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P1 Anthony Upton
P1 Anthony Upton
La Reforma había dejado a las sociedades europeas frente al desafío del pluralismo
religioso. Los gobiernos europeos equipararon la disidencia religiosa con la oposición
política y pretendieron eliminarla. No hay mejor ejemplo que la guerra de los Treinta
Años para mostrar que la guerra es la mayor fuerza que mueve la historia y cómo una
vez iniciada adquiere su propia inercia. El sistema de librar la guerra mediante
contratistas privados desencadenaba fuerzas que los gobiernos eran incapaces de
dominar. La paz de Westfalia confirmó que no se podría anular la Reforma. El
pluralismo religioso iba a ser una realidad en la vida europea.
La guerra de los treinta años mostró que los sistemas políticos vigentes eran incapaces
de hacer frente a las exigencias de los progresos en el arte de la guerra, aumentaron
significativamente los costos de la guerra. A los soberanos les era difícil obtener de sus
súbditos dinero puesto que el sistema de delegación del poder exigía que se negociaran
todos los ajustes. La mayor parte de la gente pasaba toda la vida dentro del marco de su
comunidad local, las propuestas que conllevaban el sacrificio de los intereses e
inmunidades locales, a fin de reforzar la autoridad central, suscitaban respuestas
negativas. El cambio tendría que ser impuesto y la experiencia de los dos primeros
ministros de los dos principales protagonistas de la lucha europea por el poder: el
cardenal Richelieu en Francia y el conde – duque de Olivares en España, sirve para
ilustrar este proceso. Los privilegios sectoriales de los nobles feudales que se
interpusieran en su camino debían ser sacrificados por el bien común. El poder de
Richelieu devenía de sus relaciones personales con el rey Luis XIII. Su iniciativa más
famosa es el nombramiento de comisionados de la corono, los intendants, con poderes
plenipotenciarios para inspeccionar e imponer la voluntad del rey en las provincias. En
Francia no surgió ningún estado moderno: lo que se logró fue una triunfante
demostración del poder de la voluntad en manos de un político dotado y despiadado.
El conde duque de Olivares tuvo aún menos éxito, había puesto en marcha una serie de
medidas pensadas para mejorar la eficacia del gobierno y el bienestar de la comunidad.
En este programa iba la reforma moral, reforma de la educación, de la conducta
personal y del gasto excesivo. Es significativo que el programa se quedara en nada al no
existir la maquinaria que lo pusiera en práctica.
No existía un reino de España sino 3 reinos – Castilla, Aragón y Portugal, que estaban
gobernados por el mismo Habsburgo. Los reinos eran absolutamente soberanos, con sus
propios órganos de gobierno, leyes y monedas. Olivares concibió avanzar hacia la unión
con el objetivo último de una fe, una ley, un rey. Propuso crear un plan para contribuir
con hombres y dinero al común esfuerzo de guerra, cuya carga caía
desproporcionalmente sobre Castilla. El plan se llamó la Unión de Armas y se extendió
fuera de la Península Ibérica, a las colonias americanas, a las posesiones en Italia y a los
Países bajos. La idea de una plena unión tuvo a la larga, consecuencias negativas,
debido al rechazo de los súbditos. Después de las sucesivas derrotas hacia 1630,
Olivares estaba atrapado, no había forma de reducir los compromisos bélicos sin
humillantes reconocimientos de la derrota, trató de utilizar la fuerza para imponer la
unión de armas y finalmente fracasó.
Los acontecimientos en las islas británicas hacia 1640 – 1660 son distintos. Las
circunsantancias eran excepcionales. Era necesario mantener un consenso político
general ya que la Cámara de los Comunes del parlamento inglés era electiva y daba a las
comunidades locales voz dentro de la gestión política. Además la monarquía inglesa
padecía graves carencias de fondos y dependía de provisiones suplementarias que sólo
podía aprobar el parlamento. El consenso prevaleciente se vio afectado hacia 1640. Es
evidente que el sistema político inglés presentaba problemas pero fueron negociables
hasta la ascensión de Carlos I en 1625, era un político inusualmente inepto, con un
programa personal opuesto a las opiniones de importantes grupos de elite. Esto fue la
causa de un agudo enfrentamiento entre un agudo enfrentamiento entre una amplia
fracción de la oposición (aristocracia rural, comerciantes y clero). Había además
peligrosos desacuerdos religiosos dentro de la sociedad inglesa. La crisis revolucionaria
fue el resultado de un cálculo erróneo. Carlos la provocó al extender sus reformas
eclesiásticas a Escocia con objeto de lograr la convergencia religiosa de los dos reinos.
Esto dio lugar a la rebelión de los covenanters escoceses en 1638 y como el parlamento
le negó el apoyo al rey para reprimirlos, el rey fue derrotado. El disparadero fue la
rebelión de los católicos irlandeses en 1641, que obligó a poner en pie el ejército, que
correspondía mandar al rey, los líderes parlamentarios no podían permitir que fuera así y
se desencadenó la guerra civil. Las guerras civiles británicas no tenían ningún programa
político revolucionario, ambas partes se comprometían a restaurar el gobierno
tradicional del rey, los lores y los comunes. En Inglaterra las dos partes presentaron la
guerra como una cuestión religiosa. Las circunstancias habían dado el control del
ejército a fundamentalistas religiosos como Oliver Cromwell. El convencimiento de que
debía garantizarse al pueblo de dios la plena libertad religiosa llevó en 1648 a depurar el
parlamento, ejecutar a Carlos I y establecer una república (commonwealth), sin rey ni
cámara de Lores. Los comunes, por ser los representantes del pueblo, tendrían todo el
poder soberano. El fracaso de la república se debió a estar sustentada únicamente por la
fuerza del ejército, cualquier consulta a la comunidad habría revelado un avasallador
consenso favorable a la restauración de la monarquía Estuardo. La revolución inglesa
demostró estar tan vacía como la fronda en cuanto a los cambios perdurables que supuso
para la sociedad.
El modelo político de la Francia de Luis XIV, a partir de 1660, tenía dos propósitos
fundamentales: centralizar la toma de todas las decisiones en la persona del rey y hacer
que su autoridad fuese uniformemente eficaz en todo el reino. El núcleo era un consejo
ejecutivo, compuesto de ministros en funciones y presidido por el rey, que se elegía
entre la nobleza de toga (familias cuyo estatus procedía de haber comprado altos cargos
judiciales o administrativos de la corona). El rey y sus ministros estaban mejor
informados, los ingresos públicos se recaudaban y administraban de forma más eficaz y
se había fortalecido firmemente la autoridad de la corona. El rey no era sólo el jefe del
ejecutivo sino también el símbolo vivo de la autoridad legítima. Versalles era el lugar de
encuentro entre el monarca designado por Dios y la elite de sus súbditos, los cuales se
mantenían ocupados bajo la mirada del rey y sin ocasionar conflictos. El aristócrata
cultivaba su influencia dejándose ver en Versalles. Los monarcas podían mandar pero
no siempre se cumplían sus designios. Los intendants tenían que actuar paralelamente a
las instituciones locales existentes, lo parlaments, los Estados, las oligarquías urbanas,
las compañías, los gremios, y para conseguir sus fines había que negociar más bien que
ordenar. El ejército dependía de la disponibilidad de los nobles de espada y la estructura
financiera de las agrupaciones de banqueros que suministraban créditos al estado.
Hacia 1700 la máquina militar de Luis XIV era la más poderosa de Europa.