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Seguros
Seguros
“el contrato de seguros “es aquél negocio solemne, bilateral, oneroso, aleatorio y de tracto
sucesivo por virtud del cual una persona el asegurador- se obliga a cambio de una prestación
pecuniaria cierta que se denomina ´´prima´´, dentro de los límites pactados y ante la ocurrencia de
un acontecimiento incierto cuyo riesgo ha sido objeto de cobertura, a indemnizar al ´´asegurado´´
los daños sufridos o, dado el caso, a satisfacer un capital o una renta, según se trate de seguros
respecto de intereses sobre cosas, sobre derechos o sobre el patrimonio mismo, supuestos en que
se les llama de ´´daños´´ o de ´´indemnización efectiva´´, o bien de seguros sobre las personas cuya
función, como se sabe, es la previsión, la capitalización y el ahorro (...)”.
1. El seguro terrestre, regulado por los artículos 1036 a 1162 del Código de Comercio. Este se
subdivide en i) seguro de daños ii) seguro de personas iii) seguros mixtos (accidentes personales).
2. El seguro marítimo regulado por los artículos 1703 a 1765 del Código de Comercio.
3. El seguro aéreo no es regulado pero se remite en lo pertinente a las normas del seguro
marítimo (art. 1903 C. Co.).
Con fundamento en el artículo 822 del Código de Comercio, que regula el tema de la integración
de las normas del Código Civil a la legislación comercial, permite que los contratos sean
interpretados según las reglas señaladas en este código, disposiciones contenidas en el Libro
Cuarto Titulo XIII artículos 1618 a 1624.
Pero en lo relacionado con el tema de las cláusulas del contrato de seguro tiene especial aplicación
el inciso segundo del artículo 1624 el cual establece que las cláusulas ambiguas que hayan sido
extendidas por una de las partes sin importar si se trata de acreedor o deudor serán interpretadas
en su contra, si la ambigüedad proviene de falta de explicación que debió darse por una de ellas.
Es de aclarar que no por el hecho de que los contratos de seguro viene en formato pre-impresos
por esa sola razón el clausulado de la respetiva póliza se deba interpretar en contra de la
aseguradora porque este tipo de interpretación lo permite la ley en caso de normas ambiguas,
oscuras y no para las que son suficientemente claras, que no admitan duda, además el tomador
esta en posibilidad de que si no le conviene la cobertura que le ofrece cierta empresa aseguradora
optar por contratar con otra o modificar algunas de las cláusulas del contrato pre-impreso
mediante anexos, así mismo en el caso de que el tomador de su consentimiento por adhesión, la
jurisprudencia y la doctrina ha sostenido con base en la equidad que el clausulado de los contratos
debe interpretarse a favor de la parte que ha dado su consentimiento por adhesión, claro está
tratándose en todo caso de normas ambiguas u oscuras, no de aquellas que son claras y precisas
ya que este tipo de cláusulas se deben aceptar en tal sentido porque son la exterioridad de la
voluntad de las partes.
Del artículo 1036 del Código de Comercio se extraen las siguientes características:
Esta característica del contrato de seguro es de reciente aparición ya que la misma surgió como
consecuencia de la reforma introducida por la ley 389 del 3 de Julio de 1997 al Código de
Comercio, ya que antes de esta reforma el contrato de seguro era un contrato solemne, en la cual
la aseguradora podía eludir el pago de la indemnización alegando el anterior artículo 1036, en los
casos en que no se había expedido la póliza, ya que este acto era considerado un requisito
constitutivo del contrato de seguro.
Según esta característica, el contrato de seguro se perfecciona desde el mismo momento en que el
asegurador acepta cubrir el riesgo, la cual se materializa cuando la aseguradora imparte la
aceptación por escrito a la propuesta que hace el solicitante del seguro, lo que puede presentarse
por escrito o en forma verbal y como consecuencia de la consensualidad propia de este contrato la
aprobación o aceptación por parte de la aseguradora de cubrir el riesgo no está supeditada a
ninguna formalidad, por ende esta puede ser de manera verbal o escrita, en este punto y en lo
relacionado con la prueba de la existencia del contrato de seguro cuando la aprobación de cubrir
el riesgo ha sido dada en forma verbal, existe el inconveniente porque en materia del contrato de
seguro no existe libertad probatoria y a falta de prueba escrita el otro medio viable de prueba es la
confesión, que puede generar inconvenientes para demostrar la existencia del contrato.
Así mismo cuando la solicitud de seguro es presentada por escrito y la aceptación por parte de la
aseguradora es de la misma forma este acto recibe el nombre de suscribir, palabra que significa
firmar al pie o al final de un escrito, aunque esta no es la única definición que se le da a este
término, pero es ésta la que se utiliza en el estatuto mercantil para señalar cuando el asegurador
firma la propuesta que le formula el solicitante colocándole la nota de aceptación, es en este
momento cuando otorga el consentimiento en donde queda perfeccionado el contrato de seguro
y si nada se dice sobre el momento de iniciación del contrato ese silencio lo entra a suplir la ley, la
cual establece en el artículo 1057 del Código de Comercio que a falta de estipulación el mismo
comenzará a partir de la hora 24 del día en que se perfeccionó el contrato, es decir asume los
riesgos y empieza a cobrar la prima, pero así mismo al momento del perfeccionamiento del
contrato de seguro las partes puede condicionar la vigencia de los amparos a la expedición de la
póliza, pero ya en ejercicio de una libertad contractual y no como una exigencia de nacimiento o
de perfeccionamiento del contrato.
