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BALADA NUPCIAL (Edgar Allan Poe)

El anillo está en mi dedo y la corona sobre


mi frente; he aquí que poseo rasos y joyas en
abundancia, y en el presente instante soy feliz.
Y mi Señor me ama bien; pero la primera vez
que pronunció su voto sentí estremecerse mi
pecho, porque sus palabras sonaron como un
toque de agonía y su voz se parecía a la de aquel
que cayó durante la batalla en el fondo del valle,
y que es dichoso ahora.
Pero habló de modo de tranquilizarme y
besó mi frente pálida. Entonces un delirio vino
y me transportó en espíritu al cementerio. Y
pensando que mi Señor era el difunto Elormie,
suspiré por él que estaba delante de mí: ¡oh
yo soy dichosa ahora!
Así fueron pronunciadas las palabras, y así
fue empeñado el juramento. Y aunque mi fe
se haya apagado, y aunque mi corazón llegue
a quebrarse, he ahí la dorada prenda que prueba
que soy dichosa siempre.
¡Quiera Dios que pueda despertar! Porque
sueño no sé cómo. Y mi alma se agita dolorosamente
en el temor de haber hecho mal, en
el temor de llegar a saber que el muerto abandonado
no es feliz ahora.
1845.

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