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Biografia de Herodoto

Herodoto nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, pequeña ciudad turca


del Asia Menor) en fecha incierta, probablemente hacia el año 484 antes de
Cristo. La colonia dórica de Halicarnaso se hallaba por aquel entonces bajo
dominio persa y era gobernada por el tirano Ligdamis; los padres de
Herodoto eran, por consiguiente, súbditos del Imperio persa, pero en sus
venas corría sangre griega, y de hecho es probable que la familia
perteneciese a la aristocracia de Halicarnaso.

Cuando todavía era un niño, y con motivo de una revuelta contra Ligdamis en
la que murió Paniasis, tío o primo del futuro historiador, la familia de
Herodoto hubo de abandonar su patria y dirigirse a Samos. Allí pudo
Herodoto tener un contacto más estrecho con el mundo cultural jonio. Según
la tradición, fue en Samos donde aprendió el dialecto jónico en el que
redactó su obra; pero los investigadores modernos han comprobado que este
dialecto era empleado también comúnmente en Halicarnaso.

Es casi seguro que, poco antes del 454 a.C., Herodoto regresó a Halicarnaso
para participar en el derrocamiento de Ligdamis (454 a.C.), hijo de Artemisia,
representante de la tiranía caria que dominaba en aquella época la vida
política de la colonia. La siguiente fecha conocida con certeza de la biografía
de Herodoto es la de la fundación, en el 444-443 a.C., de la colonia de Turios,
junto a las ruinas de Síbaris. No se sabe si Herodoto formó parte de la
primera expedición fundadora (que dirigió Pericles), pero sí que obtuvo la
ciudadanía de la colonia.

Algunos de sus biógrafos informan de que, entre esos diez años que median
entre la caída de Ligdamis y su llegada a Turios (454-444), Herodoto realizó
viajes por varias ciudades griegas, en las que ofrecía lecturas de sus obras;
incluso se dice que recibió diez talentos por una lectura ofrecida en Atenas,
dato que hoy parece bastante improbable, aunque manifiesta la buena
acogida que tuvo Herodoto en la ciudad.

Su estancia en la Atenas de Pericles le permitió contemplar el gran momento


político y cultural que vivía la ciudad: en Atenas, Herodoto pudo conocer
a Protágoras, abanderado de la revolución de la sofística, y a Sófocles, el gran
poeta trágico que tanto influiría en su obra histórica. También en la época
previa a la fundación de Turios Herodoto hizo aquellos viajes de los que nos
habla en su obra: se sabe que estuvo en Egipto durante cuatro meses y que,
después, fue a Fenicia y Mesopotamia. Otro de sus viajes le llevó al país de
los escitas.

Todos estos viajes estuvieron inspirados por el deseo de aumentar sus


conocimientos y de saciar sus ansias de saber, acicates constantes del
pensamiento de Herodoto. Éste aparece a través de su obra como un hombre
curioso, observador y siempre dispuesto a escuchar, cualidades que
combinaba con una gran formación enciclopédica y erudita. Sus
peregrinaciones continuarían después de establecerse en Turios, donde
residió al menos unos cuantos años, si bien se sabe muy poco acerca de esta
última etapa de su vida.

La parodia que realizó Aristófanes de la obra de Herodoto permite suponer


que ésta era ya conocida en torno al año 425 a.C. Los últimos
acontecimientos mencionados en las Historias de Herodoto acerca de Grecia
se refieren al año 430 a.C.; se piensa que el historiador falleció en Turios
entre los años 426 y 421 a.C.

Su influencia
A pesar del enorme éxito obtenido por Herodoto, pronto comenzaron las
críticas por parte de los historiadores posteriores, que le acusaban de ser
poco riguroso con los datos. Uno de sus primeros críticos fue Tucídides, quien
se refiere a su método como algo efímero y válido sólo para un instante, es
decir, apto únicamente para la lectura y el disfrute.

Lo cierto es que Herodoto se convirtió en una fuente inexcusable para todos


los historiadores del mundo antiguo, que poco a poco fueron rectificando
algunas de sus informaciones sobre países lejanos y exóticos. Con el
helenismo, la obra de Herodoto adquirió una mayor relevancia gracias al
carácter un tanto novelesco de algunos relatos (algo muy del gusto de la
época); un célebre estudioso alejandrino, Aristarco de Samotracia, realizó un
comentario de sus obras. Así, la obra de Herodoto fue siempre, como se ha
dicho, un punto de referencia, bien como modelo consciente o simplemente
como anti-modelo.
También los romanos se rindieron ante la figura de Herodoto;
fue Cicerón quien lo llamó "el padre de la historia". Muchos historiadores
romanos se sirvieron de él como fuente, y abundan las citas sacadas de
las Historias. Durante la Edad Media, período en que la lengua griega se
convirtió en un verdadero arcano, Herodoto dejó de leerse, aunque de una
manera indirecta, gracias a los historiadores latinos, se conocieron algunas
de las anécdotas insertas en sus relatos. Su estrella volvió a brillar gracias a
los logros del humanismo: fue Lorenzo Valla el primero que se atrevió a
traducir su obra al latín, y, ya a comienzos del siglo XVI (en 1520), salió de las
prensas de Aldo Manuzio la primera edición de sus Historias, con lo que el
texto original de Herodoto entró de nuevo al caudal de la erudición de los
siglos siguientes.
Biografía de Tucídides
(Atenas, 460 a.C. - ?, 395 a.C.) Historiador griego. Su padre era un propietario
de minas y su madre pertenecía a la nobleza tracia, por lo que recibió una
esmerada educación. En 430 a.C. enfermó durante una epidemia, pero logró
sobrevivir milagrosamente.

