría de los minutos y detalles cotidianos de de su ejecución (Foley, 1995: XI).
nuestras vidas. En el contexto de estos procesos gene­ Podríamos decir, entonces, que el marco interpre-
rales que atañen a la memoria, Connerton se interesa tativo es el resultado de “traer al presente los contex-
por el poder de la memoria para legitimar el orden tos pasados”, presupuestos en aquello que hablamos

2
Véase al respecto los trabajos de Lord (2000), Gumperz (1991), Bauman y Briggs (1990), Sherzer (1987), Silverstein (1993)
y Hymes (1976).

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o actuamos. La contextualización es, por un lado, una prácticas verbales. Dentro del repertorio de lugares
estrategia de focalización en la memoria social que sociales en los que se inscriben las claves para leer el
pone de relieve ciertos aspectos del pasado al tiempo pasado se han ido señalando tanto prácticas corpora­
que minimiza otros y, por el otro, un uso creativo del les no discursivas como sitios y objetos físicos. Halb­
arte de investir las palabras con poder especial. Al wachs encontró que ciertos lugares físicos funcionan
“contar historias” el orador suspende las convenciones como mojones en los que se estructuran los marcos
ordinarias y se enlaza en relaciones especiales con el espaciales a partir de los cuales recordamos; Conner-
oyente y con el lenguaje (Bauman, 1975). Esto es po- ton subrayó la importancia de las ceremonias con­
sible, siguiendo el argumento que iniciamos con Con- memorativas y los hábitos corporales en la transmisión
nerton, cuando la transmisión de las memorias se de la memoria; la antropología lingüística se detuvo en
lleva a cabo en cierta clase de actividad comunicativa la forma en que los gestos, los silencios y las mira­
y recurrente (tradición), que se puede usar una y otra das de los participantes, así como ciertas caracterís-
vez sin caer necesariamente en la repetición. ticas físicas del contexto de ejecución, actualizan las
Desde esta perspectiva, las memorias son a la vez conexiones con el pasado. Los grupos, en su perma-
presuposición selectiva de eventos del pasado e in­ nente formación, van asociando sus memorias con
terpretación creativa desde contextos presentes. Aho- ciertas prácticas corporales, con lugares específicos
ra bien, estos procesos de presuposición/creación o con objetos (Csikszentmihalyi y Rochberg-Halton,
in­volucrados en los recuerdos adquieren los sentidos 1981; Myers, 1991; Attfield, 2000; Miller, 2001). Esta
específicos que un grupo les imprime conforme su inscripción de la memoria en sitios diferentes también
situación particular de formación, relaciones afectivas responde, como sostienen algunas investigaciones an­
y dinámicas políticas (Appadurai, 1981; Davis, 1989; tropológicas recientes, al hecho de que no todas las
Olick, 1998; van Dyke y Alcock, 2003). David Berliner experiencias y emociones del pasado –sobre todo cuan­
(2005), por ejemplo, propone un giro interesante sobre do éstas han sido traumáticas– son fácilmente expre-
la práctica social de presuposición/creación en su sables a través del lenguaje (Rosaldo, 1984; Walker,
trabajo sobre transmisión intergeneracional. Allí se 2003; Dwyer, 2009).
pre­gunta cómo los jóvenes bulongic recuerdan un pa­ Sin embargo, ¿cómo sabemos cuándo un gesto, una
sado preislámico que nunca han experimentado y que, montaña o un collar, por ejemplo, son huellas de la
en apariencia, tampoco ha sido transmitido por sus memoria social? En palabras de Elizabeth Jelin (2001),
padres. En África poscolonial, en un contexto sociocul­ los soportes reconocidos de la memoria –ya sean mo-
tural en que los adultos se niegan, por distintas razo­ numentos, archivos u otros– no garantizan su evoca-
nes, a compartir sus conocimientos con las siguientes ción. Concordamos con esta autora al considerar que
generaciones, los jóvenes producen sentido de conti- sólo en la medida en que éstos son motorizados en ac­
nuidad presuponiendo no ya el contenido o la informa­ ciones orientadas a traer el pasado al escenario del
ción vedados sino ciertas epistemologías del secreto. drama presente estamos frente a prácticas de memo-
En resumen, la memoria es una práctica social que ria. El desafío es, entonces, identificar dónde, cómo y
involucra un arte particular que tiene que ver con los cuándo se objetiva la memoria de formas significativas
usos situados de la relación presuposición/creación para los procesos de interacción social.
para dar sentido a los procesos sociales en marcha. Con preguntas y perspectivas diferentes, una serie
Pero, en este arte, la práctica de “traer el pasado al de au­tores ha reparado en el cuerpo como uno de los
presente” no sólo da cuenta de cómo se recuerdan lu­­ga­res sociales en los que se resguardan y dispu­tan
acontecimientos, fechas y contenidos, sino también, los sentidos de la memoria social (Boyarin, 1994;
y principalmente, de cómo se recuerdan marcos he- Csordas, 1994; Sullivan, 1995). La evocación del pa-
redados de interpretación. El arte de la memoria es, sado puede emerger desde prácticas corporales imper­
en última instancia, el de volver a transmitir de forma ceptibles y cotidianas, como la postura, los gestos, los
creativa representaciones culturales acerca de las ex­ comportamientos alimenticios o la vestimenta (Cars-
periencias heredadas de las generaciones pasadas ten y Hugh-Jones, 1995), o de otras más formales,
(Middleton, 2002). como las secuencias rituales de libación (Abercrom­
bie, 2006), la posesión de espíritus (Stoller, 1995, Lam­
bek, 1998), las liturgias religiosas (Sullivan, 1995;
Las inscripciones de la memoria Citro, 2009) o la danza (Buckland, 2001). En ocasiones
la memoria corporal parece converger en la noción de
Las aproximaciones a la memoria como marco de habitus de Pierre Bourdieu (1997), aun cuando, en ge­
interpretación no sólo han prestado atención a las neral, las prácticas sociales de la memoria tienen que

