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PREHISTORIA

EL CASO DE POMPEYA
Selección de textos a cargo de la Cátedra de Prehistoria. IES Nº1. GCBA. Buenos Aires.

Nota Preliminar

Texto tomado y adaptado por la Cátedra de Prehistoria de VicKers, M. 1995. El mundo romano I.
Colección orígenes de hombre 51. Ediciones Folio. Barcelona.

Herculano y Pompeya fueron dos ciudades cuyo descubrimiento desató la imaginación de la


Europa del siglo XVIII. Herculano había sido un retiro costero de la aristocracia y Pompeya
un activo pueblo mercantil. Ambas fueron arrasadas por la repentina erupción del Vesubio.
Herculano fue inundada por lava líquida y barro volcánico, mientras que Pompeya sucumbió
a una lluvia de cenizas y de piedra pómez (Figura 1). Ninguna de estas ciudades se recuperó
después de la erupción, y el emplazamiento de Pompeya llegó, incluso, a ser olvidado. No fue
hasta cuando se realizaron excavaciones apoyadas por obras de ingeniería, en los siglos XVI y
XVII, que las ciudades enterradas fueron reconocidas por lo que en realidad eran.

Figura 1. La erupción del Vesubio lanzó enorme cantidad de cenizas volcánicas y de


pumíceas que fueron arrastradas por el viento hacia el sur. La piedra pómez, más pesada,
cayó en las inmediaciones del volcán. En Pompeya el material volcánico expulsado por la
erupción del 79 d C. forma un estrato de unos 2,50 m de profundidad.
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Herculano fue descubierta en 1684 por unos granjeros que horadaban en un pozo. El registro
de los estratos perforados muestran una sucesión de: primero una capa gruesa, de tres metros
de profundidad, luego diez cursos alternos de lava y tierra antes de llegar al agua a una
profundidad de 27,5 metros.
Hacia 1706, el pozo pasó a manos del príncipe francés d´Elboeuf, comandante de un ejército
imperial que había sido enviado a Nápoles. La excavación fue utilizada como una conveniente
fuente de fragmentos de mármoles para nuevos edificios. No obstante, también se encontraron
estatuas de mármol, tres de las cuales fueron enviadas al príncipe Eugenio de Saboya en
Viena.
En 1736 las esculturas pasaron a la colección del elector de Sajonia en Dresde. En 1735,
Carlos III de Borbón había ascendido al trono en Nápoles, y en 1738, desposó a la hija del
elector de Sajonia. La pareja que compartía una pasión por la antigüedad compró la propiedad
de d´Elboeuf en Herculano y empezaron a costear la excavación a gran escala del
emplazamiento.
A cargo de las operaciones estaba Rocque de Alcubierre, comandante español del cuerpo de
ingenieros del ejército napolitano. Por desgracia, sus habilidades organizativas no llevaban
emparejada la meticulosidad necesaria para desenterrar delicados objetos que llevaban siglos
sepultados.
Motivando a que J. Winckelmann, un estudioso del arte antiguo, dijera más tarde: “debido a
su inexperiencia /Rocque de Alcubierre/ fue responsable de grandes daños y de la pérdida de
muchas objetos hermosas”.
En 1752 toda una biblioteca de rollos de papiro carbonizados fue recuperada. La labor de
desenrollar y leer esos papiros sigue en marcha, pero el contenido principal de los que fueron
abiertos parece corresponder al filósofo helénico Filodemo. Los descubrimientos de
Herculano fueron puestos en conocimiento del mundo en una serie de lujosos volúmenes
producidos por la corte napolitana.
Entre 1595 y 1600, el arquitecto Carlos Fontana estaba excavando un canal que iba desde el
río Sarno hasta los molinos de Torre Annunziata, perforó la colina que cubría el
emplazamiento de Pompeya. Si bien se encontraron fragmentos de albañilería y una
dedicación a la diosa Venus nadie advirtió que se estaba descubriendo a Pompeya.
Sin embargo, fue Alcubierre quien inició las investigaciones arqueológicas estudiando la
zanja abierta por Fontana. El ingeniero suizo K. Weber quedó a cargo de las operaciones de
limpieza, que se llevaron a cabo de una manera poco planificada. No se excavó de manera
sistemática hasta 1860, cuando G. Fiorelli empezó a excavar metódicamente según un plan
predeterminado. Los primeros excavadores emplearon métodos improvisados y, una vez
excavados, los edificios quedaron en un total abandono.
Se debe también a Firelli la idea de rellenar de yeso las cenizas comprimidas, que han servido
de molde para extraer formas relacionadas con el trágico fin de la vida en Pompeya. Asi, fue
que se recuperaron mediante el vertido, de argamasa de París, en agujeros de “aspecto
prometedor”, obteniéndose el vaciado en yeso de un perro retorciéndose en agonía o un
arriero asfixiado (Figura 2). Debido a que la materia orgánica que estaba contenida en las
cenizas fue carbonizada por el intenso calor, quedando solamente los moldes de personas y
otros elementos de material perecedero.
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Figura 2. Vaciados en yeso. Museo de Historia Natural de Londres.

Traducción y adaptación de la Cátedra de Prehistoria. Guzzo, P. 2000. Pompei. Elemond Editori


Associati. Nápoli.

