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de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito hacia la
eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del río
Nilo, la sucesión de las estaciones y el curso solar que provocaba el día y la noche fueron
considerados como regalos de los dioses a los habitantes de Egipto. El pensamiento, la
moral y la cultura egipcias estuvieron arraigadas en un profundo respeto por el orden y el
equilibrio. El arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino
eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca fueron considerados como algo
importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos del arte
egipcio establecidos desde un primer momento continuaron prácticamente invariables
durante más de 3.000 años. Para el espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio
puede parecer rígido y estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo, no
fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la
eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado.
En 1987, la familia Alves da Silva, del sur de Brasil, compró la hacienda Cachoeira, en
la que Mendes había trabajado. Los nuevos propietarios intentaron expulsar a los
caucheros y transformar la finca en un rancho ganadero. No obstante, los empates que
tuvieron lugar en Acre llevaron al gobierno a convertir este terreno en una reserva
extractora. Darlí Alves da Silva, que perdía con ello sus tierras, comenzó a planear el
asesinato de Mendes. El 22 de diciembre de 1988, éste fue tiroteado en la puerta de su
casa. Alves y su hijo Darci fueron acusados del crimen y condenados a 19 años de prisión
en 1990. Ambos consiguieron escapar de una cárcel de baja seguridad en 1993, pero
fueron capturados nuevamente en 1996.