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esperanza. Dossier
Centroamericano 29/04/2018
Alejandro Bendaña
Todo indica que el recorte de las jubilaciones y el aumento de los aportes de la seguridad social fue
tan sólo la chispa que encendió la espontánea revuelta popular que lleva semana y media
sacudiendo a Nicaragua. Cuando el gobierno de Daniel Ortega respondió con censura y sangrienta
represión –con un saldo de al menos 32 muertos, decenas de desaparecidos, cientos de heridos y
muchos testimonios de torturas de detenidos en las manifestaciones– la resistencia popular se
extendió, en el tiempo, en el territorio y en la población, culminando en la pacífica movilización de
decenas de miles en Managua el pasado lunes 23, incluso luego de que el presidente anunciara la
posibilidad de modificar la reforma. Los ciudadanos ya no cuestionaban sólo la reforma sino todo el
modelo orteguista.
Alejandro Bendaña es doctor en historia por la Universidad de Harvard y autor, entre varias obras,
del voluminoso Sandino, patria y libertad, título clave para entender la herencia simbólica e
intelectual de Augusto César Sandino. Ex militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional
(Fsln), fue secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores y embajador de Nicaragua ante
la Onu durante los años ochenta. Conversó con Brecha sobre la nueva etapa que se abre en
Nicaragua. Le entrevisto para Brecha Alejandro Ferrari.
En el fondo es la culminación lógica del modelo orteguista, que ha estado caracterizado por el
autoritarismo y la concentración de poder y de control: en los poderes del Estado, las
municipalidades, las universidades, en buena parte de los medios, incidiendo también en
organizaciones sociales.
El Fsln dejó de existir. Si buscas una estructura –asamblea, consejo constitutivo– no la encontrarás,
no existe en la forma en que las conocemos. Y ese modelo se mantiene. Se inauguró en 2007 y está
cumpliendo otro período de diez años en el poder, proyectándose a otros cinco o seis más.
Muchos de los que están hoy en las calles en Nicaragua no conocieron los años ochenta. Nacieron
después de 1990. Y casi el único gobierno que han conocido ha sido el de Daniel Ortega. Para
contextualizar la situación actual es necesario señalar que la mayor parte de los nicaragüenses hoy
en día son jóvenes.
En América Latina estamos viendo la culminación de un modelo que pudo sostenerse, en gran
medida –como los ciclos de los gobiernos progresistas–, por los buenos precios de los commodities.
Pero en el caso de Nicaragua –un país pequeño y dependiente– se sostuvo por los subsidios
pasivos que llegaron de Venezuela y que, providencialmente, coincidieron con la llegada de Ortega
al poder. Esto le permitió mantener el esquema neoliberal de la economía, complaciendo tanto al
capital como a Estados Unidos, y también le permitió tener la suficiente capacidad financiera para
acumular capital alrededor de nuevos empresarios sandinistas, para sustentar los programas
sociales y para subsidiar al sector privado, que se benefició mediante exoneraciones y subsidios
que, si se suman, equivalen prácticamente a lo que le ingresaba al régimen por la renta petrolera.
Se desvaneció por la crisis de los precios del petróleo. Comprar barato o a crédito era el esquema de
(la alianza petrolera con Venezuela) Petrocaribe, y quedarse con la mitad.
Se terminó eso y comenzó el tiempo de las vacas flacas, provocando, entre otras cosas, la crisis del
seguro social, que fue el detonante inmediato, pero que es, como dice el proverbio, “la paja que
quebró el lomo del camello”. Esto se sumó a otras situaciones que venían siendo una burla y un
insulto a la inteligencia de la población, y que tenían que ver con la arrogancia del poder, el
despilfarro, las arbitrariedades del Estado, la falta de transparencia y de rendición de cuentas.
Esto sólo necesitaba una chispa para estallar. Y la chispa fue el tema del seguro social, que, hoy en
día, parece historia antigua porque esa ya no es la cuestión que se debate.
Ortega intenta decir “bueno, vamos a resolver este problema que surgió”, y quiere hacer creer eso,
pero no: se dividieron las aguas porque se dieron las protestas y el régimen las reprimió brutalmente.
