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ANTE LA LEY

La ley, representada siempre por una figura femenina con sus ojos vendados,
una balanza en una de sus manos y una espada en la otra, nos asegura que sus
dictámenes serán equilibrados y justos.

Kafka, en este cuento, crea una versión distinta a la tradicional. Mezcla un


personaje bárbaro y antiguo, que es el guardián del salón donde se “guarda” la
Ley, un hombre común, y a la Ley misma, representada por un gran salón,
donde el hombre común desea entrar en varias oportunidades, impidiéndoselo
el guardián a través de mentiras como que él es el último guardián, o que
entre salón y salón hay otros guardianes que son aún más poderosos que él.
Incluso este guardián lo hace sentar en un banquillo a esperar poder entrar a
conocer la Ley. Pasan los años, el hombre envejece, entrega al guardián todos
sus efectos personales, algunos muy valiosos, para sobornar al guardián, pero
éste a pesar de aceptar el soborno no cambia de postura de dejar entrar al
hombre; ya a punto de morir, el hombre se entera que esa era su puerta
particular para entrar a la Ley.

Moraleja: A pesar de que la Ley está, siempre hay personas o personajes


encargados de cuidar que nadie cambie o conozca cómo funciona, haciendo y
aceptando todo lo contrario a lo que la Ley indica.

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