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Conflicto Colombiano
Conflicto Colombiano
Durante mucho tiempo hemos sido bombardeados de noticias trágicas como masacres,
ataques a oleoductos, secuestros, hostigamientos, uso de cilindros bomba,
desplazamiento forzoso entre muchos otros. Pero lo más trágico de todo esto es la
pasividad con la que nos limitamos a ver las noticias desde la comodidad de nuestros
sillones, en otras palabras, miramos los toros desde la barrera.
Nuestros abuelos vivieron el inicio del conflicto con el bogotazo, el 9 de abril de 1948.
Nuestros padres, por otra parte, son fieles testigos de la desmovilización del antiguo M-19
así como la desaparición de personas en la toma del palacio de justicia que tuvo lugar el
6 de noviembre de 1985. Unas décadas más tarde frente al televisor estamos ante la
desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia las cuales se iniciaron el 25 de
noviembre de 2003 en Medellín con el bloque Cacique Nutibara y terminaron el 15 de
agosto de 2006 con el bloque Elmer Cárdenas. Hoy a puertas de un proceso de paz
liderado por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos esperamos pacientemente al
desarme y desmovilización de una de las guerrillas más antiguas y más grandes de la
historia de la humanidad. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Pero hoy, frente a nuestros televisores, computadores, smartphones o tablets y desde la
óptica cristiana vemos como el ser humano en su condición de humano se degrada de
generación en generación sin tener en cuenta a Dios, su doctrina o sus enseñanzas
plasmadas en las sagradas escrituras o por medio de sus representantes en la tierra.
Si hace dos años me preguntasen que pensaba del conflicto armado probablemente
hubiese utilizado una expresión superflua como por ejemplo: “normal” pero hoy, tengo la
certeza de decir que soy consciente del estado en el que se encuentra el ser humano y su
relación con Dios; cada vez más va en detrimento de nuestra fe. Y según el analista social
Vicente Verdú plantea en su libro Yo, tú, objetos de lujo algunas paradojas:
¿Son más ignorantes, en general, los jóvenes actuales que los de hace un siglo, cuando
la mitad no sabía leer? ¿Puede compararse la tosquedad de nuestros juegos infantiles,
desde las canicas al escondite, con la complejidad de sus entretenimientos dentro y fuera
de la red? Apenas leen pero ¿Cuántas otras opciones de ocio no les ocupan su tiempo?
No leen, pero ¿piensan peor que nosotros? ¿Contribuyen negligentemente a deteriorar el
mundo o nuestro mundo?¿Se quejan ellos, inconsolablemente, del nivel cultural?...] […
¿Cómo será posible seguir valorando de la misma manera las obras de la
contemporaneidad si los modos de vivir, de gozar y de saber han sido trastornados por
las nuevas tecnologías, los mass media, la mutación del modelo femenino, del modelo del
niño, del modelo del animal, del modelo del objeto, de la manera de amar y de comer?
Después de esto, mi duda se hace cada vez más grande y me llena segundo a segundo
de un temor inexhumable. ¿Será que alguno de los jóvenes de nuestra época podrá
conseguir que se logre el respeto por los derechos humanos y la dignidad humana dentro
del conflicto interno colombiano? Y ¿Cómo los jóvenes cristianos desde nuestra fe
podemos aportar de manera relevante a dicha causa?
San Pedro Claver esclavo de los esclavos noble sacerdote y ejemplo de fraternidad
incondicional, siempre entendió que los derechos de los seres humanos, del esclavismo
vil y tirano; el amor por los necesitados no pueden tener fronteras, y que siguiendo a
Cristo hay necesidad de amar a nuestro prójimo. El Papa Juan Pablo II en la exhortación
apostólica Christifideles Laici muestra a la dignidad humana como una propiedad
indestructible de todo ser humano basado en los conceptos de la unicidad y en
la irrepetibilidad de cada persona:
Juan Pablo II también concibe al hombre en el Sollicitudo Rei Socialis como un ser
dual, capaz de cualquier cosa debido a su maldad y su pecado heredado, pero confía en
él porque al mismo tiempo posee bastantes cualidades y “energía” que se ve reflejada en
su bondad como parte de la imagen y semejanza de su Creador. Podemos pecar y
destruir por egoísmo como por cobardía:
“Aunque con tristeza, conviene decir que, así como se puede pecar por egoísmo, por afán
de ganancia exagerada y de poder, se puede faltar también —ante las urgentes
necesidades de unas muchedumbres hundidas en el subdesarrollo— por temor,
indecisión y, en el fondo, por cobardía. Todos estamos llamados, más aún obligados, a
afrontar este tremendo desafío de la última década del segundo milenio…] [… Lo que está
en juego es la dignidad de la persona humana, cuya defensa y promoción nos han sido
confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los
hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia. El panorama actual —como muchos
ya perciben más o menos claramente—, no parece responder a esta dignidad. Cada
uno está llamado a ocupar su propio lugar en esta campaña pacífica que hay que realizar
con medios pacíficos para conseguir el desarrollo en la paz, para salvaguardar la misma
naturaleza y el mundo que nos circunda. También la Iglesia se siente profundamente
implicada en este camino…” (Subrayados agregados)
A éstos postulados también es menester agregar que es nuestro deber como cristianos
devolverle a nuestro prójimo la dignidad que Dios nos ha otorgado desde su creación y
así, como consecuencia, la paz llegará no solo a nuestros corazones, sino también a
nuestra sociedad.
Para concluir es necesario exaltar que para nuestra tranquilidad tenemos una esperanza
que radica en la familia y el papel de ésta como epicentro de la dignidad humana. El Papa
Francisco en uno de sus discursos resalta la importancia de la familia y la razón por la
cual debemos promover y sembrar la paz en las familias.
“La familia es condición necesaria para que una persona tome conciencia y valore su
dignidad: en nuestra familia se nos trajo a la vida, se nos aceptó como valiosos por
nosotros mismos (...) Sin la familia que reconoce la dignidad de la persona por sí misma,
la sociedad no logra percibir este valor en las situaciones límites. Sólo una mamá y un
papá pueden decir con alegría, con orgullo y responsabilidad: vamos a ser padres, hemos
concebido a nuestro hijo. La ciencia mira esto como desde afuera y hace disquisiciones
acerca de la persona que no parten del centro: de su dignidad”.
Bibliografía