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LOS ACUEDUCTOS ROMANOS – BAÑOS PÚBLICOS EN ROMA ANTIGUA

TERMAS CARACALLA
LOS ACUEDUCTOS ROMANOS: Uno de los aspectos más significativos de la civilización
romana se halla representado por la gran cantidad de trabajos de interés público
emprendidos en todas las regiones del Imperio. Las imponentes rutas y los vestigios de
carreteras, diques, puentes, termas, teatros y acueductos, no sólo testimonian un glorioso
pasado, sino que dan la medida de lo que nuestra civilización moderna debe al trabajo de
los antiguos constructores romanos.
Entre las diferentes obras públicas, los acueductos son quizás las más típicas y originales.
Si los romanos merecen nuestra admiración por el resultado positivo que dieron a los arduos
problemas técnicos, también es altamente encomiable el empeño puesto de manifiesto para
proveer de abundante agua potable hasta al más pequeño centro poblado, lo cual es propio
de un Estado muy progresista.
Mayor todavía será nuestra admiración, si recordamos que hace un siglo, ninguna ciudad
de Europa poseía instalaciones suficientes para asegurar la distribución del agua en las
casas, en tanto que en la época del emperador Adriano ese servicio público llegaba hasta
los pueblos de la árida provincia africana.
No debemos creer que este tipo de abastecimiento era un privilegio reservado a la capital,
pues si Roma, bajo el gobierno de los emperadores, era la ciudad más rica en agua, en
todos los territorios conquistados, desde la Galia al África del norte, y dé España hasta
Grecia, los romanos construyeron acueductos, fuentes y termas semejantes a los de Roma.
Los acueductos fueron construidos siguiendo diferentes estilos, según el lugar y la época
en que se realizaron. Sería, pues, vano buscar un esquema típico. Numerosos detalles
sobre su construcción nos han sido transmitidos por Vitruvio en su libro Sobre la
arquitectura, por Plinio en algunos capítulos de su Historia natural, y por Sexto Julio
Frontino, que describió los acueductos de Roma. Otros detalles importantes fueron
descubiertos por los arqueólogos, basándose en el estudio de antiguas construcciones.
Se recogía primero el agua de los manantiales o de las napas subterráneas, mediante la
perforación de pozos. Generalmente, cerca de los manantiales se construía un estanque
de reserva. De ahí las aguas se deslizaban, hacia el acueducto, que podía ser aéreo o
subterráneo.
La Roma antigua consumía unos 160 millones de litros de agua cada día, sobre todo en
fuentes, estanques, baños y letrinas públicos. Una parte de ese caudal iba directamente a
las casas de los ricos, que vivían en villas o en manzanas de casonas de un piso.
Pero la gente que habitaba en pisos altos tenía que recoger agua de las fuentes y de los
estanques, o contratar los servicios de aguadores profesionales.
Por lo menos 40 ciudades del Imperio Romano tuvieron redes de abastecimiento de agua,
y aún pueden verse las ruinas de unos 200 acueductos, entre ellos el imponente Pont du
Gard, de tres niveles, que dotó de líquido a Nimes, Francia, y el de Segovia, España, de
dos niveles y 36 m de altura.
Canalización del agua: El agua era llevada a Roma por una red de 420 Km. de canales y
tuberías desde manantiales, lagos y ríos situados en las montañas de los alrededores; el
suministro era continuo, pues no había manera de regularlo. Unas cuantas villas tenían
grifos formados por un tubo inserto en el conducto de abastecimiento (llamado quinaria, de
unos 2 cm. de diámetro); aquél tenía un orificio por donde fluía el líquido y podía cerrarse o
abrirse haciéndolo girar.

El agua fluía por gravedad a lo largo de la red. Los canales (acueductos) eran de ladrillo o
de piedra con un revestimiento interior de cemento impermeable, y en promedio medían 90
cm. de ancho y 1.8 m de profundidad; algunos eran subterráneos y tenían respiraderos
cada 73 m aproximadamente.
La parte superior del canal se cubría con lajas de piedra para evitar que el agua se
ensuciara. El primer acueducto de Roma fue el Aqua Appia, construido hacia 312 a.C.:
medía unos 16 Km. de largo y la mayor parte de su recorrido era subterráneo.

