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SERIE DE TEOLOGÍA DE KIM KI DONG

15

Principios
de la Oración
Perfeccionándose y Esforzándose Para Pedir
Seriamente

Por KI DONG KIM

IMPRENTA DE BEREA
SERIE DE TEOLOGÍA DE KIM KI DONG
15

Principios
de la Oración
Perfeccionándose y
Esforzándose
Para Pedir Seriamente

Por Ki Dong Kim

Traducido del coreano por John K. I. Hur y Christine R. E. Hong


Instituto de Traducciones al Inglés para las Obras del Dr. Ki
Dong Kim
Seminario Teológico Internacional de Berea

IMPRENTA DE BEREA
355 – 356 Shingil 3-Dong, Youndeungpo-Gu. Seúl 150-
849, Corea
Fono +82-2-831-3851 Fax +82-2-831-3854
Dr. Ki Dong Kim
 Supervisor Mayor, Misión de Berea Siglo XXI de la
Iglesia Shungrak de Seúl, Corea
 Fundador y Presidente Honorario del Seminario
Teológico Internacional de Berea, Seúl, Corea

Publicado e impreso por primera vez en Corea por Kang Soon,


Imprenta de Berea, 2007
Registro Nº 13-69

Imprenta de Berea, 355 – 356 Shingil 3-Dong, Youndeungpo-Gu.


Seúl 150-849, Corea
Fono +82-2-831-3851 Fax +82-2-831-3854
Copyright © Imprenta de Berea, 2007
Todos los derechos reservados,

US $ 19.99

IMPRENTA DE BEREA
A menos que se indique lo contrario, todas las
referencias a la Escritura corresponden a la Nueva
Versión Internacional.
PREFACIO

Soy feliz porque llegué a conocer a Dios y a quien Él envió,


Jesucristo. Y mi felicidad es también porque me arrepentí
completamente ante Dios y recibí la gracia; porque recibí al Espíritu
Santo a quien Él envió a mi alma y porque llegue a creer la Biblia
como la verdad por el mismo Espíritu.
Toda mi vida he vivido centrado en la libertad de fe. Disfruto la
libertad por la verdad. Así es como toda mi vida he tenido una
verdadera comunión con Dios a través de esta libertad, y mis
oraciones siempre fueron respondidas como testimonio de mi
confianza en Dios. No puedo expresar con palabras habladas las
señales y maravillas misteriosas que fueron respondidas. Tampoco
puedo expresarlas por escrito.
¿Cómo es posible expresar con palabras o por escrito la
felicidad de vivir con Dios? Ciertamente, soy un ser muy simple, no
calificado y sin poderes, pero estoy agradecido porque Dios me ama
y me usa. Al agradecer infinitamente al Dios que me llamó a mí, un
pequeño hijo de los humanos, y me dio los dones para dedicarme a
Su reino, me esfuerzo celosamente en trabajar hasta los últimos días
de mi carne.
Intento no criticar, calumniar ni condenar a otros. Trato de no
ser un ser humano defectuoso que critica a los demás. No puedo
expresar toda la injusticia y tristeza, pero intento no perder la gloria y
la felicidad de tener una comunión con Dios, que creó el cielo y la
tierra. Es por esto que he puesto dos veces una piedrecita en mi
boca, y vivo como Semone para vencer con toda mi alma. Y la fuerza
que me permite ganar y vivir es que Dios siempre escucha mis
oraciones, que el Señor Jesús escucha mis oraciones y las
responde, y que el Espíritu Santo me hace siempre una persona de
oración, dándome el poder para serlo grandemente.
Aún si vivo en el mundo contaminado por tormentos y
sufrimientos, como un ciudadano del glorioso reino de arriba
recuerdo que Dios siempre se interesa en mí, y vivo con el corazón
agradecido. Porque Dios me ama es que mi oración llega siempre a
Él. Estoy lleno con la alegría de depender de la oración, la que es
como la línea de vida de mi alma. Al contrario de aquellos que están
siempre ocupados y activos en asuntos mundanales, yo estoy
siempre ocupado y activo en la oración. Y me regocijo más en la
felicidad de orar diligentemente que en cualquier gran gloria del
mundo.
Dios me hizo un hombre de oración, y me hizo llevar Sus
promesas con humanidad. Llegué a conocer la Imagen de la
Voluntad de Dios, y no ceso de testificar oralmente y por escrito,
para llevarla a los líderes de las iglesias del mundo. Aún si mis
escritos no son preparados y mis conocimientos son insuficientes y
mal expresados, yo movilizo todo lo que sé, todo lo que uso y todo lo
que creo, y no dejo que se corrompan en mi carne.
Porque la oración es como mi respiración, no dejo de orar para
respirar siempre con la inspiración espiritual del reino espiritual. No
sé cuando dejaré este mundo, pero cuando lo haga, es decir, cuando
mi espíritu salga, mi oración cesará. Hasta entonces, no descansaré
y no dejaré de orar.
Expresando mis métodos de oración de todos los tiempos en
este breve libro, quiero dar valor y fe a quienes se han decepcionado
de sus vidas de oración.
“Así es como estoy orando”.
La oración es como una respiración para el espíritu. Dejar de
orar es como dejar de respirar espiritualmente, lo que equivale a la
muerte. En el último momento de la vida de Jesucristo, cuando su
espíritu salió, su oración también se detuvo. Sin embargo, cuando
fue elevado nuevamente, comenzó nuevamente a orar. Aún ahora, él
está intercediendo noche y día por nosotros ante Dios. Así, la
oración es la respiración eterna del ser viviente.
Por medio de la oración, mi espíritu llegó a amar más la verdad,
y me permitió llevar siempre una poderosa vida de fe. Además,
mediante la oración, llevo una vida espiritual misteriosa, gloriosa, en
la cual mi espíritu tiene una continua comunión con Dios; más que
disfrutar solo tal vida espiritual, presenta la verdadera naturaleza de
la oración a mis queridos santos y siervos del Señor. Quiero
compartir esa vida espiritual con ellos y recibir esta alegre gracia.
Esta es la intención de este pequeño libro.
Uno no debería leer este libro una sola vez y dejarlo luego en
un estante. Uno debe leerlo hasta ser capaz de orar correctamente.
Uno debe leerlo una y otra vez, para llegar a ser este tipo de hombre
de oración. Dado que la oración apunta a ser respondido, y no al
auto-cultivo, uno debe llegar a Dios sin falta, y ser respondido. Es por
esto que uno debe “orar de esta forma”.
Aunque uno vaya muy rápido y sólo para orar en un centro de
retiro, uno debe llevar este libro; aunque uno vaya a su trabajo, debe
llevar este libro. Uno debe bendecir su espíritu hasta que pueda “orar
de esta forma”.
Este libro no es una teoría. Es la voluntad de Dios, lo que Él
quiere. Así es como Él quiere que oremos. Y esto es lo que he
estado haciendo toda mi vida. Oro para que Dios escuche a los
lectores de este libro, para que el Señor Jesucristo responda sus
oraciones y para que el Espíritu Santo obre junto a esas oraciones, y
presento este libro al mundo.

Febrero de 2007
Ki Dong Kim, alias Semone
CONTENIDOS

Prefacio

La Promesa en Relación con la Oración

1. El que escucha la oración es Santo

2. La oración es el fruto de la fe del humilde

3. Relacione los roles de la palabra y de la Biblia

4. Arrepintámonos, este es el atajo de la oración

5. El que ora debe reconocer al Creador

6. Arrodíllese ante el Nombre de Dios, Jesús

7. Uno debe buscar la justicia de Dios

8. Busque el reino de Dios

9. Comience la oración con el derecho de los hijos de Dios

10. El propósito de la oración es buscar bendiciones

11. La oración es el último medio, es decir, el último camino espiritual

12. Nunca desista de aquello por lo que ha orado

13. Busque el poder. El poder viene sólo desde Dios

14. No detenga la oración después de haber buscado el poder. Uno


no debe detenerse.
La Promesa en Relación con la Oración

Los seres humanos son animales algo más grandes


que los gusanos, pero están dotados con intelecto, voluntad
y sentimientos, lo que los hace superiores. Además, Dios les
puso un espíritu, con lo que llegaron a ser criaturas
especiales, con espíritu; sin embargo, no pueden trascender
el espacio limitado llamado carne. Y tratan de satisfacer sus
deseos por medio de la fuerza física, que está contenida sólo
en ella.
Puesto que la carne tiene fuerza propia, los que son
fuertes confían en su fuerza y se mueven tratando de oprimir
a los que son más débiles que ellos, y ganan. Pero esto es
muy inútil. No importa cuán fuerte pueda ser uno, no puede
llevar más peso que el de su propio cuerpo. Puesto que
estos son límites carnales, uno no puede esperar más. Los
humanos son como Goliat, creen en su fuerza física y, así,
desprecian a los más débiles, y los gobiernan, pero su carne
llega a ser su propio límite. No importa cuán rápido uno
quiera ser, uno no puede acelerar más, debido a su propio
cuerpo. Y éste es su límite. No importa cuán buen luchador
pueda ser uno, igual se cansa cuando se consume toda la
fuerza física.
Dentro de la carne de los humanos están sus
pensamientos. Los pensamientos humanos trascienden la
carne, permiten imaginar sin límites, y estos pensamientos
imaginarios pueden abandonar la carne y viajar a cualquier
parte y volver. Estos pensamientos constituyen la fuerza de
la personalidad humana. Los pensamientos llegan a ser la
base de la civilización, y poseen la fuerza desafiante que es
propensa a invadir las esferas divinas.
La serpiente sedujo a Eva, lo que significó que sedujo a
la personalidad que era capaz de tener este pensamiento
desafiante. Los humanos, para vencer sus límites carnales
que les impidieron seguir creciendo, no pudieron rechazar la
seducción de la serpiente, y la aceptaron.
La serpiente dijo a la mujer: “No es cierto que morirán. Es que Dios sabe
muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos;
entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que
no lo es”. (Génesis 3:4-5)

El pensamiento de la mujer salió de los límites de su


carne e invadió la esfera de Dios. Como se describe en
Génesis 3:6-7, “Cuando la mujer vio que el fruto del árbol era
bueno para comer y agradable a los ojos, y también
codiciable para alcanzar sabiduría, ella tomó de su fruto y lo
comió. Ella también dio de su fruto a su esposo, quien estaba
con ella, y él lo comió. Entonces los ojos de ambos fueron
abiertos, y ellos se dieron cuenta que ellos estaban
desnudos; entonces ellos cosieron hojas de higuera y se
hicieron delantales para ellos mismos.” Este es el origen de
la caída de la humanidad.
Dios dio a la carne humana el poder de pensar, pero al
mismo tiempo Él determinó el límite de sus pensamientos por
medio de Sus mandamientos. Aunque prohibió a los
pensamientos humanos trascender Sus mandamientos e
invadir Sus esperas, diciendo, ““Y el SEÑOR Dios mandó al
hombre, ‘Tú eres libre para comer de cualquier árbol en el
huerto; pero tú no debes comer del árbol del conocimiento
del bien y del mal, porque cuando tú comas de él tú
seguramente morirás’” (Génesis 2:16-17), ellos aceptaron la
seducción del diablo y sus espíritus murieron de acuerdo a
Su palabra
El mandamiento de Dios es vida para el espíritu,
mientras que la seducción del diablo trae a él la muerte. La
función llamada pensamiento es también sin límites, pero
tiene límites si no es controlada.

El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite
sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus
fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan
encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros.
(Hechos 17:26-27)

Los pensamientos humanos pueden reinar libremente,


pero no se les permite invadir la esfera divina ni los límites
del prójimo. Dios dijo, “No codicies la casa de tu prójimo: No
codicies a su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su
buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.” (Éxodo 20:17),
y Jesús también dijo, “Todo aquel que comete adulterio en su
corazón es ya un adúltero, y todo aquel que odia a su
hermano en su corazón, es un asesino”. Por tanto, uno no
debe invadir los límites de los otros por medio de su
pensamiento. Si uno abusa de la libertad e invisibilidad de los
pensamientos de otros, y se deja llevar por pensamientos
pecaminosos, será juzgado sin falta.
El poder de los pensamientos que los hace superiores a
la carne les permite trascender la carne pero también les
induce a pecar primero y les hace caer primero. Como Dios
dijo en Jeremías 6:19, “Escucha, tierra: Traigo sobre este
pueblo una desgracia, fruto de sus maquinaciones, porque
no prestaron atención a mis palabras, sino que rechazaron
mi enseñanza”, y como está descrito en Juan 13:2, “Llegó la
hora de la cena. El diablo ya había incitado a Judas Iscariote,
hijo de Simón, para que traicionara a Jesús.”, los
pensamientos corruptos resultan en una terrible maldición.
Estos son límites humanos.
La palabra en Santiago 1:15, “Luego, cuando el deseo
ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que
ha sido consumado, da a luz la muerte”, es correcto porque
todos los malos pecados y crímenes del mundo se cometen
porque todos los pensamientos son libres y no pueden ser
controlados. Los pensamientos humanos son malditos
debido a la vanidad y avaricia que no pueden ser
satisfechas. Porque los pensamientos son libres y la carne
no lo es, el conflicto mutuo no está resuelto, lo que genera
desmotivación y auto abandono. Esto es lo que son los
humanos.
¿Quién en este mundo no querría vivir una vida mejor?
¿Quién no querría proporcionar un mejor ambiente
educacional a sus hijos? ¿Quién no querría vivir más? Sin
embargo, los pensamientos y la carne no coinciden; de allí la
desilusión. Todos quieren vivir una larga vida, pero esto es
sólo un anhelo; la muerte puede llegar súbitamente.
Los humanos tratan de fortalecer por medio de
convicciones la construcción de sus pensamientos, pero la
convicción es sólo un anhelo desprovisto de cualquier
promesa o garantía. Esto explica por qué algunos fracasan
en sus convicciones. Y por supuesto esto es así, porque no
tiene nada que ver con la verdad que enseña la Biblia, y
menos con la voluntad de Dios.
En un comienzo, la humanidad fue creada para cumplir
la voluntad de Dios. Dios designó a Su amado Hijo Heredero,
y por Él creó el mundo espiritual celestial, el universo y la
tierra. Luego Él hizo a los humanos en la tierra y sopló el
soplo de vida en uno, para hacerlo espíritu viviente (Génesis
2:7). Los humanos que sólo tenían la carne y la personalidad
llegaron a ser seres vivientes (1 Corintios 15:45). Así es
como la “personalidad” invisible y el “espíritu” también
invisible, se unieron para llegar a ser un “alma”.
El primer humano, por la unión de carne, mente y
espíritu, se hizo un alma, es decir, un espíritu viviente o un
ser espiritual. La ventaja de un ser espiritual que llegó a ser
un humano es vivir una vida carnal al mismo tiempo que
recibir revelaciones divinas. Revelaciones divinas se refiere a
la palabra que le permite a uno entender y participar en los
pensamientos y la voluntad divinos, e incluso el poder, la
vida y las bendiciones.
Porque el principio del Creador de la creación fue que
las criaturas fueron hechas para recibir sólo Sus
revelaciones, ellas no podían recibir ninguna otra palabra o
sabiduría junto con la palabra de Dios. Sin embargo,
mientras estaban en la carne se les permitía tener comunión
con Dios, y posteriormente, servir a Dios y ver Su gloria en
Su reino.
Que uno vea o no la gloria en el reino de Dios depende
de cómo uno promueva su alma durante el tiempo de vida de
su carne. Que el alma llegue a ser el trigo o la paja queda
determinado mientras reside en esta tierra. El que viene en el
Día de la Salvación con el tridente para aventar separará el
trigo de la paja. Él es Jesucristo.
Jesucristo vino para mediar la relación entre Dios y los
humanos con su carne como de animal. Jesús, como un
humano, es el Hijo de Hombre, la simiente de una mujer, y
como Dios, es el Hijo Amado de Dios.
De esta manera, Él, que tiene tanto humanidad como
deidad, vino a este mundo. Podemos confiar en Él, y por
medio de Él, ir ante Dios.
Aquellos que van ante Dios llegan a ser hijos divinos
(Mateo 23:9). Aunque tienen límites llamado carne, pueden
recibir de Dios, como hijos divinos, Sus dones, y se les
permite ver la gloria como tal. Los creyentes pueden expulsar
demonios en el nombre del Señor, porque poseen poderes
divinos.
La carne que no puede poseer poderes divinos puede
estar a merced de los demonios, y es incapaz de
expulsarlos. Sin embargo, puesto que los creyentes que han
llegado a ser hijos divinos tienen en su espíritu revelaciones
divinas, el Espíritu Santo y el nombre de Dios, los espíritus
de este mundo lo saben, y tiemblan. Este es el poder
espiritual derramado sobre los seres espirituales. Nuestra fe,
entonces, no es una abstracción, sino una realidad. La
mayoría de los que vienen a la iglesia no conducen sus vidas
de fe de acuerdo a la voluntad de Dios, sino
conceptualmente; sólo están cultivando sus caracteres y
como personas religiosas se satisfacen sólo con una vida
religiosa. La religión es filosófica, y un concepto filosófico no
es espiritual. La filosofía y la espiritualidad son totalmente
diferentes.
La filosofía es el dominio de la razón, no el mundo
espiritual. Sin embargo, el mundo espiritual es de Dios.
¿Reconoce la filosofía a Dios? No. Sin embargo, la vida
espiritual consiste en reconocer a Dios y obedecer de
acuerdo a Su voluntad.
Nuestra vida debe ser vivida en forma totalmente
espiritual. Aún si moramos en la carne, el cuerpo debe llegar
a ser una herramienta espiritual, y usado para nuestras vidas
espirituales. Esto se aplica aún más al alma. El alma
considera la Biblia como su alimento y como el principio de la
vida. Puesto que dice, “Si Dios llamó “dioses” a aquellos para
quienes vino la palabra - y la Escritura no puede ser
quebrantada... (Juan 10:35), nadie más que los creyentes
puede recibir la palabra de Dios.
‘Dioses’ se refiere a hombres de Dios. Un hombre de
Dios recibe Sus instrucciones; está bajo Su protección, come
el alimento que le es dado y lleva una vida espiritual por el
amor del espíritu. Uno adora cada semana en la iglesia para
que el alma se encuentre con Dios, reciba Su revelación y
alimento, sea aliviado y tenga comunión con Él. Acercándose
a Dios, uno puede mantener su alma y mantener su vida
espiritual siendo espiritual y no carnal. A menos que uno
conduzca su vida espiritual de esta forma, el alma no puede
ser santa ni hacer obras poderosas.
La vida de iglesia no es parte de la cultura. Es la vida
de espiritualidad la que promueve el alma de uno. Hoy,
muchos van a la iglesia pero no pueden vivir la vida de
espiritualidad, y aún consideran la vida de iglesia como parte
de sus vidas en este mundo. Por esto, sus almas están
resecas, y viven una lastimosas vida de impotencia.
¿Quién es el más despreciable de los que van a la
iglesia? El que es espiritualmente impotente por falta de fe.
Como resultado, no tiene experiencias espirituales, y no
puede tampoco llevar una vida espiritual. Tal persona no
puede promover su alma. No puede reconocer la situación
de su espíritu.
¿Cuál es el deseo de toda alma? Deshacerse del
pecado, llegar a ser santa, ver a Dios, y ser cambiada por la
influencia del Espíritu Santo y el poder que viene de Dios (1
Corintios 2:12). Una persona que tiene un corazón en el cual
el Espíritu Santo que mora en él no puede obrar, y que por
tanto está cerrado, no es para nada espiritual. Una persona
cuyo corazón no anhela la palabra de Dios o una en la cual
la palabra no permanece, no es espiritual tampoco. Así como
un auto no puede funcionar sin bencina, a menos que uno
sea una persona espiritual, no anhela cosas espirituales ni
puede interesarse fuertemente en ellas.
Una persona espiritual piensa acerca de su alma, y
debido a su sed por todas las obras espirituales de su alma,
las busca. Una persona de espiritualidad es sedienta de todo
lo que viene desde Dios y sabe como implorar por ello. Una
persona espiritual se da cuenta de la ausencia de poder en
su alma, y su corazón siente un ardiente deseo de obtener
ese poder.
El que no siente ninguna sed si no ora, no es una
persona espiritual, sino simplemente una religiosa, que lleva
una vida religiosa. Una persona religiosa es realmente
piadosa porque es muy inclinada a la moral y la ética, pero
puede mantener su vida de iglesia sin la oración. Es una
persona no espiritual.
Dios no dialoga con la persona de carne como la de un
animal. Porque Dios es un Espíritu, sólo un espíritu puede
dialogar con Él. Aún una oración de la mente no puede
alcanzar a Dios, a menos que confíe en la fuerza del espíritu.
Si la carne quiere encontrar a Dios, es imposible; si el alma
quiere encontrar a Dios, es posible, pero un pecador no
puede encontrar a Dios.
Dios quiere encontrar a todos, siempre. Por tanto, uno
debe prepararse para encontrarle a Él. Uno debe pensar
profundamente acerca de la palabra en Isaías 59:1-2, “La
mano del SEÑOR no es corta para salvar, ni es sordo su
oído para oír. Son las iniquidades de ustedes las que los
separan de Dios” (Isaías 59:1-2).
¡Cuán misterioso es para los humanos encontrar a
Dios! ¡Cuán maravilloso es que su voz sea escuchada por
Dios y que Él le responda! ¡Qué maravillosa señal es para el
humano carnal tener comunión con el Dios todopoderoso!
Esto es lo que estamos ahora haciendo, que no podíamos
siquiera imaginar cuando estábamos fuera de Jesús.
La persona de mayor espiritualidad es la que lleva su
oración a Dios. La persona espiritual lleva sus pensamientos
hacia Dios. Así como todas las máquinas de una industria y
todos los dispositivos eléctricos funcionan por la electricidad,
todo lo que es usado en la relación de uno con Dios se hace
posible por Su promesa dada, llamada oración. Es realmente
lamentable que uno sólo piense livianamente en esta
importante oración, y más bien se preocupe, suspire y se
abandone a sí mismo. Naturalmente, a menos que uno sea
una persona espiritual, no puede tener fe en relación con la
oración. El coraje y la fuerza para orar deben ser espirituales.
La gente mundana, esto es, quienes se arrodillan ante
ídolos, oran a su propia manera. Hablar a ídolos que no
pueden contestar viene de la religiosidad. El creyente que
ora con esa actitud de adorar ídolos ha olvidado por qué su
oración debe alcanzar a Dios, lo cual es una importante
misión. La oración hecha aparentemente para el auto-cultivo
es totalmente inútil. La oración debe ser escuchada por Dios,
y debe ser respondida, también sin falta.
Cuando Jesús oró al Padre, ¿quería ser aliviado, u oró
sabiendo que su oración llegaría a Él, sin falta? ¿Fue la
oración de Jesús la voz de su carne o la voz del espíritu
dentro de su espíritu? ¿Estuvo Dios Padre comunicado con
Su Amado Hijo por medio de la oración, o fue una oración
inútil, como golpear el aire?
Creemos en la palabra que dice que su súplica fue
escuchada (Hebreos 5:7). La oración de Jesucristo fue el
importante y urgente diálogo entre su alma y el Padre. No fue
la relación del encuentro de su carne con Dios, sino del
encuentro de su espíritu con Dios, cuando Él estaba en la
carne. Creemos que Él oró de la misma forma toda su vida.
En otras palabras, sus oraciones fueron espirituales.
Cuando dialogamos con humanos, no hablamos en el
espíritu. Hablamos con los atributos de la carne. Usamos
sentimientos, sabiduría, conocimiento y razón. No es un
diálogo espiritual. Es diferente a cuando hablamos con Dios.
La oración es el diálogo con el Creador, que no
podíamos siquiera imaginar antes de la redención del pecado
y de la meritoria muerte de Jesucristo. Aún en nuestra
conversación con humanos, las palabras innecesarias
destruyen la relación y la comunicación. Considere el caso
del que conduce la situación de su espíritu a Dios por medio
de la oración. Es un asunto de etiqueta y formalidad conducir
perfectamente todas las palabras de lo que dice, sin permitir
que ninguna se caiga a tierra.
Puesto que Jesús también dijo, “No oren como
paganos”, lo que Él está diciendo es que no se murmure.
Aún cuando uno puede orar con sus labios, ni una sola
palabra debe caer a tierra. Por tanto, uno debe saber qué
tipo de oración recibe Dios, y luego orar. A pesar de esto,
muchos creyentes no pueden ofrecer oraciones espirituales,
por verse dificultados por su carne.
No hay posibilidad de que Dios escuche la oración hecha
como un ritual religioso o como una formalidad para el auto-cultivo.
¡Cuán lamentable si una oración no ha podido ir directamente a
oídos de Dios, ni siquiera una vez durante sus tantos años de
oración! Muchos leen la Biblia, pero muy superficialmente. No
ponen interés profundo en su contenido ni siquiera parecen estar
interesados; no obedecen ni creen, lo que demuestra que el
espíritu que obra entre los desobedientes los entrampa y los
oprime (Efesios 2:2).
La oración debe estar viva. Así como una semilla viva echa
brotes cuando es sembrada en tierra buena, los oídos de Dios
que reciben la oración son como la buena tierra para que la
oración viva los alcance y sea contestada. La razón por la que
esta introducción es larga es porque la oración misma debe ser
espiritual, y es con el propósito de hacer ese cambio en la mente
de los lectores que esta ha sido larga.
Algunos creen que pueden transmitir su oración mediante
fuertes gritos, otros están seguros que si oraran interiormente en
un lugar callado, Dios les escuchará; pero todas estas son
convicciones personales. Dios nos dio el Espíritu Santo y desea
que oremos por el Espíritu Santo (Judas 20).
La oración no es un deber. Así como si uno no respira, se
muere, uno debe orar porque si no, su espíritu se muere. Uno
debe orar porque si no lo hace, llega a ser como un huérfano
abandonado ante Dios. Una oración sin sustancia es religiosa, y
es sólo auto-cultivo. Sólo la oración substancial es la que Dios
recibe y contesta. Por ejemplo, si uno ora por la plenitud del
Espíritu Santo, uno debe recibir el Espíritu Santo a toda costa; si
uno ora por su enfermedad, uno debe ser curado infaliblemente.
La oración tiene sólo un propósito—alcanzar a Dios.
Además, dado que es para que Él juzgue, uno debe confiar la
respuesta a Su voluntad. Cuando uno ora, Dios es el Único que
oye. El Señor intercede por nosotros y si Dios el Padre es
glorificado, Él lo lleva a cabo (Juan 14:13-14). El Espíritu Santo
también nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotros
con gemidos que las palabras no pueden expresar (Romanos
8:26-28).
Cuando Dios presta oídos a la oración espiritual y viva, el
Señor Jesús intercede por nosotros (Romanos 8:34), y el Espíritu
Santo también intercede; las tres Personas son todas movilizadas
en la obra que ocurre en el cielo. En este momento, los ángeles
también ayudan a los santos (Hebreos 1:14), y se movilizan para
transmitir las oraciones de los santos (Apocalipsis 8:3). ¿Por qué
habría de ser Dios indiferente y cerrar Sus oídos a una oración
que genera tan gran trabajo en el cielo?
La esperanza, "Deseo que Dios conteste", es más bien algo
sin fe. Él envió a Jesucristo y al Espíritu Santo y a ángeles
ministradores para responder. Si Él no puede contestar, es porque
el que ora no ora correctamente. No orar es un problema, pero no
poder transmitir los problemas de uno es un problema más grave,
una cosa espantosa.
Dios sabe de nuestras debilidades, pero permitiendo a
Jesucristo sufrir en la cruz, Él derribó enteramente la pared entre
Él y los humanos. ¿No es ésta la razón por la qué Él nos dio el
Espíritu Santo? Sin embargo, porque uno no ora por el Espíritu
Santo, uno no puede ofrecer una oración espiritual, lo que produce
eventual desmotivación.
El que ora debe combinar la espiritualidad con la obediencia.
La oración de un desobediente es como la de un devoto de ídolos.
Si hemos llegado a ser creyentes, ¿no sería preferible transmitir
nuestras oraciones a Dios? Los profetas y los siervos del poder
descritos en la Biblia, todos transmitieron sus oraciones a Dios.

Elías era hombre y mortal como nosotros, pero cuando rogó


insistentemente para que no lloviese en el país, no llovió durante tres años
y medio; después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo frutos.
(Santiago 5:17-18).

El Señor Jesús dijo que uno no podría expulsar demonios


impuros a menos que fuese por medio de la oración (Marcos
9:29). Además, la Biblia dice que uno no puede recibir, porque uno
ora por motivos equivocados (Santiago 4:3). De ahora en
adelante, no oremos sólo con la carne sino con el espíritu. No
oremos sólo con pensamientos (la mente), sino con el espíritu.
Dios nos dio un espíritu para que podamos acercarnos a Él.
Sin embargo, el espíritu murió cuando fue seducido por el diablo y
fue revivido nuevamente por la gracia del Señor, rico en
misericordia (Efesios 2:4-5). Por lo tanto, cuando oremos,
pensemos en quien, de entre el espíritu, la personalidad y el
cuerpo, debe arrodillarse ante Dios.
Incluso si el espíritu desea arrodillarse primero ante el
Señor, es vano, a menos que uno resuelva primero algo en la
presencia de Dios. Así como la gente corriente no puede reunirse
con un rey ni un presidente cuando quiera, los humanos, en
términos de carne, no son de ninguna forma diferentes de las
bestias. Pueden entrar al palacio de Dios sólo en espíritu. La carne
de uno puede estar arrodillada en el cuarto de oración, pero su
espíritu puede entrar al palacio de Dios y verle a Él, siempre que
uno lleve el deseo de su espíritu y no el de la carne.
Jesús nos enseñó, "golpea," "pregunta," "busca." Pensemos
profundamente. Una criatura se atreve encontrar al Creador. Hoy,
algunos amenazan a Dios diciendo, "¿No debería Dios escuchar
los deseos de las criaturas que Él hizo? Si acaba de hacerlos y se
queda indiferente, esto no es amor, ¿o lo es?"
Dios dijo que es el Alfarero. Cuando el alfarero hace sus
vasijas, algunas son de uso noble, otras de uso vil, y Él rompe las
que no le contentan. ¿Si el alfarero tiene el derecho para hacer
vasijas, por qué no puede también desecharlas? Por eso la Biblia
nos dice que nos hagamos santos para ser vasijas de uso noble (2
Timoteo 2:21).
Las criaturas gritan y quieren tener un diálogo exclusivo con
el Creador. La carne creada y la deidad que es el Creador tienen
atributos totalmente diferentes, así que ¿cómo puede ser posible
el contacto? Porque el Creador lo permitió. La oración es ir ante Él
con Su permiso. Pero, el punto es cómo la materia y la deidad
pueden relacionarse entre sí.

1. Golpee
En la palabra Jesús dice que se debe "golpear" primero. A
saber, el humano carnal debe golpear a la puerta del palacio
divino. No hay límite en relación a cuánto debe uno golpear.
Golpee hasta que se abra. Uno no puede abrir esta puerta con su
carne. Uno no puede golpear con su naturaleza carnal. Uno puede
golpear en esta puerta sólo en el espíritu. Cualquier persona llena
del Espíritu sabe esto.
El Espíritu Santo indicó esto y enseñó este camino. Golpee.
Golpee más en esta puerta en espíritu. Incluso si está cerrada, el
Señor dijo que será abierta no a causa de relaciones amistosas
sino a causa de su persistente ruego.
Pensemos si será el alma o la naturaleza pecadora la que
golpeará a esta puerta. Si es la última la que lo hace, no podrá
siquiera encontrar la puerta y mucho menos golpear a ella. No hay
razón en absoluto, tampoco, para que el Espíritu Santo, que se
supone escucha nuestra oración, nos ayude en nuestra súplica,
por la naturaleza pecadora de la carne. Uno podría luchar toda la
noche, pero éstos son sólo esfuerzos vanos. Por eso necesitamos
la clase de oraciones que el Espíritu Santo apoya.
El Espíritu Santo es el que vino para ayudar a las almas. Ni
siquiera vino cuando la carne observaba entusiastamente los
mandamientos de Dios y oraba. Vino a los que han sido redimidos
y les ayuda. Por lo tanto, a menos que permitamos que él obre, él
no intercede por nosotros (Isaías 62:6-7).
Así como dice en Zacarías 12:10, "Sobre la casa real de
David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de
gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán
lamentación por el que traspasaron, como quien hace lamentación
por su hijo único; llorarán amargamente, como llora por su
primogénito”, el Espíritu Santo vierte el espíritu de súplica en
nuestras almas. Cuando el Espíritu Santo lo hace así, realmente
gritan y gimen.
Experimenté cómo mi alma pudo gemir y lamentar. A causa
de su impotencia y sed, las lágrimas salían de mis ojos sin parar.
Y, pude negar los deseos pecadores de mi carne. Pensé que esto
había durado sólo un rato, pero cuando miré mi reloj, vi que había
orado en este estado durante cuatro horas. Después, sucedió con
frecuencia que no me daba cuenta del paso del tiempo cuando
oraba en el espíritu.
Incluso si golpeo a la puerta del palacio de Dios con mis
deseos carnales, nunca se abrirá. Sin embargo, si mi alma golpea,
lo hará. No se abrirá cuando mi alma golpee un rato; mi alma debe
continuar golpeando hasta que Dios la abra. Es así como
paciencia y perseverancia pueden aliviar mucho el alma.
La naturaleza pecadora de la carne no está calificada para
orar. Incluso si busca algo, buscará sólo el pan diario. Con la
naturaleza carnal, uno no puede ver la gloria eterna, así como la
justicia de Dios y el reino eterno. Sin embargo, la súplica del alma
las puede adquirir, con seguridad. La oración para los que buscan
con deseos carnales aburre y difícilmente pueden orar durante
largas horas. Es decir, no tienen el poder de suplicar ni la
paciencia para la oración. Por otro lado, la súplica del alma
trasciende el tiempo, trasciende tremendamente todos los
ambientes. Cuando Dios abre la puerta, el alma lo sabe, es
movida y comienza a lamentarse.

