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Las élites

Author(s): Juan Ferrando Badia


Source: Revista española de la opinión pública, No. 43 (Jan. - Mar., 1976), pp. 7-26
Published by: Centro de Investigaciones Sociologicas
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40182311 .
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pecialmente, en el lenguaje comercial,
Las élites los bienes de una especial calidad.
Élite significa así la mellor pars o sa-
nior pars de un conjunto de cosas, es
JUAN FERRANDO BADIA
decir, lo que llamamos metafórica-
mente «la flor» o «la crema».
Ya con este sentido y dentro del
siglo XVIII,el término empezó a apli-
SUMARIO: carse a determinados grupos sociales,
como los cuerpos militares escogidos.
Y fue así como pasó al inglés y a
A) Nociones básicas. Élite: término y otros idiomas en el siglo XIX.
concepto. - B) Posición crucial del estu-
dio de las élites en la Ciencia política. - Élite empezó a adquirir el signifi-
C) Noción sustancialista y noción relaclo-
cado que hoy es usual durante la bel-
nal de la élite.- D) El tema de la élite le époque, y se difundió extraordina-
riamente al socaire de la boga de los
y las teorías clásicas. - E) Planteamien-
tos posteriores. - F) Las élites en la his- autores «maquíavelistas» en el primer
toria. tercio del siglo XX.
La palabra adquirió entonces dos
acepciones. Lato sensu conservó su
significado anterior y sirvió para de-
signar a «quienes tienen los índices
A) NOCIONES BÁSICAS más elevados en su esfera de acti-
vidad» (Pareto). Pero, además, se apli-
có stricto sensu al grupo que G. Mos-
«Élite»: término y concepto ca denominó «clase política». (Los In-
gleses tradujeron los Elementos de
CL sentido actual de la palabra élite Ciencia política, de G. Mosca, y la ex-
L- es resultado del encuentro de un presión «clase política» por the ruling
vocablo y una idea, cuyas historias class, es decir, «clase dirigente»).
fueron independientes hasta el pri- Pareto pudo distinguir así entre la
mer tercio de este siglo. •élite no gobernante» y la «é//fe go-
Huelga decir que el término francés bernante», entendiendo por esta última
«élite» es el sustantivo correspondien-» «una clase más restringida - o bien
te al verbo «éllre» («escoger») y, has- un líder o un comité -que ejerce el
ta el siglo XVI, fue tan sólo un sinó- control efectiva y prácticamente». Pe-
nimo de «choix» («elección», «acción ro, como la élite por excelencia era
de escoger»). En el XVII,pasó a desig- precisamente la «gobernante», el tér-
nar el objeto de la elección y más es- mino vino a ser sinónimo de «clase

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dominante» y de «oligarquía». Roberto nes pusieron de relieve la oposición
Michels usó explícitamente esta últi- entre oí apxovxec y oí apxo|ievoí (los
ma palabra, reforzando la equivalencia gobernantes y los gobernados); con-
de ambos términos. trastar el «individuo» y el «Estado» hu-
La tesis sobre el papel dominante biese significado, como observa T. Se-
de las minorías aristocráticas ha teni- richari, algo tan inverosímil como
do, en efecto, un papel relevante en enfrentar el huevo a la gallina, la icoXic
la primera década del siglo. Se suele al koXítt)<; (la ciudad y el ciudadano).
atribuir la sistematización de una teo- El mismo G. Mosca hace notar que
ría sobre las élites políticas, en el su «nuevo método» - curiosamente
área de la literatura actual, a Gaetano xnovedad» que había de disputar a
Mosca, Vilfredo Pareto y Roberto Mi- Pareto - «no es enteramente nuevo»
chels. Su reputación deriva, en buena
y puede encontrarse en los escritos
parte, del hecho de haber roto con el de Maquiavelo, Guiciardini, Rousseau,
nudo gordiano de la antigua filosofía así como en autores del XIX, especial-
del Estado. Si realmente su objeto - la mente en Saint-Simón y A. Comte. En
sociología de las élites - responde a Italia, J. Manzini se había adelantado
un tradicional interrogante (a saber: a definir la democracia como «el pro-
«¿con qué garantía cuenta el individuo greso de todos bajo el liderazgo de
frente al Estado?»), cierto es también los mejores y de los más sabios».
que, para ellos, el Estado no es ya una C. Marletti cita al efecto la famosa
entidad abstracta que pueda ser con-
expresión de Whitehead, «todo lo que
templada al margen de lo que ocurra tiene alguna importancia ha sido dicho
en la esfera de poder. Porque Justa- antes por alguno que no lo descubrió».
mente, para los «maquiavelistas» lo
La primera formulación explícita del
que importa - como observa Pedro de problema élites políticas debe ser, sin
Vega - es la lucha por el poder. «A un duda atribuida a Gaetano Mosca2.
entero sistema metafísico - dirá G.
Mosca- se debe oponer un entero Aunque, naturalmente los conceptos
sistema positivo», según el cual la de «clase dominante» y de «oligar-
verdad de la ciencia política es «la quía» existieron ya mucho antes de
de que el poder siempre será ejerci- que cristalizasen las teorías «maquia-
tado por una minoría que ha tenido o velistas». De hecho, se contaban en-
tre las ideas más antiguas y funda-
que tendrá los medios de Imponer su
mentales de la ciencia política. Pero
supremacía a la multitud» '. En aquella
no fue casual que esas nociones con-
ruptura, sin duda exarcebada, ha radi-
cado su conceptuación como los fun- vergieran y adquiriesen un relieve
dadores de la sociología política con- especial durante la Edad Contemporá-
nea.
temporánea. (Digámoslo de pasada:
«una ciencia está perdida si no renie- La Revolución Francesa fue ya una
ga de sus fundadores».) lucha victoriosa contra una clase do-
Queda, no obstante, el interés por minante, cuyos privilegios habían sido
trazar los orígenes de la oposición ferozmente impugnados por los phllo-
entre los Pocos y los Muchos, los go- sophes (Jean J. Rousseua). Al quedar
bernantes y los gobernados, los «supe- privada de su ascendiente moral antes
riores» y los «inferiores». Y ocioso, que del poder, la aristocracia se con-
es decir, que tal enfrentamlento ha virtió de hecho en oligarquía, en el
tenido precedentes doctrinales muy sentido aristotélico. Por supuesto, es-
antiguos. Se encuentra siempre pre- ta clase siguió defendiendo encarni-
sente, por ejemplo, en los escritos de zadamente sus privilegios (Joseph de
los pensadores políticos griegos, quie- Maistre, Louis de Bonald, Joseph A.
de Gobineau) pero, incapaz de restau-
1 P. DE VEGA: «Gaetano Mosca y el pro-
blema de la responsabilidad social del inte- 2 C. MARLETTI: «Clases y élites políticas:
lectual», en Estudios de Ciencia política y Teorías y análisis-, en Cuestiones de Socio-
sociología. Homenaje al profesor Carlos Ollero. logía, F. Alberoni Editor, Editorial Herder, Bar-
Madrid, 1972, pág. 890. celona. 1971, pág. 902.

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rar su prestigio, no hizo sino exagerar Ese ha sido cabalmente - sobre to-
sus rasgos oligárquicos. También K. do a partir del primer tercio del siglo
Mannheim, subraya la agudización del XX (Scheller y Mannheim) - el pro-
esprit de corps subsiguiente a la pér- blema de la ciencia política: separar
dida del poder político del estamento la ideología de la realidad y lo acci-
aristocrático; de ahí la posición esen- dental de lo universal. Debemos pre-
cialmente reactiva de la aristocracia guntarnos, pues, en qué medidas las
desplazada 3. teorías minoritarias clásicas envejeci-
El ascenso de la burguesía al poder das en menos de tres generaciones,
no trajo aparejada la democracia rous- pueden dar la base o el núcleo de una
seauniana, ni mucho menos. Lo cierto genuina teoría científica. Los autores
es que los burgueses se subrogaron actuales se inclinan a creer que, en
en la posición de la antigua clase do- efecto, las teorías minoritarias pueden
minante, frente al Cuarto Estado. Los ser reformuladas de suerte que sean
pensadores más agudos (desde el so- válidas.
cialista Karl Marx hasta el aristócrata Sea como fuere, es obvio que el
Alexis C. de Tocqueville) denunciaron pensamiento de los «maquiavelistas»
en seguida el carácter también oligár- no puede bastar. Una teoría válida de
quico del poder burgués. Y los bur- las élites habría de recapitular virtual-
gueses no pudieron menos de elaborar mente toda la historia de la ciencia
sus propias ideologías justificadoras, política.
cada vez más desacreditadas. Esta
evolución ha sido bien estudiada en
Inglaterra por Raymond Williams4 y, B) POSICIÓN CRUCIAL DEL
en el caso de Alemania, por Gyórgy
Lukács s. ESTUDIO DE LAS
Fue de esta manera como cristaliza- «ÉLITES» EN LA
ron e hicieron fortuna las doctrinas CIENCIAPOLÍTICA
clásicas de la élite. Pero el pensamien-
to de los «maquiavelistas» tuvo un
carácter paradójico e intrigante, desde Las teorías minoritarias clásicas
el momento que mezcló la justifica- -bautizadas un tanto impropiamente
ción de la hegemonía burguesa con la de «maquiavelistas» - estuvieron en
denuncia del poder oligárquico. En ri- boga durante el primer tercio de este
gor, no fue un pensamiento ideológi- siglo. En aquella época, se llegó inclu-
co, sino más bien anti-utópico. Y fue so al extremo de creer que la ciencia
precisamente gracias a sus elementos política entera se reducía al estudio
críticos como logró alcanzar un cierto de las élites. Y, prolongando el razo-
rango de teoría científica. namiento, se pretendió que - supues-
to que las contribuciones capitales
El pensamiento de los «maquiave- habían sido hechas por Gaetano Mos-
listas» surgió como respuesta a cir-
ca, Roberto Michels y Vilfredo Pare-
cunstancias muy concretas, pero con to - la ciencia política era una «cien-
pretensiones de universalidad. Desde cia italiana», del mismo modo que la
luego, hace falta un análisis histórico economía política fue una «ciencia
y conceptual muy exigente para dis- inglesa». A este respecto, afirma J.
cernir hasta qué punto aquellas doc- Linz', que Michels, junto con Mosca,
trinas pueden ser generalizadas, más Sorel y Pareto, figuran «in quella scuo
allá de la coyuntura en que aparecie- la di pensiero che venne Indicata da
ron. James Burnham come scuola machia-
3 K. MANNHEIM: vellica»7.
Ensayos de sociología de
la cultura, Aguílar, Madrid, 1962. 6 J. LINZ: Michels e II suo contributo alia
4 R. WILLIAMS: Culture and
Society, 1780- sociología política, Bolonia, 1966.
1950, Londres, 1958. 7 Cfr. J. BURNHAM: The Machíavellians,
5 G. LUKÁCS: Dle
Zerstórung der Vernunft, Nueva York, 1943; trad. al italiano bajo el
Berlín. 1953. título / defensor! della liberté, Milán, 1947.