En cuanto este punto del perfeccionamiento del contrato de seguro que es uno de los más
importantes por la relevancia del mismo, es preciso aclarar que una vez presentada la solicitud a la
aseguradora esta es libre de aceptarla o rechazarla y que la misma no tiene un término para
realizarla, así mismo en el evento de que la aseguradora guarde silencio tampoco se podrá tomar
como aceptación de la propuesta, porque el hecho de suscribir requiere una conducta positiva, es
por ello que la aceptación por escrito que se da a la propuesta, la cual puede realizarse en el
mismo documento que contiene la propuesta o en documento separado, da lugar al nacimiento
del contrato, siempre y cuando la misma sea realizada por el funcionario autorizado para la
aceptación de riesgos.
No obstante es preciso aclarar que lo expuesto con anterioridad con relación a la solicitud
presentada por escrito y la aceptación impartida de igual forma por parte de la aseguradora al
momento de suscribir el documento, no está condicionando el perfeccionamiento o nacimiento
del contrato de seguro a la existencia de un documento escrito, sino que este documento tiene
efectos “ad probationem”, y el análisis antes realizado esta dirigido a conocer los requisitos que
deben contener los documentos cuando se pretende probar la existencia del contrato de seguro
mediante prueba escrita.
Esta reforma que convirtió el contrato de seguro en consensual genera unas consecuencias
jurídicas desde el mismo perfeccionamiento ya que en el evento de que se guarde silencio en
cuanto al momento en que la aseguradora asume el riesgo este comenzará desde el mismo
momento de su perfeccionamiento, es decir, desde el momento en que acepta el riesgo al colocar
la nota respectiva en la solicitud o en documento aparte los cuales son comúnmente llamados
amparos provisionales , es decir si entre el momento del perfeccionamiento del contrato y la
entrega de la póliza se llegare a presentar el siniestro y no existiere limitación en cuanto en cuanto
a la fecha de vigencia del contrato la aseguradora estaría obligada a indemnizar, aun si el siniestro
proviniera de un amparo que no cubriere la empresa aseguradora, porque para alegar tal situación
y exonerarse de indemnizar requiere prueba escrita de esa exclusión en caso contrario se vera
obligado a indemnizar el perjuicio sufrido, por ello la mejor opción para las aseguradoras es que
entre el momento del perfeccionamiento del contrato de seguro y la entrega de la póliza no pase
mucho tiempo y será aun mejor si estos dos eventos se realizan en un mismo acto, es decir
coetáneamente con el perfeccionamiento, sin olvidar que son dos actos diferentes porque como
se advierte y lo señala la ley el contrato de seguro se perfecciona con el acuerdo entre las partes y
la suscripción de la póliza es un acto por el cual la aseguradora hace una relación pormenorizada
de los riesgos cubiertos, las exclusiones, las garantías que se deben prestar y en general los
señalados en el artículo 1047 del Código de Comercio.
Sobre esta característica de la consensualidad del contrato de seguro es importante traer también
los apuntes que realiza sobre la materia el tratadista ANDRÉS E. ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, en su obra
“El Contrato de Seguro” el cual realiza un análisis bastante amplio en lo relacionado con el carácter
consensual del contrato de seguro de la cual fue dotado con la ley 389 de 1997, en el cual
manifiesta que el carácter consensual de este contrato es limitado, porque por una parte se
establece que el mismo se perfecciona con el consentimiento entre las partes, pero impone una
limitación probatoria porque establece que el mismo se probara por escrito o por confesión.
El requisito de documento escrito para probar la existencia del contrato de seguro, debe contener
la identidad de las partes y los elementos esenciales del contrato de seguro y dentro del cual se
haya acreditado el consentimiento reciproco de las partes, documento que para fines probatorios
solo puede ser remplazado por la confesión del asegurador o del asegurado cuando
eventualmente sea aquel el que pretenda ejercer sus derechos emanados del acuerdo.
Por lo anterior la reforma introducida por la ley 389 de 1997 en lo relacionado con la
consensualidad del contrato de seguro no es tan amplia como a simple vista se pensaría porque en
el caso de querer probar la existencia del contrato de seguro se requiere de prueba escrita, la cual
debe reunir determinados requisitos para que produzca los efectos probatorios pretendidos, pero
en el caso de que la solicitud de seguro fuere realizada de manera verbal y la aceptación de la
aseguradora fuere realizada de la misma manera o aun por escrito, se presentaría la dificulta de
probar la existencia del contrato y se requeriría recurrir forzosamente a la prueba de la confesión
de la aseguradora para demostrar la existencia del contrato de seguro, situación que en la práctica
será una prueba difícil de recaudar debido a las implicaciones jurídicas y económicas, ya que en
esta confesión se buscara estructurar todos los elementos esenciales exigidos por la ley para
poder demostrar la existencia del vinculo contractual, como son la identificación de las partes,
riesgo asegurable, interés asegurable, prima y obligación condicional del asegurador y la
constancia de intercambio de consentimiento o de manifestaciones de voluntad entre las partes,
el cual se entiende prestado con las respetivas firmas siempre que estén facultadas para ello.
