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Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca de


la Universidad de Sevilla

Joaquín Cortés José.


Departamento de Cartoteca, Instituto de Cartografía de Andalucía.
Eduardo Peñalver Gómez.
Fondo Antiguo y Archivo Histórico, Biblioteca de la Universidad
de Sevilla.

El fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla está formado por una


amplia colección de libros de los siglos XV al XIX que ha ido formándose a lo largo de
los cinco siglos de historia de la Universidad, a partir de un primer núcleo original
constituido por la librería del Colegio de Santa María de Jesús, con los libros donados
por su fundador, Maese Rodrigo Fernández de Santaella, en los primeros años del siglo
XVI.

Desde la misma fundación el fondo de lo que acabaría siendo la Biblioteca de la


Universidad de Sevilla no ha dejado de enriquecerse, sin duda con gran lentitud en los
siglos XVI y XVII, y a mucho mayor ritmo en las dos centurias siguientes. A modo de
primera aproximación a los orígenes de los fondos de la biblioteca, cabe distinguir, sin
ánimo de exhaustividad, las siguientes procedencias:

a) Adquisiciones realizadas por el Colegio de Santa María de Jesús y la


Universidad de Sevilla (ambas instituciones se separaron en 1776), muy escasas
al menos hasta el siglo XIX.

b) Donaciones de antiguos colegiales –la mayoría en forma de aportaciones


dinerarias--, entre las que destaca la muy notable realizada por el cardenal Luis
Belluga, de tales dimensiones que obligó a hacer una ampliación de la
biblioteca.

c) Donaciones de personajes de relevancia en la historia de Sevilla –casos de


Lorenzo Domínguez Pascual, Manuel Andérica, José María Valdenebro, Pedro
Sáinz de Andino, Joaquín Hazañas, Alejandro Guichot, Luis y Santiago
Montoto, etc.

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d) Fondos de las bibliotecas de los centros jesuíticos –sobre todo del Colegio de
San Hermenegildo y de la Casa Profesa--, como consecuencia de la expulsión de
la Compañía de Jesús en 1776, bajo el reinado de Carlos III.

e) Fondos de las bibliotecas de los conventos afectados por las leyes de


desamortización de Mendizábal, en 1840.

f) Fondos de la Biblioteca Pública de San Acacio, integrados en la Biblioteca de la


Universidad en 1840.

Esta muy diversa procedencia, más diversa aún si se tiene en cuenta que las bibliotecas
conventuales a menudo habían recibido como legado bibliotecas de particulares, explica
que aunque como cabría imaginar la mayor parte de las obras pertenecen al ámbito
religioso y jurídico, estén representadas muchas más áreas del conocimiento humano:
obras históricas y literarias, relaciones de sucesos, libros de medicina, técnica,
arquitectura, arte y ciencia militares, historia natural, matemáticas y, por supuesto,
Geografía.

Un análisis superficial de las procedencias de los libros del fondo antiguo de la


Biblioteca de la Universidad de Sevilla autoriza a afirmar, en primer lugar, que la
notable abundancia de libros de Geografía tiene que estar relacionada con la especial
relación que nuestra ciudad tuvo largo tiempo con el Nuevo Mundo. Pueden
mencionarse a título de ejemplo la presencia de parte de la biblioteca del cosmógrafo
sevillano Jerónimo de Chaves, legada por éste al Monasterio de la Cartuja de las
Cuevas, o de ejemplares procedentes de la biblioteca del Real Colegio de San Telmo-
Universidad de Mareantes, entre los que posiblemente deban incluirse –aunque no
puede afirmarse con certeza— los que fueron propiedad del científico, militar y
navegante, Antonio de Ulloa y de la Torre Giralt.

En segundo lugar, la enorme cantidad de libros de geografía de los que hay constancia
que provienen de los diferentes centros jesuíticos sevillanos, da la medida del interés de
la Compañía de Jesús en los conocimientos geográficos, derivado de su enérgica
actividad misionera en el Nuevo Mundo.

Ilustrar una visión necesariamente sucinta de la evolución de la cartografía desde el


periodo de la imprenta primitiva hasta finales del siglo XVIII, con referencia a las obras
de geografía y cartográficas de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla y a sus
procedencias, es el objeto de este estudio que aspira más a plantear que a desarrollar
posibles vías de investigación en el ámbito de la historia de la cartografía y del libro y
de la propia biblioteca. Hemos limitado la noticia sobre algunos ejemplares y sus
procedencias a aquellas obras que tradicionalmente se han considerado hitos en la
historia de la cartografía, no pudiendo por motivos obvios incluir la gran cantidad de
obras de todo tipo que han empleado mapas, vistas y planos para ilustrar sus contenidos.

La doble perspectiva histórica y bibliotecaria de este estudio se refleja en su ordenación


cronológica, haciendo para cada centuria un breve repaso de las innovaciones técnicas
que afectaron a la cartografía y un recorrido de carácter histórico. La mención de obras
cartográficas concretas va seguida de unos apuntes sobre la presencia de esas obras en la
Universidad de Sevilla.

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El siglo XV

En la segunda mitad del siglo XV1 se produce una importante innovación en la ciencia
cartográfica y fundamentalmente en las técnicas de posicionamiento. Estos avances se
producen sobre todo por la navegación oceánica que demandaba mayor precisión en el
cálculo de las coordenadas de la posición del barco. Así, los instrumentos de
astronomía, como el astrolabio o el cuadrante, utilizados para medir la altura de los
astros en el cálculo de la latitud, se simplifican creándose el astrolabio náutico (ideado
por los árabes) o el cuadrante náutico; y, a mediados del siglo XVI, se comienza a
utilizar la ballestilla (la vara o bastón de Jacob) para la misma función. La plancheta,
con una regla de observación sobre la superficie del dibujo, que permitía que el mapa
fuese hecho al mismo tiempo que se trazaban los ángulos, fue dada a conocer por el
astrónomo Leonard Digges (1545-1595) en 1571 en su obra “Pantometría”. Humphrey
Cole construye uno de los primeros en 1574.

Para el cálculo de la longitud se proponen en el siglo XVI el método de las distancias


lunares y el método del cronómetro. Pero ambos métodos fueron inviables tanto en esa
como en la siguiente centuria. El primero debido a la inexistencia de tablas de
efemérides astronómicas relativas a las posiciones de la Luna con respecto a las estrellas
en los distintos meridianos y por la falta de precisión de los instrumentos astronómicos
de la época; y el segundo, porque la tecnología del cronómetro no había alcanzado la
precisión requerida en la medida del tiempo, la acumulación de segundos de error daba
lugar a incertidumbre de muchas millas respecto a la posición real que no mejoraba los
métodos de la época. (Los navegantes del siglo XVI habían conseguido una precisión de
medio grado en la determinación de la latitud).

Evidentemente, en el desarrollo de la cartografía que va a conocer la Europa de la Edad


Moderna intervienen toda una serie de factores de diferente orden de los cuáles el más
determinante es el inicio de la exploración atlántica por España y Portugal, a la que
pronto se unirán Francia, Inglaterra y Holanda. Otro factor a tener en cuenta es la
invención de la imprenta, verificada en la ciudad de Maguncia en torno al año 1454.