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Este razonamiento es hoy inacepta- Además, esa noción está notoria-
ble. Pero no hay que olvidar por ello mente implícita en temas como el po-
que el estudio de las élites ocupa ob~ der burocrático y el tecnocrático. Este
jetivamente un lugar crucial en la último, por no ir más lejos, supone el
ciencia política. Más aún: es un cam- predominio de una determinada élite:
po de encuentro de todas las ciencias los técnicos y los expertos.
sociales. Por último, la existencia de élites
Tradicionalmente, la ciencia políti- es por fuerza un hecho polémico, que
ca ha sido la teoría del «gobierno», y suele ir acompañado de tensiones y
este último ha estado encarnado en conflictos sociales. De ahí que no de-
minorías a lo largo de la Historia. Por ba pasarse por alto la proyección de
añadidura, el concepto mismo de élite las élites en el terreno ideológico. El
es casi inseparable de la noción de fenómeno exige, al contrario, una es-
poder, cuya importancia fundamental pecial atención crítica, puesto que el
nadie discute. estudioso no debe confundir la reali-
Pero hay más, Como quiera que den- dad con sus distorsiones ideológicas.
tro de la vida política, tout se tlent, es Como veremos, buena parte de las
absolutamente imposible abordar el doctrinas minoritarias clásicas adole-
tema de las élites haciendo abstrac- ció de contaminación ideológica, que
ción de sus implicaciones y ramifi- mermó mucho su validez científica.
caciones en otros campos especiales Pero, aun así - mejor: por eso mis-
de estudio. mo-, aquellas doctrinas son un objeto
Para empezar, la noción de élite pue- interesantísimo de estudio en la me-
de ser perfectamente subsumida den- dida en que constituyeron ideologías
tro de la noción, mucho más amplia, operantes en su momento.
de estratificación social, cuyos tres Actualmente, la ciencia política es
apartados son - según Max Weber - mucho más amplia y diversa que en
la clase económica, el status y el po- aquellos tiempos. El concepto, enton-
der. Dentro de esos tres sectores, es ces omnipresente, de élite ha perdi-
más o menos fácil circunscribir los do mucho terreno, aunque está muy
grupos que ocupan posiciones eleva- lejos de haber sido descartado. Por
das. Y esos grupos son élites ex de» otra parte, podemos afirmar con R.
finitlone. Aron, que «es más útil el análisis de
En segundo lugar, el estudio de las los grupos incluidos en la élite (que
élites es parte esencial del estudio de el de los incluidos en el the rultng
los sistemas (desde una perspectiva class), ya que la estructura de la élite
abstracta) y regímenes políticos = or- es tan característica de la sociedad co-
ganización política que de hecho tiene mo la estructura de los grupos socia-
cada sociedad. Cada uno de estos tie- les. Por estructura de la élite enten-
ne su tipo peculiar de minorías diri- demos la relación entre los diversos
gentes que, por más que difieran entre grupos dentro de la élite peculiar a
sí, merecen en rigor el nombre de éli- cada sociedad. Ciertamente, aunque
tes. Pensemos en los partidos comu- existen en todas partes managers, fun-
nistas. cionarios del gobierno, dirigentes sin-
Lo mismo cabe decir de los movi- dicales y ministros, no son reclutados
mientos y cambios políticos en que de la misma forma en todas partes,
el papel de las minorías o «cuadros» pudiendo formar un todo coherente o
puede ser decisivo. Curzio Malaparte, permanecer comparativamente distin-
por ejemplo, subrayó vigorosamente tos unos de otros»8.
la eficacia de la acción minoritaria or- 8 R. ARON, «Social Structure and the ruling
ganizada en los cambios políticos. class», en The British Journal of Sociology,
Por supuesto, la noción de élite no vol. I, marzo 1950, pág. 10. Sobre Estratifica-
puede ser esquivada al abordar asun- ción social y élites, REINHARDBENDIX &
tos como la representación y la par- SEYMOUR M. LIPSET (Eds.): Class, status
and power social stratification In comparatlve
ticipación políticas - por no hablar de perspectiva, Nueva York, 1966, 2." ed.; T. B.
la opinión pública - . BOTTOMORE& M. RUBEL(Eds.): Karl Marx,

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Muchos temas que los autores clá- Otro ámbito bastante estudiado es
sicos subsumieron bajo el epígrafe el de las organizaciones, que - aunque
simplista de las élites, se estudian hoy sean muy vastas - permiten que el
en apartados especiales. Tal es el ca- investigador tome como referencia un
so de la tecnocracia. Además, el es- esquema formal relativamente simple.
tudio de las élites recibe atención muy La sociología de la organización se
acusada por parte de quienes estudian ocupa, entre otras cosas, de los pro-
la vida política de los países del Ter- cesos decisorios ( = decisión making),
cer Mundo. Salta a la vista la función en los que es manifiesto el papel de
grave y trascendental que están des- las minorías.
empeñando las minorías dirigentes en Claro está que las élites propiamen-
esas naciones. te dichas son las que tienen como
marco un grupo social global. Aunque
es indiscutible que la microsociología
y la sociología de la organización pue-
a) Ámbitos de estudio9 den iluminar indirectamente este otro
campo, los intentos general izadores no
Adelantemos ya que las élites no deben exagerar temerariamente las
existen nunca «en sí», sino dentro de analogías.
un marco social. Por consiguiente, el El estudio de las élites societarias
concepto mismo es relativo y multí- es, con mucho, el más arduo, ya que
voco. Habrá tantos géneros de élites su marco es muy vasto y complejo.
como marcos sociales podamos defi- De ahí la preferencia de los investi-
nir. Pues bien, todos esos posibles ám- gadores por las pequeñas comunida-
bitos de investigación han sido estu- des, bien sean del tipo Middletown, o
diados de manera muy desigual, por- bien se trate de localidades de Sicilia,
que plantean problemas - cuando me- la India o Hispanoamérica.
nos técnicos - muy particulares. Sin embargo, todas esas subcomu-
El ámbito mejor investigado hasta nidades no constituyen sociedades po-
hoy es el de los pequeños grupos pri- líticas o grupos sociales globales. Son
marios. La preferencia se debe a que estos grupos sociales de orden supe-
este campo reducido puede abarcarse rior los que indudablemente ofrecen
sin dificultad y analizarse casi exhaus- más interés, pero también plantean
tivamente. El liderazgo (= leadershíp) mayores dificultades. Y las dificulta-
se ha convertido así en un epígrafe des de su estudio explican que sea
consabido de la microsociología. precisamente aquí donde haya preva-
lecido la confusión ideológica, a falta
Selected writtlngs In sociology and social phí- de las investigaciones serias.
losophy, Londres, 1956; RALF DAHRENDORF: No olvidemos, finalmente, que las
Class and class confHct in industrial soclety,
Stanford, 1959 (traducido al castellano por M. élites de los grupos sociales globales
Troyano de los Ríos); Gesellschaft und Freí- desempeñan un papel literalmente his-
heít, Munich, 1961, espec. Dichotomle und tórico, que una ciencia política absor-
Hlerarchie, 163 y siguientes (traducido al cas- bida en el estudio del presente histó-
tellano por J. Jiménez Blanco); GERHARD LENS-
Kl: Power and privilege: a theory of social rico de esas élites debe ser objeto de
stratiflcation, Nueva York, 1966; MELVIN M. la historia política, inseparable de la
TUMIN: Social stratification: the forms and historia social.
functions of ¡nequality, Englewood Cllffs, N.
Jersey, 1967. En cuanto al papel de las élites den-
* tro de la Historia Universal, es nece-
Campos de estudio más riguroso: micro-
sociología y sociología de la organización: sario recurrir a la etnología para esta-
Vid. GOULDNER (Ed.): Studies in leadership,
Nueva York, 1950; G. C. HOMANS: The human blecer contrastes y poder bosquejar
group, Londres, 1950; JOSEPHINE KLEIN: The líneas generales. Como veremos en
study of groups, Londres, 1956; RENATE MA- el último apartado, un etnólogo muy
YNTZ: Soziologie der Organisation, Hamburgo,
1963; JOSEPH L. MORENO: Who shall survive?,
representativo (Claude Lévi-Strauss)
Beacon, N. York, 1934; W. J. H. SPROTT: Hu- mantiene que la desigualdad social es
man groups, Harmondsworth, Middlesex, 1957. un parámetro de las sociedades histó-