El Seguro es un Contrato Bilateral:
Como el estatuto comercial no trae una definición de contrato con fundamento en el artículo 822
del Código de Comercio que permite la integración con normas del Código Civil, y concretamente
con el artículo 1496 de este código define el contrato bilateral como aquel en que las partes
contratantes se obligan recíprocamente, el cual es de plena aplicación en el contrato de seguro,
porque una vez perfeccionado este se generan mutuas obligaciones para las partes, como son,
pagar la prima, mantener el estado del riesgo, cumplir con las garantías establecidas, entregar la
póliza, en caso de siniestro pagar la indemnización.
Se debe tener presente de que el hecho de que el contrato de seguro sea bilateral no conlleva
consecuencialmente a que las obligaciones sean simultáneamente reciprocas.
Es una característica del contrato de seguro la aleatoriedad, porque la prestación a cargo de uno
de los contratantes en este ceso el tomador o asegurado no guarda relación alguna con la del otro,
desde el punto de vista de su equivalencia, por estar sometida la prestación de la aseguradora a la
ocurrencia de un hecho futuro, que en el caso de presentarse se evidenciaría notablemente la
desproporción entre el valor que se paga por concepto de prima y el valor a pagar por concepto de
la indemnización por la ocurrencia del siniestro.
En esta característica del contrato de seguro esta de por medio la incertidumbre en la que se
encuentra el asegurador en cuanto si se va a producir el siniestro y en el caso de que se presentar
el valor a pagar por concepto de indemnización.
Durante toda la vigencia del contrato persisten una serie de obligaciones reciprocas,
especialmente en cabeza del tomador o asegurado, es por ello que en el momento de
perfeccionarse el contrato de seguro surgen unas cargas para el asegurado como son mantener el
estado del riesgo, comunicar circunstancias que impliquen su agravación, observar estrictamente
las garantías dadas, informar sobre el siniestro, realizar todas las medidas necesarias para no
hacer más onerosa la indemnización, entre otras.
Es decir desde el momento el perfeccionamiento del contrato las obligaciones corren a cargo del
tomador o asegurado obligaciones que se deben cumplir sucesivamente durante la vigencia del
contrato y en caso de que se presente el siniestro corresponde a la aseguradora cumplir con las
obligaciones que depara la ocurerencía de ese hecho dañoso.
Las anteriores fueron el análisis general de las características del contrato de seguro señaladas por
el artículo 1036 del Código de Comercio, a continuación nos permitiremos realizar la exposición
igualmente general de otras características de este tipo de contrato porque a pesar de no estar en
el artículo antes reseñado son igualmente importantes y permite una mejor ubicación en el tema
del contrato de seguro.
El seguro siempre busca indemnizar una perdida la que ocurre por el daño de un determinado
bien o la que pueden experimentar determinadas personas por el fallecimiento del asegurado o
una lesión en su integridad física, y es en este punto de la indemnización por causa de muerte
donde se generan las dudas sobre el carácter indemnizatorio de esta clase de seguro, porque la ley
permite señalar libremente al beneficiario y no se ve clara la razón porque una persona que no
tenga una relación de dependencia económica con el fallecido resulte beneficiada con el seguro a
titulo de indemnización.
En lo que respecta al carácter indemnizatorio del contrato de seguro tanto de daños como de
personas, HERNÁN FABIO LÓPEZ BLANCO , manifiesta que quien tiene derecho a una
indemnización llámese asegurado o beneficiario se hace acreedora a ella como consecuencia de la
ocurrencia de un siniestro y en el caso de seguro de personas se señala como beneficiario de la
indemnización a la persona con la cual se tiene algún vinculo y en el caso de presentarse la muerte
esta se vería afectada o perjudicada, por ello el hecho de que en ocasiones se señala como
beneficiaria de este seguro a una persona con la cual no se tiene una relación o vinculo no deja de
ser una excepción y como las características de una institución jurídica deben establecerse por lo
que normal y frecuentemente ocurre y no se admite la excepción para negar el carácter
indemnizatorio del contrato.
En lo relacionado con el carácter indemnizatorio J. EFRÉN OSSA G., manifiesta que el contrato de
seguro tiene por objetivo reparar las consecuencias del daño eventual, evitar que ella afecte el
patrimonio del asegurado y mantener o restablecer su equilibrio económico, indemnizar en el
sentido amplio del vocablo y en su acepción jurídica.
El seguro de daños presenta dos modalidades fundamentales las cuales las encontramos en el
artículo 1082 del Código de Comercio, como son el seguro real y el seguro patrimonial, el primero
busca proteger un bien especifico del patrimonio de una persona, mientras el segundo busca
amparar la integridad abstracta del patrimonio en si mismo considerado, contratos de los cuales el
amparado solo puede buscar el resarcimiento o reparación del daño realmente sufrido, sin que se
puede pretender enriquecimiento de ninguna clase, ya que estos tipos de contrato de seguro
tienen por finalidad reparar el daño sufrido por el asegurado al punto que este quede en las
mismas condiciones en las que se encontraba antes del siniestro. Por lo anterior la responsabilidad
indemnizatoria en concreto que le corresponde a las aseguradoras surge después de ocurrido el
siniestro y avaluada la perdía efectiva sufrida por el asegurado , como lo señala el artículo 1089 del
Código de Comercio.
