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Felipe González Alcázar

Reflexiones sobre la lectura en torno a tres libros

REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA


EN TORNO A TRES LIBROS
Felipe González Alcázar, Universidad Complutense
Recibido: enero/ Aceptado: marzo 2013

RESUMEN: Acerca de la importancia de la lectura se han planteado numerosas teorías, muy influyentes en la crítica literaria desde
el nacimiento de la Estética de la Recepción en los años sesenta. En este artículo se van a describir algunos de los problemas que
convergen en las Teorías de la Lectura en relación con tres libros: Estética de la lectura de Pedro Aullón de Haro, La lectura docta
en la Primera Edad Moderna (1450-1650) de Iveta Nakládalová y La poética de la lectura en Quevedo de Darío Villanueva. Pala-
bras clave: teorías sobre la lectura, teoría de la literatura, crítica literaria, historia de la lectura. ABSTRACT: Many theories have
expressed reading’s significance for literary criticism since Reception Theory came out during the Sixties. This essay will relate some
problematic questions contemplated by the Reader-Response Criticism to three books published in Spain recently: Estética de la
lectura, La lectura docta en la Primera Edad Moderna (1450-1650) and La poética de la lectura en Quevedo. Keywords: reading,
reception aesthetics, writing, tradition, imagination.

La experiencia de la lectura ha sido


básica en el nacimiento de nuestra
civilización occidental pues va unida tan-
en Europa, a pesar de su tradición libres-
ca, la mitad de la población no compra li-
bros y solo lee asiduamente un 25% de ella.
to a la continuidad de los saberes y de la Sin embargo, no es posible afirmar que la
Literatura desde la adopción del alfabeto, nuestra es una sociedad oral en el sentido
cuanto a cierta ruptura con aspectos pro- en que lo fueron las anteriores. Cuando
pios de la oralidad que no fueron conserva- Platón, uno de los modelos más perfectos
dos con la escritura por múltiples razones. de prosa escrita del período clásico grie-
No sabemos si Homero sabía leer y escri- go, desdeñaba la escritura como máscara
bir –y sobre ello se han gastado múltiples o almacén del conocimiento, o señalaba
razones– pero sí podemos entender las irónicamente a su discípulo Aristóteles
causas por las cuales hubo de ser preciso llamándole “el lector”, anagnostés, por su
poner por escrito la Ilíada y la Odisea y las gran conocimiento libresco (basta un ca-
consecuencias derivadas de ello: desde la tálogo de los libros que cita en la Poética
conservación hasta la transmisión, pasan- para darse cuenta de ello) y su costumbre
do por el cuidado del texto o la división en de adquirirlos, la inmensa mayoría de los
cantos –propia de la filología alejandri- atenienses no podía acceder a la lectura.
na–, todo ello dependió en algún momen- Pero ya vivían en una sociedad en que la
to más de la serie escritura-lectura que de escritura fijaba las normas –nomoi– por
la capacidad de los rapsodas por recordar las que la polis se gobernaba1. Desde el co-
y transmitir su recuerdo a otros. Pese a la mienzo la secuencia lectura-escritura fue
generalización de usos escritos en la edu- decisiva en la instauración de profesiones
cación quizás desde finales del siglo V al regladas que condicionaban un estatuto
IV a. de C. en la Grecia ateniense, la esfera de pertenencia a ciertas castas o grupos
cultural más amplia no dejó de ser básica- de escogidos: desde los escribas a los sa-
mente oral y sus ciudadanos más influyen- cerdotes, de los juristas a los diplomáticos.
tes escasamente alfabetizados. Con todas La creatividad literaria fue quizás el último
las salvedades posibles esta situación se gran paso de un proceso que comenzó en-
mantuvo hasta el siglo XIX; hoy mismo, tre comerciantes según parece deducirse

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de las tablillas mesopotámicas2. La deriva saberes y, en definitiva, accedemos a las