La época de los descubrimientos

Pompeya forma parte del imaginario del europeo culto, produciendo interés o curiosidad,
desde mediados del siglo XVIII, a partir del descubrimiento de las ciudades de Herculano,
Stabia y de la propia Pompeya.
Los descubrimientos comenzaron con la excavación de un pozo que arrojó el hallazgo de
utensilios y esculturas antiguas, que tenían parangón con aquellas que se conocían desde la
antigüedad clá sica. Estas últimas, provenían de manera casi absoluta de Roma, la cual, para
ese entonces estaba gobernada por el Papa, quien estaba circundado por familias de
cardenales de origen noble y muy poderosas.
El dominio papal se extendía sobre las colecciones de estatuas, mosaicos y ajuares, como
también de los todavía visibles monumentos del Coliseo, del Panteón romano y de los arcos
que conmemoraban los triunfos sobre las colonias his tóricas. Por ese motivo eran
considerados como testimonios tangibles de los logros históricos y culturales alcanzados en la
antigüedad.
En tanto, los reinos del sur de Italia estaban gobernados por el nuevo rey de Nápoli, quien
sucedía a Carlos III de España y quien capitalizó los inesperados descubrimientos
arqueológicos realizados en la región de Campania convirtiéndolos en instrumentos de
gobierno. Por ello, el control de las excavaciones estuvo restringido al más íntimo ámbito de
la corte.
Era al rey a quien se le informaba a diario los descubrimientos que se iban realizando en las
excavaciones y quien autorizaba cada una de las visitas a Herculano y Pompeya, a la vez que
supervisaba el desarrollo de las colecciones que iban en progresivo aumento y que eran
depositadas en el ámbito mismo del Palacio Real de Portici. También era prerrogativa real
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decidir a quien donar los folios con incisiones, los frescos, los mosaicos, las estatuas y otras
clases de utensilios.
Una nómina real de estudiosos conformaba la Academia Herculanense, creada para proceder a
la publicación de los resultados de las excavaciones. Al rígido y centralizado control real se
oponían las frecuentes rivalidades surgidas en el interior de la Academia. En tanto, el interés y
la curiosidad por lo que estaba sucediendo en las excavaciones se extendieron a otros ámbitos,
capturando la atención de los sectores más liberales de la sociedad europea. Entre los
personajes a quienes le llegaron estas novedades y despertaron su atención se encontraba J.
Winckelmann, considerado el fundador de la arqueología moderna.
Winckelmann era de origen sajón y se desempeñaba desde hacía mucho tiempo en Roma
como bibliotecario y anticuario al servicio del Cardenal Albani. Era el mejor conocedor de las
colecciones clásicas y de la antigüedad romana y su deseo era comparar tales antigüedades
con aquellas que se estaban recuperando en Herculano y en Pompeya.
Las limitaciones y los obstáculos que le fueron impuestos no produjeron una feliz impresión
en Winckelmann, quien no dejó de registrar y de dar a conocer a todo el ambiente culto
europeo de las ingenuidades y los errores cometidos durante las excavaciones.
Paralelamente, Winckelmann, remarcó la excepcionalidad del hallazgo de esas ciudades de la
antigüedad. Debido a que el conocimiento que se podía obtener de las excavaciones no era
posible alcanzanlo en Roma, en dónde la continuidad de la vida en el ámbito citadino había
ido destruyendo y removiendo gran parte de los testimonios de la vida cotidiana : A pesar de
que se hubieran conservado algunos elementos emergentes, que aún podían ser observados y
que potencialmente podían ser comparados con los descubiertos hechos en Herculano y en
Pompeya.
La mayor novedad la constituía el gran número de frescos pintados en las paredes de las
residencias pompeyanas, que habían sido hasta entonces ignorados en la Roma de aquellos
tiempos.
En el transcurso del siglo XIX, tiempos signados por la autocrítica social y el examen
científico en el estudio de la antigüedad, el escritor alemán Goethe, durante su viaje a Italia,
queda a la vez impresionado y desilusionado frente a los hallazgos hechos en la denominada
“Casa de Muñecas” exhumada en Pompeya. A causa de la confrontación directa que ofrecía la
realidad tangible, altamente contrastante con el concepto idealizado que se tenía acerca de lo
“clásico”, prefijado en el gusto culto de las más altas esferas intelectuales europeas.

Las excavaciones

A partir del hallazgo inicial, casi de inmediato tuvieron comienzo las excavaciones en las
antiguas ciudades de Herculano y Pompeya, sepultadas bajo materiales volcánicos como
consecuencia de la erupción del Vesubio, ocurrida el 24 de agosto del 79 d C.
Los trabajos de exhumación de diversos objetos materiales estuvieron inmersos en numerosas
dificultades prácticas. Entre ellas se contaba la separación de objetos decorativos y de
estructuras edilicias de las matrices de rocas pumíceas que los contenían y la conservación de
los moldes que se habían formado de distintas clases de restos orgánicos, luego de su
descomposición -vaciados en yeso-.
El amplio muestrario de la cultura material y la vida cotidiana del siglo I d C. en la región de
Campania (Nápoles) tuvo diferentes destinos, dependiendo de la naturaleza de los hallazgos
recuperados. Los muebles, utensilios, esculturas, decoraciones, partes de frescos y mosaicos
fueron transportados al Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, a la vez que otros fueron
dispersados en diversos museos de Italia y de Europa. En cambio los muros, las casas, los
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templos, las calles, las fuentes y los teatros permanecieron en donde fueron construidos,
representando el esqueleto de la ciudad de Pompeya en su última fase de ocupación.

