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PRIMERA PARTE

RESUMEN HISTÓRICO Y PRINCIPIOS

Desde la Antigüedad, la equitación había sido tenida en alta esti-


ma y alcanzó un grado elevado de desarrollo, como podemos com-
probar gracias a las obras del hombre de estado y jefe militar griego
Jenofonte (400 años antes de Jesucristo). Antes que él, ya Simón
de Atenas había escrito sobre la equitación un libro extraordinaria-
mente profundo y detallado, que Jenofonte cita en varios párrafos.
Desgraciadamente, los escritos de Simón de Atenas han desapare-
cido completamente, como los de Plinio “El Viejo”.
La importante obra de Jenofonte, escrita hace casi dos mil cua-
trocientos años, produce, sobre todo conocedor de la equitación,
una profunda impresión por la forma precisa mediante la cual nos
introduce en el dominio de sensaciones que experimenta el caballo,
y nos hace medir el alto grado de desarrollo del arte ecuestre entre
los griegos. La doma del caballo ha estado basada en la facultad de
sentir las reacciones y en el cuidado puesto en el buen trato, con-
ducta que por desgracia no encontraremos posteriormente en los
practicantes de este arte tan noble. Lo que caracteriza a los mejores
es la maravillosa frase del gran escritor griego: “Lo que es arranca-
do por la fuerza y sin comprensión no es jamás bello”.
Y -tal como diría Simón- eso sería como si, por la fusta y la
espuela, se quisiera forzar a un bailarín a moverse. El efecto así
producido, tanto en el hombre como en el caballo, es más bien feo
que bello.
Con el declive del mundo griego y, más tarde, con la invasión
de los bárbaros, numerosos valores se perdieron irremisiblemente.
La equitación también cae de más en más bajo y, finalmente, deja
de ser un “arte”. Si los conceptos ecuestres de la antigüedad clásica
han llegado a nosotros, es gracias a Jenofonte, cuya obra constituye
los fundamentos sobre los cuales este noble arte puede renacer.
ALOIS PODHAJSKY

Casi dos mil años más tarde, hacia el siglo XVI, con el renaci-
miento de las Bellas Artes, la equitación, caída en el olvido, toma
un nuevo impulso. Bajo el brillante sol de Italia y el cielo siempre
sereno del mediodía, apareció, al lado de los grandes maestros de la
pintura y de la escultura, el primer maestro de la resucitada equita-
ción: el noble napolitano Federico Grisone, a quien sus contempo-
ráneos le han dado el sobrenombre de “Padre de la equitación”.
Grisone estudió a fondo la obra de Jenofonte. Ante todo, estu-
dió las prescripciones del escritor griego concernientes a la posi-
ción y a las ayudas, que él casi literalmente adoptó. Mientras tanto,
su trabajo culminaba sobre todo en la sumisión del caballo obte-
nida por la fuerza, así mismo atestiguaba la cantidad de “bocados”
inventados por él.
Entre los numerosos alumnos de Grisone, el más notable
fue Pignatelli. Él dirigió la célebre Academia de Equitación
de Nápoles, de la cual fue alumno el francés Pluvinel. Pluvinel,
futuro profesor de equitación de Luis XIII, adopta seguramente
las enseñanzas de Pignatelli, pero las completa en seguida por
sus propias experiencias. Él llevó al primer plano el principio del
tratamiento individual apropiado a cada caballo, lo que le diferencia
esencialmente de su maestro y de sus predecesores, la renuncia de
los métodos violentos empleados hasta entonces -renuncia que él
formula, en particular, en su obra aparecida en 1623: “El Picadero
Real”- fue en seguida ridiculizada por sus compañeros. Pero, con
el tiempo, sus ideas prevalecieron y allanaron el camino que debía
recibir al más grande profesor de equitación de Francia: François
Robichon de La Guérinière.
Esta evolución se encontraba en oposición con los medios pre-
conizados por el Duque de Newcastle que, a pesar de su magnífica
obra publicada en 1657 sobre la equitación renaciente en Inglate-
rra -puede ser a causa de sus métodos brutales-, no tuvo más que
una autoridad pasajera. Pasó lo mismo en Alemania con Georg
Engelhart von Löhneysen, que había escrito en 1588 su libro “La
Escuela” recientemente abierta para la Equitación en la Corte y
para el Ejército. Sus tesis se resisten a ceder el paso a las de los pro-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