2. Pregunte.
¿A quién pregunto? Uno debe saber claramente quién es y
preguntar a quien uno quiere preguntar. El Uno al que le estoy
preguntando puede no contestar; más bien, el tentador puede
tentar inesperadamente. Así como el diablo se acercó a Eva y la
sedujo, así como él se acercó Judas Iscariote y lo sedujo, así
como él se acercó a Ananías y Safira y los sedujo, el enemigo
tentará inesperadamente. Por eso pregunte al que usted pregunta
con una voz clara y un corazón santo.
El Uno al que mi alma pregunta es quien envió al Señor
Jesús al mundo, lo hizo morir en la cruz, lo levantó nuevamente
para hacerlo subir al cielo; es también el Uno que envió al Espíritu
Santo. Es el Uno a quien el reino, el poder y la gloria pertenecen
para siempre.
El rey Saúl no tuvo a nadie que le permitiera saber de su
destino y le preguntó a un muerto a través de un médium (1
Samuel 28). Los profetas de Baal en el Monte Carmelo invocaron
el nombre de sus dioses, cada uno de los pasajeros en el buque a
Tarsis invocaba en nombre de su dios.
¿A quién preguntamos nosotros? ¿A un dios de este
mundo? ¿A un dios en el aire? Asegúrese de a quién llama. La
Biblia dice,”…pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido
destruido.” (Oseas 4:6). Por lo tanto, pida "Conozcamos al
SEÑOR; vayamos tras su conocimiento.” (Oseas 6:3). Nos
inclinamos de rodillas y oramos ante Él (Filipenses 2:10-11). "no
hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres mediante el cual
podamos ser salvos" (Hechos 4:12).
Muchos oran diciendo, "¡Señor! ¡Señor!” Los chamanes
también llaman a sus dioses "señor". Esta es la razón por la qué
Jesús también nos enseñó "es así como se debe orar," y luego
“Padre nuestro en el cielo, santificado sea tu nombre...” (Mateo
6:9). Quien está para recibir nuestras oraciones es quien tiene el
nombre eterno, el que debe ser glorificado. Los demonios son
malditos ante este nombre mientras que los santos obtienen la
salvación. Pregunte al dueño de este nombre.
Así como esto está en Salmos 23:3, “…Él restaura mi alma.
Me guía por sendas de justicia por amor de Su nombre”. Dios
preparó todas las cosas "por amor de Su nombre". Por lo tanto, Él
distingue claramente al que invoca Su nombre del que no lo hace
(Juan 1:12). Por consiguiente, no diga vagamente '¡Señor, Señor!”,
sino llame en Su nombre. Invocar Su nombre es preguntarle a Él.
El apelativo "señor" no es un nombre. Puesto que significa
sólo "el que le gobierna," invoque Su nombre. El nombre de aquel
al que le pedimos para glorificar y conmemorarle (Oseas 12:5).
¿Porque las mujeres que vinieron a su tumba buscaban el
cuerpo de un muerto. El Señor les preguntó, "¿Por qué lloras,
mujer? ¿A quién buscas?" (Juan 20:15). ¿Así como los ángeles
dijeron, "¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive?
(Lucas 24:5), debo conocer ciertamente a quien le pregunto. Pido
al Uno que me ayudará. Pido al Uno que me contestará. Pido al
que me otorgará gracia. Uno debe buscar al Uno de quien habla la
Biblia. Uno no debe preguntar a un famoso dios o humano, sino al
Uno del que habla la Biblia. Esto es fe desprovista de mentira.
Algunos sólo corren tras el así llamado poderoso. Ellos irán
dondequiera que se diga que está Cristo. Estas son personas
traicioneras que no buscan al que vino según la Biblia; ellos siguen
sus deseos carnales. Por lo tanto, dobléguese ante el nombre de
Jesús y pregunte a su Padre, Dios. Él dará el Espíritu Santo. Si
uno pregunta a Dios, a saber, Dios el Padre de Jesucristo, Él dará
el regalo del Espíritu Santo.

3. Busque.
Puesto que Él ordenó "buscar", el alma conoce su
carne así como todas las otras condiciones y suplicará. Por
lo tanto, busque lo mejor. Esto beneficiará al alma. Y, lo
mejor es el Espíritu Santo. Busque al Espíritu Santo, busque
la plenitud más grande y busque sus dones. Busque cosas
espirituales. Si el alma prospera, todas las cosas
prosperarán y la carne llegará a ser fuerte.
No busque algo que puede obtener fácilmente en este
mundo, sino más bien busque cosas de la espiritualidad que
puede ser obtenida sólo de Dios. Busque lo que sólo Dios
puede dar. Busque cosas valiosas y eternas. Porque Dios
distingue entre lo que debe ser buscado primero y lo que
debe ser buscado último, Él no escucha cuando uno busca
primero lo que debe ser buscado último.
Se dijo, "Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué
comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos
vestiremos” Porque los paganos andan tras todas estas
cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan.
Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.” (Mateo
6:31-33). Además, ¿Él preguntó que es lo más importante
entre recibir el perdón de pecados y recibir los esplendores
de este mundo? Por eso él dijo, ¿de qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero, si pierde su alma?

No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo
que necesitan.” (Mateo 6:8).

Los humanos que van en contra de la voluntad de


Dios, no obtienen nada y golpean el aire debido a su
naturaleza pecadora. Si uno se encuentra con un ladrón,
¿qué escogería usted: su vida o su riqueza? Cualquier
humano rogaría por su vida. De la misma manera, si uno no
discierne lo que es urgente, perderá tanto la vida como
también su riqueza.
¿Por qué uno no puede ser puro en la presencia de
Dios? La mayoría de las personas cuando oran a Dios no
disciernen como Él quisiera la mayor urgencia, sino
demuestran avaricia, según la naturaleza pecadora de la
carne. Por esta razón, ellos malgastan su precioso tiempo,
golpeando el aire.
Hemos aprendido en la Biblia qué es más importante.
¿De qué habla la Biblia? De la vida. Si Dios dijo al humano
en el Jardín del Edén, “...pero del árbol del conocimiento del
bien y del mal no deberás comer. El día que de el comas,
ciertamente morirás." (Génesis 2:17), fue con el propósito de
preservar primero la vida. Aunque el mandamiento de Dios
fue de preservar primero la vida, la seducción de la serpiente
no tuvo nada que ver con ello. Ella sólo dijo que sus ojos
serían abiertos, y que sería como Dios, conociendo lo bueno
y lo malo (Génesis 3:5). La palabra de la serpiente es una
mentira que sólo despierta arrogancia y vanidad humanas y
no tiene nada que ver con el fruto de la vida. ¿Entre los dos
mensajes, cuál debiera ser correcto que uno escogiera?
La enseñanza urgente en la Biblia está toda
relacionada con la vida. Nada es más urgente que la vida.
Después de que uno haya preservado primero la vida, no es
demasiado tarde para buscar cosas en el cielo y en la tierra,
esto es, cosas corruptibles. Pero el orden de súplica de los
humanos está invertido, debido a su naturaleza pecadora.
En tal caso, nada será contestado.
Después que Jesús llamó primero a sus discípulos,
¿por qué les dio Jesús la autoridad para expulsar
demonios? Porque los demonios son asesinos (Juan 8:44;
Hebreos 2:14). A menos que uno neutralice primero al
asesino, ¿cómo puede traer uno la felicidad? Expulsar a
demonios no es para jactarse ni para exhibir el poder de los
santos; concierne la vida. Cuando uno expulse demonios,
pregúnteles lo que planeaban hacer. Todos contestan que
vinieron a matar. ¿Es esto una mentira? ¿Dado que los
demonios son mentirosos, ¿están ellos realmente mintiendo
esta vez?
Jesús dijo, "Ustedes pertenecen a su padre, el
diablo…él ha sido un asesino desde el principio…él es un
mentiroso y el padre de mentira" (Juan 8:44). Aunque los
demonios puedan ser mentirosos delante de la luz de Jesús,
nada de lo que está oculto puede quedarse sin revelar.
Como se dice en Hebreos 4:13, "Ninguna cosa creada
escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto,
expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir
cuentas", los demonios pueden engañar en cualquier cosa
fuera de Jesús, mientras que en Jesús nunca pueden
hacerlo.
El objetivo de los demonios es el asesinato, las
mentiras apuntan también al asesinato. Por eso uno debe
recibir gran poder en presencia de Dios, pero antes que
nada, debe ser el que expulse a los demonios. Porque la
vida es importante, Dios pregunta "¿De qué le aprovechará
al hombre si ganare todo el mundo, si pierde su alma?”
(Mateo 16:26). Dios sabe lo que necesitamos. Dios sabe
todo acerca de nuestra sed y necesidades (Mateo 6:8). Por
lo tanto, si uno pone sus deseos carnales en la oración, no
busca ser contestado desde el principio, sino sólo se ha
jactado de su naturaleza pecadora.
Cuando Abraham fue puesto a prueba, él no rogó por
la vida de su hijo porque lo que fue más precioso fue la
promesa de Dios. Porque Isaac era su hijo obtenido por la
promesa (Génesis 17:19), Abraham creía más bien que Dios
cumpliría Su promesa, y obedeció (Génesis 22:7-8).
Todos los que oran creen vagamente que "Porque
Dios está lleno de amor y misericordia, El dará algo si
nosotros Le pedimos". Sin embargo, esto no es la fe
revelada de Dios, sino sólo convicción engendrada por
deseos personales de la carne.
Para el Hijo del Hombre que vendría como simiente de
la mujer, Dios hizo primero la mujer que lo traería. Y, para
obtener esa mujer, Él había creado un espíritu vivo, a saber,
Adán. Y, para llamarlo, Él había hecho anteriormente a los
humanos, y para hacerlos, Él creó la tierra de antemano.
Aún el Dios Todopoderoso observó debidamente este orden.
Aún en los seis días de creación, Él creó lo que fue
necesario primero. Puso en último lugar, el mundo de la
humanidad por medio del cual se manifestaría el Hijo del
Hombre.
Para felicidad de los humanos, Dios ordenó primero
ser santos porque sin santidad nadie puede ver al Señor
(Hebreos 12:14). ¿Encontrará a Dios al que no se arrepiente
y se aferra a su pecado? Dios ordenó a Su único
Engendrado morir en la cruz para despojar a los humanos de
su pecado y santificarlos y hacerlos santos porque sin esa
sangre derramada, Él no puede salvar a ninguno de ellos
(Hebreos 9:22).
Nada es más urgente para los humanos que quitar los
pecados porque "la paga del pecado" es la muerte. Estar
libre del pecado y estar libre de la muerte son las prioridades
más grandes, pero lo primero es más urgente. Por lo tanto,
la máxima prioridad en la oración es el arrepentimiento y la
súplica por el perdón del pecado.
Los habitantes de Jerusalén que fueron evangelizados
por los discípulos, gritaron, "Hermanos, ¿qué haremos?”
Pedro les contestó, "Arrepiéntase y bautícese cada uno de
ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Esta palabra también explica qué es la máxima prioridad.
Cuando Jesús predicó el Evangelio, su primer
mensaje fue, "Arrepiéntanse" (Mateo 4:17). Por lo tanto, "A
menos que se arrepientan, todos ustedes perecerán” (Lucas
13:3, 5). "El reino de Dios es la vida", "la justicia de Dios es
la vida". Esto debe ser la prioridad.
Cuando usted ora, no busque primero lo que
desaparecerá. Uno debe buscar primero lo que nunca
desaparecerá. La plata, el oro, todo morirá (1 Pedro 1:18).
Primero, busque cosas eternas para su espíritu. Lo que debe
ser más urgentemente buscado es la justicia de Dios.
La justicia de Dios es la dignidad de Dios. Uno no
puede hacer nada después de ultrajar la dignidad de Dios.
Puesto que el reino, la autoridad y la gloria pertenecen todos
a Dios para siempre, uno debe buscar Su justicia.
Si uno sabe qué buscar, busca incondicionalmente.
Busque trabajando y preguntando seriamente.
La oración de Jesucristo es nuestro camino, el modelo
y la verdad. Si uno ruega por su vida, suplicará con toda su
voz o hasta que su boca se seque. Incluso si el Señor Jesús
ordenara buscar, el diablo mentirá como sigue, "Usted no
necesita hacerlo. Sólo tiene que sentarse y esperar y Dios se
lo dará". Pero, no se deje engañar. ¿Cuándo prometió Dios
que Él le traería lo que usted necesita si sólo se sienta y
espera? Tal convicción es una seducción del diablo. No se
deje engañar.
El Señor Jesús dijo que daría al que busca. Quien dice,
"Busca por medio de la oración y la súplica", es el Señor
Jesús; el que engaña mintiendo "Usted no necesita hacerlo.
Dios, lleno del amor, se lo traerá incluso si usted no lo
busca", es el diablo.
Aún él único engendrado de Dios oró y suplicó en
todas las ocasiones; aún el Espíritu Santo intercede para
ayudar a los santos con gemidos, con palabras que no
pueden ser expresadas. En Romanos 8:26-28 se lee que
Dios conoce los pensamientos del Espíritu y coopera con el
bueno. Si ha decidido por qué orar, suplique hasta que Él se
lo dé. Suplique aunque sus labios sangren y las rodillas
duelan. Suplique toda la noche hasta que rompa el alba.
Suplique y no desespere.
Jesús enseñó por medio de parábolas y contó la
historia del juez injusto que hizo justicia a la viuda que
imploraba porque su súplica se desgastaba. ¿Y no hará Dios
justicia a sus escogidos, que le gritan día y noche? (Lucas
18:1-8).
Queremos ir en la carne ante el Creador, que es un
Dios, y moverlo. Debemos ir a Él que otorga la compasión
aunque no Lo podamos ver con nuestros ojos carnales y
disponer nuestra vida en la oración hasta que nuestra
naturaleza carnal se disuelva, y alcancemos un estado
divino. Busque al que lleva diariamente nuestra pesada
carga.
La oración es para los humanos el medio último. No
hay ningún otro método aparte de éste. Esta es la última
forma. ¿Hay cualquier otra forma si Dios no le contesta?
¿Hay cualquier otra alternativa? Si Dios no lo resuelve, nadie
puede hacerlo. Hasta que Él le escuche, hasta que le traiga
la solución, orar debe ser la vida para usted.
Uno no debe ser mezquino en la oración. La oración es
el medio último de la victoria o la derrota para que los santos
que están en la carne puedan obtener la vida. Que pueda
usted trabajar y preguntar seriamente.
1

El Que Escucha La Oración Es Santo

Nadie puede ver al Señor sin santidad (Hebreos 12:14).


Quien no puede ver al Señor, ¿qué espera obtener de Él?
Debe primero ver al Señor y luego abrir un diálogo con Él.
Entonces, con este propósito, debe hacerse primero santo.
Esto es exactamente lo que dice la Biblia.
¡Cuando Dios llamó a Moisés, Él le ordenó, "Moisés!
¡Moisés!” Y Moisés dijo, “Heme aquí”. “No te acerques más”,
dijo Dios. “Sácate tus sandalias, porque el lugar donde estás
parado es tierra santa" (Éxodo 3:4-5). Si Dios ha hecho un
lugar santo, entonces es tierra santa. En tierra santa, uno se
saca sus zapatos. En tierra impura e inmunda, uno puede
llevar zapatos, pero no en tierra santa.
"Santo" significa "ser puesto aparte". Porque los
mundanos no pueden ver al Uno santo, ellos usarán zapatos
en todas partes. Los santos deben tener en sus conciencias la
fe que les diga, "Ahora piso sobre tierra santa", incluso si las
plantas de sus pies son pinchadas por espinas o cortadas por
agudas piedras.
Desde entonces, Moisés probablemente no usó
ninguna sandalia hasta que dejó el mundo; por dondequiera
que fue, cualquier sendero por el que anduvo fue tierra
santa, en compañía de Dios.
Los humanos deciden que algunos lugares particulares
son santos, y sólo en ellos adoptan una conducta santa y
piadosa. Al momento que dejan estos lugares, se ponen
nuevamente zapatos en sus pies sucios y caminan. Sin
embargo, quien es realmente santo debe vivir descalzo toda
su vida, desde el momento en que se ha arrodillado ante el
Señor Dios.
Debo actuar con la fe que dondequiera que vaya, Dios
está conmigo; a cualquier lugar que vaya, Dios lo ha hecho
santo. En general, para la mayoría de los creyentes, sólo el
Día del Señor es santo o la hora del culto es santa, por lo que
usan zapatos el resto del tiempo. ¡Qué abominación a los
ojos de Dios!
Del momento en que hemos conocido al Señor Jesús y
hemos sido bautizados en Su nombre, caminamos el sendero
santo y vivimos una vida santa. Uno no debe olvidar que se
para en tierra santa y da pasos y caminatas en un lugar
santo. Cada vez que se pincha los pies con espinas y se los
corta con agudas piedras, cuando pisa la tierra santa, sin
medias gruesas ni suelas gruesas de sus zapatos, debe ser un
espíritu descalzo.
Para nosotros cada hora es gloria. La santidad es la vida
y el vivir en la presencia de Dios. Incluso en la oficina, uno
debe vivir pisando en tierra santa. Incluso si otros no lo
pueden ver, uno debe estar consciente de que esta descalzo.
Si quiere pensar que su oración debe alcanzar a Dios sin
falta, esto es entonces exactamente lo que usted debe hacer.
Uno debe servir al Señor y actuar con tensión y piedad
continuas, y presumir o adivinar cual debe ser el lenguaje y la
conducta. Uno no debe fingir ser santo en el Día del Señor en
el edificio de la iglesia, sólo para abandonar la santidad una
vez afuera.
Las plantas de los pies deben sentir intensamente la
sensación que da la tierra santa. Mientras más peligroso el
lugar al que usted va, más deben sangrar los pies, y más aún
si anda por un sendero áspero. Porque las personas se
protegen a sí mismas para evitar sangrar en un sendero
áspero, aún los creyentes son arrastrados a las olas del
pecado.
Cuanto más áspero el sendero, más escarpadas las
montañas, más fuerte será el estímulo santo de Dios que
viene de las plantas de los pies. Todos tratarán de evitar este
sendero si las plantas de los pies sangran. Quien es
indiferente a la voz de Dios se pondrá zapatos gruesos y
tratará de escapar de tal estímulo santo.
Camine por el sendero santo. Siempre párese en tierra
santa. Trabaje en un lugar santo, y sirva a Dios allí. Los santos
siempre deben oír la voz de Dios desde la cima de las cabezas
a las plantas de los pies. Aún cuando Moisés estaba parado
en la presencia de Dios, sus plantas deben haber sentido
completamente cuán santa era la tierra en que estaba
parado. Quien no tiene ningún estímulo se caerá
periódicamente hasta destruirse totalmente.
Quien ora no debe ser santo sólo en su lugar de
oración, sino siempre. Todas las horas son horas de oración.
Todos los lugares son lugares de oración. Quien santifica a
Dios sólo en un lugar específico y evita Sus estímulos santos
en todas las otras partes, engaña a Dios y Lo tienta. Éste no
puede transmitir su oración. Si una persona tan abominable
ora la oración pastoral para una congregación en un servicio
de culto, esto es una abominación mayor.
Abominable se refiere a lo que es inmutable o
constante. Si visita los lugares sagrados de los gentiles,
puede ver que se sacan sus zapatos cuando entran en sus
templos. ¿Son realmente santos? ¿Realmente llevan ellos
una vida santa? Si no lo hacen, esto es realmente una
abominación. Si quien ora es santo sólo durante su tiempo
de oración, esto es un fraude hacia Dios.
Si uno ha llegado a ser santo, debe permanecer santo
desde el día que fue bautizado hasta el día que sea
enterrado en su tumba. Santidad significa estar enterado que
se está con Dios, estar en Su presencia siempre con temor,
piedad y reverencia.
Después de que uno haya depositado su oración ante
Dios y hasta que sea contestada, todas las horas deben llegar
a ser santas, por medio de horas de oración. Dios no está
interesado en cuán fuertemente uno ora, sino en la
extensión de la santidad de uno.
Dios dijo que Israel era Su pueblo santo porque ellos
siempre se paraban ante Él confiando en su alimento y agua,
y fue guiado de día por una columna de nubes y por una
columna de fuego, de noche. Sin embargo, los que pensaron
acerca de Egipto perecieron aún entonces. Dios los
abandonó porque ellos no fueron santos. Dios había
maldecido y abandonado a los que se inclinaron ante de
ídolos y los aceptaron porque ellos no podían ser santos. Los
que desobedecieron o se olvidaron y que se paraban ante la
palabra santa de Dios, fueron maldecidos o abandonados.
Cual fue la razón porque Moisés no pudo entrar a la
tierra de Canaán, el lugar al que él tanto deseó entrar
cuando pudo verla de lejos. Dios lo había dicho, "Tú no
mostraste mi santidad porque no confiaste en mí...” Él no
pudo soportar el resentimiento de las personas y pareció
haber olvidado momentáneamente su posición, a saber, que
estaba parado ante Dios. Debe haber perdido de repente el
estímulo santo que exudaba de las plantas de sus pies.
Quien ora debe ser santo las veinticuatro horas. Es
decir, no debe olvidar que pisa tierra santa. También se dice
en el Nuevo Testamento, exactamente cómo habló Dios a
Moisés, "¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el
Espíritu Santo habita en ustedes?" (1 Corintios 3:16). Las
horas de oración no son las únicas horas en que somos
conscientes o nos damos cuenta de nuestra santidad.
Debemos darnos cuenta de la presencia de Dios en nosotros
durante las veinticuatro horas y vivir santas vidas como
templos santos.
La oración es promesa santa de Dios. Si uno olvida Su
solicitada santa promesa, la oración de uno nunca alcanzará
a Dios. Así como una mujer embarazada es consciente del
estado de dar a luz un bebé concebido dentro de ella hasta el
día en que nazca, quien ha decidido orar por algo debe
continuar orando como un santo hasta que sea contestado.
Si vive en un estado de santidad, es como si ya hubiera sido
contestado.
Las bendiciones no pueden ser encontradas en los
numerosos dioses de este mundo. Es totalmente insensato
buscar bendiciones de parte dioses que no tienen ninguna. El
único Uno bendecido es el Dios viviente. Porque es el Señor
del cielo y la tierra, Él puede distribuir Su bendición a los que
Él adora. Porque Él puede producir bendiciones sin límite.
Los que vienen ante Él pueden verlo.
Las bendiciones se refieren a la inspiración que le
permite a uno llegar a ser un "propietario". El bendecido
recibe derechos de propiedad. Quien quiere poseer según su
oración sólo necesita ser contestado, es decir, bendecido.
Porque ha llegado a ser un propietario, puede hacer lo que
quiera en relación con lo que posee.
Quien no es propietario no puede cortar el árbol de su
vecino ni plantarlo en otra parte. Por otro lado, el
propietario puede plantar su árbol en cualquier otro lugar o
incluso cortarlo. Un propietario puede ordenar incluso a una
montaña, lo que no es posible para el que no la posee.
La fe se refiere al bendecido, y el bendecido, al que ha
llegado a ser un propietario. Sólo Dios puede otorgar esos
derechos porque las bendiciones son propiedad de Dios. Al
enviar Dios ángeles al salvado, lo bendice (Hebreos 1:14).
Así, el bendecido puede mandar a sus espíritus porque ha
llegado a ser su propietario.
Los ídolos no pueden hablar. Arrodillarse ante un ídolo
y buscar es una devoción unilateral de uno que no tiene
promesa ni garantía. Puesto que los ídolos mudos no pueden
dar ninguna bendición, sólo habrá desilusión. Un hecho más
cierto es que los ídolos no son santos. Ellos no crearon una
sola cosa en sus nombres. Si hace a cualquiera la siguiente
pregunta, "¿Qué crearon los ídolos?”, nadie podrá contestar.
¿Qué respuesta de oración puede dar quien no es Creador?
Dios es santo como Creador; Él puede escuchar
nuestras oraciones y contestarlas en cualquier forma posible,
porque Él es el Único que llama a las cosas que no son como
si lo fueran. Sólo el Uno que puede cumplir nuestros deseos
tiene derecho a recibirlas.
El diablo que no es el creador puede arruinar lo que ya
ha sido hecho pero no puede crear. Los demonios pueden
dañar pero no crear. Las señales causadas por demonios son
sólo destructivas. Sin embargo, las señales de Dios son tanto
creadoras como destructivas. ¿No le es permitido al Hacedor
aplastar lo que ha hecho? Él es el Creador.
Estamos muy seguros porque nuestras oraciones son
ofrecidas al Uno que las recibirá. Porque oramos al Uno que
nos puede contestar, no es un acto vergonzoso ni insensato.
Sin embargo, dado que para las mentes de algunos
miembros de la iglesia que tienen respuesta a sus oraciones
esto es una maravilla, ellos se satisfacen en haber cumplido
con la justicia por sus oraciones incluso si ellas no son
contestadas. No hay mucha diferencia con respecto a la
actitud que tuvieron al inclinarse ante ídolos.
Nuestras oraciones son santas. Nos arrodillamos ante
el Uno santo y oramos. Porque el Uno santo crea y otorga
bendiciones, es una lástima no tener ninguna oración
contestada. Más bien, es un pecado. La conducta del que ora
ante un ídolo es innegablemente vergonzosa. Revelar
problemas personales a un ídolo mudo es un acto adúltero
egoísta. Sólo el Creador escucha la oración y la contesta.

La Oración Es el Fruto de
la Fe del Humilde

Quien ora debe reconocerse a sí mismo. Debe reconocer que


es un pecador. El Señor Jesús no vino a llamar al justo sino a los
pecadores, lo que no significa que todos deberíamos ir a él
después de haber pecado. Todos los humanos ya habían llegado a
ser pecadores, pero se ocultan a sí mismo y no dicen que lo son.
Qué arrogante y orgullosa actitud ante Dios.
Nuestra fe consiste en confesar primero a Dios, "soy un
pecador". Esto es diferenciar su ser que ora de Dios. Dios es el
Salvador, y nos encontramos con Él como los que necesitan ser
salvos. El que da vida y el que vive pueden relacionarse, pero son
absolutamente diferentes. Así, 1 Corintios 15:45 dice, "El primer
hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente; el último Adán, es el
Espíritu que da vida" (1 Corintios 15:45). En ausencia del Uno que
da vida, no tiene sentido vivir. El ayudador y el ayudado son
diferentes: Dios es el que ayuda, nosotros somos ayudados por Él.
Somos aquellos que recibieron la salvación y el perdón del pecado.
Dios es quien perdona y también salva.
Dios se reveló a los humanos como el Salvador. Creemos que
Él es el Cristo porque es el Salvador. Si ocultamos nuestros
pecados y declaramos que no tenemos pecados, no podemos, de
partida, tener ninguna comunión con Dios. Dios no se reveló a los
humanos ni se encuentra con ellos por considerarlos justos. Más
bien, supo que éramos pecadores y nos encontró en este estado.
"Pecador" es el apelativo que usa Dios para referirse a los
humanos. "Pecador" es el sinónimo de humanos que el Señor
utiliza para llamarles. La relación entre Dios y los humanos es la del
Salvador y el pecador. Si uno descuida esto y oculta su pecado,
llega a ser un desgraciado miserable que no puede relacionarse
con Dios.
Dios llamó a los humanos pecadores porque El los amó y se
compadeció de ellos. Por lo tanto, uno no debe fingir
resueltamente ser humilde ante todos los ángeles y confesar ‘soy
un pecador’. En tal caso, uno perderá su recompensa (Colosenses
2:18). Uno debe reconocer su estado como pecador sólo ante Dios.
Esto es responder al llamado de Dios diciendo, "Heme aquí," y
acercándose al Uno santo. Reconocer que uno es un pecador es el
primer paso para encontrar la vida.

"Y este es el mensaje que oímos de él, y os anunciamos: Que Dios es luz, y en Él no
hay ningunas tinieblas. Si nosotros dijéremos que tenemos comunión con él, y
andamos en tinieblas, mentimos, y no hacemos la verdad; mas si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos comunión entre nosotros, y la sangre de Jesucristo su
Hijo nos limpia de todo pecado. Si dijéremos que no tenemos pecado, nos
engañamos á nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros. Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de
toda maldad. Si dijéremos que no hemos pecado, lo hacemos á él mentiroso, y su
palabra no está en nosotros." (1 Juan 1:5-10).

¡Cuán verdadera es esta palabra! Debe haber honradez en


una comunión verdadera con Dios. El Dios honesto ayuda
infaliblemente al honesto. La única forma para que los humanos
puedan mostrar honradez en presencia de Dios es la auto-
confesión (Isaías 26:7). Dios es luz y nosotros somos oscuridad.
¿Cómo pueden armonizar luz y oscuridad? Dios dice a los humanos
de la oscuridad que si confiesan su oscuridad ante Él, Él derramará
Su luz sobre ellos. Puesto que la palabra de Dios es luz (Juan 1: 2-
4), habitamos en la luz si esta palabra habita en nosotros y esta luz
quitará nuestra oscuridad.
La oración es una promesa. Su palabra en Juan 15:7, "Si
permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan
lo que quieran, y se les concederá", es Su promesa que debemos
orar cuando Su palabra habita en nosotros como luz.
Dios no escucha a nadie que anhela maldades en su corazón.
La oración es la verdad que puede ser ofrecida en la más sincera
relación de uno con Dios. Dios puede ayudar a uno sólo cuando se
es sincero. Uno no puede esperar la menor ayuda de Dios si oculta
algo. La auto-confesión del pecado es el atajo hacia la comunión
de uno con Dios.