hacia un mundo dominado por la escritu- obras literarias, por más que la naturale-
ra hace imposible que unos pocos sean sus za de la Literatura sea siempre más com-
únicos usuarios, y aún así cuando nos refe- pleja que la de la escritura en general. No
rimos a los lectores nos estamos dirigiendo descubrimos nada nuevo al recordar cómo
casi exclusivamente a los que disfrutamos el pensamiento literario ha ido proporcio-
con la Literatura, como se desprende de la nando un lugar de acomodo preeminente
anterior referencia estadística. al lector-receptor en la comunicación lite-
La lectura, con independencia del so- raria desde las propuestas de la Estética de
porte o del canal, convive contradictoria- la Recepción en años coincidentes con el
mente con pares muy fijados o esquemati- pleno dominio del Estructuralismo y de su
zados, tales como escritura y habla, cultura continuidad en la Semiótica. Y fue preci-
oral y escrita, lo escrito perdurable frente samente la necesidad de la Semiótica por
al olvido de lo dicho (... scripta manent) y trasladar dentro del esquema comunicati-
su contrario, el valor de la palabra frente al vo el factor clave para la interpretación de
“papel mojado”, incluso “escuchabilidad” los mensajes, lo que propició el giro hacia
frente a “legibilidad” como argumentaba la recepción. El protagonismo del receptor,
Hirsch para explicar el paso en la moder- lector o no, en el ejercicio de descodificar
nidad renacentista desde la scribal culture un mensaje –codificar era para Martinet
a la print culture. La pujanza de los me- nada más que construir un enunciado–,
dios tecnológicos de nuestros días parece vino propiciado por la consistencia espe-
estar provocando otra situación similar de cífica del mensaje literario: ambigüedad,
encrucijada, si bien, a mi parecer, todavía connotación, figuración o creatividad. Los
no tan aguda como lleva aventurando la métodos del Formalismo, pretendiendo
sociología de la cultura y la epistemología frenar los excesos del biografismo o el im-
científica desde la difusión global de inter- presionismo crítico, iniciaron la voladura
net y la accesibilidad proporcionada por la controlada –Roland Barthes– de las re-
extensión de dichos medios3. La escritura- glas del modelo comunicativo anterior, y si
lectura y las tipologías consecuentes, así bien en un primer momento pareció entrar
como las capacidades y posibilidades de en colisión con la primogenitura del emi-
la comunicación escrita para ser revela- sor, el exceso de inmanentismo produjo
da, entendida o desvelada, han pretendi- después un rechazo sobrevenido a cierta
do incidir en esas dualidades generando objetividad unilateral del mensaje. Las
relaciones complementarias entre los que llamadas teorías orientadas hacia el lector
saben leer y los que no, ya sea por desco- (Hermenéutica, Fenomenología, Estética
nocimiento del alfabeto, del idioma, de los de la Recepción, Teoría de los Actos de Ha-
contenidos del mensaje, un código secreto, bla y Reader-Response Criticism), no to-
unas referencias muy parciales..., y es in- das ellas “teorías literarias”, desde los años
evitable que en ellos existan las claves para contraculturales de los 60 hasta su cenit en
descifrarlos ya que está en la raíz de todo los 804, permitieron hacer converger en su
secreto el empeño en que deje de serlo. visión cuestiones que el Formalismo creía
La lectura, por otra parte, sigue siendo muy parciales en la comprensión de la Li-
el proceso principal, reconociendo la exis- teratura: quién lee, cómo se lee, qué es la
tencia de otros en los que no voy a dete- lectura, qué efectos produce en nosotros...
nerme, a través del cual los seres humanos El resultado de todo ello fue magnificado
aprendemos, estudiamos, transmitimos por la presencia de la Deconstrucción; no

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obstante, parecía cada vez más improba- mo que el prójimo, en cuyo auxilio han ve-
ble que se pudiera hablar de Literatura sin nido las Teorías Sistémicas y los Estudios
referirse a los destinatarios de los textos, Culturales desde la Sociología.
aun a sabiendas de que lo literario no es La tipología de los lectores, el elemento
una propiedad en el marco de lo escrito. La que cierra esta especial comunicación aun-
propia Semiótica estructural, sin acabar que no el único activo, ha sido la principal
de fijar los límites de esa descodificación aportación de la Crítica de la Respuesta
debido a las posibilidades de semiosis in- del Lector. En las individualidades, pues-
finita de diferentes códigos5, ofreció la ex- to que los intereses son tan distintos, se ha
cusa perfecta para que la complejidad del pretendido explicar el proceso en su globa-
mensaje se hiciera inextricable por redu- lidad, es decir, al querer significar múlti-
cir hasta el mínimo posible los niveles del ples lecturas como conocimiento, asimi-
análisis, a pesar de que todo lo relevante lación e interpretación de la Literatura, en
en la expresividad literaria no es siempre franca sinestesia del concepto ya que leer a
necesariamente interpretable. Fue apro- veces no es más que leer, aunque sea gozo-
vechado con ese mismo rigor para ofrecer samente. Así pues, desde –parece ser– el
una partición ad infinitum de los destina- mock reader o lector ficticio de Gibson, a
tarios-descodificadores: por razón de su quién se destina el texto puede llamarse
sexo o de su género, sea esto lo que fuere, lector implícito, informado, modelo o fin-
por su condición social, religiosa... Todos gido, por citar ejemplos muy difundidos, a
somos, pues, intérpretes, y nuestra mane- condición de que interprete, es decir, ejer-
ra de interpretar adquiere una resonancia za una competencia lectora que demuestre
que se justifica en su misma validez, aun- ser capaz de rellenar los huecos o vacíos
que nadie, y Derrida mucho menos, dijera textuales, y debiendo provocar en nosotros
nunca que un texto quiere decir cualquier una respuesta afectiva, identificadora, pro-
cosa que se quiera decir de él ni que todos yectiva o catártica. Por su parte, las teorías
los métodos interpretativos deban ser igual sobre las experiencias de la lectura suelen
de aprovechables, convenientes o sólo con- coincidir en un haz de intersecciones que
vincentes. Las conclusiones de Barthes separa intencionalmente a la lectura lite-
en S/Z (1970) defendiendo la posibilidad raria de otras lecturas, entendiendo que
de cualquier lectura se enmarcan en otro aquella requiere un esfuerzo cooperativo
episodio de su lucha contra las intransi- especial y partiendo siempre de que el aná-
gencias de la Crítica tradicional y del doble lisis ha de sustanciarse en ese lector espe-
sentido del término. Las Teorías sobre el cial que intente comprender activamente.
Canon, por su parte, han servido de revul- La Modernidad implica un dinamismo que
sivo a la contra, pues señalar qué libros la inspiración platónica rehuía, cuando a
deben ser leídos frente a otros y por qué través del emisor la poesía –casi siempre
causas, lejos de conmover el viejo lamento un canto o recitado acompañado de ins-
del exceso de libros existentes y de la im- trumentos musicales que daban nombre a
posibilidad de conocer todos los relevantes distintos tipos de mélica: citarística, aulé-
sobre cualquier cosa, han convertido esta tica...– unía y conducía a un arrobamiento
querella en un campo de lucha entre saber de los receptores a través del enthousias-
leer, qué leer y cómo hacerlo. Imposible, mós, que era un “dejarse llevar” pasivo bajo
desde luego, contentar a todos los lectores- el símil de la piedra imán del Ión. Pero esta
receptores en función de su subjetividad, idea de movilidad ha creado expectativas
que por lo visto le impide entender lo mis- que son difíciles de valorar.