fetas ecuestres más diversos aparecidos en el extranjero. A su alre-


dedor, los maestros caballistas italianos volvieron a perder pronto,
sobre el resto de Europa, la influencia que habían tenido desde la
brillante entrada en escena de Grisone, después de Pignatelli y de
sus alumnos.
Al principio del siglo XVIII, la equitación europea estuvo casi
únicamente influenciada por la equitación francesa. El gran jinete
La Guérinière escribió una obra de equitación que se puede califi-
car como el libro base de todos los tiempos y que tuvo un efecto
revolucionario. Esta obra se distingue de las de sus predecesores
por una claridad particular. Afirma el autor que se limita a lo que es
verdadero y sencillo, a fin de ser perfectamente comprendido por
sus lectores. No es necesario insistir aquí más sobre los métodos
de La Guérinière. No porque éstos carezcan de interés, ya que hoy
todavía persisten en la Escuela Española de Equitación, incambia-
bles y siempre vivos, en el curso de doma que practicamos.
En efecto, en tanto que las enseñanzas de este gran maestro en
su propio país se encontraban batallando otra vez por la Revolu-
ción Francesa, los elevados círculos de la equitación clásica y los
cursos principescos dejaban de existir de resultas de los efectos
de la Revolución y más tarde como consecuencia de las campañas
napoleónicas; mientras esto ocurría, los métodos del gran caba-
llista francés eran mantenidos en la Escuela Española de Viena. El
arte volvió con un jinete genial: el caballista Max von Weyrother.
Su personalidad radia más allá de las fronteras de su patria. Ejer-
cerá su influencia en particular sobre el desarrollo de la equitación
en Alemania, donde encontró en Seidler un digno representante.
Más poderosa aún fue la influencia de Weyrother sobre Seeger y
Oeynahusen. Estos últimos han sabido resistirse contra las en-
señanzas de Baucher y dar a su punto de vista los fundamentos
sólidos, que más tarde, hombres como Plinzner, Fillis y otros “in-
novadores”, no han podido introducir en ese país. Idénticas bases
son las que fundamentan la obra de Steinbrecht “La Gimnassia
del Caballo” (1885), que se remonta a las concepciones de Seeger
y Oeynhausen.
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ALOIS PODHAJSKY

Plinzner, profesor de equitación del Emperador en Berlín a


partir de 1874, inclinado como Baucher en dar a sus caballos una
flexión falsa en el cuello y arrebatarles toda noción de movimiento
hacia adelante. Sus amigos han defendido este método, argumen-
tando que había que domar, para el Emperador Guillermo III,
algunos caballos que se dejaran conducir fácilmente con una sola
mano.
James Fillis fue, en Francia, un alumno de Baucher, luego, du-
rante doce años, fue profesor de equitación de la Escuela Militar
de San Petesburgo. En 1842 apareció por primera vez Fillis en
Alemania en un circo. Logró, además de entusiasmar a los especta-
dores, afirmarse en los medios ecuestres de los adeptos que tenían
deseos de ver aplicar sus métodos en el ejército para el adiestra-
miento del caballo de armas. Sin ninguna duda, Fillis era un artis-
ta, pero no en el sentido de la equitación clásica, sino que para él
todos los movimientos se sometían a la estricta observación de las
leyes de la naturaleza: era un artista en el dominio de la equitación
de circo. Como prueba podemos citar: su galope sobre tres patas,
su galope hacia atrás, etc. Fillis murió en 1913 en París, olvidado
como su maestro Baucher; mientras tanto las enseñanzas de la Es-
cuela de Viena se han mantenido hasta nuestros días. La Escuela
de Caballería de Hannover estuvo hasta la Primera Guerra Mun-
dial bajo la influencia de la Escuela de Viena, representada por su
antiguo profesor de equitación Gebhart.
La revolución histórica de la equitación muestra que este arte no
está reservado para ningún país determinado. Prospera y florece en
todas partes donde se encuentran hombres, lo aman y viven para
él, hombres que dan a este arte especial una expresión tan fuerte
que interesa tanto al profesional como al simple aficionado.