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ver más con el énfasis de Connerton en el tomar con- Marcel Proust (1998), aquel en donde el narrador
ciencia, hacer real y sentir experiencias pasadas en rememora su infancia al comer una magdalena mo-
el cuerpo, que con el carácter inconsciente del habitus jada en té. La asociación entre el sabor, el aroma y la
(Lassiter, 2002). textura de la magdalena con ese mismo estímulo expe­
En esta línea han ido cobrando importancia los rimentado en su infancia le permite evocar las sen­
trabajos sobre los procesos de subjetivación, los cua- saciones, los sentimientos y las experiencias vividos
les estudian los modos diferenciales en que la me- años atrás. Así, Ann Stoler y Karen Strassler (2000)
moria, puesta en acto en los cuerpos de los individuos, se preguntan, a partir de su trabajo en Java, cómo las
constituye la subjetividad, la idea de persona o el memorias sensoriales de cocinar, lavar y criar a los
self. Laura Graham (1994), por ejemplo, relaciona las niños, evocan sensibilidades que no pueden ser igual-
experiencias de subjetividad de los jóvenes xavante mente transmitidas mediante prácticas discursivas.3
con la transmisión de memorias por medio de las “can­ Por último, con el cuerpo se evoca, pero también se
ciones soñadas”. Estas últimas, al ser cantadas y trans­ crea, negocia, discute, impone y resiste. Las prácticas
mitidas, vinculan a los participantes con los cantores corporales más o menos ritualizadas pueden ser tam-
del pasado y, principalmente, con la memoria de los bién una arena sensorial de contramemoria para los
ancestros. Los iniciados xavante utilizan ciertos for- temas existenciales en curso y no resueltos en contex-
matos comunes de canciones soñadas para entramar tos donde la represión política y las luchas económi-
las experiencias y la creatividad individual con las cas continúan siendo preponderantes (Stoller, 1995).
trayectorias colectivas de su grupo de pertenencia. La memoria también se inscribe en el paisaje. Las
En otra línea, el poder evocador de los sentidos personas nos movemos en un medio espacial pre-
corporales encuentra su ejemplo paradigmático en configurado al que nuestra circulación también mo-
uno de los fragmentos más conocidos de la obra de difica (Grossberg, 1992). El rol de las experiencias

3
La comida tiene un lugar importante en los estudios de las interacciones entre cuerpo y memoria (Sutton, 2001; Aber-
crombie, 2006).

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Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

espaciales en la disputa, legitimación y confirmación sentación de lo sucedido. Los objetos intercambiados


de las relaciones de poder fue largamente trabajado en definen relaciones específicas con el pasado, y en ellas
las ciencias sociales (véase van Dyke y Alcock, 2003). establecen conexiones, también particulares, entre
Dentro de estos estudios más generales, algunos au- las personas (Masquelier, 1997; Mines y Weiss, 1997).
tores se preguntaron en específico por la vinculación Dentro del mismo marco, otros autores invierten el
entre memoria y lugar (Halbwachs, 2004a; Bachelard, argumento y se preguntan cómo las nociones cultu-
1964; de Certeau, 1984; Casey, 1987; Nora, 1989). rales de intercambio y deuda, puestas en juego en la
Aun cuando los puntos de vista de estos autores son circulación de los objetos, son constitutivas de la me­
diferentes, todos concuerdan en que lugares, signifi- moria social y de las subjetividades (Küchler, 1987;
cados y memorias se conjugan para crear lo que al- Battaglia, 1992, 1993). Así, por ejemplo, Walter Melion
gunos han llamado “sentido de lugar” (Feld y Basso, y Susanne Küchler (1991), en un estudio etnográfico
1996). En el vocabulario de los marcos de interpreta- sobre los objetos de arte melanesios, sostienen que
ción, un sentido de lugar presupone y recrea la trama las prácticas de intercambio son constitutivas de la
de asociaciones que se resguardaron en él como me- memoria social. En los rituales funerarios en los que
morias. Desde un enfoque etnográfico se ha reparado se intercambian esculturas, las personas transmiten
tanto en las formas en que el mundo material provee menos contenidos y eventos que el derecho mismo a
un locus y un medio para la evocación de memorias su reproducción, es decir, a la producción de memo-
(véase, Kirshenblatt-Gimblett, 1995 y Joyce, 2003, ria social. Estos trabajos etnográficos sobre las me-
por ejemplo) como en las maneras en que las estrate- morias corporales, espaciales y sobre el intercambio
gias territoriales del presente se van incorporando a de objetos permitieron que perspectivas culturalmen-
las memorias sociales (Rappaport, 1985). te alternativas enriquecieran las aproximaciones más
Entre los autores interesados en la espacialización clásicas a la memoria.
de las memorias (Kohn, 2002; Gordillo, 2006), algunos
han trabajado específicamente con grupos sociales
cuyas memorias fueron organizadas en contextos de ¿Ontología u ontologías del recuerdo?
desplazamiento. Estos recorridos, por lo general im-
puestos por estados coloniales o republicanos con po­ Esta primera aproximación a la memoria, centrada
líticas de expropiación de territorio, no sólo resguardan en el papel de la herencia y la transmisión (tradición),
eventos y sitios geográficos de modos más o menos por un lado, y en la performatividad de la forma más
precisos, sino que también preservan los sentidos cul­ que en el contenido (marco de interpretación), por
turales que aquellos eventos y lugares tuvieron para otro, ha sido sensible a la diversidad sociocultural de
los grupos sometidos. En esta línea de trabajo se han los grupos y las personas. Si aceptamos la idea de que
acuñado nociones como memorias de marcha (Rumsey la memoria es un marco de interpretación sobre el
y Weiner, 2001), trayectorias o caminos (Santo-Gra- pasado y el devenir de un grupo, debemos considerar
nero, 1998, 2006; Abercrombie, 2006). Las memorias también que existen modos diferentes de experimentar
sobre –y constituidas en– contextos de desplazamien- el tiempo, las relaciones con el pasado, la subjetividad
to suelen centrarse en el movimiento, en la reestruc- que nos define como personas, el espacio físico y los
turación de los grupos, en las relaciones de poder y, vínculos entre todos ellos. La antropología se ha dedi­
principalmente, en las conexiones culturalmente sig- cado mucho al estudio de otras formas de definir las
nificativas con el espacio físico (Ramos, 2010). propiedades de lo que denominamos “realidad”, en
Por último, y puesto que la memoria, en ocasiones, las que anclamos nuestras formas de ser/estar en el
también habita en los objetos materiales, otros auto- mundo (véase, por ejemplo, Carneiro da Cunha y
res se preguntaron cómo las personas usamos los ob­ Viveiros de Castro, 1985; Ingold, 2000; Descola, 2003;
jetos para recordar, para olvidar o para distanciar­­- Wright, 2008). Entender las epistemologías modernas
nos de nuestros pasados. La mayoría de estos trabajos como una ontología basada en la diferenciación y se­
antropológicos, basándose en el modelo del intercam- paración entre los ámbitos “naturales” y “culturales-
bio de Marcel Mauss,4 sostienen que la relación entre sociales”, en concepciones como el tiempo lineal o el
los objetos y la memoria no se limita a la mera repre- devenir como progreso, nos permite volver a recordar

4
En su ensayo sobre el don, de 1924, Mauss explica el intercambio en sociedades no capitalistas a partir de las siguientes
premisas: a) los aspectos simbólicos, morales y legales se encuentran interconectados en el objeto-regalo; b) dar es una
relación entre grupos más que entre individuos, y c) el don y contra don crean o mantienen una relación social a partir
de una triple obligación subyacente: dar, recibir y volver a dar (Mauss, 1991).

