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La Rima I trata de lo mismo que se dice en la Carta II: que la palabra es pobre para el
gran cometido poético.
Rima I
Carta II
Imposible.
Rima III
remedan en el aire
Carta III
...ardía la pura lumbre del astro y flotaba una atmósfera luminosa y transparente, en
la que nadaban encendidos los átomos del aire.
Pero Bécquer no penetra muy dentro de esta confusión, sino que guarda aún algo que
es sumamente útil: un hilo de luz, que en último término sostiene la condición humana,
aun en el caos del absurdo.
Rima III
y toca en el cenit
Carta II
...si tú supieras cuán imperceptible es el hilo de luz que ata entre sí los
pensamientos más absurdos que nadan en el caos...
La Rima III presupone que el genio sería el que lograse atar a un yugo tanto la
inspiración como la razón. Pero Bécquer dice en las Cartas que esto no es posible o,
por lo menos, que él no podía lograrlo.
- "¿Qué es la poesía?"
En la Rima V Bécquer reúne una serie de notas que le sirven para afirmar su condición
de poeta, y algunas de sus estrofas señalan preocupaciones análogas a párrafos de las
Cartas.
Rima V
indefinible esencia,
Carta I
La declaración de la Rima V recorre los asuntos en los que el poeta se manifiesta como
tal: la naturaleza, las mitologías grecolatina y nórdica, los asuntos históricos, en suma,
"la creación entera". El poeta mantiene esta cohesión de un orden divino, y está dentro
del espíritu que mueve las Cartas, y esta afirmación de lo que es ser poeta según esta
Rima, conviene con lo que dice en las Cartas.
En la cuarta de las Cartas existe un párrafo que contiene un germen de la Rima VII. Se
refiere a esta idea, que tanto define la teoría de las Cartas, de que poetas y mujeres
coincidan.
La Rima VIII es la declaración de la angustia del poeta ante el "mar de la duda"; sólo lo
salva algo que siente dentro de sí como divino, y esto es consecuencia de percibir la
impresión que le produce el horizonte de un crepúsculo o una noche estrellada. Con
palabras casi teológicas lo expresa en la Carta III y en la Carta IV el alma se acongoja y
también percibe la eternidad como salvación, que es efecto de Dios, causa final del
amor.
La descripción del amanecer que contemplan en Cádiz la mujer de las Cartas y Bécquer
tiene cierta semejanza con la Rima X. La Rima concentra la descripción de la salida del
sol en los cuatro primeros versos, en los que abunda la impresión inefable que le
produce la situación, teniendo en cuenta la cercanía de la amada, que es lo que permite
el diálogo en las Cartas. El amor, como el sol naciente, no puede definirse. La Rima X
se ha señalado como característica de la profunda unidad entre naturaleza y poeta en
trance de amor. Hay, en efecto, una comunión en el amor en la que todos, mujer, poeta
y mundo, participan.
Tres mujeres que dialogan con el poeta: la morena, símbolo de pasión; la rubia, que
guarda un tesoro de ternura; y la imposible, incorpórea e intangible.
Rima XI
no puedo amarte.
- ¡Oh, ven; ven tú!
Carta III
[poesía es] esa aspiración melancólica y vaga que agita tu espíritu con el deseo de una
perfección imposible.