PRINCIPIOS DEL ADIESTRAMIENTO DEL CABALLO

Ningún manual puede tratar a fondo la cuestión del adiestra-


miento mediante algunas directrices generales, como es frecuente
en los libros de equitación de nuestra época.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

La forma de ejecutar es muy importante. Hay que estudiarla


a fondo. Se debe poner interés especial en la claridad absoluta,
pues cuidado particular se impone para que el método de adies-
tramiento sea expuesto teóricamente de tal modo, que los erro-
res no puedan producirse. Las opiniones sobre la importancia
de la teoría y de la práctica pueden diferir; ambas llegan siempre
a la misma conclusión y es natural que se deban completar una
con otra. La mejor teoría no sirve para nada si no es seguida de
la ejecución práctica que le sirve de prueba. Por otra parte, es
el conocimiento teórico el que nos indica el camino de la per-
fección. La teoría es el saber; la práctica es el saber hacer. Pero
es siempre el conocimiento el que debe preceder a la acción. La
exactitud de esta tesis se revela de una forma particularmente
clara en el caso de la equitación. El autodidacta seguirá siendo
siempre un artesano, a pesar de los éxitos ecuestres aparentes.
Sin fundamentos teóricos, la equitación no podrá llegar a nin-
guna parte.
Más que otro arte, la equitación está en unión íntima con el
arte de vivir. Muchos de sus principios pueden, en todo tiempo,
servir de reglas de conducta. Se ve claramente el extraordinario
valor del deporte ecuestre. Así como el caballista no tendrá éxi-
tos si no está equilibrado física y moralmente, el hombre tendrá
necesidad de este equilibrio, especialmente en el carácter, para
hacer su camino en la vida.
El caballo enseña al hombre a dominarse, le da la facultad de
introducirse en el pensamiento y en las sensaciones de otro ser
viviente. Estas son las cualidades extraordinariamente impor-
tantes para la conducta de nuestra vida.
En la vida, como en la equitación, un conocimiento exacto
del camino a seguir nos lleva a alcanzar el éxito. Los caminos
que llevan al fin pueden ser diferentes, queda por decidir cuál
será el mejor, el más fácil y el más corto. El caballista lo en-
contrará gracias a sus conocimientos teóricos y a su destreza.
Lograr el éxito se debe al dominio del arte. Pero para seguir el
buen camino le hacen falta al jinete las más importantes cuali-
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ALOIS PODHAJSKY

dades. Seguramente todos los caminos lleven a Roma; sean


rectos o sinuosos, más cortos o más largos. Pero una vez
tomada una dirección, hay que conservarla. El que cambia
de dirección puede fácilmente errar el blanco y terminar por
desanimarse.
Para alcanzar el éxito es muy importante saber distinguir
la causa y el efecto. El efecto es fácil de comprobar, mas la
causa no puede ser descubierta sino por el saber, y este saber
es la teoría que nosotros le damos.

