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Erotismo y Fragmento en Apariciones de Margo Glantz
Erotismo y Fragmento en Apariciones de Margo Glantz
Erotismo y Fragmento en Apariciones de Margo Glantz
En el último cuarto del siglo XX, asistimos a la consolidación de géneros literarios que se
hispanoamericana: textos engarzados para ser leídos como novelas, fragmentos sucesivos
que se postulan como novela pero que pueden adquirir autonomía, constituyen sólo
algunos de los ejemplos. Apariciones (1996) de Margo Glantz no está ajeno a esta
clasificación, con una trama ralentada en la que no ocurren más que escenas de un
“Mirando por el ojo de Bataille”, como la misma Glantz denominó uno de sus
ensayos, nos encontramos con una fabulación erótica que desemboca en textos lacerados y
centro de atención; por un lado, la metáfora de la escritura del cuerpo como el cuerpo de la
persistentes de la obra de Glantz. Por otro lado, el fragmento se vuelve el vehículo verbal
Cuerpo y escritura
Apariciones de Margo Glantz2 nos presenta una historia de amor contada dos veces,
lado, un relato que intenta verbalizar lo inexpresable, lo prohibido: dos monjas, Sor
obtener el amor de Cristo, y cada una, a través del goce de la otra con la ascesis mística,
también goza. Por otro lado, el de una pareja de amantes sin nombre que copula una y otra
vez y una niña de nueve años que los espía con curiosidad perversa. A estos dos hilos
profano, se suma un tercero: el de una escritora cuya voz narrativa cuenta las otras dos
historias, y trama una tercera en la que se desliza “como una voyeur de ritos eróticos de sus
personajes o como una espía de las flagelaciones de las monjas” (Silva Santisteban, en
Manzoni 2003: 177). De este modo, la escritora acerca o aleja su ojo y emerge como un yo
que escribe, goza, sufre. Apariciones no tiene, entonces, una historia organizada a la
cada relato, se reconstruye el cuerpo del otro en sus propios cuerpos, el ausente que se
pretende alcanzar: el Redentor. Sor Lugarda y Sor Teresa realizan a lo largo del texto una
cuerpo de Cristo3. Como en los tiempos de Sor Juana Inés de la Cruz, quien produce gran
parte de su obra bajo el sistema de penitencias organizado por las órdenes religiosas de las
diversos rituales, en los que la mujer se muestra como el cuerpo pasivo que sufre la
miradas inquisitorias. Cada narración ocurre en ámbitos cerrados, la mayoría de las veces,
en el hogar o en el lecho, con el cuerpo desnudo, por lo general, de la mujer. Ella convoca
pareja intenta una transgresión de los límites que disuelve las formas de la vida social,
gozado?”; “-goza!”. Esta marca lingüística que percute la narración detenta poder, fuerza y
autoridad. El amante exige poses y movimientos, ordena la forma del goce; la mujer acepta
el ritual.
Cabe mencionar que, en esta trama, la figura de la niña de nueve años (la hija de la
amante), que insistentemente espía o presencia los actos eróticos, se muestra como un
fundamentalmente por su mirada, que excita, “electriza”, “perfora” --para decirlo con
mismo tiempo, la niña sin nombre que viste en casi todos los relatos pantalones azules y
blusa blanca, sigue a la pareja en cada rincón en el que ésta copula; y en ocasiones, se
Es ya la hora
Entonces me vuelvo a decir:
--Es ya hora de que escribas.
Y lo hago.
[...]
Me desnudo el torso. Antes de escribir suelo acariciar mis pezones, son
rugosos, el tacto me excita, los retuerzo entre mis dedos, uno a uno,
alternativamente, quiero que se pongan rojos, erectos, brillantes, calientes. Paso
las yemas sobre la aureola, mis yemas se contagian y con esa exaltación me
preparo.
Ya coloco los dedos sobre el teclado.