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no sólo que existen otras ontologías, sino también que cepto de cultura para dar coherencia a las prácticas
el pensamiento moderno, tal como se lo definió, es de la memoria (Fabian, 1999; Hill, 1992). Para estos
co­yuntural e histórico (véase Latour, 2007). Recien- autores, el hecho de que la memoria deba entenderse
temente, y desde tradiciones de trabajo muy dife­rentes, culturalmente no niega su especificidad como prácti-
la antropología ha vuelto a situar en primer plano la ca social diferente de la cultura y la identidad.
diversidad de los modos de conocer, interpretar, de- Otro tipo de desafíos a los que se enfrentan estas
finir y experimentar el ser persona, pariente, político, aproximaciones surge al poner en primer plano las di-
etcétera. Entre los trabajos orientados en esta direc- ferencias y las herencias del pasado (tradiciones,
ción, podemos mencionar la compilación de Janet costumbres, hábitos, contextos previos, conocimien-
Carsten (2000) sobre los modos diversos de definir las tos transmitidos). El riesgo de este énfasis consiste
herencias biológicas y las culturales en la constitución en perder de vista la frágil tensión entre lo universal
de los vínculos sociales, o el número de World Anthro- y lo particular que atraviesa los procesos de memo-
pologies Network compilado por Mario Blaser y Mari- ria. Según John Comaroff y Jean Comaroff (1992),
sol de la Cadena (2008), sobre las formas “no moder- la memoria es una arena propicia para comprender la
nas” de hacer y entender la política. re­lación entre unidad y diversidad, entre fuerzas que
Para los estudios de memoria han sido un referen- concentran y fijan los significados del poder y contra-
te importante las etnografías clásicas sobre otras formas fuerzas que los difuminan.
–diferentes de la “occidental”– de concebir el “tiempo”,
la “herencia” o la “tradición”. Sin embargo, el trata-
miento de estas ontologías como marcos alternativos La fuente documental: la memoria, la
para pensar sobre el pasado es una empresa más am- historia y lo que “realmente sucedió”
biciosa, que está aún en sus comienzos (Carneiro da
Cunha, 2007). Al respecto, destacan las compilaciones La memoria como método de la antropología
recientes sobre las sociedades indígenas de las regio-
nes de Australia y Macedonia (Rumsey y Weiner, 2001) La memoria, entendida como la práctica de traer el
y de la región amazónica (Fausto y Heckenberger, pasado al presente, ha sido también incorporada como
2007). Con muy distintas preguntas y temas, ellos se herramienta metodológica en las reconstrucciones
han centrado en la producción de conocimiento indí- históricas. Esta segunda aproximación reúne distin-
gena en relación con las prácticas específicas de re- tas discusiones en torno a la relación entre la memo-
cordar y olvidar. Estas aproximaciones a la memoria ria y la historia, y a la posibilidad de verosimilitud de
no sólo valoran los modos de conocer e interpretar la memoria para responder la pregunta sobre qué
que no han tenido acceso a los lugares de poder y re­ sucedió realmente en el pasado.
distribución, sino que también permiten pensar otras Estos estudios de memoria con anclaje metodoló-
preguntas para obtener respuestas hasta entonces gico se ubican de manera frecuente en el área inter-
impensables. Los compromisos políticos de este parti- disciplinar entre la antropología y la historia. Desde la
cularismo con las demandas locales de los grupos antropología boasiana de principios del siglo xx –preo-
subordinados y las ventajas teóricas de una renovada cupada por rescatar la información y los testimonios
diversidad cultural en los marcos epistémicos de las sobre el pasado de grupos “en peligro”– los recuer-
ciencias sociales son indiscutibles e insoslayables. dos fueron una herramienta metodológica de acceso
No obstante, un énfasis excesivo en la alteridad de los a la información. No obstante, estas descripciones de
marcos puede resultar en una aproximación parcial culturas recordadas –o como Roger Sanjek (1993) las
a los procesos de recordar y olvidar. llamó, “culturas de memoria”– y la mayor parte de la
Agrupo los retos que esta perspectiva parece enfren­ antropología británica y francesa ignoraron los pro-
tar en dos tipos de problemas. Uno de ellos, señalado cesos de cambio en las sociedades con las que traba-
por Johannes Fabian (1999), surge cuando la memoria jaban. Entre las décadas de los setenta y ochenta los
pasa de ser una idea crítica a ser una concepción antropólogos redefinieron el trabajo de campo como
mecánica de sociedad y cultura dentro de un sistema una “etnografía procesual” (Moore, 1987), entendida
o régimen. Agrega Fabian que, como resultado, el po­ como la descripción de un momento local que tiene
tencial creativo de la memoria, a menudo subversivo, en cuenta su inmersión en una sociedad más amplia
deja de ser reconocido como un fenómeno, y, como y en un tiempo particular. Desde el enfoque compilador
concepto, la memoria se vuelve indistinguible de las de Boas sobre las memorias en peligro hasta la con-
nociones de identidad y cultura; un riesgo que puede cepción más reciente de la antropología como “histo-
emerger cuando los investigadores recurren al con- ria del presente” (Comaroff y Comaroff, 1992), la