"Tan sólo reconoce tu culpa, y que te rebelaste contra el SEÑOR tu Dios. Bajo todo
árbol frondoso has brindado a dioses extraños tus favores, y no has querido
obedecerme, afirma el SEÑOR." (Jeremías 3:13).
La naturaleza pecadora de la carne es exactamente contraria
a Dios. Además la palabra de Dios es también contraria a la
naturaleza pecadora. Como resultado las dos se dificultan y se
oponen una a la otra. La naturaleza pecadora llega a ser enemiga
de la palabra de Dios y la palabra de Dios llega a ser enemiga de la
naturaleza pecadora y la rechaza. Entonces ¿cuál de las dos se
rendirá, la palabra de Dios o la naturaleza carnal pecadora? Si la
naturaleza carnal gana, uno perecerá; si la palabra de Dios gana,
uno obtendrá la vida y las bendiciones.
Pecado significa desconfiar de Dios y oponerse a Él. El
resultado es la corrupción. Dios abandonará al que se corrompió.
Cuando uno llega a ser corrupto, llega a ser un ser completamente
inútil para Dios. ¿Puede tener su oración algo que ver con Dios?
Muchas oraciones vienen de los corruptos. Dios no les pone
oídos a ellos por mucho que griten intensamente. La fe significa
comprender primero que el pecado lo hace a uno enemigo de
Dios. Por esta misma razón, Él dijo, "Arrepiéntase para el perdón
de los pecados y será perdonado", lo que significa reconciliarse
con Dios y así ser amados por Él. Algunos piensan erróneamente
que Dios no debe tener todas las cosas para lograr la gloria. Sin
embargo, Dios es el único Uno al que no le falta nada. Puesto que
Él es auto existente, no tiene necesidad de nada. No hay nadie a
quien puede envidiar. Por otro lado, los humanos son criaturas a
las que les falta todo, porque fueron hechos para vivir de la ayuda
de Dios.
Si uno está determinado a perecer o a no desear ninguna
comunión con Dios, entonces no hay absolutamente ninguna
solución. Pero, si uno añora la ayuda de Dios o la vida, uno debe
arrepentirse primero y quitar la maldad, que es enemiga de Dios.
Incluso, Dios envió a Su Hijo al mundo y permitió que Él
muriera en la cruz; Jesucristo sufrió en la cruz y derramó su sangre
para obedecer al Padre, el propósito de lo cual fue el perdón de
nuestros pecados. Puesto que Dios desea comunión, uno debe
arrepentirse hasta el punto de derramar su sangre, y así
reemplazar su crucifixión, para destruir la maldad que lo bloquea a
uno. ¿No es mejor escoger la felicidad de ser perdonado del
pecado antes que la miseria de estar todavía en el pecado?
Uno debe tomar una determinación verdadera para
transmitir su oración. Dios quitará al que quiera engañarlo
mediante hipocresía y formalidad. Dios no escucha porque no
oramos suficientemente fuerte. Dios no escucha tampoco porque
no tenemos la postura correcta. El sólo no escucha la oración de
los pecadores. El más despreciable entre los hijos de los humanos
es aquel cuyo espíritu no puede ver a Dios, cuya oración no puede
ser oída por Dios.
[Yo soy realmente feliz no porque no pequé. Soy feliz
porque confieso mi pecado y no asumo la responsabilidad por ello;
soy feliz porque he sido liberado por la redención de mis pecados y
porque puedo suplicar a Dios en cualquier momento con la voz de
mi espíritu. La palabra de Dios va siempre en contra de los deseos
pecadores de mi carne, pero escogí esta palabra y me abandono.
Dependo del Espíritu Santo del Señor y recibo su ayuda para luchar
contra lo que he intentado en vano abandonar, para luchar y
ganar. Soy feliz porque siempre mis movimientos pueden ser
hechos a través de la puerta rociada con la sangre del Cordero].
El infiel construye una pared contra Dios. Quien no tiene, no
tiene a Dios en primer lugar. Nada es más peligroso que poner a
prueba a Dios. La persona sin fe mantiene su pecado con él
mientras que la persona de fe permite que el Señor lleve su
pecado. ¿Mantendremos nuestros pecados y ofreceremos la clase
de oración que no alcanza a Dios, o confiaremos nuestras
iniquidades al Señor y transmitiremos nuestras oraciones con
corazones pacíficos? Esta es nuestra elección.
Aunque la ciudad de Nínive iba a ser castigada por Dios, ellos
se arrepintieron y fueron puestos en libertad luego de escuchar la
evangelización de Jonás. Como resultado, ellos fueron todos
salvados. Igualmente, la evangelización es el ultimátum.
Si uno tiene la menor sombra de duda en el corazón, no
puede relacionarse con el Señor. Creyente se refiere a alguien que
está totalmente libre de dudas, no a alguien cuya fe es a veces
salpicada con dudas. Por esta razón, arrepiéntase por dudar y sea
ayudado por el Espíritu Santo para liberarse de las dudas. El
Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por
nosotros con gemidos que las palabras no pueden expresar
(Romanos 8:26).
La consecuencia de la duda es la conducta desobediente. El
desobediente es el adversario de Dios que se Le opone
abiertamente. Blasfema contra la voluntad de Dios. Es el enemigo
que trata de dañar el trabajo de Dios. Si usted ha cerrado los ojos y
se ha arrodillado ante Dios para la oración, piense si actúa
correctamente. Si usted todavía continúa oponiéndose a Él, su
oración nunca Lo alcanzará.
Escuche los testimonios de aquellos cuyas oraciones fueron
contestados. ¿Alguna vez dijeron que ellos se opusieron a Dios y
fueron contestados? En ninguna parte de la Biblia puede usted
encontrar tal posibilidad. No ponga a prueba a Dios. Dios no es
engañado por el que se opone a Él, aunque llore mucho, si no
cambia. Incluso si sus ojos están cerrados para la oración, su
insubordinación parecerá como una montaña inmensa que lo
bloquea a usted de Dios.
El abominable no es un hombre de los cielos; quien puede
transmitir sus oraciones es un hombre del cielo. Hombre del cielo
se refiere al que está dedicado al reino de los cielos, el que
obedece sin duda por consideración a Su reino. Jesús mostró a su
madre, sus hermanos y sus hermanas diciendo, "¿Quién es mi
madre, y quienes mis hermanos?" (Mateo 12:48-50), y dibujó una
clara línea. Era la familia con la que había estado viviendo durante
treinta años y había desarrollado cariño por ella. Sin embargo,
cuando comenzó su vida pública, él cortó todos esos sentimientos
y amarras humanos, y proclamó que Él se manifestaría a sí mismo
sólo por medio de la justicia. ¿Si ese es el caso, a quién mostrará él
sus sentimientos y cariño personales?
Cualquiera que no actúa de acuerdo con Dios nunca podrá
pararse ante Él. Porque en Salmos 32:5 dice, “Pero te confesé mi
pecado, y no te oculté mi maldad.” Me dije: “Voy a confesar mis
transgresiones al SEÑOR”, y “tú perdonaste mi maldad y mi
pecado.” Quien no se oculta ante Dios y recibe el perdón
prosperará. También dice en Salmos 32:2, "Dichoso aquel a quien
el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay
engaño.”
Si quien ora tiene algo que ocultar ante Dios, significa que no
quiere tener ninguna relación con Él. Si uno desea relacionarse con
Dios, no debe tener absolutamente nada que ocultar. Decir la
verdad ante Él es auto-confesión.
El camino correcto de la fe enseñado por la Biblia es la
petición para utilizar la sinceridad de uno así como Dios utilizó a Su
Hijo; la palabra para utilizar el pecado de uno así como el Hijo de
Dios vertió Su sangre. No confesar los pecados de uno es ocultarse
a sí mismo, lo que decepciona a Dios. Además, es un acto que
avergüenza a Dios. De esta manera, dialogar con Él se hace
imposible. El diálogo es la garantía que Dios nos otorga acerca de
lo que ha prometido darnos luego de oír nuestras oraciones. A
menos que uno confiese sus pecados por sí mismo, todo esto
puede desaparecer como entre la niebla.
Dios nos prometió muchas cosas. Él nos prometió vida
eterna, bendiciones, el reino de Dios, el Espíritu Santo y sus dones,
los poderes, las señales, la redención, la sanidad, la prosperidad y
todas las cosas.
Entre ellos, está la promesa que "Usted y sus descendientes
serán bendecidos por mil generaciones". Sin embargo, aún antes
que esta promesa venga a nosotros, las maldiciones advertidas por
Dios nos agobian. El diablo, aprovechándose de la tontería, la
pereza, la desobediencia y la falta de fe de los humanos, ha
capturado a los que cayeron de esta promesa y los considera como
sus posesiones; por lo tanto, no pueden sino finalmente, perecer.
El árbol del fruto del conocimiento del bien y el mal le
permite a uno conocer el bien y el mal. "Bien" se refiere a la vida y
la justicia. Dios estimó suficiente para los humanos conocer sólo el
bien, pero los humanos se opusieron y experimentaron incluso el
mal y llegaron a ser como un cierto ángel corrupto en el mundo
espiritual (Génesis 3:22).
A pesar de la advertencia de Dios para prevenir a los
humanos de experimentar falta de justicia, su vanidad, que ignoró
o apartó Su voluntad, terminó oponiéndosele. Es así como ellos
llegaron a encarar las espantosas maldiciones de Dios.
El juicio y el infierno, la maldición y la corrupción, la
enfermedad y la desgracia cayeron sobre ellos. Llegaron a ser
aquellos a quien Dios odia, abandonados por Dios, hijos del diablo,
propiedad de los demonios. Además, ellos se oponen a Dios,
carecen de compasión, están llenos de maldad, son asesinos,
causando envidia y rivalidad, se burlan, se oponen a sus padres y
maldicen a sus hermanos y cometen actos de ilegalidad. Todo esto
como resultado de las maldiciones de Dios.
Cuando está a punto de orar, ¿piensa usted dónde está
parado realmente, a la derecha de Dios, o a la izquierda? Dios
ordenó habitar en Su buena voluntad sólo removiendo el mal de
los humanos, al punto de sacrificar a Su Hijo Unigénito. Aún así,
ellos no escuchan.
Incluso si los humanos fueran maldecidos conociendo el bien
y el mal, Dios, quitando el mal de los humanos, quiere parar las
maldiciones y permitir que ellos prueben Su justicia y la vida
contenida en el bien. Sin embargo, su falta de fe los hace
desobedecer Su voluntad, y quedar en el pecado. El llamativo
testimonio de que usted se queda en el pecado es que su oración
no lo alcanza a Él.

"¿Hasta cuándo, muchachos inexpertos, seguirán aferrados a su inexperiencia?


¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta
cuándo, ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento? Respondan a mis
reprensiones, y yo les abriré mi corazón; les daré a conocer mis pensamientos. Como
ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la
mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones,
ahora yo me burlaré de ustedes cuando caigan en desgracia. Yo seré el que se ría de
ustedes cuando les sobrevenga el miedo, cuando el miedo les sobrevenga como una
tormenta y la desgracia los arrastre como un torbellino. Entonces me llamarán, pero
no les responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron el
conocimiento y no quisieron temer al SEÑOR; por cuanto no siguieron mis consejos,
sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su conducta, se
hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia los destruirán, su
complacencia y necedad los aniquilarán! Pero el que me obedezca vivirá tranquilo,
sosegado y sin temor del mal." (Proverbios 1:22-33).

Antes de orar, juzgue en qué lado está usted parado. Vea si


está parado en el lado izquierdo, donde sus oraciones no pueden
de partida alcanzar a Dios, o a la derecha, donde usted las puede
comunicar. Entonces, ¿se resentirá usted de Dios y Lo maldecirá?
En vez de revisarse y tratar de obtener el fruto del bien, ¿juraría
usted más bien y se pararía en el lado que va en contra de Dios?
No piense que esto le dolerá a Dios. Su justicia está
desprovista de cariño, misericordia, compasión y gracia. Contiene
sólo el juicio de la justicia. A pesar de esta importante razón, si uno
le habla a gritos a Dios y Le pregunta, sólo empeora las cosas. El
Espíritu Santo se apena porque uno provoca una situación que
hace que las respuestas sean imposibles y no vuelve a
considerarlo.
Así como uno se mete a una tina a restregar la suciedad de
su cuerpo, así como uno pone la ropa sucia en la lavadora, uno
debe rociar su alma y su corazón con la sangre de Jesucristo y
confiar en la gracia y el poder de la sangre. Así como los israelitas
no podían salir de Egipto sin pasar a través de los marcos de las
puertas rociados con la sangre, sin la gracia de la sangre de
Jesucristo uno nunca puede lavar el pecado. Si usted no tiene las
bendiciones que da Dios, sólo tiene maldiciones. Bendición y
maldición, una de estas dos es suya. No hay camino intermedio. La
naturaleza carnal pecadora quiere desobedecer la palabra de Dios
y hacerlo a su propia manera. Uno debe, no obstante, vencer esto
por el Espíritu Santo dado por Dios, tener más plenitud y apartar
las tentaciones del pecado. Su oración no debe ser bloqueada,
cualquiera sea la circunstancia. Por lo tanto, depender de la
preciosa sangre y vida del Señor es la única manera de salvarse.
Esto no es un ritual religioso.
¿Es religiosa la muerte de los humanos? ¿Son sus
enfermedades religiosas? ¿Son sus maldiciones religiosas? ¿Es su
ruina religiosa? No. Esto es su desdicha, la desgracia del derrotado
y su verdadera situación. No se deje engañar por la convicción
humana que trata de resolverlos por medio de rituales religiosos.
La sangre de Jesús es realidad. Su sangre debe estar trabajando en
su corazón. Beber vino y partir el pan en la Santa Comunión es un
ritual. Es obediencia al ritual ordenado por el Señor. Es
conmemorar la realidad de la sangre del Señor. ¿Cree usted que Su
sangre purifica su corazón? ¿Fue realmente purificado luego de la
conversión? Si lo fue, debe mantenerlo separado del pecado y del
mal. Este es el testimonio.
A pesar de la presencia de estos grandes factores que
dificultan la oración, los creyentes piensan demasiado ligeramente
en ellos. Aún Dios lo consideró tan grave como para permitir que
Su Unigénito Hijo muriera en la cruz. Los humanos tratan de
olvidar Su gracia y Su voluntad. Naturalmente, este libro no tiene
sentido para los que están satisfechos con vivir su vida de iglesia
para el auto-cultivo y no tienen inconveniente en que sus
oraciones no alcancen a Dios. Lo mismo se aplica a los que
consideran la oración como la práctica de una doctrina religiosa.
Quien ni siquiera se da cuenta de cómo la religión corrompe
nuestra fe está condenado a ser engañado nuevamente por el
maligno.
La oración es la vida de fe que uno debe vivir a diario,
siempre, sin descanso. Es desesperante si tal oración no alcanza a
Dios. Por lo tanto, despójese de sus iniquidades. Entonces atraerá
la atención de Dios. Dios no pone ningún interés en el que ama el
pecado. Él se interesa mucho sólo en el que ha sacado su pecado y
vive en una manera santa.
Orar significa atraer la atención de Dios. Dependa de la
preciosa sangre de Jesús y limpie su corazón. Entonces, la bondad
y la gloria de la justicia vendrán a usted. Los creyentes buscan
necesidades inmediatas —qué comer, qué llevar—, a saber, cosas
corruptibles. No les preocupa ni se aterrorizan porque sus
oraciones sean bloqueadas. Esta es la mayor urgencia, la primera,
la segunda y la tercera.
Si su oración siempre alcanza a Dios, usted no debería tener
ningún temor, angustia, o duda. No debería desobedecer,
tampoco. Sin embargo, es porque usted no puede transmitir sus
oraciones que continúan el temor, la angustia, la desesperación, el
auto-abandono, la desobediencia y la falta de fe. Confíe en la
preciosa sangre del Señor. Resista el pecado con ella y limpie su
corazón y su espíritu. El más aterrorizado en ese momento es el
diablo. Si usted se purifica aún más, los demonios saldrán
automáticamente por el poder de Su sangre. Es importante que
alguien le expulse los demonios a usted, pero debe poder
destruirlos por la fe en su interior. ¿Hasta cuándo tiene que
esperar que alguien le ayude? Dios envió ángeles a los santos para
que cada uno pudiera vivir una vida victoriosa (Hebreos 1:14).
Cuando usted cierra sus ojos para la oración, no debe haber
ninguna oscuridad, sólo la brillante gloria.
3

Relacione los Roles de la


Palabra y de la Biblia

Los humanos no pueden ver a Dios con sus ojos. Ni


pueden tampoco, tocarlo a Él con sus manos. Necesitan, no
obstante, saber que existe. La Biblia es la que proporciona el
conocimiento claro de Dios que está más allá de la
capacidad del conocimiento humano. De allí la importancia
de la autoridad dada a la Biblia por el que ora. Porque la
Biblia es la única forma de ver de cerca a Dios y Su reino y
comprenderlos, uno no puede ver a Dios a menos que se
acerque a la Biblia.
La Biblia se sitúa entre Dios y los humanos para que
Dios revele por su intermedio Su existencia, Su voluntad y
Su obra mientras los humanos comprenden la voluntad de
Dios, miran Su reino y van ante Él por su intermedio.
La Biblia es como una mesa en la que Dios y los
humanos se sientan frente a frente. La Biblia contiene toda
la profunda verdad de Dios, que Él puso enteramente a
disposición de los humanos. Y de esta manera, Él ha
penetrado profundamente en los humanos. Como resultado,
quien quiere ver a Dios, a menos que se sumerja en la Biblia,
no podrá ver al Dios que se reveló a Sí mismo.
La Biblia contiene el pacto intercambiado entre Dios y
los humanos. Dios mantendrá todas las promesas ya
escritas en la Biblia, y los humanos, obedeciendo y
manteniendo todas las demandas de la Biblia, podrán ser de
una voluntad con Dios. En caso que uno no pueda llegar a
ser uno con la voluntad de Dios, aún después de haber
escudriñado en la Biblia, entonces esto se debe a su
desobediencia humana.
La Biblia abunda en la riqueza espiritual celestial que
Dios nos dio. La Biblia es como el inventario de ventajas del
creyente. Uno no puede saber la cantidad de sus ventajas
espirituales. Uno puede no recordar la extensión de sus
derechos de propiedad, pero la Biblia proporciona una lista
más exhaustiva y detallada. La Biblia es el plan de los
preparativos perfectos de lo que uno quiere hacer y puede
ser abierta en cualquier momento para su uso. Los temas de
la agenda que pueden ser discutidos entre Dios y los
humanos cuando quieren ser de una voluntad han sido
abundante y profundamente preparados en la Biblia. El
diagnóstico con respecto a la discordia entre ellos, así como
su solución, están explicados completamente en la Biblia. La
Biblia habla acerca del estatus que permite a los humanos,
parecidos a los gusanos, disfrutar de la gloria celestial
después de concluir una relación de Padre-Hijo con el
Creador todopoderoso y ser tratados como coherederos
agradables a Dios. Por lo tanto, si uno se aparta de la Biblia,
no puede conocer a Dios ni encontrarlo a Él.
La Biblia contiene la intención de Dios y Sus reglas que
son siempre inmutables. El mundo verificó la existencia de
Dios Padre y del reino de los cielos cuando Él envió al único
Engendrado al mundo. La muerte de Jesús en la cruz fue la
muerte de los humanos. Un humano no puede vencer a la
muerte por sí mismo y vivir. Por eso Dios levantó a Jesús
desde la muerte.
La muerte de Jesús es un hecho histórico, no un mito
inventado. Es la muerte biológica, muerte médica y muerte
legal. Nadie negaría su muerte. Fue ejecutado públicamente
ante los ojos de muchos; manó toda el agua y la sangre y se
le perforó el corazón. Jesús llegó a ser un cadáver que fue
envuelto en lino y enterrado en una tumba. Aún así, resucitó
porque Dios lo había levantado tres días después de la
muerte de Jesús, como Dios prometió. Y como Él mismo
había profetizado acerca de su propia muerte y resurrección
cuando estaba vivo (Hechos 3:14-15). Así es como sus
discípulos y sus santos, miles de años más tarde, hoy,
experimentan su resurrección como un testimonio claro y lo
llevan en sus cuerpos. El primer testimonio de su
resurrección es el bautismo de los santos. Jesús nunca
enseñó acerca del bautismo ni lo ordenó antes de su muerte
y resurrección. Ningún versículo en los cuatro evangelios lo
menciona, ninguna enseñanza puede ser encontrada en los
apóstoles, ningún registro en el mundo da cuenta de esto.
Esto testifica innegablemente que Él nunca enseñó el
bautismo antes.
Después de su resurrección, sin embargo, Él enseñó el
bautismo y lo ordenó a sus discípulos en la Gran Comisión.
Puesto que Él dijo, "Vayan por todo el mundo y anuncien las
buenas nuevas a toda criatura. El que crea y sea bautizado,
será salvo, pero el que no crea será condenado" (Marcos
16:15-16), el bautismo induce obediencia a la fe que lleva a
la salvación.
Si Jesucristo no hubiera sido resucitado, ninguno de
nosotros habría recibido el bautismo en Su nombre como
Cristo ordenó. Pero, el bautismo es la enseñanza
pronunciada de su misma boca luego de su resurrección.
Obedecimos la orden del Señor y hemos sido bautizados en
Su nombre, por lo que soportamos el testimonio de Su
resurrección en nuestros cuerpos. Además, viendo Su
resurrección, creemos firmemente que el Dios que lo
levantó de la muerte es el que vive, y testificamos Su
existencia por el bautismo de nuestros cuerpos.
Cuarenta días después, Jesús subió al cielo delante de
sus discípulos que se reunieron en el Aposento alto de
Marcos en Jerusalén y se dedicaron a sí mismos totalmente
a la oración, esperando el Espíritu Santo porque Él les había
pedido que esperaran (Hechos 1:14). El Señor Jesús subió al
cielo donde recibió el Espíritu Santo desde el Padre, quien
había dicho, "yo se los enviaré". En aquel momento, los
discípulos se reunieron inmediatamente en el Aposento alto
de Marcos para aguardar el Espíritu Santo que el Señor
enviaría a ellos.
Ese día, el Señor fue ascendido a lo alto ante sus
discípulos y muchas personas que se habían reunido. Diez
días después, en el alba del primer día después del sábado,
en el Pentecostés, el Espíritu Santo a quien el Señor Jesús
había enviado descendió sobre los santos que se habían
reunido. ¡Cuán misterioso y cuán maravilloso!
Luego de la bajada, ellos fueron llenados por el
Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas como el
Espíritu se los permitió. Los que se habían reunido, de cada
nación bajo el cielo, se asombraron al presenciar este hecho
(Hechos 2:1-13). Este Espíritu Santo es el que procede del
Padre (Juan 15:26). Porque dice, "Porque el que habla en
lenguas no habla a los demás sino a Dios. En realidad, nadie
le entiende lo que dice, pues habla misterios con su espíritu"
(1 Corintios 14:2), nadie sabe la situación de un hombre
excepto el espíritu del hombre dentro de él (1 Corintios
2:11). El espíritu de uno que sabe la situación profunda de la
persona en cuestión, comienza a orar a Dios.
Aunque los humanos tuvieron originalmente la función
espiritual que les hizo comunicarse con Dios, el espíritu se
había muerto debido a la caída. Es decir, ellos perdieron esa
función. De ahí en adelante, ellos no tuvieron el poder de
escuchar la palabra de Dios ni de apelar a Él en espíritu.
Construyendo una pared de falta de justicia contra
Dios y llegando a ser aún más lejanos a Él, ellos comenzaron
a vivir como enemigos de Dios. Y entonces, fueron
arrastrados hacia los ídolos mudos del mundo (1 Corintios
12:2), siguiendo los caminos de este mundo y de la
autoridad del aire. Puesto que ellos todavía siguen al
espíritu que obra sobre el desobediente y los incrédulos,
ellos han llegado a ser naturalmente hijos de la ira, que no
escaparán a la ira de Dios (Efesios 2:1-2)
Esas almas fueron liberadas de los pecados por los
actos meritorios de Jesucristo en la cruz; el espíritu muerto
volvió a la vida (Efesios 2:4-5), y por medio de la fe fueron
revitalizados por su gracia (Efesios 2:8). El testimonio de tal
regeneración es el envío por Jesús del Espíritu Santo desde
los cielos y la bajada del Espíritu Santo sobre los discípulos
que creyeron en Su promesa y no volvieron a sus patrias,
sino que lo esperaron en el Aposento alto de Marcos.
Desde entonces, pudieron ver la gloria de la oración
del espíritu alcanzar a Dios—espíritu que no podía
comunicarse con Dios hasta entonces. Aunque los santos
bajo la ley podían orar por sus almas, sus espíritus no
disfrutaban de la libertad de orar directamente a Dios. Aún
hasta entonces, los humanos no estaban reconciliados con
Dios, lo que les impedía orar en el espíritu, es decir, sus
almas sólo podían gemir.
No obstante, por la redención de nuestro pecado, el
Señor Jesús ha llegado a ser nuestro mediador y transmite
nuestras oraciones a Dios (Romanos 8:34). Orando con
nuestras mentes y también con nuestros espíritus, cantando
con nuestras mentes y con nuestros espíritus, podemos
confesar todo a Dios, mente y espíritu. Así, podemos decir
todo a Dios, en el espíritu. ¡Cuán maravilloso (1 Corintios
14:14-15)! Vinimos a superar los límites de nuestras mentes
y a decir a Dios en el espíritu acerca de nuestras situaciones
profundas. Vinimos para adquirir el testimonio de Jesucristo
en nuestras almas.
Porque esta obra que comenzó hace dos mil años en
Jerusalén se manifiesta similarmente hoy, dos mil años
después, cualquier creyente sin excepción puede recibir el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo que hemos recibido no es un
espíritu de origen oscuro como los dioses de este mundo. Es
el Paracleto del Dios Padre vivo (Juan 15:26).
El Espíritu Santo mora actualmente en los santos y les
permite hablar en otras lenguas. Esta es la obra del Espíritu
Santo que viene de Dios. Por lo tanto, uno se da cuenta
intensamente que el espíritu está vivo, ya que Dios y los
santos han llegado a ser uno y están conectados. Esto es
también tener en nuestras almas y cuerpos el testimonio de
que el Dios que levantó a Jesús de la muerte está vivo.
Además, expulsar demonios por el Espíritu Santo y
manifestar el poder espiritual de Dios que es propio sólo de
Dios es un testimonio de que Su reino está en nosotros y
que hemos llegado a ser parte de Él.
Igualmente, el Espíritu Santo testifica que Dios no es
una abstracción, sino el Uno vivo, y coopera con los santos
para el bien (Hechos 5:30-32). Adicionalmente, Dios trabaja
desde el cielo con los creyentes cuando salen a predicar y
confirma su mensaje con señales adjuntas (Marcos 16:20).
Así como uno no puede ver a Dios con sus ojos, uno no
puede ver a Jesucristo porque Él está ahora en el cielo. Sin
embargo, Su poder prometido y el trabajar para ganar el
alma continúan. Los que han visto al Señor con los ojos, lo
han escuchado directamente con sus oídos o lo han tocado
con sus manos ya no estaban en el mundo, por lo que el
testimonio con respecto a Él estuvo amenazado de
desaparecer. Los registros de los testimonios de sus testigos
oculares son los cuatro evangelios y la “Biblia del Nuevo
Testamento”.
El Hijo de Dios, esto es el Hijo de Hombre, vino a este
mundo, sufrió en la cruz y se fue al cielo, pero Él mismo no
escribió nada. Sólo los que lo vieron escribieron acerca de Él.
Y, la palabra y el testimonio acerca de Él desde el principio,
antes que viniera a este mundo, por los Profetas y la Ley, es
la "Biblia del Antiguo Testamento". Igualmente, el Antiguo
Testamento que testificó de Él por adelantado, y el Nuevo
Testamento, testificado por los que lo vieron directamente,
conforman un par con respecto a Jesucristo.
El Antiguo Testamento testificó por medio de
parábolas mientras que el Nuevo Testamento por medio de
la realidad, la verdad. Como resultado, el Antiguo
Testamento, Jesucristo y el Nuevo Testamento, estos tres
testimonios son uno. Estos tres son diferentes en términos
de la era, pero tienen un testimonio común.
El testimonio no es sólo Jesús, sino el “Antiguo
Testamento” y el “Nuevo Testamento”. Primero, las
parábolas con respecto a la verdad, segundo, la verdad, y
tercero, los testimonios con respecto a sólo la verdad.
Aunque nadie puede ver a Jesucristo porque se fue al cielo,
el testimonio de la Biblia puede ser dividido en estos tres.
Esta Biblia manifiesta la justicia de Dios.
Uno debe recordar la palabra, “en cuanto a la justicia,
porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme;" (Juan
16:10). Aunque no podamos ver a Jesús con los ojos, la
justicia de Dios permanece. La justicia de Dios se manifiesta
en la fe, y también se manifiesta en el evangelio (Romanos
1:16-17). La justicia de Dios se manifiesta también en el
Antiguo Testamento, en Jesús y en el Nuevo Testamento.
Por lo tanto, ¿va a dudar uno del Antiguo Testamento, de
Jesús o del Nuevo Testamento? ¿Dónde no se manifiesta la
justicia de Dios?
La Biblia es el libro de vida que manifiesta al Dios justo
(Juan 20:30-31). Por lo tanto, no puede ser abolida (Juan
10:35). La enseñanza en la Biblia fue enseñada por el propio
Señor. En el Antiguo Testamento, Dios testificó por medio
de los labios y las manos de los ángeles, mientras que en el
Nuevo Testamento, el Espíritu Santo -Paracleto recibió de
Dios y testificó. Y luego, con respecto a Jesucristo, el Padre y
el propio Hijo testificaron (Juan 8:18).
Ninguna parte de la Biblia puede estar sujeta a dudas.
Somos verdaderamente afortunados por tener esta Biblia en
nuestras manos. Es como si tuviéramos a Jesucristo en
nuestras manos, viéndolo directamente y oyéndolo con
nuestros oídos.
La justicia de Dios es manifestada en la Biblia y
testifica al Dios vivo; también testifica al Señor Jesucristo
vivo, que prepara su Venida. Además, la Biblia contiene el
verdadero testimonio del Espíritu Santo con respecto al
Señor Jesús y Dios, de acuerdo con su predicha obra como el
Paracleto, y cumple la justicia de Dios. Una Biblia basta
ampliamente para testificar de la obra del reino de Dios, de
lo que hizo el Señor Jesús y de lo que hará el Espíritu Santo.
El Señor Jesús no dudó acerca de la justicia, tampoco. Creyó
en la Biblia y subió al cielo (Juan 16:10). Ahora, la Biblia
mora en el cuerpo de Jesucristo que ha llegado a ser la
Iglesia. La Iglesia, mirando la Biblia, puede ver al Señor Jesús;
escuchando la Biblia, puede oír directamente la voz de Señor
Jesús.
¿Acerca de qué habla la Biblia? Primero, la Ley
condena. Consecuentemente, cuando los humanos son
condenados por la Ley y lo reconocen, ellos permanecen en
la fe. El que no acepta la condena y la rechaza no tiene fe
consistente. Reconocer que uno es un pecador es confesar
la fe. Creer en la Biblia es creer en la voluntad de Dios, y
seguirla. Confesar que uno es un pecador por medio de la
Biblia significa que puede ver por medio de su fe al Dios que
reside en la Biblia. Esto llega a ser la base de la fe que
permite recibir otras promesas de la Biblia. Los humanos no
pueden adquirir fe porque no leen la Biblia. Aún así, si la
leen y la reconocen profundamente, obtendrán fe. Dios
mantendrá todas las promesas escritas en la Biblia. La
oración no es el activo de un incrédulo. Es el activo de un
hombre de fe, su llave al reino de los cielos. Es la puerta a la
prosperidad a que sólo personas de fe tienen acceso, y su
poder. Quien no puede creer en la Biblia no tiene ni la
calificación ni el poder para orar. Este puede orar toda la
noche en lágrimas pero es en vano. Por el contrario, quien
cree en la Biblia pronto recibirá la gracia de Jesucristo que se
manifiesta en la Biblia como la justicia de Dios.
El río de la preciosa sangre fluye en la Biblia como las
vías de agua en un valle profundo. Esta preciosa sangre, que
fue conocida por Dios antes que la fundación del mundo—es
el humilde sólo Uno Engendrado de Dios, designado como
Su Heredero, que no escogió ser igual a Dios a pesar de su
igualdad, y que se vació, tomando la forma de un siervo para
ser como un humano, a saber, el Hijo del Hombre (Filipenses
2:6-8). Este es el corazón que tuvo Jesucristo cuando Dios
creó el mundo espiritual celestial antes de la creación y puso
el trono del Hijo en Él.
Desde antes de la eternidad, Él ha estado con el Padre
y dicho, "Mi Padre es más grande que Yo" (Juan 14: 28), y
deseado sin humildad probar la muerte (Hebreos 2:9). De
entonces en adelante, su sangre preciosa, como la
manifestación del Humilde Hijo de Hombre, como el agua y
como la oveja, apareció con Él (1 Juan 5:5-6).
Esta sangre es la de Dios, que es desde antes de la
eternidad (1 Pedro 1:19-20). Él redimió con esta sangre a
cualquiera que estuviera condenado por la Ley, y le
garantizó la salvación, la vida y las bendiciones. La Ley
demandó la sangre de Jesucristo, como la sangre de un
cordero, para que Dios condujera a los pecadores a Jesús,
por medio de ella para su salvación.
Leer el Nuevo Testamento y creer en la Biblia es como
ver a Jesús en persona, y creerle; ver no es creer, creer en la
Biblia es ver al Señor. Sin embargo, la Biblia no es para ser
leída y depositada en la cabeza de uno. Uno debe
experimentarla y absorberla en el alma de uno, por la
influencia del Espíritu Santo.
La palabra de Dios no es una abstracción. Es la palabra
que ha sido desde antes del principio y del cielo y la tierra
creados en el principio; esta palabra perdura por siempre y
otorga la vida y las bendiciones. Por ello, nuestras oraciones
no pueden ser dichas para ser contestadas a menos que la
palabra entre a los corazones y habite en ellos. La palabra y
nuestra fe no están separadas. La palabra y la fe están
juntas; la palabra y su respuesta están juntas.
Las señales se originan en la palabra, en la fe. Aunque
los humanos quieren encontrar a Dios dejando de lado la
palabra, ahora, dentro de la palabra, Dios encuentra a la
humanidad y le habla. Uno no debe olvidarse que la
autoridad de la palabra y la del que la pronuncia son iguales
(Juan 1:1).
Algunos separan la palabra de la Biblia, creen
separadamente en Dios y en la Biblia, y separan el poder de
la palabra. También, su conducta y su fe están divididas. Ser
humilde ante la palabra es ser humilde ante el Señor. Si
quien ora se olvida de la palabra y no se relaciona con ella,
su oración es inútil.
Nuestra fe está basada en la revelación, así como es
imposible construir una casa sin una base. ¿Cómo puede
uno saber que es un pecador sin la revelación de Dios?
¿Cómo puede uno saber que sus pecados son perdonados si
no escucha la palabra? ¿Cómo puede uno saber de las
promesas de Dios y esperar alguna señal de ellas si no ha
recibido la palabra?
Nuestra oración no es gloria vana. No es gloria vana, ni
un ritual, sino una situación real. Dios Mismo escucha, juzga
en persona y responde. Uno no debe olvidar que la
espiritualidad implica más certeza que maquinaria. Si espera
la respuesta a una oración, siga la palabra, crea la palabra,
tenga esperanza según la palabra. Así como Dios, que antes
de enviar a Jesucristo, envió primero la palabra y permitió
que Él siguiera este sendero. Hoy, otra vez, Él da Su poder y
Su respuesta primero por la palabra.
Sólo quien reconoce la autoridad de la Biblia y es
humilde ante ella tiene derecho a orar. Quien ha obtenido fe
por medio de la Biblia puede mostrar su corazón a Dios. Por
lo tanto, uno debe ser sincero ante la Biblia y obedecerla.
Dios dijo, "Escucha mi palabra", lo que significa seguir Su
intención ya revelada en la Biblia.
Nadie debe avergonzarse de su fe al pararse ante la
palabra. Por eso algunos echan mano a la Biblia y oran por
su fe. Ante la Biblia uno es un pecador; ante la Biblia uno es
un creyente; ante la Biblia uno, como hijo justificado de
Dios, adquiere la audacia para orar con fe (Juan 15:7).
4
¡Arrepintámonos! Este es el Atajo de la
Oración

