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t.1 Guber R. Cap 2 Reconstruccion Del Conocimiento PDF
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El salvaje
metropolitano
Reconstrucción del conocimiento
social en el trabajo de campo
ISBN 950-12-2719-7
2. Algunas pistas epistemológicas del conocimiento
antropológico
A pesar de sus diferencias, positivistas e interpretativistas comparten algunas posturas
acerca de cómo funciona el conocimiento: una visión dualista de la totalidad social, la
existencia de una realidad de carácter preteórico y el papel del sujeto cognoscente como
duplicador de esa realidad.
No vamos a detallar aquí las definiciones ontológicas de lo real según las distintas
escuelas filosóficas. Basta señalar que, en "algunos casos, la totalidad ha sido reducida
al plano de lo material (y en este sentido, al plano objetivo); en otros, se ha referido al
dominio de las nociones, creencias y representaciones de los sujetos, postergando o
anulando el análisis de las condiciones sociales y materiales. Tal [55] es la perspectiva
que adoptan, respectivamente, positivistas e interpretativistas y que ha sido calificada
como visión dualista de la totalidad social". Así, los planteos objetivistas, tanto en su
versión positivista como en la materialista reduccionista, consiguen cercenar el mundo
social y, particularmente, despreciar la práctica humana como activa conductora del
proceso histórico. El positivismo durkheimiano concibe el mundo social en su carácter
moral, esto es, regido por normas que son introyectadas por los miembros de una
sociedad dada. El individuo, entonces, encarna normas y valores de existencia social; el
conflicto entre individuo y sociedad es producto de los desajustes del primero con
respecto al imperio normativo-valorativo prevaleciente. Por su parte, el materialismo en
su versión economicista considera que los únicos puntos relevantes para la explicación
social son los aspectos (supuestamente) objetivos: las relaciones de producción y las
fuerzas productivas. Se llega así a afirmar que, cuando las relaciones sociales frenan el
desarrollo de las fuerzas productivas, el modo de producción llega a su fin. El paso a un
nuevo modo de producción se da mecánicamente y de modo predeterminado. Por ende,
la actividad no económica aparece como mero reflejo: la subjetividad y las esferas
ideológica, cultural y política serían réplicas de lo que sucede en la infraestructura. Este
planteo deja de lado la productividad social en la historia. La articulación entre
desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones de producción, principal pivote de la
teoría sociológica, no basta por sí sola para explicar todos los fenómenos sociales ni
mucho menos la lógica de las transformaciones de la sociedad.
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En cuanto a los planteos subjetivistas, éstos tienden a destacar el papel del sujeto en la
historia como hacedor de su destino. En definitiva, tanto descripciones como
explicaciones quedan fundadas en los individuos que no aparecen condicionados por
factores estructurales. Los hechos históricos y sociales son resultado de voluntades
singulares que permanecen inexplicadas o indeterminadas.
Como alternativa a las concepciones dualistas sobre la totalidad social, cabe mencionar
la perspectiva integradora de Hegel: no se trata de diluir las diferencias entre objetividad
y subjetividad social, sino de analizarlas integralmente, en tanto una no existe sin la
otra. Y aunque continuemos empleando está terminología, debiera quedar claro que
tanto lo que llamamos objetividad -aspectos económicos, frecuentemente asimilados a
la "infraestructura"- como subjetividad -representaciones, creencias, organización
política, bagaje cultural e ideológico de los grupos sociales, frecuentemente asimilados
a la "superestructura"- son igualmente objetivos, pues están objetivamente
determinados. "La objetividad social (el proceso histórico) conforma tanto el factor
subjetivo como las condiciones objetivas. La totalidad [56] social no determina sólo el
lado objetivo del proceso, sino también el factor subjetivo" (Pereyra, 1984: 67).
1. Nuevos caminos
Las teorías no dualistas ponen énfasis en la especificidad del mundo social y la relación
universalidad-singularidad. Según ellas, las ciencias sociales se ocupan de la objetividad
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social y de sus transformaciones, pero entendiendo que esa realidad es producida por la
práctica humana [57] material y simbólica. El puñado de disciplinas dedicadas a ello
consideran que el sujeto y sus actividades están integrados a dicha objetividad en dos
sentidos. Por un lado, los sujetos desarrollan sus actividades en el seno de una realidad
de acuerdo con propósitos, fines, intenciones y motivos. Esta intencionalidad de las
acciones no implica una premeditación de los hechos históricos, generados por la
actividad colectiva. Por el otro, el sujeto es concebido como individualidad
socíohístórica y, por lo tanto, actuante en y bajo las determinaciones de las formas de
existencia histórica de las relaciones sociales de producción y reproducción, no como
sustancia autónoma o exterior a la determinación social.
Es así como las leyes de las ciencias sociales se refieren a acciones humanas y se
manifiestan a través de ellas. Estas acciones están informadas por la reflexividad de los
sujetos, lo cual resulta en respuestas múltiples pero no indeterminadas a las condiciones
que propician dichas acciones. La práctica humana, como fundamento del mundo social,
presenta entonces la peculiaridad de ser una actividad conforme a propósitos, a fines.
