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Materia: Pensamiento Argentino y Latinoamericano

Cátedra: Palti

Teórico: N° 10– 5 de Junio de 2012.

Tema: Socialismo y anarquismo. El marxismo cientificista y determinista de fin del XIX y


comienzos del XX. Justo e Ingenieros.

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Profesor: En la clase de hoy vamos a analizar las posiciones de dos intelectuales que, a diferencia de
algunos otros que estuvimos viendo la clase anterior, e incluso clases anteriores, no pertenecían a la
elite o, quizás hablando más correctamente, no se proponían tener a la elite como interlocutora
privilegiada. En particular, esto refiere a los socialistas y a los anarquistas, que se proponían interpelar
a los trabajadores y al pueblo. Hilando más fino, si uno avanzara en la distinción entre los trabajadores
y el pueblo, entraríamos en tema: entre los socialistas, que planteaban interpretación más en clave
clasistas, y los anarquistas, que plateaban interrelaciones en clave más popular. Esto, aunque uno y
otro en muchas ocasiones se superponen. En realidad, socialistas y anarquistas conformaban un gran
movimiento que cuestionaba la propiedad privada y los medios de producción, que, en términos
generales, podríamos llamar el “movimiento socialistas”. Los anarquistas que vamos a ver aquí,
dejando afuera a los anarquistas individualistas, la gran mayoría de los anarquistas a fines del s. XIX y
principios del XX formaban parte de este movimiento de cuestionamiento de la propiedad privada y
los medios de producción. Uno podría decir que ese movimiento, entendido en sentido amplio,
englobaba no sólo a los marxistas, no sólo a los anarquistas, sino a muchos otros tipos de pensadores
sociales o socialistas, muchos de los cuales han sido englobados por la mirada a posteriori bajo una
categoría que fue creada por Marx y Engels –es una categoría injusta-, que es la de “socialistas
utópicos”.

A fines del s. XIX, la divisoria del movimiento socialista internacional, y también del argentino, se
establecía fundamentalmente entre anarquistas y socialistas, entendiendo como criterio fundamental la
necesidad o no de la lucha política, la necesidad o no de la lucha en el terreno político. Los socialistas,

 
y en particular los marxistas, subrayaban la necesidad de entrar en la arena política, en tanto los
anarquistas la cuestionaban. Junto con esa diferencia, hay algunas diferencias más de fondo: para los
socialistas, hablando ahora sí particularmente de los marxistas, el elemento decisivo en el
cuestionamiento de la sociedad existente no estaba puesto en el Estado, no estaba puesto en la política,
sino en el terreno económico. Y esto no sólo marcaba la distancia con los anarquistas sino también con
la mayor parte de los que hoy en día son denominados como socialistas utópicos. Marx y Engels
pensaban, y así lo hicieron notar en el Manifiesto comunista, que las ideas de aquellos como Louis
Blanc o Fourier, que criticaban el egoísmo de la sociedad burguesa y que planteaban el
establecimiento de formas cooperativas de la organización de la producción, eran reaccionarias. Estos
socialistas no veían el papel progresivo que la Revolución Industrial llevada adelante por la burguesía
había tenido. La etapa del capitalismo era una etapa que debía ser alcanzara para luego realizar otros
progresos, para después realizar la revolución democrático-proletaria. La expansión de la sociedad
burguesa era necesaria, ya que era la propia burguesía la que preparaba su propia perdición a través de
la expropiación que producía al proletariado. Probablemente no exista –y esto se ha mencionado ya
varias veces-un elogio mayor de la fuerza creativa de la burguesía que los primeros párrafos del
Manifiesto comunista. Quizás la palabra no es “elogio”, pero sí es una descripción exultante de esta
transformación acelerada que está sufriendo el mundo merced al impulso del desarrollo capitalista.
Hay un libro que trata sobre la cultura modernista: Todos los sólidos se desvanecen en el aire de
Marshall Berman. Este libro parte de una frase de la versión inglesa del Manifiesto comunista. La idea
es que lo que hace justamente el desarrollo capitalista es destruir todas las formas solidificadas,
cristalizadas, tradicionales, todas las certezas, y disolverlas. La revolución a nivel mundial que está
llevando adelante la burguesía está acabando con el viejo mundo medieval, con las viejas formas
tradicionales de producción, las viejas formas de familia. Esto es algo que Marx y Engels celebran.
Aquí es donde se da una gran discusión con los otros socialistas que piensan con cierta nostalgia sobre
las formas medievales o las formas de la pequeña propiedad, el pequeño campesino. Nada de esto hay
en este texto bastante fáustico que es el Manifiesto.

A este primer momento de elogio, le sucede un momento donde las notas positivas empiezan a ser
remplazadas por las trágicas. Esta revolución, al mismo tiempo, crea un inmenso número de miseria;
la destrucción de las certezas viene acompañada con el hambre y la posibilidad de las crisis, que son
mayores de las que había habido antes. Aparece este momento en que esta expansión burguesa y
capitalista está llegando y mostrando sus límites y hace necesaria su superación. La superación de esto
va a ser posible; porque, en un tercer momento del Manifiesto, hace entrar a aquel que va a derrumbar
este orden y establecer un orden nuevo y superior. Aparece esta idea ascendente de la historia: no una
vuelta a la Edad Media, no una vuelta al pequeño campesino, a la pequeña propiedad, sino a una forma

 
nueva. Este nuevo sujeto es obviamente el proletario, que es el hijo del capitalismo. El capitalismo
produce, por un lado, el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas y de los recursos que hacen
posibles una sociedad socialista; y, al mismo tiempo, produce también al sujeto que va a producir esta
sociedad socialista, el proletario.

El Manifiesto comunista es un texto que Marx escribe en los primeros meses de año ’48. Es un texto
que escribe en base de un borrador que había escrito Engels. Es un texto que fue escrito un poco a
pedido por un agrupamiento de socialistas alemanes exiliados en Inglaterra que se llamaba La Liga de
los Justos, con el cual Marx y Engels tenían una vinculación importante. Muy poco tiempo después de
aparecido el Manifiesto se produce una revolución en Europa: la Revolución del ’48. Es una
revolución que casi no tiene efectos en Inglaterra, pero sí es importante en Francia y muy importante
en Alemania. Sin embargo la revolución es derrotada. A la Revolución del ’48 sigue una etapa extensa
e importante de desarrollo capitalista, una expansión que dura 25 años del capitalismo, hasta una gran
crisis que hay en los años ’70. Marx observa esta etapa de extensión del capitalismo y en algún punto
abandona las ilusiones respecto de una revolución inmediata. También deja de lado a aquellos que
intentan nuevas iniciativas insurreccionales. Un momento de gran expansión no es el momento de
buscar una nueva insurrección.

En esos años, Marx dedica sus energías a buscar las dinámicas del sistema capitalista. Se encierra en el
Museo Británico, y el resultado va a ser fundamentalmente El capital, su libro más importante. El
resultado es una visión fuertemente estructural del capitalismo. Es una explicación en el sentido de un
intento de reconstrucción de la lógica estructural del funcionamiento del sistema capitalista, que va a
tener su expresión más extrema, que es el “Prefacio a la contribución a la crítica de la economía
política”. Es un texto que Marx publica en el año 1859, mientras sigue trabajando el primer tomo de El
capital. Un poco como adelantando sus resultados, publica este texto. El capital va a ser publicado
años después. De hecho, sólo el tomo I, ya que los demás no son publicados en vida de Marx, sino que
los publica Engels después de que Marx muere. Hay bastantes discusiones interpretativas, porque, de
hecho, Engels los arma en base a fragmentos. Hay versiones que están en desacuerdo con la
reconstrucción que hace Engels de los tomos II y III. De hecho, hay posturas que sostienen que el
tomo III es contradictorio con el I. Pero tenemos esta versión tal vez esquemática y extrema que
aparece en “Prefacio a la contribución a la crítica de la economía política”. Yo la voy a leer un poco
acá y me voy a detener en algunos puntos, sabiendo que es una visión esquemática. Hay miradas más
complejas, pero obviamente es útil. Claro que no puedo dar acá un seminario de marxismo, sino
porque además este marxismo sumamente esquemático, estructural y determinista es el que vamos a

 
encontrar en el socialismo de fin de siglo y en el socialismo argentino de fin de siglo y comienzos del
XX. Marx dice:

Mis estudios me llevaron a la conclusión de que ni las relaciones jurídicas ni las formas de Estado
pueden comprenderse por sí mismas, ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino
que están enraizadas en aquellas condiciones materiales de vida que Hegel, siguiendo el precedente
de los autores ingleses y franceses del siglo XVIII, engloba bajo el nombre de sociedad civil, y que la
anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la economía política.

Esta es la primera definición clave. Incluso esta frase exactamente aparece en Ideología alemana. Es
esta idea de que la clave de la sociedad está en la sociedad civil y no en el Estado, y que la clave de la
sociedad civil está en la economía. Y sigue diciendo:

En Bruselas, donde tuve que trasladarme, por la orden de destierro dictada por el señor Guizot,
continué mis estudios de economía política iniciados en París. El resultado final al que llegué, y que
una vez alcanzado sirvió de hilo conductor a mis estudios se puede resumir así:”

Acá empieza un párrafo de una página y media el cual es como una catarata de definiciones.

En la producción social de la vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e


independientes de su voluntad; relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase
del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta la
superestructura jurídica y política, a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social.

Acá aparece el primer elemento conocido: esta distinción un poco esquemática entre una estructura
económica y una superestructura jurídica y política. En realidad, en esta definición aparecen dos
niveles de esta superestructura: la estructura, y dentro de la estructura un se segundo piso más concreto
de la estructura jurídico-política a la cual corresponde determinadas formas de consciencia social. En
algún punto, sería como un tercer piso la conciencia social.

El modo de producción de la vida material determina el carácter general de la vida social, política,
espiritual. No es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino por el contrario su ser social
lo que determina su conciencia.

Esta última frase es clásica y está casi textual en la Ideología alemana. Es esta idea de que, para
entender a los hombres, no hay que estudiar lo que piensan sino saber lo que son. Finalmente lo que

 
piensan es consecuencia de lo que son, y no lo que son de lo que piensan. Lo que los hombres son no
es explicado por lo que piensan, sino que su forma de conciencia es un epifenómeno de su modo de
vida social. Por eso no tiene sentido hacer una historia de las formas de conciencia, una historia del
pensamiento, incluso una historia puramente del derecho, una puramente de la política, una puramente
del Estado. ¿Por qué? Porque el elemento clave de la explicación no está ahí: no está en la conciencia,
no está en la forma del Estado, en la forma del derecho, sino en las formas de producción.

¿Cuál es la lógica de esta historia de las formas de producción que explican lo demás?

Al llegar a una fase determinada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de
esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una
época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma, más o menos rápidamente,
toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.

Socialismo

Capitalismo

Relaciones de producción feudales

erzas productivas

El desarrollo de las fuerzas productivas tiene una lógica progresiva y ascendente, como se ve en el
esquema. Hay determinados momentos en los cuales las relaciones de producción acompañan
(FLECHAS). Hay momentos en los cuales las fuerzas productivas que se van desarrollando bajo el
modo de producción feudal son completamente compatibles con las relaciones de producción feudales.
Sin embargo, llega un momento en el cual las relaciones de producción pasan a convertirse en un
obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas (LÍNEAS HORIZONTALES). Ya las
relaciones de producción surgidas bajo el feudalismo se convierten en incompatibles: siguen creciendo
y en algún punto chocan con las relaciones de producción feudales. Como el motor de esta lógica son

 
las fuerzas productivas, finalmente lo que sucede es que rompen esta traba (CRUZ) y hacen posible
una nueva forma de organización de las relaciones de producción, que es el capitalismo. El modelo
que aparece aquí son las revoluciones burguesas que acabaron con el feudalismo. Análogamente el
capitalismo también se convertirá, o, mejor, se está convirtiendo, en un obstáculo para el desarrollo de
las fuerzas productivas. Ese obstáculo será eliminado, y se constituirá un nuevo modo de relaciones de
producción: el socialismo. Él dice:

Al estudiar esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en
las condiciones económicas de producción, que pueden apreciarse con la exactitud propia de las
ciencias naturales […]

De nuevo, sobre esto que estuvimos hablando sobre esta mixtura entre marxismo y positivismo que se
produce a fin de siglo tiene que ver mucho con esto: los cambios económicos son exactos y son
analizables casi como si fueran cambios del ámbito de la naturaleza.

[…] y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Así
como no podemos juzgar a un individuo por lo que piensa de sí mismo, del mismo modo que no
podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el
contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

Como decía antes, la clave está en esta dimensión de lo social, que es la dimensión decisiva y
explicativa. No es la de las formas políticas, no la de las formas del derecho, no la de las formas de la
conciencia, sino la de las relaciones de producción, el modo en el cual los hombres producen y
reproducen su vida.

Voy al final:

Ninguna formación social desaparece antes de haberse desarrollado todas las fuerzas productivas
que caben en su seno. Nunca aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que
hubieran madurado en el seno de la sociedad antigua las condiciones materiales de su existencia.

La sociedad no desaparece hasta que no haya desarrollado todas sus fuerzas productivas. Por lo cual,
el capitalismo no era posible antes de llegar a ese piso máximo de desarrollo de las fuerzas productivas
medievales. Allí la sociedad feudal seguía teniendo posibilidad de seguir evolucionando. Esto tiene
consecuencias deterministas muy fuertes. De hecho, esto se asocia con muchos de los debates del
movimiento socialista del s. XIX y del s. XX. Si el capitalismo puede seguir expandiéndose, no es

 
posible el socialismo. Hay un elemento de lógica historia que hace que la revolución no se puede hacer
cuando los individuos quieran o las fuerzas políticas desarrollen su capacidad de organización, sino
que se produce simplemente cuando la sociedad está madura, cuando el desarrollo productivo lo hace
posible. Buena parte de las discusiones del comienzo del s. XX, por ejemplo, en Rusia, tienen que ver
con esto: ¿es posible una revolución socialista?

Cuando se produce la Revolución Rusa, Gramsci escribe un artículo que se llama “La revolución
contra El capital”. Lo que quiere decir el texto es que es la revolución contra el libro El capital. ¿Por
qué? Porque, en Rusia, El capital era el libro de los reformistas, era el libro de los tipos que decían que
había que atravesar toda la etapa de desarrollo capitalista para después recién construir el socialismo.
Ahí aparece la idea de que hay tareas de una revolución democrática que pueden ser asumidas por el
proletariado: sociedades que, en otras sociedades, las produce la burguesía; pero que, en Rusia y en
otros países, por las condiciones particulares de desarrollo deben ser asumidas o hegemonizadas –que
es la palabra que usa Gramsci y toma de Lenin- por el proletariado. De todos modos, sigue
apareciendo la idea de que esas son tareas democrático-burguesas: el proletariado debe completar la
revolución democrática, debe llevar adelante tareas burguesas, y aun capitalistas. Aparece esta idea de
que si es posible o no saltear etapas.

En líneas generales, se pueden designar como otras tantas épocas de progreso en la formación
económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo y el burgués moderno. Las
relaciones burguesas de producción son la última forma antagoniza del proceso social de producción,
antagónicas, no en el sentido de antagonismo individual, sino antagonismo que surge de las
condiciones sociales de vida de los individuos. Al mismo tiempo, las fuerzas productivas que se
desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crea las condiciones materiales para la solución de
este antagonismo.

No es que después del capitalismo viene el socialismo, y después viene otro. No, ahí termina. Dice:
“Con esta formación social se cierra, por consiguiente, la prehistoria de la sociedad humana.” De
nuevo, esta es otra de las fórmulas conocidas y polémicas de Marx: la idea es que este no es el fin de la
historia sino de la prehistoria. La humanidad vive aún en su prehistoria. Recién cuando se acaben estas
formas de coerción, estas relaciones sociales alienadas, será posible pensar en el comienzo de la
historia de la humanidad. Esta fórmula aparece mucho más en el joven Marx, pero aún subsiste en un
texto del Marx maduro, si uno acepta esta distinción de dos Marx, que es muy discutida. Hay todo un
problema en si toda la obra de Marx puede leer en un mismo paradigma o hay rupturas, y cuál es el

 
verdadero Marx. Buena parte de la intervención intelectual de Althusser estuvo dirigida a construir un
Marx científico que es distinto del Marx juvenil: un Marx que aparece en El capital, y en algunas
partes de El capital. Casi que muy poco de los textos de Marx serían marxistas. Está esta operación
que señalaba Skinner: agarrar un autor y decir que Marx es este, el desde la página 240 a 340. De
hecho, hay un montón de periodizaciones: está el Marx joven, el Marx de la ruptura, el Marx de
transición. Frente a eso, hay otros que reivindican al Marx joven frente al maduro.

