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RESUMEN: Acerca de la importancia de la lectura se han planteado numerosas teorías, muy influyentes en la crítica literaria desde
el nacimiento de la Estética de la Recepción en los años sesenta. En este artículo se van a describir algunos de los problemas que
convergen en las Teorías de la Lectura en relación con tres libros: Estética de la lectura de Pedro Aullón de Haro, La lectura docta
en la Primera Edad Moderna (1450-1650) de Iveta Nakládalová y La poética de la lectura en Quevedo de Darío Villanueva. Pala-
bras clave: teorías sobre la lectura, teoría de la literatura, crítica literaria, historia de la lectura. ABSTRACT: Many theories have
expressed reading’s significance for literary criticism since Reception Theory came out during the Sixties. This essay will relate some
problematic questions contemplated by the Reader-Response Criticism to three books published in Spain recently: Estética de la
lectura, La lectura docta en la Primera Edad Moderna (1450-1650) and La poética de la lectura en Quevedo. Keywords: reading,
reception aesthetics, writing, tradition, imagination.
Revista Cálamo FASPE, 2013, nº 61, 60-69. Monográfico: EXPERIENCIAS DE LA LECTURA ISSN 1136-9493
Felipe González Alcázar Reflexiones sobre la lectura en torno a tres libros
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obstante, parecía cada vez más improba- mo que el prójimo, en cuyo auxilio han ve-
ble que se pudiera hablar de Literatura sin nido las Teorías Sistémicas y los Estudios
referirse a los destinatarios de los textos, Culturales desde la Sociología.
aun a sabiendas de que lo literario no es La tipología de los lectores, el elemento
una propiedad en el marco de lo escrito. La que cierra esta especial comunicación aun-
propia Semiótica estructural, sin acabar que no el único activo, ha sido la principal
de fijar los límites de esa descodificación aportación de la Crítica de la Respuesta
debido a las posibilidades de semiosis in- del Lector. En las individualidades, pues-
finita de diferentes códigos5, ofreció la ex- to que los intereses son tan distintos, se ha
cusa perfecta para que la complejidad del pretendido explicar el proceso en su globa-
mensaje se hiciera inextricable por redu- lidad, es decir, al querer significar múlti-
cir hasta el mínimo posible los niveles del ples lecturas como conocimiento, asimi-
análisis, a pesar de que todo lo relevante lación e interpretación de la Literatura, en
en la expresividad literaria no es siempre franca sinestesia del concepto ya que leer a
necesariamente interpretable. Fue apro- veces no es más que leer, aunque sea gozo-
vechado con ese mismo rigor para ofrecer samente. Así pues, desde –parece ser– el
una partición ad infinitum de los destina- mock reader o lector ficticio de Gibson, a
tarios-descodificadores: por razón de su quién se destina el texto puede llamarse
sexo o de su género, sea esto lo que fuere, lector implícito, informado, modelo o fin-
por su condición social, religiosa... Todos gido, por citar ejemplos muy difundidos, a
somos, pues, intérpretes, y nuestra mane- condición de que interprete, es decir, ejer-
ra de interpretar adquiere una resonancia za una competencia lectora que demuestre
que se justifica en su misma validez, aun- ser capaz de rellenar los huecos o vacíos
que nadie, y Derrida mucho menos, dijera textuales, y debiendo provocar en nosotros
nunca que un texto quiere decir cualquier una respuesta afectiva, identificadora, pro-
cosa que se quiera decir de él ni que todos yectiva o catártica. Por su parte, las teorías
los métodos interpretativos deban ser igual sobre las experiencias de la lectura suelen
de aprovechables, convenientes o sólo con- coincidir en un haz de intersecciones que
vincentes. Las conclusiones de Barthes separa intencionalmente a la lectura lite-
en S/Z (1970) defendiendo la posibilidad raria de otras lecturas, entendiendo que
de cualquier lectura se enmarcan en otro aquella requiere un esfuerzo cooperativo
episodio de su lucha contra las intransi- especial y partiendo siempre de que el aná-
gencias de la Crítica tradicional y del doble lisis ha de sustanciarse en ese lector espe-
sentido del término. Las Teorías sobre el cial que intente comprender activamente.