En el 424 a.C. fue nombrado estratega en Atenas y se le confió el mando de


una flota encargada de romper el asedio de Anfípolis, pero fracasó en el
intento y la ciudad cayó en manos enemigas, por lo que fue condenado al
exilio.

A partir de entonces dedicó su tiempo a la redacción de la Historia de la


guerra del Peloponeso, una obra fundamental en la historiografía antigua,
que le ha valido ser considerado como uno de los más grandes historiadores,
pues, a diferencia de otros de su tiempo, limita su narración a los sucesos
acaecidos, sin hacer intervenir en ella a los dioses; todo cuanto ocurre se
debe a los actos de los hombres.
No sólo eso: en su Historia, Tucídides analiza los hechos buscando las razones
profundas de los mismos, e intenta ir más allá de lo anecdótico para penetrar
en las motivaciones personales de los políticos, sus ambiciones y sus
temores. Para ello, introduce a veces discursos ficticios para exponer las
motivaciones de los personajes históricos.
La guerra del Peloponeso se presenta al lector como una confrontación entre
dos Ligas de ciudades, una capitaneada por Atenas y la otra por Esparta,
provocada por el creciente temor de los espartanos ante el imperialismo
ateniense, así como ante su poder económico. En cierto modo se trata de
una historia centrada en los griegos, en la que, a diferencia de Herodoto,
Tucídides no recurre a factores extraños al mundo heleno.
Biografía de Platón

(Atenas, 427 - 347 a. C.) Filósofo


griego. Junto con su maestro
Sócrates y su discípulo Aristóteles,
Platón es la figura central de los tres
grandes pensadores en que se
asienta toda la tradición filosófica
europea. Fue el británico Alfred
North Whitehead quien subrayó su
importancia afirmando que el
pensamiento occidental no es más
que una serie de comentarios a pie
de página de los diálogos de Platón.

La circunstancia de que Sócrates no


dejase obra escrita, junto al hecho
de que Aristóteles construyese un
sistema opuesto en muchos aspectos al de su maestro, explican en parte la
rotundidad de una afirmación que puede parecer exagerada. En cualquier
caso, es innegable que la obra de Platón, radicalmente novedosa en su
elaboración lógica y literaria, estableció una serie de constantes y problemas
que marcaron el pensamiento occidental más allá de su influencia inmediata,
que se dejaría sentir tanto entre los paganos (el neoplatonismo de Plotino)
como en la teología cristiana, fundamentada en gran medida por San Agustín
sobre la filosofía platónica.

Nacido en el seno de una familia aristocrática, Platón abandonó su inicial


vocación política y sus aficiones literarias por la filosofía, atraído por
Sócrates. Fue su discípulo durante veinte años y se enfrentó abiertamente a
los sofistas (Protágoras, Gorgias). Tras la condena a muerte de Sócrates (399
a. C.), huyó de Atenas y se apartó completamente de la vida pública; no
obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su
pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado.
Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos
de Pitágoras; tras una negativa experiencia en Siracusa como asesor en la
corte del rey Dionisio I el Viejo, pasó algún tiempo prisionero de unos piratas,
hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas. Allí fundó en el año 387
una escuela de filosofía, situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín
dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre de Academia. La
Academia de Platón, una especie de secta de sabios organizada con sus
reglamentos, contaba con una residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y
seminarios especializados, y fue el precedente y modelo de las modernas
instituciones universitarias.
En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de asuntos, dado que la
filosofía englobaba la totalidad del saber, hasta que paulatinamente fueron
apareciendo (en la propia Academia) las disciplinas especializadas que darían
lugar a ramas diferenciadas del saber, como la lógica, la ética o la física.
Pervivió más de novecientos años (hasta que Justiniano la mandó cerrar en el
529 d. C.), y en ella se educaron personajes de importancia tan fundamental
como su discípulo Aristóteles.
Obras de Platón

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se


han conservado casi completos. La mayor parte están escritos en forma
dialogada; de hecho, Platón fue el primer autor que utilizó el diálogo para
exponer un pensamiento filosófico, y tal forma constituía ya por sí misma un
elemento cultural nuevo: la contraposición de distintos puntos de vista y la
caracterización psicológica de los interlocutores fueron indicadores de una
nueva cultura en la que ya no tenía cabida la expresión poética u oracular,
sino el debate para establecer un conocimiento cuya legitimación residía en
el libre intercambio de puntos de vista y no en la simple enunciación.

