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Si de algo tomaron conciencia los conquistadores al entrar en contacto con las vastas civilizaciones
mesoamericanas, fue de la profunda religiosidad que profesaban. Tal espiritismo estaba cimentado por
los multiples mitos que abundaban en estos territorios nahuas, que explicaban el orden de todo un
continente conocido, reinventado a través de estas historias que modelaban el universo y que eran
Más que enaltecer (como lo hace cada persona que se acerca a estos mitos, con justa razón) a tan gran
expresión del pensamiento, este trabajo pretende entender, de modo general, las implicaciones que esta
indivisibilidad ha permeado en las sociedades que han poblado este territorio ayer, ya sea en
Aclarando, nos referimos con indivisibilidad a la dependencia que todos los aspectos de la cotidianidad
(ciencia, cultura, tradiciones, costumbres, etc.) y de la historia, tienen y tenían con la mitología.
Para comenzar esta indagación, es preciso mencionar la manera en la que el pensamiento nahuatl se
transmitía para generaciones posteriores. Italaca, “lo que se dice de alguien o de algo” (oral) y
Xiuhámatl, “anales o códices de años” (escrito) son los homologos, de la manera más simplista, de la
noción de tradición e historia, respectivamente, de Europa. El mismo León-Portilla —de quien fueron
tomados estos dos conceptos(1)— menciona que, a pesar de su obvio acercamiento semántico, estos
dos términos no se corresponden del todo al ser acuñados en dos mundos de pensamiento distinto.
Éstas dos concepciones mexicanas del recuento del pasado estaban íntimamente relacionadas, tanto
que, en ocasiones, se complementaban para resolver sus limitaciones: en el primer caso, el olvido y en
general de las cosas de Nueva España la forma en que los jóvenes mexicas aprendían sus poemas y
cantos de memoria. Para no perder la fidelidad de la palabra, se guiaban con los códices que contenían
escritos tanto “las flores y los cantos” (in xóchitl in cuícatl), como “la verdad”, “la raíz” (neltiliztli),
que equivale —sólo para fines prácticos— a un pensamiento filosófico. Así mismo, los conquistadores
pudieron apreciar la gran memoria que los nahuas atesoraban al hacerlos memorizar los rezos católicos
que les imponían, logrando esto en un intento o dos, y de lo abundantes que eran sus códices al
mostrarles sus Amoxcalli, “casa de códices”. En conclusión, Italaca, para fines prácticos, es la
Éste compendio de conciencias transmitidas tienen raíces profundas que datan, al menos, del año 200
a.c (1) que es el año en que nace el esplendor de Teotihuacán, ciudad y centro principal de la cultura y
la ciencia. Ya en ese tiempo la religiosidad se manifestaba en grandes pirámides que edificaron con
gran devoción para el Sol y la Luna y en los múltiples rituales y técnicas que heredaron, primero a los
toltecas y luego a los aztecas o a los texcocanos; marcando ésta linea con base en la predominacia
política y cultural.
León-Portilla en su libro Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares escribe que al
preguntarle Sahagún a sus informantes indígenas acerca de su origen, respondieron estos con una
historia en donde, relatada a grandes rasgos, al establecerse los antiguos pobladores peregrinos —
representación del origen nahuatl— en la mítica Tamoanchan (que significa“nosotros buscamos nuestra
casa”) y luego de pasar un tiempo ahí, los “sabedores de cosas” (tlamatini), siguiendo el llamado de
Tezcatlipoca, decidieron irse, llevando consigo “lo negro y lo rojo”, que no es más que el registro de
los años y de las antiguas tradiciones. Es aquí, en este relato, donde sale a la luz la importancia que
implicaba para los nahuas el conocimiento de su pasado, tanto que al no tenerlo, se cuestionaban si
acaso podrían seguir existiendo o si el mundo y los astros pudieran conservar su estabilidad. Sin
embargo, cuatro tlamatinis decidieron quedarse, los cuales se dieron a la tarea de reconstruir la historia
con sus recuerdos y con los códices que ellos poseían. Hasta este punto, parece importante apuntar
algunas cosas: primero, la falta de distinción entre mito e historia; segundo, la necesidad de crear un
mito que represente la dependencia que los nahuas tenían con sus memorias; tercero, el problable
caractér mitológico de estas memorias; cuarto, el reconocimiento de estas como vía orientadora en su
existir y ,cinco, la consciencia de que lo que queda escrito, “la tea y la luz”, es construida por los sabios
y es propensa al cambio.
No debe ponerse en duda las implicaciones que tuvo en la sociedad mexica todo este sistema
mitológico. Aunque, a decir verdad, esto no es exclusivo de los aztecas ni de cualquier civilización
mesoaméricana, sino que cada entorno ha determinado a la culturas que lo conforman con las
construcciones imaginativas que estas crean para moldear su realidad, para hacerla comprensible. Lo
que hace diferente a la cultura mexica, por ejemplo, de toda la herencia griega, es la falta de distinción
entre la religiosidad y otras áreas del conocimiento azteca. La creencia era el fundamento de su existir.