Y tras la represión y el encarcelamiento de cantidad de jóvenes, cada vez más otros sectores entran
en el juego y la confrontación se prolonga.
Es difícil vaticinarlo. Lo que sí podemos decir es que Ortega perdió al pueblo y el pueblo perdió el
miedo. En esta disyuntiva podrán pasar días, semanas, o incluso meses, pero no hay vuelta a la
situación anterior. La correlación de fuerzas sociales y políticas, incluso en términos organizativos,
ha cambiado drásticamente; hace apenas diez días no pensábamos que pudiera ocurrir lo que
vemos ahora.
Ortega tiene que buscar una salida. O sale como salió Somoza en 1979, con violencia, o sale como
lo hizo el mismo Ortega en 1990, con una transición electoral. Siempre y cuando se den unos
comicios medianamente limpios; ya sabemos que es imposible concebir que pueda ganar la próxima
elección.
A corto plazo se puede vislumbrar algún tipo de negociación, no ya a nivel de sociedad política, y
ciertamente no a nivel de partidos, que han quedado desprestigiados, sino con la masa
autoconvocada, liderada por diversos órdenes estudiantiles. Ésta opera con gran horizontalidad, es
descentralizada, pero sin embargo capaz de trazar estrategias, de defenderse y de convocar.
La marcha del día lunes 23 fue extraordinaria. El orteguismo tendrá que hacer un enorme esfuerzo
para incitar a la gente a igualar eso. Tendrá que usar todos los buses del transporte público, todos
los empleados públicos, montarlos a la fuerza so pena de ser destituidos.
Aunque no se articula de esta manera, el verdadero sandinismo está en las calles, porque el
sandinismo de Ortega no existe.
La figura de Sandino resulta subversiva para el orteguismo. El orteguismo no tiene nada que ver con
Sandino ni con los fundadores del Frente Sandinista.
Este es un régimen personalista, familiar, autocrático, antidemocrático y contrapuesto a lo que
simbolizaba Sandino, que era la defensa de la soberanía. Es un gobierno que entrega centenares de
quilómetros cuadrados a una empresa china, que está al lado de las compañías mineras y que ha
concesionado buena parte del país, en contradicción con el Sandino que luchó contra la minería
extranjera.
Es un fenómeno nuevo también. Se habla del sector privado, del gran capital, etcétera, que están ahí
como enviados por la embajada estadounidense a negociar con el régimen. Pero, recordando las
lecciones del 78 y del 79, del sandinismo insurreccional, los hijos de esos grandes capitalistas están
en las calles, los hijos de los ministros están en las calles, los hijos de los generales, del
comisionado de la policía.
Y que no se descarte que una buena parte de los partidarios y de los que trabajan en empresas
estatales también están haciendo su aparición en las calles.
La izquierda ortodoxa, estatista, burocrática, y sus aparatos, están queriendo distorsionar lo que
pasa en Nicaragua porque para eso son pagados y subsidiados sus representantes. La
argumentación que éstos repiten es que se trata de una de las llamadas “revoluciones de colores”
que tienen una agenda derechista en esencia, como las primaveras árabes que luego desembocan
en un otoño dictatorial. Que esto es como lo que han querido hacer en Venezuela y que estas son
las derechas y ultraderechas estadounidenses que no pueden tolerar a un Castro, ni a un Maduro, ni
a un Ortega.
Y paralelo a eso está el discurso de Ortega, que dice que toda esa gente en la calle son maras,
como las salvadoreñas, son bandas criminales.
En Nicaragua el fenómeno de la banda criminal juvenil nunca tuvo arraigo. Ahora Ortega lo inventa,
probablemente como mensaje interno, pero también para Estados Unidos.
No hay que descartar que, al igual que Somoza, este señor destruya el país antes de entregar el
poder. Y el indicio de esto es que cuando los empresarios del Consejo Superior de la Empresa
Privada (Cosep) se negaron a dialogar, por la presión popular, Ortega dio la orden de que saquearan
los comercios.
Está jugando con el capital, diciéndoles: ¿qué es lo que quieren ustedes?, ¿una desestabilización y
que se hundan sus negocios? ¿Estabilidad o caos? Y él está dispuesto a provocar el caos y la
represión en nombre de la estabilidad.