ORÍGENES DEL ADIESTRAMIENTO

Si se quieren encontrar los orígenes utilizables del adiestra-


miento en la equitación clásica, lo más indicado es referirse al
método seguido por la Escuela Española de Viena. Este mé-
todo, desgraciadamente, se basa en una tradición oral, aun-
que hay algunos escritos incompletos.
Lo existente de más valor para la enseñanza son las Di-
rectivas publicadas en 1898-1899 por el teniente general von
Holbein. Por razón de su brevedad, sólo bosquejan la doma
a grandes rasgos y, sin embargo, denotan el conocimiento
excepcional que de este arte especial tenía su autor. En estas
Directivas, su excelencia von Holbein ha definido claramente
como signo de mucha importancia cómo siguió la marcha del
adiestramiento en la Escuela Española.
Partiendo del principio de que el juicio exclusivo y el tra-
bajo sin ayuda es perjudicial, no se darán aquí prescripciones
formales, pero se indicará, como medio de mantener la mar-
cha metódica de la educación y del adiestramiento del jinete y
caballo, las obras siguientes; obras que no se contradicen en
nada, sino que se completan recíprocamente. Ellas servirán
de guía y se debe anotar que es necesario considerarlas como
el único método en vigor en la Escuela Española Imperial y
Real, con la excepción de algunas divergencias que sean men-
cionadas en la presente obra:
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

M. de La Guérinière (1751).
El caballista Max von Weyrother (1814).
Louis Seeger (1844).
El barón von Oeynhausen (1845-1865).

Y, por fin, “El Reglamento de ejercicio Imperial y Real para


la caballería”, haciendo constar la enseñanza que ha dado a los
reclutas militares y a los alumnos civiles en periodo de prueba las
disposiciones del Reglamento del ejercicio Imperial y Real.
Para más claridad, un corto estudio sobre las obras citadas
por su excelencia von Holbein y sobre sus autores nos parece
necesario.

Robichon de la guérinière
François Robichon de la Guérinière, del que hemos hablado,
fue profesor de equitación del rey Luis XV. Por primera vez te-
nemos noticia de su actividad cuando en 1716, tomó la dirección
de una célebre academia de equitación en París, que anterior-
mente estuvo dirigida por su propio maestro Antoine de Ven-
deuil. Desde 1730 hasta su muerte en 1751 dirigió la Academia
de las Tullerías. Las academias reales eran creación de Pluvinel,
que cien años antes había sido maestro de equitación de Luis
XIII.
En 1733 apareció la primera edición de la obra de La Gué-
rinière bajo el título de “Escuela de Caballería”, conteniendo el
conocimiento, la instrucción y la conservación del caballo. Mu-
chas de las ediciones siguientes salieron con otros títulos, como
“Elementos de Caballería”, 1740-41-57 y 58; “Manual de Caba-
llería”, 1742, además de otras ediciones.
Por su claridad y su importancia fundamental, la obra de La
Guérinière fue impuesta por su excelencia von Holbein como
libro base para el adiestramiento practicada en la Escuela Es-
pañola de Viena. En su introducción, La Guérinière dice que
no solamente hay que exponer su propia enseñanza y sus prin-
cipios, y así él mismo ha extraído de las obras de los mejores
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ALOIS PODHAJSKY

escritores y las ha completado con su experiencia personal y con


los consejos de los especialistas, como su maestro Vendeuil y los
predecesores de este último: Plessis y de la Vallée.
La Escuela de Caballería comprende tres capítulos:

1. El conocimiento del caballo y de todo lo que le concierne.


2. El adiestramiento.
3. El tratamiento de las enfermedades.

Este enunciado es ya una clara indicación de los conocimientos


indispensables que deben ser exigidos a un verdadero jinete. Des-
graciadamente, en el saber teórico se comprueba últimamente una
sensible negligencia en todas las disciplinas ecuestres, la teoría se
hace más y más superficial; este defecto se acrecienta en propor-
ciones espantosas.
El objeto de los métodos de La Guérinière era el siguiente:
Mediante un trabajo sistemático, educar al caballo de silla tran-
quilo, dócil y obediente, fácil de manejar y agradable para el ji-
nete. Estas cualidades sirven también para el caballo de escuela,
así como para el caballo de caza o el de armas. Los métodos del
célebre maestro han perdurado en la Escuela Española.

