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La sexualidad infantil

A finales del siglo XIX, Sigmund Freud desarrolla al Psicoanálisis como un método para
explorar los procesos mentales inconscientes. También como una técnica para tratar las
enfermedades mentales. Uno de sus constructos fundamentales es la relevancia de la
sexualidad en la constitución del sujeto. En la época victoriana hablar de la sexualidad
infantil era casi un pecado. En su obra Tres Ensayos de Teoría Sexual (1905), Freud expone
cómo en ese momento la opinión popular asumía la creencia de que lo sexual falta en la
infancia. Incluso en la actualidad hay sectores que consideran que la sexualidad sólo se activa
en la pubertad, como por arte de magia.

A partir de los trabajos de Freud, se acepta que la sexualidad está presente desde la infancia
y se desarrolla hasta la edad adulta. Definitivamente, los (as) niños (as) no experimentan las
pulsiones sexuales del modo en que lo hacen los adultos. Es importante conocer las bases de
este desarrollo para la comprensión del ser humano y su psiquismo. Aún cuando hoy este
tema sigue siendo tabú, muchos de los conceptos freudianos se han insertado en el discurso
social. También, han contribuido al surgimiento de otras teorías que han sido fundamentales
para comprender este proceso.

En los últimos días en mi país se ha desatado una lucha campal entre dos bandos que apoyan
o rechazan un proyecto de ley. El mismo propone la educación sexual en los colegios, entre
otras iniciativas vinculadas a la llamada salud sexual y reproductiva. Uno de los aspectos que
crea más polémica es “hablar de sexo” con niños en edad escolar primaria. Se han expuesto
argumentos válidos a favor y en contra. Igualmente se han divulgado muchos mitos sobre lo
que es la sexualidad y cómo se manifiesta en la niñez. Ensayaremos esclarecer algunos
conceptos básicos.

¿Qué es la sexualidad?

Es muy importante resaltar que en la teoría psicoanalítica, la sexualidad se distingue de la


genitalidad. Tomemos como referencia la definición propuesta por Laplanche y Pontalis en
su Diccionario de Psicoanálisis:

En la experiencia y en la teoría psicoanalíticas, la palabra sexualidad no designa solamente


las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una
serie de excitaciones y de actividades, existentes desde la infancia, que producen un placer
que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental
(respiración, hambre, función excretora, etc.) y que se encuentran también a título de
componentes en la forma llamada normal del amor sexual.

La sexualidad se constituye desde la infancia como la búsqueda de un placer que se apuntala


en las necesidades fisiológicas pero que las sobrepasa. Freud lo ejemplifica con el chupeteo,
y expone los trabajos del pediatra húngaro S. Linder. Cuando un bebé nace, su reflejo de
succión existe para que pueda satisfacer la necesidad biológica de alimentarse. Además, se
establece un vínculo estrecho con la madre mediante el amamantamiento, el acto de ser
alimento. Es un momento idílico entre ambos, en el cuál ella lo mira y acaricia: la primera
experiencia de satisfacción.
En un mundo ideal, madre y bebé permanecerían en esta situación siempre. Sin embargo, hay
componentes de la realidad que los separan por momentos. Posteriormente, el niño chupetea
aún cuando no tiene hambre, buscando una experiencia similar a esa vivencia anterior.
Aquellos que hayan tenido bebés o los hayan observado, habrán notado que en muchas
ocasiones chupetean mientras duermen. Más adelante, algunos cuidadores primarios captan
este fenómeno y le ofrecen al niño un chupete, si es que no ha encontrado su dedo pulgar
primero. Esto es una manifestación de la sexualidad en el infante: la búsqueda del placer en
su boca aún cuando no tenga hambre.

Las zonas erógenas

Durante distintas etapas de la infancia, existen zonas del cuerpo privilegiadas en la búsqueda
de ese placer que queda luego de satisfacer las necesidades fisiológicas. Freud las denominó
zonas erógenas, pues son fuentes de una tensión que debe calmarse, y a la vez son el objeto
o el lugar en el cual se satisface. Como mencionamos el ejemplo de la boca de donde surge
el empuje a succionar, y que se colma en sí misma en el chupeteo. En este sentido, la
sexualidad en el infante es auto-erótica, pues se satisface en su propio cuerpo.

Como ya mencionamos, el niño no concibe la sexualidad como lo hace un adulto. Tiene


sensaciones placenteras en su cuerpo, sobre todo en áreas que por su anatomía están de cierto
modo predestinadas. Es en la adolescencia donde despiertan los deseos sexuales
propiamente, que van dirigidos hacia un otro. Más adelante, en la vida adulta la sexualidad
estará al servicio de la reproducción, y la satisfacción de las pulsiones parciales formará
parte del acto sexual. Esto se da porque persisten en el sujeto esas formas de satisfacción de
su infancia.

El desarrollo de la sexualidad

En su obra, Freud propuso una serie de fases (hipotéticas) del desarrollo de la organización
sexual. Denominó pregenitales a las organizaciones de la vida sexual en que las zonas
genitales todavía no han alcanzado su papel predominante. En su obra explica que:

Normalmente, estas fases de la organización sexual se recorren sin tropiezos, delatadas


apenas por algunos indicios. Sólo en casos singulares calificables como patológicos son
particularmente activadas y se vuelven notables incluso a una observación grosera.