Los veintiséis diálogos platónicos probadamente auténticos (de los cuarenta


y dos transmitidos por la Antigüedad) pueden clasificarse en tres grupos. Los
diálogos del llamado período socrático (396-388), entre los que se incluyen
la Apología, Critón, Eutifrón, Laques, Cármides, Ión, el Hipias menor y tal
vez Lisis (que quizá sea posterior), revelan claramente la influencia de los
métodos de Sócrates y se distinguen por el predominio del elemento mímico-
dramático: comienzan abruptamente, sin preámbulos preparatorios. Todas
estas obras son anteriores al primer viaje de Platón a Sicilia, y en ella
dominan los diálogos investigadores a la manera socrática.
Dentro de los diálogos del siguiente período, llamado constructivo o
sistemático, pertenecen a una fase de transición Protágoras, Menón (que
anunció la doctrina de las Ideas), Gorgias, Menéxenes, Crátilo y Eutidemo. Los
grandes diálogos de esta etapa son el Fedón, cuyo tema es la inmortalidad
del alma; El banquete, en el que seis oradores debaten sobre el amor; La
República, el texto platónico más sistemático, fruto de largos años de trabajo,
que presenta tres líneas principales de argumentación (ético-política,
estético-mística y metafísica) combinadas en un todo; y el Fedro, que
mediante la forma de diálogo dramático debate aspectos relativos a la
belleza y el amor, y contiene momentos de honda poesía. Estos diálogos, en
los que se muestra en su apogeo la fuerza expresiva de Platón, no son
ensayos filosóficos propiamente dichos, sino obras literarias que tratan
temas filosóficos, y por ello no se limitan a un solo tema o asunto.
Los diálogos del período tardío o revisionista, por último, fueron escritos a
partir del momento de la fundación de la Academia. Si bien carecen de los
méritos dramáticos y literarios que caracterizaron a los diálogos precedentes,
presentan en cambio una mayor sutileza y madurez de juicio, ya que en ellos
se expresa más el pensador decidido a presentar la definitiva exposición de
su pensamiento filosófico que el artista. En el Parménides, Platón revisa la
doctrina de las Ideas; en el Teeteto combate el escepticismo de Protágoras
acerca del conocimiento, al tiempo que exalta la vida contemplativa del
filósofo; en el Timeo expone el mito de la creación del mundo por obra del
Demiurgo; en el Filebo trata las relaciones entre el Bien y el placer, y en Las
leyes intenta adaptar más a la realidad su doctrina del Estado ideal, tomando
como referencia las constituciones y legislaciones de varias ciudades griegas.
Biografía de Polibio

(Megalópolis, Grecia, 200 a. C.-118 a. C.) fue


un historiador griego. Es considerado uno de
los historiadores más importantes, debido a
que es el primero que escribe
una historia universal. Su propósito central fue
explicar cómo pudo imponerse la hegemonía
romana en la cuenca del Mediterráneo,
mostrando cómo se encadenan los
sucesos políticos y militares acontecidos en
todos los rincones de este ámbito geográfico.
Además de esto, Polibio es
el historiador antiguo que más ha escrito
sobre la historia y sobre la forma de hacer
Historia. Será retomado en la modernidad
para forjar algunos de los puntos básicos que
formaran la disciplina de la Teoría de la
Historia.
Sus apreciaciones políticas son consideradas aún hoy en día, siendo material
de estudio en diversas disciplinas, como la Ciencia Política o las Relaciones
Internacionales.
Como miembro de la clase gobernante, Polibio tuvo la oportunidad de
conocer de primera mano los asuntos políticos y militares de su época. Su
carrera política estuvo dedicada durante largo tiempo a conservar la
independencia de la Liga Aquea. Se inició como embajador, junto con Licortas
(su padre) y Arato el Joven en la malograda embajada a Ptolomeo V Epífanes.
Luego fue elegido hiparca de la liga para el período 169/168 a. C. Como
principal representante de la política de neutralidad en la guerra
entre Roma y Perseo de Macedonia, atrajo sobre sí las sospechas de los
romanos, siendo uno de los 1.000 nobles aqueos transportados en
el 166 a. C. a Roma como rehenes, lugar donde permaneció retenido durante
diecisiete años.
Gracias a su elevado nivel cultural, Polibio fue admitido en las más
distinguidas casas de Roma, particularmente en la de Lucio Emilio Paulo
Macedonico, vencedor de la tercera guerra macedónica (171-168 a. C.),
quien le encargó la educación de sus hijos: Fabio y Escipión. Mediante la
intercesión de Escipión en el 150 a. C., Polibio obtuvo el permiso para
regresar a su hogar, pero en lugar de ello, pasó los siguientes años en
compañía de su amigo en África, donde pudo estar presente en la tercera
guerra púnica y en la captura de Cartago, hecho que describió en su
narración histórica.
Su estancia en la península ibérica, durante las guerras celtíberas, le sirvió
para estudiar la geografía, los pueblos y las costumbres de Hispania. Tras la
destrucción de Corinto (146 a. C.), y gracias a su popularidad en Roma, se le
encomendó establecer las bases de la futura provincia de Acaya, utilizando
como base las decisiones de la comisión de decemviros. Polibio volvió
a Grecia y utilizó sus conexiones con los romanos para impulsar allí una
mejora de las condiciones de vida, contribuyendo a consolidar el gobierno de
las oligarquías en acuerdo con Roma. Polibio encaró la difícil tarea de
organizar la nueva forma de gobierno de las ciudades griegas, ganando en
esta labor el mayor de los reconocimientos.
Tras finalizar este trabajo, regresó a Roma. Los años siguientes significaron
un gran impulso a su obra escrita, imbuido como estuvo en su trabajo
histórico, y emprendiendo ocasionalmente largos viajes por los países
mediterráneos para obtener conocimientos de primera mano sobre lugares
históricos. Al parecer, solía también entrevistar a los veteranos de las guerras
de Roma para aclarar detalles de los hechos que describía, y consiguió acceso
a los archivos para este mismo propósito.
Tras la muerte de su amigo Escipión, regresó de nuevo a Grecia, donde murió
a la edad de ochenta y dos años al caer de su caballo tal como señala
el Pseudo Luciano
Biografía de Marco Tulio Cicerón 