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Ante tantísimos caminos abiertos para modelos de textos en relación a nuestra


abordar esta cuestión, que prefiero ver en respuesta frente a ellos. La propia etimo-
su conjunto como propuestas de trabajo, logía de leer en nuestro ámbito proviene
me he permitido traer a estas páginas al- del indoeuropeo *leg / *log (pp. 16-18),
gunas reflexiones que se han ido plantean- y el campo de significaciones en que se
do en torno a mi lectura de tres libros re- desarrolla nos remite al verbo “escoger” y
cientes. Son Estética de la Lectura (2012) luego a “contar”, “recontar” o incluso “des-
de Pedro Aullón de Haro, La lectura docta cifrar”. De ahí, a “interpretar”, que parece
en la Primera Edad Moderna (1450-1650) ser la primera acepción que hoy nos viene
(2013) de Iveta Nakládalová y La poética a la mente, con el sentido de descifrar o de
de la lectura en Quevedo (2005) de Darío revelar algún tipo de significado. Claro que
Villanueva. a todo ello se ha llegado tras un proceso de
El libro del profesor Aullón de Haro metaforización de las condiciones físicas
es un tratado incitado por la necesidad de de la lectura: de escoger letras (no exten-
desarrollar una Estética de la lectura den- sible a otros tipos de escritura, claro está)
tro de una Estética general y no como par- y leer listas de senadores o de penados, a
te de una historia de la lectura, de la que leer los labios o el futuro. La comprensión
tenemos trabajos excelentes, muchos de de este fenómeno justifica el rechazo de
ellos inspirados en la historia de las men- Aullón de Haro (p. 20) a coincidir con las
talidades, por ejemplo, en los estudios de poéticas de la lectura en tanto las condicio-
Roger Chartier. Es inevitable entender nes de legibilidad se puedan convertir en
esto como un desarrollo de la fenomeno- universales, y de ahí a la capacidad gene-
logía de la lectura en cuanto proceso com- ralizada de interpretar o, a mi juicio, a que
prensivo, es decir, un arte, los textos nos obliguen a esa
o etimológicamente téchne, interpretación. Parece que la
que enseña a comprender lo explicación psicoanalítica de
escrito, y que había quedado los efectos de la lectura, de
desde el siglo XIX encastra- una mera reflexión a la pro-
do entre las divisiones de la yección en lo leído de aspec-
Retórica y situado en un pla- tos de nuestra subjetividad
no propedéutico, es decir, incluido el desciframiento,
como aprendizaje de recur- se ha superpuesto a la mera
sos dispuestos previamen- fisiología de la lectura y ha
te para su uso. La pregunta dado de repente un paso más
que subyace en el trasfon- allá, conjuntando en su seno
do de este trabajo, qué es la el proceso de comprensión
lectura, profundiza en lo que no han res- de los significados en la hermenéutica de
pondido las teorías orientadas al lector, textos sagrados, los métodos de la ciencia
como si el ejercicio de la lectura (por más (que lee en la naturaleza), el problema de
que algunos como Culler hubieran aboga- la lectura en la filosofía (de Schopenhauer
do por una enseñanza del mismo en tanto a Heidegger) y los instrumentos propios
descripción de los modos particulares po- de la filología, herederos de la poetarum
sibles y dentro de una institución social), enarratio o del comentario humanístico.
no se sustentara en un proceso educativo Imposible resultará entender en qué
que inevitablemente conduce a enseñar consiste la lectura si no atendemos a la fi-
a leer y a escribir, a reconocer diferentes siología de la misma, que está en relación