Aparte de los precedentes medievales que se sabe existieron, en el punto de partida de la


cartografía del siglo XV está, sin ninguna duda, la obra del astrónomo Claudio
Ptolomeo (s. II d. de C.), el Almagesto (palabra árabe que significa “el grande”), que
sobrevivió durante la Edad Media en manuscritos griegos y árabes y que alcanzaría una
fuerte difusión en Europa a la largo del siglo XV. Aunque existía ya desde el siglo XIII
alguna traducción de Ptolomeo del árabe al latín, la difusión se hará a partir de la
traducción que hizo del griego en 1406 el florentino Giacomo d’Angelo. Algunos de los
manuscritos ptolemaicos que empezaron a circular por Europa incluían un mapamundi y
veintiséis mapas parciales, entre los que figuraba uno de España, de trazado arcaico,
conocido en el mundo cartográfico como “mapa antiguo”.

La obra de Ptolomeo conocerá varias ediciones en el mismo siglo XV. En 1475


Hermann Liechstenstein publica en Vicenza la Cosmographia, de la que existe ejemplar

1
Las siguientes líneas se han extraído de la obra “Andalucía. La imagen cartográfica hasta fines del siglo
XIX”, del artículo “La construcción de la imagen cartográfica de Andalucía del siglo XVI al XIX.
Evolución de las técnicas de posicionamiento geográfico”, de J. Cortés José y el de C.Líter Mayayo
“Andalucía en la Cartografía Española Siglos XVI al XIX”.

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en la BUS, pero será dos años más tarde, en 1477, cuando Domenico de Lapis produzca
en Bolonia la primera edición con mapas xilográficos, 27 en total, atribuidos a Tadeo
Crivell, entre ellos el primer mapa impreso de la Península Ibérica. En 1482 se publica
en Florencia, impresa por Nicola Todescho, la traducción al italiano versificada de la
Geographia de Ptolomeo, realizada por Francesco Berlinghieri, tomada de la versión
latina de d’Angelo. El mismo año de 1482 se publica en Ulm una edición impresa por
Leonardo Holle, que destaca por su belleza y por la utilización de xilografías para su
estampación. Ambas ediciones tienen “mapas modernos” de la Península Ibérica.

La Geographia de Ptolomeo fue profusamente publicada y difundida; de ella se hicieron


cerca de cincuenta ediciones a lo largo de los siglos XVI y XVII. Los atlas ptolemaicos
ofrecieron una imagen de España muy variada dependiendo del cartógrafo responsable
de la edición, participando figuras tan importantes como Martin Waldseemüller
(Estrasburgo, 1513), Sebastian Münster (Basilea, 1540), Giacomo Gastaldi (Venecia,
1548), Girolamo Ruscelli (Venecia, 1561), o Gerard Mercator, en la edición de
Diusburg de 1578. El humanista español Miguel Servet realizó una edición anotada y
revisada de la obra de Ptolomeo, publicada en Lyon en 1535 (Se dispone de un ejemplar
en la BUS).

Las procedencias de los veintitrés ejemplares de diferentes ediciones de la obra


ptolemaica en la BUS son muy significativas. De la Casa Profesa procede una edición
parcial, traducida y comentada por Johann Werner, de la Geographia (Nuremberg,
1514), una del Quadripartitum (Basilea, 1533), y una edición griega del Almagesto
(Basilea, 1538). Llevan sello del Colegio de San Hermenegildo los ejemplares del
Almagesto (Venecia, 1535 y Nuremberg, 1535). En los dos casos puede leerse una nota
manuscrita que declara que los libros fueron traídos de Flandes. De la biblioteca del
Colegio de Santo Tomás, vecino y durante un tiempo rival del Colegio de Santa María
de Jesús, es otro Almagesto (Venecia, 1515). Como era de esperar, no faltaron obras
ptolemaicas en la biblioteca particular de Jerónimo Chaves: el Quadripartitum
(Venecia, 1519) y el Almagesto (Venecia, 1528). En los estantes de la librería del
Convento Casa Grande del Carmen de Sevilla estuvo custodiada la Geographia
(Basilea, 1551). Por último, en ejemplar con nota manuscrita de procedencia del
Colegio del Ángel de los Carmelitas Descalzos (a cuya librería fueron a parar los libros
de la Biblioteca del Conde-Duque de Olivares) estuvo custodiada la Geographia
(Arnhem, 1617), con comentarios de Giovanni Antonio Magini.

Todavía en el siglo XV, merece la pena reseñar la presencia del Isolario de Bartolomeo
Zamberti (Venecia, Guglielmo Anima mia de Tridino, ca. 1486), con unos cincuenta
mapas de islas. Nuestro ejemplar, que procede del Monasterio de la Cartuja, muy
probablemente de la biblioteca de Jerónimo Chaves, cuenta con la traducción
manuscrita de los versos con que el autor describía las islas, y que le valieron el nombre
de Bartolomeo da li Sonetti.

Dos obras más, del siglo XVI, pero que incluimos aquí por la fuerte impronta
ptolemaica de sus mapas xilográficos, son C. Iulii Solini Polyhistor : rerum toto orbe
memorabilium thesaurus locupletissimus (Basilea, 1543), de Cayo Julio Solino, en
ejemplar procedente de la Casa Profesa, y la Geographia de Estrabón (Basilea, 1571),
con marca de propiedad del Duque de Osuna.

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Siglo XVI

Dos isolarios más presentes en la BUS son el Isolario de Benedetto Bordone (Venecia,
1534), en ejemplar con sello de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, y la bellísima
obra L’Isole piu famose del mundo (Venecia, 1575), de la que existen tres ejemplares,
uno de ellos procedente de la Biblioteca Pública de San Acacio.

Sin ningún género de dudas, una de las figuras más relevantes de la historia de la
cartografía es la de Abraham Ortelio, nombrado por Felipe II Cosmógrafo Real y
responsable del considerado primer atlas moderno, el Theatrum Orbis Terrarum,
publicado en 1570. Ortelio recopiló para su obra los mejores mapas disponibles de los
cartógrafos más importantes de su tiempo, de forma que abarcara el mundo entero. El
Theatrum tuvo un gran éxito inmediato, siendo editado en varios idiomas; en español se
hicieron tres ediciones, en 1588, 1602 y 1612.

La primera edición del Theatrum, publicada en Amberes en 1570, incluye únicamente el


mapa de España y el de Portugal; en sucesivas ediciones irán apareciendo las imágenes
pertenecientes a otras regiones peninsulares. El primer mapa regional que aparece lo
hace en 1580 y corresponde a la diócesis de Sevilla –su título es Hispalensis Conventus
Delineatio–, realizado por Jerónimo de Chaves, Catedrático de Cosmografía de la Casa
de Contratación. Este mapa es una de las primeras representaciones cartográficas de una
región de España.

A partir de 1584 aparecen los mapas de otras regiones españolas; entre ellos
encontramos un bello grabado en el que figuran las imágenes de Carpetania, Guipúzcoa
y Cádiz, esta última situada en la parte inferior de la hoja, enmarcada por un semicírculo
con una cuidada decoración. Este plano de Cádiz está realizado por Joris Hoefnagel,
artista reconocido que viajó por España entre 1563 y 1567 haciendo dibujos de paisajes
y ciudades que, grabados por F. Hogenberg, fueron publicados en 1572 por George
Braun en su gran obra Civitates Orbis Terrarum, considerado el primer atlas urbano.

Después de la muerte de Ortelio, las planchas pasaron a Juan Bautista Vrients quien,
hacia 1603, publica una nueva edición del atlas que incluye dos nuevos mapas
peninsulares, el del Reino de Galicia de Fernando de Ojea y el del Principado de
Cataluña, que carece de autor pero incluye una gran cantidad de información geográfica
y toponímica.