Si el acueducto no podía rodear un valle, por lo general se construía a través de éste


mediante una serie de arcos altos. El Aqua Marcia, erigido en 144 a.C., recorría 91 Km.
para llevar agua a Roma desde los manantiales del valle del Anio, situado a 37 Km. de
distancia en línea recta; la mayor parte de él era subterránea, pero los últimos 11 Km. se
levantaban sobre arcos.
En 109 d.C. el emperador Trajano mandó construir un acueducto para abastecer la zona
comercial e industrial de la ribera oriental del Tíber; en algunos lugares dicho canal tenía
30 m de altura y surtía agua hasta las piscinas del quinto piso del Forum, que era la plaza
del mercado.
Hacia 350 d.C. ya había 11 grandes acueductos que surtían agua a Roma. Al llegar a la
ciudad, el líquido era depositado en unos 250 tanques distribuidos en diversos puntos de la
red.
Suministro por tuberías de plomo: En algunas partes del Imperio el agua era llevada a
las ciudades por tuberías de cerámica o de plomo y no por acueductos. Esas tuberías
conducían el líquido cuesta abajo por una pendiente del valle y luego cuesta arriba por otra
hasta un tramo plano; la presión que
Pozo y cisterna Un acueducto llevaba agua al antiguo puerto africano de Cartago desde
unas montañas situadas a 80 Km. de distancia. El lìquido se conservaba en un pozo
alimentado por tuberías de arcilla y después fluía hasta la cisterna contigua. Todos los días
la gente de los alrededores acudía a sacar agua de ésta metiendo sus baldes por el hoyo
del techo ejercía el agua al descender la obligaba a subir hasta dicho nivel. La ciudad de
Lyon, Francia, era abastecida mediante este sistema a través de los valles de los ríos
Garona,. Beaunant y Brevenne. Para fabricar las tuberías se emplearon unas 12 000
toneladas de plomo.