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ricas. En cambio, las sociedades lla- Refiriéndose a la primera, Francisco
madas «primitivas» se parecen bastan- Murillo ha escrito: «Entendemos por
te al modelo ideal esbozado por Jean ella la que considera el poder como
J. Rousseau. Y, en las sociedades del una propiedad característica de un in-
futuro, ocurrirá quizá lo que entrevio dividuo o grupo de individuos, pudien-
Claude H. de Saínt-Simon: que «el go- do ser muy varios los fundamentos en
bierno de los hombres» dará paso a
«la administración de las cosas». Esto que se considere enraizada semejante
Implicará una mutación esencial en el propiedad característica» ".
papel de las élites. Erich Fromm ha anunciado la noción
relacional en estos términos: «La auto-
ridad no es una cualidad que una per-
sona 'tiene' en el sentido en que tiene
cosas o cualidades físicas. La autori-
C) NOCIÓN dad hace referencia a una relación in-
SUSTANCIALISTA Y terpersonal».
En cuanto a las élites, Giovanni Sar-
NOCIÓN RELACIONAL tori observa una duplicidad rigurosa-
DE LA «ÉLITE» mente paralela a la anterior. Por una
parte, existe el sentido cualitativo y
valorativo - que él llama «uso apprez-
Auguste Comte caracterizó con bas- zativo» - , según el cual, élite viene a
tante nitidez el état métaphyslque y el ser un sinónimo de aristocracia, en el
état posltif. Naturalmente, esas dos sentido etimológico. Pero también exis-
mentalidades dan lugar a sendas no- te un «uso neutro», para el que «es el
ciones del poder: la sustancíalista y puro hecho de detentar el poder y de
la relacíonal, respectivamente10. estar en la posición de mando lo que
cualifica a una élite política (...), por
10 Sobre el
concepto de élite, vid.: HANS
que la élite es sólo la situación de
P. DREITZEL: Elltebegrlff und Sozlalstruktur.
Stuttgart. 1962; HAROLD D. LASWELL et AL.: J. ROUSSEAU: «Fondateur des sclences de
The comparativo study of élites, Stanford, 1952; l'homme». en Jean-Jacques Rousseau, Neuchfi-
N. MONZEL: «Élite», en Staatslexlkon, Fribur- tel. 1962; JEAN J. ROUSSEAU: «Discours sur
go, 1958; S. F. NADEL: «The concept of social I'origine de l'lnógalitó parml les hommes»;
élites», en International Social Science Bulle- • Du contrat social, París. 1946; RICHARD A.
tln, vol. 8, núm. 3, 1956, págs. 413-24; GIO- SCHERMERHORN: Soclety and power, Nueva
VANNI SARTORI: «I signiflcati del termine York, 1961; NORBERT WIENER: «Cybernet Ies
élite», en EUGENIO PENATI et AL.: Le élites or control and communication in the animal
polltlche, Barí, 1961, págs. 94-99; O. STAM- and the machine», Cambridge, Massachusetts.
MER: «Élite und Elitenbildung», en Wórterbuch 1948. cap. VIII; K. L. WOLF & D. KUHN: «Ges-
der Sozlologle, Stuttgart, 1955; ROBERT DAHL: talt und Symmetrie: eine Systematik der sym-
«A critic of the ruling élite model», en Am. metrichen Kdrper», Tubinga. 1952; RAYMOND
Polltlcal Science Revlew, 1958. págs. 463-469. ARON: «Social structure and ruling class»,
Sobre la noción relacional de élite. Des- en The Brltlsh Journal of Soclology, I, marzo
igualdades y polaridades sociales: ALFRED 1950, págs. 1-16; y de la misma revista y ano
ADLER: Ober den nervósen Charakter, Munich, (junio), págs. 126-143; Vid.: Estudios de loa
1912; GORDON W. ALLPORT: The nature of estudios recientes sobre 'élites» y oligarquías,
Massachusetts. 1954; especialmente RAYMOND ARON y otros: Ca-
prejudlce, Cambridge,
GEORGES CHARBONNIER: Entretlens avec tégorles dlrlgeantes ou classe dlrlgeante, nú-
Claude Léví-Strauss, París. 1961; RALF DAH- mero especial de la «Revue franca ise de
RENDORF: Ober den Ursprung der Unglelch- science politique», París, 1955, I, págs. 7-67;
helt unter den Menschen, Tubinga, 1961; «Dl- URS JAEGGI: Dle gesellschaftllche Élite: elne
chotomie und Hierarchle», en Gesellschaft und Studie zum Problem der sozlalen Macht, Ber-
Frelhelt, Munich, 1961, págs. 163 y sigs.; CARL na. 1960; EUGENIO PENNATI: Ele mentí di so-
FRIEDRICH (Ed.): Authorlty, Cambridge, Massa- ciología política, Milán, 1961; EUGENIO PEN-
NATI et al.: Le élite polltlche, Barí. 1961; SU-
chusetts, 1958; JOSEPH A. DE GOBINEAU:
«Essai sur l'inégalité des races humaines» ZANNE KELLER:Beyond the ruling class, Nue-
va York, 1963; SIDNEY HOOK: The hero In
(París, 1934); CLAUDE LEVI-STRAUSS: «Recl-
procity andhiererchy», en American Anthropo- hlstory, Nueva York, 1963; T. B. BOTTOMORE:
Élites and soclety, Londres, 1964 (traducido
loglsU, vol. 46. núm. 2, págs. 266-68, 1944; al castellano).
Race et hlstolre, París, 1952; «Legón au Col-
11 FRANCISCO MURILLO: Estudios de so-
lége de France», «L'annuaire du Collége de
France». París. 1960. esp.. págs. 41-43; JEAN ciología política, Madrid, 1963.

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quien manda, es el encontrarse en ganizada, padece de una incurable in-
posición hegemónica» ia. competencia para la solución de los
M. Kolabinska ha hecho ver que «la problemas que se le plantean, puesto
noción principal que el término élite que la masa es per se amorfa, y ne-
entraña es la de superioridad». Ahora cesita por ello de la división de traba-
bien: también la palabra superioridad jo, la especialización, o - como Prou-
es susceptible de las dos acepciones dhon decía - l'espéce humalne veut
indicadas por Sartori. En un sentido, étre gouvemée; elle le sera J'al honte
superior significa 'mejor'. Pero en otro de mon espéce» ". Este dimorfismo
sentido, implica simplemente una po- esencial, propio de la noción sustan-
sición. cialista, persistirá en la obra de ViIfre-
do Pareto a través de su fundamenta-
En términos generales, la noción
ción en la doctrina de los «residuos»
apprezzativa o sustancialista de la élite
y las «derivaciones». Sólo que - afir-
atribuye a ésta alguna cualidad distin- ma Pareto - «la clase gobernante tie-
tiva: virtud, mérito, capacidad, caris- ne un punto de vista más claro de sus
ma, sangre, etc. Obsérvese que, en su intereses porque su visión se encuen-
caso, se trata de atributos inmanen- tra menos oscurecida por los senti-
tes que traen aparejado un valor. Por
lo demás, la excelencia intrínseca de mientos, mientras que la clase some-
tida es menos consciente de sus inte-
la élite puede ser concebida en térmi- reses ya que su visión queda obnubi-
nos espiritualistas o materialistas, pe- lada por sus sentimientos» ".
ro esto es accesorio.
La noción relaciona!, en cambio, con-
La noción sustancialista de la élite cibe la élite como una posición social,
ocupa un lugar clave en el pensamien- es decir, como un conjunto de relacio-
to platónico, ya implícito en la doctri- nes dentro de un marco que es la es-
na brahmánica de las castas y ha sido tructura social. La élite existe, pues,
la favorita del racismo (Henri de Bou- en virtud y función de esa estructura,
lainvilliers, Joseph A. de Gobineau, y no gracias a sus propiedades inhe-
Houston S. Chamberlain). Huelga de- rentes.
cir que, como los valores están polari-
Sea como fuere, conviene Insistir
zados, esta noción trae siempre apa- en que las dos nociones - sustancia-
rejado el prejuicio. A las cualidades lista y relacional - corresponden a dos
positivas de la élite corresponden ine- mentalidades - la metafísica y la po-
vitablemente las cualidades negativas
del resto de la sociedad. sitiva - , de modo que no dependen
del objeto ni nos dicen nada acerca
De este modo, lo noción sustancia- de él. Cualquier élite puede ser con-
lista de la élite lleva a una especie cebida en términos sustancial Istas y
de dimorfismo social. La élite y el res- en términos relaciónales.
to de la sociedad son, no sólo dispa-
res, sino mutuamente irreductibles. 13 R. MICHELS:«La sociología del partito
Es fácil comprender cómo las doctri- político nella democrazia moderna. Studl sulle
tendenze oligarchiche degli aggregatl polltlcl»,
nas minoritarias del primer tercio de Turín, 1912. Apareció primero en alemán: «ZQr
este siglo tuvieron como complemen- Soziologie des Partelwesens in der modernen
to la doctrina del «hombre masa». Demokratie. Untersuchungen über dle oligar-
chischen Tendenzen des Gruppenlebens», Leip-
«La objetiva inmadurez de la masa zig, 1911. La traducción inglesa («Polltlcal
- afirma Roberto Michels - no es un partíes») es de 1915 y ha sido reeditada en
simple fenómeno transitorio que des- Glencoe (Illinois, 1949); id., «Corso di socio-
logía política». Milán, 1927.
aparecerá con el progreso de la demo- 14 V. PARETO: Les systémes socialistas,
cratización (...). Al contrario, deriva de París. 1902. Traducido después al Italiano:
la misma naturaleza de la masa como Slsteml soclallstl, Turín, 1951; Fattl e teorie.
masa, y por ello, aún cuando está or- Florencia, 1920; Trasformazione deíle democra-
zle Milán, 1921; Trattato di sociología gené-
rale, Florencia, 1923. Traducción Inglesa: The
12 G. SARTORI: «I signlficati del termine mlnd and soclety, Londres, 1935. La primera
élite», en EUGENIOPENATIet AL.: le élites edición Italiana es de 1915-16; Scrlttl teorlcl,
polltlche. Barí, 1961, pág. 94. Milán. 1952.