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Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

memoria social fue utilizada como fuente de cono­ En 1976 se llevó a cabo el juicio por la posesión de
cimiento. Sin embargo, la reflexión sobre estos usos la tierra que el Consejo Tribal Wampanoag de Mash-
metodológicos de la memoria fue reclamada hace poco pee entabló en la Corte Federal de Estados Unidos, y
tiempo por un área interdisciplinar específica: la an- que devino un clásico de la antropología a partir de
tropología histórica. las reflexiones de James Clifford (1991). La discusión
Desde esta perspectiva interdisciplinaria entre an­ acerca del valor documental de las fuentes de conoci­
tropología e historia, y como resultado de sus trabajos miento escritas y orales fue de nuevo puesta sobre la
en África, Jan Vansina publicó en 1968 un estudio mesa. Clifford plantea que, al final del juicio, el archi-
acerca del valor histórico de las tradiciones orales. Su vo histórico escrito tuvo más peso como evidencia de
objetivo central era demostrar que las tradiciones ora­ lo que realmente sucedió en el pasado que la tradición
les son fuentes históricas, tal como lo es la documen- oral, los recuerdos de los testigos y la práctica in­
tación escrita de los archivos. El problema de fondo, tersubjetiva del trabajo de campo antropológico. Los
entonces, reside en saber si la memoria está o no des­ mash­pee no pudieron dar cuenta de la vida tribal or­
provista de veracidad, o si “dentro de ciertos límites” ganizada que llevaron al menos desde los últimos 350
puede merecer cierto crédito. Al respecto, Vansina años porque no estaba documentada en fuentes escri-
concluye que, puesto que toda síntesis histórica im- tas. La fuerte asociación entre la historia y los están-
plica una interpretación de los datos y se funda sobre dares de la prueba textual prevaleció en el veredic­­-
posibilidades, “el historiador de las tradiciones orales to final, aun cuando la evidencia de un archivo escrito
se halla exactamente al mismo nivel que los historia- pueda ser tan o más circunstancial y subjetiva que
dores de las demás fuentes de la historia” (1968: 197). aquella proveniente de la memoria oral. La distinción
El grado de certeza –entendida por Vansina como acu­ entre las prácticas históricas y las etnográficas inclu-
mulación de probabilidades pero nunca como “verdad ye, como las muñecas rusas, sus asociaciones de valor
absoluta”– que proporciona la memoria dependerá de respectivas con la escritura y la oralidad, la literalidad
la circunspección con la que se aplique el método y la inferencia metapragmática, la sincronía y la dia-
histórico. Para este autor, el desconocimiento contex- cronía, la estructura y el cambio, el mito y la historia,
tual es la causa principal de los problemas prácticos o la memoria y la historia.
que la memoria oral suele plantear al historiador. La reflexión antropológica sobre estas dicotomías
Aun cuando Vansina responde a los requerimien- encuentra un piso común de debate: la memoria he-
tos de un método histórico “científico” y “objetivo” –­en redada tiene su propia historia, así como la tradición
los que la memoria oral persiste aún como fuente de influye en la construcción de los acontecimientos his-
menor certeza que la documentación escrita– identi- tóricos (Sahlins, 1988). En torno a estas dos premisas,
fica y anticipa muchas de las discusiones actuales en la antropología y la historia fueron gestando un campo
torno a la verosimilitud de la memoria oral, en parti- interdisciplinar en el que la memoria social resultó
cular en su llamado de atención sobre la importancia ser clave en el diseño metodológico para conocer el
de conocer en profundidad aquellos lugares sociales pasado.
que una cultura vincula con las prácticas de recor­dar.
Este aporte descansa, sobre todo, en los ejemplos
to­mados de sus trabajos etnográficos en África cen­ La historia de la memoria
tral. Algunos de ellos son: a) conocer las diferentes
es­pe­cializaciones, accesos o modos de distribuir el co­ Después del trabajo pionero de Frances Yates (1966),
no­ci­miento sobre el pasado en una determinada cul- otros autores se abocaron también a historizar los
tura; b) conocer los géneros literarios y las formas vínculos entre los sistemas o las teorías sobre la me-
institucionalizadas de su transmisión, y c) conocer los moria y los órdenes históricos particulares (Carruthers,
contextos de transmisión apropiados y las relacio­ 1990; Coleman, 1992).
nes con las posibles audiencias. Éstos son algunos El historiador Patrick Hutton (1993) identificó dos
de los aspectos a los que Vansina comenzó a prestar tendencias entre quienes consideran que la memoria
atención y que serán luego tan importantes en los es un producto histórico y cambiante a través del
re­clamos de verdad realizados en nombre de la memo­ tiempo. Una de estas tendencias considera que his­
ria. Sin embargo, la centralidad que tiene para Van- torizar la memoria es un proyecto de arqueología –en
sina el método histórico, tal como los parámetros mo­ sentido foucaultiano–. El interés no está en lo que
dernos lo definen, lo ha llevado a presuponer que la pueden haber significado las imágenes para quienes
oralidad tiende a distorsionar el conocimiento sobre las crearon, sino en las formas en que fueron usadas
“lo que realmente sucedió”. por los grupos dominantes para afirmar su autoridad.