Aún en pie Este acueducto romano construido durante el reinado del emperador Trajano
(98-117 d.C.) en Segovia, España, todavía esta en servicio; lleva agua a la ciudad a lo largo
de 19 Km. Sus arcos de granito fueron labrados y colocados en su lugar sin usar cal ni
cemento.
Las alcantarillas romanas: Un intrincado sistema de drenaje descargaba las aguas negras
de la ciudad en el río Tíber, que las llevaba hasta el mar. Las alcantarillas pequeñas
desembocaban en otra mucho más grande, la Cloaca Máxima, que se extendía desde el
Forum hasta el río bajo un corredor abovedado de 5 m de ancho y que aún está en servicio.
Las alcantarillas comenzaron a construirse en el siglo VI a.C. para secar los pantanos, y
estaban comunicadas con las letrinas públicas y privadas al nivel del suelo, pero no con las
de los pisos altos de las viviendas.
El agua no era potabilizada pero se procuraba escoger buenas fuentes de abastecimiento.
Una prueba al respecto consistía en rociar agua sobre un vaso de bronce y ver si quedaban
manchas en él; otra era hervirla y verificar que no contuviera sedimentos, y otra más era
averiguar si podían cocerse en ella verduras frescas con rapidez.
A veces el agua canalizada no era apta para beber: la del acueducto Anio Vetus, por
ejemplo, sólo se usaba para regar jardines y lavar ropa. Dicho acueducto fue construido en
272 a.C., y surtía agua desde las cuencas altas del río Anio, situado a 69 Km. de distancia.
La red de abastecimiento de agua era administrada por un comisionado y dos secretarios
que daban órdenes a un grupo de empleados de mantenimiento. Los canales requerían
inspección y reparación constantes, pues las filtraciones causaban daños estructurales y
se desperdiciaba agua.
Los baños públicos de Roma eran de excelente factura. Los primeros fueron construidos
en el siglo II a.C. por iniciativa de benefactores de la ciudad y para fines de lucro, y
posteriormente diversos emperadores mandaron construirlos para uso propio. Aún se
conservan las ruinas de dos de los mejores, los de Caracalla (21 7 d.C.) y los de Diocleciano
(306 d.C.).
Una vez que recibían un masaje con aceite, los bañistas practicaban deportes o hacían
ejercicios y luego se metían en el baño de agua caliente (caldarium), que era calentado por
hornos y unos ductos subterráneos que hacían circular vapor y aire caliente. Luego pasaban
a una sala para que les quitaran el sudor y el aceite con un raspador metálico, y finalmente
se sumergían en un estanque de agua tibia (tepídarium) y después en uno de agua fría
(frigidarium).
Hombres y mujeres se bañaban en lugares separados, aunque el baño mixto fue popular
en el siglo I a.C. El emperador Adriano decidió prohibir dicha práctica en 138 d.C., y comono
siempre había locales suficientes para las mujeres, se establecieron horarios de uso para
uno y otro sexos.
PARA SABER UN POCO MAS…
En la Roma imperial, se consumía más de un millón de metros cúbicos de agua al día
suministrados por una docena de acueductos, que sumaban 482 Km. de canales cubiertos
llamados specus. Los ingenieros romanos, eminentemente prácticos, trazaban los
acueductos siguiendo las curvas de nivel del terreno siempre que era posible, y recurrían
al uso de túneles, extensas arquerías, puentes o sifones para cruzar las depresiones solo
como último recurso.
Así, en el caso de Roma, apenas un 5 por ciento de la longitud total de sus acueductos
discurría sobre puentes. Los romanos también excavaron numerosos canales para mejorar
el drenaje de los campos. En relación con este tipo de construcción, su hazaña más
espectacular fue el vaciado del lago Fucino, situado en una hondonada de los Apeninos,
que añadió 20.000 hectáreas a las tierras del emperador Claudio. Para eso, necesitaron
perforar un túnel de 5,5 km a través de las montañas, longitud que no fue superada hasta
1876.
Con menor frecuencia, también excavaron canales para la navegación: en esta categoría,
el récord lo ostenta el realizado entre el Rin y el Mosa, de 37 km de longitud, que eliminó la
necesidad de dar un largo rodeo por mar. Todavía dentro de la disciplina de la hidráulica,
los sistemas de elevación y bombeo de agua alcanzaron gran perfección técnica.
Así, se conoce gracias al tratado De Architectura de Vitrubio, cómo funcionaban la rueda y
la cadena de cangilones, movidas por energía humana o animal, y la noria, accionada por
el empuje de la corriente de donde la rueda toma el agua. Próximos a la noria, desde el
siglo IV, existían molinos de agua de tamaño muy considerable. Hacia el año 310, los
habitantes de Barbegal, cerca de Arles (Francia), contaban para moler su maíz con una
gigantesca instalación formada por 16 ruedas de arcaduces que, por medio de engranajes
de madera, accionaban cada una un par de piedras de molino. Los arqueólogos han
calculado una capacidad total de molienda en Barbegal de casi tres toneladas de grano por
hora.
HORMIGÓN, MÁRMOL Y TÉCNICAS NOVEDOSAS Además de la hidráulica, los romanos
dominaron la arquitectura y las técnicas constructivas, como lo atestiguan cientos de sus
obras que aún permanecen en pie a pesar de su vejez. Y en este punto, contaban con una
ventaja sustancial respecto de otras civilizaciones antiguas: disponían de una tierra
volcánica llamada puzolana que, mezclada con cal, producía un cemento resistente al agua
y al fuego; y mezclada con ladrillo o piedra, formaba un hormigón tan duro como los
actuales. Este material se usó para cimentaciones y muros, vaciados en encofrados de
madera, bóvedas y en lo que constituye otra obra maestra de la arquitectura romana: las
cúpulas.
Estas se diseñaban para coronar grandes edificaciones, por ejemplo, basílicas o termas
como las de Caracalla, cuya cúpula principal tenía un diámetro de 35 metros. Pero la mayor
de las construidas por los romanos es la del Panteón, con un diámetro interno de 43 metros
y cuya construcción sigue siendo un misterio.
El mensaje de Augusto al pueblo romano “Nací en una ciudad de ladrillos y les lego una de
mármol” no era exagerado: este material se utilizó profusamente para el adorno y acabado
de todo tipo de obras arquitectónicas, por lo que, además de emplear el de las canteras
italianas, alcanzó gran importancia como producto de importación. Usaron mucho el mármol
travertino, con el que se construyeron los muros del Coliseo, pero también trabajaron la
piedra en el resto del Imperio, desde la arenisca del muro de Adriano en Gran Bretaña,
hasta la empleada en el templo de Baalbek (Líbano), donde se levantaron tres bloques de
piedra que medían 19x4x3 metros, lo que aún hoy en día constituye un auténtico récord de
edificación.
Todo esto demuestra que los romanos eran particularmente hábiles en la extracción de la
piedra en las canteras, así como en su posterior talla, para la que utilizaban sierras de cobre
afiladas con arena y esmeril. Ya en la última fase del Imperio, en el río Mosela existían
sierras impulsadas por agua, según describe Ausonio.
Roma desarrolló un amplio repertorio de soluciones en materia de ingeniería civil que
permitieron impresionantes logros en cuanto a estrategias, materiales y organización de la
mano de obra, pero, en cambio, su tecnología mecánica solo fue objeto de un desarrollo
marginal. Probablemente, la explicación a que no emplearan masivamente máquinas
capaces de ahorrar trabajo se deba a que vivían en un mundo en el que disponían de
esclavos en abundancia.

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