Continuando con el carácter indemnizatorio en los contratos de seguro reales el valor asegurado
debe en principio coincidir con el valor real del objeto (como es el caso del seguro por valor a
nuevo) o coincidir con el valor del objeto como si fuese nuevo, para que el seguro cumpla a
cabalidad su función indemnizatoria, porque de lo contrario se presentaría fenómenos de
infraseguro o supraseguro, por todo lo anterior el valor asegurable debe figurar en el contrato, es
decir, debe estar determinado o por lo menos debe ser determinable, como lo prescribe el artículo
1047 numeral 7 del Código de Comercio, la cual tiene por función fundamental limitar la
responsabilidad de la compañía de seguros frente a su contratante.
Pero cuando estas condiciones anteriores son predicables en forma similar de diversas personas,
no puede alegarse el error, que para efectos del contrato de seguro es viable en cuanto a
calidades, y no en cuanto a la identidad propiamente dicha. Con lo anterior se quiere señalar que
en materia del contrato de seguro, la consideración a la sola identidad de la persona perderá
importancia frente a sus condiciones generales, lo cual implica que la aseguradora no podrá alegar
nulidad del contrato por el solo hecho de error en la identidad de la persona, si en las demás
calidades como son la formación cultural, actitudes y conducta no hubiere existido error.
El artículo 1107 del Código de Comercio, es una de las normas de la cual se extrae esta
característica del contrato de seguro, de ser intuitu personae, ya que este prescribe que la
transferencia del interés asegurado o de la cosa a que esta vinculado el seguro por acto entre
vivos, producirá automáticamente la extinción del contrato, a menos que subsista el interés
asegurable en cabeza del asegurado. Así mismo prescribe la norma que subsistirá el contrato en la
medida necesaria para proteger tal interés, siempre que el asegurado informe de esta
circunstancia al asegurador dentro de los 10 días siguientes a la fecha de la transferencia, según lo
cual, si lo asegurado es un bien y este es posteriormente vendido se extingue el interés asegurable
del inicial contratante, y el seguro deja de tener efecto y solo lo mantendrá si previamente la
aseguradora acepta de manera expresa continuar en riesgo con el nuevo titular caso en el cual no
se termina el contrato sino que se presenta el cambio de uno de los contratantes.
El señalar dentro de las características del contrato de seguro que este sea un contrato de
adhesión tiene importantes inaplicaciones en cuantos al momento de interpretar las normas que
presenten confusión o sean ambiguas u oscuras,
El hecho de que una de las características del contrato de seguro es que este sea un contrato de
adhesión no implica por ello la supresión de la manifestación de la voluntad de uno de los
contratantes, porque no obstante la persona es libre de aceptar o no la oferta en las condiciones
preestablecidas y normalmente sin lugar a discusión, constituyendo esa liberta de que gozan los
contratantes de aceptar o no dichas condiciones la esencia del consentimiento propio del
contrato.
El estatuto civil ha buscado el restablecimiento del equilibrio contractual de la parte débil en los
contratos de adhesión mediante los criterios o normas de interpretación, tales como entender en
contra de quien se han redactado las cláusulas oscuras, ambiguas o contradictorias, o señalar la
ineficacia de las que atentan contra el orden público y que solo buscan eludir la responsabilidad de
quien las ha redactado.
Estas reglas de interpretación tienen completa aplicación en aquellos tipos de seguros tales como
los de automóviles, casas de habitación y los de vida, en donde prácticamente no hay ninguna
posibilidad de discusión, lo que conlleva a que se toma el contrato en las condiciones ofrecidas, o
no se contrata, pero cuando se trata de otro tipo de contrato de seguros por ejemplo para los
denominados Grandes Riesgos, que amparan grandes comercios o industrias, existe posibilidad de
que los solicitantes, debidamente asesorados por expertos en la materia discuten las condiciones
generales del contrato tales como tarifas, alcance de los amparos exclusiones, entre otras,
contratos en los que seria inequitativo aplicar idéntico criterio interpretativo. Por lo anterior es
importante que en cada caso el intérprete deba analizar las condiciones que antecedieron la
formación del consentimiento y luego proceder a la búsqueda del criterio que más se acomode a
la realidad conforme a los varios que preceptúan los artículos 1618 a 1624 del Código Civil.
Todo negocio jurídico debe realizarse de buena fe, con lo cual se busca que ninguna de las partes
contratantes defraude a la otra, pero esta característica tiene especial significación en el campo
del contrato de seguro, porque aun tratándose de conductas irrelevantes en otros tipos de
contrato las mismas en el campo del seguro puede traer consecuencias desfavorables, hasta el
punto de que ocurrido el siniestro podría negarse el pago de la indemnización.
Esto parte del hecho de que las aseguradoras se basan en las declaraciones que presentan los
tomadores y partir de la base de que son ciertos para manifestar si aceptan o no la solicitud de
seguro, porque a las aseguradoras no les corresponde realizar una minuciosa inspección de los
objetos o personas que se han de asegurar, porque ante el volumen de asegurados, entrar a
realizar un análisis minucioso de cada solicitud para determinar si la misma esta acorde a la
realidad seria muy difícil por esta razón en caso de siniestro, que ocurre por excepción, es el
momento en que la aseguradora entra a realizar una minuciosa y detenida averiguación a fin de
comprobar si todo lo manifestado por el asegurado o tomador era cierto. No obstante el hecho de
que las aseguradoras realicen en ocasiones estas inspecciones detalladas antes de la celebración
del contrato o de la ocurrencia del siniestro, no implican que la no realización de las mismas
generen consecuencias gravosas en su contra, cuando ocurrido el siniestro al entrar a revisar la
exactitud de las manifestaciones de los asegurados o tomadores estas no concuerden con la
realidad.