Cuando uno codicia el pecado, pierde la audacia ante


Dios. La victoria en la oración consiste primeramente en
luchar contra el pecado y ganar. El arrepentimiento también
se hace por la oración y es llamado auto-confesión.
"Arrepentirse" es la gracia más grande de todo lo que Dios
nos concedió. No importa cuán grande sea la gracia que Dios
pueda haber preparado, sin arrepentimiento, uno no la
puede recibir; si uno no se arrepiente, podría igualmente
estar muerto. Entonces, ¿qué clase de promesa necesita un
muerto? Cuando uno quiere orar, debe asegurarse de estar
vivo, y no muerto, para ofrecer su oración a Dios.
El arrepentimiento es una experiencia. Si uno se ha
dado cuenta de que es un pecador, ¿no debería arrepentirse
para ser liberado de ese pecado? El pecado es del diablo. Si
uno se ha dado cuenta de su estado de pecador pero no se
arrepiente, permanece en el pecado. El arrepentimiento es
como la fe activa, semejante al Éxodo. La fe es reconocer
que uno es un pecador; el arrepentimiento es el éxodo
desde el pecado.
Puesto que el arrepentimiento es pedir a Dios Su
perdón, El perdonará tantas veces como uno lo pida. El
diablo no puede evitar liberar al que se arrepiente. Uno es
liberado de las garras del diablo y ya no puede ser
molestado por él. El arrepentimiento es rendirse totalmente
ante Dios, resistiendo el pecado. Si uno se arrepiente y
quiere vivir con la ayuda de Dios, Dios obrará en él todas las
bendiciones de que es digno.
El que se ha arrepentido es alguien que no tiene nada
de qué avergonzarse ante Dios. Él conoce nuestras
debilidades y presta atención. El arrepentimiento es
derramar la sangre de Dios y reconocer su mérito. Hay que
saber bien que sin Su sangre, es imposible vivir, y hay que
estar determinado a vivir en Dios no por la carne y la
naturaleza pecadora.
El pecado es impuro. Si uno es impuro, no es santo.
Entonces, no puede tener comunión con Dios; no obstante,
si uno se despoja a sí mismo del pecado, es santo; puede
entonces ser justificado y prosperar en lo que haga (Salmos
1:3). Es importante revisar lo que uno ha hecho por sus
deseos carnales y arrepentirse. Pero, es más importante que
uno revise lo que no ha hecho para el reino, y se arrepienta.
En otras palabras, uno debe revisar en qué se ha opuesto
con respecto a Dios y arrepentirse.
El Señor intercede y proporciona el perdón para lo que
ha sido hecho por la naturaleza pecadora pero no intercede
por los pecados cometidos contra Dios (1Juan 5:16-17). Dios
se compadece y perdona los pecados que uno cometió
porque no puede vencer la naturaleza pecadora de la carne
(Juan 8:3-11), pero el pecado de desobediencia contra el
Espíritu Santo de Dios nunca será perdonado. Él dijo, "El que
no está de mi parte, está contra mí; y el que conmigo no
recoge, esparce. Por eso les digo que a todos se les podrá
perdonar todo pecado y toda blasfemia, pero la blasfemia
contra el Espíritu Santo no se le perdonará a nadie" (Mateo
12:30-31).
Las transgresiones humanas, la desobediencia y la
insubordinación a Dios son esencialmente diferentes. La
mayor causa por la que la oración es bloqueada es el pecado
de oposición contra Dios. ¡Por eso el Señor advirtió
claramente que las prostitutas puede entrar adelante al
reino de Dios, mientras que los que se oponen a Dios nunca
entrarán!, aunque le llamen, "¡Señor! ¡Señor! Dios dijo que
el culto, los diezmos y los oficios de Su reino son Suyos. La
adoración de ídolos, como servir a demonios, es un acto que
va en contra de Dios. No diezmar correctamente es robarle a
Él. Violar el Día del Señor es como abolirlo, lo que tiene
como resultado una gran maldición. Tomar el nombre en
vano o despreciarlo no es la clase de pecado cometido por
los deseos carnales, sino uno que niega a Dios. La oración
del que comete ese pecado nunca Lo alcanzará.

"Ustedes traen animales ciegos para el sacrificio, y piensan que no tiene nada
de malo; sacrifican animales cojos o enfermos, y piensan que no tiene nada de
malo. ¿Por qué no tratan de ofrecérselos a su gobernante? ¿Creen que estaría
él contento con ustedes? ¿Se ganarían su favor? —dice el SEÑOR
Todopoderoso—. Ahora pues, traten de apaciguar a Dios para que se apiade
de nosotros. ¿Creen que con esta clase de ofrendas se van a ganar su favor?
—dice el SEÑOR Todopoderoso-. (Malaquías 1:8-9).

Dios afirma que la conducta religiosa es impura y que


la conducta que se opone a Dios es más mala. Cierre sus ojos
y revísese usted mismo para orar; descubrirá que su alma
está aislada de Dios. Esta es la iniquidad que dificulta su
oración. Dios dijo, “Si no me hacen caso ni se deciden a
honrar mi nombre – dice el SEÑOR Todopoderoso – les
enviaré una maldición, y maldeciré sus bendiciones. Ya las
he maldecido, porque ustedes no se han decidido a
honrarme." (Malaquías 2:2). ¿Por qué medios puede uno
recuperar las bendiciones que Él maldijo? Si uno se
arrepiente de esa clase de pecado, ¿puede realmente atraer
la atención de Dios? A menos que uno redima tal pecado
por medio de la acción, esto no es arrepentimiento.
Nuestro bautismo no apuntó a quitar las
transgresiones cometidas por deseos pecadores, sino fue
para enterrar al que se opuso a Dios. Así, uno debe regresar
totalmente a Dios. Si uno ni siquiera se da cuenta de la clase
de pecado que comete, no puede arrepentirse. Arrepiéntase
del pecado de desobediencia y recupérese. Jesucristo dijo,
"Yo soy el camino" (Juan 14:6). No hay ninguna otra forma
en que nosotros entremos a la vida. Esta forma puede ser
muy dura, pero ninguna otra conducirá a Dios. Jesús es la
única forma de ir ante Dios. Los que estaban bajo la Ley no
lo comprendieron y por eso vagaron. Esta forma se llama fe.
Reciba la gracia por la fe; reciba la salvación por la fe.
La fe es el estilo de vida extraordinario. Por lo tanto, quien
ora nunca puede transmitir su oración si no tiene fe.

"De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro
nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos". (Hechos
4:12).

Esta fe no se hizo disponible después de la creación;


ha estado con Dios desde antes de la creación y fue
manifestada a nosotros.

"En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se


acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recompensa a quienes lo
buscan. " (Hebreos 11:6).
"Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para
entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que Él nos ha abierto
a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo" (Hebreos 10:19-20).

Uno va ante Dios por este camino y Dios también le da


la bienvenida al que viene a Él por ese medio. Somos
pecadores. Somos los pecadores que no tienen nada de
que jactarse ante Dios. Nuestra audacia no viene de
ningún mérito. Andamos este camino por la sencilla razón
que el Señor llegó a ser este camino para los pecadores.
Cuando los pecadores tiemblan de terror y de temor y van
a buscar la gracia, el propio Señor llega a ser el Sumo
Sacerdote y entra al Lugar Santísimo con Su sangre ante
Dios, y nosotros dependemos de este camino abierto por
el centro de esta cortina para recibir la misericordia de
Dios.
El quemador de incienso del que ora es puesto en
este camino abierto, y cuando el humo del incienso
penetra por la cortina abierta para llenar el Lugar
Santísimo, Dios oye el grito de la sangre rociada en el
Asiento de Misericordia.
Dios mitiga Su ira y concede la gracia. ¿Por qué no
creer que el que oyó el clamor de la sangre de Abel no
abandonará a la voz de la sangre de Jesucristo, el Cordero?
¡Pecadores! No sólo teman; no se equivoquen
ofreciéndose a Dios por desesperación y terror. Confíen en
la sangre de Jesús. Suelten lágrimas de gratitud al Señor
que moja los marcos de las puertas con la sangre de sus
dos manos, que moja el dintel con la sangre de sus dos
pies; aún, Él no tropezó sino que fue directamente al Lugar
Santísimo. Induzca al alma del que ora para que vaya ante
Dios por esta puerta y se incline. Puesto que los ángeles
también reciben el perfume de sus oraciones para llevarlas a
Dios, esta es la preparación hecha por el Uno que escucha
sus oraciones (Apocalipsis 8:3).
El pueblo de Israel se reunió ante esta puerta—donde
la sangre roja del Cordero no se seca—para pasar esa noche
larga y oscura. Luego, partieron a Egipto y entraron al
desierto donde Dios los esperaba. Todos los que todavía
tuvieron dudas y temieron, no pudieron seguir en este
camino, y perecieron. Sólo los que miraron hacia delante y
avanzaron guiados por las columnas de fuego y de nubes,
bebieron de la roca y comieron maná (1 Corintios 10:1-2).
No olvide este principio: Dios escucha su oración
cuando usted recibe el testimonio de que su alma está viva.
A pesar de la maldición y el fracaso recibido en el mundo
como pecador, el que pisa este camino pasando por esta
puerta de sangre, no perece. El no perecerá porque está
separado de Dios. Él vino por medio de la sangre, desde los
cielos a este mundo más bajo, como fluye el agua a sus
profundidades más bajas. Él había venido desde lejos a
encontrarnos.
Sin derramamiento de sangre, no hay perdón, ni
santidad tampoco. Hay vida sólo en la sangre y esta vida
redime del pecado (Levítico 17:11). Cuando quien implora se
olvida de esta gran gracia, su oración, diligente hasta
entonces, se desplomará como Sodoma y Gomorra; por lo
tanto, no olvide esta gracia. Así como su sangre no se seca,
no deje que se sequen en sus ojos las lágrimas de gratitud.
Agradezca sinceramente.
Muchos oran pero desatienden el camino abierto en la
cortina; luchan cuando la cortina está fuertemente cerrada,
por lo que su súplica golpea el aire y el humo de su incienso
se extingue. Por el camino abierto de sangre, ponga el
quemador de incienso dentro del Lugar Santísimo. Queme
allí el incienso para que el humo suba abundantemente. Si
Dios es glorificado, su oración será contestada.
Cuando quema incienso con la mayor humildad y
gratitud, no se olvide de los actos meritorios de Jesucristo, el
Sumo Sacerdote, y de Su gracia. Puesto que la humildad
para el que ora es depender de la sangre preciosa del Señor,
Dios recibe al humilde y rechaza al arrogante. Uzias, el rey
de Judá, llegó a ser rey en su juventud y en tanto el reino
prosperó, llegó a ser vano, despreció al sacerdote y entró
ilegalmente al templo con orgullo y arrogancia, queriendo
quemar él mismo el incienso en el altar del incienso, y fue
maldecido (2 Crónicas 26:16-20).
No es porque la oración de uno sea larga y entusiasta
que Dios terminará contestándola. Porque uno no puede
entrar en Su reino sin pagar sus deudas, uno debe redimir
primero el pecado. Dios dijo, "Por lo tanto, si estás
presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del
altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego
vuelve y presenta tu ofrenda. Si tu adversario te va a
denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible.
Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te
entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último
centavo." (Mateo 5:23-26).
Dios no es glorificado cuando la oración de uno se
combina con el pecado. Dependa de los actos meritorios de
Jesucristo, el Sumo Sacerdote y confíe en su pago de las
deudas del pecado por medio de la sangre. Sólo esta fe
permitirá que la oración de uno alcance a Dios (Marcos
11:25).

5
Quien Ora Debe Reconocer
al Creador

Porque la oración es como desafiar lo imposible, uno


le debe dar la autoridad al Uno que llama al muerto como si
estuviera vivo y a las cosas que no son como si lo fueran. Si
uno no cree en el Dios Creador, el mismo hecho de orar será
hecho con dudas, lo que lo hará finalmente fracasar.
Puesto que Dios es el Creador, como Él ha hecho todas
las cosas, Él todavía las restaura y las regenera. Él es
también el que las hace crecer, revela lo que está oculto,
acelera lo que es lento, mueve las nubes, trae la lluvia o la
detiene. Hoy, como en tiempos eternos, Él trabaja y no
descansa. Esto es lo que uno debe creer con seguridad. Uno
no debe temer abandono excesivo de Dios, sino primero
debe asegurarse que con Él todo es posible.
Si no hemos limpiado todos los temores al ir a Su
presencia, de ahora en adelante debemos reconocer lo que
Él puede hacer. Muchos se desalientan en medio de su
oración a causa de un repentino pensamiento engañoso que
cuestiona la existencia de Dios y el temor y las dudas que
atacan la condición todopoderosa de Dios, todo lo cual les
quitan su fuerza para orar. Además, en medio de su oración
ellos se preguntan a sí mismos si la mano de Dios puede
satisfacer realmente sus demandas, que creen demasiado
grandes para Dios y pierden todo por falta de fe, lo que
frustra a Dios.
Puesto que Dios dice en Marcos 9:23, "¿Cómo que si
puedo?" (Marcos 9:23), ésta es la condición más importante
para la oración.
Los humanos se inclinan, se arrodillan ante los ídolos y
ruegan, lo que es adulterio que proviene de una convicción
personal. Al hacer esto, ellos ni siquiera creen que sus ídolos
puedan hacer algo por ellos. ¿Quién en el mundo creería en
el poder de esos ídolos golpeados por la lluvia y la nieve, que
sufren daños producidos por los humanos y no pueden
repararse a sí mismos? Ellos sólo refuerzan sus convicciones
y se alivian a sí mismos.
Quien no puede abandonar su antiguo hábito de ser
llevado por mal camino a los ídolos y ora a Dios, no reconoce
Su poder. Quien sólo se asegura de su convicción y sirve a
Dios adúlteramente nunca será contestado. Nuestra oración
no es devoción. Es decir, no es un ritual religioso, es una
situación real.
¿Por qué habla uno en lenguas? Nadie puede
domesticar su lengua. Es más fácil domesticar peces o
pájaros que la lengua de un humano. Algunos, sin embargo,
por su experiencia con el Espíritu Santo, hablan en lenguas
en tanto el Espíritu se los permite (Hechos 2:4), lo que
significa que el que no puede ser visto por los ojos penetró
sus espíritus y les permitió hablar. Aún esta pequeñez fue
ordenada por el Espíritu Santo. De esta manera, el Espíritu
Santo obra, igual como lo hacen el Señor Jesús y Dios en el
cielo.
Aún la diminuta semilla de mostaza comienza a
moverse, brota, crece y llega a ser un árbol con sólo caer en
buena tierra. Es así como nuestra fe debe entrar en acción
cuando ve a Dios. Si no lo hace, entonces no es una semilla
viva. Dios dijo que si es una semilla viva, la fe movería
montañas.
Nuestra fe comienza reconociendo que Dios es el
Creador; por lo tanto, uno puede leer en el primer capítulo
de la Biblia acerca de las obras que Él hizo y su derecho
absoluto.
Mire el contenido de la Biblia entera. ¡Cuán terribles,
mugrientas, incómodas, y embarazosas las historias de los
humanos que están descritas claramente! Esto demuestra la
sinceridad de la Biblia. La Biblia que llevan los cristianos es el
registro de los hechos desnudos, la cuenta de los
acontecimientos exactamente como sucedieron, ni más ni
menos.
Es así como el capítulo 1 del Génesis describe los
hechos tal como sucedieron, aunque esté escrito en un
estilo bastante monótono. Uno no sirve a un Dios inventado.
Si uno no puede creer en Génesis 1, no puede creer en
Jesús, tampoco, en cuyo caso uno no puede creer tampoco
en su redención.
Los profetas profetizaron acerca de acontecimientos
que sucederían cientos o miles de años después de ellos, y
nosotros leemos los logros de estos hechos que fueron
puestos en el registro. Entonces, no existe la menor razón
para dudar acerca de los registros de la Biblia incluso si
volvemos varios miles de años al pasado. Aunque uno no
pueda ver el pasado ni el futuro, es posible conocer el
pasado así como es posible conocer el futuro.
Moisés guió a Israel en el Éxodo y registró esa
experiencia. Su poder fue limitado pero confió en la palabra
y fue donde el Faraón, lo reprendió y liberó a los israelitas
de su puño y los sacó. Entonces, cruzaron el Mar Rojo y
sobrevivieron cuarenta años en el desierto sin que nadie
muriera. Esto fue posible por la guía y el poder de Dios.
Este misterioso obrar no es una historia inventada y
embellecida por los humanos, sino un hecho histórico. Las
festividades de Pascua y las del Tabernáculo, que se
celebraban todos los años desde el principio, sin excepción,
continúan, aunque los primeros participantes hayan muerto.
Nadie entre el pueblo de Israel consideraría que el Éxodo fue
una exageración o una mentira.
La Pascua y la festividad del Tabernáculo continuaron
aún, cuando estuvieron en el desierto. Además, estos
israelitas han estado observando la registrada Ley
constantemente, durante miles de años. Esto es la Biblia.
Moisés, el autor, salvó a Israel por las visiones que tuvo y
por la palabra transmitida directamente por un ángel, y fue
por medio de esa palabra que él llegó a saber todo acerca
del pasado, y lo escribió.
Algunos tratan de dar una interpretación forzada al
capítulo 1 del Génesis para hacerlo un subproducto mítico,
pero ellos no podrán escapar a la maldición del Espíritu
Santo. Aún Jesús nuestro Señor y Salvador confió en la
palabra "escrita" y la citó. So pretexto de que la Biblia
contiene la historia pasada, retorcer la Biblia entera a un
acontecimiento mítico o a un registro hecho por el hombre
es la clase de iniquidad que sólo el maldecido puede
cometer.
Si uno cree que Dios es el Creador, no puede llegar a
ser un pecado exagerar y decir que Él puede hacer más que
lo que fue escrito y descrito en las escrituras, porque todo es
posible para Él. Algunos profesan tener la fe más grande con
respecto a la Biblia, pero no obedecen la palabra registrada.
Esto es una falta de fe, una abominación.
¿Hay algún límite a las obras que el Todopoderoso
realiza con sus propias manos? Nada es imposible para Él. Es
el Creador. Por lo tanto, si el que ora desea obtener algo de
Él, ¿puede tener éxito dudando o subestimando la autoridad
del Contestador?
El que ora, primero no debe absolutamente dudar que
Dios es el todopoderoso que puede hacer todo, aún antes
de reconocer su actitud de compasión, gracia y amor. Por
más que creamos en Su amor y compasión, si no creemos
que Él es el Todopoderoso que puede hacerlo todo,
desilusión será lo único que obtendremos de Él. Antes que la
Biblia enseñe acerca de la gracia de Dios, primero nos
enseña que Él es el Creador y esto es para creer que la
palabra hablada desde Su boca "Fue hecho así" se cumplió.
Él dice, "Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo
que estén pidiendo en oración, y lo tendrán" (Marcos
11:24).
El poder y la autoridad infinitos del Creador son
nuestra fe, los conceptos básicos de la fe. Con esta fe,
creemos en las obras de Jesucristo Su enviado, Sus actos
meritorios y Su sangre y también Su nombre. Sólo El Señor
Dios es el Creador Único. ¿Hay algún otro Creador aparte de
Él? Si es así, ¿qué creó? Los demonios pueden esparcir
bacterias y virus, pero de hecho, ellos utilizan lo que el
Creador ya ha hecho. El malo utiliza de manera mala esas
bacterias. Los virus pueden ser beneficiosos para los
humanos, pero cuando son utilizados por el malo, son una
amenaza. Es como una espada que es un arma buena para
defenderse contra el enemigo, pero que llega a ser un
instrumento de muerte en manos del malo. Entre todos los
dioses ¿cuál alguna vez creó al grado del Creador?
Si alguien quiere creer en cierto dios como Creador, él
también fue creado. Si uno desea que su alma sea santa y
obtenga la vida, no debe insultar la gloria del Uno que puede
proporcionar realmente la vida y la santidad, sino reconocer
Su poder, Su fuerza y Su autoridad.
Aunque nadie haya visto jamás a Dios, sólo Jesucristo
Engendrado lo ha visto (Juan 6:46). Jesucristo se levantó de
la muerte, curó a los paralíticos; dio vista al ciego; hizo oír y
hablar al sordo; alimentó a cinco mil personas con dos
pescados y cinco panes y salvó a sus discípulos reprimiendo
los vientos y las ondas de la tempestad.
Dado que las obras que hizo son tan numerosas, no
hay manera de dar cuenta de todas (Juan 21:25). Quien
realizó tan grandes señales no tomó toda la gloria para Él
Mismo, sino glorificó al Padre, reconociendo que todos
fueron hechos por Él (Mateo 8:4). Los humanos se jactan
acerca de sus talentos y capacidades personales, y son así
glorificados. Jesús, sin embargo, no recibió gloria en esta
tierra, sino posteriormente, en el cielo. Y la única gloria que
tuvo en esta tierra fue ser el Hijo de Dios (Mateo 3:17, 17:5).
Por medio de sus labios, Él confesó que Dios era el
Señor del cielo y de la tierra; dijo "El Padre es más grande
que Yo" (Juan 14:28), confió su vida a Él e imploró (Hebreos
5:7). Porque Dios el Padre, a quien presentó, es
todopoderoso, confió en Él con respecto a su muerte y
suplicó que Él lo salvara. Si aún el Espíritu Santo reconoce Su
poder y voluntad e intercede a Él, ¿quién podría despreciar
la autoridad de Dios?
Muchos oran, pero no muchos creen sinceramente en
la omnipotencia de Dios. Muchos ayunan y oran toda la
noche con fuertes gritos, pero no muchos confían en el
Todopoderoso. Muchos oran, pero engañan a Dios con su fe
del tipo "¿y qué si?” o "¿Puede Él?”.
Algunos fueron a una montaña de oración y profesan
haber suplicado durante varios días, pero sólo han
maltratado su carne gritando y privándose a sí mismos de
alimento y sueño. Entonces, pensaron que Dios reconocería
sus dolorosos esfuerzos o se llenaron de la convicción que
esta penitencia produciría algunas señales. No habrá ni la
sombra de una señal del Todopoderoso hacia ellos.
Dios es omnipotente. No hay nada que Él no pueda
hacer, nada que Le falte. Él hizo la luz, el agua, el viento, la
tierra y todo. Con ellos, Él hizo también los animales, lo
visible y lo invisible. No habrá fin si los humanos quieren
descubrir y utilizar todo lo que Él hizo.
No hay escasez de energía. Si todos los árboles son
utilizados, la turba y el carbón serán usados; si todos estos
son utilizados, será usado el petróleo. Y después, la energía
solar será utilizada y todo lo que se ha descubierto será
preparado. Escasez se refiere a algo que se ha agotado. Es
así como la sabiduría y el poder del Creador son infinitos.
Dios llena el cielo y la tierra. Entre las provisiones de
Dios, los recursos materiales son abundantes, pero los
recursos espirituales son también ilimitados. Estos últimos
son exactamente los que busca el que los desea para hoy, y
busca, a saber, el poder. Jesús también dijo, "Ciertamente
les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago
también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo
vuelvo al Padre" (Juan 14:12). En otras palabras, él
continuará manifestando todo el poder que no pudo
manifestar mientras estuvo en el mundo.
Aún el mundo, que pronto dejará de ser o será tirado
al fuego, trata de descubrir las cosas ocultas, para un vivir
más cómodo, y así logra la civilización. Entonces, ¿por qué
los hijos del Dios todopoderoso no reconocen que Él los ha
estado esperando para utilizar Su provisión y descubrir el
poder? Esto es lamentable, de hecho.
Los recursos visibles no son los únicos recursos; los
recursos espirituales invisibles son más grandes.
Recordemos la palabra, "No sólo de pan vive el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4).
No sólo las superpotencias del mundo, sino todos los
países, realizan investigaciones intensivas y compiten por
descubrir y desarrollar recursos. Sin embargo, el Dios veraz
habla acerca de los recursos ilimitados del poder espiritual.
Los incrédulos dentro de la iglesia, sin embargo, insultan a
Dios y desprecian Su gloria cuando más bien Lo deberían
estar complaciendo.
Quien tiene fe verdadera y ora va a un cuarto de
oración, que es más valioso que un cuarto de investigación,
y se centra en tratar de descubrir los recursos espirituales. Si
le falta perseverancia, ora, pidiéndola también. Entonces
uno descubrirá el poder espiritual, más grande, más eterno
que cualquier cosa encontrada en un cuarto de
investigación. La materia no es el único recurso para los
humanos, las cosas espirituales son recursos más grandes.
Debemos determinar en forma precisa el objetivo de
lo que queremos descubrir. Dios nos dio el Espíritu Santo
desde el principio. Él es el que conoce todas las cosas, aún
las cosas profundas de Dios (1 Corintios 2:10). Con Su ayuda
y con la ayuda de los ángeles celestiales en la oración y en el
trabajo, Dios hará que él que Él quiera descubra lo que Él
está queriendo darle. La oración no es un ritual religioso que
uno pueda probar sólo una vez, no es el acto supersticioso
de los que buscan buena fortuna, es la promesa agradable
de Dios que no reservó a Su Hijo y nos salvó por los
sufrimientos de este último en la cruz. ¡"Ore"! no es la
palabra que hemos oído de los humanos sino de Dios.
"Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que
tú no sabes." (Jeremías 33:3).

Dijo, "Lo que pidan en mi nombre yo lo haré" (Juan


14:14). Uno no ha aprendido la oración de parte de un ídolo
ni por los humanos, Dios Mismo la enseñó.
El Todopoderoso prepara simultáneamente recursos
materiales, así como espirituales para el espíritu. Quien es
del mundo busca cosas materiales mientras que quien es de
Dios busca cosas celestiales. Dios espera la oración del
creyente, del santo, del obediente y del humilde, para darles
cosas espirituales. El mundano usa su cerebro en cuartos de
investigación para un vivir más cómodo para la carne; los
santos, van a cuartos de oración. Ponen sus cabezas entre
las rodillas y gritan para suplicar más poder y paz para sus
almas.

"El corazón de la gente clama al Señor con angustia. Bella Sión amurallada,
¡deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un
momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos! Levántate y
clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el
llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus
manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre
y quedan tendidos por las calles." (Lamentaciones 2:18-19).

El Señor es el todopoderoso. Tiene todas las cosas,


todo lo que quiere el espiritual. Porque es todopoderoso,
creó el cielo y la tierra con su poder, su sabiduría y su
autoridad. Porque Él es el Creador, sus manos nunca se
harán débiles y Él no para de crear. Levanta a los muertos,
hace caminar a los paralíticos, cura a los que tienen lepra, el
sordo oye, el muerto es levantado, y las buenas noticias son
predicadas a los pobres (Mateo 11:5).
Hace que los que oran lo miren con esperanza. Deben
aferrarse a Él hasta el punto que sus lágrimas fluyan como
un río. Deben gritar a Él hasta que descubran sus secretos
espirituales. Las respuestas que Dios tiene para ellos no son
el collar para el perro ni las perlas para el puerco. Las
respuestas son la provisión para sus hijos. Él las prepara
como la porción para los que creen y Le obedecen.
¿Qué tiene que ver el que duda con Dios? No sólo Dios
se alejará de él, sino también lo expulsará. Tales incrédulos
llenan la tierra desde el principio hasta el presente. Todos
perecieron en los tiempos de Noé, en Sodoma también, y lo
siguen haciendo aún hoy (Lucas 13:5).
Dios no tiene interés en los que profesan para ser
limpios. Desea más bien a los que creen en Él y claman
humildemente a Él, aunque sean como prostitutas cubiertas
por todas partes con el pecado.
Clame y diga, "¡Dios Todopoderoso! ¡Contesta mi
súplica!" No ore la clase de oraciones auto-extáticas como
los devotos de los ídolos, sino dé la gloria a Dios. Hable con
Él. Reciba Su respuesta, y de nuevo, hable con Él. Cuando lo
haga así, su oración Lo alcanzará.

"En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los libró de su aflicción." (Salmos


107:6).

“En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó de su aflicción. Envió su


palabra para sanarlos y así los rescató del sepulcro." (Salmos 107:19-20).

"En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los sacó de su aflicción. Cambió la


tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar. " (Salmos 107:28-
29).

"En mi angustia invoqué al SEÑOR, y él me respondió." (Salmos 120:1).