Carlos F. Chamorro
Las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (Inss) impuestas por el presidente Daniel
Ortega –aumentando sustancialmente las contribuciones patronales y laborales, e imponiendo un
ilegal impuesto a las pensiones de los actuales jubilados y una disminución a las pensiones futuras–
han generado una ola inesperada de protesta social.
Durante una década, Ortega ha impuesto una dictadura institucional, un régimen Estado-partido-
familia que concentra todos los poderes del Estado, incluyendo el ejército y la policía, y promete
orden social, combinando estabilidad económica con represión selectiva y cooptación social. El
control absoluto del poder, que sólo comparte con su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, le ha
permitido sofocar los reclamos políticos por fraudes electorales y las protestas campesinas ante el
fracasado megaproyecto del canal interoceánico.
Uno de los pilares de sustentación del régimen es la alianza con los grandes empresarios, a los que
otorga oportunidades de inversión en un esquema de cogobierno en los aspectos económicos, sin
transparencia ni democracia. El otro ha sido el uso discrecional de la millonaria cooperación
venezolana de más de 4 mil millones de dólares otorgados por el chavismo –el mayor y más
descarado acto de corrupción de la historia nacional, que empezó a mermar hace dos años.
Al terminarse los años de “vacas gordas” llegó la anunciada crisis fiscal. El miércoles pasado Ortega
aprobó un paquete de medidas para extraer más de 250 millones de dólares –1,5 por ciento del
producto interno bruto–, para evitar la quiebra de la seguridad social, que ha sido agravada por la
corrupción de su gobierno, sin calcular las consecuencias.
Las cámaras empresariales rechazaron las medidas advirtiendo que, al imponer el paquete
económico de forma unilateral, el gobierno rompió el mecanismo de “diálogo y consenso”, con
políticas contractivas que generarán desempleo, pérdida de competitividad e inestabilidad
económica. El reclamo plantea nuevas interrogantes sobre el futuro de esta relación, que ha sido
crucial para otorgarle legitimidad a un régimen autoritario, que eliminó todo contrapeso de la
oposición política.
La envergadura de la reacción popular llegó sin aviso, cuando un grupo de jóvenes universitarios y
decenas de adultos mayores se autoconvocaron en una protesta pacífica contra el golpe a la
economía popular. La brutalidad de la represión desatada por las fuerzas de choque del gobierno,
protegidas por la policía, generó un estado de indignación, alimentado por las imágenes de jóvenes y
adultos heridos, y periodistas vapuleados y asaltados. A pesar de que controla la mayoría de los
canales de televisión, el régimen impuso la censura y suspendió la señal en el servicio de cable del
canal Cien por ciento Noticias. Un día después estallaron nuevas protestas en las universidades
–que reciben fondos del Consejo Nacional de Universidades (Cnu), correspondientes al 6 por ciento
del presupuesto general de la república, y que eran bastiones políticos del régimen–, que se
extendieron de Managua a Masaya, Estelí, Matagalpa, León, Chinandega y otras ciudades del país.
La protesta sin líderes visibles ni organizaciones que la convoquen ha dejado una treintena de
muertos, entre ellos un policía y decenas de heridos. Su reclamo inicial por asalto a la seguridad
social se ha desbordado contra los agravios políticos acumulados por el régimen: el autoritarismo, la
represión y la corrupción que simboliza la pareja presidencial. La consigna generalizada “no tenemos
miedo” y el derribamiento de los omnipresentes símbolos del régimen –los “chayopalos” y
megarrótulos que rinden culto a la personalidad de Ortega y Murillo– define con claridad las
banderas de esta protesta en demanda de libertad, democracia y participación política para terminar
con una dictadura.
Tras seis días de espontánea rebelión popular, el orteguismo perdió el monopolio del control de las
calles, y demostró que sólo puede sostenerse en el poder a través de la represión criminal. Su
sistema político de control autoritario, incluida la alianza con el Consejo Superior de la Empresa
Privada (Cosep) para negociar a puertas cerradas todos los temas económicos y sociales de la vida
nacional, ha sido cuestionado desde la raíz por una nueva legitimidad popular y nacional, teñida con
la sangre de víctimas inocentes.