Yo quería señalar tres o cuatro cosas en esta mirada determinista. Como decía antes, el motor de la
transformación de las sociedades es el desarrollo de las fuerzas productivas. Las fuerzas productivas
comprenden materias primas, trabajo humano y también los medios de trabajo (herramientas y
máquinas). Ese es el motor de la historia. Esto va a dar lugar, en buena parte de las lecturas de los
socialistas de fin de siglo, entre ellos los argentinos, a miradas muy fuertemente tecnologicistas.
Después lo vamos a ver en el famoso debate entre Justo y Ferri: la frase de Ferri, que era un socialista
positivista italiano, era “el socialismo es hijo de la máquina de vapor”. Es planteado como una frase de
Marx, pero, más bien, Marx niega eso. Como decía, estas fuerzas productivas tienden a desarrollarse
en forma continua. Hay un proceso de desarrollo de las tecnologías, de las formas de organización del
trabajo, que es continuo. Sobre ellas se establecen relaciones de producción entre los hombres:
relaciones de los hombres entre sí, relaciones con las fuerzas productivas. Esto es lo que llama
“relaciones de producción”: cómo los individuos se relacionan entre sí para producir y cómo se
relacionan con las máquinas. Este complejo de fuerzas productivas y relaciones de producción forman
el modo de producción. Él construye acá esta graduación de modo de producción asiático, antiguo,
feudal, burgués moderno. Son formas diferentes de organización de la producción. Hay una idea de
algo así como una escalera. Entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción puede haber
relaciones de correspondencia o antagonismo. En el primer caso, cuando hay correspondencia, las
relaciones de producción favorecen el desarrollo de las fuerzas productivas; en el segundo, las
obstaculizan. Pero, como las fuerzas productivas se desarrollas continuamente, el obstáculo es
finalmente destruido, se produce así una revolución. No hay una idea de que el corsé puede ser tan
fuerte que acabe con el desarrollo, la sociedad se mantenga en un estado estacionario. Sobre la base de
la estructura económica, se levanta un edificio jurídico-político al que corresponde determinadas
formas de conciencia social. Hay, entonces, en este sistema, una construcción de tres pisos: la
estructura económica, la superestructura jurídico-política y un segundo nivel de superestructura, más
aéreo o lábil, que es el de las formas de la conciencia.

La idea de superestructura parece claramente asignarle a esas instancias un lugar secundario: la


prioridad está en los cimientos. Es cierto que el ferro determinismo de este texto puede ser cuestionado

 
desde otras citas que muestran que hay un Marx fuertemente orientado a la acción y que Marx no se
pretendía sólo como el fundador de una ciencia que diera cuenta de las leyes de la sociedad y de la
historia sino también como el creador de una política dirigida a cambiar esas leyes. Se puede construir,
efectivamente, un Marx mucho más activista, mucho más subjetivista. Lo que yo quisiera subrayar es
que, en el movimiento socialista, es el Marx cientificista y economicista el que prima: el movimiento
socialista de fin de siglo al menos hasta la Guerra. Los sucesores adoptaron el marxismo en la forma
de un enfoque rígido sobre la historia de las sociedades que podía ser comprendida como una
evolución.

Un ejemplo se encuentra en el propio Engels. Cuando Marx muere, Engels da el discurso en su


entierro y dice que Marx es el Darwin de la historia. El máximo elogio que se le puede ocurrir es
compararlo con Darwin. Así como Darwin encontró las leyes de evolución de la naturaleza, Marx ha
encontrado las leyes de evolución de la historia. Esta mirada fuertemente evolucionista de Engels va a
tener consecuencias: Engels sobrevive a Marx más de diez años y va a ser el que populariza muchas de
las posiciones de Marx. Él escribe algunos de los textos más extendidos y que va a ser uno de los más
leídos en el movimiento socialista internacional. Marx muere cuando el movimiento socialista
internacional está en pañales; en cambio, Engels llega a vincularse más con ese movimiento y, sobre
todo, con el primer gran partido socialista a nivel mundial, el Partido Socialdemócrata Alemán. Este
tipo de mirada más positivista y determinista de Engels influye en eso. Además él escribe algunos de
los textos más de difusión. Fundamentalmente el texto más difundido, junto al Manifiesto, es un texto
que se puede comprar en los Kioscos, que se llama Del socialismo utópico al socialismo científico. De
nuevo, construye esta idea de la que habla antes: uno socialismo científico opuesto a aquel que era
meras ensoñaciones. Es un texto de Engels, que nace originalmente de un libro mayor de Engels: Anti-
Dühring. Dühring era otro teórico socialista alemán, que era profesor de Filosofía, que construyó algo
así como un sistema metafísico de fundamentación del socialismo muy diferente del marxismo. Marx
le encargó a Engels, mientras él seguía ocupado escribiendo El capital, que se ocupara de responder a
los argumentos de Dühring. Como el otro era un tratado en clave más filosófica, el texto de Engels
toma esa forma organizada como un tratado, definiendo las posiciones de Marx y de él sobre la
historia, la política, sobre la forma de evolución de las sociedades. Engels publicó con el aval de Marx
esta respuesta. Varios de los militares socialistas, fundamentalmente franceses, le dijeron que era un
texto con partes bastante útiles para los obreros que se acercaban al movimiento socialista, para ser un
texto de entrada, a diferencia de El capital y los textos históricos de Marx. Lo que hicieron fue
seleccionar algunos de los capítulos del Anti-Dühring y armar con esos pedazos este texto, que fue
junto con el Manifiesto el texto más vendido y difundido del socialismo internacional al menos hasta
la Primer Guerra. De los textos puramente doctrinarios, quizás sea el más leído y el más influyente. Lo

 
que aparece acá es esta mirada determinista, que tiende a presentar la interpretación marxista sobre el
desarrollo de las sociedades como una reconstrucción de las leyes de funcionamiento y de
transformación de las sociedades en general, una teoría universal sobre la historia.

¿Qué aparece en esta mirada y, sobre todo, en este texto Del socialismo utópico al socialismo
científico? La idea de que los medios de producción son sociales en el sentido de que no pueden
funcionar con el trabajo de un solo hombre. Por más que fueran de propiedad privada, son medios
sociales de producción. Y cada vez más necesitan de una alta planificación. La forma de producción
en sociedades cada vez más complejas requiere una alta planificación que contrasta con la anarquía del
mercado. Hay una contradicción entre la lógica de las grandes corporaciones económicas y la lógica
del mercado, al menos como aparece en la Ideología liberal, y también en parte tal como operaba
cuando la producción se realizaba en base de miles de pequeños productores. El capitalista tiene que
producir lo que va a consumir el mercado de la forma más barata, pero el capitalista ignora lo que
hacen otros productores. Esto da origen a un siglo de producción ineficiente, da origen a exceso de
producción, da origen a la crisis y da origen a la desocupación. Marx y Engels subrayan que esta
contradicción entre la producción social y apropiación individual describe un proceso que a través de
la competencia y la crisis lleva a la concentración de capitales y a la polarización social. El argumento
es que la concentración de capitales y la polarización social no son resultados casuales, son resultados
estructurales, son efectos de la dinámica del capitalismo. Esto, en la mirada determinista, llevaría al
capitalismo al derrumbe; porque, aunque el capitalista individual pueda darse cuenta que sus acciones
llevan en la dirección del derrumbe, ningún actor individual, justamente porque hay una lógica
sistémica, puede hacer nada. Si un capitalista intenta resistirse, por ejemplo, pagando mejores salarios,
lo que va a suceder es que su empresa va a quebrar. Esta es una diferencia con el socialismo utópico.
En el marxismo, y en Marx, no hay un discurso ético respecto a los capitalistas. También es una gran
diferencia con el anarquismo. Marx no sostiene que sean malas personas o que sean egoístas o que
sean individuos sin corazón. Marx se burla mucho de los discursos éticos de fundamentación del
socialismo. Se burla bastante de las críticas éticas a la sociedad capitalista. En realidad, lo que hay es
una lógica del sistema. Si un capitalista intenta resistirse a ella, va a ser arroyado por los otros
capitalistas que siguen en la búsqueda de ganancia. Estos actos de los capitalistas llevan a la crisis, y
las crisis sucesivas llevan a que el proletariado tome conciencia de esta contradicción entre producción
social y apropiación individual, que el proletariado vea que no tiene nada que esperar de la sociedad
capitalista y marche a la revolución. Esta revolución produce la abolición de la propiedad privada de
los medios de producción, produce el fin de la burguesía, produce el fin del propio proletariado. Al
desaparecer las clases, desaparece la necesidad de control externo. Sin propiedad privada, con la

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producción bajo control comunitario, no hace falta ni leyes que protejan a la propiedad ni Estado. El
Estado se extingue.

Esta diferencia que mencionamos muestra que la diferencia entre socialistas y anarquistas no está dada
en que los anarquistas planteen el fin del Estado, porque los marxistas también lo plantean, sino por la
forma en que unos y otros piensan que se va a dar su eliminación. Para los marxistas, el Estado y la
política son epifenómenos. El Estado está en las estructuras superiores, y la clave está en la estructura
de los cimientos. Son una superestructura que es resultado de la división de la sociedad en clases, y, en
todo caso, sirven a la clase explotadora para reforzar su explotación. Pero la explotación no se funda a
nivel político, sino a nivel económico. Marx dice que la clave está en la sociedad civil, no está en el
Estado. En cambio, para los anarquistas, es la dominación política la que funda la explotación. Por eso
hay que luchar fundamentalmente contra el Estado. Si los socialistas encuentran la explicación de la
dominación política en la explotación de clase, los anarquistas, en cambio, encuentran la explicación
de la explotación social en la dominación política. Hay dominación social porque hay dominación
política, para los anarquistas; para los marxistas, es al revés. Mientras para los anarquistas,
particularmente para Proudhon, ante la pregunta “¿qué es la propiedad?”, Proudhon responde “La
propiedad es un robo.”; para Marx, no es así. En las sociedades capitalistas, la propiedad no es un
robo. En todo caso, la explotación no surge de la extracción violenta de algo que le pertenece a otro.
Esto es fundamental; porque, si la propiedad es un robo, el problema se resuelve combatiendo a
aquellos que roban, es decir, a los burgueses, y destruyendo sus elementos de dominación (el Estado,
la policía, el ejército) y sus aparatos ideológicos (el clero, la escuela). Si, en cambio, la acumulación
desigual que opera en las sociedades capitalistas no es producto de un hecho violento, inmediato al
menos, sino de un modo del funcionamiento del sistema, el problema es fundamentalmente económico
y más complejo. Como el socialismo marxista se instala para mirar el desenvolvimiento de la sociedad
en una sede fundamentalmente económica, lo que va a hacer es extraer consecuencias económicas: lo
que impera es un modo de producción que genera desigualdad, que genera opresión y dominación. Es
este modo de producción el que es preciso modificar y revolucionar.

Anarquistas y socialistas comparten esta idea de que el tipo de apropiación privado de los medios de
producción y de cambio propio del sistema capitalista es negativo. Mientras los anarquistas piensan
que esto es un problema fundamentalmente político y que la vía para desquiciar este sistema es a
través de la acción política contra las instituciones políticas, el pensamiento socialista-marxista de este
momento –en el socialismo del s. XX sería más complejo, porque ahí la marca leninista hace cambiar
un poco el tablero: hay una reafirmación de la importancia del momento político-, en el socialismo de
fin de siglo y comienzos del XX, la primacía del momento económico lleva a que la subalternización

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de las instituciones políticas, del papel del Estado, sean mayor. El pensamiento socialista-marxista de
fin de siglo tiene una visión encuadrada de las matrices marxistas que atienden al desarrollo del
sistema económico como un sistema autónomo con leyes propias de desarrollo. Finalmente aparecen
estas cuestiones de, si las condiciones no están dadas, ¿se puede marchar a la revolución? ¿Cuál es la
tarea del socialismo, en tanto y en cuanto el capitalismo no está en crisis, el capitalismo mantiene su
capacidad expansiva? Ese va a ser uno de los grandes problemas del socialismo de fin de siglo, el
socialismo de la Segunda Internacional. Yo no me voy a detener en las ideas de Marx, sino en cómo
ellas van ser interpretadas por el movimiento socialista internacional y, en particular, por el argentino.
La mirada de fin de siglo es una mirada muy fuertemente cargada de positivismo, como se veía en esa
comparación de Marx con Darwin: una mirada que considera que la historia y la economía obedecen a
leyes científicas del mismo tipo que las leyes de la biología, leyes que se pueden descubrir por la
investigación y que no se pueden modificar según la voluntad de los seres humanos. Estas leyes, cuya
clave está puesta en la concentración de la propiedad y en la expansión del proletariado, van a mostrar
que el régimen capitalista está condenado a la extinción y que va a ser superado por un régimen más
justo, el socialismo.

Estas ideas tienen tal vez su expresión más clara en la Socialdemocracia alemana, que es el partido
faro de la Segunda Internacional. “Partido faro” es la fórmula clásica: yo no sé por qué no usan otras
fórmulas como “partido líder”, “partido dominante”. Tal vez tenga que ver con que la Segunda
Internacional es una entidad bastante laxa donde hay partidos con distintas líneas y no hay una que sea
tomada por las demás. Pero la Socialdemocracia Alemana es el faro que las demás siguen en términos
generales. Este Partico Socialdemócrata Alemán es un partido que había crecido muy fuerte en la
época de 1880, a pesar –o tal vez a causa- de las leyes anti-socialistas impulsadas por Bismarck. En la
época de 1880, Bismarck, que es el canciller del Imperio Alemán, promueve una legislación represiva
frente a la amenaza socialista, que prohíbe buena parte de su propaganda, prohíbe sus reuniones, pero
no les prohíbe –y esto es lo llamativo- presentarse a elecciones. Se da el resultado de que este partido
cuyas reuniones son perseguidas, cuya prensa es clandestina, se presenta a elecciones y le va cada vez
mejor, hasta que finalmente Bismarck elimina la legislación anti-socialista en el ’90. Durante todos
estos años, este partido clandestino no ha podido realizar congresos. La plataforma o la mirada sobre
la sociedad que sostenía entonces era la que había sido aprobada antes de la aprobación de las leyes
anti-socialistas en un congreso que había tenido lugar en la ciudad alemana de Gotha. Fue lo que se
llamó el Congreso de Gotha.

Una vez que esas leyes fueron levantadas en 1890, el Partido decide cambiar ese programa. Para eso,
Engels publica en el diario teórico del Partido –el Partido tenía un diario más de masas y otro

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periódico más teórico, que dirigía Karl Kautsky- un texto de Marx donde criticaba el viejo programa.
Hay un texto de Marx conocido, llamado La crítica del Programa de Gotha. Es un texto en el cual
Marx era durísimo con el programa de Gotha. ¿Por qué? Porque, antes del Congreso de Gotha, había
dos partidos socialistas alemanes: uno más bien marxista y otro que se apoyaba en las ideas de otro
pensador socialistas, que ya había muerto, que era Ferdinand Lassalle, que tenía una mirada más
estatalista. Este Congreso había escrito un programa a medias, donde aparecían fórmulas medias
extrañas, con el propósito de que no hubiera disputas. Marx se burla todo el tiempo de ese programa
en el texto. Sin embargo, como Marx no era tonto políticamente, escribe el texto pero no lo publica. Se
lo mostrará a Engels, se lo mostrará a los amigos, pero no lo pública. Piensa que es más importante un
partido socialista unificado que un partido socialista con un bueno programa. Era preferible apostar a
la unificación. Y le salió bien, porque finalmente los marxistas fueron tomando el control del Partido.
Entonces, en los años ’90, era hora de darse un nuevo programa. Entonces Engels, para abogar con
esta modificación, publica estos textos de Marx, quien había muerto hace unos años. En los meses
siguientes, Engels junto a dos jóvenes discípulos, Karl Kautsky y Eduard Bernstein, formulan los
puntos iniciales del proyecto del programa, que va a ser aprobado en el Congreso de Erfurt en 1891. El
texto va a convertirse en el modelo de la política que debe seguir un partido socialista. Además, del
texto Kautsky escribe una versión explicada y razonada que se va a convertir en casi un manual de la
mirada socialista de fin de siglo. Esto va a ser así hasta la Gran Guerra. Muy pronto va a haber cierta
tensión entre estos jóvenes marxistas. Bernstein muere no mucho después. Kautsky va a ser el
campeón de la ortodoxia marxista y Bernstein va a ser la cara más visible de lo que va a ser el
movimiento revisionista. La discusión va a ser justamente sobre la dinámica de la sociedad capitalista.