Revise los versículos anteriores. ¡Cuán importante es


nuestro clamor desesperado! Las personas no pueden ser
liberadas de los sufrimientos porque no clamaron a Dios; no
pueden escapar a las tribulaciones sino aguantarlas
dolorosamente porque no clamaron a Dios por medio de la
oración. Las lágrimas del que sinceramente implora a Dios
deben fluir como ríos.
¿Qué clase de señales pueden suceder a esos santos
sin lágrimas que no claman a Dios dado que esto no es lo
que Dios espera de ellos? Dios es el Todopoderoso.
Quienquiera que quiera ponerlo a prueba será maldecido.
Debemos creerle a Él. Él es la vida, el alimento, la paz y la
felicidad. Dé autoridad y clame a Él. Cuando suplica, debe
ser su último recurso.
La oración de éste es traicionera. Por lo tanto,
nosotros no debemos esperar absolutamente ninguna
respuesta. Dice en Santiago 1:6-8, "Pero que pida con fe, sin
dudar, porque quien duda es como las olas del mar,
agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es
así ni piense que va a recibir cosa alguna del SEÑOR; es
indeciso e inconstante en todo lo que hace."
Aprenda de Jonás, cuando imploró, su súplica
finalmente lo salvó y cuando fue salvado, la ciudad de Nínive
fue salvada. Dice en Jonás 2:1-2, "Entonces Jonás oró al
SEÑOR su Dios desde el vientre del pez. Dijo: “En mi
angustia clamé al SEÑOR, y él me respondió. Desde las
entrañas del sepulcro pedí auxilio, y tú escuchaste mi
clamor".
¿Cree que Dios es el Uno omnipotente? ¿Cree en el
Dios que escuchó la oración desesperada ofrecida desde
dentro del vientre del pez y que ordenó al pez que vomitara
a Jonás? El Todopoderoso pondrá atención a las oraciones
del que no duda de Él. Y cuando oiga su voz, Él ordenará a
los fangos profundos de tribulación que vomiten al que ora.
Por profundo que sea el fango, no lo tragará ni tomará su
vida. Él es el Dios Creador omnipotente. Arrepiéntase para
no dudar con respecto a esta verdad, y crea. Su oración
alcanzará a Él cuando esta fe es firme.
6
Arrodíllese Ante el Nombre
de Dios, Jesús

Algunos cristianos piensan erróneamente que sus


condiciones infelices les permiten orar. Sin embargo, Dios es muy
conservador. Mantiene las reglas de la justicia y las aplica a todos.
En esta tierra, aún la madre de Jesús o sus hermanos o sus
hermanas nunca pueden ser la excepción. Es robo tratar de
adquirir los bienes sin pagar un precio por ellos. Quien trata de
pasar por sobre la pared sin atravesar la puerta es un ladrón y un
asaltante. ¿Quién puede romper la regla de Dios? Dios revisa con
justicia incluso que le es agradable. Muchos no cumplen sus
deberes hacia Dios y buscan unilateralmente Su ayuda, o si no son
ayudados después, ellos Lo ofenden con amenazas. Mientras más
lo hagan así, más despreciable será su situación.
Dios les enseñó a los humanos el principio para verle a Él y a
Su verdad cara a cara. Él lo manifestó como el Hijo de Hombre,
como el Hijo de Dios todopoderoso, para disminuir los
sufrimientos de las criaturas que son los humanos. El Hijo de
Hombre como Dios es el que vino lo más cercano a los humanos
parecidos a gusanos. Sin embargo, él prometió la morada del
Espíritu Santo a quien uno puede acercarse, y al final, Jesús, por el
Espíritu Santo, entra y se queda en el espíritu de los humanos.
Aunque habita en el cielo, él pone su nombre en los corazones, por
el Espíritu Santo. Quien cree en Su nombre, Jesús, y lo acepta,
recibe la autoridad de llegar a ser un hijo de Dios (Juan 1:12). Es así
como Su nombre habita en nosotros. Está en nuestras almas para
que nadie se lo pueda llevar. Incluso si alguien toma nuestra vida
biológica, puesto que no puede llevarse nuestras almas, nadie
puede robar el nombre Jesús en ellas. El nombre Jesús "Dios
salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). Además,
Emmanuel significa, "Dios está con nosotros". Este nombre es el
nombre más alto en la tierra, que Dios dio como herencia a Su
amado Hijo que obedeció humildemente (Filipenses 2:6-9). Este
nombre, Jesús, es la gloria del Dios Único; como aquel por el que
Dios fue glorificado desde antes de la eternidad, es el sinónimo
eterno exclusivo para el Dios lleno de autoridad, felicidad y justicia.
Todos los nombres son dados después de la creación, mientras
que Jesús es el nombre que ha estado con Dios desde el principio.
Jesús es el nombre que preservará todas las propiedades de Dios,
el nombre que creará todas las cosas, el nombre que poseerá vida
y el nombre que salvará al que perece. Porque es el nombre de
Dios el Padre Único, la gloria de Dios, el reino y la autoridad están
en Él, y todas las criaturas se someten a este nombre. Como
resultado, nadie puede rebelarse hacia Él, ni siquiera uno. Dios
otorga la vida, y las bendiciones sólo en este nombre. Juzga
también en este nombre. Puesto que Dios considera este nombre
como la justicia y comenzó todas las cosas para la consideración de
este nombre, todo está construido en este nombre. Aunque los
israelitas clamaron en el nombre Jehová—que había sido confiado
a los ángeles para su manifestación—, ningún alma fue salvada por
él, nadie fue levantado de entre los muertos por él.
El Padre dio el nombre Jesús a Su Amado Engendrado, y así
tiene copropiedad con Él. La gloria de este nombre es la del Padre,
la del Hijo y la del Espíritu Santo. Con el propósito de preservarnos
con este nombre, Él nos ordenó ser bautizados por Él (Juan 17:11-
12).
El mundo puede conocer y clamar en el nombre Jesús pero
los que lo han recibido son el Único Hijo Engendrado de Dios y los
hijos de Dios. Los ángeles, que son un poco superiores a los
humanos, no pueden llamar a Dios "Padre", sólo los que tienen
este nombre pueden llamar a Dios Padre. Aparte de estos hijos,
ningún otro espíritu puede atreverse a poseerlo.
Consecuentemente, ni los ángeles pueden llamar a Dios "Padre"
(Hebreos1:4-6).
Este nombre de Jesús es manifestado en el mundo porque el
Dios engendrado apareció allí. Este nombre bajó al mundo porque
su propietario, Dios, se manifestó en el mundo. Nuestra fe es creer
y depender de este nombre, porque Él hizo que todas las cosas, en
el cielo y en la tierra, se inclinaran ante Él (Filipenses 2:10- 11)
Cualquiera que conozca a Dios y le sirva a Él se arrodilla ante
el nombre Jesús, solamente. Además, en este nombre Él le ofrece
gloria y culto a Dios y va ante Él. Uno puede haberse arrepentido y
tener un alma limpia, pero a menos que tenga el nombre Jesús en
él, no es limpio; por lo tanto, no es salvo. Dios puso el sello del
nombre Jesús a los salvos y puso el Espíritu Santo como un
depósito en sus corazones.
Con los ojos, ninguno de nosotros puede ver a Dios ni
conocer a Su Espíritu Santo. Todavía, a través del nombre que
reconocemos con nuestros labios, es decir, a través del nombre
Jesús nosotros conocemos a Dios y el Espíritu Santo que Él envió.
Los espíritus malos que se acercan al nombre Jesús se auto
destruyen y su mentira es descubierta. Cualquier espíritu o ángel
que pretende tenerlo sin permiso perecerá, sin excepción.
Él que posee este nombre es sólo el Dios Trino. Por tanto, Él
dio este nombre a los espíritus de aquellos que llegaron a ser Sus
hijos para preservar sus almas en ese nombre. Por esta razón,
cuando uno adora a Dios—aunque no pueda ver Su cara—se
arrodilla ante ese nombre y trata de atribuirle gloria;
glorificándolo, Dios ha recibido entonces este culto.
Puesto que el nombre Jesús es nombre exclusivo de Dios,
todas las obras hechas en Él llegan a ser Suyas. La gran alegría que
Jesús dio a sus santos es este mismo nombre. En el nombre Jesús,
les permitió llamar a Dios Padre; en el nombre Jesús, los hizo
arrepentirse para el perdón de los pecados; en el nombre Jesús, los
hizo resistir al enemigo, y en el mismo nombre, les ordenó orar
(Juan 14:13). La palabra que demanda orar en el nombre Jesús
significa darle gloria. Una oración no alcanzará a Dios simplemente
porque uno diga sin fe, "oro en el nombre Jesús". El nombre Jesús
debe ser glorificado sinceramente porque la gloria que Dios
recibirá ha sido depositada en ese nombre. Dios dijo que quien
toma Su nombre en vano no será considerado inmaculado, porque
el Tercer Mandamiento declara, "No debes hacer mal uso del
nombre de Dios".

"El hijo honra a su padre y el siervo a su señor. Ahora bien, si soy padre, ¿dónde está
el honor que merezco? Y si soy señor, ¿dónde está el respeto que se me debe? Yo, el
SEÑOR Todopoderoso, les pregunto a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre.
Y encima preguntan: "¿En qué hemos despreciado tu nombre?" Pues en que ustedes
traen a mi altar alimento mancillado. Y todavía preguntan: "¿En qué te hemos
mancillado?" Pues en que tienen la mesa del SEÑOR como algo despreciable."
(Malaquías 1:6-7).

En general, aún después de haber despreciado el nombre de


Dios, muchos tienen una actitud de mente semejante y se rebelan
en vez de arrepentirse. Puesto que la gloria del reverendo Dios
está en Su nombre, uno debe exaltarlo, temerle como una persona
viva, atesorarlo con una voluntad santa, y no mantener en
desprecio ninguna obra hecha para la consideración de Su nombre.
En general, uno separa Su nombre de la Persona, parece
honrar y aparenta honor y anhelo del último pero no considera al
anterior como al Uno Vivo. Y, Dios dijo que esto es lo que significa
para Su nombre. Si uno está dispuesto a dar ofrendas a Dios, debe
hacerlo a Su nombre.
Algunos piensan erróneamente que si uno ha dado ofrendas
a Dios en el nombre Jesús a pesar de haber robado la propiedad de
Dios, el nombre será engañado. El nombre de Dios y Dios son uno,
sin embargo. Por lo tanto, quien actúa abominablemente ante el
nombre, actúa abominablemente ante Dios; quien engaña ante el
nombre, engaña ante Dios. Aunque el nombre no sea una deidad y
no hable, es con seguridad el nombre del Uno Vivo. Si uno insulta
al nombre, entonces el Dios que habla en Él es insultado. Por
tanto, debemos creer que la oración que ofrecemos a Dios es a Su
nombre. Dios se revela Él Mismo en Su nombre, revela Su voluntad
en Su nombre. Uno no debe olvidar que el poder mismo y la
respuesta de Dios también proceden de Su nombre.
Así como se dice que la Palabra es Dios porque la Palabra ha
estado con Dios desde antes del principio (Juan 1:1), el nombre de
Dios ha estado con Dios desde antes del principio, así que esta
Palabra es Dios (Juan 1:1); de allí la advertencia en Malaquías 1: 6-
7 a los que desprecian su nombre a pesar de sus sacrificios. El
nombre de Dios Jesús es Emmanuel. Puesto que Dios está con este
nombre, es como decir que el nombre es Dios. Además, ahora que
este nombre está con el Hijo de Dios, es como decir que el nombre
es Hijo de Dios. Quien cree en el único Engendrado de Dios es
quien cree en Su nombre (Juan 3:18). Así como no diferenciamos
entre palabra de Dios y Dios (Juan 1:1), no diferenciamos entre el
nombre de Dios y Dios. Así como creemos en la palabra de Dios
como en Dios, consideramos el nombre de Jesús como Dios.
Cuando Dios se reveló al mundo, Él lo hizo por medio de Su
Único Engendrado. El único Engendrado de Dios se reveló al
mundo por medio del nombre del Único Engendrado. Adorar a
Dios es adorar Su nombre; inclinarse ante Dios es inclinarse ante
Su nombre. El nombre de Dios, eso es, Jesús, es el Dios Emmanuel.
La autoridad y la gloria de Dios son iguales a la autoridad y la
gloria del nombre de Dios. Los que profesan inclinándose ante Dios
pero consideran Su nombre como Su acompañante son los que
desprecian Su nombre. El que recibe sus inclinaciones dirá a los
que desprecian Su nombre, "Usted me desprecia". No obstante,
los humanos, que no comprenden este principio, replican,
"¿Cuándo te hemos despreciado, Señor?” La razón porque aquel
cuyas oraciones deben alcanzar a Dios se encuentra con una gran
desgracia en el punto crucial, es que ha diferenciado el nombre de
Dios de Dios Mismo. Si Dios ha oído la oración, es porque Su
nombre lo ha hecho. Sólo el nombre de Dios, eso es, Jesús, debe
ser glorificado en nuestros corazones y también debemos
depender de Él.
¡Cuán piadosos fuimos ante los ídolos mudos cuando éramos
gentiles! Entonces, ¿cuánto más piadosos debemos ser ante el
nombre de Dios, esto es, Jesús? Uno no debe despreciar Su
nombre so pretexto que fue dado por gracia. Uno no debe
engañarse pensando que sólo necesita llamar en Él.
Cuán espantoso es el nombre y las personas lo utilizan como
el nombre de un niño; el nombre no es llamado como el del Uno
Vivo, sino sólo como una formalidad con sus labios, y piensan que
es suficiente. Nuestro llamado de Su nombre no es suficiente;
debemos servir al nombre, arrodillarnos ante él y someternos a él.
Esto es lo que debemos hacer si deseamos que nuestras oraciones
alcancen a Dios.
Así como la fe de que Dios vive no es una abstracción, uno no
debe considerar conceptual-mente que el nombre de Dios sea
Dios. Dios mostró Su cara por medio de Su nombre, manifestó Su
reino por medio de él y reveló a Su fe por medio de Su nombre.
Hay autoridad en Su nombre; hay poder en Su nombre; hay vida en
Su nombre.
Nosotros no diferenciamos el nombre de Jesús de la vida que
deseamos; no diferenciamos la autoridad que deseamos ejercer de
este nombre, no diferenciamos el reino de Dios del nombre Jesús.
Afirmamos haber recibido a Dios porque hemos recibido Su
nombre y este es también el significado de "El reino de los cielos
no está aquí ni allá, está en usted".
Es el nombre de Dios, el nombre del Único Engendrado de
Dios, el gran nombre que ha sido dado a los herederos de Dios;
esto es, es la verdad del Uno Vivo, la gloria del Uno Vivo, la vida del
Uno Vivo y la autoridad del Uno Vivo.

“...para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y
debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre." (Filipenses 2:10-11).

Por lo tanto, uno debe ser humilde ante el nombre Jesús. Así
como uno hace todo en el nombre Jesús, como si lo hiciera al Uno
Vivo, uno debe ser sincero, santo, confiado y respetuoso. Si uno le
atribuye gloria a Él y lo ama, es como amar a Dios y depender de
Su nombre. Dice en Salmos 5:11, "Pero que se alegren todos los
que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiende
tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu
nombre" y en Salmos 9:2-3, "Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. Mis enemigos
retroceden; tropiezan y perecen ante ti". Y también, en Jeremías
10:6, “¡No hay nadie como tu, SEÑOR! ¡Grande eres tú, y grande y
poderoso es tu nombre!”.
Uno debe verdaderamente saber qué hacer para glorificar el
nombre del Señor, cómo puede ser glorificado. Nadie ha visto a
Dios el Padre, pero viendo al Hijo de Hombre a quien Él envió, es
decir, al Hijo de Dios, nosotros Le vemos (Juan 14:9). Además,
aunque no podemos ver a Jesús nuevamente porque Él se fue al
cielo, debemos creer en Jesús, Su nombre que Él dejó en el mundo,
depender de Él, honrarlo, obedecerle y servirle gloriosamente.
Si servimos al nombre como si estuviésemos viendo al Hijo
de Hombre con nuestros ojos y le servimos verdaderamente, la
justicia de Jesucristo se manifestará en Él. Debido a que esto es
igual que ver a Jesucristo, el que sirve al nombre Jesús llega a ser el
que ha visto al Señor, incluso si no está interesado en ver a
Jesucristo con sus ojos (Juan 16:10)
Nuestra fe consiste en buscar a Dios. Para este propósito,
hemos visto al enviado por Dios y hemos confiado en Él, es decir, a
Jesucristo (Juan 14:16). En Jesucristo hemos visto el camino que
lleva al Padre. Ese camino que ya no podíamos ver con los ojos fue
descubierto otra vez en el nombre de Jesús. Puesto que el Espíritu
Santo reside en el nombre Jesús, Él manifiesta el poder, la verdad,
y la justicia de Jesús.
Para un creyente, encontrar a Dios es encontrar Su justicia,
manifestada en Su Hijo, el Hijo de Hombre, y en la ascensión al
cielo de este último; esta justicia es manifestada en Su nombre, es
decir, Jesús. Para ponerlo en otros términos, el Hijo de Hombre es
la justicia de Dios y el nombre Jesús es la justicia de Dios.
Cristo que es el Hijo de Hombre es la realidad que testifica al
hecho que el Padre está vivo; su nombre Jesús es el nombre que
testifica que Jesucristo está vivo. El Espíritu Santo mora en el
nombre Jesús y es la realidad que testifica que este nombre está
vivo.
Ningún nombre bajo el cielo muestra una realidad viva.
“Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más
cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más
profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos…”
(Hebreos 4:12). La palabra de Dios es una existencia espiritual
similar a una realidad. Además, el nombre de Jesús por el Espíritu
Santo, -también ‘vivo y poderoso, y más cortante que cualquier
espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del
espíritu, hasta la médula de los huesos’- tiene la misma realidad
que la existencia del Dios Vivo.
Debemos comprender bien que el nombre Jesús y el Espíritu
Santo son inseparables. El Espíritu Santo mora indefectiblemente
en el nombre Jesús y obra con Él. Quienquiera que no tiene el
Espíritu Santo no tiene el nombre Jesús. Quienquiera que tiene el
Espíritu Santo en él tiene el nombre Jesús en él.
Así como el Espíritu Santo se manifestó con el Hijo de
Hombre (Mateo 3:16-17), él se manifestó con el nombre Jesús
(Juan 14:26). El Espíritu Santo no hace su obra solo, sin el nombre
Jesús, sino que obra con él. Por lo tanto, la salvación no se
encuentra en ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres por medio del cual los humanos pueden ser salvos
(Hechos 4:12).
En el mundo, el nombre llega a ser una garantía siempre que
uno viva, pero si el poseedor del nombre se muere, nadie puede
garantizar el nombre. Por eso cuando esa persona muere, su
nombre pierde efecto, mientras que el nombre Jesús, por estar
con el Espíritu Santo, siempre manifiesta su eficacia. Así, la justicia
de Dios se manifiesta en Él.
El que no manifiesta la justicia de Dios no vive. Cuando la
justicia de Dios es manifestada, se vive. Por lo tanto, estar "vivo"
significa manifestar la justicia de Dios, estar "muertos" significa no
manifestarla. Que la palabra de Dios esté viva significa que Su
justicia es manifestada en ella; que la fe esté viva significa también
que la justicia de Dios es manifestada en ella. Igualmente, el
nombre Jesús es descrito como la realidad viva porque la justicia
de Dios es manifestada en Él. La justicia es aquella que está viva.
Como resultado, quien ora no ha recibido separadamente el
Espíritu Santo y el nombre Jesús. Recibir el nombre Jesús y haberse
arrodillado ante Él significa haberse arrodillado ante el Espíritu
Santo que vino en Su nombre. El nombre Jesús por el Espíritu
Santo posee autoridad y poder semejante a la persona del Dios
Vivo. Así posee, todo lo de Su reino y de Su gloria y de Su
autoridad.
La vida está en el nombre Jesús porque el Espíritu Santo
mora en el nombre de Jesús y manifiesta el nombre Jesús porque
manifiesta la justicia del Dios vivo. Así como Dios está con el
Espíritu Santo y el Hijo de Hombre está con el Espíritu Santo, el
nombre Jesús está con el Espíritu Santo, de modo que no hay
ningún otro nombre semejante bajo el cielo y en la tierra.
Porque es un nombre vivo y activo, y porque es un nombre
que vino por el Espíritu Santo a reemplazar al Hijo de Hombre,
dotó con toda la autoridad y el poder sobre el cielo y sobre todas
las cosas, después de que fuera al cielo, este nombre de Dios, lo
que no es simplemente una afirmación con propósitos honoríficos
(Mateo 1:23). Consecuentemente, quien no puede recibir el
Espíritu Santo no conoce la realidad del nombre Jesús. No
aguantando su larga vida eclesiástica; tuvo solamente una vida
religiosa, conducida ignorando el nombre Jesús.
En el mundo, si una celebridad muere, también lo hace su
nombre, por lo que venerarlo es como idolatría. Por otro lado,
puesto que el nombre Jesús es el reverendo nombre siempre vivo,
condena a las generaciones malas y salva a los creyentes. Así como
Dios honró a Su Hijo y Le confió todas las cosas, Su Hijo honró Su
nombre, Jesús, y le confió todas las cosas. Este mismo nombre
mora por el Espíritu Santo en todos los que lo reciben y
manifiestan la justicia de Dios. La justicia de Dios es Su dignidad.
Puesto que quien ora se arrodilla ante el nombre vivo, a
diferencia del adorador de ídolos, que no se para ante nada, este
nombre recibe la gloria. En otras palabras, Dios recibe la gloria, y
es así como el que viene ante Dios en el nombre Jesús es el que
viene ante Dios Mismo.
Cualquiera que desprecia el nombre de Dios y lo toma en
vano, comete pecado semejante a la blasfemia contra el Espíritu
Santo, el que nunca será perdonado en esta era ni en las eras
venideras y ni nunca será considerado como inmaculado. Hemos
conocido la realidad del nombre de Dios y nos arrodillamos ante Él.

7
Uno Debe Buscar la Justicia de Dios

Uno debe buscar la justicia de Dios según Su


voluntad. Puesto que incluso el Hijo de Dios respetó y
obedeció la voluntad de Dios el Padre y siguió Su voluntad
hasta la muerte en la cruz, el Hijo de Dios dijo, "Mi Padre
es más grande que Yo" (Juan 14:28).
Sin embargo, la voluntad de Dios es para la justicia
de Dios. En términos de la voluntad de Dios, la justicia de
Dios es más que Su voluntad. Para Dios, nada es más que
la justicia de Dios.
Cuando Juan el Bautista vaciló al darle el bautismo,
Jesús contestó, "Dejémoslo así por ahora, pues nos
conviene cumplir con lo que es justo" (Mateo 3:15). La
obediencia y la sumisión de Jesucristo hacia el Padre,
hasta la muerte, fueron por la justicia de Dios. La palabra
de Dios y el idioma del mundo son diferentes porque la
primera manifiesta la justicia de Dios mientras que el
último está desprovisto de ella. Aunque la Ley manifiesta
la justicia de Dios (Romanos 7:12), también lo hace así el
evangelio (Romanos 1:17). La Ley es la justicia que
condena mientras que el evangelio es la justicia que salva.
En términos de condenación (juicio), la justicia de la Ley
tiene la razón; en función de salvación, la justicia de la
salvación tiene la razón. Nosotros no somos de la justicia
de la Ley que condena, sino que hemos sido liberados de
ella, hemos aceptado el evangelio y somos de la justicia
del evangelio. La justicia de Dios es manifestada en la fe;
la justicia de la condenación fue manifestada por la Ley, y
la justicia de la salvación por el evangelio, eso es, la gracia
de la libertad del pecado fue manifestada. Ahora, somos
de la justicia que es manifestada en el evangelio —que es
más que la de la Ley—, y posee la fe que nos permite
llamar a Dios Padre. La justicia de Dios significa la dignidad
de Dios.
Dios es el Uno que es por Sí Mismo, el Único Uno al
que no le falta nada. Porque Él creó el cielo para Su Hijo
(Hebreos 1:2), "para" significa que al Hijo tampoco le
faltaría nada. Aún más, debido a su humildad, el Hijo de
Dios no consideró ser igual al Padre, como habría hecho
alguien al que no le falta nada. Por el contrario, como
escogió someterse al Padre como uno al que siempre le
falta algo, apareció en el mundo como el Hijo de Hombre,
un poco inferior que los ángeles, como la simiente de la
mujer (Filipenses 2:6-8). Es así como deseó que la justicia
de Dios fuera manifestada llegando a ser el Hijo de
Hombre; como deseó que la justicia de Dios fuera
manifestada por su obediencia y muerte en la cruz; como
deseó que la justicia de Dios fuera manifestada por su
resurrección de entre los muertos.
Cualquier cosa que no manifiesta la justicia de Dios
es pecado. El pecado es falta de justicia, es decir, lo que
no manifiesta la justicia de Dios es llamado pecado. Si el
que espera grandes cosas de Dios y ora no conoce Su
justicia y no la busca, esto es falta de justicia. La falta de
justicia, esto es, la ausencia de justicia, provoca el juicio
de Dios. Juicio se refiere a la destrucción de Dios porque
la ausencia de justicia es poco provechosa para Dios.
Las bases del trono de Dios son el derecho y la
justicia (Salmos 89:14). Es por medio de la justicia que
Dios recibe gloria. Puesto que cualquier acto que ultraja la
justicia de Dios, a saber, Su dignidad, es sin valor para Él.
Es destruido, y Dios castiga la falta de justicia.
Así como un humano intenta tratar su enfermedad y
lucha contra ella sin importar el costo, Dios destruye al
falto de justicia y sin valor a cualquier precio. Nadie
culpará al paciente de ser "cruel" o "sin amor" porque
quita su enfermedad y expulsa los microbios de su
cuerpo. Igualmente, uno no puede decir que Dios es cruel
ni sin amor porque castiga y destruye al falto de justicia
que no le aprovecha a Él ni a Su reino. Si uno alguna vez
tiene esta idea, esto es falta de justicia, porque no
muestra la justicia de Dios, y Dios destruirá a este falto de
justicia.
El recto es el que manifiesta la justicia de Dios. El
hombre rico no puede entrar al reino de Dios en el cielo
porque la justicia de Dios no está manifestada en su
riqueza. Por otro lado, si dedica su riqueza al pobre y
manifiesta Su justicia, se dice que él entra a la vida eterna
(Marcos 10:17-21).
Debemos pensar primero si lo que buscamos por
medio de la oración manifiesta la justicia de Dios o no. A
pesar de la urgencia de nuestros asuntos carnales, si la
justicia de Dios no se manifiesta en el propósito, uno no
debe orar por ello.
Dios apoya activamente las peticiones que
manifiestan Su justicia y opera para su logro. Por otro
lado, si no las manifiestan, Dios las considera como faltas
de justicia. Él más bien cerraría los oídos y los ojos. Por lo
tanto, uno debe pensar qué buscar en la oración y ver si
está relacionado con la justicia de Dios. Uno nunca debe
considerar como el propósito de su súplica algo que no
manifiesta la justicia de Dios, incluso si beneficia a la
carne. Tal oración no será contestada, pero el solo hecho
de ofrecer la oración misma es faltar a la justicia. ¿Quién
escuchará una oración carente de justicia? Puesto que ya
está fuera del interés de Dios, llegará a ser una oración sin
valor. Pero, si es una oración que apunta manifestar la
justicia de Dios, Dios la evaluará y obrará en ella.
Uno debe pensar en lo que ultraja a Dios y en lo que
Lo glorifica. Los creyentes oran entusiastamente pero
buscan sólo su propia justicia, esto es, su dignidad, y
tratan de exaltarla. Haciendo esto, ellos ultrajan la
dignidad de Dios, que hace que sus oraciones se vuelvan
sin valor.
Algunos toman su justicia como la justicia de Dios y
gritan a Dios; otros amenazan a Dios. Algunos incluso
amenazan a Dios como si Le dieran una buena
reprimenda. Entonces, sus oraciones son amenazantes en
tono y contenido, "Dios, si usted no me ayuda, lo
lamentará", o "Dios, ¿dónde está usted? Ayúdeme si
quiere ser glorificado. Si usted no me ayuda, será
humillado". Estas personas confunden su orgullo con la
dignidad de Dios.
Para manifestar la justicia de Dios, uno debe haber
desechado desde hace mucho tiempo y muy lejos cosas
tales como el auto-orgullo de uno. Quien ofrece una
oración que alcanza verdaderamente a Dios es quien se
ha abandonado a sí mismo en primer lugar. Es decir, yo
debo haber renunciado a mi oración y orar sólo para el
reino de Dios y el nombre de Dios. Debo orar para la
consideración de Su nombre.
Alguien pidió que su pastor orara especialmente por
él, para que su sociedad de negocios tuviera éxito. Sin
embargo, esta persona nunca pensó acerca de la justicia
de Dios. Pasó por unas cuantas bancarrotas y de hecho no
podía hacer nada por su propia cuenta. ¿Cómo puedo
ofrecer yo alguna oración sincera por él ante Dios? Uno
no debe ni siquiera comenzar a pronunciar tal oración. Él
debería haber comenzado por arrepentirse desde el
principio.
Los que se arrepienten manifiestan la justicia de
Dios. Sin embargo, aún un proyecto asombroso, sin
arrepentimiento, es sólo un plan falto de justicia, que no
tiene nada que ver con Su justicia.
La justicia de Dios está manifestada en el concepto
de "propiedad de Dios". Aunque en el pasado, había
hecho mucho dinero, él fue muy hábil en robar a Dios. Si
no se arrepiente de ello y comienza un nuevo proyecto,
esto también quizás desarrolle un robo más grande—yo
no lo sé, pero Dios lo sabrá.
Él ya sabía que un décimo de los ingresos era la
promesa de Dios; "Dios le ayudó, Él le dará bendiciones".
Pero, al robar los diezmos, él ultrajó vergonzosamente la
dignidad de Dios. Dios sabe muy bien qué clase de
mentiras dice en sus oraciones.
¡Cuán abundante es esta clase de oraciones
mentirosas que los santos ofrecen en su vida diaria! Uno
puede orar toda la noche; el que escucha esa clase de
oración no está en el cielo ni en la tierra. Si uno quiere
pisar o pisotea la dignidad de Dios, significa que uno está
dispuesto a poner a prueba a Dios. Dios pidió no ponerlo a
prueba a Él, sino más bien, "…Traigan íntegro el diezmo
para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi
casa,…y vean si no abro las compuertas del cielo y
derramo sobre ustedes bendición hasta que
sobreabunde" (Malaquías 3:10).
¿Escuchará Dios nuevamente al que Él ya ha
maldecido porque no pudo tolerar su falta de justicia? Si
es ofrecida otra vez como oración y sólo porque es
solicitada en voz alta, aunque él había pedido poner los
diezmos en “mi alfolí" independientemente de los
ingresos, los humanos Lo ponen a prueba. Ponen a prueba
la maldición. Si uno quiere buscar la riqueza material por
medio de la oración, antes de comenzar a orar debe
revisarse si él ya no ha ultrajado la dignidad de Dios con
su riqueza, y auto confesarse.
Zaqueo recordó toda su falta de justicia al momento
en que vio al Señor. Por esta razón, negó sus posesiones y
prometió distribuirlas entre los pobres. Dijo que
devolvería cuatro veces la cantidad de su extorsión, según
la Ley. El Señor lo aprobó y dijo, "Hoy ha llegado la
salvación a esta casa, ya que éste también es hijo de
Abraham" (Lucas 19:9).
Si alguien quiere orar para encontrar un trabajo,
debe considerar por sí mismo si en el pasado ha
respetado la dignidad de Dios al hacer el trabajo de Dios.
Si tal cosa sucedió, debe arrepentirse y hacer una
confesión honesta para que el Dios todopoderoso pueda
juzgar aquello. Luego, debe verificarse en la oración si
hará algo que manifestará la justicia de Dios.
Si alguien se ha divorciado y ora para encontrar un
nuevo esposo, debe considerar primero por sí mismo si el
divorcio fue apropiado con respecto a la justicia de Dios.
Dios odia el divorcio.
“Yo aborrezco el divorcio —dice el SEÑOR, Dios de Israel—, y al que cubre de
violencia sus vestiduras», dice el SEÑOR Todopoderoso. Así que cuídense en
su espíritu, y no sean traicioneros.” (Malaquías 2:16).