Max von weyrother


El caballero Max von Weyrother era descendiente de una fami-
lia de jinetes de la antigua Austria. Uno de sus antepasados, Adam
von Weyrother, era oficial de caballería y tenía fama de ser un
gran conocedor de caballos. Más tarde fue profesor de la escuela
de equitación de Bruselas y, finalmente, en los años 1729 a 1740,
fue profesor de la Escuela Española de Viena. En 1733, Adam
fue elevado al rango de caballero del Imperio. Dejó dos obras,
una escrita en francés sobre la doma del caballo, la otra en alemán
sobre la medicina veterinaria. Su hijo Franz von Weyrother fue
desde 1754 a 1760 profesor de equitación en la Escuela Española
de Viena, después se pasaría al ejército Imperial y es él quien, pro-
bablemente, llegó a ser más tarde el mariscal del mismo nombre.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

El caballero G. Weyrother fue nombrado profesor de equita-


ción en mayo de 1810, pero no se sabe nada de su vida anterior.
En 1813 es todavía mencionado como profesor en la Escuela Es-
pañola de Viena; en 1815 fue nombrado inspector de dos escuelas
de equitación imperiales e hizo, en 1818, con el caballerizo mayor
un viaje al extranjero para visitar las escuelas de equitación de di-
ferentes países. Murió en febrero o marzo de 1829.
El miembro más importante de esta familia de jinetes fue el ca-
ballero Max von Weyrother (hermano de G. Weyrother). Se dice
de él que, desde 1810 hasta primeros de julio de 1813, fue profesor
en el instituto militar de equitación de Wiener Neustadt. Renunció
a este puesto para ocupar, por proposición del mariscal Radetzky,
un puesto provisional en la corte Imperial. En noviembre de 1813
trabajaba ya en la Escuela Española al caballo semental “Confi-
tero”. En 1815 fue el nombramiento de Gottlieb von Weyrother
como Inspector Imperial y Real de las escuelas de equitación de
la corte y designado profesor de la Escuela Española. En 1814 se
le confirió probablemente la dirección de esta escuela. En 1825
empezó a ser jefe de los jinetes de esta escuela, que era llamada
por esa época “Escuela de equitación de la ciudad”. En 1830 fue
nombrado director jefe de las dos escuelas de equitación (la Espa-
ñola y la Escuela militar de equitación), y en 1831 debió recibir el
título de Inspector Imperial y Real en las escuelas de equitación.
En diciembre de 1833 sus amigos sufren la pena de verle morir
demasiado pronto. Sobre su edad no existe ninguna indicación
precisa. Empujado por el conde Frantmannsdarff Weinsperg, pu-
blicó en 1814 un pequeño libro titulado “La forma de encontrar
la brida adecuada para frenar al caballo”. Después de su muerte
en 1836 aparecieron reunidos por sus amigos los “Fragmentos”
de los escritos dejados por el profesor de equitación Imperial y
Real de Austria, el caballero Max von Weyrother.
Los “Fragmentos”, publicados en 1836, dan una idea del alto
valor de este hombre, cuya reputación era tan importante que
se le pidió que pusiera en marcha un plan de enseñanza para el
instituto austriaco de equitación militar, y tomó posición decisiva