(Arpino, 3 de enero de 106 a. C.-Formia, 7 de


diciembre de 43 a. C.) fue
un jurista, político, filósofo, escritor y oradorro
mano.1 Es considerado uno de los más grandes
retóricos y estilistas de la prosa en latín de
la República romana.23
Reconocido universalmente como uno de los
más importantes autores de la historia
romana, es responsable de la introducción de
las más célebres escuelas
filosóficas helenas en la
intelectualidad republicana, así como de la creación de un vocabulario
filosófico en latín. Gran orador y reputado abogado, Cicerón centró —
mayoritariamente— su atención en su carrera política. Hoy en día es
recordado por sus escritos de carácter humanista,4 filosófico y político. Sus
cartas, la mayoría enviadas a Ático, alcanzaron un enorme reconocimiento en
la literatura europea por la introducción de un depurado estilo
epistolar. Cornelio Nepote destacó la riqueza ornamental de estas cartas,
escritas «acerca de las inclinaciones de los líderes, los vicios de los
comandantes y las revoluciones estatales», que transportaban al lector a esa
época.5
Constituido en uno de los máximos defensores del sistema republicano
tradicional combatió la dictadura de César haciendo uso de todos sus
recursos. No obstante, durante su propia carrera no dudó en cambiar de
postura dependiendo del clima político. Esta indecisión es fruto de su
carácter sensible e impresionable. Intemperante, era propenso a reaccionar
de manera excesiva ante los cambios. El escritor Asinio Polión escribió de él:
¡Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y
la adversidad con mayor energía!6
La notoriedad como orador de Cicerón en vida aumentaría tras su
muerte. Pierre Grimal47 considera que no hubo nadie más capaz de elaborar
una teoría romana de la elocuencia, descrita como vehículo de expresión e
instrumento político.
El tusculano trata el tema en muchas de sus obras, tanto didácticas como
teóricas, e incluso históricas - Brutus; en el que traza una breve historia de los
oradores romanos más célebres hasta César, del que destaca la calidad de su
expresión.
Biografía de San Agustín

Aurelio Agustín nació en Tagaste,


en el África romana, el 13 de
noviembre de 354. Su padre,
llamado Patricio, era un
funcionario pagano al servicio del
Imperio. Su madre, la dulce y
abnegada cristiana Mónica, luego
santa, poseía un genio intuitivo y
educó a su hijo en su religión,
aunque, ciertamente, no llegó a
bautizarlo. El niño, según él
mismo cuenta en
sus Confesiones, era irascible,
soberbio y díscolo, aunque excepcionalmente dotado. Romaniano, mecenas
y notable de la ciudad, se hizo cargo de sus estudios, pero Agustín, a quien
repugnaba el griego, prefería pasar su tiempo jugando con otros mozalbetes.
Tardó en aplicarse a los estudios, pero lo hizo al fin porque su deseo de saber
era aún más fuerte que su amor por las distracciones; terminadas las clases
de gramática en su municipio, estudió las artes liberales en Metauro y
después retórica en Cartago.

A los dieciocho años, Agustín tuvo su primera concubina, que le dio un hijo al
que pusieron por nombre Adeodato. Los excesos de ese "piélago de
maldades" continuaron y se incrementaron con una afición desmesurada por
el teatro y otros espectáculos públicos y la comisión de algunos robos; esta
vida le hizo renegar de la religión de su madre. Su primera lectura de las
Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y
no fundada en la razón. Sus intereses le inclinaban hacia la filosofía, y en este
territorio encontró acomodo durante algún tiempo en el escepticismo
moderado, doctrina que obviamente no podía satisfacer sus exigencias de
verdad.