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directa con la escritura, su par necesario y los profesionales de estos oficios, en un


complementario. La lectura, pues, impli- descoyuntado ejercicio de atender a la vez
ca una interacción siempre presente entre a la Literatura y a los libros sobre litera-
la vista y el oído. No solo en tanto se tra- tura. Según parece, en el aspecto empírico
te de oralidad frente a escritura, donde la (pp. 71-72), las 54.120 horas que dedicaría
fenomenología tiene mucho que explicar un lector asiduo en 2 horas de sesión dia-
respecto de la relación establecida con la ria se convierten en unos 1.420 “apretados
realidad sino que en muchas ocasiones volúmenes”. Y un Quijote de unas 900 pá-
olvidamos que nuestra mente unas veces ginas con el texto seguido en una sola línea
transforma en imágenes lo leído y otras tiene una dimensión de más de 6 kilóme-
parece diluirse en un espacio imaginario tros. Debe de ser cierto, según concluyen
de cursividad aparentemente infinita en la los neurólogos, que el saber sí ocupa lugar.
sucesión de acciones relatadas. Ignoro si Dejando para otro momento el repaso
consiste en un proceso físico de la lectura a los manuales de lectura españoles del
o el producto de un aprendizaje de siglos siglo XIX, más modernos y útiles de lo
aplicado a un tipo de experiencia literaria que parecieron cuando fueron eliminados
en el relato. Aullón de Haro, en este sen- y sustituidos por otros más cercanos a la
tido, describe (pp. 48-52) los matices ne- pedagogía comunicativa actual, de nuevo
cesarios para entender correctamente que arrumbada por la coyuntura de los mis-
recitación épica (ritmo, respiración, tono, mos media que aspira a dominar, la últi-
aun dejando aparte otros aspectos gestua- ma parte de esta teoría de la lectura lite-
les, sin ir más lejos, estudiados en la actio raria y científica (pp. 115-145) parte de la
retórica) y lectura de un poema épico no es premisa comúnmente aceptada de que la
exactamente lo mismo. Esto debería dar la obra literaria únicamente existe en la lec-
razón a quienes piensan que los múltiples tura y que su práctica deviene una marca
lectores y las múltiples lecturas nos hacen específica de su influencia. La historia li-
entender cosas distintas en los libros. Aún teraria corre el riesgo así de convertirse en
implican mayores consecuencias los pro- un panteón de volúmenes medio olvida-
blemas derivados del límite del discurso dos si no atendemos a la diferencia entre
frente a la cosmovisión (p. 68) que opera aquellas obras que se leen, o se han leído
cognoscitivamente sobre el acto físico de en épocas determinadas, y las que no. La
leer: desde la iluminación, las condiciones Estética de la Recepción puede sumirse en
físicas de letras o papel, o la situación del un instrumento de potencia y acto para la
libro en tanto respuesta conductista. Y se Literatura, ya que las obras no dejan de
parece demasiado a las condiciones re- estar ahí en latencia a disposición de los
flexológicas de la Poética del Imaginario: lectores del futuro. Sin embargo, no con-
la posición usualmente secundaria de los cede Aullón de Haro a esta escuela crítica,
ojos (hacia abajo) en la lectura, la focaliza- y a otras que han convertido a la lectura
ción sobre un objeto estático, las distintas en un “problema contemporáneo bastan-
tipologías con sus juegos visuales y creati- te complicado”, la respuesta primordial
vos, la disposición textual... No puedo de- ya que el “problema” de la lectura supera
jar de referir los cálculos sobre el espacio y en mucho las alambicadas figuras de lec-
el tiempo que puede dedicarnos la lectura tores que se han propuesto. Y hace bien,
asidua a lo largo de nuestra vida (si vivimos a mi juicio en describir una taxonomía de
lo suficiente), siquiera como interrogante distintas lecturas posibles antes que un
en el que yo sitúo los frustrados límites de catálogo de lectores cuya subjetividad con-