--¡Escribe!, me repito, cuando advierto que he dejado de escribir, demasiado
preocupada por el ritual con que dispongo de la escritura
Y yo misma me contesto:
-- Ya lo estoy haciendo. Y de verdad escribo [...] (p.26)
placer en el cuerpo femenino y ordena el goce, este otro muestra una contrapartida: la
mujer se somete a sí misma a cierta marcas que le permitan lograr el placer y el encuentro
amante o Cristo) necesario para la fusión corporal, de modo tal que ella se vincula
eróticamente consigo misma y, de esa manera, puede escribir las otras dos historias. Así, la
escritora nos ofrece metatextos que funcionan a modo de espejos internos, de clave de
modo de producir textos literarios, la razón de la escritura. Todo el texto puede leerse, a
incluyen, a modo de palimpsesto, en un tercero protagonizado por una escritora que sufre y
goza frente a la página en blanco, que percibe cada escrito como fragmentario y nunca
encuentra satisfacción y completud en su escritura. Por otro lado, la niña recorre la historia
de la historia (del texto), detenida en un instante, porque siempre viste la misma ropa y
que inventa, goza, observa sin hacer ruido, sonríe con malicia podría interpretarse también
como el lector que colabora en la producción de sentido. Del mismo modo que en
La relación entre cuerpo y escritura será, como dije anteriormente, una de las más
productivas de todo el texto y en general de la obra de Glantz 6: los cuerpos, como los
textos, se mutilan, sufren fisuras, están arañados, para decirlo en palabras queridas por la
autora7. En los tres hilos narrativos, la representación de la mujer como cuerpo sexuado se
reitera una y otra vez; aunque las mujeres marcan, al finalizar cada historia, un límite: la
amante permite cada acto erótico subyugada sexualmente pero termina abofeteando a su
amado; las dos monjas intentan fusionarse con Cristo aunque terminan con sus propios
cuerpos fundidos en carne y espíritu; la escritora asume un lenguaje transitorio, ambiguo
hubiera hecho la amante de su historia, colocándose de ese modo, dentro de uno de los
hilos narrativos.
relación entre cuerpo y escritura femeninos que Glantz manifiesta en reiteradas ocasiones
como una necesidad. Nos advierte que sus textos se comportan como palimpsestos y que
“la escritura y la sexualidad, se ejercen siempre en espacios privados, y por ello mismo,
susceptibles de violación, espacios secretos, sí, espacios donde se corre un riesgo mortal”
(Glantz, 1996: 26); riesgo que, en la escritura, puede interpretarse en dos sentidos: por un
lado, como el peligro de una literatura escrita por mujeres penetrando el territorio del
poder, por lo general, masculino y androcéntrico. Por otro, como un modo de textualizar a
la mujer que puede caer en los estereotipos de una “literatura femenina” de moda.
Erotismo y fragmento
Del mismo modo, en Apariciones, nos encontramos con imágenes realistas que, al
repiten, entonces, el mismo estado de éxtasis que Glantz advierte en Bataille y, por
profunda continuidad (Cf. Bataille: 1960: 15). En el texto de Glantz, esa discontinuidad,
inherente al acto erótico, se manifiesta en dos sentidos: por un lado, en el erotismo de los
cuerpos de la pareja y también de lo sagrado que ponen en acto las dos monjas; ambas
relaciones pretenden acceder a una unidad perdida: la de los cuerpos del hombre y la
mujer, o la del Hombre con Dios. Es posible advertir entonces que los actos de la pareja o
los de las monjas, cuyos fines parecen ser tan lejanos entre sí, no son más que
manifestaciones de una misma necesidad: ambos buscan la continuidad del ser. Por otro
fragmento su forma verbal. Es sabido que Glantz publica indistintamente crítica, ensayo,
libros de viaje, biografías y autobiografías, novelas y cuentos. En todos ellos mantiene una
como una asociación de lo femenino con lo fragmentario8. En una entrevista que le hiciera
Noé Jitrik, en noviembre de 1991, ella manifiesta: “Para mí no hay diferencia entre la
fisura [...] me permite trabajar con esa idea muy de Barthes que hace que lo más
Manzoni, 2003: 145). Precisamente, es bien conocida por Glantz, la experiencia literaria
fragmentaria en la que “el gesto del cuerpo es sorprendido en acción” (Barthes, 2004: 13).