138
Ana Ramos

El énfasis, entonces, recae en las formas conmemo- ria, sino que ésta es una práctica relacional y com­
rativas de la memoria. La segunda tendencia retoma par­tida entre sujetos. En este sentido, es un desafío
a Giambattista Vico y entiende que la historia de la an­tro­pológico dar cuenta de los modos diversos e
memoria debe encontrar sus materiales en las tradi- interrelacionados en que se articulan histórica y cul-
ciones orales que fueron por tanto tiempo dejadas a turalmente las nociones de memoria, historia y
un lado. En antropología podemos encontrar también subjetividad.
ambas orientaciones. En la segunda tendencia podríamos incluir los
El proyecto arqueológico influye, por ejemplo, en trabajos que, enmarcados en una antropología histó-
trabajos como los de Susannah Radstone y Katharine rica, se han interesado especialmente en reconstruir
Hodgkin (2006), y el de Michael Lambek (2006). Estos la historia de las memorias sociales de un grupo par-
autores reconstruyeron la historia de las imágenes, ticular a través de diferentes contextos históricos. Los
analogías o formas de representar la memoria con el sitios en los que se inscribe la memoria (Melion y
propósito de entender el tipo de conocimientos y de Küchler, 1991; Santos-Granero, 2006), los marcos de
po­der que, en tiempos y lugares específicos, caracteri­ interpretación utilizados para pensar y dar sentido al
zan a un “régimen de memoria”. pasado y las imágenes recordadas (Briones, 1988;
Radstone y Hodgkin (2006) remiten a los regímenes Rappaport, 1990; Delrio, 2005b; Gordillo, 2006) van
contemporáneos de la memoria y plantean que la cambiando a lo largo del tiempo y en relación con las
misma oposición conceptual entre memoria e historia transformaciones de los espacios hegemónicos en los
es el resultado del sistema de poder y de conocimien-
que estas memorias se reconstruyen. Las innovacio­
to en el que hoy en día estamos inmersos. Es un pre­
nes históricas en la transmisión de las memorias en
supuesto compartido que nuestra época se caracte-
el devenir de un grupo es el tema de Thomas Abercrom­
riza por una crisis de la memoria –cuya contracara es
bie (2006) cuando, por ejemplo, compara los conteni-
la explosión de los estudios sobre ella–.5 Según Pierre
dos de las memorias rituales k’ulta antes y después
Nora, la proliferación de los lugares de memoria (lieux
de la represión de las rebeliones indígenas de 1780 en
de Mémoire) es el resultado de un modo particular e
Bolivia. El autor subraya que, al ser otras las trayecto­
histórico de autoconciencia, en la que no nos pensa-
rias sociales de quienes desde entonces custodian las
mos a nosotros mismos en función de la experiencia
memorias colectivas, los sentidos de estas últimas
vivida en el entusiasmo de la tradición, sino a partir
tam­bién se ven modificados. Al destacar que nuestros
de una sensibilidad fundamentalmente histórica –una
mo­dos de recordar han ido cambiando a través del
toma de conciencia del sí mismo sobre el signo de lo
tiempo (Fentress y Wickham, 1992), se incorporó la
terminado (1989: 7).
historia de las memorias como “dato” en la reconstruc­
Lambek también busca pensar más allá de la mo-
dernidad, y lo hace en una cultura dentro de la cual ción de los procesos sociales de un grupo y sus re­
lo moderno –entendido aquí como la división occiden- laciones con otros.
tal entre memoria e historia– no se aplica. A partir de Ambas tendencias buscan contextualizar la relación
su conocimiento sobre la posesión de los espíritus en entre memoria e historia y, en ello, también encuen-
Madagascar, sugiere que el régimen occidental de la tran un camino posible para recuperar la tensión entre
memoria no es universal y que es posible aprender lo universal y lo particular, y para sortear los riesgos
mu­cho de otras formas de concebir la memoria al de una objetivación romántica y atemporal de las me­
es­­­tu­­diar dominios distintos de éste. Su principal argu- morias de los grupos subalternos. Sin embargo, estas
mento es que la conceptualización de memoria e his- aproximaciones podrían tener asimismo sus propios
toria depende de la conceptualización cultural e problemas teóricos. Michel Trouillot (1995), en su re­
histó­rica de persona. En una sociedad en la que la flexión sobre la producción de la historia, advierte
persona no se concibe desde un individualismo pose- acerca del exceso de constructivismo que haría de la
sivo la memoria no es una “cosa”, y la división entre historia un relato ficcional como cualquier otro sobre
historia y memoria no tiene lugar. Para Lambek, la “lo que sucedió”. Para este autor, reconstruir la his-
objetivación romántica de la memoria –como homo- toria de las memorias es un proyecto de reconstrucción
génea y continua– sigue la lógica occidental del indivi­ del pasado en la medida en que se responda al modo
dualismo posesivo. Las prácticas sakalava consti­tu­yen en que las narrativas sobre lo ocurrido son construi-
una alternativa al régimen occidental de sub­je­tividad/ das desde o en relación con los procesos en los que
memoria, pues no es el individuo quien posee memo- las cosas realmente suceden.

5
“Hablamos mucho de memoria porque poco queda de ella” (Nora, 1989: 7).

139
Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

presentar a las voces subalternas, también ha sido


un problema general de la antropología histórica po-
der recuperar en los registros oficiales –u otros archi-
vos del poder– las historias de las personas y los grupos
que se encontraban en posiciones sociales subordi-
nadas (véase Guha, 1983). En una dirección similar,
la antropología también se ha preguntado por la cons-
titución y las lógicas de selección y de organización
de los archivos que resguardan las fuentes documen-
tales de la historia (Trouillot, 1995; Catela y Jelin,
2002; Dirks, 2002). En un sentido más general, la
aproximación antropológica a las fuentes tradicionales
del conocimiento histórico es aquella que se pregun-
ta, citando a John Comaroff y Jean Comaroff (1992),
cómo etnografiar la imaginación histórica, esto es, cómo
poner en contexto los fragmentos de los mundos hu-
manos sin perder de vista los procesos hegemónicos
en los que distintos actores disputan, en desigualdad
de condiciones, las interpretaciones de los hechos.
La antropología histórica también se preguntó cómo
las memorias operan como marcos de interpretación
del pasado para los intelectuales locales (Gudeman y
Rivera, 1990; Goodale, 2002; Salomon, 2002; Rappa-
port, 2004), quienes reflexionan y producen conoci-
mientos conectando saberes heredados –orales y ritua-
les– con asuntos de política pragmática. En esta línea
La historia desde las memorias de investigación, por ejemplo, las comunidades indí-
genas o campesinas pasaron a ser agentes activos en
Al mismo tiempo que la memoria –a partir del traba- la producción de versiones sobre el pasado, o en la
jo de Vansina– iba adquiriendo estatus de fuente para confección de archivos históricos locales.
acceder a los acontecimientos históricos, la antropo- El cambio más radical que estas aproximaciones
logía histórica fue ampliando el enfoque etnográfico instauraron fue reemplazar el interés en corregir las
hacia las fuentes escritas de los archivos oficiales. “distorsiones” producidas por la memoria social por
Cuando estos documentos fragmentarios comenza- el de entender estos errores aparentes, entendimien-
­ron a ser trabajados como memorias de otros tiempos to que resulta cuando las memorias son contextuali-
y contextos, la percepción de la historia como una re­ zadas y explicadas en proceso. Este cambio se produ-
construcción del pasado más fáctica y estable que la ce cuando la memoria deja de ser sólo una fuente de
memoria fue cuestionada (Archibald, 1999). conocimiento y pasa a ser también un objeto de re-
La experiencia etnográfica de trabajar con memorias flexión en sí mismo. Sin embargo, aun si aceptamos
orales –prestando atención al contexto de su pro­duc­ que las memorias se “equivocan”, también es cierto que
ción, a las audiencias diferenciadas, a los intereses éstas se constituyen como tales a partir de su reclamo
políticos y a los significados culturales heredados– se de verdad. Algunos autores (véase Fentress y Wickham,
desplazó al trabajo con las fuentes escritas y los do- 1992) han planteado que más importante que el gra­
cumentos resguardados en archivos oficiales. Es do de verdad que tenga un recuerdo es si las personas
decir que, frente a las crónicas, documentos legales, creen que lo es y por qué, puesto que la memoria no
partes militares u otros documentos escritos, la his- sólo es una fuente de conocimiento, sino también un
toria etnográfica se pregunta por los contextos de modo de experimentar el entorno. También sostienen
pro­ducción de los sentidos históricos que emergen que, en tanto material para la reflexión consciente, la
de las texturas culturales de una época y un lugar.6 memoria interpreta sus fantasmas y los uti­liza como
Como en general los archivos oficiales no suelen re- fuente de conocimiento.