Canon, por su parte, han servido de revul- La Modernidad implica un dinamismo que
sivo a la contra, pues señalar qué libros la inspiración platónica rehuía, cuando a
deben ser leídos frente a otros y por qué través del emisor la poesía –casi siempre
causas, lejos de conmover el viejo lamento un canto o recitado acompañado de ins-
del exceso de libros existentes y de la im- trumentos musicales que daban nombre a
posibilidad de conocer todos los relevantes distintos tipos de mélica: citarística, aulé-
sobre cualquier cosa, han convertido esta tica...– unía y conducía a un arrobamiento
querella en un campo de lucha entre saber de los receptores a través del enthousias-
leer, qué leer y cómo hacerlo. Imposible, mós, que era un “dejarse llevar” pasivo bajo
desde luego, contentar a todos los lectores- el símil de la piedra imán del Ión. Pero esta
receptores en función de su subjetividad, idea de movilidad ha creado expectativas
que por lo visto le impide entender lo mis- que son difíciles de valorar.
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como pedagogía, enseñanza o aprendizaje. finitas retóricas que llenaron esta época de
El proceso de lectura culta invita a los lec- inflación no eran obras literarias sino ma-
tores-oyentes, no lo olvidemos, a adentrar- nuales sobre cómo hacer las cosas, que ya
se en la rueda del libro, buscando lugares, eran a su vez una síntesis de otros textos en
citas, pensamientos (como en la prosodia diferentes grados de desarrollo. No hemos
dieciochesca), y todo el caudal de la copia aprendido a leerlos como entonces sí se le-
verborum para ser mejores, para aprove- yeron: un método para ordenar el conteni-
char, para entender y explicar el armazón do, conocer los límites del lenguaje, y para
de conocimientos y expresiones prestigio- adquirir conocimientos, ya que un orador,
sas que un varón –así era en principio y se- un humanista o un sabio, debían saber de
ría absurdo negarlo– culto europeo debía todo, desde cómo actúa el ser humano has-
de dominar. Y dominaba en verdad porque ta qué podemos esperar en una circunstan-
el lector que esperaba encontrarse con un cia u otra de la infinitas en que podríamos
texto empedrado de máximas y ejemplos, encontrarnos. Esta diversidad de material
al escribir buscaba abiertamente repetir el educativo se va asimilando pedagógica-
mismo proceso, cerrando de esta manera mente mediante el ejercicio de una racio-
el círculo, y ello explica la lectura docta en nalidad aplicada en una lógica cohesionan-
sus caracteres de pausa, atención o disfrute te del discurso que proviene de la oratoria
detenido como se desprende de los campos clásica. Esperamos, por tanto, de un lector
metafóricos y de técnicas como la rumina- docto, que sepa revertir en su escritura lo
tio. Durante siglos la oscilación pendular que ha alcanzado mediante la lectura, ya
entre originalidad y tradición se atenía al sea la disciplina constructiva como la aten-
espacio de la manipulación de materiales. ción a determinados aspectos textuales en
Saber que junto a la mesa de Lope de Vega, los libros. El modo de leer retórico atiende,
curiosamente un escritor en lengua vulgar pues, a una potencialidad de posibilidades
y abundante en géneros de menor presti- en unos modelos escogidos en los que el
gio (la comedia, la novela corta o incluso instrumento de la imitación impone el so-
la lírica amorosa), había repertorios y po- porte ideal de una organización específica
lianteas para coincidir en el epíteto preciso de los saberes y la forma de comunicarlos.
o en el locus tradicional con Virgilio o Calí- Así que la literaturización de los estados
maco no le resta un ápice de su genialidad, de la causa, los atributos, los lugares co-
si bien era muy posible que el público de munes o el tema –en principio una parte
los corrales en su mayoría ignorase estas prescindible del discurso–, no ha surgido
conexiones y el otro vinculase por su edu- de una manía retoricista sino de la misma
cación ciertas lecturas a algo pecaminoso, necesidad comprehensiva de ratio legendi
o cuanto menos estéril e intrascendente. que la crítica actual pretende al reflejar en
Me interesa especialmente detenerme cualquier cuento los elementos estructura-
en la influencia de la Retórica en tanto les del relatos o las marcas de la ficción.