Basado en la buena fe, que se debe observar en el contrato de seguro es lo que permite a al
aseguradora que en casos de información falsa o de inexactitudes salvo contados casos dar el
contrato de seguro terminado unilateralmente y sin motivación alguna el seguro o solicitar la
nulidad del mismo en el evento de que no se cumple estrictamente con la garantía sea o no
sustancial respecto del riesgo, como lo señala el artículo 1061 del Código de Comercio.
En este punto es importante tratar el deber del tomador del contrato de seguro de declarar
sinceramente todas las circunstancia inherentes al riesgo, es decir, evitar reticencias, según lo
estipula el artículo 1058 del Código de Comercio, ya que dentro del desarrollo del contrato de
seguro es de gran importancia el cumplimiento de este deber, porque este es un contrato de
ubérrima buena fe, ya que el tomador debe declarar sinceramente todas las circunstancias que
determinan el estado del riesgo, es decir, evitar reticencias, dicha declaración debe ser realizada
así se haya o no propuesto el cuestionario por el asegurador.
La reticencia es una forma de conducta pasiva, siendo el silencio o la omisión su forma de
configuración. Se realiza cuando se expresan circunstancias o hechos, pero no en su totalidad, sino
que el elemento determinante para el análisis del riesgo se reserva, se dice incompleto, se
disfraza.
Esta consecuencia se genera cuando la reticencia es de tal magnitud que el asegurador de haber
conocido la realidad no hubiera contratado o lo habría hecho en condiciones diferentes, por ello
deben ser analizados los efectos de la reticencia en cada caso concreto para determinar la
influencia de esta en la determinación del riesgo, pues para que la reticencia sea jurídicamente
relevante es necesario, como lo señala el inciso primero del artículo 1058 del Código de Comercio
que conocidos por el asegurador, lo hubieran retraído de celebrar el contrato, o inducido a
estipular condiciones más onerosas.
Cuando la aseguradora haya propuesto al tomador del seguro un cuestionario resulta mucho más
fácil demostrar el ocultamiento o inexactitud que cuando no existe tal formulario, caso en el cual
para determinar la reticencia o inexactitud se requiere que dichas circunstancias sean de tal
magnitud que objetivamente impliquen una agravación del riesgo y cuando se han encubierto con
culpa y obviamente también con dolo se producen los efectos de anulación del contrato, aspecto
señalado en el inciso segundo del artículo 1058 del Código de Comercio el cual establece que si la
declaración no se hace con sujeción a un cuestionario determinado la reticencia o inexactitud
producen igual efecto si el tomador a encubierto por culpa, hechos o circunstancias que implique
agravación objetiva del estado del riesgo.
Pero cuando la expresión de ciertas circunstancias no se debe a culpa del tomador y este dentro
de lo normalmente previsible realizo las manifestaciones que creyó pertinentes, no se puede
pretender, ante la ausencia de esa culpa la anulación del contrato, puesto que es carga del
asegurador facilitar los medios en orden a obtener la totalidad de los datos que requiera para
formarse un adecuado conocimiento sobre el estado del riesgo y no lo hace y el tomador cumple
adecuadamente sin cubrir ni siquiera por culpa las circunstancias más relevantes del riesgo, no
podrá por ello posteriormente la aseguradora alegar reticencia o inexactitud con base en que no
se suministraron ciertos datos que ahora se consideran importantes, siempre y cuando que ellos
no sean de los que objetivamente y dentro de una mediana inteligencia se consideren como
básicos para conocer la exacta situación de un riesgo.
No obstante lo expuesto existen circunstancias en las que no opera la reticencia, como es el caso
cuando el asegurador antes de celebrar el contrato ha conocido o debió conocer los hechos o
circunstancias sobre los que versan los vicios de la declaración, o si una vez celebrado el contrato
se allana a subsanarlos o los acepta expresa o tácitamente, eventualidad que esta prevista en el
artículo 1058 del Código de Comercio.
Por ello, si la aseguradora “ha conocido” la realidad, no obstante la declaración reticente o
inexacta del tomador del contrato de seguro y acepta asumir el riesgo, ese consentimiento implica
que no ha sufrido ningún engaño y que sabe cuales son las circunstancias que agravan el riesgo,
por tanto no podría posteriormente la aseguradora alegar que fue inducida al error, cuando en
realidad desde un principio conoció y acepto otorgar el amparo, razón por la cual no estaba
viciado su consentimiento y consecuencialmente el contrato no es susceptible de anulación,
porque al conocer la realidad de los hechos y no obstante contratar subsana la nulidad.