Sin embargo, el hecho fundamental en la vida de San Agustín de Hipona en


estos años es su adhesión al dogma maniqueo; su preocupación por el
problema del mal, que lo acompañaría toda su vida, fue determinante en su
adhesión al maniqueísmo, la religión de moda en aquella época. Los
maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra
mala (las tinieblas), eternas e irreductibles. Era preciso conocer el aspecto
bueno y luminoso que cada hombre posee y vivir de acuerdo con él para
alcanzar la salvación.

Dedicado a la difusión de esa doctrina, profesó la elocuencia en Cartago (374-


383), Roma (383) y Milán (384). Durante diez años, a partir del 374, vivió
Agustín esta amarga y loca religión. Fue colmado de atenciones por los altos
cargos de la jerarquía maniquea y no dudó en hacer proselitismo entre sus
amigos. Se entregó a los himnos ardientes, los ayunos y las variadas
abstinencias y complementó todas estas prácticas con estudios de astrología
que le mantuvieron en la ilusión de haber encontrado la buena senda. A
partir del año 379, sin embargo, su inteligencia empezó a ser más fuerte que
el hechizo maniqueo. Se apartó de sus correligionarios lentamente, primero
en secreto y después denunciando sus errores en público. La llama de amor
al conocimiento que ardía en su interior le alejó de las simplificaciones
maniqueas como le había apartado del escepticismo estéril.

En 384 encontramos a San Agustín de Hipona en Milán ejerciendo de


profesor de oratoria. Allí lee sin descanso a los clásicos, profundiza en los
antiguos pensadores y devora algunos textos de filosofía neoplatónica. La
lectura de los neoplatónicos, probablemente de Plotino, debilitó las
convicciones maniqueístas de San Agustín y modificó su concepción de la
esencia divina y de la naturaleza del mal; igualmente decisivo en la nueva
orientación de su pensamiento serían los sermones de San Ambrosio,
arzobispo de Milán, que partía de Plotino para demostrar los dogmas y a
quien San Agustín escuchaba con delectación, quedando "maravillado, sin
aliento, con el corazón ardiendo". A partir de la idea de que «Dios es luz,
sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», San
Agustín comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a
Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser
entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso
como sustancia.
Dos años después, la convicción de haber recibido una señal divina (relatada
en el libro octavo de las Confesiones) lo decidió a retirarse con su madre, su
hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde
San Agustín escribió sus primeras obras. En 387 se hizo bautizar por San
Ambrosio y se consagró definitivamente al servicio de Dios. En Roma vivió un
éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió poco después.

En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en


Hipona por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de
predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió
con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado
combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia
católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos,
pelagianos, donatistas y paganos.

Tras la muerte de Valerio, hacia finales del 395, San Agustín fue nombrado
obispo de Hipona; desde este pequeño pueblo pescadores proyectaría su
pensamiento a todo el mundo occidental. Sus antiguos correligionarios
maniqueos, y también los donatistas, los arrianos, los priscilianistas y otros
muchos sectarios vieron combatidos sus errores por el nuevo campeón de la
Cristiandad. Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo,
escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y
paganos, y ejerció a la vez de pastor, administrador, orador y juez. Al mismo
tiempo elaboraba una ingente obra filosófica, moral y dogmática; entre sus
libros destacan los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios,
extraordinarios testimonios de su fe y de su sabiduría teológica.
Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo
de ser responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una
encendida respuesta de San Agustín, recogida en La ciudad de Dios, que
contiene una verdadera filosofía de la historia cristiana. Durante los últimos
años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África (iniciadas
en el 429), a las que no escapó su ciudad episcopal. Al tercer mes del asedio
de Hipona, cayó enfermo y murió
Beato Joaquín de Fiore o de Floris