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ALOIS PODHAJSKY

en las cuestiones concernientes a la caballería austro-húngara. En


ese pequeño libro publicado hace más de cien años, se encuentran
definidos los principios de la doma en vigor hoy día en la Escuela
Española de Viena; los jinetes de la antigua escuela han transmiti-
do su herencia de generación en generación.
Weyrother, que se refería estrictamente a las enseñanzas de La
Guérinière, se ocupa, ante todo, en sus relatos, de la formación
del jinete. En cuanto al caballo, piensa que hay que desflorarlo. Él
fue el autor de la fórmula del “Jinete que piensa”, en uso actual-
mente en la Escuela Española, poniendo de relieve la necesidad de
suministrar a la habilidad práctica el apoyo de los conocimientos
teóricos.
El nombre de Weyrother se extendió más allá de las fronteras
de Austria. En su libro aparecido en 1830 en Dresde bajo el título
“Algunas nociones sobre nuestros nobles amigos los caballos”, el
barón G. Biel escribe que “casi todos los picaderos de Alemania
están en un triste estado, que los caballos son deformados de una
manera contraria a la naturaleza y que se busca en vano la verda-
dera equitación”. Y añade “Vine a Viena, vi montar a los jinetes de
la Escuela Española y sentí que la equitación era tratada siguiendo
otros principios que en los picaderos que yo había visitado en otra
parte. Solamente oyendo al Profesor Imperial y Real, el caballe-
ro Max von Weyrother, siento que los principios de la verdadera
equitación me son claramente conocidos. Me sentiría feliz si pu-
diera criar los caballos para un picadero como el que dirige M. de
Weyrother. Entonces en breve plazo nadie osaría decir que los
nobles caballos ingleses no son propicios para la equitación”.
Esta es una atestiguación que refleja la grandeza y la importan-
cia de este hombre.

Louis seeger
Nació de una familia de profesores de equitación, dirigió el
primer Instituto privado de equitación de Berlín, el “Seegerhof ”
(picadero Seeger). En 1844 apareció su sistema de equitación
dedicado al Príncipe Guillermo de Prusia, el futuro emperador.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Este excelente manual de equitación, presentado bajo una


forma clara, proporcionó a Seeger la Medalla de Oro al Mérito.
Además publicó en 1852 “El señor Baucher y sus giros de
fuerza”, serias advertencias a los jinetes de Alemania, libro en
el cual tomaba enérgica posición contra los procedimientos
del jinete francés, origen de tantos estragos.
Seeger fue alumno de Max von Weyrother. Su sistema
de equitación refleja enteramente la influencia de su ilustre
maestro y de sus principios en vigor en la Escuela Española
de Viena, donde es de mayor cuidado el que el caballo de
escuela sea, en todo tiempo, de perfecto servicio. El lector
vuelve a encontrar en esta obra las frases de los “Fragmen-
tos” de Weyrother; sin embargo, la obra de Seeger tiene más
amplitud, completada por las propias experiencias de este
maestro. Expuso en una serie bien ordenada los antiguos
principios de La Guérinière y Weyrother. Un amplio espacio
de su obra trata de la cuestión del equilibrio y demuestra, por
las leyes de la Física, sus bien fundadas afirmaciones. Des-
graciadamente sus principios concernientes al levantamiento
del cuello del caballo y al uso de la espuela, fueron frecuen-
temente mal comprendidos, lo que no ayudó a la causa de la
equitación.
El mérito de Seeger fue el de lograr componer, con la
oposición de sus contemporáneos, una obra fácilmente com-
prensible, de donde se puede sacar aún valiosas enseñanzas.

Von oeynhausen
El barón Oeynhausen descendía de una vieja familia de
jinetes del norte de Alemania. Ex alumno de diferentes es-
cuelas de equitación alemanas, fue durante muchos años ins-
tructor bajo las órdenes del comandante en el Instituto cen-
tral Imperial y Real de equitación de Salzburgo.
Oeynhausen escribió varios libros de equitación, en los
cuales daba como bases las exposiciones teóricas de sus con-
ferencias en el Instituto central.
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ALOIS PODHAJSKY

Hizo publicar las siguientes obras:


1845: Equitación salzburguesa, conferencias teóricas so-
bre la equitación, por el capitán von Oeynhausen.
1848: Método de adiestramiento, del jinete y del caballo.
1849: Algunas nociones de equitación y de conocimiento
del caballo para uso en particular de los oficiales montados
de la infantería, por von Oeynhausen, primer instructor bajo
las órdenes del comandante del Instituto central de equita-
ción de Salzburgo.
1865: El aficionado a los caballos, por von Oeynhausen,
teniente coronel e instructor en la Escuela central de
caballería.
1865: Preguntas y respuestas en la Escuela central de caba-
llería, para el adiestramiento del caballo con fines militares.
1869: Modales del caballo y posición del jinete, por
Oeynhausen, coronel y primer instructor en la Escuela
central Imperial y Real de caballería.
En el prólogo de su Método de la doma, Oeynhausen
dice que muchos se encontrarán los métodos ya leídos
en otros libros de equitación, pero el objeto de la obra
es la de recopilar y dar a conocer todos los principios
utilizables para el adiestramiento del caballo. En los
escritos de Oeynhausen se observa netamente la influencia
de Weyrother; él también reproduce palabra por palabra
los preceptos de este gran jinete.
¿Fue Oeynhausen un alumno de Weyrother o de la Es-
cuela Española? Esta es una pregunta que no es posible
contestar hoy día. En todo caso, conocía muy exactamen-
te esta última, en particular los saltos practicados en esta
escuela.
Como última indicación concerniente al adiestramiento
en la Escuela Española de Viena, su excelencia von Hol-
bein cita el Reglamento del ejercicio para el uso de la ca-
ballería Imperial y Real, donde se vuelven a encontrar las
obras de Weyrother, Seeger y Oeynhausen. Este Reglamen-
24
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

to constituye un excelente manual y supone, por su forma


condensada y breve, una enseñanza ecuestre práctica.

Von holbein
Pasemos ahora a su excelencia von Holbein. Tiene el mé-
rito de haber fijado por escrito las primeras directrices con-
cernientes al adiestramiento en la Escuela Española. El 20 de
octubre de 1898 publicó su obra antes mencionada: “Directi-
vas para la conducta metódica del adiestramiento del caballo
en la Escuela Española de Viena”; el mismo año, después
de la jubilación del jinete jefe Gebhart, fue encargado de la
dirección de la Escuela Española, que ejercerá hasta octubre
de 1901.
En la introducción de sus Directrices, atrae la atención ha-
cia el hecho de un adiestramiento acelerado del hombre y del
caballo y que le han llevado a la decadencia de la equitación
en los diferentes ejércitos. También señala la necesidad de
mantener a los institutos, como la Escuela Española, donde
la equitación es practicada en un alto grado de perfección.
Sobre el sentido profundo de la Alta Escuela, su exce-
lencia von Holbein dice que ésta -sin pedantería o demos-
traciones inútiles- debe siempre proponerse defender los
principios de la equitación y el beneficio de las experiencias
adquiridas, además de mantener los medios a seguir para lle-
gar más pronto a adiestrar al jinete y someter al caballo a su
voluntad.
Todo profesor de equitación y jinete en función en la Es-
cuela Española debe hacerse una idea exacta de la razón de
ser y del objeto de este instituto y perseguir este objeto po-
niendo en juego todas las facultades intelectuales y todas las
fuerzas físicas disponibles. A fin de realizar plenamente este
ideal, haría falta que el personal de la Escuela Española no
olvidara jamás que la equitación no debe ser practicada úni-
camente por la Alta Escuela, sino que debe primero alcanzar
las tres disciplinas siguientes:
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ALOIS PODHAJSKY