¿Qué decía el programa de Erfurt? Lo que hacía era plantear una versión muy estricta de la teoría de la
simplificación social como condición de revolución.

Momento 1 Momento 2 Momento 3

En realidad, lo que aparecía en el argumento es que la dinámica del capitalismo tiende a que, si en un
momento 1 tengo una sociedad con esta forma (VER GRÁFICO): hay algunos grandes productores,
un conjunto de medianos y pequeños tenderos industriales y, por debajo, los proletarios, la dinámica
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del capitalismo lleva a que estos sectores intermedios se vayan debilitando y tengamos un momento 2
(VER GRÁFICO). La idea es que la pequeña burguesía va siendo destruida. Uno diría que le pequeño
almacén no puede competir con el supermercado, el pequeño taller no puede competir con la gran
industria, la pequeña burguesía va siendo destruida y se produce una simplificación social. El
resultado va a ser un momento 3 (VER GRÁFICO): un conjunto muy pequeño de grandes industriales
poderosos y una inmensa masa de proletarios. La mirada del Programa de Erfurt es que estas eran
leyes férreas que condenaban a la pequeña burguesía urbana y rural, y estaban llevando al crecimiento
absoluto y relativo al proletariado. Estaban llevando, y esto también es importante, a la mayor
homogeneidad del proletariado. Una de las discusiones que va a aparecer es si los proletarios del
momento 3 son todos iguales. ¿Un trabajador de la Ford hoy en Argentina es lo mismo que un obrero
no calificado de la construcción, un repositor de supermercado? Sin embargo, la mirada predominante
de este texto es que sí, que la tendencias a la aristocracia obrera eran tendencias temporarias y no
tenían consecuencias políticas relevantes. Esta mirada sostenía que, si las leyes de la historia llevaban
a esa dirección, el capitalismo estaba condenado; porque los obreros se iban a juntas, las inmensas
mayorías unidas e iguales a sí misma se iban a unir e iban a acabar con el dominio de esos pocos
privilegiados. Ante esa tarea, lo único que tenían que hacer los socialistas era esperar, y, en todo caso,
mantener al proletariado educado, listo y unido. Esta mirada se sintetiza en una frase de Kautsky: “El
Partido Socialdemócrata es un partido revolucionario que no hace revoluciones”. ¿Por qué? Porque las
revoluciones no se hacen, las revoluciones suceden. En todo caso, el proletariado alemán debería estar
listo para avanzar en ese momento. Acá aparece una mirada muy fuertemente anti-voluntarista. Esto
va a cambiar mucho a partir de la guerra y la tradición leninista.

Por supuesto, hay críticos de esta mirada, que es lo que se dio a llamar “marxismo ortodoxo”. Va a
haber críticos en diferentes direcciones. Por un lado, va a haber críticos de izquierda, como Rosa
Luxemburg. También va a ser una mirada que va a ser muy criticada por la tradición revisionista, que
va a cuestionar esto de que las leyes sean tan férreas. Sobre todo, se va a suscitar un gran debate sobre
la desaparición o no de las clases medias en varias direcciones: por un lado, en la cuestión rural. Va a
haber un gran debate sobre la cuestión agraria, sobre si las transformaciones en el campo son tan…
porque esto tiene una consecuencia respecto de la propiedad agraria. Si las leyes son tan férreas, el
Partido Socialdemócrata no tiene que darse una política hacia los pequeños productores. Más bien
tienen que esperar que quiebren y que caigan a las filas del proletariado. ¿Por qué hay que salvar al
tipo que tiene un almacén, al tipo que tiene una panadería o al tipo que tiene 50 hectáreas? Pero hay
otros que dicen que estos tipos votan, son millones. Entonces aparece una serie de discusiones.
Algunos dicen que desaparecen estos tipos de pequeños burgueses pero surgen nuevas clases medias
de universitarios. Esa discusión va a llevar a debatir esta idea de pasividad. Por eso, la ortodoxia
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marxista va a coincidir con lo que se dio a llamar “el centro de la Internacional”. Kautsky va a ser la
mirada del centro de este movimiento socialista, cuestionado a derecha y a izquierda.

Estudiante: ¿El socialista tiene que esperar a la revolución, entonces?

Profesor: Depende para quién. Si uno cree en esta postura del marxismo ortodoxo, uno tiene que estar
preparado, unificado, para en ese momento actuar y avanzar hacia la reorganización de la sociedad.
Ese sería un poco el argumento de la mirada determinista, exagerando un poco. Va a empezar a haber
una serie de oposiciones: van a estar aquellos que digan que el capitalismo no se derrumba
automáticamente; en ausencia de una movilización, puede recomponerse. A fin de siglo va a empezar
a cuestionarse si las leyes de la caída tendencial de la tasa de ganancia o la ley de concentración son
tan férreas como sostenía esta mirada. Van a aparecer revisionistas de izquierda: efectivamente, como
el capitalismo no se derrumba solo, lo que hace falta es una intervención subjetiva. Pero
esquemáticamente, si tomamos la mirada determinista, aparece la paradoja de para qué militar. Se
decía que esta mirada determinista llevaba a un cierto quietismo. Otros dijeron que no, que llevaba a
un cierto optimismo: “yo me muevo con la historia que está empujando en mi misma dirección”. Hay
interpretaciones en los dos sentidos.

Estudiante: Yo tengo un amigo que está en un espacio guevarista donde se discute mucho esto desde el
foquismo. Michael Löwy tiene un trabajo sobre el Marx donde directamente toma los elementos
románticos que hay en Marx, donde hay una revalorización de la intervención subjetiva. Como
sucedió en Argentina, donde el socialismo hizo cambios para los chacareros, etc.

Profesor: No es tan contradictorio. Justo decía que él no era marxista. Aunque él nunca adhirió a la
mirada revisionista, pero uno podría decir que algunos puntos de su mirada tienen ciertos contactos
con esto. Pero no es esta idea de no hay que hacer nada. En Alemania, donde se discutió más esto,
hubo sectores que dijeron que no hay que tener esta política para con los campesinos. Los sectores que
sostuvieron esta posición es la derecha de estos partidos. Son los revisionistas, los reformistas, que
decían que mientras tanto había que hacer algo. En general, en ese escenario, fue más bien la derecha
la que confrontó, que tenía peso en zonas más rurales, en el sur de Alemania donde tenía mucho peso
el movimiento católico.

Con respecto a lo primero, el guevarismo es la exacerbación del subjetivismo. A partir de Lenin y la


Revolución Rusa, esta mirada determinista cambia. Aparece esta revolución paradójica que se produce
en un lugar que no era el lugar donde teóricamente se iba a producir. Eso genera una evaluación

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bastante distinta del tipo del tipo de condiciones que se tienen que producir para una transformación
revolucionaria. Ni hablar después de Cuba. Si Rusia no era el lugar ideal, mucho menos lo era Cuba.
Alemania era el lugar, eso era lo que suponían. No deja de estar relacionado con lo que decías de
Löwy: las miradas subjetivistas toman más al joven Marx, toman más el Marx menos estructural, el
Marx más hegeliano, incluso en su terminología. Por ejemplo, el marxismo italiano, que es el menos
determinista como tradición. Gramsci, cuando habla de marxismo, dice “filosofía de la praxis”. Eso
tiene que ver con muchas cosas: por un lado, que escribía en la cárcel, entonces escriba cosas cifradas.
Pero también muchos marxistas y socialistas italianos hablaban en esos términos, porque no les
convencía la idea de que el marxismo fuera un materialismo. Más bien pensaban que era una filosofía
de la acción y enfatizaban esta dimensión, llamémosle, subjetivista: es un Marx leído a través de Vico.
Hay algo de eso en la línea que Labriola a Mondolfo. Efectivamente hay una sensibilidad hacia estos
problemas de la acción y de la vida política. El sentido de la historia en ellos es distinta a otras
tradiciones. Está esta otra línea menos determinista, más subjetivista, que va a ser más importante en el
marxismo del siglo XX, con idas y vueltas. Si uno lee a Althusser, es un poco una reacción frente a
eso: frente a un marxismo excesivamente humanizado, convertido en una antropología. Él quiere
volver a construir un marxismo científico.

Estudiante: (Inaudible).

Profesor: El Marx de fin de siglo y el Marx de comienzo del siglo XX… efectivamente es un
pensamiento que está muy marcado por la revolución científica y técnica del siglo XIX; es un
socialismo que se piensa como el último paso de las filosofías del progreso y la ilustración.
Probablemente sea eso. El otro día hablábamos de Schorske. Los socialistas son probablemente los
últimos racionalistas. Por supuestos, hay socialistas que no lo son, como Sorel; pero son una
excepción. En esa línea, ellos pensaban que el parentesco con la ciencia era una carta fuerte: esta idea
de hablar en nombre de la historia, en nombre del sentido de una evolución que se va a dar. Era una
transformación que se dio en Marx. Sin ser althusseriano, no es lo mismo el antes que el después. El
Marx posterior, aunque mantiene y retoma muchos argumentos de su juventud, muchos los abandona.
Entonces el otro Marx casi que desaparece de la visibilidad. Mucho de los textos y que en el s. XX
constituyen el canon marxista, y, sobre todo, los que van a ser tomados por el Marx humanista o el
joven Marx, son textos que en esa época eran desconocidos. Los manuscritos eran manuscritos: se
publican mucho después. De hecho, cuando dice en la Ideología Alemana que era un texto que
“dejamos estas ideas a la crítica roedora”, quiere decir que se los deja a las ratas. La Ideología
alemana es un texto que no se publica hasta los años ’20. Muchos de los artículos, sí, se publicaron en
una revista, en el año ’44, en la revista Gaceta Renana, pero no circularon mucho esos textos. El Marx

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que es más visible es el del Manifiesto, es el de El capital, es el del “Prólogo a la Contribución a la
Crítica de la Economía Política”, es el de algunos de sus textos históricos: ese es el Marx que circula.
Probablemente lo que más circulaba era lo de Engels, por eso le presté tanta atención, y el Manifiesto,
en todo caso, en algún momento, pero no en la mayoría de los militantes, El capital. Justo es el primer
traductor de El capital al castellano. Eso es lo que circulaba. Y los intelectuales que hacen la
mediación, como Justo u otras figuras menores del Partido, generalmente leían un poco en esta clave
cientificista, positivista. Esta es la matriz en la cual ellos se insertan, que es la matriz predominante del
movimiento socialista internacional, por lo menos hasta la guerra. Hay figuras que no: Sorel no, Lenin
hasta cierto punto. Los italianos tienen algunas diferencias menores, pero no son demasiado visibles.
En ese tiempo, era predominante la mirada vagamente cientificista, no necesariamente positivista: la
retórica de lo científico tenía un peso importante. Hay otros discursos disponibles, como vamos a ver
la clase que viene; pero, en general, son discursos más estéticos y estetizantes. Hablo de los
modernistas. Son discursos en los cuales la dimensión política no está en un lugar central y son
discursos más aristocratizantes. Hay discursos sobre la superioridad del individuo sensible. Me parece
que no son discursos que estén disponibles para el movimiento socialista.

Pasemos ahora al socialismo argentino. Los primeros antecedentes de la organización obrera en la


Argentina pueden rastrarse hacia la década de 1850, donde al calor de la nueva inserción rioplatense
en la economía mundial se expande el consumo interno y comienzan a crecer algunas pequeñas
industrias subsidiarias, o sea, de producción para el consumo local, en las cuales empieza a formarse
una pequeña capa de trabajadores urbanos. Estos grupos de trabajadores comienzan a formar algunas
asociaciones que, en general, son de ideologías mutualistas: grupos de ayuda mutua, de ciertos
reclamos de derechos y protecciones. Empieza haber conflictos, hay alguna huelga. El primer
sindicato que realiza una huelga es el de los tipógrafos. Este proceso bastante lento y puntal de
organización se choca con algo nuevo al comienzo de la década del ’70: vienen a la Ciudad de Buenos
Aires algunos exiliados de la Comuna de Paris, con un nivel de organización y de demanda totalmente
diferente. Estas personas venían de una experiencia de autogobierno y, además, ya con los debates
teóricos de la Primer Internacional. La Primera Internacional se crea en la década de 1860; nuclea
grupos muy diferentes desde bakuninistas hasta marxistas y mazzinistas. Estos grupos se pelean. La
Primera Internacional acaba cuando, viendo que probablemente la perdiera en manos de los
anarquistas, Marx decide mudarla a Nueva York. Los últimos años de vida de la Internacional tienen
lugar en Nueva York. Era un lugar, en la década del ’70, muy por fuera de esos movimientos, y, en
realidad, vegeta la Internacional allí. Estas polémicas cruzan a los grupos que llegan a Buenos Aires:
se forman grupos bakuninistas y grupos marxistas. Son fundamentalmente franceses, y las polémicas
se dan en francés; por lo cual, es una asociación medio raro, porque dialogan muy poco con estos
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grupos obreros pequeños y poco organizados que había en Buenos Aires. Al poco tiempo, se afloja la
represión opresiva en Francia y muchos de ellos regresan. Esto no deja una marca muy grande en el
movimiento obrero argentino.

Es solamente a fines de la década del ’80, fruto de la expansión que tuvo la Argentina en la década del
’80, sobre todo, la expansión de la industria decisiva de los ferrocarriles, comienza una organización
más importante del movimiento obrero. Son estos primeros grupos los que en el año 1889 deciden
enviar una delegación a una serie de congresos obreros que tenían lugar en Francia con motivo de la
exposición universal de 1889. Es la misma exposición que da lugar a la Torre Eiffel. Es el Centenario
de la Revolución. Ahí hay congresos de lo que quieran por motivo de la revolución: desde filatelistas
hasta organizaciones obreras. De hecho, hay dos congresos obreros convocados por distintos grupos
del socialismo francés. En uno de los congresos que tiene más visibilidad, se funda lo que es la
Segunda Internacional. Además, se decide convocar a los trabajadores del mundo a conmemorar el
1ero de Mayo, que fue el día en que se inició la lucha de quienes serían los mártires de Chicago. Una
serie de militantes norteamericanos que fueron encontrados culpables de actos de sabotaje y terroristas
y habían sido ajusticiados. Lo que reclamaban ellos era una jornada de 8 horas. Se decide hacer una
movilización mundial por la jornada de 8 horas. Los grupos socialistas argentinos que habían mandado
delegados a este congreso deciden tomar esto como una bandera. En Buenos Aires, en realidad, había
distintos grupos socialistas organizados por nacionalidades: grupos de los alemanes, de los franceses,
de los italianos. Había grupos también del anarquismo. Entonces se organiza un comité. El grupo de
alemanes, que se llamaba Vorwärts (“Adelante”), decide convocar a todos ellos y realizar una reunión.
En esa reunión se decide hacer el acto del 1ro de Mayo, organizar una federación obrera y publicar un
periódico.

En 1890 se hace el primer acto del 1ro de Mayo: participan algunos socialistas y algunos anarquistas.
Se dan las primeras discusiones entre ambos. Meses después los socialistas se reúnen y fundan la
Federación de los Trabajadores de la Republica Argentina. Es un primer intento de una federación
gremial. Se presenta una petición obrera al Congreso. También se decide publicar el periódico El
obrero. Este periódico era, por un lado, el órgano de la Federación obrera, pero, al mismo tiempo, era
el instrumento político de los grupos que se definían como socialistas y a la larga va a ser el
instrumento de aquellos que proponen crear un partido socialista. Hasta ese momento no había un
partido socialista. Además desde El obrero se lleva adelante el primer intento de analizar a la sociedad
argentina en clave marxista. Esto se da a fines del ’90 y comienzos del ’91. Había una sociedad
argentina que estaba en un momento de crisis. La mirada de El obrero, y fundamentalmente la mirada
de quien es su principal intelectual, Germán Avé Lallemant… Era un ingeniero alemán que había

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venido años antes a la Argentina a trabajar a cuestiones de la geología y de las minas, que vivía en San
Luis pero viene a Buenos Aires, impulsa la publicación y hasta pone plata para publicar el periódico.
Es el que escribe muchas de las notas de los primeros números. Después se vuelve a San Luis, pero
sigue siendo el impulsor del periódico en estos primeros tiempos.