La convocatoria de las cámaras del sector privado –Cosep, la Cámara de Comercio de Estados
Unidos (Amcham) y el Consejo Nicaragüense de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa
(Conimipyme)– a una marcha pacífica el lunes pasado en rechazo a la violencia es un paso
necesario pero insuficiente para promover una salida a la crisis nacional. Para dialogar, no a puertas
cerradas, sino en un debate nacional incluyente con testigos y garantes internacionales, son
necesarios al menos tres requisitos:
1.El cese inmediato de la represión paramilitar y policial, y el castigo a los culpables de la represión.
2.La separación de sus cargos de la primera comisionada, Aminta Granera, y el director de facto de
la policía, comisionado general Francisco Díaz.
3.La separación del doctor Roberto López de su cargo como presidente ejecutivo del Inss.
Solamente después de cumplir estos requisitos mínimos habrá condiciones para la instalación de un
diálogo nacional, nunca más una “misa negra” o negociación a puertas cerradas con el Cosep, para
devolverle el derecho a todos los actores de la sociedad a participar en un debate nacional, que
empieza con la reforma integral del Inss y la restitución de su autonomía, y termina con la reforma
política y la reforma electoral.
“Activista feminista y participante del movimiento Pueblo Autoconvocado”, asi se presenta esta
militante de 26 años es una de las líderes de los miles de jóvenes que han tomado las calles en
Nicaragua. Con el fin de relatarnos con precisión el proceso nacido en este abril nicaragüense,
interrumpe por momentos la conversación con Brecha para consultar a sus compañeros acerca de
algún dato. De paso les comenta, con risas, que un medio de izquierda, al fin, va a contar sus
luchas. “Por fin la izquierda nos está viendo”, dice. La entrevistó Alejandro Ferrari.
El contexto próximo fue la quema de más de 2 mil hectáreas de la reserva mundial de biósfera Indio
Maíz, a comienzos de abril. Varios chavalos y chavalas se fueron autoconvocando porque el
gobierno no daba respuesta a la situación que estaba ocurriendo en Indio Maíz. Se estaba
quemando e iban cinco días y el gobierno no hacía nada. Al gobierno no le gustó esa protesta y
comenzó a haber represión, por entonces de la misma Juventud Sandinista, que es un movimiento
juvenil organizado del gobierno. Chavalos fueron mandados a reprimir a otros que protestaban. Y por
esos días el gobierno aprobó una reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (Inss).
Esto potenció la protesta, porque con esta reforma la población se iba a ver afectada, la clase
trabajadora y pensionada iba a ser la más perjudicada.
El jueves pasado, 19 de abril, la gente se reunió, la mayoría jóvenes, en la calle Camino de Oriente
(en Managua) y comenzó una represión fuerte del gobierno.
Al día siguiente comenzaron los brotes en las universidades. Los chavalos universitarios de la
Universidad Centroamericana (Uca), de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan), de
la Universidad Nacional Agraria (Una), de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) empezaron
a sostener sus planteamientos sobre esa reforma, sobre que el gobierno no da respuesta a las
demandas de la gente, y un montón de otras demandas que se comenzaron a articular.
Empezaron las protestas en todas partes del país, y los estudiantes a resguardar sus universidades.
Cayeron la Unan, la Uca, pero el bastión se ha sostenido en la Upoli –además de la protesta social
en la calle–, porque la Upoli ha tenido el respaldo de los barrios aledaños, que han hecho trincheras
para que cuando los antimotines atacaban a los estudiantes y a los jóvenes de los barrios no
pudieran llegar a la universidad. Por eso la universidad no ha caído.
Mientras, Daniel Ortega convocó a un diálogo para evaluar la reforma, pero sólo con los
empresarios, dejando por fuera a los trabajadores. La población dijo que no se sentía representada.
Luego el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) convocó a una marcha para este lunes,
pero la gente, el pueblo, los movimientos sociales se opusieron, y en lugar de marchar hacia donde
era la convocatoria original marcharon hacia la Upoli, ya un símbolo de resistencia de los estudiantes
de todas las universidades pero, además, de la lucha del pueblo.