1.ª Montar al caballo en una postura lo más natural posible, en


movimientos no reunidos sobre líneas derechas, a lo que se llama
“derecho delante de sí mismo”.
2.ª Montar al caballo reunido en todos los movimientos,
volverse y hacer vueltas. En perfecto equilibrio -ésta es la escuela
de campo (equitación secundaria)-. Esta escuela desarrolla
el talento del caballo, educa sus facultades naturales en lo que
concierne a la gallardía y los movimientos, le fortifica en todos
sus miembros y lo vuelve flexible y elástico en sus ligamentos,
tendones y articulaciones.
Su habilidad y saber son aumentados, su intelecto es desperta-
do y, al mismo tiempo, el jinete encuentra el medio de dosificar el
trabajo de su alumno y regular la marcha de su posterior doma.
En la escuela de campo no deben ser desarrollados nada más que
los movimientos y los saltos naturales; hace falta, a este respecto,
obtener del caballo la elasticidad necesaria de sus costados, del
cuello y la sujeción de la cabeza y exigirle la colocación corres-
pondiente a su constitución. Una vez obtenido este resultado se
ha conseguido el derecho de pasar al gran arte, es decir, a la Alta
Escuela, porque la naturaleza sin arte puede existir, pero jamás el
arte sin la naturaleza. La segunda disciplina, que es continuación
de la primera, representa, por consiguiente, la preparación justa
para la Alta Escuela.
3.ª Montar al caballo con actitud artificialmente creada, con
flexión reforzada de las articulaciones de las ancas; mantener re-
gularmente la flexibilidad en todos los movimientos y saltos ha-
bituales, igualmente que en todos los movimientos y saltos des-
acostumbrados y artificiales, imitados de la naturaleza. Todo esto,
metódicamente obtenido y llevado a su más alta perfección, es lo
que llamamos “Alta Escuela”.
Esta disciplina debe ser precedida de las otras dos. Las tres
disciplinas conjugadas forman un todo. Es necesario, por consi-
guiente, que el caballo de escuela perfectamente preparado, adies-
trado y educado, puede también ser utilizado en los movimientos
rápidos y puede hacerse al mismo tiempo un caballo de campo.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Su excelencia von Holbein recuerda que el refinamiento


exagerado de la equitación en la escuela produce una sepa-
ración tan grande entre ella y la equitación del exterior, que
no beneficia a este noble arte. No existe absolutamente nin-
guna razón, dice él, para hacer diferenciar los movimientos
de la equitación del exterior y los de la Alta Escuela. Todo
el esfuerzo emprendido debe procurar rectificar los errores
de los conceptos ecuestres, debidos a la tradición oral. Es así
como se produce y se alcanzará, mediante la intervención de
los maestros experimentados, el grado supremo de la perfec-
ción. Es necesario -añade von Holbein- que todos los jinetes
de la Escuela Española se propongan obtener la unión de la
equitación de la escuela con la del exterior, conservando en las
dos disciplinas la autonomía que les pertenece. Es necesario
que cada jinete se dé cuenta en todo momento del grado de
adiestramiento alcanzado por su caballo y debe saber cuál es
el objeto que se persigue con cada lección. No debe solamen-
te saber montar, sino que, además, debe saber pensar, ya que
únicamente un jinete reflexivo puede obtener, en un tiempo
relativamente corto, la meta que se ha propuesto.
Para terminar, su excelencia von Holbein dice en sus “Di-
rectivas” que la equitación debe ser verdadera y simple, debe
dejar a un lado las concepciones erróneas y las medianías, a fin
de que este arte sea de nuevo reconocido por todo el mundo.
De estas fuentes se sacan los métodos actuales de la doma
de la Escuela Española. Dos son las razones por las que nos ha
parecido necesario recordarlo: primero, para subrayar la exac-
titud de nuestro métodos, y segundo, para mostrar que, a pesar
de la transmisión oral de estas enseñanzas, los principios fun-
damentales de la equitación en la Escuela Española no pueden
debilitarse; al contrario, un estudio profundo de los orígenes
hizo aclarar que, a pesar de todas las sacudidas que ha sufrido
Europa en este siglo, nuestro Instituto practica de una forma
inalterable la equitación clásica y se muestra digno de la gran
tradición.
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ALOIS PODHAJSKY

Las obras anteriormente mencionadas nos descubren otro he-


cho que debemos saber: el arte del adiestramiento, acondicionado
por la leyes de la naturaleza, no ha dejado de sufrir el asalto de
los nuevos métodos, teniendo que rechazarlos para de esta forma
permanecer incambiable.

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