Avé Lallemant hace una caracterización de la Crisis del ’90 y de las fuerzas políticas emergentes de la
crisis, fundamentalmente el marxismo, en clave marxista. Entonces la crisis es un resultado de los
movimientos del capitalismo internacional y cómo ellos impactan en la Argentina. La Unión Cívica, y
la Unión Cívica Radical luego, es vista como un actor ligado a la pequeña burguesía. Es un actor que,
en Avé Lallemant, es mirado con una mirada relativamente positiva, con cierta simpatía de los
trabajadores; porque ella, dice, llevará adelante una revolución democrática y luego llegará el
momento de avanzar hacia la transformación socialista en manos de los trabajadores. Primero se
desengañan de la Unión Cívica y apuestan al sector que forma la Unión Cívica Radical: con Mitre no
se puede llegar a ningún lado y apuestan a Alem. Después empiezan a ver las diferencias hacia el
interior de la UCR: una cosa es Alem y otra, Bernardo de Irigoyen. Hay un intento de pensar esta
fuerza pequeñoburguesa-democrática, que después es abandonado. En 1891 llega a las costas
argentinas el Programa de Erfurt, esta mirada más simplificadora. La generación de un partido
pequeñoburgués antes de la revolución socialista queda en el segundo plano, la pequeña burguesía
queda en un segundo plano, y aparece la idea de avanzar hacia el socialismo y fundar un partido
socialista. Al mismo tiempo que sucede esto, la Federación está cada vez más débil. Esto se explica
por muchas cosas: por las disputas internas, pero también porque los primeros años de 1890 son años
de crisis muy fuertes. Hay que recordar que una federación que era fundamentalmente una asociación
gremial, y en los momentos de crisis y de una alto desocupación, las asociaciones gremiales son muy
débiles. Entonces la asociación gremial se disuelve, y toman cada vez más peso aquellos que dentro de
esta federación sostenían que lo necesario no era centrarse en la acción gremial sino centrarse en la
acción política. Entonces la tarea era construir un partido socialista.

El obrero deja de publicarse, y en 1894 varios de los miembros de El obrero, junto con un recién
llegado, Juan B. Justo, fundan un nuevo periódico que se llama La vanguardia. La vanguardia se va a
transformar desde su fundación en el principal impulsor de la acción política socialista y de la
construcción de un partido socialista. Hay que señalar que La vanguardia es anterior al Partido
Socialista. La vanguardia existe como órgano de la Agrupación Socialista, un grupo que venía de esa
vieja experiencia de El obrero y que empieza a nuclear otros grupos socialistas, como el Vorwärts y
un grupo de socialistas franceses, Les Egaux (“Los Iguales”), un grupo de socialistas italianos que se
llama Fascio dei Lavoratori. Estos núcleos forman en octubre de 1894 el Partido Socialista Obrero

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Internacional y en octubre de 1895 este Partido Socialista Obrero Internacional cambia su nombre, un
poco por impulso de Justo, a Partido Socialista Obrero Argentino. Una cosa a señalar es que homólogo
al español. Está el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y acá el PSOA. Efectivamente Justo era
alguien que tenía una vinculación con el Partido Socialista Español, con Pablo Iglesias, que es el
fundador del socialismo español. Incluso estaba vinculado con las editoriales, con esto de traducir El
capital en esos tiempos.

El primero congreso constituyente del Partido Socialista, cuya fecha fue mitificada, es en junio de
1896. Ese es el “congreso fundador”: es el punto de llegada de largos años de iniciativas, de intentos
de articular diferentes grupos y confluir en una institución única. También este congreso es una muy
fuerte disputa entre diferentes concepciones del socialismo. Lo interesante es que las dos voces
principales de esa disputa son los dos autores que vamos a ver hoy. Lejos de ser incontestadas las
posiciones de Justo, que era la palabra autorizada por La vanguardia, que le pertenecía, sus primeras
iniciativas van a ser rechazadas por una posición bastante heterogénea que va a encontrar su portavoz
en el joven José Ingenieros. Ingenieros en ese momento tenía 19 años. Justo, que era mayor, tenía 30.
Acá nos vamos a detener en dos cuestiones de contestación de las varias que hubo. Por un lado, Justo
postulaba la posibilidad de que el Partido Socialista entrara en alianza con otras fuerzas. Ingenieros
rechaza esto, y el congreso rechaza alianzas. Aquel que proponga alianzas, va a ser expulsado. Justo
ya en ese momento tiene una retórica muy anti-radical y para él esto es muy parecido a la posición de
intransigencia, que él la ve como uno de los males de la política argentina: esta idea de que los
acuerdos son negativos. La segundo cuestión que está en discusión, y donde otra vez la posición de
Justo es derrotada, tiene que ver con la cuestión de la insurrección y el uso de la violencia. Justo
proponía que la clave de la política tiene que estar en la aptitud del pueblo para la acción política y la
asociación libre. Y la posición de Ingenieros es que, más bien, la participación electoral y la acción
parlamentaria tenían que ver con acumular fuerzas para un momento insurreccional, un momento en el
cual el uso de la fuerza fuese necesario. Si uno lee los dictamines de los dos, vería que son muy
parecidas; nada más que en uno dice “si el uso de la violencia fuera necesario” (Justo) y el otro dice
“cuando fuera necesario” (Ingenieros), como si fuera ineludible el hecho. En todo caso, el primero
congreso delinea un partido bastante distinto de lo propuesto por Juan B. Justo: es un partido que
separa socialismo y democracia y niega cualquier acercamiento del Partido con otras fuerzas, y de la
clase obrera con otras fuerzas. En Justo va a haber bastante pronto esta idea de que con la clase obrera
no alcanza y que es necesario una alianza con otros sectores: los chacareros son una de las claves.
Justo criticaba la deliberación del congreso y, entonces, no acepta cargos partidarios después de este
primer congreso. Pero, al mismo tiempo, conserva el control de La vanguardia. En el periódico, que
no era todavía el órgano del Partido sino de esta asociación socialista, critica las resoluciones del
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Partido, critica duramente a Ingenieros y a otro socialista revolucionario que también discutió con él,
Lugones. Ingenieros y Lugones también tenían su periódico conocido, La montaña, donde había una
crítica ética al capitalismo y al espíritu burgués en clave más modernista y de un cierto
aristocratismo literario.

Finalmente estas posiciones que se obtuvieron en el primer congreso son modificadas en el segundo
dos años después. Justo impone su mirada en el segundo congreso de 1898. Ese momento podemos
considerarlo como un momento de cristalización o de triunfo de lo que Aricó ha llamado “la hipótesis
de Justo”. Justo planteaba que era necesaria una participación política para transformar un Estado, un
Estado que transformado iba a ser capaz de fortalecer las tareas de transformación que tenían lugar
fundamentalmente en la sociedad civil. La idea es que hace falta participar políticamente, hace falta
abogar por una democratización política; y esa democratización política tiene como función ser el
paraguas de una transformación mucho más lenta, educativa, que se desarrolla en el ámbito de la
sociedad civil. En Justo hay una cierta desconfianza del espíritu, llamémosle, jacobino, que piensa que
desde el Estado puede modificarse la sociedad. Aunque no es marxista en esto, tiene un parentesco: lo
decisivo pasa por la sociedad; lo decisivo no pasa por poner o sacar u gobierno o una ley, sino más
bien por un aprendizaje más lento que se va dando en la sociedad. Para él, va a tener un papel decisivo
instancias societales, como las cooperativas. Las cooperativas son, según él, un espacio de educación
del proletariado en las tareas de dirección y en las tareas que van a tener que llevar adelante en una
sociedad socialista. La idea es que, si se hiciera una revolución y las tareas de autogobierno cayeran en
manos de un proletariado no preparado, esto llevaría al fracaso. 20 años luego lo va a decir: cuando
sea la Revolución Rusa, él va a afirmar que eso no iba a llevar a ningún lado. Él tiene una mirada muy
negativa sobre eso.

(Intervalo)

Profesor: Como decía antes, el marxismo internacional, y también el de Justo (aunque Justo no se
define estrictamente como marxista) está muy permeado por el pensamiento positivista, por este
pensamiento que mira a la sociedad como estructurada en bases fundamentalmente económicas, y unas
leyes frente a las cuales la voluntad organizada de los individuos tiene un papel bastante relativo,
bastante débil. Es en esta línea que va a postular que la historia se funda en una base biológica, a la
que se agrega un muy fuerte tecnologicismo, afirmando que el desarrollo de la tecnología constituye –
dice Justo- una inmensa ventaja de los seres humanos en la lucha por la vida, una ventaja que puede
ser usada en forma cooperativa, como especie. En realidad, aparece esta idea de que es posible un uso
cooperativo en la lucha por la vida, que permite alejarse de las formas más duras del darwinismo
social. Porque, en este caso, es un uso cooperativo. Sí, es una ventaja para la humanidad, para la
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especie; no tanto de un hombre contra otro, de una clase contra otra, sino es la humanidad la que puede
avanzar en la lucha por la vida, frente a la naturaleza. Esto evita las lecturas más racistas, más
antiigualitaristas de la herencia darwiniana. Entonces, podemos decir que en Justo hay una asociación
muy fuerte entre ciencia y cooperación. Y él define al socialismo como ciencia más democracia. O
sea, saberes científicos y gobierno del pueblo. En realidad, uno diría, retomando algunas cosas que
hablábamos antes, esto no es tan distinto de algunas cosas que uno puede encontrar en otra tradición.
En un momento –creo que es en El Estado y la revolución- Lenin dice que la tarea es electrificación
más soviets. De nuevo, esta ciencia y política; le ponemos un poco de ciencia y al mismo tiempo
dirección política. De hecho, va a ser este papel que le da a la política democrática lo que, según Dotti,
en el texto que tienen en el programa (Justo, lector de El Capital), este papel que le da a la política
democrática es lo que le permite a Justo tener en cuenta la dimensión ética, que es tan problemática en
el positivismo más estricto. Esto le va a permitir pensar que esta dimensión ética es resuelta por la
política. Justo va a decir: “La decisión ética de construir el socialismo va a poner fin a una historia que
de otra forma seguiría arrastrando al hombre.” O sea, hay un momento de decisión ética, que es la
construcción del socialismo, que hace que el hombre deje de ser empujado por las fuerzas históricas, y
en algún punto se convierta en el autor de su destino. Ahora, en Justo esto no es un salto, sino que el
paso de la descripción de lo necesario, que aparecería en un discurso puramente determinista
positivista, y la prescripción de lo deseable –que aparecería como imposible en esa cosmovisión- es
posibilitado por la ciencia misma. Es la ciencia misma la que disuelve la fatalidad objetiva, dice Justo.
Los hombres van siendo más capaces de tomar en sus manos su destino, van siendo más conscientes
de las fuerzas que los empujan. Entonces, este papel de las ciencias es el que vuelve a los hombres
libres, por decirlo de alguna forma; les permite ser más libres, en todo caso.

Ahora, Justo va a construir, entonces, esta narración de una historia, de un desarrollo que piensa una
relación positiva entre ciencia y libertad, e incluso entre desarrollo capitalista, desarrollo de la
organización, y desarrollo de la conciencia obrera. En algún punto, hay como una historia progresiva
de la sociedad, una historia progresiva de los aprendizajes, del desarrollo de la ciencia, y también de
las capacidades organizativas y productivas, incluso, de los trabajadores. Un poco lo que decía antes
de las cooperativas. Hay una idea de una transformación gradual, de una transformación pensada como
un aprendizaje; no como una ruptura, como un corte, sino más bien como ir dándose capacidad. Y el
desarrollo de esas capacidades va a ser salvaguardado por las instituciones democráticas. O sea, Justo
no piensa que esto se da en el aire; bueno, para que los trabajadores puedan desarrollar sus
capacidades de organización, de gestión, y también de deliberación, esto no se da por aprendizaje
simplemente en relación a las máquinas; supone que hay determinadas condiciones políticas en las
cuales los trabajadores pueden reunirse, pueden reclamar sus derechos, pueden llevar adelante sus
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luchas. Bueno, esto se da en las instituciones democráticas. Y Dotti va a señalar que este papel
positivo del derecho y de las instituciones democráticas, que es un papel que es más problemático en
la tradición marxista –sobre todo la idea del derecho; más bien el derecho es pensado necesariamente
como legalidad burguesa- en Justo este papel positivo del derecho va a ser hecho posible, porque Justo
lee –dice Dotti- la equiparación de la fuerza de trabajo con la mercancía, que es uno de los elementos
centrales del análisis marxista –o sea, la clave de la lógica del funcionamiento del capitalismo tiene
que ver con que la fuerza de trabajo opera como una mercancía, y es lo que hace posible la extracción
de plusvalor, etc.- esta equiparación de fuerza de trabajo con la mercancía, para Justo es simplemente
una alegoría. Es una figura retórica que Marx usa, dice Justo, para llevar al absurdo el supuesto de los
economistas clásicos. Entonces, para Marx la fuerza de trabajo no es una mercancía, y no puede ser
una mercancía. Entonces, en algún punto, no sólo Justo no se considera como marxista, sino que acá
marca que no lo es, más allá de lo que se considere. Y es esta lectura alegórica de la teoría del valor,
dice Dotti, lo que le permite a Justo cancelar la correspondencia funcional entre igualdad jurídica y
explotación capitalista. O sea, le permite pensar que la igualdad jurídica es algo más que una forma
derivada de la igualación abstracta del capitalismo. Esta posibilidad de cambiar la forma de pensar la
relación entre economía y política le permite a Justo postular que el Estado y el derecho no son una
mera apariencia que oculta el particularismo egoísta; o sea, el Estado y el derecho no son una mera
institución de defensa del interés burgués, sino que es posible pensar un Estado que vaya siendo
transformado en una dirección igualitarista, una dirección de construcción del socialismo, o de apoyo,
al menos, de las transformaciones socialistas. Entonces, la autonomía de las formas jurídicas y
políticas funda una concepción en la cual las luchas democráticas, que apuntan a valores como justicia
y equidad, no son simplemente palabras, sino que son elementos contrarios a la lógica del capitalismo.
O sea que hay lugar para una dimensión ética en el discurso de Justo, que es más problemática en un
discurso marxista más estricto. Hay lugar para un socialismo modulado en clave ética. Justo, de todos
modos, va a hacer algo relativamente problemático; él no va a avanzar mucho en discursos en clave de
valores universales. En realidad, esto va a quedar más para las interpretaciones posteriores del
socialismo, y las interpretaciones posteriores del propio legado de Justo. Probablemente la palabra
decisiva ahí sea la de Alejandro Korn. Él sí postula un socialismo ético, y va a ser en esa clave que
después va a acentuar lo que él encuentra como motivos éticos en Justo para construir un socialismo
ya no positivista, o más despojado de las marcas del positivismo. Un poco esa va a ser la mirada del
socialismo de los 30 y los 40.

Ahora, esta idea de la transformación en la sociedad tiene que ver con que, para Justo, las
transformaciones no se dan fundamentalmente en el Estado y la política; y por eso, el sujeto de la
transformación no es solamente el Partido Socialista, sino que para él tienen un papel decisivo otras
23 

 
instituciones, que forman parte de lo que uno podría llamar un movimiento socialista en sentido
amplio, y para él básicamente hay tres, que son el Partido, pero también las organizaciones gremiales,
y, tal vez más importante que las dos, pero seguro más importante que las organizaciones gremiales,
para él, que son las cooperativas. Como decía antes, él las piensa como instancias de aprendizaje de
los trabajadores y, en todo caso, como elementos que van ya construyendo una sociedad socialista. O
sea, la idea es que el paso del capitalismo al socialismo no es algo que se da en un día, sino que es algo
que se va construyendo; y las cooperativas son un elemento decisivo. Va a ser por eso que el Partido
Socialista va a impulsar la construcción de, probablemente la experiencia cooperativa más importante
que haya habido en la Argentina, que fue el Hogar Obrero. El Hogar Obrero es una sociedad
impulsada, y durante muchísimos años conducida por los socialistas. Y es fundamentalmente una
cooperativa de consumo. De hecho, hay toda una polémica, no sólo en Justo, sino en buena parte del
socialismo internacional, sobre si debía apuntarse hacia las cooperativas de consumo o hacia las
cooperativas de producción. Y en Justo hay un debate que toca con algunos debates que uno podría
pensar incluso con respecto a las experiencias de autogestión y de empresas autogestionadas, etc.; en
general, el movimiento socialista era muy crítico respecto de las experiencias de cooperativas de
producción, justamente, tal vez, por su mirada sobre el desarrollo económico y una mirada sobre el
desarrollo de las capacidades, y ciertamente, llamémosle, tecnologicista. Pero lo que señalaban, y un
poco lo que aparece en la experiencia del movimiento socialista internacional, es que las cooperativas
de producción tienen un problema, que es que hay algo en su lógica que es contradictorio con el
desarrollo de la tecnología, con el desarrollo de la simplificación del trabajo. Uno diría, si una nueva
tecnología expulsara a alguno de los miembros, sería problemática. Entonces, eso genera un cierto
primitivismo. En cambio, en la cooperativa de producción, los “socios” son aquellos que están
interesados en que el producto sea más barato, más eficiente, etc. Y, en todo caso, los empleados son
empleados. La apuesta de los socialistas va en esa otra dirección.