6
Sobre estas reflexiones véase Rappaport (2002), Abercrombie (2006) y Delrio (2005b).

140
Ana Ramos

La política de la memoria: que recolecta, y el conocimiento de lo que pasó en el


el pasado como arena de disputas pasado está siempre sujeto a la retención subjetiva,
la amnesia inocente y la reinterpretación tendenciosa”
La memoria actualiza una forma –histórica y cultu- (Brow, 1990: 3). No obstante, esta tercera perspectiva
ralmente situada– de conocer y dar sentido a las ex- también tiene sus riesgos y problemas. Por un lado,
periencias del pasado (marcos de interpretación); es el énfasis excesivo en la invención de las memorias o
una herramienta metodológica para reconstruir pro- en las determinaciones de los contextos actuales so­bre
cesos históricos (fuente) y es entendida también, como los recuerdos suele quedar circunscrito al estudio del
profundizaremos ahora, como un factor de transforma­ presente, negando a la memoria sus vínculos con
ción y de lucha en las arenas donde se disputan sen­ el pa­sado. Por otro lado, y en estrecha relación con este
tidos de pertenencia, proyectos políticos y valoraciones riesgo, se encuentra el de incluir dentro del mismo
de las diferencias. concepto de memoria las trayectorias y los reclamos
Esta aproximación a la memoria ha enfatizado dos de quienes experimentan las relaciones de dominación
puntos centrales: por un lado, su poder constitutivo y subordinación desde distintos lugares sociales.
de los sentimientos de identidad (Brow, 1990; Casey,
2000; Pollak, 2006). Cuando recordamos nos pre­
sentamos a nosotros mismos como miembros de una El presentismo en la construcción del pasado
co­munidad de pertenencia. El modo en que ordenamos
y estructuramos nuestras ideas en nuestros recuer- El punto de vista de Bergson (2007) acerca de la na-
dos y el modo en que transmitimos estos recuerdos a turaleza imaginaria de la memoria para constituir el
los demás revelan las articulaciones constitutivas de presente ha devenido la premisa antropológica desde
nuestra subjetividad, es decir, quiénes somos (Fentress
la cual se argumenta que, para controlar las formas
y Wickham, 1992). Por otro lado, su poder transfor-
de definirse en el presente, es necesario que las per-
mador del espacio social. Las memorias son un rasgo
sonas controlen las maneras en que se definen en el
prominente en la lucha hegemónica, puesto que las
pasado.
interpretaciones del pasado y los orígenes comunes
Este giro en los estudios se afianza, en gran parte,
son terreno de disputas entre los miembros de un
a partir de la obra La invención de la tradición, de Eric
gru­po y de éstos con la sociedad mayor (Brow, 1990;
Hobsbawm y Terence Ranger (2002 [1989]). “Uno de
Beckett, 1996).
los mayores méritos del libro ha sido el de invertir la
Sin embargo, y tal como se ha resaltado en esta
pregunta hasta entonces dominante –cómo el pasado
perspectiva, las personas no ejercen libremente el
se refleja en el presente para iniciar una reflexión sis­
control sobre “sus” memorias, ni al definirse a sí mis-
temática acerca del cómo el presente organiza, cons-
mos ni al proponer los cambios. En efecto, las formas
truye, interpreta el pasado” (Briones, 1994: 101).
y alcances en que usamos el pasado responden a
Las historias dominantes –y específicamente las
nuestras particulares maneras de experimentar los
procesos de dominación y subordinación en la totali- oficiales de los Estados-nación– pasaron de ser mo-
dad de nuestra vida.7 nolíticas y objetivas a ser invenciones o mitos; esto
Esta forma de entender la memoria, desde sus mo- es, comenzaron a ser entendidas como el resultado
tivaciones, determinaciones, resultados y efectos, particu­lar e ideológico del modo en que los bloques
también tuvo un rol transformador en los estudios de de poder fueron usando el pasado para autorizar y
memoria. Traer el pasado al presente ya no es sólo un legitimar las estructuras sociales asimétricas, y para
tema de recuerdos y olvidos, sino que, en primer lu­ distribuir y controlar a los “otros internos” –ya sean
gar, es una práctica política. Estas ideas, centrales éstos indígenas, inmigrantes, afrodescendientes, cla-
en el estudio de los usos del pasado, han constituido ses trabajadoras, campesinos, etcétera– dentro de los
un punto de partida –o piso común– en las maneras límites de un territorio nacional (Alonso, 1994). La
de entender los procesos de recordar y olvidar como idea de nación, en cuanto sistema oficial de memoria,
tradiciones selectivas. El enfoque construccionista –o es creada por medio de recuerdos y amnesias compar­
deconstruccionista– sobre las interpretaciones del tidos o mediante la organización continua de la in­
pasado fue un llamado de atención sobre el hecho clusión/exclusión y de la apropiación/represión de
de que “la memoria es menos estable que los eventos las memorias de los gru­pos no dominantes (Balibar y

