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MINIFUNDIO: finca rústica de dimensiones tan reducidas que impiden alcanzar una escala de

explotación eficiente. Así como el latifundio, su tamaño debe contextualizarse en el espacio


geográfico en el que se halle, pues la escala eficiente dependerá de la fertilidad o la tecnología,
entre otros factores. Minifundista es toda explotación incapaz de ofrecer a su explotador un flujo de
renta suficiente para permitir el mantenimiento de la unidad familiar, dado el nivel medio de
necesidades y la remuneración a los factores en un momento y lugar.

Son explotaciones familiares orientadas al autoconsumo, de precario nivel técnico, sin posibilidad
de destinar recursos a su mejora, y con una economía complementada con trabajos en otras
explotaciones. Suelen estar asociados a latifundios, generando condiciones económicas, políticas
y sociales que bloquean el desarrollo económico. Otro problema con consecuencias similares es la
sobreparcelación, muy común en España: la explotación puede tener un tamaño reducido, pero
viable, y, sin embargo, está parcelada de forma que la unidad técnica está rota.

LATIFUNDIO: explotación agraria de gran extensión, caracterizada por el ineficaz uso de los
recursos disponibles. El concepto ‘gran extensión’ debe enmarcarse en las características físicas,
sociales y territoriales del espacio geográfico en que se encuentre: en Europa puede tener algunos
cientos de hectáreas, mientras que en Latinoamérica superará con facilidad las diez mil.

El latifundio está asociado a ciertas características: bajos rendimientos, subutilización de la tierra,


baja capitalización, bajo nivel tecnológico, explotación de la mano de obra y bajo nivel de vida de
los trabajadores. Es una pieza más en un engranaje social complejo, y a su alrededor suelen
aparecer minifundios y campesinos sin tierra, en una sociedad estratificada y con dificultades para
el desarrollo económico. Se han ensayado distintas fórmulas para solucionar este problema, con
claras implicaciones políticas, sociales, económicas y territoriales, que van desde el cambio en la
estructura de la propiedad hasta la modernización de la explotación.
Fuente(s):
http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_9…

En el marco de la celebración del bicentenario de la Independencia, conversamos con Raúl


Alameda Ospina, secretario perpetuo de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y
estudioso del problema agrario en Colombia. Con ochenta y cinco años de edad, Raúl es un
declarado militante de la izquierda colombiana, que continúa contribuyendo a la causa de la
revolución social escribiendo análisis e impartiendo conferencias sobre la realidad nacional e
internacional, en diferentes escenarios de la vida pública. En esta oportunidad, el tema
conversado con el profesor fue el histórico problema de la tierra en Colombia.
¿De qué forma se expresó el problema de la tierra en la Colonia?

La tierra ha sido por decenas de miles de años el principal medio de producción. A partir de finales del
siglo XVIII, la industria basada en la maquinofactura reemplaza en parte esta importancia
fundamental. Pero no sólo es eso. La tierra está indisolublemente ligada a la especie humana en sus
distintas fases de evolución. Ha sido la base de la recolección (caza, pesca, frutos), de la agricultura,
de la ganadería y fuente principal de la alimentación, de las materias primas industriales y de la
farmacología, pero, sobre todo, el ámbito en el que se desarrolla la sociedad humana y la vida en
general.

En la Colonia se origina el problema de la tierra. Los conquistadores expropiaron violenta y


masivamente a los indígenas, los esclavizaron, los convirtieron en sujetos de tributo en la Encomienda
y los servilizaron a través de la hacienda neogranadina. Fueron tres siglos de estructuración de un
orden señorial latifundista, mezclado con esclavitud minera y monopolio comercial metropolitano.

El orden tribal comunitario autónomo, las culturas milenarias existentes antes de la invasión española,
fueron brutalmente destruidos y la tierra convertida en medio de acumulación de riqueza y de poder
para la minoría y de explotación y miseria para la mayoría.

¿La Independencia resolvió ese problema?

No. Por el contrario, lo agravó. La independencia de España no fue una revolución social, burguesa,
como la de Francia. Internamente representó una coyuntura de ensanche del latifundio. Las grandes
propiedades de los españoles pasaron a los criollos. Igual cosa sucedió con los baldíos que, en no
menos de tres millones de hectáreas, entraron a fortalecer los viejos latifundistas y a crear nuevos
terratenientes. Con la Ley de Bienes de Manos Muertas de mediados del siglo XIX, las inmensas
propiedades de la iglesia no regresaron a los indígenas ni fueron repartidas entre los campesinos sin
tierra, pequeños y medianos. Fueron a parar al viejo señorío colonial o al nuevo de los patriotas.

¿De qué forma se expresa el problema de la tierra hoy?

En una mayor, exagerada y absurda concentración de la tierra, producto a más de lo anterior, de la


utilización latifundista de las guerras civiles del siglo antepasado, de la violencia desatada y mantenida
desde l948, de la economía del narcotráfico y de la operación asesina del paramilitarismo. Hoy el
problema de la tierra es mayor que en ninguna otra época. Tres millones de campesinos: peones,
terrazgueros, arrendatarios, obreros agroindustriales carecen de tierra, mientras cuatro millones y
medio de campesinos llamados “desplazados” han sido expulsados de sus fincas, convertidas en
macrofundios dedicados a la siembra de la palma africana, el caucho, la soya, etc.
Así, menos del 0,5% de los propietarios de fundos con más de 500 hectáreas controlan, según datos
no recientes del IGAC, el 57% de las propiedades, en tanto que el 67.4% de los propietarios con
menos de 20 hectáreas, sólo poseen el 3,4% de las propiedades. Coincidiendo con este fenómeno, del
12,6% del territorio con vocación agrícola, sólo el 4,6% se emplea en ella. Esto quiere decir que las
dos terceras partes de extensas tierras útiles para la producción de alimentos se están usando para la
ganadería extensiva que, además, cuenta con el 16,8% de la tierra utilizable en esta actividad. Todo
esto en momentos en que, por la política de la Apertura, el país importa al año más de 10 millones de
toneladas de productos agrícolas que ha producido y está en capacidad de producir.

¿Qué importancia tiene la solución del problema de la tierra hoy en el país?

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