Está en la página 1de 4

LA NOCHE DE LOS FEOS

Mario Benedetti respectivas fealdades con charláramos un rato en un café o estábamos hablando con una desesperadamente de llegar a un
Ambos somos feos. Ni siquiera detenimiento, con insolencia, sin una confitería. De pronto aceptó. franqueza tan hiriente que diagnóstico. “Vamos”, dijo. No
vulgarmente feos. Ella tiene un curiosidad. Recorrí la hendidura de La confitería estaba llena, pero en amenazaba traspasar la sinceridad sólo apagué la luz sino que
pómulo hundido. Desde los ocho su pómulo con la garantía de ese momento se desocupó una y convertirse en un casi además corrí la doble cortina. A mi
años, cuando le hicieron la desparpajo que me otorgaba mi mesa. A medida que pasábamos equivalente de la hipocresía. lado ella respiraba. Y no era una
operación. Mi asquerosa marca mejilla encogida. Ella no se entre la gente, quedaban a Decidí tirarme a fondo. “Usted se respiración afanosa. No quiso que
junto a la boca viene de una sonrojó. Me gustó que fuera dura, nuestras espaldas las señas, los siente excluida del mundo, la ayudara a desvestirse. Yo no
quemadura feroz, ocurrida a que devolviera mi inspección con gestos de asombro. Mis antenas ¿verdad? “Sí”, dijo, todavía veía nada, nada. Pero igual pude
comienzos de mi adolescencia. una ojeada minuciosa a la zona están particularmente adiestradas mirándome. “Usted admira a los darme cuenta de que ahora estaba
Tampoco puede decirse que lisa, brillante, sin barba, de mi para captar esa curiosidad hermosos, a los normales. Usted inmóvil, a la espera. Estiré
tengamos ojos tiernos, esa suerte vieja quemadura. Por fin enfermiza, ese inconsciente quisiera tener un rostro tan cautelosamente una mano, hasta
de faros de justificación por los entramos. Nos sentamos en filas sadismo de los que tienen un equilibrado como esa muchachita hallar su pecho. Mi tacto me
que a veces los horribles distintas, pero contiguas. Ella no rostro corriente, milagrosamente que está a su derecha, a pesar de transmitió una versión
consiguen arrimarse a la belleza. podía mirarme, pero yo, aun en la simétrico. Pero esta vez ni siquiera que usted es inteligente, y ella, a estimulante, poderosa. Así vi su
No, de ningún modo. Tanto los de penumbra, podía distinguir su era necesaria mi adiestrada juzgar por su risa, vientre, su sexo. Sus manos
ella como los míos son ojos de nuca de pelos rubios, su oreja intuición, ya que mis oídos irremisiblemente estúpida. “Sí.” también me vieron. En ese
resentimiento, que sólo reflejan la fresca bien formada. Era la oreja alcanzaban para registrar Por primera vez no pudo sostener instante comprendí que debía
poca o ninguna resignación con de su lado normal. Durante una murmullos, tosecitas, falsas mi mirada. “Yo también quisiera arrancarme (y arrancarla) de
que enfrentamos nuestro hora y cuarenta minutos carrasperas. Un rostro horrible y eso. Pero hay una posibilidad, aquella mentira que yo mismo
infortunio. Quizá eso nos haya admiramos las respectivas bellezas aislado tiene evidentemente su ¿sabe?, de que usted y yo había fabricado. O intentado
unido. Tal vez unido no sea la del rudo héroe y la suave heroína. interés; pero dos fealdades juntas lleguemos a algo. “Algo cómo fabricar. Fue como un relámpago.
palabra más apropiada. Me refiero Por lo menos yo he sido siempre constituyen en sí mismas un qué? “Como querernos, caramba. No éramos eso. No éramos eso.
al odio implacable que cada uno capaz de admirar lo lindo. Mi espectáculo mayor, poco menos O simplemente congeniar. Llámele Tuve que recurrir a todas mis
de nosotros siente por su propio animadversión la reservo para mi que coordinado; algo que se debe como quiera, pero hay una reservas de coraje, pero lo hice. Mi
rostro. Nos conocimos a la entrada rostro y a veces para Dios. mirar en compañía, junto a uno (o posibilidad. “Ella frunció el ceño. mano ascendió lentamente hasta
del cine, haciendo cola para ver en También para el rostro de otros una) de esos bien parecidos con No quería concebir esperanzas. su rostro, encontró el surco de
la pantalla a dos hermosos feos, de otros espantajos. Quizá quienes merece compartirse el “Prométame no tomarme como horror, y empezó una lenta,
cualesquiera. Allí fue donde por debería sentir piedad, pero no mundo. Nos sentamos, pedimos un chiflado.” Prometo. “La convincente y convencida caricia.
primera vez nos examinamos sin puedo. La verdad es que son algo dos helados, y ella tuvo coraje (eso posibilidad es meternos en la En realidad, mis dedos (al principio
simpatía, pero con oscura así como espejos. A veces me también me gustó) para sacar del noche. En la noche íntegra. En lo un poco temblorosos, luego
solidaridad; allí fue donde pregunto qué suerte habría bolso su espejito y arreglarse el oscuro total. ¿me entiende?” No.” progresivamente serenos) pasaron
registramos, ya desde la primera corrido el mito si Narciso hubiera pelo. Su lindo pelo. “Qué está ¡Tiene que entenderme! Lo oscuro muchas veces sobre sus lágrimas.
ojeada, nuestras respectivas tenido un pómulo hundido, o el pensando?”, pregunté. Ella guardó total. Donde usted no me vea, Entonces, cuando yo menos lo
soledades. En la cola todos ácido le hubiera quemado la el espejo y sonrió. El pozo de la donde yo no la vea. Su cuerpo es esperaba, su mano también llegó a
estaban de a dos, pero además mejilla, o le faltara media nariz, o mejilla cambió de forma.” Un lugar lindo, ¿no lo sabía? “Se sonrojó, y mi cara, y pasó y repasó el
eran auténticas parejas: esposos, tuviera una costura en la frente. La común”, dijo. “Tal para cual”. la hendidura de la mejilla se volvió costurón y el pellejo liso, esa isla
novios, amantes, abuelitos, vaya esperé a la salida. Caminé unos Hablamos largamente. A la hora y súbitamente escarlata. “Vivo solo, sin barba de mi marca siniestra.
uno a saber. Todos -de la mano o metros junto a ella, y luego le media hubo que pedir dos cafés en un apartamento, y queda cerca. Lloramos hasta el alba.
dbrazo- tenían a alguien. Sólo ella hablé. Cuando se detuvo y me para justificar la prolongada “Levantó la cabeza y ahora sí me Desgraciados, felices. Luego me
y yo teníamos las manos sueltas y miró, tuve la impresión de que permanencia. De pronto me di miró preguntándome, levanté y descorrí la cortina doble.
crispadas. Nos miramos las vacilaba. La invité a que cuenta de que tanto ella como yo averiguando sobre mí, tratando FIN

También podría gustarte