Los asentamientos en Campania

La vida y la historia de Pompeya contaban con más de mil años de desarrollo cuando en el 79
d C. fue destruida. El emplazamiento de los asentamientos en este sector tuvo recurrentemente
una misma localización entre el mar Tirreno y el río Sarno, como consecuencia de las
ventajosas condiciones que este espacio brindaba para la actividad humana.
El Sarno tiene sus nacientes en el monte Torrenone, desde donde recorre la amplia y fértil
llanura de Nola, para desembocar en Tirreno. En la confluencia con el mar se conforman
pantanos, muy característicos de las costas bajas, delimitados por los promontorios costeros
de la península Sorrentina y de las pendientes meridionales del Vesubio (Figura 3).
La costa de Sorrento es básicamente escarpada, mostrando una sucesión de salientes o
promontorios, donde los sectores más bajos se encuentran en las desembocaduras de los ríos
que bajan de las montañas.
Sobre uno de estos promontorios, en la localidad de San Abbondio, se encuentra ubicado un
asentamiento de la Edad de Bronce, datado en torno al 1500 a C. De éste es, hasta ahora,
solamente conocida la necrópolis formada de sepulturas de fosas excavadas en el suelo. Los
difuntos se encuentran depositados parcialmente acurrucados y acompañados por unos pocos
objetos de ajuar colocados sobre la parte superior de la fosa.
De modo semejante y ocupando uno de los promontorios más prominentes fue construida la
Pompeya de edad histórica, precedida de un asentamiento del período protohistórico. En este
último, se recuperaron escasos fragmentos de cerámica y ningún rasgo seguro de estructuras
de habitaciones.
La cultura de la Edad de Bronce, que le precede, también fue interrumpida por una
catastrófica erupción del Vesubio. Recientes excavaciones efectuadas en Palma, entre
Pompeya y Nola, han puesto en evidencia una villa sepultada por las cenizas volcánicas y
rocas pumicias, producto de la erupción de ese volcán.
Las favorables condiciones que ofrecía el promontorio sobre el que se ubica la Pompeya
histórica, fueron las que indujeron a una ocupación casi continua del mismo desde la Edad de
Hierro, hacia fines del 1000 a C. y hasta el siglo I d C. En parte, porque desde allí y por más
de setenta hectáreas se podía dominar la desembocadura del río Sarno, en donde tenía lugar
un intenso tránsito entre la costa y el valle interior del río, a la vez que ofrecía buenos
fondeaderos para la navegación que tenía lugar en torno al golfo de Nápoles.
En la llanura del río Sarno se encuentra toda una red de asentamientos fechados entre los
siglos IX y VII a C. Entre ellos se encuentran los de San Marzano, San Valentino Torio y
Striano conocidos gracias a sus necrópolis. Las tumbas son fosas excavadas en el suelo, los
difuntos inhumados están circundados por un ajuar constituido por objetos personales y
recipientes de uso diario. A partir de la diversa composición de los ajuares es posible observar
las diferencias sustentadas por los difuntos en cuanto a sexos, edades y ubicación social.
Las cronologías están dadas por la presencia tanto de productos locales como de recipientes
cerámicos importados provenientes de la colonia griega de Pitecusa, emplazada en isla de
Ischia.
En ella se habían establecido navegantes griegos procedentes de la isla de Eubea, hacia la
mitad del siglo VIII a C. dando origen, en Ischia, al más antiguo asentamiento estable de
origen griego en el territorio de la actual Italia. Y, era desde la colonia de Pitecusa, en la que
estaban presentes griegos, fenicios y otros individuos provenientes de Asia Menor, desde
donde se irradiaron contactos comerciales hasta Etruria (Figura 4).
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El estado actual de las investigaciones no permite establecer con certeza que el núcleo
habitado, emplazado en la misma localización que Pompeya, haya ofrecido un trato ventajoso
a las dinámicas propias del comercio.
No obstante, informaciones análogas obtenidas en Pontecagno (Salerno), localizada en una
situación semejante a Pompeya, sobre la desembocadura del río Tusciano y el mar Tirreno,
ilustran el importante desarrollo alcanzado por este centro, también, gracias a las
posibilidades del intercambio y del comercio con los colonos griegos de Pitecusa. Una
situación contraria la presenta el asentamiento ubicado sobre la colina de Cumas,
probablemente a causa de una localización menos ventajosa para el comercio, debido a su
ubicación tierra adentro.
La dinámica seguida en el poblamiento de la llanura del río Sarno durante este período indica
que los asentamientos originales - más tempranos- de la llanura interior fueron abandonados y
la población, probablemente se trasladara a las nuevas localizaciones en las llanuras de
Nocera y Nola. Paralelamente se documentó un nuevo asentamiento costero, en el curso del
siglo VII a C., en la región de Boscoreale, bajo el dominio del asentamiento de Castellammare
de Stabia.
El cuadro político en Campania, entre fines del siglo VII e inicios del VI a C., está
caracterizado por la expansión de los Etruscos meridionales, en Capua sobre el río Volturno,
presentando el mismo patrón que los asentamientos anteriormente mencionados, dónde la
desembocadura del río ofrecía buenas posibilidades de atraco para las naves que cubrían el
comercio desde Cerveteri y Vulci (Figura 5).
El desarrollo de las principales ciudades etruscas, en particular de Vulci, facilitó la afluencia
de poblaciones de origen griego. Los colonos descendientes de Eubea en Pitecusa, luego de
un siglo de presencia continua en Cumas, se expandieron, a través de Pozzuoli, a Partenope
(Nápoles).
La expansión etrusca en Campania está verificada tanto por vía terrestres como marítima a
través de la constante presencia de productos etruscos en sitios costeros y del interior. Así, en
Castellammare de Stabia y en Pompeya, hay recipientes decorados de fabricación etrusca. Se
trata de fragmentos y recipientes griegos decorados con figuras negras. Asimismo, se nota en
las lenguas locales de las poblaciones italianas indígenas formas alfabéticas derivadas de los
etruscos más que de los griegos.
La expresión material y cultural, durante la primera mitad del siglo VI a C., introdujo una
modificación radical en el asentamiento de la Pompeya del período arcaico. Sobre la zona más
alta del promontorio se implantó un lugar de culto aparentemente dedicado a Apolo. Además
de otro templo dedicado a Heracles y de una construcción, emplazada en el interior de un
bosquecillo de hayas, frecuentados por portadores de la cultura etrusca.
Esta evidencia es la que permite afirmar que la antigua localización del control de la
desembocadura del Sarno estaba estructurada para garantizar la seguridad de los habitantes,
las funciones de acogida y del intercambio de productos de distintas procedencias.
El templo dedicado a Heracles, además de presidir un lugar de culto señalaba la ubicación de
la zona de intercambio y el límite entre los residentes locales y los extranjeros. En dónde se
podía comerciar sin resultar necesario que estos últimos ingresaran, propiamente, al interior
de la ciudad. Este templo tenía también, una ubicación marginal, al estar localizado sobre una
escarpada colina y el río, con respecto a la posición central otorgada al Templo de Apolo.
Los hallazgos realizados en Pompeya muestran vinculaciones, en el curso del siglo VI a C.,
tanto con la cultura griega como con la etrusca, pero no hay acuerdo entre los investigadores
acerca de cual de éstos pueblos detentó el control del lugar.
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Figura 5. Italia en el siglo VI a C.