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dicionará siempre la total diversidad y la y a la vez se extiende mientras la cultura


carga interpretativa del concepto moderno oral va transformándose en escrita, en con-
de lectura. Ahora y antes, el lector puede tinuo alejamiento del modo popular. Estos
y debe leer activamente pero nunca podrá cuatro factores al interactuar (culto-popu-
sustituir al emisor ni al texto: no todos sa- lar y oralidad-escritura) cambian definiti-
bemos las mismas cosas, y en ese triángulo vamente la comunicación por oposición y
semiósico entre un signo, su objeto y su in- por mutua influencia, mientras las lenguas
terpretante, a la manera de Peirce, la signi- vulgares van adueñándose del espacio del
ficación del signo no siempre es totalmen- latín, lengua de cultura, comunicación, y
te interpretable. La relación entre emisor, también de separación y estratificación del
receptor y texto en el ejercicio lector se conocimiento científico. La difusión del
produce asimétricamente, ya sea por el método lector del Humanismo, centrado
contexto histórico, debido al uso de códi- en géneros y formas muy restringidas, y en
gos que quizás no estén a nuestro alcance, tanto reglado y medido, se acerca mucho
o a la naturaleza del mensaje-texto. Hay más de lo aparente a la creatividad. El bi-
una gran variedad de lecturas que en cier- nomio formado por la lecto-escritura, por
to modo condicionan previamente nuestra su dependencia de los modos de ejercicio,
relación con lo escrito; no es lo mismo la opera directamente sobre aquello que de-
lectura rápida que la lenta, ni en voz alta, beríamos esperar como receptores activos:
baja o silente, pública o privada, la hecha nunca se ha escrito como se ha hablado, y
en nuestra madurez o en otras etapas de la también Valdés merece en esto una relec-
vida, la libre o la condicionada, académica tura como Barthes, pero sí se escribe como
o crítica, digital, patológica, religiosa..., o se lee y viceversa. La profusión de metáfo-
la relectura. No pretendemos lo mismo en ras de la lectura docta, desde la melifica-
cada una de estas situaciones, que sí ayu- ción (escoger como las abejas con las flores
dan, como dice el autor, a conformar una los mejores pasajes, autores y expresiones
fenomenología de la experiencia estética. rehuyendo las espinas) hasta las de tipo di-
Prácticas tradicionales como las de las es- gestivo (el alimento del alma, la voracidad
cuelas coránicas con su balanceo rítmico, o lectora, la indigestión de muchos o malos
actuales como los mensajes instantáneos, libros, la extracción del jugo o traspasar
no sustituyen otros tipos de comunicación la corteza de la letra...), pasando por las
escrita, sino que los complementan como imágenes espaciales silvestres (el jardín o
procede con un instrumento que usamos el árbol del conocimiento, los campos de
en muchas situaciones cotidianas para co- flores...) o edificatorias (el edificio del sa-
sas muy diversas. A ello se llega por la edu- ber, el almacén, el albergue...), traspasan
cación y por el uso. las fronteras del Renacimiento estando
A la pregunta quién lee parece ir diri- presentes ya en el mundo grecolatino muy
gido el ensayo de Iveta Nakládalová, que vivamente. En un principio estos tropos
bien podría haberse titulado Metáforas de la lectura –si tuviera algo que achacar
de la lectura docta entre 1450 y 1650. La a este estudio estaría centrado en la escasa
experiencia lectora en la época a que se re- atención que Nakládalová pone en el es-
fiere el libro describe justamente el lento tudio del mecanismo metafórico, entre el
tránsito que la va depositando en nuestra imaginario cultural de Blumemberg (p. 11)
sociedad actual. Surge, dada la evolución y el añejo (1958) principio lógico-argumen-
de la industria del libro, en espacios muy tativo tomado de Perelman (p. 40)– están
limitados, se enfoca hacia un público culto, destinados a entender la lecto-escritura