Ahora, yo decía antes que estaban estas tres instituciones –organización gremial, Partido y
cooperativa- pero es cierto que el Partido tiene un rol de dirección. Esto se ve en la obra más
importante de Justo, en un libro que se llama La teoría y práctica de la historia, que es el libro más
sistemático que publica Justo. Tiene un capítulo que se llama “La democracia obrera”, y ahí se ve el
lugar que Justo le da a la clase obrera y el Partido Socialista, como guía de esa clase. Y él dice, por
ejemplo, que las libertades burguesas son necesarias para el desarrollo del movimiento obrero. Él
enfatiza mucho esta idea. O sea, las libertades burguesas son libertades burguesas, pero al mismo
tiempo nadie las necesita más que el movimiento obrero. Uno podría pensar que, lejos de expresar una
suerte de rebelión global contra el régimen, al modo anarquista, el Partido Socialista más bien se
pensaba como un sector de izquierda, que representaba una parte de la comunidad, con vistas a ir
24 

 
obteniendo reformas progresivas en beneficio de los trabajadores. O sea, no era una contestación
global del sistema, sino más bien era un sector que proponía una lenta transformación del sistema, y
sobre todo la mejora de la posición de uno de los actores dentro del sistema, que eran los trabajadores,
fundamentalmente la clase obrera urbana. De ahí la lucha por una serie de demandas: reducción de la
jornada laboral, la eliminación del trabajo en negro. Otro de los planteos típicos era, por ejemplo, el
pago de salarios en moneda nacional –o sea, el no pago en bonos-, y toda una serie de reivindicaciones
que eran de larga data en Europa, pero que en la Argentina se introducen a fines de siglo, y
fundamentalmente a comienzos del siglo XX, a partir de la prédica de los socialistas. Junto con estos
reclamos –que podríamos llamar más “obreros”- aparecen reclamos más estrictamente políticos y de
democratización, y la principal demanda en esa línea era la efectiva implementación del sufragio
universal. Y esto merece varias puntualizaciones. La primera es que, ustedes saben –a veces hace falta
señalarlo- que en Argentina había sufragio universal. En general, se señala muchas veces como que la
Ley Sáenz Peña establece el voto universal. Estamos hablando de los varones, primero. Pero, cuando
se dice “La Ley Sáenz Peña establece el voto universal”; no, el voto universal, en el Río de la Plata y
en la Argentina, viene del siglo XIX, en Buenos Aires hay desde la década de 1820. En realidad, había
voto universal; lo que no había era voto secreto, y tampoco obligatorio. Quiero decir, el voto no era
secreto, con lo cual lo que sucedía era, no tanto que no se podía votar, sino que más bien las elecciones
eran muy controladas, se votaba casi colectivamente, entonces iban a votar primero los de un sector, y
después los de otro. Había toda otra serie de mecanismos de control. Entonces, más bien lo que se
reclamaba no era exactamente el sufragio universal, sino el establecimiento de mecanismos que
hicieran más libre el sufragio, y la extensión, pero en otro sentido. Los socialistas reclamaban el voto
de la mujer, pero tenían un problema más inmediato, que es decisivo –al menos para ellos- que era el
tema de la inmigración. Habíamos dicho la otra vez que en Buenos Aires la mayor parte de los varones
adultos eran extranjeros. Entre los trabajadores, la proporción era aún más alta; y entre los socialistas,
los argentinos eran una muy pequeña minoría. Entonces, la mayor parte de los militantes socialistas a
priori no podían votar. Ahora, esto tenía una solución, que era la nacionalización. Y Justo va a llevar
adelante una muy extensa prédica por la nacionalización de los extranjeros; fracasada. Efectivamente,
en Argentina son muy pocos los extranjeros que se nacionalizan. El porcentaje es muy bajo. Por
ejemplo, es una gran diferencia con respecto a Estados Unidos. En Estados Unidos, los inmigrantes se
nacionalizaron en una muy alta proporción. En Argentina fue muy baja, en parte porque la legislación
argentina era, podríamos llamar, más generosa con los extranjeros que la norteamericana, tal vez
porque efectivamente tenía que atraer a los extranjeros. Ellos podían confiar tal vez más en la
atracción natural, en la economía más fuerte. Entonces, hay una serie de razones, pero efectivamente el
porcentaje fue muy bajo; y esta fue una de las prédicas, y además hay en Justo una prédica por la

25 

 
nacionalización también del socialismo. Por ejemplo, él se opone a que haya páginas en otro idioma,
como sí por ejemplo tenían los diarios anarquistas, o incluso en algún momento tiene el diario del PC,
que tiene páginas, por ejemplo, en yddish. Y, como habíamos visto antes, él aboga para que deje de
llamarse “Partido Socialista Obrero Internacional” y pase a ser argentino. E incluso interviene, junto
con otros, en una serie de polémicas que tienen que ver, por ejemplo, con el patriotismo. Hay una serie
de polémicas en el cambio de siglo –y tiene que ver un poco con lo que hablábamos el otro día- con
respecto a si una fuerza de oposición debe oponerse al patriotismo. De hecho, en el año 1908 hay una
polémica sobre si, junto con la propaganda anti militarista y anticlerical debe haber una propaganda
antipatriótica. Y muchos militantes dicen que sí, que hay que repudiar los actos del 25 de mayo, que
hay que repudiar el Día de la Bandera, que no hay que usar banderas argentinas. La mayor parte de la
conducción se opone a esto. Y, al mismo tiempo, hay sectores que piden una prédica más
estrictamente nacionalista; tal vez la figura más conocida, en algún punto, va a ser Alfredo Palacios,
pero la otra figura tal vez más nacionalista aún sea la de Manuel Ugarte, que van a cuestionar la
posición del Partido. Y, en realidad, la posición de Justo en esto, y de la conducción del socialismo, es
una posición como intermedia. Y eso se va a ver claramente en que, en la década del 10, el Partido
Socialista va a tener básicamente dos rupturas: una se va a ir considerando que el Partido es demasiado
poco nacionalista –Palacios y Ugarte (en realidad se van por separado, en diferentes momentos)-, y,
por otro lado, los socialistas internacionales, que son los que van a crear el Partido Comunista, van a
señalar que el Partido es demasiado nacionalista, y van a enfatizar la necesidad del internacionalismo
proletario. Eso tiene que ver con la polémica sobre la participación en la guerra, etc. Pero, en todo
caso, ahí aparece uno de los problemas: el problema en relación a la cuestión nacional, y el problema
de la nacionalización.

También hay otra prédica constante de los socialistas, que es contra el latifundio, y el reclamo de
avanzar en una transformación en la política agraria. Esta es una discusión que no es sólo de los
socialistas; es una discusión que estaba en la época, y había sectores incluso en la propia clase
dirigente que veían como un problema el latifundio. Sin embargo, va a ser el Partido Socialista el que
va a encabezar la campaña contra los poseedores de las grandes extensiones agrarias. Como él
señalaba, la vinculación de los socialistas con el grito de Alcorta. Justo es el único político que es
orador en estos actos.

Ahora, hasta acá planteé un poco en general algunos de los puntos de la visión de Justo acerca del
socialismo. Ahora me gustaría avanzar un poco en cómo se articulan estos elementos. A veces es un
poco difícil avanzar en esto, porque Justo es alguien que más bien rechazaba las intervenciones en
clave doctrinaria. O sea, rechazaba los escritos en clave teórica, un poco porque tenía una cierta
desconfianza sobre este tipo de discusiones que más bien podían llevar a rupturas en las filas
26 

 
partidarias, en un partido que recogía de sectores más nacionalistas, menos nacionalistas, muy
moderados, hasta sectores mucho más radicalizados. Uno podría decir que efectivamente, durante
muchos años, fue la única fuerza política de la izquierda argentina. Está el anarquismo, pero fuera del
terreno electoral, al menos. Unos 20 años fue la única fuerza electoral autodefinida como de izquierda;
entonces, uno podría decir que figuras muy radicalizadas y figuras mucho más moderadas estaban allí
dentro. Entonces, Justo más bien rechazaba; decía: no, estas discusiones sobre la revolución o la
reforma, sobre el patriotismo, si la bandera roja o la argentina; bueno, tengamos las dos. Ese es un
poco el argumento en general. “Reforma y revolución sí”, “revolución como evolución”; no entraba en
esas discusiones. Ahora, en el año 1908, Justo va a tener que participar, se va a ver casi forzado a
participar de una polémica sobre el socialismo, y sobre todo sobre la posibilidad del socialismo en la
Argentina. Y eso va a tener que ver con que, en el año 1908, visita Buenos Aires un importante
criminólogo y dirigente socialista italiano que es Enrico Ferri. Enrico Ferri era, como decía antes, un
criminólogo y un pensador positivista, y era diputado del Partido Socialista italiano, había escrito unos
años antes un libro que se llamaba Socialismo y Positivismo. Y entonces él visita, como muchos otros
visitaban en esa época la Argentina, venían y daban una serie de conferencias hablando de los temas
más variados –que eran conferencias pagas, en general- y Ferri da una serie de conferencias sobre los
temas más variados, y le piden que hable –ya que es un diputado socialista, un referente del socialismo
italiano- para los socialistas argentinos. Entonces, él hace una intervención en octubre de 1908, en el
Teatro Victoria, y, a priori, uno podría decir: esto generó una gran sorpresa, porque en lugar de decir
“bueno, los felicito, muchachos, el socialismo argentino tiene un gran futuro”, dice “en Argentina no
puede haber un Partido Socialista”. En realidad, uno diría, esto no toma tanto de sorpresa a todos, las
posiciones de Ferri algunos las conocían y las compartían; uno de ellos probablemente fuera Ugarte, y
Palacios probablemente también. Porque en realidad, lo que un poco está argumentando Ferri es que,
en realidad, el Partido Socialista debe convertirse en un partido radical democrático, y que en
Argentina no están dadas las condiciones para que haya un verdadero partido socialista como el de los
europeos. Y Ferri dice: El Partido Socialista es útil a la Argentina, y es el único que tiene un verdadero
programa, pero no surge de la realidad del país, sino que es importado de Europa por los inmigrantes.
Dice: Argentina se encuentra en la fase agropecuaria, y no en la fase industrialista en la cual se
encontraba la Inglaterra en la cual había escrito Marx. Y el proletariado, dice Ferri, es un producto de
la máquina de vapor, y sólo con el proletariado nace el partido socialista, que es la fase evolutiva del
primitivo partido obrero. Ferri establece una cadena determinista, en la cual varios de los
posicionamientos van a ser cuestionados por Justo: la proporción entre actividades agropecuarias y de
industria, la relación del proletariado con el desarrollo tecnológico, la separación absoluta entre partido
socialista y partido obrero. Estos tres puntos van a ser cuestionados por Ferri.

27 

 
Ferri en su intervención argumentaba que lo que en Argentina se llama “partido socialista” es un
partido obrero en su programa económico y un partido radical en su programa político. Un partido
radical, ¿por qué? Porque los radicales no cumplían esas funciones. Si hay un punto de acuerdo en
Justo y Ferri es que la Unión Cívica Radical no es un partido radical. ¿Qué es un partido radical para
un francés, o para un italiano? Es un partido liberal democrático de avanzada, que propone reformas
democráticas, muy fuertemente anticlerical, que propone medidas para la pequeña burguesía y los
sectores medios, etc. Para ellos, el Partido Radical es un partido que no tiene programa; claramente la
UCR no era anticlerical. Entonces, para ellos ese lugar estaba vacante, y en realidad un poco el que
llenaba ese lugar, y que lo debía llenar más plenamente, dice Ferri, es el socialismo. Ferri decía: lo que
define a un partido socialista es la propuesta de propiedad colectiva, una propuesta que Justo separaba
de la doctrina socialista. Justo decía: bueno, esto es una hipótesis hacia el futuro; la socialización de
los medios de producción es una hipótesis hacia el futuro. Ferri decía que, habiendo en la Argentina
tierras públicas por individualizar –o sea, tierras públicas en la pampa, o en el interior- no había
entrado en la fase industrial, y por eso no podía haber un partido socialista, porque un partido
socialista tiene que estar compuesto de proletarios industriales. Ahora, el supuesto que Justo va a
cuestionar es el de un relativamente fácil acceso a la tierra que impide la proletarización. O sea, Ferri
está diciendo “mirá, está la pampa libre, ¿cómo alguien va a ser proletario?”, o sea, en vez de ser
proletario acá, la idea del proletario es alguien que está obligado a vender su fuerza de trabajo. Si hay
tierras libres, yo no estoy obligado a vender mi fuerza de trabajo: me agarro mis cosas y me voy a
plantar tomates al medio de la pampa.

Entonces, en realidad Justo le va a responder, cuestionando varios de estos supuestos. Justo va a


describir una sociedad moderna, ligada al mercado universal, pero cuya política –dice- está en manos
de partidos sin equivalentes en los países modernos. O sea, este es uno de los elementos centrales en la
mirada de Justo: Argentina es un país mucho más moderno económica y socialmente que
políticamente. La idea es la famosa idea de la política criolla, una política en la cual no hay programas,
no hay discusiones; lo único que hay son liderazgos personales, partidos efímeros, de los cuales se
diferencia solamente el Partido Socialista. Y Justo se indigna: justamente el único partido que hay es el
único que no tiene razón de ser, dice Justo. Esto se deriva, dice, de la “ciencia de pacotilla” del
italiano, que en lugar de ampliar a partir de la experiencia su concepto de socialismo, dictamina que,
como no hay proletariado industrial, no puede haber socialismo. Lo que se cuestionaba es que, en
lugar de ampliar, a partir de la experiencia, el concepto de socialismo, se dictaminaba que, como no
había proletariado, no podía haber socialismo. En realidad, si Justo era positivista, Ferri era mucho
más positivista que Justo. El planteo era mucho más determinista. Y Justo, en realidad, una cosa que
va a hacer es atacar el determinismo tecnológico de Ferri, apelando a la teoría moderna de la
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colonización, tal como la formula Marx al final del Tomo I de El Capital. Si ustedes leen El Capital,
en general uno de los capítulos más leídos –valga la redundancia- es el capítulo 24, de la llamada
acumulación primitiva. En ese capítulo, Marx describe cómo el proletariado –dice Justo- no es
producto de la máquina de vapor, sino que el proletariado se va formando, en Europa, desde antes de
la invención de la máquina de vapor, a través de la disolución de la sociedad feudal, del desalojo de los
campesinos, de la usurpación de tierras comunales. Es más bien esta transformación agraria la que
genera la fuerza de trabajo libre disponible que va a hacer posible el desarrollo capitalista. Entonces, la
relación entre burgués y proletario no surge del desarrollo técnico, sino que es, en su inicio, obra del
despojo violento y de leyes inicuas, dice Justo. Esto es el cap. 24. Ahora, Justo dice: siendo el capital
una relación social, y no dinero o medios técnicos, surge el problema de cómo expandirlo. Y esto
aparece en el siguiente capítulo, que trata de la teoría moderna de la colonización. Él dice:

Siendo el capital una relación capital y no dinero, surge el problema de cómo expandirlo a vastas
tierras despobladas, cómo crear en las colonias la clase de trabajadores asalariados necesaria para
la explotación capitalista.

