Nuestra cultura colombiana, es individualista, de mente cerrada,
manipulada y lo más importante es que no nos han enseñado a convivir; no diría que Sudáfrica sea peor o mejor país que nosotros, el sufrimiento fue igual incluso peor pero lograron firmar unos acuerdos que de base tenían el propósito de acabar con una cultura y unas creencias de más de 60 años. Ahora la pregunta que surge es si ¿Colombia es capaz de dejar atrás el dolor y perdonar para logar una comunidad en paz tal y como lo hizo Sudáfrica?.
Colombia hace más de 60 años ha vivido con la guerra; ha
experimentado ataques, desmovilizaciones, corrupción, pobreza, desigualdad y diferentes factores que agravan la situación del país. Estas situaciones han dejado huellas en miles de Colombianos, han logrado destruir poco a poco una sociedad, la solución se plantea simple; un acuerdo con una parte de los victimarios de esta situación.
El 2 de octubre de 2016 el pueblo colombiano fue llamado a las
urnas para votar en un plebiscito. Este plebiscito buscaba aprobar los acuerdos de paz a los que ha llegado el gobierno tras cuatro años de negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Desde fuera, cualquier persona que no sepa nada sobre estos acuerdos o sobre Colombia, pensaría que es una gran noticia que las FARC abandonen la lucha armada y entreguen las armas, sin embargo, no todo es tan fácil como aparenta. Son muchas las voces que se alzan en Colombia en contra de este acuerdo, y todas hablan de lo mismo: la “impunidad” que tendrían los guerrilleros, los “beneficios” que disfrutarán y lo poco que se puede confiar tanto en ellos como en el gobierno. Sobre la poca confianza que existe en el proceso: es algo muy colombiano el no confiar en nada ni en nadie, y es ese otro de los grandes peligros de cara al postconflicto. El pueblo colombiano tiene sobradas razones para no confiar en el gobierno o en los miembros de las FARC, pero olvida el papel activo que la sociedad debe tener en este proceso. Los colombianos -todos- deben vigilar el cumplimiento de lo acordado y actuar en consecuencia (tanto en las urnas como en la calle). Y para eso deben implicarse. Es por eso que este acuerdo de paz no es de Juan Manuel Santos ni de las FARC, sino de todos los colombianos. Desde mi punto de vista, como colombiana, los textos de los acuerdos, pese a sus problemas (que los tiene), son una gran oportunidad para cambiar el futuro de un país con un pasado de violencia y guerra. No van a terminar con la violencia, ni mucho menos: aún queda el ELN en activo, además de las muchas bandas criminales que se dedican al narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión y demás delitos, y que pueden recibir a muchos excombatientes de las FARC que no quieran o puedan reintegrarse a la sociedad. Pero pese a eso creo que es un gran paso adelante en un país con más de 50 años de conflicto que han dejado 220.000 muertos, 117.422 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados internos. Decir no a esa oportunidad es negarse a cambiar esto.