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Sin embargo, la preferencia por una tización de una teoría de las élites
u otra noción sí que nos dice mucho políticas al grupo «maquiavelista»,
acerca de la posición y de la actitud fundamentalmente integrado - como
del observador. La noción sustancia- se dijo- por Vilfredo Pareto, Gaetano
lista, por ejemplo, es ideológica, pues- Mosca y Roberto Michels, sin ignorar
to que justifica implícitamente el go- la antigüedad del enfoque que él pre-
bierno oligárquico. Por eso ha sido coniza. El mismo Gaetano Mosca sub-
preferida por los partidarios de éste. raya, en la Historia de las doctrinas
No olvidemos tampoco que, como Si- políticas 16,que su método consistente
mone Weil observó agudamente, ig- en centrar la atención en la formación
norar las relaciones es evadir la res- y organización de la «clase política»,
ponsabilidad. no es «enteramente nuevo» y puede
La noción relacional, por el contra- ser rastreado en las obras de Maquia-
rio, tiene la ventaja de su neutralidad velo, Guicciardini y Rousseau, así co-
u objetividad. No justifica ni condena mo en algunos autores del siglo XIX,
a prlori a las élites, sino que las en- especialmente en Saint-Simón y Au-
juicia a la luz de la función que cum- gusto Comte. Será ocioso insistir en
plen dentro de la sociedad. En el cam- las doctrinas formuladas en la anti-
po estrictamente teórico tiene ade- güedad clásica por Platón y Aristóte-
más la ventaja de que permite aplicar les; en la Edad Media, Santo Tomás,
enfoques verdaderamente científicos siguiendo el pensamiento griego, es-
- llámense estructural ístas, funciona- bozaría la tesis del «rey filósofo», que
listas o cibernéticos - que son, sin con tintes distintos veremos utilizar
excepción, relaciónales. por la sociología de Augusto Comte
Al examinar la obra de los autores o de Karl Mannheim: •lili qui intellec-
tu praeminent, naturaliter dominantur,
que se han ocupado de las élites, con-
viene mucho notar si las nociones de sicut Aristóteles dicit in sua Políti-
ca (...) dominium et praelatio intro
que se han servido principalmente son
sustancial istas o relaciónales. La con- ductae sunt ex iure humano (Summa
clusión a que se llegue en este punto contra Gentiles). El mismo Maquiavelo
tiene gran trascendencia. afirmará que «/#? qualunque citté in
qualunque modo ordinata, ai gradi del
comandare non giungono piü di qua-
ranta o cinquanta persone» 17.La nece-
sidad objetiva, natural e ineludible de
D) EL TEMA DE LA «ÉLITE» las élites queda, así, explícitamente
Y LAS TEORÍAS establecida. La preeminencia o el do-
minio de la élite está basada en el
CLASICAS orden natural de las cosas; de ahí la
«universalidad» del fenómeno (In qua-
Al referirnos a las teorías clásicas lunque cittá in qualunque modo ordi-
sobre la élite aludimos aquí directa- nata, dice Maquiavelo). Y la razón por
mente a las modernas doctrinas mino- la cual Rousseau habrá de justificar
ritarias, cuyo desarrollo surge, como su desconfianza respecto a la realiza-
es sabido, en la primera década del ción de una verdadera democracia se-
siglo15. Atribuimos, pues, la sistema-
tive study of élites, Stanford, 1952; JAMES H.
15 Para el estudio de los MEISEL: «The myth of the ruling class: Gae-
«maquiavel Istas». tano Mosca and the élite», en Ann Arbor,
vid.: FRANZ BORKENAU: Pareto, Londres, 1947;
JAMES BURNHAM: The Machiavellians, Nueva Michigan, 1958; E. PENNATI: Elementi di so-
York, 1943; traducido al italiano con el título: ciología política, Milán. 1961.
/ defensorl 16 Vid.: G. MOSCA: Historia de las doctri-
della liberté, Milán, 1947; H.
GERTH-C, W. MILLS: Character and social nas políticas, traducción y prólogo de Legaz
structure, N. Y.. Chicago, 1964 (traducido al Lacambra. «Revista de Derecho Privado», Ma-
castellano por E. GELIN y J. BALAN); M. drid. 1957, págs. 123 y ss.
GINSBERG: «The sociology of Pareto», en Rea- 17 MAQUIAVELO: Discorsl
sopra la prima
son and unreason in society, Londres, 1947; deca di Tito Livio (Florencia. 1959), págs. 205
HAROLD D. LASSWELL et AL.: The compara- y siguientes.

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rá precisamente que «// est contre l'or- necesidad objetiva, natural e inelucta-
dre naturel que le gran nombre gou- ble de las élites. Y el otro negativo e
verne et que le petit soit gouverné». implícito: suponer la equivalencia
Los críticos de la hegemonía bur- esencial - y por lo tanto la indiferen-
guesa menudearon a lo largo del siglo cia - de todas las formas posibles de
XIX. Las ideas clásicas acerca de la élite.
élite fueron una recapitulación de ese Para conseguir ambas cosas -que
pensamiento hostil, a la vez que una no eran sino las dos caras de una mis-
respuesta a él. ma moneda - , los pensadores minori-
Ya hemos dicho que las mentes más tarios clásicos pretendieron dar a sus
despiertas no pudieron menos de per- especulaciones el rigor, la objetividad
cibir la incongruencia entre los idea- y la universalidad invariable de las
les universalistas (= liberal-democrá- ciencias naturales. Su objetivo fue el
ticos) de la revolución burguesa, y el realismo duro y descarnado. Y su aver-
monopolio de las ventajas por parte sión a la hipocresía que denunciaban
de una clase determinada. Observa- - a las «máscaras» que Pareto, sobre
dores tan dispares como Tocqueville y todo, veía por todas partes - los con-
Marx - cuya única nota común fue la virtió en iconoclastas cínicos, amar-
perspicacia insobornable - coincidie- gos y desmoralizadores.
ron en la denuncia de la oligarquía Los «maquiavelistas» adoptaron la
burguesa. actitud desconfiada y altiva que Karl
Lógicamente, la burguesía cuidó de Mannheim caracterizó con la frase «no
justificar su predominio, arrogándose me dejaré engañar». Negando en ge-
las cualidades de una aristocracia. Hu- neral la racionalidad humana, preten-
bo por tanto una imagen (ideológica dieron hacer de ella una exclusiva
y sustancialista) y una contra-imagen suya. Su tono no fue nunca el de la
(crítica y relacional) de la clase domi- denuncia indignada, sino el de la cons-
nante. tatación fría. Su único rasgo dudosa-
Por otro lado, los pensadores socia- mente edificante era la resignación fa-
listas - Saint-Simón es aquí el más talista con que aceptaban la realidad
destacable - comprendieron la nece- misma que se esforzaban por vitupe-
sidad de una minoría dirigente, entre- rar. Ni que decir tiene que esa especie
gada a la promoción de la sociedad. El de amor fati era próxima a la mala
grupo en cuestión debería ser algo así fe. Y en efecto: los doctrinarios de la
como la vanguardia del progreso, y su élite justificaban lo existente de un
eficiencia y generosidad deberían con- modo tanto más infalible cuanto que
vertirlo en una alternativa preferible la razón de ser que descubrían no
a la apática clase dominante. consistía en ninguna bondad, sino en
Pues bien, las doctrinas clásicas de la estricta inevitabilidad. «Ció che é
la élite prolongaron en el fondo el pen- opprime, ció che devrebbe essere», se
samiento justificatorio y defensivo de limitaba a decir Michels.
la clase dominante, sólo que de ma- Vale decir que, en general, los doc-
nera indirecta, es decir, no ideológica, trinarios de la élite abandonaron la
sino anti-utópica. De hecho, los teóri- idea de progreso, y prefirieron las con-
cos minoritarios acogieron de buen cepciones cíclicas y cerradas, más
grado las críticas anteriores contra la propias de la Naturaleza que de la His-
oligarquía, e incluso las exageraron y toria. De ahí también su pretensión de
unlversalizaron para probar así la ina- convertir la teoría de la élite en una
nidad de toda alternativa. Paradójica- ciencia natural, descubridora de leyes
mente, los doctrinarios de la élite neu- inmutables. La «circulación de las éli-
tralizaron las críticas antioligárquicas tes» (Pareto) era una pauta de cambio
de una manera insospechada: unlver- que no alteraba en nada el parámetro
salizándolas. oligárquico.
Los pasos decisivos del pensamien- Desde la línea del socialismo mili-
to «maquiavelista» fueron así dos. Uno tante, no faltarían quienes, como Lu-
afirmativo y explícito: demostrar la kács, percibieron el tono crudamente

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Ideológico, lato sensu, de las tesis sistencia y los instrumentos necesarios
«maquiavelistas»: «Si la historia de to- para la vitalidad del organismo polí-
dos los cambios sociales -diría G. Lu- tico» ".
kács en El asalto a la razón - no es Mosca concebía la interdependencia
más que el relevo de una élite vieja funcional entre la «clase política» y
por otra nueva, podemos llegar a la los gobernados en términos de sim-
conclusión de que los fundamentos
«eternos» de la sociedad capitalista biosis. Por otra parte, no podía menos
están sociológicamente a salvo y no de llamarle la atención la paradoja de
hay ni que hablar de un tipo fundamen- que entre el número y el poder hu-
talmente nuevo de sociedad, de la so- biera una correlación inversa: eran los
ciedad socialista»18. Sea como fuera, «menos» quienes podían más. La solu-
nada más lejano a la imagen del «pro- ción que encontraba a ese enigma
greso» histórico que la tesis paretiana era de una admirable elegancia ló-
- que después recogerá Ortega - de gica: «el dominio de una minoría or-
la historia como puro «comentario de ganizada, que obedece a un solo im-
las aristocracias». El precio de esta pulso, sobre la mayoría desordenada,
perspectiva sería la carencia casi com- es inevitable. El poder de toda minoría
pleta de nociones eficaces para la in- es irresistible porque se ejerce sobre
terpretación de los procesos históricos cada individuo de la mayoría, que se
evolutivos. encuentra solo ante la totalidad de la
minoría organizada».
Aceptada la imagen estática de la
sociedad, no cabía crear, ni avanzar, Es fácil de ver que, desde el ángulo
ni aun transformar. Lo único posible estrictamente sociológico, la realidad
era preservar y regular. La élite, por en que se sustenta esta doctrina es
lo tanto, no era dirigente ni innovado- el surgimiento de una «sociedad ato-
ra, sino tan sólo dominante y rectora, mizada» en la cual los individuos no
celosa de mantener el equilibrio so- se interrelacionan, constituyendo gru-
cial, en lo cual consistía, por lo de- pos autónomos, y acaban por recono-
más, su única función. cer como enlace único la subordina-
Pero hay que matizar mucho esta ca- ción a una autoridad común. La ausen-
racterización global. Pareto y Michels cia de estas asociaciones intermedias,
o su debilidad, es lo que, según gran
ocuparon posiciones extremas, siem-
pre en términos relativos. Mosca, en parte de la teoría social, definirá la
llamada «sociedad de masas» y deter-
cambio, representa mejor el sentido
minará la falta de recursos sicológicos
general del pensamiento minoritario contra la movilización por parte de las
clásico.
élites. El fenómeno de «atomización»
La tesis fundamental de Gaetano - que en el texto de G. Mosca cobra
Mosca es bastante sencilla: «En todas un sentido táctico-, el aislamiento
las sociedades... aparecen dos clases individual («cada individuo de la ma-
de gentes: una clase que gobierna y
otra que es gobernada. La primera, yoría se encuentra solo ante la totali-
dad organizada»), harán a la sociedad
siempre menos numerosa, desempe- particularmente «propensa» al absolu-
ña todas las funciones políticas, mo- to dominio de la minoría. En tanto que
nopoliza el poder y disfruta de las ven- proceso sociológico y sicológico, po-
tajas consiguientes; mientras que la demos reconocer con William Korn-
segunda, y más numerosa, está direc- hauser su impecable evolución:
tamente controlada por la primera de
un modo más o menos legal, o bien
19 Vid.: GAETANO MOSCA: «Sulla teórica
más o menos violento, y suministra
a la primera - aparentemente al me- del governi e sul governo parlamentare: studi
storici e social!». Turín. 1884; Elementl di
nos - los recursos materiales de sub- scienza política, 1896\ 19232. Barí, 19393. Tra-
ducción inglesa: The rullng class, Nueva York,
1939. Historia de las doctrinas políticas, tra-
" G. LUKACS: El asalto a la razón, ducción y prólogo de LEGAZ LACAMBRA. Re-
Grijalbo,
Barcelona. 1972. vol. III, pág. 229. vista de Derecho Privado, Madrid, 1957.

