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Después de mucho pensar, decidió llevarlos a un castillo abandonado que había a las
afueras de la ciudad. Decían que estaba encantado y por eso nadie iba por allí. Pero
a Lucas le podía más el miedo a perder sus cuentos que lo que le pudiera hacer un
fantasma aburrido.
Durante días, Lucas estuvo yendo de noche al castillo para esconder más y más
cuentos. Durante el día estaba tan cansado que, cuando volvía del colegio, se quedaba en casa durmiendo
toda la tarde.
Cuando acabó de esconderlos todos, Lucas oyó decir que el ladrón había huido, así que decidió recuperar
sus cuentos. Pero cuando llegó al castillo, descubrió que sus cuentos habían desaparecido misteriosamente.
Por la mañana, Lucas les dijo a todos que el ladrón no había huido y que él sabía quién era:
- El ladrón es el fantasma del castillo abandonado. Llevé allí mis libros para esconderlos y cuando he vuelto
a por ellos, habían desaparecido. Pero nadie hizo caso a Lucas, y el niño tuvo que buscar nuevos cuentos
para su biblioteca. A las pocas semanas, Lucas tenía su biblioteca llena otra vez. Y entonces, comenzaron
de nuevo los rumores que anunciaban que el ladrón de cuentos había vuelto.
- Esta vez no llevaré mis libros al castillo -pensó Lucas. Los esconderé en el sótano del colegio. Allí nunca
baja nadie. Y así lo hizo. Por las noches, Lucas bajaba al sótano del colegio a esconder sus cuentos. Días
después, Lucas escuchó decir que el ladrón de cuentos ya no estaba, y decidió volver a por sus cuentos.
- ¡Oh, no! ¡Han desaparecido! ¡Otra vez! ¿Qué voy a hacer ahora?
Y así fue como se resolvió el misterio del ladrón de libros y cómo Lucas entendió que no podía coger lo que
no era suyo por mucho que deseara.