La Upoli sigue en pie de lucha. Los barrios siguen resistiendo. No ha habido represión policial en los
últimos días porque ahora el gobierno tiene un discurso de paz y de diálogo, lo que no quiere decir
que en cualquier momento pueda aplicarla. Pero los chavalos dicen que no quieren hablar con el
gobierno mientras no haya garantías de restitución de derechos, y hay un llamado muy fuerte, de
toda la sociedad, a que el régimen renuncie.
La gente está mucho más indignada y hay protestas en todos los departamentos del país. En este
nodo colectivo los estudiantes y los jóvenes derriban y queman los “árboles de la vida”,(1) como
forma de abatir simbólicamente el poder y la represión de este gobierno.
La mayoría son una generación posrevolucionaria. Una generación que es catalogada como de
jóvenes apáticos a la política. Y estamos dando una lección. No era una cuestión de apatía. Tuvo
que acontecer algo que despertara, como el caso de Indio Maíz, que tiene que ver con la política,
porque por ahí pasa el canal interoceánico que este gobierno vende y que está diciendo que va a
construir. Tiene que ver con un proyecto político que vende al país. Una ley de soberanía que vendió
el país a los capitales chinos. Se les da concesión sobre tierras indígenas, sobre reservas. La gente
ya despertó. Y son demandas que tienen mucho tiempo. Es el despertar de la generación
posrevolución y millennial, porque hay un montón de chavalos que nacieron desde el año 2000 hasta
ahora. Y este gobierno tuvo un discurso muy de la juventud. Creía que la juventud se chupaba el
dedo.
Es un gobierno que se dice de izquierda y que ha traicionado a la revolución, a la clase obrera. Son
dueños de empresas y se han aliado con el capital, y lo más grave es que han traicionado la
memoria histórica, se la han metido –con perdón de la expresión– en el culo.
—¿Cuál es el futuro de este movimiento? ¿Se plantean constituirse como un grupo político?
De eso, casualmente, estábamos hablando recién. El reto es articular todas las demandas. Por
ejemplo, una de las más claras para todo el mundo es que en este país tiene que haber un
referéndum. Y después del referéndum, una constituyente.
Un cambio real tiene que ser estructural, si no, no hay nada. El pueblo está sosteniendo y no
queremos aflojar.
Desde el 17 hasta el domingo 22 de abril, Nicaragua vivió una intensa jornada de lucha, cuya
vanguardia fueron los estudiantes universitarios que se oponían a las reformas inconsultas a la
seguridad social, aprobada unilateralmente por el gobierno sandinista. Las jornadas de lucha
acapararon la atención de la prensa internacional. La olvidada Nicaragua volvió a ser noticia.
La lucha contra las reformas a la seguridad social comenzó con un intento de manifestación de
protesta por parte de los estudiantes de la Universidad Centroamericana (UCA), la que fue
brutalmente reprimida por las fuerzas de choque paramilitares de la llamada Juventud Sandinista (JS-
19). Inmediatamente, se generó una ola de solidaridad y de movilizaciones en contra de los
agresores.
Debido a que el gobierno sandinista siempre ha impedido las marchas de protesta y las luchas
sociales, el derecho a manifestarse se convirtió rápidamente en un enfrentamiento violento en las
calles. En esta pelea, la nueva vanguardia estudiantil retomó los métodos de lucha que el
sandinismo utilizó en la época de lucha contra el somocismo. Con pañuelos y capuchas en el rostro,
piedras en mano, montando barricadas y utilizando morteros, no solo enfrentaron la embestida de
los grupos para militares del gobierno (jefeados por la JS-19 y los alcaldes de cada municipio) sino a
las tropas antimotines de la Policía Nacional.
Una de las consignas que renació, y que viene de la época heroica del FSLN, es aquella famosa
pronunciado por Leonel Rugama en 1970 (“que se rinda tu madre”) al morir solo, en combate contra
300 guardias somocistas. Esa misma consigna resonaba en todas las barricadas y recintos
universitarios. Se volvieron a escuchar canciones e himnos revolucionarios de la época de la lucha
contra el somocismo. Los estudiantes y un sector importante de las masas populares recuperaron la
memoria y las tradiciones que habían sido sistemáticamente borradas después de 1990. Los
estudiantes comienzan a discutir la necesidad de una nueva revolución.