autores, lecturas ocasionales, conversaciones con amigos) a los que no los une ninguna
lógica sino que muestran un estado generalmente incierto, inacabado del sujeto que ama.
consecución. Apariciones también nos presenta trozos que pueden vincularse en una
historia mayor o leerse en forma autónoma. Al mismo tiempo cada texto breve permite
2002), se aplicaría a novelas formadas por fragmentos que nunca rebasan el espacio de una
página y que pueden ser leídos de manera independiente, pues conservan cierta autonomía
sus definiciones críticas. Comparto con Zavala (2004: 87) la idea de que la minificción es,
por estas razones, uno de los síntomas de un fenómeno cultural más amplio, que rebasa el
anclajes en el romanticimo teórico de Jena y llega hasta nuestros días, con lo cual se
intenta superar las visiones reduccionistas que catalogan al fragmento como un rasgo
posmoderno exclusivamente.
Apariciones nos dirige hacia una ética convulsiva: detrás de cada desnudo y cada marca,
nos encontramos con otra verdad y con otro desnudo que se vuelve ocultamiento. La
escritura lacerada, mutilada nos muestra que la unidad se ha perdido y, como ésta es de
imposible restitución, la fragmentación no hace más que exhibir dicha pérdida. Quizás, la
niña-voyeur-lectora sea la única que pueda unir los fragmentos y suturar el relato, aunque
no de forma definitiva ya que en su última aparición ella “mira con sorna: una sonrisa
burlona y obscena le decora los labios” (Glanz, 1996: 124). Quién sabe qué otros relatos se
esté imaginando.
1
El presente trabajo fue realizado en el marco del proyecto de investigación “Escrituras descentradas” (04/H080) que dirige
la Dra. Laura Pollastri en la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, Argentina.
2
Esta escritora, que nace en 1930, posee una trayectoria extensa y variada. Entre sus obras literarias más relevantes
encontramos: Las mil y una calorías, novela dietética, Las genealogías (1981, Premio Magda Donato), De la amorosa
inclinación a enredarse en cabellos (1984), Síndrome de naufragios (1984, Premio Xavier Villaurrutia), Apariciones (1996),
y los más recientes Zona de derrumbe (2001) y El rastro (2002). También condujo talleres de narrativa en la UNAM, dirigió
revistas como Punto de partica y se ha dedicado a la crítica literaria en Tennessee Williams y el teatro norteamericano
(1968), Narrativa joven de México, con prólogo de Margo Glantz (1969), Onda y escritura en México (1971), o los más
recientes Sor Juana Inés de la Cruz: ¿hagiografía o autobiografía? (1995), Sor Juana Inés de la Cruz: saberes y placeres.
(1996), Sor Juana y sus contemporáneos (1998), entre otros. Además de escritora, Glantz es catedrática, proferora emérita
de la Universidad Autónoma de México desde 1995 y profesora invitada en las universidades de Yale, Cambridge,
Princenton, Harvard, Siena, Madrid, Alicante, Buenos Aires, Santiago de Chile, entre otras. Escribe columnas semanales en
el diario “La jornada” de México.
3
El esquema provendría, según la misma Glantz (en Manzoni, 2003: 145) de San Ignacio de Loyola para quien “la
flagelación y la mortificación [se vuelve] una escritura del cuerpo que a su vez es una escritura real, la que se alberga dentro
de lo que entonces se llamaban cuadernos de mano, material que luego pasa a su vez a cuadernos escritos por los frailes que
` descifran´ la escritura femenina”.