(en Italiano: Gioacchino da Fiore) (1135-1202) fue un abad nacido


en Calabria en la Edad Media. Sus seguidores, denominados Joaquinitas,
iniciaron un movimiento heterodoxoque proponía una observancia más
estricta de la Regla franciscana.
De origen humilde, fue un sabio autodidacta que posteriormente fue escritor
experto en temas de teología y filosofía. Entre 1156 y 1157, mientras viajaba
por Palestina, tuvo una experiencia mística en el Monte Tabor luego del cual
obtuvo el don de la exégesis. En 1159 ingresó a la orden cisterciense y
en 1188 el Papa lo liberó bajo petición propia de sus obligaciones como abad.
Con sus discípulos, fundó una comunidad monástica en 1196 (con aprobación
de Celestino III). Pese a ser un buen abad y a sus debatesteológicos, también
se distinguió por sus profecías, fundadas en la exégesis bíblica, gracias a
la hermenéutica postulando la historia del mundo en tres eras distintas, una
por cada persona de la Trinidad.
Defendió una concepción histórica de Dios y la Humanidad, en la cual la
historia concluye con una renovación espiritual de la Iglesia, convirtiendo el
mundo en un monasterio único que estaría habitado por monjes espirituales
ideales. Afirmó que el fin del mundo estaría previsto para 1260.
Murió el 30 de marzo de 1202, fue uno de los influyentes proféticos y
teológicos, no solo en el campo del catolicismo sino del protestantismo y en
el desarrollo de las predicciones de Nostradamus.[cita requerida]
En el IV Concilio de Letrán (1215-16), se condenaron algunas de sus opiniones
respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos; sin
embargo no se atacó a su persona, pues ya se había extendido la fama de
santidad entre el pueblo. En 1220 el papa Honorio III lo
declaró perfectamente católico y mandó divulgar esta sentencia. Los
seguidores de Joaquín de Fiore enviaron una relación de milagros atribuidos
a él, con vistas a la canonización.
El culto como beato se estableció espontáneamente. En 1688 fue incluido
como beato en las Acta Sanctorum de los Bolandistas. En 2001 fue reabierto
su proceso de canonización y la petición de nombrarlo Doctor de la Iglesia.
Biografia de Nicolás Maquiavelo

en italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli[nikkoˈlɔ


mmakjaˈvɛlli] Florencia, 3 de mayo de 1469-ib., 21 de junio de 1527) fue
un diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano, considerado
padre de la Ciencia Política moderna.1 Fue asimismo una figura relevante
del Renacimiento italiano. En 1513 escribió su tratado
de doctrina política titulado El príncipe, póstumamente publicado
en Roma en 1531.
Nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos quince
kilómetros de Florencia, el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli,
un abogado perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia
influyente de Florencia, y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias
cultas y de orígenes nobiliarios, pero con pocos recursos a causa de las
deudas del padre.
Entre 1494 y 1512 estuvo a cargo de una oficina pública y visitó varias cortes
en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones
diplomáticas. En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y
después fue exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia
en 1527 y fue sepultado en la Santa Cruz.2
Su vida podría ser dividida en tres periodos; cada uno de ellos representa en
sí mismo la historia de Florencia. Su juventud coincidió con la grandeza de
Florencia como potencia italiana, bajo el mandato de Lorenzo de Médici. La
caída de los Médici en Florencia ocurrió en 1494, el mismo año en el que
Maquiavelo se integraba en el servicio público. Durante su carrera como
funcionario, ejerce importantes puestos en la Florencia que fue libre bajo el
gobierno de una república, la cual duró hasta 1512, cuando los Médici
regresaron al poder, y Maquiavelo perdió su puesto. Los Médici gobernaron
Florencia desde 1512 hasta 1527, cuando fueron nuevamente retirados del
poder. Este fue el período de actividad literaria de Maquiavelo, y también de
su creciente influencia; sin embargo, murió a semanas de la expulsión de los
Médici, el 21 de junio de 1527, a los cincuenta y ocho años, sin haber
recuperado su cargo.
Juventud
Aunque se tienen pocos registros de su juventud, la Florencia de aquellos
días era tan bien conocida que es fácil imaginar el ambiente en el que el
joven ciudadano se desenvolvía. Florencia era una ciudad con dos corrientes
opuestas, una representada por el austero Girolamo Savonarola y la otra
por Lorenzo de Médici, amante del esplendor. Aunque el poder de
Savonarola sobre las fortunas florentinas era inmenso, no parece haber sido
muy importante para Maquiavelo puesto que sólo lo menciona en El
Príncipe como un malogrado profeta desarmado. Por otra parte, la
magnificencia del mandato de Lorenzo impresionó fuertemente a
Maquiavelo, llegando incluso a dedicar El príncipe al nieto de Lorenzo.
Maquiavelo fue considerado uno de los grandes escritores en su colegio. Era
un escritor y fue un militar muy reconocido que influyó en el humanismo.
Servicio civil[
En el segundo período de su vida sirvió en el servicio militar Libre de
Florencia, la cual pasó de la expulsión de los Médici en 1494 cuando
Maquiavelo tenía 25 años, y duró hasta el regreso de los Médici (familia que
poseía el mayor poder económico en Florencia) en 1512. Después de servir
cuatro años en una oficina pública como secretario, fue nombrado canciller y
secretario de la Segunda Cancillería. Tomó un rol importante en los asuntos
de la república, habiendo quedado sus decretos, sus registros y sus
despachos para guiarnos, así como sus propios escritos. Pese a que tuvo
posiciones altas en el panorama público y político, él las evitaba ya que
aceptaba cualquier tipo de trabajo a cambio de poco sueldo.
Su primera misión fue en 1499, para Caterina Sforza, «mi dama de Forli»
en El príncipe, de cuya conducta y suerte, Maquiavelo extrajo la moraleja: «es
mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza». Será un
concepto muy importante para Maquiavelo, y es señalado en muchas formas
como de vital importancia para aquellos que quieran ostentar el poder.
En 1500 fue enviado a Francia para convencer a Luis XII la conveniencia de
continuar la guerra contra Pisa. Será este el rey que, en su política con
respecto a Italia, comete los cinco errores capitales del poder resumidos en El
príncipe.
La vida pública de Maquiavelo estuvo enmarcada en sucesos surgidos por la
ambición del papa Alejandro VI y de su hijo, César Borgia, el duque Valentino;
ambos personajes ocupan un gran espacio en El príncipe. Maquiavelo no
vacila en citar las acciones del duque en beneficio de los usurpadores que
quieren quedarse con los estados que conquistan; de hecho, Maquiavelo no
encuentra mejores preceptos que enseñar que los patrones de conducta de
César Borgia. Por ello, para algunos críticos, César es el «héroe» de El
príncipe. Aun así, el duque es señalado en El príncipe como el tipo de hombre
que crece con la fortuna de otros y cae de la misma manera; quien toma el
rumbo que podría esperarse de cualquier hombre prudente, excepto el curso
que lo salvará; quien está preparado para todas las eventualidades, excepto
para la que finalmente llega; y quien, cuando sus habilidades le son
insuficientes para solucionar un problema, exclama que no ha sido su culpa,
sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad. César Borgia también era
un gran humanista y contrató a Leonardo Da Vincipara que le realizara varias
pinturas. En diversas ocasiones, Maquiavelo coincidió con Leonardo,
manteniendo con él largas conversaciones.
A la muerte de Alejandro VI, en 1503, Maquiavelo fue enviado a observar la
elección del sucesor, y ahí se da cuenta de las maniobras de César Borgia
para forzar la elección de Giuliano delle Rovere (el papa Julio II), que era uno
de los cardenales que más temía al duque. Maquiavelo, al comentar esta
elección, dice: que aquel que piense que los favores harán que los grandes
personajes olviden ofensas pasadas se engaña a sí mismo. Y así, Julio II no
descansó hasta ver a César en la ruina.
Precisamente fue con Julio II con el que Maquiavelo cumplió su encargo en
1506, al mismo tiempo que el pontífice comenzaba su cruzada en contra
de Bolonia; una campaña que resultó ser solo una más de sus exitosas
aventuras, gracias en gran parte a su carácter impetuoso. Con respecto al
Papa Julio II, Maquiavelo nos presenta las semejanzas que existen entre la
Fortuna y las mujeres. Y concluye que el osado, y no el cauteloso, es el que
conquistará a ambas.
En 1507 lo destinaron a Alemania como diplomático para parlamentar con
el emperador Maximiliano I sobre las medidas expansionistas que quería
adoptar dicho emperador. Maximiliano, sorprendido por la inteligencia y
elocuencia de Maquiavelo, fue convencido a no invadir territorios italianos y
menos aún Florencia, que era la intención que tenía el emperador. Sobre
los alemanes concretamente, Maquiavelo dijo: los alemanes son una
grandísima fuerza militar, pero tienen y tendrán una política muy débil.
El emperador Maximiliano fue uno de los hombres más interesantes de la
época, y su carácter había sido moldeado por múltiples manos; pero
Maquiavelo revela el secreto de las constantes fallas del emperador cuando
lo describe como un hombre retraído, sin fuerza de carácter y sin los arrestos
necesarios para llevar a cabo sus planes o insistir en el cumplimiento de sus
deseos.
Otros personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Por ejemplo, retrató
a Fernando II de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas
bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconocía los
principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para
Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se
hubiese dejado influir por dichos principios.
Los demás años de Maquiavelo en el servicio público transcurrieron
alrededor de los eventos surgidos a partir de la Liga de Cambrai, formada en
1508 entre las tres grandes potencias europeas y el papa, con el objeto de
destruir a la República Veneciana. Después de la batalla de Agnadello,
Venecia perdió en un día todo lo ganado en ochocientos años. A raíz de esta
batalla surgió un problema entre el papa y Francia, que dejó a Florencia
desprotegida y a merced del papa, quien impulsó el regreso de los Médici el
primero de septiembre de 1512. La consecuente caída de la república
provocó el despido de Maquiavelo del servicio público y el fin de su carrera
como oficial.
Biografía de Francis Bacon

Era el hijo menor de sir Nicholas Bacon,


nombrado guardián del Gran Sellopor la
reina Isabel I. Su madre, Anne Cooke Bacon,
segunda esposa de sir Nicholas, era sobrina de
sir Anthony Cooke, hablaba cinco idiomas y
estaba considerada una de las mujeres más
ilustradas de su época. Fue educado por su
madre en los principios
del puritanismo calvinista.