Al no existir en Nicaragua los mecanismos por medio de los cuales las masas pueden expresar o
disipar su descontento, el resultado fue que se produjo un estallido social --por un aspecto tan
elemental como el derecho a marchar y protestar--, que tuvo como conducción a los jóvenes
universitarios.
Esta vanguardia estudiantil no peleaba sola, era apoyada por la población cercana a los diferentes
recintos universitarios. La lucha comenzó en la UCA, una universidad privada, con estudiantes
provenientes de la clase media, pero rápidamente se generalizó a las universidades públicas, con
estudiantes de origen plebeyo y popular, que abarcó incluso y también aquellas universidades
privadas que reciben recursos del 6%, como es el caso de la UPOLI.
La generalización de la lucha a casi todos los departamentos, dispersó y debilitó a las fuerzas de la
Policía Nacional, la que concentró sus ataques en puntos neurálgicos como la Catedral de Managua,
la Universidad Nacional de Ingeniera (UNI), la Universidad Nacional Agraria (UNA) y la UPOLI. En
los hechos se produjo paralización casi total de la administración pública. Muchos pequeños y
medianos negocios cerraron sus puertas por temor a la inseguridad en las calles.
Las movilizaciones de solidaridad estallaron en casi todas las cabeceras departamentales y hasta en
los municipios mas alejados, reflejando un vuelco de las masas en contra de la represión del
gobierno sandinista.
El gobierno bloqueó la señal de cable de cuatro canales de televisión, pero los estudiantes y la
población se informaban por las redes sociales, donde se podía ver las movilizaciones, escuchar los
disparos y ver con dolor e impotencia el momento en que muchos compañeros morían por las balas
asesinas.
Si algo caracterizó las recientes jornadas de lucha fue la dispersión en los planteamientos y
demandas, así como la descentralización organizativa. Como era de esperarse, los centros de lucha
estaban descoordinados unos de otros. La lucha en un departamento no tenía conexión con los
otros. Lo único que mantenía cierto grado de unidad y centralización era la información y
contrainformación que circulaba por las redes sociales, las que se convirtieron en un escenario de
lucha mediática entre el gobierno sandinista y las masas en lucha.
Al no haber espacio para las protestas pacíficas, el descontento acumulado generó, de igual manera,
una repuesta violenta contra quienes agredían y disparaban contra los estudiantes en lucha. La
repuesta airada de las masas en las calles se centró contra los “arboles de la vida”, una espantosa
estructura metálica, adornada con luces led, que están sembrados en Managua, y que se
convirtieron en símbolos de la nueva ideología imperante (paz, amor, buen gobierno cristiano,
socialista y solidario, etc), cuya máxima exponente teórica es Rosario Murillo.
Muchos “arboles de la vida” fueron quemados y derribados. El descontento de las masas también se
centró contra ciertas alcaldías, porque los alcaldes eran quienes jefeaban las fuerzas de choque, que
agredían y disparaban contra los manifestantes. Hubo conato de incendio en la alcaldía de Granada,
fue quemada la sede del Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN) en León, en otros
casos los incendios fueron abortados.
En su discurso del domingo 22 de abril, Daniel Ortega, culpó de las muertes y la violencia a las
pandillas, pero esta afirmación se contradice con discursos anteriores donde afirmaba que en
Nicaragua no existen maras o pandillas, porque es el país más seguro de Centroamérica”. Sin lugar
a dudas, dentro de la movilización de estudiantes y pobladores se mezclaron elementos lúmpenes,
que quieren sacar provecho de la crisis.
En términos generales, en la lucha prevaleció el orden y el respeto entre los miembros de las
comunidades. Los saqueos comenzaron el día domingo 22 de abril por la mañana, cuando la Policía
Nacional se retiró de ciertos lugares. Todo indica que eran sectores orientados por el sandinismo,
con el objetivo de desacreditar las protestas y de atemorizar a la clase media que se rebelaba contra
el gobierno sandinista. La amenaza de saqueos generalizados obligó a comerciantes del Mercado
Oriental y Mercado de Mayoreo a montar grupos de vigilancia armada, para evitar la destrucción de
sus negocios. Incluso, se llegó al extremo que los mismos pobladores detenían a los saqueadores,
requisaban las mercaderías, y las devolvían a los supermercados y negocios.
