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Observación y autoobservación
NIEVES ROJO
1. INTRODUCCIÓN
2. PROCEDIMIENTO
Como señala Fernández Ballesteros (2004), la técnica observacional se caracteriza por los
siguientes rasgos:
— La persona que observa tiene un entrenamiento específico para llevar a cabo una
observación deliberada de la conducta o conductas objetivo.
— Generalmente se observa un hecho que ocurre en la situación de observación,
preferentemente en una situación natural.
— La observación se produce de forma sistemática, lo que conlleva el registro preciso en
un protocolo u hoja preparado para tal efecto.
«Mi hijo es hiperactivo», «mi novio no me quiere lo suficiente». Éstas son el tipo de
afirmaciones con las que habitualmente las personas refieren lo que observan respecto del
comportamiento de los demás. Suelen ser, como en los ejemplos, declaraciones sobre
atributos internos o respuestas muy generales que no pueden ser objeto de una observación
sistemática. Es pues fundamental llegar a una definición de la conducta objetivo que cumpla
los siguientes requisitos:
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— Que sea una definición objetiva: que se refiera sólo a las características observables de
la conducta por la que estamos interesados sin referencia alguna a actitudes, intenciones
o estados internos. La queja de un amor insuficiente podría quizá objetivarse en
conductas tales como: «ella no me besa si no se lo pido», «no me acaricia cuando yo lo
hago», «nunca me dice que estoy guapo».
— Que sea una definición precisa y clara, centrada en la descripción de respuestas
manifiestas. No deben ser definiciones basadas en rasgos o atributos genéricos que no
sólo son difíciles de verificar, sino que proporcionan una información escasa sobre
conductas concretas. Eliminando la ambigüedad, haciendo una definición descriptiva de
respuestas manifiestas incrementamos la posibilidad de que dos observadores coincidan
en relación con lo observado. Es más precisa, clara y verificable la observación de
conductas definidas como «no se queda sentado en su pupitre más de cinco minutos»,
«levanta la mano para ir al aseo varias veces durante la clase» que la etiqueta general
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de «niño hiperactivo».
— Que sea una definición completa de tal forma que los límites de la conducta estén
especificados y que un observador pueda diferenciarla de conductas próximas. Una
definición completa contempla los siguientes elementos (Hawkins, 1982; De la Puente,
Labrador y García Vera, 1993): un nombre descriptivo, una definición general, una
elaboración que describa las partes fundamentales de la conducta, ejemplos
característicos de dicha conducta y otros ejemplos discutibles.
Toda vez que se ha llegado a una definición objetiva, precisa y clara de la conducta
objetivo, tenemos que tomar la decisión sobre qué parámetros de dicha conducta centrarán
nuestra atención y, por tanto, van a ser medidos.
Podemos fijarnos en la más simple, la presencia: si la conducta ocurre o no, como, por
ejemplo, si un alumno ha asistido a clase o si un niño moja la cama durante la noche. El
parámetro de la ocurrencia nos lleva el método de medición de intervalos, un método
adecuado para conductas cuyo inicio y fin no es fácil de determinar o que se ejecutan con
mucha frecuencia. El método de intervalos presenta algunas variaciones: método de intervalo
completo (en el que se requiere que la respuesta se emita durante todo el intervalo para que
sea registrada), método de intervalo parcial (en el que se registrará la conducta cuando ocurra
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al menos una vez a lo largo del intervalo) o método de intervalo momentáneo (se registrará la
conducta sólo si se produce en el momento en que acaba el intervalo).
Para otras conductas no será tan importante si ocurre o no, como la frecuencia con la que
ocurre. Consiste en registrar el número de veces que una conducta aparece en un determinado
intervalo de tiempo. Ha de tenerse en cuenta que este método es adecuado para conductas
discretas, de las que puede distinguirse claramente cuando empiezan y terminan, conductas que
ocurren no demasiado frecuentemente y cuya duración es muy similar. Por ejemplo, podemos
contar las veces que, durante la clase, un niño levanta la mano. El parámetro de frecuencia es
especialmente interesante porque refleja muy bien los cambios de la conducta a través del
tiempo (Kazdin, 1981).
En otras ocasiones, la frecuencia no recoge de forma suficiente la extensión de una
conducta determinada porque no se trata de conductas discretas sino que perduran a través del
tiempo. En este caso, es el parámetro de duración el que resulta más relevante y el que ha de
medirse. Por ejemplo, podemos registrar el tiempo que un atleta dedica a su entrenamiento o el
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que un sujeto emplea en rituales de comprobación.