Los italianos primitivos estaban constituidos por numerosas tribus, cada una con su
lengua y culturas propias. Entre los primeros colonos se encontraron los ligures. Más
tarde llegaron los pueblos itálicos -umbros, latinos y samnitas- probablemente desde
Europa central. Los etruscos llegaron al parecer desde Asia Menor en el siglo IX a C.
Luego cartagineses y griegos fundaron sus colonias.
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Cabe la posibilidad de que la cuestión pueda ser resuelta interpretando la información


arqueológica de manera distinta. Una propuesta alternativa sostiene que el difuso control del
valle del río Sarno y de su frente costero pudo ser ejercido por una población indígena
conocida como Auruncos. Quienes habrían estado en continuo y provechoso contacto con los
griegos y con los etruscos, tomando en sus órbitas de injerencia las importantes funciones de
construcción del muro de defensa y de la localización de los lugares de culto, en los cuales
rendir homenaje a las divinidades locales y permitir un sincretismo religioso con simbolismos
propio de los extranjeros, con quienes estaban en contacto a causa del comercio.
Es posible suponer que la Pompeya arcaica -como en tiempos sucesivos- no haya estado
controlada políticamente ni por los griegos, ni por los etruscos, sino que su presencia en este
lugar se hubiera debido a su ventajosa localización geográfica; facilitando la converge ncia de
diversos pueblos con fines comerciales y de intercambio. Siendo, en consecuencia, tales
convergencias las que habrían producido la transferencia de conocimientos y de realizaciones
no originarias entre los Auruncos, quienes se los habrían apropiado y utilizado para tratar en
manera igualitaria y ventajosa con los extranjeros.
Parecería oponerse a esta interpretación la nota reportada por Estrabón (5,4,8):
“Los Oscos tenían a Herculano y a la vecina Pompeya, entre la cual corre el río Sarno:
después de ellos las tuvieron los etruscos y los pelasgos y después, los samnitas, quienes
finalmente, fueron expulsados /por los romanos/”.
Como es costumbre en los textos de este geógrafo, del siglo I a C., la alusión a los vencidos
entrecruzada y resumida, alude expresamente a los etruscos junto con los pelasgos. Pero, al
parecer, los pelasgos fueron solamente una población mítica, utilizada frecuentemente como
una referencia genérica a grupos indígenas de los cuales se ha perdido toda noción de su
nombre distintivo, y de los que se pensaba, también, genéricamente que estaban relacionados
con los griegos.
En convergencia, se han dado a conocer los resultados de investigaciones arqueológicas que
señalan que la más fuerte presencia etrusca se encontraba hacia el interior, uniendo Capua con
Pontecagnano, más que sobre la costa. Lamentablemente, ninguna de las investigaciones
arqueológicas hasta ahora conducidas en Pompeya ha dado a conocer elementos estructurales
atribuibles únicamente a la cultura etrusca, sino más bien ha proporcionado una la mezcla de
rasgos distribuidos hacia el interior del distrito.
El asentamiento de Pompeya que se despliega dentro de los muros de defensa, construidos
con bloques de lava blanda, parecen ser principalmente de origen aurunco, con lugares de
culto y posibles núcleos de residentes extranjeros.
Es casi total la inexistencia de estructuras edificadas durante el período arcaico, debido a que
las estructuras de habitación estaban construidas con materiales perecederos tales como
madera y ladrillos crudos. Por lo tanto, ol s restos arquitectónicos correspondientes a estas
fases pudieron haber sido destruidos por las sucesivas fases de ocupación. Durante las cuales
se construyeron edificios en mampostería que necesitaban de la excavación de cimientos.
Parece, finalmente, posible atribuir al período arcaico la denominación de Pompeya que se
perpetuó a través del tiempo. El topónimo y la raíz itálica son asimilables al número cinco;
pudiendo ser cinco los grupos que se habrían confederado para habitar en conjunto este
promontorio, y controlar la desembocadura del río Sarno. A partir de la hipótesis precedente,
puede postularse, que en Pompeya confluyeron todos los grupos que hasta entonces estaban
difusamente presentes en el distrito circundante. Así, podría ser que Pompeya haya sido
fundada para garantizar el control y la explotación de esa región. Sin embargo, no sabemos
aún si las relaciones entre las distintas poblaciones se desarrollaron de manera pacífica o
resultaron en confrontaciones violentas.
La información aportada por Estrabón parece señalar que hacia Herculano se hubieran
replegados aquellos que resultaron vencidos en Pompeya. Es de observar que el topónimo de
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esta pequeña ciudad costera es claramente griego, derivando del nombre del héroe Hércules.
Lamentablemente, no podemos, todavía saber si este deriva de un topónimo homólogo itálico,
también referido ese héroe tan ampliamente venerado de pueblos anhelénicos, o de los
refugiados de una asonada.
Las guerras entre etruscos y griegos por el dominio completo de Campania condujeron a la
definitiva batalla naval del 474 a C. En ella, la flota etrusca fue desbaratada y dispersada por
la flota siracusana, dando como consecuencia que las ciudades griegas de Cumas y Neapolis -
Nápoles- pudieran ampliar sus comercios y esferas de influencia, sin deber confrontar con las
iniciales concurrencias etruscas.