Una muestra de esto es la relevancia que tenia el mito del quinto sol para ellos, tanto que sus pautas
alcanzan a la calendarización, siendo que en cada xiuhnelpilli (“atadura de [52] años”) se esperaba el
presagio de la muerte del quinto sol y con esta, el fin de la humanidad, por lo que los pobladores
La impotencia del mesoamericano frente a los dioses que había creado, el desasosiego que infundian
sus voluntades misterosas, determinaron en gran parte varios aspectos de la política tenochca y de su
proceder, teniendo un gran papel, o siendo el acto político en sí, los rituales necesarios para obtener la
benevolencia de sus deidades. Una evidencia de esto son las guerras floridas, hechas para conseguir
prisioneros que proporcionarían la sangre, el “sustento” que se ofrendaba a los dioses; además de que
con ellas reafirmaban su poderío. Otro caso, en donde de igual manera se mezclan las creencias con la
política, se encuentra en la historia de los mexicas. Durante el reinado del cuarto rey azteca, Itzcóatl,
hacia al año 1427, se hizo inminente la segregación servil del pueblo de Aztlán con el señorio de
sobresalió con su valentía, contrariando la desición de Iztcóatl de subordinarse. Logró avivar los
ánimos de todo su pueblo para levantarse en armas contra los tepanecas lo cual resultó en la
conformación de la Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan) y con el establecimiento de la
supremacía mexica. Tlacaélel fungió como principal asesor y consejero en el gobierno de Itzcóatl,
Motecuhzoma Ilhuicamina, Axayácatl, Tízoc y Ahuízotl. Las reformas que implementó durante su
estancia en el poder buscaron reformar la sociedad mexica. Una de las más importantes consistió en
establecer un nuevo pensamiento que coincidiera con el espiritú fiero y hegemónico que planificó. Para
lograrlo, mandó a destruir los códices o memoria alguna que tuviera registro de cualquier versión de la
historia, de la mitología nahuatl, que no fuera la azteca, esto con el fin de reescribir la cosmovisión a su
conveniencia. Otra de sus medidas, fue poner a Hutzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, en la cima
de la jerarquía del panteón religioso, dejando en claro el nuevo caracter bélico de Tenochtitlan. Esto
configuró —entre otras cosas— los ingredientes necesarios para el posterior esplendor del Imperio
mexica. Una vez más, la indivisibilidad con la mitología es el combustible de la voluntad del pueblo
del sol.
Ahora bien, es importante cuestionar las fuentes de donde viene el conocimiento con el que se asienta
la identidad mexicana de hoy en día. La parte Europea de esta unidad sufre menos complicaciones que
la sección indígena, siendo que fue arrasada de manera violenta junto a sus codices, la tinta de su
legado. Hay que mencionar que la mayoría de los poemas que retratan el paso del tiempo y que además
fijan un origen, hablan en voz de los creadores, interpretadores y compiladores que, después de la
conquista, establecieron los conocimientos que se conocen hoy día. Son pocos los códices y las
memorias que se conservan hoy en día que son propiamente prehispánicos gracias a la destrucción
masiva que aconteció a tan valiosos documentos. Debido este alejamiento, no es descabellado hablar de
una posible ambigüedad de los testimonios y documentos obtenidos respecto a la verdad. Esto
menciona Le Clézio en relación a la Historia general de Sahagún: “la verdad vivida es sustituida por el
mito: el mito de una edad de oro prehispánica (...) Sin comprenderlo, (...) de todo esto se apodera
Bernandino de Sahagún y con ello impregna su propia cultura, hasta mezclar con los mitos paganos del
Occidente grecolatino las figuras demoniacas de los aztecas. Estamos lejos de un mero testimonio.”
Tenemos, pues, otra “reinvención” de una historia basada en mitos.
Para concluir sólo hace falta comentar algunas ideas finales. Con base en las evidencias expuestas, que
son en realidad pocas pero que representan aspectos significativos para los aztecas, podemos afirmar
que en definitiva existe tal indivisibilidad con los mitos. Comprenderla es indispensable para dilucidar
las formas del pensamiento mexica, para estudiar su historia, dado que en variadas ocasiones, mito e
historia se significan. Para los tenochcas, esta relación intrínseca con los mitos influía en todos los
aspectos de su día a día, tanto de manera política, educativa, científica, artística, historica, por
mencionarse algunos ejemplos, y tambíen lo hizo de forma psicológica, como en el temor constante
que sentían los aztecas por sus dioses o en la temeridad y audacia de los guerreros que peleaban para
ganar los favores de aquellos que determinaban sus destinos. El caracter voluble de la tradición oral, las