Podemos, asimismo, estar atentos al resultado de las conductas, a su producto; registrar
por ejemplo los restos de cigarrillos que quedan en un cenicero o el número de libros que se
han colocado en un estante. Este tipo de medida, los productos permanentes, tiene la ventaja
de que no está afectada por la reactividad del sujeto, cuya conducta se produce en ausencia del
observador. No obstante, no son muchas las conductas que ocasionan productos permanentes.
Por último, pero no menos importante, podemos registrar la secuencia de conductas,
registrar qué está pasando antes (los estímulos antecedentes) y qué pasa después de que la
conducta ocurra (los estímulos consecuentes) de forma que la observación facilite el análisis
funcional estableciendo qué estímulos actúan en el sentido de aumentar o disminuir la
probabilidad de la emisión de una conducta. Por ejemplo, en los berrinches de un niño,
podríamos registrar qué pasó antes (el padre le negó una golosina, la madre le pidió que
recogiera un juguete...) y qué pasó después (el padre le dio la golosina, la madre recogió el
juguete). Esta información es de mucha mayor utilidad que registrar cuántos berrinches tiene el
niño cada tarde.
Elegir uno u otro método de medición estará determinado por el tipo de información que se
busca, por la situación en la que se manifiesta la conducta y por las características de ésta
(Crespo y Larroy, 1998). A continuación se ofrece un cuadro que resume las características de
los distintos métodos de medición (véase la tabla 4.1).
TABLA 4.1
Adecuado para
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conductas:
— Discretas.
— Con
Número de veces que aparece duraciones Cigarrillos fumados.
Frecuencia una conducta en un determinado similares en Noches con cama mojada.
período de tiempo. cada emisión. Faltas al trabajo.
— Con
frecuencia de
emisión no
muy alta.
Adecuado para
conductas: Tiempo de estudio.
Lapso de tiempo en que se emite — Discretas. Duración de la ducha (en lentitud
Duración
una conducta. — Duración compulsiva).
variable o Horas de sueño.
relevante.
Adecuado para
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conductas que
persisten en el
tiempo.
Tiende a
Presencia o ausencia de la subestimar la Mirar una pantalla.
Completo
conducta durante todo el intervalo. aparición de la Atender en clase.
conducta.
Útil cuando es
importante la no
interrupción de la
Intervalo conducta.
Adecuado para
Presencia o ausencia de la Tics.
Parcial conductas breves
conducta a lo largo del intervalo. Decir tacos.
y frecuentes.
Adecuado para
conductas que
Presencia y ausencia de la
persisten durante
Momentáneo conducta en el momento en que Chuparse un dedo.
un tiempo.
finaliza el intervalo.
Han de utilizarse
intervalos breves.
Se expresa en
Porcentaje de veces que aparece porcentajes.
Tareas realizadas entre las
una conducta dentro del número Útil para obtener
Proporción encomendadas.
total de ocasiones en que sería medidas de
Órdenes cumplidas.
esperable su aparición. rendimiento,
actuación, etc.
Produce poca
reactividad.
Registro del número de resultados Camas hechas.
Puede aplicarse a
Productos permanentes duraderos o productos de la Ventanas rotas.
un limitado
conducta. Botellas vacías.
número de
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conductas.
Proporciona
información
Miedo a los perros
funcional sobre la
(especificando respuestas
Incluye, además de la conducta, conducta.
Secuencias concretas en que se manifiesta,
sus antecedentes y consecuentes. Implica una
situaciones en que se produce y
continuidad en el
consecuencias).
período de
observación.
TABLA 4.2
TABLA 4.3
Código de situaciones:
Situaciones 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
P 0 1 0 0 0 1 1 0 0 1 0 1
N 1 2 2 1 1 2 0 1 2 0 2 2
A 6 4 5 5 4 6 5 5 4 3 4 3
T 5 5 4 5 3 3 5 4 3 3 3 4
Llegados a este punto, tenemos ya decidido qué observar y cómo medirlo. Quedan ahora
otras decisiones que tomar que se refieren a cuándo vamos a realizar la observación, en qué
lugar y, en ocasiones, a quién. En este sentido, debemos plantearnos (Fernández Ballesteros,
2004):
Una última clave contextual a la que atender es el lugar de la observación. Sin duda, la más
deseable de las opciones (y la más frecuente) es realizar la observación de la conducta en el
lugar habitual en que ésta se produce, en situaciones naturales, sin que se origine ninguna
mediación o interferencia del evaluador. No obstante, además de los sesgos metodológicos
propios de la observación en situaciones naturales, como es la reactividad del sujeto que
modifica su conducta al saberse observado (Haynes y Horne, 1982; Kazdin, 1981; Anguera,
1981, 1991), existen otros inconvenientes que pueden hacer que este tipo de observación no
sea viable; así, un sujeto puede negarse a ser observado en su trabajo. Pero, en muchos casos,
la observación en situaciones naturales se desestima por una cuestión de coste.