Del Convento de San Pablo y de la Casa Profesa provienen dos ediciones latinas del
Theatrum Orbis Terrarum (Amberes, 1570 y 1584 respectivamente). No está clara
todavía la procedencia de los dos ejemplares conservados en la BUS de la edición
española (Amberes, 1588) del Teatro de la Tierra Universal. En cuanto a otras obras de
geografía de Ortelio, en la BUS hay dos ejemplares de la Synonymia geographica
(Amberes, 1578), procedentes del Monasterio de la Cartuja y del Colegio de San
Hermenegildo. Del Thesaurus geographicus (Amberes, 1596), el ejemplar muestra
exlibris manuscrito del Colegio de la Concepción de la Compañía de Jesús.

En cuanto al Civitates Orbis Terrarum, los depósitos de la BUS custodian una serie
completa de seis volúmenes, más dos ejemplares del libro tercero y uno del cuarto. De
estos ejemplares, hay constancia de la procedencia de la serie completa, en la que
figuran como propietarios los nombres de Martín Cortés y Juan Pedro Cortes, siendo

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más que probable que el primero se trate del cosmógrafo de origen aragonés Martín
Cortés de Albacar. Un ejemplar del volumen tercero lleva ex libris manuscrito del
Colegio de la Inmaculada Concepción, perteneciente a la Compañía de Jesús.

Igualmente clave en la cartografía del siglo XVI es Gerard Mercator, considerado el


padre de la cartografía moderna, y honrado por Carlos V con el título de Imperatoris
Domesticus. Es autor de un mapamundi, publicado en 1569, obra maestra de la
cartografía flamenca en la que aplicó la proyección que lleva su nombre. Su famoso
Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi…, editado después de su
muerte por sus herederos, incluye algunos mapas de España. Este atlas no tuvo mucho
éxito, influyendo en ello el hecho de que lo publicara en secciones. Años más tarde,
Iodocus Hondius compró las planchas a los herederos de Mercator e hizo una segunda
edición sin modificaciones, publicada en 1602. Hondius fue ampliando constantemente
el atlas, llegando a hacerse muy popular en el siglo XVII. A este atlas corresponde el
hermoso mapa de Andalucía que tiene por título Andaluziae nova descript.

Del Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi… hay una edición
(Amsterdam, 1606), revisada y completada por Hondius, con ejemplar procedente del
Monasterio de San Isidoro del Campo. De la edición de Amsterdam, 1634, del Atlas
minor, también revisado por Hondius, el ejemplar procede de la Casa Profesa.

En el siglo XVI va a experimentar un fuerte desarrollo la cartografía náutica. Es de gran


interés la obra realizada por Lucas J. Waghenaer, piloto y cartógrafo, que publicó en
1583 el primer atlas náutico, titulado Spieghel der Zeevaerdt, que rápidamente alcanzó
un gran éxito, traduciéndose a varios idiomas. Waghenaer reunió en este atlas la primera
colección impresa de cartas náuticas, abriendo con ella un nuevo período de la historia
de la cartografía marina. En este mismo campo destaca la obra del piloto y cartógrafo
holandés Willem Baretsz, quien en 1595 publicó Nieuwe Beschrijvinghe…vande
Midlandtsche Zee, que incluye diez cartas náuticas, consideradas las primeras cartas
impresas del mar Mediterráneo, en las que están representadas las costas mediterráneas
españolas.

Los mapas de la Península Ibérica publicados en los siglos XVI y XVII son de autores
extranjeros, fundamentalmente de países como Italia, los Países Bajos o Francia. Entre
estos mapas destaca el realizado por el cartógrafo y matemático italiano Giacomo
Gastaldi, impreso en Venecia en 1544, titulado La Spanna, grabado en cuatro planchas
de cobre. Para su realización, Gastaldi contó con la ayuda y la información de Diego
Hurtado de Mendoza, embajador del rey Carlos V en la república de Venecia. El mapa
está graduado y realizado en proyección cilíndrica; presenta una densa red hidrográfica
y una exagerada representación de las montañas; muestra abundante toponimia,
destacando en el centro la ciudad de Toledo. Aunque presenta errores, es superior a los
mapas que se habían publicado hasta entonces, basados todavía en las representaciones
actualizadas que incluían las diversas ediciones de la Geographia de Ptolomeo, creadas
a mediados del siglo XV.

Pocos años después, la importancia de este gran mapa fue oscurecida por la aparición en
1551 del mapa mural realizado, también en Venecia, por Vincenzo Paletino de Curzola,
de un diseño más claro y con una mejor representación del relieve y situación de las
ciudades. Entre los extranjeros destaca el publicado por Hieronymus Cock en Amberes
en 1553, titulado Nova Descriptio Hispaniae. Es el primer mapa de España estampado

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fuera de Italia, grabado en cuatro planchas de cobre. La representación cartográfica es


similar a la del mapa de Paletino, pero se han añadido nuevos elementos decorativos,
tales como carabelas o bellas rosas de los vientos, destacando un gran escudo imperial.

Siglo XVII

Los avances científicos y técnicos

La cartografía no fue ajena a los importantes descubrimientos científicos ni al


perfeccionamiento de las técnicas de navegación y posicionamiento. Cabe destacar la
invención, a finales del siglo XVI, del cuadrante inglés o cuadrante de Davis, que tuvo
gran éxito y difusión a pesar de la complejidad de su manejo, y que contribuyó a
mejorar la precisión del cálculo de la latitud2. La construcción del primer anteojo ocular
divergente (permite ver la imagen derecha sin deformar) en 1609 por Galileo (1564-
1642), le permitió descubrir los primeros cuatro satélites de Júpiter en 1610 y proponer
su método para el cálculo de las longitudes en 1611.

El descubrimiento de Johannes Kepler (1571-1630) de las órbitas elípticas de los


planetas, en la primera mitad del siglo XVII, y la publicación de las Tablas rudolfinas,
sobre la posición de los planetas y las estrellas3, permitió determinar la longitud de un
lugar observando el borde de la Luna en relación a una estrella conocida, mediante un
eclipse lunar o bien calculando la hora local y comparándola con la hora indicada en las
tablas de Kepler. En 1688 Isaac Newton (1643-1727) inventó el telescopio reflector
(espejo cóncavo).

A mediados del siglo XVII la aplicación del péndulo, cómo órgano regulador de la
marcha de los relojes fijos (Huygens 1656), y del espiral isócrono en los relojes
portátiles, mejoró de tal forma la precisión de la medida del tiempo que confirmó que el
método cronométrico para el cálculo de la longitud geográfica era factible.

Jean Picard, miembro fundador de la Academia de Ciencias de París en 1666, calcula el


arco de meridiano al sur de París entre 1668 y 1670 siguiendo la metodología de
triangular del holandés Willebrord Snell (1580-1626) conocido como Snellius4.
Thévenot inventa el nivel de aire y Picard inventa el método de la nivelación geométrica
que empleó en los jardines de Versalles. Con mejoras posteriores, este instrumento
permitirá levantamientos altimétricos más fiables. El inglés Edmund Gunter, astrónomo
y matemático, idea hacía 1620 la cadena de agrimensor y se institucionaliza su uso a
los largo del siglo XVII. Otros desarrollos técnicos mejoran los sistemas de medida de
la longitud de los instrumentos astronómicos y topográficos como el nonio, desarrollado

2
El cuadrante de Davis tenía una escala en la que se aplicaba el método llamado “de la escala diagonal”
para afinar la sensibilidad. No obstante con él no se podían observar alturas de estrellas por lo que
coexistió con el astrolabio y la ballestilla. La nueva escala ofrecía una gran sensibilidad que llegaba, por
lo general, a los 2’, auque estimaciones de la época dan a las observaciones con él realizadas una
precisión muy inferior a los 15’ (Selles, M.A. 2000, pag. 48).
3
Basadas en las observaciones de Tycho Brahe (1546-1601).
4
En 1615 planeó y llevó a cabo un nuevo método para medir el radio de la Tierra por medio de la
determinación de la longitud de un arco de meridiano calculado mediante triangulación, trabajo
considerado como la fundación de la geodesia; en su obra Eratosthenes Batavus, sive de terræ ambitus
vera quantitate, publicado en 1617, describe el método empleado y el resultado obtenido, calcula que un
minuto de arco de meridiano mide 107,395 Km., frente a los 111 Km. actuales.