Relaciones entre pueblos

Entre los siglos V y VI a C. se entrelazan las referencias acerca de las guerras entre samnitas y
romanos; principalmente entre poblaciones samnitas asentadas en la actual región de
Campania que intentaban ejercer sus dominios sobre aquella región.
Los resultados de las confrontaciones alternaron entre una débil derrota del ejército romano y
la victoria final sobre los samnitas.
Algunas referencias acerca de los sucesos acaecidos, en el 310 a C., corresponden a Livio
(9,38,2-3), quien describe que:
“Una flota romana fue conducida a Campania por Publio Cornelio, a quién el Senado había
puesto al comando de la defensa de la costa. Amarraron en Pompeya, las tropas aliadas
/compuestas de romanos y aliados de otras ciudades del Lacio/ que partieron para saquear el
campo de Nocera.
En breve saquearon las zonas costeras, a fin de asegurarse el refugio de las naves: pero como
acontece, fueron seducidos por el deseo de ulteriores presas y, por tanto, adelantarse
provocando a los enemigos. De éstos, ninguno los obstaculizó, por cuanto, los romanos se
dispersaron (...). Mientras, todavía, estaban sobre la ruta de regreso en grupos, los
campesinos se desplomaron encima de ellos, no lejos de las naves, recuperando el botín y
matando a algunos. Así las naves se refugiaron, en masa aterrorizada, tratando de escapar
matanza”.
De esto deducimos que Pompeya era conocida por su estratégica localización geográfica, sus
complejas fortificaciones y por garantizar el tránsito entre la costa y el interior, a través del
río Sarno y que los romanos evitaron atacar las plazas fuertes y optaron por saquear las
granjas y campos no fortificados cercanos a la ciudad.
La Pompeya samnita era una aliada de la República pero al oponerse a Sila, este ordena
asediarla hasta conquistarla, encargando a su sobrino Pluvio la misión de reducir a la colonia
de Cornelia Veneria Pompeianorum en el 80 a C.
El objetivo de los romanos era atacar Nocera que debía ser castigada por motivos políticos.
Pues su anterior rol de aliada a Roma había concluido cuando al separarse de ésta volvió a
formar parte de los dominios samnitas.
Se efectuaron los desembarcos pero no atacaron a la ciudad debido a que se encontraba
rodeada de muros de defensa, que en aquellos tiempos ya no eran más un cerco de roca que
circundaba el promontorio sino una nueva muralla obra de los militares.
Los nuevos muros fueron construidos con bloques de piedra caliza, procedentes del río Sarno,
y reforzados, en intervalos sucesivos, por torres de planta cuadrangular. Numerosas marcas
grabadas sobre algunos bloques adosados a la construcción corresponden a letras del alfabeto
osco.
Esta misma muralla fue nuevamente reforzada, a posteriori, durante el transcurso del siglo III
a C., a causa de la permanencia en Campania del ejército de Aníbal.
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Del relato de Livio recavamos, además que los campos circundantes estaban frecuentados por
samnitas dedicados a la actividad agrícola.
Es posible que los agricultores se refugiaran, al momento del desembarco de los romanos,
dentro de la ciudad desde la cual iniciaron el contra-ataque que los condujo a la victoria.
El éxito favorable a Roma de la segunda guerra púnica concluida en Sama en el 202 a C.,
abrió el influjo, desde ahora sin alternativa, a la República en la Italia meridional. El
emplazamiento de colonias, desde Buxentum a Siponto, a lo largo de la costa, se suman a las
posiciones que los romanos ya se habían asegurado en Venosa y Paestum.
Este desarrollo hacia el oriente abrió al comercio romano e itálico a nuevos y ricos mercados
que giraban en torno al puerto franco de la isla de Delos, en el mar Egeo, y por entonces de
importancia estratégica por el apogeo de la navegación en torno de los mercados de Asia
Menor.
El aumento de oportunidades comerciales ofreció también a los pompeyanos la posibilidad de
ofertar su producción local a través del Mediterráneo por el puerto de Pozzuoli.
Los objetos de producción oriental estaban constituidos por ornamentos para casas y por la
venta de granos utilizando medidas inscriptas en griego. Además de contribuir a la difusión de
religiones.
La construcción del Templo de Venus es una muestra del cambio ideológico que gira su eje
de atención desde la producción agrícola hacia un comercio centralizado en el puerto.
Este complejo sacro fue encargado por Sila, debido a su devoción en la diosa de la fortuna,
representando la más antigua apertura de Pompeya hacia las modas arquitectónicas
mediterráneas. Esto se lo observa, también en el uso de capiteles corintios tanto de la variedad
normal como de la variedad corinto- itálica. A pesar de que su emplazamiento se corresponde,
en general, con escenografías arquitectónicas helenísticas.
No obstante, la base económica de Pompeya permaneció ligada a la explotación agrícola. Las
tierras más próximas a la ciudad fueron otorgadas a unos 2000 legionarios silanos con el fin
de constituir una colonia.
Las más radicales refacciones al núcleo original de la ciudad se efectuaron en el sector
denominado Villa de los Misterios, donde los frescos han sido datados como pertenecientes al
estilo II, en el período inmediatamente posterior al 80 a C.
Por contraste, las residencias urbanas conservaron, en mayor medida hasta el terremoto del 62
a C., decoraciones de estilo I que pueden ser atribuidas a familias samnitas, que superaron el
difícil momento de implante de la colonia encargada por Sila y continuaron viviendo en la
ciudad latinizándose progresivamente. El ejemplo principal esta representado en los rasgos
arquitectónicos presentes en la Casa del Fauno.