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1) Creciente atomización social (= pér- dirigentes actúan desde un principio
dida de los vínculos comunitarios).
impulsados por una inconfundible «vo-
Los individuos llegan a Interrelacio- luntad» de poder, <Nationalsoziallsmus
narse sólo en virtud de su vincula-
ción común a los centros de poder.
is Keine Weltanschauung, sodern elne
Ello comporta: a) la inoperancia de Willenschauung», dirá en cierta oca-
las relaciones intermedias; b) el ais- sión Goebbels. Y el mismo Mussoliní.
lamiento de las relaciones primarias; durante los primeros tiempos del fas-
y c) las centralización de las rela- cismo, insistiría sobre esta misma
ciones* idea: «Voglio governare. Ouesto é il
2) La predisposición a aceptar una pseu- mió programma» 21.
docomunldad política (Gemeinschaft) En efecto, como recuerda Pedro de
en forma de partido totalitario o de Vega, «cuando Mussoiini proclama la
afiliación a este tipo de partido falsedad de todas las doctrinas y de-
(= búsqueda de una «comunidad»). fiende la política de la violencia y de
Y, finalmente! la acción por la acción, como la única
3) Implantación de un sistema totalita- visión correcta y que tiene el valor
rio (= total dominación por una pseu- de ser sincera en su descripción del
docomunldad) ».
mundo, no hace más que reproducir,
a nivel propagandístico y seudoproféti-
Digamos que Mosca cuidaba de aña- co, las tesis que, con anterioridad, fue-
dir que «los miembros de la minoría ron defendidas a nivel científico». Hit-
gobernante tienen por lo común algún ler afirmará en Mein Kampf: «Todas
atributo, real o aparente, que goza de las doctrinas, todos ios programas, son
gran prestigio e influencia en la so- inútiles: el elemento decisivo es la
ciedad en que viven». voluntad humana, el coraje viril, la fe
La noción que Mosca se formaba de sincera...» y Mussolini: «A/o/ abbiamo
la «clase política» era así híbrida: en creato il nostro mito. II mito é una fe-
parte relacional - la organización - y de...»72.
en parte sustancialista - «algún atri- No es tampoco un azar que, refirién-
buto». dose a ciertas interpretaciones, posi-
«El criterio generalmente dominante blemente contradictorias, en la trayec-
- afirmará en su Historia de las doctri- toria vital de Michels, Juan J. Linz
nas políticas - , y la base indispensa- afirme la opinión de que «// suo stllo
ble en la formación de una clase polí- político e la sua evoluzione inteilettua-
le verso una visione volontaristlca del
tica, consiste en la aptitud para diri-
mondo, siano alia base delle sue sim-
gir, o sea, como ya había intuido Saint-
Simon, en la posesión de aquellas cua- patía per il fascismo*.
lidades personales que en una época Por otro lado, el concepto de fórmu-
la política introducido por Mosca pue-
y un pueblo determinados son las más
adecuadas para la dirección de la so- de reducirse a un «instrumento moral
ciedad. A esto podría añadirse la vo- del que se sirven las minorías para
luntad de dominio y la conciencia de ocupar el poder». Y - como claramen-
te advierte Pedro de Vega - «no es
poseer las cualidades señaladas».
menos cierto que esta instrumentación
No será del todo inútil llamar la
moral no es más que el correlato ideo-
atención sobre su referencia explícita
a la «voluntad de dominio», rasgo que lógico de un hecho brutal y elemental,
habrá de ser característico de las con- que, presentado en su desnudez, no
admite justificaciones de ningún tipo».
cepciones totalitarias de la élite. Au-
tores como George Denicke llegarán 21 Vid. C. J. FRIEDRICHy otros: Totalitaria-
incluso a definir los movimientos to- nlam (Cambridge, Mass., 1954); C. J. FRIE-
talitarios como esencialmente «volun- DRICHet Z. K. BRZEZINSKI: Totalltarlan dicta-
taristas», en el sentido de que sus torshlp and autocracy (Cambridge. 1956).
22 PEDRO DE VEGA: Gaetano Mosca, clt,
20 W. KORNHAUSER: The política of mass pág. 891, vid. nota 35.
23 J. LINZ: Mlchela e II auo contrlbuto,
aoclety. The Free Press of Glencoe, Illinois,
1959, págs. 32-33. cit., pág. 49.

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2.- Opinión Pública.

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«Si - añade Pedro de Vega - la vida 2) Los Individuos no son Iguales entre
política se reduce a simple lucha por sí, ya que
el poder en toda su irracionalidad y 3) el hombre superior se determina por
su crudeza, y si en esa lucha el triunfo un proceso mental menos condiciona-
do por los elementos Irraclonables.
corresponde siempre a una minoría, Y, finalmente,
quiere indicarse que todos los inten- 4) el gobierno por una élite es la única
tos de moralizar la historia carecen solución política viable.
de sentido ".
Importa, por otro lado, constatar el G. Trujillo sintetiza las afirmaciones
sustrato «psicológico» en que descan-
sa la concepción mosquiana de la básicas de las teorías elitistas de
ciencia política, y que va a tener for- Mosca y Pareto en los siguientes tér-
minos:
mulaciones acaso más explíticas en la
teoría paretiana de los «residuos» y
las «derivaciones». Para Mosca - re- a) En toda sociedad hay una minoría que
dirige a los demás componentes de
cuerda Pedro de Vega - «la misión de la misma, Integrada por quienes ocu-
la ciencia política es estudiar las ten- pan los puestos de mando político y
dencias psicológicas constantes que -de modo más impreciso- por quie-
determinan la acción de las masas hu- nes puedan influir directamente en las
manas»29. Este enfoque psicologista decisiones políticas.
ha sido - interesa subrayarlo - una b) El fenómeno minoritario es universal:
constante del pensamiento político se ha dado y se dará siempre en
conservador europeo a partir de G. Le- toda sociedad.
bon. La teoría biopsíquica de V. Pareto c) La minoría gobernante se mantiene
guarda, como es sabido un estrecho en el poder en base a ciertas espe-
ciales aptitudes o cualidades propias
paralelismo con la de los instintos de de sus miembros.
Freud.
e) La minoría gobernante no permanece
Pareto considera las acciones hu- inmutable, sino que sufre cambios
manas influidas por «ciertos elementos -paulatinos o no- en su composi-
constantes de la naturaleza» - resi- ción *.
duos emocionales o instintivos - . Pe-
ro frente a estos elementos, Pareto
opondrá una serie de «racionalizacio- Pero, a diferencia de Mosca, Pareto
nes», de interpretaciones falsas que adoptó una postura más radical. Pues
enmascaran el verdadero motor de la la noción paretiana, por el contrario,
acción o de la opinión - derivacio- era casi exclusivamente sustanciaiista.
nes - . Ahora bien, si, como declara ViIfredo Pareto basaba su teoría mi-
el autor, tales opiniones son mitos, noritaria en una compendiosa sicolo-
será necesario apelar a ellos para mo- gía, según la cual había un repertorio
de «residuos», muy vagamente defini-
ver a los hombres a la acción. En
este punto es clara su deuda a Sorel. dos, que venían a ser las cualidades
de la élite cuando alcanzaban un cier-
No es de este lugar exponer, si- to grado de eminencia. Más allá de los
quiera brevemente, el impacto de la tales «residuos» que eran irraciona-
tesis de la psicología «irracionalista» les ex definitione, no había sino «de-
en el pensamiento político. Este en- rivaciones»: un concepto análogo al
foque quedaría, muy sucintamente, es- de «ideología» y al de «racionaliza-
tablecido sobre estas cuatro premisas: ción».
Por lo demás, Pareto mantenía que
1) El hombre no es una criatura razo- las élites se suceden a través de
nable, actúa Impulsado por elementos ciclos de decadencia y renovación
muy distintos de la razón: «residuos»,
emociones, mitos, etc. 26 G. TRUJILLO: «Elitismo
y democracia en
la perspectiva de la sociedad industrial», en
24 PEDRO DE VEGA: Loe. cit,
págs. 889-90. Estudios de ciencia política y sociología, cit.
25 PEDRO DE VEGA: Loe. cit., Madrid. 1972. págs. 848-850.
pág. 888.