7
Entendemos aquí hegemonía en el sentido gramsciano que Raymond Williams actualiza (1997).

141
Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

Wallerstein, 1991; Guber, 1996; Briones, 1998; La- Desde 1960, las teorías y los movimientos posco-
vabre, 1998; Olick, 1998). loniales comenzaron a reclamar el pluralismo cultural
En forma paralela, estas ideas se extendieron a los para confrontar las narrativas históricas del canon
estudios de las políticas de identidad, tema central de oficial en nombre de los grupos oprimidos. Los histo-
la antropología en las décadas de los ochenta y no- riadores orales (Thompson, 1988; Portelli, 1991) fue-
venta. La identidad, en efecto, se equiparó con las ron quienes definieron explícitamente su empresa
formas diversas y particulares de anclar el presente como una manera de devolverle a la gente su historia
en un pasado viable. Al mismo tiempo, las narrativas en sus propias palabras. Pero sus planteamientos,
históricas se volvieron sinónimo de representaciones incluso revisitados por ellos mismos años después
de identidades culturales contingentes de las posicio- (Thompson, 1994), dieron lugar a un debate circular
nes particulares en el presente (Bruner, 1986; Scott, acerca de la posibilidad/imposibilidad de dar voz a
1991; Tonkin, 1992; Peacock y Holland, 1993). Esta los vencidos, y a una segunda discusión, también sin
perspectiva fue perdiendo el interés en las memorias demasiadas salidas, acerca de los criterios de auten-
como fuentes de acceso al pasado y devino material ticidad y verosimilitud. Si seguimos esta lógica y con-
para el estudio exclusivo de las relaciones actuales. sideramos que la historia contada, por ejemplo, por
La memoria es entendida entonces como un modo un indígena o por un campesino es más auténtica
de construir el pasado, cuyo correlato son las condi- sólo porque es contada por un indígena o por un
ciones y deseos de quienes producen textos históri- campesino caemos en una idea esencialista y dema-
cos o memorias en el presente, y extensible a cual­­- siado simple de contramemoria. El concepto tem­prano
quier proceso de formación de grupo (Friedman, 1992).
de memoria popular (Popular Memory Group, 1982;
Des­de el momento en que las motivaciones de este
Lipsitz, 1990) ha sido acuñado precisamente para
pro­ce­­so de construcción del pasado emanen de un su­
contrarrestar estas tendencias y enmarcar el estudio
­jeto que habita un mundo social específico, esta pers-
sobre los recuerdos de los grupos subalternos en los
pectiva irá cristalizando la idea de que la memoria es
procesos de lucha en los que están involucrados; en
una inscripción del presente en el pasado, pero por
el espacio social donde lo oficial y lo no oficial se in-
la misma razón que las historias dominantes perdían
terpenetran. Desde esta perspectiva, algunos autores
su privilegio de objetividad y su monopolio sobre la
propusieron que la mutua referencialidad entre lo po­
verdad, las historias subalternas vieron desautoriza-
pular y lo oficial es tan intrínseca a las relaciones
dos sus reclamos sobre lo sucedido en el pasado y el
sociales que incluso cuando los historiadores orales
potencial político de su crítica; la memoria había en-
tratan de rescatar e interpretar estas memorias tam-
trado al reino del mito (Friedman, 1992).
bién ellos inevitablemente las transforman (Leydes-
Al respecto, Olick y Robbins (1998) sintetizan el
dorff, Passerini y Thompson, 1996).
planteo de la línea más fuerte del “presentismo” como
aquel que sostiene que las imágenes sobre lo sucedi- En este contexto de discusiones, se ha señalado la
do, en cuanto recursos políticos, cambian en función necesidad de diferenciar los criterios teóricos con los
de cómo los grupos sociales usan el pasado para sus que abordamos memorias subalternas y dominantes.
fines presentes. Claudia Briones (1994) llama la atención sobre los
problemas teóricos e ideológicos de aplicar el modelo
de la invención a los procesos de construcción del
Las memorias sin poder pasado de los grupos subordinados, y establece que
las teorías utilizadas no pueden ser similares, puesto
Como ha señalado Foucault (1992), puesto que la me- que los efectos políticos de recordar y olvidar desde
moria es un factor importante en la lucha por el poder, posiciones hegemónicas son distintos de los produci-
si uno controla la memoria de la gente controla también dos desde posiciones subordinadas.
su devenir. Por consiguiente, prestar atención a las El acuerdo, entre varios antropólogos, sobre el hecho
“historias de los vencidos” tiene sus implicaciones po- de que no todos los grupos tienen el mismo poder para
líticas y concretas. Si bien Halbwachs había señalado “inventar la historia” fue originando teorías específi­
que existen tantas memorias como grupos en sociedad, cas para comprender el trabajo de la memoria en los
fue Walter Benjamin (2008 [1940]), quien diferenció grupos no dominantes. Estos últimos construyen su
estas memorias y grupos, al sostener que la narrativa pasado dentro de contextos históricos específicos ca­
del pasado es constantemente escrita por los victorio- rac­terizados por sistemas particulares de poder y au­
sos, quienes silencian las memorias de los que no toridad, en los que sólo ciertas formas de herencia
tienen poder. son estimadas como creíbles (Olwig, 1999).

142
Ana Ramos

La particularidad de las memorias sin poder puede el pasado en los usos presentes del recuerdo?, y fi-
resumirse en dos ejes de análisis, que es posible com- nalmente, ¿cómo recuperar el potencial político y cog-
prender como dos formas diferentes de acentuar el noscitivo de las “memorias sin poder” desde el lugar
mismo presentismo. El primer eje, que podemos lla­ de la escucha y el diálogo crítico?
mar el de la memoria-reacción, consiste en destacar
el carácter instrumental de los usos del pasado para
impugnar, responder, apropiarse o refractar las inter- Traer el pasado al presente
pretaciones oficiales de la historia. Así, por ejemplo,
Beckett (1996) explora las formas de contramemoria Tal como hemos visto, la antropología –en sus rela-
que los aborígenes australianos construyeron para ciones con otras ciencias afines– ha aportado sus
mediar y evitar su incorporación a la “cultura blanca propias definiciones y reflexiones al entendimiento de
dominante”. Este autor examina las formas populares los procesos de memoria. Sin ser exhaustivo, este es­
de la memoria que la gente crea en los medios urbanos, tado del arte sobre las distintas corrientes que toma-
que no son poblados por seres del tiempo de los sue- ron el tema como objeto de reflexión tiene el propósi-
ños sino por policías, maestros, jueces, trabajadores to de poner sobre la mesa las distintas aristas que
sociales y otros (véase Lattas, 1996). El contexto en constituyen la práctica social de recordar y olvidar.
el que emerge una memoria popular urbana no es el La propuesta es, entonces, evaluar alcances y posibi-
paisaje habitado por seres ancestrales, sino el espacio lidades de las diversas perspectivas para comenzar a
institucional y coercitivo en donde los indígenas ur- pensar el hecho de traer el pasado al presente desde
banos viven sus vidas. El análisis de las técnicas, las distintos niveles de análisis que se interpenetran aun
prácticas estratégicas y los contextos en los que sur- cuando nuestros propósitos subrayen la producción
gen las memorias populares se ha centrado, como las de interpretaciones alternativas, los reclamos de ver-
etnografías de Australia y Papúa Nueva Guinea, en el dad o las estrategias políticas. Cuando hablamos de
potencial de los recuerdos y olvidos para mediar y memoria subordinada podríamos aventurarnos a sos-
cons­tituir, en reacción a historias opresivas, formas tener que ésta es la práctica social específica en la que
dignas “de vivir juntos” en el presente. el pasado es actualizado desde ciertos marcos socio-
El segundo eje de análisis entiende la práctica de culturales y especializados de interpretación, para
la memoria como constituida no sólo por experiencias reclamar un mayor grado de verdad sobre lo que real-
profundas, sino también, y principalmente, por los mente sucedió, y en contextos hegemónicos donde no
campos hegemónicos y contemporáneos del acto de todas las interpretaciones y reclamos tienen igual po-
recordar (Briones, 1994; Gordillo, 2006). En este sen- der para fijar sentidos. Sin embargo, cada una de estas
tido, los trazos del presente en la memoria no resultan afirmaciones introduce un campo determinado de
tanto –o sólo– de los modos instrumentales en que discusiones en torno a diferentes tensiones: la puesta
ésta es usada, sino de que la hegemonía cultural hace en valor versus la esencialización de ontologías dife-
que ciertos lenguajes dominantes formen parte del rentes; el potencial crítico versus la imposibilidad
“sentido común” entre los distintos grupos subordi- ficcional de acceder a “lo que realmente sucedió”, y el
nados. Las memorias oficiales se reformulan y critican, pasado autónomo versus el presentismo.
pero también se internalizan. En esta dirección, dis- Ciertas lecturas recientes sobre los trabajos de
tintos autores han puesto atención a las influencias Walter Benjamin, orientadas a discutir de maneras
de discursos estatales y globales en las prácticas de más o menos directas estas tensiones, resultan muy
recordar para comprender mejor los procesos sociales inspiradoras para comenzar a pensar el modo en que
contemporáneos (véase Landsman y Ciborski, 1992; estos niveles de análisis se integran y determinan
Hill, 1992). mutuamente (véase McCole, 1993; Wolin, 1994; Kohn,
Ahora bien, en la misma empresa de desentrañar 2002). La noción de imágenes verdaderas como imá-
las particularidades de las memorias subalternas sub­ genes precisas del pasado y relativamente autónomas
yacen preguntas no menores en los estudios de me- de las interpretaciones del presente sugiere pensar
moria: ¿cómo es posible –porque seguimos creyendo su transmisión como un potencial no tan maleable de
que lo es– traer el pasado al presente cuando este index históricos: de eventos pero también de expe-
último es tan omnisciente?, o mejor dicho, ¿cómo re- riencias, de interpretaciones y/o de consejos acerca
cuperar la frágil tensión entre los sentidos que las de cómo continuar el curso de la historia, que han
experiencias pasadas tuvieron y aquellos que adquie- sido resguardados en formas culturalmente significa-
ren hoy –ya sea por “necesidad” o “influencia”– en los tivas de expresión. Éstos no siempre se articulan en
contextos contemporáneos?, ¿cómo volver a explicar narrativas o tramas, o no siempre adquieren sentidos