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por Pierre Vernier (1580-1637) en 1631, a partir del dispositivo inventado en 1514 por
el lusitano Pedro Nunes (1492-1577)5. Leidniz formula el cálculo diferencial en1676 y
diez años después el cálculo integral, que permitirán formular y construir la proyección
inventada por Mercator en el siglo anterior.

Los editores y las obras de cartografía

Puede decirse que lo que Ortelio y Mercator fueron para la cartografía de la centuria
anterior, lo fue para la del XVII la familia Blaeu, propietaria de una de las más fecundas
firmas cartográficas de la historia, dedicada a la formación y venta de mapas y atlas. El
creador de la firma fue Willem Janszoon Blaeu (1571-1638), autor de un mapa de
España, publicado en 1605, Nova Regni Hispaniae Descriptio, que tiene el mérito de ser
el primer mapa de la Península en el que se incluyen, insertas alrededor de la imagen
cartográfica, vistas de ciudades: Toledo, Valladolid, Lisboa y Sevilla.

Sin embargo, lo que más renombre dio a Blaeu fueron sus atlas. En 1608 publica un
atlas marítimo titulado Het Licht der Zeevaert –«La luz de los navegantes»– y en 1630
edita el Atlantis Appendix, con sesenta mapas. Su obra más importante, el Novus Atlas
vio la luz en 1634 y un año después publicó una nueva edición en dos volúmenes, que
fue ampliándose rápidamente y en unos años se cumplió el objetivo que se había
propuesto: publicar la suma más completa de todos los conocimientos geográficos de la
época; pero Blaeu murió antes de ver la publicación completa del atlas.

Su obra fue continuada por sus hijos y nieto: Joan, Willem y Cornelis. En especial su
hijo Joan Blaeu, de una gran formación científica, llegó a ser una figura relevante en el
mundo de la edición cartográfica; continuó con la edición del atlas, aumentando su
prestigio y llegando a incrementar el número de mapas y la extensión de la obra hasta
doce volúmenes en 1663. El Atlas Maior o Geographia Blaviana fue traducido a varios
idiomas y su contenido sirvió de modelo a los autores holandeses, alemanes, franceses e
ingleses a lo largo del siglo XVIII. Los atlas de la familia Blaeu representan el punto
culminante de la cartografía holandesa.

El volumen dedicado a España contiene siete vistas de El Escorial seguidas por veintiún
mapas de la Península Ibérica y sus regiones, destacando los mapas dedicados a
Andalucía, que presentan una bella ornamentación en sus cartelas, con escudos y
diversas figuras. El grabado de las planchas es muy cuidadoso así como su iluminación.

La producción editorial de la dinastía de los Blaeu está bien representada en la BUS. De


la obra De genuino usu utriusque globi tractatus, de Adrian Metius, hay ejemplares de
las ediciones de Amsterdam, 1626 (Colegio de San Hermenegildo), y Amsterdam, 1655.
En cuanto al Atlas maior, o Geographia Blaviana, custodia la BUS dos series
incompletas de las ediciones en español y en latín, de ninguna de las cuales tenemos
noticia cierta de su procedencia. También de la casa Blaeu salió la obra de Lodovico
Guicciardini, Omnium Belgii sive inferioris Germaniae regionum descriptio

5
Un dispositivo de medida de longitudes que permitía, con la ayuda de un astrolabio, medir fracciones de
grado de ángulos muy pequeños no indicadas en la escala de los instrumentos astronómicos y
topográficos. El físico francés hace uno nonio más simple (el vernier) para salvar las dificultades que
presentaba la construcción del de Nunes, pero inspirado en su principio.

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(Amsterdam, 1613) con vistas y planos de más de un centenar de ciudades de los Países
Bajos. De los dos ejemplares de esta obra que hay en la BUS, uno procede del Colegio
de San Hermenegildo y el otro del Monasterio de la Cartuja de las Cuevas. No tiene
marca de procedencia el ejemplar de la edición en francés de la obra de Guicciardini,
Description de touts les Paysbas autrement appellez la Germanie Inferieure ou Basse
Allemagne, (Campen.Amsterdam, 1641). Del Convento de Santa María del Populo
provienen los ejemplares de dos ediciones de la Cosmographia de Paulus Merula, la
primera impresa en Amsterdam por Guillermo Blaeu en 1613 y la segunda también en
Amsterdam, por Henricus Hondius, en Leiden, por Isaac Elzevier, en 1621, aunque el
colofón reza: “Lvgdvni Batavorum : typis Isaaci Elzeviri, CIC. IC. CXX... svmptibus
Iudoci Hondii.

La fama obtenida por algunos editores como Hondius y Blaeu, unida a la gran demanda
de información geográfica, motivó que se abrieran nuevos talleres dedicados a la
edición de mapas y atlas. Éste es el caso de Jan Janssonius, yerno de Hondius, «el
Viejo», cuya casa editorial adquirió gran renombre con la venta de mapas; editó, a
mediados de siglo, un atlas en once volúmenes titulado Grand Atlas. Otra familia de
editores fueron los Visscher; su fundador Claes Janszoon Visscher era un magnífico
grabador, conocido y apreciado por sus grabados de paisajes holandeses o batallas, que
editó numerosos mapas. Desde 1660 los Visscher editaron atlas de diversa importancia.
Otro taller que funcionó durante tres generaciones fue el fundado por Frederik de Wit,
editor del Atlas sive descriptio Terrarum Orbis y del Atlas Mayor. Hacia 1630 trabaja
en Ámsterdam la familia del editor y grabador Cornelis Danckers, cuyos atlas ricamente
iluminados se editaron hasta 1710. Todos ellos incluyen en sus atlas diversos mapas de
España y de las regiones peninsulares.

Del taller de Johannes Janssonius van Waesberge, en la BUS pueden encontrarse, entre
otros títulos, P. Bertii Commentariorum rerum Germanicarum libri tres, de Petrus
Bertius (Amsterdam, 1616 y Amsterdam 1632).

Entre las dinastías de editores holandeses, destaca la familia Van Keulen. Establecidos
en Ámsterdam en la segunda mitad del siglo XVII y especializados en mapas y
publicaciones náuticas, subsistieron hasta 1885. Su fundador, Johannes Van Keulen,
publicó el Zee Fakkel, obra ambiciosa que, además de las cartas náuticas, incluye vistas
y mapas terrestres. Su hijo, hidrógrafo de la Compañía de las Indias Orientales, aumentó
el prestigio de la firma con sus ediciones corregidas y enriquecidas con nuevos mapas.