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como pedagogía, enseñanza o aprendizaje. finitas retóricas que llenaron esta época de
El proceso de lectura culta invita a los lec- inflación no eran obras literarias sino ma-
tores-oyentes, no lo olvidemos, a adentrar- nuales sobre cómo hacer las cosas, que ya
se en la rueda del libro, buscando lugares, eran a su vez una síntesis de otros textos en
citas, pensamientos (como en la prosodia diferentes grados de desarrollo. No hemos
dieciochesca), y todo el caudal de la copia aprendido a leerlos como entonces sí se le-
verborum para ser mejores, para aprove- yeron: un método para ordenar el conteni-
char, para entender y explicar el armazón do, conocer los límites del lenguaje, y para
de conocimientos y expresiones prestigio- adquirir conocimientos, ya que un orador,
sas que un varón –así era en principio y se- un humanista o un sabio, debían saber de
ría absurdo negarlo– culto europeo debía todo, desde cómo actúa el ser humano has-
de dominar. Y dominaba en verdad porque ta qué podemos esperar en una circunstan-
el lector que esperaba encontrarse con un cia u otra de la infinitas en que podríamos
texto empedrado de máximas y ejemplos, encontrarnos. Esta diversidad de material
al escribir buscaba abiertamente repetir el educativo se va asimilando pedagógica-
mismo proceso, cerrando de esta manera mente mediante el ejercicio de una racio-
el círculo, y ello explica la lectura docta en nalidad aplicada en una lógica cohesionan-
sus caracteres de pausa, atención o disfrute te del discurso que proviene de la oratoria
detenido como se desprende de los campos clásica. Esperamos, por tanto, de un lector
metafóricos y de técnicas como la rumina- docto, que sepa revertir en su escritura lo
tio. Durante siglos la oscilación pendular que ha alcanzado mediante la lectura, ya
entre originalidad y tradición se atenía al sea la disciplina constructiva como la aten-
espacio de la manipulación de materiales. ción a determinados aspectos textuales en
Saber que junto a la mesa de Lope de Vega, los libros. El modo de leer retórico atiende,
curiosamente un escritor en lengua vulgar pues, a una potencialidad de posibilidades
y abundante en géneros de menor presti- en unos modelos escogidos en los que el
gio (la comedia, la novela corta o incluso instrumento de la imitación impone el so-
la lírica amorosa), había repertorios y po- porte ideal de una organización específica
lianteas para coincidir en el epíteto preciso de los saberes y la forma de comunicarlos.
o en el locus tradicional con Virgilio o Calí- Así que la literaturización de los estados
maco no le resta un ápice de su genialidad, de la causa, los atributos, los lugares co-
si bien era muy posible que el público de munes o el tema –en principio una parte
los corrales en su mayoría ignorase estas prescindible del discurso–, no ha surgido
conexiones y el otro vinculase por su edu- de una manía retoricista sino de la misma
cación ciertas lecturas a algo pecaminoso, necesidad comprehensiva de ratio legendi
o cuanto menos estéril e intrascendente. que la crítica actual pretende al reflejar en
Me interesa especialmente detenerme cualquier cuento los elementos estructura-
en la influencia de la Retórica en tanto les del relatos o las marcas de la ficción.
lectura persuasiva y propiciadora de jue- El resultado de un proceso normado,
gos creativos. A despecho de las críticas que nace en la necesidad de adquirir una
románticas, época que supura retoricis- expresión apropiada a cada circunstancia
mo por todos sus poros, la Retórica, y su para después ser capaz de hacerlo estilísti-
hermana la Poética, no encorsetan con sus camente, pervive unido al contenidismo, o
normas y reglas a los escritores, sino que mejor, a la prioridad del caudal de conoci-
les provocan desafíos, argucias, ejercita- mientos que la obra puede ofrecer. Y estos
ción para ser mejores en su oficio. Las in- pueden aparecer envueltos en bellísimas

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expresiones que, como en el caso de la lec- y a la contextualización del contenido. En


tura devota, seducen por su contribución mitad de los embates postestructuralistas
al estímulo edificante. Por eso la erudición ha sido difícil sostener que el libre ejerci-
necesitaba de un proceso de ensambla- cio de las necesidades del lector, ya sea la
je (pp. 279 y ss.) o de reutilización –riu- búsqueda de una armonía en el texto, con
so–, de repertorios, tesauros o glosas de un sentido y un final, no le convierten en el
los mejores autores y obras despiezados, productor del texto. La vuelta a una cierta
desagregados de una integridad y presen- centralidad, provocada por un nuevo Po-
tados como parte de otra. Durante siglos sitivismo, nos ha recordado el respeto al
las antologías y los pasajes seleccionados documento escrito, la necesidad de la ec-
han convivido con catálogos de anécdotas, dótica para fijar una “historia textual” que
apotegmas, máximas, entimemas, ejem- a veces nos va decir más con su recepción
plos o “coronas” de tropos y figuras. Un que la suma acumulativa de lecturas inter-
placer del reconocimiento y del aprendiza- pretativas del Pragmatismo. La Poética de
je; una práctica de estudio, de variedad en la Lectura, y es opinión de Darío Villanue-
ociosa urbanitas, de desafío a la memoria va (2007: 121), consistiría en el “análisis del
que complementaba pragmáticamente. conjunto de principios o reglas, explícitos o
En suma, un instrumento formativo que no, que los textos contienen en sí mismos al
permanece tanto en la objeto de ser leídos ópti-
etimología cuanto en mamente.” Caso singular
el imaginario pues una el de Quevedo, en cuya
lectura consistía en una práctica escrituraria la
lectio destinada al estu- máxima de que la Litera-
dio. Inevitable concluir tura de verdad nace de la
con la autora, y su pre- Literatura y desemboca
decesor Anthony Graf- en Literatura, se cumple
ton, que tales prácticas rigurosamente, obligan-
instituyeron una especí- do al lector a un esfuer-
fica “poética de la recep- zo sobresaliente que le
ción” (p. 285). permita suplir el abismo
La búsqueda en la distanciador entre su
siempre inabarcable ma- práctica de reescritura
raña de los libros de citas, y de intertextualidad. El
de expresiones felices o famoso soneto Desde la
de conexiones intelectua- Torre6 es un modelo má-
les, hoy llamadas redes, ximo de la combinación
nos ejercita en un hábito determinado de de temas, fuentes y lugares comunes a pe-
lectura. Con esa premisa, el libro de Darío sar de las inspiradoras imágenes que tanto
Villanueva (2007) puede servirnos para pre- ha aprovechado la Hermenéutica; si bien
guntarnos cómo se lee no empíricamente, nada hace sospechar un esfuerzo crítico o
sino a despecho de cómo interpretamos los una lucha baldía contra el o los sentidos de
que leemos. El profesor Villanueva (2012) estos libros que a veces confiesa no enten-
nos acaba de explicar en esta revista su ad- der en el contexto intelectual de la lecto-
hesión al concepto fenomenológico de la escritura docta, con los cuales Quevedo
lectura en cuanto la trascendencia del acto mantiene “comerzio” o “conversación”
lector respecto a la relación comunicativa (2007: 51-60), sino la doble sinestesia de