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(= «circulación de las élites»). Anote- de la élite ante la realidad fue des-
mos que esta idea prefiguraba ya la confiada y desapasionada. Pareto, Mos-
de «movilidad social». ca y Michels no afirman nunca *sic
Michels es, a bastante distancia, el voló», sino «sic est». Y, sin embargo,
más penetrante de los pensadores mi- su duro realismo y su neutralidad
noritarios clásicos. Siguiendo las ideas científica son equívocos y sospecho-
apuntadas por M. Ostrogorski, en un sos. Por ejemplo: es conocido que el
estudio acerca de la estructura de los matrimonio Webb señaló tendencias
partidos políticos, vino a concluir que semejantes a las apuntadas por Mi-
Wa legge sociológica fundaméntale... chels en la historia de los sindicatos
puó... suonare all'incirca cosi: l'orga- británicos del siglo XIX. Su trabajo
nizzazione é la madre del predominio sobre «Representative Institutions in
degli eletti sugli elettori, dei manda- Trade Union Democracy»Mdescribe có-
tari sui mandanti, dei delegati sui de- mo los sindicatos británicos, surgidos
leganti. Chi dice organizzazione dice por democracia directa, con participa-
oligarchia» 27. ción inmediata de todos sus miembros,
La famosa «ley de hierro de la oli- acabarían por adoptar las instituciones
de representación. Admitida la repre-
garquía» consiste en que la organiza- sentación, el poder pasaba cada vez
ción no es meramente - como Mosca
reconocía - el más eficiente instru- más claramente a los ejecutivos: los
mento al servicio del poder minorita- dirigentes electos se convertían en
rio, sino que ella misma crea y man- especialistas, y finalmente eran los
tiene ese poder, independientemente expertos los que ejercerían un control
indiscutible. Ahora bien, al margen de
de las concepciones ideológicas. La los acuerdos que pudiesen establecer-
reductio ad absurdum de la democra-
se entre la descripción trazada por
cia consiste en que incluso los instru-
mentos mismos de representación y los Webb y por Michels, existe una
acusada diferencia en cuanto a la for-
participación políticas - como los par- ma de interpretarlos. Lo que en Sidney
tidos - crean inexorablemente oligar-
quías, ya que «/a struttura oligarchica y Beatriz Webb significa un «ajuste
racional» realizado por los mismos tra-
dell'edificio ne soffoca il principio
democrático fundaméntale». El corola- bajadores, es, para Michels, una ten-
ocioso: «/.a massa non dencia «inevitable» hacia la forma oli-
rio es casi
sará mai sovrana se non ín astrazio- gárquica de gobierno.
ne». La agudeza crítica de los teóricos
clásicos de la élite no abre ningún
Puede decirse, en vista de los enun-
ciados anteriores, que la noción que horizonte, sino que más bien parece
cerrarlos todos. La resignación mis-
Michels se formaba de la «oligarquía»
ma tiene algo de complacencia, por no
era puramente relaciona!, ya que con-
decir de complicidad. La crítica «ma-
sistía precisamente en la organización
misma. Añadamos que Michels per- quiavelista» es necesariamente ambi-
cibió con notable claridad fenómenos gua, porque la anti-ídeología y la anti-
como que, por lo común, los dirigentes utopía son vecinas y pueden llegar a
confundirse. El malentendido subsis-
de los movimientos populares provie-
tirá mientras no aclaremos qué es con-
nen de las clases medias. cretamente lo que los doctrinarios de
La sinopsis anterior es quizá sufi- la élite impugnaban.
ciente para comprobar que, como diji-
En todo caso, es indudable que Mi-
mos, la actitud de los teóricos clásicos chels, Mosca y Pareto mezclaron ines-
27 R. MICHELS: «La sociología del partito crupulosamente las intuiciones certe-
nella democrazia moderna. Studi sulle tenden- ras con las suposiciones caprichosas
ze oligarchiche degll aggregati polltici», Turín, y temerarias. Cuesta trabajo discer-
1924, págs. 223 y sigs. CU. M. OSTROGORSKI: nir las ideas realmente valiosas que
La démocratle et l'organisation des partís po-
lltlques. París, 1903\ 19122. Versión Inglesa: 28 Pol. Science
Democracy and organization of politlcal partías, Quarterly, XI, 1896, pági-
Londres. 1902. nas 655-56.

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aportaron. Llevando las cosas a un E) PLANTEAMIENTOS
extremo, puede decirse - y así se ha POSTERIORES
argüido ya - que el pensamiento «ma-
quiavelista» tiene la solidez de una
tautología. A menudo, las argumenta- A raíz de la segunda guerra mundial
ciones de los doctrinarios de la élite se produjo un cambio radical en el
son puros círculos viciosos que no estudio de las élites. De manera sig-
conducen a nada nuevo. nificativa, las nociones sustancialistas
- todavía presentes en el pensamien-
Además, muchas de las nociones
manejadas por los pensadores minori- to clásico - cayeron rápidamente en
tarios clásicos son sugestivas, pero desuso. A la vez, la teoría mejoró no-
demasiado vagas hasta el extremo de tablemente en cuanto a calidad y co-
la discusión y la verificación son im- herencia.
posibles. Ni Pareto se preocupó de Cosa tal vez más decisiva: el enfo-
aclarar lo que entendía por «residuos», que pasó a centrarse precisamente en
ni Michels intentó siquiera definir la aquello que los «maquiavelistas» ha-
«organización». bían excluido a prior i: la democracia30.
Pero, aún así, es innegable que Dos son las direcciones principales
abordaron con desenvoltura asuntos que siguió la investigación. Por una
de reconocida importancia, como las parte, se indagó la posibilidad y la
dificultades teóricas y prácticas de función de las élites en la democra-
la representación política y los meca- cia. Por otra parte, se denunciaron las
nismos en virtud de los cuales las es- nuevas formas de oligarquía - la tec-
tructuras políticas tienden a mantener- nocracia, por ejemplo.
se. Los «maquiavelistas» prefiguraron Dentro de la primera orientación, los
mucho de lo que luego dirían el fun- pensadores atacaron frontalmente la
cionalismo y la cibernética. grave cuestión que los clásicos habían
W. G. Runciman29 ha llamado «profe- esquivado o descartado: la compati-
tas menores» de la ciencia política a bilidad de la democracia con las élites,
los «maquiavelistas» reservando el tí- y viceversa. Acaso convendría matizar
tulo de «profetas mayores» para Karl que, a diferencia de G. Mosca y de
Marx y Max Weber. El mismo advier- V. Pareto, R. Michels intenta «salvar»
te, de acuerdo con otros autores, que la democracia, cuanto menos nomi-
el pensamiento minoritario clásico se- 30 Sobre el papel de las élites en la demo-
ría inconcebible sin el precedente
cracia, vid.: WILLIAM KORNHAUSER: «The Po
marxista. Mosca, Michels y Pareto sus- litics of mass society, The Free Press of Glen-
tituyeron el concepto de «clase polí- coe». Illinois. 1959. págs. 32-33; SAMUEL H.
tica», «oligarquía» o *élite», y despla- BARNES: «Mobilization and poli ti cal conflict.
zaron la atención del plano económico 7.° Congreso Mundial de la I.P.S.A.», Bruselas.
1967. mimeo; FREDERIC BON & MICHEL A.
al político. Sin duda, estos cambios BURNIER: «Les nouveaux intellectuels». París.
les permitieron descubrir cosas inte- 1966; MAURICE DUVERGER: «Les partís pol ¡ti-
resantes, que Marx había descuidado. ques», París. 1951; KARL MANNEHEIM: «Man
En contrapartida, carecieron casi por and society in an age of reconstruction: studies
in modern social structure», Londres & Nueva
completo de nociones adecuadas para York, 1940; «Diagnosis of our time», Londres,
explicar los procesos históricos evo- 1943; «Freedom, power and democratic plan-
lutivos. ning», Londres. 1950 (traducido al castellano).
«Essays on the sociology of culture», Londres,
En el peor de los casos, lo único que 1956; LESTERE MILBRAITH: «Political particlpa-
no cabe negar a los «maquiavelistas» tion». Chicago. 1965; BARRINGTON MOORE. Jr.:
es que lograron hacer interesantes y «The social orlgins of dictatorship and demo-
cracy», Boston. 1966; JOSEPH A. SCHUMPE-
prestigiosos unos temas. Y eso ya TER: «Capitalism, social ism and democracy».
basta para que los consideremos «clá- Nueva York, 1942 y Londres. 1943 (traducido al
sicos» de la ciencia política. castellano por J. DÍAZ GARCÍA); LUIS G. SAN
MIGUEL: «Participación en el Poder y control
de las 'élites' como problema de la democracia
29 W. G. RUNCIMAN: Social sclence and moderna», en Revista de Estudios Políticos,
política! theory, Cambridge, 1963, cap. IV. núm. 143. Madrid, 1965.

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nalmente, en sus críticas al poder oli- social minoritaria es inherente a la
gárquico. Pretende Michels una ne- democracia. Pero una cosa es decir
gación rotunda de la viabilidad del que la tendencia existe, y otra afirmar
sistema democrático. Lo que pretende que debía tender al límite. En todas
es - de acuerdo con sus propios tér- las democracias que conocemos, se
minos - establecer unos límites den- puede diferenciar a los dirigentes de
tro de los cuales tal sistema pueda los dirigidos. ¿Quiere esto decir, sim-
realizarse. En este sentido, Michels plemente, que las democracias que
afirmará textualmente que la imposi- han venido existiendo de esta forma
bilidad de aplicar ad pedem litterae el desde hace tiempo, han sido imper-
principio de la «soberanía popular» le fectas o imperfectamente democráti-
ha conducido a pensar junto con otros cas? ¿No debería decirse, más bien,
autores en una «autolimitación» de que existe un óptimo democrático de
la democracia. «Hemos de examinar la correlación minoría-masa, que está
-escribe - si, y en qué grado, la de- muy lejos de obtenerse con la des-
mocracia es un ideal que nunca po- aparición de la minoría? Un óptimo
dremos realizar en la práctica». Pero no es necesario que sea un máximo;
advierte: «Sería un error abandonar la si la democracia implica una tenden-
desesperada empresa de tratar de cia antiminoritaria, no es necesario
descubrir un orden social que haga que se la dé un cariz de nivelación
posible la completa realización de la utópica de toda distinción entre diri-
idea de la soberanía popular». Ello no gentes y dirigidos». En este preciso
obsta para que de facto, Michels, al sentido, afirmará Mannheim que «es
igual que Mosca o Pareto, estuviese, un error afirmar que aquéllas consti-
como reconoce Juan J. Linz, *predis- tuyen características de todo orden
posto favorevol mente verso II fascis- social (o, como dice Michels, que to-
mo molti anni prima che questo ve- dos los grupos son gobernados, siem-
nisse alia luce, e ció non solo - come pre y sin remedio, por oligarquías)».
potrebbe apparire -per Vatteggiamen- La clave del problema no es la exis-
to critico verso la democrazia parla- tencia de la élite, sino en la Inexis-
mentare o /'entusiasmo per la leader- tencia de instituciones de participación
shlp carismatica. SI puó agglungere la que convierte la élite en oligarquía, y
sua tendenza all'emotlvlté ed a par- que impide en el gobernado a «actuar
teggiare per coloro che aWestero ve- para deponer a los dirigentes o for-
nlvano crlticatl o non compres!, in zarlos a tomar decisiones en interés
Ispecie se egll era loro affezionato» M. de la mayoría». Lo que es decir que
Los pensadores debían así conciliar todas las organizaciones muestran una
dos cosas: el imperativo democrático tendencia a desarrollarse en formas
y el hecho obvio e ineludible de la oligárquicas «si» tal tendencia no se
existencia de élites. La tensión entre contrarresta por otras fuerzas. «Afir-
ambas cosas fue fecunda, al obligar a mamos - dirá Mannheim - que la de-
concebir formas de élite que no fuesen mocracia se caracteriza, no por la
necesariamente oligárquicas. Breve- ausencia de cualquier capa social mi-
mente: élite y oligarquía, confundidas noritaria, sino, más bien, por una for-
por los clásicos, debían ser disociadas. ma nueva de selección de minorías y
Ahora bien: «¿No es una contradic- una nueva autointerpretación de la
ción - se pregunta K. Mannheim - ha- minoría»32. Diríamos, con Luis G. San
blar de 'minorías* en una sociedad de- Miguel, que el problema de la demo-
mocrática? ¿No hace desaparecer para cracia moderna es el de «que todos
siempre la democratización la diferen- los individuos tengan una efectiva par-
cia entre 'minoría' y 'masa'? No se ticipación en el poder» y el de que las
- que una ten-
puede negar - añade élites «estén sometidas, de algún mo-
dencia hacia la abolición de la capa
32 KARL MANNHEIM: Ensayos de sociolo-
31 J. LINZ: Ibíd. gía de la cultura, cit., parte III.