O sea, una cosa es “tengo estos tipos, que los expulsamos de las tierras de Inglaterra y están en las
afueras de Manchester, muertos de hambre y disponibles para trabajar”. Ahora, los tipos se bajan del
barco en Nueva York: ¿cómo hago para que trabajen y no se vayan al medio de Iowa? Él dice: el
problema se resolvió teórica y prácticamente con la importación de la explotación capitalista
sistemática, a la que Justo describe siguiendo casi textualmente el texto de El Capital. Y les leo:

…consiste en impedir a los trabajadores el acceso inmediato a las tierras libres, declarándolas de
propiedad del Estado y asignándoles un precio bastante alto, para que los trabajadores no puedan,
desde luego, pagarlo. Necesita, entonces, el productor manual trabajar como asalariado, por lo
menos el tiempo preciso para ahorrar el precio arbitrariamente fijado a la tierra, especie de rescate
que paga para redimirse de su situación de proletario. Y, con el dinero así obtenido, el Estado se
encarga de buscarle reemplazantes, fomentando la inmigración, el arribo de nuevos brazos servibles.

En realidad, lo que él cita no es tanto a Marx, sino a alguien que Marx está citando; y Marx en realidad
cree que no hace falta esta intervención del Estado. Marx tampoco tiene un pensamiento estatalista; no
es el Estado el que hace esto, sino que hay ciertos efectos estructurales que hacen que la tierra no es
libre, y hay una cierta dinámica del mercado de tierras que hace que no esté disponible para que,
aunque sea pública, un irlandés que se bajó del barco se ponga a trabajar. Esta mirada más de
planificación no es tan Marx, digamos; y eso tiene que ver incluso con los debates sobre los problemas
de la colonización en la Argentina, por qué finalmente hubo poca colonización, si es que el Estado
conscientemente la mantuvo a precio alto, o más bien hubo una cierta dinámica de que la renta
29 

 
esperada de la tierra era muy alta, entonces la tierra muy rápidamente se hizo muy cara y fue muy
poco accesible a los inmigrantes. Pero, digo, más allá de esto, Justo lee como esta idea de que, en todo
caso, ni acá ni en EEUU ni Australia, etc., porque haya mucho territorio vacío, eso hace que no haya
proletariado. En realidad, acá hay uno de los elementos centrales de la hipótesis de Justo, que es la
equiparación de la estructura de la sociedad argentina a la de otras regiones nuevas. En realidad, hay
una idea muy fuerte, que es que Argentina con lo que se tiene que comparar fundamentalmente es
Australia, es Nueva Zelanda, en algún punto Canadá; estos países muy poco poblados, con una
abundancia del recurso tierra, y el tipo de transformación y el tipo de política debe ser similar. De
hecho, Justo piensa mucho en la experiencia política, sobre todo la australiana, en la cual gobierna una
alianza entre laboristas y un partido agrario, o sea, un partido de los productores rurales. Esa es una de
sus apuestas.

Ahora, esta idea de la equiparación de la sociedad argentina a otras regiones “nuevas”, hace posible
subestimar la firmeza de las relaciones sociales preexistentes. En realidad, la idea es que los problemas
estructurales que tienen, por ejemplo, las formas de relación política que hay en el interior, las formas
de otros vínculos que se dan en otros sectores, quedan como en un segundo plano. ¿Por qué? Bueno,
en Australia no había nada (sí, estaban por supuesto los aborígenes australianos, pero bueno, estaban
fuera de la política, y además fueron corridos), en Canadá algo similar. Bueno, es difícil pensar que
pudiera pensarse de la misma forma sobre la población rural de Tucumán, Jujuy, Córdoba, San Juan.
Es una mirada muy centrada en la región pampeana, en todo caso.

Ahora, en todo caso, el argumento es que en la Argentina no hay tierras por individualizar, no hay
tierras en las cuales los individuos libremente se puedan instalar. Con lo cual, el carácter proletario de
los inmigrantes es ineludible. O sea, los tipos que llegan del barco son proletarios y no pueden
convertirse, uno diría, en colonos. Ustedes saben, hubo experiencias de colonización; fueron muy
menores. O sea, en millones de inmigrantes hubo algunos en Santa Fe, unos en el sur de Buenos Aires,
algunos en Entre Ríos. Es como una cosa ínfima, digamos. Entonces, Justo va a explicar que es en
base a la acaparación monopólica de la tierra que se forma en el país una clase proletaria que trabaja
en la producción agropecuaria, en las vías férreas, en el movimiento de carga de los puertos, en la
construcción de las nacientes ciudades, en los frigoríficos, en las bodegas, en los talleres, en las
fábricas. Entonces, esta es una de las cuestiones. Y además, Justo con esto también está discutiendo,
porque el argumento de Ferri era también muy parecido al argumento de la mayoría de los partidos
que rechazaban el socialismo, que decían “en Argentina no hay cuestión social”. Ese era el argumento
de las elites: sí, en Europa puede haber un movimiento socialista, porque hay mucha miseria. Acá, en
este país, tenemos toda esta tierra libre, ¿cómo vamos a tener cuestión social? Entonces, también eso
genera parte de la discusión. La otra es esta distinción entre partido obrero y partido socialista, porque,
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si ustedes recuerdan, Ferri había dicho “el partido socialista era un partido obrero en lo económico”.
¿Qué significa un partido obrero? Partido obrero es un partido de defensa de los intereses corporativos
de la clase obrera, como diciendo “bueno, sí, pide por mejores salarios, pide por tal condición, pero no
plantea una reestructuración de la sociedad”. Y le responde, de nuevo, apelando a Marx y al
Manifiesto, en el cual Marx decía “los comunistas no están en un partido aparte, sino que son los que,
en cada una de las etapas, tienen en cuenta el objetivo final”. O sea, hay que tener en cuenta el objetivo
final, pero no dejar de lado todas las reivindicaciones que hay en el camino. Y lo otro que también cita
en referencia a Marx es que le dice: no todos los países tienen que recorrer las mismas etapas, dice
Justo. Acá de nuevo aparece menos determinista que Ferri.

Y así como en la Argentina no se ha producido una extrema subdivisión de la tierra, también es


infinitamente improbable que en nuestra evolución política haya lugar para un partido radical a la
franco-italiana que nos recita Ferri.

Diciendo: bueno, no todos los países van a tener el mismo partido radical. Dice:

En lugar de lamentarse por la falta de un partido radical a la europea, o de intentar que el Partido
Socialista se convierta en tal…

Que es, en realidad, la propuesta de Ferri: bueno, dejen de lado a la bandera roja, y dejen de lado
hablar de la socialización de los medios de producción, o dejen de lado la idea de revolución y
conviértanse en un partido explícitamente reformista.

…lo que hay que hacer es llevar a su madurez de juicio a los radicales doctrinarios que haya en el
país, haciéndoles sentir y comprender que su puesto está en las filas socialistas.

O sea, sí, ellos tienen que estar, pero no es que el Partido Socialista debe convertirse en eso. En
realidad, eso tiene que ver con la posición un poco de centro que tiene Justo dentro del partido. Hay un
sector, llamémosle de derecha del partido –para sintetizar, Palacios, Ugarte, serían las dos figuras más
visibles, sobre todo posteriormente- que piensa “bueno, el Partido Socialista tiene que ser un partido
fundamentalmente reformista”. Entonces, un poco adhieren a lo que dice Ferri. Está, por otro lado, un
sector de izquierda, que dice “no, en realidad lo que tenemos que hacer es no adaptarnos a
convertirnos en un partido reformista, sino al revés, dejar de lado toda la cara reformista y
convertirnos en un partido puramente revolucionario”. Bueno, tampoco es la posición de Justo. O sea,
Justo es más bien: hay que tener en cuenta tanto lo inmediato como lo de largo plazo. Va a ser el
socialismo el que tiene que hegemonizar –por supuesto, no es la palabra de Justo- las tareas
democratizadoras del inexistente reformismo burgués y campesino, y dedicar su esfuerzo a incorporar

31 

 
estos sectores; fundamentalmente a los sectores rurales, enrolando a los trabajadores del campo para
modificar la estructura agraria y acelerar a la evolución técnica y económica del país.

En realidad, esta idea de la colonización sistemática, y el énfasis que tenía en toda esta discusión la
cuestión de la tierra acaparada o no, se va a relacionar con dos de los elementos claves de la mirada de
Justo: por un lado, con la posición frente a la cuestión agraria. Justo va a decir: en un país como la
Argentina, la política agraria es más importante que la política urbana. Y se va a ir a vivir 3 años a
Junín, un poco a estudiar la cuestión agraria. Y cuando vuelve, o desde allí, propone lo que se llama el
programa socialista del campo, en el cual la alianza entre obreros y chacareros es como el elemento
central de la apuesta. Esto es mucho antes de Alcorta, es a comienzos de siglo (1901,
aproximadamente). El segundo elemento que también es clave, o que está muy vinculado con esta
mirada de la teoría de la colonización sistemática, y esta lectura sobre el destino de la tierra, tiene que
ver con la lectura de la historia argentina que va a hacer Justo a partir de eso; una interpretación
económica de la historia argentina, que va a releer las guerras civiles del siglo XIX, las luchas
gauchas, como luchas populares de resistencia a la proletarización. En realidad, como en el caso de la
polémica con Ferri, el esfuerzo va a ser mostrar el vínculo del socialismo con la tradición nacional. Y
esto va a aparecer en el año 1898 -10 años antes de la polémica con Ferri-, cuando Justo presenta una
conferencia en el Teatro El Ateneo, que se llama “La teoría científica de la historia y la política
argentina”, que es uno de los textos que tienen en la bibliografía. Y es un texto que además está muy
claramente en esta clave positivista, se podría decir; porque el punto de partida va a ser demostrar que
la historia argentina es susceptible de una interpretación científica. Entonces, leer la historia argentina
en clave científica; y, a partir de eso, demostrar o sostener que, si la historia es la política del pasado,
la política del presente también puede ser objeto de una lectura científica. Uno diría, así como puede
haber una interpretación científica en clave económico-social del siglo XIX argentino, también puede
haber una interpretación científica y en clave económico-social de las luchas del presente argentino.
Entonces, dejar de lado lo que él llama este carácter enrevesado de la política de su tiempo (el
“carácter embrollado”, dice acá). Es un elemento permanente que aparece en la prédica de Justo;
también lo vamos a encontrar en Ingenieros, esta idea de que finalmente los partidos no se
corresponden con límites demasiado claros y con posiciones demasiado claras. Él dice: bueno, uno
agarra la lista, por ejemplo, del mitrismo, dice “bueno, aparece un sacerdote junto con el presidente de
la masonería argentina”. O sea, hay un cura jesuita y el presidente de la masonería. Dice: en la lista de
tal partido, aparecen tipos que son explícitamente librecambistas y otros proteccionistas. Bueno, en el
caso del radicalismo esto es explícito. Hay una polémica en estos años, en 1908, entre Irigoyen y
Molina, y Pedro Molina, que era uno de los principales dirigentes del radicalismo cordobés, dice:
bueno, hay que tomar posición ante la cuestión del librecambio y proteccionismo, y Irigoyen rechaza,
32 

 
y dice que el radicalismo no tiene que tomar postura ante eso, justamente en parte porque el
radicalismo representa a la totalidad de los argentinos, esta idea famosa de que el programa del
radicalismo es la Constitución; y, en algún punto, que si tomás partido por uno perdés a los otros.
Entonces, este argumento, en el caso de los socialistas, es decir “bueno, acá no hay partido, estas son
puras agrupaciones personales”. Entonces, dice: bueno, para hacer posible una lectura política del
presente, vamos a plantear una lectura política del pasado.

Estudiante: Pero el socialismo, con el tema de los símbolos nacionales, caía también en la indefinición
partidaria.

Profesor: En realidad, yo no creo que sea indefinición. Es una cosa distinta decir –que, de hecho, es la
posición que hoy en día tienen todos-: la bandera argentina puesta junto con la bandera roja; hoy no sé
si el PO o algún partido diría “no, acá solamente pongo la bandera roja y no nos interesa la bandera
argentina”, es una posición que hoy sólo se me ocurre que la podrían sostener los anarquistas. Ese era
un poco el discurso. Es distinto decir “no nos definamos en torno a proteccionismo y librecambismo”,
porque un partido, si quiere ser gobierno, en algún momento tiene que llevar adelante una política. En
realidad, no tenés por qué optar por una de las dos banderas. Vos podés poner las dos banderas. De
hecho, en la posición de Justo hay toda una argumentación de que, mientras no se avance hacia una
federación internacional, etc., yo prefiero mi bandera a la de cualquier otro país, pero la que representa
a la humanidad es la bandera roja. Ese es un poco el argumento. Bueno, Irigoyen también puede decir:
bueno, cuando lo dice no es gobierno, digamos. Lo que van a decir después es que cuando es gobierno
tampoco es demasiado claro. En todo caso, ese va a ser el argumento de los opositores. Pero
efectivamente había una cosa de pocos partidos programáticos. Es una cosa muy visible cuando se
leen los debates de la Ley Sáenz Peña. Cuando se leen los debates de la Ley Sáenz Peña en el
Parlamento, que son en general fuerzas conservadoras, prácticamente todos los diputados, casi todos
dicen que el único partido que hay es el Partido Socialista. O sea, no hay socialistas en el Parlamento.
Los conservadores también tienen esta idea de que hace falta avanzar hacia partidos programáticos.
Eso está muy claro también en Ingenieros, la idea de que tiene que haber un partido burgués moderno
y un partido de los trabajadores moderno.

Estudiante: Como en Inglaterra.

Profesor: Claro. En realidad, el que tiene el modelo casi exacto de Inglaterra es Ingenieros, porque
Ingenieros piensa en tres partidos: un partido obrero, un partido más liberal y un partido más
conservador, está pensando. Justo piensa más bien en dos. En realidad, hace 100 años que se viene
diciendo: bueno, la Argentina tiene que avanzar hacia la formación de dos partidos, uno más de
derecha y uno más de izquierda, llamémosle. Esa es la hipótesis Di Tella. Di Tella hace 30 años que
33 

 
dice: bueno, vamos a avanzar hacia eso, tenemos que avanzar hacia eso. En todo caso, la novedad de
la hipótesis Di Tella es que el partido de izquierda es el peronismo. El partido laborista de la Argentina
es el peronismo. Pero en algún punto la política argentina se resiste a eso, y se resiste desde antes del
peronismo, porque en el irigoyenismo sucede algo similar, en el cual es difícil colocarlo un poco en
esta cuestión de izquierdas y derechas. Pero, en todo caso, Justo lo que dice es: bueno, hay que tratar
de leer la historia argentina en clave científica.

Estudiante: ¿Qué sería eso?