Siempre que no sea posible realizar una observación en situaciones naturales cabe la
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posibilidad de hacer una réplica artificial mediante, por ejemplo, procedimientos de role-
playing. La observación en situaciones artificiales, entre otros inconvenientes, arrastra un
problema de validez externa y nos plantea la pregunta de hasta qué punto lo observado podría
generalizarse a un situación natural.
En definitiva, la decisión sobre los aspectos contextuales de la observación ha de tomarse
considerando siempre sus objetivos, así como otros criterios de índole más práctica, como son
la disponibilidad del sujeto o sujetos a observar, coste, etc.
TABLA 4.4
Consideración de si la conducta:
En qué situaciones: — Varía en función de estímulos externos.
Muestreo de situaciones — Varía en función de sus relaciones funcionales.
— Es estable (y en qué medida) o dependiente de distintas situaciones.
Situaciones naturales.
En qué lugar
Situaciones artificiales.
El entrenamiento puede darse por terminado en el momento en que los observadores han
logrado un alto nivel de acuerdo en lo observado. Algunos autores (Forehand y McMahon,
1981) han utilizado como criterio de término del entrenamiento un nivel de fiabilidad de 0,80
respecto a una grabación en vídeo de 10 minutos previamente codificada por el entrenador. No
obstante, para evitar el llamado efecto de arrastre o deriva (una paulatina modificación de la
forma de identificar las conductas o la influencia de la pareja de observación) (Fernández
Ballesteros, 2004), es aconsejable prolongar el entrenamiento durante el período de
observación, lo que permitirá además ir solucionando los problemas que vayan surgiendo
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durante este período.
Una vez que se han completado los pasos anteriormente descritos, llega la hora de la
observación propiamente dicha. Cabe subrayar que el registro preciso y riguroso de las
conductas es un elemento imprescindible de cualquier procedimiento de modificación de
conducta. En primer lugar, observaremos y registraremos con objeto de evaluar la conducta
con anterioridad a cualquier tipo de intervención; en otros términos, se observa y registra para
establecer la línea base del comportamiento o comportamientos objetivo, lo que permitirá
diseñar el tipo de intervención más adecuado. Observaremos posteriormente la conducta
durante el tratamiento de forma que podamos determinar si se están produciendo los cambios
apetecidos. Y, siempre que sea posible, observaremos también cuando ha acabado la fase de
intervención; de esta forma, podremos apreciar si los cambios que se han producido con el
programa de intervención se mantienen una vez que este programa ha finalizado.
Observador 1 X X 0 0 X X X X 0 X X X 9
Observador 2 X 0 0 X X X X X X 0 X X 9
Es especialmente útil que los registros sean visibles y tengan alguna forma de
representación gráfica ya que son, por sí mismos, una fuente de reforzamiento para los que
participan en el programa de modificación. Incluso, en ocasiones, mostrar los datos puede
conducir a mejoras en la conducta sin que sea necesario aplicar una intervención (Martin y
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Pear, 2007).
¿Cómo asegurar que los datos obtenidos mediante la observación sistemática son
objetivos? Sin duda, la confianza en este procedimiento se logra cuando es posible contar con
más de un observador. En la medida en que dos observadores independientes (y entrenados)
coinciden respecto a los datos registrados, podemos confiar en que esos datos son objetivos.
Es lo que se denomina fiabilidad interobservador. La cuantificación de la fiabilidad
interobservadores puede realizarse mediante porcentajes de acuerdo o mediante la estimación
de coeficientes de correlación. En cualquier caso, los índices de concordancia se obtendrán en
función del parámetro de conducta utilizado: ocurrencia, frecuencia y duración (Anguera,
1990).