Cuando la aseguradora ha “debido conocer” los hechos o circunstancias sobre los que versan los
vicios de la declaración, así exista reticencia o inexactitud, tampoco podrá alegar la nulidad
relativa del contrato ni pretender reducción de su obligación, y debe pagar íntegramente el monto
de la indemnización a que tenga derecho el asegurado o beneficiario hasta el limite de la suma
asegurada, porque cuando por circunstancias imputables a su culpa ha debido conocer la
verdadera situación del riesgo y no lo hizo, corre con las consecuencias derivadas de su falta de
previsión, de su negligencia en buscar la forma de salir del error a que la ha llevado la declaración
inexacta o reticente.
Como consecuencia de lo anterior, cuando la empresa aseguradora efectúa, de manera usual pero
no obligatoria, una inspección del riesgo y mediante ella a podido formarse un completo
conocimiento del verdadero estado del mismo y lo acepta, así en la solicitud el tomador haya
incurrido en reticencias o inexactitudes fácilmente verificables con inspección, la posibilidad en
que estuvo la aseguradora de salir del error al conocer el riesgo excluye la anulabilidad del
contrato en orden a la inexactitud o reticencia.
En lo relacionado con el tema de la reticencia también hay que tener en cuenta el error inculpable,
previsto en el artículo 1058 del Código de Comercio el cual dispone que cuando la reticencia o la
inexactitud provienen ce un error inculpable del tomador, el contrato no será nulo pero el
asegurador solo estará obligado en caso de siniestro, a pagar un porcentaje de la prestación
asegurada, equivalente al que la tarifa o la prima estipulada en el contrato represente respecto de
la tarifa o la prima adecuada al verdadero riesgo. Este error inculpable que señala el artículo 1058
es de muy difícil demostración porque se requiere demostrar que el error no se debió a
negligencia del tomador y corresponde al juez determinar la existencia del mismo previo el análisis
de las circunstancias que rodeen cada caso y la calidad de la persona del tomador en relación con
su profesión, grado de conocimiento, edad, nivel social, entre otras, lo que si debe quedar bien en
claro que en caso de configurarse un error inculpable el contrato no será nulo sino que se
generara una reducción del monto de la indemnización debida por el asegurador.
Toda clase de contratos para que produzcan efectos jurídicos necesariamente deben llevar consigo
unos elementos de su esencia; entendiendo por tales, aquellos que son de tal relevancia para la
vida del contrato, que la falta de tan siquiera de uno de ellos, dará lugar a que ese contrato no
produzca efecto jurídico alguno.
Precisamente el Código de Comercio en su artículo 1045 establece los elementos que son
esenciales para la existencia del contrato de seguro y añade la norma indicando que por ser
concurrentes y necesarios, la falta de cualesquiera de ellos conllevará a que el citado contrato no
produzca ningún efecto sin necesidad de previa declaratoria judicial; es decir, dicho acto jurídico
será ineficaz de pleno derecho sin que para ello deba mediar la sentencia de un juez de la
República.
De acuerdo con la norma en comento los elementos esenciales del contrato de seguro son los
siguientes:
En relación con la lista que antecede, continuaremos nuestro estudio explicando de forma general
cada uno de tales el elementos de la esencia del contrato de seguro, así:
7.1 El Interés Asegurable: El profesor Joaquín Rodríguez Rodríguez lo define como “El vínculo
económico en virtud del cual la necesidad económica que provoca la producción del riesgo
repercute desfavorablemente en un determinado patrimonio”; en igual sentido el maestro
EHRENBERG define el interés asegurable como “La relación en virtud de la cual alguien sufre un
daño patrimonial a consecuencia de un hecho determinado” .
De acuerdo con las definiciones que anteceden y en consonancia con los preceptos establecidos
en los artículos 1083 y 1137 del Estatuto Mercantil, la principal característica del interés
asegurable es la de la estimación pecuniaria que se pueda presentar con la ocurrencia del riesgo
que se está asegurando; y es que tal interés debe existir de modo permanente durante toda la
vigencia del contrato, pues en caso contrario, se extingue el contrato de seguro, de acuerdo con
los lineamientos del artículo 1086 ídem, el cual manifiesta que la desaparición del interés llevará
consigo la extinción del seguro.
7.2 El Riesgo Asegurable: Es el segundo de los elementos de la esencia del contrato de seguro a
que se refiere el artículo 1045 del C. De Co. y que se define, de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 1054 ibidem como el suceso incierto que no depende exclusivamente de la voluntad del
tomador, del asegurado o del beneficiario, y cuya realización da origen a la obligación del
asegurador. En este sentido el profesor GARRIGUES señala como condiciones determinantes para
la existencia del riesgo, las siguientes: 1. Que el evento sea de posible realización, 2. Que su
realización sea incierta, 3. Que su realización sea fortuita, es decir, que no dependa directamente
de la voluntad de la persona que soporta los efectos del evento, y 4. Que el suceso, en caso de
realizarse, provoque una necesidad, un daño.
7.3 La Prima: La prima o precio del seguro es el tercer elemento de la esencia de este contrato y
consiste en la contraprestación que se radica en cabeza del tomador del seguro y a favor de la
aseguradora por el hecho de asumir el amparo frente a la ocurrencia de un determinado siniestro.