La mentira es falta de justicia desprovista de la


justicia de Dios; la avaricia es también falta de justicia
desprovista de la falta de justicia de Dios; la falta de fe y la
desobediencia son la justicia desprovista de la falta de
justicia de Dios, también. Todos nosotros, que oramos,
nos permitimos preguntarnos si respetamos realmente la
justicia de Dios. Dios pide no buscar cosas tales como qué
comer, qué tomar, o qué vestir, sino buscar primero Su
reino y Su justicia (Mateo 6:31-33). Conozco las reglas de
la oración, así que oro según esas reglas.
8
Busque el Reino de Dios

El gran error que cometen los que oran es que no


saben por qué la oración es necesaria. El reino de Dios es el
lugar hecho para el Único Engendrado, el que Dios ama más
y el que Lo complace más (Mateo 3:17). Esto es llamado el
lado derecho de Dios, donde el Señor Jesús entró y mora
actualmente.
De antemano, ¡cuán humilde fue Él para ser adorado
bendecido por el Padre! Además, ¡cómo obedeció! Ésta es la
gloria que adquirió al final. El Señor todavía prepara una
morada para invitar a sus amados a este reino de Dios (Juan
14:1-3).
Nuestra esperanza es entrar allí, para disfrutar de la
vida y delicias eternas. En el proceso de adquirir las
condiciones para entrar allí, el Señor perfeccionó lo qué los
humanos fueron totalmente incapaces de lograr. Sin
embargo, el Señor no interviene en lo más mínimo en lo que
los humanos pueden hacer. Esto es llamado vida de fe.
Aunque el Señor resuelve por gracia el problema de la
redención, no interviene en la vida de fe. Esta es la porción
que cada persona debe asumir. Por esto, todos para entrar
allí reúnen las necesidades de este reino así como enfocan
su dedicación y amor hacia ello. Sólo los que adoran Su reino
tienen acceso a él; los que sueñan con él sólo por avaricia y
sin amor por él, no lo ganarán. Este reino es dado sólo a los
que lo adoran. ¡Cómo el Señor Jesús adora este reino! Dice
en Lucas 22:44 que en los días en que su carne estaba en
angustia, él oró más fervientemente y Su sudor fue como
gotas de sangre cayendo al suelo. ¿Ha adorado alguien el
reino de Dios como el Señor Jesús? Adoró más al reino de
Dios porque el Padre lo había creado para Él y se lo dio a Él.
Porque el reino de Dios fue hecho para Su amado Hijo,
es un lugar que Dios adora tanto como a Su Hijo y se regocija
tanto en él; el Hijo también lo adora tanto como lo adora
Dios el Padre. Por lo tanto, Dios no adoró a nada más que al
reino.
El diablo llevó a Jesús a la montaña más alta y le
mostró todos los esplendores del mundo, y dijo, "Todo esto
te daré si te postras y me adoras.” Entonces el Señor Jesús
dijo, “¡Vete de mí, Satanás! Porque escrito está: “Adora al
Señor tu Dios, y sírvele solamente a Él.” (Mateo 4:9-10), y
rechazó la tentación.
Porque el mundo es la morada de la carne, los lugares
agradables para ella abundan. El diablo nos seduce por
medio de ellos y nos impide pensar en el reino de Dios.
Además, nos roba incluso los sueños acerca del reino que
fueron contenidos en nuestros corazones.
Quien ora debe pensar primero en lo que adora ahora.
¿Estará Dios complacido si el que no adora Su reino obtiene
lo que debe ser utilizado sólo en Su reino y para Su reino y
trata de utilizarlo para el mundo? ¿Lo adorará Dios? Su
oración es una sin justicia, una que de partida no puede
alcanzar a Dios.
El reino de Dios es Su dignidad. La plenitud del poder
de Dios, la gloria, la alegría y el amor se encuentran allí. El
amor de Jesucristo, Su vida y la gloria que obtuvo por medio
de Su obediencia lo llenan.
Cuando el Señor Jesús estuvo en el mundo, no adoró
el mundo sino adoró noche y día sólo el reino de Dios y lo
deseó. Entonces, nos predicó el evangelio del reino y dijo,
"Abandona el mundo," "Arrepiéntete". Con este propósito,
nos ordenó ser bautizados, y como obedecimos, nos
despedimos del mundo. Después de salir del agua, nosotros
adoramos a Dios nuestro Padre, dependimos de los actos
meritorios del Señor Jesús y aprendimos el significado de
adorar el reino de Dios cuya obra estamos haciendo
actualmente.
Nuestra vida de fe, hasta el último momento en que
dejemos el mundo, debe consistir en adorar el reino de Dios
y prepararnos según Su voluntad. Dios adoró al máximo a
quien adoró igualmente Su reino mientras que abandonó a
quien lo rechazó y adoró el mundo, aunque fuera un
discípulo de Jesús, porque fue el resultado de su elección.
Quien ora debe pensar por sí mismo si está calificado
para orar o no. Quien no adora el reino de Dios, como un
cristiano religioso, disfruta simplemente del mundo con su
mente cristiana. Por otro lado, quien adora los amores del
reino los adora incluso aunque tenga que pagar con su vida.
Vive por el reino de Dios incluso aunque tenga que
abandonar todas sus posesiones. Tal persona tiene derecho
para orar.
Lo que Dios prometió dar al que ora es lo que fue
prometido al que quiere utilizarlo sólo para el reino, y la
promesa se aplica sólo a éste. El hipócrita, el que desea sólo
jactarse o parecer bueno ante los humanos, no puede ver el
reino de Dios; su oración no puede alcanzar a Dios,
tampoco.
Hemos visto que las oraciones de aquellos en quienes
confiamos porque parecieron grandes creyentes no fueron
contestadas. Esto es una realidad. Si adoraron el reino de
Dios, manipularon la Iglesia como hipócritas, se jactaron de
sí mismos y llevaron vidas religiosas, ¿pueden tener algo que
ver con el reino de Dios?
El reino de Dios no es un mundo conceptual. Es un
lugar donde el Hijo de Dios entró después de haberse
sometido hasta la muerte a Dios el Padre y que tiene la
plenitud de la prosperidad y la gloria resplandeciente.
Miramos hacia adelante a la resurrección porque
tenemos acceso a este lugar sólo en nuestros cuerpos
resucitados. Cuando los santos se sacan sus tiendas
carnales, sus almas van y descansan temporalmente en el
paraíso. Entonces, a la Venida del Señor, son resucitados, lo
encuentran en el aire, bajan al mundo para reinar con Él
durante mil años; cuando el mundo se termine, subirán al
cielo y entrarán por fin al reino de Dios.
Todos los esfuerzos para la dedicación, la fidelidad y la
santificación de las almas que uno hace actualmente en la
carne, son preparativos para recibir la gloria en el reino. Sólo
los que adoran este reino viven por él. Nada sería imposible
si una iglesia estuviera llena sólo con quienes adoran este
reino. Uno no puede esperar nada del que no adora el reino
sino que adora el mundo.
Quien se para ante el Rey del reino de Dios debe
demostrarse a sí mismo hasta qué grado adora. Las mentiras
y el engaño no proporcionan el reino de Dios. La razón por la
que Dios escucha al que ora en la tierra es el amor de este
último por el reino. Sabe que si Él ayuda al que adora Su
reino, Él trabajará más por él.
Adoremos el reino de Dios. Este es el atajo de la
oración. Busquemos por la voluntad de uno, con Dios; esto
es estar por la voluntad de uno, con el Señor Jesús. Jesús
preguntó, “...¿Quién es mi madre, y quienes son mis
hermanos? …Porque todo aquel que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana,
y madre" (Mateo 12:48-50). ¡Esta palabra es un tal fuego!
Aunque el Señor cure al que enfermó debido a su amor por
el reino de Dios, Él no interviene en la enfermedad del que
adoró tanto al mundo como para estar en este estado.
Uno debe darse cuenta de la razón por la que la
oración de uno queda sin respuesta. No adoremos el
mundo; de otro modo, nuestras oraciones están ya
bloqueadas. Adore el reino de Dios; Dios abrió la puerta del
cielo para el que lo hace. ¿Qué es más fácil? ¿Pasar por la
puerta cuándo está abierta de par en par o tratar de pasar
cuándo está cerrada apretadamente? Por lo tanto, no
persiga la avaricia mundanal para la carne sino más bien
considere su vida de dificultades en esta tierra como un
peregrino errante y acepte los problemas de cada día como
ordenó el Señor. La miseria de los que no adoran el reino de
Dios porque están demasiado ocupados adorando el mundo
que ni siquiera es eterno trae lágrimas a mis ojos.
La oración no es algo que cualquiera puede ofrecer.
Sólo quien ha recibido Su promesa puede hacerlo. Por lo
tanto, uno debe sentirse libre ante Dios, uno no debe
engañarse y uno no debe poner a prueba a Dios, tampoco.
La Biblia ya explicó a quien Dios contesta y bendice y da
señales. Reveló ya el último castigo reservado al que adora
el mundo. El mundano no puede adorar el reino de Dios
debido a su ignorancia, pero nosotros lo sabemos. Este es el
lugar que el Señor Jesús alcanzó, donde está preparando el
juicio final para el mundo.
Quien no tiene el reino de Dios en el corazón no está
calificado para orar. Quien lo tiene en su corazón es aquél al
que le es poderosamente permitido orar.
9

Comience la Oración Con el Derecho de los


Hijos de Dios

"No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes
de que se lo pidan. " (Mateo 6:8).

“¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un


pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar
cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará
cosas buenas a los que
le pidan!?" (Mateo 7:9-11).

Esto es lo que el Señor enseñó acerca de la oración.


Orar no se trata de que los pobres pidan a los ricos. La
petición de los hijos a sus padres con respecto a sus
necesidades no es mendigar, sino su derecho. No es que los
padres tengan derecho a no dar; más bien, los hijos tienen
derecho a recibir de sus padres.
Nuestra oración es la promesa de Dios, cuando no
tuvimos el derecho a preguntar a Él, tampoco. Sin embargo,
El nos compró con Su sangre y nosotros somos Sus hijos,
regenerados por el Espíritu Santo y Su palabra. El Espíritu
Santo testifica con nuestros espíritus que hemos llegado a
ser hijos de Dios.
Quien ora debe ante todo saber por qué Él debe venir
ante Dios y orar. Algunos, en situaciones críticas, van al
mundo y encuentran una solución, y no piden la ayuda de
Dios primero. Es decir, son hijos del mundo. Por eso van al
mundo. Van al mundo por ayuda. Por otro lado, los hijos de
Dios irán a Dios. El punto es quién le ayudará en una
emergencia.
Sólo el espíritu de un hombre dentro de un hombre
conoce su situación (1 Corintios 2:11). Un espíritu está bien
enterado de su situación, sin importar la crisis. El Espíritu
sabe cómo encontrar la solución y quién lo puede ayudar. Es
porque los humanos no ponen atención al espíritu que no
piensan primero en resolver espiritualmente sus problemas.
Si tuvieran esta intención, comenzarían por ir en la dirección
deseada por sus espíritus.
Mientras menos fe tiene una persona, más sigue los
pensamientos de la carne y busca soluciones mundanales,
poniendo a Dios en segundo o tercer lugar para resolver un
problema urgente. Una persona de fe, sin embargo, tiene
que buscar a Dios primero. En situaciones semejantes de
pánico, muchos se comportan supersticiosamente y
adhieren a Dios sólo como su último recurso.
No debemos orar con una convicción supersticiosa,
sino con una firme certeza de nuestro estatus. Podemos
mostrar caridad una o dos veces a aquellos con quienes no
estamos relacionados, porque nos compadecemos, pero si
hemos de hacerlo a diario, llegaremos a cansarnos, y no lo
haremos más. Sin embargo, no podemos cansarnos del
problema de nuestros hijos. Es un asunto de
responsabilidad. Así, no es un deber continuo, sino uno de
toda una vida. De la misma manera, Dios quizás escuche un
par de veces la súplica de alguien que no está seguro de su
estatus, pero acaba por terminar como un trabajo de
caridad. El Señor alimentó a cinco mil personas por medio
de la señal del pez y los cinco panes, pero pidió reunir las
sobras. Así, se llenaron doce canastas con ellas, pero no
pudieron llevarse a casa puesto que la señal terminó allí.
Por esta razón, Él dijo que orar para la carne— qué comer,
qué tomar—trata de resolver los problemas del día, y que
cada día tiene bastante afanes propios" (Mateo 6:34).
Lo que buscamos de Dios no es una solución temporal
sino una respuesta permanente. Sólo los hijos con sus
derechos pueden preguntar al Padre que tiene un deber.
Dios no llegó a ser nuestro Padre porque Él lo deseó; es Su
nuevo pacto. El primer pacto de Dios fue, "Sus
descendientes serán mi pueblo, y yo seré su Dios," y el
nuevo pacto es, "serán mis hijos, y yo seré su Padre". Dios
dirigió a Su pueblo desde Egipto a la tierra de Canaán por el
duro desierto. Puesto que esto es lo que prometió a los que
recibieron el primer pacto, entonces los últimos son Sus
hijos y Él es su Padre.
Nuestro Padre como el Todopoderoso es el Salvavidas
y todo es posible para Él. Es el Padre compasivo y amable. Su
amor es infinito. Si los humanos, aunque malos, son muy
misericordiosos hacia sus hijos, ¿por qué no contestaría Dios
a Sus amados con cosas buenas? El derecho a ser
contestado pertenece a Sus hijos.
La oración es el pan de los hijos. Por lo tanto, la
oración y la respuesta no están separadas, sino son una para
Dios, y Él se siente responsable de ello. Porque no nos
sentimos sinceramente legítimos de nuestro estatus como
los hijos de Dios, nos apenamos de depender de Él y no
podemos confiar en Él. Sin embargo, si deseamos que Él nos
acepte como Sus hijos, la oración es un resultado
impecablemente justo. Debemos vivir en tiempos regulares
como los hijos de Dios con tal fe y recibir los testimonios
adjuntos. La felicidad más grande para los hijos es ir al Padre
en todo tiempo, hablar de su situación, y a saber, ser
contestado.
Los humanos tienen tanto un cuerpo como un espíritu;
la carne es un ser temporal y el espíritu un ser eterno. Uno
no sabe cuántos años ni cuántos días uno podrá todavía
utilizar la carne, pero Dios sabe. ¿Escuchará el que tiene la
respuesta eterna la súplica de la muy limitada carne, y así
acortará Su respuesta eterna como cosiendo un nuevo
pedazo de tela a una vieja prenda de vestir? Aunque la
redención sea eterna porque la curación de la carne es
temporal y la enfermedad puede volver a ocurrir u otra
puede aparecer. Jesús advirtió, "No vuelvas a pecar, no sea
que te ocurra algo peor" (Juan 5:14). No es porque Lázaro
fuera levantado otra vez que su carne llegó a ser
incorruptible. En efecto, más tarde él también murió Por
eso, los deseos de la carne pueden tener límites pero los del
espíritu son eternos y están ligados o relacionados al reino
de Dios.
¿A cuál voz escucha Dios, a la de la carne o a la del
espíritu? Dado que Él ya dio el sol y la lluvia para la carne,
éstos son suficientes para ella. Por otro lado, para el
espíritu, Él dio a Jesucristo, el Espíritu Santo, la palabra y los
ángeles (Hebreos 1:14).
Sólo el espíritu conoce la situación profunda de un
humano y la transmite a Dios. Dios escucha también al
espíritu porque conoce bien su situación; el Espíritu Santo
también intercede por el espíritu a favor de los santos, con
gemidos que las palabras no pueden expresar (Romanos
8:26-27). ¿Gemirá indeciblemente el Espíritu Santo para
ayudar a la carne humana?
El no vino cuando los humanos estaban sólo en la
carne. Cuando sus espíritus fueron salvos del pecado y
fueron revitalizados, Él vino a sus espíritus. El Espíritu Santo
no es el que vino para la carne, Él vino para el espíritu y
testifica que es un hijo de Dios (Romanos 8:16).
La oración es un medio de comunicación entre el
espíritu y Dios. El espíritu, por medio de la oración, suplica a
Dios, quien resolverá las situaciones profundas y urgentes
de los humanos. Dios contesta con cosas espirituales y
contestando al espíritu, las señales suceden.
El espíritu conoce bien la situación de una persona.
Sabe la causa de todos los problemas manifestados en la
carne así como de todos los acontecimientos que le ocurren
en el mundo a la carne. El espíritu sabe que tales problemas
deben ser resueltos espiritualmente. Sin embargo, la carne,
que no está en absoluto enterada de ello, oprime al espíritu
y no puede cuidar de la situación del espíritu. La carne no
puede beneficiarse de la gran fuerza de Dios porque sólo
sigue las cosas visibles y su naturaleza pecadora, para los
temas materiales.
La carne no es un hijo de Dios, porque fue heredada
de padres mundanales. Aunque el espíritu estuvo muerto
desde el principio debido al pecado, recuperó la vida por la
fe por medio de la gracia de Jesucristo. Es decir, Dios lo
salvó, lo regeneró y lo hizo Suyo, esto es, un hijo de Dios.
Puesto que hijos de Dios se refiere al espíritu, no considere a
su carne como tal. Es sólo la tienda del espíritu, su
propiedad. Como poner el carrito antes del caballo, la carne
llegó a ser anfitrión, y el espíritu es considerado como
huésped. La manera de comunicarse anteriormente con Dios
es bloqueada.
Si uno ha conocido esta verdad, el espíritu debe ser el
propietario y la carne debe volver a su propio lugar, es decir,
como un huésped. Luego, el propietario debe resolver todos
los problemas, no el huésped. Entonces, la puerta por la que
todos los problemas pueden ser resueltos será abierta
ampliamente.
Dios escucha a cada espíritu. Prepara sin límite dones
celestiales para ayudar al espíritu. Si solamente el espíritu es
digno, Él permitirá aún más cosas y lo protegerá. La oración
en el cuarto interior es el encuentro del espíritu y Dios el
Padre.
El poder es lo que posee el alma, no la carne. Algunos
entienden mal y piensan que la carne recibe el poder de
Dios. Los que entrenan su carne depositan su elegante
poder en los músculos de sus cuerpos y en sus mentes, y en
un momento, los pueden mostrar ejercer una fuerza más
grande que otros, pero sólo trascienden un poco los límites
de su carne por medio de lo que adquirieron por
entrenamiento.
Esto se aplica en todas las competencias olímpicas:
entrenar y ejercitar la carne de los humanos al límite, para
desafiar. Es absolutamente falso que alguien haya llegado a
ser como un dios porque muestra fuerza sobrehumana. Un
ilusionista es simplemente un actor bueno para engañar los
ojos de la audiencia mediante las artimañas que ha
adquirido por el extenso entrenamiento, pero su fuerza no
es sobrenatural.
En la región de Samaria, los que entretenían y
seducían a las multitudes con su magia vieron las señales de
los discípulos y fueron maldecidos al tratar de comprar los
poderes del Espíritu Santo (Hechos 8:18-21). De esta forma,
uno no debe mal entender que uno recibe el poder en la
carne y lo almacena en algún lugar de ella.
Sólo el espíritu puede poseer el poder de Dios y el
espíritu puede recibir el poder de Dios y manejarlo hasta el
punto de su santidad. Cuando uno santifica su espíritu y
llega a ser un recipiente precioso en las manos de Dios y lo
mantiene por su fe, posee sin límites el poder que Dios tiene
para dar.
Los sentimientos y las sensaciones de la carne se dan
cuenta primero de la razón y el propósito de la oración. Sin
embargo, fue el espíritu el que conoció primero, y la carne
posteriormente conoce sólo el resultado. El espíritu no
puede utilizar su derecho a pedir ayuda incluso si sabe cómo
son procesadas todas las cosas, porque este derecho puede
ser adquirido sólo por la fe, que la carne debe poseer
absolutamente.
Puesto que la fe viene de una voluntad que ha
agregado la razón y la mente de la carne, es por medio de
esta fe que uno debe aceptar la promesa de Dios. En este
momento, el alma es regenerada por la gracia de Dios,
recibe la fuerza y llega a probar el don de Dios.
“Hijos de Dios" se refiere a esta alma. A veces uno
toma hijos de Dios como hijos carnales, no sabe quiénes son
hijos de Dios, su carne o su alma, y siempre puede dirigir su
vida de iglesia en este estado. La carne mortal y corruptible
no es hija de Dios. Los padres carnales se quedan como
carne y cuando mueren, lo mismo ocurre a sus hijos
carnales.
Dios no consideró como Su hijo a la carne que se
descompone y desaparece, sino regeneró el alma dentro de
esa tienda. Salvó esta alma del pecado, le dio al Espíritu
Santo y lo fomenta dándole la palabra como alimento.
Ahora, uno sabe dónde radican el requisito de oración
y el derecho del que ora. El propósito de la oración no es
mendigar temporalmente sino acogerlo. Un bebé recién
nacido debe por sí mismo poner sus labios en el seno de la
madre y chupar con toda su fuerza; de otro modo, no puede
tener la leche. Así como el bebé utiliza toda su fuerza, si el
espíritu vive por el Espíritu Santo, también debe gritar con
toda su fuerza a Dios. Uno debe implorar al Padre, al Padre
que adora y acoge al alma.
El alma está apenada y triste; también se regocija y
agradece. El alma desea al que es espiritual y anhela el
trabajo de Dios, pero no puede dirigir una vida espiritual
porque la carne lo dificulta y lo estorba.
La discordia, los celos, la pereza, los ataques de furia,
la falta de justicia, la ilegalidad, etc. de la carne están sujetas
al odio de Dios y bloquean el camino del alma. Por esta
misma razón, Dios pidió quitar primero el odio, el
resentimiento y la falta de perdón hacia los pecados de los
otros de nuestras mentes.
Diciendo, "Así que en todo traten ustedes a los demás
tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho,
esto es la ley y los profetas" (Mateo 7:12), y "Porque si
perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a
ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus
ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las
suyas." (Mateo 6:14-15), él cerró su enseñanza con respecto
a la oración.
Si un alma es dificultada, esto se debe a los deseos
carnales de uno. Calumniar a otros, odiarlos y envidiarlos
mientras se ora a Dios es un mal punto de partida. Quien ora
debe vencer los deseos de su naturaleza carnal y no ser
dificultado de ninguna manera por ellos. Usted no puede
resentirse pero, ¿no está usted llenó de envidia? ¿Si oye que
alguien a quien usted envidia está en un apuro, no se
encanta usted algo en un rincón de su corazón? ¿No siente
curiosidad acerca de cómo él cayó en problemas, cómo se
arruinó? Tal atrocidad dificulta a su alma y usted se maldice.
El odio también debe desaparecer totalmente en el que
quiere orar, lo mismo que el resentimiento. Uno no debe
tener esa retorcida conciencia que se encanta ante los
fracasos de otros. Cuando uno está a punto de orar, uno
debe arrepentirse primero ante Dios, trabajando y
preguntándose seriamente para quitar completamente todo
esto, y luego depender de la gracia de la sangre preciosa del
Señor para lavarse.
Dice en Hebreos 9:22, "De hecho, la ley exige que casi
todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de
sangre no hay perdón" (Hebreos 9:22). Dependamos de la
sangre preciosa del Señor Jesucristo. Uno debe neutralizar
los deseos pecadores de la carne por el poder de Su sangre y
después de haber limpiado la sucia conciencia de uno, el
alma de uno debe clamar a Dios con un corazón limpio y
santo.
El Padre del alma escucha la voz de Sus hijos, a saber,
de las almas santas. Escucha y contesta sin falta. La
confesión, "¡Padre Nuestro en el cielo, el Padre!” debe salir
del alma. No debe ser de ninguna forma un grito que resulta
de la soledad carnal ni una voz que habla para la carne.
Debe ser puramente la voz del alma.
¿Fue el clamor de Jesús en la cruz la voz de la carne o
la del alma? La Biblia dice en Mateo 27 versículos 46, 50,
"Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí,
¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?"…Entonces Jesús volvió a clamar
con fuerza, y entregó su espíritu” (Mateo 27:46,50). Y
Esteban también clamó en voz alta, "Mientras lo
apedreaban, Esteban oraba, ¡Señor Jesús, recibe mi
espíritu!. Luego cayó de rodillas y gritó: ¡Señor, no les tomes
en cuenta este pecado! Cuando hubo dicho esto, murió"
(Hechos 7:59-60).
El clamor del alma alcanza a Dios y entonces Dios lo
recibe y responde (Hebreos 5:7). Lo que va ante Dios es
nuestra alma, no nuestra carne. Cuando el alma alaba a
Dios, no lo hace por la naturaleza pecadora de la carne, a
saber, sentimientos y emociones. Al escuchar la palabra, el
alma debe escuchar, no la carne con sus sentimientos. Es así
como el Padre del alma quiso mostrarnos la relación
espiritual (Juan 4:23-24).
El deseo del alma es espiritual después de todo. Uno
debe transmitir deseos eternos y recibir respuestas eternas.
Uno debe suplicar con los derechos de los hijos y sus
súplicas deben continuar, no como un ritual religioso sino
deben ser espirituales. Lo que es religioso debe ser realizado
por convicción mientras que la oración debe ser ofrecida
por fe, por lo que está relacionado con el alma.
Dios es el Padre de nuestras almas, es decir, nuestro
Padre. Sólo el alma de uno tiene derecho a orar. La oración
de la carne que busca sus deseos, mendiga; la oración del
alma ejercita sus derechos.

10
El propósito de la oración
es buscar bendiciones
Dios dio a las criaturas cosas espirituales y entre
ellas, bendiciones antes que todo lo demás. Estos son los
dones supremos que puede conceder a las criaturas en
términos de la espiritualidad.

"… y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen
las aguas de los mares. ¡Que las aves se multipliquen sobre la tierra! "
(Génesis 1:22)

“…y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen
la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, a
todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»" (Génesis 1:28).

"Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de toda
su obra creadora." (Génesis 2:3).

Dios llamó a Abraham por primera vez y le dijo, "Haré


de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu
nombre, y serás una bendición" (Génesis 12:2), y ordenó
bendiciones. Como se mencionó anteriormente, la lectura
de la Biblia sería suficiente para hacer a uno comprender
que los resultados de las bendiciones son la abundancia y
la prosperidad.
Entre todas Sus creaciones, Dios bendijo a todas las
criaturas vivas, a los humanos y a Su día santo, lo que
significa que Dios bendijo Sus posesiones. Además, ordenó
bendiciones a Abraham, como un pacto. Por último, Él
bendijo a multitudes de espíritus por Jesucristo.

"Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido
en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Dios nos
escogió en Él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin
mancha delante de Él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos
suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de Su voluntad, para
alabanza de Su gloriosa gracia, que nos concedió en Su Amado. En él tenemos
la redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a
las riquezas de la gracia" (Efesios 1:3-7).

Entonces, consideremos cuán grandes son las


consecuencias de las bendiciones. La esperanza de los
humanos es la abundancia y la prosperidad. Estos son los
primeros frutos que ocurren cuando uno recibe
bendiciones del que las otorga. Sin embargo, si Él maldice
una bendición de uno, ella llega a ser inútil, y menos la
otorga.
Maldiciones se refieren a las bendiciones maldecidas.
Se dice que el bendecido prospera en todo lo que hace
(Salmos 1:1-6), pero no el que no lo es, a saber, el malo.
Las bendiciones no son su propiedad. Todos los humanos
quieren adquirir bendiciones pero éstas son dones selectos
de Dios que no se aplican al malo.
Las bendiciones son las que Dios ordenó a los que
han sido reconocidos como buenos y justificados, los que
no se negarán a recibir las bendiciones ordenadas por Dios
(Números 23:20). Ordenando todas las bendiciones
espirituales Dios prometió bendiciones al que obedece
(Salmos 133:3).
La Iglesia del Nuevo Testamento es la asamblea de
los que han recibido tales bendiciones en las que habita la
plenitud del que lo llena todo en todos los aspectos
(Efesios 1:23). Tales bendiciones están necesariamente
dentro de la Iglesia porque Él las compró con Su sangre. La
Iglesia es santificada por la sangre de Cristo y es guiada por
el Espíritu Santo (Hechos 20:28).
Dios hizo que las bendiciones permanecieran en el
reino de gestión espiritual; de ahí Su mencionada fe y la
sabiduría para manejarlas. Él ordenó que el bendecido
fuera pobre en el espíritu; que el bendecido siempre
llorara, que el bendecido fuera manso; que el bendecido
sintiera sed y hambre de justicia; que el bendecido fuera
siempre misericordioso con el lastimoso; que el bendecido
fuera siempre puro de corazón; que el bendecido fuera
pacífico y un pacificador; que el bendecido fuera
perseguido a causa de la justicia; que el bendecido se
alegrara incluso si fuera insultado, perseguido y difamado a
causa de Jesús (Mateo 5:l-12).
Dios prometió que al final de todas las cosas, el
bendecido sería recompensado en el cielo. Esta
recompensa se refiere a la forma en la cual quien ya ha
sido bendecido maneja sus bendiciones. No es nada, si al
recibirlas, uno no las puede mantener. El deber del
bendecido es mantenerlas.
Bendiciones se refiere a propiedad. El bendecido, es
decir, sólo el que ha llegado a ser un poseedor, puede usar
sus posesiones como quiera, y cambiarlas. Por otro lado, el
que no es bendecido no puede darse cuenta de sus sueños
no obstante su fantasía. Porque no tiene nada, no puede
hacer nada.
El que es bendecido, esto es, el que tiene propiedad,
puede mover su montaña al mar o su árbol de sicomoro al
mar y plantarlo allí. Puesto que los posee, puede hacer lo
que quiera con ellos, mientras que el que no es bendecido,
que no es propietario, no puede mover nada. La Biblia
afirma que el que tiene tales derechos de propietario es el
que tiene fe.
“El que tiene fe”, “el bendecido” y “el que ha llegado
a ser dueño espiritual” tienen el mismo significado.
Durante su vida, los humanos tienen muchas cosas que
hacer y poseer, pero no saben cómo tenerlas, mientras
que nosotros lo aprendimos por medio de la Biblia. Para
obtener todas estas abundantes cosas uno debe ser
bendecido primero. Por esta misma razón, la prioridad en
nuestra lista de oración es buscar bendiciones.
Las bendiciones son lo que uno puede recibir sólo de
Dios. A menos que Dios lo bendiga, uno puede reunir sus
cosechas en el granero y ampliarlo, pero todos los sueños
construidos sobre ellas desaparecerán si Dios se lleva su
espíritu esa misma noche. "Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta
misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se
quedará con lo que has acumulado?” Así le sucede al que
acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante
de Dios." (Lucas 12:20-21).
Quien es rico delante de Dios se refiere al bendecido.
Nadie puede quitarle nada al bendecido, porque tiene
propiedad. Quien no es un propietario no puede poseer ni
mantener nada. Por lo tanto, la urgencia más grande es
buscar primero las bendiciones que son la plenitud del que
lo llena todo en todos los aspectos. Aunque Jacob, después
de décadas de esfuerzo, había reunido muchos hijos,
manadas de cabras y asnos, y regresado a casa, él tuvo
miedo que alguien se los podría quitar porque él no estaba
bendecido. Por eso, prefirió mandar todas sus posesiones,
esto es, manadas de animales, sirvientes e incluso sus
hijos, y buscar primero las bendiciones de Dios, porque
supo muy bien que nada sería dejado en las manos del que
no es bendecido.
Luchó con toda su fuerza contra un ángel toda la
noche hasta que salió el sol, hasta el punto de dislocarse la
articulación de la cadera; es así como él se esforzó por
obtener bendiciones. Para Jacob era un asunto de vida o
muerte. Fue sólo cuando finalmente obtuvo esas
bendiciones que Jacob cruzó el río cojeando.
Es así como buscar bendiciones no es la clase de
oración descuidada que se deja enteramente a la
discreción de Dios. Aún si uno quiere ser contestado
inmediatamente en sus necesidades, debe ser bendecido
de antemano. Es sólo cuando uno es bendecido que podrá
obtenerlas. El bendecido puede arrodillarse ante el Señor
en cualquier momento y buscar al Señor por la oración, lo
que no se aplica al que no es bendecido.
En el Día del Señor, los pastores dan la bendición en
cada sermón y otra vez dan la bendición. Sin embargo,
quien no considera las bendiciones como realidades, sino
sólo como abstracciones, nunca puede ser bendecido con
la bendición pronunciada por los pastores con ambas
manos en alto. Ésta fue la forma en que el Señor Jesús dio
la bendición a sus discípulos antes de su ascensión. Los
miembros de la iglesia no pueden recibir las bendiciones
de Dios porque no conocen las promesas de Dios y no las
pueden manejar.
Quien puede recibir bendiciones, quien puede
poseer bendiciones, quien las puede mantener es su
mismo espíritu. La carne no puede recibir bendiciones, no
las puede poseer tampoco, ni mantenerlas. Sólo el espíritu
tiene el poder de mantener y poseer bendiciones. Cuando
el espíritu de uno busca las bendiciones de Dios, las recibe
y las posee, entonces puede prosperar en todo lo que
hace.
La oración del que no es bendecido siempre golpea
el aire y corre sin rumbo. Es religiosa y supersticiosa. Al
contrario, porque el bendecido ejercita su derecho, él es
siempre audaz y está contento.
Si eso es así, ¿qué es urgente para nosotros? ¿Por
qué oraremos? La oración debe ser nuestra súplica
constante. Las bendiciones deben estar a la cabeza de
nuestra lista de oración para que abundantes bendiciones
llenen nuestros espíritus y el temor esté ausente de ellos.
¡Busque bendiciones! Dado que ellas son
espirituales, son la propiedad del espíritu, lo que Dios
quiso dar sólo para el espíritu. Entonces mientras la carne
está en este mundo, se beneficia del espíritu. Así como
está escrito en Tercera de Juan 2, "Querido hermano, oro
para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de
buena salud, así como prosperas espiritualmente". El
secreto de la prosperidad del espíritu es ser limpiado por la
sangre del Señor, ser influido por el Espíritu Santo, y
recibir, sobre todo, bendiciones.
De esta manera, escoja las bendiciones como su
primera y más importante oración. No se deje sacudir en
absoluto por ninguna crítica de superstición a su búsqueda
de bendiciones. Estos calumniadores no conocen las
promesas de Dios, no tienen fe, ni espiritualidad, son los
que ofenden a todos en todo, nubes sin lluvia, árboles de
otoño sin fruta y primaveras sin agua.
Somos los que han recibido la redención del pecado
por la sangre preciosa del Señor Jesús y el Espíritu Santo, a
quien había enviado, y probamos los dones dados por este
último. Somos los que estamos listos para recibir todo lo
que nos quiere dar, los que oramos en esta tierra.
Si por la oración uno no recibe de Dios, ¿por qué
sería necesario ofrecerla en la iglesia ante todos? La
oración es el derecho de los santos. Es la promesa del
Señor, su mandamiento. Uno puede decir que su espíritu
vive porque puede orar a Dios.
Si su oración no puede buscar bendiciones, entonces,
¿para qué sirve? Los tentadores son también los que
ponen a prueba a Dios. Los que dificultan la oración y
desprecian las bendiciones son los que serán maldecidos
por Dios, lejos de ser bendecidos por Él.
Aunque las bendiciones son los derechos exclusivos
de Dios, Él las distribuye a los que Él adora y con quienes
las quiere compartir. Nadie en el cielo ni en la tierra es
bendecido sino Dios. Es porque somos de Él que podemos
recibir bendiciones y esperarlas.
Toda mi vida, yo he estado orando por las
bendiciones de mi espíritu. Yo siempre me arrepiento,
reconozco la sangre del Señor y santifico mi espíritu para
que pueda recibir bendiciones dado que mi carne no las
puede manejar. Incluso si los pecados de mi alma son
muchos, yo los santifico por la sangre de Jesús para que yo
siempre pueda buscar bendiciones y trabajar por medio de
ellas. Es por estas bendiciones que oro por lo que necesito
en mi trabajo.
Las bendiciones no son lo que uno busca cuando
tiene problemas. Cuando uno encara un problema, esto
puede ser el tema de la oración, pero las bendiciones
deben ser buscadas siempre, hasta su plenitud.
El bendecido es la envidia más grande de todas. No
importa cuán alta sea la posición social de una persona,
¿puede transmitir él su súplica ante Dios? ¡Qué gran gloria
poder ofrecer las oraciones de uno a Dios, que el espíritu
de uno tenga siempre el derecho de transmitir sus
demandas! Por lo tanto, busque las bendiciones antes que
todo.
Busque bendiciones y llene su espíritu con ellas. Así
como la carne sabe cuando el estómago está lleno, el
espíritu de uno sabe cuándo está llena de bendiciones. El
alma llena de bendiciones no duda de Dios, ni siquiera se
opone a Él; como Le obedece, se regocija siempre y es
humilde.
¿Piensa que Jesucristo no tuvo bendiciones cuándo
estuvo en el mundo? Aunque la higuera infértil lo
avergonzó cuando no tuvo nada que comer ese día, él la
reprendió y le ordenó nunca más volver a dar frutos. Él es
el que tiene tales bendiciones; Él es quien invitó a cinco mil
en el desierto y los alimentó para que no desmayaran. Si
no hubiera tenido bendiciones, ¿podría haberlo hecho?
Como El Uno Bendecido les dio bendiciones, él obra con
ellas. Además, puesto que Él oró por nuestras bendiciones,
debemos recibirlas.
Ponga su corazón y su alma a buscar bendiciones.
Busque hasta que su alma verdaderamente las posea.
Gritemos como Jacob hasta que la articulación de la cadera
se disloque. Busquemos trabajando, y preguntándonos
seriamente.
Dios no es mezquino con respecto a las bendiciones.
El problema es que Él no las puede dar porque no hay
almas que puedan manejarlas. Como se ha dicho
anteriormente, preparémonos y busquemos las
bendiciones. Son la máxima prioridad. Aún al hacer el
trabajo del Señor, uno necesita bendiciones. Aún al hacer
un trabajo personal, uno necesita bendiciones. Así como
alguien no puede construir una casa si no hay una base,
aún con todos los materiales en las manos, alguien que no
es bendecido no puede darse cuenta de sus planes, por
brillante que sean. Pero así como la base puede soportar
una buena construcción, las bendiciones también pueden.
Busque las bendiciones antes de buscar la riqueza
material; busque las bendiciones antes de buscar el poder.
Busque las bendiciones primero, antes de comenzar
cualquier cosa. ESTA es la verdad.
11