Profesor: Bueno, eso es en clave económico-social. Entonces, hay toda una primera parte en clave
positivista, que dice: las leyes deben ser universales, entonces deben ser aplicadas a los diferentes
países. No puede ser que las leyes de la economía expliquen a Inglaterra pero no expliquen Argentina.
Y en todos los tiempos: no puede ser que expliquen al pasado pero no expliquen el presente. Si hay
una determinación por la lógica económica de lo político, esto debe regir siempre. Después, dicho
esto, él empieza a hacer una interpretación, y va a empezar a leer la historia argentina
fundamentalmente a partir del fin del monopolio español. Va a empezar a leer desde la Revolución de
Mayo, y la va a leer en clave de conflicto económico: la Revolución de Mayo vista como una disputa
entre intereses económicos. Y va a decir: son los intereses económicos los que intentaron salir de los
límites al progreso impuestos por el monopolio español, van a elaborar la idea revolucionaria.
Finalmente, la Revolución de Mayo es una revolución de la burguesía. La burguesía cumple con los
propósitos, unos propósitos que no se vinculan con la libertad y la democracia, sino con la obtención
de la autonomía económica, para lo cual emplean la energía revolucionaria. En realidad acá uno lo
podría poner enfrentado con Ramos Mejía. En Ramos Mejía finalmente lo que hay es una disputa que
tiene que ver fundamentalmente con estos sentimientos populares. Acá es una cuestión puramente
racional, y fundamentalmente ligada a las elites. Finalmente, no son los sectores populares los que
llevan adelante la revolución; es la elite, la burguesía que se veía constreñida, esta idea de las fuerzas
productivas demasiado poderosas para las relaciones de producción existentes. O sea, una Buenos
Aires que había ido creciendo muy rápidamente, y en la cual el monopolio español la ahogaba y en
algún punto buscaba romper. Ahora, esta situación se continúa después de la independencia con una
disputa, que tiene que ver con que los propietarios, fundamentalmente al avanzar el valor de los
productos del país, de la tierra (del cuero, fundamentalmente) ven que dedican cada vez más atención
a la explotación del suelo y del ganado, y van a impulsar el control de la población y del territorio
rural. Estas burguesías fundamentalmente urbanas van a tratar de controlar el territorio, controlar la
pampa, etc. Van a empezar a mirar con alarma la población del campo, acostumbrada a la vida libre y
bárbara. Y frente a esto van a resistir las montoneras. ¿Qué son las montoneras, dice Justo?
Simplemente, la población de los campos acorralada y desalojada por la producción capitalista, a la
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que era incapaz de adaptarse, que se alza contra los propietarios del suelo cada vez más ávidos de
tierra y ganancias. Es una resistencia a la proletarización. Ahora, el problema que observa Justo es que
los gauchos triunfan pero no tienen ningún proyecto político viable; y que en realidad lo que terminan
es siendo controlados por sus propios líderes, que son los estancieros. O sea, los que lideraron a los
gauchos en esta resistencia eran los estancieros, que lograron disciplinar a las propias masas rurales en
que se apoyaban. O sea, lo que no logran hacer las elites burguesas de Buenos Aires lo hacen los
estancieros. Las masas rurales no fueron capaces de establecer la pequeña propiedad, que era el único
medio de liberarse efectivamente de la servidumbre y el avasallamiento de los señores. El resultado es
la consolidación de la clase de los grandes terratenientes, que constituye todavía el elemento
dominante en el país, y contra el cual el socialismo debe dar batalla. Y este es un poco el argumento. O
sea, los que ganan este conflicto son los estancieros; uno puede decir, son los Anchorena, que son los
primos de Rosas que no se van en el 52, digamos; se quedan, y en algún punto siguen dominando la
política y la sociedad argentina. Entonces, en realidad el argumento es que el socialismo no es algo
que es externo a la historia argentina, sino que el proletariado tiene que continuar estas luchas en las
cuales fueron derrotadas las multitudes gauchas. En algún punto, esto es retomado en una segunda
conferencia, que se llama “El socialismo argentino”, en la cual analiza más la Argentina posterior a
Caseros, y señala cómo el socialismo sí inicialmente era un movimiento de obreros alemanes, que ni
siquiera hablaban el idioma, pero es un movimiento que se ha nacionalizado, que además plantea
banderas que no tienen que ver con los obreros urbanos. Dice: bueno, el socialismo es el único partido
que se ha opuesto a la ley de conchabos en el interior, una serie de cosas; y aparece la idea de
demarcar cierta continuidad entre las luchas del pasado de los gauchos y de los trabajadores del
presente. En todo caso, la diferencia –y ahí sí aparece esta mirada más racionalista- es que los
trabajadores tienen una conciencia de sus derechos y una capacidad de lucha que no tenían los
gauchos. O sea, reciben el elemento de resistencia, pero con una mayor conciencia: se oponen a la
superchería religiosa, tienen una mayor autonomía. El objetivo es mostrar que el socialismo no es una
teoría importada que cae de estos tipos europeos, como la acción propagandista, sino que surge de las
necesidades mismas de la historia argentina y de la sociedad argentina.

Estudiante: No entiendo por qué los gauchos no tendrían conciencia de lo que están haciendo.

Profesor: En Justo el argumento es totalmente discutible, por supuesto; pero el argumento es que los
gauchos lo que no pudieron es ser más que carne de cañón de aquellos que los dominaban. Ese es el
argumento.

Los socialistas son, a principios de siglo, explícitamente unitarios. Es interesante incluso para los
debates actuales de los socialistas y Binner. El socialismo piensa que el federalismo es más bien una

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protección de los intereses feudales del interior. De hecho, proponen explícitamente la abolición del
Senado. Ellos son parlamentaristas; y no existe modelo de gobierno parlamentario que sea bicameral.
Por supuesto, en algunos lugares hay dos cámaras, pero hay una cámara que es decisiva. Por ejemplo,
en Italia los senadores son figuras decorativas. Cuando hay un sistema parlamentario, es unicameral.
Esto es así hasta constitucionalmente: explícitamente democrática es la cámara de diputados; el senado
representa a las provincias, por eso no es igualitario. Entonces, ellos consideran que más bien la
estructura federal del Estado es una estructura más bien orientada a defender el privilegio. Entonces,
efectivamente ellos no es que reivindiquen el federalismo. En todo caso, más bien piensan que la lucha
del XIX no fue de unitarios y federales, sino que fue una lucha que es legible en clave económica, y
en la cual finalmente, en la mirada de Justo, la elite terrateniente que se consolida con el rusismo.
Bueno, se va Rosas, pero se quedan todos los demás, y en realidad no cambia demasiado. Por
supuesto, además son muy explícitamente antirrosistas. Su mirada de la historia es lo que hoy en día se
llamaría una mirada liberal de la historia; pero en el caso de Justo, además, también es una mirada
bastante crítica de las mitologías, o quiere ser, por lo menos, una mirada bastante crítica de las
mitologías, en el sentido de la justicia y la libertad. Más bien pretende ser una lectura muy en términos
de clase; por momentos, hasta un poco burda. Pero, entonces, para él finalmente no era un problema de
federales y unitarios, sino que fundamentalmente era un problema entre diferentes elites, y en realidad
lo que no obtuvieron –y yo no sé si él piensa que podían haber tenido- estos sectores del proletariado
rural era la apuesta por un proyecto propio, que para él efectivamente, él dice cuál era la alternativa –
no sé si él piensa que la podían haber sostenido- que era esto de una solución basada en la pequeña
propiedad. De nuevo, ahí no es tan distinto de Sarmiento y de la idea del farmer, o lo que yo decía de
Australia: un lugar en el cual la forma de la colonización fue diferente, entonces no hay 50 familias o
100 familias con centenares de miles de hectáreas. Además, también tiene que ver con que en
Australia, fundamentalmente, la industria principal es el lanar, y esto genera relaciones sociales
bastante distintas; incluso una vinculación de industria con ganadería diferente.

Voy a decir muy poco (porque no hay mucho tiempo) sobre Ingenieros. Ingenieros nace en Italia (se
cambió el nombre, era Ingegnieros). Nace en Italia en el año 77, es hijo de un militante socialista que
se exilia en Argentina, y él llega a la Argentina en su infancia, de bastante chico. Hay una cosa que es
importante marcar, que la señala Terán, que es que Ingenieros normalmente es visto como un
continuador de las posiciones de la generación del 80. Y tiene que ver un poco con lo que hablaba con
él en la clase anterior. En realidad, Terán señala que, primero, su vida intelectual comienza en los años
90. En el año 90 tenía 13 años. Y se relaciona con este momento posterior a la crisis, en la cual la
confianza en el progreso ha sido, en algún punto, cuestionada. Y va a ser en esos momentos en que se
van a hacer fuertes las críticas que subrayan que los progresos materiales no llevan necesariamente a
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los progresos sociales y espirituales. Y aunque Ingenieros no está tan centrado en ese tema –sobre todo
el tema de progreso espiritual, tema que es más del espiritualismo, del modernismo, esta relación entre
progreso material y progreso espiritual, esta mirada bastante negativa, en la cual se señalaba la
vulgaridad de las masas, la vulgaridad de los medios de comunicación modernos; estos no son temas
de Ingenieros- sí va a estar más centrado en la cuestión social, pero una cuestión social que no va a
estar desprovista -en varios momentos, al menos, de su trayectoria- de una fuerte impronta moralista.
Ahora, sus primeras posiciones, que tienen que ver con esto que veíamos de Ingenieros discutiendo
con Justo en el 96, postulan un capitalismo en crisis terminal; lo que abre las puertas a la revolución
socialista. Las puertas de la revolución socialista casi inmediata; no el horizonte de Justo, un
aprendizaje largo, sino la idea de que es algo que ya llega. El capitalismo, en este primer Ingenieros -
básicamente uno podría delinear tres Ingenieros- es menos un modo de producción, al estilo marxista,
que un sistema negativo que sólo produce miseria y parasitismo. A eso se contrapone una moralidad
productivista centrada en el trabajador. O sea, frente a este parásito –que de hecho es una categoría
muy propia del anarquismo, pero también aparece en cierto socialismo ético, y está en este primer
Ingenieros- tenemos, por un lado, el parásito que es el capitalista, y por otro lado el trabajador, el
productor. Esta mirada del burgués como parásito habilita cierta utilización invertida del darwinismo,
que aparece en este primer Ingenieros, de la mirada biológica, que es postular que el parasitismo
engendra la degeneración de la clase ociosa. O sea, la idea es que la clase superior finalmente no es el
parásito; el fuerte no es el parásito, no es el burgués. Y ahí aparecen muchas imágenes de fin de siglo,
el tipo que vive de noche, que está todo el tiempo borracho; frente al productor, el trabajador fuerte y
sano. Lo que hace el otro es simplemente extraer la vitalidad, pero no es el fuerte, realmente. Esto, lo
mismo que en algunos anarquistas, permite invertir el tópico imperante, y plantea que los más aptos en
la lucha por la vida no son los que controlan el poder y la riqueza, sino los activos, los productores, los
trabajadores, y también los intelectuales (en el sentido de cierto sector de intelectuales, por supuesto,
que es en el que está él), en el sentido de que están separados del poder. O sea, trabajadores,
productores, intelectuales están separados del poder. Son estos –trabajadores, y sobre todo
intelectuales- pensados como minoría activa, los que van a encabezar una revolución, que Ingenieros
no se decide ni siquiera en este primer momento a confiar en la espontaneidad de las masas. Hay
muchas cosas que cambian de un Ingenieros a otro, pero hay un elemento que permanece, que es cierto
elitismo, cierta idea de –salvando el anacronismo- vanguardia, digamos, que está presente en los
diferentes momentos. Hay una idea de un papel central de las minorías activas, que se legitiman
porque se fundan en la ciencia, se fundan en la razón, y se oponen a esas otras minorías que se fundan
en la opresión y se fundan en la fe. El último Ingenieros va a decir: están las minorías de la luz y las
minorías de la sombra, de la oscuridad, las minorías feudales. O sea, los maestros contra los curas; esa

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es un poco la fórmula. Esto le confiere a su pensamiento cierta matiz teoricista, que anticipa su
cientificismo posterior; o sea, esta idea del lugar central de las minorías del saber, incluso en este
primer Ingenieros no positivista, más voluntarista, más revolucionario.

Ahora, el tránsito de este Ingeniero muy joven, de los años 95, 94, 96, que tiene 17 a 20 años, hacia el
Ingenieros más positivista, comienza a darse ya en las últimas intervenciones de Ingenieros en La
Montaña, en las cuales deja ver su creciente escepticismo ante la posibilidad del advenimiento
revolucionario. También uno podría pensar que, a fines de la década del 90, en el 97, 98, la Argentina
ya ha salido claramente de la crisis del 90, y el mundo está iniciando una nueva etapa de expansión
capitalista, que va a durar hasta la guerra. Entonces este momento de la revolución inminente se hace
más problemático, digamos. En realidad, uno podría decir que el abandono de las expectativas
revolucionarias deja a Ingenieros dos caminos. El primero pasa por la revalorización de las
consecuencias del capitalismo, antes tan criticado. Esa es una posibilidad. La otra es el mantenimiento
del rechazo de los valores burgueses, por medio del repliegue en la interioridad, en la estética. Ese va a
ser el camino de Lugones, de los modernistas; un rechazo más estético al burgués, un gesto más
aristocrático.

Estudiante: ¿A lo Weber?

Profesor: No, Weber es una figura más difícil de ubicar en este esquema. La figura más clara sería
Nietzsche, a lo Nietzsche, diría yo. O sea, la idea del burgués como una figura mediocre. Incluso eso
aparece en un montón de pensadores de fin de siglo: una figura fea, que sólo le preocupa el dinero. El
aristocratismo antiburgués, digamos. Esto va a ser una marca importante en el modernismo, incluso en
el modernismo de los poetas, de Darío. Algo de eso van a ver con Karina la clase que viene.

Ahora, este camino no deja de tentar un poco a Ingenieros, y en Ingenieros hay cierto coqueteo con
eso; pero de todos modos va a terminar inclinado por algo que tiene que ver con el primer camino, con
cierta revalorización del capitalismo, y por el camino de cierto elogio del recorrido modernizador. A
partir del 98, 99, hacia fin de siglo comienzan a ganar peso en la obra de Ingenieros las categorías del
positivismo y la sociología científica, podríamos llamar. En el 98 publica De la barbarie al
capitalismo, en el que, como el título ya lo indica, la referencia al capitalismo abandona su asociación
con lo parasitario. La barbarie es lo otro del capitalismo. Lo parasitario pasa a ser, en todo caso,
característica de un tipo desviado del capitalismo, el de acá, el iberoamericano, que se contrasta con el
más productivo anglosajón. En realidad, Ingenieros no deja de plantear que la transformación
modernizadora produce fenómenos patológicos. No, él señala, por ejemplo, que la superexplotación
produce degeneración, produce delito; pero esto no lleva a plantear la impugnación global del sistema.
En vez de decir “el capitalismo se debe derrumbar”, o “es el mal”, lo que lleva es a la necesidad de
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plantear un conjunto de mecanismos y de reformas sociales que traten sobre estos graves males
generados por la modernización, que deben ser no pensados como una impugnación global del
sistema, sino como elementos a corregir. Entonces, él va a elogiar las iniciativas que avancen en la
regulación del trabajo; por ejemplo, va a ser uno de los que va a elogiar el proyecto de código de
trabajo que propone Joaquín V. González en los últimos días del gobierno de Roca, y va a cuestionar
al Partido Socialista por no apoyar ese proyecto de código de trabajo; dice “bueno, no lo apoya por
miras electoralistas”. De hecho, es un proyecto en el cual participan incluso algunos intelectuales
socialistas del proyecto de código de trabajo, pero que al mismo tiempo que plantea un montón de
beneficios sociales, también incorpora una serie de regulaciones que casi hacen como incorporar al
código elementos ligados a la Ley de Residencia. Entonces, tiene una faz represiva, y al mismo tiempo
una faz de conquista social muy fuerte; tiene esos dos rasgos. En general, el movimiento sindical lo
rechaza muy violentamente.

En todo caso, lo que él va a señalar es que lo que hay que pensar es estos mecanismos de regulación,
de resolución de los problemas sociales, que tienen que ser llevados adelante por aquellos que
mantienen el saber. Los que tienen el saber son los que pueden decir hasta cuánto hay que avanzar, en
este sector hay que corregir, etc. Ya no hay, como en el primer Ingenieros, más subjetivista,
voluntarismo, sino que lo que hay es una articulación entre sociología marxista y evolucionismo
spenceriano. Y a eso él lo va a llamar bioeconomismo. Y él va a decir, parafraseando a Spencer: “La
unidad de lo real, monismo, se transforma incesantemente en evolucionismo por causas biológicas”. O
sea, la unidad de lo real se transforma incesantemente por causas biológicas. Y con estos principios él
va a intentar entender la evolución sociológica argentina, que es la parte principal de La sociología
argentina, que es el texto que tienen en el programa. Y él comienza planteando una mirada
fuertemente positivista. Dice:

La sociología es una rama de las ciencias biológicas, de las que se distingue por la solidaridad
humana, que a su vez es posibilitada por la autoproducción humana de los medios de subsistencia.