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do, al control efectivo de los gober- derna ha hecho que la planificación
nados»33. sea, más que posible, inevitable»35.
Creemos que fue Karl Mannheim Coincidiendo con Mannheim, el ma-
quien exploró de manera más extensa temático Norbert Wiener, padre de la
y profunda la función de las élites de cibernética, explicaba por las mismas
mocráticas. También el economista Jo- fechas que, lejos de ser un factor de
seph A. Schumpeter hizo una aporta- equilibrio social - como los clásicos
ción muy estimable al plantear el pro- creyeron que era la oligarquía - , la
blema de la democracia dentro de los concentración del poder puede des-
sistemas capitalista y socialista. embocar en desastres: «No hay ho-
meóstasis de ningún género. Estamos
Les partís politiques, de Maurice
atrapados en los ciclos económicos de
Duverger, fue virtualmente una refu- inflación y deflación, en la secuencia
tación de la obra de Michels. El hecho de dictadura y revolución y en las gue-
de que «la masa no será nunca sobe- rras que todo el mundo pierde - carac-
rana» no implica que haya de ser go- terísticas tan reales de los tiempos
bernada por un grupo cerrado y exte- modernos - (...) el juego del poder
rior a ella. La representación y la par- y el dinero son los principales facto-
ticipación políticas son instrumentos res antihomeostáticos en la comuni-
eficaces de la democracia34. dad (...) ¿Quién nos asegura que un
Pero, por descontado, los autores poder implacable no irá a caer en ma-
nos de los más ávidos por alcan-
posteriores a la segunda guerra mun- zarlo?»36.
dial no pudieron ignorar la existencia
Cuanto más amenazador sea el pro-
y el riesgo de las minorías oligárqui-
cas dentro de la sociedad moderna. ceso, tanto más surgirá arbitrar co-
rrectivos eficaces. De ahí el concepto
Lo que ocurría era que, dentro de una de «democracia activa», «militante» o
visión evolutiva de la sociedad, no ca-
«participante», diametralmente opues-
bía un concepto estático o cíclico de to al estrecho laissez faire del viejo
las oligarquías como el que habían liberalismo. La democracia, a fin de
tenido los clásicos, sino un concepto cuentas, no es una fórmula ideal, sino
dinámico: el de la concentración cre- una alternativa real a la catástrofe.
ciente del poder, en virtud de los cam- En las nuevas circunstancias, el clási-
bios tecnológicos. co dilema «o libertad o seguridad» se
Mannheim expresó esto muy clara- ha convertido en un sofisma. La con-
mente: «Entiendo por técnicas socia- centración del poder aplasta la liber-
les el conjunto de métodos que tratan tad sin ofrecer a cambio nada más que
de influir en la conducta humana y la inseguridad absoluta.
que, en las manos del Gobierno, ope- Todo ello determina que los pensa-
ran como un medio de control social dores demócratas de los países más
singularmente poderoso (...). La razón desarrollados sean, casi sin excepción,
por la que doy tanta importancia a pluralistas. Conservan del liberalismo
esas técnicas sociales es que limitan la noción de los «frenos y contrape-
la dirección en que puede desarrollar- sos», sólo que no la aplican meramen-
se la sociedad moderna (...). Lo más te a los poderes del Estado, sino a los
interesante acerca de esas técnicas grupos sociales mismos. El equilibrio
modernas es que tienden a fomentar activo y dinámico entre las distintas
la centralización y, por lo tanto, la do- fuerzas sociales garantiza a la vez la
minación minoritaria y la dictadura (...). libertad y la seguridad. No se trata,
El establecimiento gradual de posicio- por lo demás de frenar la evolución
nes clave dentro de la sociedad mo-
35 Vid. nota 31.
33 L. G. SAN MIGUEL: «Participación en el 36 NORBERT WIENER: «Cybernetics or con-
poder», clt., en Rev. de Est. PoL, clt, uág. 203 trol and communication in the animal and the
y siguientes. machine», Cambridge, Massachusetts, 1948,
34 M. DUVERGER: Op. cit, págs. 153 y sigs. cap. VIII.

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social, sino al contrario: de encauzarla Tocqueville, cuyas observaciones no
de una manera armónica. han perdido vigencia, sino que quizá
En cuanto a los países más atrasa- son ahora más «actuales» que cuando
dos - especialmente los del Tercer fueron hechas (1 835-1 840)37,las críticas
Mundo- , es dudosa la aplicabilidad recientes han denunciado la persisten-
de la fórmula pluralista. Se trata, por cia de las ideologías oligárquicas (Si-
lo común, de sociedades en que hasta mone de Beauvoir), y el riesgo de una
hace aún bien poco predominaron po- regresión autoritaria (Hannah Harendt,
deres relativamente fuertes, pero de Maurice Duverger)38.
tipo tradicional. Para ponerse a nivel C. Wright Mills hizo un estudio cáus-
de los países más adelantados, los del tico de las oligarquías norteamerica-
Tercer Mundo necesitan ante todo nas, descubriendo el trasfondo de la
romper las trabas del pasado y em- sociedad que se ha querido presentar
barcarse en un proceso de moviliza- como prototipo de la democracia. Y
ción social y modernización cultural autores como James Burnham y Mi-
y económica. El énfasis, por tanto, no chael Young han señalado la aparición
se pone sobre el equilibrio, sino más de nuevas formas oligárquicas en vir-
bien sobre el cambio mismo. Por otra tud de los cambios técnicos y econó-
parte, tampoco se dan los supuestos micos. Estas nuevas tendencias oli-
del pluralismo propio de las socieda- gárquicas han sido diversamente deno-
des más adelantadas. minadas - gobierno de los managers,
La movilización y la modernización meritocracia, tecnocracia, etc. - , pero
exigen que haya minorías dirigentes e es posible que se trate en el fondo de
innovadoras, y el problema consiste un mismo proceso39.
en impedir que se anquilosen, convir- Por otro lado, también han sido acer-
tiéndose en meras oligarquías. El mo- badamente criticadas las tendencias
delo -explícito o implícito - que si- oligárquicas dentro de los regímenes
guen los países del Tercer Mundo es comunistas, señalando la contradicción
el de las sociedades que, gobernadas entre la ideología democrática del so-
por partidos comunistas, han llevado cialismo y el monopolio efectivo del
adelante un espectacular proceso de poder por parte de minorías burocrá-
industrialización. ticas. Recordemos aquí la famosa obra
Pero, en general, aún cuando las mi- de Milovan Djilas", y el libro reciente
norías dirigentes de los países del Ter- de Kostas Papaioannou, Idéologie froi-
cer Mundo suelen tomar la .forma de de: essai sur le dépérissement du
partidos únicos que se ponen a la ca- marxisme (París, 1972). Es ocioso re-
beza de un vasto movimiento social, cordar que la polémica acerca del
difieren bastante de los partidos co- «stalinismo» ha producido ya una fron-
munistas. Por otro lado, el ejemplo de dosa literatura.
la planificación llevada a cabo al estilo Ahora bien: las actuales críticas de
leninista - y staliniano - no es re- las oligarquías difieren esencialmente
comendable sin reservas, como ense- de las que hicieron los pensadores
guida veremos. minoritarios clásicos. En primer lugar,
En los países más adelantados de
37 Cfr. A. DE TOCQUEVILLE: La democracia
Occidente, la crítica ha apuntado so-
bre todo a la concentración del poder, en América (ed. abreviada, Aguilar, Madrid,
1971). Introducción notas, traducción y selec-
que implica una grave incongruencia ción de textos de D. NEGRO PAVÓN.
entre la democracia «formal» (= jurí- 38 Vid.
especialmente S. DE BEAUVOIR: La
d ico-política) y las desigualdades «ma- pensée politíque de la drolte (París, 1955).
teriales» (= socioeconómicas) que 39 C. W. MILLS: «La élite del
poder», en
subsisten y aun van en aumento. El Fondo de Cultura Económica, México; J. BURN-
fenómeno desconcertante de la con- HAM: The managerlal revolution, Nueva York,
1941 y Londres, 1943; M. YOUNG: The rise ot
centración efectiva de poder bajo las the meritocracy: 1870-2033, Londres, 1958.
apariencias de una democracia «for- 40 M. DJILAS: La nueva clase. Un análisis
mal» fue percibido ya por Alexis de del régimen comunista (Barcelona, 1957).