4
Glantz inscribe esta fascinación en numerosos ensayos sobre Sor Juana Inés de la Cruz, arriba mencionados, a los que
podemos sumar “La destrucción del cuerpo y la edificación del sermón. La razón de la fábrica: un ensayo de aproximación
al mundo de Sor Juana”, recopilado por Manzoni, 2003: 101-114; así como la novela aquí estudiada.
5
La obscenidad, según Bataille, significa la perturbación que trastorna un estado de los cuerpos conforme a la posesión de
sí, a la posesión de la individualidad durable y afirmada para traspasar los límites de lo estable, lo regulado y normado
(1960: 17).
6
Como ha notado Jean Franco (1998), la mayoría de los títulos de Glantz refieren a la retórica del cuerpo: La lengua en la
mano, De la amorosa inclinación a enredarse en cabellos, Esguince de cintura, entre otros. En algunos, en particular en sus
primeras novelas, el cuerpo es profundamente erótico; en otros, se convierte en un cuerpo sometido a la enfermedad y a la
manipulación de los otros (i.e. Zona de derrumbe), hasta llegar al cuerpo muerto, desangrado en el ataúd (i.e. El rastro).
7
En Noé Jitrik, “Castillos en la tierra: obra visible de Margo Glantz”, entrevista que se le realizara a Glantz en noviembre
de 1991, para Siglo 21. Reproducido en Manzoni, 2003: 141-151
8
Cfr. entrevista que le hiciera Andradi en http://www.relat.org.pe/entrevista2.htm
Remito a los trabajos de Laura Pollastri “El microrrelato, el fragmento y Juan José Arreola” (leído en el XXXV Congreso
del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI), realizado entre el 28 de junio y el 1 de julio de 2004, en
Poiteirs, Francia) y a “Piezas de un rompecabezas: ficción breve y fragmento en la literatura hispanoamericana” que
presentó en el III Congreso Internacional de Minificción, realizado en agosto de 2004, en Valparaíso, Chile.
Texto primario
BARTHES, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2002.
DOMÍNGUEZ, Nora y PERILLI, Carmen (comp.). 1998. Fábulas del género. Sexo y escrituras en
EPPLE, Juan Armando. “Brevísima relación sobre el cuento brevísimo” en Revista Interamericana de
FRANCO, Jean. 1992. "La Malinche: from gift to sexual contract" en Beelden Verbeelding van
Tierra Firme.
------------------. 1996. Marcar diferencias, cruzar fronteras. Sgo. de Chile: Editorial Cuarto Propio.
GENOVESE, Alicia. 1998. La doble voz: poetas argentinas contemporáneas. Buenos Aires: Biblos.
LUDMER, Josefina. "Mujeres que matan" en Revista Iberoamericana, Vol. LXII, Núms. 176-177,
MANZONI, Celina (comp.). 2003. Margo Glantz, Narraciones, ensayos y entrevista. Margo Glantz y
MEDINA, María Clara (editora). 1998. América Latina: ¿y las mujeres qué?. Serie Haina I. Instituto
diciembre86-enero 87.
PASTERNAC, N. “El caso de Margo Glantz: Apariciones”, Debate feminista, año 9, núm17, México
POLLASTRI, Laura. “El microrrelato, el fragmento y Juan Josá Arreola”, presentado en el XXXV
ROMANO SUED, Susana, "Las vicisitudes de los géneros: lo femenino ( y masculino) como
Cultural, 2003
RUSSOTTO, Márgara. 1990. Tópicos de retórica femenina. Memoria y pasión del género. Caracas:
Monte Ávila.
ZAVALA, Lauro. “Las fronteras de la minificción” en Francisca Noguerol Jiménez (ed.). Escritos
-------------------. “El cuento ultracorto: hacia un nuevo canon literario” en Revista Interamericana de