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Muchas barreras comerciales son establecidas en la práctica para proteger los intereses de

grupos particulares, aunque los políticos normalmente reclamen que las políticas están siendo
llevadas a cabo por el interés general de la nación. No obstante, y a pesar de que los
economistas consideren que el alejamiento del libre comercio reduce el bienestar nacional,
hay, de hecho, algunas razones por las que las políticas comerciales activas puedan a veces
aumentar el bienestar del conjunto de la nación:

a) Para un país grande, que puede influir en el precio de los exportadores extranjeros, un
arancel reduce el precio de las importaciones y, por tanto, genera un beneficio en su relación
real de intercambio. Este beneficio puede ser mayor que los costes asociados al
establecimiento del arancel y, por tanto, justificaría el establecimiento de un arancel. No
obstante, hay que resaltar que sólo sería aplicable al caso de un país grande. De hecho, aunque
este argumento desde el punto de vista intelectual puede resultar impecable, en la práctica, es
de una utilidad muy dudosa.

Una variante del argumento anterior se basa en el poder de mercado que confiere la
diferenciación de productos. Cuando los productos que se ofrecen no son idénticos, sino
diferenciados desde la perspectiva del comprador, los productores tienen una cierta capacidad
para modificar el precio, es decir, un poder de mercado. Esta capacidad de incidir sobre el
precio mediante un arancel estaría abierta no sólo a los países grandes, sino también a los
países pequeños en los casos de los productos diferenciados y, por tanto, asignando un papel a
la política comercial.

b) Protección de una “industria naciente”: los momentos iniciales en que surge una industria o
una actividad económica en un país pueden verse comprometidos si esa industria naciente se
enfrenta a la pura competencia de las empresas extranjeras ya establecidas en el mercado. El
gobierno protegería a la industria naciente hasta que su actividad se consolidara y pudiera
competir en condiciones de igualdad con la industria exterior. Aunque se pueden dar razones
del por qué las condiciones iniciales de inferioridad de la industria naciente: comercialización e
imagen, economías de escala y aprendizaje mediante la práctica; esto no elimina los
problemas asociados a determinar cuando una industria naciente debe dejar de estar
amparada por la protección, o qué hacer si transcurrido el tiempo, la industria nacional no es
capaz de competir en igualdad de condiciones con la industria exterior.

c) Anti-dumping: se trata de establecer medidas de protección frente a un comportamiento o


práctica “desleal” por parte de empresas extranjeras. El dumping es una práctica de precios en
la que una empresa establece un precio inferior para los bienes exportados que para los
mismos bienes vendidos en el país. Cuando las autoridades económicas nacionales detecten
que empresas extranjeras están vendiendo en nuestro país a precios por debajo de coste o
inferior al precio al que venden en sus mercados de origen, adoptarán medidas anti-dumping.

Aunque pueda parecer que las prácticas de dumping benefician a los consumidores de los
países importadores, son perseguidas por las autoridades nacionales por el efecto muy
negativo que a medio plazo pueden tener sobre la industria nacional. El problema de la
adopción de medidas anti-dumping es la dificultad para determinar cuando realmente una
empresa extranjera está llevando a cabo dumping.

d) Defensa frente a los bajos salarios o protección de empleo existente en terceros países. En
ocasiones el argumento esgrimido para defender el establecimiento de barreras comerciales
es la defensa del empleo nacional frente a los países que producen a muy bajos costes, como
consecuencia de los bajos salarios o de las mínimas condiciones laborales y sociales que tienen
sus trabajadores.

e) Externalidades positivas: se refiere a la necesidad de proteger los sectores, actividades o


industrias que generan unos beneficios que se trasladan al conjunto de la economía. Este tipo
de externalidades se da en las industrias de alta tecnología (ordenadores, electrónica e
industrial aeroespacial, entre otras) y en la medida en que pueden generar beneficios sociales
por el conocimiento que generan, se sostiene que se debe subsidiar la generación de ese
conocimiento que la propia empresa no se puede apropiar.

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