Tres interesantísimos ejemplares de atlas de cartas náuticas holandesas merecen figurar


entre los tesoros de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla: dos ejemplares,
desgraciadamente mútilos, del tomo III, correspondiente al área mediterránea, del Zee-
fakkel (Amsterdam, Johannes Van Keulen, 1682 y Amsterdam, Grerad van Keulen, ca.
1738). Igualmente producción holandesa es Nieuw' en groote Loots-Man Zee-Spiegel
inhoudende de Zee-Kusten van de Noorsche, Oostersche, en Westersche Schip-Vaert...
in veele... Zee-Karten... Met noch een instructie... in de koust der Zee-vaert..., de Jacob
y Caspar Loots-Man (Amsterdam, 1670).

Todavía en Holanda, Gillis Jansz Valckenier publica en Amsterdam, 1656, Hispaniae et


lusitaniae itinerarium : nova et accurata descriptione, iconibus q novis et elengatibus
loca earundem praecipua illustrans, de Martin Zeiller, un libro de viajes ilustrado con

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vistas de ciudades españolas y portuguesas. El ejemplar de la BUS procede del


Convento de Santa María del Pópulo.

La escuela de cartografía francesa, surgida en torno a la Academia de Ciencias, fundada


en 1666 como centro de investigación y enseñanza, marcará el inicio de una nueva etapa
en la historia de la cartografía, introduciendo innovaciones y dotando de un alto nivel de
precisión a los mapas.

Entre los cartógrafos franceses destaca, en primer lugar, Nicolas Sanson d’Abbeville,
que estableció las bases de la escuela cartográfica francesa que a lo largo de la segunda
mitad del siglo XVII y en el XVIII influyó profundamente en la cartografía europea y
mundial; Alexis Hubert Jaillot, que trabajó asociado con Sanson y publicó bellos atlas
como el Atlas Nouveau o el Atlas François; y Nicolas de Fer, uno de los cartógrafos
más prolíficos del siglo XVIII, nombrado en 1690 geógrafo del Grand Dauphiné y autor
del Atlas curieux. Ya en el siglo XVIII sobresalen de manera especial Guillaume Delisle
y Jean Baptiste Bouguignon D’Anville que publicaron mapas que son modelo de
claridad y precisión ya que poseen toda la información producto de los resultados de los
trabajos y mediciones de la Academia. Éstos y otros muchos cartógrafos contribuyeron
a dotar a la cartografía francesa de un alto prestigio, arrebatando el liderazgo a la
escuela holandesa en las últimas décadas del siglo XVII.

La cartografía francesa del XVII está presente en la BUS a través de obras como
L'Europe en plusieurs cartes et en divers traittés de geographie & d'histoire (París,
1683), de Nicolás Sanson d’Abbeville, que incluye con portada propia partes
correspondientes a los demás continentes. Del mismo autor es la edición romana (1690)
de Tauole della Geografia antica, moderna, ecclesiastica e ciuile, ouero diuisione del
globo terrestre., procedente del Colegio de San Hermenegildo. En cuanto a Nicolás de
Fer, hay que mencionar el ejemplar de Les forces de l'Europe, ou Description des
principales villes, avec leurs fortifications (París, 1690-1695).

Siglo XVIII

Algunos avances científicos de los siglos anteriores no encuentran soluciones técnicas


hasta el siglo XVIII y vienen a sumarse a los que se suceden en la nueva centuria. En
1731 John Hadley presento a la Real Sociedad de Londres un instrumento para medir
altura de los astros denominado octante (también conocido como cuadrante de
Hadley6), es un instrumento de reflexión7 que con la escala de Vernier (nonius) alcanzó
una sensibilidad de 1’ y el error de las observaciones eran tan solo de 2’ ó 3’. Del
octante deriva el sextante8, inventado en 1757 por Jonh Campbell, el quintante, y el
círculo de repetición de Borda, ideado por Jean Charles Borda. En 1787 el mecánico

6
Porque si bien se funda en recorrer el limbo sobre la alidada un ángulo de 45º el aparato está facultado
para medir ángulos de hasta 90º, de ahí la denominación de cuadrante.
7
Mediante dos espejos, se superpone la imagen del horizonte (visión directa de la pínula) con la del astro
del que se mide la altura, el aparato dispone de una dial o radio móvil al que va solidario un gran espejo,
siendo el propio dial el que marca en grados la altura del astro cuando ambas imágenes coinciden en el
campo de visión (Moreno, R).
8
La utilización de los instrumentos de reflexión se generalizan muy rápidamente durante la segunda
mitad del siglo XVIII. A finales de ese siglo se han conseguido muchas mejoras técnicas y constructivas
que harán posible que estos instrumentos lleguen a ser precisos y que perduren hasta nuestros días

10
J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

Jesse Ramsden (1735-1800)9 mejoró el teodolito (se considera el precursor del teodolito
moderno) al incorporarle la máquina de graduar, con la que se divide exactamente el
círculo de bronce, y el micrómetro que le permitía llegar a alcanzar un apreciación entre
5” y 10” y que posteriormente se mejoró en los teodolitos geodésicos alcanzaban
apreciaciones entre 2” y 1” fundamental para visuales entre vértices de 100 Km.

El cálculo de la longitud requiere una nueva iniciativa oficial, el Parlamento Británico


en 1714 ofrece un premio en metálico para conseguir un margen de precisión en la
longitud de medio grado, como ya se había obtenido en la latitud en el siglo XVI. John
Harrison (1693-1776) realizó a partir de 1726 cuatro prototipos de cronómetros, el
cuarto, finalizado en 1760, arrojó un error de tan sólo 5 segundos en un viaje de 81 días
de duración.

La precisión en el cálculo de la latitud y longitud geográfica, gracias a los nuevos


instrumentos y métodos de observación, permitieron a su vez calcular la longitud de
arcos de meridiano combinando las observaciones astronómica con la triangulación y
averiguar las verdaderas dimensiones del planeta. De este modo, el Abad Picard (1620-
1683), en 1670 midió un arco de meridiano de París que permitió obtener un valor del
radio de la esfera terrestre con un error de 0,01 por ciento. Las matemáticas de
triangulación tuvieron un notable desarrollo que constituyen el fundamento de los
avances que tuvo de la cartografía topográfica a lo largo del siglo XVIII, tanto para
medir el territorio como para su nivelación, lo que permite levantar el primer mapa
nacional por el nuevo método geodésico, la Carte de Cassini de Francia (1:86.400).

Las expediciones a Quito y Laponia en 1735, permiten comprobar la forma achatada de


la Tierra y la diferencia entre el radio ecuatorial y polar. Todos estos trabajos hacen
pensar en que sería necesaria encontrar una medida única de carácter universal para
cuantificar precisamente el desarrollo de los arcos medidos. De este modo se sentaron
las bases de su solución definitiva al constituirse la Comisión de Pesas y Medidas que se
concretará en la implantación final del Sistema Métrico Decimal, en 1791 la Academia
de Ciencias de París define el metro como 1/10.000.000 partes del arco entre el ecuador
y el polo (un cuadrante de meridiano) 10.

