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Una toxina (del griego clásico τοξικόν [toxikón], que significa ‘flecha’) es una sustancia venenosa producida

por células vivas de animales, plantas, bacterias u otros organismos biológicos; 12 para destacar su origen
orgánico, se habla a veces también de biotoxina.34 Están excluidas de esta definición las sustancias creadas
por procesos artificiales. El término «toxina» fue introducido por el químico orgánico Ludwig Brieger (1849-
1919).5
Las toxinas pueden ser pequeñas moléculas, péptidos, o proteínas capaces de causar enfermedad cuando
entran en contacto con, o son absorbidos por, tejidos del cuerpo, interactuando con macromoléculasbiológicas
como enzimas o receptores celulares. Las toxinas varían enormemente en su severidad, que va de un efecto
breve y leve (como en el caso de un aguijón de abeja) hasta mortal casi de inmediato (como en la toxina
botulínica).

Acción[editar]
Las toxinas generadas por microorganismos son un importante factor de virulencia; responsables del carácter
patogénico y del grado de evasión del sistema inmunitario del huésped. 6
Las toxinas en la naturaleza tienen principalmente dos funciones:

 Depredadora (arañas, serpientes, medusas, etc.)


 Defensiva (abejas, ranas, orugas, plantas, setas, etc.)

Clasificación[editar]
Clasificación por su naturaleza química
Hoy en día, las toxinas se pueden clasificar, de acuerdo a su naturaleza química, en toxinas proteicas y
toxinas glúcido-lípido-polipeptídicas.

 Las toxinas proteicas. Se conocen desde hace varios años gracias a los trabajos de Roux y de Yersin
(1888) y de varios investigadores más.
Roux demostró que el bacilo diftérico segrega un veneno que por sí solo puede reproducir la enfermedad en
un cobayo. Esta toxina diftérica es verdaderamente segregada en el medio externo. Otras toxinas proteicas se
hallan al mismo tiempo en el cuerpo microbiano y en el medio ambiente. Y ciertas toxinas proteicas
permanecen fuertemente ligadas a los cuerpos microbianos.
Pillemer y Eaton estudiaron de manera especial la estructura de las toxinas tetánica y diftérica. Estas toxinas
son solubles en agua y generalmente termolábiles; el calor, la luz y el envejecimiento las afectan. Los ácidos y
las bases las destruyen y el formol las transforman en un nuevo producto, llamado anatoxina por el veterinario
y biólogo francés Gaston Ramon, en 1923. Este producto es absolutamente inofensivo, pero conserva
íntegramente el poder floculante y la actividad inmunizante de la toxina. (Burdin & de Lavergne, 1980) 7

 Las toxinas glúcido-lípido-polipeptídicas. Estas están siempre ligadas al cuerpo microbiano. Si se inyecta
el germen a un animal no provocaría ninguna reacción; en cambio, una inyección intravenosa de
gérmenes muertos provoca la muerte del animal en pocas horas. Este fenómeno hace evidente la
reacción que provoca un producto tóxico contenido en un cuerpo microbiano. La causa de la muerte del
animal se atribuye a la endotoxina y no a la virulencia, ya que esta no puede darse estando el germen
muerto.
Las toxinas glúcido-lípido-polipeptídicas tienen efecto sobre el sistema nervioso (irritan el sistema
parasimpático) y representa un papel importante en el favorecimiento de la infección. 7
Algunos de los tipos de toxina mejor conocidos son:

 Cianotoxinas, producidas por cianobacterias.


 Hemotoxinas, son aquellas que atacan a los eritrocitos y se transmiten por el torrente sanguíneo.
 Necrotoxinas, producen necrosis de las células a las que afectan y destruyen los tejidos; también se
distribuyen por la sangre y en el caso de los humanos afectan principalmente a músculos y piel.
 Neurotoxinas, son las que afectan principalmente al sistema nervioso.
 Citotoxinas, afectan a células de forma individual, bien de un modo genérico o bien a tipos concretos de
células.
 Miotoxinas, afectan a los músculos provocando parálisis.
 Apitoxinas, producidas por las abejas.
 Micotoxinas son producidas por hongos, aunque suelen reducirse únicamente a las que
afectan a animales en bajas concentraciones.

La bioética hoy por hoy representa un asunto de la más alta prioridad para políticos
humanistas que deben enfrentar con coraje que ante los defensores a ultranza del
progreso tecnológico sin cortapisas, hay que oponer la tesis de una tecnología que no sea
un fin en sí misma sino que antes por el contrario debe estar sujeta a reglas que protejan
a todo ser viviente llámese hombre, animal o planta.
Probablemente, los primeros retos que se presentan hoy son qué hacer con enfermos
hospitalizados en unidad de cuidados intensivos donde la tecnología puede prolongar la
vida casi al infinito (caso Gustavo Cerrati) a pesar de las pocas esperanzas de
recuperación, qué hacer con la eutanasia tanto la pasiva como la activa, los suicidios
asistidos, el aborto, la clonación humana, y tantos otros.
El mundo que habitamos se ha convertido en una especie de caos donde los antiguos y
poderosos “valores” de que gozaban generaciones anteriores se ha convertido ante
nuestra indiferencia en un “esto es lo que hay” y “todo está bien” y al final cuando nos
convencemos de ello se ha producido el triunfo del mal y hemos caído en la contracultura
que inmortalizara el gran cantautor argentino Discépolo en su genial tango “Cambalache”:
“no hay valores ni dobleces, da lo mismo ser derecho que traidor, lo mismo un burro que
un gran profesor”. Como afirmara Savater en 1993, “el primer paso de la ética es no
actuar de cualquier modo, dada la convicción de que no todo es igual”.
El autismo social es una de las cosas más peligrosas que le puede suceder a un ser
humano. Como muestra de que la ética no es sólo de las ciencias de la salud sino que
abarca todas las esferas sociales.
En un pequeño periódico de circulación semanal, un periodista en un artículo denigrando
de otro colega termina al final, cual basilisco babeante, con esta perla: “y tú mejor que
nadie sabes que en tu hermosa democracia burguesa lo mejor es no enfermarse, por dos
razones: una, la medicina pública no funciona; dos, en la privada te inventan
enfermedades para sacarte los ojos”. Pobre fablistán que esto escribió, nunca ni en el
hogar, la universidad o la gran escuela de la vida, aprendió el significado moral de la
palabra ética y por eso arremete cual elefante torpe en una cristalería, contra miles de
profesionales dignos del mayor respeto.

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