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son mucho más concretas, rigurosas sas y triviales que las de los «maquia-
y matizadas. Pero esto se debe a que velistas». Al pretender hacer sociolo-
los autores no pretenden descubrir gía, Michels, Mosca y Pareto estudia-
«leyes universales» adversas a la de- ron las élites con mayor o menor agu-
mocracia, sino que afirman categórica- deza, pero al menos en una perspecti-
mente el ideal democrático en el que va adecuada. En cambio, los filósofos
apoyan sus críticas. Estas no tienen la desdeñaron el enfoque sociológico y
frialdad de una constatación, sino el prefirieron incurrir en confusiones y
calor de una protesta. Como los auto- contradicciones.
res actuales no son fatalistas, confían Es curioso que Ortega41, por ejem-
que sus denuncias serán eficaces. plo, lamentase tan vivamente la «hi-
En vez de desorbitar el problema de perdemocracia», al mismo tiempo que
la oligarquía planteándolo en términos por otro lado pretendía, a ejemplo de
pretenciosamente universales y abso- los «maquiavelistas», demostrar la im-
lutos, como lo hicieron los doctrina- posibilidad natural de todo sistema
rios clásicos de la élite, los autores político democrático. Difícilmente se
de hoy parten de la coyuntura histó- concibe que esté en auge una cosa
rica concreta y de las posibilidades que, al mismo tiempo, se intenta de-
y expectativas que hay abiertas. Her- mostrar que no puede existir.
bert Marcuse ha sido, hasta ahora, el Por añadidura, la noción de élite que
crítico más corrosivo. Pero una lectura hizo fortuna entre los filósofos fue
atenta de sus obras basta para de- casi exclusivamente sustanclalista. Co-
mostrar que ha hecho poco más que mo también habría de serlo la noción
replantear vigorosamente problemas complementaria de «hombre-masa». Se
cuya gravedad objetiva es reconocida ha dicho, de acuerdo con Ortega, que
por muchos otros autores desde hace toda época se define por el «tipo hu-
ya tiempo. mano» al cual la sociedad confía su
En suma: el tema de las élites no suerte, y hoy la historia está en manos
ha perdido actualidad, ni mucho me- del «hombre-masa». Presenciamos lo
nos, en los últimos años. Pero el plan- que Rathennau vino a adjetivar «la
teamiento actual difiere mucho del invasión vertical de los bárbaros». El
que estuvo en boga durante el primer régimen de masa amenaza sumergir a
tercio de este siglo. En una época en las minorías creadoras en la uniformi-
que tanto se habla de «mutación», el dad y el anonimato. Y los bajos fondos
tema de las élites exige un enfoque de la civilización asaltan un mundo
mucho más amplio que el de antaño. costosamente creado por las élites.
Sin embargo, no es fácil integrar en En una sociedad en que el «hombre-
una teoría general las aportaciones va- masa» es el tipo humano que predo-
liosas, pero muy dispares, que se han mina, los grandes intereses de la cul-
hecho hasta ahora. tura están en peligro. El «hombre-
masa» no es, sin embargo un ser
tan sólo local izable en los estratos
sociales inferiores. Su determinación
es casi exclusivamente sustancialista
- como la del «hombre-minoría» - .
F) LAS «ÉLITES» EN LA
«Masa - afirmará Ortega - es todo
HISTORIA lo que no se valora a sí mismo - ni
en bien ni en mal- mediante razo-
nes especiales, sino que se siente co-
También durante el primer tercio de mo todo el mundo, y pese a ello no
este siglo, unos cuantos filósofos se angustia, sino se siente a gusto al
-como Oswald Spengler y José Or- reconocerse idéntico a los otros».
tega y Gasset - se ocuparon del papel
de las élites en la Historia. Pero las 41 J. ORTEGA Y GASSET: Vieja y nueva po-
especulaciones de aquellos filósofos lítica, Madrid, 1914. «La rebelión de las ma-
fueron mucho menos vagas, capricho- sas». Col. Austral, Buenos Aires, 1955.

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Frente a la masa, la minoría se Inte- ra trabajar en provecho de la otra».
gra por «individuos o grupos de indi- El uso mismo de la escritura fue aso-
viduos particularmente calificados». ciado al poder constituido, puesto que
Los conceptos de élite y masa son sirvió sobre todo para producir «in-
sistemáticamente contrapuestos como ventarios, catálogos, censos, leyes y
polaridades valorativas. La distinción mandatos», es decir: para asegurar el
no encaja en categorías de clase, de «control de los bienes materiales y
humanos».
poder o de status - no es relaciona!.
«En cada clase - dirá Ortega- existe Lévi-Strauss compara así las socie-
una masa y una auténtica minoría». dades históricas o civilizadas a las
Ello no obstante, es más fácil de en- máquinas termodinámicas, ya que «uti-
contrar «hombres de calidad» en las lizan para su funcionamiento una di-
clases superiores: «Las clases inferio- ferencia de potencial, la cual se con-
res se constituyen por individuos sin sigue merced a las diferentes formas
calidad»42.En consecuencia, los plan- de jerarquía social - llámese ésta es-
teamientos de los filósofos e incluso clavitud o servidumbre, o trátese de
su terminología adolecieron de una una división en clases... Tales socie-
exagerada distorsión valorativa, in- dades han logrado realizar en su seno
compatible con la sobriedad de los un desequilibrio que utilizan para pro-
«maquiavelistas». Los filósofos, a fin ducir, a la vez, mucho más orden - y
de cuentas, apenas hicieron más que así tenemos sociedades maquinistas-
reducir al absurdo las incongruencias y también mugho más desorden, mu-
que hemos imputado a los doctrina- cha más entropía en el plano mismo
rios de la élite. de las relaciones entre los hombres».
Hoy día se coincide en que, para Para aclarar esto último, explica:
situar en una verdadera perspectiva «Una sociedad es simultáneamente
histórica el tema de las élites, convie- una máquina y el trabajo que esa
ne recurrir a la etnología, ya que sólo máquina realiza. (...) Este doble aspec-
ella permite descubrir contrastes im- to - orden y desorden- correspon-
portantes y bosquejar las líneas ge- de... a... por una parte, la cultura; por
nerales de una evolución. No es un otra parte, la sociedad. La cultura de-
azar que el tema de las élites - im- signa el conjunto de las relaciones
plícito en el de las desigualdades so- que... los hombres mantienen con el
ciales en general- haya interesado mundo. Y el término 'sociedad' desig-
mucho a Claude Lévi-Strauss, cuyas na más particularmente las relaciones
conclusiones son representativas del que los hombres mantienen entre
estado de opinión entre sus colegas. sí (...); un dominio social cualquiera...
Lévi-Strauss ve en la invención de la fabrica entropía o desorden como so-
escritura (alrededor del año 3000 a. ciedad, y orden como cultura. Es esta
de C, en el Mediterráneo oriental) un relación, invertida, la que expresa a
tournant decisivo, que permite separar mi juicio la diferencia entre los que
la prehistoria de la historia propia- llamamos primitivos y los civilizados».
mente dicha, por razones más serias Ello se debe a que «los primitivos
que las clásicamente admitidas. fabrican poco orden a través de su
En efecto: el uso de la escritura cultura. (...) Pero fabrican muy poca
atestiguó el «poder de unos hombres entropía en su sociedad. (...) Por el
sobre otros hombres y sobre las rique- contrario, los civilizados fabrican mu-
zas», ya que la nueva invención corrió cho orden en su cultura - como lo
pareja con «la constitución de socieda- demuestran el maquinismo y las gran-
des jerarquizadas, formadas por amos des obras de la civilización- , pero
y esclavos y que se sirvieron de una fabrican también mucha entropía en
determinada parte de su población pa- su sociedad: conflictos sociales, lu-
chas políticas»...
42 J. ORTEGA Y GASSET: Rebellón de las En contraste con las civilizadas, las
masas, cit., págs. 232 y sigs. sociedades primitivas - como intuyó

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certeramente Jean J. Rousseau - «son bles, desde el momento que «ese des-
igualitarias, de tipo mecánico y se go- nivel es siempre provisional como en
biernan por la regla de unanimidad». una máquina de vapor que tiende a la
De ahí que sean «sociedades que pro- inmovilidad porque el extremo frío se
ducen muy poco desorden, ese desor- calienta y disminuye la temperatura
den que los físicos llaman entropía, y del extremo caliente».
que manifiestan una tendencia a man- Lévi-Strauss cree que, a la larga, la
tenerse indefinidamente en su estado civilización desembocará tal vez en lo
inicial. Lo cual explica, además que que Saint-Simón previo: la administra-
ción de las cosas, en lugar de la do-
aparezcan como sociedades sin histo- minación sobre los hombres. Cabe
ria y sin progreso».
esperar que las sociedades justas
Y añade: «estas sociedades... mani- del futuro se asemejen de alguna ma-
fiestan en grado elevadísimo fenóme- nera a las sociedades primitivas, en
nos de orden mecánico que, en ellas, el sentido de que «trabajarán, sin du-
son mucho más importantes que los da, unas y otras a una temperatura
estadísticos» y tienden a «resistir de- muy cercana al cero de la historia;
sesperadamente a toda modificación sólo que unas en el plano de la socie-
de su estructura». En resumen: «Cada dad y otras en el plano de la cultura».
una de estas sociedades considera que Lévi-Strauss insinúa que el error ca-
su fin esencial y último es perseverar pital de Gobineau consistió en obsti-
en su ser, seguir siendo tal y como la narse en buscar una explicación «ra-
instituyeron los antepasados». cial» - es decir: sustancial ista - de
Las sociedades ágrafas o primitivas las desigualdades sociales. Según el
son de tipo mecánico y tienen una antropólogo francés, esas desigualda-
«historia estacionaria o fría, próxima des son en gran medida generadas y
al cero de temperatura histórica». Por mantenidas por la estructura social.
el contrario, las sociedades civilizadas Por otra parte, Lévi-Strauss coincide
o históricas son de tipo termodinámico con Norbert Wiener y con tantísimos
y viven una «historia cumulativa o otros pensadores actuales en la opi-
caliente», «que acumula los hallazgos nión de que el poder minoritario no es
y las invenciones para construir gran- - como pretendieron los «maquiave-
des civilizaciones». listas» - un factor de equilibrio y de
Pues bien: las sociedades históricas orden social, sino todo lo contrario:
se han servido de «variaciones dife- una fábrica permanente de desórdenes
renciales entre los hombres - algunos que son fecundos sin dejar por eso
dominantes, los demás, dominados - de ser peligrosos. Hay algo más, por
(...) para producir cultura a un ritmo lo tanto, que la mera «circulación» que
antes inconcebible e insospechado». imaginó Pareto. De hecho, lo que exis-
El fundamento del contraste entre las te es un proceso unidireccional, irre-
sociedades ágrafas y las históricas de- versible.
be buscarse en las «estructuras de En todo caso, la dominación mino-
subordinación», que son «una perver- ritaria es, efectivamente, un paráme-
sión de la reciprocidad». tro de las sociedades históricas. La
Lévi-Strauss se apresura a añadir: «mutación» que podemos concebir
«Entonces: ..., si, para establecer su consistirá en que el orden creado por
imperio sobre la naturaleza, el hombre la cultura permita eliminar y superar
ha habido de someter al hombre y los desórdenes engendrados por la
tratar a una parte de la humanidad sociedad. Si ocurre así, subsistirán se-
como objeto, ya no es posible respon- guramente las élites culturales, pero
der de manera sencilla y sin equívocos las oligárquicas están Mamadas a des-
a las cuestiones que la idea de pro- aparecer *.
greso plantea». 43 C. LEVI-STRAUS:
«Reciproclty and hie-
De todas maneras, las sociedades rarchy», en American Anthropologist, vol. 46,
civilizadas son por fuerza muy inesta- 2, 1944; Race et histoire, París, 1952.

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