 Fase oral: En el primer año de vida la alimentación es la función principal en el


desarrollo del infante. Durante el mismo, el placer del bebé está ligado a la cavidad
bucal y los labios, que hacen contacto con el pecho de la madre. Como presentamos
anteriormente, el chupeteo ejemplifica lo que ocurre en este momento del desarrollo.
Consiste en el resto de placer que queda más allá de la nutrición. Se puede observar
cómo los bebés se vinculan con su entorno a través de la boca, buscando introducir
en ella cualquier objeto que encuentren. El destete constituye un momento crucial en
el cual se le despoja al bebé de esta experiencia.

 Fase anal: Segunda fase del desarrollo sexual que puede ubicarse aproximadamente
entre los dos y los tres años. Se caracteriza por la prioridad de la zona erógena anal.
Los niños están descubriendo que pueden tener cierto control sobre sus esfínteres. La
madre o los cuidadores primarios esperan que el niño tenga conciencia de esta nueva
habilidad, al avisar cuando quieren ir al baño. Posteriormente, se espera de ellos que
puedan controlar la salida de las heces cada vez más. Es decir, postergar el momento
de evacuar hasta que lleguen al baño. Este nuevo poder adquirido de controlar sus
heces produce placer. Las heces en sí mismas, son un regalo (simbólico) a los
cuidadores primarios quienes promueven su independencia en este aspecto.

 Fase fálica: Fase que se caracteriza por la primacía del interés en los órganos
genitales. Los niños en edad pre-escolar sienten curiosidad por descubrir su propio
cuerpo. En ocasiones los niños pueden tocar o exhibir sus genitales, sin tener la
connotación de un adulto. Además, se preguntan sobre cuestiones propias de la
sexualidad como la diferencia entre los niños y las niñas, el origen de la vida, la
relación de pareja entre sus padres, etc. Durante esta etapa culmina el Complejo de
Edipo (que expondremos en una publicación posterior) y surgen las identificaciones
de los niños por las características de los géneros masculino y femenino. Esto se
puede observar en juegos de roles y el interés por diversas actividades que
socialmente corresponden a un género u otro. Al finalizar esta fase, tienen más
conciencia sobre el concepto de privacidad.

 Período de latencia: Período comprendido durante la edad escolar, antes del comienzo
de la pubertad, y que representa una etapa de pausa en la evolución de la sexualidad.
Según la teoría psicoanalítica, el período de latencia tiene su origen en la declinación
del complejo de Edipo. Surgen las identificaciones con los padres y el desarrollo de
las sublimaciones. Es por esto que en este periodo los niños se enfocan en llevar a
cabo actividades relacionadas con el aprendizaje, ya sea académico o de otras áreas
como el deporte y las artes. Generalmente no demuestran mucho interés en las
actividades del sexo opuesto, salvo ciertas excepciones.

 Fase genital: Inicia en la pubertad y está determinada por la organización de las


pulsiones parciales bajo la primacía de las zonas genitales. Se pasa del autoerotismo
del que hablamos en la infancia, hacia el interés sexual por un objeto u otro.
Las teorías sexuales infantiles

Los niños son curiosos por naturaleza, desde su nacimiento exploran su entorno y a sí
mismos. Estos cuestionamientos varían cualitativamente en los diferentes momentos de su
desarrollo. Como ya vimos, los niños pequeños se preguntan sobre aspectos relacionados con
la sexualidad. Transmiten dichas cuestiones a sus padres o cuidadores primarios y también
crean teorías que los ayudan a interpretarla. Freud propone las siguientes:

 El enigma de la esfinge: Con respecto a la diferencia de los sexos, surge la primera


teoría sexual infantil. Es el supuesto de que todos los seres humanos tienen el mismo
órgano genital: el masculino. Posteriormente, ante la presencia de la realidad, se dan
cuenta de que no es así. Esto ocurre cuando los niños pequeños comparan sus propios
genitales con los de sus padres o algún (a) hermanito (a). De acuerdo con Freud,
esta teoría sexual infantil se basa en la creencia de que todas las personas tienen pene,
y que a las niñas no les ha crecido todavía.
 Teorías del nacimiento: Surgen ante la llegada de un (a) hermanito (a), o cualquier
embarazo de alguien cercano. La pregunta predominante es: ¿de dónde vienen los
niños? Ya que durante el embarazo el vientre de la madre crece, los niños pequeños
generalmente tienen la teoría de que el bebé llegó allí por algún proceso asociado con
la alimentación. Los padres y cuidadores en distintas culturas buscan responder con
fábulas como la cigüeña o similares.
 Concepción sádica del acto sexual: Sólo en los casos en los que el niño presencia el
acto sexual en una edad temprano, lo interpreta como una especie de maltrato o
sometimiento. Esto puede ocurrir en situaciones en las que los padres sostienen que
el infante no se entera de lo que sucede por no comprender aún lo sexual.
Precisamente por no tener esa comprensión y su inmadurez en el desarrollo de la
sexualidad, el niño se lo vive como un acto agresivo.

Freud apunta que estas teorías sexuales infantiles son un reflejo de la propia constitución
sexual del niño. Dan cuenta de una gran comprensión, acorde con su edad, sobre los procesos
sexuales. Sin embargo, luego de la primera infancia el niño renuncia a este interés de saber
sobre lo sexual, y dirige sus esfuerzos a otros menesteres

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