Trazado urbano

En ausencia de la exacta progresión de los eventos que llevaron a la restauración del muro
defensivo que rodeaba a Pompeya, los rasgos arquitectónicos, por sí solos, no permiten
atribuirlo ni a griegos, ni a etruscos, ni a itálicos, ni a samnitas. Siendo posible que estos
últimos pudieran haber estado, alternativamente, aliados con los griegos y con los etruscos
(Figura 6).
Al muro de defensa se le adosó una doble pared de bloques de piedra caliza y refuerzos
constituidos por torres de planta cuadrangulares. Sin embargo, aún no sabemos si estas
refacciones fueron obra o no de una autoridad política con autonomía financiera centralizada.
El reforzamiento de los muros se adecuó al trazado natural de la topografía pedemontana.
Mientras que al defensa de las puertas urbanas fueron los elementos que rigieron el plan
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urbano dentro del asentamiento de Pompeya y la red de comunicaciones desde éste para con
el distrito circundante.
La ciudad, por su parte, es reflejo de un ordenamiento territorial ejecutado por los samnitas
que culminó en el siglo V a C., fijando las formas catastrales que perduraran hasta la completa
romanización. Es, a partir de esto, posible inferir un parcial cambio en las relaciones
comerciales desarrolladas en el ámbito de Pompeya.
Los documentos antiguos proporcionan referencias acerca de los acontecimientos acaecidos
en el curso del siglo V a C. La ausencia de información precedente puede ser atribuida a la
interrupción del tráfico marítimo privilegiando al tránsito comercial por vía terrestre y hacia el
interior. Produciendo una mayor regionalización que truncó las relaciones con la Etruria
tirrénica, ahora en manos de Siracusa, que comienza a ejercer su predominio marítimo.
Mientras tanto, se reforzaban las relaciones entre las ciudades agrícola s griegas de Cumas y
Neápolis y las samnitas situadas en las llanuras internas. Entre estas últimas, la más
importante, fue sin duda la ciudad de Nola, desde la cual provenían numerosos y refinados
vasos áticos decorados con figuras rojas.
Durante la ocupación samnita en Pompeya se produce una progresiva estabilización del
diseño urbano. La conformación natural del relieve permite identificar dos accesos principales
sobre el lado Norte del asentamiento. Uno se corresponderá con la futura Puerta Vesubio,
uniendo la vía pedemontana que circunda el Vesubio y se dirigía hacia el interior, y el otro
con la futura Puerta de Herculano, conduc iendo hacia la vía costera y en particular hacia
Herculano y Nápoles.
En dirección al Sur, la muralla incide en una llanura que se abre en la cima del promontorio
que se erige como un lugar natural de tránsito hacia Stabia, atravesando Puerta Vesubio. A la
vez que la comunicación en dirección a Nocera estaba asegurada por la Puerta de Nocera.
El trazado urbano en el interior de la muralla tiene forma irregular, respondiendo a las
distintas fases de construcción de los diferentes barrios o regiones en que estaba dividida
Pompeya y que se fueron definiendo a lo largo de los siglos V y VI a C.
A pesar de que continúan faltando hallazgos arqueológicos, obtenidos mediante excavaciones
estratigráficas, relativas a obras residenciales durante este período, se puede asumir que fue
hacia fines del siglo IV a C. cuando la ciudad de Pompeya alcanzó el esquema catastral que
persistirá hasta su destrucción en el 79 d C. con algunas modificaciones menores.
El empalme de la ciudad ya estructurada en el interior de la muralla, con el territorio
circundante, estaba estructurado por la orientación seguida por las vías de Nola y de la
Abundancia. La falta de datos arqueológicos precisos para definir la diacronía en la
conformación del emplazamiento urbano obliga a considerarlo como impuesto en el siglo IV a
C. y desarrollado progresivamente hasta el siglo II a C. A causa de tales amplios e imprecisos
términos cronológicos parece riesgoso proponer acercamientos entre el esquema urbano de
Pompeya y el de la colonia latina de Paestum (273 a C.), a pesar de los sugestivos paralelos
que presentan en la división en tercios del eje principal norte-sur.
El emplazamiento de la colonia de Paestum ha estado parcialmente condicionado por las
numerosas ciudades que le antecedieron y que fueron construidas en el curso de más de un
siglo de dominio samnita sobre la antigua colonia griega.
En Pompeya, en cambio, la urbanización ha sido atribuida a las dinámicas internas de la
sociedad samnita asentada en este distrito, a pesar de los condicionantes políticos impuestos
por la República Romana. La cultura documentada en Pompeya, hasta la guerra social del 89
a C., es plenamente samnita, desde la lengua hasta las instituciones, a pesar de que ha sido
claramente individualizada la presencia de individuos o grupos que hablaban, todavía, la
lengua etrusca, como se deduce de algunos graffities.
Etruscos y romanos están universalmente reconocidos por sus respectivas reglamentaciones
urbanísticas y por los organismos encargados de velar por su cumplimiento desde fines del
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siglo V a C en Cumas, Neápolis y Poseidonia. Menos notables fueron en este campo los
samnitas.
En Laos -actual Marcelina en provincia de Cosenza-, hacia fines del siglo IV a C., se instauró
un diseño urbano ortogonal para estructurar un hábitat fortificado, que representa la más
antigua realización verdaderamente urbana de un asentamiento itálico no instalado, como los
otros antes mencionados, dentro de una ciudad griega precedentemente organizada.
Como ya se ha dicho, en el predio de Pompeya faltan hallazgos arqueológicos que ofrezcan
garantías estratigráficas, acerca del período samnita, salvo de lo que fuera documentado en la
necrópolis.
La construcción más sugerente corresponde a un edificio, convincentemente interpretado
como sede de banquetes públicos, en dónde se han conservado las estructuras en donde las
camas estuvieron adosadas a las paredes. Construcciones con funciones semejantes fueron
identificadas en al menos dos habitaciones del asentamiento de Buccino (Salerno), principal
ciudad samnita de Campania. Los edificios así equipados, fueron interpretados como lugares
en donde se desarrollaban comidas comunitarias de asociaciones, generalmente basadas en
clases de edad.
Las asociaciones de clases de edades y de posiciones sociales constituían el esqueleto de la
sociedad itálica conocida con la denominación de oscos. Este descubrimiento, contribuye a
conocer la pertenencia étnica de las poblaciones que habitaron en Pompeya y se suma a una
numerosa serie de graffitiies e inscripciones monumentales, redactados en lengua osca.
Los temas tratados en esos textos son variados. Se refieren tanto al orden público como
privado. Además de contribuir al conocimiento de cuestiones tales como las dimensiones que
tenía la unidad de medida denominada pie osco -casi unos 28,5 cm-.
La trama arquitectónica resultó radicalmente modificada en la primera fase de la colonia al
permitir a los nuevos habitantes tener edificios públicos propios. Sintomática de estos tiempos
es la construcción del odeón o teatro cubierto, en donde se debían desarrollar actuaciones
escénicas en latín, mientras que en el teatro mayor, al descubierto, las actuaciones eran
probablemente en lengua osca. Todavía una generación más tarde, Cicerón testifica que en
Pompeya se desarrollaban espectáculos en esa lengua.
En paralelo, las construcciones de las Termas del Foro indican que este establecimiento fue
abierto para el uso de los colonos, y que las precedentemente construidas Termas Stabianas
utilizadas por habitantes samnitas, fueron parcialmente renovadas durante esta fase.
La urbanización avanzará progresivamente hacia el oeste, con el emplazamiento de termas
suburbanas fuera de Puerta Marina, hacia mitad del siglo I d C. dotada de sofisticados
sistemas de calefacción de la piscina cubierta.
El signo principal de esta fase está probablemente representado por el anfiteatro, con una
capacidad para 20.000 espectadores, construido a expensas de dos lugartenientes de Sila,
Gaio Quinzio Valgo y Marco Porzio, durante sus respectivas magistraturas quinquenales.
Construido para reunir a todos aquellos que vivían en los campos y en las ciudades
circundantes, sedimentando la tradicional pasión samnita por los juegos de gladiadores, pero
ahora puestos al servicio de una ciudad pacificada y frecuentada por descendientes de las
viejas familias samnitas y de otras nuevas recientemente llegadas. En consecuencia, los muros
de defensa de la ciudad comienzan a ser utilizados como sostén de nuevas edificaciones y ya
no más como una estructura militar.
No obstante, tanto la construcción de anfiteatro como las inscripciones en lengua latina
produjeron tensiones de orden público en el interior de la ciudad entre los descendientes de
los originarios habitantes y los recién llegados: minoritarios en número pero dominantes
política y militarmente.
Es de suponer que la recomposición entre estos dos géneros de ciudadanos pompeyanos,
como los define Cicerón, se haya configurado una decena de años después de la formal
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constitución de la colonia, en torno al 70 a C., cuando se efectuó el censo que definió el