Sean éstos o no intencionales, las determinaciones de lo real no se sobreimponen
mecánicamente a los sujetos, ni tampoco resultan de la acción de hombres
filosóficamente libres y autónomos, sino que dichos fines, creencias, bagajes
ideológicos y culturales están socialmente determinados, ubicados estructuralmente en
un espacio y un tiempo histórico. Que los hombres sean actores conscientes tampoco
significa que la sociedad resulta de su voluntad particular. Su actividad conforme a fines
es siempre "una actividad en situación, en condiciones específicas de la existencia
social, y los fines propuestos están determinados por las circunstancias prevalecientes"
(pág.70).
Parte de la tarea de las ciencias sociales es, pues, indagar en aquellos factores que
inciden, determinan y condicionan ese sistema de propósitos, fines y motivos que guían
a los actores al encarar determinadas acciones y no otras. La diferencia con los planteos
de la corriente positivista es que ésta niega la reflexividad de los sujetos. Así, al escindir
lo social (como símbolo de la objetividad) de los actores (como distorsionante
subjetividad) confiere a la realidad un status éxistencial similar al de los fenómenos
naturales, desnaturalizando la particularidad de lo social: la constitutividad de los
sentidos a través de sus nociones y sus acciones y el carácter preinterpretado de su
mundo (Holy y Stuchlik, 1983: 107). Lo social se naturaliza al presentarlo como
puramente al margen de la activa producción y reproducción subjetiva de los sujetos
sociales. Por su parte, la visión interpretativista supone que la subjetividad explica la
realidad social, colocando lo que debe ser explicado [58] como el factor explicativo; así,
motivos, intenciones y propósitos de los actores constituyen la fuente de explicación de
las acciones individuales y sociales; pero ellos mismos permanecen inexplicados. Ahora
bien, adherir a una teoría del conocimiento de la sociedad que reconoce lo subjetivo -las
acciones y representaciones de los hombres sobre sus acciones y su mundo- como parte
de la realidad social no implica negar la posibilidad de explicación en las ciencias
sociales. Se busca, en cambio, "conocer lo singular en su universalidad, y lo universal
en su singularidad" (García, 1984: 32). Las ciencias sociales se ocupan de un mundo en
el cual el investigador (sujeto) se encuentra frente y junto a otros sujetos que constitu-
yen, a través de su práctica, el mundo social. La singularidad se erige como instancia en
la que el mundo social cobra sentido para sus actores concretos. A dicha instancia
integrada por significados y por prácticas diversas, la llamaremos "perspectiva del
actor". En el campo empírico, las acciones y nociones están orientadas por fines y
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motivaciones que se expresan en conceptos o categorías compartidos por los actores
desde el sentido común. La explicación del científico necesita reconocer la terminología
y conceptualización de los actores dado que, en tanto reglas de juego, "especifican un
universo de significado que delimita su esfera" (Brand, 1981).
Por otra parte, las explicaciones en ciencias sociales son expostfacto, no predictivas, lo
que las diferencia de las explicaciones referidas a sistemas cerrados de variables con los
que operan las ciencias experimentales (Pereyra, 1984), que plantean conexiones
teóricas necesarias de tipo universal o absoluto. El hecho de que no sean predictivas no
torna a las ciencias sociales menos científicas. Su capacidad explicativa se basa en
conexiones tendenciales1 formuladas en modelos, que no implican inevitabilidad
1
Con el término tendencia nos referimos a “enunciados que establecen conexiones sujetas a la acción de
otros factores que eventualmente las modifican o neutralizan” (Pereyre, 1984:80), a diferencia de ley,
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histórica, sino que indican el carácter necesario del proceso. Así como la realidad social
es determinante a la vez que determinada por la práctica de los actores, una explicación
no reduccionista ni fatalista, concepciones con las que se ha confundido el
determinismo, necesita incorporar esas prácticas en la explicación de lo ocurrido, y no
definir ex ante cómo se concretará la práctica de los actores, anulando su carácter
específico.