La prima o precio del contrato de seguro como elemento de su esencia, únicamente se
circunscribe a su estipulación al interior del contrato de seguro, pero la norma no incluye el pago
de la misma como elemento de la esencia del contrato de seguro, argumento por el cual se hace
necesario diferenciar ampliamente estos dos momentos a saber, el de la estipulación de la prima y
el pago de la misma para no incurrir en errores de apreciación jurídica del texto normativo. En este
orden de ideas, el haberse pactado la prima es elemento suficiente para que sea eficaz el contrato
y por ende para que exista amparo del riesgo asegurado, no obstante no haberse cancelado en su
momento dicho monto de dinero.
Para entender con mayor precisión el tema de la prima en el contrato de seguro es necesario
hacer referencia a los artículos 1068 a 1070 del Código de Comercio, los cuales hacen entender
que si el siniestro es total se devengará la totalidad de la prima, en tanto que si es parcial se
tendrá por devengada la correspondiente al valor del la indemnización sin consideración al tiempo
corrido del seguro. Ahora bien, la obligación del pago de la prima le corresponde en primera
instancia al tomador del contrato de seguro, quien, salvo que las partes acuerden lo contrario,
debe efectuarlo dentro del mes siguiente contado a partir de la fecha de la entrega de la póliza,
certificados o anexos que se expidan con fundamento en ella, plazo este que se establece por vía
legal como el mínimo de gracia para cumplir con la ya expuesta obligación, pudiendo dicho lapso
ser más amplio por acuerdo convencional; dicho pago debe llevarse a cabo en el domicilio del
asegurador o en el de sus representantes o agentes autorizados, de conformidad con lo
establecido en el artículo 1067 del Estatuto del Comercio.
Obligación Condicional del Asegurador: Es el cuarto y último elemento de la esencia del contrato
de seguro y consiste básicamente en que la obligación del asegurador está sometida a una
condición, es decir, a la ocurrencia de un hecho futuro e incierto que no dependa de la sola
voluntad del tomador o asegurado; definición esta que se entrelaza y se subsume dentro de la del
riesgo asegurable a que se refiere el artículo 1054 del Código de Comercio y que menciona que la
realización del riesgo, es decir, la ocurrencia de la condición, dará origen a la obligación de pagar
por parte del asegurador. Esta exigencia tiene por objeto enfatizar al máximo que si llegara a
asegurarse un daño proveniente de un suceso que ya ocurrió, sin importar que lo ignoren ambas
partes, no rige el contrato, salvo una excepción, como tampoco éste puede tener eficacia cuando
se trata de hechos ciertos (salvo la muerte), en suma, cuando no se dan los requisitos exigidos por
los artículos 1530 a1545 del Código Civil para que una condición tenga aceptación legal.
Nuestro Código de Comercio, por intermedio de su artículo 1037, solo establece como partes del
contrato de seguro al asegurador y al tomador; entendiéndose por el primero a la persona jurídica
que asume los riesgos, debidamente autorizada para ello con arreglo a las leyes y reglamentos; y
en segundo término al tomador, o sea la persona que, obrando por cuenta propia o ajena traslada
los riesgos.
En este orden de ideas es necesario efectuar un estudio más profundo de estas partes
intervinientes en la formación y desarrollo del contrato de seguro, en los siguientes términos:
El Asegurador: El artículo 1037 de la norma comercial parte del supuesto de que se trata de la
persona jurídica que sume los riesgos, lo que pone de precedente que nuestra legislación le
impide el ejercicio de esta actividad mercantil a las personas naturales; y es que para actuar en
Colombia como asegurador se requiere ser empresa organizada como sociedad anónima o
cooperativa y estar sometida a la supervigilancia, previa aprobación para su ejercicio, de la
Superintendencia Financiera, quien tiene amplias facultades discrecionales para aprobar el
funcionamiento de las entidades aseguradoras.
El tomador bien puede actuar en nombre propio o por cuenta de un tercero, tratándose en el
primero de los casos aquel en el que el tomador por su propia cuenta traslada los riesgos,
adquiere la calidad de asegurado y nada impide que también sea el beneficiario; en tanto que en
el segundo supuesto el tomador no tiene interés asegurable y en este caso el asegurado y el
beneficiario serán terceras personas.
El Tomador, el Asegurado y el Beneficiario pueden ser una misma persona si en ella se dan todas
esas características, o pueden serlo dos o tres personas diferentes o, también, un grupo de
personas en cada una de esas circunstancias, pues nada impide la pluralidad de sujetos en cada
una de las mencionadas calidades.
Respecto del beneficiario, es conveniente tener en cuenta que cuando es persona distinta del
tomador y el asegurado, es útil distinguir entre beneficiario a título gratuito y beneficiario a título
oneroso, en razón a que como lo expone el profesor JAIME BUSTAMANTE diversas son las
consecuencias jurídicas que se originan en uno y otro caso pues en el primer evento solo tiene
expectativas, mientras que el beneficiario a título oneroso le radican concretos derechos que sin
su aquiescencia no pueden ser modificados por las partes. En relación con lo anterior el artículo
1141 del Código de Comercio cita que será beneficiario a título gratuito aquel cuya designación
tiene por causa la mera liberalidad del tomador; en los demás casos el beneficiario será a título
oneroso, caso del artículo 1148 ídem en el que se hace mención a la designación del beneficiario
en garantía de un crédito; en este caso, el beneficiario tiene un derecho propio y no es posible, sin
su consentimiento y mientras esté el crédito respectivo proceder a su reemplazo, posibilidad que
igualmente se predica de algunas modalidades de seguros de daños donde el acreedor tiene
interés asegurable tal como sucede, por ejemplo, con el incendio del respectivo bien hipotecado.