estatuto de los ciudadanos, a partir de su empadronamiento y de la tenencia de una propiedad.
El anfiteatro fue sede en el 59 d C. de la terrible pelea entre pompeyanos y nocerinos.
Según lo testimoniado por Tácito (annales 14,17):
“De un incidente vano brotó una matanza entre los colonos de Nocera y de Pompeya en
ocasión de un espectáculo de gladiadores organizado por Livinio Regolo. Iniciado con
vulgares burlas de los vencedores, después se intercambiaron pedradas, y finalmente
puñaladas: resultaron más fuertes los pompeyanos /.../. De donde muchos de los nocerinos se
trasladaron a Roma heridos o mutilados y muchos otros lamentaron la pérdida de hijos y
padres. De este hecho, el emperador delegó el juicio al Senado, y éste a los cónsules. Cuando
este fue enviado a los senadores, los pompeyanos fueron firmemente condenados a no
organizar manifestaciones del género por diez años y a disolver las asociaciones que habían
organizado contra derecho; Livinio y otros que habían fomentado los desórdenes fueron
castigados con el exilio”.
El siglo y medio que transcurre hasta la erupción del 79 d C. se produjo una progresiva
homogeneización de Pompeya dentro de la dominante cultura romana. Terremotos y
principales eventos políticos han dejado su signo en las continuas refacciones y en la sucesión
de estilos decorativos, como los que se observan en la reactivación del foro, en la
construcción augusta del templo de la Fortuna Reduce y en el emplazamiento del acueducto.
La evolución social y económica condujo a la construcción de nuevos edificios para vivienda
en los cuales la suntuosidad de los ambientes se traduce tanto en sus dimensiones como en la
recíproca yuxtaposición planimétrica.
Un símbolo de la fase imperial de Pompeya es sin duda el foro. Espacio público que se
extiende hacia el norte, abarcando el cruce entre la vía de la Fortuna y la vía de Mercurio, y
finaliza en un arco de triunfo, dedicado a Calígula y con el Templo de Fortuna Reduce,
venerada por Marco Tulio -quien pertenecía a una rama colateral de la familia Tulia, a la que
pertenecían Cicerón y Octavio, futuro Augusto.
A este se suma n la antigua Plaza del Mercado de la ciudad samnita, el Templo de Apolo -dios
adorado por Augusto- y Júpiter - adorado por los romanos- para definir a la cultura
dominante. Este último templo también estuvo enriquecido con estatuas ecuestres y arcos de
triunfo destinados a honrar a los emperadores.
Otros ejemplos de lealtad imperial lo representaban el Templo de Vespasiano, el edificio de
Eumachia y aquellos espacios públicos decorados con estatuas que honraban a distintos
dioses, que de modo semejante a lo que se observa en el caso de la diosa de la Concordia
estaban representados con la cara de Livia, esposa de Augusto y madre de Tiberio, y de las
inscripciones elogiando a Rómulo y a Eneas, fundadores respectivamente, de Roma y de la
familia Julia, a la cual pertenecía Augusto.
El aspecto del espacio público alcanzado durante las dos últimas generaciones de la vida en
Pompeya, muc ho debe a la construcción del acueducto derivado del original construido por
Serino. El depósito principal se ubica en puerta Vesubio, en la zona más elevada de la ciudad,
desde donde parten los conductos principales que conducen a los depósitos menores, a las
fuentes públicas y a distintos edificios públicos y privados.
Las termas tomaron un nuevo impulso a partir de la mayor disponibilidad de agua. Resultando
embellecidas con estucos figurativos las ya existentes y construidas otras nuevas fuera de
Puerta Marina, entre la vía de Stabia y la vía de Nola en el lado meridional. También los
edificios privados se dotaron de termas abiertas al público, como sucede en la villa de Julia
Felice. Así mismo se embellecieron los jardines con fuentes y arroyos artificiales, como se
observa en la casa de Loreio Tiburtino.
Finalmente, todo este desarrollo urbano fue truncado y sellado por la erupción del Vesubio el
24 de agosto del 79 d C.
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La erupción del Vesubio