Algunos medios de comunicación en manos del FSLN, han calificado, entre dientes, en conjunto con
partidos chavistas como el PSUV de Venezuela y otros corifeos, que las heroicas jornadas de lucha
estudiantil y popular en Nicaragua fueron una intentona de “golpe blando”, organizado por el
imperialismo norteamericano y la derecha local.
Estos tipos de afirmaciones subliminales, confirman que la dirigencia sandinista se ha alejado del
pueblo y no comprende el origen de la rebelión popular. En publico se dan golpes en el pecho y
fingen reconocer errores, pero en realidad mantienen la misma posición de aplastar cualquier intento
de movilización independiente. Es una reafirmación del reiterado desprecio al descontento de las
masas populares.
En Nicaragua la cúpula militar y policial está conformada por cuadros sandinistas que son, por el
momento, fieles al presidente Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
Posteriormente, por si quedaban dudas sobre cuál es la política de Estados Unidos hacia Nicaragua,
la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, declaró que Trump "condena la violencia y
la represión propagada por el gobierno de Nicaragua", dijo la Casa Blanca (…) y se suma a los
llamados de la comunidad internacional a favor de un diálogo amplio y apoya al pueblo de
Nicaragua, que anhela la libertad de expresión política y verdaderas reformas democráticas que
tanto se merece"
Entonces, ¿a que “golpe blando” se refieren? Coincidencia o no, Daniel Ortega reafirmó su posición
de convocar a un dialogo amplio con los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada
(COSEP) y la Iglesia Católica, para discutir la crisis del seguro social. ¿Acaso el “golpe blando” lo
esta dando el propio Daniel Ortega, aplicando la política del Departamento de Estado y de la Casa
Blanca?
El anuncio de Daniel Ortega, el pasado domingo 22 de abril, de que el Consejo Directivo del Instituto
Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) había revertido la Resolución 1317, que dio origen al
Decreto Ejecutivo No 03-2018, constituyó, sin lugar a dudas, un gran triunfo de la lucha estudiantil y
popular. Pero este triunfo tuvo un alto costo: más de 30 compañeros asesinados, 121 heridos,
centenares de detenidos que ya fueron liberados, pequeños negocios saqueados, etc.
Los grandes ausentes de estas jornadas de lucha han sido los trabajadores organizados, han
peleado como individuos, no como clase organizada, lo que representa una enorme debilidad, y da
un amplio margen de maniobra al gobierno sandinista. Si los trabajadores no avanzan en su
organización sindical, y si los jóvenes universitarios no crean nuevas y poderosas organizaciones
estudiantiles democráticas, esta victoria obtenida puede ser revertida en cualquier momento, porque
el régimen bonapartista de Daniel Ortega, aunque debilitado, todavía permanece intacto.
El dialogo que ya se esta convocando, no es para discutir los problemas de la seguridad social con
los estudiantes en lucha, sino para negociar con los empresarios, con la bendición de la Iglesia
Católica. Con justa razón, un sector de la vanguardia estudiantil ha criticado la convocatoria de esa
mesa de negociaciones, auspiciada por Estados Unidos, la ONU, la OEA y la Unión Europea
Inicialmente, la lucha comenzó contra las reformas inconsultas a la seguridad social y la solidaridad
con los estudiantes de la UCA, pero al calor del enfrentamiento surgieron nuevas consignas, como el
cese a la represión, el castigo a los culpables, y consignas más políticas como la depuración del
Consejo Supremo Electoral (CSE), planteando incluso la renuncia inmediata de Daniel Ortega y su
esposa Rosario Murillo.
Después del triunfo obtenido, un beligerante sector ha convertido la consigna de la renuncia del
matrimonio presidencial en la más importante, incluso por encima de las reivindicaciones
propiamente estudiantiles.
La marcha del día 23 de abril, realizada en Managua, convocada por el COSEP para llamar a la paz
y el dialogo, salió de la rotonda de Metrocentro y terminó frente a la UPOLI, donde se encontraba un
combativo sector de estudiantes en pie de lucha. Fue una marcha de decena de miles de personas,
muchos de ellos trabajadores de las empresas privadas que dieron la tarde libre. El peso dirigente de
la clase media era notorio, pero también muchos sectores populares se sumaron a la convocatoria.