EL ASEGURADO.
Se le llama también la parte asegurada o interesada, Es la persona, natural o jurídica, titular del
interés asegurable, entendiéndose como tal en el seguro de daños, la relación económica entre él
y el bien asegurado, relación que puede ser de cualquier índole, no necesariamente de propiedad.
Asegurado puede ser el comodatario, arrendatario, acreedor prendario o hipotecario,
usufructuario, en fin, toda persona cuyo patrimonio pueda resultar afectado, directa o
indirectamente por la realización de un riesgo.
Si el asegurado no tenía interés asegurable el contrato de seguro carecía de uno de sus elementos
esenciales y en consecuencia no nace a la vida jurídica. Igualmente, si durante la vigencia del
contrato desaparece ese interés asegurable, el contrato termina automáticamente sin necesidad
de notificación alguna.
EL BENEFICIARIO.
Es la persona facultada para recibir la indemnización. En los seguros de daños, será el mismo
asegurado quien ha sufrido el daño por el siniestro o un acreedor suyo designado como
beneficiario oneroso en la póliza. En los seguros de vida, pueden existir beneficiarios gratuitos u
onerosos, Los primeros obedecen a una liberalidad del asegurado con total discrecionalidad para
su designación, y los segundos son nombrados en virtud de una deuda que les da derecho a
reclamar en caso de siniestro hasta por el monto insoluto de la obligación a su favor. Estos últimos
no pueden ser sustituidos sino con su autorización expresa, porque el seguro se convierte en una
garantía de la deuda en caso de faltar el asegurado.
Tal como se manifestó anteriormente, en el seguro de daños el tomador puede actuar en cuenta
propia o por cuenta de un tercero en virtud de un mandato con o sin su consentimiento para
contratar, caso este último en el cual se requiere la ratificación del asegurado aún después del
siniestro y sólo él o el beneficiario nombrado podrán recibir la indemnización.
LA PÓLIZA DE SEGURO
Como es ampliamente conocido por todos, el contrato de seguro, a partir de la entrada en
vigencia de la ley 389 de 1997 perdió su carácter de solemne y pasó a ser eminentemente
consensual, quedando la póliza del contrato de seguro como un elemento exclusivamente
probatorio, mas no de la esencia del contrato y en este sentido reza el artículo 1046 del Código de
Comercio, el cual establece que el asegurador expedirá, dentro de los quince días siguientes a su
fecha de celebración y con fines exclusivamente probatorios, el documento contentivo del
contrato de seguro, el cual se denomina póliza y el cual deberá estar redactado en castellano y
firmado por el asegurador.
Quiere decir todo lo anterior que la expedición de la póliza y su recibo sin objeciones por parte del
tomador o del asegurado, viene a constituir la prueba por excelencia de lo que fue el objeto del
acuerdo consensual y sus bases serán la guía para lo atinente a responsabilidad de las partes; con
lo cual se podría pensar en la función tan restringida que en la actualidad cumple la póliza del
contrato de seguro, puesto que ella, al dejar de ser el contrato de seguro un contrato solemne, ha
dejado gran parte de su finalidad inicial, cual era la de servir de elemento esencial del contrato de
seguro y plena prueba en el desarrollo de las actividades litigiosas derivadas de la ejecución del
prenombrado contrato, pero no es así, pues en todo caso la póliza no ha perdido su papel
protagónico en el contrato de seguro dado el deber del asegurador de expedirla, bajo unos
preceptos especiales que no han perdido su vigencia y se mantienen idénticos luego de la reforma
del año 1997; es por ello que se hace necesario indicar a renglón seguido los requisitos generales
de la póliza de seguro a la luz del artículo 1047 del C. De Co. así:
Artículo 1047: La póliza de seguro debe expresar además de las condiciones generales del
contrato:
3. Los nombres del asegurado y del beneficiario o la forma de identificarlos, si fueren distintos del
tomador;
5. La identificación precisa de la cosa o persona con respecto a las cuales se contrata el seguro;
6. La vigencia del contrato, con identificación de las fechas y horas de iniciación y vencimiento, o el
modo de determinar unas y otras;
Ha cobrado fuerza la expedición de pólizas por medios electrónicos y con firma digitalizada, en
razón del mercadeo masivo del seguro y la simplificación de los trámites de suscripción, modalidad
sin inconvenientes desde el punto de vista de su validez jurídica, según lo anotamos
anteriormente.
En caso de faltar la póliza, la ley permite acudir a los ejemplares depositados por el asegurador
ante la Superintendencia Bancaria con el fin de determinar las condiciones del contrato que
aparezcan expresamente pactadas. Esta es una alternativa de difícil aplicación porque,
generalmente, se acuerdan condiciones particulares que no se registran en estos documentos en
depósito, tales como deducibles, sublímites asegurados, valores agregados por reclamo y por
vigencia, cláusulas de restablecimiento automático por siniestro, amparos de automaticidad para
nuevos bienes, etc., etc. Por ello, reiteramos, la necesidad de una pronta y correcta expedición de
las pólizas por parte de los aseguradores, tarea que no se cumple con la oportunidad y calidad
deseadas.