En el siglo XVIII se inicia verdaderamente el estudio analítico de la cartografía matemática


gracias a las investigaciones Johann Heinrich Lambert (1728-1777) que en 1772 sentó por
primera vez las bases de la disciplina geodésica, que trata del estudio y representación
plana del elipsoide terrestre. En ella establece los principios esenciales de la representación
cartográfica, a saber: no deformar el territorio, respetando las dimensiones relativas,
conservar la escala de distancias y las alineaciones, así como permitir el cálculo de las
coordenadas. Lambert añade en su obra cartográfica que tales exigencias no resultan
compatibles, iniciando el estudio de un método general de representación de la superficie
esférica capaz de conservar los ángulos. Lambert inventó diversas proyecciones
cartográficas que todavía están en uso como la transversal de Mercator que fue más
conocida como la conforme de Gauss, por el alemán Carl F. Gauss (1777-1855). Las
proyecciones equivalentes (conservan la superficie) fueron las más demandadas, sobre

9
Recibe la medalla Copley 1795, que es el mayor reconocimiento al trabajo científico, en cualquiera de
sus campos, otorgado por la Real Sociedad de Londres.
10
Y en 1792 se encarga la tarea de hacer una nueva y más exacta medición del meridiano de París, desde
Dunkerque a Montjuic en Barcelona, a los astrónomos Pierre Merchaín (quien partió hacia Barcelona) y
Joseph Delambre (a Dunkerque) que se concluyo 1798.

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

todo en los siglos XIX y XX, para la cartografía temática, datos estadísticos y distribución
espacial de los fenómenos geográficos.

Jean-Dominique Cassini (1625-1712), el primer director del Observatorio de París,


construyó un mapa circular para ir fijando en él todos los puntos geográficos fiables. El
radio principal de ese mapa representaba el meridiano del Hierro, al que se debían
referir todas las longitudes. Lo primero fue calcular con exactitud la longitud de París
respecto a Hierro, con esa misión y con carácter de urgencia se envía a las Islas
Canarias al padre mínimo Louis Feuillée en 1724. El interés por calcular con exactitud
posición exacta del meridiano de referencia de la isla de Hierro y del Teide se continuó
con el cálculo de la altura del volcán, la medición de Feuillée no fue muy afortunada
(4.313 m.), por lo que en 1776 una nueva expedición con el matemático y físico Jean-
Charles de Borda (1733-1799), miembro de la Academia de Ciencias de Francia,
consigue realizar la primera triangulación precisa y fiable del Teide: 3.713 m de altura.

Borda consiguió sus mediciones más precisas medite triangulación terrestre (3.713 m.)
y las mediciones a vela (3.715 m.), mientras los datos obtenidos con sus mediciones
barométricas tuvieron sobre todo utilidad para el prestigioso físico y matemático La
Place que intentaba ajustar los coeficientes de la fórmula que hoy lleva su nombre y que
trata de corregir los errores producidos por la temperatura, la humedad del aire y la
latitud del lugar. La Place utilizó los datos que Borda tomó en Tenerife para ajustar los
números de su fórmula. En el período comprendido entre mediados del siglo XVII y
finales del XVIII se produce una transformación sustancial en los estudios científicos,
que afecta a todas las ramas del saber. Es una época en la que se puede decir que nace la
ciencia en el sentido moderno de la palabra. La cartografía y las ciencias afines no
fueron ajenas a este movimiento que se estaba produciendo en Europa.

El siglo XVIII conoció la publicación de un enorme número de libros de geografía,


entre los que se cuentan los libros de viajes de carácter científico, como los realizados
por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, mencionados más adelante. Aunque no faltarán
obras españolas y portuguesas, pues no podía ser de otro modo teniendo en cuenta el
potencial naval y colonial que, a pesar de todos los signos de decadencia, seguían
conservando los dos estados, fue en el ámbito anglosajón y francés donde este tipo de
obras conoció un auténtico florecimiento, del que son botón de muestra algunos libros
de la colección histórica de la BUS.

Citamos dos obras que llaman la atención por la relativa escasez de libros publicados en
el Reino Unido en el fondo antiguo de la BUS. En primer lugar, A Bengal Atlas
(Londres, 1780), de James Rennell, con 15 mapas de la región bengalí, en ejemplar con
exlibris de Antonio de Ulloa, y la Chorographia Britanniae, or a set of maps of all the
counties in England and Wales to which are prefix'd the ... general maps ... , de Thomas
Badeslade y William Henry Toms (Londres, 1742), con cuarenta y siete mapas de
condados ingleses y galeses.

Mucho mejor representada está la cartografía francesa del XVIII, en primer lugar con
dos obras de cartografía náutica como son Le Petit flambeau de la mer (Nantes, 1730),
de René Bougard (Nantes, 1730), con más de ochenta cartas de puertos de las fachadas
atlánticas de Europa y África hasta Cabo Verde, y el Petit Atlas maritime : recueil de
cartes et plans des quatre parties du Monde en cinq volumes (s.l., 1764), de Jacques
Nicolas Bellin

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

Indispensable mencionar el Atlas encyclopedique (París, 1787-1878), en dos volúmenes,


obras de Rigobert Bonne y Nicolas Desmarest, con cerca de 150 mapas y cartas
náuticas, obra de Gaspard André, Eustache Herrisson, Charles Rigobert Bonne y
Charles Joseph Panckoucke. El ejemplar procede de la Escuela Industrial Sevillana.

Al mundo de los libros de viajes – traído aquí a colación por su carácter de obra
cartográfica-- pertenece la obra de Louis Charles Desnos, Nouuel itinéraire général :
comprenant toutes les grandes routes et chemins de communication des prouinces de
France, des isles Britanniques, de l'Espagne, du Portugal, de l'Italie, de la Suisse, de
tous les Pays-bas, de l'Allemagne, d'une partie de la Hongrie, de la Pologne, de la
Prusse et du Dannemarck, &, &, auec les distances en lieuës ou milles d'usage dans ces
différens pays ... (París, 1766)

En cuanto a relaciones de viajes de exploración, tan abundantes en este siglo, la lista es


inagotable, pero no pueden dejar de mencionarse dos obras de singular relieve.

En primer lugar, la edición en francés de las relaciones de los viajes del capitán James
Cook, Relation des voyages entrepris par ordre de sa Majesté Britannique,
actuellement regnante, pour faire des découvertes dans l'Hemisphère Méridional, et
successivemente exécutés par le Commodore Byron, le Capitaine Carteret, le Capitaine
Wallis & le Capitaine Cook ... (Laussane, 1774), y Troisième voyage de Cook, ou
Voyage à l'océan Pacifique, ordonné par le roi d'Angleterre, pour faire des découuertes
dans l'hémisphère nord, pour déterminer la position & l'étendue de la côte ouest de
l'Amérique septentrionale, sa distance de l'Asie, & résoudre la question du passage au
Nord, exécuté sous la direction des Capitaines Cook, Clerke et Gore sur les vaisseaux
la résolution et la découuerte en 1776, 1777, 1778, 1779 & 1780 (París, 1785).

En segundo lugar, la extensa colección titulada Abrégé de l'Histoire générale des


voyages [de A.-F. Prévost, A. Deleyre, A.-G. Meusnier de Querlon et Rousselet de
Surgy] : contenant ce qu'il y a de plus remarquable, de plus utile & de mieux avéré
dans les pays ou les voyageurs ont pénétré : les oeurs des habitans, la religion, les
usages, arts & sciences, commerce, manufactures : enrichie de cartes géographiques &
de figures, par M. de La Harpe... (París, 1780-1786), con abundante material
cartográfico.

Los estudios geográficos y estadísticos y la cartografía geométrica en España

España se incorporó a este movimiento científico desde comienzos del siglo XVIII con la
subida al trono de Felipe V, nacido en una época de gran entusiasmo por los brillantes
resultados que estaba produciendo en Francia la protección a las ciencias. La recién
creada Academia de Ciencias francesa, con el fin de determinar la figura de la Tierra,
organizó dos expediciones, una a Perú y otra a Laponia, para medir dos arcos del
meridiano, uno en el ecuador y otro en el polo. La expedición a Perú, dirigida por La
Condamine, salió de Cádiz en 1735 y regresó en 1744. La Corona española, en cuyos
territorios ultramarinos se efectuaban los trabajos, asignó a esta expedición a dos
oficiales de la Marina, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que durante nueve años

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

trabajaron con el equipo de científicos franceses y posteriormente, en 1748, publicaron


sus trabajos en la Relación histórica del viaje a la América Meridional.