Índices de frecuencia
En relación con la frecuencia pueden utilizarse de nuevo los índices que muestran el grado
de acuerdo entre los observadores mediante la fórmula de menor número de observaciones
partido por el mayor número de observaciones. Por ejemplo, pensemos en dos observadores
que están registrando la conducta de decir tacos en un intervalo de una hora; el observador 1
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Índices de duración
Como ocurriera con la frecuencia, se puede hallar el índice de acuerdo entre observadores
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dividiendo sencillamente el número menor de duración observada entre el número mayor de
duración observada. Una vez más, los valores aceptables estarán en índices de entre 0,8 y 1.
Pero nuevamente hay que recordar que estos índices inflan el grado de acuerdo, por lo que es
más recomendable utilizar la kappa de Cohen que ha sido posteriormente rectificada por otros
autores (Anguera, 1990).
No obstante, cabe recordar que la fiabilidad de los datos extraídos a través de observación
sistemática no sólo se reduce al grado de acuerdo entre observadores sino al nivel de
rigurosidad y exactitud lograda en todo el proceso: desde la definición del comportamiento
hasta la situación de observación y el entrenamiento de los observadores (Hawkins y Dotson,
1975).
3. ÁMBITOS DE APLICACIÓN
evaluación conductual que permite ser implementado en una amplia variedad de contextos
entre los cuales los más destacados son (Anguera, 1981, 1991):
El mero hecho de sentirse observado puede hacer que los sujetos varíen su
comportamiento, por ejemplo, haciendo que éste sea menos frecuente. Esta fuente de sesgos se
denomina reactividad. Tenemos que tener en cuenta que el procedimiento de la observación
incluye variaciones en el ambiente en el que se produce naturalmente la conducta. Es
conveniente, pues, introducir un período de adaptación del sujeto a la situación de
observación.
4.2. El observador
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La observación sistemática está realizada por personas que son, en sí mismas, fuentes de
diversos tipos de sesgos.
Como se ha descrito anteriormente, una de las garantías de fiabilidad de la observación es
el entrenamiento de los observadores. Los observadores han de recibir un entrenamiento que
se prolongue el tiempo suficiente como para que manejen eficientemente la técnica y sean
capaces de proporcionar datos con altos niveles de concordancia. Este entrenamiento ha de
prolongarse para evitar el ya mencionado efecto deriva, que opera en el sentido de introducir
un cambio gradual en la forma de identificar las conductas por parte de los observadores. A lo
largo del proceso observacional, los observadores se familiarizan con las conductas y pueden
modificar poco a poco la definición de la conducta de manera que, por ejemplo, registren
cambios que no se están produciendo realmente. Este sesgo puede subsanarse mediante un
control periódico de las observaciones. Por último, las expectativas del observador pueden
convertirse en otra fuente de sesgos de la observación. Así, por ejemplo, puede aparecer la
tendencia a registrar conductas que, de alguna forma, tiendan a confirmar hipótesis del
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observador. Para minimizar este tipo de sesgo, Kazdin (1980) aconseja que los observadores
entrenados desconozcan las particularidades del caso y, si hubiera que utilizar observadores
allegados al sujeto (por ejemplo, los padres), hacer hincapié en su entrenamiento y no hacerles
partícipes de las expectativas del evaluador.
Por último, aludimos aquí a los errores que pueden producirse por efecto del propio
sistema de observación. En primer lugar, el propio tipo de registro elegido puede afectar a la
fiabilidad y validez de los datos. En líneas generales, los errores debidos al tipo de registro
pueden subsanarse definiendo claramente las conductas a observar (de manera que sean
fácilmente identificables) y reduciendo el número de conductas o categorías a observar (la
fiabilidad y validez de los registros aumentan en la medida en que se reduce el número de
conductas que contempla).
Otro problema derivado del sistema de observación es la pérdida de información al
utilizar las fichas de registro. Antes de realizar la observación, hemos definido las conductas
que se van a registrar, y es posible que aparezcan otras que, al no estar contempladas con
antelación, se pierdan. Para remediar este problema conviene incluir, en los protocolos de
registro, un espacio que permita hacer anotaciones sobre acontecimientos eventuales no
contemplados previamente.
Finalmente, otro problema asociado con el sistema de observación tiene que ver con la
representatividad de la muestra de datos registrada. En este sentido es importante que la
conducta se observe en todas aquellas situaciones en las que es probable que aparezca, así
como realizar períodos de registro cortos pero numerosos a lo largo de todo el día.
TABLA 4.5
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5. EJEMPLO
Ana es una estudiante universitaria que vive con su madre y su hermano. A través de una
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