lectura persuasiva y propiciadora de jue- El resultado de un proceso normado,
gos creativos. A despecho de las críticas que nace en la necesidad de adquirir una
románticas, época que supura retoricis- expresión apropiada a cada circunstancia
mo por todos sus poros, la Retórica, y su para después ser capaz de hacerlo estilísti-
hermana la Poética, no encorsetan con sus camente, pervive unido al contenidismo, o
normas y reglas a los escritores, sino que mejor, a la prioridad del caudal de conoci-
les provocan desafíos, argucias, ejercita- mientos que la obra puede ofrecer. Y estos
ción para ser mejores en su oficio. Las in- pueden aparecer envueltos en bellísimas
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escuchar con los ojos siempre abiertos. Ortega, que “todo gran poeta nos plagia”,
Toda la acumulación de ideas, tópicos y pero también, y en esto yo apunto hacia
huellas de que se nutre esta composición otro aspecto del problema, que en la ficción
poética requiere, como dice Darío Villa- o en la estilización poética, en muchas oca-
nueva, un tipo de lector especial, “hiperac- siones, no buscamos otra verdad del mundo
tivo” (p. 115), en cuya actividad las huellas que una idealización o una ampliación di-
en el poeta madrileño del estoicismo, del mensional (o pleonaxia en palabras del filó-
elogio culto de los libros, la más evidente sofo, que me permito traer aquí), un hambre
actitud reflexiva general, opera en diferen- de fantasía que no deja de ser una ilusión
tes niveles, y nadie sería capaz de juzgar y una interpretación imaginativas. Por eso
un mayor deleite al reconocer el tópico del tal vez no aprendamos nada que no supié-
beatus ille o la imagen platónica de la es- ramos o intuyéramos, ni sea necesario, con
critura como fúnebre enterramiento de la algunas lecturas, sobre todo con la poesía lí-
sabiduría oral, por ejemplo, que al disfru- rica, ya que siguiendo la argumentación del
tar durante la lectura con la musicalidad o mismo Ortega, en cierto modo platónica,
la belleza conceptual del poema. todo lo que nos dice el poeta “lo habíamos
La experiencia del receptor, obligada- «sentido» ya, sólo que no sabíamos decír-
mente, recubre aspectos de la obra literaria, noslo. El poeta es el truchimán del hombre
pero así como la lectura placentera es libre consigo mismo.” (2009: 618). Acaso más
de adoptar las conclusiones que desee al concernidos porque todo hombre es poeta
respecto, la Crítica debería atender al poli- de nacimiento (2009: 1148) y la vida, en de-
sentido literario en función de las necesida- finitiva, una faena poética (2009: 137). De
des del propio texto, aunque en ocasiones este modo pierde algo de sentido el hecho
parezca atenerse a las metodologías de su de que las interpretaciones puedan ser váli-
escuela. Es difícil, por tanto, suponer que la das en función de una aproximación parcial
subjetividad de los receptores pueda ser de o subjetiva a la realidad o solamente a la
algún modo corregida por la representación realidad vital de cada lector, y gana peso y
de algún tipo de verdades en la escritura, coherencia pensar en el autor como partíci-
aunque fueran verdades de la ficción o de pe de cierta universalidad de la experiencia
la poesía, igualmente inventadas o formu- humana. Quizás el grado de “universalidad”
ladas como parte de la naturaleza literaria. dependa de cómo interpretamos los lecto-
La verdad poética opera en función de las res, mientras que la Crítica no operaría en
limitaciones del texto no de la relación que tanto lectura interpretativa cuanto en me-
el sujeto lector establece entre lo leído y su todologías formalizadoras e integradoras
propia experiencia vital. En los manuales de la coherencia de la obra literaria. Siem-
de preceptiva del siglo XIX se decía que la pre que creamos en ella. En una entrevista
verdad era una condición indispensable del reciente la escritora Margaret Atwood re-
fondo de toda obra literaria pero también en curría a una bonita imagen del lector como
este aspecto operaban las licencias, en con- un violinista que interpreta una partitura al
creto la verosimilitud. Una vez decidimos leer, desdeñando la “fantasía postmoderna”
que vivir en los libros podría ser una segun- de que cada uno pueda interpretar lo que
da vida placentera, hemos desarrollado una desee ya que como sucede con las partituras
hiperestesiada capacidad de identificarnos de Mozart, por ejemplo, hay unos límites
con el autor, deseamos ser el creador de las para esas interpretaciones –reconociendo
palabras que tanto nos han afectado. Cierto así que puedan existir varias–, pero “No
es, como afirma Villanueva apoyándose en son infinitas.”
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