Junto a la edición de Amsterdam, 1745, del Extracto del diario de observaciones hechas
en el viage de la provincia de Quito al Para`, por el rio Amazonas, Y del Para` a
Cayana, Surinam y Amsterdam ..., de Charles Marie de la Condomine, la Biblioteca
posee, entre otras obras de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Observaciones astronómicas
y phisicas hechas de orden de S. Mag. en los reynos del Perú (Madrid, 1748), Relacion
historica del viage a la America meridional (Madrid, 1748), en ejemplar de la donación
de Manuel Andérica Martínez, y la edición en francés de la misma obra, Voyage
historique de l'Amerique Meridionale : fait par ordre du Roi d'Espagne (Amsterdam y
Leipzig, 1752)

En 1751 Jorge Juan presentó a la Secretaría de Estado y al Despacho de Marina un


proyecto para realizar un mapa general de España, a una escala aproximada de
1:100.000, levantado por los métodos más modernos y precisos. Para ello trazó el plan
de una red geodésica que cubriría toda la Península, igual que la realizada en Francia
por Cassini, explicando la técnica del trabajo, los instrumentos apropiados y el personal
necesario. En la propuesta se indicaba que el levantamiento debía ser asumido por el
Estado, no encargado a particulares. Con la caída del marqués de la Ensenada este
proyecto quedó suspendido y no se llevó a cabo.

En el informe presentado a la Secretaría de Estado por Jorge Juan y Antonio de Ulloa se


hacía notar el grave problema de la falta de grabadores, capaces de «abrir mapas», y por
este motivo el marqués de la Ensenada decidió enviar, pensionados a París, a algunos
jóvenes para que aprendieran el grabado de mapas y se formaran en las técnicas
cartográficas, siendo seleccionado para ello Tomás López y Juan de la Cruz Cano. En
París permanecieron nueve años, desde 1752 hasta 1760, y tuvieron como profesor a
D’Anville, geógrafo del rey de Francia, del que López aprendería su método de trabajo.
Tomás López publica en 1757 un Atlas geográfico del Reyno de España e Islas
adyacentes, compuesto por veintiún mapas, en formato octavo. López explica en el
«Prólogo» que para la formación de los mapas ha utilizado las más recientes memorias,
y también ha seguido a Rodrigo Mendes de Silva. Este pequeño atlas tuvo una
considerable aceptación, tal vez por su tamaño manejable, o porque venía a llenar un
vacío existente en este país, pues es el primer atlas completo de la Península Ibérica. Se
hicieron dos ediciones en ese mismo año de 1757 y una tercera publicada en la última
década del siglo XVIII, hacia 1792, formada por veintisiete mapas, que completaba la
Península Ibérica al incluir íntegro el territorio portugués.

Tomás López regresa a Madrid en 1760, cuando ya había caído el marqués de la


Ensenada y el proyecto de Jorge Juan se había suspendido. Desde su regreso López
dedicará la mayor parte de su actividad a confeccionar mapas particulares de los reinos,
provincias, partidos y ciudades, con la idea de completar finalmente un gran atlas de
España. Se convierte en su propio editor, dibujando, rotulando, grabando e imprimiendo
él mismo sus mapas. Su actividad cartográfica, en cuarenta años de trabajo, será
incesante, llegando a publicar a lo largo de su vida, él solo o con la ayuda de sus hijos
Juan y Tomás Mauricio, más de doscientos mapas. Alcanzó un alto nivel de perfección
del grabado y muy buena calidad de impresión. Sin embargo su obra cartográfica ha
sido duramente criticada debido a la falta de exactitud de sus representaciones.

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

Los primeros trabajos cartográficos que realiza desde su regreso en 1760 están
dedicados a mapas de España, de Madrid, y de los reinos y provincias de Andalucía,
Gibraltar, Valencia y Portugal, seguidos posteriormente por mapas del resto de la
Península. A partir del año 1770 se multiplican sus obras cartográficas, que ya no sólo
se refieren a las provincias y reinos de España sino también a los dominios españoles y
a mapas del extranjero. Desde 1780 comienza a trabajar con él su hijo Juan y
posteriormente Tomás Mauricio, y en las dos últimas décadas del siglo, prácticamente
hasta la muerte de López, su actividad cartográfica será enorme, y su fama traspasará las
fronteras, llegando incluso a utilizarse sus mapas como modelo a seguir en Europa.

Su creciente actividad y el interés que despertaba su labor atrajeron sobre él la atención


pública, y especialmente la de las nacientes Sociedades Científicas, que le nombraron
miembro de sus respectivas corporaciones, concretamente en 1764, de la Academia de San
Fernando, y en años sucesivos, de la de las Buenas Letras de Sevilla, de las Sociedades de
Amigos del País, de Vascongadas, de Asturias y de Canarias, y en diciembre de 1776, de la
Real Academia de la Historia. El 20 de febrero de 1770 fue nombrado «Geógrafo de los
Dominios del Rey», título que hará constar en todos sus mapas a partir de entonces,
figurando por primera vez en el mapa de España publicado ese mismo año de 1770.

Siguiendo las líneas de su maestro D’Anville, López utilizó para la confección de sus mapas
fuentes de segunda mano, que él sintetiza y selecciona metódicamente sin realizar ningún
trabajo de campo. Entre los materiales utilizados se encuentran los mejores mapas de los
siglos XVI y XVII, los realizados por europeos y los numerosos levantamientos cartográficos
hechos en España en el siglo XVIII por marinos, ingenieros militares y agrimensores. Con
este sistema de geógrafo de gabinete si bien no alcanzó el grado de exactitud de su
maestro, consiguió una obra estimable que le dio gran popularidad y la gloria de haber
hecho el primer Atlas completo y detallado de España.

Para completar todos estos materiales, Tomás López decide llevar a cabo un plan, que
inicia hacia 1766, con el fin de solicitar información de todas las regiones de España a
los obispos, párrocos y funcionarios civiles destacados en cada localidad. Actuando en
calidad de Geógrafo del Rey y, como menciona en las cartas que escribe, «Por estar
realizando un mapa y descripción de esa diócesis y deseando publicarle con el acierto
posible», envía un cuestionario que ruega le sea contestado cuidadosamente. Solicita
también que procuren «formar unas especies de mapas o planos de sus respectivos
territorios», ofreciendo siempre citar en los mapas el nombre de las personas que le
proporcionen información.

El interrogatorio constaba de quince preguntas y recogía datos económicos, geográficos,


históricos, demográficos, político-administrativos, religiosos y otros necesarios para tal
trabajo. Las respuestas fueron muy desiguales según fueran más o menos instruidas y
diligentes las personas que las contestaban. Recibió datos de toda España, algunos –
como se había solicitado– acompañados de mapas o croquis. El conjunto de estas
contestaciones constituye una fuente de gran valor no sólo desde el punto de vista
geográfico, sino también como documentos para el conocimiento de la España del siglo
XVIII.

López realizó un enorme trabajo intentando reunir, unificar y sintetizar todos estos
materiales, mientras que paralelamente iba archivando todas las respuestas, con la idea
de publicar un diccionario geográfico de España. Obra muy necesaria que también había

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

intentado llevar a cabo la Academia de la Historia, y que abandonó por las muchas
dificultades que entrañaba. López tampoco pudo publicar el diccionario que él había
pensado; hoy la mayor parte de este material se conserva en la Biblioteca Nacional de
España.