Aunque no se haya establecido con seguridad,


hay razones para creer que Bacon fue educado por preceptores en su casa
durante sus primeros años, y su salud durante este período, al igual que
después, fue bastante frágil. En 1573, a la edad de 13 años, ingresó en
el Trinity College de Cambridge, institución en la que cursó estudios hasta
1576 en compañía de su hermano mayor, Anthony.
En Cambridge su investigación en diversas ciencias lo llevó a la conclusión de
que los métodos empleados y los resultados obtenidos no se correspondían y
eran erróneos. Su reverencia por Aristóteles, de quien a pesar de todo no
parecía tener excesivos conocimientos, contrastaba con su despego de
la filosofía aristotélica. A su juicio, la filosofía precisaba de un verdadero
cometido y nuevos métodos para alcanzarlo. Con este primer germen de la
idea que lo consagraría, Bacon abandonó la universidad.
El 27 de junio de 1576 ambos hermanos ingresaron en De societate
magistrorum y unos meses más tarde fueron destinados a Francia como
agregados del embajador sir Amyas Paulet. La situación política y social en
Francia durante el reinado de Enrique III le proporcionó al joven Francis una
valiosísima experiencia política, al verse envuelto en algunas gestiones
diplomáticas complejas y delicadas. Aunque vivió en Poitiers, visitó también
París y las principales ciudades francesas y recogió informes sobre los
recursos y la situación política de diferentes países europeos, informes que
se han venido publicando entre sus obras bajo el título de Notes on the State
of Christendom ("Notas sobre el estado de la Cristiandad"), pese a que, como
apuntó el historiador James Spedding, parece ser trabajo más bien de un
ayudante de su hermano Anthony. Posteriormente, además, leyó
los Ensayos del francés Michel de Montaigne (1580 y 1595), género que
afianzó su escepticismo racionalista y que introdujo posteriormente en
Inglaterra escribiendo él mismo unos Ensayos (1597).
Al conocer la súbita muerte de su padre en 1579, Francis regresó a Inglaterra.
La modestísima herencia que le dejó, insuficiente para situar a su hijo menor
en una posición desahogada, lo obligó a adoptar la profesión del derecho.
Con estos estudios y sus trabajos literarios y diplomáticos Bacon aspiraba a
conseguir un puesto político importante, así que frecuentó el círculo
del Conde de Essex, quien se convirtió en su protector durante el reinado de
Isabel I de Inglaterra, y llegó a ser miembro de la Cámara de los
comunes (1592). Por fin entró en la órbita regia cuando Jacobo I de
Inglaterra advino al trono en 1603. El monarca era un amante de la erudición
y Bacon destacó entre sus preferidos. Recibió así progresivos y crecientes
cargos y honores: letrado real (1607), procurador general (1613), fiscal
general (1615), miembro del Consejo Privado (1616), ministro de justicia
(1617), Lord guardián del sello y finalmente Lord canciller a los cincuenta y
siete años (1618), culmen de su carrera política. También se le concedió el
título de barón de Verulam y de vizconde de San Albano. Como hombre de
leyes fue el juez que condenó a muerte a sir Walter Raleigh (1618) y a
sir Thomas Howard (1619).
Posteriormente Bacon se vio envuelto en intrigas políticas que lo acusaban
de desprestigiar al Rey; incluso en 1621 fue acusado de corrupción y maltrato
a sus subordinados. Sin embargo Bacon logró salir airoso de estas insidias y
con una gran fortuna acumulada en el ejercicio de su labor pública, con la
cual pudo retirarse dedicado en adelante y en exclusiva a sus trabajos
filosóficos y científicos. Tras publicar sus obras principales, falleció en
Londres en 1626 a causa de una neumonía.
Los afectados superan los 50 mil
ciudadanos en Arequipa, Tacna, Puno y
Moquegua
23 personas murieron en el sur por los desastres
naturales
Entre diciembre del 2016 y mayo de este año se
han reportado 23 fallecidos por los desastres naturales en las
regiones Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno, conforme a lo que se detalla en
la evaluación de daños al 95 por ciento a nivel nacional, realizado por
el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci).

La lista pone a la cabeza a Arequipa, donde hubo 17 fallecidos, le sigue Puno


con 4, Moquegua con 1 y Tacna también con 1, indica el monitoreo
actualizado al pasado 15 de junio hasta las 15:00 horas y divulgado por
el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN). En cuanto a los
afectados, en la región Arequipa se reportan 48 mil 914 personas afectadas,
2 mil 110 damnificadas y 11 mil 687 viviendas afectadas.

REGIONES. Asimismo, en Moquegua se reportan 5216 afectados y 237


damnificados. Resultaron dañadas 1,276 viviendas.En Tacna, las personas
afectadas suman 5,208 y las damnificadas 47. Se dañaron 2,333
viviendas.Igualmente, en Puno hay 72 personas damnificadas y 238
afectadas. Un total de 56 vivienda presentan daños. El Indeci informó,
además, que en Ica están afectadas 101,020 personas, damnificadas 4,581 y
23,442 viviendas afectadas. Se incluye daños por deslizamientos,
inundaciones, granizadas, lluvias, tormentas eléctricas, nevadas y huaicos.

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