143
Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad

políticos y vivenciales para las personas. Los index los detalles y experiencias del pasado y un campo de
serían claves potenciales de interpretación, cuyos sen- interlocución sobre los modos posibles de conectar,
tidos, en gran medida, responden y actualizan cono- asociar y dar sentido a estas imágenes puestas en
cimientos heredados (ontologías, marcos de interpre- re­lieve. Así, los marcos de interpretación u ontologías
tación o tradiciones de lectura enmarcadas en una alternativas constituyen un lugar desde el cual poner
memoria de los ancestros); pero es el presente, enten- en tensión nuestros límites de lo pensable y orientar
dido como un contexto específico de condicionamien- nuestros trabajos de reconstrucción del pasado hacia
tos, intereses, motivaciones y proyectos políticos, el perspectivas menos etnocéntricas sobre la historia.
que operaría como el factor de iluminación. A partir de Por otro lado, la memoria deja de ser una construc­
las experiencias del presente, aquellas imágenes del ción del presente –en el sentido de invención o ficción–
pasado devienen index de conexiones y asociaciones en la medida en que los index o imágenes del pasado
coyunturales y específicas. Las trayectorias concretas mantienen su autonomía y su precisión en relación
de las personas o los grupos moldean sus propios con “lo que sucedió en el pasado”. Que estas imáge­nes
horizontes de visibilidad y, así, también las formas (incluso transmitidas a través de los silencios) no
particulares en que fragmentos, relatos, hábitos, ob- siem­pre devengan index o que no en todas las épocas
jetos o lugares hasta entonces separados comienzan inspiren interpretaciones no impide que las mismas
a ser conectados –o reconectados– en tramas alterna- sigan siendo transmitidas con sus detalles y sentidos
tivas sobre el pasado. No todo es memoria en todo potenciales en formas diferentes de expresión. Para-
momento; con el paso del tiempo, la memoria incorpo- lelamente, y sin contradecir lo anterior, estas imáge-
ra los index de las nuevas generaciones. nes no son ajenas al presente, en tanto las conexiones
Estas líneas de lectura, brevemente descritas aquí, y asociaciones en las que adquieren sentidos singula­
son sugerentes para repensar nuestras definiciones res responden a las experiencias que les prosiguieron
de memoria, en concreto cuando hablamos de memo- y al contexto que las visualiza como integradas. En
rias ancladas socioculturalmente en formas alterna- consecuencia, la empresa de reconstrucción del pa­
tivas de entender el pasado, y resultantes de procesos sado, con el fin de acercarse a un mayor grado de
de subordinación (represión, borramientos, imposi- verdad sobre lo ocurrido, no sólo es posible, sino tam­
ciones). Por un lado, las ontologías diferentes ya no bién esperable.
serían constructos homogéneos y atemporales, sino Para terminar, el énfasis de los estudios sobre me­
actualizaciones heterogéneas e históricas. Los modos moria en el pasado o en el presente no sería tanto una
en que las memorias estructuran una visión del mun- condición de la memoria como una elección orientada
do no serían el producto de un conocimiento inerte, por nuestras preguntas. Mientras que un interés por
sino de trayectorias de personas y grupos de personas contar lo que sucedió nos llevaría a comprender los
que se encuentran en determinados momentos de sus marcos actuales de iluminación para develar los index
recorridos compartiendo experiencias heredadas de que dan cuenta de eventos y experiencias previas, un
sus antepasados y vividas por ellos mismos. Aquello interés en los procesos identitarios y de disputas he-
que comparten sería, entonces, un modo de iluminar gemónicas del presente nos conduciría en camino
inverso. Pero en ambos casos, y siguiendo a Walter
Benjamin, partimos de un momento de articulación
–una constelación pasado-presente– que el autor en-
tiende como el momento político de la memoria. Esto
es, cuando las imágenes heredadas –precisas, autó-
nomas y verdaderas– se iluminan, conectan y articu-
lan como memorias de una época y un grupo.
Sin cerrar ninguno de los debates presentados,
considero que estas lecturas nos permiten empezar a
incorporar los reclamos que algunos grupos y perso-
nas realizan en nombre de la memoria de sus ances-
tros. Reclamos de marcos de interpretación alter­
nativos y de sus propias tradiciones epistemológicas
de conocimiento, reclamos de verdad que desafían las
imágenes dominantes sobre el pasado y reclamos de
autonomía en las decisiones que involucran el curso
de su historia.

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