Sus dos hijos Juan y Tomás Mauricio, el primero en especial, sucedieron a su padre en
la profesión, formando una pequeña dinastía de cartógrafos. Tomás López se había
preocupado personalmente de su formación, haciendo que estudiasen en San Isidro el
Real humanidades, matemáticas y, muy especialmente, la geografía. Consiguió que el
conde de Floridablanca enviase a su hijo Juan a París y Londres para perfeccionar sus
conocimientos, de tal manera que no fue un simple continuador de su padre, sino un
activo geógrafo, miembro de varias Academias y Sociedades ilustradas.

En el fondo antiguo de la BUS no encontramos el Atlas de Tomás López, pero sí varios


de los mapas con los que ilustró obras como la España sagrada, Clave geographica
para aprender geographia los que no tienen maestro (Madrid, 1771), ambas de
Enrique Flórez, Itinerario de las carreras de posta de dentro y fuera del reyno (Madrid,
1761) e Historia de la Conquista de Máxico,de Antonio de Solís (Madrid, 1784).

Mapas realizados por marinos e ingenieros militares

Las ciencias que experimentaron, en pocos años, una transformación mayor fueron las
relacionadas con la navegación, las matemáticas, la astronomía y algunos aspectos de la
física. Para poner al día los estudios náuticos, de gran interés en un país como España
que tenía un enorme imperio ultramarino, se funda en 1717 la Academia de Guardias
Marinas de Cádiz, donde se formarán las figuras más importantes que dirigirán las
expediciones científicas y los levantamientos hidrográficos del siglo XVIII. Pocos años
antes se había creado, en 1711, el Cuerpo de Ingenieros Militares cuyos estudios
incluían cosmografía, geografía y levantamiento de mapas y planos. En unos años se
consiguieron promociones de ingenieros que llevaron a cabo una brillante actividad
cartográfica desde mediados del siglo XVIII. En este sentido, entre los mapas regionales
tocantes a Andalucía es de gran interés el Mapa del Reyno de Sevilla levantado por el
ingeniero militar Francisco Llovet en 1748, que será utilizado por el cartógrafo Tomás
López para la realización del suyo de 1767, haciéndolo constar en el mismo mapa al
inscribir «hecho sobre el que Publico el Yngeniero en Gefe D. Francisco Llobet».

Vicente Tofiño de San Miguel

Con la llegada de los Borbones, la marina española, que había pasado por un período de
decadencia, comienza una gran revitalización, apoyada por los marinos científicos de la
ilustración, formados en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz. Junto con la
ingente labor llevada a cabo en las grandes expediciones científicas no se descuidó el
proyecto de levantamientos cartográficos de la Península.
En 1783 Vicente Tofiño de San Miguel, director de la Academia de Guardias Marinas
de Cádiz, fue encargado del levantamiento de la carta esférica de las costas de España.
Para su trabajo contó con la colaboración de alumnos del curso de estudios
especializados de la Academia y con todo el apoyo oficial que requería una empresa de
tal envergadura.
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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

Para hacer los levantamientos se dividió la costa en ocho sectores. Durante los veranos
de 1783 a 1786 realizaron operaciones de medición que corresponden ya a técnicas del
siglo XIX e incluso del XX: determinaciones astronómicas, sondas, utilización de bases
de comprobación, etc. Los métodos utilizados para los levantamientos cartográficos
están descritos en la introducción del Derrotero de las costas de España en el
Mediterráneo, publicado en Madrid en 1787, donde explica su técnica que consistía en
«combinar en lo posible las operaciones terrestres con las marítimas… levantando
nuestras orillas con una serie de triángulos continuados desde el primero, cuya base se
midiese con exactitud… que es el mismo orden que los célebres Picard y La Hire
siguieron en Francia».

Las cartas, que se publicaron en dos tomos en 1787 y 1789 bajo el título Atlas Marítimo
de España, son de gran exactitud, belleza y perfección del grabado, y constituyen la
obra más importante de la cartografía española del siglo XVIII. Los trabajos realizados
para levantar la carta esférica de la costa de España permitieron deducir, por primera
vez, la medida exacta del territorio español, que resultó ser «de 10.891 leguas cuadradas
de 8.000 varas cuadradas cada una».

Tanto del Derrotero de las costas de España (Madrid, 1787), como del Atlas marítimo
de España (Madrid, 1789), posee la BUS un ejemplar, al que hay que añadir un tercero
correspondiente al Atlas hidrográfico de las costas de España en el océano Atlántico, la
costa de Portugal, parte de la de África y las Islas Canarias, Terceras y de Cabo Verde
(Madrid, 1789), con sello del Depósito de la Marina.

Conclusión

En este rápido recorrido a lo largo de cuatro siglos de la historia de la cartografía, se han


mostrado algunos elementos significativos en la evolución de las técnicas cartográficas
y en la edición impresa de obras de cartografía. Durante este periodo asistimos, ni más
ni menos, que al nacimiento de la cartografía moderna, sobre la que se asientan las
bases de la cartografía actual. Como se ha detallado en el curso de esta exposición, el
Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla conserva numerosos
ejemplos de obras cartográficas y de ciencias afines a la cartografía: técnicas de
navegación, astronomía, matemáticas y geometría aplicada, descripciones geográficas,
etc. que nos permiten ilustrar gran parte de lo descrito en líneas anteriores y cuya
existencia, como ha quedado dicho, no es fruto de la casualidad sino que están
vinculados a la historia de Sevilla.

La Escuela andaluza de cartografía fue el centro cartográfico de Europa durante la


mayor parte del siglo XVI, y en la escuela de pilotos de San Telmo y en la Casa de
Contratación se formó una saga de cartógrafos y maestros de cartógrafos cuyo saber y
conocimientos técnicos se difundieron por el viejo continente, aunque su actividad se
centró en las nuevas tierras descubiertas. Por eso no nos debe de extrañar que los
primeros mapas regionales modernos sean de Andalucía (El mapa impreso de Jerónimo
de Chaves: Hispalensis Conventus Delineatio, 1579 y el manuscrito del Doctor
Salzedo: Geographia o description nueua del obispado de Jaen fecha en el 2º anno del
Pontificado de Nrô mui Sancto Padre Sixto (…).1587) y que el mapa de Chaves fuera el

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J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

primer mapa regional incluido en la edición de 1580 del Theatrum Orbis Terrarum de
Abrahan Ortelio.

Por motivos obvios, esta exposición ha tenido que centrarse en obras si no estrictamente
cartográficas, sí con un contenido cartográfico central, quedando por tanto fuera toda
esa cartografía dispersa en tantas obras históricas –por ejemplo la que ilustra la Histoire
romaine de Rolllin--, literarias – como la Carta geographica de los viajes de Don
Quixote, y sitios de sus aventuras, delineada por Pellicer y grabada por Antonio
Rodríguez para la edición del Quijote de Sancha, en los últimos años del siglo XVIII--,
histórico-religiosas – entre ellas la Geographia sacra (Amsterdam, 1703), de Charles
Vialart, enriquecida con once bellísimos mapas debidos a la mano de H. Eland, – y en
otras de difícil clasificación – cual es el caso del mapa de China incluido por Athanasius
Kircher en su China monumentis… (Amsterdam, 1667).

18
J. Cortés José y E. Peñalver Gómez Cuatro siglos de historia de la cartografía en la Biblioteca…

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