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Felipe González Alcázar Reflexiones sobre la lectura en torno a tres libros

escuchar con los ojos siempre abiertos. Ortega, que “todo gran poeta nos plagia”,
Toda la acumulación de ideas, tópicos y pero también, y en esto yo apunto hacia
huellas de que se nutre esta composición otro aspecto del problema, que en la ficción
poética requiere, como dice Darío Villa- o en la estilización poética, en muchas oca-
nueva, un tipo de lector especial, “hiperac- siones, no buscamos otra verdad del mundo
tivo” (p. 115), en cuya actividad las huellas que una idealización o una ampliación di-
en el poeta madrileño del estoicismo, del mensional (o pleonaxia en palabras del filó-
elogio culto de los libros, la más evidente sofo, que me permito traer aquí), un hambre
actitud reflexiva general, opera en diferen- de fantasía que no deja de ser una ilusión
tes niveles, y nadie sería capaz de juzgar y una interpretación imaginativas. Por eso
un mayor deleite al reconocer el tópico del tal vez no aprendamos nada que no supié-
beatus ille o la imagen platónica de la es- ramos o intuyéramos, ni sea necesario, con
critura como fúnebre enterramiento de la algunas lecturas, sobre todo con la poesía lí-
sabiduría oral, por ejemplo, que al disfru- rica, ya que siguiendo la argumentación del
tar durante la lectura con la musicalidad o mismo Ortega, en cierto modo platónica,
la belleza conceptual del poema. todo lo que nos dice el poeta “lo habíamos
La experiencia del receptor, obligada- «sentido» ya, sólo que no sabíamos decír-
mente, recubre aspectos de la obra literaria, noslo. El poeta es el truchimán del hombre
pero así como la lectura placentera es libre consigo mismo.” (2009: 618). Acaso más
de adoptar las conclusiones que desee al concernidos porque todo hombre es poeta
respecto, la Crítica debería atender al poli- de nacimiento (2009: 1148) y la vida, en de-
sentido literario en función de las necesida- finitiva, una faena poética (2009: 137). De
des del propio texto, aunque en ocasiones este modo pierde algo de sentido el hecho
parezca atenerse a las metodologías de su de que las interpretaciones puedan ser váli-
escuela. Es difícil, por tanto, suponer que la das en función de una aproximación parcial
subjetividad de los receptores pueda ser de o subjetiva a la realidad o solamente a la
algún modo corregida por la representación realidad vital de cada lector, y gana peso y
de algún tipo de verdades en la escritura, coherencia pensar en el autor como partíci-
aunque fueran verdades de la ficción o de pe de cierta universalidad de la experiencia
la poesía, igualmente inventadas o formu- humana. Quizás el grado de “universalidad”
ladas como parte de la naturaleza literaria. dependa de cómo interpretamos los lecto-
La verdad poética opera en función de las res, mientras que la Crítica no operaría en
limitaciones del texto no de la relación que tanto lectura interpretativa cuanto en me-
el sujeto lector establece entre lo leído y su todologías formalizadoras e integradoras
propia experiencia vital. En los manuales de la coherencia de la obra literaria. Siem-
de preceptiva del siglo XIX se decía que la pre que creamos en ella. En una entrevista
verdad era una condición indispensable del reciente la escritora Margaret Atwood re-
fondo de toda obra literaria pero también en curría a una bonita imagen del lector como
este aspecto operaban las licencias, en con- un violinista que interpreta una partitura al
creto la verosimilitud. Una vez decidimos leer, desdeñando la “fantasía postmoderna”
que vivir en los libros podría ser una segun- de que cada uno pueda interpretar lo que
da vida placentera, hemos desarrollado una desee ya que como sucede con las partituras
hiperestesiada capacidad de identificarnos de Mozart, por ejemplo, hay unos límites
con el autor, deseamos ser el creador de las para esas interpretaciones –reconociendo
palabras que tanto nos han afectado. Cierto así que puedan existir varias–, pero “No
es, como afirma Villanueva apoyándose en son infinitas.”