La erupción del Vesubio tuvo lugar entre el mediodía del 24 hasta el 26 de agosto. Las fases
de este cataclismo están registradas por Gaio Plinio Segundo que en el 79 d C. tenía 17 años y
se encontraba en Micenas hospedado por su tío, quien se desempeñaba como almirante de la
flota imperial y como estudioso naturalista.
Los acontecimientos que se sucedieron a lo largo de esos días es narrado por Plinio en Tácito
(nn. 16 y 20 del libro IV), a través de dos cartas sucesivas a pedido del mismo Tácito, en un
intento por recolectar material documental para la redacción de la segunda parte de su
Historiae.
Aquellos días de fines de agosto habían estado precedidos por temblores sísmicos, frecuentes
en Campania y que a causa de ello no generaban temor. Pero en aquella oportunidad, antes del
mediodía del día 24 la madre de Plinio llamó la atención de su hermano almirante sobre una
enorme nube de forma de árbol y de color cambiante. Mientras el almirante intentaba estudiar
la nube, la cual tenía un incierto origen, acude al pedido de ayuda de Rectina, esposa de
Tascio y quien habitaba en la pendiente del Vesubio. Es así que el almirante ordenó a la flota
salir con la intención de poner a salvo el mayor número posible de los habitantes que estaban
en la costa.
Durante las maniobras, las naves fueron cubiertas por las ceniza s volcánicas que se advertían
progresivamente más calientes, más densas y mezcladas con pomíceas y fragmentos de rocas
candentes, a medida que se iban avecinando a la costa; impidiendo que atracaran. Es por eso
que la flota se dirigió hacia el sur, hacia las cercanías del puerto de Stabia, a unas 4 millas de
distancia de Pompeya.
Allí, Pompiano, un residente local y amigo del almirante trato de darle soporte con sus barcos,
preparados para ponerse a salvo apenas hubiera disminuido el viento que obstaculizaba la
partida. Por lo tanto el almirante desembarcó y se alojó provisoriamente en la casa de
Pompiano, aprovechando el escenario nocturno para estudia r el fenómeno volcánico.
Allí observó como por las laderas del Vesubio y por más de una grieta brotaban llamas
alargadas, que aumentaban los temores de todos aquellos que se habían refugiado en Stabia.
Tampoco cesaba la lluvia de cenizas. Tanto es así que se romp ió el corral de la casa y los
obligó a salir del comedor para no quedar encerrados dentro. En tanto continuaban los
temblores sísmicos, aumentando los peligros de derrumbe de edificios. Así y todo, a todos los
presentes les pareció preferible soportar al descubierto la lluvia de cenizas y pomíceas, dado
que su ligero peso podía ser atenuado con almohadas que se colocaron sobre la cabeza para
protegerse.
Al alba del 25 de agosto la luz solar no alcanzaba a aclarar la niebla producida por las cenizas.
El mar y el viento permanecían contrarios a la fuga. La persistente caída de cenizas mezcladas
con efusione s de azufre provocó la intoxicación y la muerte del almirante. Junto a él
numerosos y anónimos pompeyanos, quedaron sofocados por los gases emitidos por el
volcán. Sus cuerpos contorneados fueron traídos al presente por los calcos en yeso que
testimonian la atroz muerte súbita.
El emperador Tito instituyó una magistratura entera para proveer las obras necesarias para
poner remedio a la catástrofe. De cuanto se alcanzó hacer estamos poco informados, solo se
cuenta con algunas inscripciones fragmentarias datables entre el 80 y el 82 d C. No obstante
es posible inferir, de observaciones completadas durante las excavaciones modernas, que los
supervivientes intentaron muchas veces realizar excavaciones para recuperar algo de lo que
había quedado abandonado en la s casas de Pompeya. Al respecto puede hacerse mención
sobre la ausencia de todo el empedrado de la casa del foro y, presumiblemente, de las estatuas
de bronce que la ornamentaban. Se puede suponer que tales ausencias sean efecto de los
esfuerzos por recuperar materiales todavía útiles.
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No obstante, desde el 79 d C. sobre las ciudades sepultadas hubo un olvido casi completo que
hizo que se perdiera hasta la memoria del nombre.
Fue hacia fines del siglo XVI, cuando en las obras para la construcción de un canal que
desviara las aguas del río Sarno se recuperaron dos inscripciones en latín. Pero, aún tiempo
después de comenzadas las excavaciones, en el año 1848, resultaba incierto si la ciudad que se
estaba recuperando era Stabia o Pompeya. Como anota Winckelmann no se había recobrado
aún ninguna inscripción que contuviera con claridad el nombre de la colonia pompeyana.

Refacciones de edificios privados

El propietario de la Casa del Fauno escribe en latín el buen augurio have sobre el umbral de
ingreso a la propiedad.
En esta fastuosa residencia de gigantescas dimensiones, los elementos decorativos derivan del
gusto y de las iconografías helénico-egipciante que alcanza la mayor externalización en el
mosaico del piso del segundo tablino. Allí hay una réplica realizada con controlada maestría
del famoso cuadro, atribuido al pincel de Filoxenos de Eretria, que representa a Alejandro
Magno persiguiendo al rey persa Darío, al culminar la batalla de Isso.
La Casa del Fauno, con la decoración de frescos de Estilo I, la fachada en cuadrados de roca
calcárea, la simétrica disposición de los vanos en torno al atrio, constituyen un excelente
ejemplo de edificio privado usado entre los siglos III y II a C., que continuará en uso durante
siglos sucesivos. Esta construcción muestra refacciones siguiendo los logros económicos de la
familia. Es clara la progresiva ampliación de la casa original, abarcando otras construcciones
de menores dimensiones. Los edificios en uso en el 79 d C. en los sectores centrales de
Pompeya derivan de estructuras que permiten descender en el tiempo hasta los siglos III y II a
C., constatándose que en este período se ha comenzado a construir con técnicas más sólidas,
resistentes a la sucesión de las continuas refacciones.
En general, las construcciones de edificios privados estaban realizadas con materiales y
técnicas más perecederas, por lo que han tenido una conserva ción diferente a la de los
edificios públicos en el curso de los siglos.
Una categoría excepcional la constituyen los edificios religiosos, los cuales contienen
columnas toscanas que trascendieron al período arcaico en el que fueron erigidos, con
funciones puramente votivas. Algunas de ellas pueden estar inmersas en construcciones de
estilo helenístico, cuya construcción indicaría que se había perdido su vinculación étnica en
generaciones anteriores al momento en que fueron erigidas.
La destrucción de las realizaciones más antiguas reemplazadas por otras más recientes se
aplica también a los frescos pintados en las paredes de distintas clases de construcciones. La
mayor parte de los que aún se conservan fueron atribuidos al más reciente de los cuatro estilos
artísticos identificados en Pompeya.
Obras de arte asignables al segundo y tercer estilo son escasas, por haber sido destruidas o
continuamente refaccionados en el transcurso del tiempo.
Cada edificio pompeyano representa una continua refacción y adaptación a las nuevas
necesidades de los habitantes, las cuales pudieron haber sido realizados a lo largo de los tres
últimos siglos. Como así también a las necesidades de restauración de daños ocurridos a causa
de los frecuentes terremotos que tuvieron lugar en diferentes siglos. Uno de ellos fue
verificado en el 62 d C., según consta en algunas fuentes literarias, que no han podido ser
individualizados a pesar de los esfuerzos realizados en el análisis de las más recientes
arquitecturas públicas y privadas de Pompeya.
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No obstante, un terremoto precedente parece dar testimonio en los daños registrados en


edificios agrietados. Análoga sería la causa que justificó que Numerio Popidio Celsino,
pusiera su propio capital a disposición de la restauración del Templo de Iside.

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