Walter Runciman (1983) señala, en esta misma dirección, que el elemento distintivo de
las ciencias sociales es la descripción. Esto es, todas las ciencias comparten dos niveles
de comprensión: el primario o "reporte" informa qué ha ocurrido (el "qué"); el
secundario o "explicación" alude a sus causas (el "por qué"); pero las ciencias sociales
no pueden prescindir de un nivel terciario de comprensión que es la "descripción", el
cual se ocupa de lo que ocurrió según sus agentes (el "cómo es" para ellos). Un
investigador social no puede entender una acción sin comprender los términos en que la
caracterizan sus protagonistas. Así, es claro que los obreros de una fábrica han cesado
de hacer funcionar las máquinas y se han retirado del establecimiento. Para explicar por
qué lo hicieron debemos antes caracterizar esta detención y esta caracterización sólo
puede hacerse recurriendo a consultar con los agentes —en este caso, los trabajadores y
quizás los empleadores-, que serán quienes den cuenta de lo que piensan, sienten, dicen
y hacen con respecto a las máquinas y el trabajo. Entonces el reporte debe informar de
los hechos, y la medida de su precisión radica en su ajuste a esos hechos; pero para
explicar por qué dejaron de trabajar, primero necesitamos saber si nuestra
caracterización de este conjunto de hechos coincide con la que hacen trabajadores y
empleadores. Entonces, todo lo que viene después del reporte (comprensión primaria)
no depende del ajuste a los hechos sino del ajuste a la perspectiva de los actores. Los
obreros apagaron sus máquinas en señal de descontento, de huelga, del cierre
de la fábrica, por una celebración religiosa, porque iban a la guerra
o porque se iban de vacaciones. Una buena descripción es aquella que no malinterpreta,
es decir, que no incurre en interpretaciones etnocéntricas, sustituyendo el punto de vista,
los valores y las razones de los actores por el punto de vista, los valores y las razones
del investigador (Runciman, 1983; Guber, 2001). [61]
enunciado que formula una relación en la cual los efectos seceden inexorablemente.
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2. Reformulaciones en torno a la cuestión del objeto de conocimiento2
Decíamos que, desde la perspectiva con que abordamos el conocimiento social, lo real
no se manifiesta directamente al sujeto sino mediatizado por una construcción teórica,
desde donde se interroga. Ello permite al investigador delinear una estrategia general de
investigación que incluye pautas de análisis y procedimientos de la ciencia en general,
adecuados y reformulados a la luz de la investigación sobre un objeto particular. El
investigador construye su objeto de conocimiento. La antropología social no se ocupa
de una porción del referente empírico, sino de una problemática que distintas corrientes
han definido y explicado de modos variados: la diversidad. Pero ¿cómo se traduce el
análisis de la diversidad en la construcción teórica del objeto de estudio?3
2
Estas reflexiones derivan de un trabajo conjunto con Ana Rósalo (Guber y Rosato, 1989).
3
En el capítulo 14 sugerimos algunos pasos para construir el objeto antropológico de investigación,
retomando la relación universalidad-singularidad y la peculiaridad que introduce la consideración de la
perspectiva de los actores. Se trata, más bien, de un ensayo en el cual se sistematizan algunos
procedimientos posibles para identificar más claramente qué elementos se integran en esta construcción.
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el que posibilita el conocimiento, pues "la realidad sólo habla cuando se la interroga"
(Castells y De Ipola, 1972).
Los cuerpos teóricos son las herramientas por excelencia para problematizar lo real con
fines de investigación. "Problematizar" significa introducir preguntas acerca de lo que
sucede; significa transformar un hecho aparentemente intrascendente o habitual en un
problema e incorporarlo a un tema mayor de investigación. ¿Por qué los pueblos
organizan de modos tan diversos sus relaciones de parentesco? ¿Por qué los sectores
socioeconómicos con menor capacidad de recursos integran familias más numerosas?
¿Por qué en nuestra sociedad se denigra a los inmigrantes limítrofes y no a los de
ultramar? Los interrogantes nos llevan a observar los hechos desde un ángulo diferente,
orientados por el problema que comienza así a ser planteado. La capacidad de formular
preguntas a lo real depende de la serie de conexiones explicativas que el investigador
sustenta y de su adiestramiento en plantearse interrogantes. Así como el lego no
distingue especies de árboles en un bosque, pues para él son todos iguales, quien no
tiene experiencia en investigación no distingue vetas posibles de interrogación.
Conforme avance y madure en su labor, no sólo podrá descubrirlas, sino que aprenderá
a distinguir entre vetas ricas y vetas más superficiales.
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problematizada. Y en la labor antropológica no sólo la teoría permite al investigador
problematizar lo real, sino también su bagaje de sentido común propio de su sector
social, de su grupo étnico, de su adhesión política, etcétera. Asimismo, la comparación
de modos de vida y de organización ha sido un motor principalísimo de la investigación
en esta disciplina, obligando al antropólogo a relativizar pautas y valores considerados
únicos y absolutos.
Cabe insistir sobre el hecho de que la distinción entre sentido común y teoría no
significa una escisión tajante. En efecto, aquél suele contener teorías fragmentadas que
pueden estar en contradicción o ser congruentes con otras partes de ese conocimiento.
El habla corriente de los agentes oficiales y de sectores medios de las grandes ciudades,
por ejemplo, suele presentar una visión de los sectores populares acorde a la teoría
marginalista vigente en las ciencias sociales [64] durante las décadas de 1950 y 1960.
Concepciones tales como que los residentes de villas miseria están en condiciones
degradadas de vida por "falta de educación", "inadaptación al medio urbano" y
sostenimiento de un modo de vida "tradicional", coinciden con las premisas de Gino
Germani (1960) y la DESAL (1964) sobre la marginalidad urbana y social.
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