La oración es el último medio, es decir, el


último camino espiritual

Cuando Jesús empezó su vida pública, él comenzó por


la oración. Hizo todos sus trabajos también por la oración, y
él oró también en el último de los suyos. La oración es la
sabiduría y la actitud de la mente de la persona espiritual.
Quien no está en su sano juicio no ora. Quien no tiene
sabiduría no ora. Así como una persona viva respira, la
oración es la fuerza conductora del que vive
espiritualmente.
Si no hubiera habido oración, ¿podría haber hecho yo
el trabajo del Señor? Es porque tuve oración toda mi vida
que pude servir al Señor por medio de obras espirituales. La
oración es como los rieles sobre los cuales corre el tren. En
todo trabajo que hago, pavimento el camino por medio de la
oración. La razón por la que uno no puede avanzar aún más,
a pesar de la calidad y la cantidad de la carga en el vagón, es
que los rieles están ausentes. Es así como quien no tiene
oración no puede proyectar sus sueños y no puede hacer ni
siquiera una cosa. Así como un tren no puede ir donde no
hay rieles, nada sucede dondequiera que no hay oración.
Cuando uno necesita confiar en la fuerza de Dios, ya
sea en el trabajo o en el reino de Dios o en los asuntos
mundanales, la oración abundante es definitivamente una
necesidad. Uno no puede recibir bendiciones aunque uno
quiera si la oración no alcanza el nivel necesario, y ningún
poder se manifiesta dondequiera que la oración está
ausente. Dice, "Cuando Jesús entró en casa, sus discípulos le
preguntaron en privado: ¿Por qué nosotros no pudimos
expulsarlo? – Esta clase de demonios sólo puede ser
expulsada a fuerza de oración – respondió Jesús" (Marcos
9:28-29). Jesús aclaró que aparte de la oración, ningunos
otros medios poderosos fueron capaces de salvar al niño
atormentado por tales espíritus malignos. Uno puede
compadecerse del niño y estar dispuesto a ayudarlo sólo
para sentirse perdido, pero esto es sólo un sentimiento.
Los sentimientos no pueden salvar a los humanos: el
poder puede, pero uno puede recibirlo sólo por medio de la
Oración. Escuchemos al Señor que dijo que aparte de la
oración, no hay método para salvar a los que son
atormentados por tales espíritus.
¡Lo que sucederá si usted no puede salvar a los
miembros de su familia porque sus oraciones son
insuficientes! ¡Cómo se vería si es derrotado en una batalla
espiritual porque su oración es insuficiente! Quien no ora y
así no experimenta señales pero todavía vive con una mente
pacífica es diferente del que manifiesta el poder de Dios por
las oraciones. ¿Cuál de los dos hace el trabajo de Dios? ¿Cuál
de los dos complace a Dios?
La oración es realmente una promesa preciosa. A
pesar del amor de uno a Dios, sin oración uno no puede
utilizar Su poder. A pesar de la humildad y la piedad de uno,
sin oración uno no puede expulsar los demonios. A pesar del
buen vivir y gran amor de uno, sin oración uno no puede
salvar a nadie de los espíritus malignos. Uno puede tener
grandes sueños y fe equivalente, pero para hacer que el tren
pueda pasar, uno debe pavimentar el camino. Antes que
uno comience algo, uno debe primero orar, para ponerlo en
las manos de Dios.
La oración es su recordatorio a Dios; es para implicar a
Dios en su trabajo y hacerlo prosperar. Porque orar es el
último recurso, no hay ningún otro medio para los humanos.
Tener a Dios con lo que usted quiera emprender, pedir
prestado Su poder todopoderoso y no estar dispuesto a ser
dificultado por nadie en el mundo,... esto es la oración.
Uno hace por medio de la oración lo que no puede
hacer con el dinero; uno hace por medio de la oración lo que
no puede hacer con la paciencia; uno hace por medio de la
oración lo que no puede con lágrimas. Uno puede recibir la
ayuda del Espíritu Santo por la oración. Uno lo induce a
colaborar. La oración moviliza a los ángeles celestiales y los
induce a tomar parte en el trabajo de uno. Lo induce a uno
a trabajar con reglas celestiales. La oración es estar
dispuesto a hacer por la fuerza de Dios lo que ya no puede
hacerse por la fuerza de la naturaleza. Nada es más
espiritual que la oración.
Mi felicidad más grande es orar, tener el poder y la fe
para orar. Aún en el mundo, si el rey da reconocimiento al
trabajo que usted hace y toma parte en ello, todo puede ser
posible y usted estará muy orgulloso de ello. Aunque sea
difícil orar, uno lo debe hacer con un corazón muy
agradecido. No habrá alegría más grande si Dios sabe lo que
quiero emprender y si el Dios Creador da su aprobación.
La oración es lo que hombres de oración han estado
haciendo desde el principio y ellos fueron contestados por
señales y maravillas misteriosas, que no pueden ser
obtenidas en base a la palabra, sino sólo por reglas
celestiales.
¿Puede haber una maravilla más grande para los
humanos carnales que obtener los frutos espirituales a que
sólo un Dios puede tener acceso? Por lo tanto, comencemos
con alegría. Una vez que hayamos avanzado en la oración,
debemos estar determinados a no volver atrás otra vez.
El Señor Jesús también nos enseñó diciendo, "golpee",
"golpee hasta que se abra", "busque hasta que encuentre",
"hasta que Él dé". En la oración, el principio es así el final,
porque es el último recurso. Dado que la oración es buena
voluntad tanto de los humanos como del Creador para
colaborar, así como Dios se concentra en ello, la persona
que ora también debe comenzar con esto en su mente.
La mayoría de las personas, cuando oran, son
distraídos en sus corazones y no pueden concentrarse, por
lo que sus importantes decisiones se hacen nada. Si uno sale
del cuarto de oración con pocas esperanzas o con dudas con
respecto a la respuesta, la consecuencia será obvia. Si el
propósito de la oración ha estado oculto, debe ser liberado.
Debe ser liberado sin falta. Por eso, los dolores de la
liberación deben seguir.
Recibimos la gracia como un don sin ningún esfuerzo
humano involucrado, pero las respuestas a la oración
requieren la clase de lucha que es como dolores de parto.
Hacemos esta porque queremos neutralizar todas las
dificultades de la carne y hacerlo con lo que está más allá.
Uno debe movilizar en la oración todo su corazón, todo su
cuerpo, toda su fuerza, aún su sudor y hasta su vida.
La Biblia dice que Jesús, en sus días en la carne, ofreció
oraciones y peticiones con fuertes gritos y lágrimas al Uno
que lo podría salvar de la muerte, y fue oído a causa de su
reverente sumisión (Hebreos 5:7). Una maratón es una
competencia contra los récords, una lucha contra uno
mismo. Una vez que uno comienza, debe correr 42,195
kilómetros, una larga distancia hasta el fin. Esto es una
competencia que desafía los límites humanos. La oración
también es una lucha semejante; es aún más ardua y
demandante hasta la última onza de energía. La oración es
el mejor medio para penetrar el mundo espiritual que es
mucho más formidable que la maratón que desafía los
límites de la carne.
Una vez que usted se ha arrodillado para orar,
enfrentará muchas tentaciones. Las rodillas pueden dolerle,
pero la fatiga física, la idea que es demasiado difícil y todos
los pensamientos inútiles del mundo comenzarán a
agobiarle como el duro viento del invierno. La terrible y
solitaria maratón en la que uno tiene que vencer con los
límites de la carne sacando todas sus energías durante varias
horas da comienzo a un inquieto sentimiento de que el
tiempo no pasa.
No obstante, uno debe luchar contra todas estas
tentaciones y ganar, y la oración solitaria tipo maratón debe
continuar. Sin embargo, uno debe rechazar la idea de que el
tiempo no pasa. La oración no es un asunto de llenar el
tiempo. Si uno ora una hora, cinco horas o varias horas,
nuestras oraciones deben alcanzar a Dios y Él las debe
contestar.
Aunque Jesucristo sea el Hijo del Dios vivo, Él obedeció
y murió después de que consiguiera transmitir Su oración.
Tres días después, su oración fue contestada. Luego, el
tiempo de respuesta no es asunto nuestro. Una vez que
hemos transmitido nuestras oraciones, es asunto del Señor
(Juan 14:13). Él lo prometió. El nunca ha mentido.
Oramos porque respetamos la palabra verdadera del
Señor. Quien rindió hasta su vida por nosotros no puede
mentirnos. Creemos en su palabra verdadera y comenzamos
nuestra oración. Sólo cuando ganamos en nuestra lucha
contra nosotros mismos podemos transmitir nuestras
oraciones.
Dios no quiere ver la mortificación del humano en la
oración. Él simplemente quiere ver su buena voluntad para
sobrepasar la naturaleza a tal extensión y vencer sus teorías
y conocimientos insensatos que él pretexta con su razón y
pensamientos. La responsabilidad para vencer esto está en
el que ora.
Dios también vino a la carne para escuchar en
persona a nuestras almas. Además, independientemente de
su condición de sin pecado, fue castigado como un pecador
y como Dios soportó mucha humillación y sufrimientos de
parte de los sucios humanos. Entró muy profundo entre los
humanos, tan profundo que nadie lo había reconocido como
el Hijo de Dios y Dios. Ya no había para los humanos ningún
medio, ni manera de acercarse a Él. Él Había utilizado todos
los métodos posibles por el poder de Dios.
De ahora en adelante, a menos que los humanos
ataquen fuertemente, es imposible ir más allá. Como dice
Mateo 11:12, "Desde los días de Juan el Bautista hasta
ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra
viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse él";
oremos. Decidamos morir por orar. Puesto que es una
abominación y una hipocresía si no podemos transmitir
nuestras oraciones o que éstas sean contestadas, ¿no es
preferible morir al orar?
La oración no es un acto supersticioso de recitar
conjuros ni balbucear algunas fórmulas ante un ídolo. Orar
es venir ante un rey e informarle a él en forma verdadera;
en resumen, la oración es la fe de vida. Aun cuando sea
como probar su fe, ya sea que esté vivo o muerto, si ha
comenzado a orar, si lo hace del todo, debe invertir el
cuerpo y el corazón hasta que eche espuma por la boca, el
cuerpo entero se empape con sudor y los nudillos se le
agrieten.
La oración del que es contestado no es quieta ni
ahorra sudor. La oración es sólo como Dios llegó a ser un
humano. Es un enfrentamiento hasta el punto de llegar a ser
como un dios. Es suplicar por la fuerza que uno utiliza para
chocar contra los dioses. Aún si los choques son inevitables
en las negociaciones entre humanos, no es necesario decir
que se sangra y se suda cuando uno choca contra Dios.
Durante la oración, uno tendrá hambre o se agotará y así se
sentirá tentado a parar. Sin embargo, no pare. Uno debe
transmitir su oración a toda costa.
Aunque un cable de alta tensión de una central
eléctrica haya sido alambrado a una casa, si la conexión
queda corta aunque sea unos pocos milímetros, la
electricidad no pasará. De esta manera, la oración es una
negociación asombrosa, como el momento en que Dios y los
humanos soltaron sudor y sangre. En la oración, uno debe
ganar en la lucha contra sí mismo, incluso aunque tenga que
durar días y meses.
En mi caso también, una vez que yo decidí orar, estaba
preocupado porque sabía que mi cuerpo débil no podría
proporcionar la fuerza que la oración requeriría. Al implorar,
la aprensión que yo iba a morir me agobió la mayor parte de
las veces. Cada vez, me di fuerzas a mí mismo y continué,
porque tenía que tener éxito en mi oración, si no en otra
cosa, a toda costa, aún a costa de mi vida. Después, el gozo
se derramó.
Antes de cualquier importante decisión, nunca
comencé a orar sin esta actitud "sobre mi cadáver". No fue
una oración ordinaria, ni una oración para llenar el tiempo ni
una oración hipócrita que parece calmada. Uno debe
mostrar toda su vida y verterla en la oración. Comencé a
orar en la fe y el conocimiento de este principio. A mí
también me aterroriza orar, pero es así como debo hacerlo.
Orar sin realmente esperar ser contestado es no
mantener la promesa de uno con Dios. Todos nosotros
debemos haber confesado un día u otro, "Dios, yo le doy mi
vida". Sin embargo, ¿cómo puede quién no puede ni dedicar
su vida a la oración, ofrecérsela a Dios?
Porque la definición de uno de martirio es la muerte a
su debido tiempo, uno no dedicará su vida aunque hable de
ello. Morir a su debido tiempo se aplica igualmente a los
incrédulos y los malos. La esperanza superficial, "yo moriré
cuando me llegue mi hora", es compartido por cualquiera
que muere de muerte natural.
El martirio implica una vida antes de la muerte.
Martirio es Abraham llevando a Isaac al monte Moria y
colocándolo en el altar. Para participar en la fe de su padre,
Isaac impuso su vida y permitió ser atado. Esto es martirio.
Testificar aún con su vida ante los que tenían la muerte
escrita en sus caras, como Esteban, eso es martirio.
¡Si la Biblia describe martirio como rendir la vida ante
aquellos que lo matan a causa del testimonio de Jesús
(Apocalipsis 20:4), cuánto más debe uno morir por la
oración! Quien ora debe morir como mártir para transmitir
su oración. Si no puede destruir a los seres espiritualmente
malos ni a esta clase de espíritus porque no ora, entonces
está, verdaderamente, mal. Quien adora al Señor, no duda
en absoluto de Él. Quien no duda acerca del Señor, no teme
absolutamente morir por la oración. Rinda su vida por una
oración de crucial importancia y sea contestado.
La Biblia registra que Elías puso su cabeza entre sus
rodillas cuando oró porque la lluvia viniera a una tierra que
no la había visto durante tres años y seis meses, y no levantó
la cabeza hasta que fue contestado. No creo que esto haya
durado sólo unos pocos minutos. Después de que oró
durante mucho tiempo, pidió a su sirviente que mirara hacia
el cielo, y este "mucho tiempo" puede haber durado más de
una hora. Significa entonces que había suplicado en esta
posición por lo menos durante siete horas.
La oración, la oración es nuestro aliento. Más que ser
incapaz de ser contestado y preservar el aliento, es
preferible recibir el amor agradable de Dios y Su respuesta a
costas de sacrificarlos. Con la desdicha del Dios
todopoderoso que no interviene en su vida en este mundo
cuando Él ha prometido sin límites un mejor vivir y los
derechos espirituales por la verdad del cielo, piense en cuán
despreciable es su ser no espiritual, porque su pereza y su
amor por la carne le dificultan entrar allí.
De entre los poderes que los humanos que creen en Él
pueden recibir en esta tierra, el poder es el supremo y mejor
don. El Uno que es más poderoso que yo me ayuda; el Uno,
para quien todas las cosas son posibles, ayuda a los
humanos impotentes, con Su poder. Pensemos cuán
orgullosos podemos estar de la fuerza y la gracia del Uno
que tiene todas las cosas y que lucha y trabaja a favor mío, a
quien no sólo siempre le falta sino que también es
impotente.
Entre los dones que el Señor Jesús nos da, la oración
es el mejor, uno que podemos utilizar siempre. No piense
ligeramente en esta experiencia maravillosa; el distante y
lejano reino de Dios y Su trono han llegado más y más cerca.
Tengamos el poder por medio de una oración viva que uno
ofrece con fe, antes que con una oración hipócrita que
queda sin respuesta. Cuando uno llega a ser un hipócrita por
medio de una oración sin fe, todo llega a ser una hipocresía;
cuando la oración vive realmente, todo regresa a la vida.
Si la oración de uno está muerta ante Dios, uno está
también muerto. Cuando uno no tiene a ningún ejército en
el momento en que tiene que derrotar al enemigo, será
derrotado. La oración es más poderosa que miles de
soldados; es como tener siempre un poderoso y gran
soldado bajo sus órdenes. Así como es imposible ayudar
caritativamente a un gran número de personas hambrientas
si uno no tiene alimento, la ausencia de oración es como la
ausencia de alimento. Por otro lado, teniendo la oración es
como estar provisto de alimento ilimitado.
Sólo la oración es la llave última que resuelve los
problemas de uno. Es el único poder con que Dios puede
hacer lo que los humanos no pueden. Por lo tanto, uno debe
poner todo su poder en la oración. Aún el Hijo de Dios puso
cada onza de su poder en la oración; el Espíritu Santo
también ora por los santos, con gemidos que las palabras no
pueden expresar. Entonces, dormir, para los humanos que
necesitan más las oraciones, es como la tontería de los que
perecieron en la inundación mientras Noé construía el arca
para salvar su vida.
Cae por su peso que no se nos pide orar por asuntos
mundanales que pueden hacerse aún sin la oración. Se nos
pide orar por los asuntos que los humanos no pueden hacer
o porque sus manos son demasiado cortas. La oración hecha
con todo el afán y el poder atrae la atención de Dios y
moviliza a las hordas celestiales de ángeles. Puede
enderezar la pierna que un demonio dobló, y puede reparar
inmediatamente el cuerpo que un demonio destruyó.
La oración es una gran ventaja, el poder, para los
santos, la fuerza desde los cielos. Es también el derecho para
ordenar a los ángeles que fueron enviados a ministrarlos. En
el mundo, tanto los creyentes como los incrédulos siempre
encaran situaciones críticas. Los que son del mundo están
perdidos y sienten desesperación, mientras que los
creyentes que son de Dios no están perdidos sino las
desafían por medio de la oración. La oración es fe que
desafía lo imposible. Por la oración, uno entra al palacio de
allá arriba, abre ese arsenal y abre ampliamente la puerta de
ese gran almacén. ¿Cuán diferente será la situación del que
tiene el poder para orar de esta manera y del que no lo
tiene? El último sentirá intensamente la miseria de no tener
este poder.
Algunos dan sus grandes peticiones de oración a una
persona de oración, cuando ellos mismos no oran. El que ora
puede aceptarlas y orar en su nombre, pero, ¿podrá
arrepentirse por ellos? O, ¿puede adorar al Señor por ellos?
El los puede apoyar por medio de la oración, pero sólo las
personas mismas concernidas pueden ser contestadas. Ellos
no debieran dejar que Dios se alejara de ellos.
La oración es la voz del que complace a Dios, por quien
Él siempre espera. Uno logra por medio de la oración lo que
no puede hacerse por la fuerza; uno logra por medio de la
oración lo que no puede hacerse por el dinero, tampoco.
Puesto que uno hace por medio de la oración lo que los
humanos no pueden hacer, la oración es el último recurso,
el medio espiritual supremo.
Quien ora es quien tiene el poder absoluto. Desafíe el
gran problema que está ante usted. Orará, lo hará o morirá,
y todavía, si no puede ser contestado, continúe orando, ya
sea que tome diez días o un mes. Esta es la promesa del Dios
que habla con la verdad.
12

Nunca desista de aquello


por lo que ha orado

Uno debe cosechar lo que ha sembrado. Algunas cosas


pueden conseguirse en unos pocos días, otras pueden tomar
unos pocos meses. Todavía otras pueden lograrse después
de algunos años. Esto también se aplica a la respuesta de la
oración. TÚ oras, pero el Uno que contesta es Dios. Por lo
tanto, debes confiar la respuesta a la autoridad de Dios.
Desde que Dios puso en Su autoridad los tiempos o las
fechas, nosotros no los sabemos (Hechos 1:7). Quien ora
sólo espera continuamente la respuesta. Así como el
granjero espera la lluvia, espera el tiempo de cosechar las
semillas sembradas en la primavera, uno debe esperar. Aún
cuando uno se siente impaciente, uno debe tener fe. Uno no
debe abandonar absolutamente aquello por lo que ha
comenzado a orar. Esta es la promesa de Dios a Sus hijos.
Dios completó el primer pacto con Abraham, a saber,
"Tus descendientes serán mi pueblo, Yo seré Su Dios.” Esto
es porque, Él mandó. “…Cada enfermo entre ustedes será
circuncidado…, y esta será la señal del pacto entre Yo y tú"
(Génesis 17:5-11). Como resultado, "...Tus descendientes
serán extranjeros en tierra extraña, donde serán
esclavizados y maltratados duramente cuatrocientos años…
y luego tus descendientes saldrán en libertad y con grandes
riquezas " (Génesis 15:13-14). ¿Cuán distante en el futuro y
cuánto tiempo le tomará antes de recibir respuesta?
Entonces dijo, "Tú, en cambio, te reunirás en paz con
tus antepasados, y te enterrarán cuando ya seas muy
anciano. Cuatro generaciones después tus descendientes
volverán a este lugar, porque antes de eso no habrá llegado
al colmo la iniquidad de los amorreos" (Génesis 15:15-16).
El pacto de Abraham fue uno en relación con la fe. La
convicción que el mundano trae de la matriz de su madre es
fe natural, y con esta fe, uno no puede formar parte de los
trabajos santos de Dios.
Por lo tanto, el pacto que Dios hizo con los humanos
es la fe. La fe dada por Dios, no la convicción, es el pacto. De
ahí en adelante, Abraham poseyó la fe dada por Dios, que es
una fe mil veces, diez mil veces mayor que la fe. El pacto no
tiene promesa ni garantía. Por otro lado, la fe dada por Dios,
como principio del reino de Dios, es una verdad que a los
humanos se les ha permitido probar.
La fe, como la espera de los santos, es obtener el
resultado de lo que Dios ha puesto en acción. Esto es lo que
la Biblia llamó matrimonio, la promesa de la novia que cree
en el novio y le espera, y de él, que regresa a ella sin falta
(Oseas 2:19-20). Entonces, la fe es el cumplimiento de la
promesa del encuentro entre el novio y la novia.
Cuando Abraham tuvo fe con respecto a esta promesa,
la tentación que le hizo dudar acerca de ella lo amenazó
varias veces pero él nunca dudó de Dios. Aún después de
que recibiera la orden absurda para sacrificar a Isaac en el
monte Moria de quien Él, Dios, había prometido, "será la
simiente de Mi pueblo", Abraham no dudó acerca de Dios
porque creyó firmemente que Isaac sería su simiente. Por lo
tanto, ató a Isaac en el altar abrasador y estuvo a punto de
matarlo. Como él no vaciló un segundo sino obedeció, la
situación llegó a ser más presionante para Dios.

"Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, pero en ese momento el


ángel del SEÑOR le gritó desde el cielo: ¡Abraham! ¡Abraham! —Aquí estoy
—respondió. —No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún
daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te
has negado a darme a tu único hijo." (Génesis 22:10-12).

Porque Dios consideró como justicia la fe y la


obediente actitud de Abraham (Génesis 15:6), tal fe es la
fe prometida. Sólo el poseedor de tal fe es un
descendiente de Abraham (Lucas 19:9-10).
La fe que confía en Dios, no la convicción, es lo que
lleva a la salvación. Así, toda la palabra de Dios es
cumplida. Así como la palabra mostrada en Génesis 1,
"Dios dijo, y así sucedió", la palabra de Dios no es sólo una
enseñanza religiosa, sino también la palabra que debe ser
cumplida definitivamente y que será cumplida
definitivamente.
Nuestra fe es confiar en esta palabra y respetarla
como nuestro propio aliento de vida, a costa de
abandonarse, si fuese necesario. La fe y la oración no
están separadas. La fe también se manifiesta por medio
de la oración en la vida diaria, y la oración ve su resultado
por la fe.
Al igual que con la fe uno debe esperar y no dudar
hasta cosechar sus frutos, con la oración uno también
debe esperar su respuesta y no dudar. Uno debe esperar
como el que plantó un árbol frutal y espera
pacientemente hasta que dé frutos. Si arranca el árbol
porque no pudo controlar su impaciencia, todos los
esfuerzos habrán sido en vano.
Es lo mismo con la oración. Si uno no puede esperar
y la abandona o duda, es como arrancar el árbol frutal
después de haberlo plantado. Uno debe esperar con
paciencia, como con la fe del granjero, para ver buenos
resultados.
[Durante los últimos cincuenta años, algunas de las
oraciones de las que he dudado llegaron a ser
inevitablemente fracasos, también. Todavía, yo mismo me
he maravillado del cumplimiento inevitable de aquellas en
las que no he dudado. Anoté diez oraciones en el reverso
de una tarjeta de visita y la llevé conmigo hasta que
fueran contestadas. Oraba en todas partes con ella en mi
mano, y no dudé.
Una fue contestada en un año, otra en cinco años,
todavía otra en diez años, luego otra en treinta, y otra en
cuarenta. Es así como se cumplieron todas las diez
oraciones escritas en la tarjeta.
Al principio, todo esto debe haber parecido
absurdo. Mi condición y estado de vida eran bastante
bajos y esto hacía su cumplimiento casi imposible. Sin
embargo, yo las había puesto en mi lista de oración
porque me habían asegurado que tenían que ser
cumplidas por la obra del reino de Dios. Por eso yo no
abandoné la fe con la que he orado aún después de un
año, diez años, cuarenta años, y he persistido en orar.
No sólo oré por esta obra, sino también actué.
Desde el momento en que creí y continué, las dificultades
no fueron pocas, pero no me desalentaron y perseveré.
Por fin, se cumplieron cuarenta años más tarde.
Es bastante difícil mantener la fe. Las más de las
veces, estuve a punto de caer debido a realidades
innegables, como las seducciones que aparecían en mi
corazón, la desesperanza y la impotencia. Cada vez, yo
entonces oraba hasta sudar por todas partes; inscribía mis
oraciones en la tarjeta otra vez, como en el voleibol, esto
es, golpeado antes de caer al suelo, para que ellas no
parecieran ridículas].
Lo que es más difícil que comenzar una oración es
esperar su resultado. Esto es puramente debido a la
naturaleza de los humanos: la impaciencia, la duda, y
luego la impotencia. El poder de la oración no radica en
cuán fervorosamente uno grita, sino en cuánto tiempo
uno puede esperar la respuesta.
La fe y el poder de Abraham están en su espera.
Hasta que la promesa se cumplió, él se consideró a sí
mismo y a sus descendientes como "Hebri", es decir,
vagabundos.

"Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a
entender que andaban en busca de una patria." (Hebreos 11:13-14).

Dado que esto fue fe, también lo fue la oración que


practicaban. El corazón que ora y espera respuesta
requiere paciencia—la espera como la del vagabundo,
que no descansa y sale a cazar la respuesta. Jesús, en su
camino a Jerusalén, vio una higuera y deseó sus frutos.
Sin embargo, no pudo comer de ellos, y dijo, "que nunca
des frutos otra vez".
Al día siguiente, en su camino de regreso a
Jerusalén, cuando pasaron otra vez por la higuera, los
discípulos recordaron las palabras de Jesús y le dijeron,
“Señor, la higuera que maldijiste está marchita”. Jesús
replicó, “Tengan fe en Dios” (Marcos 11:22), y agregó,
“Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate
de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor
duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les
digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén
pidiendo en oración, y lo obtendrán” (Marcos 11:23-24).
La duda debe estar ausente de la oración. En la
oración, uno debe creer en lo que ha recibido, no dudar, y
esperar. Esta es una promesa con Dios así como la
promesa de Dios. La oración es la promesa que puede
cumplirse sólo al confiar en Dios. Si uno ya no confía en
Dios, ninguna oración puede cumplirse. Confiar en Dios es
importante por encima de todo. Dios también dio
reconocimiento a la fe de Abraham. Él dijo, "Ahora sé que
temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a
tu único hijo" (Génesis 22:12).
Por lo que uno ha orado ya no es más problema de
uno. Pertenece a Dios, que oyó la oración. Dios nunca es
acosado por un problema. Después de haber recibido una
oración, Él no es acosado por ella, preguntándose,
"¿Cómo resolveré esto?”, porque recibir oraciones y
contestarlas es Su trabajo.

"¡Hazme recordar! Presentémonos a juicio; plantea el argumento de tu


inocencia." (Isaías 43:26).

"Jerusalén, sobre tus muros he puesto centinelas que nunca callarán, ni de


día ni de noche. Ustedes, los que invocan al SEÑOR, no se den descanso; ni
tampoco lo dejen descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la
convierta en la alabanza de la tierra." (Isaías 62:6-7).
Si uno quiere inducir a Dios a trabajar, uno debe
recordarle a Él de uno mismo. La oración es el
recordatorio de uno a Dios. Aunque Dios es omnisciente,
Él no interfiere con la voluntad de los humanos. Él no
recuerda la voluntad de los que están más allá de Su
intervención y de Su poder. Él puso los límites del olvido
en Él Mismo. Consecuentemente, inducir a Dios a
recordar con Su fe dada es trabajar con Él.
Como se muestra en Marcos 4:38-39, "Jesús,
mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un
cabezal, así que los discípulos lo despertaron. - ¡Maestro!
¿No te importa que nos ahoguemos? Él se levantó,
reprendió al viento y ordenó al mar: ¡Silencio! ¡Cálmate!
El viento se calmó y todo quedó completamente
tranquilo.", despiértelo a Él y no Le dé descanso. Y luego,
permita que Él se haga cargo de la respuesta.
Dudar es cancelar la oración de la que Él está
encargado de y retirarla de Él. Una vez que Él está a cargo,
uno debe tener fe para esperar, y esperanza. Uno no debe
dudar acerca de lo que ha orado, al punto de la
insensatez. Si uno tiene la opción, es preferible morir que
cancelar por lo que uno ha orado.
[Entre mis oraciones, algunas son para ser
contestadas aún después que yo deje este mundo, porque
están relacionadas con mi trabajo presente, porque son
un favor que pido a mis descendientes como un deseo del
agonizante, y porque son peticiones a mis discípulos].
Las profecías en la Biblia y la fe y la respuesta a la
oración han sido confiadas como una cosa a "la espera".
Las profecías son palabras que inducen a esperar días, o
décadas, o siglos, o milenios; eso hace la fe, eso hace la
oración. Dado que los tiempos y las fechas en que actúa el
Dador son de Su autoridad, no lo resientan ni lo critiquen.
Puesto que todas las oraciones son contestadas según la
voluntad de Dios, por lo que uno ha orado será
contestado sin falta.

"Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos


conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas
nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le
hemos pedido." (1 Juan 5:14-15).

De ahora en adelante, no cancelemos nuestras


oraciones dudando, sino que arrepintámonos de nuestra
impaciencia y tratemos de tener nuevos corazones.
13

Busque el poder. El poder sólo


viene desde Dios

¿Qué obtendrán los humanos de Dios? Él ya dio


riqueza material y los hizo depender de sus esfuerzos, en el
principio. Él también les dio el sol y la lluvia. Pero en lo que
se refiere a las cosas espirituales, Dios les permitió
permanecer bajo Su jurisdicción, con tal de que los humanos
la utilicen a tiempo por medio de la palabra de Dios, de
acuerdo a sus necesidades (Mateo 4:4). Ellos perdieron este
derecho a causa de la caída.
Dios desea que ellos recuperen su perdida forma de
vida espiritual por medio de la fe, pero dado a que los
humanos no aceptan esta fe, no pueden adquirir poder
espiritual. Una persona religiosa puede permitirse estar sin
poder, pero un hombre de Dios debe tenerlo
absolutamente. Así, como dice 1 Corintios 4:20, "Porque el
reino de Dios no es cuestión de palabras sino de poder", uno
puede vivir realmente en el reino de Dios sólo por el poder
espiritual.
Uno puede vencer por el poder de Dios los límites de
las cosas materiales. Por ejemplo, la medicina puede tratar
las enfermedades humanas, pero es limitada. Un médico
puede ayudar a que uno no se muera, pero no puede
prolongar su vida simplemente porque él quiera vivir. Es
decir, el médico puede demorar su muerte, pero no puede
impedir que finalmente muera.
Todas las cosas son posibles para Dios, no obstante.
Gracias a Su fuerza, una persona agonizante regresará a la
vida; Él quiere salvar al que agoniza. Creemos en el poder
del Dios que quiere salvar al que agoniza, no a los que
vivirán de todos modos.

"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo
el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Dios quiere hacer que los hijos de los humanos vivan


por Su gracia. Con este fin, Él dio la fe. Cualquiera que posee
la fe dada por Dios puede venir ante Él, creer en Él, en Su
pacto y en Su nombre.
La fe significa llegar a ser uno con la promesa de Dios.
Lo que uno ha obtenido por la fe no es el mundo sino el
cielo, y como tal, el mundo le llama poder. El poder es
espiritual. Como un acontecimiento existencial, es el poder
de Dios, no uno conceptual o intelectual que la razón pueda
establecer.
Cuando un humano se enferma, la medicina lo puede
tratar hasta cierto punto, pero no hay garantía de que lo
salvará. Por otro lado, el poder garantizado de Dios puede
curarlo completamente. Esta es la verdad curativa de Dios
que vence poderosamente los límites humanos.
Algunos tratan de denunciar la sanidad por el poder de
Dios como una conducta supersticiosa y fanática, pero su
incredulidad en Dios explica su propia conducta. Yo no hablo
a los incrédulos, sino a los creyentes, es decir, a los que
creen que Dios vive y que creen que Jesucristo, a quien Él
envió, es su Señor y Salvador. La promesa de Dios es efectiva
para ellos. Y la obra del reino de Dios que deben recibir
definitivamente es el poder. La curación es también poder
absoluto de Dios.
Algunos afirman que "Dios confió la curación a los
médicos". ¿Entonces, por qué ora uno? Si Dios cura sólo por
las manos de los médicos, ¿cómo puede uno explicar que
aún los que no oran sean curados por ellos? ¿Significa eso
que Dios cura también a los que no oran? Nosotros no
queremos curar por el poder de Dios al que puede ser
tratado fácilmente por un médico; queremos hacer por el
poder de Dios aquello que los humanos son totalmente
incapaces de hacer.
El testimonio de la palabra de Dios y la prédica de las
noticias del reino de Dios pueden hacerse sin el Espíritu
Santo. El Señor Jesús, sin embargo, no desea el testimonio
de los humanos, sino sólo los de Dios, de Jesucristo y del
Espíritu Santo (Juan 5:33-37), porque el primero es
totalmente impotente y no da cuenta ni de un millonésimo
del último, que es confirmado por el gran poder y las señales
que le acompañan.
La oración no espera resultados naturales. Uno no
quiere ahorrar tiempo y ser aliviado por la oración por algo
que sucederá naturalmente de una u otra manera. Esto es
buscar el resultado que será logrado por el poder de Dios. El
poder de Dios no conoce límites. Uno puede recibir hasta la
capacidad de uno para manejarlo.
Uno detuvo el sol en medio del cielo, otro impidió que
lloviera durante tres años y medio y entonces hizo caer la
lluvia de nuevo. Uno dividió el Mar Rojo, otro sacó agua de
una piedra. Uno levantó al muerto, otro salvó su nación. Así,
la fuerza de la oración es infinita y permite que todo sea
posible. Entre las bendiciones a que aspiramos, el poder es
lo más urgente.
[Toda mi vida he buscado el poder de la palabra.
También busco el poder del ministerio pastoral porque esto
es un requisito absoluto en mi trabajo. He visto la miseria
total de pastores impotentes por décadas. Su falta de poder
produce abominación, engaño e hipocresía. La consecuencia
es que ellos no pueden entrar a ese mundo, e impiden que
otros lo hagan, también.
Si Dios dijera, "Pídeme una sola cosa," yo no vacilaría y
contestaría, "¡Dame el poder!” Con el poder, no me faltará
nada para el resto de mi vida. No hay nada que yo no
pudiera hacer por el reino de Dios, tampoco. Hasta ahora, la
oración que yo nunca he dejado de ofrecer ha sido, "¡Dame
el poder!”
Cuando un enfermo viene a mí, yo debo ser
probablemente su última oportunidad. Si yo no lo curo con
Su poder dado, él desesperará seguramente. Yo no puedo
desatender su última esperanza. Dios prometió poder
ilimitado y me ordenó buscarlo, pero si mi falta de fe y
pereza destruyen su última esperanza, yo cometeré
verdaderamente un pecado más grande. Por ello mi poder
de búsqueda].
Las personas dependen de mí porque poseo tal poder.
Dios me ha estado utilizando durante mucho tiempo porque
trabajo en Su poder, solamente. La razón por la que siempre
me alegro de hacer el trabajo del Señor es que Su poder está
en mí, que yo no refreno sino que siempre lo muestro
bravamente, y hago con él Su trabajo, a saber, evangelizar,
predicar y ministerio pastoral para el reino de Dios.
Yo no envidio a nadie que es impotente, a pesar de su
autoridad. Por otro lado, ¡cuánto envidio al poderoso, como
Eliseo envidió a Elías! El poder es la gloria de los santos. La
vida de fe debe derramarse con el poder. La vida de fe es la
vida espiritual. No es la vida natural, sino una que el
enemigo espiritual dificulta. La serpiente, que causó la caída
de Adán y Eva en el Jardín del Edén donde comenzó la
historia de la humanidad, delira aún hoy para causar la
corrupción de los santos de Dios (Génesis 3:14-15).

"Se desató entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles


combatieron al dragón; éste y sus ángeles, a su vez, les hicieron frente, pero
no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Así fue
expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y
Satanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado
a la tierra. Luego oí en el cielo un gran clamor: «Han llegado ya la salvación
y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo.
Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio
de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no
valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. Por eso, ¡alégrense,
cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo,
lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco
tiempo.» Cuando el dragón se vio arrojado a la tierra, persiguió a la mujer
que había dado a luz al varón. Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la
gran águila, para que volara al desierto, al lugar donde sería sustentada
durante un tiempo y tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la
serpiente. La serpiente, persiguiendo a la mujer, arrojó por sus fauces agua
como un río, para que la corriente la arrastrara. Pero la tierra ayudó a la
mujer: abrió la boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por sus
fauces. Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer
guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los
mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús”.
(Apocalipsis 12:7-17).

El diablo perecerá tarde o temprano, pero trabaja


aún hoy y atormenta a los humanos hasta el fin para
hacerlos caer y que sean destruidos con él.

“… en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se


conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora
ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.” (Efesios 2:2).

“Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo


ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.9 Resístanlo,
manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el
mundo están soportando la misma clase de sufrimientos.” ( 1 Pedro 5:8-9).

"Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue
el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza." (Efesios 6:13).
Como está registrado en los versículos bíblicos
anteriores el diablo del pasado es un espíritu que está
realmente trabajando para molestar a los humanos, y
oponiéndose a los santos. Es el que causó a última hora la
corrupción de incluso un santo ferviente (Mateo 16:23), y
de un discípulo de Jesús (Juan 13:2). Por lo tanto, la vida
espiritual no es una de ociosidad, sino una en la cual se
debe estar alerta y combatir con el poder.
Algunos cuestionan la existencia del diablo en la
etapa actual del desarrollo científico. Estas personas
insensatas ya están alistadas en su ejército y retuercen la
verdad. Dios todavía derrama hoy el Espíritu Santo en la
Iglesia para permitirle habitar en numerosas almas, para
ayudarlas a resistir al diablo por medio del poder profuso,
el conocimiento y la sabiduría. Sin embargo, los que
declaran que el diablo no existe son los que confían en su
propia fuerza, haciéndolos negar su existencia.
¿Sabe uno por qué es difícil evangelizar? Porque el
diablo, con gran afán, impide que uno crea y reciba la
verdad. El diablo está trabajando noche y día sin
descanso. El se aprovecha de la religión ampliamente
extendida en el mundo; se aprovecha de las doctrinas; se
aprovecha de las ciencias y la civilización; toma ventaja de
los que tienen autoridad; se aprovecha del conocimiento;
se aprovecha de la cultura, y hace todo lo que puede para
causar la corrupción de incluso el elegido. Si un espíritu
holgazán y perezoso cae en su trampa, la fe que construyó
toda su vida se desplomará súbitamente. De ahí la
necesidad de recibir el poder que Dios da.
El poder de Dios es la fuerza para vencer al diablo y
resistir a los demonios. Si solamente uno lo puede
manejar, Dios lo da sin límite. Sin embargo, para manejar
el poder, es necesario también el poder. Aunque sólo la fe
lo puede manejar, sin el poder no es posible que esta fe
maneje el poder más grande. Con este fin, ora y suplica
fervorosamente para que Dios trabaje para el bien de los
santos suplicantes (Romanos 8:26-27). El Espíritu Santo así
como el Señor Jesús cooperan cuando se trata de la
intercesión.
El poder que Dios da permite resistir
tremendamente al diablo y ganar la victoria. A menos que
los santos tengan el poder, no es fácil para ellos hacer
nada en el mundo. Porque las dificultades espirituales son
invisibles a los ojos, sin el poder espiritual es difícil estar
en control.
De repente, las familias se desintegran porque caen
en la tentación del diablo. Por eso el poder es también
necesario para la casa de uno. Si uno trata de vivir el día a
día para mantener la impotencia, uno terminará en el
fracaso.
Nada en el mundo puede dificultar del todo al
diablo porque es un ser espiritual que sobrepasa a la
naturaleza. No obstante, es el Enemigo que quiere luchar
hasta el fin, aunque haya sido lanzado hacia abajo, a la
tierra, y el poder de Dios es lo único que él no puede
derrotar.
Quien pastorea necesita aún más el poder. El
ministerio pastoral mismo no es un asunto mundanal,
sino el trabajo del reino de Dios; porque es el trabajo para
la justicia de Dios, es el ministerio fatal para el diablo.
Innecesario decir, él no se quedará sólo como un
espectador de este trabajo espiritual: moviliza todos los
medios posibles y trata de dificultar el ministerio pastoral.
Que un pastor no pueda orar es también la victoria del
diablo. Que un pastor no tenga el poder espiritual es
igualmente la victoria del diablo. Que un pastor no se
base en la verdad sino sea un esclavo de las doctrinas es,
otra vez, la victoria del diablo. Estos no son amenazas
para el diablo; por el contrario, viven como sus
colaboradores.
Sobre todo, insto a los siervos del Señor a orar
abundantemente. Es difícil orar incluso si uno tiene el
corazón para ello, porque uno no tiene el poder para
neutralizar las dificultades que impone el diablo. El poder
no se manifiesta sólo por haber recibido el Espíritu Santo.
El poder no es una abstracción, sino las señales que lo
acompañan (Mateo 12:28). Jesús dijo que estas señales
acompañarán a aquellos que creen en Él, como sigue, "En
mi nombre expulsarán demonios;…pondrán sus manos
sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud" (Marcos
16:17-18). Esto no es una palabra del pasado.
La palabra en Hebreos 3:12-13, "Cuídense,
hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón
pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios
vivo. Más bien, mientras dure ese “hoy”, anímense unos
a otros cada día, para que ninguno de ustedes se
endurezca por el engaño del pecado", significa no abolir el
vivir diario de obediencia humilde siempre que sea
llamado "hoy". Uno no lo puede manejar, sin embargo, sin
el poder.
Uno puede mantener la vida espiritual para el
espíritu sólo por medio del poder. Uno no puede
mantener una vida santa sólo con la fuerza de la carne;
uno puede mantener una vida santa sólo con el poder de
Dios. Sin el poder, sólo habrá grandes penas en la vida
espiritual.
El poder es acompañado por la venida del Espíritu
Santo, pero uno no lo puede recibir por no tener su
plenitud. No hay razón para limitar el poder de Dios. No
será un peligro recibir abundantemente el poder que Dios
está dispuesto a dar, ni un tema de burla, tampoco. Si
Dios está dispuesto a dar, uno debe recibir de acuerdo a la
extensión de esa voluntad. Los santos deben más bien
preocuparse de la falta del poder de Dios, y lamentarla.
La vida espiritual desprovista del poder es una
hipocresía. Eliseo buscó una doble porción de la
inspiración de Elías. No fue la vanidad. Necesitó mucho
más poder porque el mundo en sus tiempos había llegado
a ser más malo. Puesto que el mundo es aún más malo
ahora, se necesita mucho más poder.
Eliseo contuvo la capa de la mano Elías y golpeó el
Jordán gritando, "¿dónde está el Dios de Elías?" Entonces,
el poder de Elías se manifestó en él. Su grito significó,
"¿dónde está el Dios que Elías monopoliza?" Dios no es
monopolizado por nadie en el mundo. Es el Dios del que
Le desea y Le desea. Dios le da el poder al que lo añora,
quienquiera que él sea.
El Dios que perteneció exclusivamente a Moisés no
existe. Es el Dios del que Le desea y Le desea. La
naturaleza de Elías era idéntica a la nuestra como
humanos. Su oración de fe paró la lluvia, y luego la hizo
caer otra vez, y esto fue su fe y poder. Eliseo había
aspirado a tal poder. Por eso Dios también vertió el poder
de Elías en él.
El Dios que rechazará a los que quieren hacer Su
trabajo con Su poder no existe ni en el cielo ni en la tierra.
Él coopera con quien quiere hacer Su trabajo recibiendo
Su poder.
No hay un tiempo especial para la oración que busca
el poder. Dios escucha si uno ora siempre y si suplica más
fervorosamente. Dios amará y le contestará al que declara
verdaderamente hacer Su trabajo e implora por el poder
para hacerlo. Oremos siempre que sepamos primero la
misión de la oración.
La oración no es el medio de auto-cultivo, sino la
promesa dada por Dios para rogar. Es un medio utilizado
por la petición de uno para obtener lo que está en Su
posesión. Usemos la oración en una manera santa. Dios se
complace con tales usuarios. Busque el poder trabajando
y ejérzalo, preguntando seriamente.
Mejor morir que ser impotente. Mejor vivir como un
mendigo en este mundo que ser impotente. Ore tanto
como para no ser marcado como impotente otra vez. Sea
conocido como un siervo poderoso, un santo poderoso y
permita que Dios le utilice en cualquier momento para Su
trabajo.
Alguien puede haber expulsado demonios en el
nombre de Jesús, pero esto es diferente del poder del
Espíritu Santo. El poder de esta persona no expulsó a esos
demonios, sino el nombre de Jesús lo hizo. Por lo tanto,
haber expulsado demonios no significa necesariamente
tener el poder.
El poder de Dios debe entrar en el espíritu de uno.
Los dones de Dios que uno puede utilizar, deben entrar.
Estos vienen por el Espíritu Santo sólo en la oración.

"Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios,


edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo,
mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les
conceda vida eterna. " (Judas 20-21).

14

No detenga la oración después de haber


buscado el poder. Uno no debe detenerse.
Después de haber orado, incluso si lo que uno desea
o el fenómeno que muestra la respuesta no aparece, uno
no debe dudar en absoluto. Esta es la regla de Dios y mi
regla, también. En el mundo, cuando uno es tentado a ser
curioso y verificar otra vez, esto no es un pecado. Sin
embargo, ante Dios esto es definido como dudar. Quien
duda es uno de doble mente a quien Dios aborrece.

"Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del
mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no
piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en
todo lo que hace." (Santiago 1:6-8).

Aunque “yo” ore, una vez que termino, la oración y su


contenido, ya sea que Dios conteste o no, están bajo Su
jurisdicción y llegan a ser "Suyos". Puesto que el Padre ha
puesto por Su propia autoridad los tiempos o las fechas
que nadie sabe (Hechos 1:7), uno no debe dudar ni
interferir, sino sólo comenzar a actuar de acuerdo a
aquello por lo que ha orado.
La respuesta de Dios, que es como un bolígrafo del
que sale la tinta que expresa lo que uno escribe, no puede
ser vista a menos que uno represente aquello por lo que
ha orado. Todo lo que uno tiene que hacer después de su
oración es creer y representarlo. Puesto que el resultado
es la acción de Dios, uno no debe dudar de lo que está en
manos de Dios, sino abandonarse enteramente a Él. Uno
no debe considerar como observaciones
bienintencionadas, las palabras siguientes, "Estén siempre
alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda
situación, porque esta es su voluntad para ustedes en
Cristo Jesús" (1 Tesalonicenses 5:16-18), sino creer que es
una situación real.
La mayoría de las personas no pueden ver la
respuesta a sus oraciones porque no confían en Dios, y
desatendieron estas reglas celestiales. La fe con respecto
a la espera puede ser difícil para la naturaleza emocional
humana, pero la oración es un acto espiritual. Si uno
desprecia los asuntos espirituales como si pertenecieran a
la carne, uno no los puede lograr.
Aunque los asuntos carnales están relacionados con
los sentidos, los espirituales están más allá de ellos y
pueden ser percibidos sólo por fe. Así como el viento
sopla sin ser visto, así ocurre también con los trabajos del
Espíritu Santo. Por lo tanto, la "tarea" de uno es orar
continuamente por lo que fue confiado a Dios por medio
de la oración.
La oración que uno hace en aquel momento es
llamada "oración de acción de gracias". Incluso si uno no
pueda percibir inmediatamente ningún cambio en su
situación, a uno se le asegura que esta es la respuesta y
agradece, así como en Juan 11:41, "Entonces quitaron la
piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: ‘Padre, te doy gracias
porque me has escuchado”. Aún antes que Lázaro saliera
de la tumba, vivo, el Señor reconoció la respuesta y
ofreció una oración de acción de gracias. Y otra vez, él dio
gracias, como dice en Juan 11:42, "Ya sabía yo que
siempre me escuchas…”. Este es el principio de la
oración.
Se dice que de los diez leprosos que fueron sanados a
su regreso después que Jesús les hubo dicho, "Vayan
inmediatamente, muéstrense al sacerdote y ofrezcan el
regalo que Moisés ordenó, como un testimonio a ellos".
Sin embargo, sólo un samaritano regresó al Señor Jesús y
dio las gracias, mientras que él los esperaba a todos. El
Señor Jesús esperaba a diez, por lo que dijo al único que
regresó, "...tu fe te ha sanado" (Lucas 17:11-19). De esta
forma, este leproso pudo poseer por fin el resultado, ya
que creyó lo que le habían hecho a él y dio las gracias
inmediatamente, tan pronto atrajo la atención del Señor.
El mundano da las gracias después que ha recibido,
pero en el reino de Dios se hace después de que uno haya
atraído la atención de Dios por la oración; uno se asegura
de la respuesta y testifica a ello con la oración de acción
de gracias. Es decir, uno debe manejar bien esta etapa
crítica de la oración, por la fe.
No significa que la respuesta vendrá simplemente
porque uno repite, "Gracias. Gracias". Uno debe creer que
es contestado y dar las gracias por medio de la oración. Si
uno toma de vuelta lo que ha suplicado y lo mantiene
como para utilizarlo otra vez, no le pertenecerá a Dios.
La oración de uno debe ser la preocupación de Dios,
Su posesión. ¿Quién se atrevería a tocar Su posesión? Así,
una vez que una oración lo dejó, ésta llega a ser Su
posesión. De ahí en adelante, todo lo que uno tiene que
hacer es solamente dar gracias por ello, lo que significa
seguir dando gracias por medio de la oración.
Así como un bolígrafo escribe sólo cuando se usa, uno
debe mostrar la gratitud por medio de la acción, a saber,
la oración de acción de gracias, y llevar a cabo la
respuesta. No llevarla a cabo es fe muerta y oración
muerta. De esta manera, si uno ha suplicado recibir el
poder de Dios, uno debe orar para mantener esta fe, dar
gracias por lo que Él dio y continuar su vida de oración.
A pesar del gran poder que uno pueda haber recibido,
a menos que uno continúe orando, no puede ver la gloria.
Como dice Juan 11:40, “¿No te dije que si crees verás la
gloria de Dios?". "Cree" significa "no dude de lo que
usted ha creído". Entonces, promete que uno puede ver la
gloria de Dios.
[Yo nunca he dudado y siempre he creído que Dios
cumpliría lo que le oro a Él, y le doy gracias a Él. He orado
durante cuarenta años con esta gratitud. Y por fin, este
trabajo está en camino].
La fe pertenece a Dios. La oración es hacer que la
preocupación de uno llegue a ser la preocupación de Dios,
lo cual es posible sólo cuando a uno no le falta fe; no es
posible cuando uno duda de aquello por lo que ha orado.
Puesto que ha llegado a ser la preocupación de Dios, yo
no debo intervenir en ella. Mi acción es dar gracias una y
otra vez porque mis preocupaciones han sido transferidas
a Dios.
La respuesta a mi oración es como mi obediencia a la
posesión/preocupación de Dios. Recibir todo aquello por
lo que uno ha orado es equivalente a obedecer a Dios
porque la respuesta misma no es mía, sino la voluntad de
Dios, la preocupación de Dios.
"Buscar según la voluntad de Dios" significa hacer que
la oración de uno llegue a ser la Suya. Dios actuará
siempre según Su voluntad desde el comienzo, pero ni
siquiera el Señor Jesús infringió la autoridad del Padre.
Por lo tanto, la paciencia es de suprema importancia en la
fe.
Nadie sin excepción obtiene buenos resultados por
falta de paciencia. El diablo hace que esos impacientes
caigan y los molesta para que ninguna de sus oraciones
sea contestada. Incluso siendo así, con una paciencia
como la de Job, uno debe ver Su gloria. Algunos suplican
sólo por asuntos urgentes, y una vez que ellos son
resueltos, se vuelven débiles otra vez, porque han
abandonado el deber de mantener la fe. Así como todas
las cosas continúan creciendo, igual debe hacerlo la fe,
para lo cual uno no debe parar de orar. Uno debe
esforzarse incondicionalmente para hacer que su oración
alcance a Dios.
La oración mostrada por Jesús—trabajándola y
ejercitándola para pedir seriamente — es para nosotros
un gran modelo y una promesa. Uno debe poder orar tan
intensamente que su sudor parezca sangre que cae al
suelo. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y para siempre
(Hebreos 13:8).
Nuestra fe es la promesa del Dios vivo, no la tontería
de arrodillarse ante ídolos. Cuando el Señor, como el Hijo
de Dios, estuvo en esta tierra, mantuvo una relación
profunda con el Padre y por la oración llevó a cabo los
trabajos de Dios. Él ahora está sentado en el trono
celestial, pero intercede humildemente, inclinándose
infinitamente ante el Padre. Aunque subió al cielo, Él no
para la oración que ofrecía en esta tierra, sino que
continúa intercediendo (Romanos 8:34).
La oración es lo que es eterno. ¿Pueden los espíritus
que no oraron cuándo estuvieron en la carne continuar
ofreciendo oraciones eternas? Oremos. Continuemos
orando. Confiemos a Dios, por medio de la oración, todas
las preocupaciones del corazón para que ellas ya no estén
en el nuestro y más bien sean asignadas como tareas a
Dios. Dios se complace con las súplicas de Sus amados.
La oración es el medio espiritual de los amados de
Dios, el medio de la espiritualidad en que Jesús confió en
el pasado y también en el presente. El Espíritu Santo
también depende de la oración y la adora. Cuando la
oración, como el respirar de la Iglesia continúa, uno
puede ver la gloria de Dios.
A pesar de la buena fe de uno, a menos que uno la
practique por medio de la oración, la fe está muerta. Aún
una persona que ya ha recibido el poder no lo puede
mantener si no continúa orando. Corrupción significa "ser
diferente de antes", y se refiere a la miseria que
contraerán los que no continúen orando.
Dios da más fuerza al fuerte, más afán al entusiasta y
da más a los que tienen en abundancia (Mateo 13:12). El
Dios que ayuda al que quiere trabajar entusiastamente
escucha a los que oran. Dado que lo que quiera que uno
haga para Dios es santo, uno no debe hablar con Él como
lo hace con los humanos; la voz debe ser la más limpia, la
más pura y la más honesta en la oración.
Las oraciones no espirituales, mugrientas y
contaminadas, no tienen nada que ver con Dios aunque
sean ofrecidas con gritos fuertes durante varios días
durante un ayuno. Por otro lado, sólo las oraciones
hechas por el Espíritu Santo nunca caerán a tierra, sino se
harán realidad sin excepción. Orar no es buscar lo que los
humanos pueden hacer poderosamente; es inevitable
buscar la ayuda de Dios para sus incapacidades.
La oración como un canal de la espiritualidad es el
poder de atraer la atención de Dios. El mismo acto de orar
basta para que uno posea el poder del cielo. El que no ora
nunca puede tenerlo. La dependencia de uno en la
oración debe ser como la del Señor. El Señor Jesús
también estuvo en contacto con el Padre en corazón y
voluntad, por medio de la oración, al mismo tiempo que
mantuvo esta relación profunda, aunque Dios fuera Su
Padre.
El hombre de Jesucristo es uno que ora. El diablo y los
demonios a sus órdenes también temen al máximo al que
ora y están en guardia contra él. Están aterrorizados
porque pierden todo su poder ante el que ora. Por el
contrario, todas las cosas son realmente posibles para el
que ora. Dios recibe la gloria en tanto ejerce una fuerza
verdadera, sin avaricia. Por medio de la oración, uno
puede ver la gloria del cielo incluso en el mundo y adquirir
este poder espiritual exclusivo de Dios.
El hombre de Jesucristo no sólo sabe que es del cielo,
sino como un hombre de Dios, tiene el poder real.
Neutraliza poderosamente la autoridad del Hades y vive
una vida de victoria, aunque viva dentro de su reino de
autoridad.
La dimensión espiritual del que tiene mucha oración y
del sin oración es diferente. La inspiración del que lee la
Biblia al orar abundantemente es absolutamente
diferente del que la lee sin mucha oración.
La inspiración con la cuál uno ve la Biblia es
absolutamente diferente entre el que la lee alternándolo
con la oración y el que sólo la lee. Así como un ciego no
puede ver el arco iris a pesar de tener ojos, el que no ora
no puede ver la gloria del cielo.
La fe y la oración van de la mano. Un hombre de
oración es un hombre de fe; un hombre de fe siempre
respira por la oración. Una iglesia o familia devotas
mantienen el poder. Una familia impotente o una iglesia
débil se ven espantosas. De ahora en adelante, deseo que
uno llegue a ser un fanático de la oración.
Todo el poder descrito en la Biblia es la porción que
Dios ha provisionado para el hombre de oración. Aún sin
el conocimiento, uno puede hacer el trabajo del reino de
Dios, pero sin el poder, no puede hacerlo (1 Corintios
4:20). Quien no ora puede predicar el reino de Dios con
palabras, pero no puede testificar poderosamente. Por la
oración, debemos recibir mucho más de Dios, llegar a ser
grandes hombres del poder y hacer el trabajo del Señor
con el poder.
[He escrito hasta ahora sin exageración. Diría más
bien que he sido muy cuidadoso y sereno. Como un
hombre de oración, así es como he mantenido mi vida de
oración. Yo también oro ahora y lo haré en el futuro.
Oraré hasta mi última respiración en esta tierra. Llevaré
una vida de comunión con Dios, pero no como un acto
religioso.
Desde la primavera de 1963, mi oración ha sido, "El
mundo es mi parroquia", y nunca he parado un solo día
durante cuarenta años. Ahora, a través del mundo en
cada país, el número de mis discípulos espirituales ha
alcanzado las decenas de miles. Como yo, ellos también
considerarán el mundo como su parroquia y trabajarán
consecuentemente, por el Centro por el que he estado
orando para construir durante cuarenta años.
Al principio, fue absurdo y desesperado, y no le dije a
nadie, pero lo confié a Dios sólo por medio de la oración,
y continué avanzando. Si hubiera revelado mi oración
entonces, la gente me habría ridiculizado y me habría
molestado. Sin embargo, sólo Dios lo escuchó, y por Su
cooperación, el mundo está siendo establecido como mi
parroquia, mientras la construcción del Centro está ahora
en proceso. Esto nunca habría sido posible sólo por la
fuerza humana, pero Dios Mismo ha contestado con Su
mano poderosa.
He comenzado una nueva oración. Aunque creo que
puede ser una realidad hasta que yo deje este mundo,
dado que los tiempos y las fechas no están en mi
autoridad, esto Se lo dejo sólo a Dios. Estoy seguro que
será definitivamente una realidad aún después de mi
muerte. Como esto no es mi convicción sino el trabajo de
Dios, esto se hará según la voluntad de Dios.
Yo continúo orando para que Dios me permita
escribir doscientos cincuenta libros hasta entonces. Su
contenido entero lo induce a uno a regresar a la Biblia y
proporcionar los lentes para ver la Biblia apropiadamente.
Aún quien no puede encontrar el camino, lo verá cuando
los lea y será llevado de regreso a la Biblia. Éste es el
propósito por el que vivo y trabajo].
Si ha leído este libro, pongamos juntos en práctica la
oración. En medio de nuestra práctica, no soltemos este
libro. Redescubriendo dónde ha estado bloqueada
nuestra oración, podremos orar sin auto-estorbos.
Yo llamo a este libro "Principios de la Oración"
porque aparte de esta manera, ninguna otro puede
probablemente ser contestada. Oremos. Lleguemos a ser
hombres humildes de oración. Lleguemos a ser hombres
de oración que trabajan y ejercen para pedir seriamente.
Esto es lo que Jesús desea.
“¡Oh, alma mía, ora! ¡Ora de acuerdo con la voluntad
del Señor! ¡Ora para ser contestada!”.
"Mis amigos, oren conmigo. Mis amigos espirituales,
oren conmigo, oren con mi alma. Nuestra parroquia es el
mundo".
"¡El mundo es nuestra parroquia!”.
Construyamos el Centro, y desde allí, oremos por que
el Movimiento para hacer del mundo nuestra parroquia
surja como un gran fuego. Y entonces mis amigos,
dediquémonos nosotros mismos. Dediquémonos nosotros
mismos en tanto oramos.
Oro aún más porque creo que mis amigos espirituales
adorarán al Señor en sus vidas y buscarán Su reino y Su
justicia. Ante Dios, yo oro otra vez con un corazón serio,
para que mis amados amigos espirituales que leen este
libro puedan ser regenerados en hombres de oración.
“¡Señor Jesús! Contesta a mis amigos que han leído
este libro. ¡Contesta su oración! Yo me inclino ante el
nombre del Señor Jesús, confío en él y oro. Amén".

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