Uno podría decir que acá hay un punto de acuerdo con Justo. Como en Justo, las asociaciones, por un
lado, es el elemento que marca la diferencia con las formas más duras del evolucionismo biológico, la
importancia de la asociación, y al mismo tiempo es la que genera la posibilidad de economicismo. O
sea, la cooperación es lo que hace pasar de la biología a la economía. Para él –incluso más que en
Justo- la continuidad entre biología y economía es muy fuerte. Las leyes de lo biológico son casi
traducidas muy directamente en el terreno económico. Al entrar en el ambiente humano, el
determinismo biológico se transforma en determinismo económico. Esto es el economicismo. Si
ustedes leen la primer parte del texto, hay un intento de mostrar el vínculo que hay entre sociología

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económica y sociología biológica, entonces empieza marcando unas muy fuertes vinculaciones entre
sociedades animales y sociedades humanas: las colmenas y los hombres, etc. Y, al mismo tiempo,
planteando que en todas ellas rige la lucha por la vida, tanto en las sociedades animales como en las
sociedades humanas; pero en las sociedades humanas, los hombres no sólo luchan contra vegetales y
animales, sino que, al poder asociarse unos y otros, generan nuevas formas de lucha entre agregados.
Entonces, para él, él va a decir que, por ejemplo, la lucha de clases, el elemento clave de la mirada
marxista, en realidad es un tipo de lucha entre agregados humanos. Así como está la lucha entre
naciones, está la lucha entre familias, está la lucha entre sexos, la lucha entre grupos corporativos, está
la lucha de clases. Finalmente, acá hay una toma de distancia: la lucha de clases sí, es un conflicto,
pero es un conflicto más; y no es el más importante. Cada vez más –en su mirada, al menos- el
elemento central está puesto en el elemento nacional. El segundo Ingenieros, que va de fines de los 90
hasta el 12 o el 13, es un pensador muy fuertemente ligado a la preocupación por lo nacional, y por los
problemas de esta modernización argentina. Va a ser en base a estos postulados que Ingenieros deja de
militar en el socialismo en el año 99, y renuncia a su afiliación 3 años más tarde. Aunque él dice que
siempre va a votar a los socialistas –eso declara muchos años después-, que nunca los deja de votar,
pero que renuncia a la afiliación. La acción principal de este segundo Ingenieros pasaba por el ámbito
científico y en las agencias estatales. Es más, uno podría decir, en las agencias estatales de control
social, fundamentalmente. Así, es Jefe de Clínica del Servicio de Observación de Alienados de la
Policía Federal; y luego dirige el Instituto de Criminología, que estaba anexo a la Penitenciaría
Nacional. Va a ser en consonancia con el pensamiento médico que la oposición central en su
pensamiento va a ser la que contrapone lo normal a lo patológico. Ese es un poco el par estructurante
de su pensamiento en estos años. El centro de su preocupación ya no está puesto en la cuestión social
sino, como decía antes, en el problema de la nación. La cuestión es pensar a la Argentina como un país
moderno, un país integrado al capitalismo y a la cultura universal y la senda del progreso, ante lo cual
las tensiones de la cuestión social deben ser vistas como síntomas de un malestar que hay que tratar
para que no obstaculice el camino evolutivo. Son síntomas de esta transformación, hay que tratarlos
para que sean lo menos disruptivos posibles. Va a ser en esta línea de progreso, en esta idea de que la
Argentina es un país moderno, integrado al capitalismo y la cultura universal, que Ingenieros va a leer,
también en este texto –y es un texto que también se puede cruzar con lo que hablábamos de Justo, y
también se puede cruzar con Ramos Mejía- va a leer la historia argentina, al menos del XIX,
destacando no sólo el desarrollo económico, sino el modo en el cual la inmigración determina el
predominio de la raza blanca. De hecho –y esto aparece en el cap. 2, que en realidad es el centro del
texto que ustedes tienen ahí, y es el que le da el nombre al texto, La evolución sociológica argentina-
la formación de la nacionalidad argentina no es más, dice Ingenieros, que la historia de la expansión de

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la raza blanca y su adaptación a nuevos ambientes. Así, Ingenieros analiza la conquista de América. La
conquista de América es esta historia de la expansión de la raza blanca, y plantea que se da de dos
modos diferenciados. De nuevo, esto es predecible: la nórdica y la mediterránea. Unos y otros se
imponen a los nativos, dice, y no puede ser de otra forma, porque la sociedad civilizada siempre se
impone; pero, mientras los nórdicos transplantan su civilización, los mediterráneos se mezclan, dando
origen a una raza mestiza. Ahora, en todo caso, lo que surge son diferentes tipos de sociedades, las dos
nacidas del predominio de la raza blanca; en las cuales tienen diferentes resultados. De todos modos,
acá Ingenieros modifica un poco la dureza racial del planteo –hay que recordar, como decía antes, que
cuando hablaban en el 1900 de raza no necesariamente era un discurso tan puramente biológico como
hoy, porque lo cultural y lo biológico no estaba del todo separado- y esto se deja ver en el argumento
de Ingenieros, cuando dice:

La raza no es un factor abstracto, sino que se traduce en instituciones. Así, mientras la colonización
inglesa transplantó las instituciones económicas y sociales que fundaban su adelanto, la colonización
española, proveniente de un país agotado, no se propuso difundir la cultura, sino lucrar sobre la
expoliación indígena. Esa forma de conquista generó una mentalidad rentística y parasitaria que aún
se mantiene.

Esta idea del espíritu parasitario español, el espíritu rentístico español. Entonces, cuando dice “la
raza”, no está hablando solamente de…

Estudiante: Pero en Estados Unidos eliminaron a los indios, también.

Profesor: En realidad, acá los eliminaron menos, porque se mezclaron –y eso lo dice Ingenieros-; pero
lo que está diciendo es que, ¿por qué un país es moderno y crece, y estos otros países son más pobres,
y son más inestables? Ese es el argumento. En realidad, desde la mirada de él, uno y otro se
impusieron a los indios, y no podía ser de otra forma. La diferencia es el tipo de instituciones que
tienen uno y otro: unos tienen instituciones que fundan el avance, y otros tienen instituciones que
fundan el atraso. Ese es un poco el argumento. O sea, en Ingenieros –y los socialistas en general- se
mantiene, cuando en otros sectores ya ha cambiado, la mirada antihispanista. Es una mirada que viene
desde la independencia, en algún punto.

Estudiante: Pero es cierto que la situación de EEUU, por la cierta laxitud de Inglaterra con respecto a
la dominación sobre los inmigrantes que pueblan EEUU, es muy distinta a 300 años de colonia
española, donde se institucionaliza con un montón de modos de llevar la política.

Profesor: Eso por un lado. El argumento de él está en eso, y está en que incluso eso está hasta casi más
allá de la voluntad de los españoles. Para decirlo de una forma, no es sólo que los españoles –creo que

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en Ingenieros es más importante esto- hicieron una dominación más férrea, sino que además en sí
mismos eran más atrasados…Y ellos están observando –algunos con más, otros con menos simpatía-
que España es, en estos años, un país prácticamente tan pobre como ellos, o tal vez más. Entonces, es
como decir “bueno, la verdad que vinimos de estos”. No hay en este Ingenieros –esto es distinto del
tercer Ingenieros, el latinoamericanista- una cierta valoración más positiva de la herencia española, de
lo latino. Esto es algo que se está empezando a dar en estos años, y se está empezando a dar mucho
más en el mundo literario. Lo estoy viendo a Martí acá adelante (en cuadro grande en una pared del
aula), y pensaba: si hay un ejemplo ambiguo, es Martí, porque es a partir de la guerra de Cuba que
empieza a haber una reivindicación del latinoamericanismo y del antinorteamericanismo, etc. Pero,
efectivamente, a Martí lo mataron los españoles, no lo mataron los norteamericanos. Entonces, uno
diría, hasta el 98 España es todavía la que nos colonizó. Y esto está claro. Eso empieza a cambiar en el
fin de siglo, por supuesto. De hecho, por ejemplo una de las cosas que marca ese cambio es el himno.
Ustedes saben, hasta fin de siglo se cantaba entero el himno, con todos los insultos a España. Eso
cambia, en parte por un cambio cultural más general, y en parte porque hay muchos españoles, y
entonces eso generaba que se agarraban a piñas, porque les cantaban el himno para pelearse; bueno,
hay una serie de transformaciones. De todos modos, en general, en esta mirada es casi un tópico que la
marca de la colonización española es un problema; no es parte de lo bueno, sino que es parte de lo
malo (por lo menos en esta mirada más positivista).

Ahora, después del período colonial, Ingenieros pasa a la independencia; que, de nuevo, en esta mirada
no es tan distinto de lo de Justo. Dice que la independencia se explica por el intento de los españoles
nativos por participar de la explotación, que hasta ese momento quedaba en manos de los peninsulares.
O sea, un conflicto fundamentalmente económico. ¿Los recursos dónde quedan? Se van todos para
allá. Bueno, quedémonos parte acá, o quedémonos todo acá. La independencia es, entonces,
consecuencia de la búsqueda de emancipación económica, y es resultado de la crisis del monopolio
español. Y, de hecho, acá Ingenieros cita ese texto de Justo del que hablaba antes. Se da un conflicto
entre comerciantes monopolistas y hacendados. Y, finalmente, los hacendados triunfan; de los cuales
Moreno es el portavoz. Pero el triunfo es el de una minoría. Finalmente, era un conflicto entre dos
minorías. Se pasa de los comerciantes extranjeros a las oligarquías criollas. Y entonces, finalmente, lo
que queda es una serie de grupos oligárquicos, ninguno capaz de articular un sistema productivo
demasiado estable, y, dice, esto es lo que origina la anarquía. O sea, se disolvió el vínculo con la
corona española, quedaron estos grupos oligárquicos, ninguno logra establecer un régimen económico
estable, y lo que se establece es un régimen de feudalismo bárbaro, dice, en el cual los propietarios de
la tierra imperan en sus dominios. El latifundio es la causa del caciquismo. La falta de intereses
comunes hace que la única forma de articulación política esté puesta en las manos de los que luchan
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por el poder. Sin embargo, cuando se va organizando el comercio, comienzan a organizarse los
intereses, y se pasa del caciquismo al caciquismo organizado; y quien conduce el tránsito es Rosas,
que es el propietario de las más grandes haciendas, y quien forma un tras de los hacendados. Rosas es
el líder de los hacendados. Esto le da prestigio entre las clases conservadoras enemigas de la
revolución. De hecho, para Ingenieros, más que el tirano, Rosas es el restaurador del orden colonial.
Como en Sarmiento, Rosas es el enemigo de la revolución de mayo. Es un caudillo como los otros,
pero es más capaz; entonces va a apaciguar primero, y después a dominar a los caudillos locales. Va a
hacer lo que no habían logrado los ilustrados de Buenos Aires. Sin embargo, para Ingenieros, el
conflicto no es entre bárbaros y civilizados –dice-, como lo embellece Sarmiento, ni tampoco es entre
la burguesía naciente y las multitudes, como podríamos decir que en algún punto es para Justo; sino
que es entre los intereses feudales del interior y los intereses de la ciudad y su aduana. Es más parecida
a la mirada de Alberdi, digamos. El nombre de federal, dice, es vacío. En Argentina no hay federales.
¿Por qué? Porque los habitantes del interior no reclaman autonomía, sino que lo que piden es
participación en los recursos de aduana de Buenos Aires. De hecho, Rosas se impone a los demás
porque tiene esos recursos. Y esta lucha por el control de la aduana y de Buenos Aires continúa
después de Caseros y continúa hasta el 80 (es un poco lo que decíamos el otro día). Finalmente, se
imponen los intereses feudales del interior. O sea, finalmente, llamativamente, es el interior el que
gana. De hecho, en el 80 se decía “es la muerte de Buenos Aires”. El 80 es visto como el 20 de nuevo,
o sea, como Ramírez y López atando el caballo a la pirámide de mayo. Bueno, lo mismo son las tropas
de interior entrando a Buenos Aires. Se imponen los intereses feudales del interior, encarnados en el
PAN, a los de la ciudad, apoyados en oposiciones locales, como el mitrismo o el radicalismo. Sin
embargo, acá se dan dos evoluciones, que a él le parece que es lo decisivo; no políticas, sino sociales.
La clase terrateniente pasa de feudal a agropecuaria, la inmigración aumenta la producción y asegura
el dominio de la raza blanca. El caudillo se vuelve estanciero, el gaucho se vuelve peón. A esto se
agrega el colono, pero las costumbres bloquean el acceso a la tierra. Aparece este problema. Al mismo
tiempo, en el mundo se va dando la expansión capitalista, que tiende a la concentración de la riqueza.
Sin embargo, él dice que, más allá de estos obstáculos al acceso a la tierra, todavía existen ciertas
oportunidades para que el colono se haga propietario, dice. Acá es un poco distinto de lo de Justo; o
sea, hay posibilidades de pasar de colono a propietario. Esto le da a la sociedad argentina cierta
movilidad, que impide la estabilidad de la estructura de clases. Ahora, cuando disminuya la tierra libre,
la diferenciación social se va a estabilizar, y los problemas sociales se van a ver acompañados de los
conflictos del tipo del Viejo Mundo. O sea, más adelante va a ser como dice Justo, pero ahora es como
dice Ferri. Ahora todavía hay cierta estabilidad, todavía puede haber ascenso social. Bueno, este es el
Ingenieros positivista, funcionario, como diciendo “bueno, ahora no hay tanto lío, no hay tantas

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razones para lucha de clases”. El crecimiento económico parece despejar el horizonte, para que las
diferencias de intereses sociales sean resueltas de modo pacífico. Para esto es necesario –y acá sí hay
un punto de acuerdo con Justo- que la evolución económica y social alcance al sistema político; y ahí
aparece esto que hablábamos antes, de la idea de tres partidos: uno de los terratenientes, otro de los
industriales, otro de los trabajadores. Ahora, es cierto que, de todos modos, a este eje él le agrega un
segundo eje, que es el que opone criollos a inmigrantes. Y él dice: los criollos van a sostener a las
oligarquías feudales. Los nuevos argentinos van a apoyar a una política liberal radical. O sea, los
criollos, aunque sean trabajadores, van a apoyar a las oligarquías feudales; o sea, va a haber un apoyo
popular criollo a los sectores más conservadores. Y, al mismo tiempo, va a haber cierta vinculación
entre los sectores más industriales y los trabajadores; o sea, una evolución a la inglesa, de tres a dos.
Ustedes saben, durante mucho tiempo en Inglaterra hay una cierta alianza de lo que se llamaba la
alianza lib-lab, entre los liberales y los laboristas; después el partido liberal se hundió, y quedaron
conservadores contra laboristas. Y en este momento hay una breve recuperación del partido liberal,
que está ahora asociado con los conservadores.

Ahora, él piensa no sólo en las consecuencias de esto sobre la política interna, sino en la política
externa de la Argentina. Y ahí habla de lo que les decía el otro día, la función de la Argentina como un
cierto imperialismo civilizador, posibilitado porque es un país de raza blanca, que tiene territorio y que
crece económicamente. Esta es un poco una de las apuestas, de este Ingenieros preocupado por la
cuestión nacional.

Digo dos cositas nada más porque ya tenemos que dejar el aula, para hablar de que hay un tercer
Ingenieros, que tal vez es el que más ha primado en el imaginario posterior, que es que, después del
año 13, Ingenieros empieza a abandonar el positivismo. Él se presenta a un concurso en la Facultad de
Medicina, sale primero, pero las ternas iban al Presidente de la República -para ver la importancia que
tenían los cargos universitarios en esa época- y el Presidente, que era Sáenz Peña, nombra a otro. Ahí
se puede relacionar con el anticlericalismo de Ingenieros, y Roque Sáenz Peña era un católico
militante, o con la vinculación de Ingenieros con el roquismo, y Roque Sáenz Peña era un anti roquista
militante. La cuestión es que va otro.

Estudiante: ¿Ingenieros era roquista?

Profesor: Se fue con Roca a Europa, sí. Viajó casi como secretario de Roca, digamos. La cuestión es
que denuncia esto, se va a Europa, escribe El hombre mediocre –que muchos lo asocian con que el
hombre mediocre es Sáenz Peña, como prototipo, por supuesto- y empieza a abandonar estas
categorías. En este momento sucede algo importante, de hecho, cuando él está en Europa, que es la
guerra. Y la guerra marca un cambio cultural y civilizatorio a nivel mundial. Ingenieros publica, a
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comienzos de la guerra, un libro que está en la bibliografía, que se llama Los tiempos nuevos, en el
cual casi todos los textos hablan de la Revolución Rusa, y él tiene una mirada muy elogiosa de la
Revolución Rusa, pensada como una transformación civilizatoria importante, pero el primer texto –
que es anterior, del año 14- se llama “El suicidio de los bárbaros”. Es interesante, porque en ese texto
los bárbaros son los europeos. No es que se abandona la asignación de barbarie, sino que en este
momento Europa deja de empezar a representar la civilización, y la civilización pasa a estar en
América, el continente del futuro, y un poco este es casi uno de los elementos que empieza a marcar el
latinoamericanismo del tercer Ingenieros, que va a rehabilitar las categorías éticas, va a pensar mucho
más importante el papel de los ideales, y va a abandonar, al menos parcialmente, este discurso más
determinista.

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