Los ausentes fueron los estudiantes en lucha, quienes estaban repeliendo las agresiones de la
Policía Nacional.
Las jornadas de lucha se dieron por fuera la conducción e incidencia del COSEP. Estos oportunistas
carroñeros lo que hicieron fue montarse en el descontento popular, y utilizar el mismo en la mesa de
negociaciones con el gobierno. No debemos olvidar que, en torno al tema de la reforma a la
seguridad social, la posición del COSEP es mucho mas dura que el plan que el gobierno sandinista
pretendió imponer de manera gradual y unilateral. El COSEP ha convocado a movilizaciones para
detener los efectos de la reforma tributaria que el Fondo Monetario Internacional (FMI) exige que se
aplique y que implica el fin de las exoneraciones fiscales para un importante sector de la burguesía
parasitaria.
La crisis ha obligado al gobierno sandinista a reconciliarse con los obispos de la Iglesia Católica, la
que ha sido nombrada por Daniel Ortega como mediadora en el futuro dialogo. El COSEP ha
aceptado a la Iglesia Católica como “garante”.
La brutal represión de las fuerzas de choque de la JS-19 y de las tropas antimotines de la Policía
Nacional y las tropas especiales del Ejército Nacional, así como el asesinato de más de 30
compañeros caídos por balas asesinas, debe ser investigado por una Comisión de Investigación
Independiente formada por delegados de las organizaciones defensoras de derechos humanos,
sindicatos independientes, delegaciones de los estudiantes en lucha, así como familiares de los
afectados, con la finalidad de levantar un informe sobre la violación a derechos humanos.
Los responsables de estas violaciones deben ser enjuiciados y castigados, y los familiares de las
victimas deben ser indemnizados por el gobierno sandinista. Lo anterior debe llevar a una
depuración de los oficiales involucrados en asesinatos y violación a los derechos humanos.
Incluso, algunos sectores ya están planteando adelantar las elecciones como en 1990. Mientras no
se produzca un paro nacional o una rebelión masiva y generalizada capaz de tumbar al actual
gobierno, cualquier salida a la crisis actual, debe ser democrática y sin injerencia del imperialismo
norteamericano. La rebelión estudiantil y popular muestra, efectivamente, un deterioro político del
gobierno sandinista, pero éste conserva todavía una parte de su base social. Una salida democrática
implicaría que el pueblo decida a través de elecciones democráticas, por medio de un plebiscito o
referéndum, si Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo permanecen el poder o si tienen que irse.
Pero, para que el pueblo opine, sin riesgo a nuevos fraudes electorales, deben reestructurarse el
CSE, y se debe aprobar a lo inmediato una nueva Ley Electoral, que garantice la participación de
todas las fuerzas política en igualdad de condiciones.
El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), que ha participado hombro a hombro con los miles
de estudiantes en rebeldía contra el gobierno de Ortega, llama a la vanguardia estudiantil y de los
sectores populares, a aprovechar el receso de la lucha, para iniciar un proceso de discusión
democrática, haciendo en balance de las jornadas de lucha, discutiendo en el programa de lucha
que debemos enarbolar para democratizar a Nicaragua.
De manera muy especial llamamos a los estudiantes a construir una coordinadora de los comités y
brigadas que participaron, para crear una dirigencia nacional que permita coordinar las futuras
luchas, que inevitablemente vendrán.
La rebelión estudiantil y popular se debió, no a una “conspiración imperialista”, sino a los constantes
atropellos del régimen bonapartista, al hecho que son la clase media y los sectores populares los
mas duramente golpeados por la política económica neoliberal que aplica que el gobierno sandinista,
en beneficio de una reducida cúpula de empresarios.
Es hora de democratizar Nicaragua en beneficio de los mas pobres, y esto solo se puede lograr a
través de la decisión democrática y mayoritaria del pueblo, reflejada en la convocatoria inmediata de
una Asamblea Nacional Constituyente, que elija un gobierno provisional y que redacte una nueva
Constitución.
Carlos F Chamorro
Periodista nicaraguense.
Fuente: Varias
URL de origen (Obtenido en 05/05/2018 - 07:19):
http://www.sinpermiso.info/textos/nicaragua-de-la-resignacion-a-la-esperanza-
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