Revista Cálamo FASPE, 2013, nº 61, 60-69. Monográfico: EXPERIENCIAS DE LA LECTURA Página 68
Felipe González Alcázar Reflexiones sobre la lectura en torno a tres libros

CITAS los poems [de Wordsworth]. Para contemplar el nihilis-


mo con la impasibilidad de Sísifo, hay que ser –pongo por
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No voy a dedicar espacio a describir pormenoriza- ejemplo– profesor de Yale.” (p. 944)
damente procesos históricos que han sido ya muy bien 5
Sabemos que esto nunca fue así del todo aunque el
explicados. Para comprender la importancia de la es- signo de los tiempos indujo a la desmesura, como pode-
critura en convivencia con la oralidad y sus factores de mos observar siguiendo la aceptación que tuvo en su mo-
conflicto, oposición y colaboración sigue siendo muy mento Obra abierta (1962) de Umberto Eco suponiendo
actual el libro de Walter Ong (1982): Oralidad y escri- que se refería a las infinitas posibilidades de interpretar
tura: tecnologías de la palabra, México, F.C.E., 1987. los textos y no a características propias de un modo de
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Baste repasar algunas bibliografías del ingente hacer Literatura, sobre todo novelesca, frente a los rigo-
número a que hoy tenemos acceso sobre este asunto. rismos sugeridos por la negativa del mismo ilustre crítico
Por mi parte remito a lo más cercano en esta ocasión: a las derivaciones excesivas del análisis del sentido en los
Alberto Manguel (1996): Una historia de la lectura, límites de la interpretación (1990, aunque compuesto
Madrid, Alianza, 1998, Jesús Mosterín (1993): Teoría por artículos de los años 80 muy cercanos a su Lector in
de la escritura, Barcelona, Icaria y Frédéric Barbier fabula de 1979). Unos y otros pretendieron verse defen-
(2001): Historia del libro, Madrid, Alianza, 2005. didos por tan ilustre, con justicia, compañía.
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Tuve ocasión de referirme a ello y remitir a una 6
“Retirado en la paz de estos desiertos, / con po-
brevísima bibliografía (a la que ahora remito, por no cos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación
repetirme) en el número de octubre-diciembre de con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muer-
2008 de Cálamo-Faspe, 52, p. 39. tos./ Si no siempre entendidos, siempre abiertos, / o
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En España fue coyunturalmente muy comentada la enmiendan, o fecundan mis asuntos; / y en músicos
exposición –más por sus salaces críticas que por los argu- callados contrapuntos / al sueño de la vida hablan
mentos utilizados en defensa de sus criterios, en ocasio- despiertos. / Las grandes almas que la muerte ausen-
nes manejados con cierto desdén– que Juan Luis Alborg ta, / de injurias de los años, vengadora, / libra, ¡Oh,
(1991) hizo de las consecuencias últimas de los propósitos gran don Joseph!, docta la emprenta. / En fuga irre-
de las teorías sobre la lectura en Estados Unidos, donde vocable huye la hora; / pero aquélla el mejor cálculo
vivía. Su principal premisa en esta defensa consistía en cuenta / que en la lección y estudios nos mejora.” Ed.
el solipsismo de los críticos al pensar que todos los lec- de J. M. Blecua apud Villanueva (2007: 14-15).
tores actuaban como ellos: “Si el lector ordinario tuvie-
ra noticia del saber que le exigen [Angelo] Marchese y BIBLIOGRAFÍA
todos sus compañeros, dejaría los libros con horror y la
industria del libro desaparecería del planeta como un t Alborg, Juan Luis (1991): Sobre crítica y críticos,
día desaparecieron los juglares; ese lector acongojado se Madrid, Gredos.
dedicaría a la televisión y no volvería a leer.” (p. 594). Y t Aullón de Haro, Pedro (2012): Estética de la lec-
aparte del espanto que le produjo la “comunidad inter- tura. Una teoría general, Madrid, Verbum.
pretativa” de Stanley Fish, cuanto los argumentos en su t Nakládalová, Iveta (2013): La lectura docta en la
contra de Jonathan Culler (quizás esto más todavía), lo Primera Edad Moderna (1450-1650), Madrid, Abada
que realmente le dejó anonadado fueron las ideas con Editores.
que J. Hillis Miller defendía su hermenéutica negativa t Ortega y Gasset, José (2009): Obras completas,
contra las acusaciones de M. H. Abrams, no contra el Madrid, Taurus-Fundación José Ortega y Gasset,
aspecto lúdico de la crítica sino contra que ésta sea sola- tomo IX.
mente diversión: “Pero quien pasa hambre, quien trabaja t Villanueva, Darío (2007): La poética de la lectu-
de forma inhumana para vivir, quien sufre injusticias sin ra en Quevedo, Madrid, Siruela.
más poder para remediarlas que el que tiene un gusano t Villanueva, Darío (2012): “Del acto de leer a la
al que aplastamos con el pie, no se puede regir por los poética de la lectura”, en Cálamo Faspe, 60, Anaya,
mismos principios hermenéuticos que quienes comentan págs. 3-17.

Revista Cálamo FASPE, 2013, nº 61, 60-69. Monográfico: EXPERIENCIAS DE LA LECTURA Página 69

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